El Palacio del Pardo, edificado en el siglo XVI fue especialmente famoso por ser residencia de Franco (1940-75), desde entonces viene siendo museo.
Revista FUERZA NUEVA, nº 588, 15-Abr-1978
EL PARDO, morada de un gran español (Hoy es museo)
El 18 de octubre de 1939, Franco deja el palacio de Burgos, testigo de tantas incertidumbres y esperanzas de la guerra civil y de la primera paz, para trasladarse a Madrid, ciudad en la que establecería su residencia a lo largo de cuatro décadas. Escoge el palacio de El Pardo, bajo la sombra histórica de aquel pacto que dio vida a la larga aventura de la Restauración.
Mientras El Pardo se acondiciona a las órdenes del arquitecto Diego Méndez, y se instala la calefacción y el aire acondicionado, el Generalísimo se acomoda en el castillo de Viñuelas, próximo a las vaguadas de El Goloso, hasta marzo de 1940, en que se instala definitivamente en El Pardo.
Franco sentía admiración por la naturaleza. No es de extrañarnos, por ello, que escogiera una casa en el bosque real de El Pardo; el monte bajo que rodea a la capital de norte a oeste; el jardín romántico que mandó plantar Fernando VII, así como la entrada que embelleció con hermosas verjas Fernando VI. La antigua residencia de invierno de los anteriores reyes españoles está cercada por magníficos bosques con abundante caza mayor y menor (uno de los principales entretenimientos del Generalísimo, que practicaba en sus escasos ratos de ocio). Este amor profundo, repito, de contactar con la naturaleza, se cree que contribuyó mucho a que el Generalísimo estableciera su residencia en el Pardo, coto de los reyes desde la Edad Media.
Al norte se halla la Casita del Príncipe, y por iniciativa del Caudillo se ha construido en pleno monte, en lugar bastante próximo a Madrid, el edificio de la Fundación del Generalísimo Franco, destinado a mantener y renovar la tradición de las producciones de artesanías españolas, porcelanas, tapicerías, etcétera.
El Pardo, al contrario de lo que muchos creen, empezó a construirse en 1405, por orden de Enrique III. En 1547, Carlos I lo hizo reconstruir, aunque no fue terminado hasta el reinado de su hijo Felipe II. Alfonso XII corrigió muchos desperfectos causados durante la guerra con los carlistas. Alfonso XIII restauró las habitaciones del Palacio. Cada monarca iba aportando su grano de arena para constituir esta auténtica joya del arte renacentista.
En el interior, por la escalera oficial de los ministros, se va a desembocar al hall principal, colindante con la antecámara donde se firmaban los tratados extranjeros. Merece mención el comedor de gala, que, durante la vida del Caudillo, se llamó Salón de Consejo de Ministros. El Caudillo presidió un total de mil trescientos. No puede pasar inadvertido el despacho oficial del Jefe del Estado, en el que pasó la mayor parte de su vida y donde recibió a cuarenta y tres presidentes de diferentes naciones. Allí tomó juramento a los ministros, y entregó los premios de natalidad… El 16 de octubre de 1975 fue el último día que entró en este recinto. Como curiosidad se aprecia una fotografía dedicada al Caudillo por el actual rey de España (…)
Una de las muchas aficiones que poseía el Generalísimo fue la de la pintura muchos cuadros reflejan cacerías, como puede apreciarse en las fotografías expuestas en el salón de música; por desgracia, algunos han desaparecido a consecuencia del reciente incendio en el Pazo de Meirás (1978), donde se hallaban. Pero los tapices más valiosos de todo el Palacio se encuentran en el dormitorio para invitados de honor, de estilo chinesco-rococó. Hay una sala dedicada a los trajes que utilizara en su vida, así como sus condecoraciones.
El dormitorio que utilizara goza de gran sencillez: es de estilo Imperio, con dos camas; predomina el color verde y tiene un mueble oratorio a la derecha, con la mano de Santa Teresa de Jesús, que el Caudillo conservó hasta el día 9 de diciembre de 1975, y que ahora (1978) se encuentra en las Carmelitas de Málaga, lugar de su procedencia. El Generalísimo la acostumbraba a llevar consigo en sus viajes. Era profundamente religioso, y a lo largo de su vida fue demostrándolo. Lo dejó plasmado en su testamento: “… quisiera unir los nombres de Dios…”; pasaba largo tiempo en el oratorio privado, el que fuera dormitorio de Alfonso XII, sobre todo en tantos momentos difíciles, preocupantes y problemáticos; es ahí donde oía misa a diario, excepto el actos oficiales, que solían celebrarse en la capilla.
El despacho de ayudantes, cuya mesa era utilizada por el Jefe del Estado una vez al año, en el discurso de fin de año dirigido todos los españoles; el salón de embajadores, el salón de pasos perdidos, el teatro y un sinfín de etcéteras que no puedo del todo detallar, constituyen en su conjunto una obra artística de incalculable valor histórico. Contribuyeron a engalanarlo artistas como Goya, Bayeu, Maella, J. Gálvez…
El Pardo aparece centrado en una gran figura: Francisco Franco Bahamonde, cuya sencillez, talento, patriotismo, su sentido profundamente religioso hacen de él un notable ejemplar español. (…)
María Cruz Quintero
Última edición por ALACRAN; Hace 1 semana a las 14:06
"... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)
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