Asinus asinum fricat
Hoy he leído la noticia de que el Estado exige a los bancos que les preste fondos para pagar las deudas de municipios y comunidades autónomas a un tipo de interés sobre el 1%, "muy inferior al tipo de interés del mercado", algo parecido a lo que hace el Banco Central Europeo con los bancos, que les da préstamos a unos tipos de interés muy bajos (visto en El Mundo, edición de papel del 27-2-12). Sin embargo, nadie da préstamos a ese interés tan bajo al ciudadano normal, sobre el que la pesada losa de la usura se impone sin piedad alguna. No sólo ya el tipo de interés del Estado, impuesto para favorecer a los mercados de capital y no al bien común, sino los añadidos que los bancos ponen a ese tipo de interés. Y bueno, es lógico, el asno frota al asno y es lógico que el Estado y los bancos se apoyen mutuamente y no se preocupen mucho ni por el bien común ni por el ciudadano medio. Pero esta noticia me hizo reflexionar lo siguiente.
El hecho es que los grupos de izquierda que se quejan de este latrocinio descarado defienden un concepto de libertad que justifica este mismo latrocinio. Y cuando la derecha se queja -en realidad, sólo de cara a la galería- de las aberraciones que la izquierda realiza/promociona (aborto, gaymonio, eutanasia, hedonismo) igualmente es absurdo pues defiende el mismo concepto de libertad que da lugar a estas cosas. La libertad que defienden ambos es la de la autonomía individual, en la que el hombre se realiza a sí mismo sin atender a su naturaleza ni a su fin último. Es la llamada "libertad negativa" que consiste en la conquista de nuevos "derechos" o espacios de acción, por muy contrarios a la propia constitución humana o por muy disolventes de la comunidad política que puedan ser. Así, es absurdo que la izquierda proteste por esta crisis cuando, desde la perspectiva de la libertad, puede ser perfectamente justificable desde Kant, pues los empresarios desarrollan su personalidad buscando maximizar sus beneficios y minimizando costes; e igual de absurdo es que la derecha critique a la izquierda, desde esta noción de libertad, por ejemplo, con el aborto, ya que un niño indeseado frena el desarrollo de la personalidad de la mujer y, por tanto, es contrario a su dignidad. Igualmente usando a Mill, el empresario no hace daño a nadie buscando su beneficio económico (no mata ni tortura a nadie) y los homosexuales tampoco hacen daño a nadie, luego, ¿cómo quejarse? Igualmente desde Rawls, pues la libertad para buscar el máximo beneficio y minimizar el coste es igual para todos (todos lo podemos hacer) e, igualmente, todos podemos gozar del mismo grado de libertad para ser eutanasiados.
La gran tragedia es que esta libertad inventada para justificar el vicio de la avaricia por parte de la burguesía decimonónica ha sido asumida, precisamente, por aquellos que padecen sus efectos. Así que, ¿cómo van a reprochar a los poderes económicos su mal uso de la libertad cuando defienden, precisamente, esa misma forma de libertad? Más aún, esa misma libertad es la golosina feliz que agrada a las más bajas pasiones y, por su misma dinámica, deja inerme cualquier capacidad de defensa posible. Esta libertad desenfrenada sería el soma de Un Mundo Feliz de Aldous Huxley. Todo el mundo está feliz con la bicoca hedonista pansexualista y nihilista, cual cerditos chapoteando alegremente en las heces de su letrina. Y desde esta posición individualista y egoísta es inviable cualquier resistencia. Así, izquierda y derecha, en el fondo, son lo mismo: son los burros que se frotan entre sí: uno da golosinas para dar la impresión de libertad y tener contenta a la gente y los otros aseguran bien las riendas de la economía. Y todos felices.
Si los espartanos hubiesen sido como somos hoy, no cabe duda que los persas nos habrían arrasado. O si los cruzados hubiesen sido como somos hoy, Europa sería musulmana desde el siglo XIV. Y si todo vale, y no hay bien ni mal, y todo es relativo, pues no tener casa o estar al borde la más absoluta miseria es, desgraciadamente, un resultado natural. Y la tragedia parece de difícil solución, porque lo que la sociedad necesita es una regeneración en la virtud. No en la libertad mojigata de querer saciar cada apetito desordenado, sino en la de refrenar esos apetitos y apetecer el bien objetivo. Una metanoia, una restauración moral. Pero cuando el hombre ni si quiera tiene ya la noción de estar corrompido, ¿cómo regenerarlo? Difícil aparece la cuestión.
Mores Maiorum
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