Diezmos

JUAN MANUEL DE PRADA

EN la Edad Media –la «oscura Edad Media, que diría un analfabeto– se pagaba el diezmo, para sufragar el culto y a sus ministros; en esta edad tan progresada y democrática pagamos diezmos a troche y moche, sin saber para qué, y encima creemos vivir en el mejor de los mundos posibles. Dispuestos a extraernos hasta la última gota de sangre, los sacerdotes de la idolatría nos reclaman una nueva forma de diezmo, mediante el recorte de los salarios en un diez por ciento. Así lo han «propuesto» Christine Lagarde, una tipeja con pinta de anchoa asténica que dirige el Fondo Monetario Internacional, y Olli Rehn, un tipejo con pinta de congrio hervido que acampa en la Comisión Europea. Por supuesto, han acompañado su «propuesta» de la consabida cháchara cínicamente solidaria, como es preceptivo en el chantajista profesional: «Los actores que la rechacen cargarían sobre sus hombros con una enorme responsabilidad nacional por los costes sociales y humanos», escribe el congrio hervido en su blog, con mala prosa y peor índole. Pues, según esta patulea, la reducción de los salarios servirá para que «millones de jóvenes españoles que están actualmente desempleados» encuentren trabajo.

ABC publicaba el otro día el sueldo de estos dos tipejos, la anchoa asténica y el congrio hervido, conspicuos representantes de esa casta de parásitos que nos lleva al precipicio, encargada de instaurar un Nuevo Orden Mundial en el que los Estados sean meras marionetas a sus órdenes y el pueblo –que ellos llaman «ciudadanía»–un paisaje retórico al que poder exprimir hasta la última gota de sangre, mientras lo mantienen entretenido, hociqueando en la cochiquera de interné. Encastillados en sus despachos como pistas de tenis, estos tipejos tal vez no sepan que los salarios españoles ya han sufrido muchos recortes en los últimos años; y tampoco que el salario mínimo español es exactamente la mitad que el alemán, aunque nuestros precios sean aproximadamente los mismos (¡ventajas de la moneda única!). Con avilantez característica, el congrio hervido añade que la reducción de los salarios españoles provocaría una «devaluación interna» y aumentaría el consumo; algo que, efectivamente, ocurre en las economías con moneda propia, pero no en las economías de la malhadada Unión Europea, como en España hemos tenido ocasión de comprobar en los últimos años, donde la reducción de los salarios, acompañada de un alza constante de los precios, está arrasando nuestras clases medias. Pero tal vez este sea el destino que el congrio hervido y la anchoa asténica, al servicio del Nuevo Orden Mundial, le han reservado a España: una sociedad empobrecida y lampante, de poder adquisitivo cada vez deprimido y mano de obra cada vez más barata, cuyos costes de producción resulten apetitosos para los «inversores».
El Gobierno español ha recibido con enfado las «propuestas» de la anchoa asténica y el congrio hervido, donde se demuestra que algo de gallardía le resta todavía; pero cuando la «propuesta» de este nuevo diezmo abandone su retórica paternalista y se muestre desnuda como lo que verdaderamente es –una exigencia–, nuestro Gobierno tendrá que achantar la mui, según el papel que le han adjudicado en el Nuevo Orden Mundial, donde el principio de representación, la soberanía nacional y demás zarandajas son chirimbolos retóricos con los que la anchoa asténica y el congrio hervido se limpian el culo. ¡Servidumbres de esta época tan progresada y democrática! Pero no debemos quejarnos, pues aunque nos rebajen el sueldo, siempre podremos seguir hociqueando gratis en la cochiquera de interné.






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