La apocadez de los Distributistas






Por Edward Minton



Partiendo de algo que una vez me dijo un Distributista sobre la primacía de la moral en la economía, me pregunto si lo siguiente que voy a decir podría explicar la reticencia del Distributismo en lo que respecta al Crédito Social.

El Distributismo comenzó con un intento de aplicar los valores morales a la economía. El Crédito Social comenzó con el descubrimiento de un problema técnico serio y recurrente que no tenía absolutamente nada que ver con la moralidad como tal. Su causa principal no eran la usura o la codicia o la avaricia, aunque éstas podían constituir exacerbaciones. De hecho, si no hubiera ninguna usura, codicia o avaricia en la tierra, todavía seguiría habiendo una deficiencia de poder adquisitivo en el mercado moderno, debido a los diferentes ritmos de flujo de costes y de ingresos en un entorno de alargamiento de plazos en la producción (a causa de la creciente capitalización de los procesos productivos, y de la emisión y cancelación de los derechos sobre la producción –léase, el dinero–, las cuales no están sincronizadas con la llegada real o efectiva de los bienes y servicios al mercado). En forma algebraica, el Crédito Social comenzó con la proposición A < A + B.

Lo anteriormente dicho desembocó en el hecho de que el Crédito Social se preguntara “¿Qué se ha de hacer con esto?” Inmediatamente todas las grandes cuestiones empezaron a fluir: ¿cuál es el propósito de la economía, la naturaleza de la realidad, o el fin del hombre, etc…? De esta forma, terminaba en el mismo lugar que el Distributismo, filosóficamente hablando. Éste es el orden natural del progreso. Los hombres descubren la pólvora, el motor de combustión interna, la fusión nuclear o América, y a continuación se preguntan “¿Cuáles son las implicaciones morales de nuestro uso de este conocimiento?”.

El Distributismo empezaba allí donde el Crédito Social terminaba. Pero, ¿comenzaba en el principio? ¿Fue una intención de aplicar valores morales lo que produjo los conceptos de E = mc2, de la tasa real de aceleración de una masa en el vacío, o de la Segunda Ley de la Termodinámica? La aceptación generalizada de valores morales creó un ambiente en donde eran posibles, y a menudo (aunque no siempre) fomentados, los descubrimientos científicos. La genética fue fundada por un monje que estaba animado a indagar en la creación de Dios, pero la ley moral no informaba sus descubrimientos.

De haber sido la deficiencia de poder adquisitivo resultado del pecado, habría sido percibido en seguida por el Distributismo. Desafortunadamente, sólo es el resultado de los diferentes ritmos de flujo de precios y de ingresos a través del tiempo. Es imposible entender esto en sí mismo desde una perspectiva moral. Es únicamente en el momento en que decimos “Vale, aceptamos la existencia de este problema técnico” cuando podemos ir a la siguiente cuestión que es “¿Qué hemos de hacer con esto?”. Aquí nos encontramos con la posibilidad de elegir, o bien un infierno en la tierra de $ 150 billones de deuda (cifras del FMI) y subiendo delante de los gobiernos hipnotizados y absortos, o bien algo mejor.

Un Movimiento construido sobre la necesidad de aplicar valores morales no posee base común entre sus miembros para poder juzgar, cuando no se puede detectar pecados ni virtudes en una proposición. ¿Ha de rehuirse para siempre el Teorema A + B porque no se puede descubrir en él una base moral para su aclamación o crítica?

Si asumimos que la Ley de la Gravedad tiene existencia universal, podemos entonces comprobarlo mediante una observación cuidadosa a fin de poder ver si existe alguna excepción. Nuestro fracaso a la hora de encontrar alguna, no prueba que no exista ninguna. Como un amigo mío dice a menudo, “Simplemente por el hecho de ser paranoico, eso no prueba que no haya nadie siguiéndome detrás mío”. ¿Cómo sé que la gravedad existe? Ten fe, créeme. Pero si en toda la experiencia humana la Ley de la Gravedad no ha sido contradicha una sola vez, seguramente eso constituya una prueba absoluta. Realmente es así, pero sólo si uno tiene fe en las Leyes de la Probabilidad.

Únicamente “la garantía de los bienes que se esperan, la plena certeza de las realidades que no se ven” puede permitirnos dejar de creer en la Ley de Saw que sostiene que “La oferta crea su propia demanda”. En una economía de trueque la oferta de bienes (o servicios) viene a ser también el medio para poder comprarlos, por lo que entonces lo que realmente está diciendo la Ley de Saw es que X = X.

En una economía monetizada la Ley de Saw dice que los Precios serán siempre iguales a los Ingresos Monetarios Disponibles para satisfacerlos. Está diciendo que P = IMD, o si se prefiere, que Manzanas = Naranjas.

Pretender querer que el problema básico en la economía consista en un problema moral, no hará que eso sea así. Confinar nuestra búsqueda de curas económicas al ámbito de los dilemas morales excluye innecesariamente las puras matemáticas.

Quizás, si pretendiéramos o supusiéramos la existencia de una innata y recurrente deficiencia de poder adquisitivo, ello nos ayudaría a explicar ciertas cosas. ¿Hay alguien que se haya preguntado alguna vez por qué la población mundial ha sido tan estúpida de tomar prestados $ 150 billones cuando ésta siempre ha tenido suficiente dinero para poder comprar todo sin necesidad de aquéllos? Cuando la oferta monetaria se incrementó en un 19 % en Australia en 2007, ¿por qué la inflación fue de menos del 3 %? Deberíamos haber tenido una situación de demasiado dinero en frente de muy pocos bienes, ¿no es así? ¿Por qué tuvimos una recesión severa en Australia en 2008 cuando la cantidad de dinero se incrementó en un 4,5 % ese año? ¿Seguro que ésta debió haber sido bastante cuando ya teníamos suficiente sin ella? ¿Por qué la oferta monetaria se ha incrementado en Australia en cada año desde la existencia de la Nación (desde 1901 hasta hoy) cuando la Ley de Saw claramente muestra que eso nunca fue necesario en ningún momento?

Una vez planteé cada una de estas cuestiones –y fue algo malévolamente travieso por mi parte el hacerlo– a un orador subido a una plataforma improvisada en el parque de una ciudad. Me las respondió todas ellas a su propia satisfacción y exactamente de la misma forma. “Todo se debe a la maldad en el corazón humano, mi buen hombre; la maldad en el corazón humano”, al mismo tiempo que él me iba fijando cada vez una mirada sumamente beligerante, y poniendo crecientemente un mayor énfasis en la frase “mi buen hombre”.

Quizás esté completamente errado al considerar la reticencia de los Distributistas a considerar o tomar en cuenta el Teorema A + B como una –o posiblemente la– pieza perdida en su puzle. Nunca me sorprendo de lo tonto de cualquier cosa que pueda decir.



Fuente: CLIFFORD HUGH DOUGLAS INSTITUTE