La Haya / Buenos Aires, 27 abril 2013, festividad de Ntra. Sra. de Montserrat, Patrona de Cataluña; San Pedro Canisio, S.I., confesor y doctor. Ante la supuesta coronación prevista en Holanda el día 30, un recordatorio publicado por OnlineBaires.com el pasado día 18.
Máxima, la Apóstata
Desde hace algunos años Máxima Zorreguieta, pasó a estar en boca de todos los medios de comunicación como símbolo de exitismo y conquista. Conquista de un corazón, de un hombre, de un estamento y de un reino.
Amantes de la farándula, del exitismo y de los paparazzi, los argentinos ponderan, veneran y comparten el éxito de la princesa y pronta reina ¿argentina? Máxima Zorreguieta. No se han oído, ni visto en los medios de comunicación, más que loas y pompas de la flamante noble holandesa. No se han oído ni visto críticas serias hacia la Princesa, salvo algún caso, tal vez de envidia, o de esfuerzo por mostrar que su forma de vida cotidiana pasada no fue siempre noble. Sólo se ha vitoreado su victoria, su elegancia, su paquetería, su formalidad y su protocolo.
Esta figura pública, se ha convertido muy naturalmente en modelo y paradigma de no pocas mujeres argentinas. Esta situación debería ser preocupante; sobre todo porque es el modelo de no pocas mujeres "católicas". Y esto se puede comprobar en que se puede ver a las mujeres deleitadas admirando su figura, su forma de vida y sus pompas terrenas, pero nada dicen de sus renuncias por sus conquistas terrenas, de los costes que ello le traerá y de la pobreza de espíritu y la tristeza que refleja los costosos beneficios de una "corona" mundana.
Máxima, tuvo que renunciar a su Religión, tuvo que prometer educar a sus hijos en una secta protestante, tuvo que renunciar a que sus padres presencien su "Casamiento" Real, tuvo que renunciar a la ciudadanía argentina, tuvo que prometer y firmar un contrato pre-"nupcial" donde se establecía que llegado el caso de un divorcio, ella no tiene patria potestad de sus hijos, que no podrá decidir sobre la educación de sus hijos, que no tendrá derecho sobre bienes gananciales ni sobre el sueldo que percibe como princesa o reina.
¿Habrase visto signo de mayor apostasía, que el de esta mujer? Renunciar a Dios, a su Patria, a sus padres, a su historia y a sus hijos. Ésta es la "Reina de todos los argentinos". Ésta es la "Reina de Holanda", traidora a Dios, a la Patria y al hogar. Pues si una mujer, por alcanzar un estatus social, renuncia a enseñar la VERDAD a sus hijos, si se compromete a negar a su Patria y a sus padres, no puede decirse más que "Señor, ten piedad de ella", responsable que sus hijos no tengan el Bautismo de la VERDAD.
Una mujer así, no puede ser admirada ni siquiera en su forma de vestir, aunque su vestir objetivamente sea elegante y sobrio. Seguramente hay otros modelos más cercanos y más constructivos.
Así ante tales circunstancias, podemos ver que el pueblo sigue pompas y glorias terrenas, sin importar sus circunstancias ni sus consecuencias, vemos como un pueblo que todavía dice ser verdaderamente "católico" venera públicamente una de las peores apostasías públicas de nuestros tiempos. Ésta es una clara muestra de la subversión de valores que se sufre en la sociedad argentina, esa sociedad que en 1810 comenzó un largo camino hacia la apostasía, la cual hoy, parece ser latente.
En este ejemplo como en tantos otros, podemos recurrir a esa enseñanza de Dios Nuestro Señor, que nos dice: "Dios de todo mal saca un bien", seguramente Dios nos quiere mostrar esa vieja y eterna enseñanza que reza "De qué vale al hombre ganar el mundo entero y perder su alma".
Agencia FARO
Pues, sí, una mujer así no merece ser admirada; pero, lamentablemente, lo es, y lo es porque es el reflejo de una época, la actual, en la cual cualquier sacrificio se justifica en orden del bienestar material y las glorias terrenas. Lo peor es que, a pesar de todas estas renuncias, no me es difícil imaginar que la señora ahora se encuentra muy feliz (falsa felicidad y vacía) viviendo su sueño de ser reina. Y de seguro que aún si se le hubiese aparecido el mismo Satán pidiéndole su alma, lo hubiese aceptado...Pero lo más triste aún es que muchos, si no la mayoría, estarían dispuestos a hacer lo mismo, y de seguro que ni siquiera se dan cuenta de en dónde está lo malo.
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