Polonia, siguiendo los pasos de otros países del Este, prohíbe los símbolos del régimen anterior
EL COMUNISMO, FUERA DE LA LEY
El Gobierno de centroderecha de Donald Tusk ha prohibido por ley la difusión de propaganda y símbolos comunistas, nazis y fascistas en Polonia. El Ejecutivo introdujo una reforma del Código Penal que fue aprobada por el Senado y ratificada por el presidente Lech Kaczynski, que endurece la represión anua "la propaganda de ideologías criminales". El objetivo es impedir "la divulgación, colección y posesión de materiales que defiendan regímenes totalitarios". La polémica decisión ha generado una reacción política y mediática entre partidarios y detractores y reaviva el debate sobre la naturaleza del sistema comunista y su comparación con el nazismo y el fascismo.
Por Paco Soto (Varsovia)
Con la ley en la mano, desde el pasado mes de enero, en Polonia, está prohibido lucir camisetas con el martillo y la hoz o la cara de Lenin o el Che, así como la difusión y venta de libros, documentos y símbolos del nazismo, como fotos de Hitler, cruces gamadas y cuchillos y calaveras de las SS, que en muchos casos provienen de Alemania. El Gobierno de Donald Tusk cuenta con el apoyo del ultraconservador partido Ley y Justicia (PiS), que respalda al presidente Lech Kaczynski, para aplicar la ley, que prevé multas e incluso prisión para los infractores. La reforma del artículo 256 del Código Penal estipula que "se tiene que imponer la misma pena a quien produzca, importe, compre, almacene, ofrezca o envíe objetos que contengan símbolos comunistas".
Como ocurre en España con el franquismo y en otros países que han sufrido sistemas dictatoriales durante un largo periodo, en Polonia, el afán por perseguir el comunismo 20 años después de la caída del Muro de Berlín levanta pasiones y división de opiniones. Mientras la derecha radical se aprovecha de las emociones negativas que genera el recuerdo del socialismo real en millones de polacos de a pie que sufrieron este sistema, el centroderecha liberal no termina de aclararse y la izquierda poscomunista pone todo su empeño en no remover el pasado para evitar que le salpique demasiado.
El jurista Slawomir Steinborn pone en duda la eficacia de la ley porque "no tiene sentido castigar a quienes lleven camisetas con imágenes del Che". Para el dirigente socialista Tadeusz Iwinski, la medida es "simplemente una tontería". SLD, la formación en la que milita Iwinski, presentará en breve una apelación ante el Tribunal Constitucional (TC) para que "revise la reforma del Código Penal llevada a cabo por el Gobierno, porque, a nuestro juicio, es inconstitucional", declara a EL SIGLO el dirigente socialista.
Para el periodista y escritor Bronislaw Wildstein, que lleva años denunciando públicamente a los ex colaboradores de los aparatos de represión del régimen anterior, "no podemos ser relativistas en cuestiones políticas y morales que ataen a derechos humanos fundamentales. Relativizar el carácter criminal y represivo del comunismo es tan inmoral e inaceptable como relativizar la barbarie del nazismo y del fascismo". En una línea radicalmente opuesta se posiciona el fantasmagórico Partido Comunista de Polonia, que asegura que "se opondrá firmemente a estas prácticas antidemocráticas por todos los medios posibles y se prepara para el enfrentamiento".
Frente a estas posturas irreconciliables, se oyen otras veces que, aunque no nieguen los crímenes cometidos durante más de 40 años en nombre de los principios del marxismo leninismo en Polonia, ponen en cuestión la eficacia de la ley. En este sentido, Marcin Król, politólogo y profesor de las Ideas Políticas en la Facultad de Ciencias Sociales Aplicadas de la Universidad de Varsovia, expresa sus "dudas", porque "es fácil determinar los símbolos del nazismo, pero no es tan fácil determinar cuáles son los símbolos del comunismo". Para Król, esta dificultad se debe a que "el comunismo nunca existió en Polonia y en otros países de Europa del Este; existió lo que se Ilamó el socialismo real. Por lo tanto, habría que preguntarse si Marx es o no un símbolo del comunismo y si hay que prohibirlo".
Este profesor universitario cree que "la ley va a crear más problemas que beneficios, porque una cosa es perseguir a los que enaltecen ideas totalitarias y defienden a tiranos como Stalin, y otra bien distinta es que ya no se puedan encontrar libros de Marx o Lenin en Polonia. Sería absurdo, porque la gente tiene que conocer estos textos y juzgar con su propia cabeza". En el campo de la nueva izquierda polaca que no procede de los aparatos del antiguo sistema dictatorial, el analista político Slawomir Sierakowski califica de "disparate" la nueva ley, porque "criminaliza" ideas y "pone en el mismo saco a los defensores del comunismo autoritario y estalinista y a los que defienden un sistema comunista basado en ideales de justicia e igualdad". Sierakowski admite que el sistema implantado después de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia y otros países generó "crímenes y opresión", pero se niega a equipararlo al nazismo, porque "es imposible analizar la ideología de Hitler sin pensar en los campos de exterminio, pero sí que es posible pensar en el comunismo sin el Gulag".
Bronislaw Wildstein considera que "Sierakowski hace una trampa intelectual, política y moral, porque hasta la fecha es imposible imaginarse el comunismo sin los campos del Gulag, la represión y la falta de libertad. Algunos hacen trampas hablando de estalinismo, en lugar de comunismo. Es como si se estableciera una diferencia entre hitlerismo y nazismo. Esto demuestra la hipocresía y falta de categoría moral y política de una parte de la izquierda, que considera que matar, torturar y encarcelar en la Cuba de Castro no es tan malo como hacerlo en el Chile de Pinochet".
Cambio pacífico La polémica que vive Polonia sobre esta cuestión no se puede entender sin conocer la .naturaleza del cambio político pacífico y pactado que tuvo lugar en esta país en 1989. La transición polaca se basó no tanto en el olvido como en la reconciliación entre partidarios y enemigos del sistema comunista. Esta dinámica funcionó hasta que en 2005 el Gobierno del PiS quiso limpiar el país de colaboradores de los servicios secretos comunistas (SB) a través de la Ley de Lustración, que fue declarada inconstitucional por el TC.
En la actualidad, el debate sobre el pasado está desvirtuado por intereses políticos. La derecha conservadora, que controla el Instituto de la Memoria Nacional (IPN) -un organismo encargado de perseguir los crímenes nazis y comunistas–, busca el beneficio político y electoral. Saca partido de polémicas como el juicio contra el general Wojciech Jaruzelski, responsable de la ley marcial de diciembre de 1981, o el supuesto pasado de delator del ex líder de Solidaridad, Lech Walesa. Asuntos como el turbio papel que desempeñaron algunos brigadistas polacos que combatieron en la Guerra Civil española al regresar a su país o el derribo del Palacio de la Cultura de Varsovia –símbolo de la arquitectura estalinista en Polonia–y otros monumentos del régimen anterior también generan polémica y dividen a la sociedad. En las últimas semanas, diversas noticias sobre el pasado comunista de Polonia han agitado el panorama político y mediático. Según la denuncia de un ex militar soviético, a finales de 1981, el general Jaruzelski, en contra de lo que sostiene, pidió expresamente a la URSS que interviniera en Polonia para aplastar el movimiento obrero y popular contra el régimen dictatorial. Por otra parte, el pasado mes de enero, numerosos ex jerifaltes comunistas y antiguos agentes del SB dejaron de percibir una parte importante de sus pensiones de jubilación.
El politólogo Aleksander Smolar considera que "estos asuntos demuestran que nuestro pasado más reciente todavía no está superado, por eso genera tanta tensión y malestar". Marcin Król agrega que "la mejor manera de superar con justicia el pasado no es haciendo leyes que puedan crear situaciones absurdas y dividir innecesariamente a la sociedad polaca".
En los países europeos ex socialistas, unamayoría de la población valora negativamente el socialismo real y, a diferencia de lo que ocurre en España y en Europa occidental, equipara los crímenes que se cometieron en nombre de este sistema a los del nazismo y el fascismo. Según el IPN, existen 600 nombres de calles y placas que conmemoran la época comunista en Polonia. En Hungría y Estonia, los símbolos del comunismo están prohibidos, pero en Eslovaquia es frecuente ver estatuas a la gloria del Ejército Rojo soviético en muchas plazas. En Bulgaria también siguen presentes los símbolos comunistas.
En Chequia, el Instituto Checo para el Estudio de los Regímenes Totalitarios publicó el pasado mes de noviembre una lista con los nombres de casi un millar de antiguos agentes de los servicios de inteligencia comunistas y una comisión del Senado pidió al Gobierno de Praga la prohibición de las actividades del Partido Comunista de Bohemia y Moravia. El ministro del Interior, Marcin Pecina, se mostró escéptico sobre la i legal ización y el presidente de los comunistas checos, Vojtech Filip, calificó de "ilegítima" la iniciativa.
En Rumanía, la investigación de los crímenes del comunismo choca con la resistencia de la izquierda heredera de ese sistema pero también de la extrema derecha, que, como ocurre con la derecha, tiene en sus filas a dirigentes vinculados a los aparatos del Estado del régimen anterior. Atreverse simplemente a establecer algunas similitudes entre el comunismo y el fascismo y el nazismo genera indignación en España, donde muchos comunistas sufrieron la represión durante el franquismo, y también en otros países occidentales. En la antigua Europa del 'socialismo real', por razones obvias, las cosas se ven de forma distinta. Pero más allá de los debates académicos sobre similitudes y diferencias , "lo que me indigna es la benevolencia de muchos progresistas con un sistema como el comunista, que durante más de 70 años de existencia provocó la muerte de 80 millones de seres humanos", dice Bronislaw Wildstein. Así las cosas, Andrzej Szpocinski, miembro del Instituto de Ciencias Políticas de la Academia Polaca de las Ciencias de Varsovia, cree que es "chocante la indulgencia y la resistencia de los países del Oeste de Europa a reconocer la crueldad de los regímenes comunistas". •
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