El conflicto de Nutka, 1790
18 febrero, 2021
Santiago Gómez
Introducción
En 1790 estalla uno más de los numerosos conflictos que hubo entre España y Gran Bretaña por la posesión de territorios en el continente americano, se trata en esta ocasión del territorio de Nutka (Nootka), situado en la costa norte del océano Pacífico, en la actual isla de Vancouver, Columbia Británica (Canadá).
Este conflicto estuvo a punto de provocar una guerra entre las dos naciones. Los hechos puntuales que provocaron la crisis diplomática fueron la detención en junio de 1789 por el capitán español Esteban José Martínez de dos buques británicos y sus dotaciones en la bahía de Nutka.
A lo largo de los siglos de presencia europea en América hubo cientos o miles de detenciones de buques que no provocaron un conflicto de tales proporciones.
Mapa con la situación de la isla de Nutka, o Nootka, en la Isla Vancouver, Columbia británica, Canadá. Google Maps.
Cierto es que las posibilidades económicas y estratégicas del territorio del noroeste del Pacífico eran enormes, pero no era eso lo que estaba en juego, sino el monopolio español en América, mantenido durante siglos.
Como en otras ocasiones, hubo conversaciones diplomáticas con otras naciones para atraer aliados a la causa de cada bando.
En este caso, España se quedó sola y Gran Bretaña puso en juego su potencia naval para hacer valer sus intereses.
Antecedentes. Las primeras exploraciones
Existía en el siglo XVIII un casi total desconocimiento de la costa noroeste de América. España comienza a realizar varias expediciones por diversos motivos, muchos de ellos científicos, como la búsqueda de un paso que comunicara los dos océanos y la defensa de los intereses españoles ante la penetración extranjera, sobre todo rusa.
Varios factores propician las nuevas exploraciones hacia la Alta California.
El principal fue la preocupación en Madrid y el virreinato de Nueva España del número, cada vez mayor, de buques anglo-americanos que llegaban a las costas del Pacífico y sobre todo rusos, que avanzaban desde Alaska hacia el sur, por lo que se empieza a plantear llegar lo más al norte posible, evitando así futuros asentamientos y reivindicaciones de los rusos.
El virrey marqués de Croix recibe la orden de 30 de noviembre de 1767 de ocupar San Diego y Monterrey. Por aquel entonces se encontraba en Nueva España el visitador general José de Gálvez, enviado desde Madrid para investigar el estado de las finanzas y la organización administrativa.
Mapa de la isla de Nutka, o Nootka y sus alrededores. Google Maps.
A Gálvez le correspondió la organización por tierra y mar de una expedición a la Alta California. Eligió de base el puerto de San Blas, que se convirtió en apostadero naval y base de las futuras expediciones. A mediados de mayo de 1768 convoca Gálvez una reunión en San Blas para preparar la expedición.
Se contaba con los bergantines San Carlos (a) El Filipino, y San Antonio (a) Príncipe, las pequeñas goletas de 30 toneladas Sinaloa y Sonora y los paquebotes Concepción y Lauretana, a los que se sumó el recién botado San José.
Como tropa se eligió a 25 soldados de la Compañía de Voluntarios de Cataluña, al mando del teniente Pedro Fages, que estaban basados en Guaymas, cerca de San Blas.
Gálvez embarcó en la goleta Sinaloa para comandar en persona la expedición. Esperó tres meses, al sur de la península de California, la llegada del resto de buques, pero habían regresado a puerto por el mal tiempo.
Tras carenar los buques, embarcar los víveres y pertrechos, la expedición naval sale de nuevo en enero de 1769. Debían llegar al puerto de La Paz, al sur de la península californiana, desde donde iniciarían la travesía rumbo norte.
El San Antonio no pudo entrar en el citado puerto a causa de los vientos contrarios y arribó el 25 de enero de 1769 a la bahía de San Bernabé, en el cabo San Lucas, extremo sur de la península de California. Estaba al mando de Juan Pérez y llevaba como segundo al mando al piloto Miguel del Pino, dos sacerdotes y 28 marineros.
Allí se mantuvo casi un mes donde se le reconocieron sus costados, hasta comenzar su navegación hacia el norte el 15 de febrero de 1769. Mientras tanto, el paquebote San Carlos zarpa el 10 de enero de 1769 del puerto de La Paz y llegan el día 14 a la bahía de San Bernabé, en el cabo San Lucas, acompañado por el paquebote Concepción.
El 15 de enero dobla el cabo San Lucas en solitario rumbo al norte. Se encontraba al mando del teniente de navío Vicente Vila, su segundo el piloto Jorge Estorace, llevaba capellán, cirujano, un ingeniero y los 25 soldados al mando del teniente Fages.
Llegaron a San Diego, el San Antonio el 11 de abril y el San Carlos el 29 del mismo mes, tras una penosa travesía.
La expedición naval y terrestre se concede al capitán Gaspar de Portolá, del Regimiento de Dragones de España. La expedición terrestre sale de Loreto el 24 de marzo de 1769 y, después de muchos avatares en el desierto, llega a San Diego el 14 de mayo, punto de reunión de las dos expediciones.
El San Carlos había llegado con todos los hombres enfermos, excepto dos hombres, uno de ellos el teniente Vila. La enfermedad se contagió a los hombres del San Antonio, y fallecieron casi medio centenar. Era imposible cumplir las órdenes de Gálvez en tales circunstancias.
Con los pocos marineros disponibles a bordo del San Antonio, parte el 9 de junio de 1769 rumbo a San Blas para recoger marineros capaces de dotar al San Carlos, que quedó en la bahía de San Diego, con Vila, los enfermos y 10 dragones de cuera para protegerlos. A los veinte días llega a San Blas.
El viaje de regreso a San Diego no fue tan sencillo a causa de las tormentas y vientos contrarios. Zarpó de San Blas el 20 de diciembre de 1769 y no llegó a su destino hasta el 24 de marzo de 1770 con tripulaciones de refresco, víveres y bastimentos.
Mientras tanto, Portolá y fray Junípero Serra salen para Monterrey con los 28 dragones que le quedan, con el sargento Ortega y el teniente Rivera, 6 voluntarios de Cataluña con el teniente Fages, 15 indios cristianos, 6 arrieros, 2 sirvientes y dos sacerdotes.
Vista del interior de la Cala de los Amigos en la entrada de Nutka. Se aprecia el asentamiento español a la izquierda.
Los dos paquebotes emprenden la navegación desde San Diego el 16 de abril y llegan a Monterrey entre el 21 al 31 de mayo. Otras fuentes mencionan que llegaron el 24 de mayo. Con la llegada de Portolá y la expedición terrestre a Monterrey se realiza una ceremonia de toma de posesión el 3 de junio de 1770.
El 9 de julio zarpa de Monterrey el San Antonio, con Portolá a bordo, y regresa a San Blas el 1º de agosto, mientras el San Carlos queda en San Diego, encontrándose en ese puerto en octubre de 1770, junto al paquebote San José.
A partir de entonces, no sin grandes penalidades, Junípero Serra y sus franciscanos crearon varias misiones y se fueron asentando familias de forma definitiva en la Alta California.
Nuevas exploraciones
José de Gálvez, el antiguo visitador, había regresado a Madrid y defendió en la Corte la necesidad de consolidar los asentamientos y ampliarlos hacia el norte. Por los informes llegados del conde de Lacy, embajador en la corte rusa, existía un amplio comercio ruso en las costas de Alaska.
Por orden de Carlos III el virrey de Nueva España, Antonio Bucarelli, estableció una serie de expediciones científicas y militares para contrarrestar esa presencia extranjera.
La noche del 24 al 25 de enero de 1774, al mando del alférez graduado de fragata y primer piloto Juan José Pérez Hernández, más conocido como Juan Pérez, zarpa la fragata Santiago (a) Nueva Galicia, del puerto de San Blas y recorrió las costas de California.
Llevaba como segundo en el mando al 2º piloto Esteban José Martínez. Pasó por San Diego y Monterrey y tenía órdenes de llegar hasta los 60º N para reconocer los lugares más oportunos para un futuro asentamiento. Desde Monterrey alcanzó los 55º 17’ de latitud y descubrió el acceso a un puerto, que más tarde sería conocido como Bucareli.
Descendiendo por la costa reconoció la entrada a la bahía de Nutka, lugar en el que fondeó el 9 de agosto y al que llamaron San Lorenzo, por ser al día siguiente 10 de agosto el día de San Lorenzo en el calendario. Pérez informó que se encontraba a los 49º 30’ de latitud. Regresó a San Blas el 3 de noviembre de 1774.
La expedición de Juan Pérez está bien documentada por los diarios y derroteros escritos y entregados al virrey Bucarelli. Lo mismo hicieron los frailes Juan Crespi y Tomás de la Peña Sarabia, que escribieron diarios más descriptivos y humanos de lo acontecido, además de los encuentros con los nativos.
El virrey Bucareli organiza al año siguiente una segunda expedición hacia el norte. Estaba liderada por el teniente de navío Bruno de Heceta, comandante de la fragata Santiago, siendo su segundo el alférez de fragata y primer piloto Juan José Pérez, de segundo piloto Cristóbal Revilla, el cirujano Juan González y dos sacerdotes, además de 80 hombres de tripulación.
Le acompañaba la goleta Felicidad (a) Sonora, mandada por el teniente de fragata Juan Francisco de la Bodega y Quadra y su segundo era el piloto Francisco Mourelle de la Rua. Zarparon de San Blas el 16 de marzo de 1775.
Aunque Bruno de Heceta regresa antes de llegar a Alaska, a la altura de los 45º de latitud norte, entrando en Monterrey el 29 de agosto tras descubrir la desembocadura del río Columbia, la goleta Sonora llega en el mes de agosto hasta Sitka, a 59º de latitud norte y futuro emplazamiento de la capital de la Alaska rusa.
Retrato del marino Juan Francisco de la Bodega y Quadra (1743-1794). Museo Naval de Madrid.
Entra en Monterrey el 7 de octubre y se reúne con Heceta, regresando ambas naves a San Blas el 20 de noviembre. La mala noticia fue el fallecimiento del piloto Juan José Pérez. Hasta ese momento ningún otro europeo había alcanzado esa latitud.
Del diario escrito por Mourelle, publicado después por Saines Barrington, se aprovechó años más tarde el famoso marino y explorador británico James Cook en su última expedición.
También zarparon otros buques, como el paquebote o bergantín San Carlos (a) El Filipino, al mando del teniente de navío Miguel Manrique, su segundo el teniente de navío Juan Bautista Ayala y el piloto José Cañizares, para llegar a Monterrey el 27 de junio de 1775 con provisiones y continuar al norte para explorar la bahía de San Francisco.
Manrique enloqueció y Ayala toma el mando. Llega a la bahía el 1º de agosto y la explora durante cuarenta días. Hechas las cartas náuticas y mapas, regresa a Monterrey el 22 de septiembre.
De California a Alaska
El 29 de marzo de 1778 llega a Nutka el británico James Cook con las corbetas Resolution y Discovery. Cook reclamó el territorio para Gran Bretaña y lo llamó Puerto Pacífico. Pasados los años, este puerto sería denominado San Lorenzo de Nutka por los españoles y Nootka Sound por los británicos.
La visita de Cook es primordial para entender el conflicto que años más tarde tendría lugar. Muchos historiadores británicos reconocen la llegada de Juan Pérez a Nutka en 1774, pero la ignoran o desprecian su importancia.
Robin Fisher llega a afirmar que Cook y sus hombres fueron los primeros europeos en tener contacto con los indios de Nutka. Seguidamente reconoce la visita cuatro años antes de Juan Pérez y el comercio con algunos indios, pero no desembarcó a tierra e incluso duda que el lugar al que llegó Pérez fuera Nutka.
Los derechos de posesión británica, para Fisher y otros autores, se basan en que Cook pasó mucho tiempo realizando trabajos científicos y teniendo contacto con los nativos, quitando importancia, si es que lo mencionan, la visita anterior de Juan Pérez.
Lo cierto, y muchos lo olvidan, es que Cook y sus hombres encontraron pruebas de la presencia anterior de los españoles. Se trataba de dos cucharas de plata españolas propiedad del piloto Esteban José Martínez, segundo en el mando en la expedición de 1774, y que los indios le habían robado.
La segunda ocasión en la que los españoles llegan a Nutka fue en 1779. El 11 de febrero de ese año zarpa de San Blas y explora las costas de Alaska la fragata recién botada Nuestra Señora del Rosario (a) La Princesa, al mando del teniente de navío Ignacio de Arteaga y su segundo el teniente de fragata Fernando Quirós, acompañado de la fragata Nuestra Señora de los Remedios (a) Favorita, mandada por el teniente de fragata Juan Francisco de la Bodega y Quadra y llevaba como segundo al alférez de fragata Francisco Mourelle.
La orden del virrey era llegar hasta los 70º latitud norte, alcanzando en su viaje el golfo del Príncipe Guillermo el 22 de julio de 1779 a 61º. En la costa levantaron los españoles una cruz y proclamaron estas tierras de dominio español.
Pero pasaron diez años sin que los españoles hicieran nada. Tras la muerte del virrey de Nueva España Antonio María de Bucareli y Urzúa en 1779 le sucedió en el cargo de forma interina Martín de Mayorga, hasta que en 1783 le sucedió el nuevo virrey Matías de Gálvez.
Al año de gobierno fallece y le sucede su hijo Bernardo de Gálvez, muerto también al cabo de un año. Pasó más de un año sin que se ocupara el cargo y nadie quiso tomar la decisión de emprender nuevas expediciones.
Por otra parte, no sobraban los recursos para emprender nuevos establecimientos en el norte y llevar a cabo una colonización viable.
Mientras tanto, rusos, franceses, norteamericanos y británicos aprovecharon la ocasión para explorar y sacar beneficios de los muchos recursos de la zona.
El francés Jean-François de Galaup, conde de La Perouse, no informó a su llegada a Monterrey que había explorado la región y había establecido un puesto que llamó Port des Français.
También se tuvo conocimiento de que los rusos realizaban comercio de pieles y habían establecido algún puesto más al sur de lo que se suponía. También naves británicas realizaron navegaciones.
En 1785 llegó a la zona el bergantín Terrible, en 1786 el paquebote Nootka y en 1788 el Felice Aventurer y el Ifigenia Nubiana. Estos buques estaban afincados en Macao y eran propiedad de la firma portuguesa Merchant Propietors, aunque era su promotor el británico John Meares.
El teniente Meares afirmó que en 1787 compró unos terrenos y construyó una barraca, hecho que tendrá repercusiones en el futuro. Ante estas y otras alarmantes noticias, Carlos III ordena en enero de 1787 realizar una cuarta expedición y el ministro Floridablanca da las instrucciones el 8 de julio de ese año para afirmar la soberanía española en la zona.
El 8 de marzo de 1788 zarparon del puerto de San Blas la fragata Nuestra Señora del Rosario (a) La Princesa, y el paquebote San Carlos (a) El Filipino, a los mandos del alférez de navío graduado Esteban José Martínez Fernández de la Sierra y el primer piloto Gonzalo López de Haro.
Retrato de Esteban José Martínez Fernández y Martínez de la Sierra.
Tras una disputa entre estos comandantes, los dos buques se separan. López de Haro llega a Unalaska donde dos fragatas rusas estaban preparadas para establecerse en Nutka, según habían anunciado algunos comerciantes rusos.
La causa era impedir el comercio de los británicos, pues el capitán Gree, comandante de un paquebote, había llegado a Unalaska en 1783 y manifestado a los rusos que Nutka les pertenecía desde su descubrimiento por el capitán Cook. Martínez fue informado también de este hecho en las Aleutianas por el ruso Zaikov.
Pero se enteró de un hecho aún más alarmante, el comerciante británico John Meares había realizado varios viajes a Nutka para comerciar con pieles.
Ante estas noticias, Martínez decide no seguir explorando y regresar a San Blas para informar al virrey. López de Haro regresa a San Blas el 22 de octubre y Martínez el 6 de diciembre.
Tras regresar a San Blas, Martínez informa al nuevo virrey Manuel Antonio Flores. Sin esperar autorización de Madrid, el virrey ordena a Martínez preparar una nueva expedición para establecerse en Nutka.
El 18 de febrero de 1789 salen de nuevo de San Blas la fragata Princesa y el paquebote San Carlos. Embarcaron un sargento, 2 cabos y 28 soldados. El 9 de marzo zarpa la fragata Nuestra Señora de Aránzazu, al mando del primer piloto graduado de alférez de navío José Cañizares para llevar provisiones a los presidios de California y llegar hasta Nutka para dar instrucciones del virrey a Martínez.
Cuando llega la fragata Princesa el 5 de mayo a la isla de Nutka, Martínez ordena construir algunos edificios y desembarca algunos cañones para formar una batería apuntando al mar y la bahía. Eran seis cañones de a 12 libras y 4 de a 8 libras. El 13 de mayo llega a Nutka el paquebote San Carlos al mando de López de Haro.
El mismo día de la llegada de la fragata Princesa encuentra varios buques fondeados, el bergantín Columbia Rediviva y la balandra Lady Washington, ambos propiedad de Robert Gray, matriculados en Boston. Sus capitanes, John Kendick y Robert Gray, manifestaron que se refugiaron allí por el mal tiempo. Martínez acepta sus excusas y les deja en total libertad, no hallando motivos para detenerlos.
«Columbia en una tormenta», por George Davidson, pintor que sirvió a bordo del Columbia Rediviva en 1793.
El comandante Martínez recibe muestras de afecto de los nativos, en especial del jefe Macuina, mostrándole las conchas de Monterrey que en 1774 le había regalado y que conservaba Macuina con gran aprecio.
La situación se complica con la presencia de buques británicos en la zona. John Meares había dejado en los alrededores de la isla de Nutka al capitán William Douglas, comandante del paquebote o goleta Iphigenia Nubiana.
Este buque navegaba bajo bandera portuguesa y pertenecía a la firma comercial afincada en Macao, propiedad de Juan Carvalho. Aunque su comandante era el portugués Francisco de Viana, el mando efectivo lo ejercía Douglas, y fue a éste al que Martínez le solicita sus papeles e instrucciones.
Todo parecía en regla, pero Martínez sospecha que los documentos entregados y escritos en portugués no eran sinceros y retiene al paquebote y su tripulación a la espera de instrucciones del virrey. Durante la espera, se permite a Douglas abastecerse y reparar la nave.
Douglas informa a Martínez que se esperaba la llegada de otra nave llamada North West America, de la misma compañía portuguesa y al mando de Robert Funter, el cual se haría cargo del pago de las reparaciones y de las provisiones.
Douglas se hizo a la vela con su paquebote Iphigenia Nubiana para regresar a su base de Macao, al ser liberados por Martínez el 26 de mayo, zarpando rumbo a las islas Sandwich el 2 de junio.
Había sido abastecido, reparado y tenía su carga intacta, unas 700 pieles de nutria, llegando a Macao en octubre de 1789.
Una semana después de zarpar el Iphigenia Nubiana aparece la goleta Norh West America, como había anticipado el capitán Douglas. Tras repararla de sus averías, Martínez la incorpora a su flotilla con el nombre de Santa Gertrudis (a) La Magna, en satisfacción a los gastos ocasionados por el Iphigenia.
Esta nave saldría el 21 de junio al mando de José María Narváez para explorar la costa sur de Nutka, regresando a primeros de julio. El 16 de junio llega la balandra británica Princess Royal, al mando de Thomas Hudson, de la misma compañía de Meares afincada en Macao.
Hudson y la tripulación fueron tratados con cortesía. Martínez le dejó marchar el 2 de julio con toda su carga intacta y con instrucciones de no comerciar en territorio español.
El incidente
El 2 de julio aparece a la entrada de la bahía otro paquebote británico, el Argonaut, al mando del teniente James Colnett. Martínez le invita a entrar en el puerto y abastecerse. Al mismo tiempo entrega a Colnett una carta de agradecimiento de Hudson en la que mostraba el buen trato recibido.
Colnett informa a Martínez que tenía la pretensión de tomar posesión de Nutka y fortificarlo, basándose sus derechos en el descubrimiento de aquellas tierras por el británico James Cook en 1778.
Hay que recordar que Martínez fue el segundo en el mando en la expedición a Nutka de Juan Pérez en 1774, cuando España toma posesión del lugar.
Tenía como testigo al jefe indio Macuina, narrando a los capitanes británicos y americanos el suceso protagonizado por el propio Martínez cuando hirió de forma involuntaria a uno de los nativos, que era precisamente hermano del jefe Macuina.
Martínez le hizo saber a Colnett que se encontraba en territorio español, pero si quería entrar en la bahía sería bien tratado y podría salir sin impedimentos.
Después de algunos debates, Colnett accede a entrar, fondeando entre los dos buques de guerra españoles, resistiéndose siempre a mostrar sus documentos e instrucciones.
El 4 de julio manifiesta Colnett sus intenciones de zarpar esa misma noche. Martínez le pide que antes suba a bordo del Princesa para mostrar los papeles.
Colnett acude con su uniforme y espada, no reconociendo la autoridad de los españoles sobre Nutka. El altercado entre estos dos oficiales de fuerte carácter se resuelve con el arresto del británico.
Incautación del capitán Colnett durante la crisis de Nootka, 1789. Centennial History of Oregon, de Joseph Gaston.
Desde ese momento, Colnett estuvo delirante y fuera de sus cabales por lo que Robert Duffin, primer piloto y segundo en el mando, tuvo que hacerse cargo de la tripulación y la nave.
Su segundo afirmó lo siguiente:
Captain Colnett has been in a high state of insanity; sometimes he starts, at other times he asks how long he has to live, who is to be his executioner, what death he is to be put to, with all such delilious expressions… which induces me and every other person who sees him, to believe his brain is turned.
(El capitán Colnett ha estado en un gran estado de locura; a veces se sobresalta, otras veces pregunta cuánto tiempo le queda de vida, quién será su verdugo, qué muerte se le va a dar, con todas esas expresiones delirantes … lo que me induce a mí y a todas las demás personas que lo ven a creer que su cerebro está trastornado).
El 14 de julio sale el paquebote Argonaut rumbo a San Blas marinado con dotación española, al mando del teniente José Tobar y Tamariz. Llega a San Blas el 15 de agosto.
El 13 de julio regresa a Nutka la balandra Princess Royal desoyendo las instrucciones dadas por Martínez. Su comandante Hudson entró en la bahía en un bote, siendo arrestado con sus hombres, tras lo cual, su buque es abordado por los hombres de Martínez y capturado.
El 27 de julio sale de Nutka la balandra Princess Royal, rebautizada Princesa Real, al mando del primer piloto José María Narváez. Llega a San Blas el 27 de agosto de 1789. La tripulación del North West America es embarcada en el buque Columbia, que sale de Nutka en agosto rumbo a China.
Cuando llegan los dos buques capturados a San Blas, determina el virrey Flores que se desembarque la carga en presencia de sus capitanes y firmasen los inventarios que se realizan, guardándose ellos una copia. También dispone carenar los buques tras realizar un presupuesto, siempre con el conocimiento y beneplácito de los británicos.
Conforme al reglamento que reinaba entonces en San Blas, quedan los capitanes y dotación en libertad, sin poder salir de San Blas hasta que se determinase si las capturas eran o no “buena presa”, atendiéndoles con buen trato y alojamiento y un sueldo correspondiente a sus empleos.
A petición de los capitanes Colnett y Hudson, el nuevo virrey conde de Revillagigedo les concede trasladarse a Méjico capital para trasladarle sus quejas.
El virrey manda formar Consejo de Guerra a Martínez, pero con la ausencia del acusado y de muchos de los testigos por hallarse en comisiones y asuntos del real servicio, y el deseo de los demandantes de obtener una pronta libertad que no sería posible en un largo juicio, determina al virrey concluir el juicio.
Mientras tanto llega la Real orden del 26 de enero de 1790 por la que se debían restituir los buques británicos y también se toma la determinación de conservar el puesto de Nutka.
El Argonaut es liberado el 9 de julio de 1790 y Colnett se hace a la vela. Llega a Nutka en enero de 1791 tras recalar en dos ocasiones en la costa.
A pesar de recibir la orden del virrey Revillagigedo de no comerciar, Colnett obtiene mil pieles de nutria entre octubre de 1790 y marzo de 1791.
Llega a Macao con la mercancía a finales de mayo de 1791, pero los puertos chinos estaban cerrados para los comerciantes de pieles. Pone rumbo a Japón, donde consigue un éxito menor en la venta de las pieles. Llega a Inglaterra y vende el resto de las pieles a la Compañía de las Indias Orientales por 9.760 libras.
Cuando la orden de liberar los buques llega a San Blas, el Princesa Real, al mando de Manuel Quimper, ya había zarpado rumbo a Nutka con la expedición de Eliza.
Después de su regreso a San Blas, en 1791 zarpa Quimper rumbo a Filipinas haciendo escala en las islas Sandwichs el 20 de marzo, fondeando tres días más tarde en la costa occidental de Hawai, en la actual bahía de Kawaihae.
En las islas Filipinas tomaría el mando otro capitán para llevar la nave a Macao. El 1º de abril llega a la bahía de Karacacoa, donde se encuentra con el capitán James Colnett y su paquebote Argonaut. Colnett exige a Quimper que le entregue la balandra.
El comandante español le responde que tiene órdenes de llegar a las islas Filipinas. En esta nueva disputa, tuvo que mediar el norteamericano Kendrick, que estaba al servicio de los españoles.
Colnett estaba dispuesto a entablar combate, pero tuvo que desistir en sus pretensiones al ver que Quimper se preparaba también para el combate.
Después de haber reconocido las islas Sandwich y levantar planos, Quimper llega a Manila el 11 de junio. La balandra es carenada y, antes de acabar el año, llega a Macao tripulada por un piloto, un contramaestre, un guardián y quince hombres, pero estaba en un estado ruinoso y los británicos se niegan a aceptarla.
A pesar de ello, la embarcación pasa de nuevo a manos británicas y se pierde en un huracán ese mismo año.
Como ya se ha mencionado, la fragata Aránzazu, sale de San Blas el 9 de marzo y llega a Nutka el 29 de julio de 1789 con provisiones y la noticia de la muerte del rey Carlos III. También lleva instrucciones del virrey Flores por las que se debía abandonar la posición de Nutka antes de fin de año.
Sorprende que la orden de retirada está fechada el 25 de febrero de 1789, pocos días después de la salida de Martínez de San Blas, entrando en contradicción con las órdenes dadas a Martínez donde no se sospecha que la ocupación no sea definitiva.
Según una carta del virrey Flores enviada a Antonio Valdés, ministro de Indias, la ocupación de Nutka era “fingida”, con el solo pretexto de adelantarse a los extranjeros. Estando ocupados en las órdenes de abandonar Nutka, en el mes de octubre apresan otra embarcación, la goleta norteamericana Fair American, al mando de Thomas Humphrey Metcalfe.
Se encontraba en muy mal estado, los españoles la reparan y la envían a San Blas, al igual que a su dotación. Otro buque, el Eleanora, al mando del padre de Thomas, Simon Metclafe, pudo escapar. El 30 de octubre de 1789 se hacen a la vela las naves españolas con rumbo sur, llegando Martínez el 6 de diciembre al puerto de San Blas.
La captura de los buques estadounidenses North West America y Fair America no provoca ninguna crisis diplomática entre Estados Unidos y España.
Mientras todos estos sucesos ocurrían en la costa norte del Pacífico, en Madrid se hacen planes muy diferentes, a fin de impedir que los británicos se asienten en la zona. Se nombra un nuevo virrey de Nueva España, Manuel Vicente de Güemes Pacheco de Padilla, segundo conde de Revillagigedo.
Embarca en el navío de línea San Ramón y sale de Cádiz el 8 de junio de 1789. Llega a Veracruz el 9 de agosto. En el navío, al mando del brigadier Pedro Autrán, se habían embarcado también tropas y varios oficiales de la Armada destinados al apostadero de San Blas, el capitán de navío Juan Francisco de la Bodega y Quadra, los tenientes de navío Francisco de Eliza y Revenga, Salvador Fidalgo, Jacinto Caamaño y Moraleja, el teniente de fragata Ramón de Saavedra Giráldez, el 2º piloto Salvador Menéndez Valdés y el alférez de navío Manuel Quimper.
La Corte española daba un gran impulso a las exploraciones en la Alta California y Alaska. Ese mismo año zarpan de Cádiz las corbetas Descubierta y Atrevida a los mandos de Alejandro Malaspina.
Cuando el nuevo virrey se posesiona del mando, el 18 de octubre de 1789, da las órdenes para conservar Nutka y preparar una nueva expedición que sustituya a la anterior de Martínez.
El 3 de febrero de 1790 salen de San Blas la fragata Concepción, de 30 cañones, al mando del comandante de la expedición el teniente de navío Francisco de Eliza, el paquebote San Carlos, al mando del teniente de navío Salvador Fidalgo, y la balandra Princesa Real, al mando de Manuel Quimper.
Este último buque era uno de los capturados por Martínez. Con ellos fueron las tropas de la primera compañía de Voluntarios de Cataluña, compuesta por 80 hombres, pero sólo embarcaron 76 soldados al mando del capitán Pedro Alberni.
Otro buque, la fragata Nuestra Señora del Rosario (a) La Princesa, debía haber zarpado con los buques de Eliza, pero se retrasa la puesta a punto del aparejo, zarpando el 15 de abril al mando del teniente de fragata Jacinto Caamaño.
Lo primero que se hizo al llegar a Nutka, el día 4 de abril, fue construir un nuevo fuerte donde se instalaron 20 cañones, otros nueve edificios y hasta una huerta.
El 4 de mayo se hace a la vela Fidalgo y recala el 23 en la bahía del Príncipe Guillermo, tomando posesión de aquel territorio, Alaska, el 3 de junio en nombre del rey Carlos IV. Al día siguiente descubre varios buques.
Eran buques rusos fondeados en la actual península de Kenai. Fidalgo busca el principal asentamiento ruso, y lo encuentra en la isla de Kodiak.
Ante los asombrados rusos, celebra cerca del puesto de Alexandrovsk, al sudoeste de la actual Anchorage, otra ceremonia de posesión del territorio. Pone rumbo sur para informar al virrey y llega a San Blas el 15 de noviembre de 1791.
Por su parte, Quimper sale el 31 de mayo para realizar exploraciones en los canales del estrecho de Juan de Fuca, hasta la actual Puget Sound. Localiza en un lugar que llama Núñez Gaona, una excelente posición para establecerse.
El 10 de agosto de 1790 intenta Quimper entrar en Nutka, pero los vientos contrarios y la niebla se lo impiden, llegando a Monterrey el 1º de septiembre y a San Blas en el mes de noviembre. La fragata de Caamaño, tras invernar en Nutka, regresa a San Blas el 5 de mayo de 1791.
El conflicto diplomático
Las noticias del incidente llegan a Madrid, y el 20 de enero de 1790 envía el conde de Floridablanca una nota al embajador español en Londres, marqués del Campo, para que se quejase de los intentos de usurpación de las posesiones españolas y se reconociese el dominio español sobre Nutka, lo que hizo el 10 de febrero.
Debía añadir que el virrey de Nueva España había liberado a los ciudadanos británicos presos, al considerar que habían actuado por ignorancia y no deliberadamente.
El primer ministro William Pitt (el Joven) afirmó que los británicos tenían derecho a comerciar en cualquier territorio español deseado, a pesar de las leyes españolas en sentido contrario.
Sabía que esta afirmación era indefendible y probablemente conduciría a la guerra, pero se sintió impulsado a hacerlo por «la protesta pública» en Gran Bretaña.
El gobierno británico, ante esa oleada de indignación, responde airadamente el 26 de febrero por el “acto de violencia” cometido, exigiendo la devolución de los navíos capturados. Pero había más, pedía una satisfacción justa y proporcionada.
El líder de la oposición en el Parlamento era más firme en las declaraciones:
We now hace the opportunity and ought to embrace it, of putting an end to the assertion of (Spain´s rights in the Americas) forever.
(Ahora tenemos la oportunidad y debemos aprovecharla, de poner fin a la reivindicación de (los derechos de España en las Américas) para siempre)
La ingenua corte española no esperaba una respuesta tan contundente. Los rusos habían atendido a las reclamaciones españolas en los términos siguientes:
Que de mucho tiempo atrás tenía dada órdenes a los que comerciaban en Kamchatska de no establecerse en terrenos pertenecientes a otras potencias, y suponía que las órdenes habían sido obedecidas; pero de no ser así, si sus vasallos se hubieren introducido en aquella parte de la América española, pedía al Rey pusiese remedio, arreglando las infracciones con buena conformidad.
¿Por qué los británicos obraban de una forma tan agria?, y más importante ¿tenían razón en sus reclamaciones?
Los tratados y acuerdos entre las dos naciones daban la razón a España. Todas las naciones reconocían la posesión española de los territorios de California.
El artículo 8º del Tratado de Utrecht es muy claro respecto a ese punto, sin olvidar los actos de posesión de toda la costa californiana por parte española.
Desde el final de la anterior guerra en 1783 existían disputas entre españoles y británicos sobre los establecimientos de Campeche y Honduras y no deseaban iniciar otra disputa por la costa norte del Pacífico. Los británicos, de la mano de su primer ministro Pitt, se negaban a acceder a las reclamaciones españolas.
Estaban dispuestos a ir a la guerra para que sus buques pudiesen comerciar y navegar libremente por el Pacífico. Para complicar más la disputa llega a Inglaterra en abril el capitán Meares, y el 13 de mayo de 1790 presenta un Memorial en la Cámara de los Comunes demostrando la compra en 1787 de unas tierras y una casita de madera al rey Macuina.
En la ensenada de Clayoquot, al sur de Nutka, compró Meares otras dos casas de madera. Sus informes y el de sus compañeros son bastante contradictorios respecto a estas compras y es indudable que trató de exagerar para magnificar la importancia de sus expediciones.
Cuando Martínez llegó a Nutka a primeros de mayo de 1789 no quedaba vestigio de ningún edificio comprado o construido por Meares. Este dato lo corroboran las declaraciones de los comandantes de las naves detenidas por Martínez y el desconocimiento del hecho que manifestaron Douglas y Colnett.
Pero Meares afirmó que las tierras compradas habían sido tomadas por los españoles, acusó a Martínez de matar a un jefe indio y de obligar a trabajar en las minas en los chinos llevados por Colnett. Meares insistió en el Memorial en la conducta salvaje y violenta de los españoles.
A Martínez lo trató de falsario, mentiroso y ladrón. De haber sido ciertas las afirmaciones de Meares y Colnett, el teniente Martínez debería haber sido juzgado por piratería.
Pero sus afirmaciones carecían de fundamento. En las investigaciones posteriores, Macuina negó haber vendido tierras, la muerte del jefe indio fue un acto temerario de un soldado español, y no había minas.
La costumbre y política española de mantener sus documentos en secreto, llevó a los escritores contemporáneos, incluidos a algunos españoles, a creer la versión de Meares.
Este caso recuerda al que hace más de 50 años protagonizó Robert Jenkins, el cual fue utilizado como excusa para iniciar una guerra contra España por una cuestión económica. No se puede pasar por alto que las guerras han sido provocadas por los poderosos comerciantes británicos respaldados por la poderosa armada de su nación.
En resumen, el derecho internacional vigente daba la razón a los españoles, la superioridad naval se la daba a los británicos, y esa fue su arma.
Bien cierto es que el choque entre dos hombres de fuerte carácter, Martínez y Colnett, traería consecuencias. Martínez tuvo serias disputas con López de Haro y al regreso de la expedición de 1788 fue encausado por sus excesos cometidos, “cuyo principal origen se debía al vicio de la embriaguez en que incurría casi diariamente”, según palabras de Haro.
Esta declaración contrasta con las dadas por los sacerdotes Tomás de la Peña y Juan Crespi en sus diarios del viaje de 1774, donde muestran su admiración y aprecio por este marino.
El fuerte carácter de Colnett quedó palpable en 1791 durante un encuentro con Manuel Quimper en las islas Hawai. El combate no se produjo entre las dos naves que mandaban, porque Colnett cedió ante la enérgica respuesta del español.
Martínez comenta en su diario del viaje:
…el arrogante Colnett, a quien todos en Macao temen y conocen por valiente, pero yo lo tengo por cobarde y pusilánime, porque hombre que cae prisionero, que son acasos de la fortuna, se tira al agua precipitadamente con intento de ahogarse, no es para juzgarlo de otra cosa.
Según declaraciones de varios testigos, sin la ayuda de los pilotos españoles, el Argonaut de Colnett no hubiera podido entrar en la bahía, haciendo aún mayor la insolencia de este capitán que provocó las iras de Martínez en la cámara de su propia nave.
En los relatos de sus viajes, Colnett menciona su apresamiento por los españoles. Cuando se presentó en la cabina del Princesa para entregar los documentos, Martínez afirmó, sin examinarlos, que eran falsos, tras lo cual quedó prisionero.
El comandante español, enloquecido, abordó su buque con hombres armados y apresó a sus hombres, y él mismo fue tratado como a un criminal y un pirata. Hasta llegar a San Blas murieron muchos de sus hombres a consecuencia del mal trato recibido.
Estas declaraciones serían utilizadas por Meares en su nefasto memorial. A su vez, el primer ministro británico Pitt lo utilizaría como un eficaz instrumento de propaganda.
El 25 de mayo de 1790 el Almirantazgo hizo llegar al parlamento inglés, para su debate, la relación de hechos que habían tenido lugar a principios de ese año en el estrecho y la isla de Nutka y que aparecen en una crónica de la época:
España, incapaz de obtener los mismos beneficios en su costa, no toleraba un vecino y rival próspero y, celoso al mismo tiempo de que nosotros hubiésemos descubierto su debilidad en esa parte del mundo, envió dos barcos de guerra, uno de 26 cañones y otro de 16, al estrecho de Nootka, para tomar como prisioneros a los comerciantes y capturar el fuerte. Don Joseph Martinez, comandante de la expedición, ejecutó sus órdenes con un grado de cruel rapacidad inusual en la confrontación naval moderna.
La Iphigenia fue saqueada completamente, incluso se llevaron los uniformes del capitán y la tripulación, los miembros de ésta fueron encadenados y obligados mediante severo castigo a trabajar en la fortificación. La bandera inglesa fue despedazada y sustituida por la española; otros barcos británicos fueron capturados de manera semejante, y los oficiales y dotaciones recluidos en San Blas.
Meares estimaba en más de 650.000 pesos el valor de la carga que los españoles habían confiscado a los británicos.
España no se podía permitirse ir a la guerra, pero armó una potente escuadra, como veremos, pero ni de lejos equiparable a la Royal Navy.
Además, contaban los británicos con aliados, como Holanda, que armó sus escuadras y las puso a su servicio, mientras que otras naciones se mantuvieron neutrales.
A la corte española sólo le quedaba la opción de Francia, unidas las dos naciones por un Pacto de Familia. Las escuadras española y francesa unidas serían una seria amenaza para los británicos.
La situación que atravesaba la monarquía francesa tras la Revolución de julio de 1789 obligada a informar a la Asamblea Nacional.
El rey Luis XVI todavía era el monarca y el ejército francés estaba relativamente intacto. Finalmente, después de muchos contratiempos, Mirabeau consigue la orden de armar 45 navíos y otros buques menores.
La situación de abandono en la que se encontraba la Marina francesa, por las insubordinaciones, era pésima y comenzó el armamento de sólo 15 de los navíos.
La Asamblea Nacional declara finalmente que no irá a la guerra. España estaba sola. No queda más remedio que negociar para evitar la guerra.
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