LA ENCÍCLICA DE LA HISPANIDAD
Fragmento del magno discurso de su Eminencia el Cardenal Isidro Gomá y Tomás, Arzobispo de Toledo y Primado de España, el 12 de octubre de 1934 en el Teatro Colón de Buenos Aires, Argentina; con motivo del Congreso Eucarístico en esa misma ciudad.
“La Raza, la Hispanidad, es algo espiritual que trasciende sobre las diferencias biológicas y psicológicas y los conceptos de Nación y Patria. Si la noción de Catolicidad pudiese reducirse en su ámbito y aplicarse sin peligro a una institución histórica que no fuera el Catolicismo, diríamos que la Hispanidad importa cierta Catolicidad dentro de los grandes límites de una agrupación de naciones y de razas. Es algo espiritual, de orden divino y humano a la vez, porque comprende el factor religioso, el Catolicismo en nuestro caso, por el que entrocamos con el Catolicismo “católico”, si así puede decirse, y los otros factores meramente humanos, la tradición, la cultura, el temperamento colectivo, la Historia, calificados y matizados por el elemento religioso como factor principal; de donde resulta una civilización específica, con un origen, una forma histórica y unas tendencias que la clasifican dentro de la Historia Universal”.Sobre el discurso del arzobispo Gomá el Día de la Raza en Buenos Aires.
“Entendida así la Hispanidad, diríamos que es la proyección de la fisonomía de España fuera de sí y sobre los pueblos que integran la Hispanidad. Es el temperamento español, no el temperamento fisiológico, sino el moral e histórico, que se ha transfundido a otras razas y otras naciones y a otras tierras y las ha marcado con el sello del alma española, de la vida de la acción española. Es el genio de España que ha incubado el genio de otras razas y tierras, y, sin desnaturalizarlo, lo ha elevado y depurado y lo ha hecho semejante a sí… hay una relación de igualdad entre Catolicismo e Hispanidad; sólo que Hispanidad dice Catolicismo matizado por la historia que ha fundido en el mismo troquel y ha atado análogos destinos a España y las Naciones americanas”.
“Estados Unidos no son Nación, ni menos americana, aunque lo afirmen sin derecho como usurpan todo lo grande porque carecen de ello”.
“Y faltará el secreto de la raza, de la Hispanidad que, o es palabra vacía, o es la síntesis de todos los valores espirituales que, con el Catolicismo, forman el patrimonio de los pueblos hispanoamericanos”
“En la mañana del 13 de octubre, encontrándome yo en la redacción de La Época, preocupado en la ordenación de la carga de noticias que nos llegaban de Asturias, me anunciaron la visita de don Ramiro de Maeztu. Fue grande mi sorpresa. Nos veíamos todas las tardes en la tertulia de Acción Española, acudía yo a su casa cuando queríamos hablar con mayor reserva, pero nunca había ido a verme al periódico. Llegaba emocionado.
—¿Ha oído por la radio la crónica del Congreso Eucarístico de Buenos Aires?
No la había oído. A la vista de su interés y de su emoción, no me atreví a decirle que el aluvión de las graves noticias llegadas de Asturias me impedía prestar atención a lo que ocurriera en el Congreso que se estaba celebrando en Argentina.
Según me refirió Maeztu –embajador en aquel país algunos años antes–, el arzobispo de Toledo don Isidro Gomá y Tomás, en la conferencia que pronunció el Día de la Raza en el teatro Colón, de Buenos Aires, había mencionado varias veces a Maeztu e incluso citado párrafos de su libro La defensa de la Hispanidad, editado por nosotros (…) Me pidió don Ramiro un artículo, y, a pesar de estar absorbido por otras preocupaciones, recuerdo que lo escribí. He olvidado por completo su contenido, que sería, ciertamente, encomiástico para el ilustre amigo.
El discurso del prelado –aún no era cardenal– suscitó mi deseo de conocerle. A su regreso de América fui a Toledo con Maeztu y José Ignacio Escobar, en el coche de éste. Después de recibirnos con toda amabilidad le hablamos de Acción Española, de la que era lector, así como de nuestros ideales y preocupaciones. A partir de entonces, mantuvimos unas relaciones frecuentes e intensas, que perduraron hasta la muerte del cardenal. Guardo de tan extraordinaria figura intelectual y moral un recuerdo imborrable. En estas memorias quedará constancia de algunos de nuestros encuentros”.
(Eugenio Vegas Latapie, Memorias políticas, Planeta, Barcelona 1983, pág. 224.)
«El orador. Era un teólogo en su oratoria, como era orador en su teología. Es esta faceta una de las más importantes de su personalidad. Orador en el estilo de su época –tan distinto del actual–, quizá grandilocuente, pero capaz de imponerse por el relieve que adquiría en su retórica la abundancia de las ideas, por el vigor y la gallardía en el decir. (…) Las fuentes estilísticas del cardenal son, con frecuencia, autores franceses, cuyas obras eran de frecuente consulta en nuestros Seminarios por las fechas en que recibió su formación escolástica el doctor Gomá. Pero su personalidad y sus posteriores lecturas –entre las que abundaron los clásicos españoles de espiritualidad y los más recientes representantes del pensamiento tradicional, Menéndez Pelayo y Maeztu, preferentemente– se fueron imponiendo hasta cuajar en un estilo propio, en el que destacó siempre la expresión brillante, la retórica de «gran gala».
Su cálida palabra llegó a hacerse casi insustituible en los congresos católicos de su tiempo.
En el teatro Colón de Buenos Aires, el 12 de octubre de 1934, pronunció su memorable discurso sobre la Hispanidad. Es una pieza oratoria impresionante, llena de erudición y entusiasmo.
«Quiso una feliz casualidad –escribía el diario bonaerense La Razón– que se hallase ese día entre nosotros, trayendo la representación de aquel lucido clero español evangelizador de un mundo, la brillante figura del primado de España, monseñor Gomá y Tomás, en quien parece encamar el verbo elocuente de la incomparable oratoria sagrada de la madre Patria.
»En congresos y conferencias de toda índole hemos oído, durante los últimos veinticinco años, a los más grandes dueños de la palabra, aun a estos grandes tribunos populares que encuentran en la sugestión colectiva de las masas el secreto de sus mejores triunfos. Sin embargo, su recuerdo palidece ante la palabra impregnada de sabiduría y de emoción del gran prelado español… Difícilmente puede hacerse gala en un discurso, que es síntesis forzada por la tiranía del tiempo, de una erudición tan clara, tan brillante, tan exacta como la que ayer se ha oído… »
Superando prejuicios, resquemores y torpezas de orden político, había escrito en las páginas de su discurso lo que la prensa argentina llamó «la encíclica de la Hispanidad». El cardenal, por su parte, se refería sencillamente a las razones de su presencia en la Argentina, en su pastoral El Congreso Eucarístico de Buenos Aires, escrita a bordo del vapor Madrid y fechada en alta mar el 2 de noviembre de 1934: (…). Bien me duele no poder desarrollar más este punto, toda vez que el discurso del teatro Colón fue no sólo actuación brillantísima del gran orador que era el doctor Gomá, sino el despliegue triunfal en América del primado de España, que proclamaba elocuentemente las grandes gestas de nuestra Patria impregnadas de espíritu católico.»
(Anastasio Granados, El Cardenal Gomá, Primado de España, Espasa-Calpe, Madrid 1969, págs. 14-16.)
Ecce Christianus
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