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Tema: La Desintegración de la Monarquia y la Extinción del Reino Castellano de Indias"

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    La Desintegración de la Monarquia y la Extinción del Reino Castellano de Indias"

    LA DESINTEGRACION DE LA MONARQUIA ESPAÑOLATras hablar de la íntima y larga acomodación de “Los Reinos Castellanos de las Indias Occidentales (EL Reyno de la Nueva España, El Reyno de Perú, El Reyno de Nueva Galicia, El Nuevo Reyno de León, etc.), más algunas Capitanías”, que luego pasaron a ser “Provincias de Ultramar dentro de la Monarquía Española”, parece obligado un comentario, aunque sea breve, de su “separación forzada de la misma”. La necesidad de forjar una mitología del nacionalismo en Hispanoamérica ha determinado la búsqueda de antecedentes de su emancipación, que en realidad no fueron tales.Los acontecimientos que a medio plazo la provocaron arrancan en 1808, cuando la Monarquía Española desapareció por falta de su titular Legítimo y el estado se desintegró a consecuencia de la invasión francesa de la Península, creando un inmenso vacío de poder y un caos social. La reacción en los “Reinos de las Indias” en general fue de resistencia Popular y apoyo incondicional a la “Corona”. No hubo afrancesados. La Junta Central fue reconocida en “Ultramar” (América y Asia) como autoridad suprema de “los Reinos” o “Provincias de Ultramar”. Afloraron algunas tensiones, en Nueva España, Nueva Granada y Quito, pero los “Virreyes” más próximos a estos lugares suprimieron con facilidad y rapidez estos episodios. Cambio la situación en 1810, cuando la conquista francesa de todo el “Reino de España Peninsular” pareció no sólo inevitable, sino incluso irreversible. Ello ponía en peligro la propia supervivencia histórica de las que ya se denominaban “Provincias de Ultramar”. La presencia en alguna de ellas de “agentes de napoleón” probaba que, si éste lograba consolidar el dominio del “Reino de España Peninsular”, intentaría también apoderarse de la “España Americana” (Provincias de Ultramar).Se tenía por entendido que la monarquía inglesa no iba a tolerarlo. Hispanoamérica podía haberse convertido en un campo de batalla entre ambos colosos o en victima de uno de ellos.La gigantesca pugna entre las monarquías inglesa y Francia, tradicional enemiga de la primera y peligroso rival del “Reino de España” la segunda, aparece, pues como ocasión y verdadero motivo de “emancipación Hispanoaméricana”. Adversaria de Francia por el rechazo unánime que la Revolución gala provocó en todos los dominios de la “Monarquía Española”, aliada después—como lo había sido en el siglo XVIII, con el objeto de equilibrar el poderío británico—el envolvimiento del “Reino de España” en la guerras de la Revolución y del Imperio era quizás inevitable. Lo cierto es que, a partir de 1793, el “Reino de España” estuvo involucrado en guerras Europeas durante 21 largos años sin apenas solución de continuidad, con dos graves consecuencias: Primera, el comercio transatlántico del Reino Español quedo enseguida dislocado y desde 1796 prácticamente suprimido por un eficaz bloqueo marítimo británico; Segunda, los enormes gastos bélicos hubieron de repercutir en las “Provincias de Ultramar”, destrozando todo lo que de sensato y creador tuvieron las reformas de la Ilustración e imponiendo como única política económica la de obtener dinero—mucho y pronto—sin reparar en los medios empleados ni en las consecuencias que de ello se derivasen.Por añadidura, y ya desde la época del Consulado napoleón comenzó a improvisar una política Hispanoamericana e Hispanopeninsular basada en la ignorancia y el prejuicio. Su conocimiento de la torpeza, indignidad y catadura moral de ciertos personajes de la Corte Madrileña, a quienes tuvo todas las razones para despreciar, terminó por hacerle creer que los “Españoles” no serían mejores que sus gobernantes; cuando vio que se portaron como “Hombres de Honor”, sus errores ya habían producido la desaparición de su imperio y la desintegración de la Monarquía Española. El ascenso al poder de Godoy---El último de los validos o el primer dictador moderno, según se prefiera --- con su arbitrario “despotismo Ministerial” vino a empeorar la situación, convirtiéndose en un esbirro más que un aliado de napoleón. En política interior, inauguró una época de mal gobierno que para las Indias supieron cesiones tan irresponsables como el tratado de San Lorenzo de 1795 o pérdidas territoriales como la entrega de Santo Domingo y de Luisiana a francia y la Isla de Trinidad a gran bretaña, francia siempre había utilizado en su propio beneficio la alianza Española, pero nunca hasta el punto de sacrificar, como en la batalla de Trafalgar (1805), a sus planes e intereses la práctica totalidad del poderío naval Hispano.Tal suerte de crasos errores y torpes claudicaciones dieron a los “Españoles Americanos” (Hispanoamericanos) la justificada impresión de que sus “Reinos o Provincias de Ultramar” (terruño) podían ser enajenados por el “Gobierno de Madrid” con una facilidad sin precedentes; ante cada tratado de paz o de alianza en el futuro, temían pues que fueran el “Pavo de la Boda”. Aquí es bueno recordar el mandato de nuestro Sabio Rey SMC Don Carlos I de Castilla y Carlos V Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (QEPD). Y porque es nuestra voluntad y lo hemos prometido y jurado que siempre permanezcan unidas para su mayor perpetuidad y firmeza, prohibimos la enajenación de ellas. Y mandamos que en ningún tiempo puedan ser separadas de nuestra Real Corona de Castilla, desunidas ni divididas en todo o en parte, ni a favor de ninguna persona. Y considerando la fidelidad de nuestros vasallos y los trabajos que los descubridores y pobladores pasaron en su descubrimiento y población para que tengan mayor certeza y confianza de que siempre estarán y permanecerán unidas a nuestra Real Corona, prometemos y damos nuestra fe y palabra Real por Nos y por los Reyes, nuestros sucesores, de que para siempre jamás no serán enajenadas ni apartadas, ni en todo, ni en parte... por ninguna causa o razón o a favor de ninguna persona y si Nos o nuestros sucesores hiciéramos alguna donación o enajenación contra lo susodicho sea “nula y por tal lo declaramos...".Para lo que aún era una minoría de Españoles Americanos la hora había llegado---siguiendo el ejemplo que los Reinos Peninsulares habían dado en 1808---de tomar en sus manos sus propios destinos: de ahí la aparición de las primeras Juntas, precisamente en las regiones que se sintieron más amenazadas: Capitanía General de Venezuela, tan próxima a las Antillas francesas; Virreynato de Nueva Granada, consciente de su importante valor estratégico; Provincia de Buenos Aires, cuyas milicias criollas habían rechazado ataques británicos en 1806-1807; Capitanía de Santiago de Chile, vigía del acceso marítimo al Pacífico. La mayoría conservadora de los Súbditos Criollos Americanos comprendió que cada Reino tenía derecho a elegir su gobierno ante la falta de Rey y aun en teoría aceptaban que la Juntas se organizasen en nombre de SMC el Rey Fernando VII, unánimemente jurado como Rey; pero temían que la elección de nuevas autoridades en los Cabildos de cada ciudad capitalina originase una situación anárquica: estimaban, por el contrario, que la burocracia Real debía continuar en sus puestos para mantener la unidad política de las “Indias”. En perjuicio de estos “Fidelistas”. La inicial minoría de los autonomistas o “Patriotas”, creció gradualmente, impulsadas por las circunstancias que en toda situación de deslizamiento hacia la guerra civil favorecen a los grupos más radicales, en perjuicio de las mayorías moderadas y de las masas indiferentes o indecisas, llegando a derivar antes o después hacia posiciones abiertamente independizantes.Los Virreinatos antiguos (Casa de Habsburgo), con la larga tradición administrativa, dieron a sus Virreyes posibilidades de consolidar su autoridad, de pactar con las oligarquías de cada provincia y alcanzar solidas coaliciones políticas. En el Reino del Perú se hallaba muy vivo el recuerdo de la sangrienta rebelión de “Túpac Amaru” en 1780; las Autoridades Virreinales comprendieron que no podían organizar juntas, corriendo el riesgo de desestabilizar con ellas los siempre difíciles equilibrios de una sociedad plurirracial. En Centroamérica y en los Reinos de Nueva España se dieron circunstancias análogas, a las que se han de añadir varios años de fundados temores de una invasión extranjera (francesa), aunque no llego a producirse. Los súbditos Peninsulares y Americanos influyentes y la burocracia Virreinal acallaron en México sus conflictos para unirse contra la rebelión provinciana encabezada por “Miguel Hidalgo” en 1810, que no tardo en convertirse en una masiva y sangrienta sublevación india evocadora de la de Túpac Amaru. Bajo la bandera del fidelismo se hallaron también Cuba y Puerto Rico, fortificada y convertidas en gobiernos militares por exigencia de la política internacional, los gobiernos de Madrid podrían utilizarlos como punto de apoyo logístico en tanto que sus oligarquías criollas permanecieron interesadas en mantener un régimen puesto al servicio de sus intereses y en evitar toda actuación que agravase el riesgo de una rebelión de esclavos negros. Caso aparte fue el de la desventurada parte española de “Santo Domingo”, que en 1808-1809, hizo su propia guerra de Independencia contra los “franceses”, volviendo espontáneamente a la Corona Española; empobrecida y un tanto olvidada ante sus urgencias bélicas de la Monarquía, iba a ser víctima de una nueva invasión “Haitiana” en 1822.Mientras Hispanoamérica se deslizaba hacia la guerra civil generalizada, Españoles Americanos y Peninsulares no cesaron de discutir en las Cortes los mismos problemas que en Ultramar comenzaban a ventilarse por las armas. El diálogo, mientras duro, se vio enturbiado por defectos formales de la suficiente entidad como que para algunos lo repudiasen y otros le negaran validez jurídica; tales las regiones dominadas por las juntas autonomistas, que consideraron ilegítimas a las Cortes. Si estas iban a votar nuevas leyes fundamentales, la totalidad de las provincias tenían derecho a estar presentes y cualquiera de ellas podría negar validez a los acuerdos adoptados en su ausencia. Motivo de áspera disputa fue el número de representantes que correspondían a los Reinos de las Indias; para los Americanos, debía ser proporcional a las cifras de población, extremo no aceptado por los Peninsulares, que así iban a quedar sin minoría; aunque se llego a aceptar que ambos tenían cada uno 149 diputados, el Americano estuvo en práctica minoría. Como en tantas otras cosas, las Cortes fracasaron en asuntos Americanos. Se debió en parte a que en América la situación era fluida y cambiante, pero las noticias llegaban a las Cortes con retraso, muchas veces deliberados por parte del poder ejecutivo, que no aprobaba la política del legislativo. Pero la causa fundamental del fracaso iba a ser la falta de entendimiento entre diputados Americanos y Peninsulares. Como absolutistas y afrancesados en la Península, tanto como fidelistas como autónomos de América, habían actuado de buena fe y por patriotismo (o así al menos debía suponerse), proclamando unánimemente su fidelidad al monarca y creyendo servir a su patria en el bando en que militaron.


    Después de leer, estudiar y matizar este ensayo del Historiador Don Guillermo Céspedes del Castillo hiervo de rabia y de indignación y ahora si me reclamo “Español Americano” sin medias tintas; la historia a veces nos pone pruebas que debemos enfrentar y vencer por nuestra raza, nuestra fe y nuestra patria; ahora comprendo por qué los Estados Unidos de Norteamérica se convirtieron en potencia y nuestros pueblos quedaron sumidos en la pobreza y la soledad.Espero que con la puesta de este ensayo se reavive en nosotros la necesidad urgente de una unión Hispánica y que en ambos lados del charco nos sintamos hijos de una misma “Patria” ya es tiempo de mirar y comprender nuestra historia y perdonar nuestros errores.
    Saludos en Xto. Rex et María Regina
    Pro Deo, Patria et Rex
    No se ama lo que no se conoce

    Última edición por El Tercio de Lima; 27/08/2012 a las 03:31

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