Ayer, 21 de Mayo se conmemoraron los 134 del combate Naval de Iquique, en que murió Don Arturo Prat, quien dio la vida por su patria. Mi opinión es que en realidad no hay mucho que celebrar detrás de la conmemoración de esta fecha; es cierto que el actuar de Prat, al igual que el actuar de Don Miguel Grau fue heroico, y es loable que el capitán haya sentido un amor por su patria que lo haya llevado a morir por ella; pero ¿en qué marco o contexto se dio su acción? Eso es una pregunta clave a la hora de hacer una evaluación de la fecha.

Lo primero que hay que notar, es que el combate naval de Iquique, involucró a la armada Chilena y a la Peruana, y se dio en el marco de la Guerra del Pacífico, en que los beligerantes eran Chile, Perú y Bolivia. Es decir, una guerra en que se enfrentaban tres naciones que menos de 100 años antes se habrían considerado consúbditas de un mismo Rey, lo cual es casi como decir compatriotas, lo cual se expresaba (y se expresa hasta hoy) en las enormes similitudes entre la cultura y formas de vida de los tres países. En ese sentido, esta guerra era sin duda alguna fratricida, era el encuentro bélico de pueblos hermanos que tan sólo 100 años antes habrían podido solucionar sus conflictos de forma pacífica recurriendo al Rey, y que compartían al momento de la guerra y aún hoy, una larga historia en común y una cultura, idioma y formas de vida en común.

Si la naturaleza fratricida de esta guerra ya es reprochable, más reprochable resulta por sus consecuencias posteriores:
Primero, la muerte de nuestros connacionales (aquí comprendo tanto a Chilenos como a Peruanos y a Bolivianos), algunos de ellos menores de edad que murieron en un fratricidio, con lo cual nuestras naciones se vieron diezmadas y las familias quebradas de dolor;
Segundo, a través de la guerra, los países se endeudaron con los proveedores de armas y uniformes todos de origen británico, viéndose obligados al terminar la guerra a dejar todos los recursos naturales de la zona en disputa en manos verdaderamente extranjeras. El manejo británico del salitre abrió la puerta a la posterior guerra civil de 1891, la cual fue un nuevo fratricidio;
Tercero, esta guerra despejó también el camino a los odios mutuos que han llevado a nuestros países a tensiones innecesarias, a desconfianzas y a rencores que han dañado profundamente a nuestros pueblos (lo cual quedó claro últimamente con el vergonzoso vídeo de los marinos chilenos cantando canciones ofensivas contra nuestros países vecinos).

Esta guerra se encuadra también en un periodo en que la Hispanidad se fracturó muchísimo, hemos dicho que las "independencias" no buscaban separarnos solo del Rey, sino también de todo aquello que nos recordara que alguna vez fuimos un “Imperio Grandioso y Glorioso”, y parte de esa política de separación se refleja en estas guerras, no sólo en la del Pacífico, sino en tantas otras que se vieron en este periodo y que afectaron perdurablemente la unidad de nuestros pueblos, y aumentaron nuestras desconfianzas mutuas. Todo esto ha sabido ser aprovechado por el verdadero extranjero enemigo de la Hispanidad, ese que aprovechó nuestras fronteras y desconfianzas para aislar a Argentina en la guerra de las Malvinas, ese que aprovechó nuestra desunión para apoderarse de Cuba y Puerto Rico, ese que ha sabido aprovechar nuestras debilidades para manejarnos a su antojo: el verdadero extranjero enemigo.
Por eso hoy, es necesario ser enfático en decir, nada hay que se pueda celebrar en la conmemoración de esta guerra o sus batallas, incluida la fecha y ocasión conmemorada ayer, antes bien debe ser una fecha que nos haga pensar de una vez por todas, como podemos superar los problemas de nuestra unidad y preparar el camino para que en el futuro nuestras diferencias no primen sobre nuestra historia y cultura común y el Hispanismo ocupe el lugar que le corresponde históricamente.


Fuente: Somos hijos de España

Saludos en Xto Rex et Maria Regina
Pro Deo Patria et Rex
No se ama lo que no se conoce