The Wanderer: Escobar y "nuestra" AméricaEscobar y "nuestra" América
Reflexiones de Ludovicus a partir de la serie sobre la vida del narcotraficante colombiano Pablo Escobar:
La emisión de la serie sobre la vida del narcotraficante más famoso, Pablo Escobar, puede dar ocasión para algunas reflexiones, que anoto desordenadamente. Otros lectores podrán agregar más o discrepar con éstas:
1) Escobar aparece como un amante de sus allegados. Como muchos tiranos, su entorno no percibía la maldad. Se puede ser un monstruo y a la vez un "buen tipo" con la familia. El amor sui es la raíz, también, del mal, cosa que Hollywood con sus brujas, sus nazis y sus zombies nos ha hecho olvidar.
2) Más que la banalidad del mal, habría que estudiar la "especialidad" del mal, la ilusión que permite enmascarar ciertos medios ilícitos con fines justificantes y despersonaliza al prójimo, considerando al enemigo como una alimaña. Hasta Escobar justificaba su accionar en motivos patrióticos y en la agresión de los demás. Siempre hay un buen motivo para matar a alguien.
3) Todos los males empiezan en la inteligencia. La aberratio ictus que deviene en arruinarle la vida al prójimo por un motivo que se visualiza como supremo y que al final lleva al crimen. Está esa palabrita intraducible, hamartía, que originariamente designaba el error del arquero en acertar el blanco, la desviación en el golpe por un error grave de apreciación, esa mezcla de chambonería, inflexibilidad, torpeza y daño que se inflige, a veces en proporciones descomunales. En la hamartía confluyen Platón y San Pablo.
4) Estamos quizás demasiado acomplejados en la Argentina y obsesionados con la singularidad de nuestro pintoresquismo histórico, cargado de brujos, guerrillas, militares, bóvedas con toneladas de dólares, corrupción, y no vemos que es parte del destino sudamericano, como decía Borges. Ver este pasaje de la historia de Colombia muestra las dificultades ingentes de nuestra América Hispana, independizada quizás con demasiada premura. El Estado nacional, la supremacía de la ley, el monopolio de la fuerza, han sido plantas exóticas que no han terminado de arraigar en este suelo. En cierto modo, seguimos siendo premodernos, con el agregado de varias lacras de la modernidad. En cierto modo, Sarmiento, con su caracterización de la barbarie, tenía algo de razón. En cierto modo, bajo apariencias contemporáneas late el malón, el “jefe”, las montoneras. La regresión a las tolderías y al saqueo.
5) No hay mejor justificación de la pena de muerte que la vida de Escobar; aquí están todos los argumentos. Que un Estado nacional tenga como principal arma la extradición muestra hasta qué punto la pena de muerte es necesaria. Curioso que contemporáneamente en Roma se pergeñara un Catecismo que intenta limitar al máximo el instituto, con argumentos que eran desmentidos vitalmente por la realidad de Colombia, por ejemplo. Finalmente y de modo pragmático, la pena de muerte se ejecutó.
No se puede dejar pasar la cuestión de la “religiosidad popular”. Admitida cierta mala leche en la serie (el sicario que a la vez es un fanático religioso es sencillamente increíble; las oraciones cuando se mata a alguien no parecen verosímiles, etc.) y a la vez una gran carga de religiosidad en la sociedad colombiana, cabe sí plantearse hasta qué punto buena parte de esta característica no subsiste en nuestra América Hispana y en el catolicismo. Cuando aparecen encuestas donde los católicos en forma abrumadora respaldan a Bergoglio y al mismo tiempo repudian contenidos morales esenciales como el matrimonio gay o el aborto (me gustaría que se hicieran encuestas análogas sobre temas propiamente teológicos: nos llevaríamos una sorpresa con la cantidad de “católicos ateos” con que nos toparíamos), nos preguntamos hasta qué punto esto es, sencillamente, religiosidad y no superstición lisa y llana. No se trata de que la fe sin obras sea una fe muerta, verdad que la Contrarreforma llevó a su paroxismo, sino de que la adhesión formal a ciertos signos religiosos, sin obras y también sin fe, no tiene mayor sentido que la adhesión a un club de futbol. La actual ola de tifosería papal que invade a políticos aborteros, futbolistas, animadores y público en general no tiene muchas veces mayor profundidad que las invocaciones de Pablo Escobar al Niño de Atocha.
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