Perú no es país para progres (todavía)





Escribe: Antonio Moreno Ruiz.-
Llegué al Perú hace ya casi cinco años. En aquel tiempo, Humala recién empezaba a dizque presidir. Muy pronto se despejaría como un fiasco, tanto para partidarios como para detractores. Apartó su programa real a causa del sector de la oligarquía que lo apoyó para que no saliera el fujimorismo y al final, ni chicha ni limonada. Hasta su padre y su hermano lo defenestraron. Y donde hubo patrona, no mandó marinero.

Empero, yéndonos a las últimas elecciones, reconozco que cuando vi que Verónica Mendoza subía como la espuma, me dio miedo. Eso hasta cuando me enteré que en tierras de Huamanga, acaso las más afectadas por esa suerte de estado islámico antiperuano que fue Sendero Luminoso, sin embargo votan por la que hace homenajes a terrucos con la hoz y el martillo de color muy rojo, quizá para no olvidarse de la sangre. Ahí ya no fue miedo lo que me entró, sino indignación. ¡No han pasado ni dos décadas de aquella barbarie! La verdad es que hay cosas que nunca entenderé. Pero bueno, cosas de este tipo pasan en todo el mundo, no sólo en el Perú. No hay que flagelarse más de la cuenta por ello.
Con todo, fue pasando el domingo y al final más o menos salió lo esperado: Keiko Fujimori frente a Pedro Pablo Kuczynski, con segunda vuelta. A los dos candidatos se les cataloga de “derecha”, aunque ninguno acepte esa etiqueta. No obstante, mi pregunta es: ¿Cómo es que Verónica Mendoza se acercó tanto? Y la respuesta se antoja compleja. No obstante, teniendo la cabeza fría, y librándonos de etiquetas ideológicas que en verdad nunca sirvieron, podemos decir lo siguiente:
-Ningún candidato ha llegado hasta el final promoviendo iniciativas propias de la ingeniería social del marxismo cultural. Incluso PPK con Techito Bruce, al final parece haberse olvidado. Ojo, eso no quiere decir que no lo tenga en su agenda. Pero para llegar al final, estaba claro que había que obviar el tema.
-Si Verónica Mendoza ha llegado tan lejos, ha sido por saber mantener discursos diferentes en cada lado. Verónica Mendoza decía en Lima que iba a prohibir los toros, que todo el mundo a abortar y que orgullo gay subvencionado, pero eso lógicamente no lo repetiría en la sierra, donde se mostraba como nacionalista/populista y poco más. “Soy de Cuzco, pues”. ¿Nos imaginamos en las profundidades de los Andes que hubiera dicho algunos de las tonterías tan propias del progresismo copiado de Europa?
Todavía el Perú no es país para progres. Todavía. Pero igual no falta mucho. Toda la región está cayendo. Aquellos que, incluso, desde perspectivas estrafalarias desde Europa veían con simpatías a Correa o a Chávez (¡¡¡!!!) podrían ir sabiendo que tanto uno como otro no tardaron en tranzar con la “moral” liberal: En Telesur, canal chavista por antonomasia, hay un programa que se llama “Transgénero”. El Brasil de Lula y Dilma ha sido pionero en estas lides ultraprogres. El pacto entre capitalismo y socialismo que ya empezó en el siglo XX. Colombia y Chile van en picado. Bolivia parece que aguanta el tirón en ese sentido, porque todavía tiene más de “izquierda clásica” que de Mayo del 68; pero eso no es por las “convicciones” de Evo Morales, sino por la sociedad (especialmente la aimara) que le ha tocado.
De hecho, mientras Evo se presente, seguirá saliendo elegido, y no por su programa, sino por su etnia, que es la que más peso tiene de Puno hacia el oriente. Dudo mucho que los huamanguinos hayan leído el programa de Verónica Mendoza, ni que sepan mucho de sus andanzas. Mucha gente no sabe, de hecho, que Pablo Iglesias ha apoyado desde España públicamente a Verónica Mendoza. Pero los pocos que lo saben y que lo aplauden, curiosamente, ahora no hacen gala de anticolonialismo ni antihispanismo. Y hablando de huamanguinos, resulta todavía más surrealista el tema el voto de aquellos pagos, puesto que si algo caracteriza a Pablo Iglesias es su visceral laicismo/anticlericalismo, así como su antitaurinismo; cosa que no parece cuadrar mucho con unas tierras cuya tradición de Semana Santa nada envidia a Andalucía, Nápoles o Sicilia. Y eso del antitaurinismo en los Andes pues…
Casi nadie lee los programas. Ni en el Perú ni en ninguna parte. El tema no va tanto por la “ideología”, sino por la personalidad, el carisma, la imagen, la publicidad, los medios de comunicación, el oportunismo… Y más en un país donde el voto es obligatorio.
Que la carrera final disputada sea entre Keiko y PPK no es garantía de nada, me temo. Si bien la economía peruana todavía mantiene el tipo ante la locura de la globalización, no deja de mostrar su fragilidad e informalidad. Hay muchas zonas a las que el estado no llega. Hay una miseria que, más que económica sensu stricto, es sociocultural, y de la que buena parte de la población no puede salir, enfrentándose con exiguos sueldos a un nivel de vida que no es barato. La inflación no deja de afectar: Todo sube, menos los sueldos, reitero. Y aparte, hay problemas que nunca se resuelven, como el del infame transporte público; o de que la tercera parte del país esté concentrada en Lima.
Los votos peruanos al final han decidido entre una derecha populista y un liberalismo tecnocrático. Pero si se siguen sin solucionar los problemas básicos, los progres pueden llegar al poder antes de tiempo, aprovechando problemas y situaciones y estirando lenguajes. Y la oligarquía, mientras no toque sus intereses económicos, no van a hacer gran cosa por impedirlo. Como en el resto del mundo. Observen cómo en España el banco Santander hace tiempo que se reunió con Podemos sin ningún tipo de problemas.
Así las cosas, para terminar: Si sale algún xenófobo barato preguntándose que cómo un español se atreve a opinar sobre la política de acá, acuérdese, pues, de que la presidencia de la república peruana ha sido disputada por una nissei, el hijo de un alemán de ascendencia judeopolaca y una franco-suiza, que además tiene nacionalidad estadounidense; y una que, por más indigenista y quechuahablante que quiere hacerse, es mitad francesa y no renuncia a esa europea nacionalidad. Como dije anteriormente: Ante ciertas ocasiones, nadie se rasga las vestiduras; como tampoco se las rasgan para celebrar a José de San Martín, hijo de españoles nacido en Yapeyú y que entró en el Perú colocando la bandera republicana chilena, con una curiosa soldadesca mezcla de rioplatenses, chilenos, “grancolombianos” y británicos. Yo al fin y al cabo estoy de paso. Los otros, sin embargo, pueden seguir mandando mucho tiempo.

Perú no es país para progres (todavía) - La Abeja