12 de octubre, día de la Hispanidad
Ya es tiempo de defender nuestro ser y de reconocer a la Hispanidad en su totalidad, de estudiarla y hacerla carne, para reencauzarnos en su promesa de grandeza
octubre 12, 2023 CIRCULO TRADICIONALISTA DEL RIO DE LA PLATA - ARGENTINA
Hablar de Hispanidad en el mundo contemporáneo, en la América y en la Argentina de hoy puede resultar extraño e incomprensible, pareciera ser un concepto anacrónico y ajeno a nuestra constitución, historia y latir como patrias hispanoamericanas. Sin embargo, y muy a pesar de numerosas corrientes de pensamiento y de poder que han querido y aún quieren erradicarla, la Hispanidad, en muchos de sus principios aún late y forma parte de nuestra esencia y singularidad, más en las costumbres del hombre común que en los procederes del Estado y otras cúpulas de poder. Se puede decir que la Hispanidad es a nuestros pueblos como el espíritu es al cuerpo; por ello quienes pretenden erradicar lo primero no hacen más que debilitar y matar lo segundo; ya que es una imposibilidad y una contradicción a la naturaleza y a toda lógica pretender sostenerlo si se elimina su principio vital; a menos que se pretenda la invención de un engendro o llevar deliberadamente a las patrias a su negación, aniquilación y a una errática búsqueda del no ser y del sinsentido.
Quien se nombra y siente verdaderamente argentino e hispanoamericano se sabe profundamente hispánico, y esto no sólo por la actualidad de su herencia, sino también y sobre todo en su porvenir, porque quien comprende el espíritu hispánico advierte que su obra está a medio hacer y ello, en sí mismo, abre un horizonte, un desafío y una misión a emprender, algo muy necesario para nuestra Argentina y todos los pueblos de la América de hoy tan aletargados por espíritus ajenos y carentes de aquel legítimo ideal que las aúna y proyecta a un verdadero progreso.
Si se dirige la mirada a la configuración actual de los pueblos de América se vislumbra que todas las patrias que la componen y que en algún momento fueron miembros de pleno derecho del Imperio Español bajo el reinado de los Reyes Católicos y que los sucesivos monarcas legítimos y verdaderamente católicos continúan en alguna medida con el ímpetu de su obra y más aún con la vocación de lo hispánico. Todo esto queda muy bien detallado y fundamentado en el magnífico y claro libro de Don Ramiro De Maeztu titulado: «Defensa de la Hispanidad».
Este autor nos señala que a principios del siglo XX un sacerdote español que residió en Argentina, Don Zacarías de Viscarra, afirmaba que el día 12 de octubre (día de Nuestra Señora del Pilar, Patrona de la Hispanidad y del Descubrimiento de América) estaba mal titulado como «día de la raza», y que en lo sucesivo debería ser denominado como «Día de la Hispanidad», ya que este concepto comprende y caracteriza a la totalidad y diversidad de los pueblos hispánicos.
La Hispanidad está muy lejos de ser una raza y nada tiene que ver con cuestiones de genética superior que, como sabemos por la historia reciente, hizo sufrir demasiado a la humanidad.
Ante esto nos damos cuenta de que nos une algo muy diferente, noble y perteneciente a otro plano: el del espíritu y todas sus manifestaciones: el habla, el credo y las costumbres.
Con sólo recorrer América de punta a punta se hace evidente que la Hispanidad está compuesta por hombres de todas las razas y sus combinaciones; el habitante común de nuestras tierras bien lo sabe y lo vive porque lleva en sí la unión no sólo carnal, sino de igual modo cultural y espiritual entre lo grecorromano, lo católico y lo aborigen. Es esta una unión tan diversa que originó eso tan particular que denominamos «La Hispanidad». Tampoco es un territorio específico, ya que habita los más variados climas y rincones del mundo. La Hispanidad no es un producto natural y su espíritu no es el de una tierra ni el de una raza determinada.
También, mucho se escucha y se ha escrito acerca de este día como el «De la Diversidad Cultural» queriendo eliminar y sustituir todo lo que venimos señalando, pero esta intención no es más que contradictoria y un sin sentido, ya que el concepto mismo de Hispanidad es de carácter universal y de por sí unificador y, como vimos, abarca a la totalidad de los pueblos hispánicos y por lo tanto los incluye en el respeto y la realidad de sus particularidades culturales que son de lo más diversas.
Tan arraigado está en nosotros este principio de universalidad, que hemos instituido la fiesta del 12 de octubre, que es la fecha del descubrimiento de América, para celebrar el momento en que se inició la comunidad de todos los pueblos: blancos, negros, indios, malayos o mestizos que hablamos una misma lengua y profesamos una misma fe; es decir compartimos un mismo espíritu.
La Hispanidad y su comunidad no es fruto de la aventura mezquina y azarosa de los viajeros de un barco que, después de haber convivido unos días, se despiden para no volver a verse. Al contrario, todos ellos conservan un fuerte sentimiento de unidad, que no se debe tan sólo a hablar la misma lengua o a compartir la comunidad de origen histórico, ni por solidaridad, ya que aquí no se trata de una adhesión circunstancial, sino de una comunidad permanente, porque perennes y trascendentes fueron, son y serán sus principios y el espíritu que motivó sus intenciones.
Ahora bien, al abordar conceptualmente la Hispanidad y por ser la misma tan inherente, como dijimos, a la vida de un conjunto de patrias nos encontramos con que implica un amplio abanico de elementos y aspectos: cultura, historia, economía, formas de gobierno, estado, religión, filosofía, costumbres, sociedad, etc. Es por ello, que en esta oportunidad nos circunscribiremos tan sólo a bosquejar la introducción a uno de sus elementos más relevantes: su concepción antropológica, su sentido del hombre tan particular.
Señala don Ramiro De Maeztu que el primer elemento que encontramos como fundamental dentro del espíritu hispánico es el de poseer una fe profunda en la igualdad esencial de todos los hombres, y ello sin negar y ponderar el valor de sus diferencias y el justo lugar que ocupan en el universo. Este hispanismo es de origen religioso; es la doctrina del hombre que enseña el Magisterio y la Tradición de la Iglesia Católica junto al Evangelio de Jesucristo. Para esta concepción todo hombre sea cualquiera su posición social, su deber, su carácter, su nación o su raza, es siempre un hombre y como tal siempre un hermano.
El sentido de este hispanismo bien podemos encontrarlo formulado en las sabias palabras de Don Quijote de la Mancha cuando dice a su fiel escudero: «repara, hermano Sancho, que nadie es más que otro sino hace más que otro». Por supuesto que hay hombres que se encuentran en posición de hacer más que otros, no se dejan de aceptar las diferencias sociales, de jerarquía y de actos. Hay diferencias de posición y de méritos, pero en lo que se refiere al «ser», en lo que afecta a la esencia, nadie es más que el otro sino hace más que el otro; pero no se es más que el otro en el ser sino en el hacer, porque son las obras las que son mejores o peores, y el que hoy las hace buenas mañana puede hacerlas malas, por ello nadie ha de erigirse en juez del otro, sólo Dios. Nosotros hemos de contentarnos con juzgar las obras. En lo esencial somos iguales. Este hispanismo, explica la gran indulgencia que nos caracteriza y que reina en todos los órdenes de la vida de nuestros pueblos. Y es que no creemos que el alma de un hombre esté perdida para siempre por haber errado o pecado. Todos somos pecadores y todos podemos cambiar y redimirnos.
La Hispanidad dice a la humanidad entera que todos los hombres pueden ser buenos y que no necesitan para ello sino creer en el Bien y realizarlo. De esto se desprende que la misión histórica de los pueblos hispánicos consiste en enseñar a todos los hombres de la tierra que si quieren pueden mejorar y salvarse, y que esta superación depende de su adhesión a la Fe y de su voluntad de obrar libre y consecuentemente en todos los órdenes de lo humano.
La invitación a creer en la posibilidad de superación y salvación de todos los hombres y el obrar en consecuencia, es el mayor tesoro de los pueblos hispánicos desde el cual nació y ha de renacer el ímpetu de ponernos al servicio de comunicarlo. Es esta la piedra fundamental sobre la que se alzarán y progresarán los pueblos de toda la América.
En definitiva, ante la angustiante realidad de nuestras naciones, tristemente llamadas de tercera para un mundanal y nihilista anhelo de logros materiales; cuando sabemos que nuestras patrias poseen un espíritu de primerísima que las hermana en una sola y verdadera patria grande y, sin embargo, las vemos sumidas en la carrera diaria de tapar agujeros, tratando de solucionar lo urgente sin poder levantar la mirada a lo importante. Cuando lamentamos verlas dependientes de voluntades ideológicas afectas a lo foráneo y sojuzgadas por los intereses económicos de deudas injustamente eternas; y hundidas en la pobreza por la falta de conciencia de un ideal y de una misión verdaderos, justos y buenos.
Ante el estado actual de nuestros pueblos, llenos de falsas y embelesadas voces intrusas que no dejan oír la propia y que aturden con ideas, estilos de vida, políticas y soluciones enlatadas que conllevan a la pérdida de tiempo, al mayor deterioro, al extravío y la confusión. Voces que se presentan como propias y que nos llevan a estimar lo extranjero como si fuera lo más nuestro; las mismas que nos inducen a despreciar y sentir como ajeno lo que es realmente propio, natural y patrio.
En medio de este panorama se encuentra la piedra fundamental antaño labrada, con su actualidad y porvenir incorrupto: la Hispanidad. La misma no deja de llamar e invitar a conocerla y amarla; porque bien sabemos que no se puede amar lo que no se conoce; y es que conociéndola y amándola nos reconoceremos verdaderamente como hombres y como pueblos, y sólo así tendremos un sano y justo amor propio y una buena estima por lo nuestro.
Siempre está allí, entre nosotros y en nosotros el ideal hispánico de nuestros ancestros, al cual nos debemos y debemos a nuestras futuras generaciones; espíritu fundacional que nos impela retornar a nuestras raíces y vivificar plenamente esa vocación primera y tan propia que nos dio la vida como patrias. Porque como bien dice De Maeztu: «los pueblos que no son fieles a su origen son pueblos perdidos. Y el ser de los pueblos es la defensa de sí mismos, en cuanto tienen de valioso».
Ya es tiempo de defender nuestro ser y de reconocer a la Hispanidad en su totalidad, de estudiarla y hacerla carne, de volver a abrazarla y amarla para reencauzarnos en su promesa de grandeza, y de volver a oírla porque es la voz primera que nos insuflo espíritu y que nos hermanó como patrias bajo una misma fe y en un mismo servicio para la salvación de los hombres y de los pueblos.
Francisco Javier Viejobueno,
Círculo Tradicionalista del Río de la Plata
https://periodicolaesperanza.com/archivos/21124
¡América grandiosa, soberbio continente!
ESPAÑA PARECÍA PREPARADA DESDE LA ETERNIDAD PARA ESTA TAREA
octubre 12, 2023 CIRCULO TRADICIONALISTA DEL RIO DE LA PLATA - ARGENTINA
Pintura romántica de la llegada de Cristóbal Colón a América (Dióscoro Puebla, 1862)
Un acontecimiento histórico, tal vez el mayor acontecimiento de la historia luego de la Encarnación del Cristo, es la razón que nos motiva a romper el silencio de esta mañana primaveral. Que, entre los prístinos cantos de las aves de nuestra Villa, una voz tosca se alce para celebrarlo. Han pasado 531 años desde ese hito, en el que las carabelas que traían a ese Cristo Vivo tocaran nuestras costas, y como si fuera una jocosa broma de la Providencia era Cristóforo, el portador de Cristo, quien «comandaba» esas velas. Había partido del Puerto de Palos, despidiéndose, de la Virgen de la Rábida sin saber que el vero Capitán de la Historia tenía planes ajenos a los suyos. No estaban estos hombres aventureros destinados a la suerte banal del comercio, el suyo era un negocio mucho más alto, basado en la Economía de la Salvación. No lo sabían aún, como tampoco sabía Pedro, el apóstol, que esa mañana infructuosa de peces, rica de Gracia, se toparía con el Mesías. Pero su corazón lo esperaba. La esperanza es fruto del amor, y su recompensa es el bien amado; lo esperaba y por eso al verlo lo reconoció: «¿Y tú quién dices que soy yo, Pedro? – Tú eres el Mesías, el hijo del Dios vivo». ¡Bienaventurado, Pedro! ¡Bienaventurado, Cristóbal, que en adelante serás el estandarte que llevará impresa mi Cruz!
No estuvo solo en esta empresa; miles de jóvenes soñadores la continuaron, era un empresa civilizadora llevada a cabo con tesón e hidalguía en tierras inhóspitas y desconocidas; llenas de peligros, desde el cardo espinoso a la selva tupida. Era una misión. Una misión enorme y gigantesca: la de portar a Cristo y la cultura hispana, era el mandato de su Dios y de su Reina. Y así, al cabo de apenas 50 años de aquel desembarco, en estas tierras nuevas, ya había cientos de casas de formación, conventos, misiones, hospitales ¡y hasta Universidades! ¡Heroicos fueron los esfuerzos y gigantescos sus frutos!
Mucho hizo España por estas tierras y sus habitantes: «El rescate de los idiomas aborígenes que no conocían la escritura, elaborando diccionarios y las gramáticas; una catequesis que abarcó gran parte de las comunidades indígenas; la incorporación de ritos propios, aún muy presentes en nuestro norte argentino; el desarrollo de las artesanías, y de una pintura y arquitectura propia; una música propia que, empezando por acompañar las festividades religiosas, terminó produciendo bailes y cantos no solo religiosos sino también profanos, que aun hoy están presentes en las raíces de nuestro folclore popular…»
Pero sobre todo un código de moral cristiana, característico de esta nueva raza que se levantaba sobre la faz de la tierra; una raza que nada tenía que ver con genéticas, o pieles, sino con una irrenunciable e innegable identidad cultural, desde la Patagonia a tierras de México. Ninguna otra Nación podría haber realizado tan magna empresa; España parecía preparada desde la eternidad para esta tarea: la poderosa España, la última en abandonar aquella fenomenal Era de la Cristiandad Medieval, aquella que había recuperado sus tierras de la invasión musulmana tras 800 años de incesante lucha; la que había mantenido incólume su identidad vertebral, atravesada por Dios y por el tierno amor a su Madre; aquella identidad conformada por el genio griego, el viril pragmatismo romano y las gestas heroicas y caballerescas del medioevo. Esta España es la que forjó el humus de la Patria, caracterizada por primacías que jamás debieron dejar de ser: «la primacía de espiritual sobre lo material; del ser sobre el pensar; de lo ético-moral sobre lo científico-tecnológico; la primacía del orden natural por encima de cualquier positivismo jurídico; la primacía de aquel poder que viene siempre de lo alto, y que debe encontrar el mejor modo para ser ejercido en la tierra; la prioridad de lo político sobre lo económico; de la honestidad y la honra sobre la codicia y la avaricia».
Todo esto debía festejarse, y de ahí surgió el Día de la Raza, que dio paso luego a las Fiestas de la Hispanidad. Pero esta empresa gigantesca, de la que solo podemos dar vanas pinceladas en este breve momento, tuvo enemigos que hicieron de la epopeya española blanco de escarnio, de injurias, perjurios y zancadillas, con pasquines bien elaborados y distribuidos en los que nos enseñaban a renegar de nuestra herencia, que es como renunciar a nuestra carne y a nuestra sangre. De ese modo, pasamos de festejar este día de la Hispanidad a celebrar la falacia persuasiva de la maldición; lo hemos llamado «Día del Respeto a la Diversidad Cultural», sin entender realmente qué es respeto, diversidad y mucho menos Cultura; como si no fuera también cultura hispanoamericana, que debemos reconocer como «criolla», la de los wichís o los coyas, que expresan en su canto, en su religiosidad popular o en su folclore la innegable presencia española. Estos atomistas de la Cultura pretenden dividir para reinar, haciéndonos desaparecer en la vorágine de la no identidad. No debe ser así: para que eso no suceda, es necesaria la labor educativa que debe regir la finalidad de este Colegio deSaint Augustine Inicioschooling y todas las escuelas de la América hispana: asentarse en los perennes trascendentales del Bien, la Verdad y la Belleza para mantener intactas aquella primacía de la que hemos hablado.
Con esta convicción saludamos a toda la América bautizada; con aquel mismo saludo que hiciera el poeta Juan Antonio Cavestany:
«¡América grandiosa, soberbio continente
Del ósculo que un día selló tu casta frente,
¡Halló tu oculta fuerza tu noble redención!
Hoy tienes en tus manos del mundo la palanca.
¡Sé grande! Mas no olvides que tu grandeza arranca
De España, de tu Madre, del beso de Colón».
Diego Amante,
Círculo Tradicionalista del Río de la Plata
https://periodicolaesperanza.com/archivos/21085
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