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domingo 15 de julio de 2007
Los cristeros, hoy
EL TESTIMONIO VIVO DE LA CRISTIADA
Dos sacerdotes amigos, los Padres Murri y Cerroni, estuvieron en México y reportearon a un ex combatiente cristero. Este defensor de Cristo se llama Rafael Magallón. Peleó en Michoacán.
Con sus casi 100 años a cuestas, vive en México Ciudad, en una modesta casa de la Calle Tenayo. El reportaje le fue hecho el pasado 10 de mayo de este año 2007: de él extraemos la extraordinaria respuesta que reproducimos aquí, síntesis de toda una vida de lucha por el México, siempre fiel.
Escrito por CabildoAbierto a las 23:40
Etiquetas: Guerras justas
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Última edición por Ordóñez; 18/07/2007 a las 01:04
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A 81 AÑOS DEL MARTIRIO DE
JOAQUÍN DE SILVA Y MANUEL MELGAREJO
El 12 de septiembre de 1926 se dirigían en tren hacia Zamora, Joaquín de Silva, de 27 años, y Manuel Melgarejo, de 17 años. Vestido de civil iba el General Zamora. Les contó que él también era católico y para ganar su confianza les mostró un crucifijo y otros objetos religiosos. Los dos jóvenes le comentaron de su lucha por la causa de la libertad religiosa. Pero al llegar a destino, Zamora muestra su verdadera faceta y los detiene.
Joaquín le dice que a él lo puede matar si quiere, o hacerle lo que fuera, pero pide que liberen al compañero de 17 años. Manuel abraza a Joaquín y le dice: “No, Joaquín, yo quiero morir contigo”.
Zamora, buscando la apostasía, les ofrece la libertad a cambio de la retractación de sus creencias. “¡Nunca me retractaré de mis palabras!”, obtuvo como respuesta este triste general. Inmediatamente fueron trasladados a un cuartel y consultado, por telegrama, el inicuo Calles, sobre el destino de ambos jóvenes. La respuesta lacónica del rojo Calles fue: “Fusílelos”.
Mientras eran conducidos al Panteón, para ser fusilados, comenzaron a rezar el Santo Rosario. “Tiren eso”, ordenó un soldado. La respuesta de estos cristianos de ley no se hizo esperar: “Mientras yo tenga vida, nadie me quitará mi Rosario”.
Llegados al cementerio, se les quiso vendar los ojos. Otra lección les dio Joaquín: “No me venden los ojos, pues no soy un criminal. Yo mismo les daré la señal para disparar. Cuando diga ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!, entonces ahí pueden disparar”. Perdonó a sus verdugos, les dijo que pediría por ellos ante Dios y que su muerte era por Dios, por México y por la defensa de su fe.
Ante tal ejemplo muchos soldados se negaron a disparar.
Joaquín se dirigió a Manuel con estas palabras: “Quítate el sombrero, pues vamos a comparecer ante Dios”. Se volvió a los soldados que sí estaban dispuestos a matar y con voz enérgica gritó: “¡Viva Cristo Rey! ¡Viva la Virgen de Guadalupe!” No pudo terminar la última palabra cuando cayó su cuerpo acribillado. Manuel cayó desmayado. En el suelo fue fusilado.
Por los periódicos, los padres de estos jóvenes mártires, se enteraron de la noticia. Sólo una madre cristiana, reponiéndose del dolor, pudo exclamar: “Oh Dios mío, seis hijos tengo; te los ofrezco todos. Acéptalos, Señor”.
Y al encontrarse Luis de Silva con el padre de Manuel, éste último lo abraza y lleno de emoción le dice: “Felicitémonos, somos padres de dos mártires”.
Daniel González Céspedes
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