Nuestra responsabilidad sobre el español en Filipinas
Luis Pinilla
Este pequeño artículo viene motivado porque alguien me ha preguntado desde Iberoamérica qué podemos hacer para impulsar la difusión del español en Filipinas. La pregunta se entendía en el sentido de qué podemos hacer las personas en cuanto sociedad civil, al margen del poder político o institucional establecidos.
Para comenzar, señalar que podemos hacer mucho, porque muchos pocos pueden llegar a tener una fuerza colosal. Ahora más que nunca las tecnologías de la información permiten una comunicación fluida y prácticamente instantánea entre cualquier zona del planeta. Con anterioridad a este avance tecnológico los hispanohablantes de Filipinas quedaban un tanto apartados de los territorios en los que el español constituye una fuerza lingüística prevaleciente y, por tanto, distanciados de la comunidad internacional hispanohablante. Los EE.UU. como potencia neocolonizadora en Filipinas jugaron con esta baza a su favor, pues el aislamiento relativo de Filipinas les permitía estrangular con mayor intensidad cualquier corriente exterior hispana que intentase introducirse en esa querida y noble tierra.
La potencia neocolonizadora y sus representantes delegados filipinos, digámoslo claro, intentaron borrar todo resto de cultura hispánica, aun en contra de los dictados de los más ilustres forjadores de la patria e intelectuales filipinos. Se trataba de una modalidad de actuación neocolonialista para monopolizar las relaciones culturales y comerciales, cerrando otros ámbitos de vinculación y otros mercados. No es que en el ánimo del pueblo filipino, ni en el ánimo de los prohombres de la patria estuviera ideado tal giro. Fue un viraje deliberado e interesado en aras a generar una dependencia en todos los órdenes de Filipinas a EE.UU.Hoy podemos, a través de este magnífico medio de comunicación que es internet y a las redes sociales, informar sobre los hechos históricos con mayor grado de objetividad y, en consecuencia, desenmascarar aquellas falsedades interesadas que se hayan podido difundir sobre lo hispano en Filipinas. Hoy podemos ponernos en contacto con los filipinos hispanohablantes para transmitirles nuestra simpatía y apoyo, para decirles que el estrangulamiento artificial al que han estado sometidos va evaporándose. Hoy podemos instar a los gobiernos, a las organizaciones no gubernamentales, a los grupos sociales para que fijen más su atención sobre aquella parte hispana del globlo.
Foto cortesía de De ELE y sobre ELE.
Todo eso y más constituye nuestra responsabilidad para con Filipinas y con los filipinos hispanohablantes, que han sabido amparar con amor el legado recibido y que, a pesar de las dificultades externas e internas, continúan enarbolando la bandera de una causa justa. En cierta medida, deberíamos actuar por deferencia y solidaridad hacia ellos, por su tenaz ánimo, para que en algún momento vuelva a establecerse la lengua originaria de la nación filipina y que –como he indicado siempre- no se trata de imponer, como hicieron otros, sino de restaurar lo que ya era de suyo oficial.
Finalmente, ha de pesar en nuestra conciencia el recuerdo imborrable de las víctimas del “genocidio filipino”. Cerca de millón y medio de filipinos murieron en la guerra filipino-estadounidense 1899-1902 y en las actuaciones criminales posteriores; unos víctimas directas de la guerra, la mayoría torturados y masacrados vilmente. Hasta 1913 se produjeron persecuciones terribles y matanzas. Los filipinos proporcionaron información militar y de todo tipo a los EE.UU. en la guerra hispano-estadounidense, porque creyeron que eran apoyos transparentes hacia su emancipación nacional. La dura realidad luego fue otra. Los filipinos debieron alzarse contra un nuevo invasor, su supuesto aliado libertador useño que actuaba con unas dosis de crueldad masiva asombrosas. Aunque solo fuera por el respeto y veneración hacia esos casi millón y medio de filipinos masacrados, torturados, muertos -buena parte de los cuales eran hispanohablantes- nuestra aportación a esta causa estaría justificada.
ALAS FILIPINAS
Creo que todos los hispano parlantes compartimos la responsabilidad sobre el español en las Filipinas y los territorios de Oceanía donde una vez se habló castellano. No es en absoluto más responsable España que el resto de las naciones hispanas. Se acabó eso tan atávico de la "madre patria". Somos países hermanos y por tanto debemos compartir esa tarea. Saludos,
Javier
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