EL MITO DEL JUDAÍSMO DE CRISTO
Decía Voltaire que: “la verdad es lo que se hace creer”
Hoy una de esas “verdades” es el “judaísmo de Cristo”. Frase que a fuerza de ser repetida e impresa millones de veces se ha convertido en un axioma, en algo “indudable” y si aún se repite alguna vez suele ser para servir de escudo o fianza moral a tal o cual grupo de judíos y precaverse de reacciones adversas de no judíos contra sus “métodos comerciales, políticos y/o sociales”.
Aunque fuera cierta esa afirmación, también lo es que judíos han sido todos los inventores, propagadores y financieros de todas las herejías que azotaron a la Santa Iglesia. También de las Revoluciones y revueltas, desde las de Holanda, Inglaterra, Francia, Rusia, Hungría, Alemania, Italia, …
Judíos han sido y son los inventores del capitalismo, marxismo (anarquismo, separatismo, socialismo, etc.) sus teóricos y prácticos principales, sus dirigentes y financieros.
Judíos son los traficantes de pornografía al mayor y al detall, etc.
Y en vez de replicar con argumentos lógicos, como evidentemente puede hacerse, replican, con suma unción que también Nuestro Señor Jesucristo era judío. Y nos sorprende que esta gente pía y de buena fe se haga compañera de viaje de los anticristianos por definición, ateos, comunistas, marxistas, anarquistas y otra variada fauna.
En realidad para un cristiano, y concretamente un católico, Jesucristo NO PUDO SER JUDÍO. El católico que tildare de judío a Cristo cometería UNA HEREJÍA. Y hace tres siglos tendría que vérselas con la Inquisición.
Al menos, mientras un nuevo Concilio superaperturista, no modifique el Credo y allí dónde durante siglos se ha dicho: “concebido por obra y gracia del Espíritu Santo” se mande decir, por ejemplo: “concebido por obra y gracia de Samuel Levy”.
Un judío, según el Talmud, según la legislación del actual Estado de Israel, y según 6.000 años de tradición universalmente conocida es descendiente de un judío y una judía.
Para el creyente Jesucristo es hijo de Dios, no de un hombre. Eso deja zanjado el asunto para el católico y la mayoría de protestantes de buena fe.
Humanamente hablando sólo puede considerarse judío a Jesucristo partiendo de indemostrados prejuicios o por la más pura ignorancia.
Hay docenas de argumentos que desmienten el judaísmo de Jesús, entre otros:
- la palabra Galilea (de Gelil haggoyim), significa, textualmente, “distrito de paganos” (como afirma el historiador Houston Stewart Chamberlain en Fundamentos del XIX, pg. 286).
Ese apartado rincón del norte de Palestina no tuvo nunca, racialmente hablando, una población homogénea y pura, ni siquiera en sus orígenes cuando Galilea era la patria de las tribus de Neftalí y Zabulón (Ob. Cit. Pg 287).
Neftalí, sobre todo, se caracterizó por su extracción muy mezclada y la población no israelita se concentró en Galilea.
- 1.000 años adC, Israel se escindió en dos reinos independientes: Judea y Galilea, sin que ningún lazo político lo impidiera, y es la unión política, no la religiosa, la que asegura la fusión de los pueblos.
- en el 720 adC, Galilea fue devastada por los asirios, y su población en SU TOTALIDAD (según el historiador judío Graetz) bien en sus 4/5 partes (según el historiador Roberson Smith) deportada y sustituida por asirios y griegos (semítico-arios los primeros, arios puros los segundos). Ambos historiadores admiten que además se asentaron pastores escitas.
- el húngaro Ferenc Zajhty pretende que “los judíos estaban seguros de que Jesús no era de su raza” (Hungarian Millennia, pg. 83-86).
Y asegura que en el VII adC el rey asirio Salmanasar se llevó cautiva a toda la población (ya sólo parcialmente judía) de Galilea.
Los nuevos repobladores, asirios, griegos y escitas adoptaron el credo religioso judío pero los propios judíos no los consideraban como tales “únicamente bajo leyes judías” y nunca los aceptaron como verdaderos descendientes del patriarca Abraham.
- durante los siglos precedentes al nacimiento de Cristo se constatan inmigraciones de numerosas colonias fenicias y griegas en Galilea.
Según Chamberlan y, especialmente, Reville (Albert Reville en Jesús de Nazareth I, pg. 416).
- Alejandro Magno (331 adC) expulsó a los pobladores de Samaria y los reemplazó por macedonios y una gran parte de esos inmigrantes macedonios se trasladaron a Galilea (Chamberlain, ob. Cit. pg. 289).
- en las tierras de Galilea son fecundas y de fácil acceso, (al contrario que Judea, prácticamente incomunicada), cohabitaban múltiples razas excepto la propiamente llamada judía.
- en el AT se narra (Libro de los Reyes, II, XVII, 24) cómo los pobladores de Galilea interpretaron la proliferación de animales salvajes como castigo divino y delegaron embajada al rey asirio para que les enviara un sacerdote judío de los que tenía cautivos, vino y enseñó a los galileos el culto del Dios de Jerusalén.
Fue así como en la Palestina Septentrional (Samaria y Galilea) se hicieron judíos de religión, aún cuando los samaritanso tenían poca sangre judía y los galileos ninguna.
- Graetz afirma que, entre las invasiones y deportaciones, de los asirios un pequeño grupo de judíos había vuelto a infiltrarse a Galilea dedicándose al comercio y cambistas. Según el Libro I de los Macabeos, el caudillo hebreo Simón Tharsi reunió a estos judíos emigrados a Galilea y les obligó a todos a regresar a Judea. A todos SIN EXCEPCIÓN en el 164 adC (Graetz, ibid. Volkstumliche Geschichte des Juden, I, 97).
- la singularidad del carácter nacional galileo quedó marcado por un signo infalible: la lengua. En tiempos de Cristo en Judea se hablaba el arameo, el hebreo ya era una lengua muerta que sólo sobrevivía en algún texto sagrado.
Los galileos usaban un dialecto del arameo tan diferenciado de usado por los judíos que hasta una sirvienta podía distinguirlo (delatando a San Pedro), por ese motivo los galileos tenían prohibido rezar en voz alta en el templo pues su mala pronunciación originaba hilaridad, y esta es una característica que aún se conserva pues los semitas (árabes y judíos) tienen sonidos guturales impronunciables para los arios como señala Renan (Ernest Renan en Langues Sémitiques, pg. 230).
- el historiador Louis Marschalsko hace notar que las viejas leyes judías protegían a éstos al máximo y la sentencia de muerte sólo podía imponérsele a un judío ladrón o estih (incitador a abandonar su credo o causar brecha en la unidad racial). Según las antiguas leyes y costumbres judías, la posibilidad de escapar a la pena máxima quedaba abierta en todos los casos y hasta el último momento.
En el camino (prisión a lugar ejecución) debían colocarse observadores cada cien pasos, el deber de estos era indicar si aparecía algún nuevo testigo o alegado de descargo a favor del reo, dicho testigo de última hora se hacía conocer levantando la mano derecha. El reo obtenía así derecho a nuevo juicio e incluso la libertad inmediata según la calidad de la prueba o testimonio aportado.
Extraña que en la procesión que sigue a Cristo hasta el Calvario no se levante ninguna mano, ningún apóstol, ningún sanado por Él, ni uno sólo de los que lo vitoreaban el domingo anterior, y esta es una prueba de que no es judío, pues el privilegio de nuevo juicio o annistía sólo se reservaba para los judíos, quedando excluidos los gentiles, extranjeros y los dependientes de la ley judía pero que no lo eran de sangre (L. Marschalsko en World Conquerons, pg. 19).
- el historiadord francés Patry (La Réligion dan L'Allemagne d'aujourdhui, pg. 165) nos recuerda que en la época de Jesús, Galilea y Perea tenían jerarca autónomo propio, en tanto Judea e Idumea estaban bajo procurador romano.
La separación política entre judíos de raza y los judíos de religión era completa.
También señala Patry que los coetáneos de Jesús le denominaban el “nazareno” o el “galileo” pero no el “betlehemita” de donde resulta que Jesús no era judío semita porque los judíos semitas no tenían derecho a habitar en Palestina.
¿Era Jesucristo, humana, racialmente hablando judío? El que lo afirme proclama su ignorancia al confundir raza con religión.
Conociendo la historia de Galilea no puede afirmarse que Jesús o los galileos eran judíos.
Judíos y galileos se consideraban miembros de comunidades diferentes como se comprueba fácilmente leyendo el Evangelio de San Juan que se refiere, siempre, a los judíos designando a extranjeros y el propio Evangelio dice que “los judíos decían que ningún profeta ha salido jamás de Galilea” (San Juan, VII, 52).
Hemos visto que es prácticamente imposible que Jesucristo, el “Hombre” perteneciera a la raza judía. Pero si alguno quiere neglegir los datos históricos anteriores y se remite a los árboles geneálocigos que de Él ofrecen los Evangelios (San Mateo y San Lucas) le diremos que esas genealogías se refieren a San José, y éste no es el padre natural según los creyentes, y para los no creyentes tampoco pudo serlo dada su avanzada edad cuando nació Jesús.
Respecto a su madre María, los Evangelios canónicos dicen que era hija de Joaquín y Ana, naciendo Jesús cuando ya María había pasado la edad de la maternidad.
En un evangelio apócrifo (rechazado por Roma) se atribuye la paternidad de Jesús a un legionario romano, apodado “pantera” por su bravura (citado por Heckel en uno de sus estudios sobre los primeros tiempos del Cristianismo).
ENTONCES ¿A QUÉ RAZA PERTENECIÓ JESUCRISTO?
La honestidad intelectual impide dar una respuesta categórica, al menos de tipo positivo. Negativamente se puede, sin embargo, afirmar que Jesucristo NO era judío, no pudo serlo.
La personalidad de cada hombre queda reflejada en su obra, la novena sinfonía no pudo ser escrita más que por un europeo, o la doctrina confucionista por un chino. Aunque ignorarámos cualquier otro rasgo de las personalidades de sus autores.
Es evidente que el Cristianismo no pudo ser obra de un judío.
El gran historiador de Derecho Jhering dice: “el Cristianismo representa una victoria sobre el judaísmo, y encierra en sí, desde su primer origen, un germen ario” (Jhering en Vorgeschichte des Indoeurpeaer, pg. 300).
La situación de Galilea entre Fenicia y Siria autorizaría, en principio, al presunción a favor de una ascendencia principalmente asiria, pero nunca judía.
Autores como Chamberlain, Harnack, Hugo, Winckler, entre otros, se inclinan, sin poder afirmarlo rotundamente, que Jesucristo descendía de griegos emigrados a Galilea en el IV adC.
Según Howard B. Rand señala que Cristo no fue judío, en el sentido en que los judíos son definidos hoy. Insiste en que, según la Biblia, la palabra “judío” aparece, por primera vez, en el Libro II de los Reyes (16.6) donde se llama Yehudim (judíos, hijos de Judá) a los miembros de una tribu del Sur de Palestina, y que los descendientes de las otras tribus, (las tribus perdidas: Benjamín, David, Dan, … Zabulón) NO TIENEN NADA QUE VER CON LOS JUDÍOS ACTUALES.
Únicamente la tribu de Judá guardó la integridad (el racismo, el no mezclarse con nadie fuera de ellos mismos) excepto con una tribu rusa (actual Kazakhstan): los khazares, tribu turco-mongola que se convirtió a sus creencias y son ESTOS LOS ACTUALES JUDÍOS quienes ni por su raza (turco-mongola) ni por su rama palestina (tribu Judá) tienen el menor parentesco con las mencionadas, incluída la de David de la que se dice descienden los padres de Jesús.
Por demás las descripciones que hay de su aspecto físico nos han dejado poca documentación aunque abundante tradición oral, y le presentan como un ario, pero no puede afirmarse nada concreto excepto que no era judío.
Sus discípulos eran galileos, como Él, con una sola excepción: Judas Iscariote (es decir, Judas de Kerioth, una ciudad de la tribu de Judá según el libro de Josué, XV, 25).
Jesucristo no fue tal judío. No hay judíos en el nacimiento del cristianismo, excepto tal vez San Pablo.
Ya hace décadas que se está tratando crear, con una ausencia total de pudor, una imagen en la cual, la Iglesia Católica (y con ella las demás confesiones cristianas) en que se presenta como abanderada del sedicente Pueblo Elegido, protegiéndole contra los abusos y persecuciones de los impío, pero olvidando la doctrina y tradición secular de la propia Iglesia que siempre los ha culpado del delito de deicidio y ha dictado contra ellos, nada menos que 29 soberanos pontífices 57 bulas y Edictos.
Todos y cada uno de esas bulas y Edictos serían hoy tachados de antisemitismo, nazi, etc.
Pues en ellos los Papas ponían cortapisas a las actividades de los judíos como:
- prohibicón de emplear sirvientes cristianos.
- ocupar cargos públicos.
- se manda quemar el Talmud.
- se les obliga a llevar distintivo especial y visible encima de sus ropajes.
- estar alerta y tener mucho cuidado con los conversos.
- se prohíbe a los cristianos vivir junto a ellos.
- se les prohíbe ejercer industrias.
- se les obliga a rezar en expiación.
- se les prohibe vender objetos nuevos.
Y en tan variado repertorio no faltan castigos colectivos, deportaciones, etc.
Pío V les expulsa de los Estados Pontificios, excepto de Roma y Ancora aunque reforzando la vigilancia de esos ghettos.
Clemente VIII primero les prohíbe la venta de objetos nuevos, luego la de viejos, y finalmente les expulsa de su sede en Avignon, Roma, Ancora, etc.
Los Sumos Pontífices que hoy serían tildados de “antisemitas” y “nazis” fueron: Honorio III; Gregorio IX; Inocencio IV; Clemente IV; Gregorio X; Nicolás III; Paulo III; Julio III; Paulo IV; Pío IV; Gregorio III; Sixto V; Clemente VIII; Paulo V; Urbano VIII; Alejandro VII; Alejandro VIII; Inocencio XIII; Beendicto XIII; y Benedicto XIV que batió el record con 6 Edictos y bulas sobre los judíos.
Y este notable número de 29 papas y 57 bulas sería mucho mayor de no ser porque, a partir de la bula “Beatus Andreas” (Benedicto XIV el 22 de febrero de 1755, referida al martirio de un niño cristiano, en crimen ritual judío) la mayor parte de las Bulas y Edictos se refieren ya a temas generales y cuestiones de doctrina.
Hasta el triunfo de la masónica revolución italiana (1759) y la posterior desaparición de los Estados Pontificios, las regulaciones concernientes a los judíos de Roma fueron muy estrictas.
El carácter común de todas estas medidas era el de PROTEGER LAS COMUNIDADES CRISTIANAS CONTRA LA PENETRACIÓN JUDAICA Y SUS IDEAS Y FILOSOFÍA TALMÚDICA.
Las medidas pueden agruparse en cuatro clases:
1ª.- Protección directa de la FE católica:
- destrucción del Talmud.
- prohibición de enseñanza talmúdica e incluso la Biblia (sin control).
2ª.- Medidas de segregación social de judíos y cristianos:
- confinación en ghettos.
- prohibición general (a judíos y cristianos) de cohabitación en el sentido amplio.
- uso de distintivos especiales y visibles en la vestimenta.
- expulsión completa de ciertas áreas.
3ª.- Medidas asegurando la protección de ciertas profesiones y oficios a la influencia judía:
- cargos públicos.
- profesiones liberales, especialmente medicina y farmacia.
- enseñanza.
- banca.
- ciertos tipos de comercio.
- propiedad sobre terrenos.
4ª.- Medidas sobre la raza:
- prohibición de sirvientes cristianos (amas cría, cocineras, etc.)
- prohibición de matrimonios mixtos (principio universal de la Cristiandad).
Aunque prescindamos por un momento de su aspecto divino, una sociedad como la Iglesia Católica, dos veces milenaria, no toma sus decisiones alegremente, y sin pensar, detenidamente los pros, contras y consecuencias.
Pensar lo contrario sería insultar gravemente el intelecto y sensibilidad de 29 pontífices, cientos de cardenales, arzobispos, y obispos, muchos de ellos en los altares.
Parece lógico suponer que si tuvieron que tomar tan drásticas medidas, y durante tantos siglos, tendrían poderosos motivos para ello.
Sólo en los dos últimos siglos el judaísmo ha creado, difundido y financiado dos monstruos: Capitalismo y Comunismo (amén de la Masonería) que han provocado amplios genocidios, guerras y la expoliación de Palestina.
Estamos convencidos de que hay un gran número de judíos decentes, inocentes de los grandes y graves crímenes del judaísmo, pasados y presentes, aunque no hemos encontrado un solo judío, ni uno solo, que se haya desolarizado de sus congéneres del Krenlim, Wall Steet … o Palestina.
No vemos, pues, ningún motivo especial para creer que las medidas “antisemitas” de la Iglesia, que fueron buenas y efectivas durante dieciocho siglos, se volvieran malas con la aparición del Comunismo, el Capitalismo y el Estado de Israel.
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