Casticismo
Etimología
El adjetivo castizo procede del sustantivo casta, documentado por primera vez en 1417, palabra cuyo origen, aunque incierto, se sabe que procede de la Península Ibérica. Según Joan Corominas y José Antonio Pascal, deriva del gótico kasts, con el significado de “grupo de animales o nidada de pájaros.
En 1516, los portugueses denominaron casta a los grupos, sin mezcla ni contacto externo, de la India; esta concepción es la más divulgada entre los eruditos, teniendo este significado en el ensayo de Miguel de Unamuno en torno al casticismo.
Se identifica lo castizo con lo bueno, lo conocido y lo leal, lo que a su vez se relaciona con la pureza.
Características
El casticismo es una cuestión de identidad común, una imagen proyectada al exterior y al interior, pero también un concepto cultural ligado a las formas de vida y expresión de un pueblo. Lo castizo debe ser algo aprobado colectivamente, nunca algo marginal, y siempre algo propio, aunque luego se emplee como reclamo de cara al exterior. Cuando lo castizo se consume en el exterior, deja de ser idéntico, aunque los cambios sean mínimos, como en el caso de lenguaje, a su comunidad de origen.
Lo castizo está subordinado a un todo formado por la comunidad a la que pertenece y las circunstancias temporales. No se trata de algo inmutable, estando sujeto a cambios de índole material -nunca espiritual-, como modas o la adopción de elementos foráneos. De esta forma, se explica por qué son castizos el gusto por los belenes, originarios de Nápoles; por el sombrero de ala ancha cuya prohibición causó el motín de Esquilache (1766), originales de la guardia flamenca de Carlos II; la figura de los majos y las majas, una moda que no sobrevivió al reinado de Isabel II; e incluso hoy podemos definir la afiliación por el fútbol –originalmente inglés- como algo castizo.
Un rasgo castizo es verdaderamente castizo siempre y cuando, habiendo siendo sacado de su comunidad de origen de forma espacial o cronológica, sea capaz de reflejar su lugar de origen, aunque este elemento ya no sea reconocido como castizo por su comunidad. Tal es el caso de los majos de la novela francesa Carmen, elementos castizos españoles que no eran reconocidos castizos en ese tiempo (1844) por los propios españoles, que tenían en aquella época unas costumbres menos libertinas que en la época de los majos.
El Casticismo y la Sociedad Tradicional
La “cultura popular” se identifica con la cultura popular tradicional, es decir, las sociedades pre-industriales y pre-burguesas caracterizadas por el fuerte respeto a las tradiciones que, si bien evolucionan, lo hacen muy lentamente.
Con la llegada de la sociedad industrial, la sociedad tradicional se ve sustancialmente afectada por la aparición de la sociedad de clases –que imitan el modo de vida de las clases superiores para acceder a éstas- y por la pérdida de peso de la tradición. En España este proceso cobra importancia durante la Restauración escindiéndose el Proletariado del Pueblo o sociedad tradicional. A la cultura popular -unión del Proletariado y la sociedad popular tradicional- le sucede, con la llegada de los mass media, a la “sociedad de masas”.
El Casticismo y la Cultura Intelectual
Frente a la Cultura Popular está la Cultura Intelectual, caracterizada por ser elitista, individualista y anti-tradicionalista, y por su culto a la razón. La Cultura Intelectual da lugar a sociedades de grupos que utilizan ese saber como medio de escala social y, por lo tanto, para lograr poder.
Cuando en una sociedad se acelera la diversificación sociocultural la cultura popular y la intelectual entran en conflicto. En Europa, este proceso se inició en la Baja Edad Media, se aceleró en el Renacimiento y se consolidó en el “Siglo de las Luces”, donde triunfa la cultura intelectual y se pasa a menospreciar la cultura popular, lo que dura hasta nuestros días.
El Casticismo, movimiento de cultivo de lo castizo, en España tiene orígenes en la Edad Media, apareciendo y desarrollándose en el siglo XVIII y extendiéndose al XIX, cuando se agotará convirtiéndose en un movimiento de exotismo interno. En las ciudades donde triunfa la cultura intelectual, el casticismo es propio de las clases populares, en cambio, donde fracasa, es algo más general.
El pueblo de tendencia casticista se niega a ser menospreciado y marginado, especialmente tras el ensalce de su idiosincrasia durante el Barroco, durante el cual trataba con el Rey de igual a igual. En esta oposición, el pueblo se vio auxiliado por la Iglesia y la aristocracia, enfrentados a su vez con los Ilustrados.
Tras la victoria irreversible de la cultura intelectual, ésta se ve atraída parcialmente por la cultura popular o a la inversa, como fue el caso de Don Ramón de la Cruz Cano y Olmedilla, quién afrancesó sus entremeses.
Reflexiones acerca del tradicionalismo y el casticismo
En el seno del tradicionalismo, el casticismo constituye una parte fundamental de hecho, pues mientras el tradicionalismo constituye la teoría de la tradición, el casticismo supone llevarlo a la práctica.
Las tradiciones suponen una evolución constante y tienen como núcleo al Pueblo, que decide aquello que hace o deja de hacer conforme a sus gustos y sin renunciar a su fondo espiritual. El tradicionalismo debe plegarse a esos gustos sabiendo distinguir entre la sociedad popular urbana y entre la sociedad popular tradicional.
Asimismo, los enemigos del tradicionalismo coinciden siempre con los enemigos jurados del casticismo. El liberalismo, tanto el conservador como el progresista, no buscan la defensa de la sociedad tradicional, sino la de aquella que la menosprecia y la perjudica, la urbana. Entre el liberalismo, destaca la actitud progresista, que busca la aniquilación abierta de la sociedad tradicional, lo castizo y el casticismo. De igual manera, el carlismo, movimiento tradicionalista por antonomasia, ve al liberalismo conservador y al progresista como enemigos igualmente perjudiciales y sin diferencias circunstanciales.
Todo el mundo moderno se divide en progresistas y en conservadores. La labor de los progresistas es ir cometiendo errores. La labor de los conservadores es evitar que esos errores sean arreglados. (G.K.Cherleston)
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