El pasado martes 27 de septiembre fue el aniversario de la independencia del Imperio Mexicano, un estado tristemente breve con un enorme potencial que nunca se pudo desarrollar. Por ese motivo debuto en este foro compartiendo este texto sobre la experiencia monárquica mexicana seguida de una reflexión. Espero que os guste
Fuente: https://deveniraustrohungaro.blogspot.com/2016/09/mexico-el-imperio-perdido-de-agustin-i.htmlMéxico es un país por el que siempre he sentido una especie de afinidad, pese a que nunca he tenido el placer de visitarlo. En mi introducción me autodefiní como hispánico, esto quiere decir que defiendo la cultura hispana formada como consecuencia de la expansión del Imperio Español y que, pese a los intentos de negarla y difamarla a ambos lados del Atlántico, sigue en pie y vigente.
Puede que de ahí venga mi interés por México. Se trata del país con mayor cantidad de hispanoparlantes, un catolicismo cultural fuertemente defendido e identitario además de contar con un tremendo potencial para poder liderar un bloque de naciones hispanoamericanas que defienda sus intereses frente al poderoso vecino anglosajón del norte. Debería ser para los españoles, en teoría, lo que para los ingleses es Estados Unidos o para los portugueses es Brasil: Un país que puedan mirar orgullosos y decir "Esta nación, nosotros ayudamos a crearla". En teoría.
En su lugar nos encontramos a un México pobre, arruinado, infestado por la corrupción, el narcotráfico, la violencia y sin más devenir que ser un patio trasero de maquiladoras y mano de obra barata para empresas americanas en el marco del TLCAN. Y nos preguntamos ¿Qué salió mal? ¿Por qué México está como está?
Dar una respuesta a esta pregunta se antoja complicado y tomaría no uno, sino veinte artículos para si quiera llegar a la mitad. Pero podríamos remontarnos a un evento que fue clave para el rumbo que tomaría México en el futuro: El efímero Imperio Mexicano.
La Guerra de Independencia Mexicana, que dio inicio el 16 de septiembre de 1810, con el Grito de Dolores había arrasado el antaño próspero Virreinato de Nueva España. Tras once años de intensa lucha, la guerra parecía llegar a su fin. Los guerrilleros separatistas habían sido diezmados y su causa estaba en vísperas del colapso total. Agustín de Iturbide, un general criollo realista, conservador y defensor de las tradiciones católicas había sido enviado a Iguala en 1820 para liquidar a las últimas fuerzas insurgentes en pie, lideradas por Vicente Guerrero.
Esto coincidió con el levantamiento del militar liberal y masón Rafael del Riego, el cual obligó al rey Fernando VII a jurar y aceptar la Constitución de 1812, transformando a España de una monarquía absolutista a una moderada. Esto alarmó al clero virreinal y a los realistas, incluyendo a Iturbide, quienes veían en la Constitución una amenaza a sus privilegios. Esto motivó a que Agustín decidiese pactar con los insurgentes de Guerrero en el llamado Plan de Iguala, el cual defendía entre otras cosas la independencia de México en el marco de una monarquía católica. Este plan logró convencer tanto a realistas como a independentistas, cerrando las heridas provocadas por la Guerra y unificando ambos bandos en el Ejército de las Tres Garantías.
El 24 de agosto de 1821, se firmó el Tratado de Córdoba con el virrey de Nueva España, Juan O'Donojú (de ascendencia irlandesa) donde se establece formalmente la independencia de México y el 27 de septiembre de ese mismo año el Ejército Trigarante marcha victorioso en la Ciudad de México. El Virreinato de Nueva España había madurado y se había convertido en el Imperio Mexicano con el general Agustín de Iturbide como Regente.
No tardaron en aparecer los problemas. Según el Plan de Iguala el título de Emperador de México le correspondería al rey Fernando VII de España, quien gobernaría en una unión personal, similar al modelo que adoptaría Gran Bretaña con sus Dominions. Sin embargo, el Rey en su necedad no solo no aceptó la corona, sino que prohibió a cualquier pariente suyo aceptarla y se negó a reconocer la independencia de México, empeñándose en reconquistarla manu militari.
En medio de una serie de tensiones debido a la negativa del Borbón a aceptar la Corona, el 18 de mayo de 1822 una manifestación popular exigió que Agustín de Iturbide fuese proclamado Emperador, lo cual aceptó. De ese modo, el Congreso lo coronó a él como Agustín I de México.
El Imperio Mexicano anexionó la antigua Capitanía General de Guatemala que en aquel ocupaba toda Centroamérica salvo Panamá, que pertenecía a Colombia. Esto convirtió a México en el país norteamericano más grande de su tiempo, extendiéndose desde California hasta Costa Rica.
Pese a ello, los problemas no cesaron. En esta ocasión vendrían de la mano de un personaje bastante controvertido en la historia mexicana: Antonio López de Santa Anna. Este peculiar individuo, apodado el "Napoleón del Oeste" tiene mérito por haber sido conservador y liberal, realista y republicano, federalista y centralista, mostrando carecer de principios y adaptarse siempre a lo que le convenga, un veleta vamos. Por eso y por sus fallidas campañas militares que hicieron que México perdiera casi la mitad de su territorio.
En febrero de 1823, Santa Anna lideró varios pronunciamientos por todo el imperio, los cuales fueron sofocados por el ejército, salvo uno: El de Veracruz, dado que Santa Anna tenía contactos con el general Echevarí, encargado de combatir la revuelta. Ambos generales suscribieron el Plan de Casa Mata, que exigía la adopción del modelo republicano federal, similar al de Estados Unidos. El plan se difundió rápidamente por todas las provincias, donde obtuvo apoyos de las mismas.
Esto dejó al emperador Agustín sin más apoyos que la Ciudad de México y un reducido Ejército Imperial. En marzo de 1823, Agustín I abdicó el trono, restituyó el Congreso (que había sido abolido tras una fallida intentona golpista, cometiendo el mismo error que Luis XVI) y huyó a Italia. Posteriormente volvería en 1824 para ayudar a su país a combatir a los españoles en sus intentos de reconquista, el Gobierno mexicano se lo "agradeció" ejecutándolo por fusilamiento.
Los Estados Unidos Mexicanos (nombre adoptado por la república federal) no prosperaron, sino que se hundió en el caos, la inestabilidad y el golpismo. En los once años que duró la I República tuvo la friolera de 9 presidentes y 2 triunviratos, de estos solamente Guadalupe Victoria logró completar su periodo. Se perdieron las provincias centroamericanas (a excepción de Chiapas, que decidió quedarse unida a la república), las cuales se organizaron en las Provincias Unidas de Centroamérica, un estado que rápidamente fue balcanizado y recolonizado por empresas americanas, entre ellas la United Fruit Company, con sus provincias transformadas en repúblicas bananeras regidas por dictaduras.
Por otro lado, se empezó a difundir la leyenda negra en México, la idealización de lo azteca, se realizaron masivas expulsiones de españoles bajo el pretexto de que servían como quintas columnas y comenzaron los primeros enfrentamientos contra la Iglesia.
Posteriormente, bajo la dictadura del ya mencionado Santa Anna, México adopta un modelo centralista que solo empeoró las cosas. Estallan rebeliones separatistas en Texas, Zacatecas y Río Grande. De todas estas, como bien sabemos, solo la primera lograría tener éxito, finalizando con la humillante captura de Santa Anna por los rebeldes texanos. Adicionalmente, México perdió más de la mitad de su territorio (la llamada Cesión Mexicana) tras perder una guerra con Estados Unidos, incluyendo estados como California, Utah, Nevada y Arizona. La República Centralista de México tuvo once presidentes en sus once años de existencia, de los cuales ninguno llegó a completar su período
En medio del caos provocado por la Guerra Mexicana-Americana, un golpe de estado liderado por José Mariano Salas derroca al Gobierno centralista colocando otro que restaura el federalismo y la Constitución de 1824. Para aquel entonces, México había perdido grandes territorios y se encontraba arruinado. La segunda República Federal tuvo 14 presidentes en 17 años, de los cuales solo José Joaquín de Herrera logró completar su mandato.
El país estaba a su vez dividido por los enfrentamientos entre conservadores y liberales. Esta rivalidad se agudizaría con la Reforma de Benito Juárez en 1854, la Guerra de Reforma y la Intervención Francesa en México...pero eso ya es otra historia.
Como puede verse, la adopción del modelo republicano solo trajo problemas a México. Transformó el Virreinato de Nueva España, en aquel entonces uno de los estados más potentes y prósperos del mundo, que fue incluso halagado por el explorador alemán Alexander von Humboldt en un país arruinado, caudillista, guerracivilista y destinado a ser un segundón en Norteamérica, a la sombra de su vecino norteño. Todo ello mientras el propio Gobierno escupía sobre su propia herencia hispánica y combatía a sus propias tradiciones religiosas en el nombre del "laicismo".
¿Pudieron las cosas haber sido de otra forma? Probablemente sí. Hay que tener en cuenta que cada nación tiene una cultura y mentalidad diferente a otras, por lo que puede que el modelo que funcione en un país A no funcione en un país B y viceversa. Eso puede verse hoy día en el mundo árabe viendo como los regímenes seculares de inspiración ilustrada liberal caen y retroceden (Siria, Irak, Turquía), mientras que las monarquías religiosas (Arabia Saudí, Jordania, Marruecos...) siguen en pie.
El modelo republicano federal laico pudo calar en Estados Unidos porque era compatible con la mentalidad protestante anglosajona. Sin embargo, en México estos principios no calaron y generaron una dicotomía con tendencia al guerracivilismo: Monárquicos vs Republicanos, Centralistas vs Federalistas, Conservadores vs Liberales, Antirreformistas vs Reformistas hasta llegar a la Guerra Cristera, que podría ser considerado el último choque de ese estilo.
En Estados Unidos, en cambio, siempre hubo un consenso de como debían ser las cosas. Por mucha diferencia de opinión que pudiese haber, por ejemplo, entre los federalistas y anti-federalistas, ninguno pensaba que se debía instaurar una monarquía o que se debía colocar a X iglesia protestante como oficial. Este "consenso" le dio estabilidad al país y permitió que progresara.
Si quisiéramos ver un ejemplo de como habría sido México de haber conservado la monarquía imperial de los Iturbide podemos fijarnos en el único país iberoamericano que adoptó tal modelo tras su independencia, el Imperio de Brasil, el cual da incluso para un artículo propio.
Brasil empezó igual que México, con un Gobierno poco estable y una rivalidad entre el Congreso y el Emperador. No fue muy estable, pues en sus primeros años tuvo que enfrentarse a varias guerras y rebeliones internas. El hecho de que su Emperador, Pedro I de Braganza huyese de Brasil tampoco ayudó mucho. Sin embargo, una vez que su hijo Pedro II alcanzó la mayoría de edad, el Imperio Brasileño experimentó un despegue en toda regla: Crecimiento económico, desarrollo artístico muy influenciado por la cultura europea, paz y estabilidad interna sin necesidad de recurrir a tiranos, inmigración europea que levantó más aún el país, expansión territorial y consolidación de Brasil como una potencia mundial a tener en cuenta. Incluso los más fervientes republicanos brasileños tomaron a Pedro II como un referente de como debería gestionarse un país.
No me cabe ninguna duda que si Brasil logró prosperar e incluso hoy en día es visto como la "Alemania" de Iberoamérica se debe a la estabilidad que proporcionó el reinado de Pedro II de Brasil. Incluso cuando Deodoro da Fonseca dio el golpe de estado que lo derrocó, pese a que la república fue un desastre, Brasil no decayó, siguió "tirando pa adelante" gracias a la base que tuvo. Nada de eso ocurrió con México, pues no conoció la paz y la estabilidad hasta la instauración del Porfiriato. Justamente los mayores períodos de crecimiento y prosperidad coinciden con el Porfiriato y la dictadura socialista del Partido Nacional Revolucionario (hoy transformado en el centrista, corrupto y clientelar PRI). Aunque en esos casos, se tuvo que recurrir a la represión y a la tiranía para mantener la paz.
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