CONCLUSIÓN
Lo primero que se evapora del registro histórico es la coetaneidad. A partir del incremento de las comunicaciones en la primera mitad del siglo XIX, los actores históricos han vivido envueltos por influencias visibles, tomadas de noticias verídicas o falsas sobre el mundo que les rodeaba. Los historiadores, probablemente de manera inevitable, no son conscientes de los múltiples cruces, digamos horizontales, que se viven en un momento y lugar determinados. Por ello, crean un retrato erudito pero vertical, lo que se ha llamado una "visión de túnel", que aisla unos protagonistas y resalta unas influencias como únicas, olvidando que su diseño es más un resultado del desconocimiento del historiador que de los factores propios de lo investigado. Por ejemplo, se habla de la utopía integrista de los Nocedal y del fundamentalismo religioso de la Guerra Carlista de 1872-1876 como si tales posturas significasen un aislamiento forzoso del mundo. Pero los integristas tenían un modelo latinoamericano bien querido: la dictadura católica de Gabriel García Moreno en Ecuador, ejercida entre 1861 y 1875. Un autor ultra-montano tan significativo como Francisco Navarro Villoslada, autor de la famosa novela Amaya, o los vascos del siglo VIII (1878) que tan efectivamente popularizó el discurso racial-ancestral euzkaldun, publicó su versión de una hagiografía del presidente-mártir ecuatoriano en 1892.
El trauma psicológico de 1898 transformó la visión española del mundo. En muchas partes de Europa, la "invención de la nación" dio lugar a una disyuntiva conceptual, que contraponía la macro-nación o imperio a un núcleo nacional duro y puro, exento de inmoralidades expansivas. Así la creación de la Alemania unificada provocó el enfrentamiento entre los partidarios de soluciones "grossdeutsch" y los favorables a una entidad reduccionista o "kleindeutsch". En Gran Bretaña, la expansión colonial, la proclamación del Imperio de la India y la propuesta de "Home Rule" para Irlanda dividieron la opinión pública entre los defensores de little England' y los que soñaban con una aún mayor "Greater Britain". Estos debates fueron muy longevos y subsistieron hasta que la post-guerra de 1945 dio al traste con los imperios como categoría internacional aceptable. Así, también la política española desde el '98 hasta la muerte de Franco (coincidente con la pérdida de la última "provincia" de ultramar) fue una confrontación ideológica pertinaz sobre la naturaleza imperial o restringida de España. Los "noventayochistas", de tanto huir del esquema imperial, se hicieron esencialistas de una España concentrada y, en consecuencia, castellanistas de hecho.
En general, a lo largo del siglo XX, la tradición liberal y de izquierdas se ha identificado con una "pequeña España", mientras que, como réplica rabiosa, la derecha ha sido todo lo neo-imperial que las circunstancias han permitido, al menos hasta pasada la "transición democrática" de los años 1976-1977. Que el aznarismo quisiera identificarse en I993-I996 con Azaña sólo ha sido la pública aceptación por la derecha constitucional del fin del recuerdo imperial. En paralelo, los nacionalismos competidores han asumido positivamente la perspectiva "pequeño-española" al afirmar su particularismo y reivindicar el derecho americano a la autodeterminación, olvidando al tiempo sus raíces, pero, de manera simultánea y algo perversa, han insistido en el esquema de España como conjunto imperial, para así poder demonizar a "Madrid y el centralismo" y mejor presentar sus legitimaciones diferenciadoras. En resumen, la historiografía ha seguido pautas ideológicas preestablecidas, buscando exclusivamente los orígenes de los nacionalismos hispánicos en dinámicas interiores, aisladas para cada caso. Y las influencias ideológicas externas se han buscado con inconsciente criterio eurocentrista. Pero el españolismo no nació en Madrid, ni fue producto únicamente de las guerras civiles peninsulares que debatían la organización interna del Estado. Y los nacionalistas catalanes, vascos, gallegos y canarios aprendieron su recurso dialéctico a la autodeterminación de los "mambises" que la ejercieron, mediante la guerra civil, en la Manigua cubana.
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