Las compañías irlandesas de los tercios embarcados, 1603-1639

13 enero, 2022

Por Eduardo de Mesa Gallego*
Universidad Autónoma de Madrid


Soldados de «naciones» para la Armada del Mar Océano: las compañías irlandesas de los tercios embarcados, 1603-1639

Tras la batalla y derrota de Kinsale (1602)1, un buen número de señores gaélicos e  hiberno-normandos2 se vieron obligados a abandonar Irlanda al ser declarados traidores y confiscados sus estados por las autoridades inglesas.
Durante la Guerra de los Nueve Años (1594-1603) la nobleza irlandesa había disfrutado del soporte externo de la Monarquía Hispánica y, lógicamente, hacia ella se encaminó al verse desterrada3.

Con la llegada a España de numerosos guerreros irlandeses que habían seguido a sus patronos al exilio, la Corona se encontró ante el dilema de qué hacer con aquellos hombres, por lo que el Consejo de Estado decidió emplearles en los ejércitos de la Monarquía.

A partir de 1603 algunos de ellos fueron organizados en compañías y comenzaron a servir en los Tercios embarcados de la Armada del Mar Océano. Hasta aquel  momento  sólo  cierto  número de italianos habían combatido como tropa  de “naciones” en la Armada, pues los reclutas de la propia península Ibérica habían sido suficientes para asegurar el pleno rendimiento de los Tercios en ella embarcados4.

Las  pocas  compañías  irlandesas  que  se  levantaron  se  tornaron  en  el  refugio de ciertos clanes gaélicos originarios de la provincia de Munster: especialmente los MacCarthy, los O’Driscoll y los MacSweeney, para quienes la piratería y la pesca habían sido el modo de vida durante siglos5.

Miembros de todos ellos habían formado parte de la primera oleada de refugiados que llegaron a la península después de la derrota y de la consiguiente retirada del cuerpo expedicionario español al mando de don Juan del Águila6.

Y fue en Galicia, concretamente en A Coruña, donde los exiliados crearon una nueva comunidad7. Muchos de ellos recibieron pensiones y ventajas en la guarnición de la ciudad, pero la situación llegó a ser insoportable para las finanzas de Galicia —además de para las de Castilla—, por lo que se procedió a reunir a los aptos para el servicio y se les encuadró en una compañía con destino a la Armada del Mar Océano8.


Infantería española hacia 1630. Dos mosqueteros y un piquero. Fuente: Colección Vinkhuijzen, Biblioteca Pública de Nueva York.

Esta decisión dio la oportunidad a los hombres del sur de Irlanda de servir directamente a la Corona y, por tanto, de ser recompensados. Las pensiones y ventajas de las guarniciones estaban sujetas a la posibilidad de ser reformadas, mientras que los sueldos devengados por el servicio, si bien podían sufrir años de atraso,  estaban asegurados9.

Hasta ahora los trabajos sobre los soldados irlandeses que sirvieron en los ejércitos de los Austrias se han centrado en su aportación a los frentes de Flandes y de la península Ibérica; la prestación en la Armada apenas ha recibido atención alguna10 . 

Por otra parte, los clanes más estudiados para explicar el rol militar de los exiliados irlandeses durante el siglo XVII han sido los O’Neill o los O’Donnell. Ambas circunstancias hacen que esta nueva perspectiva naval resulte novedosa y posibilite ahondar en el estudio del servicio irlandés a la Monarquía.

La carencia se explica  porque la información al respecto se halla muy diseminada entre cientos de legajos en la secciones del Consejo de Estado y de Guerra Antigua del Archivo General de Simancas.

He tratado de reconstruir la historia de las compañías irlandesas embarcadas mediante dos diferentes enfoques, aunque interconectados. El primero se centra en el análisis de la documentación administrativa de la Armada, y permite conocer los hechos  en  los  que  participó cada compañía; el segundo utiliza los  memoriales  de servicio presentados a los consejos de Estado y de Guerra y la prosopografía para identificar los oficiales y soldados que sirvieron en ellas y tratar de reconstruir sus carreras.

Desafortunadamente  los combates  y  el  mar  se  cebaron  con  las  unidades irlandesas, casi todas conocieron un triste final, ya fueran aniquiladas en combate, ya víctimas de diversos naufragios:

Tabla 1. Compañías irlandesas que sirvieron en los Tercios embarcados de la Armada del Mar Océano (1603-1639)


Fuente: IHCM, LR 20; AGS, GA, legs. 817, 883, 927, 1152, 1153, 1221, 1276, 3158

Debido  a  ello,  los  oficiales  irlandeses  que  sirvieron  en  la Armada  nunca  lograron ascender más allá del rango de capitán: no vivieron lo suficiente como para poder hacerlo. A los militares que sobrevivieron y requirieron una recompensa por sus servicios, el Consejo de Guerra les premió de igual forma que a sus camaradas españoles: todo un privilegio para una “nación” extranjera.

Una vez que los irlandeses consideraban que sus servicios merecían ser recompensados solían presentarse ante el Consejo con las cartas de recomendación que habían redactado para ellos el capitán-general de la Armada del Mar Océano o su alto mando, los maestres de campo de los Tercios embarcados o —en el caso de los soldados— sus propios capitanes.

Las cartas eran sencillas y usualmente subrayaban el sentido del deber del solicitante, el  tiempo que había servido, su lealtad a la Monarquía y su valentía y bravura en el combate.

A veces los peticionarios también mostraban recomendaciones obtenidas antes de su entrada en servicio, especialmente del arzobispo Florence Conry11.

El Consejo, al recibir la petición, la enviaba al “protector de los irlandeses”12 para que la estudiase y certificara la información expuesta en el memorial; tras su dictamen, que solía ser aceptado, se redactaba una consulta que pasaba al rey, quien tomaba la decisión final.

Este proceso —análogo al realizado para los soldados hispanos, a excepción del papel del “protector”— evidencia que los irlandeses estaban plenamente integrados en los ejércitos de los Austrias. Sus peticiones recibían la misma consideración que las expuestas por los españoles, independientemente de que obtuvieran —o no— lo que solicitaban.

La Armada del Mar Océano

No  obstante  la  importancia  vital  que  tuvo  la Armada  del  Mar  Océano  para el imperio global de los Austrias13, apenas ha sido estudiada, a pesar de la ingente documentación que sobre ella se conserva en Simancas14. La Armada fue creada en la década de 1580 y se compuso de barcos específicamente construidos para la guerra, que se desplegaron en varias escuadras con bases en diferentes puertos de la península, cada una con una identidad organizativa y una logística propias. En 1606 Felipe III ordenó la distribución de la Armada en tres bases de operaciones para defender las costas de España y para luchar en el Atlántico contra los enemigos de la Monarquía. 

La primera se repartía entre las Cuatro Villas de la Costa y los puertos de Guipúzcoa y Vizcaya, y estaba compuesta por quince navíos. La segunda, la lusitana —la más importante, con trece embarcaciones— recalaba en Lisboa. La tercera se encontraba en Andalucía, mayormente en Cádiz; desde ella operaban doce embarcaciones que guardaban el Estrecho de Gibraltar. Durante el reinado de Felipe IV la Armada fue reorganizada: los navíos en servicio llegaron a ser cincuenta y seis —cuarenta y seis financiados por Castilla y diez por Portugal—, de los que dieciocho formaban la Escuadra del Estrecho, aunque sus números variaron de un año a otro. Cada escuadra tenía capacidad para operar independientemente, pero también podía combinarse con las otras según las circunstancias15.

La infantería que servía en la Armada lo hacía encuadrada en Tercios formados por diferentes compañías aunque no todas de la misma “nación”, siendo ésta, por tanto, la única diferencia entre un Tercio típico y otro de la Armada; como ya se ha comentado, a comienzos del siglo XVII estos estaban compuestos por españoles, italianos e irlandeses.

Las compañías eran las unidades de combate por excelencia, ya que se distribuían entre las diferentes embarcaciones de cada flota: el Tercio era simplemente una entidad administrativa.

Las de italianos e irlandeses tenían el mismo pie u organigrama que las españolas, y sus efectivos variaban: durante el periodo al que nos referimos las irlandesas contaron con entre cuarenta y sesenta hombres, muy por debajo de los 200 requeridos en teoría. Una compañía típica de infantería embarcada estaba compuesta por los mismos oficiales que una de tierra: capitán, alférez, sargento y un cabo de escuadra por cada veinticinco soldados —todos ellos mandaban a la tropa en combate—, además de capellán, barbero, estandarte, dos tambores y un pífano. Los soldados estaban armados con picas, medias-picas (más fáciles de usar dentro de las embarcaciones), mosquetes y arcabuces. Cuando una unidad contaba con muy pocos efectivos se reformaba, y los supervivientes eran transferidos a otras compañías que continuaban en servicio activo16.

Los capitanes de cada compañía estaban autorizados a repartir ventajas ordinarias por un valor total de treinta escudos entre los soldados con mayores méritos. Este sistema facilitaba la creación de vínculos de lealtad y patronazgo entre los hombres y sus oficiales y servía de recompensa para fomentar el buen servicio.

Las ventajas particulares o los entretenimientos eran concedidos exclusivamente por el rey tras recibir las recomendaciones del capitán-general respecto del celo y la valentía del soldado peticionario, o en reconocimiento a los servicios prestados con anterioridad por su familia.

El reclutamiento de las compañías irlandesas

Durante los primeros compases del XVII se levantaron varias compañías de irlandeses en la península ibérica. Cuando lo consideró oportuno, el Consejo de Guerra —mediante la entrega de una comisión y las órdenes pertinentes— encargó a un capitán  que  formara  una  unidad;  sin  embargo  solo  dos  pudieron  operar  al mismo tiempo debido a la escasez de voluntarios17.

Describiré a continuación cómo se llevó a cabo la recluta de aquellas sobre las que dispongo de información.
La primera, en 1603, fue la de Hugh Mostyn —oficial galés que había servido en el ejército inglés de Irlanda pero que, al ser católico, entregó la plaza de Athenry a los irlandeses durante la Guerra de los Nueve Años y pasó a servir a Hugh Roe O’Donnell y posteriormente a la Monarquía18—. A pesar de no ser irlandés, se le había aceptado como tal: de hecho, su patente especificaba que, para introducir la disciplina entre los reclutas, era él el oficial más indicado de los de la “nación” irlandesa.


Un sello conmemorativo del ‘Tercio Irlanda’ realizado por la República irlandesa con valor de 32 peniques irlandeses.

La tropa se formó con soldados que se encontraban en Galicia, Castilla y Portugal, de los que algunos disfrutaban de ventajas o entretenimientos, y con otros que servían ya en compañías españolas. Tras reunir a los hombres en A Coruña, la compañía fue agregada al Tercio embarcado del maestre de campo Pedro Sarmiento19.

Al año siguiente Richard Burke también recibió patente de capitán para reunir a los peticionarios irlandeses que se encontraban en Valladolid y habían mostrado su deseo de servir en los ejércitos de la Monarquía. Burke era un soldado veterano que había servido anteriormente en Flandes y en la Escuadra de Galeras de Sicilia, y, además, sobrino de el MacWilliam Burke —cabeza de la rama MacWilliam de la familia  hiberno normanda Burke— que enviado por Hugh O’Neill y Hugh Roe O’Donnell ante Felipe III falleció durante su estancia en la península. Una vez que los soldados fueron concentrados en Lisboa, la unidad se encuadró dentro del Tercio de Esteban de Legorreta20. En la única muestra de 1604 que he encontrado de las dos compañías, los efectivos de la primera ascendían a siete oficiales y cincuenta y siete soldados, mientras que los de la segunda lo hacían a seis y sesenta y tres respectivamente21.

En diciembre de 1605, Mostyn y sus hombres —cinco oficiales y 110 soldados en ese momento— fueron transferidos a Flandes junto con el resto del Tercio de Sarmiento. Durante la travesía el convoy fue atacado por barcos holandeses a la altura del puerto inglés de Dover, y en la batalla, destacaron los soldados irlandeses.

Tras llegar a Flandes, la compañía fue asignada al Tercio irlandés de Henry O’Neill, en donde continuó en servicio22. Por su parte, la unidad de Burke había visto drásticamente reducidos sus efectivos a cinco oficiales y doce soldados, debido a que la mayoría de sus hombres prefirieron unirse a Mostyn en su viaje al Septentrión.

A pesar del escaso número, la compañía sirvió con la Armada —al mando de don Luis Fajardo— durante la campaña que destruyó el asentamiento holandés en las salinas de Araya, aunque tras concluir la operación, aquella fue finalmente reformada23.

No  se  levantaron  más  compañías  de  irlandeses  para  la Armada  hasta  1617, cuando se decidió crear una nueva con el numeroso grupo que incomodaba en la Corte  al  tratar  de  presentar  sus  peticiones  sin  el  debido  protocolo.

El  Consejo  de Guerra, tras estudiar el caso, propuso al rey que la unidad fuera concedida a Cornelius O’Driscoll24, a quien se ofrecería un salario de ochenta escudos como incentivo para  que aceptara el nombramiento.

O’Driscoll recibió su patente y órdenes para que esperara a sus hombres en A Coruña, a donde estos habían sido enviados de uno en uno  para evitar que pudieran protagonizar incidentes en las poblaciones por las que tenían que transitar desde Madrid. En 1620 la compañía servía en el Tercio del maestre de campo Gerónimo Agustín25.

En 1622 fue Denis MacCarthy26  quien solicitó al Consejo de Guerra que se le entregara patente de capitán para levantar otra compañía.

Los consejeros, tras debatir la  petición  respondieron  que  en  ese  momento  no  se  precisaba  de  una  nueva unidad de irlandeses; a cambio le fue entregada una carta de recomendación para el capitán-general de la Armada, don Fadrique de Toledo, en la que se le ordenaba que  se concediera al irlandés el mando de la primera que quedara vacante.

Sin embargo, finalmente MacCarthy recibió una patente con instrucciones para recoger a peticionarios irlandeses que volvían a molestar en Madrid. Al año siguiente fue enviado a Lisboa, y en vista de que los reclutas llegados desde la Corte no eran suficientes, se le permitió enrolar irlandeses en otros puertos españoles27 .

Desafortunadamente MacCarthy y sus hombres se ahogaron cuando el galeón Santa Catalina de las Cuatro Villas naufragó cerca de Sanlúcar de Barrameda el 28 de enero de 1629. Durante el año anterior, y por dos veces, MacCarthy había intentado infructuosamente entregar la capitanía a un sobrino28.

A  la  altura  de  1625,  debido  a  los  numerosos  enfrentamientos  con  diferentes flotas holandesas, se hizo patente la necesidad de aumentar el número de hombres para la Armada, por lo que no es de extrañar que el Consejo de Guerra ordenara que todos los irlandeses que quisieran servir en España lo harían obligatoriamente en las compañías embarcadas29.

La petición de patente realizada al año siguiente por William de Burgo30 fue aceptada: se le ordenó, como casi siempre, que recogiera a los irlandeses desocupados que vagaban por Madrid y otras ciudades para concentrarles en Cádiz31. 

Pero, al parecer, la leva no habría tenido éxito, puesto que no he encontrado traza alguna de la compañía en la documentación posterior del Consejo de Guerra.

En 1631 llegó desde Irlanda un grupo de soldados al mando de Daniel MacCarthy para servir en el Tercio que levantaba su primo, el conde de Desmond32 .

En diciembre los hombres marcharon desde San Sebastián hasta Madrid, donde MacCarthy, al que acompañaban 42 efectivos, pidió formalmente una patente de capitán  en recompensa por los servicios prestados por un familiar recientemente fallecido: el ya referido oficial Denis MacCarthy33 ; posiblemente Daniel era el sobrino al que Denis intentó entregar infructuosamente la capitanía.

El “protector de los irlandeses” en aquel momento don Juan de Velasco, aconsejó que se alistase a los hombres para formar una compañía de irlandeses para la Armada y que se entregara la patente y una ayuda de costa de 200 escudos a MacCarthy como recompensa; así mismo recomendó que, en caso de que llegaran más hombres desde la isla, fueran enviados a esta nueva unidad.

Tras pasar muestra a los soldados, muchos de ellos veteranos, Daniel fue nombrado oficialmente su capitán y Florence O’Driscoll su sargento, con  Phelim Supple, Thaddeus O’Neill, Theobald Roche y Maurice MacSweeney como aventajados; se les ordenó que se dirigieran a Lisboa, donde se necesitaban refuerzos urgentemente34 .

Queda pues de manifiesto que durante los primeros años del siglo XVII el Consejo de Guerra se vio obligado a levantar compañías irlandesas debido a la necesidad de expulsar de la Corte a los peticionarios que molestaban continuamente tanto a sus miembros como a los del Consejo de Estado; si los irlandeses querían recibir mercedes tendrían que realizar algún servicio en contraprestación.

Como oficiales se escogió a veteranos que conocían bien el arte de la guerra moderno y que habían demostrado gran fidelidad a la Monarquía y al catolicismo; así se aseguraba que los nuevos reclutas fueran instruidos eficazmente en poco tiempo y que su lealtad fuera inquebrantable.

En la década de 1630 había cambiado todo el sistema de alistamiento peninsular35. La necesidad imperiosa de hombres obligó a aceptar nuevos expedientes; por eso, muy probablemente, el Consejo de Guerra y el “protector de los irlandeses” estudiaron con tanta atención la propuesta de un desconocido como Daniel MacCarthy, cuya única carta de representación eran los servicios del fallecido Denis MacCarthy… y un buen número de reclutas.

La experiencia irlandesa en el Mediterráneo

A pesar de que la misión primordial de la Armada del Mar Océano era asegurar la defensa del Atlántico hispánico, cada vez fue más habitual que operara a ambos lados del Estrecho de Gibraltar, por lo que también protagonizó diversas acciones contra piratas berberiscos en el Mediterráneo.

El primer combate de entidad en el que se vieron envueltas las compañías irlandesas del que tenemos noticia tuvo lugar el 8 de diciembre de 1620, cuando la urca Imperial, guarnecida por la compañía de Arthur O’Morahon36, se enfrentó con una pequeña flota de corsarios cerca de Cartagena.

La urca abordó a la capitana enemiga mientras disparaba contra otras tres embarcaciones; según el oficial irlandés la victoria parecía próxima cuando un incendio en la nave hizo cambiar la suerte de la batalla. La mayoría de la marinería española y de los soldados irlandeses perecieron mientras  luchaban  envueltos  por  las  llamas;  otros  simplemente  se  ahogaron;  solo nueve miembros de la compañía sobrevivieron para ser conducidos a Argel junto a su capitán37.

O’Morahon fue vendido a un renegado griego que pretendía pedir rescate por él. Pero al darse cuenta de que el irlandés carecía de recursos económicos habría comenzado a tratarle con extremada crueldad.

Con la ayuda de otros prisioneros el capitán logró convencer a un oficial otomano de que le comprara para ser intercambiado por un hermano de éste cautivo en el lado cristiano.

Una vez que el Consejo de Guerra fue informado de la propuesta solicitó información sobre el prisionero; los oficiales de la Escuadra de Galeras de España comunicaron que había sido enviado como galeote a las galeras Santa Catalina o San Pedro el 24 de septiembre de 1620. 

Mientras tanto O’Morahon envió otra petición para ser intercambiado con rapidez si era posible38. Afortunadamente para el irlandés su cautiverio acabó el 10 de junio de 1622 cuando llegó a Orán tras el canje39.

Meses después solicitó que se le pagaran los atrasos devengados durante su prisión, ya que había contraído numerosas deudas tras su liberación; también rogó poder levantar de nuevo una compañía, tal y como habían hecho otros capitanes españoles en casos similares.

El Consejo aceptó ambas peticiones en recompensa a su conducta antes, durante y después de su captura. O’Morahon falleció en 1629  después de haber servido durante  veintiocho  años: quince  como aventajado en la Armada, diez y medio como capitán y otros dos y medio como prisionero en Argel40.

Su caso es un ejemplo extremo, pero describe las dificultades que  conocieron muchos soldados, no sólo irlandeses, que lucharon en el Mediterráneo contra los corsarios norteafricanos.

La suerte de la Imperial no fue el único fatal desenlace sufrido por las compañías irlandesas.

El 6 de octubre de 1622 la Armada del Mar Océano derrotó a una flota holandesa cerca de Málaga; después del combate, el galeón Nuestra Señora del Rosario, muy dañado en el combate, perdió contacto con el resto de la flota hispana tras una tormenta en el Estrecho de Gibraltar41.

El navío estaba al mando del mencionado Cornelius O’Driscoll, quien como capitán de mar y de guerra mandaba tanto a la marinería como a los integrantes de su compañía irlandesa. Apenas podía navegar, lo que provocó que fuera descubierto por un navío corsario más grande que no dudó en lanzarse al ataque.

El combate fue muy violento: Cornelius, su alférez Francis MacArthur, el sargento y muchos de sus hombres murieron, mientras otros cuarenta recibieron heridas de consideración. Al amanecer del día siguiente el galeón estaba rodeado por once embarcaciones corsarias, por lo que los supervivientes se rindieron  después de un breve combate y fueron enviados a Argel.

La suerte de los prisioneros se convirtió en preocupación para toda la comunidad irlandesa asentada en la Monarquía Hispánica.

Don Dermicio O’Sullivan Beare, conde de Berehaven, escribió al Consejo de Guerra informando de la situación en la que se encontraban varios de los soldados irlandeses42: el hijo primogénito de Cornelius O’Driscoll, llamado de igual forma, y dos de los sobrinos de Berehaven, que habían servido como aventureros43rogaban al noble que intercediera por ellos ante Felipe IV, pues necesitaban sus pagas y atrasos para poder sufragar el rescate.

Por su parte, Gerald Maurice FitzGerald, alférez del Tercio del conde de Tyrone44, viajó desde Flandes a España para requerir al Consejo de Guerra que hiciera lo posible por liberar a dos de sus familiares: el alférez James FitzGerald, capturado en la Imperial, y Robert FitzGerald, prisionero del Rosario.

Mientras se reunía el dinero para pagar el rescate, desde Argel se notificó que también se aceptaba intercambiarles por dos marineros tunecinos prisioneros en manos españolas.

Al conocer la nueva Gerald Maurice demandó que le fuesen entregados con prontitud, lo que los consejeros aceptaron.
Al cabo, y aunque Robert FitzGerald pudo pagar su propio rescate antes de que se acordaran los términos del intercambio45, la operación de canje estuvo al borde del fracaso cuando el sargento John Fleming46, que viajaba con uno de los prisioneros para efectuar el trueque, fue capturado a su vez en abril de 1625.

En Argel se decidió liberar a James, pero se mantuvo a Fleming como prisionero, quien languideció durante doce años en los baños de la ciudad hasta ser rescatado; a su vuelta pidió una ayuda de costa para poder tornar a servir en la Armada y la paga que le correspondía por los años que había pasado confinado. El Consejo decidió premiarle con la ayuda, sus atrasos y el rango de sargento reformado47.

Tal  vez  pueda  sorprender  comprobar  que  a  pesar  de  haber  sido  hechos  prisioneros, y de lo cruel que pudo ser el trato que hubieran recibido, muchos de los irlandeses, una vez liberados, decidieron continuar su carrera militar, ya fuera en el ejército o en la armada, tal y como muestra la decisión de Fleming.

También Florence O’Driscoll, liberado en 1624 gracias a la ayuda económica de un comerciante compatriota, recibió la asistencia que requería para volver a servir a su retorno a la península48. Florence MacCarthy, tras obtener una serie de recompensas combatió en una compañía española de la Armada cuando la reconquista de San Salvador de  Bahía49.

Y Thomas O’Heyne, después de ser rescatado por sus familiares y amigos,  pidió ser trasladado a Flandes50. Último ejemplo: Juan López de la Torre —irlandés naturalizado castellano— y Phelim Kavanagh, escapados de Argel junto a otros seis prisioneros irlandeses al lograr hacerse con el control de un pequeño navío, recibieron ventajas con las que continuaron su servicio en la Armada51.

Pero, no todos los cautivos de origen irlandés lograron pagar su rescate, ser intercambiados o escapar. En 1627 el conde de Berehaven informó al Consejo de Guerra  de  que  varios  irlandeses  perdidos  en  1620  y 1622  todavía  se  encontraban retenidos en Argel.

Según el noble, el problema para liberarles era la falta de recursos económicos de sus familias; y al ser extranjeros, las órdenes redentoras no estaban  dispuestas  a  pagar  sus  rescates. 

Le  parecía  injusto,  pues  las  compañías  irlandesas disfrutaban de los mismos privilegios que las españolas; más aún cuando los irlandeses, descendientes de los hijos del rey Míl, compartían con los españoles las mismas raíces íberas52.

Berehaven acababa su carta con la afirmación de que los soldados de su “nación” estarían mejor dispuestos a combatir si sabían que sus rescates iban a ser prontamente pagados por las órdenes religiosas.

El Consejo, aunque apoyó la propuesta, informó al rey de que el pago de los rescates debía ser realizado por la Corona, ya que las órdenes recibían el dinero de cada provincia de España para redimir a sus propios cautivos. Felipe IV dictaminó que aquellas debían sufragar los rescates de los irlandeses, aunque se les reembolsarían las cantidades invertidas53.

A pesar de los esfuerzos, en la década de 1630 aún había prisioneros irlandeses en Argel. Uno de ellos, Thaddeus O’Driscoll54, contó con el patronazgo de don Fadrique de Toledo, quien escribió al rey en propia recomendación y en de su padre, ya que los dos habían servido satisfactoriamente bajo su mando.

Se proponía intercambiar al arráez del Rosario —irónicamente el navío había sido capturado por la Armada— por el irlandés, pero surgió un problema cuando la familia de un soldado español pidió que se eligiera a su hijo para el canje. El Consejo de Guerra se vio obligado a examinar ambos casos para dictaminar quién debía ser el afortunado, confirmando al irlandés.

Felipe IV aceptó la propuesta, aunque dio órdenes de liberar al militar español lo más pronto posible. O’Driscoll fue liberado en 1633 tras once años de cautividad.

Un mercader también irlandés afincado en Málaga, Dermot MacCarthy, entregó 3.000 reales para cubrir los gastos del trueque, que fueron devueltos rápidamente por el liberado al recibir sus atrasos devengados en la Armada y los de su padre durante su servicio en Flandes55.

En 1636 otro prisionero del Rosario, Charles MacCarthy, pidió que se entregaran las pagas que se le debían para que su hermano, otro Dermot MacCarthy —quien había servido en la Armada desde 1619 hasta 1625 y desde el año siguiente en Flandes—, pagara su rescate.

El Consejo, tras recibir de fray Denis O’Driscoll la certificación de que eran hermanos, ordenó el pago de la cifra adeudada; pero la resolución se tomó tarde: Charles falleció antes de que su hermano pudiera llegar a Argel56.

Aquel mismo año se logró rescatar a Denis O’Mulryan, quien tras su vuelta a la península combatió junto a sus compatriotas durante la operación de socorro a Fuenterrabía en 163857; cuatro años después, a la edad de sesenta años, recibió un entretenimiento en pago a los servicios prestados y por las dolencias que sufría como consecuencia de su  cautiverio58.

En 1641 aún permanecía en Argel un prisionero del Rosario tras pasar diecinueve años recluido: el octogenario Cormac Phelan. Al recibir la petición para que se pagase su rescate, Felipe IV ordenó que se llevaran a cabo con rapidez todos los arreglos necesarios para asegurar su libertad lo más pronto posible59.

Recapitulamos: aunque solo dos compañías de irlandeses fueron hechas prisioneras por corsarios berberiscos, el impacto que dichos sucesos tuvieron para la comunidad exiliada irlandesa fue grande.

El conde de Berehaven y Gerald Maurice FitzGerald se presentaron ante el Consejo de Guerra para apelar por sus familiares. Se movilizaron los recursos económicos del grupo: varios mercaderes de la “nación” adelantaron las sumas necesarias para cubrir los gastos o el coste total de la redención.

Asimismo se recurrió a personajes influyentes en la Corte, como don Fadrique de Toledo, para conseguir la liberación de alguno de los soldados; y también a los “protectores de los irlandeses” —consejeros de Guerra que influían decisivamente en este órgano consultivo—.

Aunque hay que subrayar que fue Felipe IV quien decidió finalmente apoyar siempre a los soldados irlandeses que habían caído prisioneros, y hacerles entrega de las mercedes de las que eran acreedores tras su cautiverio.

Esta confianza fue agradecida por los soldados, muchos de los cuales decidieron volver a servirle.

MacSweeney y los ya citados Florence MacCarthy y Dermot MacCarthy, además del alférez Mahon O’Driscoll60 y el capitán Terence MacSweeney61.

La lucha contra los holandeses

En 1625, después de los desastres de 1620 y 1622, la única compañía irlandesa en pie era la de Denis MacCarthy, y ni siquiera disponía para entonces de los efectivos necesarios para poder operar.

De hecho, los irlandeses que sirvieron en la Armada durante la campaña de San Salvador de Bahía lo hicieron en unidades españolas: constan los soldados James O’Brien, Charles Wade, Eugene O’Sullivan, Alan MacSweeney y los ya citados Florence MacCarthy y Dermot MacCarthy, además del alférez Mahon O’Driscoll60 y el capitán Terence MacSweeney61.

En 1629, después de la referida pérdida en naufragio de la compañía de Denis MacCarthy, comenzó a servir la de su hermano Callaghan —con Eugene O’Sullivan, John FitzGerald y William Roche como aventajados—, que se distinguió en el Caribe y Sudamérica, especialmente en las campañas de las islas de Las Nieves y San  Cristóbal, bases de corsarios holandeses, ingleses y franceses62.

Recuperación de la isla de San Cristóbal. Pintado por Félix Castelo. La obra representa la recuperación de la isla de San Cristóbal en 1627 por las tropas españolas al mando de Fadrique Álvarez de Toledo Osorio (1580-1634), marqués de Villanueva de Valdueza y capitán general de la Armada del Mar Océano. Museo Nacional del Prado.

Y en 1632 se unió a la Armada la del también ya citado Daniel MacCarthy, sobrino de Denis y de Callaghan63.
En agosto de aquel año, tras pasar muestra, se registró que la unidad de Callaghan contaba con siete oficiales y treinta y nueve soldados mientras que la de Daniel lo hacía con cinco oficiales y cuarenta y nueve infantes64. Al año siguiente la flota del marqués de Cadereyta zarpó desde Cádiz para reconquistar la isla de San Martín, invadida por los holandeses.

Al llegar, el 24 de junio de 1633, se ordenó que  desembarcaran 1.300 hombres de los Tercios de la Armada, entre los que se incluían  las compañías irlandesas; el 1 de julio, tras duros combates en la jungla y la conquista de un fuerte por asalto, la isla volvía a manos hispánicas65. A finales de año ambas unidades estaban de regreso en Cádiz66.

En fin, a pesar de la importancia central que tuvo el enfrentamiento en el mar entre la Monarquía Hispánica y la República holandesa durante el segundo periodo de la Guerra de Flandes (1621-1648; sobre todo tras el comienzo de la Guerra de Pernambuco en 1630, cuando los Tercios embarcados fueron desplegados aún con más asiduidad en el Nuevo Mundo)67, la pérdida de una compañía y la escasez de hombres que sirvieron en las otras dos —noventa y cinco en total— hizo que el impacto de los soldados irlandeses en las operaciones de la Armada apenas fuera perceptible en el momento en el que la Corona tuvo que comprometer todos sus recursos militares.

Nueva desventura y más intentos de levantar compañías irlandesas

En 1636 el galeón San Francisco naufragó frente a las costas de Asturias; en el suceso fallecieron ahogados doscientos diez miembros de la tripulación de la nave, entre ellos muchos de los soldados de la compañía de Callaghan MacCarthy; solo hubo veintiséis supervivientes, de los que ocho fueron irlandeses68.

Tras el desastre,  Dermot MacCarthy —el soldado que había intentado rescatar a su hermano Charles y que luego sirvió en Bahía— se presentó ante el Consejo de Guerra y requirió que  se le reconociera como heredero de las pagas que aún se adeudaban del tiempo en el que habían servido su hermano y sus tíos, los capitanes Denis y Callaghan MacCarthy (Dermot también era, en consecuencia, hermano o primo del capitán Daniel MacCarthy); solicitó además que se le concediera una patente para levantar una compañía en Irlanda en reconocimiento de los servicios de sus familiares fallecidos.

El Consejo aceptó ambas peticiones, pero MacCarthy no fue capaz de reclutar soldados suficientes para su unidad69.
Cabe apuntar como curiosidad que, tras el naufragio, los  buceadores enviados a recuperar los cañones del galeón descubrieron varias cadenas de oro que habían pertenecido a Callaghan. Al ser informado del hallazgo, Felipe IV ordenó que fueran cortadas en piezas para pagar doscientas misas por el alma del capitán irlandés y que las sobrantes fueran entregadas a su familiar; así lo dispuso la Chancillería de Valladolid70.

Otro de los supervivientes, Maurice MacSweeney, había llegado al mando de un grupo de hombres que fue agregado a la unidad de Daniel MacCarthy en 163271.

Sabedor de la necesidad de hombres que tenía la Armada solicitó patente para levantar una compañía de cien hombres en la isla, tarea en la que debía auxiliarle David FitzGerald, también sobreviviente del naufragio y que sería su alférez72.

MacSweeney pasaría a la isla a reclutar los soldados, mientras FitzGerald los aguardaría en Lisboa. Pensaban que necesitarían al menos seis meses para completar la leva, entre otras cosas debido a los pocos navíos que navegaban hasta y desde Irlanda.

Diego Salcedo, el “protector de los irlandeses”, apoyó la propuesta en recompensa de los servicios de ambos y, tras recibir un segundo informe de su parte, el Consejo de Guerra aceptó el ofrecimiento73.

Dado que la leva no pudo realizarse aquel año, MacSweeney decidió servir en la compañía embarcada de Andrés de Legorreta; y, al tiempo, solicitó que se le entregara la compañía de Daniel MacCarthy, recientemente fallecido en Barcelona.

Para obtenerla contó con la ayuda de Juan Pereira, maestre de campo de un Tercio embarcado, quien avaló sus servicios y pidió al capitán-general de la Armada del Mar Oceáno que apoyara al irlandés en lugar de a los peticionarios que esperaban en Madrid; sin embargo, fue un tal Raymond FitzGerald quien al final logró el nombramiento.

En 1637, con la recomendación del capitán-general, MacSweeney obtuvo permiso para marchar a Irlanda e intentar levantar los hombres necesarios para su compañía; tras llegar a la isla llevó a cabo rápidamente la recluta, pero en el viaje de vuelta el bajel  en el que navegaban se hundió frente a la costa inglesa durante una fuerte tormenta, y del personal embarcado solo lograron sobrevivir MacSweeney y dos de sus soldados. 

Posteriormente el oficial irlandés fue transferido a Flandes por la embajada española, donde continuó su servicio a la Monarquía74.

Todos los expedientes que se habían puesto en práctica desde 1636 para tratar de levantar nuevas compañías fracasaron estrepitosamente; estos fiascos, pequeños en escala, se añadieron a los grandes que cosechó el Consejo de Guerra en sus tentativas por reclutar un Tercio de irlandeses para la Armada.

De los tres asientos que se acordaron —con el conde de Desmond, el conde de Berehaven y Martín Alfonso de Ataíde respectivamente—, ninguno tuvo éxito75. La Monarquía Hispánica necesitaba entonces hombres para los numerosos frentes en los que tenía que operar, pero la “nación” irlandesa no pudo proporcionarlos.

El fin de las compañías irlandesas en la Armada

A la altura de 1638, la única unidad irlandesa que seguía en activo en la Armada era la de Raymond FitzGerald, y contaba apenas con dieciséis hombres en sus filas76.

Dionisio  de  Castro,  otro  capitán  irlandés  naturalizado  castellano,  comandaba una compañía de “naciones” entre cuyos efectivos se contaban cinco irlandeses —el resto eran alemanes y valones—; había estado desplegada en Brasil desde 1635 a raíz de la lucha por Pernambuco, y regresó a la península Ibérica en 164177.

También había, como era usual, algunos soldados irlandeses en unidades españolas. Por su parte, el entretenido Louis O’Driscoll, heredero del señorío de Castlehaven, que había servido en varias flotas —entre ellas la de don Lope de Hoces, que condujo a los Tercios del conde de Tyrone y del conde de Tyrconnell desde Flandes a la península ese mismo  año78—, solicitó al concluir aquella misión ser nombrado capitán de una compañía de españoles79.

Al  fin,  en  1639,  tras  el  fallecimiento  del  capitán  Raymond  FitzGerald,  Phelim MacCarthy fue nombrado como su sucesor80; pero nunca pudo llegar a mandar  efectivamente la compañía; antes de que pudiera tomar posesión la unidad resultó aniquilada en la batalla naval de Las Dunas81.

La presencia de la “nación” irlandesa en la Armada había llegado a su punto final, aunque solo fuera por un tiempo. A partir de 1652, el denominado Tercio de irlandeses de la Armada serviría a la Monarquía Hispánica en varios frentes militares82.

Los soldados irlandeses de la Armada del Mar Océano

El intento de recrear el perfil del soldado irlandés en la Armada topa con el doble problema de la falta de información y la fragmentación de la escasa que he podido hallar.

Ninguno de los libros registros de las compañías irlandesas de la Armada ha sobrevivido, y los memoriales de los soldados presentan tan solo una breve explicación de sus servicios.

Solo una muestra, la de los cuarenta y dos hombres de Daniel MacCarthy, nos proporciona una sucinta descripción física y la edad de un grupo de reclutas para la Armada:

Tabla 2. Muestra de la compañía de Daniel MacCarthy (1632)



Su análisis resulta, sin embargo, enormemente revelador respecto de la importancia de las relaciones familiares dentro de la “nación” irlandesa.

Bastantes de sus miembros compartían lazos familiares: cinco MacCarthy y otros cinco O’Sullivan; cuatro MacSweeney; tres O’Hurley, FitzGerald y Murphy; y dos O’Donovan, Reagan y O’Dwyer.

Dicho factor parece muy relevante a la hora del reclutamiento; no debió de ser extraño que cuando uno de los miembros de una familia decidía alistarse, también lo hicieran hermanos, primos o vecinos. Por tanto, la unidad no solo se regulaba por las Ordenanzas Militares sino también por las relaciones de los grupos  familiares irlandeses y sus usos sociales.

Respecto de las descripciones físicas son muy simples, aunque llama la atención el alto número de cicatrices. La edad de los reclutas oscilaba entre los dieciséis a los cuarenta y cuatro años; la media se situaba en veintiséis años, lo que induce a pensar en tropas experimentadas: de hecho, al hacer la muestra de la unidad se comentó el alto porcentaje de veteranos; predominaban los elementos maduros que habían sobrevivido a sus primeros años de servicio.
Los factores que explican la salida de estos hombres de Irlanda habrían sido la situación política interna, la confrontación religiosa y las crisis agrarias que de tanto en tanto aquejaron a la isla durante los primeros cuarenta años del siglo XVII83.

El servicio militar era ciertamente peligroso, pero ofrecía más seguridades que la vida en Irlanda, un salario mensual, el apoyo de los camaradas y la posibilidad de ascender en el escalafón. Al final de sus carreras, si habían logrado sobrevivir, quienes decidieron dar el paso pudieron retirarse con honor y ser recompensados por el Consejo de Guerra.
No me es posible reconstruir el cursus honorum representativo de un soldado tipo, pues no cuento sino con un par de ejemplos: al presentar sus peticiones ante el Consejo no fueron más los que explicaron algo de su vida anterior. Los recordaré, no obstante, a título anecdótico.

Daniel Colan sirvió en las compañías de Denis y Callaghan MacCarthy. Nacido en Kinsale entre 1611 y 1614, su padre, Dermot Colan, habría sido sentenciado  a muerte por negarse a abrazar el anglicanismo, pena que le fue conmutada por el destierro tras pagar una considerable multa. Daniel comenzó a servir en la Armada  el 16 de julio de 1629, y tiempo más tarde recibió una ventaja ordinaria de dos escudos.

El capitán Callaghan MacCarthy alabó de él el valor mostrado en combate durante siete años, especialmente en las expediciones de don Fadrique de Toledo a la isla de San Cristóbal, de don Antonio de Oquendo a Pernambuco y en la conquista de la isla de San Martín por el marqués de Cadereyta. El capitán Fadrique Plunkett —naturalizado castellano, hermano del marqués de Mayo y capitán de una compañía española— también le recomendó por los servicios prestados por su abuelo y su padre durante la campaña de Kinsale.

En 1635 Daniel pidió ser trasladado a Flandes; el Consejo de Estado, después de recibir el informe positivo del marqués de Mirabel, “protector de los irlandeses”, le recomendó al Cardenal Infante, gobernador general de Flandes84.
El otro caso, menos representativo, es el de Owen O’Hagan, criado ya en España dado que sus padres tuvieron que abandonar Irlanda tras la Guerra de los Nueve Años; estudió Artes y Teología durante siete años; y a continuación sirvió en la Armada durante otros dos años con una ventaja.

Después decidió ser ordenado como sacerdote para pasar a ser el capellán de su antigua compañía85.

Para  ilustrar  el  cursus honorum  de  la  oficialidad  conozco  también  solo  dos ejemplos, ambos además de individuos que, curiosamente, no mandaron unidades irlandesas, sino españolas. Pero bien pudieran ser característicos.
El primero es el del ya mencionado Terence MacSweeney, un perfecto ejemplo de la movilidad de la que disfrutó el contingente irlandés dentro de las fuerzas armadas y de cómo habría sido asimilado por la sociedad española. Fue hijo de Maurice MacSweeney y Margaret O’Keeffe; su padre luchó contra los ingleses durante más de treinta años, tiempo en el que pudo auxiliar a los supervivientes de los naufragios de la jornada de 1588 y sumarse a la confederación de nobles irlandeses durante la Guerra  de  los  Nueve Años86.

Varios  miembros  de  su  familia  combatieron  durante el sitio de Ostende (1601-1604). Terence comenzó a servir en 1617 en la compañía de Íñigo Mendoza, del Tercio de Juan de Córdoba, desplegado en Lombardía.

En diciembre de 1620 fue nombrado capitán de una compañía de borgoñones. Al año siguiente se trasladó a España, donde fue recompensado con un entretenimiento de cuarenta escudos —una cifra nada desdeñable— para servir en el Tercio del conde de Tyrone en Flandes; sorprendentemente rechazó la merced aduciendo que desconocía la lengua gaélica ya que había sido educado como español, y el entretenimiento se le trasladó a la Armada.

En 1625 sirvió en la campaña de San Salvador de Bahía, donde fue herido al mandar un destacamento de cuarenta mosqueteros durante los combates.

A su vuelta a la península participó en la defensa de Cádiz contra el ataque angloholandés, y como recompensa se le concedió un hábito de la Orden de Calatrava. En 1629, durante la reconquista de la isla de Las Nieves, mandó otro destacamento en el asalto al fuerte que guardaba el puerto, y en 1633 sirvió en la de la isla de San Martín. Dos años después abandonó la Armada87.

El otro caso es el de Daniel O’Driscoll, hijo de Dermot O’Driscoll, hermano del señor de Castelhaven. Comenzó a servir en la Armada en 1618 con una ventaja de cincuenta escudos; durante su carrera se naturalizó castellano, y recibió un hábito de Santiago.

En 1637 solicitó que se le confiriera la capitanía de una compañía española, merced que habían alcanzado otros caballeros de origen irlandés; el monarca aceptó la petición como recompensa a los servicios y la lealtad del clan O’Driscoll y del propio Daniel, por lo que fue nombrado capitán de mar y de guerra88.

En 1638 participó en la batalla naval de Guetaria –con anterioridad al enfrentamiento había sido convocado para estar presente en el consejo de guerra presidido por don Lope de Hoces y el alto mando de la flota– y en el asedio de Fuenterrabía. 

Al año siguiente mandaba una compañía española de cuatro oficiales y 191 soldados en el galeón San Gerónimo, al frente de la cual encontró la muerte en la batalla naval de Las Dunas89.

Al cabo, en ambos casos queda de manifiesto la capacidad de los militares irlandeses para ascender en la cadena de mando de las fuerzas armadas de la Monarquía.

Conclusión

A la vista de la nueva documentación examinada, la característica más relevante de las compañías irlandesas fue, como ya se ha apuntado, la importancia de  los grupos familiares y sus relaciones internas a la hora de constituirse y servir. Varios de los capitanes provenían de la misma familia: Denis y Callaghan MacCarthy eran hermanos, y Daniel MacCarthy afirmaba ser su sobrino.

Cuatro apellidos fueron comunes entre los oficiales que lucharon en la Armada: MacCarthy, O’Driscoll, MacSweeney y FitzGerald90: pertenecían todos a clanes y familias que habían sido muy poderosas en el suroeste de Irlanda antes de la acción colonizadora inglesa de  finales del siglo XVI91; con todavía mayor precisión, en la zona más occidental de Munster,  un  área  con  numerosas  conexiones  marítimas  con  los  puertos  atlánticos de la península Ibérica.
Con seguridad, esta experiencia en el mar explica en buena medida que estos hombres sirvieran en la Armada una vez que se vieron desplazados de sus lugares de origen92.

Por otro lado, si se compara a estos clanes con los que solían comandar los Tercios irlandeses en Flandes o en la península93, sorprende la ausencia de los apellidos O’Neill y O’Donnell en la Armada. Solo he podido localizar a dos miembros de las compañías con dichos apellidos: el ya mencionado Thaddeus O’Neill y Cornelius O’Donnell, sargento de la compañía de Arthur O’Morahon94. Como posible hipótesis, la ausencia tal vez pudo deberse a que existiera un reparto de poder entre los clanes  y las familias que abandonaron Irlanda en 1602. Los O’Driscoll, MacCarthy y MacSweeney habrían recibido licencia de la Monarquía para permanecer en la península; y en una sociedad en la que la Corona recompensaba los servicios prestados encontraron su lugar en las compañías de los Tercios embarcados95. Los O’Driscoll fueron el clan más numeroso en la Armada; en cambio, apenas aparecen en los Tercios irlandeses desplegados en tierra en aquel mismo periodo.

Por su parte, los MacCarthy, un clan formado por varias ramas, sí fueron abundantes en ambos espacios; incluso uno de sus miembros mandó interinamente el Tercio del conde de Tyrone en Cataluña96.

Igual que había ocurrido en los Tercios de la “nación” que operaban en Flandes, los vínculos familiares influyeron positivamente en la efectividad de las compañías embarcadas en combate, al crearse rápidamente una cohesión —de por sí eran verdaderos “hermanos de sangre”— que solo un largo y continuo periodo de servicio otorgaba a unidades que no compartiesen tales lazos.

Aunque la misma entrega en la lucha pudo ser también su talón de Aquiles al suponerles un gran desgaste, tal y como parece demostrado, por ejemplo, en el comportamiento de la compañía de Cornelius O’Driscoll cuando su combate contra los piratas berberiscos.

También hay que subrayar que los irlandeses gozaron de la posibilidad de servir en unidades españolas, y no sólo como soldados, sino como oficiales, privilegio que ninguna otra “nación” obtuvo —a excepción de algún caso aislado— estuvieran o no naturalizados, pues las Ordenanzas Militares prohibían taxativamente que miembros de una “nación” sirvieran en unidades de otra.

Por tanto, el éxito de los militares irlandeses fue lograr ser asimilados por completo y en muy poco tiempo, tanto que parece que los propios españoles los habrían aceptado como una suerte de “españoles del norte”.
Otra  característica  a  destacar  es  la  facilidad  con  la  que  pudieron  trasladar sus servicios de la Armada al Ejército de Flandes y viceversa.

Por ejemplo, Daniel O’Riordan, tras llegar a España como paje del príncipe de Gales, decidió abandonar su servicio para abrazar la causa del catolicismo y luchar en su defensa. Sirvió en la  Armada durante ocho meses —de julio de 1627 a marzo de 1628—; después pasó a  Flandes, y de allí otra vez a la Armada97.

William Barry, quien sirvió tres años en la compañía de Denis MacCarthy, solicitó su traslado a Flandes tras serle denegado el ascenso a alférez en la Armada98.

Maurice Corban, veterano de Flandes, fue transferido a la Armada en 1629, de donde regresó en 1631 para morir tres años después99.

El  Consejo de Guerra no puso impedimento alguno a que los miembros de la “nación”  irlandesa sirvieran en un frente u otro, con lo que queda de manifiesto la confianza que la Monarquía depositó en ellos, al permitirles moverse con relativa facilidad dentro de sus territorios, oportunidad de la que no pudieron disfrutar todas las “naciones” al servicio de los Austrias.

La  posibilidad  de  traslado  no  fue,  además,  el  único  de  los  privilegios  —no explícitos pero sí implícitos— de los que disfrutaron los miembros de la “nación” irlandesa. Felipe IV siempre estuvo muy preocupado por recompensar los servicios de los veteranos irlandeses para que sirvieran de estímulo al resto del contingente. 

En 1621 Dermot O’Driscoll solicitó ser ascendido a alférez a pesar de haber servido solo  tres  años,  tiempo insuficiente  según  las  Ordenanzas Militares.  En  un  primer momento el rey denegó la petición —que el Consejo de Guerra había apoyado—, pero poco después le fue concedido el ascenso en base a los servicios del clan y del propio Dermot100.

En 1631 fue Peter Porter quien pidió ser ascendido a alférez, que  tampoco contaba con el tiempo de servicio requerido. El “protector de los irlandeses” informó a los consejeros de Guerra que había servido con coraje y bravura durante cuarenta y ocho meses y veintidós días, por lo que se decidió apoyar el ascenso a pesar de la oposición del marqués de Castañeda, quien adujo que tales nombramientos hacían que se sintiesen relegados los solicitantes que se atenían a lo estipulado.

A pesar de ello, el rey ordenó el ascenso de Porter a alférez para motivar a la “nación” irlandesa101. No siempre lograrían sus propósitos: Cornelius O’Driscoll pretendió ser ascendido a alférez, a pesar de haber servido solamente catorce meses, tras destacarse  en la toma del fuerte de la isla de San Martín.

El “protector de los irlandeses”, Diego Salcedo, aconsejó rechazar la petición dado el escaso tiempo que había militado en su bandera102. Lo mismo les ocurría con frecuencia a soldados españoles, italianos, valones…

En referencia a los privilegios que disfrutaron los soldados rasos y a las mercedes que por ello recibieron, hay que destacar el alto número de entretenimientos y ventajas particulares que les fueron concedidas, antes incluso de comenzar a servir efectivamente.

Al otorgarlos, el Consejo de Guerra reconocía, en la mayor parte de los casos, la defensa del catolicismo en Irlanda en nombre de la verdadera fe y de la Monarquía Hispánica —por parte del pretendiente o de sus mayores—, su noble estirpe y el deseo de permanecer al servicio de la Corona en sus fuerzas armadas.

Que los consejeros de Estado y de Guerra aceptasen que la Guerra de los Nueve Años se había librado con intención de favorecer a la Monarquía y que, por tanto, había que  recompensar el esfuerzo, las pérdidas y el exilio sufrido por los irlandeses representó un verdadero privilegio.

Ninguna otra “nación”, ni siquiera la española, recibió tantas ventajas particulares en términos relativos, mucho menos antes de iniciar su servicio. 

Al levantarse en 1604 la compañía de Richard Burke se concedieron treinta y cuatro entretenimientos —de entre nueve y veinte escudos— y veintinueve ventajas particulares —de dos a seis escudos—103; esto es: sesenta y tres infantes —todos y cada uno de los soldados rasos que la formaban según la muestra de aquel mismo año— disfrutaban de un estipendio adicional a sus pagas ordinarias.

El favorable trato se extendió durante todo el tiempo en que las compañías irlandesas sirvieron en la Armada —véase tabla 3—.
Por tanto, si bien el servicio en la Armada del Mar Océano acabó cobrando un muy alto precio al contingente irlandés, no es menos cierto que se llevó a cabo en un medio que en principio le era favorable y que se le recompensó tanto como a la “nación” naturalmente privilegiada de entre las que formaban los ejércitos  de los Austrias: la española.

Tabla 3. Soldados aventajados particulares en la Armada del Mar Océano (1621-1636)



Notas


* Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto HAR2014-53298-C2-2-P “Nuevas perspectivas de historia social en la ciudad de Madrid y sus áreas de influencia en la época moderna”, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad. Agradezco a Fernando Andrés Robres,  amigo y mentor, sus consejos y el apoyo que siempre me ha brindado; a él dedico este artículo.


  1. SilkE, J.J.: Kinsale: The Spanish Intervention in Ireland at the end of the Elizabethan Wars, Liverpool, 1970; MorGan, H. (ed.): The Battle of Kinsale, Bray, 2004; García HErnán, E. (ed.): The Battle of Kinsale, Valencia, 2013.
  2. Los gaélicos eran los habitantes nativos de Irlanda, poseían una cultura y un idioma propios y durante gran parte del siglo XVI permanecieron fuera del área de influencia del gobierno inglés. Los hiberno-normandos descendían de los colonizadores normandos, ingleses, galeses y flamencos que se habían asentado en diversas zonas rurales tras la invasión inglesa de Irlanda en 1169; durante la reconquista nativa del siglo XIV fueron “gaelizados” al adoptar la forma de vida gaélica, su lengua y fraguar alianzas matrimoniales con los primeros.
  3. O’scEa, C.: “The significance and legacy of Spanish intervention in West Munster during the battle of Kinsale”, en o’connor, T. y lyons, M.A. (eds.): Irish Migrants in Europe after Kinsale, 1602-1820, Dublín, 2003, pp. 32-63.
  4. Para dichas unidades embarcadas, véase Pi corrales, M.P.: “Los tercios en el mar”, Cuadernos de Historia Moderna. Anejos, V, 2006, pp. 101-134.
  5. O’MaHony, E.: “Baltimore, the O’Driscolls, and the end of Gaelic civilization, 1538-1615”, Mizen Journal, 8, 2000, pp. 110-127; kEllEHEr, C.: “The Gaelic O’Driscoll, lords of Baltimore, Co. Cork:  settlement, economy and conflict in a maritime cultural landscape”, en doran, L. y lyttlEton, J.  (eds.): Lordship in Medieval Ireland: Image and Reality, Dublín, 2008, pp. 130-159.
  6. Sobre dicha migración, véase García HErnán, E., y rEcio MoralEs, Ó.: “Extranjeros en la Corte: los irlandeses”, en MartínEz Millán, J. y ViscEGlia, Mª.A. (eds.): La Monarquía de Felipe III, 4 vols., Madrid, 2008-2009, iv, pp. 1276 1316; rEcio MoralEs, Ó.: El socorro de Irlanda en 1601 y la contribución del ejército a la integración social de los irlandeses en España, Madrid, 2002; idEM: España y la pérdida del Ulster: Irlanda en la estrategia política de la Monarquía Hispánica (1602-1649), Madrid, 2003, así como sus numerosos artículos. También o’scEa, C.: “Irish emigration to Castile in the opening years of the seventeenth century”, en duffy, P. (ed.): To and from Ireland: Planned Migration Schemes, c.1600-2000, Dublín, 2004, pp. 17-37; idEM: “From Munster to La Coruña across the Celtic Sea: emigration, assimilation, and acculturation in the Kingdom of Galicia (1601-40)”, Obradoiro de Historia Moderna, 19, 2010, pp. 9-38; scHüllEr, K.: Die beziehungen zwischen Spanien und Irland im 16. und 17. jahrhundert. Diplomatie, handel und die soziale integration katholischer exulanten, Münster, 1999; idEM: “Inmigrantes irlandeses en España en la primera mitad del siglo XVII: condiciones básicas para una integración”, en Villar García, Mª.B. (ed.): La emigración irlandesa en el siglo XVIII, Málaga, 2000, pp. 209-227; idEM: “Irish migrant networks and rivalries in Spain, 1575-1659”, en o’connor y lyons (eds.): Irish Migrants in Europe…, pp. 88-103.
  7. Rey castElao, O.: “Exiliados irlandeses en Galicia de fines del XVI a mediados del XVII”, en MEstrE, A. et al (eds.): Actas de la IV Reunión Científica de la Asociación Española de Historia Moderna, 2 vols., Alicante, 1997, ii, pp. 99-116; idEM: “Inmigrantes irlandeses en la Galicia del periodo moderno”, in Villar García (ed.): La emigración irlandesa…, pp. 185-205; idEM: “Exiliados irlandeses en Santiago de Compostela desde fines del XVI a mediados del XVII”, en García HErnán, E. et al. (eds.): Irlanda y la Monarquía Hispánica: Kinsale 1601-2001. Guerra, política exilio y religión, Madrid, 2002, pp. 89-112; saaVEdra VázquEz, M.C.: “La participación de Galicia  en el socorro de Irlanda y la comunidad irlandesa de la Coruña”, en García HErnán et al. (eds.): Irlanda y la Monarquía Hispánica…, pp. 113-136; o’scEa, c.: Surviving Kinsale. Irish Emigration and Identity Formation in Early Modern Spain, 1601-40, Manchester, 2015.
  8. O’scEa, C.: “The financial cost of Irish inmigration to Castile and Galicia (1601-1611)”, en PérEz tostado, I. y García HErnán, E. (eds.): Irlanda y el Atlántico Ibérico. Movilidad, participación e intercambio cultural (1580-1823), Valencia, 2010, pp. 95-110.
  9. SandoVal Parra, V.:  “La  política  de  administración  de  la  merced  en  la  Monarquía  Universal”, Initium, 17, 2012, pp. 209-262.
  10. JEnninGs, B. (ed.): Wild Geese in Spanish Flanders, 1582-1700, Dublín, 1964; HEnry, G.: The Irish Military Community in Spanish Flanders, 1586-1621, Dublín, 1992; stradlinG, R.A.: The Spanish Monarchy and Irish Mercenaries. The Wild Geese in Spain, 1618-1668, Dublín, 1994; MEsa, E. de:  The Irish in the Spanish Armies in the Seventeenth Century, Woodbridge, 2014.
  11. Hazard, B.: Faith and Patronage: the Political Career of Flaithrí Ó Maolchonaire, c.1560-1629, Dublín, 2010, pp. 137, 148.
  12. Para la figura del “protector de los irlandeses”, la única “nación” que contaba con ella en el Consejo  de Guerra, véase MEsa GallEGo, E. de: “The Irish ‘nation’ and the Councils of State and War, 1603-1644”, en rEcio MoralEs, Ó. (ed.): Redes de nación y espacios de poder. La comunidad irlandesa en España y la América española, 1600-1825, Valencia, 2012, pp. 155-170.
  13. Para una descripción de las campañas navales de la Monarquía durante el siglo XVII, véanse los tomos iii, iv y v de la obra de fErnándEz duro, C.: Armada Española desde la unión de los reinos de Castilla y de Aragón, 9 vols., Madrid, 1972-1973.
  14. Un trabajo reciente que nos permite observar la riqueza de dichos fondos es el de loMas cortés, M.: “La Armada del Mar Océano y la jornada de Túnez (1609)”, en La expulsión de los moriscos y la actividad de los corsarios norteafricanos, Madrid, 2011, pp. 21-46.
  15. Olesa Muñido, F.F.: La organización naval de los estados mediterráneos y en especial de España durante los siglos XVI y XVII, 2 vols., Madrid, 1968, i, pp. 521-525; tHoMPson, I.A.A.: War and Government in Habsburg Spain, 1560-1620, Londres, 1976, pp. 185-205. Para la marina española del siglo XVII también se pueden consultar sErrano ManGas, F.: Armadas y flotas de la Plata (1620-1648), Madrid, 1989; PHilliPs, C.R.: Seis galeones para el Rey de España. La defensa imperial a principios del siglo XVII, Madrid, 1991; otEro lana, E.: Los corsarios españoles durante la decadencia de los Austrias. El corso español del Atlántico peninsular en el siglo XVII (1621-1697),  Madrid, 1992; GoodMan, D.: El poderío naval español. Historia de la armada española del siglo XVII, Barcelona, 2001.
  16. Ordenanzas del buen gobierno de la Armada del Mar Océano de 24 de Enero de 1633, Barcelona, 1678, fols. 20-21.
  17. Para  una  explicación  de  esta  modalidad  de  reclutamiento,  véanse tHoMPson:  War and Government…, pp. 107-116; rodríGuEz HErnándEz, A.J.: Los Tambores de Marte. El reclutamiento en Castilla durante la segunda mitad del siglo XVII (1648-1700), Valladolid, 2011, pp. 87-144.
  18. Carr,  A.D.:  “The  Mostyns  of  Mostyn,  1540-1642”,  Flintshire Historical Society Journal,  28, 1977-1978, pp. 17-37, en especial pp. 23 y 37.
  19. La patente había sido expedida el 12 de mayo de 1603. Instituto de Historia y Cultura Militar (a partir de ahora IHCM), Libro-Registro (LR) 20, fols. 54 y 206; Archivo General de Simancas (AGS), Estado (E), legajo (leg.) 2741. Consulta del Consejo de Estado, 15 marzo 1603; AGS, E, leg. 2768. Consulta del Consejo de Estado, 15 junio 1606.
  20. IHCM, LR 20, fol. 206; AGS, Guerra Antigua (GA), leg. 688, fol. 196; AGS, GA, leg. 653, fol. 291. Consulta del Consejo de Guerra, 16 octubre 1606.
  21. AGS, GA, leg. 3188. Relación de la gente de mar y guerra que hay en la Real Armada del Mar Océano, 1604.
  22. AGS, GA, leg. 651, fol. 67; AGS, GA, Servicios Militares (SM), leg. 28, fol. 86. MEsa GallEGo, E. de: La pacificación de Flandes. Spínola y las campañas de Frisia (1604-1609), Madrid, 2009, pp. 67-68.
  23. AGS, GA, leg. 651, fol. 80. VarEla Marcos, J.: Las salinas de Araya y el origen de la Armada de Barlovento, Caracas, 1980, p. 179; torrEs raMírEz, B.: La Armada de Barlovento, Sevilla, 1981, pp. 6-24.
  24. Cornelius era el hijo primogénito de Finn O’Driscoll, señor de Baltimore. En 1602 Cornelius había recibido ochenta escudos de entretenimiento en A Coruña para tratar de compensar la pérdida de los estados de la familia en Irlanda después de la Guerra de los Nueve Años. En 1606, al crearse el Tercio de Henry O’Neill, recibió la patente de capitán de una compañía formada por irlandeses que disfrutaban de entretenimientos en A Coruña con la que posteriormente pasó a los Países Bajos. Durante la reformación del Ejército de Flandes —entre 1609 y 1611— O’Driscoll vio reducida su soldada pero decidió permanecer en servicio hasta 1616, fecha en la que pidió licencia para volver a España. Su petición fue aceptada el 2 de septiembre, cuando dejó su compañía. El archiduque Alberto escribió a Felipe III en recomendación del capitán irlandés y de sus servicios. JEnninGs: Wild Geese…, pp. 95, 150-151; MEsa GallEGo: La pacificación de Flandes…, p. 173.
  25. AGS, GA, LR 121, fols. 192-193; AGS, GA, leg. 817. Consulta del Consejo de Guerra, 24 septiembre 1617; AGS, GA, SM, leg. 77, fol. 37. Relación de los entretenidos y aventajados que hay en la Armada del Mar Océano, 6 junio 1620.
  26. Denis era miembro de la casa de Clancarty. Comenzó a servir en A Coruña en 1604 con veinte escudos de entretenimiento, y en 1618 fue transferido a la Armada.
  27. AGS, GA, leg. 883. Consulta del Consejo de Guerra, 10 junio 1622; AGS, GA, SM, leg. 15, fol. 89; AGS, GA, LR 131, fol. 359; AGS, GA, LR 138, fol. 44; AGS, GA, LR 140, fol. 65; IHCM, LR 28, fol. 88 y IHCM, LR 29, fol. 304.
  28. AGS, GA, leg. 1095. Consulta del Consejo de Guerra, 19 noviembre 1634; AGS, GA, leg. 1152. Consulta del Consejo de Guerra, 29 octubre 1636; AGS, GA, LR 138, fols. 193-194.
  29. AGS, GA, leg. 912. Consulta del Consejo de Guerra, 24 abril 1625; AGS, GA, leg. 912. Consulta del Consejo de Guerra, 22 diciembre 1625.
  30. William era caballero de la Orden de Santiago e hijo de John de Burgo, barón de Brittas. WalsH, M.K. (ed.): Spanish Knights of Irish Origin, 4 vols., Dublín, 1960-1978, i, pp. 8-9.
  31. AGS, GA, leg. 927. Consulta del Consejo de Guerra, 1 enero 1626.
  32. Para el reclutamiento fallido del Tercio, véase MEsa: The Irish in the Spanish Armies…, pp. 111-114
  33. AGS, GA, leg. 3158. Junta de Reformación, 12 diciembre 1632.
  34. AGS, GA, leg. 1032. Consulta del Consejo de Guerra, 24 diciembre 1631; AGS, GA, leg. 1052. Consulta del Consejo de Guerra, 14 enero 1632.
  35. RodríGuEz HErnándEz, A.J.: “Los primeros ejércitos peninsulares y su influencia en la formación del estado moderno durante el siglo XVII”, en GonzálEz Enciso, A. (ed.): Un estado militar: España 1650-1820, Madrid, 2012, pp. 19-64; JiMénEz EstrElla, A.: “El reclutamiento en la primera mitad del XVII y sus posibilidades venales”, en andúJar castillo, F. y fElicEs dE la fuEntE, M. (eds.): El poder del dinero. Ventas de cargos y honores en el Antiguo Régimen, Madrid, 2011, pp. 169-190.
  36. O’Morahon había comenzado a servir en la Armada el 4 de julio de 1609; dos años después le fue  concedida una ventaja particular. AGS, GA, leg. 3146. Relación de los entretenimientos y ventajas particulares, 31 agosto 1611.
  37. AGS, GA, leg. 883. Consulta del Consejo de Guerra, 14 enero 1622.
  38. AGS, GA, leg. 883. Consulta del Consejo de Guerra, 4 marzo 1622; también en AGS, GA, LR 131, fol. 150.
  39. Sobre la cautividad de soldados en el Norte de África, véase tarruEll PEllEGrin, C.: “Servir tras un largo cautiverio: trayectorias de los soldados cautivados en defensa de la Monarquía (1574-1609)”, en MartínEz alcaldE, M. y ruiz ibáñEz, J.J.: Felipe II y Almazarrón: La construcción local de un imperio global. Vivir, defender y sentir la frontera, Murcia, 2014, pp. 293-310.
  40. AGS, GA, leg. 884. Consulta del Consejo de Guerra, 29 octubre 1622; AGS, GA, leg. 883. Consulta del Consejo de Guerra, 24 noviembre 1622; AGS, GA, leg. 1011. Consulta del Consejo de Guerra, 14 abril 1630.
  41. fErnándEz duro: Armada Española…, iv, pp. 16 y 20.
  42. AGS, GA, leg. 883. Consulta del Consejo de Guerra, 9 diciembre 1622.
  43. Los aventureros servían sin paga; pero durante el tiempo en que estaban embarcados recibían las  mismas raciones de alimentos y asistencias que el resto de los soldados. Ordenanzas del buen gobierno…, fol. 6.
  44. Para su carrera, véase: MEsa, E. de: “Glimpses of Irishmen in Spanish armies, 1621-1644”, The Irish Sword, 117, 2014, pp. 268-309, en este caso pp. 272-273; idEM: The Irish in the Spanish Armies…, p. 18.
  45. AGS, GA, leg. 900. Consulta del Consejo de Guerra, 31 agosto 1624; AGS, GA, leg. 912. Consulta del Consejo de Guerra, 2 abril 1625.
  46. Fleming había servido durante más de doce años en la Armada del Mar Océano —desde el 14 de diciembre de 1613 hasta el 14 de marzo de 1625—. Participó en la conquista del puerto de La Mamora y en varios enfrentamientos contra la armada holandesa, incluida la victoria de la flota de don Fadrique de Toledo frente a Gibraltar el 10 de agosto de 1621. Curiosamente, según la historiografía holandesa, dicha victoria española habría sido una derrota: bruiJn, J.R.: The Dutch Navy of the Seventeenth and Eighteenth Centuries, Columbia, 1990, p. 25.
  47. Posteriormente Fleming requirió ser trasladado a Flandes; se le entregaron 500 reales para el viaje,  el entretenimiento de sargento reformado y una carta de recomendación. En 1638 se encontraba aún  en España: consta su participación en una recluta fallida de irlandeses; al año siguiente comenzó a  servir en el Tercio de Tyrone, entonces desplegado en Navarra. AGS, GA, leg. 1181. Consulta del Consejo de Guerra, 26 junio 1637; AGS, GA, leg. 3170. Junta de Armadas, 21 abril 1638; AGS, GA, LR 175, fol. 56; AGS, Consejo y Juntas de Hacienda (CJH), leg.786. El sargento Juan Flaman; AGS, E, leg. 2801. Consulta del Consejo de Estado, 14 marzo 1638; AGS, E, leg. 2801. Consulta del Consejo de Estado, 26 mayo 1638; AGS, GA, leg. 1234. El sargento Juan Flaman, 26 marzo 1638; AGS, GA, leg. 1291. Relación de los entretenidos y reformados, 4 octubre 1639.
  48. Era sobrino de Cornelius O’Driscoll. AGS, GA, leg. 912. Consulta del Consejo de Guerra, 2 abril 1625; AGS, E, leg. 2753. Consulta del Consejo de Estado, 2 septiembre 1625.
  49. AGS, GA, LR 131, fols. 40-41; AGS, GA, SM, leg. 18, fol. 216; AGS, GA, leg. 900. Consulta del Consejo de Guerra, 5 agosto 1624; AGS, GA, LR 140, fol. 132; AGS, E, leg. 2754. Consulta del Consejo de Estado, 12 julio 1627; AGS, E, leg. 2755. Consulta del Consejo de Estado, 27 enero 1628. Para su carrera, véase MEsa: “Glimpses of Irishmen…”, p. 307.
  50. Comenzó a servir en Flandes en 1613, en agosto de 1620 pidió ser trasladado a la Armada. AGS, GA, leg. 913. Consulta del Consejo de Guerra, 12 octubre 1625; AGS, E, leg. 2788. Consulta del Consejo de Estado, 3 julio 1626; AGS, E, leg. 2753. Consulta del Consejo de Estado, 4 agosto 1626.
  51. López de la Torre había servido en la Armada durante veintiún años antes de ser capturado. AGS,  GA, leg. 954. Consulta del Consejo de Guerra, 14 julio 1627; AGS, GA, leg. 954. Consulta del Consejo de Guerra, 18 agosto 1627.
  52. Para  el  mito  de  los  milesios,  véanse  doWnEy,  D.M.:  “Catholicism,  Milesianism  and  Monar- chism: the facilitators of Irish identification with Habsburg Spain”, en García HErnán, E. y rEcio MoralEs, Ó. (eds.): Extranjeros en el Ejército. Militares irlandeses en la sociedad española, 1580-1818, Madrid, 2007, pp. 167-178; GillEsPiE, F.: “Míl Espáine and links between Ireland and Spain”, en larkin, F.M. (ed.): Librarians, Poets and Scholars. A Festschrift for Dónall Ó Luanaigh, Dublín, 2007, pp. 270-281.
  53. AGS, GA, leg. 954. Consulta del Consejo de Guerra, 18 agosto 1627.
  54. Thaddeus era hijo de Dermot O’Driscoll, hermano del señor de Castlehaven.
  55. AGS, GA, leg. 1011. Consulta del Consejo de Guerra, 10 mayo 1630; AGS, CJH, leg. 717. Don  Tadeo Odriscol; AGS, E, leg. 2760. Consulta del Consejo de Estado, 28 noviembre 1634; AGS, GA, leg. 1121. Consulta del Consejo de Guerra, 14 agosto 1635; AGS, CJH, leg. 717. Don Tadeo Odriscol.
  56. AGS, E, leg. 2801. Consulta del Consejo de Estado, 26 noviembre 1633; AGS, GA, leg. 1152. Consulta del Consejo de Guerra, 5 noviembre 1636; AGS, CJH, leg. 756. Que por el Consejo de Guerra se ha resuelto; AGS, E, leg. 2801. Consulta del Consejo de Estado, 23 marzo 1638.
  57. MEsa: The Irish in the Spanish Armies…, pp. 144-147.
  58. O’Mulryan comenzó a servir en la Armada el 22 de febrero de 1618. AGS, CJH, leg. 786. Avisa haber resuelto su Majestad; AGS, GA, leg. 1181. Consulta del Consejo de Guerra, 27 mayo 1637;  AGS, GA, leg. 1181. Consulta del Consejo de Guerra, 26 junio 1637; AGS, GA, leg. 3175. Consulta del Consejo de Guerra, 22 noviembre 1640; AGS, CJH, leg. 813. Dionisio Molrrian, 6 diciembre 1640; AGS, GA, leg. 1448. Dionisio Molrrean, 14 julio 1642; AGS, GA, leg. 3206. Consulta del Consejo de Guerra, 29 agosto 1642.
  59. AGS, GA, leg. 1399. Cormacio Fuelan, 28 junio 1641; AGS, GA, leg. 1399. Cormacio Fuelan, 11 septiembre 1641.
  60. Mahon era primo y alférez del capitán Cornelius O’Driscoll, aunque antes del apresamiento del  Rosario comenzó a servir como entretenido cerca del capitán-general de la Armada; falleció en  1629. AGS, GA, leg. 817. Consulta del Consejo de Guerra, 2 noviembre 1617; AGS, GA, leg. 992. Consulta del Consejo de Guerra, 24 noviembre 1629.
  61. AGS, GA, LR 140, fol. 127. ValEncia y GuzMán, J. de: “Compendio historial de la jornada del Brasil y sucesos de ella”, en Colección de documentos inéditos para la historia de España, lv, Madrid, 1870, pp. 43-200, en especial pp. 102-103.
  62. Callaghan había comenzado a servir en 1624 con una ventaja de seis escudos. AGS, GA, leg. 900.  Consulta del Consejo de Guerra, 9 agosto 1624; AGS, GA, LR 140, fol. 113; AGS, GA, SM, leg. 12, fol. 17.
  63. AGS, GA, leg. 3158. Junta de Reformación, 12 diciembre 1632.
  64. AGS, GA, leg. 1070. Relación de la infantería, 28 agosto 1632.
  65. Fernández Duro: Armada Española…, iv, pp. 112-117; MatHEWs, T.G.: “The Spanish domination of Saint Martin (1633-1648)”, Caribbean Studies, 9, 1969, pp. 3-23.
  66. AGS, GA, LR 169, fols. 275-276.
  67. Alcalá-zaMora y quEiPo dE llano, J.: España, Flandes y el Mar del Norte (1618-1639). La última ofensiva europea de los Austrias madrileños, Barcelona, 1975; israEl, J.I.: La República holandesa y el mundo hispánico, 1606-1661, Madrid, 1997.
  68. AGS, GA, leg.1152. Consulta del Consejo de Guerra, 2 octubre 1636; AGS, GA, LR 174, fol. 15.  Uno de ellos, Maurice de Courcy pidió una ayuda de costa para volver a servir en la Armada. AGS,  GA, leg. 1152. Consulta del Consejo de Guerra, 9 junio 1636. La orden de pago está en AGS, CJH, leg. 749. Mauricio Curssi.
  69. AGS, GA, leg. 1152. Consulta del Consejo de Guerra, 29 octubre 1636.
  70. AGS, GA, LR 174, fol. 82.
  71. MEsa: The Irish in the Spanish Armies…, p. 113.
  72. Para la carrera de FitzGerald, véase MEsa: “Glimpses of Irishmen…”, p. 307.
  73. AGS, GA, SM, leg. 89, fol. 75; AGS, GA, leg. 1153. Consulta del Consejo de Guerra, 3 marzo 1636; AGS, GA, LR 179, fol. 202.
  74. AGS,  GA,  leg.  3172.  Consulta  del  Consejo  de  Guerra,  31  agosto  1639; AGS,  GA,  leg.  1214. Consulta  del  Consejo  de  Guerra,  23  agosto  1638.  Para  su  carrera,  véase  MEsa:  “Glimpses  of Irishmen…”, p. 303.
  75. Véase MEsa: The Irish in the Spanish Armies…, pp. 111-119.
  76. AGS, GA, leg. 1221. Conde de Biraven, 29 abril 1638.
  77. AGS, GA, SM, leg. 15, fol. 94. Para su carrera, véase MEsa: “Glimpses of Irishmen…”, p. 306.
  78. MEsa: The Irish in the Spanish Armies…, p. 137.
  79. AGS, GA, leg. 1233. Luis Odriscol, 18 agosto 1638.
  80. AGS, GA, leg. 1276. Su Majestad manda se vea un memorial, 22 febrero 1639. Posteriormente  Phelim sirvió en el Tercio de Tyrone, con distinción durante el sitio de Tarragona en 1641, y tras  más de doce años de servicio obtuvo una capitanía en dicho Tercio. AGS, GA, leg. 1440. El memorial incluso del capitán don Felix Carti, 23 noviembre 1641; AGS, GA, leg. 1445. Servicios del capitán don Felix Carti, 21 septiembre 1641.
  81. En 1642 un superviviente de la batalla, Denis O’Driscoll, tras ser liberado de su prisión en Holanda,  pidió una ayuda para volver a servir en la Armada. AGS, GA, leg. 1430. Consulta del Consejo de  Guerra, 12 febrero 1642.
  82. Rodríguez HErnándEz, A.J.: “La presencia militar irlandesa en el ejército de Extremadura (1640-1668)”, en PérEz tostado y García HErnán (eds.): Irlanda y el Atlántico Ibérico…, pp. 127-153.
  83. GillEsPiE, R.: “Harvest crises in early seventeenth century Ireland”, Irish Economic and Social History, 11, 1984, pp. 5-18; canny, N.: Making Ireland British, 1580-1650, Oxford, 2001, passim.
  84. AGS, GA, SM, leg. 12, fol. 17; AGS, CJH, leg. 742. Daniel Colan; AGS, E, leg. 2798. Consulta del Consejo de Estado, 4 abril 1635.
  85. AGS, E, leg. 2753. Consulta del Consejo de Estado, 2 septiembre 1625.
  86. Maurice llegó a España como miembro del séquito del señor de Berehaven en 1604. WalsH, M.K:  “O’Sullivan Beare in Spain: some unpublished documents”, Archivium Hibernicum, 45, 1990, pp.  46-63, en este caso p. 52.
  87. AGS, E, leg. 1854. Terencio de Suny, 24 septiembre 1623; AGS, GA, leg. 950. Consulta del Consejo de Guerra, 1 junio 1627; AGS, GA, SM, leg. 26, fol. 17; AGS, CJH, leg. 735. Que por consulta  del Consejo de Guerra se ha acordado se paguen a Don Terencio Suine.
  88. AGS, GA, leg. 3170. Junta de Armadas, 13 enero 1638; AGS, GA, leg. 1152. Consulta del Consejo  de Guerra, 9 mayo 1636; AGS, GA, LR 174, fols. 74-75. WalsH: Spanish Knights of Irish Origin…, i, pp. 14-16.
  89. AGS, GA, leg. 3170. Junta de Armadas; AGS, GA, LR 175, fol. 69; AGS, GA, leg. 1272. Don  Daniel Odriscol; AGS, GA, leg. 1284. Relación de la gente de mar y guerra, 11 agosto 1639; AGS, GA,  leg.  1264.  Consulta  del  Consejo  de  Guerra,  23  noviembre  1639; AGS,  GA,  LR  180,  fols. 154-155. fErnándEz duro: Armada Española…, iv, p. 176. Con la intención de demostrar que los irlandeses no recibieron ningún privilegio especial durante el siglo XVII y que, en cambio, pudieron haber sufrido cierta discriminación, se ha referido recientemente que O’Driscoll, al solicitar la compañía española, fue relegado en favor de un joven caballero español con excelentes contactos. Sin embargo, como demuestra la biografía completa del capitán, no solo consiguió una patente, sino que su experiencia y opinión fueron apreciadas por el alto mando español; por lo demás, en los ejércitos de la época, los casos en los que un candidato competente fue relegado en favor de otro más influyente, sin importar la “nación”, se podrían contar por docenas. Véase o’scEa, C.: “Special privileges for the Irish in the Kingdom of Castile (1601-1680): Modern myth or contemporary reality?”, en WortHinGton, D. (ed.): British and Irish Emigrants and Exiles in Europe, 1603-1688, Leiden, 2010, pp. 107-124, en este caso p. 116.
  90. Sobre los MacSweeney, véanse HayEs-Mccoy, G.A.: Scots Mercenary Forces in Ireland (1565- 1603), Dublín, 1937, pp. 30-34; nicHolls, K.: Gaelic and Gaelicized Ireland in the Middle Ages, Dublín, 2003, pp. 99-104; idEM: “Scottish mercenary kindreds in Ireland, 1250-1600”, en duffy, S. (ed.): The World of the Galloglass. Kings, Warlords and Warriors in Ireland and Scotland, 1200-1600, Dublín, 2007, pp. 86-105. Para los FitzGerald de Desmond, MccorMack, A.M.: The Earldom of Desmond, 1463-1583. The Decline and Crisis of a Feudal Lordship, Dublín, 2005.
  91. sHEEHan, A.:  “The  overthrow  of  the  plantation  of  Munster  in  October  1598”, The Irish Sword, 58, 1982, pp. 11-22; MaccartHy-MorroGH, M.: The Munster Plantation: English Migration to Southern Ireland, 1581-1641,  Oxford,  1986;  o’MaHonEy,  E.:  “West  Cork  and  the  Elizabethan Wars, 1565-1603”, The Irish Sword, 96, 2004, pp. 123-159.
  92. brEEn, C.: The Gaelic Lordship of the O’Sullivan Beare. A Landscape Cultural History, Dublín, 2005, pp. 32-33, 113 121; idEM: An Archeology of Southwest Ireland, 1570-1670, Dublín, 2007, pp. 85-103, 171-176.
  93. Sobre dichos Tercios irlandeses, véase MEsa: The Irish in the Spanish Armies…, passim.
  94. Para su carrera, véase MEsa: “Glimpses of Irishmen…”, p. 308.
  95. Todos  fueron  aceptados  por  la  sociedad  española  sin  ninguna  reserva;  por  ejemplo,  en  1617  Felipe  III  equiparó  el  título  de  señor  de  Berehaven  de  James  O’Sullivan  Bear  al  de  conde  de  Berehaven. AGS, E, leg. 2031, fol. 26.
  96. MEsa: “Glimpses of Irishmen…”, pp. 283-284.
  97. AGS, GA, leg. 3149. Consulta del Consejo de Guerra, 16 abril 1626; AGS, E, leg. 2753. Consulta del Consejo de Estado, 3 julio 1626; AGS, E, leg. 2755. Consulta del Consejo de Estado, 25 mayo 1628; AGS, E, leg. 2755. Consulta del Consejo de Estado, 18 junio 1628; AGS, GA, LR 166, fol. 198.
  98. Archivo Histórico Nacional (AHN), E, leg. 800. Guillermo Barry.
  99. Corban ascendió a cabo de escuadra con una ventaja de cuatro escudos tras veintidós años de contínuo servicio en Flandes. AGS, E, leg. 2790. Mauricio Corban, 26 agosto 1628; AGS, GA, leg. 994. Consulta del Consejo de Guerra, 27 septiembre 1629; AGS, E, leg. 2794. Consulta del Consejo de Estado, 27 marzo 1631; AGS, E, leg. 2757. Consulta del Consejo de Estado, 29 julio 1631.
  100. Era el segundo hijo de Denis O’Driscoll, señor de Castlehaven. AGS, GA, leg. 865. Consulta del  Consejo de Guerra, 26 agosto 1621; AGS, GA, LR 131, fol. 108.
  101. AGS, GA, leg. 1032. Consulta del Consejo de Guerra, 17 abril 1631.
  102. Este Cornelius O’Driscoll había nacido en Madrid y era hijo de Thaddeus O’Driscoll, hijo primogénito de Dermot O’Driscoll, hermano a su vez del señor de Castelhaven. AGS, GA, leg. 1121. Consulta del Consejo de Guerra, 29 octubre 1635.
  103. IHCM, LR 20, fols. 206-208.






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