CURIOSIDADES DE LOS TERCIOS: SU ALIMENTACIÓN

Ricardo Aller Hernández 11/11/2022



Capitán y español, no está avezado
a curarse de herida que ha dejado
intacto el corazón dentro del pecho.
Ello, ocurrió de suerte
que a los favores de un azar villano,
pudo llegar el hierro hasta esa mano,
que tuvo siempre en hierros a la muerte.
Y fue que apenas roto
por nuestro esfuerzo el muro,
salieron de la aldea en alboroto
sus gentes, escapándose a seguro.
(…)
Va a sucumbir; pero en el mismo instante,
una mano de hierro abre a empeñones
el cerco jadente
de suizos y walones,
(…)
Y en este punto, el hierro de un villano
parte su vena a la indefensa mano.
No se contrae su rostro de granito
ni la villana acción le arranca un grito;
“En Flandes se ha puesto el sol”
(Eduardo Marquina)





EL TERCIO. BREVE RESUMEN

El Tercio era una agrupación táctica y orgánica nacida en España que alcanzó su apogeo durante la época de los Austrias. Con raíces en el ejército de los Reyes Católicos tras las reformas de Gonzalo Fernández de Córdoba y organizados oficialmente en 1536 con la Ordenanza de Génova de Carlos I, por la que se les dividía entre los denominados Tercios Viejos de Nápoles, de Lombardía, de Cerdeña y de Sicilia, con carácter permanente y cuyos nombres hacían referencia al territorio que debían defender, aunque en 1567 serían enviados a los Países Bajos para combatir en la Guerra de Flandes, y los que llevaron el nombre de su maestre de campo.

Durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), la flexibilidad orgánica fue una de las características básicas de los ejércitos de la Monarquía Hispánica, como lo había sido en la centuria anterior. Los tercios españoles eran, ante todo, agrupaciones de una serie de compañías que podían asociarse o desvincularse en todo momento, con mezcla de compañías experimentadas con bisoños, lo que garantizaba un buen nivel de promedio en las unidades de combate.



Hacia 1635 se crearon los tercios o regimientos de raíz nobiliaria y tercios provinciales. Los primeros, inspirados por el modelo del Ejército francés, eran unidades cuyo reclutamiento y manutención corría a cargo, al menos en parte, de nobles destacados o importantes miembros de la Iglesia. En principio, debían ser unidades de élite con un importante elemento aristocrático y que diesen ocupación a los veteranos sin empleo que residían en Madrid en busca de un cargo. En cuanto a los tercios provinciales, se trataba de unidades de milicia reclutadas por los municipios de los distintos reinos peninsulares y que debían integrar un ejército de reserva para el caso de necesidad.



En cuanto al número de soldados, en 1633 el Ejército de Flandes contaba con tres tercios de infantería española con 3760 efectivos en total, divididos en 51 compañías. En promedio, los tercios de esta época tenían cada uno entre 15 y 20 compañías. Estas eran unidades administrativas, normalmente al mando de un capitán, formadas por soldados de tres tipos: piqueros, mosqueteros y arcabuceros. En 1636, por ejemplo, el cardenal infante Fernando trató de que todas las compañías tuviesen 69 piqueros y 120 mosqueteros.

LA DIETA DE LOS TERCIOS. EL QUÉ.

Impávidos y terribles hasta en la derrota, los tercios españoles, seminario de los mejores soldados que durante dos siglos había dado Europa, encarnaron la más eficaz máquina militar que nadie mandó nunca sobre un campo de batalla.

Tal y como se debía esperar en un ejército disciplinado, la dieta oficial de los soldados, cuando podía haberla, era muy estricta.

Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina. (Hipócrates)

La alimentación de la soldadesca siempre fue un tema trascendental al que se dedicó mucho esfuerzo y dinero.

Según el hispanista Geoffrey Parker, el alimento básico en los Tercios era el llamado “pan de munición”, un pan elaborado con trigo y centeno al que se asignaba a cada hombre una libra y media diaria (unos 700 gramos). Además, la dieta se completaba con bizcochos, una libra de carne (500 gramos) y media libra de pescado (250gr.). En cuanto a la bebida, a cada cual le correspondía una pinta de vino (568 mml.) o, como sucedía en Flandes, unas dos pintas de cerveza (1,2 litros), más su correspondiente parte de aceite de oliva y vinagre, lo que en total sumaría unas 3.500 kilocalorías diarias.

Parker, “los panes que se entregaban producían enfermedades y hasta epidemias”, en muchas ocasiones.

Para alimentar un ejército se precisa de recursos y logística. Así, el abastecimiento, mantenimiento y transporte de tal cantidad de comida por media Europa supuso un reto de proporciones gigantescas.

Se estimaba que cada hombre necesitaba una libra y media de él por jornada para poder estar nutrido de forma razonable. Por ello, se solía entregar una hogaza de tres cada dos días. (G.Parker)

Dentro de la cadena de mando, la labor de los furrieles mayores de cada unidad fue capital, aunque en ocasiones se producían problemas de abastecimiento que obligaban a soluciones de necesidad: sustitutivos nada agradables al paladar como trozos de yeso, harinas medio molidas o sospechosos trozos de galletas.

EL CÓMO

Pero, ¿cómo se alimentaban los Tercios durante las batallas? Si el ejército estaba acampado, la camarada — (grupo de entre ocho y diez combatientes que compartían habitación) — se encargaba a uno de los auxiliares que acompañaban a los Tercios, mujeres o pajes, que elaborasen el rancho con un puchero u olla común donde hortalizas y caldos se juntaban con tropezones sólidos, acompañada de pescado, carne, quesos, morcillas, chorizos, salchichas, huevos y fruta. Todo lo comían en modalidad compartida de cuchara, mojando el pan en la olla, mientras con la otra se empleaba la cuchara o la daga para pinchar los trozos sólidos.

En caso de encontrarse en batalla, un miembro de la escuadra se encargaba de abastecer de munición y pólvora a los arcabuceros, además de la correspondiente ración personal de alimentos secos y portátiles, como pan, queso, tasajo o mojama, embutidos o pescado seco en salazón. Y si los víveres tuvieran que prepararse en mitad de una marcha o en pleno asedio, los alimentos se entregaban a cada hombre.

A partir de 1601 la tarea se encomendó a un único oficial, el proveedor de víveres.




CUÁNTO

Comer no era gratis. Alistarse como combatiente en un Tercio suponía que, del sueldo anual que se recibía debían deducirse unos 15 florines al año, ascendiendo el importe en el siglo XVII hasta 30 florines al año para poder costear su dieta durante las campañas militares.

Se tienen datos de los sueldos de 1529 de la infantería española en Italia:

Infante: 1050 maravedíes al mes, es decir, 3 escudos.
Escopetero: 1054 maravedíes Arcabucero: 1400 maravedíes /mes, que es lo mismo que decir 4 escudos .






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