Respuesta: La gesta de Magallanes
Ante la inflexibilidad de Magallanes y por haber sido castigados algunos de los que más insistían en la vuelta, subleváronse tres de las naves; consiguió el jefe apoderarse de una, y rindiéronse, por temor, las otras dos; pero no había de quedar impune la sedición, y no pudo ser más terrible el escarmiento: fueron ejecutados los tres capitanes y otras gentes, y fueron desembarcados en una isla cercana un clérigo que había sido el alma del complot así como Juan de Cartagena con sendas espadas y una talega de bizcocho, para que allí, o se muriesen o se matasen.»
Singulares parajes eran aquellos, donde los hombres semejaban gigantes y aparecían en el cielo constelaciones jamás vistas en el hemisferio boreal; la Cruz del Sur (y otras no conocidas antes y se llaman hoy el Centauro y el Can mayor, donde tan distintos de los de Europa eran los animales y tan horrible el frío en pleno julio.
Llegada la primavera, y a los cinco meses de permanencia en la bahía de San Julián, continuaron su marcha las cinco naves, siempre con rumbo al Sur (fines de agosto de 1520), haciéndose con gran lentitud la travesía, pues había que detenerse con frecuencia para reconocer la costa.
Llegada la flota a la punta de Santa Cruz, por los 50 grados latitud Sur, fue alcanzada por un ciclón la más chica de las naves, que se estrelló contra unas rocas, aunque se salvó la gente.
Por fin, hubo de resentirse el ánimo del intrépido capitán portugués, quien, dice Gomara, tuvo entonces «miedo grandísimo y andaba desatinado corno quien andaba a tiento; estaba el cielo turbado, el aire tempestuoso, la mar brava y la tierra helada. Navegó, aun, treinta leguas, y llegó a un cabo que llamó de las Vírgenes, por ser día de Santa Úrsula (11 de octubre de 1520). Tomada la altura del sol, resultó hallarse los buques a 52 grados 30 minutos de latitud austral. No tardó en advertirse ya allí que detrás de aquel cabo se veía un largo brazo de mar. ¿Se trataría de otro estero como el del Plata, o sería, por fin, el tan anhelado estrecho? Ordenó entonces Magallanes que tres de las navesse internasen por aquel boquete, a mirar,con aviso de regresar a los cinco días al Cabo de las Vírgenes, donde quedó aguardando con la capitana. Transcurrió el plazo y sólo volvieron dos... Había sucedido, que una vez en abierto, la tripulación obligó a su capitán Alvaro de Mezquita a regresar a España, a pesar de la enérgica resistencia que opuso a aquella deserción.
Temeroso entonces Magallanes por la suerte de dicha nave, internóse en el brazo de mar con los tres buques que le quedaban, y no podía ser más desolador el espectáculo que a los ojos de todos se ofrecía. Hallábase encerrado el estrecho entre dos abruptas costas, formadas por espantosos precipicios; todo parecía yacer en la oscuridad, a pesar de sor cortísimas las noches; el cielo aparecía cubierto de sombrías nubes y el mar se mostraba embravecido.
Leguas y más leguas se iban navegando sin que se viese el término, y para mayor espanto desencadenóse, al cabo ya de muchos dias, una furiosa tempestad, que llenó de miedo a todos, menos Magallanes, único que conservaba la serenidad y trataba de animar a las despavoridas tripulaciones.
Por fin, a los treinta y ocho días de navegación, en un trecho de ciento ochenta leguas, serpenteando por entre aquel laberinto de escarpadas islas, impetuosas corrientes y angostos canales salían las tres naos al mar libre, mar esplendido y tan tranquilo que los españoles le dieron el nombre de Pacífico, y no era otro que el mar que años antes había descubierto Balboa. Confirmada quedaba, pues, la existencia del paso que Magallanes se había comprometido a descubrir.
Equivocado aún Magallanes creía llegar en poco tiempo a las Islas de las Especias, que era lo que más le interesaba al emperador Carlos; cruzado el Estrecho que lleva su glorioso nombre hizo rumbo al Norte para llegar al Ecuador; cuarenta días, y más, transcurrieron sin ver tierra; morían de escorbuto muchos tripulantes; guisábase el arroz con agua de mar. Al cabo de largo tiempo hubo de resultar que en vez de surcar los mares de la Malasia donde están las islas Molucas, navegaban los buques por la Micronesia, sembrada de islas de coral, a lo cual siguieron los descubrimientos de las islas de los Ladrones,—después Marianas,—y del archipiélago filipino.
Allí, en Filipinas, murió desventuradamente Magallanes (agosto de 1521), victima de la traición de un reyezuelo; confiado el mando a Elcano, llegaron los españoles a Borneo, donde supieron se habían dejado atrás las Molucas. De todas formas, no podía ser más brillante el resultado de la expedición, pues Magallanes había descubierto el paso del Mar del Sur y Elcano habia llegado por occidente a las Islas de la Especiería.
En tanto era calafateada la capitana para dirigirse a Panamá o algún puerto de la costa occidental de Méjico, adelantóse Elcano con la Vitoriapara regresar a España, dobló el cabo de Buena Esperanza, y en setiembre de 1522, al cabo de tres años de ausencia fondeaba de nuevo en Sanlúcar de Barrameda, resultando que el insigne marino guipuzcoano había sido el primero en dar la vuelta al mundo. Primus circumdedisti me, como rezaba su escudo de armas, que tenía por cimera el mundo.
«Tardaron en ir y venir, dice Gomara, tres años menos catorce días; erráronse un día en la cuenta, y así comieron carne los viernes y celebraron la Pascua en lunes; olvidándose también del año bisiesto»