Durante el siglo XII continuó el proceso de organización eclesiástica de los Reinos y Condados Cristianos de Las Españas; creación y restauración de sedes episcopales y arzobispales en los territorios reconquistados, e incluso rivalidades entre prelados por los límites de las diócesis respectivas.

Ramón Berenguer III y el Arzobispo Olegario restauraron la Archidiócesis de Tarragona entre el 1116 y el 1129. Esta organización se completó cuando unas Bulas Papales del año 1154 fijaron los límites de la Archidiócesis; los Obispados de Gerona, Vic, Urgel, Barcelona, Lérida, Tortosa, Huesca, Zaragoza, Pamplonam Tarazona y Calahorra. A mediados del siglo XII se restauraron las sedes de Lérida y Tortosa. A Lérida se trasladó en el 1149 el Obispo de la Diócesis de Roda de Ribagorza, que así se fusionó con la de Lérida; y Tortosa, ciudad reconquistada en el 1148, acogió a su obispo en el 1151.

En Aragón, la Reconquista de Zaragoza ( 1118 ) y Tarazona ( 1119 ) fue acompañada de la restauración de sus antiguas sedes. La Catedral zaragozana, reinstalada como católico templo ( Como la mezquita de Qurtuba fue hecha sobre una iglesia de estilo bizantino; y así tantas cosas....) en la mezquita mayor, no fue consagrada hasta el 1221. Alfonso el Batallador y Ramiro el Monje dotaron de heredades y rentas a las nuevas sedes y a las Iglesias Parroquiales; reconocieron a las Iglesias el derecho a los diezmos y primicias de los feligreses, y a los obispos, las cuartas sobre estas rentas, otorgando también inmunidades y exenciones. No obstante, la Monarquía reconoció a las Sedes y Abadías la libertad para proceder a la canónica elección de sus prelados, de hecho, el Batallador eligió a los primeros obispos de las nuevas Diócesis, que fueron prelados ultrapirenaicos.

En los Reinos Occidentales, el fenómeno más importante de la Historia Eclesiástica fue la ascensión de la Compostelana Sede. El ambicioso prelado Diego Gelmírez y su eficaz cabildo de cluniacenses clérigos fueron los protagonistas. Se produjo un conflicto entre la Sede Metropolitana de Braga y la Episcopal de Santiago, por el hecho de que Gelmírez reclamó la Dignidad Arzobispal, y la obtuvo, en el 1220. Este conflicto, que quebró la solidaridad eclesiástica en el espacio galaico-portugués ( Compostela se separó de Braga ) ha querido ser visto por algo como una incidencia en la futura segregación del Condado Portucalense, que se constituiría como Reino con Afonso Henriques. El encumbramiento de Gelmírez, que en parte se explica por la llegada al Pontificado de Calixto I ( 1119-1124 ), no cesó con su consagración como primer Arzobispo Compostelano. El Papa le concedió la Metrópoli de Mérida y la Dignidad de Legado Papal sobre las provincias de Mérida y Braga.

En cuanto a las Órdenes Militares, sus miembros eran a la vez monjes y soldados, que vivían bajo una Regla y consagraban su vida a la lucha contra el infiel; especialmente en la época, el moro y el judío. Fueron la mejor encarnación del Espíritu de Cruzada, la Hispania asolada por los hebreos y los moriscos, los pueblos eslavos por los turcos, Tierra Santa....Forjaban todo un ejército inspirado en la Idea del Miles Christi, muy bien defendida por Bernardo de Claravall. El monje que moría luchando por Jesucristo era un mártir de la Fe. Regidas por grandes Maestres, Comendadores y Priores, las Órdenes más importantes ( Las del Temple y Hospital ) estaban asentadas en todo el Occidente y, por su fuerza y organización, eran muy respetadas por la Monarquía ( El más vivo ejemplo de nuestra Tradición contra el jacobinismo que vino de las juderías gabachas ) Los monarcas celtíberos estimularon el surgimiento de Órdenes Militares propias de sus Reinos : Alcántara, Calatrava, Avís, Santiago, San Jorge de Alfama, Montesa....

Los Cistercienses son sin duda el otro gran fenómeno de la Catolicidad. Reclamaban el austero ideal de pobreza material y alta espiritualidad, alternando el trabajo con la oración. Reclamados por Alfonso VIII, llegaron a los pagos de León y Castilla en el 1140, cuando obtuvieron la donación de Yergas, y de ahí pasaron a Fistero. En Cataluña, los Cistercienses se establecieron en Santes Creus ( 1152 ) y Poblet ( 1153 ), en las tierras colonizadas de la Cataluña Nueva, donde recibieron la protección de Ramón Berenguer IV y sus sucesores.