DEL DOCUMENTO MARTIRIAL DE SAN EULOGIO



Pensamos que el Documento Martirial, así como todo el legado de San Eulogio de Córdoba, es un material precioso de nuestra tradición. Pensamos que la trágica circunstancia en que fue compuesto (durante la ocupación musulmana de España) lo hace muy actual. Ha tocado la hora de volvernos a San Eulogio de Córdoba, aprender de él y de cuantos derramaron la sangre por Cristo. Aprender de ellos, cuando hoy asistimos a otra ocupación extranjera, silenciosa, incruenta por el momento, pero pérfida como obra de los hijos de las tinieblas, angustiante para los que somos españoles y, en nuestra propia Patria, estamos cautivos. Que todos los que lean Libro de Horas sepan que los que hacemos este blog somos mozárabes, y mientras llega la hora de nuestra liberación, ANDALUCÍA ES TIERRA MOZÁRABE. Y resistiremos, como antaño resistieron nuestros ancestros, a las maquinaciones de los políticos traidores. Y no nos doblegaremos ante la insolencia de los invasores.

¡ESPAÑA, DESPIERTA!
DOCUMENTO MARTIRIAL de SAN EULOGIO DE CÓRDOBA

CARTA DE EULOGIO A ÁLVARO (Mazmorras mahometanas de Córdoba, año del Señor Jesucristo 851)

A mi muy querido hermano Álvaro, Eulogio:

Hermano mío, vivo de continuo apesadumbrado por el recuerdo de mis culpas pasadas; por efecto de la costumbre no evito la ocasión del pecado. Además de esto me abate la tristeza grande de esta cárcel; no me deja el tedio desde el día que tu señoría me aconsejó que no desistiese de escribir en pro y en alabanza de los soldados de Cristo, para que no se frustrara mi decisión primera. Por haber ellos resistido valientes al enemigo de nuestra religión, el tirano sin entrañas, imputando a mis exhortaciones lo que en ellos fué inspiración del cielo, me ha echado a la oscuridad de este calabozo. Como si yo hubiera tenido la ocasión propicia y el poder para desaprobar, ¡Dios me libre!, a los que yo antes había alabado de palabra y por escrito y había aconsejado que se les ensalzase. El móvil que me ha lanzado a tomar la pluma y redactar este opúsculo ha sido éste: Lograr convencer a las generaciones venideras, de que, yo así lo creo, murieron como héroes victoriosos, y animar y esperanzar en los combates a las vírgenes que, por confesar la fe, están conmigo en la cárcel.

A mi juicio el opúsculo debe intitularse Documento Martirial (argumento del martirio).

Hermano carísimo, con tu autoridad apruébale tú, no vaya a suceder que, por ignorancia, se me haya pasado inadvertidamente algún error contra la fe católica.

Queda con Dios, amadísimo hermano.

CARTA DE ÁLVARO A EULOGIO (En la clandestinidad, Córdoba año 851)

Como aficionado que soy a la literatura, ya he recorrido y repasado el luminoso Documento -por cierto- compuesto y redactado con gran arte con manzanas de Oriente, con jugos de vida, y con aguas de los cuatro arroyos de virtudes. No he discutido, pero sí he admirado todas sus páginas. He escudriñado cuanto un docto escriba ha sacado del tesoro de la divina Sabiduría y de la antigua y nueva repostería; he pensado profunda y detenidamente en todo ello, y, en mis conocimientos pobrísimos, no he descubierto nada merecedor de enmienda.

A imitación del patriarca José distribuyes el trigo atrojado en tiempo de carestía, y en el de hambre das el alimento de la verdad, y con la grosura espiritual fortaleces los corazones secos. Pues todo cuanto los demás han conseguido sacar de las ufertes de la Sagrada Escritura, tú lo has discutido, lo has digerido, y lo has aprovechado tambíen. En adelante, los que querríamos hablar, ya no podremos decir palabra alguna, porque tu escrito -compuesto con elegancia, elocuencia y erudición escolástica-, todo él está completo y perfecto en cuanto a los conocimientos divinos y humanos, nada hay en él discutible, y sólo merece alabanzas. Y, no ha de ser sometido a examen de personas ignorantes, sino a las inteligencias de quienes visten ínfulas episcopales y calzan con dignidad el alto coturno. Para enmendar, según mi criterio una obra tan luminosa, como tú mismo ya lo has experimentado muchas veces, estoy muy necesitado de ciencia; y, aunque me lo pidas por tu congénita humildad, con todo, era preciso evitar que tema y autor del libro no resultasen maculados con algún error craso; y, esto, principalmente, por aquello de que la luz disipa las tinieblas y ahuyenta la oscuridad, y el sol esplendoroso serena el cielo.

Mi señor, no me atrevo a someter a mi examen un opúsculo digno de la Iglesia de Dios, y desde su primera palabra, ofrecido y consagrado a Cristo, el Artífice de mártires y su remunerador, porque comprendo que es fruto de la inspiración divina e hijo del arcano de tu pecho. Y por eso, como el Espíritu Santo ha hablado por tu boca, así mi pequeñez, a la cual tú consultas, comprendió que el Autor de todo bien, sirviéndose de ti, escogió hasta el título (del libro), para que su memoria permanezca eternamente.

He leído el libro de prisa y corriendo; estuve dudando sobre si sacar una copia, pero temí herir tu amistad. Una cosa te pido: que te lo copie otro para esas vírgenes, en un cuaderno con letra más clara, y a mí me devuelves éste, para remitírtelo, una vez que yo ya haya sacado copia.

PROEMIO DE SAN EULOGIO

Aquellos que abundan en bienes de fortuna y nadan en dinero, en este mundo, consiguen fácilmente lo que desean. Otra cosa bien distinta sucede a los que viven necesitados y padecen escasez, ya que estos apenas consiguen el pan de cada día y a fuerza de sudor. Pensó en una cosa el rico, y la obtuvo; imaginóla el pobre, pero le falló.

Soy yo en ciencia infinitamente más pobre que los más necesitados en bienes materiales, el último entre quienes creen saber algo. He escrito este libro con un estilo del todo desprovisto de adorno, estoy por decir que en un lenguaje sin sentido. Le he titulado DOCUMENTO MARTIRIAL, porque en él he enseñado a luchar, hasta el derramar la sangre, a unas vírgenes aherrojadas en un calabozo con otros presos; y porque, pensé sería provechoso a quienes quiera que busquen doctrinas semejantes.

No hay el menor adorno en mi libro, de nada serviría éste para ilustrar el asunto de la obra; no he buscado en estas lecciones ninguna belleza en su expresión: he querido únicamente que esta mi obra sirva para aplacar a Dios, y además me absuelva de mis culpas, que escrito está: "Quien convierta a un pecador, salvará su alma y cubrirá la muchedumbre de sus propios pecados" (Santiago, V, 20). Y también: "Los que enseñaron el bien a muchos, resplandecerán como estrellas en perpetuas eternidades" (Dan. XII, 3).

Este prólogo suplica, pues, a los lectores -presentes y venideros- que recorran las páginas de este libro con la mejor voluntad posible; me le han dictado la sencillez y la intención más pura. Si, por casualidad, hallaren en él algo que se oponga a la sana doctrina, atribúyanlo a mi ignorancia, y no a mi mala voluntad, enmendando el error, sepan perdonarme; que Dios no reprenderá como culpa lo que fué un lapso involuntario.

Continuará...


Maestro Gelimer

LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS