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Textos históricos de alabanzas a España
Aquí comienza una monumental recopilación de citas históricas de ensalzamiento de Hispania, España, lo español y lo hispánico desde el alba de los tiempos hasta el siglo XX.
Las citas irán antecedidas de una introducción a cada época.
El tema es amplísimo y lo enviaré (D. m.) por etapas históricas.
Que lo disfruten.
I- El alba de la Historia
II - La Historia oscura
III - La España romana
IV - La España visigoda
V- España árabe
VI - Los reinos medievales
VII - La España de los Reyes Católicos
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
I - EL ALBA DE LA HISTORIA: DESDE LOS HIELOS A HISPANIA
En el conglomerado amorfo de la tierra, tras las últimas glaciaciones que irán perfilándola, fueron quedando libres aquellas zonas que habrían de constituir nuestro suelo y que sufrieron las presiones interiores más intensamente que otros lugares cubiertos por el hielo. El espacio que corresponde a España fue, en su principio, límite de glaciación y país templado finalmente. Tuvo mares interiores que, al vaciarse, dejaron depositados yacimientos de conchas y otros moluscos. Albergó, según las variaciones de su clima, especies polares o frías, como los renos; cálidas como los elefantes y leones, y otras desaparecidas que al no poder salvarse de los deshielos y lluvias quedaron sepultadas.
En su prístino estado probablemente se viera unida al África, y hasta las Baleares pudieron constituir parte integrante de su suelo. Los Pirineos sintiéronse realzados a cuenta de verse sumergir otras posibles e interiores o adyacentes eminencias, y los mares internos, como el Ebro, rompieron los diques que los contenían, dejando en seco extensas cuencas y planicies, donde, en los alrededores de la cuarta y postrera glaciación, vieron ya sobre su suelo a los primeros pobladores humanos.
¿De dónde vienen, se han preguntado todos, de dónde acuden a la tierra de España los hombres primitivos, “sin fuego ni verso, sin ropajes ni armas, sin idioma y sin Dios”?
La leyenda nos ha contado que fueron gigantes que hundían las montañas con el golpe de su clava o abrían los mares al separarlos con sus brazos. Y, sin embargo, eran seres pequeños, de tez oscura y piel vellosa, que iban así vestidos porque aparecen en épocas de suave temperatura, y así se les ve desnudos en Cogull, en Alpera ...
Viven en las orillas de los ríos o de las corrientes de las aguas, refugiándose, al caer la noche y ante el temor de las fieras y alimañas, en los árboles, en lo hondo de sus huecos o en la cima de sus copas.
Buscan abrigo en las cavernas y abandonan sus hábitos nómadas por comenzar a sentirse sedentarios. Cazan el reno y el caballo, gamos y gacelas con las piedras que encuentran en las orillas de los ríos, guijarros de cuarcita, nódulos de pedernal, que pulen y alisan tallándolas en armas, convirtiéndolas en esas piedras mortíferas, hachas de piedra, puntas de flechas y lajas de pedernal, llamadas ceraunias o piedras de rayo, signos de superstición y maleficio de las que hablarán después algunos historiadores, como Suetonio (Galba, cap. VII) al referirse a los presagios que acompañaron el advenimiento de Galba al Imperio:
“Non multo post in Cantabriae lacum fulmen cecidit, repertaeque sunt duodecim secures”,
y Claudiano, en el Elogio de Serena (Laus Serenae reginae) (v. 77-88), escribiendo:
“Pyreinaeisque sub autres ignea fluminea legere ceraunia nymphae”
Pescan también para encontrar sustento empleando la mano y construyendo diques. Comen las ardillas y topos, las frutas silvestres, los líquenes y hierbas, los frutos del endrino y de la encina y las uvas agraces o las hojas tiernas y relucientes.
La vida no parece tener prisa de modificarse. La inmensa pereza del bosque y la calma del mar no acucian al hombre que en ella vive, ¿Qué cree? ¿Qué presiente? ¿Qué habla? “Al hombre de Altamira le atormentaban muchas inquietudes... va a la caza y a la labranza con desgana, sintiendo que otra misión le está encomendada por el destino, pero en su espíritu las dos ideas van tomando ser y estado. Y nace el deseo de avanzar en su vida y el desarrollo de este esfuerzo constituye labor de acarreo y selección, de calma y constancia”. Posteriormente se sabrá más de ellos.
Poco numerosas las hordas humanas de tan remota edad, andaban errantes de un lugar a otro, procurando los hombres no vivir del todo separados, porque su instinto les hacía ver la debilidad de sus fuerzas personales para combatir y vencer en el medio en que vivían. Comprendían que para la mutua defensa y para cazar era mejor vivir unidos en grupos. Serían poco numerosos, pues de lo contrario se plantearían problemas de jerarquía social y de atesoramiento de reservas de alimentación, que no poseen los pueblos en este estado de civilización.
Movíanse principalmente estos grupos guiados por los ríos y las costas, huyendo de los bosques y de las altas cordilleras. Su nomadismo sólo estaba frenado por las posibilidades de abrigo y de sustento que regulaban la permanencia en aquellos lugares elegidos para acampar, prefiriendo para descansar los parajes cerrados por maleza y los refugios naturales de las rocas o del suelo.
Vivían en sencillos campamentos, de tipo de empalizada, o en cuevas donde desalojarían a las fieras. Eran hombres de gran dureza física, y la mayor seguridad de las viviendas descritas se las procuraba el fuego, gran defensor y auxiliar del hombre.
Su economía se basaba en la caza completada con la pesca y sobre todo con la recolección de frutos naturales, raíces, huevos de pájaros, frutas, etc. Ni la agricultura ni la ganadería son conocidas. Como vestidos usarían las pieles de los animales.
De la psicología y vida espiritual de tan primitivos hombres se sabe que poseían un rito funerario y un sentimiento religioso.
Durante el Paleolítico superior los rasgos de la vida del hombre no cambiaron en lo fundamental. La caza siguió siendo la ocupación principal y su sustento básico, completado por la pesca y la recolección de los frutos naturales. Lo que existe es una gran diferencia en los medios de obtenerlos: se emplea el arco, se conoce el propulsor, y sus azagayas y mazas son más finas, mejor construidas y más eficaces.
En cuanto a la vida social, se supone al hombre de este periodo organizado en tribus de cazadores y pescadores, con una cierta jerarquía social. Los cultos mágicos requerían una clase sacerdotal respetada por todos, que a su vez representa la tradición espiritual de la tribu.
En la Edad de Bronce las estaciones argáricas nos han mostrado las más antiguas agrupaciones humanas de que ha quedado testimonio en España. En los valores sociales de dicha cultura lo primero que salta a la vista, descubriendo su entraña más profunda, son los perfiles bien acusados de una vida familiar monogámica. Dicha vida en régimen de monogamia acredita una elevada consideración de la mujer, a la que reservan las joyas más suntuosas, las diademas de plata y los collares más complicados.
La vida económica de los habitantes de los poblados argáricos reposa en dos fundamentos principales: la agricultura por un lado y por el otro la minería y la metalurgia.
La organización social descubre una distribución bastante igual de la riqueza, una gran distribución del trabajo y una avanzada especialización de las actividades humanas. “Con el uso del metal, con la aparición y el progreso de la metalurgia, se inicia una rápida y continua ascensión de los pueblos que la practicaron, acompañada de fenómenos de orden social profundamente activos, como el aprecio más vivo de los valores mobiliarios, el desarrollo más intenso de la industria y el comercio, una más rigurosa división del trabajo, el aumento de la riqueza, el desarrollo más rápido de las formas organizadas de la sociedad humana”.
Este programa queda polarizado en una organización autocrática de la sociedad que gira por entero en torno a príncipes poderosos para los que se levantan palacios inmensos y tumbas de una riqueza deslumbradora. El arte alcanza un desarrollo muy elevado, y aparece la escritura. En lo argárico, esta evolución, suscitada por la invención de la metalurgia, queda detenido en el estado de las técnicas utilitarias, y la vida social se organiza en las formas de una convivencia libre, nada o muy débilmente jerarquizada.
“¿Cuál ha sido el elemento de cohesión de esta sociedad igualitaria? Ni el apego a la tierra, que sólo cede sus frutos a un trabajo vigilante y tenaz, ni las ventajas de la cooperación en el laboreo de las ruinas y trabajos de los metales, bastan para explicar esta apretada convivencia de los argáricos en sus cimeros caseríos, empedrados de tumbas. A falta de razones simplemente económicas, en ausencia de un dictado político, ha debido existir un sentimiento capaz de apiñar a estos laboriosos artesanos de nuestra más antigua metalurgia, que por lo visto no tenían inclinación a dominar, o no aguantaban ser dominados. Este aglutinante eficaz ha sido el miedo.
Miedo de un enemigo atrevido y fuerte, seguramente codicioso de sus riquezas. Miedo que les obliga a encastillarse en las pequeñas acrópolis, defendidas por murallas. Miedo que les induce a enterrar a sus difuntos en el interior de sus propias viviendas. Miedo que prodiga las armas, de las que no dejan de proveerse ni las mujeres ni los muertos. Miedo que espolea al trabajo y la acumulación de productos, que no permite diferencias y que favorece la aceptación general de una norma voluntaria y profundamente aceptada.
Miedo bien justificado por cierto; porque, a la postre, y como al mismo tiempo, todos los poblados argáricos fueron arrasados con saña y destruidos por el fuego. ¿Cuándo y por quién? Se ignora.”
Pasan las épocas y progresa su rudimentaria cultura. Conocen ya los hogares, aparece el vestido de pieles primero, de fibras de plantas después, collares de conchas y las arracadas de hueso. Vivirán en pequeños grupos al mando de un jefe que ostenta un adornado bastón de mando, de asta de ciervo, expresión, entre muchas, del arte de su tiempo. Distracciones, además del descanso, de la caza, de la guerra y la pintura, ilustración de los anales de su vida, tendrá el baile con las nueve mujeres alrededor del hombrecín desnudo, o los que dedica al Sol y la Luna. Las cavidades o cavernas las abandonará apenas las inclemencias del tiempo y los rudimentos de su inteligencia le permitan edificar al aire libre, alzando sus moradas sobre pilotes clavados a orillas de los ríos o adormecidas en el fondo de los lagos.
Su escritura, hemisférica y ógmica, grabada en la roca viva, en lajas y guijarros, consistirá en una escudilla o cazoleta, sola o en relación con otras, ya reunidas con rayas o cordoncitos, ya con cruces, estrellas, pies y manos, animales, naves e instrumentos, o bien las esculpidas sobre las aristas de las caras de un bloque, en donde con el simple trazo de un dedo esas cazoletas representaban las vocales, y las consonantes las marcaban con una incisión más larga y profunda. De esta manera tosca transmitían su pensamiento, su fe y sus mandatos.
Con esa rudimentaria escritura deja expresada en piedra coloreada la admiración de un arte incipiente que nace entre nebulosas de línea y perspectiva. “Son -por ser arte-, mucho más que crónica, noticia o dato preciso, pues reconstruyen una vida y unas costumbres y la lucha de la inteligencia en las sombras en busca de la luz del espíritu”.
Testimonios en loa de estos hechos, con mucho de leyenda, nos los proporciona la literatura posterior de todas las edades al hablar de ellos, ya que en las coetáneas, como es natural, es inútil buscarlos.
Salomón Reinach escribe en Apolo. Historia General de las Artes Plásticas:
“La nota más culminante de estas obras es el realismo con que están ejecutadas. Nada hay en ellas que sea producto de la fantasía; aislados o separados aquellos animales, están reproducidos con tal perfección que ningún ejemplo parecido presenta el arte de los salvajes modernos. El segundo carácter es la sobriedad: no existen detalles inútiles... y por último, y esto es quizá lo más extraordinario, el arte de los cazadores de renos está lleno de vida y movimiento; gustaban de representar a los animales en actitudes vivas y pintorescas, reproducidas con exactitud asombrosa”.
Antonio Ponz, en el Viaje de España (1778), cuenta:
(En las Jurdes) “en las peñas que están perpendiculares como paredes de casas, con sus esquinas y ángulos rectos, se ven ciertas figuras hechas por los pastores con almazarrón, en que parece quisieron representar cabras”.
El propio Lope de Vega, en su comedia Las Batuecas (1579), dice en verso, al hablar de las cuevas de Extremadura:
“Ni esos fuertes animales
tan feroces ni tan listos,
son en nuestros valles vistos
por montañas ni arenales.”
Vasco de Aponte, en su Relación de algunas casas y linajes del Reino de Galicia (1534), fantasea recogiendo el dato pictórico:
(En la cueva del Corujo) “anduvieron largo trecho por la gruta hasta encontrar un río caudaloso, y vieron del otro lado dél gentes extrañas, ricamente vestidas y tañendo instrumentos y viendo grandes tesoros”.
Molina, en la Descripción del Reino de Galicia (1550), nos habla de
(Las ciudades sumergidas.) “Este río de Tamago nace de una laguna que llaman los Lamas de Gua; tiene en torno más de una legua; de este lago se cuentan dos cosas tan extrañas, que si no las oviesse oído a personas de crédito y de mucha fe, no me ocupara mucho en escrivillas... Cuando este lago algunos años por falta de agua se viene a secar parte de él, en aquello que queda como tremedales se hallan cosas de hierro labrado y piedras cortadas, y ladrillos, y clavos y ollas, y todas otras cosas desta calidad, que demuestran claro haber habido allí edificios y poblaciones; cosa es de admirar.”
De estas ciudades asolegadas cuéntase como de la de Santa Cristina “que suenan las campanas”, cuéntase como de la de Santa Cristina “que suenan las campanas”, y en un documento de 1513 citado por Murgía en Galicia, se dice que el ejército del rey Artús, converido en cínifes, volaba sobre las aguas del lago Antela o de la Limia en escuadrón de arqueros.
En la primera parte del Pseudo Turpín (1131-1134?) la leyenda cuenta que
“cuando el emperador Carlomagno fue a conquistar las ciudades de Lucerna in valle vizide (Valverde) se le opuso gran resistencia, por lo que la tuvo sitiada cuatro meses, hasta que por intercesión de Santiago cayeron a tierra los muros, quedando desierta la ciudad hasta el día presente. En el sitio que ocupaba surgió una negra laguna donde nadan peces negros, que son los mismos habitantes de la ciudad, que padecen tal metamorfosis en castigo de sus pecados.”
Rasgos de esta perezosa vida primitiva que ayudaron a asentar nuestro propósito son: la permanencia entre esas gentes del cultivo incipiente del cariño familiar, un totemismo, o creencia de un parentesco que existe entre el grupo social y un animal determinado, con su veneración casi divina y una magia absorbente a la que, tal vez, obedecen las pinturas rupestres. Agricultura y ganadería proporcionan la base de esa organización, en la cual la mujer es la inventora de la primera, en cuyas manos anda, luciendo como emblema el azadón. La mujer pasa a ser el centro de la cultura; en la religión las divinidades son femeninas, como la luna y el agua, y la magia las hostiliza y zahiere; pero en los pueblos pastores donde el hombre ha impuesto su autoridad, la religión del Dios supremo se ha conservado con mayor pureza. El culto a los muertos anida en sus almas, ya como temor, ya como veneración. La sinfonía de la piedra en dólmenes, menhires, en estelas o losas, secuela de esas creencias, penetra en el espíritu de muchos, perdurando hasta tiempos adentro en los que se les anatematizará y condenará, según atestiguan los testimonios de los Concilios y de San Martín Bracarense.
Lo misterioso de las rocas o altares lo prueban los nombres de pena d’o aliar o penas dos gentiles, las piedras fitas y pétreas erectas y todo aquello que le atribuyen los escritos posteriores.
El P. Sarmiento, en sus Viajes, escribe:
“(Cierta roca que estaba al pie de la ermita de San Guillermo en Finisterre) “era como pila o cama de piedra, en la cual se echaban a dormir marido y mujer, que por estériles recurrían al Santo, y allí adelante engendraban, y por ser cosa tan indecorosa se mandó quitar de allí aquella gran piedra”.
El Anónimo peregrino alemán, en su Viaje de España (1446-1448), nos cuenta que:
“Desde Finisterre pasé a la Barca de Nuestra Amada Virgen María, que es sin duda la cosa más estupenda y milagrosa que en todo viaje vi. Es de piedra de una sola pieza, muy grande, cerca de ella hay otra, a manera de mástil, que podrá tener el largo de como unos quince klasters, y cada klaster unos seis pies. Es tan grande este mástil y pesa tanto, que veinte bueyes podrían apenas moverle de su sitio; y sin embargo de esto, si algún peregrino se acerca a él puede moverle con un dedo solo sin la menor dificultad. Pero es preciso que el hombre que la mueve no esté en pecado mortal, porque si lo está y no ha hecho penitencia, de ninguna manera puede hacer que se mueva el tal mástil”.
Al menhir entre Baena y Bujalance, llamado Piedra de las Vírgenes, la musa popular le adjudicó el siguiente cantarcillo:
“Jilca, jilando
Puso aquí este tango,
Y Menga, Mengal,
Lo volvió a quitar”.
También la piedra de los Gojes (de las Brujas), entre Vallvera y Romanyá, se halla enlazada con una leyenda en la que se supone que una bruja llevaba aquella piedra para la obra del puente de Gerona y la dejó caer en el camino, amedrentada por el canto del gallo negro que deshace los hechizos.
Igualmente Vargas Ponce, en la Descripción de las Islas Pithiusas y Baleares (1787) recoge la existencia de
“Los Clapers de gegants de Mallorca, piedras enormes y sobrepuestas unas a otras, al modo como las que erigían Jacob y otros Patriarcas” y de las “cuevas cortadas” en la piedra que se encuentran en las extremidades de las calas del Sur por la parte que mira al mar”.
Los cromlechs los cita el inglés Twist en sus Travels through Portugal and Spain in 1772 and 1773 cuando relata:
“Esta mañana observé al lado del camino (de Oporto a Almeida) cinco piedras erguidas, de ocho pies cada una, y otras cuatro de las mismas dimensiones que yacían al lado, que se parecían a unas pequeñas Stone-Henge de Inglatera”.
Los montículos sepulcrales los recogen también los escritores. El P. Martín Sarmiento, en el Informe al Conde de Aranda sobre construcción de caminos reales, Semanario Erudito, de Valladolid, tomo XX, los describe:
“Mamblas en castellano y mamoas en gallego, son unos montes naturales o de tierra, o de piedras que representan la figura de una tela o pirámide redonda. Estas mamoas no son otra cosa que los antiguos sepulcros...”.
Los talayots los describe José María Quadrado en Islas Baleares (Colección “España”, sus monumentos y artes”):
“Son torres circulares, que se elevan hasta cincuenta palmos, cónicas por lo común, y decrecientes, aunque algunas fabricadas a plomo: cuyo ruedo inferior coge trescientos y cuatrocientos palmos, y sólo unos dos tercios el de arriba, cubiertas con plataformas de piedras chatas o con señales de haberlas habido, sobresaliendo en el centro de algunas una pilastra, objeto de singular acotamiento. A muchas se subía por una escalera espiral de salientes gradas por fuera, a otras por una interior; las hay con dos escaleras, las hay sin ninguna. Las piedras, asentadas sin liga ni cimiento, en hiladas paralelas de igual grueso, pero de longitud a veces tan descomunal, que disculpa las vulgares tradiciones de gigantes; los muros, de tal espesor que apenas dejan hueco para reducidas celdas o aposentos, así en el piso bajo como a media altura, de uno problemático, pero poco espléndido a juzgar por su estrechez; en alguna hay bóveda, indicio de estructura posterior. Moradas de vivos o de difuntos, centros religiosos o vigilantes atalayas, sorprende el exorbitante número de estas torres y su difusión por el ámbito de la isla (de Menorca), sin ceñirse a las marinas o al interior, a las alturas o las hondonadas, sino por sus diferentes términos, dentro de los predios cultivados”.
Más curiosas son las noticias que remontándose a los tiempos remotos nos pintan algunos escritores clásicos. Marineo Sículo, en De las cosas memorables de España (Libro 19), escribe:
“Los naturales desta isla (Gran Canaria) adoraban a un solo Dios, levantadas las manos al cielo. Tenían lugar cierto y determinado de orar, a el cual rociaban todos los días con leche de cabras, y a las cabras con cuya leche hazían esto, las tenían escogidas, y apartadas de las demás, y las llamaban los animales santos”.
Fr. Alonso de Espinosa, en su libro Del origen y milagros de N. S. de Candelaria que apareció en la Isla de Tenerife, con la descripción de esta isla (año 1594), cuenta:
“Los naturales Guanches viejos dicen que tienen noticia de inmemorable tiempo, que vinieron a esta isla sesenta personas, mas no saben de dónde, y se juntaron e hicieron su habitación junto a Icode, que es un lugar desta Isla, y el lugar de su morada llamaban en su lengua Alzanxiquian abcanabac xerax, que quiere decir lugar del ayuntamiento del hijo del grande”.
“Mas procedan de donde quisieran, ellos fueron gentiles sin ley alguna, ritos ni ceremonias ni dioses, como otras naciones. Y aunque conocían haber Dios, al cual llamaban por diversos nombres y apellidos, como Achuchuran, Achaucanac, Achguayaxerax, que quiere decir el grande, el sublime, el que todo lo sustenta, no tenían ritos algunos ni cermonias ni palabras con que lo venerasen. Mas cuando los temporales no acudían y por falta de agua no había yerba para los ganados, juntaban las ovejas en ciertos lugares, que para esto estaban dedicados, que llamaban el bayladero (¿baladero?) de las ovejas, hincando una vara o lanza en el suelo apartaban las crías de las ovejas, y hacían estar las madres al derredor de la lanza dando balidos, y con esta ceremonia entendían los naturales que Dios se aplacaba y oía el balido de las ovejas y les proveía de temporales”.
“El conocimiento que los naturales guanches tenían de Dios era tan confuso que solo conocían y alcanzaban haber un hacedor y sustentador del mundo que lo llamaban, como dicho tengo, Achguayaxerax, Achoron, Achman, mas ni conocían inmortalidad de las almas, ni pena ni gloria que se les biese”.
“Con todo esto conocían haber infierno, y tenían para sí que estaba en el Pico de Teide, y así llamaban al infierno Echeyde y al demonio Guayota”.
“Acostumbraban... cuando alguna criatura nacía, llamar a una mujer que lo tenía por oficio, y ésta echaba agua sobre la cabeza de la criatura: y aquesta tal mujer contraía parentesco con los padres de la criatura, de suerte que no era lícito casarse con ella, ni tratar deshonestamente. De dónde les hubiese quedado esta costumbre o ceremonia, no saben dar más razón de que así se hacía. No que fuese sacramento, pues ni lo hacía por tal, ni les era la ley evangélica predicada, más era una ceremonia de un lavatorio, que también otras naciones usaron. Puede ser haberles quedado esta costumbre y ceremonia dese tiempo que Blandano y Maclovio predicaron en las islas... y como ellos murieron o se fueron de ellas, no les quedó más que la ceremonia, olvidando el fin para que se hacían, y el nombre por quién”.
“Vivían en cuevas naturales o artificiales hechas a mano en piedra tosca, con muy buen orden labradas”.
“Los reyes y sus grandes vasallos moraban en verdaderos edificios y tenían delante de sus casas un círculo de piedra llamado Tagoror. El Tagoror era el lugar do hacía el rey su consulta y recibía los pareceres de su consejo”.
La vida primitiva de estas gentes nos da una constante que se repetirá en toda la Historia.
Como dijo Salomón Reinach, este vivir, en todo lo que no es animal es religioso: “La religión es como la cantera, de donde salen sucesivamente, y se van especificando, el arte, la agricultura, el derecho, la moral y hasta la política. Tal vez por esto el grupo va adquiriendo conciencia de su personalidad y características externas en su nombre; ya no son salvajes anónimos, como los pobladores prehistóricos, sino que ostentan a partir de entonces un apelativo; se nombran de una manera que les separa de sus vecinos y hasta en esos primeros tiempos se sabe de sus caudillos y de sus hechos.”
Los tiempos prehistóricos dan ya notas de belleza incomparable: el maravilloso arte rupestre de las cuevas de Levante y de la zona franco-cantábrica y la cultura del bronce: Cogull, Alpera, Albarrracín, Castillo, Pasiega, Altamira, obras que no han sido sobrepasadas en el curso de la historia.
La cultura del bronce fue favorecida en su desarrollo por los yacimientos de cobre y estaño de la península. Poblados, necrópolis, armas, joyas, cerámica y tejidos nos hablan del progreso de esta parte del mundo en la edad de los metales.
España emerge con lentitud grandiosa de su prehistoria y conserva ésta como una potencia de estabilidad. Es el soporte de una historia infinitamente rica, y la Prehistoria supone un papel suprahistórico.
La Península es un campo abierto en el que vive esa raza aborigen carente del concepto de pueblo y hermandad. “La Península es un campo sin puertas, al que llegan por todas partes oleadas de gentes de fuera. Gentes morenas que arriban por el Mediterráneo y el Atlántico, de África y de Asia, y de la misma Europa, y gentes rubias que se filtran y desparraman por la Península a través de los ásperos pasos del Pirineo.” En el último milenio precristiano ya han afincado en el suelo patrio los íberos, que darán su más viejo nombre a España, y los celtas.
Cuando Alemania estaba cubierta de selvas, poblada de tribus bárbaras; cuando Inglaterra aun era un pobre país de pastores montañeses y pescadores; cuando la mayor parte de Europa vivía en el anónimo, ya éramos linaje ilustre con nombres inmortales.
Fueron estas gentes, los iberos, “de mediana estatura, pero de recio temple, como el hierro de sus espadas; nervudos y ágiles como leones, y fieros como ellos para defender su independencia; valientes sin presunción, leales sin bajeza, duros como yunques para el trabajo, constantes, sufridos, y de un tesón y una resistencia y de una frugalidad sólo comparables a las que se observan todavía en nuestros soldados y labriegos. Agradecidos y hospitalarios, algo candorosos, como todos los pueblos primitivos, muy apegados a sus tradiciones y enemigos de todo influjo extranjero.”
Su grado de cultura es variable. En Andalucía y Levante pronto hay una elevada civilización, con ciudades ricas por sus minas y el cultivo de la viña y del olivo. Por el contrario, las tribus del interior son pobres, incultas y refractarias. Suelen ser ganaderos y entre los vacceos existe el comunismo, pues la tierra cultivada se repartía cada año y por igual los frutos. La familia era monógama. Hay indicios de matriarcado, porque entre los ártabros, según una novela griega, las mujeres iban a la guerra y los hombres se quedaban en casa, y según Estrabón y Silio Itálico, en las tribus del Norte eran las mujeres las que cultivaban la tierra.
Mostrábanse, por lo general, limpios. Como nota de su carácter, los iberos eran arrogantes y amigos de la independencia hasta los mayores extremos, agradecidos y leales.
Tienen ciertos rasgos comunes todos los pueblos que conforman el entorno ibérico. Destaca, en primer lugar, su fortaleza, su sobriedad y su frugalidad. Su valor es la cualidad que ellos más admiran; resisten al dolor y a la tortura con ánimo sonriente y desprecian la muerte, siendo frecuente el suicidio de los viejos y enfermos y el de los cautivos de guerra. Esto da a los pueblos de la Meseta, y en especial el Noroeste, un aspecto de ferocidad y rudeza que falta, sin que se eche de menos tales cualidades, entre las gentes civilizadas del Sur. Son, en general, indolentes, pero su temperamento impulsivo les arrastra fácilmente, si bien su poca constancia les produce un cansancio rápido. Su arrogancia y amor a la libertad son grandes, lo que les hace defender desesperadamente su independencia y resistir a la asimilación de la cultura extranjera, aunque sin llegar a impedirla. Sus caracteres morales más destacados son la nobleza, la fidelidad a sus amigos y a sus compromisos, la gratitud por los favores recibidos, la generosidad incluso con sus enemigos y la hospitalidad para con los extranjeros.
No tienen al principio idea alguna de unidad política, ni cerebro ordenador ni espada dominadora; ni la fusión de razas hace un pueblo, ni el círculo de peñascos crea una ciudad. “Llamando ya celtibérica a la mezcla de sangres primitivas, los celtíberos no han olvidado su fiereza y su independencia, su nomadismo y su recelo de al colectividad, lo cual les impide llegar al milagro natural de la nación y al super-milagro intelectual del Estado.”
Los grupos político-sociales indígenas no responden a un mismo tipo. Por un lado se hallan los primitivos franco-cántabros, cuya organización respondía a la cultura totemista en que vivían. Por totro, en tiempos más cercanos, está el imperio tartesio y los estados ibéricos, célticos y celtíberos. Cada uno de los pueblos turdetanos, ilergetas, berones, arevacos etc. constituye un Estado. El Estado primitivo español es un Estado nacional o popular; es el pueblo organizado políticamente, sin consideración alguna del suelo en que se asienta.
Cada grupo tiene su propia conciencia, y lo que une a tales grupos no es el pertenecer a una amplia familia, ni constituir una agrupación de fin religioso. Es un grupo delimitado por la posesión en común de una misma cultura, una misma religión y una misma vida interior. El grupo así formado posee personalidad jurídica y política propia, y en su nombre, no en el del jefe, se declara la paz y la guerra; los grupos ni siquiera tienen jefe permanente, y el fin de tal Estado es desarrollar y organizar la vida de la comunidad y garantizar su propia existencia frente a enemigos exteriores.
Tampoco es uniforme la suprema organización política. Dos tipos pueden distinguirse: el preponderante en el interior, organización republicana aristocrática dirigida por uno o varios concejos, pero que en momentos de gravedad política designa durante cierto tiempo un funcionario supremo, y el frecuente en los iberos, que ofrece una organización monárquica con un rey permanente.
Rey permanente y caudillo temporal son tan parecidos que los autores clásicos le dan indistintamente los nombres de rex, regulus, princeps.
La monarquía era hereditaria en algunos pueblos y electiva en otros. El rey tiene sobre sus súbditos el poder absoluto de vida y muerte, cuida la organización interior, administra justicia, dirige las relaciones de paz y de guerra contra los demás pueblos, siendo jefe militar. Su poder está limitado por el Senado y por la consideración pública.
El caudillo temporal es, ante todo, jefe militar y por eso se le elige sólo en caso de guerra. Los autores clásicos le llaman, además de rey, general, dux o imperator. Podían ser nombrados uno o dos caudillos y la elección la hacían todos los hombres en disposición de manejar las armas, reunidos en concilium recayendo en la persona de mayor prestigio, teniendo sobre los hombres del pueblo derecho de vida y muerte.
En cuanto a la religión de estos pueblos, cada uno de ellos tiene sus dioses comunes distintos de los de cada familia. Por lo general, en toda la Piel de Toro se adora al Sol y a la Luna; una divinidad solar entre los iberos es Neto o Netón, y entre los celtas Candenio o Dercetios. Se adora a Venus, a Cariociecus, el dios de la guerra, a los montes y a los ríos, a los árboles y a los bosques, y el culto es muchas veces colectivo, en las reuniones nocturnas del plenilunio, en muchas ocasiones sangriento y en otras, simple, con la ofrenda de dones sencillos. En el periplo de la “Ora Marítima”, de Avieno, se encuentran tres templos costeros dedicados a una divinidad que identifica con Venus y que era patrona de los navegantes. Juno era adorada en Cádiz y en el Cabo de Trafalgar. La Luna lo fue en Maikane, como Noctiluca, y también se la rindió adoración entre los turdetanos y celtíberos.
El Sol fue objeto de culto en Andalucía y probablemente la costumbre de los vacceos y celtíberos de abandonar a los buitres los cuerpos para que los despedazasen y llevasen el alma al cielo, procede de la creencia de que éste es el lugar habitado por los dioses. Hay un dios-toro, un dios de la guerra. Pero también se le rinde culto a Ategnia, diosa de la fecundidad, infernal y médica, y a Eudovélico, “el muy bueno”.
El culto se realiza en pleno campo, en las cimas de los cerros, en las cercanías de las fuentes, en las cuevas, porque apenas se conocen los templos. Acudían a lugares como el Cerro de los Santos (Montealegre, Albacete) o a otros más sencillos como el del Cerro de la Luz, en Castellar de Santisteban (Murcia).
El culto consistía en danzas e himnos, y subsistían todas las formas religiosas de las épocas anteriores, como la magia, la hechicería y el culto a los muertos.
Religión y Derecho no son cosas completamente diferentes. El hombre primitivo se ve coartado por unas normas que limitan su libertad de obrar y que le fuerzan a dar a cada uno de sus semejantes lo suyo, lo que les es necesario o conviene para vivir, sin que pueda hacerse más fuerte a expensas y en detrimento de los demás. En estas normas el hombre primitivo no sabe distinguir lo puramente jurídico de lo religioso y, en consecuencia, ambos aspectos aparecen estrechamente unidos.
El derecho es nacional, propio y exclusivo de cada pueblo, de manera que cuando se unen dos o más o son sometidos por otro pueblo, no se impone el de los dominadores, sino que cada uno conserva el suyo propio. El derecho es fundamentalmente popular y consuetudinario. Sólo los turdetanos, al parecer, tenían leyes que, más que tales, eran disposiciones emanadas de algunas autoridades, y no se sabe si escritas o transmitidas por tradición oral, con una antigüedad de unos seis mil años.
El pueblo turdetano conocía ya de antemano el género histórico, el poema y además versificaba sus leyes. Natural era que conociese igualmente otros géneros literarios, como el canto épico que surgía del recuerdo de hechos guerreros memorables, en el que se loarían las hazañas de los héroes. Recitábanse por las madres de los jóvenes guerreros que marchaban a la guerra.
Los bardetanos bailaban cogidos de la mano al son de una a modo de tuba y un doble aulós (flauta) y así existen numerosas representaciones en los vasos de Liria, los exvotos del Collado de los Jardines y en Osuna. Entre los tartesios o turdetanos se conocía una danza guerrera, similar al “paian” griego, que ejecutaban al atacar al enemigo. Hay un texto de Tito Livio en el que, al narrar ciertas campañas de Asdrúbal contra una ciudad andaluza (año 216 a. C.), afirma que sus defensores se lanzaron en tropel fuera de sus líneas danzando, según su costumbre (XXIII, 26-9).
En los pueblos turdetanos gozaron de justa fama sus bailarinas. A fines del siglo II antes de J.C., Eudoxos partió de Cádiz después de haber reclutado muchas jóvenes cantadoras que, andando el tiempo, serían las famosas puellae gaditanae.
Entre los celtíberos y los pueblos del Norte se practicaban ceremonias religiosas en las noches de luna, en las que intervenían los coros, y Estrabón nos cuenta que durante las campañas de Augusto algunos de los prisioneros cántabros morían entonando himnos guerreros al ser crucificados (III, 4-18).
Entre los galaicos también se ejecutaban danzas guerreras, entonando canciones ininteligibles ('bárbara carmina'), al decir de Silio Itálico, que acompañaban chocando sus escudos al compás y bailando una danza en la que golpeaban el suelo una vez con cada pie. Era también su distracción favorita en tiempos de paz, mientras las mujeres se dedicaban de lleno a las faenas agrícolas.
Como instrumentos musicales se conocieron la zampoña, la siringa, el caramillo, la cítara y la lira. Las castañuelas o palillos (krotalon, crusma), el pandero (tympanon), campanillas (tintinabula) de bronce y las trompas de caza.
Alcanzaron, pues, una especial cultura. Aun se conservan joyas de oro de su pertenencia. Aun cantan las ruinas de sus ciudades, cementerios y santuarios. Aun nos hablan de ellos las murallas de Tarragona, “aristocracia de granito capaz de hacer enmudecer a las más rancias genealogías y los más viejos blasones”, y aun se conservan como un recuerdo el retrato de sus mujeres en la piedra rosada de “La Dama de Elche”.
Los primeros murmullos donde se percibe la existencia de lo que será después Iberia es la inscripción oriental de Sargón I, 2.750 años a. de C., que dice: “Anaku (“tierra del estaño”: Tartessos), Kaptara (Creta, las tierras más allá del mar superior (del Mediterráneo), Dilmun, Magan, las tierras más allá del mar inferior y los países desde el nacimiento del Sol hasta su ocaso, que Sargon, el rey del mundo, ha conquistado tres veces”.
Otra inscripción del tiempo del rey asirio Assarhadon (680-668), dice: “Los reyes del medio del mar, todos ellos del país Iaduam (Chipre), del país Iaman (Iavan), hasta el país Tarsisi, se inclinan bajo mis pies”.
Los textos bíblicos hablan ya de esta tierra:
“Los reyes de Tarschisch y de las islas deben ofrecer regalos; los reyes de Saba y Seba han de traer sus tributos” (Salmo 71).
Isaias (475 a. de C.), expresa: “Y yo haré una señal entre ellos y mandaré a algunos de los que escapan a los pueblos; a Tarschisch, a Put y Lut”.
El libro del Génesis, 10: “Y los hijos de Iavan, Elischa, Tarschisch, los Kittiru y los Rodanim”.
Y Jonás alude igualmente a dichas naves. Del comercio de Tarschisch tratan Ezequiel y Jeremías.
Los primeros relatos donde se clarea el nombre de Iberia suenan en las leyendas míticas del titán Atlas, padre de Calipso y en la de Geryóneus o Gerión, vencido por Hércules Tirio, por primera vez referida en la Teogonía de Hesiodo:
“Atlante, “obligado por la dura necesidad, sostiene el anchuroso cielo con la cabeza e infatigables manos, en los confines de la tierra, delante de las Hespérides de voz sonora”. (Teog., V, 517-521).
“Confín de la Tierra”, donde coloca Homero los Campos Elíseos (Odisea, lib. III, V, 563-568); “mansión de los bienaventurados, donde reina el rubio Radamanto, donde viven grata y fácil vida los hombres, donde no hay nieve ni largo invierno, ni lluvia, sino que se respira el blando aliento del céfiro, que envía el Océano para refrigerar a los hombres”.
“Crisaor, juntándose con Calirroe, hija del ilustre Océano, engendró al tricipite Gerión, a quien dio muerte el fornido Heracles cabe los bueyes de flexibles pies, en Eritia, situada en medio de las olas, el día en que el héroe atravesó el Océano, después de matar a Ortos (el perro que guardaba los ganados de Gerión) y al boyero Euritrón en un oscuro establo, al otro lado del ilustre río, y se llevó aquellos bueyes de espaciosa frente a la Sagrada Tirinto”. (Teog., V, 287-294).
Píndaro menciona las puertas Gadiridas como término de los viajes de Hércules, y Stesicoco de Himera, en la Gerioneida, el gran lírico siciliano, cantó al pastor Gerión (640-555), “nacido enfrente de la ínclita Eritia, junto a las fuentes inmensas, de raíz de plata, del río Tarteso, en el huco de una peña”.
Anacreonte de Teos (530 a. de C.), escribe:
“Yo no quisiera el cuerno de Amaltea ni reinar ciento cincuenta años en Tartesso”; y tras él una serie de autores que recogen las impresiones de la tierra que habrá de ser después España.
Un periplo griego de autor desconocido, que se aprovecha de noticias principalmente fenicias, da indicaciones sobre España en el siglo VI a. de C., conteniendo sus datos el primer libro de la Ora Marítima, de Rufo Festo Avieno, el cual también se encarga de transmitirnos las noticias del cartaginés Himilco (570-509), viajero por el sur de España.
A Hekateo Milesio (550-472) lo aprovechará Herodoto y también Avieno para sus obras, y mucho tiempo después lo hará igualmente el Lexicón, de Estéfano de Bizancio.
En las postrimerías del siglo VI, Herodoro de Heraklea habla de los pueblos de España, de los kynetes, gletes, tartessos, elbisimios, mastienos y colpasios, conservándose los detalles por él recogidos merced a Estéfano de Bizancio y a Constantino Porfirogeneta.
Hellanico de Lesbos (495) y Tucídides hablaron de España; Eforos de Cumas, en su Descripción de la Tierra menciona a la “Iberia ocupada por los celtas”, y Teopompo y Filisto recuerdan a los sicanos, procedentes de Iberia.
El relato de Eratóstenes, conservado en parte por Polybios y Artemidoros, menciona a la Tartessida, señalando la distancia de seis mil estadios desde los Pirineos hasta el Estrecho de Gibraltar.
Y no son solo éstos. La línea aumenta de extensión con Apolodoro en su “Biblioteca” y con Escimno de Quíos en la “Geografía” versificada, donde alude a iberos y ligures. En todos ellos brilla esa inquietud por lo ibérico, como un indicio de cosas poco comunes en el ámbito del mundo por entonces conocido, rumor y presencia que finalmente recogerán Diodoro de Sicilia en la Biblioteca Histórica al elogiar la riqueza minera de la tierra ibérica y las costumbres de los habitantes de la Península, y Dionisio el Viajero, con su “Periégesis”, en versos de escaso valor científico.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
I - EL ALBA DE LA HISTORIA: DESDE LOS HIELOS A HISPANIA
ALABANZAS:
LA ESPAÑA DESCONOCIDA
“Porque las islas a mí me esperan, y las naves del mar desde el principio de Tarsis, para que traiga tus hijos de lejos: su plata y su oro con ellos, al nombre del Señor, tu Dios, y al Santo de Israel que te ha glorificado.”
(Isaías, 60, 9)
“Plata arrollada se trae de Tarsis.”
(Jeremías 10, 9)
“Y vi, y he aquí cuatro ruedas junto a los querubines: una rueda junto a un querubín; y la apariencia de las ruedas era de piedra de Tarsis.”
(Ezequiel 10,9)
“Tarsis comerciaba contigo a causa de la multitud de toda clase de mercancías; llevaban al mercado plata, hierro, estaño, plomo.”
(Ezequiel 27,12)
“Sabá y Dedan y los comerciantes de Tarsis y todos los leones de ella te dicen: ¿vienes para recoger botín, has reunido tus huestes para el saqueo, para llevarte oro y plata?”
(Libro de los Reyes)
“Porque la plata del rey iba por mar, con la flota de Hiram, una vez cada tres años a Tarsis y traían oro, plata, marfil, monos y pavos reales.”
(Libro de los Reyes)
“Y Josafat había hecho construir naves de Tarsis que debían ir a Ofir a buscar oro.”
(Libro de los Reyes)
“Luego mana el río Ibero, que fertiliza estos ligares con sus ondas...
Los ileates se hallan establecidos en fértil suelo...
Los reinos de los cilbicenos, de feraces campos, y los ricos tartesios...
Y la noble Tiricas, antiguo nombre de ciudad, de habitantes cuyas riquezas son rememoradas por las costas del orbe: pues además de la fecundidad del suelo, como ganado, vid, o los dorados regalos de Ceres...
...surge una isla fértil en olivos, y consagrada a Minerva por ello...
Allí los berybraces, tribu agreste y feroz, vagaba entre los rebaños de su copioso ganado. Su alimento consiste en leche y mantecoso queso, llevando una vida semejante a la de las fieras...
Hay aquí para los habitantes cabras salvajes y numerosos machos cabríos que siempre van errantes por al tierra llena de espinos y de maleza, dejando crecer recio pelo para uso de campamentos y velámenes de marinero...
El monte Argentario, así llamado de los antiguos por su belleza; pues el estaño brilla intensamente en sus laderas y aun mayor resplandor despide en los aires cuando los rayos del sol tocan sus elevadas cumbres. El mismo río arrastra en sus aguas partículas de pesado estaño y lleva el rico metal a las mismas murallas de Tartessos...”
(AVIENO: Ora marítima)
VIDA JURÍDICA
“Comparados con los otros iberos, los turdetanos son reputados como los más sabios, y poseen literatura e historia o anales de los antiguos tiempos, poemas y leyes en verso que datan, o lo pretenden, de hace seis mil años; pero los otros pueblos iberos también tienen cada uno sus leyes y literatura diferentes, puesto que no todos ellos tienen el mismo idioma”
(ESTRABÓN: Geografía, III)
AMISTAD
“Los iberos tienen también el hábito de sacrificarse y hasta de morir por no hacer traición a sus amigos”
(ESTRABÓN: Geografía, III)
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
II - LA HISTORIA OSCURA: HESPERIA, OPHIOUSSA, IBERIA.
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El conocimiento de España como entidad total dentro del ámbito del orbe antiguo, dentro de la “ekumene”, o mundo habitado, fue un proceso lento y difícil, con retrocesos y transformaciones. La causa obedece, tal vez, a su alejamiento del foco clásico de la cultura antigua.
En las tierras de Iberia, como en los demás pueblos de Europa, aun se hallan en esta época las gentes en los linderos de la Edad de Bronce, mientras en los confines del Asia existe una civilización, poderosa y brillante, que llega a alcanzar su amplio contenido en los países del Mediterráneo oriental, especialmente en Egipto. País éste de recia y minuciosa organización política, influyó en los demás pueblos entre los que, por estar limitados en sus expansiones territoriales, buscaron en el mar los objetivos de su presa y se dieron a su colonización y a las largas navegaciones. Uno de ellos fue el fenicio, establecido en Siria, pueblo de gran instinto colonizador y comercial.
Las aisladas navegaciones verificadas hasta allí habían hablado de unas tierras ignotas y misteriosas, ricas en yacimientos minerales, que por aquel entonces era el tesoro más preciado y apetecido.
En el mar Egeo, naves de gran porte, “pentekóntoros”, parten de Samos, impulsadas por cincuenta remos, y cruzan frente al promontorio de Mykale en dirección a Egipto. Kolaios manda la expedición. Las naves enfilan el mar libre y con lentitud pasan, días después, junto a Micenas, en derrotero hacia el Sur. A bordo hay tranquilidad y sólo el acompasado remar de los esclavos remata y rompe el silencio de un atardecer nuboso. A lo lejos clarea ya en el gris de las últimas horas el vivaz relampagueo de una tormenta. Pronto una lluvia densa y fuerte y el viento huracanado azota las embarcaciones, que en ocasiones parecen quedar envueltas en olas inmensas que se elevan sobre el mar. Las olas lamen las cubiertas, arrastran a los hombres. Y se escucha el crujir de remos partidos en lucha inútil. Entrechocan algunas naves en horrible abordaje que las cuartea, y el mar va cubriendo las pérdidas de las naos que desaparecen. Hay horribles imprecaciones de los esclavos encadenados, y Kolaios intenta, desde su “pentekóntoros”, dirigir la expedición ya desaparecida cuando invoca a las divinidades. El viento arrastra la nave desmantelada y durante la noche sigue a la tormenta en su derrotero a Occidente.
Las noticias de Kolaios y de sus compañeros acerca de la fertilidad de la tierra descubierta, de las minas de “Ophioussa” y de la opulencia de Gadeira hicieron grande efecto cuando la nave del mercader griego paróse en la desembocadura del Hermo, en la Jonia, de regreso, y excitó la codicia de los griegos, y el país de Tartessos fue para ellos, en los últimos años del siglo VII a. C., lo que las Indias para nuestros mayores en la época del Descubrimiento.
Por los antecedentes que se poseen de escritores, geógrafos y navegantes se conoce la codicia despertada en los pueblos orientales por las riquezas de nuestro suelo. Desde la Biblia y los más antiguos profetas, las alusiones a nuestra tierra son frecuentes. En los tiempos en que los restantes países de Europa, salvo Grecia e Italia, están sumidos en la oscuridad y el desconocimiento, y por ello en una barbarie superior a la nuestra, una misteriosa preocupación de los países ya por entonces civilizados, de que dan muestras las constantes referencias de las literaturas orientales, incluso en los poemas homéricos, donde, como en la Odisea, se prodigan alabanzas y loores a España o Iberia, era ésta el punto de mira de las civilizaciones de la época y reivindica el honor de haber sido una de las primeras tierras en que germinaron y tomaron fuerza los principios de la cultura occidental, acusando su incipiente personalidad.
Estos conocimientos y codicias nos trajeron al pueblo fenicio. En el año 1100 antes de Cristo, los fenicios llegaron a España, y al enfrentarse con una isla situada en la costa de Tartessos, frente a Onuba, encontraron una fortaleza cercada de poderosas murallas, que hubieron de tomar con el ariete, inventado con este motivo; allí fundaron Gadir, Aggadir o Gadeira. Habiendo venido Terón, rey del Norte, con una flota para apoderarse del templo de Melkart, los fenicios le salieron al encuentro con naves largas. El combate fue muy reñido, pero de repente se apoderó de los iberos un terror pánico, emprendieron la fuga y un incendio que nadie podía prever redujo su flota a cenizas. Les había parecido ver leones en las proas de las naves fenicias y que estos leones lanzaban rayos de fuego que abrasaron la escuadra ibera.
Después fundaron Málaka, Híspalis, Tucci, Karteia, Sexi y Abdera. Su imperio comercial se extendía desde Sierra Leona y Cornualles por el Oeste hasta las costas de Malabar, por el Este. Y por sus manos pasaban las perlas de Oriente, la púrpura de Tiro, el incienso de Arabia, el cobre de Chipre, la plata de España, el estaño de Inglaterra, el hierro de las islas de Elba, los esclavos, el marfil, las pieles de león y de leopardo del África Central, el vino y la cerámica de Grecia. Los fenicios llegaron a España y fundaron las primera factorías el año 1100 antes de Cristo.
De fuente púnica no ha llegado nada importante que nos ilustre sobre la Península. Lo cual no quiere decir que la ignoraban. Los primeros periplos a que eran tan aficionados hubieron de tratar de este trozo del mundo conocido, datos que servirían para los posteriores de Hannon e Himilkon, y en aquellos otros que constituyeron la nutrida biblioteca de textos y literatura púnicos reunida en el siglo I antes de J.C. por el rey Juba de Mauritania.
La rapacidad fenicia transportó civilización y progreso y su influencia repercutió en la vida y en el arte autóctono, generalizándose, al constituirse ya el pueblo o núcleo ibérico, base y fundamento de nuestra independiente personalidad.
La conciencia que ya aparece siendo nacional, sustentará una mentalidad propia, una psicología peculiar, que al distinguirnos de los demás creará una cultura original y exclusiva que indica caracteres y determinantes singulares y decisivos.
La codicia del pueblo fenicio no fue única. Otros pueblos necesitaron expansión, y dados, por temperamento, a las navegaciones marítimas, ponían sus ojos en la tierra de las Hespérides. Las expediciones griegas de Sardonion Pélagos pueden señalarse por la curiosa nomenclatura de las ciudades que salpican el litoral: Syrakusa, Ichnoussa, Kromyoussa, Pytioussa, Dyonussa, Katynoussa, y en loa últimos tiempos llegaron a las Kasitérides.
Hacia el año 600 a. C. los griegos de Fócea fundaban Marsella, como escala para la navegación de España, siendo los primeros que llevando su tráfico a grandes distancias visitaron el mar Adriático, el mar Tirreno y las costas de la Galia y España, usando no ya naves mercantes de formas redondeadas, sino bien armadas y largas y agudas, con cincuenta remos, prontas a pelear cuando la necesidad lo exigiese. Estas naves se llamaban “pentekónteros”.
Argantonio, rey de los tartesios, los recibió muy bien, llegando a invitarles a que se estableciesen en el punto de sus estados que mejor les pareciese, y no habiendo podido conseguirlos les dio dinero para fortificar a Focea, que tenía noticias de que estaba amenazada por la gran extensión que tomaba el imperio persa. Grande hubo de ser la suma, si hemos de juzgar por las dimensiones y la solidez de los muros de aquella ciudad: las famosas murallas ciclópeas. El retrato de este rey legendario no sería completo si no se añadiese que excedió con mucho la duración de la vida humana, pues vivió ciento veinte años y reinó más de ochenta. Cuando Harpago se apoderó de Focea y los griegos recordaron la propuesta del tartesio, sin duda había muerto ya el buen rey.
Mucho antes, en el siglo IX a. C., los griegos de la isla de Rodas, tan famosos como hábiles navegantes, establecieron una factoría, convertida luego en ciudad en el golfo de Rosas, dándole el nombre de Rhode, que era el de la metrópoli. Al sur de ésta se hallaba el Emporium, que no existe hoy, pero que se encontraba en el mismo golfo de Rosas, entre San Martín de Ampurias y la Escala, fundada por los fóceos de Marsella a fines del siglo VI a. C. Callípolis, que en el siglo V a. C. existía donde hoy está Barcelona o poco más al sur de Zakayntho (Sagunto), fundada, según se decía, por los sakaynthos (Zante, Grecia); Hemeroscopium, con un templo de Artemisa, hoy Denia, fundación también de los de Marsella; Allonis (quizá Villajoyosa) y Maenaca (probablemente Almuñécar), en medio de poblaciones de origen púnico.
Los textos griegos sobre España y como conocimiento de ella aparecen en varias etapas distintas en intensidad.
Un primer período, del siglo VI a. C., donde reflejan un conocimiento bastante exacto de la Península, incluso su carácter.
Un segundo período, largo, que abarca parte del V, el IV y el III a. C., en el que las noticias son vagas y a veces falsas, según las dan Meidokritos, Kolaios de Samos, Sklax de Karyanda, Euktemon de Atenas, Damastes de Sigeion, Phileas de Atenas, Euthymenes de Masalia, Pytheas de Mmasalia, Timaios, Dikaiarchos, Eratósthenes, y otros.
Tras este período a fines del siglo III a. C. ocurre la conquista romana de España, lo cual facilita las investigaciones y los viajes. Lo que antes se recogía de bocas de los negociantes, marineros y aventureros, se recogerá después de los ejércitos romanos y de los sabios griegos que penetran tras ellos.
Polybios, Artemidoros, Poseidonios, Asklepiades de Myrleia, Eudoxos de Kyrikos son nombres que van unidos al de Iberia. “Todos estuvieron más o menos tiempo en la Península y todos vinieron con el ánimo despierto a aprender y los ojos bien abiertos para ver y estudiar... Todos ellos escribieron sobre España, sobre sus riquezas, fenómenos físicos, pueblos y costumbres, sus ciudades, sus ríos y sus montañas y sus grandes acontecimientos.
La presencia de estos escritores en el lejano Occidente y la proximidad cronológica de sus visitas no son mera casualidad: “Era natural –escribe García Bellido– que tras la ignorancia que, pese a todo, existía en el mundo helenístico de las tierras extremas de la “ekumene” –estando como estaban tan alejadas de los centros de estudio y del saber del mundo griego-, sucediese en la primera ocasión propicia una avidez grande por descorrer parte al menos de los numerosos velos que encubrían aún los confines del Occidente con su inmensa superficie oceánica en derredor”.
Estimulados por las nuevas felices de esos escritores antiguos, los griegos se lanzaron al mar y arribaron al suelo de España, fijándose en él, hacia el siglo VII a. C., estableciendo en el litoral levantino varias ciudades sin penetrar en el interior, dejando su semilla civilizadora en Denia, Elche, Rosas y Ampurias.
De allí vino también algo del excesivo individualismo griego, y las luchas y rivalidades entre sus diversas ciudades y repúblicas, y los celos y codicia despertados por su esplendorosa civilización, que originaron guerras civiles e invasiones en las que perdió su independencia. Pero también llegó el espíritu en todas sus manifestaciones y desde “Rosas a Atenas”, desde la Neápolis de Ampurias a la Acrópolis del Partenón hay trazada una línea invisible, pero real, que une y estimula, proporcionando a España sobre muchos otros países de Europa el honor de haber sido uno de los primeros lugares en que la excelsa civilización homérica puso sus plantas, dejándonos sus influencias y recuerdos, que nos obligarían a proseguir y alentar el culto a la belleza y al ideal”.
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La vida interior iba desenvolviéndose lentamente, sin más alteraciones e influencias que las producidas por los cambios aportados por los pueblos exóticos. Los naturales poseían ya agrupaciones o ciudades, organizadas, en lo que cabe, con un cierto régimen municipal y hasta con un rudimentario derecho. Eran ferozmente autóctonas, independientes unas de otras, haciéndose la guerra entre sí, aliándose y firmando pactos, o sólo unidas por las razones de la proximidad o de un utilitarismo o necesidades comunes.
En tal ambiente, otro pueblo de origen fenicio, procedente de Cartago, en el Norte africano, hace su aparición en la Hesperia tranquila, en la Iberia recia, para ayudar a los de su sangre en el acoso que les hacían los turdetanos. Con ese motivo llegaron y vencieron en España a los indígenas. Pero en su ímpetu, y por sus miras políticas y comerciales, sujetaron igualmente a los fenicios, vieron el partido que podían sacar de Iberia y, rival ya de Roma, se instalaron en su suelo.
En esta rivalidad que desatan las guerras púnicas, España desempeña un papel principal. Los cartagineses consiguen en principio sus objetivos. Envían sus mejores caudillos, Amílcar, Asdrúbal, Aníbal, y fundan como filial Cartago Nova, penetrando en el interior. Pero las gentes ibéricas no se resignaron a esa invasión. Separados o aislados, forman luego estrecha alianza en la que aletea el primer intento de solidaridad nacional. Organizan resistencias colectivas dirigidas por Indortes, Istolacio, Orisson, o bien por caudillos ignorados. Y en esa lucha, Sagunto proclama con su heroica gesta la alabanza del carácter del pueblo ibérico ante la adversidad del número y la fuerza.
Tipo de esta época es el héroe de la independencia; Indortes e Istolacio, a la cabeza de tantos héroes que después les siguieron, en Sagunto -como ellos solos antes lucharon contra Amílcar- representan el genio español. Dos caudillos vencidos, pero no comprados, porque en Iberia el honor no se vende; dos mártires de la independencia ibérica crucificados por orden de un general invasor. Semilla que prende en las gentes saguntinas, en pie siempre, aun después de muertas, vencidas también, pero no compradas, que queda dentro del alma española como una faceta inalterable y una de sus constantes más gloriosas.
Sagunto, protegido y aliado del Lacio, ve aparecer un día ante sus muros al ejército cartaginés, compuesto de 150.000 guerreros con máquinas e ingenios tormentarios. Los saguntinos se defienden denodadamente y no pudiendo resistir por más tiempo acuerdan no entregarse y formando una enorme hoguera sepultarse bajo los recintos incendiados de su propia ciudad, dando la prueba española de nuestra libertad e independencia, del coraje y de la desesperación ibéricas, destructora de científicas extranjerías y matemáticas tácticas.
“Manera que se repetirá de ahora en adelante en la historia militar española en varios capítulos llamados Numancia o Gerona, Zaragoza o Bailén, Toledo o Santa María de la Cabeza. Porque el corazón ibérico no tiene sexo, edad o condición. Cuando suena el rebato de la patria en peligro, la división y el fraccionamiento se borran y surge el sentimiento nacional colectivo y, sin necesidad de formularlo, algo como un juramento sagrado sobre la vida y la muerte da impulso a los corazones”.
Los romanos no llegaron a salvarles, pero Sagunto cumplió su palabra. Cuando las tropas cartaginesas entraron en el recinto de muertos saguntinos, comprendieron que para la Historia había nacido un pueblo de héroes sin esperanza, para la cual la independencia y la palabra de honor valen más que la vida.
3
Los navegantes y comerciantes cartagineses conocieron también la tierra española, principalmente la andaluza, con la que sostuvieron un activo comercio por medio de sus factorías. Para sus guerras en Sicilia reclutaron fuerzas mercenarias en el Mediodía y Baleares. Como historiadores que acompañaron a Aníbal vinieron a España y de ella escribieron dos griegos, Silesios de Kallatis y Sosylos de Lión, al narrar las guerras de Aníbal y una batalla junto al Ebro, en la que intervinieron los massaliotas, aliados de Roma.
Todos ellos, fenicios, griegos y cartagineses dibujan con rasgo preciso y enérgico la acusada personalidad de este pueblo del extremo de Europa, sus características y cualidades.
Encuentran una España de tierra fértil, de rico subsuelo, magníficamente situada en la cuenca occidental del mar latino. Reunía las mejores condiciones para fundar colonias. Sus puertos naturales favorecían el desarrollo del comercio. Sus minas de oro, plata, cobre y estaño eran riquísimas. En ningún sitio abundaba tanto la plata como en Iberia. Así dirá Aristóteles “...obtuvieron (los fenicios) tanta cantidad de plata, que sus barcos no podían contenerla ni transportarla, por lo cual, a su vuelta, hicieron de este metal todos los instrumentos, incluso las anclas”.
Por etapas sucesivas, como los oleajes en la playa, fueron llegando a esa España imberbe, para dejar su impronta, banqueros y viajantes de comercio que les enviaba Fenicia; arquitectos, escultores y corifeos, Grecia; y negociantes de minas y soldados, Cartago.
Las gentes cetrinas de Fenicia, los apuestos griegos, los oscuros y taimados cartagineses, llegaron, como los iberos y celtas, en son de paz y trabajo, en sus naves de velas purpúreas, trayendo el trueque, la permuta, la compra y la venta. Ya vimos que no se internaron en la Península, sino que amainaron junto a calas y radas y se aventuraron, recelosos, en el interior, comenzando a construir ciudades.
Con ellos entran en Iberia los dioses de figuras humanas y armoniosas que tutelan las diferentes actividades de los hombres: el amor y la guerra, la labranza y el comercio, la embriaguez y la alegría... Huyen las sombrías divinidades prehistóricas de los bosques ibéricos, que van poblándose de dioses y diosecillos paganos. El idioma se transforma, enriqueciéndose de giros y vocablos exóticos. El gruñido gutural se hace flexibilidad griega y comienza a prepararse el idioma.
La cultura española del momento no es una cultura indígena, sino fruto de la mezcla de ella con elementos exteriores. Cada pueblo que llega a la Península trae su respectiva cultura; pero una vez llegados a nuestro suelo –constante histórica- evolucionan. Evolución debida, casi siempre, a impulsos exteriores junto con los peninsulares. La Península no vive aislada del resto del mundo, sino que, tanto en los momentos de inmigración como en aquellos otros en los que los pueblos permanecen quietos, los contactos con los otros pueblos han sido constantes.
La cultura de este momento está compuesta del fondo africano propio del pueblo ibérico y de elementos orientales –micénicos y etruscos, púnicos y griegos- que lo impulsan y, sacándolo del estancamiento, lo renuevan y lo elevan a un alto nivel. La estancia de los mercenarios ibéricos en Italia y Grecia durante tres siglos (V a III a. de C.) principalmente y, en menor grado, las colonias griegas del Este, desempeñan un papel importante en este proceso helenizante, así como también las púnicas del Sur, ya que la cultura de éstas imita a la griega.
Dentro de la variedad de cultura que llega desde el salvajismo de los cántabros hasta la elevada civilización de los turdetanos, destaca un sello de unidad que permite encontrar gran número de caracteres comunes entre los diferentes pueblos.
En lo que atañe a la religión, el hombre ibérico ve en la Naturaleza algo grandioso que le sobrecoge y le impulsa a su sumisión y a su adoración. Cada pueblo tiene sus dioses comunes, distintos de los de cada familia.
El régimen de vida y las costumbres varían considerablemente de la región ibérica a la céltica; las ciudades, la riqueza, el arte, los vestidos, la alimentación, son muy superiores a los de ésta y se hallan influidos por las modas griegas o púnicas. En su comida son sobrios, lo mismo que en el beber, siendo la base de su alimentación el pan entre los iberos y la carne semicruda en la céltica: los primeros usan el aceite desde que los fenicios traen el olivo; los segundos, la manteca. El género de vida es diferente. Los iberos viven dedicados al trabajo –la tierra, la ganadería, la industria, etc.-, mientras que las gentes del interior, aunque también dedicadas a estas tareas, las abandonan para dedicarse al pillaje o, agrupándose bajo un jefe, marchar en busca de aventuras.
La colonia que fundan las gentes fenicias o son públicas, fundadas oficialmente por el gobierno de Sidón y Tiro, o bien privadas, establecidas por ricos comerciantes con fines privados. Son fuentes de riqueza y lo único que las une manteniendo su contacto es el culto a Melkart, el Hércules de Tiro.
Las colonias griegas las constituían las fundadas con fines puramente comerciales o de expansión, las “cleruquias” o colonias fundadas con carácter político y las de progresiva helenización realizadas por un pequeño grupo de gentes griegas. La organización de éstas era de forma oligárquica, al frente de las cuales estaba un Senado compuesto por miembros de las familias aristocráticas y más ricas, contra las que solían alzarse movimientos populares que, faltos de orientación, degeneraban en la dictadura de sus jefes, “monarcas o tiranos”.
Para el cartaginés, representante de un Estado-Ciudad, el territorio español y sus gentes no significan más que un medio que sirve exclusivamente a los fines de la metrópoli, sin tener en cuanta para nada las necesidades del país.
Solo a través de griegos y fenicios comenzamos a saber lo que es la tierra española.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
ALABANZAS DE ESPAÑA:
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“Por las ondas del Atlántico, cerca de la isla Eritia, alimentadora de bueyes, habitan los piadosos etíopes, prole venerable de los macrobios (hombres de larga vida), que llegaron allí después de la muerte del poderoso Gerión. Más allá, debajo del Promontorio Sacro, que, según dicen, es la cabeza de Europa, se hallan las islas Hespérides, de donde viene el estaño, habitadas por los hijos de los nobles iberos.”
DIONISIO EL PERIEGETA: ‘Periégesis’ v. 558-564.
2
“...Tartessos era un emporio aún floreciente en aquel tiempo, de modo que, cuando regresaron (los samios) ... llevaron grandes ganancias... Los samios tomaron la décima de sus beneficios, seis talentos, e hicieron en bronce una especie de Krátera de Argos.”
HERODOTO (484-425 a. de C.)
3
“Se dice que en Iberia, al ser incendiadas las selvas por unos pastores y habiéndose caldeado la tierra con la leña, se vio claramente fluir la plata por el suelo; y poco tiempo después, habiendo sobrevenido unos terremotos y agrietado aquellos lugares, se reunió una gran cantidad de plata que proporcionó a los massaliotas ganancias nada despreciables.
Se cuenta que los primeros fenicios que navegaron hasta Tartessos volvieron trayendo plata o cambio de aceite y otras mercancías de poca monta que habían llevado consigo; de modo que no podían admitir más plata, viéndose obligados, al volver de aquellos parajes, a fundir en plata todas aquellas cosas de que se servían, incluso las anclas.”
PLATÓN (s. IV a. de C.) ‘Timeo’
4
“(Alaba) la riqueza y excelencia de metales (de España)... no sólo es rico este país, sino que tiene las riquezas debajo y, verdaderamente, parece que en este lugar no habita Hades sino Plutón.
(A causa del incendio de los Runeos)... fue arrasada toda la superficie de la tierra y por ella corrió gran cantidad de plata; mas, habiéndose fundido el mineral del que se extrae la plata, se formaron muchas corrientes de plata pura...
Esta tierra tiene gran cantidad de hermosa plata en sus minas y procuran muchas ganancias a los que las trabajan.
Después de mucho tiempo, cuando los iberos hubieron aprendido las excelencias de la plata, abrieron memorables minas; por esto, produciendo una plata bellísima y en gran cantidad, obtuvieron grandes ganancias. Esta es la manera de trabajar las minas entre los iberos. Son admirables las de cobre, oro y plata: los que trabajan en las minas de cobre obtienen de cobre puro la cuarta parte de la tierra excavada, y algunos de los que trabajan en minas de plata funden en tres días un talento cubeo; pues toda la ganga está llena de partículas brillantes reunidas. Por esto es de admirar la naturaleza de esta tierra y la laboriosidad de los hombres que la trabajan. Al principio, los indígenas que habían encontrado las minas continuaron explotándolas y reunieron grandes riquezas por la buena calidad y magnificencia de la tierra argentífera.
Llevan espadas de dos filos hechas de hierro excelente; tienen puñales de un palmo de longitud, que utilizan en los combates cuerpo a cuerpo. Es propio de ellos (de losceltiberos) el fabricar las armas que emplean en su defensa. Entierran láminas de hierro, dejando obrar al tiempo para que, consumida su parte débil, con las más duras fabricar espadas y demás instrumentos útiles en la guerra. De este modo, las armas cortan todo lo que se les opone... debido a la fuerte dureza del hierro.”
POSEIDONIO (135-51 a. de C.).
“... sus habitantes (los de Sagunto) cultivaban las regiones más fértiles en productos de toda especie, más excelente de toda España...”
III 17-3
“.. a causa de la buena temperatura del aire, los animales y los hombres son allí muy prolíficos, y los frutos de aquella región no se pudren nunca; porque allí las rosas y los girasoles blancos, los emparrados y las demás plantas parecidas a éstos no dejan de florecer más de tres meses; y la pesca, por su abundancia y calidad y belleza, es muy diferente de la que se encuentra en nuestro mar. Un medimno siciliano de cebada cuesta un dracma; uno de trigo, nueve óbolos alejandrinos; un metretas de vino, un dracma; un cabrito mediano y una liebre, un óbolo. El precio de los corderos es de tres o cuatro óbolos. Un cerdo cebado que pesa cien minas vale cinco dracmas, y una oveja, dos.
Un talento de higos cuesta tres óbolos; un ternero, cinco dracmas, y un buey de arar, diez. La carne de los animales salvajes apenas es estimada en nada, sino que la ceden como regalo.
Las minas de plata de Cartago Nova son muy grandes... y abrazan un área de 400 estadios, de tal suerte que en ella 40.000 obreros por aquel tiempo reportaban al pueblo romano 25.000 dracmas diarios.
Los celtíberos, en la preparación de las espadas sobresalen mucho de los restantes pueblos; en efecto, tienen una punta resistente y pueden cortar por los dos lados. Por lo cual, los romanos abandonaron las espadas de sus antepasados desde tiempos de Aníbal, cambiándolas por las de los españoles. Pero si pudieron imitar la forma, nunca consiguieron obtener la calidad del hierro y su excelente forja.”
(Frag. 179.)
“La espada de los iberos... no servía menos para herir haciéndola de punta que de filo... y la llamaban ibérica: tiene una punta de calidad superior y doble filo cortante a causa de ser la hoja fuerte y resistente.”
(III-144-3; IV-23-6)
5
“De los celtíberos se decía que eran irresistibles en los combates, tanto por su espíritu como por las armas de que iban provistos.”
POLIBIO (s. II a. de C.) : Historia, lib. III. XVI-7-7.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
LA GENTE ESPAÑOLA:
6
“(Discurso de Alcibiades a los espartanos): El objetivo de nuestra expedición a Sicilia ha sido: en primer lugar, someter, si es posible a los sikeliotas y tras ellos a los italiotas; en segundo lugar, el atacar a los cartagineses y su imperio. Logrado esto en todo o en parte, nos prepararemos entonces a poner mano en el Peloponeso, para lo cual traeríamos en nuestras naves cuantas fuerzas helenas de allende el mar se nos sumasen, y tomaríamos a sueldo muchos bárbaros, iberosy otros, tenidos allí como los más guerreros.”
TUCÍDIDES (414 a. de C,): VI, 90, 2, 3.
7
“Cuando Alejandro se dirigía a Babilonia se le presentaron embajadas de los lybios, brettios, lukanos, tyrrhenios... Se ha dicho que los cartagineses enviaron sus comisionados; de parte de los escitas de Europa y de los etíopes llegaron igualmente embajadores, así como de losceltas e iberos, todos pidiendo amistad. Griegos y macedonios conocieron entonces por vez primera sus nombres y equipos.”
ARRIANO (324-23 a. de c): ‘Anábasis de Alejandro’, VII.
8
“De Sicilia vinieron en las naves a Corinto dos mil celtas e iberos, que Dionisio el Tirano había enviado a pelear como aliados con los lacedemonios, después de haberles pagado la soldada de cinco meses.”
DIODORO DE SICILIA (368 a. de C.) : ‘Bibliot. Histórica’, XV.
EL ESTADO:
9
“En cuanto a las emigraciones de los helenos a los pueblos bárbaros, hay lugar a creer que habíamos tenido por causa el fraccionamiento de la nación helénica en tantos pequeños Estados, cuyo orgullo impedía la unión y las dejaba sin fuerza para resistir las agresiones exteriores. Este mismo orgullo presuntuoso existía en otro tiempo entre los iberos, unidos a un carácter natural desconfiado y emprendedor. Hábiles para sorprender al enemigo, estos pueblos no vivían más que de la guerra, llevando a cabo atrevidos golpes de mano, pero jamás grandes, porque nunca supieron formar una liga o confederación poderosa.
Además, si ellos hubieran consentido en reunir sus fuerzas, no hubieran visto invadir y conquistar tan fácilmente la mejor parte de su país por los cartagineses y en tiempos anteriores por los celtas, los mismos que hoy se llaman celtíberos y verones, y más recientemente por Viriato, un bandido, y por Sertorio y otros jefes, envidiosos como él de agrandar su poderío, después de los cuales vinieron los romanos, que habiendo vencido y atacado a una a una a cada tribu ibera, perdieron, es cierto, mucho tiempo en esta larga serie de guerras parciales, pero acabaron después de doscientos años o más por reducir por completo.”
ESTRABÓN: ‘Geografía’, III
LA GENTE MILITAR:
10
“Escipión, instruido de las intenciones del Senado, con la venida de C. Lelio, saca sus tropas de los cuarteles de invierno, echa a andar y encuentra sobre el camino a los españoles, que venían alegres y dispuestos a ofrecerles sus servicios.
Indibilis, que con anticipación le había avisado, cuando le vio acercar salió del campo con sus amigos, y en el habla que con él tuvo le contó la amistad que habían tenido con él los cartagineses, le manifestó los servicios y la fidelidad que siempre les había prestado y les expuso las afrentas e injurias que había sufrido. En cuya atención le suplicaba se constituyese en juez de sus razones, y si hallase ser injusta la acusación que le hacía contra los cartagineses, hallase seguramente que tampoco sabría guardar fe a los romanos, pero si a vista de tantos ultrajes como había referido, la necesidad le había forzado a apartarse de su amistad, se lisonjease de que el que ahora abrazase el partido de los romanos les guardaría un afecto inviolable.
Dichas otras muchas más razones al mismo intento, concluyó Indibilis, y tomando la palabra Escipìón, le respondió que no dudaba de sus palabras, que conocía el genio altanero de los cartagineses, tanto por el desprecio que habían hecho de los otros españoles, como por la insolencia con que habían usado de sus mujeres e hijas, en vez de que él, habiéndolas tomado, no en calidad de rehenes, sino de prisioneras y esclavas, les había guardado tal decoro que ni ellos, con ser sus padres, hubieran hecho acaso otro tanto. Indibilis confesó que así estaba persuadido, le hizo una profunda reverencia y le saludó por rey. Todos los circunstantes aplaudieron el dicho; pero Escipión, rehuyendo semejante nombre, les dijo que tuviesen buen ánimo, que ellos hallarían todo buen tratamiento de parte de los romanos, y sin detenerse les devolvió sus mujeres e hijas.
Al día siguiente ajustó con ellos un tratado cuyas principales condiciones eran que seguirían a los cónsules romanos y obedecerían sus órdenes.
Con esto se retiraron a sus respectivos campos, tomaron sus tropas, volvieron a Escipión y acabaron juntos con los romanos, marcharon contra Asdrúbal.”
POLIBIO: ‘Historia romana’.
HEROÍSMO (Sagunto):
11
“Entonces intentaron dos hombres un convenio, el saguntino Alcón y el español Alorco. Sin que se enterasen los saguntinos, Alcón, esperando que serían atendidas sus súplicas, penetró de noche hasta Aníbal, y como éste, sin que le afectasen sus lágrimas, quería, como vencedor irritado, imponer duras condiciones, Alcón, de mediador se trocó en desertor y quedó con el enemigo, diciendo que le matarían si se atreviese a proponer una paz a tal precio. 5. Quería el vencedor de los saguntinos diesen completa satisfacción a los turdetanos, y que después de entregar todo su oro y toda su plata saliesen de la ciudad con un solo vestido para establecerse en el paraje que se les designara. 6. Asegurando Alcón que los saguntinos no aceptarían jamás aquellas condiciones, y pretendiendo Alorco que el valor no sobrevivía a la ruina de todo lo demás, se ofreció por mediador. Alorco, soldado de Aníbal, había sido huésped y amigo de los saguntinos.
7. Adelántase en medio del día, entrega sus armas a los centinelas enemigos, atraviesa las fortificaciones y pide que lo lleven al pretor saguntino. 8 . El caso había reunido inmensa multitud; hízosela abrir paso, y el Senado recibió a Alorco, que habló de esta manera:
13. 1 : “Si vuestro conciudadano Alcón, después de haber ido a ver a Aníbal para pedirle la paz, os hubiese traído su respuesta, inútil fuera que me presentase a vosotros sin ser legado de Aníbal ni desertor. 2 . Pero ya que por vuestra culpa o la suya ha quedado con el enemigo, por la suya si su temor es fingido, por la vuestra, si es peligroso deciros la verdad, he venido en nombre de nuestras antiguas relaciones y hospitalidad para deciros que todavía os quedan algunos medios de salvación y de paz. 3 . Ahora bien: la prueba de que hablo solamente por interés vuestro es que, mientras habéis podido resistir con vuestras propias fuerzas o esperar socorro de los romanos, jamás he venido a aconsejaros sumisión; 4 . Pero cuando ya no tenéis esperanza por parte de los romanos y vuestras armas y murallas no pueden defenderos más, os traigo una paz más necesaria que ventajosa. 5. Tengo alguna esperanza de que la conseguiréis si escucháis como vencidos las proposiciones del vencedor, y si, en vez de contar como pérdida lo que os quite ese vencedor, que ya es dueño de todo, consideráis más bien como don suyo lo que se digne dejaros. 6. Esta ciudad, en gran parte destruida y ocupada casi por completo, os la toma, pero os deja vuestros campos, reservándose designaros el paraje donde podréis construir una ciudad nueva. Todo cuanto oro y plata tengáis, sea en el tesoro público, sea en poder de particulares, se le entregará, 7, pero respeta y conserva vuestras personas, vuestras esposas y vuestros hijos; si consentís salir de la ciudad sin armas y con dos trajes solamente.
Tal es la orden del vencedor, orden terrible y cruel sin duda, pero que vuestra desgracia os obliga a soportar. Por lo demás, no desespero de que, una vez recibida vuestra sumisión, no ceda algo de su rigor. En todo caso, creo que mejor es que os resignéis a todo, que exponeros a ser exterminados y a ver a vuestras esposas y a vuestros hijos arrebatados y arrastrados ante vuestros ojos, según los derechos de la guerra”.
14. 1. La multitud se había reunido poco a poco para escuchar este discurso, de modo que el pueblo se encontraba mezclado con el Senado. De pronto salen los senadores principales antes de que se conteste, llevan a la plaza pública todo el oro y la plata que tenían en sus casas y en el tesoro público, lo arrojan a una hoguera encendida apresuradamente y en ella se precipitan casi todos ellos...”
TITO LIVIO: ‘Ab Urbe condita’.
EL HÉROE:
12
(A los héroes de Sagunto):
“¡Vosotras, almas siderales, hermanas de los luceros; almas que no igualará edad alguna venidera; almas, prez y decoro de la Tierra, augusta y elísea muchedumbre, falange sobrehumana; id y subid a ennoblecer los asientos inmortales!”.
SILIO ITÁLICO.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
III - HISPANIA ROMANA; HISPANIA UNIVERSA
1
En el duro choque entre Roma y Cartago, por la búsqueda de unos mismos intereses, cayó la última de ellas, desapareciendo como pueblo histórico. En su virtud, y cual una liberación, cesó en Iberia el dominio cartaginés. España, teatro de batallas entre ambos rivales, fue sometida por las armas a la soberanía de Roma.
Bien sabían los hijos de la loba que aquí, hacia el Poniente, donde veían morir el sol como moneda de oro, estaba el broche del Mediterráneo, frunciendo sus aguas para dejarlas caer blandamente sobre el Atlántico, océano apenas recorrido por los hombres. Esa tierra que une y separa ambos mares era la fertilísima Iberia, tesoro magnífico para las arcas de Roma.
En su horizonte alzóse ésta, afanosa de señorío y poder. Nos envolvió en sus resplandores y nos incorporó a su Historia, tan estrechamente que nos hizo latinos hasta la entraña misma de nuestra personalidad, sin que ésta perdiera por ello su alma primitiva, sencilla, noble intrépida, dispuesta a todo lo grande, a todo lo heroico, en cumplimiento de un programa que en el mundo le impuso la Providencia.
Van llegando a Iberia, en observancia de una deslealtad, las legiones romanas, y su paso es de conquista, recorriendo victoriosas las tierras del Mediodía y del Levante, sin sospechar que el dominio pleno del suelo ibérico les costará tres siglos de vicisitudes y trabajos.
Inicia la campaña Publio Cornelio Escipión y lucha con éxito, como sus sucesores. Un protectorado pacífico de Roma sobre Iberia mantiene sumisas a las tribus indígenas. Pero al inaugurar aquélla una política atenta a esquilmar las tierras sometidas, el alma de este pueblo se agita en tromba de huracán y pone en conmoción a los ejércitos romanos.
La resistencia es tal que Sempronio Graco dirá en el Senado que sólo dominan en Iberia “el suelo que pisan”, y de ella salen, a la sombra del Moncayo, las heroicas luchas de Indibil y Mandonio, el levantamiento de Viriato, el caudillo lusitano, “el capitán de bandidos”, al decir del enemigo, a quien tras largas campañas Roma sólo pudo vencer mediante la traición y el soborno y, sobre todo, la guerra de los celtíberos en Numancia, cuyas principales consecuencias fueron las de despertar la conciencia y solidaridad de los naturales ibéricos, ya desde allí permanentemente establecidas.
Numancia es la pequeña ciudad independiente, situada en la alta meseta del Duero, en el territorio de los pelendones, a quienes pertenecía. Trataron los romanos de ganarla por la persuasión y la oferta, mas viéndose rechazados decidieron asaltarla. Pero no contaron con la altivez y el valor de sus habitantes que, tras de derrotar repetidas veces a las legiones latinas y gastar y deshonrar durante algunos años a sus más afamados generales, tuvo que ser sitiada formalmente por Escipión, el vencedor de los cartagineses, que montó en sus alrededores un formidable sistema de contravalación militar.
Y aun así, los numantinos prefirieron sacrificarse y, guiados por el ejemplo de Sagunto, prendieron fuego a sus familiares y enseres, quedando todos sepultados bajo las cenizas del solar.
La destrucción de Numancia señala el principio de la dominación romana en España. Habrá aún muchas revueltas interiores, como las guerras de Sertorio, que pondrán nuevamente en jaque a los más laureados generales de la República romana, quienes, como a Viriato, le harán desaparecer por medios innobles y alevosos. Las luchas intestinas entre César y Pompeyo se desarrollan en parte en nuestro suelo, con las batallas de Lérida y Munda, donde fueron vencedores los hijos y partidarios del último.
Estallarán, en fin, las rebeliones de los astures y cántabros, cinco años de lucha por la independencia en medio de sus montañas, dominados al fin por Augusto, que dirigía la campaña, enfermo de ira y de despecho. Pero a partir de ahí, España, gran provincia romana, gozará de la aquietada paz que, con más o menos alteraciones, durará hasta la caída del Imperio.
Esta paz, como un día clarísimo de sol romano, luce unos seiscientos años sobre nuestros paisajes, los suficientes para caldear el alma de la vieja estirpe con el destello ardiente de la civilización latina.
Hispania, cera blanda en manos de Roma, es moldeada por ésta. La divide primero en pedazos para mejor gobernarla. La administra hábil y tolerantemente, por lo que pudo formarla con finura en el detalle, elegancia de líneas y belleza de conjunto. Tórnase grande y se enriquece con creces. Las minas muestran generosas sus secretos; la tierra florece y fructifica en trigales y viñedos; los ganados contribuyen a su bienestar en la paz y el trabajo. las ovejas y cabras cubren de blanco vellón los campos de la patria; los caballos de la Bética, ligeros y esbeltos, ágiles y arrogantes, serán imprescindibles en los juegos circenses. El comercio es próspero, se acuña moneda, se incrementan las obras públicas.
Roma nos entrega su arquitectura, y sobre las tierras de Hispania surgen aras y templos, anfiteatros y circos, puentes y faros, acueductos y arcos triunfales. Cruzan la Península las vías militares y las suntuosas calzadas, las largas rutas entre ciudades distantes y los cortos senderillos vecinales. Ciudades amuralladas y necrópolis augustas; esculturas y mosaicos y la elegancia de su habla, que en el contacto de las legiones con el pueblo enseñó a éste la lengua maravillosa del Lacio, tan sonora y expresiva, tan flexible y bella y armoniosa que pudo dotar a todas las lenguas romances con su musicalidad característica.
Hispania adquiere formas de derecho, lenguaje y organización y será ya para siempre uno de los bastiones más fuertes de la civilización occidental. Pero Hispania es generosa y reconocida, y a cambio de todo ello proporciona a Roma unos cuantos hombres que contribuirán a su glorioso esplendor; y así, en su arrogante orgullo provincial, España envía a Roma, mientras otras naciones remiten tributos, ella Emperadores y artistas, de pensar hondo y de obrar recio y cauteloso, que se llamarán Trajano, Adriano, Teodosio, Séneca, Quintiliano, Marcial... y hasta por mandar envía con la guardia palatina, compuesta exclusivamente de iberos, la espada ibérica, la spatha, que es adoptada para su general armamento.
En aquella sazón hay también en Roma muchos españoles. De Mérida había un Deciano, abogado a la vez que filósofo estoico; español, y de Gades, era Canio Rufo, historiador y poeta; español era el poeta Vnico, que escribió versos amorosos a su amada.
Había también una colonia de andaluces, de exótico y extraño acento, que impresionaba a las melindrosas orejas romanas. Entre ellos pudo estar aquel que inspiró a Horacio: “Ha llegado a Roma el armador de la nao hispana. Ha vendido los ricos productos de su país; cuerdas y otras manufacturas de esparto; ha vendido el garum o salsa que se hacía con la sangre y las entrañas de los escombios pescados en la costa de Carteya, al oeste de Calpe; ha vendido el hierro de las minas ibéricas, los cueros de Córdoba con los cuales se hacían las buenas lorigas. Con este oro fácil el mercader puede pagarse el lujo de conquistar a una patricia romana y arrancarla del lado de su marido complaciente:
Sed jussa coram non sine conscio
surgit marito, seu vocat institor
seu navis Hispaniae magister,
dedicorum pretiosus emptor.
¿Qué representan esos españoles en Roma ? El “sentido máximo de catolicidad”. “El supremo esfuerzo de la universalidad”. Los titanes que levantan en vilo a Roma y la muestran al orbe, cuando éste se ve fatigado de contemplar la urbe sacra.
Lo esencial de estos hombres es la aportación de un espíritu contrario y subversivo al imperante en la civilización normativa de Roma. “Significaron ellos, y en especial Séneca, por un lado, la maximalidad del espíritu antiguo; la virtud, el culto al héroe, el respeto de las jerarquías, y por otro, el asentimiento del nuevo espíritu que iba a avecinarse: el de los débiles, los enfermos, los esclavos, los inferiores. Por eso en Séneca se encuentran los fundamentos de una filosofía de la voluntad, de la virtud pagana, del Héroe, y las bases de una doctrina de resignación, de la pobreza y de lo miserable que es la vida”.
Y en el choque de entrañas cordobesas con dialécticas áticas, surge su patético y dramático sentido de la vida: el senequismo. Algo tan complejo y hermoso como el sustrato definidor de toda una filosofía española que no existe más que en nuestro aire, nuestra sangre y entre las páginas estremecidas de los mejores espíritus de España.
Séneca es el cantor de la muerte, el filósofo que mejor acaricia la “agonía y tránsito de la muerte”. Las Consolaciones son los libros más cristianos que se hayan escrito en los primeros tiempos del cristianismo, imitado después por Boecio en el De Consolatione. Pero también aportó a la vida española unas ideas tan característicamente suyas como la antidemocracia: Argumentum pessimi turba est, dijo en De Vita Beata; la vida como lucha; amar lo difícil y vivir en peligro.
“Las fuerzas de las cosas adversas no mueven el corazón del varón fuerte; mas está firme en su estado. Porque es más poderoso que todas las cosas que fuera le acaecen. No digo yo que no las sienta, mas digo que las vence”, escribe Séneca; y el héroe noble natural, también: “¿Quién, pues, es el noble? Aquel a quien la naturaleza ha hecho para la virtud.”
Todo esto supo darle España a la Roma decadente.
2
Ha llegado la plenitud de los tiempos, y el mundo, dentro de la paz romana, se ha convertido en la alegría que mueve un recién nacido en una cueva en las afueras de Belén. Creció, vivió y predicó su doctrina como Hijo del hombre y como Hijo de Dios. El Evangelio que se abrió en una noche de rabeles y zampoñas se cerró con la muerte del Justo y del Redentor y la dispersión predicadora de los suyos. Uno de los apóstoles, Santiago, anhelando realizar la conquista espiritual de la tierra que le ha tocado en misión, atraviesa el Mediterráneo en una nave y deposita en nuestro suelo el nombre de Cristo. Los hombres que le escuchan se convierten a la fe y sientan firme en el alma de la estirpe la verdadera religión, que profesará y defenderá a lo largo de los siglos.
Acaso fue el Cristianismo el primer golpe propinado a la soberbia y altivez de Roma. Y no es que la religión cristiana aspire a derrocar la fortaleza del Imperio. Las implacables persecuciones desencadenadas contra aquélla y los pretextos y preocupaciones que sus doctrinas imponían, ayudadas por la fatal sucesión de unos emperadores más aptos a la promoción de luchas intestinas que a la expansión y robustecimiento exterior, dividieron y debilitaron de tal modo a Roma que, pese a sus posteriores conquistas y a los esfuerzos de unos cuantos insignes varones, como Constantino y Teodosio, no pudo cortar su total derrumbamiento.
Roma, potente y orgullosa de su fuerza, presencia, impávida y ligera, aquellas destrucciones en masa de unos hombres modestos, pertenecientes a las más bajas clases sociales, y se complace en someterlos a exquisitas y refinadas crueldades, sin darse cuenta de la promesa que transparentan sus rostros, alumbrados por una luz interior que no podrá apagarse jamás. Roma no podía comprender y menos aceptar los principios de la nueva doctrina que suponían lo contrario de su organización y estructura social.
“Aquellos hombres –ha escrito Berdejé-, que ante los soberbios y libres ciudadanos de Roma proclamaban la igualdad de todos los seres, quienes ante el cómodo y llevadero politeísmo adoraban y bendecían a un Dios único, a quien además representaban bajo una forma humana, de sufrimiento y sacrificio; aquellas doctrinas que aseguraban una vida futura relacionada íntimamente con la actual, y en proporción de gloria o castigo, según la conducta observada, lo que equivalía a sujetar a los hombres a unos estrechos conceptos de moral, no podían ser comprendidas ni aceptadas voluntariamente por las sociedades de entonces, porque encerraban la negación de estos mismos, la completa inversión de sus principios y la sujeción a unas normas estrictas que contrastaban con la suave y fácil libertad concedida por los dioses tutelares.”
Siguieron las enseñanzas las gentes humildes, para quienes la nueva Comunión les abría un mundo de esperanzas. Y la persecución logró que de las bajas capas sociales el Cristianismo ganase las superiores, con lo que nadie pudo oponerse a su empuje arrollador.
Santiago, San Pablo y los Varones apostólicos trajeron la doctrina a la Patria española.
La gente hispana lleva en la sangre la posibilidad de comprensión y práctica de la nueva doctrina religiosa. Conoce bien lo que es la pobreza, la humildad, la resignación, la mansedumbre, la caridad, la clemencia, el desdén de la riqueza; sabe que el hombre es individuo portador de valores eternos del alma y no alabanza del cuerpo; que el sacrificio es camino de redención, y entregar la vida por un ideal, llámese Sagunto o Numancia, es camino que conduce a Dios.
Por eso, el pueblo de Hispania acepta y recoge la voz de Cristo y sus Apóstoles, porque es “agua clara y alba luminosa de esperanzas nunca sentidas”. El pueblo la acepta no por tendencia a la revuelta ni por regla lógica pura, sino porque le llega al corazón sediento y angustiado, como un rocío fresco de promesas de mejor vida después de su vía dolorosa.
Organizada la Iglesia española, los fieles se dividieron en clérigos y legos. A los primeros, obispos, presbíteros y diáconos, tocaba el gobierno y dirección de las almas. Tan grande era el número de éstas y fue tan arraigada la fe, que pronto se produjeron en España las persecuciones y suplicios, brotando en ella la flor inmensa de su Santoral, regada con la sangre de sus mártires, tan héroes y enteros, tan henchidos del espíritu de sacrificio como aquellos antecesores de Sagunto y Numancia cuando se dejaban matar por su libertad e independencia.
“Ejecutados unos, carbonizados otros, padeciendo horribles suplicios todos ellos, los mártires españoles del siglo III y principios del IV constituyen página de gloria en los anales de la Patria”. La gloria la comparten Fructuoso, Augurio y Eulogio en Tarragona; Lorenzo en Huesca; Emeterio y Celedonio en Calahorra; Vicente, Engracia y sus innumerables compañeros, en Zaragoza; Justo y Pástor en Alcalá de Henares; Justa y Rufina en Sevilla; Eulalia en Mérida, cantados todos ellos por Prudencio en su Peristephanon, encendidos todos como carbones de incensario, gozosos como novios en pos de su dicha, legión gloriosa de caballeros de Cristo y de su Patria.
“Con las dotes del carácter español, individualidad, religiosidad, sentido de adaptación y universalismo sorprendente, al operarse la transformación del mundo por el hecho de la Redención, nuestro suelo era campo abonado, como ya hemos visto, para recibir la nueva doctrina, de horizontes sin límites, que establecía dentro de una unidad de origen y de filiación una nueva universalidad sobrehumana por cima de la limitada ciudadanía de Roma”. (García Villada).
Y comienzan los atisbos de la conciencia de la misión providencial de España, como el del obispo de Barcelona, San Paciano, a mediados del siglo IV, al revolverse contra Sempronio, que no admitía la denominación de catolicidad de la Iglesia, símbolo de unidad y de universalidad: “No te inquietes, hermano. Mi nombre es cristiano y mi apellido católico. Aquél me personifica, éste me muestra. Con aquel soy probado; con éste, señalado”.
Más tarde, en ese mismo siglo, Osio, obispo de Córdoba, convertirá a Constantino, formará su conciencia y le decidirá a convocar el Concilio de Nicea para oponerse a los grandes peligros que traen las sutilezas y errores de los arrianos para la unidad del mundo católico, y allí preside, a los ochenta y tres años, luchando con admirable tesón e irrefragable lógica, consiguiendo proclamar como dogma de fe la Divinidad de Jesucristo.
Posteriormente, en el año 380, un emperador español, Teodosio, decreta, de acuerdo con un Papa español, San Dámaso, “que es su voluntad que todos los pueblos sometidos a su cetro abracen la fe que la Iglesia romana había recibido de San Pedro”, instaurando con ello la unidad espiritual en el Imperio.
Nuevamente la Hispania cristiana supo dar a la Roma decadente hálitos de vida y apoyo en su rápido descenso.
3
Este Imperio, que a César en verdad debe su origen al deberle su explicación y razón de ser, y que Roma había logrado formar, más que por fuerza de las armas por la ilusión, empezó a descomponerse cuando la ilusión dejó de serlo para convertirse en realidad. Confirma esto la tesis de que la idea estatal, más que de un conjunto de circunstancias físicas, lengua, costumbres, fronteras, etc., nace de un quehacer común, de la ilusión de una empresa colectiva. Cuando ella se logra y no es sustituida por otra, la unidad de debilita y empieza un proceso de disgregación, porque el pasado, las tradiciones, imprimen carácter y dan solera a un pueblo, pero no son bastante por sí solas para mantener bien trabada la unidad nacional.
El Imperio, última expresión del mundo clásico, era institución arbitraria y hasta absurda; pero había cumplido un decreto providencial extendiendo la unidad de civilización a los fines el mundo entonces conocido, y dando por boca de Caracalla la unidad de derechos y deberes, el derecho universal de ciudadanía.
Otra unidad más íntima iba labrando al mismo tiempo el Cristianismo. Las dos tendencias se encontraron en tiempos de Constantino; el Imperio abrazó al Cristianismo como natural aliado. Juliano quiso separarlos y fue vencido. Teodosio puso su espada al servicio de la Iglesia y acabó con el paganismo.
Poco después murió el Imperio, porque su idea era más grande que él; pero el espíritu clásico, ya regenerado por el influjo cristiano, ese espíritu de luz, de unidad de civilización, continúa viviendo en la oscuridad de los tiempos medios e informa en los pueblos del Mediodía toda civilización, que en lo grande y esencial es civilización romana por el derecho como por la ciencia y el arte.
4
Los escritores latinos, como antes lo hicieron también los griegos, consideraron la Península como una entidad individual, y –como dice Menéndez Pidal- “realmente su unidad geográfica perfecta –península con istmo montañoso-, como toda unidad de habitación, fue para las razas que la poblaron un gran agente de fusión étnica, aunque no de unión política”.
Las dos civilizaciones existentes en el oriente mediterráneo al mediar el siglo III a. de C., están asentadas en Roma y Cartago. Ambas influyen sobre España, terminando con la preponderancia de la primera, que al vencer a los de Cartago en las guerras púnicas “desarrolló una política de conquista y absorción, apoderándose de la mejor parte de España”.
“Los romanos –sigue diciendo Menéndez Pidal- comenzaron por dividir sus primeras posesiones en dos Hispanias, regidas por dos pretores diversos, y durante las largas guerras de conquista, que se prolongaron dos siglos, ahondaron las divisiones entre naturales y cortaron el curso de la civilización indígena, sustituyendo ésta por la de tipo superior heleno-latina. La Hispania perdió así poco a poco la incipiente y nebulosa personalidad ibérica con que aparece en los primeros autores que de ella hablan, para convertirse en una provincia de tantas adquiridas por aquella gran República de la urbe romana y que, como las demás, era administrada mediante magistrados honoríficos y gratuitos, necesariamente rapaces y a veces pérfidamente crueles.
“Esta evolución ocupó aquellos dos siglos llenos de guerra, los siglos II y I antes de Cristo. Al comienzo, las guerras nacionales por la independencia, en las que los iberos son vencidos a pesar de los increíbles éxitos de Numancia y de Viriato; después, la guerra dirigida por un romano, Sertorio, en que Hispania, ya como provincia, pretende con las espadas ibéricas dirigir los destinos de Roma; en seguida la guerra civil entre César y Pompeyo, hecha en gran parte sobre el suelo de España; por último, las campañas de César y Augusto para someter a los últimos pueblos independientes del Noroeste, los galaicos, astures y cántabros.
Al fin, el Imperio sustituye a la República; la pax augusta se extiende sobre el mundo y la Hispania, repartida en tres provincias, comienza a vivir tranquilamente dentro del orbe romano.
“Y entonces aparecen un geógrafo, Estrabón, y un historiador universal, Trogo, que dedican en sus obras sendos capítulos a España”.
Para el primero, el pueblo ibérico se le aparece como un conjunto humano dotado de cualidades comunes. A ellos, como a los helenos, el orgullo les impidió reunirse para formar una potencia o comunidad grande; “por eso los iberos, tan arrojados y atrevidos en cosas pequeñas, no se han empleado en las grandes; si hubiesen sabido asociarse entre sí, no se hubiesen visto invadidos por los cartagineses, por los celtas y, últimamente, por los romanos, que sometieron todas las tribus iberas”.
Con el segundo comienzan los panegíricos del suelo de España, que se repiten luego sin cesar a través de su historia.
Tito Livio señaló también el carácter del hispano, ágil, belicoso, inquieto, y de España, más dispuesta para la guerra a causa de lo áspero del terreno y del genio de los hombres.
“A raíz de la sumisión de los cántabros y bajo el recuerdo de las guerras celtibéricas y lusitanas, los hispanos eran vistos como gente sobria y fuerte, a la vez que turbulenta; producían pocos caudillos, y éstos saben que la altivez de su pueblo no gusta de una jerarquización rigurosa, de una subordinación bien definida.
Por eso, como notaba después Floro, la nación hispana, o, como él dice, la Hispania universa, no supo unirse contra Roma; “de otro modo, bien defendida por los Pirineos y el mar, hubiera sido inaccesible; pero no se conoció a sí misma, ni conoció sus fuerzas sino después de haber sido vencida en lucha de doscientos años”.
Sobre esto podemos observar que Viriato no pudo reunir más que las tribus lusitanas, mientras que Vercingetorix dirigió la unión de todo el pueblo galo para su defensa.
“Sin embargo, frente a los famosos doscientos años de guerra hispana, bastaron nueve para que César sometiera la Galia; la resistencia bisecular es la obra del territorio en complicidad con el carácter altivo y desconocido de los iberos. Y así, el principal valor que era visto en los hispanos al iniciarse el Imperio, residía ya, como después seguirá siendo, en el pueblo mismo, o sea en la colectividad, que desarrolla alguna alta iniciativa bajo oscuros dirigentes; pueblo valioso, aunque mal jerarquizado y torpe para la confederación. Superando difícilmente estos defectos, él es el que realizó los grandes hechos simbolizados en los doscientos años de resistencia, que nunca se podrán personificar en una figura de nombre glorioso, sino en la de los anónimos capitanes caídos sobre el mustio collado de Numancia.
Y ya entonces, lo mismo que después, la representación de España entera aparece asumida en los momentos decisivos por esos habitantes de la árida meseta, más pobres en suelo y en género de vida que los de la costa, pero que merecen ser señalados por Floro como nervio y vigor de la totalidad de la Península; Celtiberes, id est robur Hispaniae.
Los celtíberos se destacan también en las anécdotas ejemplares de Valerio Máximo como principales depositarios de la fidelidad que nuestra Edad Media llamara “lealtad española”, o sea fidelidad vasallal; Valerio la admiraba bajo el nombre de fides celtiberica, según la cual el ibero consagraba el alma a su caudillo y no creía lícito sobrevivirle en la batalla; es la devotio o dedicación ibérica, que Roma imitó al comienzo del Imperio”. (Menéndez Pidal).
Los hispanos se destacan en la fundación del imperio como elemento de precioso valor político, como los Balbos; el mayor y el menor, tío y sobrino, y que fueron decididos partidarios de la política cesárea. El tío fue el primer cónsul provincial que hubo en Roma, y el sobrino también el primer provincial que obtuvo los honores del triunfo por sus victorias africanas. Vemos así como los españoles contribuyeron extraordinariamente a la propagación de la idea imperial, como más tarde habrán de contribuir a su arraigado esplendor.
Pero España inicia la provincialización en esa donación del Imperio en la política de España a la Madre Roma, apareciendo los Césares hispanos: el español Trajano, “el general que cubierto de sudor y polvo camina entre sus soldados llevando su caballo de vacío; mostrando al emperador la austera simplicidad, la moderación, la modestia, la vergüenza, el candor y, cien veces más, la modestia principis moderatioque. Adriano de Itálica, y Marco Aurelio, oriundo de la Bética, le siguen.
Y en la decadencia del Imperio y en la lucha contra los godos será llamado para defenderle otro emperador español, Teodosio, de las gentes vacceas de la meseta castellana de Cauca: “Todas las glorias de Roma iban a apagarse si Teodosio no hubiera venido a sostener el edificio que se derrumbaba y con mano firme no hubiese salvado el náufrago navío”, escribe Claudiano.
España, olvidada de su iberismo, presta su adhesión al orbe romano y pronto se convierte en un país enteramente latino que se distingue por su valor altísimo en el pensamiento y en el arte, con el florecimiento del genio hispano-latino.
“Desde Tiberio hasta Trajano son los hispanos los que afluyen a Roma los más entre los más entre los cultivadores de la literatura latina, y los más grandes. Esos hispanos salen de la misma Bética, como los Balbos; proceden de Córdoba o Cádiz, como los Sénecas, Columela, Mela y Lucano...; la celtíbera Bílbilis envía a Marcial y la vascónica Calahorra a Quintiliano.
“... Todos ellos imponían a Roma nuevas maneras del pensamiento y del arte”.
Las singularidades de todos ellos están expresadas en lo que será una constante española: el brote del realismo que desde Séneca llevarán al siglo XX pasando por Cervantes, los pintores y escultores de España.
Al decaer el Imperio con la llegada de los emperadores orientales, España queda desprovista de su antigua importancia política: relegada al fin del orbe conocido, comienza a padecer de su extrema occidentalidad. Y queda dependiente, como diócesis de Hispania, de la prefectura de las Galias.
Llega el Cristianismo con su concepto de la vida radicalmente nuevo, en pugna con los dioses oficiales, con el culto al numen del emperador, con la esclavitud base de la industria y de la agricultura, con multitud de costumbres privadas y públicas del pueblo; el Cristianismo señalaba a la comunidad humana fines super-terrenos, muy por encima de los destinos de la orgullosa “urbe eterna”, y anteponía resueltamente a la ciudadanía romana otra nueva universalidad, más extensa y más potente, no conquistada por las victorias de los imperatores militares, sino por el martirio de los hombres humildes de todas partes, puestos en irreductible rebeldía contra todo el pasado de Roma.
Reaparece España cuando mueven la guerra, por abstractas ideas teológicas, los presbíteros y obispos de regiones apartadas.
Osio, obispo de Córdoba y catequista del emperador Constantino, es quien inspira las primeras leyes cristianas y es alma del Concilio de Nicea, convocado por el emperador para examinar la doctrina arriana. Él fue quien logra la aceptación de la palabra definidora del Hijo de Dios, “consubstancial con el Padre”; él fue el principal redactor del Credo en el Concilio de Nicea.
España se empeña, a través de la figura de Osio, en defender la universalidad espiritual que siempre tuvo por lema. El español Teodosio promulga la famosa ley que imponía a sus súbditos “la religión que a la Iglesia romana había dado San Pedro y que ahora enseñaba el Pontífice Dámaso (hijo de padre español) acerca de la Trinidad”.
No puede ser un azar –escribe Menéndez Pidal- que dos hispanos señalen el comienzo y el fin de la contienda arriana; como Osio redacta en contra del arrianismo el credo religioso que dio unidad perpetua a la Iglesia, Teodosio define por primera vez el catolicismo oficial; “los que sigan esta ley (de la fe trinitaria) serán comprendidos bajo el nombre de cristianos católicos; los demás quedarán como herejes que serán castigados por la justicia divina y por la autoridad imperial”, palabras memorables con las que nace en este año del 380 el sistema coordinado de los dos grandes poderes, el catolicismo estatal y el Estado católico.
Implanta Teodosio la unidad espiritual en el Imperio con violenta supresión de los disidentes para salvar una crisis disolvente, y la salva buscando la absoluta unanimidad estatal. Esto mismo ocurrirá mucho después, en tiempos de los Reyes Católicos.
Junto a Teodosio hay otro hispano, Prudencio. En sus poemas nos habla de España como tierra de mártires, “únicos héroes que en él caldean el espíritu patrio”. En los himnos de su Peristephanon junta los nombres romanos y los hispanos. “Nuestros son éstos –dice-, nuestros los de la Hispania del río Ibero, los de Calahorra o Tarraco” y más aún los de Cesaraugusta, “honra suya”.
“La era de los mártires por la que acaba de pasar el mundo cristiano necesitó de España para hallar un poeta de audacia innovadora que no dudase en abrir las clásicas formas de la poética no sólo a la nueva mente cristiana, que esto ya lo habían hecho Juvenco y Ambrosio, sino a todas las estridencias del combate entre violencias”. Prudencio, en los cimientos de la nueva poesía cristiana, como piedra fundamental, colocó características muy peculiares hispanas.
Teodosio y Prudencio son figuras españolas y representativas de la generación que se necesitaba en lo futuro. “España aprendió de Roma ideas de universalidad, las hizo suyas y afirmándolas en este momento último de plenitud del orbe romano, toma en la historia imperial una posición análoga a la que adoptó en la historia de europa en el siglo XVI.
Prudencio, mirando hacia el pasado, percibe la importancia histórica del imperio con más grandeza que los que lo exaltaban mirando al presente en la época de plenitud y de crecimiento. Hay en el poeta español una interpretación unitaria del desenvolvimiento del mundo, que después sistematizará San Agustín.
Pacato, retórico galo, escribe en estos tiempos un panegírico de la Patria del emperador, y el poeta alejandrino Claudiano, respirando el hispanismo desde la corte de Horacio, desposado con hija de español, la princesa Serena, elogia la Patria que la vio nacer: “Ella engendra los que han de regir el mundo...”; al decir esto, piensa Claudiano en los destinos augustos de Roma para hacer que España arrebate osadamente a la urbe eterna el tu regere imperio populos, de Virgilio, en frase que los españoles de otra edad tomaron por profética.
Y Roma no ha de sentir celos ante este despojo de la misión imperatoria, preparado por la lenta provincialización del orbe y autorizado por el recuerdo de los primeros y más afortunados Césares adventicios junto al de los actuales del Oriente y del Occidente.
Más tarde, Orosio, español de Lusitania, al escribir su Historia contra paganos, expresa su simpatía “hacia la España ensangrentada durante doscientos años, hacia tantos reyes desposeídos y encadenados; siente un particular afecto a su tierra natal, en oposición a Roma, y relata con satisfacción las victorias de los hispanos contra tantos pretores, legados, cónsules y legiones; destaca el terror inspirado por la guerra peninsular, cuando el soldado romano se creía vencido a la sola vista del hispano; realza otra vez aquel “ingente miedo a los celtíberos” que se había apoderado de todos los romanos; denuncia la perfidia del pretor Galba con los lusitanos, causa de escándalo y alboroto en toda España, universa Hispania; y el heroísmo y dolor de la guerra de Numancia agitan su ánimo en un conmovido apóstrofe a los romanos, que a pesar de arrogarse tantas virtudes tienen que aprender de los numantinos la fortaleza increíble en el combate y en el vencer; fidelidad en contentarse, vencedores, con un pacto, creyendo tan nobles como ellos a los vencidos; justicia magnánima en observar los tratados y misericordia en dejar con vida un ejército que pudieron acuchillar.
En Orosio hay un sentimiento patrio porque en la España por él exaltada germinaba ya un estado de conciencia nacional. Su obra es un germen de historia de España. “Paulo Orosio es el primero que duda abiertamente de los fundamentos de la comunidad romana y siente al país natal como algo opuesto a ella”.
España aparece ya dentro de la historia imperial con plenitud de rasgos característicos, expresados en escritos y en acciones. No ha hecho sino suministrar valores materiales y espirituales para el Imperio, pero en ellos encuentra una valiosa prefiguración de lo que España será en el futuro.
Se parte de la perduración de caracteres raciales, cosa bien notoria. la sobriedad, la fortaleza para las privaciones y la muerte. Relacionados con ellos van la modestia, la moderación en la vida y en el arte.
También se aprecia el papel definido que tienen en la historia española algunas de las provincias hispánicas. Los celtíberos representan ya la totalidad de España, y al lado de ella se destaca la Bética. “Las dos son la columna vertebral sobre la que se sostiene la Hispania antigua; las dos producen todos los hombres magníficos que la Península da a la cultura y a la política del Imperio romano.
5
La larga convivencia con la gente de Roma ha proporcionado a la de Hispania unas constantes que culminan en los conceptos siguientes: Individualismo, Religión y Cultura.
El primero, cualidad esencial del carácter hispano, es un poco reflejo de esa historia de Roma llena de personalismos, traducidos en bandos y revueltas, que absorben y agotan a sus hombres, como más tarde en Castilla, los cuales solamente pueden ser apaciguados por obligadas y férreas dictaduras. Roma fue el prototipo de la discusión, de la anarquía, y también, como corolario indispensable, a la disciplina de hierro, única fuerza capaz de elevarla a las cumbres de su grandeza.
El sentimiento religioso del pueblo romano se robustece con una exaltación propiamente masculina que contrasta con la sutilidad y delicadeza de las modalidades helénicas. Grecia adora a las divinidades femeninas con una elevación de fe. Roma arrecia y vigoriza los mismos cultos, sobreponiendo los masculinos a los de la mujer.
Por último, la cultura, de fuentes asimismo áticas, adquiere iguales caracteres al ser trasplantada al Imperio. Es donde se manifiesta la condición de Roma y al propio tiempo los fondos étnicos que la sostienen e integran: la intuición y el barroquismo. Finura en la percepción y reciedumbre en la manifestación. Frescura y agilidad mental y reposada expresión.
Tales modalidades se acusan en España. El individualismo adquiere proporciones superiores: somos el pueblo de los individuos, de las opiniones propias, de una genial intolerancia. La historia española parece una continua revuelta que necesita siempre encontrar manos fuertes para sacar a luz sus energías y dar cima a su magnificencia.
La rigidez de nuestros sentimientos religiosos, mayor y más virilmente acusados en su expresión como en su símbolo, ha servido para adjudicarnos severidad y rudeza, factores de fuerza que se oponen a las suaves y dúctiles creencias del resto latino.
En cuanto a la intuición y al barroquismo, también los heredamos. Habrá en el español floraciones espontáneas, pensamientos fluidos, genialidades originales. Mas su expresión es fuerte, recia, de líneas no exentas de armonía, pero difíciles de quebrar.
La mejor demostración de ese barroquismo la dará el arte con el realismo de las escuelas pictóricas y en contraste con la arquitectura.
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Las águilas romanas nos dieron la pauta del sistema que logra la unificación: “Preferir la asimilación pausada a la confusión, la transformación a la imposición”. “A la unidad de mando respondía la unidad de disciplina. Unidad de entendimiento. Unidad de derecho público y privado. Unas mismas leyes para todos, exigiendo coactivamente su cumplimiento. Unidad de cultura y de costumbres. Unidad de religión y unidad de destino con el Estado de Roma.
Con ésta es cierto que España perdió su independencia al quedar convertida en una provincia más. Pero la perdió transitoriamente para recobrarla más pujante y absoluta y con personalidad inconfundible, ya bien definida, mediante la mezcla de sus mejores condiciones nativas y de las mejores de las romanas. Sus luchas con Roma y su contacto con ella sirvieron para hacer bien patente su indomable bravura hispánica, pero sirviendo también para pulir muchas aristas del carácter español.
Roma nos legó, como a todas las naciones que de ella se formaron, la base de la lengua, del derecho y el fondo de la cultura mediterránea. Pero sobre todas, España heredó de Roma una cualidad que pocos pueblos poseen, a saber, su fuerza de expansión universal y, con ella, el concepto de Imperio, concepto que César acertó a descubrir como base de una política, no de dominio, sino de colaboración, de creación.
Ese es el secreto del Imperio: no hacerse de trozos disformes con dispersión de lenguas, fines y costumbres, sino crear partes homogéneas para el todo estatal. Cuando esta norma sapientísima se ha seguido, los imperios han tenido siempre permanencia en la Historia.
La prudencia romana dictó un sistema de pocas leyes generales inexcusables y una flexible variedad peculiar para los municipios.
“Fácil para los vencidos la ganancia de la ciudadanía municipal primero, en seguida se logra la ciudadanía romana para todos los provincianos. El concepto jerárquico de Roma no toleraba castas ni categorías de ciudadanos libres, aun cuando la estructura social fuera clasista. Pero a los cien años de la conquista, el hombre libre de Tarraco o César Augusta, de Híspalis o de Astúrica era tan ciudadano del Imperio como cualquier patricio romano y como tal tenía acceso a las más elevadas magistraturas”.
El principal acierto de la legislación romana fue interesar a los vencidos en la romanización. A sangre y fuego, Iberia jamás se hubiera romanizado. La sagacidad política romana lo advirtió pronto y logró convencer a los vencidos de que su interés era romanizarse si querían dejar de ser vencidos.
Empieza a dibujarse también en lo cultural la personalidad hispánica. Cuando la paz y la tranquilidad se afianzan en el suelo español, los elementos naturales empiezan a descollar, dando sus nombres a la posteridad.
España, que en los días de Sertorio había debido importar gramáticos y retóricos, pronto estuvo en disposición de exportarlos. En tiempos de Augusto ocupaba el primer rango entre los oradores romanos el español Marco Porcio Latrón, el primer profesor célebre que hubo en Roma y que se granjeó en la escuela un gran renombre y opinión, y para un español, Marco Fabio Quintiliano, Vespasiano fundó la primera cátedra de elocuencia pública.
Cayo Higinio el Bibliotecario y Sextilio Ena son los primeros que inmortalizan sus nombres, siguiéndoles los Séneca, Marco Anneo y Lucio Anneo, nacidos en Córdoba, con sus obras gloriosas; Lucano, con su Farsalia; Valerio Marcial y sus Epigramas; Antonio Floro y su Historia Romana; Silio Itálico y su poema sobre la segunda guerra púnica; Pomponio Mela y su De situ orbis Chorographia; Columela con su Re Rustica, y Quintiliano con sus Institutiones Oratoriae.
Grandes son estos españoles, númenes de la Edad de Plata, y todos los genios extraños a la Península serán de talla inferior a los nuestros. El estilo de estos escritores estará caracterizado por el énfasis, el pomposo hiato y la claridad de concepto, que en su día volverá a ser glorioso de nuevo en Gracián, Quevedo y tantos otros más.
A la España cristiana pasa también el cetro de la poesía religiosa con Gayo Juvenco y su Historia evangélica; con san Dámaso, cantor de los mártires, y Aurelio Prudencio, que lleva a la poesía la lucha del alma pagana contra la cristiana en la Psycomachia; en la Apotheosis, sobre la divinidad de Jesucristo, los himnos del Kathemerinon y los grandes poemas, como mosaico de oro, del Peristephanon. Y la apologética con San Paciano y sus tratados, y Gregorio de Elvira con su exposición sobre El Cantar de los cantares.
La Hispania adolescente alcanza un grado de civilización que refulge y brilla, y en la Historia entra ya con resplandor tan vivo que no podrá nunca más abandonarla. Con la viva semilla romana y el fermento cristiano absorberá después espiritualmente a los invasores germánicos y formará la masa precursora del pueblo español del Renacimiento y del Siglo de Oro.
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Los tipos característicos de esta época son varios, lapidariamente considerados:
EL GUERRILLERO :
El guerrillero es la representación de las gentes como Viriato, encendidos de coraje, que emplean una táctica especial en el arte difícil de la guerra. Es el hombre tantas veces repetido en la historia española que conoce a maravilla la tierra que defiende, que sólo presenta batalla en sitio favorable y rehúye los grandes encuentros; que hostiga constantemente al enemigo con luchas parciales y sabe retirarse a tiempo dejando burlado al adversario; “ficha mágica que desbarata sus partidas en el tablero donde se ventila la independencia del pueblo lusitano. Ha comprendido el valor de la unidad de las tierras y de los hombres; le duele su Iberia invadida y alza su voz rural y sagrada, que recogen miles de corazones primitivos, voces que serán pavor y superstición para los más valientes legionarios de Roma. Y este “primer soñador de la unidad, primer conductor de la nacionalidad, primer caudillo de un pueblo en armas, primer héroe nacional, cae por el precio de la traición, que mata por la espalda al soñador y al héroe”.
EL PUEBLO :
Junto a él, el pueblo, héroe también representado en Numancia: 8.000 defensores contra 20.000 soldados, ocho meses resistiendo el cerco que les oprime, al cabo de los cuales, entre los estertores de la agonía, tienen el arrojo inexplicable de intentar una última salida que asombra al enemigo.
“Atónitos se quedaron los romanos al ver avanzar aquellos cadáveres vivientes cubiertos de harapos, sucios, con los cabellos erizados, las uñas largas, las espadas en alto y los ojos febriles, llenos de odio mortal”.
El glorioso remate que imprimen a sus obras es, antes de entregarse al enemigo, y en gesto cumbre de heroísmo, hacer arder la ciudad entera, arrojarse al fuego sus defensores, hombres, mujeres y niños, formando una pira de vivísimos resplandores y consumiendo en ella la vida de un pueblo amante de su libertad.
Ambos, guerrillero y pueblo, componen el tipo del Héroe, que dejan a la gente española el ejemplo de la abnegación decidida, el sacrificio constante, el batallar perpetuo por la libertad y la dignidad de la Patria.
EL FILÓSOFO:
El filósofo, que por un lado es Séneca y por otro Columela; el de las ideas y el de los actos.
Es Séneca el hombre que representa remedio contra Fortuna, al sentir preocupación por la fugacidad y la muerte, intuición de nihilidad; que al propio tiempo es agudeza y arte de ingenio al usar y abusar de la misma sutileza con juegos audaces de conceptos; que es, por último, espejo de príncipes en cuanto es doctrinero del Estado y preceptista del buen emperador.
Todo ello constituirá veta profunda en el pensamiento español, que inyectará siempre sangre cálida del patriotismo intelectual de la gente española. La “arena sin cal”, como la llamó Calígula, supo construir el edificio de un sentimiento constante en el alma española, con la misma firmeza de la piedra de los acueductos o el mármol de sus estatuas, y fue el único gentil que proclamó al mundo la igualdad de todos los hombres, defendiendo a los esclavos.
Columela, por el contrario, era según se ha escrito, el tipo del “señor andaluz”, fino, señoril, austero y sin ambiciones ruidosas. No quiso mezclarse en política cuando marchó a Roma, salvando así su vida y su obra, recluyéndose en sus cortijos andaluces.
De sus dehesas béticas fue naciendo su De Re Rustica, que es la mezcla de la técnica con lo político: por un lado, la experiencia; por otro, la obsesión romántica de Virgilio. Allí está el vigor campero que Columela devuelve a Roma: el riego de los huertecicos, el arado trazando terrujos bajo cielos añil y purpurina, la brisa suave de la mar gaditana, el sol caldeando las vegas de Sevilla y las noches estrelladas de la Sierra de Córdoba.
EL EMPERADOR:
Frente a la filosofía negativa del jerarca máximo del Imperio, ya cruel, ya necio o sanguinario, aparece la figura del emperador de sangre española: general de intachable fama, valor juicioso, modesta entereza, varón capaz de restaurar la disciplina y el orden.
Ulpio Trajano, “el Peludo”, como después Adriano o Teodosio, procede de un tronco dócil al ajeno consejo y exigente para consigo mismo. Militar, “señalábase un trazo para la sencilla afabilidad, que a la acendrada cortesía en la forma aliaba severo amor de la disciplina; hacíanse todos lenguas de su buen natural y de su raro temple, pues gustaba de compartir la vida, las privaciones y hasta el alimento de sus hombres, siendo el postrero en retirarse a descansar a su tienda”. Hombre, era de “famosa virtud, atención cuidadosa y solicitud sentida”. Venció halagos de fortuna, sintió virtuosa indiferencia por las pompas y caminaba “con marcha apacible y modesta” y “lentitud majestuosa”. “¡Cómo los ojos, el porte, el gesto, la persona toda anunciaban la franqueza!” “Era la virtud que pasaba”. Político, cumpliéronse en él los votos de Nerva; recogió la exhortación de vigorizar la sociedad interiormente, amparándola contra el peligro extranjero; amó la paz, instauró la austera integridad de una tierra grave y elegante, sobrado apartada de la cortesía, y empleó la guerra como medio justo.
“Trajo de su provincia, además del valor, el equilibrio, la moderación, la digna y cortesísima modestia, la afabilidad llana y benévola y la elegancia del gran padre de la patria, honor de España” (Plinio).
EL MÁRTIR:
Como llama de fe viva, álzase el mártir en la tierra de Hispania, confesando esa fe y sosteniéndola con el martirio. Caen todos como amapolas sobre el campo, ante el huracán de las persecuciones. El fuego voraz o la ardiente parrilla, o la espada y la piedra son el instrumento de su liberación.
Atadas las manos y trabados los pies, la boca canta la alabanza de Dios: “Nacidos para Cristo seremos consagrados al metal y llevando impresa la forma de Dios ¿serviremos al siglo? No, no sea jamás que el fuego celeste se denigre y ofusque con las tinieblas. El tiempo es llegado de dar a Dios lo que es de Dios.”
La sangre del mártir será vena abierta que fecunde la tierra tan contraria a aquellas otras, rotas por voluntad suicida (Numancia, Sagunto), que no fructificaban en virtudes. Cristo triunfaba con ello. Facundo y Primitivo en Galicia, Marcelo y Nonia con sus doce hijos en León, Acisclo y Victoria en Córdoba, Emeterio y Celedonio en Calahorra, Luciano y marciano en Vich, Justa y Rufina en Sevilla, el obispo Fructuoso con sus diáconos Augurio y Eulogio en Tarragona, Eulalia y Julia en Mérida, Cirilo y Paula en Málaga, Vicente, Sabina y Cristeta en Ávila, Marta en Astorga, Narciso en Gerona, Leocadia en Toledo, el español Lorenzo en Roma, y Valero, Engracia y los Innumerables Mártires de Zaragoza, adquieren la corona del martirio, abriendo el historial de los santos españoles.
Con este escudo, España será invencible desde ese momento.
EL POETA:
Dos poetas representan también el sentido español de este periodo: Marcial y Prudencio.
Marcial es sencillo y sin envidia; su ironía, como será toda la española, no es venenosa, y su agudeza e ingenio logran tallar los “diamantes bien trabajados” de sus epigramas, frutos originales de la improvisación. Si apuntan ribetes obscenos se explica por tener que retratar la sociedad romana en que vivía, decadente y viciosa; y si se muestran vetas serviles, también se explica por su pobreza y miseria, a las que supedita, a veces, su española independencia.
Prudencio será, después de Marcial, el otro poeta representativo. Se mostrará como el primer poeta cristiano, el heredero de la estirpe hispana enaltecedora de su Patria y de roma, “madre común de todos”. Cantará a los nuevos herederos del cristianismo, creando un lenguaje desconocido hasta el momento, adaptando al dogma y a las nacientes directrices espirituales la férrea disciplina métrica latina.
Hispano acérrimo, recio de contextura y expresión, al contemplar a todos los pueblos reunidos bajo un solo cetro, una misma lengua y un mismo derecho, proclama la obra de Dios, que de manera tan singular ha unificado la familia humana para hermanarla en Cristo con el lazo de la religión verdadera. Con su Peristephanon desarrolló la interpretación unitaria del desenvolvimiento del mundo y abrió los primeros surcos de la Filosofía de la Historia.
Y por último, un tipo femenino:
LA BAILARINA:
Las mujeres del Mediodía siguen también la tradición de los primeros tiempos. Marcial canta la gracia y la lascivia de una danzarina gaditana que bailaba al son de las “castañuelas andaluzas” (baetica crusmata). Las puellae gaditanae se hacen famosas, son requeridas en los banquetes y festines de Roma y hacia fines del siglo I y comienzos del II pocas debían ser las fiestas donde no figurasen como números atractivos, según indican los textos de Juvenal, Plinio y Marcial.
Es la gracia salada y danzarina de la mujer española, que a partir de entonces alegrará siempre su historia y su alma...
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
ALABANZAS DE ESPAÑA:
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“Iberia ; ésta, en su mayor extensión, es poco habitable, pues casi toda se halla cubierta de montes, bosques y llanuras de suelo pobre y desigualmente regado. La región septentrional es muy fría por ser accidentada en extremo, y por estar al lado del mar se halla privada de relaciones y comunicaciones con las demás tierras, de manera que es muy poco hospitalaria. Así es el carácter de esta región. La meridional casi toda ella es fértil, principalmente la de fuera de las Stélai...”
ESTRABÓN (64 a. C. – 20 d. C.) ‘Geografía’, III, I, 2.
“Se parece [Iberia] a una piel tendida en el sentido de su longitud de Occidente a Oriente, de modo que la parte delantera mire al Oriente, y en sentido de su anchura del septentrión al Mediodía. Tiene seis mil estadios de longitud; pero su latitud allí donde ésta es mayor, alcanza los cinco mil estadios, aunque en ciertos lugares desciende a menos de tres mil, especialmente hacia el Pyréne, que forma el lado oriental...”
(... III, I, 3)
“En las zonas altas habitan los karpetanoí, oretanoí y ouéttones en gran número. Este país es regularmente fértil; pero aquel que le sigue hacia el Oriente y el Mediodía no cede a ninguno de los más ricos territorios de la "oikouméne" por las excelencias de sus bienes, tanto terrestres como marítimos.
Esta región es la que riega el río Baítis, que tiene principio en los mismos parajes del Anas y el Tagos y que, por su tamaño figura entre estos dos. Corre, igual que el Anas, primero hacia el Occidente; después dobla hacia el Mediodía, desembocando en el mar por las mismas playas que aquél. Dicha región se llama Baitiké, del nombre del río, y Tourdetanía, del nombre del pueblo que la habita; a estos habitantes llámaseles tourdetanoí y tourdoúloi, que unos creen son los mismos; mas, según otros, dos pueblos distintos. Polýbios está entre estos últimos, pues dice que los tourdetanoí tenían como vecinos por su Norte a los tourdoúloi. Hoy día no se aprecia ninguna diferencia entre ambos pueblos. Tienen fama de ser los más cultos de los íberes; poseen una "grammatiké", y tienen escritos de antigua memoria, poemas y leyes en verso, que ellos dicen de seis mil años.”
(... III, I, 6)
“Entre la parte del litoral donde desembocan el Baítis y el Anas, y el extremo de la Maurousía, una invasión del Mar Atlanticós ha formado el estrecho de las Columnas, por el que hoy comunica el Mar Interior con el Exterior.
Aquí, entre los íberes que llaman bastetanoí, conocidos también por bástouloi, se levanta el monte Kalpe, de perímetro no grande, pero de mucha elevación y pronunciada pendiente, de tal modo que, visto de lejos, se presenta como una isla.
Al salir navegando de nuestro Mar y entrar en el Exterior, se queda a la derecha. Más lejos, a cuarenta stadios, se ve la ciudad de Karteia, ilustre y antigua, antes estación naval de los íberes. Algunos atribuyen su fundación a Herakles, y Timosthénes, que es uno de ellos, dice que antiguamente se llamó Herákleia, y aún eran visibles su gran recinto y sus arsenales.”
(... III, I, 7)
“...Sigue después Gadeira, isla separada de la Tourdetanía por un estrecho canal y alejada de Kálpe en unos setecientos cincuenta stadios, que otros calculan en ochocientos. Esta isla, que en nada difiere de otras, gracias a la intrepidez de sus habitantes en las cosas del mar y a su adhesión a los rhomaíoi, ha experimentado un tal incremento en su fortuna de todo orden que, a pesar de alzarse en el extremo de las tierras, es la más famosa de todas.”
(... III, I, 8)
“Las ciudades son, empero, numerosísimas, pues dicen ser doscientas. Las más importantes por su tráfico comercial son las que se alzan junto a los ríos, los esteros o el mar. Entre ellas destacan Kórdyba, fundación de Markéllos, y por su gloria y poderío, la ciudad de los gaditanoí.”
(... III, II, 1)
“La más ilustre, después de esta ciudad y de la de los gaditanoí, es Híspalis, también fundación de los rhomaíoi. Su emporio aún hoy pervive; pero su importancia ha sido superada desde que hace poco se establecieron en Baítis soldados de Kaísar, colonia, sin embargo, no muy ilustre en su fundación.”
(... III, II, 1)
“Las orillas del Baítis son las más pobladas; el río puede remontarse navegando hasta una distancia aproximada de mil doscientos estadios, desde el mar hasta Kórdyba, e incluso hasta algo más arriba. Las tierras están cultivadas con gran esmero, tanto las ribereñas como las de sus breves islas. Además, para recreo de la vista, la región presenta arboledas y plantaciones de todas clases admirablemente cuidadas. Hasta Híspalis, lo que supone cerca de quinientos stadios, pueden subir navíos de gran tamaño; hasta las ciudades de más arriba, como Ílipa, sólo los pequeños. Para llegar a Kórdyba es preciso usar ya de barcas de ribera”
(... III, II, 3)
“La Tourdetanía es maravillosamente fértil; tiene toda clase de frutos y muy abundantes; la exportación duplica estos bienes, porque los frutos sobrantes se venden con facilidad a los numerosos barcos de comercio. Esto se halla favorecido por sus corrientes fluviales y sus abras, semejantes, como dijimos, a ríos, y como tales, remontables desde el mar hasta las ciudades de tierra adentro”
(... III, II, 4)
“De Tourdetanía se exporta trigo, mucho vino y aceite; éste, además, no sólo en cantidad, sino de calidad insuperable. Expórtase también cera, miel, pez, mucha cochinilla y minio mejor que el da la tierra sinópica. Sus navíos los contruyen allí mismo con maderas del país. Tiene sal fósil y muchas corrientes de ríos salados, gracias a lo cual, tanto en estas cosas como en las de más allá de las Columnas, abundan los talleres de salazón de pescado, que producen salmueras tan buenas como las pónticas. Antes se importaba de aquí cantidad de tejidos; hoy mismo, sus lanas son más solicitadas que las de los koraxoí, y nada hay que las supere en belleza.”
(... III, II, 6)
“A tanta riqueza como tiene esta comarca se añade la abundancia de minerales. Ello constituye un motivo de admiración; pues si bien toda la tierra de los íberes está llena de ellos, no todas las regiones son a la vez tan fértiles y ricas, y con más razón las que tienen abundancia de minerales, ya que es raro se den ambas cosas a un tiempo, y raro es también que en una pequeña región se halle toda clase de metales.
Pero la Tourdetanía y las regiones comarcanas abundan de ambas cosas, y no hay palabra digna para alabar justamente esta virtud. Hasta ahora, ni el oro, ni la plata, ni el cobre, ni el hierrro nativos se han hallado en ninguna parte de la tierra tan abundantes y excelentes.”
(... III, II, 8)
“Cualquiera que haya visto estos lugares podría decir que son los eternos almacenes de la Naturaleza o los tesoros inagotables de un imperio. Porque el país es, según dice, no sólo rico en lo que muestra, sino también en lo que oculta; y en verdad, para sus habitantes, el subsuelo se halla regido, no por Hádes, sino por Pluton”
(... III, II, 9)
“Instruido por la voz de la Historia de todas estas expediciones guerreras a las costas meridionales de Ibería, conocedor también de la riqueza de estas regiones y de los bienes de todas clases que poseen y que los phoínikes dieron a conocer [Hómeros], tuvo la idea de colocar aquí la mansión de las almas piadosas, y el "Elýsion Pedíon" donde, según la predicción de Proteús, Menélaos debía vivir algún día:
"En cuanto a vos [Menélaos], los inmortales os conducirán al Elýsion Pedíon, en los fines mismos de la Tierra: donde reina el rubio Rhadámanthys, donde los humanos gozan de una vida feliz al abrigo de la nieve, de la escarcha y de la lluvia, y donde desde el seno del Okeanós se levante el soplo armonioso y refrescante del Zéphyros."
La pureza del aire y la dulce influencia del zéphyros son, en efecto, caracteres propios del Iberia, que vuelta por completo al lado del Occidente, posee un clima verdaderamente templado. Además está situada en los últimos confines de la tierra habitada, es decir, en los mismos lugares donde la fábula -como hemos dicho- ha colocado el Háides; porque la mención de Rhadámanthys en los versos que preceden implica la vecindad de Mínos, y ya se sabe lo que dice [Hómeros]:
"Allí vi a Mínos, el noble hijo de Zeús, que con su cetro de oro en la mano administraba justicia a los muertos.”
(... III, II, 13)
“Tienen los tourdetanoí, además de una tierra rica, costumbres dulces y cultivadas”
(... III, II, 15)
“La región de que hablamos es rica y está regada por ríos grandes y pequeños que proceden de Oriente y corren paralelos al Tágos. La mayor parte de ellos son navegables y tienen gran cantidad de placeres de oro.”
(... III, III, 4)
“Tras de Ábdera está Karchedón Néa, fundación de Asdroúbas, sucesor de Bárka, padre de Anníbas, la más importante de todas las ciudades de esta zona. Tiene una situación fuerte, unas murallas bien construidas y está enriquecida por puertos, una laguna y por las minas de plata, de las que ya hemos hablado. En ella y en sus cercanías abundan los talleres de salazón; es el principal emporio para las mercancías que, llegando del interior, han de ser cambiadas por las que vienen del mar, y éstas por las que proceden de tierra adentro.”
(... III, IV, 6)
“Entre las bocas del Íber y el extremo del Pyréne, allí donde se alzan los Exvotos de Pompéios), la primera ciudad es Tarrákon, que, aunque no tiene puerto, está levantada sobre un golfo y se halla bien acondicionada en las demás cosas, sin que su población sea menor que la de Karchedón. Encuéntrase también bien situada como centro para los viajes de los prefectos, pues sirve de metrópoli no sólo para las tierras sitas en la parte de acá del Íber, sino también para las de una gran parte de las del otro lado.”
(... III, IV, 7)
“La vertiente ibérica del Pyréne tiene hermosos bosques de árboles de todas las especies, singularmente de hoja perenne. La vertiente céltica está desnuda; pero las zonas centrales contienen valles perfectamente habitables.”
(... III, IV, 11)
“De las cuatro naciones en que están dividados los keltíberes, la más poderosa es la de los arouákoi, que habitan la región oriental y meridional y son limítrofes con los karpetanoí y vecinos de las fuentes del Tágos. La más famosa de sus ciudades es Nomantía, cuya virtud se mostró en la guerra de veinte años que sostuvieron los keltíberes contra los rhomaíoi; luego de haber destruido varios ejércitos con sus jefes, los nomantínoi, encerrados tras sus murallas, terminaron por dejarse morir de hambre, a excepción de los pocos que rindieron la plaza.”
(... III, IV, 13)
“Ibería produce un gran número de rebecos y de caballos salvajes; en sus lagunas abundan también las aves, como cisnes y otras especies análogas, o como avutardas, que son muy numerosas.”
(... III, IV, 15)
“Las raíces tintóreas abundan; el olivo, la vid, la higuera y otras plantas semejantes crecen cuantiosas en las costas ibéricas que bordean Nuestro Mar, y también en las del Exterior”
(... III, IV, 16)
“Se han visto y se han dicho muchas cosas acerca de todos los pueblos ibéricos en general, y en particular de los septentrionales, y no sólo sobre su bravura, sino también sobre su dureza y su rabia bestial. Se cuenta, por ejemplo, que en las guerras de los kántabroi, las madres mataron a sus hijos antes de permitir cayesen en manos de sus enemigos. Un muchacho cuyos padres y hermanos habían sido hechos prisioneros y estaban atados, mató a todos por orden de su padre con un hierro del que se había apoderado. Una mujer mató a sus compañeras de prisión. Un prisionero que estaba entre guardianes embriagados, precipitóse en la hoguera. Todos estos rasgos se cuentan también de los pueblos keltikoí, thrákioi y skýthai; como es cosa común entre ellos, la valentía, no sólo en los hombres, sino también en las mujeres”
(... III, IV, 17)
“Se cuenta también de los kántabroi este rasgo de loco heroísmo: que habiendo sido crucificados ciertos prisioneros, murieron entonando himnos de victoria. Tales rasgos denotan cierto salvajismo en sus costumbres”
ESTRABÓN (64 a. C. – 20 d. C.) Geografía III, IV, 18)
14
“La Bética precede a las demás provincias por la riqueza de su cultivo y por cierta extraordinaria fertilidad que le es peculiar”
PLINIO (23-79 d. C) : ‘Historia Naturae.’ III, 7.
“La Bética siega las más copiosas mieses entre los olivares”
(... XVIII, 94)
“Los viñedos lacetanos son los más renombrados de los españoles por la abundancia de vino que dan, pero los de Tarragona y del Lauron, por sus cualidades especiales refinadas, y los de las Islas Baleares se comparan con las primeras clases de vinos italianos.
(... XIV, 71)
“Todas estas islas tienen gran abundancia de árboles frutales y aves de toda especie; ésta – Canarias- está llena además de palmeras datileras y abunda en piñas de pino; hay también gran cantidad de miel y en los ríos se cría el papiro y el siluro”
(... VI, 205)
“Después, exceptuando las Indias fabulosas, colocaré yo a España, sobre todo su región litoral, aunque tiene partes áridas, en cambio las partes productivas abundan cereales, aceite, vino, caballos, metales de todas clases, como Galia; pero supera España por el esparto de sus desiertos, por el espejuelo para los vidrieros, por sus finas materias colorantes, por en el ardor en el trabajo, por la habilidad de los siervos, por la dureza corpórea de los hombres, por la vehemencia en el ánimo”
(... XXXVI, 203)
“Casi toda España abunda en minas de plomo, hierro, cobre, plata y oro; en la Citerior también en piedras espectaculares transparentes y la Bética en minio. Hay canteras de mármol.”
(... III, 30)
“El oro se encuentra en nuestro mundo... en forma de pepitas, como en el Tajo de España... Asturias, Galicia y Lusitania; según algunos, producen 20.000 libras de oro por año, siendo Asturias la que rinde mayor cantidad. No se da en ninguna parte fecundidad tal continuada durante tantos siglos”.
(... XXXIII, 66)
“Casi todas nuestras provincias producen plata, pero la más hermosa es la de España. Es admirable el que aun sean explotados los pozos de fundir plata, abiertos en España por Hannibal. Se dice que el hoy conocido con el nombre de Baebelo rentaba a Hannibal 500 libras diarias de plata.”
(... XXXIII, 96)
“De todos los metales , es el hierro el que más abunda en Cantabria; en la parte de la costa que baña el Océano hay una montaña muy alta que –cosa increíble- es toda ella de este metal”
(... XXXIV, 119)
“Toda esta región, a partir de los Pirineos, está llena de ruinas de oro, plata, hierro y de plomo negro y blanco”
(...IV, 112)
“España Citerior tiene un lino de un blancor puro debido a un torrente, en el que se lava, que riega Tarragona. Su finura es admirable en extremo y allí se ha inventado un género de lino precioso: la carbasa.”
(...XIX, 10)
“En lino, es Játiva la tercera población de Europa que obtiene mayor producción”
(...XIX, 9)
“De España vino a Italia el lino de Zoela, muy bueno para todos los tejidos de maya. Es una ciudad de Galicia próxima al Océano.”
PLINIO (23-79 d. C) : ‘Historia Naturae’. XIX, 10.
15
“Da también su juventud Tarragona, la rica en vides, cuyos vinos no ceden más que a los del Lacio”
SILIO ITÁLICO (25-101 d. C.) ‘Púnica’, III, 7
“Sobre las orillas fértiles del Betis, cuyos brazos están sombreados por olivares” (...III, 404)
“Los rápidos corceles de Asturias... El corcel asturiano se distingue por la blanca estrella que adornaba su frente, señal característica de los de su país, y por sus pies ágiles, también de color blanco. Lleno de coraje, si bien de mediana talla y de apariencia poco notable, su ardor le daba alas” (...XVI, 348)
“Uxama presenta con orgullo caballos ligeros; de aquí que vengan al campo sin mostrarse débiles al tiempo; sufren con vigor el tiránico freno y obedecen al auriga” (...III, 84 y 99)
“El avaro asturiano sabe penetrar hasta los más profundos abismos de la tierra para salir del mismo color que el oro que desprende” (...I, 231)
“Córdoba, gloria de una tierra rica en oro” (...III, 401)
“Para los celtas es una honra morir en el combate y consideran como un crimen el quemar los cuerpos de los que así mueren. Piensan que sus almas suben al cielo si los cadáveres son desgarrados por los buitres hambrientos” (...III, 340)
“En primer lugar estaba el cántabro, a quien el frío, el calor y el hambre no sofocaban, y salían victoriosos de las empresas más arduas” (...III, 330)
“El cántabro no puede pasar la vida sin combates; porque todo lo cifra en las armas y les parece un oprobio el vivir sin emplearlas” (...III, 330)
“La otra parte (del ejército de Aníbal) comprendía las cohortes españolas, tropas auxiliares venidas a su campo y que los trofeos de su padre le habían agregado en Europa. Aquí los corceles belicosos hacen retemblar los campos de Marte con sus relinchos, allí enganchados a los carros de guerra van por el campo con más vehemencia que los eleos. Estos pueblos, pródigos de la vida, también están prontos a acelerar la muerte. Pues desde que han pasado la edad floreciente del vigor desprecian impasibles la vida y no quieren llegar a la vejez, poniendo término al destino por su propia mano.
SILIO ITÁLICO (25-101 d. C.) ‘Púnica’, I, 220.
ESPAÑA Y SUS GENTES:
16
“I. Si España constituye el ámbito de Europa, ella servirá de término a esta obra. Los antiguos llamáronla en un principio Iberia, del nombre del Ebro; luego España, del de Hispanus. Puerta entre el África y la Galia, está limitada por el Océano y lo Pirineos. Menor que ambas comarcas es, no obstante, más que una y otra fértil. No la tuesta como al África el sol calcáreo ni como a la Galia la barre con vehemencia el ventalle de los vientos violentos. Entre estos dos extremos España tiene la deleitosa medianía. Las mansas lluvias en sazón la hacen fecunda en toda suerte de cosechas; de manera que no sólo a sus propios habitadores, sino también a Italia y a la ciudad de Roma. No solamente tiene gran copia de trigo, sino también de vino, de miel, de aceite; ancha y rica es la vena de su hierro; y son alígeros sus caballos que pacen en manadas. No son sólo de loar los bienes del haz de nuestro suelo sino también los abstrusos metales de sus minas. Grande es la abundancia de lino y atocha, y por lo que toca al minio no hay tierra más feraz. Es tranquila y sesga la andadura de sus ríos; carecen del ímpetu torrencial que los haría perjudiciales, antes corren con manso murmurio y abrevan a placer viñas y campiñas. Sus estuarios abundan de pesca, y muchos pescados arrastran su oro entre las apacibles olas. Por toda la cuadratura de España se mantiene igual la salubridad, porque el aire jamás se infesta de emanaciones pestíferas y de nieblas pegadizas y rastreras. El vital aliento de la brisa la orea y la penetra toda y, ventilando las exhalaciones terrestres, mantiene la salud de sus moradores.
II. El cuerpo del español soporta con facilidad hambres y fatigas, y su corazón sabe enfrentarse con la muerte. Son todos ellos de una sobriedad severa, prefiriendo la guerra al descanso; y si carecen de enemigos en el exterior, los buscan dentro. Con harta frecuencia se les ha visto morir torturados, ocultando un secreto, más cuidadosos de callarle que de vivir. Alábase la firmeza de aquel esclavo que en la guerra púnica, habiendo vengado a su amo, reíase a carcajadas en medio de la tortura, y logró el triunfo sobre la cólera de sus verdugos por su rostro sereno y gozoso.
Su cuerpo es ágil, su ánimo inquieto. Más quieren sus armas y sus corceles de guerra que su propia sangre. Sus fiestas las celebran sin festines. Después de la segunda guerra púnica aprendieron de los romanos el empleo de los baños calientes. No han tenido, a través de tantos siglos, más que un gran capitán en Viriato, quien durante diez años disputó la victoria a los romanos (¡de qué modo se asemeja su valor y coraje al de los animales salvajes!), y aun el mismo Viriato no era jefe al que ellos hubieran elegido, mas le siguieron como hombre capaz de prever y evitar los peligros. Su sencillez igualó a su valor; vencedor con frecuencia de las armas consulares, no cambió después de sus hazañas ni sus armas ni sus ropas ni su género de vida; permaneció tal como se mostró en su primera campaña, a tal punto que el último de sus soldados hubiera parecido más rico que su general.
III. Muchos autores han escrito que en Lusitania, a orillas del Tajo, el viento fecunda las yeguas. Tal fábula ha nacido de la fecundidad de las potras, de la muchedumbre de caballos de Galicia y Lusitania, donde su maravillosa ligereza pudo dejar suponer que el viento las había engendrado.
......................................
Una parte de estos pueblos llámanse Anfílocos. Este país es fértil de cobre, de plomo y de minio, de donde tomó su nombre el río contiguo. España es riquísima en oro, hasta el punto que con frecuencia levanta el arado terrones áureos. En los confines de este país hay una montaña sagrada que violarla con el hierro es sacrilegio nefando; mas si fuera hendida y minada por un rayo caído del cielo, como acontece con frecuencia en estos lugares, entonces es lícito recoger el oro que el fuego celeste desenterró, como un don de los dioses. Los cuidados de la caza y la agricultura son del menester de las mujeres; las armas y el bandidaje ocupan a los hombres. El hierro de esta comarca es duro, pero el agua es más violenta que el mismo hierro, puesto que con su temple el hierro se vuelve más recio. No se precia el arma que no ha sido sumergida en la corriente rauda del Bilbilis o el Jalón (Chalybs). De ahí el nombre de chalybes con que se nombra a los que habitan sus orillas. Allí es más afamado el hierro que en parte alguna.
IV. Fue en los bosques de los tartesios, según es fama, donde los Titanes engreídos se empinaron en rebelión y movieron guerra al cielo. Están habituados por los cunetes: Gargoris, el más antiguo de sus reyes, fue el primero que descubrió la manera de recoger la miel. El descuido de su hija al darle un nietecillo, y avergonzado por tal infamia, trató por diversos medios de que pereciera el niño, pero éste debió a la fortuna el escapar de tales azares, y su abuelo, conmovido por tantos peligros, dejó que ascendiera al trono y... se le dio el nombre de Habis. Apenas subió a él, desplegó tantas virtudes que se le reconoció el designio de los dioses, cuyas manos le arrancaron de tamaños peligros. Dio leyes a su pueblo, que todavía estaba en la barbarie, le enseñó el primero a uncir los bueyes a la carreta, a fecundar los riscos de la tierra y, acordándose de los sufrimientos pasados, obligó a los hombres a que abandonasen los alimentos salvajes por otros más suaves. Sus aventuras nos parecerían fabulosas, si no se hubiera también contado que los fundadores de Roma fueron amamantados por una loba, y Ciro, rey de Persia, por una perra. Prohibió a su pueblo el trabajo del esclavo y lo distribuyó en siete ciudades. Durante muchos siglos, el cetro permaneció en su familia. Geryón reinó en otra parte de España formada por islas. son allí los pastos tan ricos que los animales morirían de gordura si no se les privara a veces de alimento. Los rebaños eran la única riqueza de los hombres de aquellos tiempos, y tan famosos eran los de Geryón que la atracción de tal botín condujo a Hércules desde Asia a España.
TROGO POMPEYO (siglo I a. de C.) ‘Historia Universal’, según Justino; libro XLIV.
17
“Oh Betis, cuya frente se corona / de ricos olivares, cuyas aguas /de límpida pureza dan su tinte / dorado a los vellones de tus márgenes”.
MARCIAL (40-104 d. C.) ‘Epigramas’ XII, 98.
“Córdoba, más deliciosa que el Venafro perfumado, por mor de sus aceites, y no inferior a Istria por sus olivares, es más abundante en rebaños que el próspero país que baña el Geleaso”
(...XII, 63)
“Oh tú, famoso a la nación celtíbera;
tú, honor de nuestra España, oh Liciniano,
que vas a ver a la elevada Bílbilis
por sus caballos y sus armas noble;
al viejo Cayo que la nieve cubre;
al sacro Valdaveron, separado
de las demás montañas y los bosques
alegres de la plácida Botrodos
que gustan tanto a la feliz Pomona;
tú nadarás en las termales aguas
y lentas del Congedo, y en los lagos
en donde moran plácidas las Ninfas.
Después vendrás a refrescar tu cuerpo
cansado del Jalón en leve cauce,
aguas que al hierro dan tan fino temple.
Allí también Boberca ofrecerate
caza que matarás desde tu mesa;
combatirás los fuegos del estío
del áureo tajo con las frescas ondas,
sombreadas por las plantas de sus márgenes.
Del Dircenna las aguas congeladas,
las del Nemea más que nieve frías
de tu sed matarán el vivo fuego.
Cuando diciembre llegue con sus nieves
y el invierno brumoso ruja ronco
con el fiero Aquilón recogeráste
de Tarragona a las riberas dulces
y a tus de Laletania posesiones.
El gamo allí cogido por tus redes
sucumbirá a tus golpes; en caballo
brioso correrás la liebre astuta
y el patrio jabalí, y a tus colonos
tan sólo dejarás el ágil ciervo.
Del aledaño bosque la madera
bajará por sí misma a sus hogares,
en donde caldearánse niños sucios.
Por ti invitado comerá contigo
el cazador, y no verán tus ojos
calzado que contenga medias lunas
ni togas que a la púrpura trasciendan
ni grosero Liburno ni cliente
quejumbroso, ni viuda pedigüeña.
No turbará tu sueño el reo pálido,
y dormirás durante la mañana.
Otro a gran precio compre el vano y fútil
placer de los aplausos; mas tú, apiádate
de los dichosos, y sin torpe orgullo
disfruta tú de verdadera dicha...
La vista que te resta sin desdoro
pueden pasar ocioso: que tú has hecho
ya lo bastante para haber la gloria.
(...Epigr. I, 50)
“¡Oh tú, decoro de tu tiempo!, ¡oh Lucio,
que no permites que el antiguo Grayo
y nuestro Tajo dense por vencidos
del elocuente Arpi! Deja, deja
a poetas del Ática que canten
a Tebas o Micenas, o a la célebre
Rodas o a los atletas, Cástor, Pólux,
con quienes goza Esparta licenciosa;
nosotros, hijos del Ibero y Celta
cantemos sin rubor en nuestros himnos
por gratitud dictados, menos dulces
nombres de nuestra patria. Sí, cantemos
a Bílbilis, famosa por su rico
metal temible, que es más excelente
que el del país de Nóricos y Cálibes,
a Platea do suena sobre el yunque
el laboreado hierro, y que circunda
con su pequeño y turbulento cauce
el Jalón, que da temple a las espadas;
Tutela, Rixamaro y sus canciones;
a Cardona y sus festines placenteros;
a Peteron, de rosas refulgente;
a Rigas y sus viejos escenarios
por nuestros ascendientes erigidos;
a Silas y a sus íncolas tan diestros
en arrojar el rápido venablo;
los lagos de Turgente, de Petusia
y el agua cristalina de pequeña
Vetonisa; a la selva consagrada
del Baradón, por donde se pasea
hasta el más perezoso; en fin, el hondo
valle de Matinesa que laboran
los becerros fortísimos de Manlio.
Delicado lector, ¿te burlas de estos
groseros nombres? ¡Bah! ¡Como tú quieras!
Me gustan más así que tu Bitunto.
(...Epigr. IV, 55)
“Rico presente de Partenio docto:
¿De qué rebaño, oh toga, has sido, dime,
adorno y esplendor? ¿Han florecido
para ti las praderas de la Apulia
cercanas a la villa de Falante
el espartano, y que se ven regadas
y fértiles por ondas del Galeso
que por Calabria corre? ¿El río Betis
que afluye por Tartesia y que alimenta
a los rebaños que la Iberia cría
ha lavado tu lana sobre el lomo
de la oveja de España?
(...Epigr. VIII, 28)
ALABANZA DE CÓRDOBA Y SU ALCÁZAR:
“En las campiñas de Tartesia, donde
Córdoba la opulenta se complace
del pacífico Betis en la orilla;
en donde los vellones se revisten
del pálido color de los metales
que el río encubre; donde, en fin, la lana
de los rebaños de la Hesperia brilla
del oro con vivísimos vislumbres,
un alcázar espléndido se encumbra,
alcázar que conoce todo el orbe.
En medio del magnífico palacio
un plátano se yergue, cuya fronda
espesa cubre cuantos edificios
se encuentran aledaños. Es el plátano
de César. Él con su gloriosa diestra
lo plantó por sí mismo y ella ha hecho
brotar lozano su primer retoño.
Por el vivaz verdor de su follaje
y por la altura de sus grandes ramos
que a las estrellas álzanse atrevidos,
aqueste bosque al parecer conoce
quién fue su autor y soberano dueño.
Los faunos embriagados a menudo
bajo su amena sombra han jugueteado
y el eco de su flauta ha interrumpido
el silencio nocturno del alcázar.
El árbol muchas veces fue guarida
a rústicas dríadas, que evitaban
a través de campiñas solitarias
los nocturnos asaltos amorosos
de Pan; y muchas veces los que abriga
benignos lares, el olor lanzaron
de los báquicos brindis favorables
a su crecer pomposo y lozanía.
Allí también el césped, con coronas
de rosas, recubrióse, y nadie pudo
decir después que allí las depusiera.
Árbol querido de los santos dioses,
árbol del César grande e invencible,
no temas, no, al destructor acero
ni a la llama sacrílega. Tú puedes
la gloria pretender de eterna fronda,
porque no fueron manos pompeyanas
las que te han arraigado en este suelo.”
MARCIAL (40-104 d. C.) Epigrama IX, 62
18
“España abunda en hombres, caballos, hierro, plomo, cobre, plata y oro, y su suelo es tan fértil que si en determinados lugares, por falta de agua le hace estéril y extraño, sin embargo allí produce lino y esparto”
POMPONIO MELA (s. I d. C.) ‘Chorograhia’ II, 86.
“Ibiza, fértil en trigo y más pródiga aun en otros productos”
(... II, 125)
“En Lusitania se encuentra la isla Erythia... y otras sin nombre determinado, pero con campos tan prósperos que la simiente que se les arroja tomando después de la siega un nuevo vigor, es la suficiente para producir siete recolecciones y quizá más algunas veces”
POMPONIO MELA (s. I d. C.) ‘Chorograhia’
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOAS DE ESPAÑA:
19
“España es vencida por la Galia en abundancia de vino, trigo y carnes; pero la vence en bondad y en el sabor de ellos... los españoles usan mucho de aguas encanaladas, trayendo de muy lejos acequias de los grandes ríos. España no está fatigada por los vientos septentrionales y por los fríos, por lo cual produce con mayor abundancia aceite, miel, azafrán, rubia, minio, cochinilla, azúcar, esparto, romarino, limones, alcaparras, dátiles, limas (mala y púnica) y otros frutos aromáticos.
“El temperamento de los españoles es más cálido y más seco, y la color oscura. ...Es mayor para procrear de las mujeres de los galos que la de las españolas.
... los miembros de los españoles son más duros; tienen delgadísimo el cuerpo en la cintura. Los españoles pugnan con más arte que ferocidad y llevan a la guerra más consejo que fiereza.
“España ha sido siempre recomendada por la ligereza de sus caballos, a los cuales los jinetes de armadura ligera cabalgan pulcramente con las piernas apretadas; dedicándose a los ejercicios de lanza y a todos los actos militares...
... los españoles son más taciturnos, pues aprendieron a disimular mejor... Son los españoles en los banquetes menos sociables, más ceremoniosos, afectando no sé qué severidad, de la que los galos no cuidan.
... los españoles beben diluido en mucha agua. Entre los españoles se recibe a los forasteros más dura e incivilmente; de suerte que, cansado el viajero por el camino, tiene que buscarse la comida de lugar en lugar. Esto hace que los españoles no sean tan avezados a viajar y no quieran gastarse la pecunia tan pródigamente; ni son inclinados a prestar servicios, de tal manera que ni a un príncipe se digna ofrecérselos un rústico si no le da la gana.
España es más extensa por su suelo, pero no tan populosa. Más rica en oro, pero no en negociación de mercaderías; ni tantas rentas en ésta como en aquélla se recaudan para el rey.... en el hispánico suelo hay muchos lugares incultos y desiertos.
De España a la Galia, los mercaderes llevan granos, sedas de todo género, lanas, azafrán, azúcar, arroz, aceite, alumbre, grana de los tintoreros, piedras preciosas y aromas traídos de la India. De la Galia a España, granos, telas de lino, hilo, pastel y otras muchas mercancías menores, como espadas, agujas, etc.
Es muy inquieto y rumiador de grandes cosas el ánimo de los españoles, que son de ingenio feliz....
Es bárbara la costumbre de las mujeres hispánicas de perforarse los lóbulos de las orejas con un aro de oro o de plata, al que prenden las más de las veces alguna piedra preciosa. Rodean también su talle con un cinturón de madera, para que con el dilatado paso parezcan más pomposas.
Es de alabar en las mujeres hispanas que, a manera de las matronas romanas, se abstienen mucho del vino; y es de vituperar que deformen su rostro con colirios, minio y cerusa. Tiénese también a los españoles por supersticiosos en los ritos de la religión. Juran según gentílica costumbre [por el solio del rey y de su vida y se besan las manos al saludarse].
Desde hace algunos años, los españoles alcanzaron algún nombre por su bélica fortaleza en muchas victorias ganadas al enemigo, siendo sufridísimos de hambre, sed y trabajos en la batalla y muy astutos en las estratagemas; de cuerpo tan ligero que fácilmente huyen y persiguen al enemigo. De vida frugal, no consumen tanto alimento como los galos y los germanos, a menos que sean invitados, pues entonces se llenan en los banquetes hasta la saciedad, porque para ellos son raros los convites y los toman con mayor avidez...”
CLAUDIO PTOLOMEO ALEJANDRINO (100-160 d. C) ‘Geografía’
20
“Europa comienza con la Península Ibérica, abundante en frutos y próspera providencia, que produce metales y oro, minio, mármol, piedras preciosas; celebrada por sus dones... ciertamente la Bética limita con Lusitania, cuyo nombre, según la tradición, proviene de Luso, hijo de Liber, bien a causa de sus viñas... También el Tajo resplandece con sus arenas auríferas... además la Bética sobrepuja a todas las provincias por su abundancia en riquezas.”
MARCIANO CAPELLA (s. V d. C.) ‘De nuptiis philologiae et Mercurii’ VI, 627
21
“Qué podrá decir la voz humana digno de tus tierras, ¡oh Hispania! La India, primero, levanta el sol de sus aguas; tú quien lo recoge al declinar el día, y en ti respiran los astros fatigados...
Rica en caballos, fértil en cereales, preciosa en minas y, sobre todo, fecunda en píos príncipes. De ti los siglos recibieron a Trajano; de ti a Adriano, fuente de donde por adopción fluyeron los Elios, Antonino y Marco Aurelio, de ti nacieron Teodosio y los dos jóvenes hermanos Arcadio y Honorio. Cada provincia conquistada por Roma entregó sus dones para el Imperio: Egipto y África, trigos para los campamentos; la Galia, fuertes soldados; la Iberia, sus caballos, cosas todas que se hallan por todas partes; sólo Iberia dio un nuevo tributo al Lacio: los Augustos. Ella engendra los que han de regir el mundo”.
CLAUDIO CLAUDIANO (370-404) ‘Laus Serenae’, 50-56.
22
“España, tierra abundante en riquezas y sobre todo en hombres doctos... envía aceite, salmuera, telas variadas, tocino y jumentos en suficiente cantidad para todo el mundo; poseyendo todas las cosas buenas y excelentes en ella; además la aventaja su producción de esparto”.
‘EXPOSITIO TOTIUS MUNDI ET GENTIUM’ (segunda mitad siglo IV).
23
“España fue, ante todo, madre para tí; tú, la tierra más feliz de todas las tierras... Posee numerosas ciudades eminentes; toda, cultivada o yerma, está llena de frutos o rebaños; es rica en ríos auríferos, en metales y en piedras preciosas de esplendor. Esta España produce los durísimos soldados, ésta los expertísimos capitanes, ésta los facundísimos oradores, ésta los clarísimos vates, ésta es madre de jueces y príncipes, ésta dio para el Imperio a Trajano, a Adriano, a Teodosio. España dio a Dios cuanto vemos”.
PACATO DREPANIO (último tercio siglo IV) ‘Panegyricus Theodosio Augustus dictus’.
24
“España, tierra fértil y especialmente rica, favorecida en hombres sabios y en toda clase de bienes, envía mucho aceite, salmuera, tejidos varios, jumentos, tocino y esparto, y no solamente abunda en toda clase de bienes, sino que aun excede...”
JUNIOR, ‘Libro del Filósofo’.
25
“Región que hay que comparar entre las mejores de la tierra; a ninguna inferior en frutos, y hay abundancia de todo, bien sea de viñas o de otra clase de árboles, que de todo produce... Tiene plata y oro; no se halla falta de hierro, ni cede en viñas; sobrepuja en aceite; nada hay en ella ocioso o estéril; pues si en algún lugar faltan mieses, se producen pastos; incluso en los lugares yermos produce materias útiles; no se preparan allí las sales, sino que se extraen de minas; obteniendo minio... y el Tajo, a causa de sus arenas auríferas, sobresale sobre los restantes ríos...”
JULIO SOLINO (siglo IV) ‘Collectanea rerum memorabilium’.
26
“Se mostraba favorable la naturaleza de aquella región (Asturias) por las medidas emprendidas. Pues es feraz en oro, crisócola, minio y otros colores varios. (Augusto) obligó a explotar su suelo. Y así los astures, mientras buscaban para otros trabajando en el subsuelo, empezaron a descubrir sus tesoros y riquezas.”
FLORO ‘Historias’, II, 33,60
“La belicosa España, noble por sus guerreros y hechos de armas, plantel de los ejércitos enemigos... Maestra de Hannibal.”
FLORO ‘Historias’, I, 22,38
27
“Eulalia, virgen de nacimiento noble, y todavía más, por su muerte, finamente ama a su Mérida, cuya leche la alimentó y que se adorna con sus restos.
Próximo a Occidente existe un lugar que posee este egregio regalo, ciudad poderosa y rica en pueblos, pero aun más poderosa por la sangre del martirio y por el título de la virgen,
de casi dieciséis años, cuando, frente a la pira de ásperas crepitaciones, pasmó a temblorosos verdugos.
.........
Mérida, gloriosa colonia de la Vettonia, ceñida por el famoso río Guadiana, con su potente onda rapaz, lava tus limpias murallas;
es aquí, oh peregrino, oh indígena, donde tierno resplandor ilumina estos atrios de brillante mármol; en su venerable seno, la tierra guarda sus cenizas sagradas.
Lámparas encendidas en artesonados de oro lucen encima de nuestras cabezas, y piedras sacadas del corazón de la tierra decoran incansables el suelo: de modo que podías imaginarte que te encuentras en un prado herido de diversas flores.
Coged aquí moradas violetas y encendidas amapolas. Invierno es éste tan fecundo que no se priva de flores; ni hay helada capaza de amodorrar estos campos, impidiendo a nuestros cestos cogerlas a porfía.
Cortándolas de entre las hojas, dedicadla esos dones; por mi parte, traeré en el concierto versos tejidos en dáctilos, flojos y de poco valor, pero transidos de alegría;
pues le agrada que sus restos sean venerados aquí con un altar puesto encima de ellos; dormida a los pies del Señor, mira estas tierras y favorece a sus pueblos con encanto propicio”.
AURELIO PRUDENCIO (348-410) ‘Peristephanon’, Himno en alabanza de la dichosísima mártir Eulalia.
“El Cristo anotó en letras de oro los nombres de estos dos mártires en medio del Cielo, y estas inscripciones de sangre legó a las tierras conocidas.
Tiene por esto la tierra Hibera rango feliz de corona por todo el orbe; porque pareció a los ojos de Dios digno lugar para depositar sus cuerpos aquel que había sido acogedor de los austeros cuerpos beatos.
Teñido este lugar de la doble muerte, absorbió sus cálidas ondas. Sus habitantes ahora visitan las tierras empapadas de santa sangre, rogando con voz, promesas y ofrendas.
Gentes extrañas, verdaderos cosmopolitas, vienen aquí, pues Fama va llevando de boca en boca, de tierra en tierra, que aquí están los recomendadores del mundo, a los que asedian con súplicas.
Nadie que rogara aquí rogó en vano. El que suplica con limpio llanto se vuelve con el sentimiento seguro en el fondo del alma de haber conseguido lo que pidió con justicia.
.........
Fue el mismo Salvador el que nos regaló con este bien de que gozamos, cuando consagró a nuestra ciudad con las cenizas de estos mártires que conservan salvos a los colonos de las orillas del río Ebro.
Cantad himnos ahora, en pie, ¡oh madres! Resuene la alegre voz de las esposas que conservan sanos sus maridos. ¡Festivo sea este día y consagrado al gozo por los hijitos que nos han sido dados!
En el lugar donde los mártires padecieron se alza el Baptisterio de Calahorra.
Del lugar de donde Cristo se llevó al cielo estos corazones probados en sangre brota ahora el agua del bautismo para purificar nuevos cristianos.
Dos varones soportaron aquí martirio de sangre en nombre de su Señor.
Fluye ahora indulgencia de líquida fuente para lavar antiguas manchas en río nuevo.
Quien desee subir al eterno reino del Cielo, lleno de sed, que venga aquí: el camino le está aparejado.
Por atrios de dolor subiendo los mártires, consiguieron su corona; almas purificadas en estas aguas buscan ahora el Cielo.
.........
Esta tierra, sagrada tesorera de los restos, por igual hace manar rocíos de agua o de sangre, análogamente purificadores, a los ojos de Dios.
De la misma manera es el dueño de este lugar, Jesucristo, que herido en cada costado vierte torrentes de sangre aquí y agua viva allí.
Como pueda, cada uno se irá al Cielo: con heridas de espada el uno; el otro, purificado en las aguas.”
(Himno en honor de los mártires Emeterio y Celedonio de Calahorra).
“Nuestro pueblo natal, Zaragoza, guarda en un solo sepulcro las cenizas de dieciocho mártires. En alta voz, una y otra vez, proclamamos a la ciudad de Zaragoza poseedora de tan altísimo interés.
Una patria llena de ángeles y que lleva en su seno tanto que ofrecer al Cristo, no tiene que temer la ruina de este mundo frágil.
Cuando Dios, fulminante su ardiente diestra, venga envuelto en rubia nube para ajustar la cuenta, hasta el detalle de su peso, a las gentes.
De todo el orbe, orgullosa al encuentro de Cristo y con presteza, irá cada ciudad con sus ofrendas y dones de precio.
Cartago, la africana, mostrará tus huesos, oh Cipriano, doctor de boca elocuente. Córdoba, a Acisclo, a Zoilo y tres coronas más.
Tú, Tarragona, engendradora de gente piadosa, le ofrecerás bella diadema de tres perlas, en la que Fructuoso puso lindo broche.
Es éste el nombre de la perla atada al anillo; a su lado brillan piedras gemelas y las tres brillan con igual lucimiento.
Es pequeña, sí, Gerona, pero rica en martirios; exhibirá orgullosa a su Félix. Nuestra Calahorra llevará a los dos hermanos que veneramos.
Se alzará Barcelona, celosa de su preclaro Cucufate, y Narbona, enamorada de su Paulo, y, en fin, a ti, San Gregorio, te poseerá la sobresaliente Arles.
La urbe cabeza de las urbes lusitanas, poderosa con los restos de la llorada muchachita, saldrá al encuentro del Cristo hasta el mismo altar.
A la villa de Alcalá le gustará exhibir la sangre de Justo unida a la de Pástor, manjar y regalo doble.
Tánger presentará a su Casiano, reliquia dichosa de los reyes Massylos, cuyo holocausto movió a las gentes domeñadas.
Pocas serán las que se contenten con uno o con dos o con tres; algunas, caudalosas en amables prendas, comparecerán hasta con cinco mártires.
Tú, Zaragoza, que te desviviste por el Cristo, tu cabeza ungida de aceites en prenda de paz, presentarás dieciocho santos.
Con cantidad más crecida que ninguna otra ciudad, te alhajaste para este encuentro, y por la mucha piedad te iluminas de la máxima luz. Con dificultad, la ciudad madre del Peno y la misma Roma podrán superarte en regalos de sangre.
Por esta sagrada sangre dedicada, te son apartados de la puerta los torpes demonios y las negruras de las tinieblas.
No hay horror de sombras dentro de ti; la peste fulminada y vencida huye de tus pueblos. en cada plaza tuya habita el Cristo. En todas partes Cristo está.
Puede confiarse en esta tierra fecunda en coronas sagradas, de donde, en levantado tropel, vuelan hacia el cielo las famosas togas formando un coro de nieve.
De allí vino, oh Vicente, tu palma. En tu raza religiosa. Engendró tu gran triunfo esta patria de los infulados sacerdotes Valerios.
Cuantas veces la feroz persecución retembló en este pobre mundo nuestro con los viejos tormentos, más enconada fue la rabia contra esta fortaleza.
Ninguna oleada se amansó sin que nuestros compatriotas no cosecharan alabanzas; bajo la granizada aumentó siempre el número de tus mártires.
Tú, al que la huella de su sangre caminante había de traer a morir a esta tierra, oh Vicente, con tu cercana muerte, ¡no la dejaste sellada de belleza futura? Siguen cultivando tus hijos esta tierra, que guarda tus restos en abrazo de amorosa sepultura.
Nuestro eres, aunque padeciste lo indecible lejos de aquí, en Roma y cerca de Sagunto, después de vencer, hayas dejado tu sepultura.
Nuestro y bien nuestro es aquel famoso infante que, empapado en el aceite de virtud y fe, en la gloriosa palestra supo probar cómo se doma al enemigo.
Había conocido hasta dieciocho frescas palmas, y sabedor de los laureles, con ansia, persiguió el mismo honor.
Aquí reposa ¡oh Engracia!, lo que nos quedó de tus virtudes con las que, oh poderosa virgen, fustigaste al espíritu deshonrado de aquel mundo.
A ninguno de los mártires les quedó tiempo, durante su vida mortal, de habitar en nuestra tierra; sólo tú, sobreviviente de tu propia muerte, vives por el orbe todo.
Fue éste un nuevo título de gozo para Zaragoza: tesoro fue proclamada la patria del mártir vivo.
Hora es ya, con Optato y Luperco, de que el propio senado te dedique salmos consagrada por sus dieciocho mártires.
¡Muéstranos a Suceso!, ¡canta a Marcial!, ¡la misma muerte de Urbano te corresponde! ¡resuenen canciones a Julia y Quintiliano!
¡Haya coro en honor de Publio!, ¡sea descrita la victoria de Fronton y que consiguió Félix el bueno!, ¡qué el duro Cecilio!, ¡cuánta sangre costó tu victoria, oh Evoto!, ¡cuántas las tuyas, oh Primitivo!, ¡laúd fresca siempre para tu triunfo, oh Apodemo!
para no añadir el especialísimo tormento de la muchacha viva, ni la muerte de Vicente, cuya sangre mana de aquí como fuente de honor.
A más de Gayo (por no pasarlo por alto) y tú, Clemente, que en famosa batalla conseguisteis honor incruento.
Por dificultad métrica me quedan por ensalzar a continuación cuatro nombres de varones a los que una remota tradición llama Saturninos.
Mi amor por sus nombres de oro poco se importa de las leyes poéticas, aunque el cuidado en hablar de las cosas santas no es cosa viciosa ni perjudicial.
Maravilloso es poder rezar, en verso, nombres anotados por el Cristo en el libro del cielo, que será abierto en el momento oportuno;
Un ángel, entonces, en presencia del Dios Padre y del Hijo, agasajará a tus dieciocho santos, que en esta ciudad tienen derecho de ciudadanía por ley de sepulcro.
Tantos mártires como guarda la ciudad rica en altas cabezas purpuradas, ruegan sin cesar por nuestras culpas.
Concededme que con piadoso llanto riegue hasta hacer surcos en estos mármoles de manera que me quede esperanza de pagar la pena de mis culpas.
Prostérnate conmigo, ciudad generosa de las santas sepulturas. Más tarde irás detrás de las almas que resucitan con sus huesos.”
AURELIO PRUDENCIO (348-410) ‘Peristephanon’, Himno en honor de los dieciocho mártires de Zaragoza.
DESCRIPCIÓN DE LAS ISLAS CANARIAS:
28
“Nos espera el Océano, circundador del mundo: busquemos los campos, venturosos campos; busquemos las islas ricas, donde la tierra sin arar rinde trigo cada un año y está en cierne la no podada viña y no engañoso jamás germina el pimpollo de la oliva, y el higo negro es adorno de su árbol, y la miel corre de las encinas huecas y de los altos montes delgada el agua se desliza con su pie fresco y sonoroso.
Allí las cabras sin dueño se acercan a la colodra por sí mismas y la vacada amiga trae tensas las ubres; ni el vespertino oso ronda bramando los apriscos ni hincha la tierra el nido de las víboras.
Ningún contagio daña allí al rebaño ni el hervor impotente de astro ninguno causa horror a los ganados.
Muchas más cosas, gusto al par que asombro, nos han de dar; como que ni el Euro acuoso hiende la tierra con sus largas lluvias, ni el árido terrón abrasa nunca la simiente pingüe, porque el rey celeste atempera todos los extremos.
No enderezó acá su rota la nave Argos, con ayuda del remo, ni la princesa impúdica de Colcos puso allí su pie.
No hacia allá volvieron sus antenas los mercadantes de Sión ni el trabajado séquito de Ulises.
Júpiter segregó del mundo estas riberas y las reservó para una raza piadosa, cuando manchó de bronce la edad de oro; con bronce primero, luego con hierro endureció los siglos de quienes, según mi vaticinio, escaparán los hombres con una fuga a tiempo.”
HORACIO (65-8 a. C.) ‘Epodo XVI’
-
Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HOMBRES
LO ESPAÑOL:
29
“Acordaos de que me habéis oído hablar como español, no como romano”
ENNIUS (200 a. C.) ‘Annales’
CALIDAD DEL ESPAÑOL :
30
“Tú, oh Septimio, que conmigo irías a Gades y a ver al cántabro indócil en llevar el yugo nuestro...”
HORACIO (65-8 a. C.) ‘Oda VI’
“Deja de inquirir, Hirpino Quincio, lo que piensa el cántabro belicoso...”
(‘Oda XI’)
“No quieras, Mecenas, que yo acomode a los muelles sonidos de mi lira las largas guerras de la feroz Numancia...”
(‘Oda XII’)
“... cuyos lomos abrasó el látigo ibérico” (se hacían los látigos con esparto)
(‘Epodo IV’)
“Y si la llama sola
(sabiéndolo el marido) el mercadante
o de nave española
el maestre que es pródigo y amante,
se levanta en presencia
de todos, y a su gusto da licencia”
HORACIO (65 - 8 a. C.)
31
“Los celtíberos muestran en el combate un júbilo fiero...”
“Los españoles ignoran el latín, como los cartagineses; no los entendería sin intérprete el Senado Romano. Los poetas de Córdoba tienen algo de ronco, algo de exótico; no merecen los oídos de un cónsul. Si los poetas cordobeses son roncos, los oradores vacceos son broncos y horrísonos...”
CICERÓN.
SENTIDO RELIGIOSO HISPANO:
32
“Al hombre se le ha dado un alma inquieta y movediza; lo que no es de admirar si se tiene en cuenta su origen, pues no está compuesta de ningún cuerpo sólido y terreno, sino que proviene de un soplo celeste”
SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De Cons. ad Helviam Matrem’, VI, 6-7
“A nuestro cuerpo miserable, cárcel y atadura del alma, lo arrojan de una parte a otra. A él afectan suplicios, despojos, enfermedades; pero el alma es sagrada y eterna, y nadie puede poner sobre ella la mano.”
(‘De Cons. ad Helviam Matrem’, XI, 7)
“No se mantiene en pie esta inmensa fábrica del universo sin alguien que la cuide, y el ir y venir de los astros no es fortuito, pues lo casual con frecuencia se perturba y pronto se rompe. Esta velocidad sin choques procede de un mandato de ley eterna, por el cual tantas cosas se mueven en el mar y tierra y brillan con orden tantas luces clarísimas. No es obra de la materia errante este orden.”
(‘De Prov.’, I, 2)
“No lanza Dios el rayo, pero todo está dispuesto de tal modo que cuanto se hace, aunque no lo haga Él, no se hace sin una razón: la suya. Pues aunque Dios actualmente no lo haga, hizo posible que se hiciera. No mueve mano en las cosas particulares, pero dio causas y fuerza a todas”
(‘Nat. Quaest.’, II, I, 46)
“Dios, rector y guardián del universo; dueño y artífice de la máquina del mundo. Muchos nombres le convienen. ¿Quieres llamarle Destino? No yerras; pues de Él, causa de causas, penden todos. ¿Quieres llamarle Providencia? Dices bien, pues por su consejo se provee el mundo. ¿Quieres llamarle Voluntad? Haces bien; pues por la suya se hace todo.
SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘Nat. Quaest.’, II, I, 45
HEROÍSMO Y AMOR A LA LIBERTAD:
33
“Los numantinos, acosados por el hambre, enviaron una embajada de cinco ciudadanos a Escipión para saber si, caso de entregarse, les serían puestas condiciones honrosas.
Avaro, jefe de los legados, habló con arrogancia a Escipión de las instituciones de Numancia y de su valentía; añadió que nada reprochable habían cometido los numantinos al sufrir tantos males por defender sus hijos y mujeres y la libertad de su patria.
“Digno es de ti, valeroso Escipión –dijo- que perdones a una gente tan noble y valerosa y nos ofrezcas, como alternativa de nuestros males, condiciones mas humanas, que seamos capaces de sobrellevar, una vez que acabamos de experimentar un cambio de fortuna. Así que no está ya en nuestras manos, sino en las tuyas, o bien aceptar la rendición de la ciudad si concedes condiciones mesuradas o consentir que perezca totalmente en la lucha.
Mas Escipión, que conocía la situación interna de la ciudad, a través de los prisioneros, se limitó a decir que debían ponerse en sus manos, junto con las armas, y entregarle la ciudad sin condición ninguna.
Cuando les fue comunicada la respuesta, los numantinos, que hasta entonces habían podido contener difícilmente su ira por su absoluta libertad y falta de costumbre en recibir ordenes de nadie, en aquella ocasión, aún más enojados por las desgracias y tras haber sufrido una mutación radical en su carácter, dieron muerte a Avaro y a los cinco embajadores que le habían acompañado, como portadores de malas nuevas y, porque pensaban que, tal vez, habían negociado con Escipión su seguridad personal.
No mucho después, al faltarle la totalidad de las cosas comestibles, sin trigo, sin ganados, sin hierba, comenzaron a comer pieles cocidas, como hacen algunos en situaciones extremas de guerra y cuando también les faltaron las pieles, llegaron a comer carne humana cocida: en primer lugar comieron a los muertos, y después, despreciando la carne de los enfermos, los más fuertes mataban a los más débiles para poder vivir; no les faltó ninguna clase de males; sus almas se convirtieron en almas de fiera, por la clase de sus alimentos, y embrutecidos sus cuerpos por el hambre y la peste, y con los cabellos crecidos por el tiempo que tal situación había durado, decidieron entregarse a Escipión.
Este les ordenó que ese mismo día llevaran las armas al lugar que habían designado y que al día siguiente abandonaran la plaza; ellos, en cambio, declararon que muchos querían morir y por consiguiente, solicitaron a Escipión un día para disponer su muerte.
Gran amor a la libertad y extraordinaria valentía mostró esta ciudad bárbara y pequeña; habitada en tiempos de paz por unos ocho mil, ¡cuántas y cuáles derrotas causaron a los romanos! ¡Cuántos pactos les obligaron a firmar, que con ningún otro pueblo habría roma concluido! ¡Cuántas veces provocaron a combate a un general tan eximio y que contaba con setenta mil hombres!
Sólo Escipión comprendió que no debían trabarse batallas con fieras, sino combatirlas por el hambre, contra la que no puede lucharse. Sólo por el hambre podía ser combatida Numancia, y sólo por ella lo fue en realidad. Tal es mi opinión sobre los numantinos, considerando su corto número, los trabajos que soportaron, las hazañas que realizaron y el tiempo que resistieron.
De los habitantes de Numancia, la mayor parte se dieron la muerte a sí mismos de mil modos distintos, y los demás, a los tres días, salieron para el lugar que se les había destinado, ofreciendo un espectáculo horrible y extraño, con sus cuerpos escuálidos, sucios y desgreñados, malolientes, con las uñas crecidas, los cabellos largos y los vestidos repugnantes; si aparecían dignos de lástima a los enemigos por tanta miseria, les infundían pavor, por llevar impresos en su cara la cólera, el dolor y la fatiga.
APIANO (95-165 d. C.) ‘Las guerras ibéricas’
LIBERTAD Y JUSTICIA:
34
“Si he de vestir la toga del magistrado y notificar una sentencia de muerte, iré al tribunal, no furioso y amenazador, sino con la seriedad de la Ley; diré las palabras solemnes, con voz serena y grave, mas no rabiosa; y mandaré ejecutar, no encolerizado, sino severo”.
SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De ira’ I, XVI, 5.
“¡Qué pequeña inocencia es ser bueno según las leyes! ¡Cuánto más se extiende la regla moral que la legal! ¡Cuántas cosas exige la piedad, humanidad, generosidad, justicia, buena fe, que no están en las Doce Tablas!”
(‘De ira’ II, XXVI, 2)
“Obedecer a Dios es libertad”
SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De vita beata’, XV, 7.
ÁNIMO ESPAÑOL:
35
“Parecía que el resto de la campaña debía ser tranquilo, y lo hubiese sido por parte de los cartagineses; pero además de que los españoles tienen ánimo inquieto y ávido de aventuras; Mandonio e Indibilis, que había sido anteriormente rey de los ilergetes, viendo que los romanos los abandonaban el desfiladero para marchar a la costa, sublevaron a sus compatriotas y marcharon a talar el pacífico territorio de los aliados de Roma.
TITO LIVIO (60 a. C- 17 d. C.) ‘Ab urbe condita’
VALOR:
36
“Retógenes, por sobrenombre Caraunio, el más valiente de todos los numantinos, en unión de cinco amigos, con otros tantos jóvenes criados y con cinco caballos, en una noche tenebrosa, atravesó, sin embargo de todas estas precauciones, el espacio que mediaba entre la ciudad y la cerca romana. Llevaba consigo una escala plegable, la acercó al muro, subieron por ella él y sus amigos y, matando al punto a los guardias de uno y otro lado, consiguieron atravesar las líneas enemigas sin tropiezo. Enviaron a la ciudad los jóvenes criados y, haciendo subir los caballos por la escala, marcharon a las ciudades de los arévacos, para suplicarles que, siendo congéneres de los numantinos, vinieran en su ayuda.
Pero la mayor parte de los arévacos no escucharon sus ruegos, sino que por miedo los despacharon enseguida. Sólo Sutia, ciudad floreciente, que distaba trescientos estadios de Numancia, estuvo indecisa. Su juventud, admiradora de los numantinos, instaba al resto de la ciudad para que llevasen socorro a los sitiados, pero los viejos denunciaron a Escipión lo que ocurría y se frustró el propósito.”
APIANO (95-165 d. C.) ‘Las guerras ibéricas’.
37
"Escipión (Africano) volvió a Cartago (Nova) para cumplir sus votos a los
dioses y celebrar los juegos de gladiadores que había dispuesto en honor de los manes de su padre y de su tío. La actuación de los gladiadores no estuvo en manos de la clase de hombres que los empresarios suelen enfrentar, sacándolos de los tablados de esclavos y de libres que ponen en venta su sangre, sino que todo fueron combatientes voluntarios y gratuitos. Pues unos fueron, en efecto, enviados por los régulos para dar ejemplo del coraje innato de su pueblo; otros se brindaron a luchar para dar gusto al general; a otros los arrastró el afán de emulación y de lucha, a no rehuir ésta al provocar o ser provocados en desafío.
Algunos, que no habían podido o querido zanjar sus diferencias en un pleito legal, tras ponerse de acuerdo en que el objeto de la disputa correspondiese al vencedor, dirimían el asunto con la espada.
Hombres de linaje nada oscuro sino preclaro e ilustre, de nombres Corbis y Orsa, primos hermanos y aspirantes al principado de una ciudad que llaman Ibis, se comprometieron a disputárselo en duelo. Corbis era el de más edad; pero el padre de Orsa había sido hijo del último rey, tras heredar el principado a la muerte de un hermano mayor.
Cuando Escipión trató de discutir con ellos el asunto y de calmar sus iras, ambos declararon haberse negado ya a los ruegos de sus parientes en el mismo sentido "y que no aceptarían a ningún juez, ni de los hombres ni de los dioses, si no era Marte"... Corbis, el mayor de los dos, confiaba en su fuerza, Orsa, el menor, en su juventud, y cada uno de ellos prefería morir combatiendo a vivir sometidos a la autoridad del otro. De manera que al negarse ambos a desistir de su furiosa enemistad, ofrecieron al ejército un magnífico espectáculo, demostrando los males que la ambición produce entre los mortales.
El mayor triunfó fácilmente, por su destreza y habilidad en el manejo de las armas de la fogosa inexperiencia del joven”.
TITO LIVIO.
INDEPENDENCIA:
38
“Escipión padeció una enfermedad bastante grave, pero cuya gravedad exageró el rumor público, añadiendo cada cual algo a lo que había oído decir... Esto bastó para perturbar toda la provincia, y especialmente los puntos lejanos. Entonces se vio qué masa de enemigos habría levantado una desgracia real, puesto que un falso rumor había excitado tan violentas tempestades.
Los aliados violaron sus juramentos y el ejército sus deberes. Mandonio e Indibilis, que se habían lisonjeado con la esperanza de que, una vez arrojados los cartagineses, dominarían en España, y que veían frustrados sus deseos, sublevaron sus pueblos (que eran los lacetanos), armaron la juventud celtibérica y, penetrando en las tierras de los suesetanos y de los sedetanos, aliados de los romanos, hicieron en ellas crueles estragos...
“En aquel mismo verano, el ilergete Indibilis promovió de nuevo en España una guerra grave, sin otro motivo que el desprecio que su admiración por Escipión le había hecho concebir hacia los otros generales”.
TITO LIVIO (60 a. C- 17 d. C.) ‘Ab urbe condita’
LIBERTAD DE ALMA DEL ESCLAVO:
39
“Yerra el que piensa que la esclavitud se apodera de todo el hombre, porque la mejor parte de él queda libre. Los cuerpos están consignados y sujetos al dueño, pero no lo está el alma; que ésta, de tal manera es libre y vagante, que aun con la misma cárcel del cuerpo, donde está encerrada, no puede ser impedida para que no use de su ímpetu ni para que deje de hacer cosas grandes, y espaciándose por lo infinito sea compañera de los espíritus celestiales.
Finalmente, el cuerpo del esclavo es lo que solamente entregó la fortuna al dueño; esto es lo que se compró y esto lo que se vendió. No se da a la esclavitud la parte interior, porque todo lo que de ésta procede es libre; y así, ni nosotros podemos mandar a los esclavos todas las cosas ni ellos tienen obligación de obedecernos en todas. No estarán obligados a hacer lo que les mandáremos si fuere contra la república, ni tendrán obligación de dar sus manos para la maldad”.
SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De beneficiis’.
HERMANDAD CON EL ESCLAVO:
40
“Laudable es mandar con moderación a los esclavos, y no debes pensar hasta qué punto puedas hacerles sufrir con impunidad, sino lo que te permiten sobre ellos la ley del bien y la equidad, que manda perdonar hasta a los cautivos y comprados por dinero...
¿A quién no había de ser más odioso Vedio Polión que a sus mismos esclavos, cuando engordaba sus lampreas con sangre humana y hacía arrojar a los que le ofendían en un vivero lleno de serpientes? ¡Hombre digno de mil muertes, ora reservase para su mesa las lampreas a que arrojaba sus esclavos para que les devorasen, ora no las tuviese sino para alimentarlas de esta manera!
SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De clementia’.
LA IDEA DE NOBLEZA:
40
“De nuevo disminuyes a mis ojos y dices que demasiado mal obran contigo, primero Naturaleza y después Fortuna, para que puedas apartarte del vulgo y llegar a la mayor felicidad humana. Si algo hay de bueno en filosofía es esto: no buscar los antepasados; todos, si remontamos el primer origen, procedemos de Dios. Caballero eres, y a esta clase te elevó tu esfuerzo.
Pero para muchos están cerrados los altos puestos, no a todos admite la Curia, y hasta los campamentos eligen cuidadosamente a quiénes admitirán en trabajo y peligro. El tener un alma buena está abierto a todos; para esto todos somos nobles y no rechaza a nadie la Filosofía, sino elige: Sócrates no fue patricio; Cleantes fue aguador y se alquiló para regar un huerto; no recibió Platón una filosofía noble, la hizo.
¿Qué hay para que desesperes de poderte hacer igual a ellos? Todos serán antepasados tuyos si te haces digno, y te los harás si te persuades primero de esto: nadie te supera en nobleza; tantos antepasados tenemos unos como otros; no hay origen más allá de la memoria humana, y Platón dice que no hay rey que no descienda de esclavos, ni esclavo que no descienda de reyes. Todo mezcló la larga variedad de los tiempos y revolvió arriba y abajo Fortuna.
¿Quién es noble? El bien dispuesto por Naturaleza para virtud. Sólo esto has de mirar. Pues si buscas antigüedad, nadie hay antes de quien no haya nadie. Desde el origen del mundo hasta ahora nos trajo una serie alterna de miserias y esplendor. No hace noble el atrio lleno de imágenes ahumadas. Nadie vivió para nuestra gloria porque nos antecediese. Sentencia nuestra es: “El ánimo hace noble al que de cualquier condición le es permitido alzarse sobre fortuna”.
Piensa que no eres caballero, sino hijo de un liberto, y puedes conseguir ser tú el único libre entre los hombres libres por nacimiento. ¿Cómo?, preguntas. Con tal de que no distingas lo bueno de lo malo, según la opinión del vulgo. No hay que mirar de dónde vengas, sino adonde vayas. Si algo hay que pueda hacer la vida dichosa, eso es bueno por derecho propio y no puede volverse malo.
Pues, ¿en qué es en lo que se yerra si todos desean vida dichosa? En que toman los medios de alcanzarla como el fin y, mientras buscan, la calma se aleja. Porque la vida dichosa es la seguridad sólida y la inconmovible confianza, y ellos buscan causas de inquietud, y por el tortuoso camino de la vida, no sólo van cargados, sino arrastrando un gran peso. Así, por su propia culpa, siempre se alejan de lo que quieren, y cuanto más trabajo gastan, más se apartan y andan hacia atrás. Lo mismo que ocurre a los que se precipitan en un laberinto, que la misma velocidad los enreda”.
SÉNECA. ‘Epistola XLIV’.
IDEA DEL MÁS ALLÁ:
41
“Tanto cuanto dista la filosofía de las demás ciencias, oh Lucilio, otro tanto dista, en la filosofía misma la parte que se ocupa del hombre de la que se refiere a Dios. Más elevada y audaz es ésta, y a mucho se atreve: no contentándose con lo que ve, piensa que hay algo más grande y hermoso fuera de nuestra vista. Tanto entre una y otra cuanto de Dios al hombre.
Enseña la primera lo que debe hacerse en la tierra; la segunda, lo que se hace en el Cielo. Una disculpa nuestros errores y trae luz que ilumina los dudosos caminos de la vida; la otra se eleva sobre esta densa niebla en que nos movemos, y sacándonos de la oscuridad, nos lleva allí donde nace la luz.
Por eso, gracias doy a la Naturaleza porque no la veo desde donde todos, sino que penetro más adentro; aprendo de qué elementos se compone el universo; quién es su arquitecto o conservador, que es Dios.
Si no pudiese elevarme a todo esto, para nada habría yo nacido. ¿A qué regocijarme, en tal caso, por encontrarme en el número de los vivos? ¿Por comer y beber? ¿Por cuidar este miserable cuerpo, que perece en cuanto ceso de rellenarlo y estar toda mi vida a cargo de un enfermo? ¿Por temer la muerte para la cual nacemos todos? Quita los bienes inestimables, y de nada valen las fatigas y sudores. ¡Oh, qué cosa despreciable es el hombre mientras no se eleve por encima de las cosas humanas!”
SÉNECA. ‘Nat. Quaest.’, I Praef., I, 5.
42
“¿Qué es lo más alto de las cosas humanas? No lo es llenar de armadas los mares, pero sí haber contemplado el mundo con el alma y conseguido la mejor victoria, el dominio sobre los vicios. Muchos dominaron ciudades y naciones; pero ¡cuán pocos a sí mismos!
¿Qué es lo más alto? Elevar el ánimo sobre las amenazas y promesas de Fortuna. ¿Qué hay digno de nuestros deseos? Si de lo divino caes en lo humano, te sucederá como cuando se pasa de claro sol a las tinieblas.
¿Qué es lo más alto? El ánimo firme y sereno en la adversidad que recibe todos los reveses como si los hubiese deseado. Y en efecto, deberíamos desearlos al saber que todo sucede por decreto de Dios.
¿Qué hay de grande? El ánimo fuerte e inquebrantable contra los reveses, que rechaza las voluptuosidades y hasta las combate con ahínco; que no busca ni huye el peligro; que no sabe esperar la fortuna sino hacérsela, y sale a su encuentro sin turbación ni inquietud.
¿Qué es lo más alto? Cerrar el alma a los malos propósitos, levantar las manos limpias al Cielo, no pedir bienes pasajeros.”
SÉNECA. ‘Nat. Quaest.’, III Praef., II.
IDEA DE LA MUERTE:
43
“Cuesta toda la vida aprender a vivir y, lo que acaso te asombre más, a morir...
...Tú estás ocupado, la vida pasa; la muerte llega; para ella, quieras o no, tendrás tiempo.”
SÉNECA ‘De Brev. Vit.’ VII.
¿Qué importa que falte un pedazo de pan a quien no le falta la posibilidad de morir?
(‘De Vit. Beata’, XXV, 4)
“Mal vive quien no sabe bien morir”
(‘De Tranq. Animi’, XI, 4)
“Mientras nos volvemos a mirar atrás, llega la muerte”
(‘De Ira’, XLIII, 5.)
44
“Cuando vamos por lo oculto de Naturaleza, cuando tratamos las cosas divinas, hay que librar de sus males el alma y hacerla más fuerte; que también es necesario para los sabios, no porque huyan del ataque de las cosas, pues de todas partes nos caen dardos, sino para padecerlo con fortaleza y constancia. Podemos ser vencidos; no podemos salir intactos. ¿Cómo?, me preguntas. Desprecia la muerte y quedarán despreciadas todas las cosas que llevan a ella. La muerte nos llama a todos por igual. Séanos Dios adverso o favorable, hay que morir.”
SÉNECA. ‘Nat. Quaest.’, II, I, 59.
TIPOS:
LAS BAILARINAS ESPAÑOLAS:
45
“Diestra en tomar actitudes lascivas al son de las castañuelas béticas y a menearse al ritmo de Gades; capaz de devolver el vigor al trémulo Pelias y de incendiar al propio marido de Hécuba cabe la pira funeraria de Héctor; Teletusa inflama y atormenta a su primitivo dueño; la vendió sirvienta y la rescató la tierra”
MARCIAL. ‘Epigr.’ VI, 71
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- IDEAS
PERSECUCIÓN:
46
“El gobierno (de Galba en España) duró ocho años, y su conducta fue muy desigual. Mostró al principio gran energía, vigilancia y hasta severidad excesiva en la represión de los delitos. Ordenó, por ejemplo, cortar las manos a un cambiante infiel y clavarlas sobre su mostrador; hizo crucificar a un tutor por haber envenenado a su pupilo, cuyos bienes había de heredar; y por invocar el culpable sus derechos y privilegios de ciudadano romano, Galba como para suavizar en algún modo el horror del suplicio, le hizo clavar en una cruz pintada de blanco y mucho más grande que las corrientes.
Poco a poco se abandonó, sin embargo, a la inacción y a la molicie, por el temor de despertar suspicacias en Nerón, y porque -según decía-, “a nadie se puede obligar a que dé cuentas de su apatía.” Estaba presidiendo en Cartagena el convento provincial, cuando se enteró de la sublevación de las Galias, por haber recibido una demanda de auxilio del legado de Aquitania. Recibió también cartas de Vindex, que le instaba “a declararse libertador y jefe del universo”. Su vacilación duró poco, e impulsado tanto por el temor como por la esperanza, accedió a la petición. En efecto, había sorprendido una orden enviada secretamente por Nerón a sus agentes para que le diesen muerte, y por otra parte le favorecían felices auspicios, presagios ciertos, y de manera especial las predicciones de una virgen perteneciente a una noble familia; estas predicciones le inspiraban tanta más confianza, cuanto que el sacerdote de Júpiter, Clunio, advertido por un sueño; acababa de hallar en el santuario el mismo oráculo, pronunciado también por una joven adivina hacía ya doscientos años. El sentido de este oráculo era “que saldría de España un hombre que había de ser el dueño del mundo.”
SUETONIO, ‘Vida de los Césares’, Galba.
47
“C. Plinio al Emperador Trajano. Salud.
Señor, me hago una obligación de exponerte todas mis dudas. En efecto, quién mejor que tú podrá disipar mis dudas y aclarar mi ignorancia. Yo no había jamás asistido a la instrucción o a un juicio contra los cristianos, por tanto no sé en qué consiste la información que se debe hacer en contra de ellos, ni sobre qué base condenarlos, como tampoco sé de las diversas penas a las cuales se les debe someter. Mi indecisión parte de una serie de puntos que no sé como resolver. ¿Debo tener en cuenta la diferencia de edades entre ellos o, sin distinguir entre jóvenes y viejos, los debo castigar a todos con la misma pena? ¿Debo conceder el perdón a aquellos que se arrepienten? Y, en aquellos que fueron cristianos, ¿subsiste el crimen una vez que dejaron de serlo? ¿Es el mismo nombre de cristianos, independiente de todo otro crimen, lo que debe ser castigado, o los crímenes relacionados con ese nombre?
Te expongo la actitud que he tenido frente a los cristianos presentados ante mi tribunal. En el interrogatorio les he preguntado si son cristianos, luego durante el interrogatorio, a los que han dicho que sí, les he repetido la pregunta una segunda y tercera vez, y los he amenazado con el suplicio: si hay quienes persisten en su afirmación yo los hago matar. En mi criterio consideré necesario castigar a los que no abjuraron en forma obstinada. A los que entre estos eran ciudadanos romanos, los puse aparte para enviarlos frente al pretor de Roma.
A medida que ha avanzado la investigación se han ido presentando casos diferentes. Me llegó una acusación anónima que contenía una larga lista de personas acusadas de ser cristianos. Unas me lo negaron formalmente diciendo que no lo eran más y otras me dijeron que no lo habían sido nunca. Por orden mía delante del tribunal ellos han invocado a los dioses, quemado los inciensos, ofrecido las libaciones delante de sus estatuas y delante de la tuya que yo había hecho traer, finalmente ellos han maldecido al Cristo, todas cosas que jamás un verdadero cristiano aceptaría hacer.
Otros, después de haberse declarado cristianos, aceptaron retractarse diciendo que lo habían sido precedentemente pero que habían dejado de serlo; algunos de éstos habían sido cristianos hasta hace tres años, otros lo habían dejado hace un período más largo, y otros hasta hace más de veinticinco años. Todos estos, igualmente, han adorado tu estatua y maldecido al Cristo. Han declarado que todo su error o su falta ha consistido en reunirse algunos días fijos antes de la salida del sol para cantar en comunidad los himnos en honor a Cristo que ellos reverencian como a un Dios. Ellos se unen por un sacramento y no por acción criminal alguna, sino que al contrario para no cometer fraudes, adulterios, para no faltar jamás a su palabra. Luego de esta primera ceremonia ellos se separan y se vuelven a unir para un ágape en común, el cual, verdaderamente, nada tiene de malo. Los que ante mí pasaron han insistido que ellos han abandonado todas esas prácticas.
Luego de mi edicto que, según tus órdenes, prohibía las asambleas secretas, he creído necesario llevar adelante mis investigaciones y he hecho torturar dos esclavas, para arrancarles la verdad. Lo único que he podido constatar es que tienen una superstición excesiva y miserable. Así, suspendiendo todo interrogatorio, recurro a tu sabiduría.
La situación me ha parecido digna de un examen profundo, máxime teniendo en cuenta los nombres de los inculpados. Son una multitud de personas de todas las edades, de todos los sexos, de todas las condiciones. Esta superstición no ha infectado sólo las ciudades, sino que también los pueblos y los campos. Yo creo que será posible frenarla y reprimirla. Ya hay un hecho que es claro, y este es que la muchedumbre comienza a volver a nuestros templos que antes estaban casi desiertos; los sacrificios solemnes, por largo tiempo interrumpidos, han retomado su curso. Creo que dentro de poco será fácil enmendar a la multitud”.
PLINIO. ‘Epístola a Trajano’.
LIBERTAD DE CULTO:
48
“Cuando Nosotros, Constantino Augusto, y Licinio Augusto, nos reunimos felizmente en Milán y nos pusimos a discutir todo lo que importaba al provecho y utilidad públicas, entre las cosas que nos parecían de utilidad para todos en muchos aspectos, decidimos sobre todo distribuir unas primeras disposiciones en que se aseguraban el respeto y el culto a la divinidad, esto es, para dar, tanto a los cristianos como a todos en general, libre elección en seguir la religión que quisieran, con el fin de que lo mismo a nosotros que a cuantos viven bajo nuestra autoridad nos puedan ser favorables la divinidad y los poderes celestiales que haya.
Por lo tanto, fue por un saludable y rectísimo razonamiento por lo que decidimos tomar esta nuestra resolución: que a nadie se le niegue en absoluto la facultad de seguir y escoger la observancia o la religión de los cristianos, y que a cada uno se le dé facultad de entregar su propia mente a la religión que crea que se adapta a él, a fin de que la divinidad pueda en todas las cosas otorgarnos su habitual solicitud y benevolencia.
Así, era natural que diéramos en rescripto lo que era de nuestro agrado: que, suprimidas por completo las condiciones que se contenían en nuestras primeras cartas a tu santidad acerca de los cristianos, también se suprimiera todo lo que parecía ser enteramente siniestro y ajeno a nuestra mansedumbre, y que ahora cada uno de los que sostienen la misma resolución de observar la religión de los cristianos, la observe libre y simplemente, sin traba alguna.
Todo lo cual decidimos manifestarlo de la manera más completa a tu solicitud, para que sepas que nosotros hemos dado a los mismos cristianos libre y absoluta facultad de cultivar su propia religión.
Ya que estás viendo lo que precisamente les hemos dado nosotros sin restricción alguna, tu santidad comprenderá que también a otros, a quienes lo quieran, se les dé facultad de seguir sus propias observancia y religiones -lo que precisamente está claro que conviene a la tranquilidad de nuestros tiempos-, de suerte que cada uno tenga posibilidad de escoger y dar culto a la divinidad que quiera.
Esto es lo que hemos hecho, con el fin de que no parezca que menoscabamos en lo más mínimo el honor o la religión de nadie.
Pero, además, en atención a las personas de los cristianos, hemos decidido también lo siguiente: que los lugares suyos en que tenían por costumbre anteriormente reunirse y acerca de los cuales ya en la carta anterior enviada a tu santidad había otra regla, delimitada para el tiempo anterior, si apareciese que alguien los tiene comprados, bien a nuestro tesoro público, bien a cualquier otro, que los restituya a los mismos cristianos, sin reclamar dinero ni compensación alguna, dejando de lado toda negligencia y todo equívoco. Y si algunos, por acaso, los recibieron como don, que esos mismos lugares sean restituidos lo más rápidamente posible a los mismos cristianos.
Mas de tal manera que, tanto los que habían comprado dichos lugares como los que lo recibieron de regalo, si pidieran alguna compensación de nuestra benevolencia, puedan acudir al magistrado que juzga en el lugar, para que también se provea a ello por medio de nuestra bondad.
Todo lo cual deberá ser entregado a la corporación de los cristianos, por lo mismo, gracias a tu solicitud, sin la menor dilatación.
Y como quiera que los mismos cristianos no solamente tienen aquellos lugares en que acostumbraban a reunirse, sino que se sabe que también otros lugares pertenecientes, no a cada uno de ellos, sino al derecho de su corporación, esto es, de los cristianos, en virtud de la ley que anteriormente he dicho mandarás que todos esos bienes sean restituidos sin la menor protesta a los mismos cristianos, esto es, a su corporación, y a cada una de sus asambleas, guardada, evidentemente, la razón arriba expuesta: que quienes, como tenemos dicho, los restituyan sin recompensa, esperen de nuestra benevolencia su propia indemnización.
En todo ello deberás ofrecer a la dicha corporación de los cristianos la más eficaz diligencia, para que nuestro mandato se cumpla lo más rápidamente posible y para que también en esto, gracias a nuestra bondad, se provea a la común y pública tranquilidad.
Efectivamente, por esta razón, como también queda dicho, la divina solicitud por nosotros, que ya en muchos asuntos hemos experimentado, permanecerá asegurada por todo el tiempo.
Y para que el alcance de esta nuestra legislación benevolente pueda llegar a conocimiento de todos, es preciso que todo lo que nosotros hemos escrito tenga preferencia y por orden tuya se publique por todas partes y se lleve a conocimiento de todos, para que a nadie se le pueda ocultar esta legislación, fruto de nuestra benevolencia”.
EUSEBIO DE CESAREA (275-339), ‘Historia eclesiástica’.
49
“No te entrometas en los asuntos eclesiásticos, ni nos mandes sobre puntos en que debes ser instruidos por nosotros. A tí te dio Dios el Imperio; a nosotros nos confió la Iglesia. Y así como el que te robase el Imperio se opondría a la ordenación divina, del mismo modo guárdate tú de incurrir en el horrendo crimen de adjudicarte lo que toca a la Iglesia. Escrito está: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Por tanto, ni a nosotros es lícito tener el Imperio en la tierra ni tú, ¡oh rey!, tienes potestad en las cosas sagradas.”
OSIO, obispo de Córdoba (256-357) ‘Epístola al emperador Constantino’.
LA JUSTICIA:
50
“Justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho. Los principios del derecho son éstos: vivir honestamente, no hacer daño a otro, dar a cada uno lo suyo. Jurisprudencia es el conocimiento de las cosas divinas y humanas y la ciencia de lo justo y de lo injusto”.
ULPIANO (170-2289. ‘Digesto’.
IDEA DE LA PATRIA:
51
“Cosa insufrible es no tener Patria”.
SÉNECA ‘De Cons. ad Helviam Matrem’, VI, II.
52
“Cosa nefanda es hacer daño a la Patria”.
(‘De ira’ II, XXXI, 4)
53
“No quieres intervenir en el gobierno del Estado si no es como cónsul... Pues qué, ¿no querrías hacer la guerra más que como general o jefe? Aun cuando otros vayan en vanguardia y la suerte te ponga en la reserva, desde allí, con tu palabra, consejo, ejemplo, anima a los que combaten. Aun perdidas las manos, hay quien ayuda en la batalla, si queda en su sitio y excita con sus voces. Haz lo mismo. Nunca será inútil obra de buen ciudadano.
SÉNECA. ‘De Tranq. Animi’. IV, 5.
EL PRÍNCIPE:
54
“A nadie, conviene tanto la clemencia, como al rey o al príncipe, porque los grandes poderes son honor y gloria si su influencia es saludable, como es funesta la fuerza que vale para dañar. Es estable y bien fundada la grandeza de quien todos saben que está no sólo por encima de ellos sino a su favor, cuyo cuidado en atender al bienestar de todos y cada uno diariamente experimentan; que, si cuando sale al público, no le huyen como a monstruo o animal nocivo que saliese de su cubil, sino que a porfía corren a él como hacia un astro luminoso y benéfico.
Para defenderle están dispuestos todos a ofrecerse al puñal de los traidores y echar sus cuerpos por tierra, si para salvarlo, hay que hacerle camino con su propio cuerpo; todos defienden su sueño con centinelas nocturnos, lo protegen formando un círculo a su alrededor y hacen barrera contra los peligros que le amenazan.
No es sin razón este consentimiento de los pueblos y de las ciudades en proteger y amar de este modo a los reyes y en sacrificarse a sí y a sus cosas, siempre que lo exige la salud del que reina; ni es vileza o locura que tantos miles empuñen la espada por uno solo y que con muchas muertes rescaten su vida, a veces la de un hombre viejo e inválido.
Así como todo el cuerpo sirve al alma y, aunque el cuerpo sea mucho mayor y más visible y el alma más sutil, imperceptible y oculta en sitio desconocido, las manos, los pies y los ojos están a su servicio, y la piel la defiende, y por orden suya descansamos o corremos inquietos; si ella lo manda, escudriñamos los mares en busca de ganancias, si es amo avariento; o si es ávida de gloria, ponemos la mano derecha en el fuego o voluntariamente nos precipitaremos en una sima; así también esa inmensa muchedumbre de hombres, agrupada en torno de la vida de uno solo, se rige por el espíritu de éste y se doblega a su razón, mientras que sucumbiría o se quebrantaría con solas sus propias fuerza, si no la sostuviera la prudencia de aquél.
Están, pues, salvando su propia vida, cuando por un hombre van diez legiones al combate y corren a las primeras líneas y oponen sus pechos a las heridas para que no caigan las banderas de su soberano; porque éste es el vínculo por el que permanece unida la república; el aliento vital que respiran tantos miles de hombres, que no serían más que carga y botín, si se perdiese la mente que los gobierna. Mientras existe rey, todos irán a una; muerto éste, rompen los pactos, y esta calamidad sería la destrucción de la paz y se convertiría en ruinas la fortuna del pueblo. Estará lejos de este peligro ese pueblo tanto tiempo mientras sepa soportar los frenos de la autoridad; pues si alguna vez se rompen o relajan por algún accidente, no consentirá que se los vuelvan a poner; esa unidad y ensambladura saltaría en mil pedazos y dejaría de ser obedecida la nación que dejara de obedecer.
Por eso no es de maravillar que, los príncipes y los reyes y los que con cualquier nombre protegen el Estado, sean amados más que se ama a los amigos propios, pues si para los hombres cuerdos los intereses públicos están sobre los privados; es lógico que sea también más querido aquel en quien se ha personificado la república; porque ya desde muy antiguo se identifica al César con el Estado, que no pueden separarse el uno de la otra sin que ambos perezcan; porque el César quedaría sin fuerza, y la república sin cabeza...
...Lo mismo que el de un padre, es el quehacer del príncipe, al cual llamamos padre de la Patria, no guiados por vana adulación, sino para que sepa que recibió potestad paterna...
...Sólo hay una fortaleza inexpugnable para la defensa del príncipe: el amor de los súbditos...”
SÉNECA. ‘De Clementia’ III.
LA PATRIA DESHECHA:
55
“Campamentos de la misma nación, unos contra otros, distintos juramentos ligando a los padres contra los hijos; incendiada la Patria por mano de un ciudadano; escuadrones de feroces jinetes buscando afanosos los escondrijos de los proscritos, envenenadas las fuentes, extendidas las epidemias por obra del hombre, trincheras cavadas para cercar a los propios padres, llenas las cárceles, entregadas al fuego ciudades enteras, funestas opresiones, conjuraciones para arruinar Estados y tenidas como gloriosas acciones que, cuando se pueden reprimir, son crímenes”.
SÉNECA. ‘De Ira’, II.
EL EMPERADOR:
56
“He sido yo de todos los mortales el que agradé a los Dioses y fui elegido para hacer en la tierra las veces de ellos. Soy yo, para los pueblos, el árbitro de la vida y de la muerte: la suerte y condición que tenga cada uno está en mi mano. Lo que la fortuna quiera dar a cada uno, lo pronuncia por mi boca; de mi respuesta depende la alegría de los pueblos y ciudades. Ninguna parte del mundo es próspera sino por mi voluntad y mi favor. Estos millares de espadas, que mi paz mantiene ociosas, serán desenvainadas a una señal mía; tales naciones quedarán destruidas, otras se trasladarán; a unas les he de dar libertad, a otras se la he de quitar; aquellos reyes han de hacerse esclavos, tales cabezas recibirán la diadema regia, otras ciudades han de destruirse, otras se edificarán, es derecho mío decretarlo...
...Así como todo el cuerpo sirve al alma y, aunque el cuerpo sea mucho mayor y más visible y el alma más sutil, imperceptible y oculta en sitio desconocido, las manos, los pies y los ojos están al servicio de ésta, y la piel la defiende, y por orden suya descansamos o corremos inquietos; si el alma lo manda, escudriñamos los mares en busca de ganancias, si fuera ama avariento; o bien, si es ávida de gloria, ponemos la mano derecha en el fuego o voluntariamente nos precipitamos en una sima; pues así también una inmensa muchedumbre de hombres, agrupada en torno de la vida de uno solo (el emperador), se rige por el espíritu de éste y se doblega a su razón, mientras que sucumbiría o se quebrantaría con solas sus propias fuerza, si no la sostuviera la prudencia de uno solo...
...Porque éste (el emperador) es el vínculo por el que permanece unida la república; el aliento vital que respiran tantos miles de hombres, que no serían más que carga y botín, si se perdiese el alma del Imperio. Mientras exista un rey, todos irán a una; pero muerto éste, se rompen todos los pactos, y esta calamidad sería la destrucción de la paz romana y se convertiría en ruinas la fortuna del pueblo.
Estará lejos de este peligro el pueblo tanto tiempo cuanto sepa soportar los frenos de la autoridad; mas si alguna vez se rompen o relajan por algún accidente, no consentirá el pueblo que se los vuelvan a poner; y esa unidad y ensambladura de tan vasto Imperio saltaría en mil pedazos, y dejará de ser obedecida el día que deje de obedecer...
...Lo que hace el padre, ha de hacer también el príncipe, a quien llamamos padre de la Patria no llevados por vana adulación, porque los demás títulos son honoríficos. Los llamados grandes y felices y augustos y hemos aglomerado todos los títulos que pudimos sobre su ambiciosa majestad, atribuyéndoselos por honor; pero al príncipe llamamos padre de la Patria para que sepa que le ha sido dado un poder paternal, que es el más moderado, porque mira por los hijos y pospone al de ellos el bien propio...”
SÉNECA. ‘De Clementia’.
IGUALDAD DE DERECHOS:
57
“¿Dónde está prohibido, en el tratado con los gaditanos que pueda ser ciudadano romano cualquiera de ellos? En ninguna parte. Y aunque se hubiera incluido en él tal prohibición, estaría anulada por las leyes Gelia y Cornelia, que terminantemente autorizan a Pompeyo para poder conceder el derecho de ciudadanía. Pero el acusador dice: la excepción existe, porque el convenio es sagrado. Te perdono ignores las leyes cartaginesas, puesto que abandonaste tu ciudad, y que no hayas podido examinar las nuestras, porque ellas mismas, por el juicio público, te privaron de conocerlas”.
CICERÓN (106-43 a. C.) ‘Pro L. C. Balbo’.
“Cneo Pompeyo, hijo de Sexto, emperador, como premio a sus méritos, hice ciudadanos romanos a los caballeros hispanos en el campamento de Ausculo el día 14 de las Calendas de diciembre, conforme a la ley Julia. Estuvieron en el acuerdo ... (siguen sesenta nombres) el escuadrón Salluitano ... (siguen treinta nombres de soldados, agrupados por el país de origen en Bagarenses, Herdenses, etc.). Cneo Pompeyo, hijo de Sexto, emperador, como premio a sus méritos, di al escuadrón en el campamento en Ausculo un cuerno pequeño y una marmita, mi collar y dobled e paja y trigo”.
CICERÓN (106-43 a. C.) ‘Inscripción de Ausculum’
EDUCACIÓN A LOS JÓVENES ESPAÑOLES:
58
“Por estas hazañas miraban a Sertorio con grande amor aquellos bárbaros, y también porque acostumbrándolos a las armas, a la formación y al orden de la milicia romana, y quitando de sus incursiones el aire furioso y terrible, había reducido sus fuerzas a la forma de un ejército de grandes cuadrillas de bandoleros que antes parecían. Además de esto, no perdonando gastos, les adornaba con oro y plata los morriones; les pintaba con distintos colores los escudos; enseñábales a usar de mantos y túnicas brillantes, y fomentando por este medio su vanidad, se ganaba su afición.
Mas lo que principalmente les cautivó la voluntad fue la disposición que tomó con los jóvenes; porque reuniendo en Huesca, ciudad grande y populosa, a los hijos de los más principales e ilustres entre aquellas gentes, y poniéndoles maestros de todas las ciencias y profesiones griegas y romanas, en la realidad los tomaba en rehenes; pero en la apariencia los instruía para que llegando a la edad varonil participasen del gobierno y de la magistratura. Los padres, en tanto, estaban sumamente contentos viendo a sus hijos ir a las escuelas muy engalanados y vestidos de púrpura, y que Sertorio pagaba por ellos los honorarios, los examinaba por sí muchas veces, les distribuía premios y les regalaba aquellos collares que los romanos llaman bulas.”
PLUTARCO (50-120 d. C.) ‘Vidas paralelas’, Sertorio.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HECHOS
LA VIDA COMO MILICIA:
59
“Te indignas tanto, Lucilio, y te lamentas… ¿No comprendes que lo único malo es precisamente eso: tu indignación y tus quejas? Si me preguntas a mí, pienso que nada hay miserable para el hombre sino el que juzgue algo miserable. El día en que haya algo que yo no pueda soportar, ese día no podría soportarme a mí mismo ¿Que estoy mal de salud? Es parte de mi destino. ¿Murió alguien de la familia; bajan mis rentas; se me ha hundido la casa; me han venido daños materiales, heridas, trabajos, miedos...? Suele suceder; es más, son cosas que ocurren necesariamente; no son accidentes.
Créeme y te descubriré mis sentimientos más íntimos. En todo lo que parece adverso actúo así; no es que obedezca a Dios, sino que estoy de acuerdo con su Voluntad; le sigo por propio impulso, pero no porque sea necesario. No me sucede nada que yo acoja con tristeza, con mal gesto. Todo lo que lloramos, lo que nos asusta, es tributo a la vida. De todas estas cosas, amigo Lucilio, no esperes inmunidades ni las pidas: ¿te ha producido inquietud un dolor de cuerpo, recibir cartas amargas, una pérdida patrimonial detrás de otra...? ¿Acaso no deseabas esto cuando deseabas la vejez? Todas esas cosas en una existencia dilatada son como el polvo, el lodo o la lluvia en una caminata larga.
—“Pero es que yo quería vivir sin todos esos inconvenientes...” Palabras tan afeminadas son impropias de un varón. Mira como recibes este voto mío que yo formulo con grandeza de ánimo, no simplemente con buen ánimo: Ni los dioses ni las diosas hagan que Fortuna te tenga entre delicias. Pregúntate: si Dios te diera el poder de vivir o en el mercado o en el campamento militar, ¿qué preferirías? Porque, querido Lucilio, la vida es milicia. Y así, los que andan activos de un sitio para otro, y van arriba y abajo por lo trabajoso y por lo arduo, y hacen frente a las misiones más peligrosas, esos son los varones esforzados, los héroes del campamento. Pero esos otros a quienes una vergonzosa inacción les hace vivir blandamente son simples gallinas objeto de público desprecio.”
SÉNECA. ‘Epist. XCVI’.
MILICIA ESPAÑOLA:
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“Entre tanto el pretor P. Manlio, que acababa de reunirse con el ejército de su antecesor Q. Minucio, los veteranos que antes mandó Ap. Claudio Nerón en la España ulterior, partió a su frente para la Turdetania. Tiénese a los turdetanos por el pueblo menos belicoso de España. Sin embargo, alentados por el número, avanzaron al encuentro de los romanos.
Un ataque de la caballería bastó para desordenarlos, pudiendo decirse que la infantería no tuvo que sostener combate. Los veteranos que la formaban consiguieron en seguida la victoria gracias a su antigua experiencia y al conocimiento que tenían del enemigo. Pero aquel combate no terminó la guerra. Los turdetanos tomaron a sueldo 10.000 celtíberos y opusieron a los romanos aquellas tropas mercenarias.
Entretanto, impresionado el cónsul por la revuelta de los bergistanos y convencido de que los demás pueblos seguirían su ejemplo a la primera ocasión, desarmó a todos los españoles de aquende el Ebro; pareciéndoles tan humillante esta medida que muchos se dieron la muerte. Para el altivo español nada era la vida desde el momento en que no tenía armas. Al recibir esta noticia, el cónsul llamó a los senadores de todas las ciudades y les dijo: “Interés vuestro es más que mío que permanezcáis sometidos; hasta ahora, vuestras sublevaciones han hecho más daño a España que trabajo ha costado a los romanos su represión. Creo que no hay más que un medio de evitarlas: el de reduciros a la impotencia. Quiero conseguir este fin por medios suaves. Ayudadme pues, con vuestros consejos en este asunto. Dispuesto estoy a seguir con preferencia el consejo que me deis”.
Como todos guardaban silencio, el cónsul añadió que les concedía algunos días para deliberar. Llamados por segunda vez, se encerraron en igual silencio. Entonces Catón hizo desmantelar en el mismo día todas las ciudades; marchó contra los que todavía no estaban sometidos y recibió, a medida que se presentaba en una comarca, la sumisión de todos los pueblos que la habitaban. Solamente resistió Segística, ciudad rica y poderosa, teniendo que emplear las máquinas para apoderarse de ella...”
TITO LIVIO (59 a. C. – 17 d. C) ‘Ab urbe condita’.
GUERRILLAS:
61
“Metelo no sabía qué hacerse con un hombre arrojado que huía de toda batalla campal, y usaba de todo género de estratagemas por la prontitud y ligereza de la tropa española; cuando él no estaba ejercitado sino en combates reglados y en riguroso orden, y sólo sabía mandar tropas apiñadas que, combatiendo a pie firme, estaban acostumbradas a rechazar y destrozar a los enemigos que venían con ellas a las manos; pero no a trepar por los montes siguiendo el alcance de sus incansables fugas a unos hombres veloces como el viento, ni a tolerar como ellos el hambre y un género de vida en la que para nada echaban de menos el fuego ni las tiendas.
Sucediendo por lo común que el que quiere evitar batalla padece lo mismo que el que es vencido, para éste el huir era como si él persiguiese; porque cortaba a los que iban a tomar agua, interceptaba los víveres, si el enemigo quería marchar le impedía el paso, cuando iba a acamparse no le dejaba sosiego, y cuando quería sitiar, se aparecía él y le sitiaba por hambre, tanto, que los soldados llegaron a aburrirse...”
PLUTARCO (50-120 d. C.) ‘Vidas paralelas’.
ARMAS:
62
“Los saguntinos tenían la falárica, arma arrojadiza de mango de abeto redondeado todo él, excepto el extremo en el que se encajaba el hierro; éste, cuadrado como el del pilum, era cuadrado; lo liaban con estopa y lo untaban en pez. El hierro, por otra parte, tenía tres pies de largo a fin de que pudiese traspasar el cuerpo a la vez que la armadura. Pero era especialmente temible, aunque quedase clavado en el escudo y no penetrase en el cuerpo, porque, como se le prendía fuego por el centro antes de lanzarlo y con el propio movimiento la llama que portaba cobraba gran incremento, obligaba a soltar el arma defensiva y dejaba al soldado desprotegido para los golpes siguientes” (Liv. XXI, 8, 10-12).
TITO LIVIO, Lib XXI, 8-10.
CONCORDIA:
63
“Por el mismo tiempo, 20.000 de la ciudad de Complega vinieron al campo de Graccho con ramos de paz, y ya que estaban cerca le atacan cuando menos lo pensaba y le desbaratan; pero él, aparentando con astucia que huía y les abandonaba el campamento, vuelve sobre sus pasos, les ataca cuando lo estaban saqueando, mata a los más y se apodera de Complega y sus alrededores. Después la puebla de pobres, distribuye entre ellos los campos y ajusta con todos aquellos pueblos un tratado, con expresa condición de que serían aliados del pueblo romano. Tomados y recibidos los juramentos, fueron de mucho provecho a los romanos en las diferentes guerras que después se siguieron.
APIANO ALEJANDRINO (95-165 d. C.), ‘Las guerras ibéricas’, 43.
“No muchos años después se incendió otra guerra cruel en la Iberia con este motivo. Segeda era una ciudad perteneciente a una tribu de los celtíberos llamados belos, grande y poderosa, y que no estaba inscrita en los tratados de Sempronio Graco. Esta ciudad forzó a otras más pequeñas a establecerse junto a ella; se rodeó de unos muros de aproximadamente cuarenta estadios de circunferencia y obligó también a unirse a los tithios, otra tribu limítrofe. Al enterarse de ello, el Senado prohibió que fuera levantada la muralla, les reclamó los tributos estipulados en tiempo de Graco y les ordenó que proporcionaran ciertos contingentes de tropas a los romanos. Esto último, en efecto, también estaba acordado en los tratados. Los habitantes de Segeda, sobre la muralla, replicaron que Graco había prohibido fundar nueva ciudades, pero no fortificar las ya existentes; acerca del tributo y de las tropas mercenarias, manifestaron que habían sido eximidos por los propios romanos después de Graco. La realidad era que estaban exentos, pero el senado concedía siempre estos privilegios añadiendo que tendrían vigor en tanto lo decidieran el Senado y el pueblo romano”.
(‘Las guerras ibéricas’, 44).
“Viriato no se mostró altanero en este momento de buena fortuna sino que, por el contrario, considerando que era una buena ocasión de poner fin a la guerra mediante un acto de generosidad notable, hizo un pacto con ellos y el pueblo romano lo ratificó: que Viriato era amigo del pueblo romano y que todos los que estaban bajo su mandato eran dueños de la tierra que ocupaban. De este modo parecía que había terminado la guerra de Viriato, que resultó la más difícil para los romanos, gracias a un acto de generosidad.”
APIANO ALEJANDRINO (95-165 d. C.), ‘Las guerras ibéricas’, 69.
64
“Quedaron prisioneros cerca de 10.000 hombres libres; pero (Escipión) dejó en libertad a los que eran de Cartagena, devolviéndoles su ciudad y todo lo que pudo escapar del saqueo. Los artesanos se elevaban a 2.000, y los declaró esclavos del pueblo romano, con esperanza de recobrar muy pronto la libertad, si con celo contribuían en sus oficios a los trabajos de aquella campaña. El resto de los habitantes, jóvenes aun, y los esclavos en el vigor de la edad, le sirvieron para reclutar las tripulaciones de la flota, que había reforzado con ocho naves tomadas al enemigo. Además de esta multitud, encontró los rehenes de España, cuidando de ellos como si fuesen hijos de sus aliados.”
TITO LIVIO ‘Ab urbe condita’.
LA PAZ ROMANA EN ESPAÑA:
65
“Es Palma quien gobierna a nuestros iberos, ¡oh el más suave de los césares!, y la paz arisca complácese en su blando yugo. Gozosos por un don tan grande, te gratificamos: a esas comarcas nuestras enviaste las costumbres tuyas.”
MARCIAL ‘Epigramas’ XII, 9.
COSTUMBRES DE LOS MONTAÑESES EN EL NORTE:
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“Todas las tribus de la montaña viven de manera sencilla, beben agua y duermen sobre el suelo desnudo.
Los hombres llevan el pelo largo, como las mujeres; durante la pelea se cubren con mitras las cabezas. Comen preferente carne de cabra; a su dios de la guerra le sacrifican machos cabríos y asimismo los prisioneros con sus caballos.
Organizan sacrificios en masa (hecatombes) de toda especie, como los griegos.
Les gustan también los desafíos, tanto gimnásticos como en armas y a caballo, y se ejercitan en el pugilato, en el tiro y ela lucha en bandos. Dos tercios del año viven de bellotas, que se secan, machacan, muelen y convierten en pan, a fin de tener provisiones.
También tienen cerveza. Les falta vino; pero si alguna vez logran poseerlo, lo beben pronto, organizando para ello una fiesta del clan.
En lugar de aceite usan manteca de vacas. Para comer se sientan en un banco adosado a la pared, según edad y rango; el manjar da la vuelta.
Para beber se sirven de vasijas de madera, como los celtas. Cuando están embriagados bailan una danza en círculo, al son de la flauta o el cuerno, durante la cual saltan y se arrodillan.
Su vestido consiste, por lo general, en una capa negra, sobre la que duermen en el suelo; pero las mujeres gustan de trajes abigarrados. En lugar de monedas usan objetos de cambio o rudas piezas de plata.
Los condenados a muerte son despeñados de lo alto de las rocas, y al parricida lo apedrean delante del a frontera del país. Tienen una sola mujer, como los griegos. A los enfermos los colocan junto a un camino, por si pasa alguien que entienda la enfermedad. Hasta el tiempo de Bruto usaban barcos de piel a causa de las inundaciones y pantanos, así como también barcos de cuero; pero actualmente son raros. Su sal es roja, pero se vuelve blanca triturándola. Esta es la vida de las tribus montañesas, entre las que comprendo los habitantes de la región norte: los galaicos, astures, cántabros, hasta los vascones y los Pirineos, pues todos viven de un mismo modo”
ESTRABÓN. ‘Geografía’
LA VIDA EN LA CIUDAD NATAL:
67
“Mientras tú te abres paso agitado,
entre los ruidos mil de Suburra,
o mientras subes hacia la colina de Diana;
mientras por los umbrales de los poderosos
ondea el aire tu toga sudada,
y fatigado vas y vienes
por el Celio mayor y el menor,
mi Bilbilis –a donde he vuelto-,
tierra soberbia por sus minas
de oro y de hierro,
tras muchos años me ha recuperado,
y ella me ha convertido en campesino.
Aquí, tranquilo, sin más esfuerzo que el que dicta mi pereza,
me recreo por Boterdes y Platea,
-nombres rudos de la tierra mía-,
gozo horas de sueño profundo
y reparador que no interrumpe,
a veces, ni la hora tercia
y, así, recupero lo que en treinta años
no pude dormir.
Ni me acuerdo de la toga; cuando la pido,
me alcanzan una túnica que tengo cerca,
sobre una silla desvencijada.
El fuego, cuando me levanto,
ya me espera con un montón de leña
del encinar cercano, y con corona de ollas
que puso la granjera;
acude un cazador que tú querrías
encontrarte en la apartada selva;
un granjero imberbe
reparte las raciones a los siervos,
y les ruega que hagan cortar
la larga cabellera.
Así quiero vivir y así morir.
Sic me vivere, sic me juvat perire”.
MARCIAL. ‘Epigr. XII, 18.
AMOR A LA PATRIA NATIVA:
68
¡Oh mis compatriotas que me ofrece la imperial Bílbilis
en escarpada colina que ciñe el Jalón con rauda corriente!
¿No os enorgullece la alegre fama de vuestro poeta?
Porque yo soy honor, prestigio y gloria vuestra.
No debe más al gracioso Catulo, Verona su patria y
ella misma no desearía menos que fuese yo suyo.
Cuatro cosechas se han añadido a treinta estíos desde que
sin mí ofrendabais a Ceres rústicas tortas en tanto que yo
vivía entre las espléndidas murallas de Roma, señora del mundo.
Las tierras de Italia blanquearon mis sienes.
Iré a vosotros si acogéis mi retorno con benévolas intenciones:
Si me mostráis un corazón hostil, poco me costará volver.”
MARCIAL. ‘Epigr. X, 103.
EL AMOR A LA CASA NATIVA:
69
"Este bosque, estas fuentes, esta sombra entretejida con los pámpanos, este cauce de agua fertilizante, estos prados y rosaledas que no ceden a Pestum, de dos cosechas, el verdor de estas hortalizas, que no se hielan ni el mes de enero, y esta torre blanca llena de palomas de nieve como ella, tales son los obsequios de mi señora.
A mi vuelta, después de siete lustros, Marcela me ha regalado esta casa y este pequeño reino. Si Nausica quisiera darme los huertos de su padre, yo podría decir a Alcinoo: ¡Prefiero los míos!".
MARCIAL. ‘Epigr. XII, 31.
DANZAS:
70
“El dueño de la casa no te leerá ningún manuscrito grasiento, ni las bailarinas de la licenciosa Cádiz moverán en tu presencia sus atractivas caderas en posturas cada vez más libres y provocativas”.
MARCIAL, ‘Epigr. V, 78.
71
“Quizá esperen que alguna gaditana salga a provocarnos con sus lascivos cantos... pero mi humilde casa no tolera ni se paga de semejantes trivialidades”.
JUVENAL, Sátira XI, 162 y sigs.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
IV – ESPAÑA VISIGODA; “AD UNITATEM ET PACEM”
1
La antigua Iberia posee ya los instrumentos necesarios para constituirse, proclamar su afirmación y seguir avanzando en la Historia. Su formación definitiva va a ser objeto de una larga espera, a través de la cual depurará aquellos factores que le fueron impuestos y que eran extraños a sus naturales condiciones, adquiriendo, a cambio, nuevas y constantes aportaciones que robustecerán sus esencias, templarán y darán tono a sus fuerzas y consolidarán, en términos precisos, su independiente personalidad.
Lo que existe únicamente es el “nombre”, y por el nombre, aquella consciente solidaridad, “base de las naciones”. España es y será siempre España. “Las divisiones medievales, las rivalidades intestinas, los alzamientos, las banderías y revueltas entre diversos reinos peninsulares no logran borrar este nombre mágico, cifra y guión de todas las empresas, hacia el que inconscientemente irán convergiendo los esfuerzos de los reconquistadores, hasta dar cima y cabo a la reconstrucción de su unidad”.
España se romperá, partirá, será despedazada en pequeños y, a veces, ensangrentados jirones; pero la palabra que la recuerda y la nombra, el concepto que la constituye y la une no desaparecerá jamás.
Roma ha caído en manos del incapaz Honorio. Las miserias que cavaron sus cimientos, las huestes mercenarias que le ayudaron a bien morir y los cismas religiosos que disgregaron su espíritu la entregan en poder de los pueblos bárbaros. Al momento se apoderan éstos de las diversas provincias del Imperio. En España entran con ímpetu germanos: vándalos, suevos, alanos y godos, de creencias arrianas, incultos y salvajes, y luego de vencer las débiles resistencias opuestas por los naturales, ya solidarizados, que, al mando de dos nobles españoles –Dídimo y Veriniano- trataron de cerrarles el paso de los Pirineos, ocupan diferentes partes de la Península.
Los godos combaten y vencen a los alanos y vándalos, diseminándoles y haciéndoles retirar a la Gallaecia, donde, a su vez, luchan con los suevos allí situados, que les obligan a emigrar a África.
Al fin, los “westgoths”, los godos del Oeste o visigodos, alcanzan el triunfo, y aunque dependientes del Imperio romano, se establecen en España.
Una invasión de los hunos, procedentes del Oriente, intentará apoderarse de todo el Occidente; pero la unión de godos, francos y romanos consigue deshacer la amenaza del “azote de Dios”, y en los Campos Cataláunicos queda vencido Atila con los hunos.
La serie de catorce reyes desde Ataúlfo (410 d. C.) hasta Atanagildo (551 d. C.) no son realmente reyes españoles, pues unos dependen del Imperio romano y otros de los francos. Atanagildo emplaza ya la corte en Toledo, que pasará ser la metrópoli goda peninsular.
Leovigildo domina por las armas a Córdoba y el Occidente peninsular- bajo dominio suevo- y establecerá la unidad territorial; unidad puesta en peligro después por disidencias religiosas en las que sucumbe su hijo, San Hermenegildo.
Recaredo –“talento unificador, energía en el mando, tacto político, comprensión de los problemas y profunda religiosidad”-, convirtiéndose al Catolicismo y reuniendo un Concilio en Toledo, construye la unidad religiosa católica de España, base de la unidad civil, dando la paz general a todo el territorio, que hasta el rey Suintila, -expulsando a los invasores bizantinos del Levante- no se verá unido como un sólo reino.
La importancia de la abjuración del arrianismo por Recaredo consiste en la unidad de creencias: cuando la mayoría hispano-romana estaba concorde y extinguido el priscilianismo galaico, se somete a ella el pueblo invasor, que por rudeza e impericia había abrazado siglos atrás la doctrina arriana, doctrina destructora del principio fundamental del Catolicismo: la acción inmediata y continua de Dios en el mundo; la divinidad personal y viva, el Padre creador y el Verbo encarnado.
Rebajando el arrianismo a nivel simplemente humano la figura de Cristo, rompíase esta unión y enlace, y el mundo y Dios quedaban aislados, siendo la creación y redención obra de una criatura, de un simple demiurgo.
Triunfó la regla de Fe de la antigua Iglesia española y así se aseguró la unidad religiosa, “españolizando” la creencia y ley del conquistador visigodo, no por coacción ni por la fuerza de las armas, sino con la caridad, la persuasión y la ciencia.
El Estado visigodo de Toledo es una organización teocrática-aristocrática, muy parecida a la del pueblo de Israel, con su monarca erigido por la Iglesia para darle aspecto de inviolabilidad. Ese monarca y el Aula Regia, compuesta de los magnates seculares y de los obispos, son los que, reunidos en Concilios (o Asambleas mixtas) dirigen al pueblo.
“Reino sin alma, cuerpo muerto espiritualmente”, se le ha llamado a la sucesión de reyes visigodos: menudean las usurpaciones, los destronamientos y los regicidios.
El país, al margen de los hechos, de las oligarquías, asistirá impasible a esos desordenes fratricidas, distanciándose cada vez más de la casta visigoda que le domina y gobierna. Aun cuando los nuevos Sínodos presididos por San Isidoro propongan y aprueben normas regulares de contención, entre las que merecen destacarse la liturgia del legítimo rito nacional -llamado luego mozárabe- y que Wamba, meritísimo varón sacado de su retiro y alzado sobre el pavés a la fuerza, dicte rectas prescripciones que, a la postre, darán en tierra con la monarquía visigoda.
La cultura de los naturales asimiló a estos germanos de civilización rudimentaria. Existía por entonces en España, principalmente en la Bética, una civilización floreciente, superior al resto de Occidente, cuyo foco radicaba en Sevilla, con supervivencia de la cultura clásica, aprovechada y continuada hasta la Alta Edad Media. La unidad latina y occidental había arraigado en nuestro suelo con caracteres superiores a los demás. España estaba bastante romanizada y había adquirido profundos caracteres de occidentalismo. Los destellos de Sevilla, Mérida y Toledo son las únicas estrellas que brillan con luz propia en el cielo de Occidente.
La ciencia y el arte, los cánones y las leyes son gloria de la Iglesia, gloria española, presidida por Leandro y después por Isidoro de Sevilla, fundador de la “escuela isidoriana”, grito de guerra de la ciencia española, llena del vuelo de sus ideas, como el zumbido del enjambre de abejas que anunciaron en su cuna la dulzura de su elocuencia.
Políticamente, la unidad atará a los dos pueblos (romano y godo) separados por costumbres, lengua y religión y regidos por leyes contradictorias. Apenas unidos godos e hispano-romanos por el culto católico con Recaredo, comenzó rápidamente la fusión y, paso tras paso, olvidaron su habla nórdica para adoptar las dulces y sonoras modulaciones del hablar latino, y tras de Recaredo vino Recesvinto para abolir la ley de razas.
La organización goda del Estado, hasta entonces ruda y selvática, modificóse al contacto de la ordenación de los Concilios. Predominó la ilustración sobre la rudeza y moderóse todo elemento de opresión y desorden.
Aun así, el elemento militar godo, arriano y hostil siguió oponiéndose a la unidad romano-goda, persiguiéndola siempre que pudo con conjuras y levantamientos, hasta, con la traición, acabar abriendo fatalmente la puerta de la Patria a los enemigos de ella, tras el desastre del Guadalete. En cuanto a la estirpe de aquellos “nobles” que la vendieron, Dios la hizo desaparecer del océano de la Historia.
La España con sentido de unidad e imperio llegó entonces a existir levemente, pero el concepto penetró en el alma peninsular. Este concepto quedará anclado en las generaciones venideras y cuando venga el rompimiento de la unidad, servirá de guía y estímulo a sus paladines.
Unidad religiosa católica, unidad de cultura, unidad de gentes. Sólo faltaba para llegar a la unificación completa la identidad del Derecho, convirtiéndolo de “personal” en “territorial”, y esto se lleva a feliz término por medio del “Liber Iudiciorum” de Recesvinto, elaborado por los obispos de los Concilios de Toledo.
Anteriormente, tal dualidad legislativa perturbaba el desarrollo del Estado y ponía en peligro la unidad apetecida. Así ya se habían iniciado los estudios para armonizar las dos legislaciones (romana y goda) que regían en la España gótica: el “Statum legum” de Eurico, compilación de leyes públicas y privadas que sólo regía para el invasor godo, y la “Lex Romana Wisigothorum”, reunión de las viejas leyes del Imperio romano, aplicadas exclusivamente al pueblo romano sometido en las Galias y en Hispania.
El arte visigodo es una extraña mezcla de clasicismo latino y bizantinismo, amasados y vivificados por la levadura “romano-andaluza”, y que después será el fundamento del arte árabe o califal o hispano-morisco, de donde, a su vez, surgirá el llamado “mozárabe”, que en las alturas asturianas, leonesas y hasta pirenaicas impondrá los caracteres prerrománicos donde las artes específicamente cristianas hallaron su fuente inspiradora.
Las basílicas, los oratorios, las “delabra” o baptisterios y los monasterios o cenobios son las muestras de su arquitectura; los sarcófagos, como escultura, y pocos restos de pintura de la que nos habla San Isidoro.
De la orfebrería visigoda son testigos las coronas de Guarrazar y el tesoro de Torredonjimeno.
Los primeros músicos son aquellos religiosos eminentes que organizaron la liturgia católica, escribiendo sus himnos y oraciones, publicando y arreglando los cantos sagrados, cuando no fueron ellos quienes compusieron la propia música. Canto y danza servían para atraer al pueblo, de cuya práctica promiscua llegó a abusarse, y tanto, que el III Concilio de Toledo, en el año 580, condenó la introducción de “danzas y cantos populares” en las festividades de los días santos.
Los grandes centros de la cultura musical en esta época son Sevilla, Toledo y Zaragoza, y los grandes artífices San Leandro (“multa dulci sono composuit”), San Isidoro, en su libro III de las “Etimologías”, resumiendo a Casiodoro, y en “De Ecclesiasticis Officiis”; San Eugenio, comparable a San Gregorio, autor de los más antiguos cantos profanos de España, y la elegía a la muerte de la reina Reciberga; San Ildefonso, el “creador de nuevas formas literarias y musicales en sus himnos a la Virgen María”, y San Braulio, maestro del anterior.
El sentido dramático y la incorporación de elementos populares fueron los rasgos sobresalientes dedl canto litúrgico hispano-gótico en las “preces” y en la práctica de la “centonización”, y su apogeo se alcanzó en el periodo que va del 630 al 711.
Los cultivadores de las letras están representados por los metropolitanos de Toledo; San Eugenio; el primer rebelde hispano contra la uniformidad métrica, San Ildefonso; el elegante san Julián; San Valerio, abad del Bierzo, y todo el grupo de escritores, coherente y denso, entre los que se revelan ciertos caracteres hispanos que reaparecen en toda época propicia.
Orosio con sus “Historias”, Idacio, Dextro, como historiadores; Orencio con su sermón poético, el “Commonitorium”, y Flavio Merobaudes y su “Carmen de Christo”, como poetas; San Martín de Dumio con su “Fórmula de la vida honesta”, como moralista; y tantos otros nombres gloriosos.
El rasgo de ellos es la exuberancia en la expresión de la palabra, “las enjoyadas pompas de la palabra, las gárrulas espumas de la facundia”, y todos, con sus obras, producen la última actividad intelectual, el último aliento vital de una cultura que se iba acercando a una muerte irremisible...
2
“La unidad se iba haciendo con todos estos forcejeos. La unidad espiritual y material de los pueblos necesita luchar, necesita guerras exteriores y revueltas internas, necesita héroes, víctimas, verdugos y poetas. La unidad es una meta difícil a través de un camino áspero, de traiciones y crímenes, de encrucijadas y de cepos. Necesita de todo para hacerse. Ningún pueblo la alumbra sin espasmos de dolor, sin brutales desgarramientos, sin ríos de sangre y sin facetas nimbadas de martirio... La fuerza unitaria ha triunfado siempre sobre los intentos criminales de dispersión. Y en cada combate por la unidad, el pueblo de Iberia ha ganado para su historia algún nombre con aureola de mito, de la más alta fuerza de realidad y poesía”.
Pero, ella lograda, es época entonces de entusiasmo gótico. A aquella España moza de los tiempos anteriores, un poco más crecida ahora, cuando ya ha arraigado en su carne y alma el espíritu de Cristo, es su preceptor san Isidoro el que canta su alabanza en loor de España: “De laude Spaniae”, donde define qué es para él España y qué es lo que la hace amable.
Dice Menéndez Pidal que “la férvida Laus Spaniae se inspira, principalmente, en la Laus Serenae, de Claudiano. Isidoro, con su vaga mención de la riqueza de España en príncipes y gentes, nos impresiona menos que Claudiano con sus precisas alusiones a los augustos hispanos; es que Isidoro tiene el mal acuerdo de buscar elevación o elegancia en la vaguedad, huyendo la individuación de personas y lugares; no estima, como Claudiano, el alto valor poético de lo concreto. Sin embargo, él comunica más emoción a sus palabras y mayor alcance desde el momento que, lejos de hablar de una región del mundo entero, habla como historiador de un pueblo. Por esto, el loor isidoriano se aparta de toda serie de loores de España que produjo la literatura latina. No es el postrero en la serie de ellos, sino, al contrario, es el canto auroral de la alondra que acompaña a los desposorios de España con el pueblo godo y anuncia el advenimiento de la nueva nación. El nuevo loor lo dice; por eso Isidoro, que sabe bien lo que en la nueva edad del Occidente significa el germanismo, confunde la historia de España con la del antiquísimo pueblo godo “emigrante introducido en ella por Ataúlfo”.
Esta concepción de San Isidoro era participada por todos. La patria y los godos son dos cosas inseparables: “Gothorum gens ac patria” es la expresión corriente, lo mismo en las leyes que en los cánones, para significar el interés general del Estado. Hay una novedad nacida del IV Concilio de Toledo, al establecer una excomunión solemne, “la conciliar, contra los que delinquen en materia tocante al interés general del reino, sea el delincuente súbdito, sea el mismo rey”.
Se establece una clase de delitos contra la patria, los cuales llevan dos sanciones, la civil y el anatema: el Concilio se hace garante de ciertos principios del Estado, sobre todo de la inviolabilidad del juramento que ante los funcionarios de cada rey nuevo prestaban “todos los pueblos de España” bajo la fórmula: “Por la salud de la Patria, firmeza del pueblo godo e incolumidad del rey”.
En esta edad germano-romana, el “universalismo” imperial desaparece, quedando sólo representado por el universalismo eclesiástico, y surge un sentimiento contrario: el “nacionalismo” político y cultural. Los germanos son los que suelen dar nombre a estos círculos nacionales nuevos: Anglia, Francia, Burgundia, Lombardía... España está a punto de ser una Gotia si no es porque Ataúlfo no lo quiso así; pero el rasgo fisonómico más saliente de los nuevos países germánicos, el sentimiento nacional, es una creación románica.
Lo vimos –dice Menéndez Pidal-, como escabulléndose del universalismo agustiniano, surgir de la provincialización del Imperio en Paulo Orosio. Isidoro nos lo da ya perfecto en cuanto a lo político, en su loor de España; y en cuanto a lo cultural nos lo formula en el Concilio IV, por él presidido, proclamando la unificación de la Iglesia en toda España; una misma disciplina, una liturgia, unos mismos himnos “para todos los que vivimos –dice el Concilio- abrazados a una misma fe y un mismo reino”.
Al lado del Estado nacional se crea, no digamos una Iglesia nacional en el sentido de esta frase, pero sí una Iglesia nacionalizada y coherente, bajo la supremacía de Toledo, Iglesia unificada por una liturgia especial, que fue llamada Isidoriana, la cual no dejará de existir sino en el siglo XI por tenaz empeño del papa Gregorio VII.
“A pesar de la desaparición, en 711, del Estado godo, las posteriores historias de España se llamaron frecuentemente “Historia de los Godos”, imitando a la de Isidoro; y la autoridad del gran polígrafo hizo que la “Laus Spaniae”, el himno natalicio del pueblo hispano-godo, quedase entre los connacionales del obispo hispalense como el credo nacionalista profesado durante muchos siglos, reiterado y refundido en múltiples formas, lo mismo en tiempos muy críticos para el amor patrio que en épocas de nueva exaltación optimista”.
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El “Rey”, el “Santo”, el “Sabio” son los modelos de este momento histórico.
El Rey.
El Rey, entre los visigodos es sólo un funcionario que carece de poder propio y únicamente ejerce el del pueblo en aquella parte que éste le confía y que en lo sustancial se refiere a la jefatura del ejército y a la función judicial. Es el “poderoso”, el “conductor” del pueblo (el “thiudans”). Los Concilios de Toledo recogen la doctrina patrística convirtiéndola en ley del Estado: el rey es un vicario de Dios que recibe su poder de Éste para gobernar al pueblo. De ahí nace su autoridad y la sumisión que debe de guardar el reino.
El rey debe gobernar rectamente, conservando la Fe y manteniendo en justicia a sus súbditos, tomando por base el proverbio conocido por Horacio: “Rex eris si recte facias; si non facias, non eris”. De esto sacará San Isidoro las últimas consecuencias: rey que no rige y corrige en justicia o se aparta de lo recto, pierde el nombre de rey, “regis nomen amittitur”.
El Santo.
“El Santo”, San Isidoro de Sevilla, con su corte de hermanos, San Leandro, Santa Florentina, San Fulgencio y demás claros y píos varones, es el modelo del santo visigodo. Isidoro es un alma llena de bondad, de sinceridad y santidad. El ardor de su fe, grande, pues ha de combatir al hereje, y los ímpetus de su oración, eficaz, pues ha de pedir por él, le cualifican y, como de él diría San Braulio, su dilectísimo hijo, “superó a todos por la pureza de su doctrina, pero aun fue más admirable por sus obras de caridad”.
Sus días lo fueron de inagotables limosnas, de continuas oraciones, de soledad y recogimiento. El hombre alrededor del cual gira la Historia de España durante medio siglo, vivió y murió en una estrecha celdilla, con tanta pobreza como el más humilde menestral. Y según este patrón fueron todos aquellos españoles santos que formaron su cortejo: Leandro, Florentina, Fulgencio, Braulio, Martín Dumiense, Ildefonso, Eugenio, Julián, todos españoles y latinos que habrán de enfrentarse con los Sinderedos y los Oppas.
El Sabio.
“El Sabio” roba al Santo uno de sus modelos y en San Isidoro, el gran doctor de las Españas, aparece el hombre sediento de saberes, el trabajador incansable, el lector ávido de cuanto se había escrito en la antigüedad.
En el “Laus Spaniae”, que coloca a la cabeza de su “Historia de los Godos, Vándalos y Suevos”, de “tan fuerte nacionalismo”, entroncada literariamente con las de Trogo, Pacato y Claudiano, se ve desvanecida por completo la idea de la supremacía y perpetuidad de Roma. Un nuevo pueblo, asentado en el territorio ibérico, ha tomado las tiendas de la nación hispana. San Isidoro rompe por completo con la concepción histórica de Prudencio, dando valor al pensamiento vacilante de Orosio, según el cual los godos eran ahora los llamados a iniciar una nueva era en la evolución de la humanidad.
Esta concepción isidoriana de la elección providencial del pueblo godo para regir los destinos de España perdura hasta mucho después de la derrota del 711.
El nacionalismo de San Isidoro no apagó su universalismo. “Cabalmente acababa de plantearse en el mundo intelectual un problema magno, que había de resolver con amplitud de miras”. “La conversión de los pueblos al catolicismo creó un problema interno, de singular trascendencia, relacionado con la Cultura. El politeísmo y la mitología con él unida –escribe el P. Zacarías García Villada- habían sido declarado falsos y fuera de la ley y de la razón. Frente a ellos surgía la nueva religión, con dogmas rígidos, con mandamientos precisos, con organización férrea. Había que crear una cultura que respondiera a estos postulados. Los autores eclesiásticos de los primeros siglos del Cristianismo escribieron admirables obras, nacidas en su mayor parte de la lucha con el paganismo y la herejía y, por lo mismo, de carácter apologético.
“Pero esto no bastaba, la organización eclesiástica había exigido la creación de estudios para educar a los jóvenes que habían de ser maestros del pueblo. Como era natural, estos centros de formación y de enseñanza necesitaban libros idóneos para la educación de sus moradores. Esta necesidad inquietó en el último tercio del siglo V y en el VI a Boecio y a Casiodoro, precursores de Isidoro, metropolitano de Sevilla”.
Lo que estos dos grandes genios de tipo universalista, pero reducido, intentaron, sin conseguirlo, lo llevó a cabo san Isidoro. No poseyó éste la profundidad del primero, pero superó la del segundo y fue más enciclopédico que ambos. Era el hombre que necesitaba la clase intelectual media de aquella sociedad de ideología nueva. La realización de la empresa costó muchos años, mas al fin se vio coronada por el éxito, poniendo Isidoro en manos de todos el “Libro de las Etimologías”.
Escribe Menéndez Pelayo:
“Son éstas: milagro de erudición para aquella edad, y ni Casiodoro, ni el venerable Beda, ni Alcuino, ni Rabano Mauro las igualan. Porque allí disertó el obispo sevillano de las disciplinas y del arte, de las siete enseñanzas liberales, de la gramática y de la métrica, de la fábula y de la historia, de la retórica y de la dialéctica, de las ciencias matemáticas y de la música, de la medicina y de las leyes, de las Bibliotecas y su régimen, de la disciplina eclesiástica, de la teología, de las sectas heréticas y de las supersticiones gentílicas, de las lenguas y de los alfabetos, del mundo y de sus partes, de los átomos y elementos, de los fenómenos meteorológicos, de las piedras y de los metales, del arte militar y de las máquinas de guerra y, finalmente, de la arquitectura, de la construcción naval, de las artes suntuarias, de los instrumentos domésticos y rústicos y hasta de los vestidos y manjares; en suma, desde el cedro hasta el hisopo” (Estudios de crítica literaria).
El influjo ejercido por san Isidoro y, por tanto, por la “Hispania universa”, en la formación intelectual de la Edad Media europea fue extraordinario. “Los papas Adriano I y León IV en Roma; San Beda el Venerable, en Inglaterra; Teodulfo, Alcuino y Tomás de Orleáns en la corte de Carlomagno; Rabano Mauro, Walfrido, Strabón e Hincmaro, en la cuenca del Rhin; los sínodos de París y de Aquisgrán de 816 y 829; los autores de las colecciones canónicas Hibernense y Dacheriana; el colector del Decreto de Graciano y hasta los inventores de las falsas Decretales, acuden a Isidoro como a mina inagotable, explotándole abundantísimamente”.
Y en España, con mayor razón, constituye la cúspide del movimiento intelectual interno, vivificador, que abarca desde fines del siglo IV hasta 711:
“Lo inauguran la gallega Eteria con la descripción de su viaje a Tierra Santa; el presbítero Avito, con su carta a Balconio, obispo de Braga –escrita desde Jerusalén-su queridísimo hijo, como él le llamaba; el historiador Orosio, discípulo de Jerónimo y Agustín; el cronista Idacio; San Martín, obispo de Braga, natural de Panonia; Juan de Biclara, cronista preclaro; Leandro, que en Bizancio inspiró a San Gregorio Magno la composición del comentario al libro de Job; Liciano, prelado de Cartagena que, apenas conoció por Leandro esta obra, escribió al célebre Papa felicitándole por ella; Tajón, que habiendo leído los “Morales” de San Gregorio Magno y habiéndolos extractado en sus “Sentencias”, emprende un viaje a Roma para traer a España las obras del insigne Pontífice; y por fin, Braulio, alma y vida del movimiento intelectual del siglo VII.”
“La monarquía visigoda había llegado a tal esplendor que admitía parangón con la de Bizancio y superaba a la merovingia, a la longobarda y a la anglosajona. Pero en sus postrimerías se debatió en pendencias internas, se corrompió en sus costumbres, olvidó su destino providencial y sucumbió”.
El traidor que ayuda al enemigo de fuera había de ser el pueblo judío, que al fingir su conversión o al rechazarla, aguardaba el momento propicio para asestar un golpe al Estado teocrático. Recaredo y San Isidoro cometieron el tremendo error político de dejar enquistado en el Estado que acababan de unificar el tumor maligno de las rebeldías, las resistencias y las traiciones.
¿Por qué cayó esta poderosa monarquía? Si el pecado individual es causa de desdicha humana, y el pecado social es la explicación del menoscabo y ruina de los Estados, no puede por menos de señalarse como causa primera y decisiva de la caída del reino visigodo el olvido de la ley moral en sus últimos gobernantes.
Grandes culpas habría de purgar por su incapacidad para constituir un régimen estable y una civilización que, unida a la indisciplina y al desorden acabó dando al traste con el reino que ellos mismos establecieron.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
ALABANZAS DE ESPAÑA:
72
LAUS HISPANIAE:
“Tú eres, oh España, sagrada y madre siempre feliz de príncipes y de pueblos, la más hermosa de todas las tierras que se extienden desde el Occidente hasta la India. ¡Madre España! Tú, por derecho, eres ahora la Reina de todas las provincias, de quien reciben prestadas sus luces no sólo el Ocaso, sino también el Oriente. Tú eres el honor y el ornamento del orbe y la más ilustre porción de la tierra, en la cual grandemente se goza y espléndidamente florece la gloriosa fecundidad de la gente de los godos.
Con justicia te enriqueció y fue contigo más indulgente la Naturaleza con la abundancia de todas las cosas creadas. Tú eres rica de frutos, en uvas copiosa, en cosechas alegre; te vistes de mieses, te sombreas de olivos, te coronas de vides. Tú, florida de campos, frondosa en tus montes, abundosa en peces de tus costas. Tú, asentada en la región más grata del mundo, ni te abrasas en el ardor estival del sol, ni te entumecen rigores glaciales, sino que, ceñida por templada zona del cielo, te nutres de felices y blandos céfiros.
Por cuanto tú engendras todo lo que de fecundo producen los campos, todo lo que de valioso las minas, todo lo que de útil y hermoso los seres vivientes. Ni has de ser tenida en menos por aquellos ríos a los que la esclarecida fama de los griegos ennoblece. Ante ti cede el Alfeo en sus caballos y el Clitumno en toros; aunque el sagrado Alfeo haga correr por los espacios a las veloces cuadrigas, para alcanzar las palmas olímpicas, y el Clitumno inmolara antiguamente enormes novillos en los sacrificios del Capitolio.
Tú, fertilísima en pastos, ni ambicionas los prados de Etruria, ni admiras, pletórica en palmeras, los sotos de Molorco, ni envidias en las carrera de tus caballos los carros de Elis. Tú eres fecunda por tus abundantes ríos, tú amarilleas en torrentes auríferos. Tú, fuente engendradora de caballos. Tú posees vellones teñidos con púrpura indígena que centellean hasta alcanzar rubores tirios. En ti se encuentra la preciosa piedra en el sombrío interior de los montes, que se enciende con resplandor digno del vecino sol.
Eres, además, rica en hijos, en joyas y púrpura y, al mismo tiempo, fértil en regentes y en hombres que tienen el don de saber mandar, y así eres opulenta tanto para realzar príncipes, como feliz en producirlos. Y por ello, con razón, hace tiempo que la áurea Roma, cabeza de las gentes, te deseó, y aunque el mismo valor romúleo vencedor, primero te desposara consigo, sin embargo, al fin, el floreciente pueblo de los godos, después de innumerables victorias en el orbe, a su vez te arrebató y amó, y ahora te goza entre ínfulas regias y copiosísimos tesoros seguro en la y felicidad de su Imperio.”
SAN ISIDORO DE SEVILLA (560-636), “Historia de los Reyes Godos” (prólogo)
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HOMBRES
ESPIRITUALIDAD DEL ALMA RACIONAL:
73
“Rogámoste que nos digas en qué lugar puede estar contenida el alma. Si la contuviera el cuerpo, de mejor calidad sería el cuerpo continente que el alma contenida... Pero es absurdo decir que el cuerpo supera en excelencia al alma; luego el alma es la que contiene, y el cuerpo lo contenido.
Si el alma rige y vivifica el cuerpo, tiene que contenerle. Y no está limitada por el cuerpo que contiene, a la manera del odre lleno de agua... Está toda interior, toda exteriormente, tanto en la parte mayor del cuerpo como en la menor. Si tocas con el dedo una extremidad del cuerpo, toda el alma siente. Y siendo cinco los sentidos corporales, ella no está dividida en los sentidos: “toda oye, toda ve, toda huele, toda toca, toda gusta”, y cuando mueve el cuerpo de su lugar, ella no es movida.
Y por eso distinguimos bien tres naturalezas: la de Dios, que ni está en tiempo ni en lugar; la del espíritu racional, que está en tiempo, mas no en lugar; la de la materia, que está en lugar y en tiempo.
Pero acaso se replicará: “El alma no puede existir fuera del cuerpo: su cantidad está limitada por la de éste”.
Según eso, sería cada cual más sabio, según fuera más alto y desarrollado de miembros. Pero vemos que no sucede así, porque la cantidad del alma no se mide por la del cuerpo.
Si el alma es de la magnitud del cuerpo, ¿cómo siendo tan pequeña encierra tan grandes ideas? ¿Cómo podemos contener en la mente las imágenes de ciudades, de montes, de ríos, de todas las cosas creadas del cielo y de la tierra? ¿Qué espacio hay bastante grande para el alma, cuando ella abarca y compendia tantos espacios?
Pero como no es cuerpo, contiene de un modo (“local no inlocaliter”) todos los lugares. Si un vaso está contenido en otro vaso, el menor será el de dentro, el mayor el de fuera. ¿Cómo, pues, el alma, que tantas grandezas encierra, habría de ser menor que el cuerpo?
Por eso afirmamos que el alma tiene “alguna” cualidad, pero no cantidad; y Dios, ni cantidad ni cualidad. Como el alma no es igual a Dios, tiene cualidad; como no es cuerpo, carece de cantidad.
Y creemos con la santa fe católica, que Dios, ser incorpóreo, hizo unas cosas incorpóreas y otras materiales, y sujetó lo irracional a lo racional, lo mortal a lo inmortal.”
CARTA DE LICINIANO Y DE SEVERO, (OBISPOS DE CARTAGENA Y MÁLAGA) AL DIACONO EPIFANIO.
CARACTERÍSTICAS DEL PUEBLO GODO:
74 “...(67) Los pueblos godos son por naturaleza constantes, prontos de ingenio, fiados en la conciencia de sus fuerzas, de grandes arrestos corporales, osados por su prócer estatura, magníficos en su atuendo y en sus gestos, prontos al combate, duros en soportar las heridas conforme canta de ellos el poeta: “Los Getas menosprecian la muerte haciendo gala de sus heridas”. Tan grandes guerras sostuvieron y tan estupenda fue la fortaleza de sus insignes victorias que Roma misma, vencedora de todos los pueblos, se sumó a los triunfos de los godos sometiéndose al yugo de su servidumbre, y la señora de todas las naciones llegó a servirles de criada.
(68) Les temblaron todas las gentes de Europa, y ante ellos cayeron las defensas de los Alpes. Y la tan decantada barbarie de los vándalos huyó despavorida, no tanto de su presencia como sólo de su renombre. Los alanos fueron aniquilados por el empuje de los godos. Y los suevos, hasta la fecha arrinconados en los picos inaccesibles de los confines de España, acaban de ver su fin en poder de las armas godas, y se vieron privados del reino que poseyeron descuidadamente mucho tiempo, con pérdida todavía más desidiosa y torpe, aunque es mucho de admirar cómo le conservaron hasta ahora en que le perdieron sin intentar resistencia.
(69) Mas, ¿quién será capaz de describir la grandeza incomparable de la pujanza goda?, pues mientras muchas gentes apenas si pudieron reinar libres a fuerza de ruegos, diplomacia y dádivas, ellos conquistaron la libertad con su empuje más que pidiendo paz, y cuando se les enfrentó la dura necesidad de pelear, echaron mano de sus propios arrestos más que de ruegos? Son dignos de espectáculo en el manejo de las armas y pelean a caballo no sólo con lanzas sino también con dardos; y no sólo a caballo sino también a pie pelean bravamente; prefieren sin embargo el curso veloz de la caballería; de ahí que dijo el poeta: “Va el godo volando en su caballo”.
(70) Sobremanera les agrada ejercitarse en el tiro de flechas y en la esgrima. A diario celebran justas y torneos. Sólo carecían hasta ahora, en lo que atañe al uso de las armas, del ejercicio del combate naval, que descuidaban; pero en cuanto tomó las riendas del gobierno, por la gracia de Dios, el rey Sisebuto, llevaron a cabo empresas navales, merced a los desvelos del príncipe, con tan acabada perfección y fortaleza y fortuna, que ya no sólo domeñan las tierras sino también los mares con sus armas, y el ejército romano es su tributario, y ve con envidia sirven hoy a los godos tantas gentes y a la misma España.”
SAN ISIDORO, ‘Historia de los Godos’.
FIDELIDAD AL REY:
75
“Del premio de los que son fieles a los reyes.
No sólo es inhumano, sino también injusto defraudar a los fieles del premio; y, por tanto, no teniendo por ingrato el mérito de la infidelidad tanto en las cosas divinas como en las humanas, parece digno que miremos por los fieles del rey por sentencia sacerdotal. Por lo cual, a imitación de lo que en el año primero del cristianísimo príncipe nuestro decretó el Santo Concilio, ninguno de los que obedecieren con fiel obsequio y sincero servicio a las voluntades y mandatos del príncipe, y que de toda intención guardaren su salud, o velaren por ella, no sean por los sucesores en el reino expelidos de la dignidad ni de sus posesiones antiguas por causa injusta, sino que aun ahora debe atenderse a la utilidad da cada uno mediante la discreción del príncipe, en el grado que creyere que son necesarios a la patria; será benigno con ellos, sin faltar por esto a los demás la potestad de la gracia, y que de tal modo se lucren de todas las cosas adquiridas justamente, que tengan libre albedrío para dejarlas a quien quisieren, o a quien su voluntad decretare.
Pero si se mostrare alguno infiel a la cabeza del reino, o inútil para el desempeño de las cosas encargadas por el presente piadosísimo señor nuestro rey Chintila, semejante moderación quede reservada a su clemencia y potestad; pues es una maldad poner en duda el poderío de aquel a quien consta se delegó por juicio más alto el gobierno de todas las cosas. Y si después de su muerte se descubriere que alguno había sido infiel a su vida, carezca de lo que tuviere adquirido por liberalidad suya, debiendo ser confiscado y distribuido entre los fieles.
CONCILIO VI DE TOLEDO (año 638) Canon XIV.
76
“EL REY GLORIOSO FLAVIO ÉGICA. –De la fidelidad que ha de prestarse al nuevo príncipe y de la pena de su transgresión.-
Como el príncipe, cabeza del reino, toma el cetro y el imperio por voluntad de Dios, no es pequeña la culpa de aquellos que al principio de su elección tardan en jurarle, como es costumbre, la fe real, o si son de oficio palatino desisten de venir a presentarse al nuevo príncipe.
Más, si algún ingenuo conoce la elevación del príncipe y cuando el que toma (discussor) el juramento llega al territorio donde aquél habita, busca fraudulentamente ocasión de no prestarlo y no quiere obligarse con juramento a conservar la fe real; o aquel que, según dijimos, tuviese oficio palatino y de ninguna manera se presentase ante el rey, entonces la autoridad del príncipe tiene poder absoluto para hacer o juzgar lo que quiera con ellos o con todas sus cosas.
Pero si, impedido por enfermedad o retenido por alguna acción de utilidad pública, no se presentase ante la vista del rey, cuando llegase a su conocimiento, de cualquier manera que sea, el acontecimiento de la elección real, inmediatamente, por su parte, procure comunicar a la clemencia real la causa que le impide cumplir lo dispuesto en esta ley y manifieste su fe y sinceridad.”
LIBER IUDICIORUM, II, I, 7.
LA VIDA Y LA MUERTE:
77
“LXI. En esta vida solamente podemos obrar el bien, porque en la otra ya no se espera la obra, sino la paga de merecimientos.
La vida presente es larga y placentera a los impíos, pero a los ojos de los justos amarga y breve. Y aunque en realidad es breve esta vida, parece, sin embargo, que se hace larga, pues por corto que sea el plazo de tiempo, si para el que vive es corto, para el que ama es, sin duda alguna, largo.
Quien juzga lo largo de la vida presente, no por su duración, sino por su fin, y así cuan efímera es y mísera, acierta a juzgar con provecho. Por cuanto la presente vida se agota por sus mismos pasos, es breve, pues en su mismo aumento perece cuando lo que aparentemente gana mirando al porvenir lo pierde mirando al pasado.
Se demuestra asimismo es breve la vida presente en que no perdura, sino que se acaba. La tela se concluye con hilos, y la vida del hombre con sus días respectivos.
Se pregunta si la vida presente prolongada merece llamarse aumento y no más bien detrimento. Y ¿cómo diremos es aumento lo que por sucesión de las edades viene a parar al menoscabo de la muerte?
Tú que ansías larga vida, brega tras aquella por la que eres cristiano, esto es: la vida eterna, no la presente, a que para enseñarte descendió la vida eterna, o sea Cristo, el Verbo unido a la carne; porque ésta es vida vital, y la presente nuestra es mortal vida.
Conviene muera el hombre al mundo en la carne, para que no muera a Cristo el alma; porque entendemos vive cada quien verdaderamente, si muriendo al mundo, se deleita en vivir en sólo Dios.
Al justo le hastía lo largo de esta vida porque se tarda en llegar a la patria suspirada, y más tarde desecha la fatiga de la vida presente”.
SAN ISIDORO, ‘Sentencias’ Libro III.
78
“XVIII. ...¡Miserable de mí! Me he consumido en el dolor; desfallecieron en el dolor el alma y el cuerpo. La mente es ya vencida, el alma está cercada por el dolor. Sentí muchas cosas intolerables; sufrí muchas cosas acerbas; sobrellevé muchas cosas graves; jamás hasta ahora recibí tan grave y cruel herida; fui oprimido por inopinado golpe; fui herido con instantánea llaga; arrojóme de improviso la calamidad de la vida en tan grande mal; sin preverlo sorprendióme súbita calamidad; me derribaron repentinas contrariedades y muertes.
¿Por qué nací, infeliz de mí? ¿Por qué fui echado a esta miserable vida? ¿Por qué, miserable de mí, vi esta luz? ¿Por qué le salió al encuentro a un miserable la aurora de esta vida? ¡Ojalá hubiera salido de este mundo más presto que entré! ¿Por qué motivo, sea cual fuere, dejaría de existir? Mas ¡ay! que la muerte esperada, ansiada, llega tarde a los míseros. ¡Pueda ya, por fin, morir quien de veras lo ansía! Hastío me da vivir, deseo morir; la muerte sola me encanta. ¡Oh muerte, cuán dulce eres para los miserables! ¡Cuán suave para los que viven amargados! ¡Cuán hermosa eres, muerte, para los tristes y afligidos!
Venga, pues, para el gran mal de la vida, el gran consuelo de la muerte. Sea el término de la vida el fin de tantos males. Dé fin a la miseria el descanso de la sepultura. Y, si no la vida, comience al menos la muerte a apiadarse del miserable.
La muerte pone fin a todos los males, da finiquito a la calamidad, acaba con toda desventura.
La muerte, por lo menos, acude al socorro de los miserables; mejor es morir bien que vivir mal; mejor es no ser que ser infelizmente. Comparados con mis miserias, más felices son los muertos que los vivos.
Os suplico disculpéis mi dolor; excusad, por favor, mi aflicción, dad venia a mi angustia, sed indulgentes con mis dolores; en tan grande aprieto, no os agitéis contra mí.
Pues lamento mis heridas, deploro mi calamidad, lloro la familiar desolación de mi miseria, desolación grande que acarrea el dolor, no puedo, infeliz de mí, consolarme, porque es insoportable mi dolor, infinita mi aflicción.
No sana mi herida, no se secan mis lágrimas, no acaba mi dolor. El alma perdió la confianza, ya no puede sufrir más; vencida por las miserias se ha rendido”
SAN ISIDORO ‘De los sinónimos’ Libro I.
TIPOS:
79
“(Orosio) Es un joven religioso hermano en la Fe, hijo en la edad, compañero en el honor sacerdotal, despierto de ingenio, fácil de palabra, sediento de saber, con el fin de ser un instrumento útil en la casa del Señor”.
SAN AGUSTÍN ‘Epistola CLXVI’ 2.
80
EPITAFIO DE JUSTINIANO, obispo de Valencia (527-548?)
“Pío preclaro doctor, ágil, facundo, Justiniano, célibe sacerdote y pontífice, construyendo templos de nueva planta y restaurando los antiguos, ornato dio con su palabra a las festividades y con su predicación edificó a los pueblos. Institutor de religiosas vírgenes, tuvo prelacía de monjes. Muchas obras dejó escritas, que aprovecharán a todos los siglos venideros. En cierta isla, rodeada por las aviesas olas del mar, puso admirable dique; y excavando en ella el duro peñasco, hizo surgir una fuente de agua. Éste, al morir, dejó por heredero de todos sus bienes al glorioso mártir de Cristo, Vicente, a quien mucho veneró, rigiendo piadosamente la comunidad de su monasterio. Pasó a mejor vida teniendo cincuenta y cinco años de edad, y de episcopado veinte años y ocho meses, debiendo constarse en el número de los santos”.
FITA: Boletín Real Acad. de la Historia, XXXVII, 1900, 512.
81
EPITAFIO DE SERGIO, obispo de Tarragona (519-554?)
“Solemne, magnánimo, ingenioso, docto, aquí descansa en este sepulcro el santo Pontífice Sergio. El cual, restaurando las techumbres del sacro templo, construyó no lejos de la ciudad un cenobio de religiosos santos. Tuviéronle por padre los pobres, por tutor los pupilos. Halló consuelo para las viudas, redención para los cautivos, alimento para los aquejados de hambre. Con las lágrimas de la vida penitente y austera se preservó del pestífero ardor de la concupiscencia. Parco en medio de la abundancia, de todos amadísimo, manantial exuberante de bondad, fue rico para socorrer al menesteroso. Cumplió setenta años de su carrera mortal; y en su religiosa vida, quince de órdenes sagradas, que precedieron a los treinta y cinco de su pontificado.”
FITA: Boletín Real Acad. de la Historia, XXXVII, 1900, 510-511.
82
RETRATO DEL REY RECAREDO
“Núm. 55. – Y conservó Recaredo en paz las provincias que su padre (Leovigildo) ganó en guerra, y las gobernó en justicia y rigió con bondad y mansedumbre. Fue pacífico, manso y de egregia bondad; de tan gracioso rostro era y tal benignidad de ánimo ostentó, que insinuándose en la mente de todos, atrajo hasta a los malos al cariño verdadero a su persona, y tan liberal se mostró que hizo volvieran a sus dueños las riquezas de los particulares y las fincas de las iglesias que la violencia de su padre había adjudicado al fisco; fue tan clemente que a menudo condonaba largamente bondadoso los tributos del pueblo.
Núm. 56. – Enriqueció a muchos con dádivas, a no pocos ensalzó con dignidades, fiando sus haberes a los pobres y sus tesoros a los menesterosos, persuadido le había sido adjudicado el reino para que lo disfrutara ventajosa y santamente, y así alcanzó dichoso fin tras excelentes comienzos; porque al cabo de su carrera selló con pública confesión de penitencia la fe de legítima gloria que abrazó al principio de su reinado. pasó a mejor vida muy tranquilo, habiendo reinado quince años”.
SAN ISIDORO, ‘Historia de los Godos’.
83
INSCRIPCIÓN DE LAS ESTATUAS DE LOS MÁRTIRES TOLEDANOS COLOCADAS POR WAMBA EN LAS PUERTAS DE TOLEDO
“Vos, santos nuestros, salvad siempre bajo vuestra fúlgida égida esta ciudad y su pueblo”.
84
ALABANZA DE SAN ISIDORO
“Tus libros nos han enseñado el camino de la casa paterna cuando andábamos errantes por la ciudad tenebrosa de este mundo. Ellos nos dicen lo que somos, de dónde venimos y dónde nos encontramos. Ellos nos hablan de la grandeza de la patria, ellos nos dan la descripción de los tiempos, ellos nos enseñan el derecho de los sacerdotes y las cosas santas, las relaciones y los géneros de las cosas, la disciplina pública y la doméstica, las causas, los nombres de los pueblos, la descripción de las regiones y los lugares, la esencia de todas las cosas divinas y humanas.
Gloria de España, pilar de la iglesia y gloria esplendorosa que nunca se ha de marchitar.”
‘Patrología latina’ LXXXI, 17; Esp. Sagr. XXX, 221.
85
ELOGIO DE SANTOS VISIGODOS
“Esta cruz señala los cuerpos de los santos hermanos Leandro e Isidoro, gloria del Orden episcopal. Con ellos está también Florentina, su hermana, que consagró a Dios su virginidad. Isidoro ocupa el lugar del medio. Quiénes fueron estos varones búscalo, lector, en sus libros. Allí verás que todo lo dijeron bien, que fueron maravillosamente castos, firmes en la esperanza e e inconmovibles en la fe; que por su doctrina creció el número de los fieles y por su celo volvieron al Señor los que vivían en la impiedad. Mira sus imágenes dibujadas en la altura, y tendrás la convicción de que esos varones sublimes vivirán para siempre.”
‘Versos sobre el sarcófago de San Isidoro y sus hermanos’.
86
LOA A SAN MARTÍN DUMIENSE (515-580)
“Martino servata novo, Gallicia plaude,
Sortis apostolicae vir tuus iste fuit.
Qui virtute Petrum, praebet tibi dogmate Paulum,
Hinc Jacobi tribuens, inde Joannis opem.
Pannoniae ut perhibent veniens e parte Quirinis,
Est magis effectus Galli Sueva Salus“
De VENANCIO FORTUNATO (536-610).
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- IDEAS
RESPETO DE LA IGLESIA ESPAÑOLA A LA ROMANA:
87
“Cumple bien Vuestra Santidad el deber de mirar con vigilante solicitud por todas las iglesias y confundir con la divina palabra a los que profanan la túnica del Señor, a los nefandos prevaricadores y desertores execrables...
Esto mismo pensaba nuestro rey Chintila, y por eso nos congregamos en Concilio, donde recibimos vuestras letras...
Divino consejo fue, sin duda, que en tan apartadas tierras el celo de la casa de Dios
inflamase a la vez al Pontífice y al rey... por lo cual damos gracias al Rey de los cielos y bendecimos su nombre con todo linaje de alabanzas. ¿Qué cosa puede haber mayor ni más conveniente a la salvación humana que obedecer a los preceptos divinos y tornar a la vía de salvación a los extraviados? Ni a vuestra corona ha de ser infructuosa la exhortación que nos dirigís de ser más fuertes en la defensa de la fe y encendernos más en el fuego del Espíritu Santo. No estábamos tan dormidos ni olvidados de la divina gracia...
Si alguna tolerancia tuvimos con los que no podíamos someter a disciplina rígida, fue para amansarlos con cristiana dulzura y vencerlos con largas y asiduas predicaciones. No creemos que sea daño dilatar la victoria para asegurarla más. Y aunque nada de lo que Vuestra Santidad dice en reprensión nuestra nos concierne, mucho menos aquel texto de Ezequiel o de Isaías: -Canes muti non valentes latrare-, porque atentos nosotros a la custodia de la grey del Señor, vigilamos día y
noche, mordiendo a los lobos y aterrando a los ladrones, porque no duerme ni dormita en nosotros el Espíritu que vela por Israel.
En tiempo oportuno hemos dado decretos contra los prevaricadores; nunca interrumpimos el oficio de la predicación, y para que Vuestra Santidad se convenza de ello, remitimos las actas de este Sínodo y de los pasados.
Por tanto, beatísimo señor y venerable Papa, con la veneración que debemos a la Silla apostólica, protestamos de nuestra buena conciencia y fe no simulada. No creemos que la funesta mentira de algún falsario encuentre por más tiempo cabida en vuestro ánimo ni que la serpiente marque su huella en la piedra de San Pedro, sobre la cual Cristo estableció su Iglesia...
Rogámoste finalmente, ¡oh tú, el primero y más excelente de los Obispos!, que cuando dirijas al Señor tus preces por toda la Iglesia te dignes interceder por nosotros, para que con el aroma del incienso y de la mirra sean purificadas nuestras almas de pecado, pues harto sabemos que ningún hombre pasa este mar sin peligro.”
SAN BRAULIO (590-651) ‘Carta al Papa Honorio’.
CATOLICIDAD DE RECAREDO:
88
“Núm. 53.- Reúne un Sínodo de obispos de diversas provincias de España y de las Galias para condenar la herejía arriana, y a él asiste en persona el mismo príncipe religiosísimo, y confirma sus actas con su presencia y rúbrica, abjurando con todos los suyos la perfidia que hasta entonces había aprendido el pueblo godo del heresiarca Arrio; predica, pues, la unidad de las tres personas en Dios, que el Hijo es engendrado consustancialmente del Padre, y que el Espíritu Santo procede inseparablemente del Padre y del Hijo, y que es uno el Espíritu de ambos por donde los tres son uno”.
SAN ISIDORO ‘Historia de los Godos’. Declaración de fe de Recaredo
89
“Presente está aquí toda la ínclita raza de los godos, la cual, puesta de acuerdo conmigo, entra en la comunión de la Iglesia Católica, siendo recibida por ella con cariño maternal y entrañas de misericordia... Es mi deseo que así como estos pueblos han abrazado la Fe por nuestros cuidados, así permanezcan firmes y constantes en la misma.”
Abjuración de Recaredo
90
“No creo que ignoraréis, reverendísimos sacerdotes, que os he convocado para restablecer la disciplina eclesiástica; y ya que en los últimos tiempos la herejía que amenazaba a la Iglesia Católica no permitió celebrar Sínodos, Dios, a quien plugo que apartásemos este tropiezo, nos avisa y amonesta para que reparemos los cánones y costumbres eclesiásticas. Sírvaos de júbilo y de alegría ver que por favor de Dios vuelve, con gloria nuestra, la disciplina a sus antiguos términos. Pero antes os aconsejo y exhorto a que os preparéis con ayunos, vigilias y oraciones, para que el orden canónico, perdido por el transcurso de los tiempos y puesto en olvido por nuestra edad, torne a manifestarse por merced divina a nuestros ojos”
“No creemos que se oculta a Vuestra Santidad por cuánto tiempo ha dominado el error de los arrianos en España, y que no muchos días después de la muerte de nuestro padre (Leovigildo) nos hemos unido en la Fe católica, de lo cual habéis recibido gran gozo. Y por esto, venerandos Padres, os hemos congregado en Sínodo, para que deis gracias a Dios por las nuevas ovejas que entran en el redil de Cristo. Cuanto teníamos que deciros de la fe y esperanza que abrazamos, escrito está en el volumen que os presento. Sea leído delante de vosotros y examinado en juicio conciliar, para que brille en todo tiempo nuestra gloria, iluminada por el testimonio de la fe”.
Discursos de Recaredo en el III Concilio de Toledo (año 589)
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“Qué diré yo, en el tremendo día, al Juez Supremo, cuando me presente con las manos vacías, y tú aparezcas conduciendo toda una grey de fieles que por ti han alcanzado la verdadera Fe?”
CARTA DEL PAPA GREGORIO MAGNO A RECAREDO (después de serle comunicada su conversión).
MÁRTIRES:
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«Aliéntate, alma fiel; regocíjate, confesor de la Divinidad, en los agravios que padeces por Jesucristo, como se regocijaban los apóstoles en los azotes y cadenas. Mira postrado el dragón bajo tus pies vencedores…
Levanta los ojos al cielo: mira el ejército de los mártires, que tejen de sus mismos laureles la corona de tu victoria…
Mira cuán breve es tu dolor y cuán larga la eternidad del premio…
Mujer era la madre de los Macabeos; mas, por verse con la fuerte ayuda de Dios, tuvo valor para asistir, inmóvil columna, al martirio de sus siete hijos y animarlos ella misma a la muerte. De ellos se privó con fortaleza, y ahora los ve radiantes, a su lado, con coronas que no les caerán de las sienes eternamente…
Dios es quien te formó en las entrañas de tu madre; Dios quien creó tu espíritu como todas las demás cosas de este mundo; Dios quien te adornó con la razón y el entendimiento. ¿Podrás negarle el martirio que te pide? ¿Te atreverás a resistir con daño propio al ansia que tiene de glorificarte?…
La tierra, el sol, la luna, las estrellas, las hechuras más hermosas de este mundo, todas han de acabar; tú solo puedes vivir eternamente… ¡Qué delicia cuando veas con tu alma a Jesucristo y sepas que lo has de ver algún día con tu misma carne!»
«El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un Dios solo; pero el Hijo encarnó, y no el Espíritu Santo ni el Padre. Así en nosotros, aunque el alma sea una y el entendimiento esté en ella, y sea ella misma, una cosa obra el alma y otra el entendimiento; y la vida es propia del alma, y el conocer propio del entendimiento, a la manera que en un mismo rayo del sol hay calor y luz, aunque no pueden separarse, el calor es el que calienta y la luz la que ilumina, y el calentar es propio del calor y no de la luz, y el alumbrar, propio de la luz y no del calor… Cuando uno tañe la cítara, tres cosas concurren a formar el sonido: el arte, la mano y la cuerda. El arte dicta, la mano tañe y la cuerda suena, y con ser tres cosas que concurren a un mismo efecto, la cuerda sola es la que da el sonido. Así es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: cooperaron en la Encarnación; pero sólo encarnó el Hijo.»
CARTA DE HONORATO ANTONINO, obispo de Constantina, alentando a varios católicos hispanos martirizados por los vándalos arrianos (siglo V).
CONVERSIÓN DE LOS SUEVOS:
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«No alcanza mi lengua a decir tan extrañas virtudes. Estaba gravemente enfermo el hijo de Charrarico, rey de Galicia..., y en aquella región había gran peste de leprosos. El rey, con todos sus vasallos, seguía la fétida secta arriana. Pero, viendo a su hijo en el último peligro, habló a los suyos de esta suerte: 'Aquel Martín de las Galias que dicen que resplandeció en virtudes, ¿de qué religión era? ¿Sabéislo?' y fuele respondido: 'Gobernó en la fe católica su grey, afirmando y creyendo la igualdad de sustancias y omnipotencia entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, y por eso hoy está en los cielos y vela sin cesar por su pueblo.' Repuso el monarca: 'Si verdad es lo que decís, vayan hasta su templo mis fieles amigos, llevando muchos dones, y si alcanzan la curación de mi hijo, aprenderé la fe católica y seguiréla.' Envió, pues, al sepulcro del santo tanta cantidad de oro y de plata como pesaba el cuerpo de su hijo, pero quedaba en el pecho del rey amor a la antigua secta, y por eso no logró la merced que pedía.
Y, volviendo los enviados, le contaron las maravillas que presenciaron en la tumba del beato Martín, y dijeron: 'No sabemos por qué no ha sanado tu hijo.' Pero él, entendiendo que no sanaría hasta que confesase la divinidad del Verbo, labró un templo en honor de San Martín, y exclamó: ‘Si merezco recibir las reliquias de este santo varón, creeré cuanto predican los sacerdotes’.
Y tornó a enviar a sus criados con grandes ofrendas, para que pidiesen las reliquias. Ofreciéronselas, según costumbre; pero ellos replicaron: 'Danos licencia para ponerlas aquí y tomarlas mañana.' Y, tendiendo sobre el sepulcro un manto de seda, en él colocaron las reliquias, después de besarlas, diciendo: 'Si hallamos gracia cerca del Santo Patrono, pesarán mañana doble y serán puestas para bendición, buscadas por fe.'
Velaron toda aquella noche, y a la mañana volvieron a pesarlas, y fue tanta la gracia del santo, que subieron cuanto pudo demostrar la balanza. Levantadas con gran triunfo las reliquias, llegaron las voces de los que cantaban a oídos de los encarcelados de la ciudad, y, admirando lo suave de aquellos sones, preguntaban a los guardas cuál fuese la ocasión de tanto júbilo. Ellos dijeron: 'Llevan a Galicia las reliquias de San Martín, y por eso son los himnos.' Lloraban los presos invocando a San Martín para que los librase de la cárcel. Aterráronse y huyeron, impelidos por fuerza sobrenatural, los guardas; rompiéronse las cadenas, y aquella multitud salió libre de las prisiones para besar las santas reliquias y dar gracias a San Martín, que se dignó salvarlos... Y, viendo este prodigio, los que llevaban las reliquias alegraronse mucho en su corazón y dijeron: 'Ahora conocemos que se digna el santo obispo mostrarse benévolo con nosotros pecadores.'
Y entre acciones de gracias, navegando con viento próspero, al amparo celeste, mansas las ondas, reposados los vientos, pendientes las velas, tranquilo el mar, aportaron felizmente a Galicia. El hijo del rey, milagrosamente y del todo sano, salió a recibir aquel tesoro... Entonces llegó también de lejanas regiones, movido por divina inspiración, un sacerdote llamado Martín... El rey, con todos los de su casa, confesó la unidad de Padre, Hijo y Espíritu Santo y recibió el crisma. El pueblo quedó libre de la lepra hasta el día de hoy y todos los enfermos fueron salvados... Y aquel pueblo arde ahora tanto en el amor de Cristo, que todos irían gozosos al martirio si llegasen tiempos de persecución.»
‘De miraculis Sancti martini Turonensis’, cap. XI, lib. I
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“A los gloriosísimos señores Santos y a mis fortísimos Patronos, después de Dios, los Santos Mártires Justo y Pástor, así como a Santa María y al obispo San Martín, a los cuales está dedicada la basílica o monasterio situado junto al riachuelo llamado Molina, al pie del monte Irago, en los confines del Vierzo, fundado por tí, el abad Fructuoso, yo el rey Chindasvinto y la reina Reciverga.
Nada se conoce de cuanto tienen las criaturas terrenas y celestes, que no sea creado por el Dios de los cielos o de lo que El no disponga para su gobierno; por tanto, todas las cosas nacen de su obra y están ordenadas por Él. ¿Qué podemos ofrecer dignamente a Dios si de Él recibimos el soplo de la vida? Sin embargo, Él promete satisfacerse con el sacrificio de humildad, y esta esperanza que hemos recibido de su mano nos alegra con gratísima devoción.
Nuestro Señor Jesucristo, que es generoso con buena voluntad y ama verdaderamente la buena generosidad, nos da el mandato, siguiendo los derechos eclesiásticos, y traza el camino a los hombres antiguos: seguir las huellas de nuestro redentor y vivir cumpliendo los preceptos con buen ánimo; mostrando tales advertencias para los que estuviésemos errantes cuando temerariamente ciegos en las tinieblas de la muerte les ilumine la luz de la gracia y vayamos por el camino que conduce a este Señor y Rector de la vida; para lo cual nos entregó sus mandamientos saludables. Y que el cumplimiento de sus mandatos logra la vida eterna, lo prueba Aquel que dice: ‘Si quieres venir a la vida, obedece los mandamientos’ y también: ‘Si hiciéseis lo que os mando seréis no mis siervos, sino mis amigos’; pues a los cumplidores de sus mandamientos, por toda ofrenda, Éste les hace firmes y fortísimos en su fe y ricos en su temor; pues todos los bienes que concede a sus fieles hace que formen parte de su gran temor, según está escrito: ‘La sabiduría del príncipe es el temor del Señor’, y repite: ‘El temor del Señor es principio de la religiosidad’. Pues del temor del Señor nace el fruto del Espíritu Santo, que es el esplendor de toda religión; de donde nace de este temor del Señor la generosidad y de vuestra veneración la honra.
Según los decretos de la disciplina católica y apostólica y según lo establecido en los cánones sagrados, después de examinado con buena deliberación, establecemos con todos en Cristo para el orden santo el decreto referente a la venerable iglesia edificada en este lugar por las benditas manos de vuestro señor el santísimo abad Fructuoso, nacido de estirpe regia, así como a este lugar arriba mencionado, a tus grandes y amplias heredades, pues no parece conveniente falte nuestra autoridad real.
Pues conocemos este monasterio mencionado, llamado Compludo, en honor de los santos mártires Justo y Pástor, cuyo patrocinio confiamos nos ayude, concedemos, aseguramos y damos a este monasterio de Compludo mencionado y a ti el santísimo abad Fructuoso, en representación de los monjes, anacoretas, ermitaños y de todos los que allí sirven a Dios, estos montes y valles íntegramente, con estos límites...
Damos, concedemos y confirmamos estos montes y valles íntegramente, con los términos indicados y todo lo que en ellos se encierra. Ofrecemos vasos de altar, un cáliz de plata y patena; una cruz de plata, igualmente dorada; todos los vestidos del altar completos, tanto los frontales como los principales; un instrumento de bronce fundido, que al ser tocado deja oír modulación. También ofrecemos al tesoro de la iglesia libros eclesiásticos, a saber: el Salterio, los Diálogos y la Pasión.
Mas si alguno en adelante y en los tiempos que en este mundo vengan, sea pontífice de la iglesia, conde, juez, príncipe, abad, monje, presbítero, lego u hombre de cualquier género u orden, así como otro cualquiera, infringiese este decreto nuestro confirmado o realizase cualquier intento de conculcar su contenido, o atrevido quisiese invadir y alzar con temeraria presunción, o quisiese arrancar este lugar o iglesia de vuestra gloria de la tradición monástica o de la constitución de la santa regla e intentase ir contra el documento apostólico y el precepto de los Padres, que está decretado sobre esto: quienquiera que fuese, sea anatematizado en la presencia de Dios padre omnipotente y de sus santos Ángeles; sea condenado y castigado con la pena eterna en la presencia de Nuestro Señor Jesucristo y de sus santos Apóstoles; sea también excomulgado en la presencia del Espíritu Santo y de sus mártires y castigado con esta doble perdición, para que salga también de este siglo como Datán y Abirón, a los que se sabe que el infierno tragó vivos en la tierra, y sufra las penas del tártaro, atormentado eternamente como Judas traidor a Cristo; y, además, pague por mi orden y la vuestra a este monasterio el duplo o el triplo.
Hecha la carta de testamento el día 15 de las calendas de noviembre de la Era 684. Yo, el rey Chindasvinto, confirmo este testamento. Yo, la reina Reciverga, confirmo este testamento. Yo, Eugenio, metropolitano de la iglesia de Toledo, lo confirmo. Candidato, obispo de Astorga, lo confirmo. Vasconio, obispo de Lugo, lo confirmo. Odoagio, conde de la cámara lo confirmo. Paulo, conde de los notarios, lo confirmo. Evancio, conde de los coperos, lo confirmo. Riquila, conde de los patrimonios, lo confirmo. Eumenfredo, conde de los espatarios, lo confirma. Fugitivo, abad. Euricio, abad, Ildefonso, abad, Sempronio, abad etc.
‘Donación del rey Chindasvinto al monasterio de Compludo’ (año 646)
- IDEAS POLÍTICAS
APOLOGÍA DE LA UNIÓN:
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“Adonde quiera que llego nada tengo que temer; soy romano entre los romanos, cristiano entre los cristianos, hombre entre los hombres. La igualdad en las leyes, en las creencias y en el nacimiento, me protege y en todas partes encuentro una patria”.
OROSIO (383-420), ‘Historias’, lib. V, cap. 2.
EXALTACIÓN DE LA UNIDAD:
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«La novedad misma de la presente fiesta indica que es la más solemne de todas... Nueva es la conversión de tantas gentes, y si en las demás festividades que la Iglesia celebra nos regocijamos por los bienes ya adquiridos, aquí por el tesoro inestimable que acabamos de recoger. Nuevos pueblos han nacido de repente para la Iglesia; los que antes nos atribulaban con su dureza, ahora nos consuelan con su fe.
Ocasión de nuestro gozo actual fue la calamidad pasada. Gemíamos cuando nos oprimían y afrentaban; pero aquellos gemidos lograron que los que antes eran peso para nuestros hombros se hayan trocado por su conversión en corona nuestra... Extiéndese la Iglesia católica por todo el mundo; constitúyese por la sociedad de todas las gentes... A ella pueden aplicarse las palabras divinas: ‘Multae filiae congregaverunt divitias, tu vero supergressa es universas...’ Alégrate y regocíjate, Iglesia de Dios; alégrate y levántate, formando un solo cuerpo con Cristo; vístete de fortaleza, llénate de júbilo, porque tus tristezas se han convertido en gozo, y en paños de alegría tus hábitos de dolor. Con tus peligros medras, con la persecución creces, y es tu Esposo tan clemente, que nunca permite que seas depredada sin que te restituya con creces la presa y conquiste para ti tus propios enemigos... No llores, no te aflijas porque temporalmente se apartaron de ti algunos que hoy recobras con grande aumento. Ten esperanza y fe robusta, y verás cumplido lo que fue promesa.
Puesto que dice la verdad evangélica: Oportebat Christum mori pro gente, et non tantum pro gente, sed ut filios Dei qui erant dispersi, congregaret in unum... Sabiendo la Iglesia, por los vaticinios de los profetas, por los oráculos evangélicos, por los documentos apostólicos, cuán dulce sea la caridad, cuán deleitable la unión, nada predica sino la concordia de las gentes, por nada suspira sino por la unidad de los pueblos, nada siembra sino bienes de paz y caridad. Regocíjate, pues, en el Señor, porque has logrado tu deseo y produces los frutos que por tanto tiempo, entre gemido y oración, concebiste; y después de hielos, de lluvias, de nieves, contemplas en dulce primavera los campos cubiertos de flores y pendientes de la vid los racimos...
Lo que dijo el Señor: ‘Otras ovejas tengo que no son de este redil, y conviene que entren en él para que haya una grey sola y un solo Pastor’, ya lo veis cumplido. ¿Cómo dudar que todo el mundo habrá de convertirse a Cristo y entrar en una sola Iglesia? ‘Praedicabitur hoc Evangelium regni in universo orbe, in testimonium omnibus gentibus...’ La caridad juntará a los que separó la discordia de lenguas... No habrá parte alguna del orbe ni gente bárbara a donde no llegue la luz de Cristo... ¡Un solo corazón, un alma sola!... De un hombre precedió todo el linaje humano, para que pensase lo mismo y amase y siguiese la unidad...
De esta Iglesia vaticinaba el profeta diciendo: ‘Mi casa se llamará casa de oración para todas las gentes y será edificada en los postreros días la casa del Señor en la cumbre de los montes, y se levantará sobre los collados, y vendrán a ella muchos pueblos, y dirán: Venid, subamos al monte del Señor y a la casa del Dios de Jacob’. El monte es Cristo, la casa del Dios de Jacob es su Iglesia: allí se congregarán todos los pueblos. Y por eso torna a decir Isaías: ‘Levántate, ilumina a Jerusalén, porque viene tu luz, y la gloria del Señor ha brillado para ti; y acudirán las gentes a tu lumbre, y los pueblos, al resplandor de tu Oriente. Dirige la vista en derredor y mira: todos ésos están congregados y vinieron a ti, y los hijos de los peregrinos edificarán tus muros, y sus reyes te servirán de ministros’...»
SAN LEANDRO, Homilia en el III Concilio de Toledo (año 589)
EL REINO:
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“I. El reino se llama así de los reyes, pues igual que los reyes son denominados de esta manera porque rigen, el reino lo es por los reyes. 4. Los reyes son así llamados porque rigen, como los sacerdotes lo son porque santifican, así los reyes de regir; pues no rige quien no corrige. Pues si se obra rectamente se tiene el nombre de rey, pecando se pierde. De donde nació el viejo proverbio: ‘Rey serás si obras rectamente; si no lo haces no lo serás’. 5. Las virtudes del rey son principalmente dos: la justicia y la piedad; muy laudable es en los reyes la piedad, pues la justicia es de por sí severa”.
SAN ISIDORO, ‘Etimologías’ IX, 3, I, 4-5.
JUSTICIA DE LOS PRÍNCIPES:
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“XLIX. Quien rectamente administra el poder del reino ha de portarse con todos de manera que cuanto más campea en sublime dignidad tanto más en su mente se humille proponiéndose el ejemplo de la llaneza de David, que no se engrió de sus méritos, sino que abatiéndose humilde dijo: ‘Como plebeyo andaba, y ante Dios que me escogió apareceré todavía más llano’ (II Reg., VI, 22).
Quien rectamente usa el poder del reino asienta el dechado de justicia con hechos más que con palabras. Ese tal no se engríe con prosperidad alguna, ni le trastorna la adversidad; no fía en sus propias fuerzas, ni su corazón se aparta del Señor. Preside en el alto sitial del reino con campechana llaneza; no le complace la maldad, ni le inflama la codicia o liviandad; sin urdir engaño a nadie sabe hacer rico al pobre y lo que lícitamente podría recabar de los pueblos sabe a menudo con misericordiosa clemencia condonarlo.
Concedió a los príncipes Dios el mando para gobernar a los pueblos, y quiso mandasen a aquellos con quienes tienen idéntico modo de nacer y morir. Debe ser útil, no nocivo, a los pueblos el principado, ni oprimir mandando, sino ayudar condescendiendo, para que sea de verdad provechoso el distintivo del poder y se sirvan del don de Dios en defensa de los miembros de Cristo. Porque miembros de Cristo son los pueblos fieles, y al gobernarles óptimamente con la potestad que reciben, pagan al dador de toda dignidad, correspondencia, en verdad, adecuada.
El buen rey más fácilmente se torna del delito a la justicia que se trueca o se deja deslizar de la justicia al delito; para que te des cuenta, hay en esto último un infortunio y en lo primero una intención o propósito. Debe siempre tener el propósito de no apartarse jamás de la verdad; y si accidentalmente flaquea, repóngase al punto.”
SAN ISIDORO, Las ‘Sentencias’, Libro III.
PACIENCIA DE LOS PRÍNCIPES:
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“L. Sabe disimular a menudo el príncipe justo hasta los desmanes de los malos, no que apruebe su maldad, sino que aguarda oportunidad para corregirla, cuando buenamente puede enmendar o castigar sus desórdenes.
Muchos son descubiertos reos de conjuración contra los príncipes, pero queriendo probar Dios la clemencia de éstos, permite urdan el mal los rebeldes y no abandona a los caudillos. De la maldad de aquéllos saca bien para éstos, al disponer perdonen con admirable paciencia las culpas de los otros.
Devolver mal por mal es correspondencia de justicia, pero el que añade la clemencia a la justicia no devuelve mal por mal a los culpables, sino que responde y otorga bien por mal a las ofensas.
Dificultoso es vuelva pie atrás el príncipe si se dejó enredar en las mallas de los vicios. Porque los pueblos cuando pecan temen al juez, y las leyes les refrenan del pecado; mas los reyes, si no se refrenan por el sólo temor de Dios y aprehensión del infierno, desbocados se lanzan al precipicio y por el despeñadero del libertinaje se precipitan en toda sentina de vicios.
Cuanto alguien está encumbrado en superior categoría tanto mayor peligro corre, y cuanto uno está más elevado en honor de gloria, tanto más pecará si flaquea. Porque los poderosos serán eternamente atormentados (Sap. VI, 7). A quien, pues, más se le confía, más se le exige, aun con aumento de penas.
Los reyes fácilmente edifican o trastornan con sus ejemplos la vida de los súbditos; no conviene, por tanto, falte el príncipe, para que la libertad sin coercitivo de su pecado no pase a ser norma de transgresión; porque el rey que cae en vicios, a punto muestra el sendero del yerro, conforme se lee de Roboán, que pecó e hizo pecar a Israel (Eccli., XLVII, 29).
Y así como algunos obran lo que a Dios agrada, a ejemplo de los buenos príncipes, muchos, por el contrario, van fácilmente tras los malos ejemplos de los mismos. Porque muchos que viven con malvados príncipes son malos más por necesidad que por apego al mal, al obedecer sus impías órdenes; algunos, empero, listos a seguir el mal ejemplo del rey, son tardos para imitarlos en el bien.
A menudo, en lo que los malos reyes pecan se justifican los buenos al corregir la codicia y maldad de los predecesores; porque en realidad participarían de sus pecados si éstos últimos retienen lo que los últimos robaron.
Menester es participe en el castigo quien imita el pecado; y no será menos atormentado quien igualmente erró y fue vicioso"
SAN ISIDORO, Las ‘Sentencias’, Libro III.
LOS PRELADOS O GOBERNANTES:
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“XLVIII. El varón justo se despoja de todo poder secular, y si alguno le liga, no se deja dominar por él para entonarse soberbio, sino que le sojuzga a sí hasta aparecer entre todos el más humilde. Pruébase lo dicho con el ejemplo del Apóstol, que teniendo poder no usó de él ni en lo que parecía conveniente, sino que, pudiendo servirse, renunció, sin embargo, a su derecho y se mostró como pequeño en medio de aquellos a quienes presidía (I Thes., II, 6 y 7).
Quien con tozudo empeño brega por conquistar honores del siglo y prosperidades del mundo, hállase falto de sosiego aquí y en el futuro, y tanto más le abruma la mole de pecados cuanto más vacío se halla de buenas obras.
Cuanto es uno más encumbrado en dignidad de honra mundanal, tanto más carga sobre él el peso de solicitudes sin cuento, a las que vive esclavo del alma y pensamiento más que autorizado al verse en tan alta jerarquía. Porque, como dice un santo Padre (San Gregorio Magno, Lib XXXVIII): ‘Todo lo que sobresale, más pesadumbre que honores acarrea’.
Cuanto más uno se engolfa en cuidados mundanales, tanto más fácilmente le dominan los vicios; porque si apenas puede evitar los pecados el ánimo en sosiego, ¿cuánto menos enredado en quehaceres del mundo?
No es a priori toda señal de poder; será útil de verdad si bien se desempeña cuando beneficia a los súbditos a quienes preside por terrenos honores. Bueno es el poder otorgado por Dios para refrenar el mal con el temor, no para perpetrarlo temerariamente. Porque no hay peor cosa que tomarse la libertad de pecar con ocasión de la autoridad, ni mayor desventura que el poder de obrar mal.
Quien en el siglo manda con rectitud, reina sin fin para siempre y pasa de la gloria de este mundo a la eterna; los que, por el contrario, malvadamente reinan, después de haber brillado con rozagante atuendo y brillantes preciosísimos, bajan desnudos y miserables a los infiernos para ser en ellos atormentados.
Los reyes se llaman reyes de ‘rectamente haciendo’; adquieren, por tanto, el nombre obrando con rectitud, y lo pierden pecando. Y así vemos que en las Sagradas Escrituras son llamados reyes los santos varones porque obran rectamente y rigen con acierto sus propios sentidos y sojuzgan con discreción razonable los ímpetus rebeldes. Con razón, pues, se llaman reyes los que acertaron a mejorarse a sí propios y a sus subordinados con buen gobierno.
Algunos truecan el nombre de mando en crueldad inhumana, y una vez encaramados en el poder, al punto se lanzan en abierta apostasía, y se hinchan de orgullo en tal grado que vilipendian a todos sus súbditos careándolos consigo, y no llegan a conocer a sus gobernados. A esos tales les dice muy a punto el autor sagrado: ‘¿Te nombraron jefe? No te entones, sino pórtate como un camarada’ (Eccli. XXXII, 1).
Al verse los reyes sublimados a los demás, conozcan, sin embargo, que son mortales, ni paren mientes en la gloria que en esta vida les ocupa, sino en las obras que por ventura arrastran consigo a los infiernos.
Si pues se han de ver privados de la gloria de esta vida, emprendan obrar lo que les quede sin después de ella.
Y pues dice el Apóstol: ‘No hay potestad que no venga de Dios’ (Rom., XIII, 1) ¿cómo dice el Señor por el profeta, de ciertas potestades: ‘Reinaron ellos, mas no por mí’ (Os., VIII, 4)? ; como si dijera: no de mi agrado, sino que de ello estoy en extremo irritado. Así añade más abajo por el mismo profeta: ‘Te daré en mi furor un rey’ (Os., XIII, II). En este paso aparece más claro cómo la mala y buena potestad es ordenada por Dios: la buena por Dios propicio, y la mala por Dios irritado.
Cuando los reyes son buenos, don de Dios son; cuando son malos, fruto son de los crímenes del pueblo; porque conforme al merecimiento de las muchedumbres se dispone la vida de los gobernantes, según dice Job: ‘Dios hace reine el hipócrita a causa de los pecados del pueblo’ (Job, XXXIV, 30). Movido, pues, Dios de ira, les cae a los pueblos el rector que se merecen por su pecado. A veces ocurre que hasta los reyes cambian por la malicia las plebes, y así los que antes parecían buenos, afianzados en el reino se vuelven malvados”.
SAN ISIDORO, Las ‘Sentencias’, Libro III.
DE LOS CIUDADANOS:
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“2. Los ciudadanos son llamados así porque viven reunidos en uno, para que la vida común sirva de ornato y protección...
5. El pueblo es una muchedumbre humana, reunida por consentimiento de derecho común y concorde. El pueblo se distingue de la plebe en que en el pueblo se cuentan todos los ciudadanos, incluidos los señores de la ciudad. 6. El pueblo es, pues, toda la ciudad; pero el vulgo forma la plebe. La plebe es llamada así de la pluralidad; pues es mayor el número de los menores que el de los señores.
SAN ISIDORO, ‘Etymologias’ IX, 4.
GOBIERNO DE LAS PROVINCIAS:
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“El rey (ostrogodo) Teodorico a Ampelio y Liberia (entre 510-525, apróx.)–
Yo los envío a España para que repriman con la autoridad de las leyes, ya a los homicidas, ya a los que exigen el dinero público porque oprimían las haciendas con el gravamen de los pesos de los pequeños propietarios territoriales, ya finalmente a todos los profesionales en hurtos y malas acciones.
I. Conviene que las provincias sujetas a nuestro mando, con el auxilio de Dios, sean regidas por leyes y buenas costumbres; porque verdaderamente sólo es digna de hombres aquella vida que se contiene en normas de derecho. El vivir al acaso es, en efecto, costumbre de las bestias; que mientras dan un rodeo para arrebatar algo, sucumben por su imprudente temeridad. Finalmente, el sabio labrador limpia su campo de frondosas zarzas; porque es un gran mérito del cultivador que se produzcan dulcísimos frutos en un suelo agreste. Así, el descanso suave del pueblo y la disposición tranquila de las regiones es un pregón que habla en favor de los gobernantes.
2. Hemos recibido quejas de que en la provincia de España, y esto es el mayor crimen de los hombres, por una vaga presunción, se siegan las vidas de los hombres y muchos sufren la muerte por leves causas; de modo que en una mala paz, como por juego, mueren tantos cuantos apenas podrían morir a causa de guerras. Además, las fortunas de los ciudadanos son obligadas a tributar, no según los libros públicos, como es costumbre, sino según el capricho de los recaudadores; lo cual es, evidentemente, un modo de depredación: tener que dar según la voluntad de aquel que se apresura a exigir más para su comodidad.
3. Nosotros, queriendo proveer a esta cosa con nuestra real providencia, hemos creído que vuestra sublimidad debía ser destinada con jurisdicción en toda España, para que, con vuestras nuevas órdenes, no puedan prevalecer las viejas prácticas. Pero, como es costumbre de los médicos, tributemos los remedios urgentes a las enfermedades más graves y así empiece nuestra curación por lo que conocemos representa mayor peligro. Mandamos que los homicidios sean reprimidos por la autoridad de la ley, y cuanta mayor sea la pena, tanto más debe hacerse para la averiguación del delito: para que no parezca que los inocentes sufren la persecución por un afán de venganza. Así, pues, mueran para corrección de muchos sólo los culpables, puesto que también es un género de piedad corregir el crimen en su comienzo, para que no se fortalezca aumentando.
4. Se dice que los recaudadores de la Hacienda, por el gravamen de los pesos de tal modo oprimen los patrimonios de los propietarios, que no parece exacción sino botín. Para que se quite toda ocasión al fraude, mandamos que la libra de nuestra cámara, que ahora se os da a vosotros, sea dada a todos los que desempeñen funciones públicas. Pues ¿qué cosa puede ser más desagradable que haya lugar a sospechar que se peca hasta en la cualidad de la balanza? ¿Que lo que se dio en justicia se sepa que ha sido corrompido por el fraude?
5. A los arrendatarios de los ‘domus regia’, en cualquier parte que residan, después de liquidado escrupulosamente, mandamos que paguen solamente lo que está establecido que paguen nuestros presidios. Y para que a nadie le parezca ingrato su trabajo, queremos que establezcáis con equidad salarios para ellos, según la cualidad de la cosa arrendada, pues no deben ser dichos campos nuestros, sino de ellos, si por voluntad del arrendatario llegará el término de la pensión.
6. Os mandamos también que averigüéis diligentemente lo que hay acerca de los cánones de los de Ultramar, pues se nos denuncia que hay en ello un gran fraude para los intereses públicos y que establezcáis un número según la cualidad de los derechos; porque es un remedio útil contra los fraudes conocer lo que se introduce.
7. Hemos sabido que los monetarios, establecidos especialmente para servicio público, se han convertido hasta serlo para ganancia de los particulares: que se quite este vicio y sean aplicados a las funciones públicas en la medida de sus fuerzas...
CASIODORO (485-580) ‘Variarum’, V, 39.
LOS ENEMIGOS:
103
“Que la ley triunfa de los enemigos.- Comprobadas estas cosas en la paz doméstica, y eliminada toda la peste de desavenencias, primeramente de los príncipes, segundo de los ciudadanos, después de los pueblos y de la casa, se ha de salir al encuentro de los enemigos en las cosas externas con fe y energía, con tanta fe y esperanza en la victoria cuanto que no habrá nada que pueda ser temido en las internas. Porque fundida toda la masa de las plebes en estado saludable con el aceite de la paz y el vino de las leyes, sacará contra los enemigos los miembros invictos y por consiguiente ilesos, y se opondrán las lanzas apoyadas por leyes justas. Y los varones estarán protegidos más por la equidad que por la lanza; para que el príncipe dirija contra el enemigo la justicia antes de que el soldado agite las flechas.
Así será más feliz aquella pugna del príncipe ante la cual vaya la equidad doméstica, porque en la población enemiga serán también mayores los daños de las lanzas que los que produzcan las leyes domésticas. Pues muestra la experiencia natural de las cosas que al enemigo le vence aquella justicia que protege al ciudadano y, por consiguiente, dirime la lid exterior, y posee la paz interior de los suyos. Pues así como la modestia de los príncipes templa las leyes, la concordia de los ciudadanos es la victoria sobre los enemigos.
Porque de la mansedumbre de los príncipes nacen las disposiciones de las leyes; de las disposiciones de las leyes el ordenamiento de las costumbres; del ordenamiento de las costumbres, la concordia de los ciudadanos, y de la concordia de los ciudadanos el triunfo sobre los enemigos. De manera que el buen príncipe gobierna las cosas interiores y conquista las exteriores; poseyendo su paz y quebrantando la lid ajena se le celebra como rector por los ciudadanos y vencedor por los enemigos, logrando el descanso eterno después de los tiempos que pasan; después del oro amarillo, el reino celeste; después de la diadema y de la púrpura, la gloria y la corona; aún más: ni siquiera dejará de ser rey, porque dejando el reino de la tierra y buscando el celestial, no sólo no perderá la gloria del reino, sino que la aumentará.”
LIBER IUDICIORUM, I, 2,6.
LOS JUDÍOS:
104
“El glorioso rey Flavio Egica. De la perfidia de los judíos-.
Mientras somos enseñados con leyes sagradas para que, o por ocasión o por caridad, solamente sea anunciado Cristo Hijo de Dios, es conveniente y muy oportuno para la fe cristiana que, así como atraemos a los infieles a la gracia de la libertad, así llamemos a los infieles a la vida, para que la fe de Cristo crezca aumentada en nuestros confines, y desarraigada, caiga desplomada hasta sus cimientos la acción prevaricadora de los judíos.
Por tanto, concedemos con ánimo benévolo este decreto: que en adelante cualquiera del pérfido pueblo de los judíos, hombre o mujer, que volviere a la rectitud de la fe católica por verdadera conversión o profesión y renunciando todo error de sus ritos o ceremonias llevase la senda de su vida conforme a la costumbre de los cristianos, quede libre de toda carga de la functio, la que anteriormente, mientras vivió en el judaísmo, había acostumbrado pagar en utilidad pública; para que la functio de los que aun ofusca la maldad de una incredulidad odiosa se acreciente con su pago y retenga abiertamente el error de los padres. Pues es injusto gravar con la carga del censo y atar más en las indicciones de los judíos a quienes es sabido reciben el dulce yugo de Cristo y su suave carga por una indigna conversión.
A los que crean perfectamente en la verdadera fe, será completamente lícito en su actuación mercantil acudir al cataplo y ejercitar el comercio con los cristianos, según la costumbre cristiana; de tal modo, que si algún cristiano desconocedor de la conversión de aquéllos, quisiera comprar alguna cosa de aquellos mismos, no podrá hacerlo más que si antes dicen éstos que son absolutamente cristianos y recitan delante de testigos la oración dominical o el símbolo y toman gustosamente los manjares de los cristianos, como verdaderos cristícolas; y si entre aquellos convertidos a la santa fe hubiese alguno que prevaricase, éste será condenado a pagar perpetuamente al fisco.
Mas, acerca de los restantes judíos, que perseverando en la perfidia de su corazón no quisiesen convertirse a la fe católica, decretamos sea promulgada la sentencia de esta ley: es decir, que no se atrevan a ir en adelante al cataplo para efectuar negociaciones con los comerciantes transmarinos, ni a efectuar, abierta u ocultamente, ningún negocio con cristianos; sino solamente tengan licencia de comerciar entre sí y queden obligados a dar al fisco por las cosas propias, según la práctica acostumbrada, el importe de su censo y del de aquellos que se hayan convertido. Deberán ser añadidos a los bienes del fisco tanto los esclavos como los edificios, tierras, viñas y aun los olivares u otras cualesquiera cosas inmuebles, que se supiese fueron recibidas de los cristianos, tanto por venta como por otros medios, aunque hubiesen transcurrido muchos años y aunque aquellas cosas les fuesen entregadas con precio público; para que la potestad regia goce de libre arbitrio para hacer donación a quien quiera.
Cualquiera de estos mismos judíos que, persistiendo en la infidelidad, se atreviese a ir al cataplo o a realizar algún comercio con cualquiera, será castigado como perpetuo servidor del fisco, con todo el conjunto de sus cosas.
Advertimos, pues, a todos los cristianos bajo el juramento del nombre de Dios y atestiguamos por Aquel con cuya sangre hemos sido redimidos, que en adelante ninguno se atreva a practicar el comercio con aquellos judíos que permanecen obcecadamente en la dureza de su perfidia; y si cualquiera de los fieles hiciese tales cosas, si es persona poderosa, pague tres libras de oro al fisco. Si alguien recibiese también de aquéllos más de lo que consta que valen dos cantidades de la misma cosa, pierda lo que comprare de más y sea en beneficio del fisco el precio que dio, junto con el triplo de sus bienes. Si se trata de personas inferiores, si alguna hiciese tales cosas será azotada con cien azotes y, según los bienes que tenga en su patrimonio, reciba por voluntad del príncipe el daño de un castigo especial.”
LIBER IUDICIORUM, XII, 2,18.
CLASES SOCIALES:
105
“XLVII. Los súbditos.- A causa del pecado del primer hombre se le dio por disposición divina como castigo la sujeción, y así depara misericordiosamente Dios la servidumbre a los que ve no cuadra la libertad.
Y aunque el pecado original del hombre es perdonado a todos los fieles por la gracia del bautismo, sin embargo, el justo Dios discierne la vida de los hombres constituyendo siervos a unos, señores a otros, para atajar la licencia del mal obrar de los siervos con el freno del poder de los que dominan. Porque si todos se vieran libres de miedo ¿quién estorbaría los desmanes de cualquiera? Por eso vemos son elegidos príncipes y reyes entre las gentes con el fin de refrenar el mal, con su terror a los pueblos, y sujetarlos con leyes a vivir decentemente.
Por lo que a la razón atañe, no hay acepción de personas en Dios (Col. III, 25), que escogió lo innoble y desecho del mundo y lo que no figura, para abatir lo que campea, a fin de que deje de gloriarse toda carne, esto es: la potencia carnal delante de Él. Porque un solo Señor con equidad da órdenes a señores y criados.
Preferible es la servidumbre sumisa a la entonada libertad. Se hallan muchos, en efecto, que con libertad sirven a Dios, sujetos a señores malvados, y aunque sean súbditos de ellos en el cuerpo, son superiores suyos en el alma.”
SAN ISIDORO, Las ‘Sentencias’, Libro III.
EL TRABAJO:
106
“Trabaje de continuo el monje con sus manos y emplee su afán en las variadas artes y labores de los artesanos, siguiendo al Apóstol que dice: ‘No comimos gratis el pan, sino con labor y fatiga, trabajando día y noche’, y que añade: ‘Quien no quiere trabajar, no coma’. Con el ocio crecen los malos pensamientos; con el trabajo se disminuyen los vicios. De ninguna manera debe de desdeñarse el monje de ejercitarse en algún trabajo útil al monasterio; porque los patriarcas apacentaron rebaños; filósofos gentiles hubo que trabajaron como sastres y zapateros; y el justo José, el desposado con la Virgen María, fue carpintero. Ciertamente Pedro, el príncipe de los apóstoles, ejerció el oficio de pescador, y todos los apóstoles se sustentaron con el trabajo corporal.
Con mayor razón los monjes deben ganar el sustento con sus manos y remediar con su trabajo la indigencia de los demás”.
SAN ISIDORO ‘Regula Monachorum’, 5
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HECHOS
LA INVASIÓN:
107
“Mi voz se extingue y los sollozos ahogan mis palabras... Había pensado comenzar hoy mi estudio sobre Ezequiel; pero era tal mi turbación al pensar en la catástrofe del Occidente, que por primera vez me faltaban las palabras. Largo tiempo he permanecido silencioso, persuadido de que estamos en el tiempo de las lágrimas.”
SAN JERÓNIMO (340-420), ‘Epíst.’ CXXVIII, 4.
A) EMPRESAS FÍSICAS
INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS:
108
“Los bárbaros que habían penetrado en las Españas, las devastan en lucha sangrienta. La peste hace por su parte no menos rápidos estragos.
Desparramándose furiosos los bárbaros por las Españas y encrueleciéndose al igual el azote de la peste, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las fincas y el mantenimiento guardado en las ciudades; reina un hambre tan espantosa, que, obligado por ella, el género humano devora carne humana y hasta las madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos. Las fieras, aficionadas a los cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre y por la peste, destrozan hasta a los hombres más fuertes, y cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez más para destrucción del género humano. De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor por boca de sus profetas.
Asoladas las provincias de España por el referido encruelecimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia del señor a hacer la paz, se reparten por la suerte las regiones de las provincias para establecerse en ellas: los vándalos y los suevos ocupan la Galicia, situada en la extremidad occidental del mar Océano; los alanos, la Lusitania, y los vándalos llamados silingos, la Bética. Los españoles que sobrevivieron a las plagas en las ciudades y castillos se someten a la dominación de los bárbaros que se enseñoreaban de las provincias...”
“Desolando nuestra tierra los bárbaros, ya es todo confuso e incierto....
Las desolaciones de alanos, vándalos y suevos por España desencadenan cuatro mortales plagas: el hierro de los soldados y de los tiránicos exactores de tributos, que consumen todos los recursos del país; el hambre, que llega a extremos de antropofagia; la peste, que siembra cadáveres por todas partes; las bestias feroces que, avezadas a la carne insepulta, infestan la tierra. Al fin, aquellos bárbaros se deciden a asentarse en las provincias para habitarlas; sólo dejan libre la Tarraconense, y los infelices hispanos que escaparon, refugiados en ciudades y castillos, se someten a la servidumbre. ¡Quién conoce ya aquella feliz España, madre de los dominadores del orbe, cantada por Claudiano!”
IDACIO (388-470) ‘Chronicon’.
109
“Las fuerzas nos faltan y caemos heridos por este huracán de males, y ante la imagen de la patria humeante desfallecemos y nuestro rostro se llena de lágrimas!”
ANÓNIMO ‘Carmen de Providentia divina’ Patrol. Lat. 41, 61.
110
“Dios permite que en España, en Aquitania, en África, en todas partes sean vencidos los católicos, porque tratan muy poco cristianamente a sus esclavos y a los pobres, porque se recrean en los torpes espectáculos del teatro y del circo, porque viven en toda corrupción, mientras sus opresores, aunque arrianos, conservan pureza y virtudes primitivas, hasta moverse a castigar la inmoralidad de los romanos”
SALVIANO (siglo V) ‘De Gubernatione Dei’
RELACIONES ENTRE INVASOR E INVADIDO:
111
“Los bárbaros dejan las espadas para tomar los arados, y se hacen amigos de los hispanos; éstos preferían una pobre libertad entre bárbaros a soportar el apremio tributario de Roma”.
OROSIO (383-420).
A) EMPRESAS MORALES
LA SABIDURÍA:
112
“LXV. ... Nada es mejor que la sabiduría, nada más dulce que la prudencia, nada más suave que la ciencia, nada peor que la necedad, nada más bajo que la fatuidad, nada más torpe que la ignorancia. La ignorancia es madre de los errores y nodriza de los vicios. El pecado campea más a sus anchas por la ignorancia; pues el ignorante no siente lo que es digno de culpa, ni siquiera conoce cuando delinque. Muchos, en efecto, pecan por falta de inteligencia; el tonto peca de continuo y el indocto es fácilmente engañado; el necio cae prontamente en el vicio, mas el prudente ve al punto las celadas y descubre los errores; no evitamos lo dañoso sino merced a la sabiduría. Porque la ciencia aparta del mal. El sabio examina prudente todas las cosas. El sabio juzga cuerdo entre el bien y el mal. El bien sumo estriba en saber qué debes evitar, y la suma miseria el ignorar adónde te diriges.
Ama, pues, la sabiduría y se te manifestará; acércate a ella y se te aproximará; aficiónate a ella y te aleccionará.
Aprende lo que ignoras, no salgas doctor inútil. Sé, por de pronto, discípulo para que seas doctor; por la aplicación has de conquistar el nombre de maestro. El bien que oyeres, dilo; el bien que aprendieres, enséñalo. No desdeñes el cuidado de aprender y de enseñar. La ciencia que concibes por el oído, espárcela por la boca. Al impartir a los demás tu sabiduría, para ti mismo la acrecientas. Cuanto más ampliamente se diere la doctrina, tanto más abunda. La sabiduría, dándola se acrece, reteniéndola, mengua; difundiéndola, más rebosa, y cuanto más se comunica más abunda.
Precedan, empero, las obras a las palabras; lo que dices de palabra cúmplelo con la obra; lo que enseñas con la boca, muéstralo con ejemplos. Sé no sólo maestro de la virtud, sino imitador. Si enseñas y obras tendrás gloria. Pues no basta alabar lo que dices, sino juntar los hechos y los dichos. Esquiva humana alabanza en lo que enseñas, y alecciona a otros de manera que también mires por ti. Enseña de modo que no pierdas tú la gracia de la humildad. Mira no sea que sublimando tú a otros, enseñándolos, te anegues a ti mismo en la pasión del aura popular. Cuando enseñes, no uses palabras oscuras. Habla para que te entiendan, y ni desagrades a los sencillos ni ofendas a los prudentes.
Según la capacidad del oyente será el discurso del doctor. En conformidad con las costumbres hase de impartir la doctrina. Según sea la herida se ha de aplicar la medicina. Diversos temperamentos reclaman diferente disciplina; se ha de enseñar a cada uno según su profesión.
Has de tener en cuenta la diversidad de personas, y reflexiona cómo has de instruir a cada uno. Las cosas ordinarias son para todos; las recónditas, para los más aprovechados; enuncia a todos las cosas muy claras, y las oscuras a los menos, porque hay asuntos para explanados y materias adecuadas a muy pocos.
Has de estar dispuesto a enseñar en todo tiempo, no se pase instante en huelga sin que hagas algo; ni transcurra una hora sin tratar y aplicarte a la doctrina; predica abierta y constantemente sentencias saludables y no te arredres hablar lo que sabes has de defender. Busca en otros lo que vieres te falta a ti de ciencia, pues las oscuridades se aclaran en la mutua conferencia y se desentrañan en la misma los puntos intrincados de doctrina.”
SAN ISIDORO, De los ‘Sinónimos’ Libro II.
LAS LEYES:
113
“Qué es la ley.- La ley es rival de la divinidad, maestra de la religión, fuente de la disciplina, artífice del derecho, que encuentra y ordena las buenas costumbres, gobernadora de la ciudad, mensajera de la justicia y alma de todo el cuerpo popular”.
LIBER IUDICIORUM, I, 2, 2.
114
“De las leyes diuinales o humanales.- Todas las leyes o son diuinales o son humanales. Diuinales son por natura, humanales por costumbre. Et por ende éstas se departen entre sí ca las unas placen a unas gentes e las otras a otras. Fas que es herencia o libertad es ley diuinal. Ius que es por derechos es ley humanal. Pasar por lo ajeno es fas, esto es, licencia diuinal de Dios e non es ius, esto es, non es derecho humanal de los hombres.”
SAN ISIDORO, Etymologias, V, 2.
115
“El Rey glorioso Flavio Recesvinto. Que esté sujeta a la reverencia de la ley tanto la potestad real como la universalidad de los pueblos.-
El Señor todopoderoso de todas las cosas y único hacedor, que provee al provecho de la salud humana, enseña la justicia a los habitantes de la tierra y ordena de manera sagrada y conveniente las sentencias de las leyes divinas. Y para que el reinado del imperio inmenso de la divinidad se imprima en los corazones de los hombres, conviene a todos los de la tierra, aun a las más altas potestades, someter al espíritu y las cabezas a Aquel a quien las milicias celestiales se honran sirviendo. Porque, obedeciendo a Dios, se busca la justicia; y si se busca, al momento se obrará en ella, y cada uno la busca tanto más verdadera y ardientemente, cuanto retiene más cerca de sí mismo el mandato de la equidad.
Por lo cual, con la alegría, comprendiendo los mandatos del Cielo, damos leyes con moderación juntamente a nosotros y a los súbditos, las cuales decretamos obedecer y mandamos acatar, a un tiempo, tanto a la cima de nuestra clemencia y de los reyes que después nos sucedan, como a toda la multitud general de nuestro reino; para que ninguna facción, sean cualesquiera las personas, aunque tengan poder y dignidad, considere que la guarda de las leyes que se otorgan a los súbditos obliga a otros, y a fin de que se sujeten a la reverencia de la ley, sean empujados por la necesidad, sea por voluntad del príncipe.”
LIBER IUDICIORUM, I, 2.
116
“LI. Es justo obedezca el príncipe sus propias leyes. Y convénzase de que guardaran todas las leyes que promulga, cuando él mismo las respeta.
Obligan a los príncipes sus leyes, y no puede en su persona quebrantar las que a los súbditos impone.
Justa será, pues, la autoridad de su mando, si no sufre permitirse a sí lo que veda a los pueblos.
Los potentados del mundo están sujetos a la disciplina de la religión, y aunque vivan encumbrados en real solio, están estrechamente ligados por el vínculo de la fe, de manera que han de predicar la fe de Cristo en las leyes que promulguen y conservar con buenas costumbres la susodicha predicación de la fe.
Los príncipes seculares conservan a veces dentro de la Iglesia las preeminencias del poder recibido, para salvaguardar con el mismo la disciplina eclesiástica. Por lo demás, no serían menester los supremos magistrados dentro de la Iglesia sino para imponer por el terror de la disciplina lo que no logra el sacerdote por la persuasión de su palabra.
A menudo beneficia el reino celestial del terreno, a fin de que, cuando los que dentro de la Iglesia están, y proceden contra la fe y la disciplina eclesiástica, se vean espoleados por el rigor de los príncipes, y la potestad civil imponga a las cervices de los soliviantados la disciplina misma que la modestia blanda de la Iglesia no puede imponer; y también contribuya por virtud del poder a que se haga respetar.
Conozcan los príncipes del siglo que han de dar cuenta a Dios respecto a la Iglesia cuya defensa les confía. Porque, ora se incremente la paz y disciplina eclesiástica, ora se altere por los príncipes cristianos, Él les exigirá cuenta estrecha, pues encomendó su Iglesia al poder de los mismos.”
SAN ISIDORO ‘Las Sentencias’ Lib. III.
BREVIARIO DE ALARICO:
117
“INSCRIPCIÓN
En este cuerpo se contienen las leyes o extractos del derecho, sacados del Teodosiano y de diversos libros, según está mandado, realizado el año 22 del reinado del señor rey Alarico, por orden del ilustre varón conde Goiarico.
Advertencia del rey Alarico.
(Ejemplar autorizado).
Advertencia al conde Timoteo, varón considerado.
Para conseguir el favor de la divinidad en provecho de nuestro pueblo, corregimos con el mayor cuidado lo que se encontró inicuo en las leyes, de modo que puesta la oscuridad de las leyes de los romanos y del antiguo derecho, ante los sacerdotes y nobilísimos varones, y desaparecida aquélla a la luz de la mejor inteligencia, resplandezca, nada hay dudoso y por ello se oponga a la constante y diversa oposición de los que disputan. Todos estos extractos y las interpretaciones más claras que se han hecho han sido seleccionados y reunidos en un libro por los prudentes y confirmados por los venerables obispos (*) y los elegidos por nuestros provinciales.
Por ello, todas las causas queden acalladas según las leyes del libro que nuestra clemencia mandó destinar para ti, para la resolución de los pleitos y que es conforme con el libro firmado que está expuesto en nuestro tesoro; no sea lícito proponer para decidir, cualquiera otra de las leyes o del derecho, sino lo que, según mandamos, está comprendido en el orden del libro dirigido y suscrito de mano del considerado varón Aniano. Por lo cual te conviene prevenir que nadie se atreva a presentar o recibir en tu tribunal ninguna otra ley, ni ninguna fórmula de derecho.
Pues, si acaso se hiciese, sea con peligro de tu cabeza o con pérdida de los bienes que te pertenecen.
Este precepto mandamos que se una a los libros dirigidos (a los condes), para que la pena mantenga y sancione todas nuestras órdenes y disciplina. Lo comprobamos.
Dado el IV de las nonas de febrero del año XXII de Alarico, rey de Tolosa (2 de febrero de 506).”
(*) de religión cristiana-arriana.
LA MÚSICA:
118
“No sé que sucede a las fibras de nuestro ser, que cuando se canta con suave voz y de una manera artística se conmueven más íntimamente, por una oculta simpatía con la novedad y variedad de los sonidos”.
SAN ISIDORO ‘Las Sentencias’ Lib. III, cap. VII
119
“Música es la armonía que existe en los sonidos y en el canto, y se la llamó así del nombre de las musas, a las cuales, a su vez, se las dio esta denominación del verbo griego que significa buscar, porque gracias a ellos, como quisieron los antiguos, llega a darse con el encanto de las canciones y con la armonía de la voz. Y porque su sonido, como cosa que obra en los sentidos, no es permanente, sino que pasa al dominio del tiempo pretérito y queda solo grabado en la memoria; de ahí que los poetas fingieran que las musas eran hijas de Júpiter y de la Memoria. Pues los sonidos, a no ser que se conserven en la memoria, se pierden y desaparecen ya que no pueden escribirse.
......
Así, pues, sin música no puede haber enseñanza alguna perfecta, pues nada hay que carezca de ella. El mundo mismo se dice que se halla compuesto de cierta armonía de sonidos, y hasta el cielo da vueltas al compás de la armonía. La música mueve los ánimos y provoca en los sentidos diversas disposiciones.
También en las batallas el resonar de la trompeta enardece a los que pelean, y cuanto más vehemente fuera el sonido, tanto más valor adquiere el ánimo para la lucha. Igualmente el canto anima a los remeros. Calma asimismo la música al espíritu y le ayuda a sobrellevar el trabajo, y la armonía del canto alivia la fatiga de toda labor.
Llega la música a apaciguar los ánimos irritados, como leemos de David, quien por medio de la dulzura de su arte musical libró a Saúl del espíritu inmundo. Hasta de las mismas bestias y serpientes, aves y delfines consigue la música que escuchen sus armonías. Más aún: toda nuestra habla y las conmociones que interiormente sentimos latir en las venas se puede probar que, por sus pulsaciones rítmicas, tienen algo de común con las propiedades de la armonía.”
SAN ISIDORO ‘Etimologías’ lib. III, caps. 15-17.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
V – ESPAÑA ÁRABE; AL-ANDALUS.
1
El reino visigodo había llegado ya a la fase de decadencia que sigue a todos los esplendores.
El pueblo, racialmente apartado de la minoría dirigente; la nobleza, ambiciosa, corrompida y sin sentido nacional; la realeza en precario y a merced de todos los vientos; el ejército, sin un hombre al frente capaz de encauzarlo e inflamarlo; el clero, el gran clero de la época isidoriana, había desaparecido, inclinándose a una u otra facción política, olvidando la gran misión que le incumbía. Este es el cuadro de la España del año 700.
Por el portillo de la traición saltó el moro de Ceuta a Gibraltar, para llevar desde el Estrecho hasta el Tajo, desde Tarifa y Málaga hasta las peñas de Montserrat y Covadonga un aliento nuevo sobre las viejas tierras ibéricas.
Triste era, pues, el estado de la Península al mediar el siglo VIII. En las más ricas y fértiles comarcas imperaban extraños invasores, diversos en raza, lengua y rito, y no inclinados a la tolerancia, aunque tolerantes en un principio por la manera como se hizo la conquista. Había dado sus naturales frutos la venganza de los magnates visigodos, que quizá no pensaron llegar tan lejos. Coronada con rápido y maravilloso triunfo la extraña intentona de Tarik y de Muza, merced a los elementos hostiles que en España hervían; abiertas ciudades y fortalezas por la alevosía o pactos; rendida en Orihuela la débil resistencia de Teudemiro, único godo que entre la universal ruina levantaba la frente; custodiadas por guarniciones árabes Sevilla y Córdoba, Toledo y Pax Julia (Beja-Portugal), hubieron de pensar los califas de Damasco en la importancia de tan lejana conquista y en la necesidad de conservarla.
Creado, pues, el Emirato, comenzó a pesar sobre el pueblo cristiano de la Península una dominación, tiránica de hecho, aunque bastante ordenada en la forma.
La entrada de los pueblos árabes por la puerta europea de España viene a representar una vindicta contra lo mejor. Mientras había persistido el poderío romano, estos pueblos del África estuvieron domeñados y sujetos por las recias posiciones militares que, para cubrirse, Roma había establecido en todo el Norte africano.
Mas apenas caído el Imperio y por imitación de las inmigraciones de los bárbaros nórdicos que invadieron a Occidente, fermentaron en estos pueblos insumisos grandes ambiciones, quizá estimuladas y despiertas por los vándalos arrojados de España. Quisieron tomar parte en el espléndido botín de la civilización latina, tan admirada desde lejos, y se prepararon a aprovechar la menor ocasión para conseguirlo.
Tales ambiciones, que, a lo largo de los siglos, fueron el sueño de estos pueblos y el aglutinante que fundió a sus elementos heterogéneos, incapaces de unidad, lograron ser cristalizadas por Mahoma, que en el siglo VII de nuestra Era consiguió darles una disciplina consistente. Conocedor éste de las cualidades subjetivas de su raza, a base de primitivismo y dispuestas a admitir lo sobrenatural, en vez de fijarles leyes simplemente humanas, dictóles una ley religiosa –el Korán-, a la que revistió de caracteres, como divinos, terminantes, reuniendo los preceptos que –gran penetrador del alma musulmana- entendió necesarios e indispensables para regularizar, sujetar y concretar en una sola creencia y en un solo ideal las energías dispersas de esos pueblos.
En el Korán asoman ciertos impulsos que llamaríamos nacionales o imperialistas, los cuales, bajo su imperativo aspecto religioso, fomentaron el mesianismo oriental, haciéndoles forjar unos sueños de dominación sobre los restantes países.
Las gentes que llegan a la Península en el 711 son pueblos conocedores de la ingente civilización occidental, a la que contemplaban y adivinaban dese lejos, llamados a la ambición por el ejemplo de los vándalos y otros pueblos del Norte; eran pueblos que ansiaban poseer y saquear lo que ante sus deslumbrados ojos aparecía como muy superior.
Ganada la batalla por Tarik, vencedor en Écija, sube a Toledo, y sus huestes y las de Muza ocupan Córdoba, Archidona, Elvira, Niebla, Carmona, Sevilla, Medina Sidonia, Osuna y Mérida. Ambos generales disputarán sobre los resultados de la conquista, preludiando las futuras anarquías de la España árabe, al mismo tiempo que los últimos restos del ejército godo, refugiados en Auriola (Orihuela), son aventados en Lorca. Tarik, depuesto primero, preso después por Muza, y luego rehabilitado por orden del califa, pudo cooperar con el emir en la obra de la ocupación total de España, dirigiéndose hacia el Este con un ejército, mientras Muza seguía hacia el Norte. Tomada Zaragoza y sometida Galicia, la ocupación estaba consumada y terminado el primer acto de la tragedia.
Los nuevos invasores, que habían demostrado plenamente su capacidad de someter y dominar a España con la violencia y astucia de los orientales, pronto fueron víctimas de graves desórdenes intestinos a los diez años de su desembarco. Los “walíes” o gobernadores de las provincias, los “alkaides” contribuían al desorden prevaricando y resistiéndose a la autoridad central. Grandes eran las rivalidades entre bereberes y árabes. Éstos distribuyeron el Sur peninsular y desterraron a los compañeros de Tarik a los eriales del centro peninsular y a las agrestes montañas del Norte y Noroeste, confiándoles la penosa tarea de defender la frontera contra los cristianos. Tales fueron las causas de las insurrecciones sucesivas.
En tal momento, dos circunstancias impiden la disolución rápida del dominio musulmán. “La dinastía omiada fue expulsada del califato por los abasidas, en el 730, y el primer Abderramán, en protesta contra la usurpación, logra crear en España un califato independiente, unificando el poder musulman y sometiendo, si bien momentáneamente, a las diversas razas acampadas bajo el estandarte del Profeta: a los árabes del Yemen, a los modharitas, egipcios, sirios y bereberes. la unificación del poder que los omiadas llevaron a cabo en España, se sustentó sobre la ortodoxia, más viva en Occidente que en Oriente”.
Desde el siglo IX, el islamismo, sintiéndose consolidado, seguía puntualmente el precepto del califa Omar: “Nos toca devorar a los cristianos y nuestros descendientes a los de éstos, y así mientras subsista el Cristianismo”.
El escepticismo árabe de los primeros gobernadores había puesto en manos del Estado armas que se convirtieron en instrumentos de persecución cuando así lo acordaba el espíritu religioso movido por el celo intolerante de los africanos. “La historia del duelo interminable de ambas razas islamitas empieza de nuevo ahora, salpicada de sangre de los soldados africanos, descuartizados a las puertas de Córdoba en el momento de la reacción triunfante del partido árabe contra los soldados de El-Mansur (año 1013).”
De ahora en adelante se precipita la caída. Córdoba presencia las orgías de sangre y disolución comunes a los imperios de estos pueblos orientales, incapaces de hallar otra base para su autoridad política que la fuerza. El poder supremo pasa de unas manos a otras merced a revoluciones y guerras civiles, a intrigas y asesinatos; y al vaivén de estas fluctuaciones va perdiendo gradualmente su única base y fundamento, la fuerza.
De este modo, la desmembración de la España musulmana, que estuvo a punto de consumarse en los primeros años de la conquista, el odio mutuo de las diversas razas invasoras vino a ser un hecho natural e inevitable. España ofrece el aspecto de un haz de pueblos que son otros tantos ejércitos en campaña; las fronteras cambian constantemente, según la suerte favorece las armas de unos u otros jefes militares.
Los odios partidistas se anteponían en los musulmanes al sentimiento nacional. La consecuencia de todo el desorden era la progresiva retirada de los sarracenos y el constante avance de las fronteras de los reinos cristianos.
Al contemplar la ruina progresiva de su imperio y el retroceso de sus fronteras, se despertaba también en el espíritu sarraceno una solidaridad religiosa común.
El espíritu religioso de la plebe mora condenaba únicamente la anarquía política y la impiedad de los centros aristocráticos de los diversos Estados musulmanes. Y el castigo vino con la llegada de los almorávides y Yusuf a la cabeza, que imperó sobre toda la España musulmana.
Pero con el mando se entibió la fe y bajo el influjo seductor de España modificóse la rigidez almorávide.
La Andalucía que fue para los árabes otro Yemen lozano y encantador, arabizó al berberisco y trocó al fanático puro y seco en hombre docto y escéptico, aficionado a especulaciones metafísicas, bella especie de poesía. “El genio africano de las dos poblaciones de ambas márgenes del Estrecho reaccionaba contra la acción del clima y la tradición de la cultura árabe.”
Una nueva revolución religiosa destronó en Marruecos (año 1146) a los almorávides y vino luego a reemplazarlos en el imperio de España con los almohades.
A mediados del siglo XII, Al-Andalus, convertida en una provincia de África, reconoció a la nueva dinastía almohade.
Otra dinastía, la de los merinitas, vino a mitad del siglo XIII a sustituir a la anterior; pero ya entonces puede decirse que la historia del dominio sarraceno en la Península Ibérica toca a su término a partir de la victoria de los almorávides, que hizo a la España islámica vasalla del emir de Fez. Los emiratos de Lusitania, del Algarbe y de Andalucía habían caído, sucesivamente, en manos de los reyes cristianos; y en el siglo XIII, el reino de Granada, que tendrá aún más de dos siglos de existencia histórica, será apenas una reliquia de la antigua España musulmana.
“La espada vencedora había destruido de un solo golpe el reino de los visigodos; las tribus nómadas de los bereberes impidieron la consolidación del califato árabe; finalmente, el dominio completo de los africanos vino a consumar la obra de disolución de la España antigua, del mismo modo que los bárbaros de la segunda irrupción acabaron antaño de destruir el organismo de las Galias y de la Italia romanas.” (Oliveira Martins)
Este pueblo hispano-árabe, que así comienza y fenece, alcanza su influjo cultural desde el siglo IX al XII y es el depositario de la cultura helénica. “El movimiento intelectual de los árabes es casi superior al de las demás naciones cristianas, que reciben de manos de éstos la tradición de las ciencias griegas”.
Los árabes eran entonces los maestros, los médicos y los augures de los príncipes cristianos. Los nombres de Mesua y de Geber, de Maimónides, Avicena, Averroes y más, quedaron incorporados a los elementos de la ciencia de la Edad Media. En las grandes bibliotecas árabes, en las que se hallaban las obras de Platón y de Euclides, de Apolonio, de Ptolomeo, y sobre todo de Aristóteles –el más leído y ensalzado de todos-, la literatura, la retórica y los comentarios del Korán ocupaban la mayor parte de las estanterías.
El cultismo de estas razas, más artistas que pensadoras, más curiosas que investigadoras, literatas y refinadas, para las cuales la imaginación lo es casi todo y apenas elemental el ejercicio de la razón, dales cierta fisonomía femenina e infantil y las impele a preferir, sobre todo, las bellas formas, el estilo elegante, la sutileza, el concepto y todas las extravagancias de la imaginación.
Toda esta cultura, al crearla dentro de los confines del suelo español, adquiere ese tinte especial que hace que sus cultivadores sean tan españoles como los propiamente originarios de los reinos cristianos. Menéndez Pidal, en su opúsculo ‘Adefonsus Imperator’, refiriéndose a ellos y a su posición con respecto a Alfonso VI, escribe que “aquellos moros, en su mayor parte de raza tan española como los cristianos del Norte, habían desarrollado brillantemente... una cultura musulmana propia, de que España puede estar bien orgullosa... Se sentían... demasiado hermanos de los cristianos del Norte para rechazar la sumisión de Alfonso”.
Y como ejemplo, valga el hecho que sirvió de origen a la maravilla literaria de Al-Saqundi ( -1231): la “Risala”, o “Elogio del islam español”.
Relata el historiador granadino Ibn Said al –Magribi ( -1285) en la enciclopedia arábigo-española de al-Maqqari, que su padre le contó una vez lo que sigue: “Estando un día en el salón del gobernador de Ceuta surgió entre Abu-Walid al-Saqundi y Abu Yahya ibn al Mu’allim (el de Tánger) una controversia en que cada cual defendía la superioridad de su país sobre el del contrario. Al-Saqundi decía: ‘Si no existiera el Al-Andalus, no se hablaría siquiera de Berbería ni se le reconocería mérito alguno’.
Abu Yahya le interrumpió diciendo: ‘¡Quieres dar a entender que las gentes de nuestra tierra son bereberes y las de las vuestras, árabes?’
Y la discusión sobre cuál de las dos valía más quedó zanjada por el emir del modo siguiente: ‘Mi opinión es que cada uno de vosotros componga un tratado (risala) sobre la superioridad de su país... y de ello saldrá algo digno de eternizarse’.”
Y así lo hicieron, y de esa disputa salía una de las obras maestras se la literatura arábiga, donde se alaba a la España musulmana con la más sentida verdad poética: la ‘Risala’ de Muhammad al-Saqundi, “donde se plantea íntegramente y en abstracto el problema del valor del Islam español y de su esfuerzo cultural, exaltándolos en bloque, como el técnico militar que amuralla por completo su ciudad sin saber por qué punto ha de atacarla el enemigo”.
Toda ella está impregnada del orgullo y la soberbia española, tratando al contrario con supremo desdén.
Escribía el arabista E. García Gómez: “Españoles son, pues, el orgullo de al-Saqundi y su altiva ironía; española es también su actitud reivindicadora. Triste destino de España ha sido siempre tener que doblar el esfuerzo, primero para crear las glorias, y después para defenderlas. Aquí alza su voz al-Saqundi contra los africanos del Sur, y en homenaje a la pura esencia del Islam español, como más tarde harán Cervantes, Quevedo y otros ingenios (defendiendo la honra española); Al-Saqundi viene a ser una especie de Forner del siglo XIII”.
A pesar del desdén y repugnancia de las relaciones de vencedores y vencidos, existió una virtud poco española, aun cuando de ella existan muestras señeras: la tolerancia.
Los musulmanes vencedores respetaron las instituciones de los cristianos vencidos, y aun éstos (mozárabes) conservaron bajo el dominio sarraceno sus jerarquías civiles y eclesiásticas. Continuaron existiendo, como antes de la invasión, diócesis, parroquias y monasterios. En los municipios, las autoridades godas conservaron sus cargos y viose en los palacios de los califas a nobles godos ocupar altos puestos.
La invasión árabe no determinó, en sus inicios, una alteración del régimen religioso y civil de las poblaciones hispano-romanas: tenían plena libertad para regirse por leyes civiles, conservando, además de las jerarquías eclesiásticas, las distinciones nobiliarias.
Esta clase de ocupación, si, por una parte, no podía originar la unidad social, por otra dará un resultado hasta cierto punto nuevo: el de asimilación de las costumbres de la nación musulmana vencedora por los cristianos vencidos, hecho que origina la existencia de las poblaciones mozárabes, cuya importancia es decisiva para la verdadera comprensión de la historia social de la España moderna.
Las alabanzas de los historiadores árabes al tratar de la invasión: la exposición de los esplendores y riquezas que albergaban aquellas ciudades visigodas: la opulencia de Sevilla, “la más grande, importante y rica en monumentos artísticos”, según frase de ellos, y las depredaciones a que se entregarán -haciendo despertar a los hispanos de su anterior pasividad-, son muestras más que suficientes de la superioridad de nuestra cultura y de nuestro suelo.
Siglos más tarde, mezclados ya con los hispanos, los árabes poseerán unas dotes intelectuales de sutil y refinada sensibilidad, a las que se deberá el gran influjo psicológico que les atribuye Ganivet.
Escribe Menéndez y Pelayo:
“Lo que con el nombre de civilización árabe se designa, lejos de ser emanación espontánea ni labor propia del genio semítico, le es de todo punto extraña y aun contradictoria con él; como lo prueba el hecho de no haber florecido jamás ningún género de filosofía ni de ciencia entre los árabes ni entre los africanos y sí sólo en pueblos islamizados, pero en los cuales predominaba el elemento indoeuropeo, y persistían restos de una cultura anterior de origen clásico, como en Persis y en España, donde la gran masa de renegados superaba en muchos al elemento árabe puro, al sirio y al bereber.
Y todavía pudiera excluirse de nuestra historia científica este capítulo de los árabes si nuestros padres de la Edad Media, por fanatismo o mal entendido celo, hubiesen evitado toda comunicación de ideas con ellos, rechazando y anatematizando su ciencia, pero vemos que precisamente sucedió todo lo contrario, y que inmediatamente después de la conquista de Toledo, la cultura científica de los árabes conquistó por completo a los cristianos; se prolongó en sus escuelas gracias al emperador Alfonso VII, al arzobispo Don Raimundo y al Rey Sabio, y por nosotros fue transmitida y comunicada al resto de Europa, y sin nuestra ilustrada tolerancia hubiera sido perdida para el mundo occidental, puesto que en el oriental había sonado ya la hora de su decadencia, de la cual nunca el espíritu de los pueblos musulmanes ha vuelto a levantarse.
La historia del primer renacimiento científico de los tiempos medios sería inexplicable sin la acción de la España cristiana, y especialmente del glorioso colegio de Toledo, y esta ciencia hispano-cristiana es inexplicable a su vez sin el previo conocimiento de la ciencia arábigo-hispana, de la cual fueron intérpretes los mozárabes, los mudéjares y los judíos. Es imposible mutilar parte alguna de este conjunto sin que se venga abajo el edificio de la historia científica de la Edad Media en España y fuera de España”.
Nacieron entre ellos genios y mentalidades excelsas, y nos legaron los hispano-árabes las maravillas de su arte monumental. La espléndida civilización oriental, desarrollada en nuestro suelo, fue producto exclusivo del mismo, que, como ya había hecho con los godos, los captó, afinó y, finalmente, dio luces a su natural inteligencia. El arte musulmán de Córdoba, de Granada... fue debido a una cultura hispana que, desde la clásica antigüedad había florecido, especialmente en el sur peninsular, con vivos resplandores.
Cuando, siglos después, el mundo Occidental despierta y Europa renace, el Islam se recoge a soñar en su cueva mágica. Retirándose de la Historia vuelve al desierto, a su nada originaria.
Los árabes no conocieron el Renacimiento; Europa no lo hubiese tenido sin ellos. Quizá su misión consistió en eso; y así, una vez cumplida, volvieron al desierto.
Cuando les faltó nuestra tierra y, rechazados e insumisos, volvieron a su lejana procedencia –a pesar de los siglos de contacto y permanencia en España- sus luces se apagaron; su espíritu se debilitó y se sumieron en la más completa oscuridad.
La unidad española sufrió honda crisis, debido a la invasión árabe.
Consideremos esa unidad hispana solo en lo que a ellos se refiere:
Al principio, España -Al-Andalus, como ellos la designan- constituye una provincia sujeta al califa de Bagdad -y después de Damasco-, y dependiente de su representante en África.
Abderramán I quebranta esa dependencia, que cuajará con Abderramán III en el siglo X, el cual ya se titula califa, desligándose por completo de Oriente y constituyendo como unidad el de Occidente, poderoso y autóctono.
En el periodo de Hixem II (965-1013), muestra el imperio el germen de la decadencia, y aunque unidos bajo un mismo cetro y ocupando una misma comarca, el pueblo está constituido de la manera más heterogénea, formando una agregación de pueblos de origen, creencias, idiomas y costumbres diversas.
Destronado Hixem III (1036), el poderoso Estado musulmán se fraccionó en otros pequeños, los reinos de taifas.
El fulgor unitario de almorávides y almohades dura muy escasamente, para romperlo de nuevo las guerras civiles, y desaparecer después ante el empuje de la nueva y verdadera unidad que aportan gentes cristianas.
La comunidad musulmana, ‘Islam’, estaba integrada por creyentes y solo por éstos. En un principio, en Arabia, el territorio del Estado era exclusivamente el ocupado por los creyentes, sin que pudiese penetrar en él ninguno que no fuese musulmán. Luego, al extenderse el Islam a territorios infieles, esta exclusión de elementos extraños se limitó a las ciudades santas, Meca y Medina.
La población visigoda cristiana y judía -“los del libro” (la Biblia)- fue recogida dentro del Estado, por una declaración del soberano o del general, en una situación de ‘protección especial’, como “dimmíes” o mozárabes, y conservaron su religión, su libertad, sus bienes, su organización y su Derecho.
Dentro del estado musulmán hubo también territorios autónomos: unos, los visigodos, articulados en el Estado; otros, aquellos que, por anhelos de independencia, intentaban desligarse de él. En este punto se aspiró a mantener a toda costa la unidad teórica del Islam. Para ello, y a fin de evitar daños mayores, se acudió a la ficción jurídica de suponer que los territorios que por la fuerza se habían hecho independientes habían recibido del soberano una delegación del pleno poder, y a cambio de ello reconocían la unidad del Islam, representada en la sumisión teórica al califa.
El gobierno de esa unidad islámica era teocrático; su único rey (malik) era Allah, y su enviado Mahoma, y los “sucesores” o “representantes” de éste eran los califas. Al fundarse el “principado” emirato español se dio un gobierno monárquico de un príncipe (emir) o de un Hayib, si se quería conservar la ficción de la superioridad teórica de Córdoba. Los taifas que habían adoptado el régimen republicano lo sustituyeron pronto por uno monárquico, y los reyezuelos taifas plagiaron servil y descaradamente los pomposos títulos de los califas árabes.
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La gente árabe trae también una cualidad muy propia de ella a la Historia de España: el carácter individualista musulmán dio pronto sus frutos, y de ahí nacen las convulsiones, guerras y atentados entre ellos -al modo de las revueltas de los clanes visigodos- contra la unidad de la Patria.
La concreción de este periodo está representada en “el guerrero”, “el poeta”, “el filósofo” y “el sabio”.
El Guerrero.
Suele poseer éste los tres aspectos que inmortalizan a los hombres públicos: el político, el militar y el diplomático. Es joven, audaz y enérgico; organiza y disciplina a sus súbditos, inculcándoles una moral de victoria, arrancándoles del clima de la paz de las palmeras o naranjos, o de esa poesía, filosofía y ciencia que florecen en Córdoba –la Atenas andaluza-. El “guerrero” ataja codicias, desbarata intrigas, capta voluntades, aquieta rivalidades y somete anarquías. Es un Almanzor.
Mas junto a él conviven, dando tono al momento, los hombres apartados de la vida activa.
El “hombre culto”, vicioso de lecturas y creador de ideas, representa también este periodo español, y dentro de él, y con creces, el “poeta”, el “filósofo” y el “sabio”, conocedor de las ciencias físicas y naturales.
El Poeta.
El poeta se distingue por la dicción rica y sonora y por el brillo y atrevimiento de las imágenes. Según F. von Schack (1815-1894) (“Poesía y arte de los árabes en España”):
“En vez de prestar expresión a los pensamientos y de dejar hablar al corazón, nos agobian a menudo con un diluvio de palabras pomposas y de imágenes esplendentes.
Como si no les bastase conmovernos, propenden a cegarnos, y sus versos se asemejan por su abigarrado colorido y movimiento deslumbrador de las metáforas a un fuego de artificio que luce y se desvanece en las tinieblas, que hechiza momentáneamente los ojos con sus primores, pero que no deja en pos de sí una impresión duradera. El empeño de sobrepujar a otros rivales populares y famosos ha echado a perder de esta suerte muchas de sus composiciones. Y, por el contrario, el éxito de sus composiciones para con nosotros es tanto mayor cuanto menos ellos lo buscan, olvidados de su ambición, y realizando la poderosa inspiración de un instante dado que expresen un sentimiento verdadero en no estudiadas frases.
Los asuntos sobre los cuales escriben son de varias clases. Cantan las alegrías del amor bien correspondido y el dolor del amor desgraciado; pintan con los más suaves colores la felicidad de una tierna cita y lamentan con acento apasionado el pesar de una separación. La bella naturaleza de Andalucía les mueve a ensalzar sus bosques, ríos y fértiles campos, o les induce a la contemplación del tramontar resplandeciente del sol o de las claras noches ricas de estrellas.
Entonces acude de nuevo a su memoria el país nativo de su raza, donde sus antepasados vagaban sobre llanuras de candente arena. Expresiones de un extraño fanatismo salen a veces de sus labios como el ardiente huracán del desierto, y otras de sus poesías religiosas exhalan blanda piedad y están llenas de aspiraciones hacia lo infinito.
Ora convocan a la guerra santa con fervorosas palabras, a los reyes y a los pueblos; ora aclaman al vencedor, ora cantan el himno fúnebre de los que han muerto en la batalla; o se lamentan de las ciudades conquistadas por el enemigo, de las mezquitas transformadas en iglesias y de la suerte infeliz de los prisioneros que en balde suspiran por las floridas riberas del Genil desde la ruda tierra de los cristianos.
Elogian la magnanimidad y el poder de los príncipes, la gala de sus palacios y la belleza de sus jardines; y van con ellos a la guerra y describen el relampaguear de los aceros, las lanzas bañadas en sangre y los corceles rápidos como el viento.
Los vasos llenos de vino que circulan en los convites, y en los paseos nocturnos por el agua a la luz de las antorchas, son también celebrados en sus canciones. En ellas describen la variedad de las estaciones del año, las fuentes sonoras, las ramas de los árboles que se doblegan al impulso del viento; las gotas de rocío en las flores; los rayos de la luna que rielan sobre las ondas del mar; el cielo, las Pléyades, las rosas, los narcisos, el azahar y la flor del granado.
Tienen también epigramas en elogio de todos aquellos objetos que con un lujo refinado ornaban la mansión de los magnates, como estatuas de bronce o de ámbar, vasos magníficos, fuentes y baños de mármol y leones que vierten agua.
Sus poesías morales o filosóficas discurren sobre lo fugitivo de la existencia terrenal y lo voluble de la fortuna, sobre el destino a que hombre ninguno puede sustraerse, y sobre la vanidad de los bienes de este mundo, el valor real de la virtud y de la ciencia.
Con predilección procuran que duren en sus versos momentos agradables de la vida, describiendo una cita nocturna, un rato alegre pasado en compañía de lindas cantadoras, una muchacha que coge fruta de un árbol, un joven copero que escancia el vino, y otras cosas de ese orden.
Las diversas ciudades y comarcas de España, con sus mezquitas, puentes, acueductos, quintas y demás edificios suntuosos son encomiados por ellos.
Por último, la mayor parte de estas poesías están enlazadas con la vida del autor; nacen de la emoción del momento; son en suma, improvisaciones, de acuerdo con la más antigua forma de la poesía semítica.”
Los hombres que la practicaban son innumerables, pero desde Abderramán I, en el emirato, pasando por Abenabderrabihi (Ibn Abd Rabi Hi), El Ramadí, Abenhazan de Córdoba en el califato; Abuishac de Elvira, Almotasin, Almotamid y Abenamar y Abenjafacha de Alcira en los taifas; Abulbeca en los almohades..., éstos y más que les siguieron sienten la belleza y la expresan con reciedumbre y raíz de España.
El Filósofo.
El “filósofo” tiene una fisonomía propia, tras haber representado el trasunto fiel de la cultura islámica oriental, sin nexo alguno con las tradiciones indígenas hispanas. La filosofía entra no a cara descubierta, sino en compañía de las ciencias aplicadas, y desde los primeros tiempos viven austeros ascetas españoles que practicaban la mortificación corporal y la pobreza voluntaria, que leían el Korán en vez de dormir, que ayunaban rigurosamente, que se medicinaban en sus enfermedades, que conservaban perpetua virginidad; que repartían su riqueza a los pobres o la empleaban en redimir cautivos; que se dedicaban a la vida contemplativa en la soledad o defendían las fronteras contra los cristianos.
Este ascetismo, que en los comienzos era personal, se hace después comunicativo; catequizan, enseñan y predican, tienen discípulos y se empieza a ver la vida cenobítica, en cuyos lugares se mezclaban el estudio de la filosofía con el de la religión.
Abenmasarra y su escuela (siglo X); Avempace de Zaragoza (siglo XI), el granadino Abentofail (siglo XII), el cordobés Averroes (siglo XII) y sus discípulos representan a los filósofos.
El misticismo tiene sus figuras principales en los murcianos Abenarrabi (Ibn Arabi) y Abensabin –ambos en el siglo XIII-.
El Sabio
El sabio, amante de las ciencias, habla en el siglo XI por boca de Maslama de Madrid -“el Euclides español”- o del toledano Azarquiel, si son las matemáticas las que están en juego; o es Abencholchol, o Abulcasim el Zahragüi, Abenalbeitar y Abuzacaría Benalaguam si se trata de Medicina y Botánica.
Y si es la Historia; desde el narrador de leyendas como Abenhábib y Arrazi, hasta el que refleja la tradición nacional, como el autor del ‘Ajbar Machmúa’, la influencia oriental se ve matizada por el aire español que las ventea.
Y si son los pensadores hispano-judíos, Maimónides trata en su ‘Guía de descarriados’ –suma teológico-filosófica del judaísmo-, donde trata de conciliar la razón y la fe, menester altísimo que ya habían intentado Abenhazám y Averroes, y lo será después por Santo Tomás de Aquino.
También en la música España les dará un puesto glorioso. Aunque los preceptos del Korán prohíben el vino y la música, los árabes transportaron a España el aire vocal e instrumental de Damasco. Traen varios instrumentos, el laúd entre ellos, al que Ziryab, el más famoso de los músicos de la corte de Abderramán II, añade la quinta cuerda. Pero la palma de la música teórica se la lleva Al-Farabi, con su ‘Kitab-al-musiqi al-Kabir’, la más grande obra de música escrita hasta aquellos días.
Y, finalmente, en el arte, los tres principales monumentos de esta época, la Mezquita o ‘Aljama’ de Córdoba, la Giralda de Sevilla y la Alhambra de Granada nos enseñan la trayectoria del proceso de la vida política. Córdoba es la fuerte unidad califal que representa el periodo de formación; la Giralda personifica el de transición y la Alhambra la decadencia.
En la primera, los materiales romanos y visigodos entraron a formar parte de su edificación, como una continuidad de lo anteriormente vivido, ‘planta única y española que no pudo brotar más que aquí’. Simboliza la fuerte unidad del califato, los monumentos en que aparecen unidos y disciplinados por las recias manos de los Abderramanes y Almanzores.
Las construcciones de Sevilla y Granada corresponden a los estados de relativa contención y de franca descomposición que anuncia ya la decadencia, motivada por el refinamiento, el intelectualismo y voluptuosidad.
El arte sirvió para dar una nota tolerante a este periodo: obreros cristianos trabajaron al amparo de las mezquitas árabes, y los reinos cristianos admitieron a los alarifes moriscos, como prueba de la condición respetuosa del carácter español.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
ALABANZAS DE ESPAÑA:
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ALABANZA DE AL-ANDALUS (por Al-Saqundi -siglo XIII-)
“Loado sea Dios, que dispuso que quien hable con orgullo de la península de al-Andalus pueda hacerlo a plena boca, infatuándose cuanto quiera, sin encontrar quien le contradiga, ni le estorbe en su propósito. Porque al día no se le llama oscuro, ni a la cara bonita se le puede llamar fea.
Cuando paró de hablar Al-Saqundi, se escuchó la voz del gobernador de Ceuta, el emir Abu Yahya ibn Zakariya ben Al-Mumin que dijo:
Ancho campo encontraste para hablar, si tienes lengua que hable, habla.
Y la voz orgullosa del poeta dijo al hablar de España:
-Yo alabo a Dios porque me hizo nacer en al-Andalus y me concedió la gracia de ser uno de sus hijos. Mi brazo puede alzarse con orgullo y la nobleza de mi condición me impulsa a hacer acciones meritorias. Y ruego por nuestro señor Mahoma, su excelso profeta, y por sus inmaculados familiares y compañeros y les envío mi saludo.
Tras esta impresionante introducción, empezó con el ataque directo a los que ponían sus ciudades por encima de las de las de España, con un ataque frontal al escritor y poeta tangerino Al-Tany, diciendo:
-Y después de esto digo: Alguien que discutía la superioridad de al-Andalus, me ha movido cuando estaba quieto y me ha llenado estando vacío, obligándome a salir con repugnancia de mis casillas para contradecir y refutar su opinión.
Y mirando directamente al tangerino añadió:
- Pretendía éste tal romper la opinión unánime de las gentes y venirnos con algo que no aceptan ojos ni oídos, pues todo el que ve y oye no puede pasar por semejante cosa ni dejarse arrastrar por quien vagabundea en esos andurriales.
- Querer como él quiere, ensalzar a Berbería sobre al-Andalus es querer ensalzar la
izquierda sobre la derecha y decir que la noche es más clara que el día. ¿Cosa
asombrosa! ¿Cómo puede comparar las puntas de las lanzas con los regatones y taladrar la roca con el vidrio? Tú que soplas donde no hay brasas e intentas cazar halcones con gavilanes, dime: ¿Cómo podrás multiplicar lo que Dios ha hecho escaso y ennoblecer lo que Dios dispuso que fuese ruin? ¿Qué intolerable mentira es esta? ¿Cómo puede comparecer un vejestorio delante de una muchacha? Vuelve los ojos al rostro que reverencias y presta oídos a la voz que respetas:
¡Gran diferencia hay entre la generosidad de los dos Yazides: Yazid Sulaym y al-Agarr ibn Hatim!
- No pierdas la vergüenza, ¡oh, tú que intentas gorjear con sollozos, peinarte sin pelo y enamorar a las mujeres honestas con canas teñidas! ¿Dónde ha ido a parar tu juicio? ¿Qué se ha hecho de tu talento y de tu lucidez? ¿Se ha apoderado el prejuicio patriótico de tu corazón, hasta el punto de cegar las luces de tus ojos y de tu entendimiento?
Dices tú: “Nuestros son los reyes”. Pero también hubo reyes nuestros; que en nosotros se cumple el dicho del poeta:
La fortuna está un día en contra nuestra y otro día en nuestro favor; un día estamos afligidos y al otro día estamos alegres.
Si con el califato de los Banu Abd al-Mu’min (¡que Dios prolongue!), tenéis ahora en vuestras manos el trono de todos los países del Magrib, antes lo tuvimos nosotros con el califato de los Qurasies, de quienes dijo uno de ellos, perteneciente a la rama oriental de la familia:
Yo pertenezco a un linaje de gentes nobles y poderosas. Las cimas de los púlpitos se moldean para que las huellen.
Califas en el Islam, caudillos contra los infieles. En ellos está y a ellos ha de atribuirse la gloria de todas las hazañas;
y de quienes dijo otro de ellos, perteneciente a la rama occidental:
¿Acaso no somos nosotros los Banu-Marwan, aunque cambie nuestro estado y a pesar de las vicisitudes de la suerte?
Cuando uno de nosotros nace, la tierra se estremece de júbilo y vibran en su honor los púlpitos.
En su tiempo florecieron tantos hombres ilustres y poetas, cuantos se han hecho célebres en todos los horizontes, cuya fama es más perdurable sobre las páginas de los días, que los collares en los cuellos de las palomas,
y avanza con el paso del sol por todos los países y transita con el soplo del viento por la tierra y el mar.
Sus reyes no cesaron de sucederse, conforme se dijo:
El califato no cesó de sucederse entre vosotros, como las margaritas se enfilan en el collar.
hasta que Dios decretó que se rompiera el hilo de sus perlas y se extinguiera su imperio. Entonces desaparecieron, ellos y sus historias, y se borraron, ellos y sus huellas:
Ornamento de esta tierra fueron en vida; después de la muerte son ornamento de los libros y de la Historia.
¡Cuántos beneficios dispensaron y cuántas faltas perdonaron!
Puesto que el hombre no es más que la historia que tras él queda, sé tú una bella historia para quien ha de compilarlas.
Uno de los florones de su imperio fue al-Mansur ibn Abi Amir. ¡Qué prodigio el de este hombre, que en sus incursiones por tierras de cristianos llegó hasta el Mar Verde, que no dejó en ellas ningún cautivo musulmán y que, mientras vivió, reunió siempre el ejército de Heraclio y el valor de Alejandro! Cuando murió se escribió sobre su sepulcro:
Las huellas que dejó hacen inútil que se le describa; por ellas creerás estarle viendo con tus propios ojos.
¡Por Dios! Jamás producirán los tiempos otro como él, y nadie que no sea él defenderá las fronteras.
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Cuando, después de fragmentado este imperio, se alzaron los reyes de taifas y se dividieron el territorio, los más ilustres súbditos estuvieron unánimes en reputar favorable tal división, pues ellos animaron el mercado de las ciencias y rivalizaron en recompensar a poetas y prosistas.
No había para ellos vanagloria mayor que el que se dijese: “El sabio Fulano vive en la corte del rey Zutano”, o “el poeta Tal está al servicio del rey Cual”. No hubo entre ellos ninguno que no gastara su riqueza en prodigalidades y de quien las alabanzas no despertaran memorias que ya no volverán a dormir a lo largo del tiempo.
Ya habrás oído hablar de los reyes eslavos amiries, Muyahid, Mundir y Jayran y habrás oído hablar también de los reyes árabes Banu Abbad, Banu Sumadih, Banu al-Aftas, Banu di-l-Nun y Banu Hud. En honor de cada uno de ellos se han eternizado tantas alabanzas que si se alabase a la noche sería más clara que la aurora.
Los poetas no cesaron de balancearse entre ellos como se balancean los céfiros en los jardines y de entrar a saco en sus tesoros con la vehemencia del ataque de al-Barrad, hasta el punto de que uno de sus poetas, al ver que los reyes rivalizaban en atraerse sus alabanzas, llegó a jurar que no alabaría a ninguno de ellos en una qasida por menos de cien dinares; el propio al-Mutadib ibn Abbad quiso obligarle a que le alabase en una qasida, y él, a pesar de la célebre impetuosidad del rey y de su severidad extremada, se negó a ello, hasta que le diese lo que había estipulado en su juramento.
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Y aunque todos los reyes de al-Andalus, conocidos por el nombre de reyes de taifas, rivalizaron en afanes culturales, quiero hacer mención especial de los Banu Abbad, pues, como dijo Dios (¡ensalzado sea!), “en ellos hay frutos, palmeras y granados”.
Todos los días eran para ellos como fiestas y tuvieron una inclinación a las letras que no alcanzaron los Banu Hamdan de Alepo. Ellos, sus hijos y sus ministros fueron los primeros, tanto en el dominio de la prosa como en el del verso, y reunieron en sí todas las ramas del saber. Notorias son sus huellas y célebres sus noticias.
Eternizaron tantas y tan perfectas bellas acciones cuantas andan en lenguas de las nobles gentes y del vulgo.
Y, por Dios, dime tú ahora de quién os gloriáis, antes de esta predicación del Mahdi. ¿Es de Saqut el Hayib, o de Salih al-Bargawati, o de Yusuf ibn Tasfin?
..................
Y si te atreves a rivalizar con nosotros en cuanto a sabios, dime: ¿Es que tenéis en la ciencia del Derecho alguien que pueda compararse a Abd al-Malik ibn Habib, conforme a cuyas opiniones se procede hasta el día de hoy, o a Abu-l-Walid al-Bayi, o a Abu Bakr ibn al-Arabi, o a Abu-l-Walid ibn Rusd el viejo, o a Abu-l-Walid ibn Rusd el joven, estrellas del Islam y antorchas de la ley de Mahoma, a quien Dios bendiga y salve?
¿Tenéis en las ciencias alcoránicas alguien que pueda compararse a Abu Muhammad ibn Hazm, que llevó una vida de austeridad en medio del gobierno y de la riqueza, a todo lo cual renunció para dedicarse a la ciencia que, en su opinión, estaba por encima de todas las categorías?
Él fue quien dijo, cuando mandaron quemar sus libros:
Dejaos de quemar pergaminos y vitelas y hablad de cosas de ciencia, para que vea la gente quién es el que sabe.
Aunque queméis el papel, no quemaréis lo que el papel encierra; antes bien, quedará guardado en mi pecho.
¿O a Abu Umar ibn Abd al-Barr, autor del Istidkar y del Tamhid? ¿O a Abu Bakr ibn al-Yadd, el mejor hafiz de al-Andalus en esta época?
¿Tenéis un lexicógrafo como Ibn Sida, autor del Kitab al-muhkam y del Kitab al-sama, sabio a quien, si Dios le cegó la vista, no le cegó ciertamente la inteligencia?
¿Tenéis en gramática alguien que pueda compararse a Abu Muhammad ibn al-Sid, y libros como los suyos? ¿O a Ibn al-Tarawa, o a Abu Ali al-Salawbini, que vive ahora entre nosotros y cuya fama ha recorrido el Oriente y el Occidente?
¿Tenéis en Música y Filosofía alguien comparable a Ibn Bayya?
¿Tenéis en Astronomía, Filosofía y Geometría un rey como al-Muqtadir ibn Hud, señor de Zaragoza, que fue un prodigio de estas materias?
¿Tenéis en Medicina alguien comparable a Ibn Tufayl, autor de la Risalat Hayy ibn Yaqzan, tan sobresaliente en la ciencia filosófica, o a los Banu Zuhr –Abu-l-Ala, su hijo Abd al-Malik y el hijo de éste, Abu Bakr- tres perlas puestas en fila?
¿Tenéis en la ciencia histórica un Ibn Hayyan, autor del Matin y del Muqtabis?
¿Tenéis grandes eruditos como Abu Umar ibn Abd Rabbihi, autor del Iqd?
¿Tenéis quien se haya cuidado de eternizar la memoria de los hombres ilustres de su país y preocupado de reunir sus bellas obras, como Ibn Bassam, el autor de la Dajira? Claro es que, aun dando por bueno que lo hubieseis tenido, ¿de qué sirve la bolsa en la casa vacía?
¿Tenéis en la prosa retórica alguien comparable a al-Fath ibn Ubayd Allah, el que cuando alabó a alguno lo ensalzó y cuando le censuró lo desacreditó, para evidenciar lo cual son el mejor testigo las páginas de su Kitab al-Qala’id; o a Ibn Abi-l-Jisal en su epistolario, o a Abu-l-Hassam Sahl ibn Malik, aun vivo entre nosotros, en sus sermones?
¿Tenéis en poesía un rey como al-Mutamid ibn Abbad, cuando dice:
Junto a un recodo del río pasé la noche en la deliciosa compañía de una doncella, cuyos brazaletes semejaban las curvas de la corriente.
Al quitarse el manto descubría su talle, floreciente rama de sauce. ¡Qué bello abrirse del capullo para mostrar la flor!
.....................
¿O como su hijo al-Radi, cuando dice:
Al caer la tarde, sin previa cita, pasaron junto a mí, encendiendo el fuego de mi corazón, y ¡de qué modo!
No es de extrañar que se acreciese mi deseo con su paso; la vista del agua exacerba el ansia del sediento.
¿Tenéis un rey que haya compuesto sobre las diferentes ramas de la literatura una obra en cerca de cien volúmenes, como la que compuso al-Muzaffar ibn al-Aftas, rey de Badajoz, a quien no apartaron las guerras ni los cuidados del reino de la afición literaria?
¿Tenéis entre los visires alguno comparable a Ibn Ammar en su qasida tan divulgada, más extendida que un refrán y más placentera de oír que el encuentro del amante que llega?:
¿Has hecho fructificar tu lanza con las cabezas de los reyes enemigos, porque viste que la rama place cuando está en fruto,
y has teñido tu cota con la sangre de sus héroes, porque viste que la bella se engalana de rojo?...
¿O como Ibn Zaydun en su qasida, que a pesar de su longitud es lo más sutil que se ha dicho en el género nasib? Es aquella en que dice:
Diríase que no hemos pasado juntos la noche, sin más tercero que nuestra propia unión, mientras nuestra buena estrella hacía bajar los ojos de nuestros censores:
Éramos dos secretos en el corazón de las tinieblas, hasta que la lengua de la aurora estaba a punto de denunciarnos.
¿Tenéis entre los poetas alguno comparable con Ibn Wahbun, cuando improvisó ante al-Mutamid ibn Abbad, logrando certeramente su intención? Alababa al-Mutamid el verso de al-Mutanabi:
Cuando los camellos obtuvieron una mirada tuya, los extenuados y los débiles se sintieron reconfortados,
y él improvisó:
Si es elocuente el verso de Ibn al-Husayn, es solamente porque las dádivas producen cosas excelentes y porque los regalos abren las campanillas de las gargantas.
De orgullo por su poesía se creyó profeta; pero si hubiera sabido que tú habías de recitar sus versos se hubiera creído un dios.
¿Tenéis alguien comparable al poeta de al-Andalus Ibn Darray, de quien dijo al-Ta alibi que era en las comarcas de al-Andalus lo que al-Mutanabbi en las de Siria?
¿Es por acaso uno de vuestros poetas el que intentó describir la castidad e inventó aquello con lo que el propio encanto fascina y con lo que huele la flor? Es Abu Umar ibn Fray en su dicho:
Aunque estaba pronta a entregarse, me abstuve de ella y no obedecí la tentación que me ofrecía Satán.
Apareció sin velo en la noche y las tinieblas nocturnas (iluminadas por su rostro) también levantaron aquella vez sus velos.
No había mirada suya en la que no hubiera incentivos que evolucionaban los corazones.
Mas di fuerza al precepto divino que condena la lujuria sobre las arrancadas caprichosas del corcel de mi pasión, para que mi pasión, para que mi instinto no se rebelase contra la castidad.
Y así pasé con ella la noche, como el pequeño camello sediento, a quien el bozal impide mamar.
Tal un vergel, donde para uno como yo no hay otro provecho que el ver y el oler.
Que no soy yo como las bestias abandonadas, que toman los jardines como pasto.
¿Acaso llegó algún metaforista entre vuestros poetas a decir algo parecido a lo que dijo Abu Ya far al-Lama:
En medio del ala negra de la noche avanzó una nube, balanceándose graciosamente, como se balancea el que tiene una herida en un pie.
El céfiro dispersó las perlas de su collar, y ella, para buscarlas, encendió las lámparas (del relámpago)?
¿O a lo que dijo Abu Hafs ibn Burd:
La noche, al esconderse fugitiva, cuando brilla la aurora, parece
un negro velo quemado por alguien que quiere encender una lámpara?
¿Es por acaso uno de vosotros el que describió el tinte rojo que produce el vino en la mejilla con palabras como éstas, de al-Sarif al-Taliq:
Salía el sol (del vino) y era su boca el poniente, y el oriente, la mano del copero que, al escanciar, pronunciaba fórmulas corteses.
Y al ponerse en el delicioso ocaso de sus labios dejaba el crepúsculo en su mejilla?
¡Con versos como éste queda en libertad la lengua (para decir alabanzas) y se enorgullece cualquiera!
¿Es acaso de los vuestros el que se dirigió al dicho de Imnu-l-Qays:
Me elevé hacia ella, cuando se hubo dormido su gente, con la elevación de las burbujas de agua, una tras otra,
y lo arrebató como arrebata el céfiro el aliento de las flores, y lo robó con la delicadeza con que la boca del sol roba la saliva del rocío de las auroras, y lo sutilizó de tal manera que se adentra en las almas, produciendo tal alegría que dispensa de beber vino?
....................
¿Es uno de los vuestros aquel que estaba atado por los beneficios, pero cuya lengua desató la ingratitud? Es Ibn al-Labbana, el que dijo:
¡Por vida mía y por mi gente! Son unos protectores a quienes jamás pedí ayuda contra la fortuna sin que volviese ayudado.
Después de guarnecer de pluma mis alas, las mojaron de generoso rocío; por eso no puedo volar de su tierra.
¿O el otro que, habiéndole retirado aquel a quien alababa el beneficio a que le tenía acostumbrado y habiendo correspondido él a eso interrumpiendo sus loas, como llegase a su noticia que el alabado le censuraba por esta causa, dijo lo que vas a oír? Es Ibn Waddah, y sus versos los siguientes:
¿Era yo otra cosa que un pájaro dedicado a alabaros, que se alzaba y moraba en el boscaje de vuestra gloria?
Pero si me habéis arrancado el plumaje que me disteis y habéis retirado de mí vuestra sombra, ¿cómo voy ya a cantar?
¿Es acaso uno de los vuestros el poeta que, viendo que la gente se quejaba a gritos del fastidio de oír comparar la boca con la margarita, las flores con las estrellas y las mejillas con las anémonas, se presentó amablemente a transformar esas metáforas de un modo que hace nueva su forma en los oídos y hace penetrante su enmohecido filo en las inteligencias, llegando al más bello extremo de las cosas peregrinas y haciendo con su espléndida imaginación que fuese incapaz de entenderlo el beduino más hábil en lanzar flechas? Es Ibn al-Zaqqaq, cuando dice:
Un airoso mancebo giraba en nuestro torno llenando las copas y reavivándolas a la hora en que el sol ya se había levantado y había ya brillado la aurora.
El jardín nos había ofrendados sus anémonas y daba su perfume el mirto, oscuro como el ámbar.
‘¿Dónde está la margarita?’, dijimos, y alguien nos contestó: ‘La he dejado en la boca de quien nos sirve los vasos.’
Y el copero insistía en negarlo, pero cuando sonrió se descubrió el secreto.
.......................
¿Es acaso de los vuestros el que sobresalió en las descripciones de jardines, arroyos y cuanto se relaciona con esto, y llegó a la bandera de la meta, afrentando a todo el que tras él intentó alcanzarla? Es Ibn Jafaya, el que dice:
La embriaguez nos acostó una tarde de placer: en ella fue blando y dulce mi lecho.
El araka se desvistió de su sombra para vestírmela; la rama se bajaba a escuchar lo que decía la paloma;
el sol se inclinaba pálido hacia el ocaso; el trueno musitaba sus ensalmos y la nube escupía (como una hechicera)...
.........................
¿Acaso es uno de los vuestros el que, al salir de mañana a un jardín, con su amado y con una copa, y encontrar los encantos del jardín cubiertos por la niebla, temió, al ver eso, que se retrasase en llegar un convidado suyo, y le dijo, invitándole, lo que sigue? Es Abu-Hassan ibn Rassam, en sus versos:
¡Ea, apresúrate! No hay otra cosa que la convenida: la copa y la luna llena (el amado).
No seas perezoso porque veas que la niebla cubre al jardín y al vino.
Lo que sucede es que el jardín está velado hasta que tú vengas a él, y entonces dejará caer su velo.
...............................
¿Acaso es uno de vosotros el que dijo sobre temas ascéticos palabras semejantes a las de Abu-Wahb al-Abbasi al-Qurtubi? Helas aquí:
En este estado en que me ves, si atentamente lo consideras, soy el más feliz de los hombres.
Mi morada es el sitio que quiero en toda la superficie de la tierra. bebo la más clara de las aguas.
No poseo vestidos que tema despierten envidia ni me verás ningún dinero.
Como almohada pongo mi brazo derecho y, cuando me vuelvo, el izquierdo.
No tengo padre ni hijo y, desde que tengo uso de razón, no formé familia.
Algunas cosas me eran placenteras en tiempos, mas reflexioné y vi que eran fantasmas.
..............................
¿Acaso surgió entre vosotros una mujer como Wallada al-Marwaniyya? Ella fue la que dijo en chanza al visir Ibn Zaydun, que tenía un esclavo llamado Alí:
¿Qué le pasa a Ibn Zaydun que, a pesar de su generosidad, habla mal de mí sin motivo, puesto que soy inocente,
y me mira de reojo, si me acerco a él, como si no fuese más que a castrar a Alí?
¿O como Zaynab, hija de Ziyad, el literato, al-Wadi Asiyya, la que dice:
Cuando los calumniadores rehusaban todo lo que no fuera separarnos, sin que tú ni yo pudiéramos tomar venganza de ellos;
cuando lanzaron sobre nuestra buena fama el tropel de sus dicterios, y disminuyeron con ello nuestros protectores y auxiliares,
los combatí desde los reductos de tus ojos, de mis lágrimas y de mi alma, respectivamente, con espadas, con torrente y con fuego?
........................
La discusión entre ambos duró varias horas, y dio lugar a una de las descripciones más hermosas de España. En dicha discusión, el poeta cordobés fue enumerando una por una las ciudades más importantes mientras la asamblea permanecía callada; maravillada de tantos conocimientos.
Cuando Al-Saqundi hizo la descripción de Málaga y habló de su vino, el gobernador
reprimió el aplauso de los presentes. Vinieron luego las descripciones de Córdoba y
Granada, diciendo de esta última que una de sus bellezas era por ser la ciudad que había dado más poetisas. Después, cuando hablaba de Sevilla, el soberano estalló en una carcajada coreada por todos al contar el poeta la historia de aquel borrachín que estaba muriéndose, y cuando fueron a decirle que pidiera perdón a Dios por sus pecados, porque no podría ir al paraíso, él, elevando los ojos al cielo dijo: ¿Oh, Señor! De todo lo que hay en el paraíso no te pido más que vino de Málaga y pasas de Sevilla.
Luego el poeta cordobés hizo la descripción de Valencia y su Ruzafa, de Almería y de otras ciudades españolas, y al terminar de recitar añadió una frase de tipo profético que decía: «No hay que desear jamás ayuda, más que de aquel que tiene la espada por amigo intimo».”
AL SAQUNDI ( -1231); “Risala” (“Elogio de Al-Andalus”)
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HOMBRES
NECESIDAD DE LA REVELACIÓN:
121
“Consta ya que fue Dios quien dio origen al mundo, el cual no existió hasta que fue por Él creado. Ahora bien: sabemos con certeza que jamás podrían ser adquiridas las ciencias y las artes por el hombre, guiado sólo por sus fuerzas naturales sin el auxilio de la enseñanza. Así, la medicina, el conocimiento de los temperamentos fisiológicos y de las enfermedades y sus causas, con toda su múltiple variedad, y la invención del adecuado tratamiento y curación de cada una de ellas mediante las drogas o medicamentos, cuya experimentación total no hay medio de llevarla a su meta; porque ¿cómo cabe que un mismo hombre ensaye cada medicamento en cada enfermedad, si esto no se concibe, ni puede hacerse sino a través de decenas de miles de años y examinando personalmente a todos los enfermos del mundo? Ahora bien, tal estudio habría de verse interrumpido antes de acabarlo, no sólo por la muerte, sino por las ocupaciones imprescindibles para la subsistencia, por las vicisitudes de la fortuna, por otros obstáculos.
Así también la Astronomía, el conocimiento de las revoluciones de los astros, de sus movimientos de traslación y de su retorno a sus esferas, es tarea que no puede llevarse a cabo sino a través de decenas de miles de años y que, por tanto, habrá de ser interrumpida por los mencionados obstáculos antes de terminarla.
Igualmente la lengua, sin la cual no puede concebirse la educación, ni la subsistencia de la vida individual, ni las relaciones sociales, es imposible que haya sido inventada por común acuerdo de los hombres, si no es mediante otra lengua; luego es evidente que ha sido necesario un primer principio de una lengua cualquiera.
Y dígase lo propio de las artes o instrumentos de la siembra, recolección, trilla y molienda de los granos, amasado y cocido del pan, ordeño de la leche, pastoreo y cría de los rebaños, plantación de los árboles, extracción de las esencias vegetales, majado del lino, cáñamo y algodón, su hilado y tejido, corte y cosido de las telas, los instrumentos para todo ello, las herramientas para la agricultura, los molinos, las naves, su dirección para navegar a través de los mares, los aparatos hidráulicos, la apertura de los pozos, la cría de las abejas y del gusano de seda, la extracción de los metales, su aprovechamiento, con el de las maderas y la alfarería para las obras de construcción.
Todo ello es imposible haya sido inventado sin enseñanza. Luego forzosamente debemos afirmar que debió existir por necesidad un hombre o más, a quienes Dios enseñase en principio todo esto, sin intervención de maestro humano, sino mediante inspiración directa, de la cual estuviesen bien seguros los que la recibiesen. Ahora bien: ésta es la definición de la revelación profética; luego es necesaria la existencia de uno o varios profetas.
ABENHÁZAM (994-1064), ‘El Fisal’, I 71-73
EL HOMBRE Y DIOS:
122
“Un prisionero amordazado por sus culpas está en pie a tu puerta, atemorizado por todo lo que Tú sabes.
Tiembla por los pecados, cuya maldad no se te oculta, y al esperar que Tú los juzgues, aguarda y teme.
¿En quién igual a Ti podrá esperar? ¿A quién temer? ¿Qué habrá capaz de oponerse al cumplimiento de tus decretos? No me avergüences, Señor, por la lista de mis acciones, cuando sea conocida el día de la cuenta.
Consuélame en las tinieblas del sepulcro, cuando mis parientes me dejen solo y cuando se alejen mis amigos.
¡Que tu generoso perdón, por mí esperado, cubra benévolo mis culpas porque, si no, pereceré!”
ABENALFARADÍ (962-1013)
CONCEPTO DEL HOMBRE:
123
“Los hombres son como vasos, cuyo fondo es acíbar y cuya boca está cubierta con un poco de miel.
El que gusta el vaso se deja engañar, hasta que aparece y se descubre lo que en el fondo contiene.”
ABENCHOBÁIR (1145-1217)
VALOR MORAL DEL HOMBRE:
124
“Muchas veces un hombre generoso, que no hace más que dar, es más rico que un avaro que no hace más que recibir.
Procurad confiaros más en vuestras propias fuerzas, por pequeñas que sean, que en las de vuestros amigos, por grandes que parezcan; porque el hombre vivo, sostenido por sus propias piernas, que no son más que dos, es más fuerte que el muerto llevado por las piernas de quienes lo conducen al cementerio, aunque sean ocho.”
ABENXARAF (+1116)
CONCEPTO PESIMISTA DEL HOMBRE:
125
“Cuando se hace un beneficio a un hombre vil, no se reconoce sino ingratitud: el hombre noble contesta con acción de gracias.
Asimismo, cuando la lluvia cae sobre una víbora, expele su veneno, mientras que rociando las conchas produce las perlas.
Mis enemigos son para mí generosos bienhechores: ¡quiera el Dios clemente no privarme de ellos! Su celo por buscar mis defectos hace que yo evite éstos; su envidia me ha hecho subir hasta las alturas.
No esperes, ¡oh varón sensato!, nada bueno de nadie, pues el mal es innato y el bien no es más que un accidente; no te imagines que se hace el bien por ti mismo, pues siempre hay en ello una segunda intención mala.”
ABUHAYAN (1256-1344)
ASCETISMO:
126
“¡Oh, tú, que el más oculto sentimiento
sabes del corazón!
¡Oh, tú, que en los trabajos das alientos
y alivio en la aflicción;
a quien se vuelve lleno de esperanza
el corazón contrito;
por quien el pecador tan sólo alcanza
expiar su delito!
Tú, que viertes de gracias un tesoro,
“así sea” al decir;
escúchame, Dios mío, yo te imploro;
mi voz dígnate oír.
Que mi propia humildad por mi interceda,
oh, mi dulce sostén,
eres el solo apoyo que me queda,
eres mi único bien.
En mi abandono en tu bondad confío;
a tu puerta he llamado;
si no me abres, el dolor impío
me hará caer postrado.
Tú, cuyo nombre invoco reverente,
si no das lo que anhela
tu pobre siervo en oración ferviente,
Señor, su afán consuela.
Haz que no desespere en tanta cuita
el débil pecador,
pues tu misericordia es infinita
e inexhausto tu amor.
ABDERRAHMEN EL SOHALÍ (1114-1185), ‘Para implorar a Dios una gracia cualquiera’
127
“Me preguntan si querría poseer una hermosa casa. No, he respondido; una choza es ya bastante para un miserable mortal. Si no hubiese invierno, ni calor abrasador, ni ladrones que me puedan arrebatar mi pan, ni mujeres que es preciso ocultar a las miradas indiscretas, yo me construiría una casa semejante a la de la araña”
ABUISHAC DE ELVIRA
128
“Vedle al que ayer era todavía tan rico. En su loco orgullo se imaginaba que la fortuna jamás le abandonaría; lleno de audacia y de presunción, se envolvía majestuosamente en su manto de púrpura. Los golpes de la suerte acaban de arrebatárselo: ¡vedlo ahora como se pasea cubierto de viejos harapos! No cuentes, pues, con la riqueza, ella deja muy rápida el puesto a la pobreza, porque la fortuna es variable. Lo necesario basta y jamás debe uno tratar de enriquecerse.
ABUISHAC DE ELVIRA
PSICOLOGÍA ÉTICA:
129
“El que hace mal a sus parientes y amigos es más vil que ellos; el que les devuelve el mal que le han hecho es semejante a ellos; el que no lo devuelve es el señor de ellos, mejor y más noble”.
130
“Para el hombre pundonoroso vale más el honor que las riquezas. El hombre pundonoroso ha de defender su cuerpo a costa de sus riquezas; su vida a costa de su cuerpo; su honor a costa de su vida; su religión a costa de su honor, pero a costa de su religión no debe defender cosa alguna”.
ABENHÁZAM (994-1064), ‘Libro de los caracteres y la conducta’
LA ADVERSIDAD:
131
“Yo era émulo de la lluvia bienhechora, señor de la generosidad, protector de los hombres, cuando mi mano derecha prodigaba los dones el día de la distribución de presentes, o arrebataba la vida al enemigo el día de la batalla, y cuando mi mano izquierda sostenía la brida que refrenaba al corcel espantado por el ruido de las lanzas. Pero ahora estoy bajo el poder de la cautividad y de la miseria; parezco un objeto sagrado víctima de la profanación, un pájaro con las alas rotas. No puedo ya responder al llamamiento del oprimido o del pobre. La alegría de mi rostro, a que estaban acostumbrados, se ha vuelto sombría tristeza; los cuidados no me dejan pensar en la alegría; hoy se apartan de mí las miradas, mientras que antes todos me buscaban.”
ALMOTAMID (1040-1095)
IDEA DE LA MUERTE:
132
“La muerte en todo momento extiende su sudario, mientras nos olvidamos de que nos visitará.
No disfrutarás del mundo y sus placeres, ni aunque te adornes con sus más bellos atavíos. ¿Dónde están los amigos y vecinos? ¿Qué hacen? ¿Dónde están todos aquellos que nos ofrecieron tranquilidad?
Dioles a beber el tiempo un vaso con aguas inmundas y han venido a ser rehenes de la tierra húmeda.
ABEN ABI ZAMANIN (935-1007)
133
“Aunque estamos cerca de la parada terrestre, nos hallamos ahora alejados de ella. Habiendo llegado al lugar de la cita, al sepulcro, guardamos silencio para siempre. Aunque éramos antes poderosos, ya no somos más que osamentas; en otro tiempo dábamos festines, hoy somos el festín de los gusanos.
Éramos el sol de la gloria; pero ahora este sol ha desaparecido y todo el horizonte se conduele de nosotros.
¡Cuántas veces la lanza ha derribado al que lleva la espada! ¡Cuántas veces la desgracia ha abatido al hombre feliz!
¡Cuántas veces se ha enterrado en un miserable harapo al hombre cuyas vestiduras llenaban numerosos cofres!
Di a mis amigos: ¡Abenaljatib ha partido! ¡Ya no existe! Y ¿quién es el que no ha de morir?
Di a los que se regocijan de ello: ¡Alegraos, si sois inmortales!
ABENALJATIB (-¿-1374)
134
“La sombra del amante viene por la noche a visitar a quien antes le había amado. Si el amante no esperase esta visita, no dormiría. ¿Os admira que la sombra venga a la hora en que todo está envuelto en tinieblas? ¿No sabéis que ella está iluminada con una luz sobrenatural que disipa las negruras de la noche?
Tú lloras al muerto; ¡déjalo! ¡Él está tranquilo! Llora al que vive; ¡él es más digno de tus lágrimas! El muerto descansa en la tumba; su suerte ya no hay que lamentarla. Pero al que vive, al que todos los días muere a manos de la injusticia, nadie lo consolará.
ABENHAZAN DE CÓRDOBA, ‘El collar de la paloma’ (año 1020).
135
“Párate y considera
esta mansión postrera,
donde todos vendrán a reposar.
Mi rostro cubre el polvo que he pisado;
a muchos de la muerte he libertado
pero yo no me puedo libertar.
AVENZOAR (1113-1199)
136
“Mientras que me arrastraba
del mundo la corriente fugitiva,
... yo jamás me olvidaba
que hacia la muerte caminando iba.
Hoy la muerte no temo,
cuando me siento próximo a morir,
sino del Juez supremo
el fallo inevitable que he de oír.
¿Qué destino me espera?
De mis culpas el número es crecido.
Cuán justo el Señor fuera
castigando a quien tanto le han ofendido.
Pero el alma confía
en su misericordia y su perdón
para gozar del día
venturoso y eterno en su Mansión.
ABUSALT OMEYA BENABISALT (1067-1134)
TIPOS
EL GUERRERO:
137
“Si ahora quieres presumir de nobles caballeros y rivalizar con nosotros en punto a capitanes valerosos, te diré que bien notorio es el recuerdo y bien patentes las huellas de aquellos que vivieron antes de nosotros, en la época de Al-Mansur ibn Amir y en la de los reyes de taifas.
Y entre los héroes contemporáneos, bastante tienes con lo que has oído del emir Abu Abdallah ibn Mardanis, el cual se lanzaba contra las tropas enemigas, hendiéndolas a derecha e izquierda, mientras recitaba:
‘Cargo sobre el escuadrón, sin cuidarme de si mi muerte está en él o fuera de él’.”
AL SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’
UN SEÑOR HISPANO ENTRE ÁRABES:
138
“Cuéntase de él que Abderramen, hijo de Moavia, mandó confiscar los pueblos de su señorío, y que la causa de ello fue este monarca curioseó la estancia de Arrobás cierto día en que iba de expedición, en la cuál éste le acompañaba, y alrededor de la misma vio aquél no pocos regalos o presentes que los feudatarios solían ofrecer a éste en todas las paradas que hacía en los pueblecillos de sus dominios. Esto causóle envidia a Abderramen. Fuéronle, pues, confiscados, y Artobás hubo de irse a vivir con sus sobrinos, hasta que llegó a la miseria.
Dirigióse entonces a Córdoba; fue a visitar al canciller Abenbojt y le dijo: ‘Haz el favor de pedir al emir, cuya vida guarde Dios, licencia para verle, pues he venido a despedirme de él.’ Entró el canciller a pedir a Abderramen el permiso, y éste dispuso que entrara Artobás a su presencia.
Al entrar vio que iba andrajosamente vestido, y le dijo: ‘¡Hola, Artobás! ¿Qué te trae por aquí?’. A lo cual contestó: ‘Tú me traes, tú, que te has interpuesto entre mí y mis posesiones, faltando a los tratados que tus abuelos hicieron conmigo, sin culpa de mi parte que a ello te autorizara’. Abderramen añadió: ‘Pero ¿que es eso que quieres despedirte de mí? ¿Acaso piensas irte a Roma?’. Artobás le contestó: ‘¡Cá, hombre, al revés! ¡Si yo he sabido que tú quieres marcharte a Siria!’. Replicóle Abderramen: ‘¿Y quién me ha de dejar volver allí, siendo así que la tuve que abandonar para que no me mataran?’.
Entonces Artobás le preguntó: ‘¿Tú te has propuesto que tu dominación se consolide en esta tierra para que tu hijo la herede, o quieres privarle de lo que a ti se te ha dado?’. Abderramen contestóle: ‘¡Ah, no, pardiez! Yo no sólo quiero consolidar mi dominación, sino también que mi hijo la herede’. Entonces le dijo Artobás: ‘Pues veas como se arregla este punto’. Después le denunció paladinamente, sin ambages ni rodeos, todas aquellas cosas por las que el pueblo estaba disgustado, y quedó Abderramen tan satisfecho y agradecido que dispuso le fueran devueltas a Artobás veinte de sus aldeas, le obsequió con espléndidos vestidos y regalos y le nombró para el cargo de conde, siendo el primero que ocupó esa dignidad en Al-Andalus.”
Crónica de ABENALCOITIA.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- IDEAS
IDEA DE UNIVERSALIDAD:
139
“Puesto que mi origen es la tierra, toda ella es mi país, todos los hombres son mis parientes.
ABUSALT OMEYA BENABISALT (1067-1134)
IDEA DE LA UNIDAD:
140
“Uní las divisiones del país con mi espada, como quien une con la aguja los bordados, y congregué las diversas tribus desde mi primera juventud.
Pregunta si en mis fronteras hay algún lugar abierto al enemigo y correré a cerrarlo desnudando la espada y cubierto con la coraza.
Acércate a los cráneos que yacen por la tierra como copas de coloquíntida.
Te dirán que en su acometida no fui de los que huyeron cobardemente; antes bien, acometí espada en mano...
ALHAQUÉM I (796-822)
ELOGIO DEL IMPERIO DE ABU NASAR:
141
“¡Oh, hijo de reyes y de los descendientes de los reyes y de aquellos con quienes las estrellas procuran competir en esplendor, si a su origen se atiende! Has edificado un alcázar que no tiene igual y que ha reunido en sí la excelsitud de tal suerte que no hay grado de excelsitud que le aventaje. Un palacio donde tiene su asiento el Califato, de cuyas maravillas se refieren cosas extrañas, que guardarán las páginas de la Historia.
Edificaste para la religión, en la preciosa cumbre, una tienda de gloria que no necesita cuerdas para su sostén. ¡Cuántos beneficios habías concedido anteriormente al Islam! Se hallaban ocultos y la admiración descubrió sus huellas. Beneficios sin reprobación, bienes que no han de devolver misericordia sin esperanza, perdón sin interés.
Es verdad, ¡cuán grande es el imperio que Abun Nasar alcanzó! Los signos presagios de la victoria se elevan sobre su alcázar. Favorecido por Dios, millares de hombres temen su ímpetu. Si amenaza, el firmamento, no lucirán en él las estrellas. El temor impele a los reyes hacia sus puertas, al paso que los que buscan amparo son impulsados hacia él por el deseo. Por lo muy acostumbrado que se halla a la liberalidad y benevolencia, sólo posee sus riquezas el tiempo que tarda en repartirla en dones. Jamás ceda en su poderío; séanle los reyes inferiores a él y por él le teman los árabes y extrañas gentes”.
Inscripción en el Salón de la Barca, en la Alhambra de Granada.
PÉRDIDA DEL TERRITORIO PATRIO:
142
“Cuanto sube hasta la cima
desciende pronto abatido
al profundo.
¡Ay de aquel que en algo estima
el bien caduco mentido
de este mundo!
En todo terreno ser
sólo permanece y dura
el mudar.
Lo que hoy es dicha o placer
será mañana amargura
y pesar.
Es la vida transitoria
un caminar sin reposo
al olvido;
plazo breve a toda gloria
tiene el tiempo presuroso
concedido.
.............................
Con sus cortes tan lucidas
del Yemen los claros reyes
¿dónde están?
¿En dónde los Sasánidas
que dieron tan sabias leyes
al Irán?
..............................
Montes de escombro y desiertos
no ciudades populosas,
ya se ven.
¿Qué es de Valencia y sus huertos?
¿Y Murcia y Játiva hermosas?
¿Y Jaén?
¿Qué es de Córdoba en el día,
donde las ciencias hallaban
noble asiento,
do las artes a porfía
por su gloria se afanaban?
¿Y Sevilla? ¿Y la ribera
que el Betis fecundo baña
tan florida?
..............................
Allí doncellas gentiles,
que al andar perlas y flores
esparcían,
para faenas serviles
los fieros conquistadores
ofrecían.
Hoy en lejana región
prueban ellas del esclavo
la amargura,
que destroza el corazón
y hiere la mente al cabo
con locura.
Tristes lágrimas ahora
vierta todo fiel creyente
del Islam.
¿Quién su infortunio no llora,
y roto el pecho no siente
del afán?”
ABULBECA DE RONDA (Siglo XIII)
NOSTALGIA DE LA PATRIA:
143
“Esto es Egipto; pero ¿do está la patria mía?
Lágrimas su recuerdo me arranca sin cesar:
Locura fue dejarte, ¡oh bella Andalucía!
tu bien, perdido ahora, acierto a ponderar.
¿Dónde está mi Sevilla? Desde el tiempo dichoso
que yo moraba en ella, lo que es gozar no sé.
¡Qué apacible deleite cuando, al son melodioso
del laúd, por su río cantando navegué!
Gemían las aplomas en el bosque, a la orilla;
músicas resonaban en el vecino alcor...
cuando pienso en la vida alegre de Sevilla,
lo demás de mi vida me parece dolor.
¡Y aquellas gratas horas en el prado florido!
¡Y aquellas en los placeres suave libertad!
recordando mi dulce paraíso perdido,
cuanto en torno me cerca es yermo y soledad.
Hasta el eco monótono de la movible rueda
que el agua de la fuente obligaba a subir,
cual si cerca estuviese, en mis oídos queda;
toda impresión de entonces en mí suele vivir.
No eran por la censura mis goces perturbados;
la ciudad es tan linda, que se allana el Señor
a perdonar en ella los mayores pecados;
allí hasta el fin del mundo puedes ser pecador.
La soberana pompa del caudaloso Nilo
se eclipsa ante la gloria del gran Guadalquivir.
¡Cuántas ligeras barcas en su espejo tranquilo
se ven, al son de músicas alegres, discurrir!
..............................
A Málaga tampoco mi corazón olvida;
no apaga en mí la ausencia la llama del amor.
¿Dónde están tus almenas, ¡oh Málaga querida!,
tus torres, azoteas y excelso mirador?
Allí la copa llena de vino generoso
hacia los puros astros mil veces elevé,
y en la enramada verde, del céfiro amoroso
sobre mi frente el plácido susurrar escuché.
..................................
Pasaron estas dichas, pasaron como un sueño,
nada en pos ha venido que las haga olvidar;
cuanto Egipto me ofrece menosprecio y desdeño;
de este mal de la ausencia no consigo sanar.”
ABENSAID EL MAGREBI (1214-1274)
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HECHOS
LA INVASIÓN :
144
“E fincará toda la tierra vacía de pueblo, bañada de lágrimas, complida de apellido, huéspeda de los extraños, engañada de los vecinos, desamparada de los moradores, viuda e asolada, de los sus fijos, confondida de los bárbaros, desmedrada por llanto e por llaga, fallescida de fortaleza, flaca de fuerzas, menguada de conorte, asolada de los suyos... toda la tierra astragaron los enemigos, e las casas hermaron, los omes mataron, las cibdades robaron e tomaron. Los árboles e las viñas e cuanto fallaron verde, cortaron; pujó tanto esta pestilencia e esta cuita, que non fincó en toda España buena villa nin ciudad de obispo oviesse, que non fuesse quemada e deribada e retenida de los moros."
ALFONSO EL SABIO, ‘Crónica general de España”’.
MALLORCA:
145
“La isla de Mallorca es una de las tierras de Dios más pobladas y de las más abundantes en mieses, provisiones y ganados. A pesar de su aislamiento de las demás tierras, puede pasarse sin ellas, y hasta les envía el sobrante de sus productos. Su prosperidad, su independencia, la densidad de su población, la extensión de su campiña, la enriquecen. Hay en ella multitud de ventajas.
Tiene hombres ilustres y guerreros que se consagran a defenderla de los enemigos que la cercan: ‘No hay que desear jamás ayuda más que de aquel que tiene a la espada por amigo íntimo’.
Esto es -¡Dios adorne tus méritos añadiendo el de la justicia y honre tu generosidad haciéndote confesar las excelencias ajenas!- lo que me ha ocurrido ahora, a propósito de elogiar la península de al-Andalus.
AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.
VALENCIA:
146
“Valencia es llamada por sus muchos jardines, el ramillete del al-Andalus. Su Ruzafa es uno de los más bellos sitios de placer de la tierra. En esta región está la célebre Albufera, llena de luz y de brillo, y se dice que a causa del reflejo del sol en esta Albufera, es tan abundante la luz en Valencia, hasta el punto de caracterizarse por eso. Entre los productos especiales de esta tierra está el brocado valenciano, que es exportado a las regiones del Magrib. No faltan en ella sabios, ni poetas, ni caballeros que resisten valerosamente la vecindad de los enemigos y apuran en ella la copa de los placeres mezclados con las desgracias. Sus habitantes son las gentes de más pura conducta, de religiosidad más firme, de amistad más constante y los más compasivos en el extranjero”.
AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.
147
“Valencia, Valencia, vinieron sobre ti muchos quebrantos et estás en ora de te perder. Pues si tu ventura fuer que tú escapes desto, será grant maravilla a quien quier que te viese.
Et si Dios fizo merced a algún lugar, tovo por bien de lo facer a ti; que fueste siempre nobleza et alegría solaz en que todos los moros folgaban et avien plazer.
Et si Dios quisiere que de todo en todo ayas de perder desta vez, será por los tus grandes pecados et por los grandes atrevimientos que viste en tu soberbia...
Las tus muy altas torres et muy fermosas, que de lexos parecían et confortaban los corazones de tu pueblo, poco a poco se van cayendo...
Las tus acequias claras, de que te mucho aprovechabas, se tornaron turbias; et con la mengua del alimpiamiento llenas van de muy grant cieno.
Las tus nobles et viciosas huertas, que en derredor de ti son, el rilobo rabioso les cavó las raízes et non pueden dar flor...
El tu muy gran término, de que te llamabas señora antigua los fuegos lo an quemado, et a ti legan ya los grandes fumos.
Et a la tu grant enfermedad non le pueden fallar melecina, et los phísicos son ya desesperados de nunca te poder sanar...
AL GUACAXI ( - 1096) ‘Elegía’ (Intercalada en la ‘Crónica General’ de Alfonso X el Sabio)
MURCIA:
148
“Murcia es la capital del Oriente de al-Andalus. Sus habitantes son tan valerosos e independientes como es sabido y notorio. Su río, es un brazo del río de Sevilla, pues entrambos nacen en Segura, y a su lado hay tantos jardines de ramas ondulantes, tantas norias que cantan notas musicales, tantos pájaros gorjeadores y flores alineadas, como habrás oído. Es una de las tierras más ricas en frutos y perfumes. Sus habitantes son las gentes más alegres y divertidas que existen, a causa de que los alrededores de la ciudad ayudan a ello por la belleza de sus panoramas. Es la ciudad en la cual la novia que escoja su ajuar puede equiparse del todo, sin necesidad de recurrir para cosa alguna a otra parte.”
AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.
SEVILLA y sus gentes:
149
“Si te atreves ahora a entrar en la descripción del país y en la exposición de sus bellezas y de aquello que Dios le atribuyó particularmente, negándoselo a los demás, oye lo que hará morir de tristeza al envidioso:
Sevilla cuenta entre sus excelencias lo templado de su clima, la magnificencia de sus edificios, el ornato, tanto de su recinto como de los alrededores, y ese tan alto grado de refinamiento que hace que el vulgo diga: ‘Si en Sevilla se pidiese leche de pájaro, se encontraría’.
Por su gran río sube la marea hasta setenta y dos millas tierra adentro, para después bajar, acerca de lo cual dijo Ibn Safar:
El céfiro rasgó la túnica del río al volar sobre él y el río se desbordó por sus márgenes para perseguirlo y tomar venganza.
Pero las palomas se rieron de él, burlándose al abrigo de la espesura, y el río, avergonzado, tornó a meterse en su cauce y a ocultarse en su velo.
Los sevillanos son las gentes más ligeras de cascos, más espontáneas para el chiste y más dadas a la burla, aun empleando las más feas injurias; y de tal suerte están habituados a esto y lo tienen por hábito, que entre ellos es considerado odioso y cargante el que no se dedica a tales cosas y no da y acepta esta clase de bromas.
Acerca del Aljarafe de Sevilla, ya has oído lo que dijo uno de los autores de muwassahas en una compuesta en alabanza de al-Mutamid ibn Abbad:
Sevilla es una novia
cuyo esposo es Abbad:
el Aljarafe es su corona;
su collar es el río.
Es decir, que el Aljarafe (al-Saraf) ha reunido toda la excelsitud (al-saraf) que quiso. Sus productos cubren las regiones de la tierra, y el aceite que se prensa en sus olivares es exportado hasta la propia Alejandría. Sus aldeas superan a todas las otras aldeas por el primor de sus construcciones y por el celo con que sus habitantes las cuidan por dentro y por fuera, hasta el punto de que parecen, de encaladas que las tiene, estrellas blancas en un cielo de olivos.
Sus mujeres, sus vehículos (tanto terrestres como marítimos), sus guisos y sus frutos (lo mismo frescos que secos) son especies que en el reparto del mérito han logrado la parte más copiosa. En cuanto a sus casas, ya tienes noticias de su perfección y del celo con que sus propietarios las cuidan. En la mayoría de ellas no falta agua corriente, ni árboles frondosos, tales como el naranjo, el limero, el limonero, el cidro y otros.
Sus sabios en toda rama de saber, elevada o humilde, seria o jocosa, son demasiados en número para que puedan contentarse y demasiado célebres para que tengan que ser citados.
Tocante a los poetas que hay en ella, así como compositores de muwassahas y zayales, son tantos, que si se distribuyesen por Berbería sería ésta estrecha para contenerlos y, sin embargo, todos alcanzan el favor y los regalos de los magnates de la ciudad.
Mi único propósito al mencionar cuanto he citado respecto a esta noble población ha sido dar con ello una idea representativa de las excelencias de todo al-Andalus, pues aunque ninguna de sus ciudades está falta de nada de eso, sin embargo, he puesto a Sevilla, mejor dicho la ha puesto Dios, como madre de todas sus ciudades y centro de su gloria y de su excelsitud, puesto que es la mayor de sus poblaciones y la más grande de sus capitales.”
AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.
ALMERÍA:
150
“Almería es ciudad de célebre fama y de importancia grande, cuyos habitantes se distinguen por su carácter ecuánime, su brillante fausto, la suavidad del cutis, la belleza de los rostros y las costumbres, la nobleza en el trato y en la amistad.
Su playa es la más limpia, más abierta y más linda de ver de las playas.”
AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.
MÁLAGA:
151
“Málaga reúne las dos perspectivas de mar y tierra, con viñas que se suceden sin interrupción, sin que puedas ver entre ellas un claro de terreno falto de cultivo; con quintas que se parecen a las estrellas del cielo, por su gran número y por el esplendor de su brillo; y con el río, que cruza, visitándolo en las dos estaciones del invierno y la primavera, lo hondo de su vega y la rodea para conocer sus contornos.
.........................
También es peculiar de esta ciudad un vino delicioso, tanto lícito como ilícito, hasta el punto de que se ha hecho proverbial el vino de Málaga. A un calavera que estaba a la muerte le decían: ‘Pide perdón a tu Señor’. Y él, levantando las manos, clamaba: ‘¡Oh, Señor! De todo lo que hay en el Paraíso, no te pido más que vino de Málaga y pasas de Sevilla.’”
AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.
GRANADA:
152
“Granada es el Damasco de al-Andalus, pasto de los ojos, elevación de las almas. Tiene una alcazaba inexpugnable, de altos muros y edificios espléndidos. Se distingue por la peculiaridad de su río, que se reparte por sus casas, baños, zocos, molinos exteriores e interiores y jardines. Dios la ha adornado colocándola en lo alto de su extensa vega, donde los lingotes de plata de los arroyos se ramifican entre la esmeralda de los árboles. El céfiro de su Nayd y el bello panorama de su Hawz encantan ojos y corazones, sutilizando las almas. Todo es en ella nuevo y peregrino.”
AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.
153
“Sobre este palacio de peregrina belleza,
brilla la grandeza del Sultán.
Brilla su belleza y sus flores,
la lluvia de las nubes la cubre generosamente.
Las manos de sus creadores bordaron en sus lados
bordados que parecen flores de jardín.
Su salón parece una desposada que ofrece a la comitiva
nupcial su belleza tentadora."
‘Inscripción en el pórtico del Generalife’.
JAÉN:
154
“Jaén es el castillo de las tierras de al-Andalus, porque es la ciudad más abundante en mieses, la más esforzada en héroes, la más inexpugnable...
No faltan en ella sabios y poetas. Se le llama ‘Jaén de la seda’ por el gran número de gentes, tanto del campo como de la ciudad, que se dedican en ella a la cría del gusano de seda.”
AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.
CÓRDOBA:
155
“Córdoba fue, en lo antiguo sede del Imperio, centro de la ciencia, faro de la religiosidad, asiento de la nobleza y de la primacía. En ella residieron los reyes y los magnates del tiempo de la Conquista y, más tarde, los reyes Marwaníes. En ella vivieron Yahya ibn Yahya, discípulo directo de Malik, y Abd al-Malik ibn Habid. Ya habrás sentido que sus habitantes sentían gran veneración por el Derecho canónico y rivalizaban con ansia por alcanzar la primacía en esta ciencia, y que los reyes se humillaban ante los ulemas, ensalzando su rango y obrando con arreglo a sus opiniones, y que no elegían ministro ni consejero que no fuese sabio.”
AL-SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’.
156
“Poseen en el más alto grado la elevación y el esplendor. Dominantes intelectuales de la región y consumidos en la piedad, son renombrados por la pureza de su doctrina, la exactitud de su probidad, y la belleza de sus trajes, tanto en la manera de vestir y sus monturas, como en lo que toca a la elevación de sentimientos que manifiestan en sus reuniones y en sus sociedades, así como en la elección de los alimentos y bebidas; añadid a esto que están dotados de un carácter amable, de las maneras más distinguidas, y que jamás en Córdoba han faltado sabios ilustres ni personas notables. En cuanto a los negocios, poseen riquezas considerables, habitaciones amuebladas suntuosamente y no son movidos más que por una noble ambición.”
ABU-ABDALLA MOHAMED AL-EDRISI, (1099-1165) ‘Descripción de España’
ZARAGOZA:
157:
“Zaragoza es una de las principales ciudades de España. Es grande y muy poblada. Sus calles son anchas y sus edificios muy hermosos. Rodeanla jardines y vergeles. Las murallas de esta ciudad están hechas de piedra y son muy fuertes; han sido edificadas a orillas del gran río llamado Ebro... Este río procede en parte de país de los cristianos, en parte de las montañas de Calatayud, y en parte de las inmediaciones de Calahorra. La reunión de estas diversas corrientes de agua se efectúa sobre la ciudad de Tudela. Zaragoza lleva también el nombre de Al-medina Albaida (la ciudad blanca), porque la mayor parte de sus casas están revestidas de yeso o cal... Una de sus particularidades más notables es que allí nunca se ven serpientes. Cuando un reptil de esta clase se le transporta de fuera y se le introduce en la ciudad, muere al instante. Existe en Zaragoza un gran puente por el cual se pasa para entrar en la ciudad, la cual posee fuertes murallas y soberbios edificios”
ABU-ABDALLA MOHAMED AL-EDRISI, (1099-1165) ‘Descripción de España’
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
VI – LOS REINOS MEDIEVALES; SPANIAE SALUS.
1
Ante el avance de la turba árabe galopando por las tierras de España hubo un repliegue general de los dispersos grupos militares y un éxodo angustioso de las poblaciones civiles que, “despertando en la sangre ibérica”, huyeron a los montes para organizar la resistencia. ¿En nombre de qué idea o persona se realiza este hecho?
Les mueve la conciencia católica de España, que es unión de dispersos. Y en virtud de ello se lanzan a la guerra santa de guerrillas y acción. “Jesucristo frente a Mahoma; la Cruz contra la Media Luna”. La fe y la fiereza ancestral forman el ideal de esta contienda, que durará siglos y que acoge en los primeros tiempos en las montañas, cuevas y riscos.
Cuando el viejo reino visigodo se ha convertido en un gran emirato dependiente de Damasco, un grupo que guerrea en las tierras de Asturias desenvaina la espada y aviva el rescoldo de la antigua unidad. No son ejército ni comunidad; son un embrión de pueblo, “mitad monjes, mitad soldados”, a los que manda un jefe que será rey, llamado Pelayo, “el primer rey nacional de España”.
Abajo, en las tierras calientes de Al-Andalus, otro príncipe se yergue y se separa del califato de Damasco proclamándose único jefe de los musulmanes españoles. Así nacen en el panorama de España dos ciudades que persiguen lo mismo, con signos contrarios: Oviedo y Córdoba.
Y así comienza y florece la gesta épica de la Reconquista española. A la llamada cantábrica de Covadonga responderá la cristiandad pirenaica desde Roncesvalles, a Sobrarbe y Egara. La exaltación de la victoria de Covadonga ganará el entusiasmo de los naturales y desde entonces se aprovecharán los menores resquicios para combatir al enemigo.
El diminuto reino asturiano ensanchó lentamente sus fronteras, y los sucesores de Pelayo: los Favilas, Fruelas y Alfonsos consiguen prolongar sus dominios hasta llegar a León, capital de la primera monarquía española.
Los hombres de aquellas tierras del Cantábrico, los pobladores de los Pirineos, obedecían a unas conscientes ideas de solidaridad, fundadas junto a los móviles religiosos en una conciencia fija, declaradamente nacional.
“Los habitantes cántabro-pirenaicos entendieron como obligación ineludible la de oponerse a los invasores, que aportaban una mentalidad totalmente unitaria –Oriente contra Occidente-, de la que jamás se desprendieron. A pesar de los núcleos aislados, la idea de España no desaparece, y aparte de la constante convergencia de todos los esfuerzos de la reconquista, cuyas líneas quebradas se dirigieron continuamente hacia un vértice común, existen los significativos ejemplos de aquellos reyes navarros, aragoneses y, en ciertos momentos, hasta árabes, que se consideran subordinados a la dinastía imperial de León, directa heredera de la unidad, y todas las constantes alusiones con que, desde San Isidoro, se hacen en alabanza de la Madre España apasionadamente canta a través del periodo medieval.”
Y como para afirmar el carácter de la epopeya, militar o terrena, religiosa o celestial, aparecen en ese periodo inicial dos hechos que serán fuente de otros más preclaros: el descubrimiento del sepulcro del Apóstol Santiago en Compostela, “fuente suprema de energía de la restauración nacional”, y la aparición de la Cruz de los Ángeles, como bendición del Cielo a la tarea emprendida.
Por la gracia del primero se abre una vía de cultura a través de la España guerrera. Mediante la merced del segundo se ata más el alma española con su tierra, dándole la fuerza que mantendrá aquella lucha.
Pero tal vez el mayor motivo que impulsa a la gente española a recuperar el territorio perdido es la realización de una idea mucho más grande y de mayor trascendencia:
“En la segunda mitad del siglo VIII comienza a debilitarse el imperio de Bizancio y se afianza el cisma de Oriente: el arzobispo de Constantinopla se convierte en instrumento del emperador. En contrapartida a esa debilitación de la potestad civil más fuerte que entonces existía y a esa escisión que entonces sufría la Iglesia Católica, surgen en Occidente el Imperio de Carlomagno y el poder temporal de los Papas. Estos dos poderes, estrechamente unidos, van tomando la entera dirección de los pueblos llamados bárbaros convertidos al catolicismo.”
En este momento el árabe se puso frente a ese poder unificador, porque tenía también una religión única y ‘unificadora’, con su centro en la Meca, al modo de los católicos en Roma, y trató de reducir a Europa pasando por España. En este instante los habitantes del Norte de España se acuerdan de su misión providencial en el mundo y se aprestan a defender, con el suelo patrio, la ‘catolicidad’.
“La virtud de adaptación característica del pueblo español no se practicó en este caso; y ello única y exclusivamente por servir a esa idea providencialista”.
Por eso, a pesar de que los reinos y condados pirenaicos estuvieron separados ‘políticamente’, conservaron todos la ‘unidad’. Esta unidad estaba constituida por el anhelo común de extrañar a los mahometanos del suelo patrio para reanudar el lazo que a todos, libres e invadidos, les ligaba, es decir, la ‘catolicidad’. Y en este ideal están unidos Asturias, León, Castilla, Navarra y Cataluña. Y así se ve “al Conde de Urgel, Armengol, y a los obispos de Vich, Gerona y Barcelona asistir juntos, con los demás príncipes del territorio libre, a la expedición guerrera de Córdoba en 1010, y a Armengol III tomar parte en la de 1065 por tierras de Aragón, y a Berenguer Ramón II participar con Sancho Ramírez de Aragón y con Alfonso VI en la infausta batalla de Zalaca (1086), y luego a navarros y aragoneses participar en la gloria de las Navas de Tolosa, al lado de Alfonso VIII, y a Ramón Berenguer IV acompañar al rey castellano Alfonso VII en la conquista de Almería, y a Jaime I ayudar a San Fernando en la toma de Murcia”.
Este hecho de solidaridad común entre los diversos príncipes de la zona libre, que subsiste íntegro a pesar de las mutuas discordias nacidas de rivalidades personales y opuestos intereses, no tiene explicación satisfactoria si no se piensa en que lo que les movía e impulsaba era el esfuerzo al servicio de la nacionalidad y de la catolicidad.
Al propio tiempo, y movidos por igual impulso, se agitaban los ‘españoles’ de la zona invadida por responder a los mismos principios, y a los cuales se les planteó el problema de saber cuál había de ser la actitud de los católicos con el poder constituido. Tal fue el caso de los mozárabes cordobeses.
La gente española que vive con los árabes, aquellos abnegados mozárabes de Córdoba, conocen que en el Norte de España se ha planteado la batalla de la Fe y que el Apóstol Santiago yace en España, todo lo cual apiña y fortalece su espíritu, que a fines del siglo IX creen llegada la hora de sublevarse al mando de un jefe de origen visigodo, Omar ben Hafsun, tentativa que fracasa cuando se derraman en busca de Castilla las huestes de Alfonso III y Ordoño II; o como antes lo fuera con la serie de martirios consumados en Córdoba y sus arrabales, que valió que San Eulogio escribiera su ‘Memorial de los Santos’, el ‘Apologético de los mártires’ y su ‘Documental martirial’.
El P. García Villada nos resume la acción unificadora y militar de este periodo:
“Fernando I de León y Castilla (1035-1065) conquistó a Lamego, Viseo y Coimbra, llegó hasta Alcalá e hizo tributarios suyos a los reyes moros de Zaragoza, Toledo y Badajoz; Ramiro I de Aragón (1035-1063) ensanchó sus Estados por Sobrarbe y Ribagorza, y los Condes de Barcelona bajan hasta Tarragona.
“Con don Sancho el mayor de Navarra entra a reinar en Castilla, en la primera mitad del siglo XI, la casa navarra que, influida perfectamente por el espíritu francés, abre la puerta a los monjes cluniacenses, los cuales, secundando los deseos de los legados del papa Gregorio VII, suprimen el rito mozárabe e introducen el romano. Con esta romanización en el culto y la liturgia coincide la entrega que hacen todos los reyes peninsulares de sus Estados a la Santa Sede, declarándose feudatarios suyos.
“La descollante personalidad de Alfonso VI sobresale a fines del siglo XI entre todos los demás reyes cristianos. El 25 de mayo de 1085 reconquista Toledo. Almotamid de Sevilla le rinde vasallaje, y las huestes de Alfonso VI pasan triunfantes por el territorio zaragozano, por Almería y Granada.
“Los musulmanes llaman en su ayuda a los almorávides. Alfonso VI, que estaba sitiado en Zaragoza, levanta el cerco y se dirige con sus soldados y los catalanes y aragoneses a su encuentro. Trabóse la batalla de Zalaca, cerca de Badajoz; las fuerzas cristianas fueron derrotadas el 23 de octubre de 1086. Pero los islamitas no supieron sacar fruto considerable de esa victoria.
“Entre tanto, el Cid se apoderaba de Valencia (año 1094), Alfonso I, el Batallador, los derrotaba, el 1120, en Cutanda; Ramón Berenguer IV conquista Tortosa (1148) y Lérida (1149), y Alfonso VIII, después del desastre de Alarcos, vencía su resistencia en la célebre jornada de las Navas de Tolosa (16 de julio de 1212), en la que participaron todas las regiones.
“El siglo XII vio nacer la Orden de Calatrava y demás Órdenes militares, fruto de aquel ideal arraigado en la mente hispana: en su misión, guerrera y espiritual a un tiempo, aunaban estas instituciones las dos fuerzas inmanentes que sostuvieron vivo el aliento de la Reconquista durante ocho siglos.
“Es éste, además, el siglo de la tendencia a la unificación de España; porque si bien se produce la secesión de Portugal, que no había de soldarse sino momentáneamente durante el reinado de Felipe II, se unen, en cambio, Aragón y Cataluña; se sella la fusión de León y Castilla, y se advierte la aproximación a ellas de Navarra.
“El siglo XIII produce a Fernando III el Santo (1217-1252), que se apodera de Sevilla en 1248, y a Jaime I el Conquistador, que conquista las Baleares y el reino de Valencia. A la muerte de estos dos grandes monarcas puede decirse que el poderío musulmán estaba reducido al reino de Granada. Sancho IV conquistó Tarifa el año 1292. Y, por fin, el doble ideal, nacional y católico, sostenido aguerridamente contra el invasor durante ocho siglos, triunfó definitivamente con la toma de Granada en 1492. Entonces se conjuró el peligro de islamización de Europa; se conjuró gracias a la sangre vertida por España en una lucha multisecular.
“Abnegación tan cruenta y prolongada parecía pedir en recompensa una paz duradera; pero quiso Dios exigir aún a España, brazo derecho de la Cristiandad, nuevos y gloriosos sacrificios.
“Premio a su heroico denuedo frente al mahometismo fue la reconstrucción de la unidad nacional.”
Este rosario de hechos terminará en la total unidad, con el matrimonio de las dos ramas en que España había estado dividida.
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Hitos españoles de este período, que proporciona cada uno la buena semilla para su alabanza, son los tres en que puede resumir su espíritu:
a) El camino de Santiago.
b) La consolidación de Castilla.
c) La idea de Imperio.
A) EL CAMINO DE SANTIAGO
En el siglo IX, cuando la Cristiandad agonizaba, cuando las masas del Asia y del África irrumpían en avalancha sobre Europa; cuando en todas las costas de Occidente los piratas normandos desembarcaban a hierro y a fuego; cuando se anunciaba para el cercano año 1000 el fin del mundo; cuando el soberbio intento romano-germánico de edificar Europa en orbe cerrado parecía ya deshecho y desvanecido, en un misterioso rincón de España, en tierras de Galicia, un ermitaño vio luces de amanecer en la noche del bosque y del mar. Luces anunciadoras y denunciativas sobre una piedra que, como una concha abriendo su valva, dejara aparecer el arca marmórea con el cuerpo del Apóstol.
Afanoso el obispo Teodomiro, exploró el paisaje en que el valle estaba alumbrado por una estrella que, al ser descubierto el cuerpo convirtióse en “polvo de luz astral” que creó el ‘camino de Santiago’. “Vía láctea –al decir de Unamuno-, nebulosa de estrellas que guiaba a los peregrinos como a los magos su estrella”.
Se estremece el obispo, y a poco, los pueblos a la redonda, y luego el Papa y al fin toda la Cristiandad. Y lo que fuera en un principio visión alucinada de anacoreta, pasó en seguida a ser símbolo colectivo; guión de combate, fe de reconquista y, al fin, triunfo decisivo de Roma. Porque bajo el emblema de aquel Apóstol, los orientales serían arrojados de Europa. Y Europa volvería a poner su pie en el África. Y frente a aquellas comarcas atlánticas y tenebrosas donde moraba el brujo Merlín y llegaban monstruos devoradores de doncellas e islas, este Occidente peninsular de Europa mandaría después flotas de carabelas y galeones con la cruz del Apóstol, amainando las ondas y amasando a los bárbaros infieles lejanos.
El misterio de Santiago coincidió por mucho tiempo con el misterio mismo de lo cristiano en Europa. Y es que Santiago significaba el misterio de la resurrección de lo que no podía perecer: de la misma Roma, universal y católica.
El mundo se estremeció y emprendió la marcha hacia la tumba descubierta, y los pies, muchas veces descalzos, de innúmeros romeros, trazaron las veredas, hollaron las calzadas por las que han de cruzar los reyes, los prelados, los guerreros, los siervos y los grandes señores, sin distinción de clases, de todos los confines de la tierra. Secularmente, pasa por esa ruta la cristiandad devota, con el alma anhelante, el bordón en la mano, con el zurrón y la caperuza que ornamentan con conchas y azabaches. “La cadena de la peregrinación se agita numerosa de un lado a otro del mundo cristiano; por aquellos caminos se hablan todas las lenguas y visten los más distintos trajes”.
Se organizan desde tierras de Francia las rutas –“el camino francés”- que atravesando todo el Norte de España conducen a Santiago. Ya veremos después cuáles eran sus etapas. Los papas, los monarcas, las casas abaciales protegen la corriente de los peregrinajes; hospicios y hospitales abren su puerta a todos. Florecen las leyendas; se veneran en distintos parajes imágenes sagradas, y por todos los senderos del mundo camina el peregrino de Santiago. A medias por la tierra y a medias por el cielo va el camino francés. De puente a puente y de estrella a estrella va en ansia peregrina. “Sólo es peregrino el que camina hacia la tumba de Jacobo”, dirá Dante Alighieri en la ‘Vita nova’.
¿Dónde está el primer paso y la primera memoria del camino compostelano? ¿Quizá bajo la sandalia de piel de cabra de aquel monje maronita que en la duermevela se sus ayunos al traspaso, bajo el sol de Siria, soñaba que se arrodillaba en la tumba de Santiago? ¿En Novgorod, quizá, bajo las nieves rusas? No se sabe dónde empieza a andar el camino mayor de las peregrinaciones. Basta con saber sus posadas alemanas, sus hospitales franceses, sus pausas españolas. Empiecen donde empiecen, unos llevan a cuestas las cadenas de hierro de que se han liberado, en ofrenda al Apóstol; otros, plomos o piedras para ampliar la santa causa; algunos, sus horrendos pecados. Otros, en fin, el óbolo modesto, sus rezos y sus cánticos.
Y tanto los que llevan una cruz en la mano, los que ofrecen sus bienes, que pródigos reparten, como los menesterosos que reciben la limosna en la palma, guardan la llama de la fe en su pecho y tienen en los labios la ferviente plegaria. La inmensa muchedumbre consume las etapas, atraviesa los bosques, los campos y los prados, y se acerca el momento de ver allá a lo lejos las torres de la ciudad soñada, de franquear sus puertas y sentirse cobijado bajo las bóvedas del templo en que reposa el Apóstol.
LA PEREGRINACIÓN.
Almanzor ha pasado por las tierras de España. Sus huestes –furor y saña- destrozan a mansalva. Hieren, destruyen y matan. Su sed implacable de tierras y ciudades tiene como finalidad principalmente anular la costumbre naciente en la España cristiana, quizá sobre precedentes lejanos musulmanes, de la peregrinación al sepulcro del Apóstol, que florecía cada vez con mayor fuerza y que podía llegar a ser un vínculo espiritual tan definitivo para la cristiandad como lo era la propia peregrinación a la Meca entre los musulmanes. Sus temibles hazañas llevaron el estrago y la desolación hasta el propio corazón espiritual de la España cristiana, llegando a destruir la ciudad de Santiago, hasta que a principios del siglo XI, con la vida de Almanzor, se acabaron sus desmanes.
Truncada la corriente de aquel peregrinaje, queda a un monarca, Sancho I el Mayor, la misión trascendental de restaurar y consolidar las mansiones del camino de Santiago. Vencido el año 1000, en aquel siglo onceno, el mundo, sacudiéndose a sí mismo y despojado de vejeces, se impuso la vestidura de sus iglesias, catedrales, monasterios y ermitas, trocándolas los fieles por otras mejores.
Se ha dicho que tal peregrinación estuvo inspirada quizás en la musulmana a la Meca y que respondía fundamentalmente al concepto tradicional de que el pecador, por su propio pecado, quedaba excluido de los beneficios de la comunidad con sus semejantes y le era forzoso hacer penitencia. Esta, en general, siempre larga y dura, era a veces pública. Se tiene referencia acerca de la ‘monstruosidad de los delitos’, así como de la severidad de las propias penas del tiempo. Para reconciliarse, toda la grey católica acude con afán a actos piadosos, y de entre todos ellos se considera como el más eficaz aquel por medio del cual se alcanzan más y mejor las indulgencias, la peregrinación lejana a pie, sufriendo toda suerte de incomodidades a lo largo de los caminos, entre actos devotos y meritorios. Roma es el centro hacia el cual tiende todo el orbe católico.
Pero además se organizan dos peregrinaciones: una tiende hacia el Oriente, con la visita de los Santos Lugares; la otra se encamina al Occidente para venerar el cuerpo de Santiago. A través de estas vías de peregrinación se relaciona el mundo cristiano, llegando a los confines donde se encuentran los centros más intensos de la cultura musulmana. Y si el camino del Oriente hubo de dar lugar a las Cruzadas, el de Occidente lleva consigo el auge definitivo y la propagación de toda la cultura románica.
¡Ultreya! ¡Ultreya! “Adelante los peregrinos del camino de Santiago. La ruta es larga y áspera; el camino, fatigoso y expuesto. Venían entonando sus cánticos, tanto los franceses como los alemanes, los ingleses como los irlandeses, los escandinavos como los griegos, los húngaros, los levantinos, los tártaros y los armenios, agrupándose por nacionalidades, en un desfilar asaz dificultoso en un principio, hasta que los monarcas hicieron practicables las primitivas sendas, tendiendo puentes sobre los ríos, erigiendo hospitales y garantizando, aunque sólo fuera parcialmente, la integridad de cuerpos y de bolsas de quienes circulaban por ese torrente de vida y arte” ( Menéndez Pidal: ‘Poesía juglaresca y juglares’). El camino es muy largo y los peregrinos se animan con sus cantos: “Herru Sanctiagu”; Grot Sanctiagu; eultreya, esuseya; Deus, adjuva nos”.
Florecen las leyendas, florecen los romances a lo largo de la ruta. Los juglares, con su parvo equipaje, no podían faltar; existen testimonios de su paso por Roncesvalles; se les sigue a través de diversas ciudades, ya solos, ya acompañando a personajes cuyos nombres evocan los de las grandes ciudades: tal es mosén Johan de Chartres, o esos tres bardos alemanes a quienes socorre el rey Carlos el Malo, rey de Navarra; o aquellos tres juglares del rey de Escocia a quienes presta ayuda el propio monarca. No falta tampoco la nota femenina de una juglaresa del arpa, una inglesa que aparece en Olite, o un maestro Tomás, inglés también, juglar del arpa. Todos pasan el camino francés, incluso los de procedencia mucho más remota, lo que viene a demostrar una vez más la extraordinaria importancia internacional que hubo de tener esta vía. Otras veces se les ve acompañando a las reinas y a los grandes señores, de cuyo séquito eran inseparables, sirviendo a tales personajes a lo largo del difícil viaje.
El número de peregrinos en toda la Edad media y en la moderna fue incontable. Desde Alfonso II el Casto, todos los reyes de España han hecho la visita al Apóstol. Del extranjero, según cuentan, Carlomagno fue l primer romero jacobeo. Por la entrada de ese camino de Santiago llegóse el rey francés, el Carlo Magno que, a pretexto de protección a la gente española, invadía nuestro solar, encubriendo extrañas pretensiones.
En el siglo X fueron a visitar el sepulcro Simeón, obispo armenio; Teobaldo y Gualterio, descendientes de los condes de Champaña; Gotescalco, obispo de Le Puy, con buen número de la nobleza aquitana; Guido Veluti, obispo de Milán.
En el siglo XI: don Raimundo de Borgoña, conde de Galicia con su esposa Urraca, y los arzobispos de Braga y de Toledo; Sigfrido, arzobispo de Maguncia; la condesa Ricardina de Spanheim; el conde Engelberto; Rotuardo, prior de la célebre abadía de Fulda.
En el siglo XII: Luis VII, rey de Francia; santa Matilde, hija de Enrique I de Inglaterra y esposa de Enrique V de Alemania; Felipe, conde de Flandes; Raimundo, conde de Tolosa; Guillermo II, conde de Poitiers y duque de Aquitania; Enrique de León, yerno de Enrique II de Inglaterra; la condesa Sofía de Holanda; Guido de Borgoña, obispo de Viena de Francia, que más tarde ciñó la tiara pontificia.
En el siglo XIII: San Francisco de Asís, con su pobreza; Raimundo Lulio con sus lágrimas; Santa Isabel de Portugal con sus caridades, y otros muchos en siglos posteriores. Basta saber que sólo en Inglaterra transportaron las embarcaciones desde 1397 a 1437 más de 7.000 peregrinos a los puertos de Galicia, poseyendo un hospital para peregrinos en Truro de Cornualles.
En muchas poblaciones del camino existieron barrios enteros habitados por emigrados de las tierras de Francia, los cuales habían de hacer más acogedora, si cabe, la vida errante de los peregrinos. De sus cantos trasciende la conmoción profunda que había de causarles el épico paisaje de su entrada en España por Roncesvalles: iban a recorrer el camino que el gran emperador había conquistado a la morisma, cuajado de sugestiones para su fantasía. Canciones, gestas, tienen por fundamento la romería a Santiago; desarrollan sus escenas en los lugares o ciudades que el camino francés encontraba a su paso.
No todos los romeros tiene fuerza para triunfar a lo largo de las etapas. Enfermos o tullidos, quedan no pocos en los hospicios y hospitales. Mas al fin llegan, venciendo mil fatigas; pero al llegar al pie del altar quedan muertos, como le aconteciera a aquel duque Guillermo de Aquitania, a quien pinta el romance con los pies llenos de sangre, con “longas e brancas barbas” y con sus ojos verdes “com’aga d’o mar”, que los cierra para siempre después de abrazar al Apóstol y ser enterrado “nesta santa catedral”.
Compostela plasma, pues, la eternidad de una Fe y de un destino: la idea romana, universal y católica. Es la Roma de Occidente en cuanto no pensó en traicionar a Roma con ínfulas feudales, sino ser su vicaria en esta punta española del mundo.
B) LA CONSOLIDACIÓN DE CASTILLA
Ya en el siglo XIII ‘vio’ Castilla la totalidad y actuó con espíritu director de los intereses colectivos. Después, en el siglo XV, Castilla fundó y organizó la unidad política aun existente. Castilla creó a España.
Dentro de la dualidad de fuerzas conservadoras y progresivas que determina la trayectoria histórica de toda nación, Castilla nace en la España cristiana del siglo X con una fuerza innovadora en todos los órdenes de la vida.
El reino asturiano quiere conquistar España entera restaurando el reino de los godos, y para que la unidad política se mantenga, los reyes de Asturias y León se arrogan el título de emperadores. Frente a esta fuerza conservadora de la Cristiandad se levanta Castilla, un país nuevo, hecho a obrar por cuenta propia en los peligros continuos, que lleva con impaciencia el centralismo leonés, y enfrenta rebeliones prolongadas durante toda la primera mitad del siglo X. Fernán González y las generaciones que le anteceden y siguen no obran sólo impulsados por un egoísmo disociante. Su rebeldía era necesidad en el Occidente europeo, en los albores del feudalismo, y por lo que toca a España, lejos de ser egoísta en momentos de gran peligro para el reino, no pretendió rehuir las desgracias de la comunidad, sino, por el contrario, proseguir la guerra antiislámica con más decisión y constancia que León.
Así, lo que es aspecto negativo mirando hacia el pasado (un pasado es lo que representaba el imperio leonés en su estructura orgánica y en su poder militar, que empezaba a decaer), es aspecto positivo en atención a las nuevas condiciones de vida que en Europa apuntan, lo cual se comprueba con el largo éxito progresivo que alcanzó Castilla.
Hacia el 931, Fernán González, reuniendo en su persona varios condados menores, constituye el gran condado de Castilla, el más extenso de España. Pero el rey de León quitaba y ponía a voluntad los condes de su reino. Fernán González no queda como inamovible hasta la muerte de Ramiro II. La independencia de la que suele hablarse no existió; es una imperfecta interpretación del hecho. Una de las innovaciones políticas en que Castilla se adelantó a León y que más contribuyeron a dar a Castilla su carácter histórico es obra del hijo de Fernán González, Garci-Fernández, gran organizador y legislador, que, duplicando el número de los caballeros, es decir, de aquellos que podían servir con un caballo en la guerra, se habilitó para sostener con más tenacidad la lucha, mientras León mostraba menos resistencia antiislámica, por no tener caballería suficiente.
Así, a través de la calamitosa época de Almanzor, Castilla se robustece en la desgracia, y la nota de Fernán González, con sus caballeros nobles y sus villanos ennoblecidos, constituye la fuerza nueva que más se adelanta en la reconquista, la que llegó hasta saquear a Córdoba sólo siete años después de la muerte de Almanzor.
Al extinguirse la línea masculina de Fernán González, el condado castellano pasa al rey de Navarra, Sancho el mayor, que inicia la definitiva dislocación del eje político de España hacia el centro castellano, proclamándose antes emperador frente al de León.
Su sucesor, Fernando I, reconoce ostensiblemente la hegemonía castellana cuando reparte sus Estados, dejando Castilla a su hijo mayor; reconocimiento que se repetirá un siglo después en el reparto a los hijos de Alfonso VII.
La primacía de Castilla se consolida para siempre, mediante su unión definitiva con León en 1230. León se castellaniza profundamente, y esta España engrandecida viene a ser para todos, dentro y en el extranjero, el reino representativo de España entera.
Ya después es muy conocido el papel preponderante de Castilla en conducir el Imperio español hasta su cumbre, agotando en esa colosal obra todas sus fuerzas.
La monarquía leonesa representaba la idea tradicional en la Península; era la continuadora de la monarquía visigótica. Pero la unidad visigótica, en principio, era extraña a Castilla. Castilla, por rara paradoja, puesto que al fin ella forjó la unidad moderna, representaba el separatismo ibérico frente a León, exponente de la unidad nacional.
Ya desde el siglo X, Castilla afirma su personalidad, singularmente en el campo de la administración de justicia. Los jueces leoneses aplicaban, naturalmente, las leyes visigóticas; en tanto que los castellanos creaban el Derecho (a la manera de los jueces ingleses) según los usos del país. Se dice que en Burgos se quemaron cuantas copias del Fuero Juzgo se encontraron en Castilla, para atenerse los jueces a las costumbres hispánicas y germánicas excluidas del Fuero Juzgo, como la solidaridad familiar en materia penal, el duelo judicial, etc.
Sólo cuando Castilla llega a dominar a León y su papel es preponderante, se desplaza el centro de gravedad de la unidad española; pero de la unidad concebida de otro modo diferente de la que expresaba el imperio leonés. En este desplazamiento la figura del Cid es importante, al serlo en la hegemonía de Castilla.
Al estallar la guerra entre Castilla y León con motivo del reparto de los reinos y aspiraciones de los hijos de Fernando I, venció, en la batalla de Llantada, Sancho de Castilla; pero Alfonso (VI) de León no se sometió a la derrota. Tras breve reconciliación estalló de nuevo la guerra entre León y Castilla. Se encontraron castellanos y leoneses en Golpejera. Los castellanos, con el Cid, vencieron a los leoneses y se apoderaron de Alfonso de León. Sancho II de Castilla se coronó rey de León, enviando a su hermano a tierras de moros, a la corte de Mamun, en Toledo, tributario de Alfonso.
La idea hegemónica castellana sufre una crisis como consecuencia del asesinato del rey castellano Sancho II en el episodio del cerco de Zamora.
Tras el juramento de Santa Gadea, el Cid ,castellano, pasó a ser sospechoso a los ojos de Alfonso, rey común ya a Castilla y a León. Lo cual no fue obstáculo para que, dadas las relaciones entre señor y vasallo, casase el rey al Cid con una dama del reino de León, doña Jimena, sin duda, con la mira política de reconciliar, en aras de la unidad, a castellanos y leoneses.
El destierro del Cid de Castilla fue para éste una liberación y, a la vez, un motivo para la revelación de Castilla: ofreciendo el Cid sus servicios a Moctadir, rey moro de Zaragoza –rey tributario de Alfonso VI- defendía al protegido de su rey y a la vez, trabajaba para mantener a Zaragoza bajo Castilla, preparando con su actuación y con el pensamiento puesto en la unidad, la anexión de ese reino moro al de Castilla; con lo que continuó de este modo, aun en el destierro, la obra de hegemonía castellana a que nos vamos refiriendo.
Del lado cristiano ya hemos visto su influencia en el abandono de la idea declinante del imperio leonés para desplazar el eje de la unidad española hacia Castilla, que más tarde habría de traernos la unidad moderna.
Tendencia unitaria tanto más meritoria cuanto que el siglo era profundamente confuso y en el que tantos conceptos estaban en formación o en permanente evolución.
Fernán González y el Cid deben quedar juntos como héroes representativos de Castilla en los siglos X y XI, con las naturales diferencias que median entre un siglo de desolación y uno de reconstrucción. Uno y otro pugnaron por establecer modalidades nuevas, dentro del Imperio leonés, no preocupándose sólo de sus propios intereses, sino cargando sobre sí la misma misión antiislámica que se arrogaba el Imperio, por sentirse ellos más decididos y capaces para llevarla a cabo. Ambos fueron tensión operante que no necesitaban descanso, que no sufren quebranto ni laxitud.
Bien puede unirlos en su veneración Castilla, en pareja inmortal; cada uno de los cuales sería bastante para honrar y embellecer el pasado de un pueblo. Don Juan Manuel resumía la tenacidad de Fernán González en la frase de aliento con que venció el cansancio de sus vasallos maltrechos: “Amigos, por las feridas non lo dexemos, ca estas feridas nuevas ca agora nos darán nos farán que olvidemos las que nos dieron en la otra batalla”. Por esa voluntad incansable del conde, Castilla recibía la primera condición necesaria para constituirse en directora de una vida nueva entre los pueblos de la Península. Ese es el supremo bien de la magnanimidad, y sólo con magnanimidad pueden ser dirigidos los pueblos en convivencia pacífica, duradera.
C) LA IDEA DE IMPERIO.
La supervivencia de la idea imperial de España, esa tradición romana, no se pierde en estos siglos. En los albores de la Edad Media tal anhelo se destaca claramente. La idea nacional de España radica en la creación de un Imperio español. La transmisión y elaboración de esta idea imperial española se asocia íntimamente a la Reconquista, basándose en la concepción de un Estado unitario, cuyos fundamentos militares y eclesiásticos hubieran de buscarse tal vez en modelos carolingios, con modalidades especiales.
Tres reyes de Castilla y León ostentaron oficialmente el título de ‘emperador’, formulado, en fin, con todo el objetivismo del derecho político, considerándose como emperadores de un Imperio español descendiente del pasado romano.
En León existía, antes que en Castilla, una idea de unidad. El rey era emperador. Esta idea imperial no era exactamente la que encarnaba Carlomagno, que fue el primero, como es sabido, que la representó después del Imperio romano de Occidente. Carlomagno pretendía resucitar la unidad de los emperadores romanos, a lo que se opuso España, según la leyenda de Bernardo del Carpio. Con ese mismo carácter tomó el título de emperador Fernando I, para oponerse a las pretensiones de Enrique III de Alemania. “Quizá pensaba también Fernando I –escribe un historiador- en la explicación práctica de ese título, sobreponiéndose a los reinos de Navarra y Aragón y haciéndoles sus tributarios.” En este sentido emplearon el título de emperador Alfonso VI y Alfonso VII.
Este Imperio era, pues, español, circunscrito al territorio peninsular, y expresaba una idea unitaria radicalmente española que, al fracasar, frustró la posible confederación de los reinos cristianos peninsulares bajo la autoridad del emperador. La unidad se hubiera forjado, a juicio de Menéndez y Pelayo, aun sin los acontecimientos del siglo XV, si bien venciendo las dificultades del defecto ibérico de falta de interés hacia toda empresa colectiva.
En los siete siglos de lucha contra la morisma, León y Castilla forman los núcleos principales de acometividad y resistencia. Su monarquía es la heredera genuina del reino visigodo. En virtud de esta idea, León se constituye en primer foco unitario, tras la ruina de España. Sus monarcas, conscientes de la importancia de su misión unificadora, adoptan desde Alfonso III (866-910) el título de ‘Imperator’ o el de ‘Magnus basileus’, afirmando así su supremacía sobre los nacientes reinos pirenaicos, navarro-aragonés y catalán. Y no sólo en lo político; también en lo eclesiástico aspiraron Oviedo y León a recoger la herencia de los primeros toledanos. Imperio pudo significar, en los tiempos de Alfonso III, la renovación del Estado visigótico, con su apuntada ambición imperial y con la clara conciencia del título jurídico sobre las tierras ocupadas por el Islam.
La preeminencia de los emperadores leoneses sobre los otros reyes de las regiones españolas está reconocida en innumerables documentos. Oliva, abad de Ripoll, llama emperador a Alfonso V; ‘Imperator fortissimus’ llaman las crónicas a Fernando I; ‘Imperator magnus’, sus hijos, resucitando el ‘magnus basileus’ que usó Ramiro III; Alfonso VI adopta el título de ‘Imperator totius Hispaniae’; pero la consagración oficial de esta prerrogativa se lleva a cabo con Alfonso VII, del que se describe, como loa importante, su coronación.
Roma desplegaba por aquel entonces sus actividades centralizadoras. Alejandro II e Hildebrando, monje de Cluny (que luego fue Gregorio VII), que era la figura más destacada de la Iglesia, afirmaba la soberanía de la Santa Sede sobre los poderes temporales y nacionales. Se documentaba la aspiración con textos canónicos. La Sede Apostólica podía utilizar, como arma, según la interpretación de los textos, la excomunión y aun las expediciones militares contra los Estados.
El poder de Roma es de origen divino; el de los reyes, de origen humano: tal era la tesis vigente que, a lo largo de los siglos, había de plantear conflictos entre Roma y las iglesias nacionales y dar lugar a la desviación de los excesos regalistas, singularmente en lo que a España se refiere, en el siglo XVIII.
Esta idea de monarquía universal se expresaba no sólo en nombre de la Santa Sede, sino también del Imperio romano germánico; en 1065, el emperador de Alemania, Enrique IV, predecía que mediante la unión de los magnates sería un hecho el Imperio universal y renacería el Imperio del César y de Carlo Magno, para que fuese regido el universo bajo el signo de San Pedro.
La centralización romana actuó sobre España. Alfonso VI rechazaba las aspiraciones de la Santa Sede; se negó a pagar el tributo que pagaban otros reinos peninsulares y a proclamar, reafirmándola, la dignidad imperial, no conformándose con que se le reconociese emperador, como su padre Fernando I, sino que él mismo, con intención política clara, frente al imperialismo romano, se designaba emperador: ‘Ego Adefonsus, Imperator totius Hispaniae’.
En esta reacción nacionalista, según la tradición, el rey, que expresaba la voluntad de Castilla, fue apoyado por el Cid, que llegó a aconsejar la desobediencia al Papa; afirmó que la reconquista era empresa de españoles y no de extranjeros, y llegó a dirigir la resistencia a Francia, que apoyaba las pretensiones de Roma sobre el tributo español. En pleno siglo de religiosidad, como el XI, la idea de unidad política se afirma con su exponente nacionalista frente al imperialismo de Roma.
La idea del Imperio, reconocida tan solemnemente al monarca leonés, languidece a mediados del siglo XII, si bien algunos reyes, como Alfonso VIII y Alfonso X, aspirarán a reproducirla. En este siglo, Castilla asume la parte principal de la Reconquista y se convierte en heredera de León y creadora directa de España. En las grandes empresas reconquistadoras que darán por resultado la victoria de las Navas de Tolosa y la toma de Córdoba, Sevilla, Jaén y Granada, vienen a ponerse todos (navarros, aragoneses y catalanes) bajo la dirección de sus reyes.
A medida que se consuma la Reconquista palidece el brillo imperial del medievo, cediendo el paso a la idea renacentista del Imperio antiguo. Ella determina toda la vida y anhelos de Alfonso el Sabio. Encarna este rey un verdadero renacimiento romano en España, tal como iba a surgir en Italia, espiritualmente, merced a Pedrasca, y en lo político, por obra de Cola di Rienzo. Alfonso representa este renacimiento en la periferia del antiguo Imperio romano, engendrado y nacido gracias a la tradición y cultura romanas.
Y aquí se manifiesta a la vez el europeísmo alfonsino en sus aspectos cultural y político, creando ideológicamente un nuevo Imperio romano de nacionalidad hispánica. Aparece Alfonso X como rival solidario del derrumbado Imperio romano de linaje alemán, que por entonces iba hundiéndose a ojos vistas. Y perseverando en la misma trayectoria histórica, al calor del indeleble recuerdo de gloriosos días de dominio mundial, la política española de las generaciones venideras hallará siempre su más honda correspondencia y su síntesis más perfecta en la idea imperial.
Pero, llegado el momento de la gran hazaña que Dios tenía reservada a nuestra patria, Castilla, que se había impuesto a todos por su calidad de ser más ‘igualitaria’ que ninguna otra región en el Derecho, en la distribución de la tierra y en la organización municipal y de las clases sociales, mantiene el espíritu unificador. Y es curioso que al hacerse la unión definitiva española por el matrimonio de Isabel y Fernando de Aragón, continúa predominando en el desarrollo del conjunto hispano la región representada por el elemento femenino. Pero por cima de él, aun prescindiendo de las cualidades de la reina, estaban las virtudes unificadoras y universalistas de Castilla. Por eso la cultura y la lengua que adquieren prepotente influjo en todo el territorio son las creadas por Castilla; y es Castilla, asimismo, la que dirige la conquista y civilización del mundo recién descubierto. De ahí que haya podido decirse con verdad que León y Castilla han hecho a España, pero la han hecho por medio de la monarquía y de la Iglesia, sin perder de vista su destino providencial.
Al final de estos tres hitos, ya en el camino de Santiago, con las canciones de gesta o nuestros poemas épicos, los cánticos y plegarias, no se menciona otro nombre que ESPANNA, L’ESPEGNE o L’ESPAIGNE. Y así en Castilla, la España del poema del ‘Mio Cid’ constituye obsesión, no en su unidad material o política, sino en la espiritual. Y cuando se trata del Imperio, es la España total, con su ‘Imperator totius Hispaniae’ la que brilla en todos los labios.
Por eso, las crónicas e historias medievales reflejan el fervor nunca disminuido y olvidado de la grande España, sentida al modo de la cima o empresa común de todos los peninsulares, y la unanimidad con que los reinos y pueblos medievales, aislados y en ocasiones reñidos y encontrados, convergían hacia un fin único, al cabo del cual se encontraba solamente España.
En este periodo será un rey, y por añadidura sabio, el que proclame la alabanza de España.
Alfonso el Sabio quiere ser señor del ecúmeno y amante de su patria por encima de todas las cosas, y le canta la endecha más tierna y vibrante, más sonora y castiza que dijeron labios españoles.
Lo más emocionante de esta loa es que la cante un alma llagada por desdenes, deslealtades, incomprensión, traiciones; la misma que en entrañables confidencias confiesa su melancolía ante la triste y espaciosa patria:
“...pues en la mía tierra me fallece quien me había de servir y de ayudar, forzoso me es que en la ajena busque quien se duela de mí. Pues los de Castilla me fallecen, nadie me tenía en mal que yo busque a los de Venamerin; si los míos fijos son mis enemigos, non será ende mal que yo tome a los mis enemigos por fijos; enemigos en la ley, mas no por ende en la voluntad, que es el buen Rey Aben Yuçef...” (‘Carta a Don Alfonso Pérez de Guzmán’, publ. por Ortiz de Zúñiga).
Sobreponiéndose a su pena personal, hunde su amargor en los ríos caudales Ebro, Duero, Tajo, Guadalquivir y Guadiana, y con su agua dulce rocía la majestad española, la unge de orgullo y carismas, de misión divina. Con su énfasis y altivez entona el elogio para que sea España quien se entone, se ponga en pie, enhiesta ante una gloria universal y un grandioso horizonte. A fin de suscitar esa conciencia, le da ciencia, ejemplos históricos, recuerdos de gestas, memoria y esperanza.
A través de su elogio se le ha aparecido el destino español. Alfonso lo sueña desde su cueva islamizante, desde su lejana soledad triste, cual en la estrellada noche del alma.
Tras él, la España de vocación imperial se queda dormida, y sin sueño, como una piedra. Cuando despierte ya habrá pasado la aurora.
España tiene la gloria de anticiparse a todo, de ser precursora, y en esos periodos aflora en su sentido un matiz de unidad fundado en la religión, en las leyes y en la independencia.
Ideológicamente, va saturándose durante esta Edad Media suya del ideal de ‘universitas cristiana’, del deseo de coordinar y dirigir los esfuerzos de todos los reinos cristianos contra el infiel, contra lo que no es espíritu, a fin de lograr la universalidad de la cultura europea.
Y como un corazón gigante que despidiera destellos de energía y sabiduría, da luz con su pensamiento a esas ideas. Es la nostalgia de la tradición romana que se convertirá después, en nuestros teólogos, en un valor axiológico.
Y en lo interior –frente a la historia- dibujanse los trazos de amor a la independencia, la fe, la perseverancia, la afición a lo maravilloso, la despreocupación, la tendencia a anteponer lo ideal a lo real, y a despreciar el rendimiento del trabajo penoso, pero lucrativo, prefiriendo las aventuras o la misma pobreza. Es un pueblo que lucha sin tregua ni descanso, y que vence y domina aun pareciendo dominado y vencido.
3
LOS DEMÁS REINOS DE ESPAÑA.
Así como Castilla y León combaten para continuar la idea española, de igual modo Aragón y Cataluña sirven por su lado a tamaña empresa. “Equilibrio de fuerzas y de territorios. Exacta ambición y capacidad de cultura. Dos idiomas ya granados en la flor de dos literaturas. Dos estilos políticos y estéticos. Monarcas genialmente iguales y genialmente distintos”. La guerra santa –primero de independencia, luego de reconquista y después de unidad-, tiene cabezas directoras y brazos ejecutores que, conscientes del destino, no se interfieren si se recelan.
También Navarra, con sus cumbre pirenaicas y sus tierras generosas y sus gentes de recio temple coadyuvará a la gran tarea.
ARAGÓN.
La historia de Aragón nos da la clave de su temple moral. Del condado que se asienta en el siglo IX en el Pirineo central va saliendo aquel reinado del primer Ramiro que lo engrandecerá y al que después ayudan un Pedro I y un Alfonso el Batallador.
A comienzos del siglo XIII, Jaime I el Conquistador arrebata a los moros Mallorca y Valencia, cuya acendrada fe religiosa fue el móvil de todas sus empresas. El deseo de amplificar el reino de Cristo tuvo parte principalísima en el ímpetu creador de sus conquistas, y hasta soñó con emprender una cruzada a Tierra Santa. Al morir dejaría a sus sucesores un nuevo programa: la expansión mediterránea.
Don Jaime I, dentro de la actuación particular de su reino, demuestra su conciencia y sentimiento españoles, como un “mandato ineludible de la tierra”, en su ayuda al rey Alfonso X de Castilla cuando se ve combatido por el rey moro de Granada, haciéndolo así para que “sea salvada Espanya”. El rey y sus caballeros sometieron todo el territorio rebelde y, sin demandar ni pretender recompensa alguna, tornaron a su reino.
Su sentido de hispanidad se acrecienta con los caracteres que él presenta. El rey, catalán de nacimiento, de costumbres y hasta de lenguaje, salvo en documentos, en que ya empleó el idioma nacional, entonces castellano, unido a su pueblo, cuyas comunidades y concejos le acompañan fielmente, da cima con su auxilio a ese sentido de colaboración y de unidad, esa España que ni él ni el pueblo podían olvidar.
Aragón nos lega en el reinado de Pedro III la concesión del ‘Privilegio de la Unión’, en el que algunos han querido ver una manifestación de las doctrinas políticas modernas, como una ‘Carta Magna’ inglesa, primer y fundamental atisbo del derecho constitucional, estrecha limitación del poder real intervenido por el pueblo.
A partir del rey don Jaime II, las armas de Aragón no combaten a moros, pero tampoco permanecen ociosas: “Los peces del Mediterráneo se preparan para pintar de sol en sus escamas las barras insignes aportadas por los condes de Barcelona al escudo que será de España”. Italia, Grecia, Nápoles y Atenas son las rutas de gloria de este pueblo. Ya Jaime I, el Gran Conquistador, había plantado sus banderas en Baleares. La sombra de las alas del murciélago de su cimera, después de planear sobre Valencia, Palma e Ibiza, se cierne políticamente sobre Italia.
En 1303, tropas mercenarias catalanas y aragonesas acuden en auxilio del emperador de Bizancio, Andrónico, y el mundo asiático conoce el valor y la dureza táctica de los ‘almogávares’.
Más tarde, Alfonso V –“rey militar, político y mecenas”-, por el lauro de sus batallas victoriosas, se proclama rey de Nápoles. Árbitro de Italia, dirime en su favor varios pleitos políticos peninsulares y logra ser reconocido heredero de los Estados del duque de Milán.
Son los caminos para lograr el futuro Imperio: “Si España, al alcanzar su unidad nacional, obtuvo un vasto Imperio europeo, por el que se vio obligada a luchar varios siglos, no fue por un capricho personal de nadie, ni siquiera por una vena colectiva de ambición y voluntad de mando. La voluntad del Imperio español es lógica consecuencia de una cadena de derechos sucesivos en cuya elaboración intervinieron por igual el secreto designio del Destino y la habilidad matrimonial de la Casa Real Aragonesa, verdadera rival en este aspecto de la Casa de Habsburgo, con la que acabará enlazándose un día”.
El Imperio europeo de España será, pues, un Imperio de Derecho. Cada trozo que se le fue añadiendo desde el siglo XIV tiene profundas raíces jurídicas que sólo la mala fe de los historiadores enemigos ha podido motejar de ambición. La pérdida sucesiva de cada uno de ellos en guerras desafortunadas contra Estados rapaces –de manera principal con Francia- sí supuso muchas veces la codicia contra el Derecho, la violencia contra la posesión jurídica y la intriga contra la razón de sangre y destino que llevaran hasta tierras ajenas a España a los hombres nacidos en ella.
CATALUÑA.
La porción de territorio que a un lado y otro de los Pirineos constituían la Marca Hispánica bajo el cetro de Carlomagno, la formaban los condados de Rosellón, Cerdaña, Pallars, Urgel, Ampurias, Besalú, Barcelona, Gerona y Ausona.
A fines del siglo IX el conde independiente Wifredo el Velloso reúne bajo su dominio gran parte de los condados catalanes, y con él comienzan los condes-reyes y la historia de Cataluña como tal Estado español.
No sólo asienta Wifredo las bases del Estado, sino la semilla de la cultura, con la fundación del monasterio de Ripoll, donde se darán cita todas las corrientes literarias: relampagueos de cultura clásica, residuos del saber isidoriano, reflejos de las letras helénicas, influencias del renacimiento carolingio y fiero palpitar de la ciencia islámica.
En la serie de condes que la rigen a mediados del siglo XI sobresale Ramón Berenguer I el Viejo, que otorga a sus catalanes el ‘Código de los Usatges’, contribuyendo con él a la exaltación de la autoridad condal. A fines de ese siglo y comienzos del XII llega Cataluña a su apogeo con la incorporación de la Provenza bajo el gobierno de Berenguer III. Aliado con la república de Pisa, lleva sus expediciones a las Baleares, preparando su hijo después la unión de Cataluña a la Corona aragonesa al contraer matrimonio con la hija del rey de Aragón. Alfonso II será el primer rey de Aragón y Cataluña, y ambos pueblos, estrechamente unidos, llevarán a cabo la expansión mediterránea.
A través de la Edad Media, Cataluña aportó a la cultura hispánica el brío de sus geniales producciones. La poesía provenzal, cultivada por juglares y trovadores, influyó decisivamente en las composiciones literarias de los poetas catalanes; la historia y la novela caballeresca fueron los géneros preferidos por los prosistas.
Cataluña se incorpora a la gran familia hispana, al tiempo que Aragón, en la persona del rey Fernando el Católico.
NAVARRA.
En el siglo IX aparece Navarra como núcleo independiente frente al pueblo musulmán, con Íñigo Arista. Sancho III traerá en su cetro el poderío de su reino y con él vendrán al patrimonio Sobrarbe y Ribagorza, y el propio condado de Castilla. En la guerra, Calatañazor lo ve luchando contra los moros, y en la paz, fomenta las peregrinaciones a Santiago, trasladando a la tierra llana el viejo camino que corría por tierras de enemigos y fundando además el monasterio de San Salvador de Leyre. “El alma de Navarra vibraba en medio de aquellos peñascos bravíos. Allí se fortalecía para luchar, allí se recogía para orar, allí encontraba un seguro en los días malos. La abadía era palacio real, curia pontificia, escuela y parlamento del reino y cementerio de los reyes y nobles. Corte y entraña de la tierra navarra” (Fr. Justo Pérez de Úrbel).
Considerando la monarquía como un bien privado o patrimonial, repartió Sancho los Estados entre sus hijos. Su testamento fue de una importancia inmensa en orden a la Reconquista y a la historia posterior. En él tuvieron origen, como reinos, Aragón y Castilla. Ésta, que había sido condado hasta entonces, fue cedida a su hijo Fernando I, que tomó el título de rey. A su vez, y con carácter de reino, cedió a Ramiro los territorios de Aragón. Y ambas monarquías, cabezas de todos los demás reinos peninsulares, fueron las forjadoras de la Reconquista patria.
Navarra, tras las vicisitudes de su historia, uniones y separación con Aragón, con la Corona de Francia y las Casas de Evreux y Albrit, vendrá a incorporarse a Castilla en 1515, quedando terminada la empresa gloriosa de la unificación nacional.
Tales reinos, con sus comarcas, posesiones e ideales, no representan para la historia de la unidad española compartimentos estancos, cerrados en el contacto y a la influencia mutua. Los momentos de separación tal vez obedezcan a un individualismo y falta de cohesión característicos del español, en ocasiones, tan fatales para nuestra acción.
Pero los instantes de entronque entre ellos van dibujando una España renaciente que, pese a sus diferentes procedencias y no obstante las miras interesadas que cada uno posee, obedeciendo acaso todos ellos de un modo inconsciente a los impulsos misteriosos del ancestralismo, van convergiendo, sin darse cuenta, en el vértice común de la unidad.
Como dos hondos y anchos caudales de agua, fluyen y corren las vidas de Aragón y Castilla hacia la desembocadura de la unidad nacional. La estabilización de las nacionalidades; la configuración de la Realeza fortalecida por el principio hereditario y por la personalidad eminente de algunos soberanos; la caída del peligro musulmán y el progreso de la cultura y el lujo... traen aparejados un nuevo concepto de la vida pública y privada.
La monarquía dejará de ser patriarcal para hacerse patrimonial. El rey evolucionará, y de ser caudillo militar de la guerra santa contra el moro pasará a desempeñar las funciones políticas y representativas con una autoridad mucho más limitada.
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Ateniéndonos a lo más concreto en la configuración de esa España ‘total’, las características especiales en lo que atañe a la vida de sus pueblos y a sus gentes son las que siguen:
Ante todo, como ambiente que envuelve a la Piel de Toro, existía en los ánimos de todos la idea de que la Reconquista había de comenzar por al purificación de costumbres, y de ahí el que pensaran que la más poderosa ayuda había de venir no de su esfuerzo, sino de Dios. Ello obedecía a la idea de que los pecados de los reyes, del clero y del pueblo fueron la causa de su perdición, como lo consignan los cronistas contemporáneos, el ‘Anónimo’ toledano, el Albeldense y Alfonso III.
Religión.
En lo que atañe a la religión, España sigue fiel a su tradición de defender la pureza de la ortodoxia con el mismo brío que la defendió San Isidoro y defiende Pelayo con las armas. Beato de Liébana guarda intacta la tradición, el salvador espíritu de Osio y de los padres Iliberritanos, de Liciniano, de Mausona y Leandro. Y la herejía adopcionista sustentada por Elipando, que vive entre los árabes, es vencida y humillada.
La Iglesia de la Edad Media vive en íntima comunión con el pueblo, alentaba todas sus empresas, apaciguaba sus temores y, en todo momento corría a ponerse a su lado, compartiendo sus riesgos y peligros y aleccionándole con sus conocimientos superiores.
Dentro de ella, los monjes de la Edad Media realizan una extraordinaria función religiosa, patriótica y social, hablando al pueblo en su tosco lenguaje vulgar, asistiendo a la vida social y mezclándose en la carne viva de las inquietudes y preocupaciones populares.
Política.
En el orden político, la institución fundamental donde las demás se apoyan fue la Monarquía. Ella entera simboliza a la Patria. Servir al rey era servirla, porque a los ojos del pueblo el monarca simboliza la nacionalidad. De los reyes dimanaba el poder; fueron fuente de legislación y en su nombre se administraba la justicia.
Las villas y lugares se desenvolvían bajo un admirable régimen municipal que gozaba de gran autonomía.
Como derivación de los Concilios toledanos visigóticos surgieron las Cortes de Aragón y de Castilla, constituidas por los tres brazos en que se dividía la sociedad: el clero, la nobleza y el estado llano. Con la intervención de este último elemento, a partir del siglo XII surgió el pueblo español a la vida política mucho antes que otras naciones europeas.
Legislación.
En lo que a la legislación se refiere, en los primeros siglos de la Reconquista desarrollóse la legislación foral, conjunto de cartas pueblas y de fueros municipales otorgados por los reyes a los pueblos. La monarquía asturleonesa, entre las demás instituciones de los godos, mantiene el ‘Fuero Juzgo’; a él se atienen también Aragón, Cataluña y los mozárabes de al-Andalus.
Pero la Castilla alto-medieval repugnaba en general la legislación del viejo Código y prefería regirse por sus costumbres locales, lo que indicaba que había cambiado en sus costumbres más que las otras comarcas y que percibía, en pleno siglo X, la necesidad de la nueva forma jurídica.
En el siglo XI, tanto León como Cataluña empiezan a aplicar su derecho nuevo, pero aun entonces Castilla sigue distinguiéndose al continuar sus costumbres locales, sin fijarlas por escrito hasta el siglo XIII con el ‘Fuero real’.
Entre todos los pueblos hispanos León tiene la ventaja de la solidez interna, de la pujanza de lo heroico y lo tradicional; sigue allí la tradición legislativa del ‘Fuero Juzgo’ y se flexibilizan las normas según avanza la Reconquista.
Cultura
Júbilo inmenso embarga a toda la cristiandad cuando, en 1085, el rey Alfonso VI entró en Toledo, la vieja capital del reino visigodo. A partir de entonces iníciase una era floreciente en la España cristiana, como si hubiera necesitado cierta base y estabilidad en sus dominios y anchura suficiente en su desenvolvimiento para, de ese modo, encender su luz bienhechora, iluminando a Europa con toda la ciencia de la antigüedad que yacía olvidada.
Créase entonces la Escuela Alfonsina de traductores, que llegó a su máximo apogeo en tiempos de Alfonso VII el Emperador, con la protección del obispo don Raimundo y la reunión de los cultivadores de las ciencias de entonces, en su mayoría árabes y judíos. El dominio del fanatismo almohade en la España musulmana de la época la favoreció, al perseguir a hombre doctos que hubieron de exiliarse al Toledo cristiano.
El papel cultural que representa así Castilla es de los más ilustres. El servicio rendido a la ciencia fue definitivo y con ello Europa dio un paso gigantesco hacia su perfección cultural. Traductores fueron, principalmente, el arcediano de Segovia y filósofo Domingo Gundisalvo; el italiano Gerardo de Cremona, el judío converso Juan de de Sevilla, Roberto de Retines, Miguel Escoto y tantos otros, gloria de la Escuela toledana.
Antes, cuando las armas hacían huir a las ciencias y a las letras, se refugiaron éstas en la santidad de los monasterios, abadías, catedrales, y allí se hacían perdurables. Ahora se crean los Estudios generales de Palencia y Salamanca, origen de las Universidades, que tan próspera vida alcanzaran.
El lenguaje.
Otra característica innovadora de Castilla es el lenguaje. Ya en la época de Vardulia, que luego se había de llamar Castilla, discrepaba de todos en varios puntos que se hicieron muy notables cuando los romances se hallaban más diferenciados en el siglo X.
Sólo Castilla comenzaba a sentar unas normas del decir. La razón principal del comienzo de la fijación del idioma era que Castilla lo mismo hacía con sus costumbres: estimaría la lengua propia a la par que la latina o más. En suma, igual que en la política, en la guerra y en derecho, se adelantaba a cumplir una evolución destinada a triunfar. Entre los siglos XII y XV el castellano, como una formidable cuña, penetra desde el Norte hasta el Sur, sustituyendo la antigua unidad lingüistica, careada por la unidad visigoda. “Políticamente, el reino de Toledo llegó a hacerse Castilla la Nueva. Del mismo modo, la lengua del toledano Cervantes, admirada en el mundo, no es otra que la lengua del burgalés Fernán González”. (Menéndez Pidal)
La literatura.
Durante los dos siglos primeros de la Reconquista se restaura en el reino asturiano la Escuela de San Isidoro, con la producción de las crónicas latinas.
Después también se escribe esta clase de crónicas por toda la España cristiana. Sólo Castilla cultiva una nueva manera de historia, obras de juglares en lengua romance, destinadas al común de las gentes, manera desconocida a la tradición latina eclesiástica -únicamente del latín, pero no a la gótica: sabemos que los godos practicaban cantos épicos.
El romanismo combatía esa poesía como saturada de ideario bárbaro. Los temas de los cantos épicos castellanos son precisamente esas costumbres germánicas que aparecen al par de la epopeya.
Desde el siglo XIII se elevará España a esplendorosa altura. Alfonso el Sabio, con sus ‘Cántigas’; Jaime I, con sus ‘trovas’; el infante Don Juan Manuel con ‘El Conde Lucanor’, y la misma nobleza rivalizando en la producción de obras literarias meritísimas, como el Marqués de Santillana, y Pero López de Ayala; Gonzalo de Berceo, monje que inmortalizó su nombre con ‘Los milagros de Nuestra Señora’ y su ‘Vida de San Millán’ y otros poemas, y Juan Ruiz, arcipreste de Hita, con su ‘Libro de Buen Amor’.
En las ciencias sobresalen Domingo Gundisalvo y Juan Hispalense, que se asimilaron todo el saber filosófico oriental; Petrus Hispanus y Pedro Pascual, y Alfonso de Madrigal, el Tostado.
Y, por encima de todo ello, el hito inconmensurable del poema del ‘Mio Cid’, ejemplo para los imitadores y modelo para los demás poemas europeos.
En el siglo XV, Villena, Santillana, Juan de Mena, Jorge Manrique y otros sentarán la base de nuestro clasicismo literario; es el tiempo de los ‘Pasos honrosos’, como el de Suero de Quiñones; de las especulaciones científicas, de los libros de trovas y caballerescos y de los albores del Renacimiento difundidos por las empresas del magnánimo Alfonso V de Aragón, ‘rey de Italia’.
Las aficiones de los dos soberanos coetáneos Juan II de Castilla y Alfonso V de Aragón, su protección decidida a la literatura y a las artes, la introducción de los manuscritos y textos antiguos, copiados a sus expensas y por su mandato, acreditan el relieve intelectual de la época que, con sus inclinaciones suntuosas, hicieron de las cortes castellana y aragonesa el punto de reunión de los barones y caballeros y artistas extranjeros, lujo y boato de Don Juan II y de Don Alfonso V y de sus respectivos cortesanos.
En los otros reinos hispánicos, Raimundo Lulio en Mallorca, caballero insigne, teólogo, filósofo y poeta místico, contribuye a la civilización con su vida ejemplar y la influencia de sus doctrinas; Berenguer de Fluvia, Sabunde y Juan Llobet serán sus seguidores.
El poeta Ausias March, profano y místico, amante y filósofo; Arnaldo de Vilanova en Medicina y Antonio Andrés en Filosofía derraman su renombre por el ámbito peninsular.
El arte.
El arte camina a la vera de la historia. El camino de Santiago nos trae el románico -arte que es no sólo belleza del objeto, dibujo de la idea platónica, espíritu incorporado, con exclusión del alma, como el arte griego, sino que además del objeto consistente admite el objeto existente que está fuera de sus causas-.
Este estilo tiene camino y posada; llega y marcha lento, de piedra en piedra, por Jaca, Loarre, Estella, Silos, Sahagún y la Basílica de San Isidoro -cuyas pinturas y sepulcros recogen la grandeza del momento y son símbolo de nuestra primera unidad política, religiosa e intelectual- para alcanzar su perfección en Compostela, en la Catedral, acrópolis del Cristianismo, Partenón del Occidente, en cuyo Pórtico de la Gloria están plasmados los cantos del paraíso dantesco, o en versos de ‘cuaderna via’, como hechos por Berceo:.
“El maestro Mateo es el Fidias del primer gran estilo que ha dado la Cristiandad”. El Pórtico de la Gloria ha significado en el románico lo que el Partenón en el arte griego y la portada de la Universidad de Salamanca en el plateresco; una unidad de estilo, una perfección, un clasicismo ejemplar, una cima europea de medida, de canon, de gracia eterna; un módulo inmortal” (E. Montes)
Pero también estos siglos medios aportan otra innovación del arte, que constituirá, a su vez, característica española; Castilla y la idea de Imperio nos traen, después, las catedrales góticas.
León, Burgos y Toledo representan la idea del ‘Totius Hispaniae’. El estilo ojival llena las necesidades de su época. Su elevación ideal, los haces esbeltos de sus columnas y nervaduras, la rica floración de sus accesorios y la amplitud de sus ámbitos basilicales, responden por entero a las condiciones espirituales y caballerescas de los siglos bajomedievales, ya idealmente soñadores, preñados de simbolismo.
El ojival españolizado de Burgos, Sevilla y Toledo en su robusto arqueo de masas, en la fuerza y severidad de su conjunto y en la rica profusión de sus motivos ornamentales señala hondo y peculiar carácter a nuestras catedrales.
En su época de transición o nacimiento apunta en los monumentos cistercienses; en su florecimiento, surgen la mayoría de nuestras catedrales, y en su decadencia, debida a la pérdida de su severidad, a lo recargado de sus ornamentaciones y al relajamiento de sus cánones artísticos, estará representado por San Juan de los Reyes y la catedral de Segovia.
La gran aportación que da España a lo ojival es el ‘mudejarismo’, arte exclusivamente peninsular resultante del encuentro de las civilizaciones oriental y occidental; el pensamiento es gótico; la ejecución, detalle y material serán musulmanes o influenciados por tales.
De ese encuentro, rehabilitación del modesto ladrillo, saldrán las maravillas afiligranadas de Tauste, Teruel y Toledo.
Como personalidad artística medieval debe señalarse el ‘castillo’ con todas sus vicisitudes, desde el castillo llano de ‘señorío’, como el de Paradilla en Valladolid, pasando por los de ‘mota’, erigidos sobre colinas escarpadas, para llegar al castillo roquero, al montano y a los de raya o salvatierra. Ellos fueron el ambiente de nuestra personalidad histórica y de nuestra propia existencia, defensores de la vida nacional, y los esforzados artífices del alma española del medievo.
A toda aquella arquitectura peregrina corresponde un algo que los antiguos no habían conocido por la estructura propia de sus lenguas, pero que tampoco los bárbaros, faltos de sentido rítmico, podían inventar: ‘la rima’.
Vedier ha escrito que la épica romance ha nacido en el camino de Santiago.
Los cuerpos de los héroes que habían muerto a lo largo del camino de Santiago, allí quedaban como centinelas, como los álamos temblorosos de los ríos, custodiando el camino, y los fresnos de las orillas del Cea eran las lanzas florecidas de los caballeros de Carlos, caídos al atravesar el cauce.
El mismo espíritu que creó la ‘Chanson de Roland’ inspiró el ‘Pelerinage de Charlemagne’, la ‘Entrada de España’ y el poema de ‘Anseis de Carthage’; los autores de estos poemas escritos en los siglos XII, XIII y XIV insisten en las mismas ideas caballerescas y describen el camino que conduce a Compostela. La juglaría española pide prestados a la francesa algunos asuntos relacionados con el camino de Santiago, como el poema de Roncesvalles y la ‘Peregrinación del Rey de Francia’, incluida en la Crónica del Tudense.
También en la música influye el camino de Santiago. El texto y la música de los himnos latinos que en el camino se cantaban se conservan el ‘Codex Calixtinus’. Son las voces de toda la Cristiandad cantando las glorias y alabanzas del hijo del Trueno.
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Tipos representativos de este trozo de historia son:
El Rey.
Pudiera llevar como lema aquella indicación que se hizo de un rey medieval: “Es ardido y probo y valiente y longánimo en dar y agradable a toda la gente y muy misericordioso y tiene puesto todo su corazón y voluntad en guerras contra los sarracenos”.
El tipo de nuestro rey es compendio de conquistador, legislador y civilizador de pueblos. Signado con la ley de la Casa de Dios, está predestinado a grandes cosas. Fe insigne es el motor de su vida, y el deseo de emplear el reino de Cristo le impelerá a realizar sus conquistas. En la dureza obligada del oficio pondrá la ternura y el frescor que tienen las fuentes claras en el ardiente desierto.
La unión de la santidad y de la fuerza, el triunfo sobre los afectos domeñados, la perfección moral convertida en norma de república y buen gobierno, la vida de la Gracia rigiendo la vida política se dará en un San Fernando, ideal del príncipe cristiano.
Pobre en amor y triste en gobierno, pero rico en ciencia y alegre en su siembra de sabiduría, será un Alfonso el Sabio, que por azares del destino quedará malparadas su autoridad real, oscilante y débil.
Pero siempre la institución con nobilísimas prendas adornada, con el interés fijo en el bienestar y en la grandeza del pueblo. Su representación podía concretarse en aquella imagen de un rey sobre cuya coraza de guerrero descansa el manto de armiño del soberano. Empuñada en la diestra, la espada, guía y amparo de la Cristiandad española. Con la izquierda sostiene pesada esfera, símbolo de los cuidados y fatigas del mundo. En el rostro, donde la piedad y el amor marcan sus huellas, los ojos humildes y reverentes, levantados a las alturas del cielo, y los brazos aferrados a la tierra, a la que gobierna ambicioso, decidido y valiente.
El Guerrero cristiano.
El guerrero cristiano es valeroso, noble, arriesgado, cristiano auténtico y orgulloso. Siente el goce de la lealtad, que no consiste sólo en servir fielmente al señor, sino en hablarle con voz de verdad en todas las ocasiones.
Ellos nacen en la historia como un fruto de circunstancias. Unas veces pelearán en el desfiladero de Roncesvalles contra un ejército invasor y se llamará Bernardo del Carpio. Otras saldrá de un ‘pequeño rincón’ la cabeza de un reino por obra de un conde que sacará a los suyos del ‘antiguo dolor’, y se llamará Fernán González. Otro será el buen Cid Campeador, o Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, Entenza o Ricafort.
La Mujer fuerte.
La noble y firme entereza de las mujeres castellanas la representan Doña Berenguela y Doña María de Molina, corazones animosos y bien templados, de voluntad decidida y ardiente. Prodigios de habilidad y de valor realizan para el logro de su ideal, como amas de casa y amas de Reino. Ni las fortunas de la guerra consiguen amilanarlas ni las intrigas quebrantar su tesón.
El monumento que dejan a su Patria será las constantes del alma femenina española: tenacidad contra los ambiciosos y traidores, fidelidad a la memoria del esposo, el amor a su hijo, el valor, la arrogancia, la generosidad... Todo lo que al cabo de siglos recordará a las mujeres españolas.
El Poeta.
Muchas veces llevará un nombre rotundo y sonoro, -que será Gonzalo de Berceo, Juan Ruiz o Gómez Manrique entre tantos otros-, y cantarán las vidas de los santos, el contraste entre el amor divino y el humano, o problemas de moral, o ‘decires’ de amor en cancioneros o trovas. Exaltar en sus poesías a la religión, a la mujer, las virtudes morales, las glorias y desdichas de la Patria, dentro del canon mesurado de la alabanza sencilla, como consejo callado que da tono a la poesía española de aquel entonces.
Pero otras será el poeta innominado, que pudo ser juglar, trovero o cortesano, cuyos cantares de gesta, romances o relatos de caballería van creando en el español un subconsciente de audacia, de propensión a las hazañas y al sacrificio; de expansión del nombre de España para surgir esa gloria única de la Patria que es el ‘Romancero’, tesoro de la poesía española y cofre donde se guardan, como en el del Cid, la buena moneda de las costumbres y hechos históricos de la época.
El Héroe.
Lo característico del héroe español es que se sitúa dentro de la vida: no es lo mítico ni lo desproporcionado, sino personaje de carne y hueso. Es el centro en torno del cual giran las más hondas alteraciones históricas. El héroes es el triunfo de la voluntad, que supera lo insuperable, característica española muy saliente que arrolla las dificultades y se sobrepone al pensamiento.
Es la acción antes que la perfección, lo cual ha de caracterizar toda la obra española.
El Santo.
Prototipo de santo de hálito ardiente es Santo Domingo de Guzmán. Su siembra es la más prodigiosa del espíritu español.
“Las demás Órdenes religiosas fueron influidas por el espíritu dominico. La Merced, el Carmelo, Santa Brígida, los Jesuitas. La suya dio santos como Santo Tomás de Aquino, San Vicente Ferrer, Catalina de Sena; pintores como Fra Angélico; teólogos como Victoria, Soto; predicadores como Savonarola, Juan de Vicenza, fray Luis de Granada; fundadores como Peñafort... Sus ‘Constituciones’ llegaron a influir en Washington para fundar los EE.UU, y su Orden, la más universal de España.
Este hijo de Castilla y de Roma fue para la Cristiandad de la Edad Media una bandera de fuego, como antes lo fuera de luz San Isidoro de Sevilla y como después había de serlo de amor Santa Teresa de Jesús”.
Este santo puede ser también un Raimundo de Peñafort; puede serlo también un Vicente Ferrer, asceta y misionero, ‘fe hecha carne’, que arrastra las multitudes porque posee el don de lenguas y manifiesta el don de profecía y de ciencia teológica a caballo de la Guerra de los Cien años, el Compromiso de Caspe y en la supresión del Cisma de Occidente.
El Monje.
Resalta esta figura en su aspecto humano y español, desenvolviéndose a través de lo que ha rendido a la fe por una vida edificante, al arte y a la cultura, y más aún por su obra civilizadora; trabajadores infatigables, con frecuencia anónimos, cuya vida se desarrolla al compás de la vida nacional.
Son los campeones de una vida heroica, toman parte en los Concilios, intervienen en las disputas doctrinales, suban a los puestos más altos de la jerarquía eclesiástica, aparecen en los Consejos de los Reyes, se mezclan con la muchedumbre en ciudades y aldeas; enseñan, predican, consuelan, escriben, sostienen la sociedad, defienden la ortodoxia, crean artes, fundan escuelas, son poetas, historiadores, teólogos, pintores, calígrafos y arquitectos; un elemento de influencia capital en la vida religiosa, social, política y cultural de España.
“¡Monjes españoles! Primavera románica, versos leoninos y leyendas hagiográficas. Catedrales con apariencias y sombras de fortalezas, báculos pastorales blandidos detrás de bosques de lanzas, ritmos de gestas cruzando ritos litúrgicos. ¡El alma de la Edad Media aguzada por el cayado y la azada del monje!”
¡Gran cosecha de los siglos medios!
Eran de temperamento vibrante, alma hermosa y corazón seráfico. Su aspecto risueño es luz y vive siempre alegre y confiado, porque dentro de su corazón bulle el lucero inextinguible que encendió el Paráclito. Caminan al lado del magnate, implorando la bendición del Cielo sobre espadas y escudos.
Dos clases de hombres son los que trabajan en esta época: el siervo, por fuerza; el monje, por amor. Y como éste es más fecundo, cuaja en seguida en obras que le alabarán a él y a su tierra: levanta el monasterio, fertiliza las tierras con el propio sudor, y lo convierte en asilo de cultura, foco del patrimonio y refugio de los defensores de la patria.
Así nacen aquellos monasterios: Samos, Sahagún, Nájera, San Pedro de Cardeña, Oña, Veruela, La Oliva etc.
Prez y orgullo de esta cosecha fueron San Martín de Dumio, San Fructuoso, San Valerio, Odeario, Atilano, Froilán, Genadio y Rosendo, y la monja Eteria, almas místicas y guerreras, cuerpos vigorosos y suaves, abnegados, que junto a la oración y el rezo, lo mismo abaten árboles que rasguean el cálamo sobre los blancos pergaminos.
Monjes españoles que viven en San Isidoro de León, en Santo Domingo de Silos, San Juan de la Peña, Leyre, Roda, Ripoll y en tantos otros que fueron centros espirituales donde se plasmaron los anhelos colectivos de le Reconquista; monasterios, abadías y santuarios que mantuvieron los recuerdos nacionales y prepararon la unidad de las comarcas para que se fuera realizando la unidad de todos los españoles.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
ALABANZAS DE ESPAÑA
ELOGIO DE ESPAÑA:
158
“Por esso vos lodigo que bien lo entendades,
mejor es dotras tierras en la que vos morades,
de todo bien conplida en la que vos estades;
dezir vos e agora (quantas) ha de bondades.
Tierra es muy tenprada, syn grandes calenturas,
non faze en ivierno destenpradas friuras;
non es tierra en mundo que aya tales pasturas,
árboles pora fruta siquier de mil naturas.
Sobre todas las tierras mejor es la Montaña,
de vacas e ovejas non ha tierra tamaña,
tantos ha y de puercos que es fiera fazaña,
sirven se muchas tierras de las cosas d'España.
Es de lino e lana tierra much’ abastada,
de çera sobre todas buena tierra provada,
non sería de azeite en mundo tal fallada,
Inglatierra nin Francia desto es abondada.
Buena tierra de caça e buena de venados,
de rrío e de mar muchos buenos pescados,
quien los quiere rezientes, quien los quiere salados,
son destas cosas tales pueblos muy abastados.
De panes e de vinos tierra muy comunal,
non fallarían en mundo otra mejor nin tal,
muchas de buenas fuentes, mucho río cabdal,
otras muchas mineras de que fazen la sal.
Ha y muchas veneras de fierro e plata
Ha y venas de oro, son de mejor barata,
ha en sierras e valles mucha de buena mata,
todas llenas de grana pora fer escarlata.
Por lo que ella mas val aun non lo dixemos:
de los buenos cavallos mençión non vos fiziemos,
mejor tierra de las que quantas nunca viemos,
nunca tales cavallos en el mundo non viemos.
Dexar vos quiero d'esto, assaz vos he contado,
non quiero más dezir, que podría ser errado,
pero non olvidemos al apóstol honrado,
fijo del Zebedeo, Santyago llamado.
Fuerte mient quiso Dios a España honrar,
quand al santo apóstol quiso y enbyar;
d'Inglatierra e Françia quiso la mejorar,
sabet non yaz apóstol en tod’ aquel logar.
Onro le otra guisa el preçioso Señor,
fueron y muchos santos muertos por su Señor,
de morir a cochiello non ovieron temor,
muchas vírgenes santas, mucho buen confessor.
Com’ ella es mejor de las sus vezindades,
assi sodes mejores cuantos aquí morades,
omnes sodes sesudos, mesura heredades,
desto por tod’ el mundo muy gran d preçio ganades.
Pero de toda España Castiella es mejor,
porque fue de los otros el comienço mayor,
guardando e temiendo sienpre a su señor,
quiso acreçentar la assi el Criador.
Aun Castiella Vieja, al mi entendimiento,
mejor es que lo al, por que fue el çimiento,
ca conquirieron mucho, maguer poco convento,
bien lo podedes ver en el acabamiento.”
POEMA DE FERNÁN GONZÁLEZ (Siglo XIII)
DEL LOOR DE ESPAÑA, COMO ES CUMPLIDA DE TODOS BIENES:
159
“E cada una tierra de las del mundo e a cada provincia honró Dios en sennas guisas, et dio su don; mas entre todas las tierras que El honró más, España la de Occidente fue; ca a ésta abastó El de todas aquellas cosas que omne suel cobdiciar. Ca desde que los godos andidieron por las tierras de la una parte e de la otra probándolas por guerras e por batallas e conquiriendo muchos logares en las provincias de Asia e de Europa, probando muchas moradas en cada lugar e catando bien e escogiendo entre todas las tierras el más provechoso logar, fallaron que España era el mejor de todos, e mucho preciaron más que a ninguno de los otros, ca entre todas las tierras del mundo España a una estremança de abondamiento e de bondad más que otra tierra ninguna.
Demás es cerrada toda en derredor: del un cabo de los montes Pirineos que llegan fasta la mar; de la otra parte del mar Occeano, de la otra del mar Tirreno. Demás es en esta España la Galia Gótica, que es la provincia de Narbona desuno con las cibdades Rodes, Albia et Beders, que en el tiempo de los godos pertenescien a esta misma provincia. Otrosí en África habíe una provincia señora de diez cibdades que fué llamada Tingintana, que era so el sennorío de los godos así como todas estas otras.
Pues esta España que decimos tal es como el paraíso de Dios, ca riégase con cinco ríos cabdales que son Ebro, Duero, Tajo, Guadalquivir, Guadiana; e cada uno dellos tiene entre sí e el otro grandes montañas et tierra; e los valles e los llanos son grandes e anchos, e por la bondad de la tierra e el humor de los ríos llevan muchos fructos et son abondados. España la mayor parte della se riega de arroyos e de fuentes, e nunqual minguán poços cada logar o los ha mester.
España es abondada de mieses, deleitosa de fructas, viciosa de pescados, sabrosa de leche et de todas las cosas que se della facen; llena de venados et de caça, cubierta de ganados, loçana de cavallos, provechosa de mulos, segura et bastida de castiellos, alegre por buenos vinos, folgada de abondamiento de pan; rica de metales, de plomo, de estanno, de argent vivo, de fierro, de arambre, de plata, de oro, de piedras preciosas, de toda manera de piedra mármol, de sales de mar et de salinas de tierra et de sal en pennas, et dotros mineros muchos: azul, almagra, greda, alumbre et dotros mineros muchos de cuantos se fallan en otras tierras; briosa de sirgo et de cuanto se faze del dulce de miel et de açucar, alumbrada de cera, complida de olio, alegre de açafrán.
España sobre todas es engennosa, atrevuda et mucho esforçada en lid, ligera en affán, leal al sennor, affincada en estudio, palaciana en palabra, complida de todo bien; non a tierra en el mundo que la semeie en abondança, nin se eguale ninguna a ella en fortalezas et pocas en el mundo tan grandes como ella. España sobre todas es adelantada en grandez et mas que todas preciada por lealtad. ¡Ay España! non a lengua nin engenno que pueda contar tu bien.
Sin los rios cabdales que dixiemos de suso; muchos otros ay que en su cabo entran en la mar non perdiendo el nombre, que son otrossí ríos cabdales, assí como es Minno que nasce et corre por Gallizia et entra en la mar; e deste río lieva nombre aquella provincia Minnea; et muchos otros ríos que a en Gallizia et en Asturias et en Portogal et en ell Andaluzia et en Aragón et en Catalonna et en las otras partidas de Espanna que entran en su cabo en la mar. Otrossí Aluarrezen et Segura que nascen en esa misma sierra de Segura, que es en la provincia de Toledo, et entran en el mar Tirreno, et Mondego en Portogal que non son nombrados aquí.
Pues este regno tan noble, tan rico, tan poderoso, tan onrrado, fue derramado et astragado en una arremessa por desabenencia de los de la tierra que tornaron sus espaldas en sí mismos unos contra otros, assí como si les minguassen enemigos; et perdieron y todos, ca todas las cibdades de Espanna fueron presas de los moros et crebantadas et destroydas de mano de sus enemigos.”
ALFONSO X EL SABIO (1221-1284), ‘Estoria de España’ 558.
DEL DUELO DE LOS GODOS DE ESPAÑA ET DE LA RAZÓN PORQUE ELLA FUE DESTROYDA:
160
“Allí se renovaron las mortandades del tiempo de Hercules; allí se refrescaron et podrescieron las llagas del tiempo de los vándalos, de los alanos et de los suevos que comenzaran ya a sanar.
Espanna que en el otro tiempo fuera llagada por la espada de los romanos, pues que guaresciera et cobrara por la melezina et la bondad de los godos, estonces es crebantada, pues que eran muertos et aterrados cuantos ella criara.
Oblidados le son los sus cantares, et el su lenguaje ya tornado es en ageno et en palabra estraña.
Los moros de la hueste todos vestidos del sirgo et de los paños de color que ganaran, las riendas de los sus caballos tales eran como de fuego, las sus caras dellos negras como la pez; el mas fremoso dellos era negro como la olla, assí luzíen sus oíos como candelas; el su cavallo dellos ligero como leopardo, e el su cavallero mucho más cruel et mas dañoso que es el lobo en la grey de las oveías en la noche.
La vil yente de los africanos que se non solie preciar de fuerça nin de bondad, et todos sus fechos fazie con art et a engaño, et non se solíen amparar si non pechando grandes riquezas et grand aver, essora era exaltada, ca crebantó en un hora más ayna la nobleza de los godos que lo non podríe omne dezir por lengua.
¡Espanna mezquina!, tanto fué la su muert coytada que solamientre non finco y ninguno qui la llante; laman la dolorida, ya más muerta que viva, et suena su voz assí como dell otro sieglo, e sal la su palabra assí como de so tierra, e diz con la grand cueta: "vos, omnes, que passades por la carrera, parad mientes et veed si a cueta nin dolor que se semeie con el mio".
Doloroso es el llanto, llorosos los alaridos, ca Espanna llora los sus fijos et non se puede conortar porque ya no son.
Las sus casas et las sus moradas todas fincaron yermas et despobladas; la su onrra et el su prez tornado es en confusión, ca los sus fijos et los sus criados todos moriron a espada, los nobles et fijos dalgo cayeron en cativo, los príncipes et los altos omnes ydos son en fonta et en denosto, e los buenos conbatientes perdieron se en estremo.
Los que antes estavan libres, estonces eran tornados en siervos; los que se preciavan de cavuallería, corvos andavan a labrar con reias et açadas; los viciosos del comer non se abondavan de vil maniar; los que fueron criados en pannos de seda non avien de que se cobrir nin de tan vil vestidura en que ante non porníen ellos sus pies.
Tan assoora fué la su cueta et el su destroymiento que non a torvellinno nin lluvia nin tempestad de mar a que lo omne pudiesse asmar.
¿Qual mal o qual tempestad non passó Espanna? Con los ninnos chicos de teta dieron a las paredes, a los moços mayores desfizieron con feridas, a los mancebos
grandes metiéronlos a espada, los ancianos et vieios de días moriron en las batallas, et fueron todos acabados por guerra; los que eran ya pora onrrar et en
cabo de sus días echolos a mala fonta la crueleza de los moros; a las mezquinas de las mugieres guardavan las para deshonrrar las, e la su fermosura dellas era guardada pora su denosto.
El que fue fuert et coraioso murió en batalla; el corredor et ligero de pies non guaresció a las saetas; las espadas et las otras armas de los godos perdonaron
a los enemigos et tornaron se en sus parientes et en sí mismos, ca non avíe y ninguno qui los acorriese nin departiesse unos dotros.
¿Quien me daríe agua que toda mi cabeça fuesse ende bannada, e a míos oios fuentes que siempre manassen llágrimas por que llorasse et llanniesse la pérdida et la muerte de los de Espanna et la mezquindad et ell aterramiento
de los godos?
Aquí se remató la santidad et la religión de los obispos et de los sacerdotes; aquí quedó et minguó ell abondamiento de los clérigos que sirvien las eglesias; aquí peresció ell entendimiento de los prelados et de los omnes de orden; aquí fallesció
ell ensennamiento de la ley et de la sancta fe.
Los padres et los sennores todos perescieron en uno; los santuarios fueron destroydos, las eglesias crebantadas; los logares que loavan a Dios con alegría, essora le denostavan yl maltrayen; las cruzes et los altares echaron de las eglesias; la crisma et los libros et las cosas que eran pora onrra de la cristiandat todo fué esparzudo et echado a mala part; las fiestas et las sollempnias, todas fueron oblidadas; la onrra de los santos et la beldad de la eglesia toda fue tornada en laydeza et en viltança; las eglesias et las torres o solíen loar a Dios, essora confesavan en ellas et llamauan a Mahomat; las vestimentas et los calzes et los otros vasos de los santuarios eran tomados en uso de mal, et enlixados de los descreydos.
Toda la tierra desgastaron los enemigos, las casas hermaron, los omnes mataron,
las cibdades quemaron, los árboles, las vinnas et quanto fallaron verde cortaron.”
ALFONSO X EL SABIO (1221-1284), ‘Estoria de España’ 559.
ALABANZA DE ESPAÑA:
161
“Loemos los muy famosos
Prudentes de nuestra España,
Segund que Sirac se baña
En loar los gloriosos
Varones e virtuosos
Príncipes del pueblo hebreo,
Pues de nuestros muchos leo
Nobles e virtuosos.
Non quedó España callada
E muda en las istorias
Por defectos de vitorias
Nin de virtudes menguada;
Mas porque non fue dotada
De tan alto pregonero,
Como fue de Grecia Omero
En la famosa Iliada.
Tanto son más ensalzados
Los varones excelentes
Cuanto de los diligentes
Sabios fueron más notados:
E tanto más obligados
Somos a los Coronistas,
Cuanto de las sus conquistas
Nos facen más avisados.
España non caresció
De quien virtudes usase,
Más menguó e fallesció
En ella quien las notase;
Para quien se igualase
Debían ser los caballeros
De España e los Omeros
De Grecia quien los loase.
Por amor e afección
De la patria a quien tanto
Natura me obliga cuanto
Debo a mi generación.
Dejada la introducción
Vengo a poner la mano
En loor del pueblo hispano,
Dando Dios su bendición”.
FERNÁN PÉREZ DE GUZMÁN (1370-1460), ‘Loor de los claros varones de España’.
-
Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HOMBRES
COMPOSICIÓN DEL HOMBRE (Doctrina mística):
162
“El hombre consta de dos substancias: cuerpo y alma. El cuerpo pertenece a la tierra, de donde trae su origen. El alma no tiene origen porque es espíritu, hecho a imagen de Dios...
Cuando contempla a Dios y le conoce, se llama propiamente espíritu...
El espíritu es el entendimiento superior y angélico del alma...
Cuando tiende a Dios y a las cosas celestiales se hace con Dios y con los ángeles un sólo espíritu...
El espíritu, que es luz, tiene participación con Cristo, que es el sol, y de entrambos resulta una sola luz, es decir, un mismo espíritu, pero no una misma naturaleza...
El uno es luz que ilumina, el otro luz iluminada...”
...............
“Tiene el alma muchos nombres, según sus operaciones, pero en sustancia es una. Cuando contempla a Dios, es espíritu. Cuando siente, es sentido. Cuando sabe, es ánimo. Cuando conoce, es entendimiento. Cuando discierne es razón. Cuando consiente, es voluntad. Cuando recuerda, es memoria. Cuando preside a la parte vegetativa, se llama propiamente alma... Pero el alma es siempre una.
BEATO DE LIÉBANA (+798) ‘Carta a Elipando’.
FIRMEZA EN LA VERDAD:
163
“Con nosotros está David, el de la mano fuerte, que con una piedra hirió y postró al blasfemo Goliat. Con nosotros Moisés, el que sumergió las cuadrigas de Faraón en el mar Rojo e hizo pasar el pueblo a pie enjuto. Con nosotros Josué, el que venció a los amalecitas y encerró a los cinco reyes en una cueva. Con nosotros el Padre Abraham, que con trescientos criados venció y arrancó los despojos a los cuatro reyes. Con nosotros el fortísimo Gedeón y sus trescientos armados, que hirieron a Madián como a un solo hombre. Con nosotros Sansón, más fuerte que los leones, más duro que las piedras; el que, solo y sin armas, postró a mil armados. Con nosotros los doce Patriarcas, los dieciséis Profetas, los Apóstoles y Evangelistas, todos los mártires y Doctores. Con nosotros Jesús, Hijo de la Virgen, con toda su Iglesia, redimida a precio de su sangre y dilatada por todo el orbe”.
BEATO DE LIÉBANA (+798) ‘Carta a Elipando’.
EL HOMBRE Y SU DIGNIDAD:
164
“Otrosí fizo el home a su semejanza et esta semejanza que el home ha con Dios es en el alma, que, así como Dios es cosa espiritual et dura para siempre; pero entre Dios et el alma ha dos departimientos: el uno que Dios es criador et el otro que Dios nunca hobo comienzo; mas siempre fué comienzo et criador de todas las cosas, et el alma ha comienzo cuando Dios la cría et la pone en el cuerpo del home, desque es vivo et formado en el cuerpo de su madre; et desque una vez es criada nunca después puede haber fin et ha comienzo, mas non fin.
Et así este segundo departimiento es entre Dios et el alma, et semeja el home en la razón a Dios, et en el entendimiento et en el libre albedrío.
Por estas cosas que puso Dios en el home dijo quel queríe facer a su imagen et a su semejanza, por estos cumplimientos et mejorías quel dió más que a todas las otras cosas; por ende quiso que se apoderase et se sirviese et se aprovechase de todas las criaturas que son en el cielo et en la mar et en la tierra”.
DON JUAN MANUEL (1282-1348), ‘Libro de los Estados’, cap. XXVIII.
LA FE EN LO SOBRENATURAL:
165
“Abu Yacub salió de Sevilla para combatir a Alfonso [VIII], ¡que Dios maldiga!, y vino a acampar cerca de una ciudad llamada Huete, que formaba parte de los Estados de su enemigo, y en la cual, por lo que había sabido, se encontraban los grandes de la corte de Alfonso, así como los jefes de sus tropas.
Sitió la ciudad y mantuvo el cerco durante varios meses, con tal rigor, que los sitiados querían rendirse.
Yo sé por muchos jefes, con los que he estado en relación, que los habitantes, agotados por la sed, pidieron cuartel al príncipe de los creyentes, prometiéndole abandonar la ciudad; pero él rehusó aceptar la oferta, llevado de la esperanza que le inspiraban las noticias sobre la miseria ocasionada por la falta de agua y por el número de bajas.
Los sitiados no tenían nada que esperar de él, cuando una noche los sitiadores oyeron en la plaza un gran ruido, acompañado de clamores; los cercados estaban paseando sus libros santos, rodeados de los sacerdotes y de los frailes, que dirigían súplicas al cielo, mientras el resto del pueblo respondía amén.
La lluvia empezó entonces a caer a torrentes y tan en abundancia que pudieron llenar sus vasijas y beber cuanto quisieron. Esto les permitió continuar su resistencia, y el sitiador volvió a Sevilla después de haber pactado con Alfonso una tregua de siete años.
HISTORIA DE LOS ALMOHADES DE MARRAKESH.
HEROÍSMO:
166
“Cercó luego a Tarifa con aquel poder del rey Aben Yacob e combatiéronla muy fuerte, e Don Alonso Pérez de Guzmán, que la tenía, defendiógela muy bien.
E el infante Don Juan tenía un mozo pequeño, fijo deste Don Alonso Pérez, e envió decir a éste Don Alonso Pérez que le diese la villa, e si non, que le mataría el fijo que él tenía.
E Don Alonso Pérez le dijo que la villa que gela non daríe; que cuanto por la muerte de su fijo, que él le daría el cuchillo con que lo matase; e alanzóles de encima del adarve un cuchillo, e dijo que ante quería que le matase aquel fijo e otros cinco si los toviese, que non darle la villa del rey su señor, de que él ficiera omenaje; e el infante Don Juan, con saña mandó matar su fijo antel, e con todo esto nunca pudo tomar la villa.
E cuando los moros que estavan con el infante Don Juan vieron que él facía mucho por tomar la villa e non pudo, levantáronse de la cerca e pasáronse allen la mar.”
CRÓNICA DEL REINADO DE SANCHO IV (Siglo XIV)
VALOR:
167
“Llegaron los cristianos a Montiel, alzaron los pabellones de su campamento, cayeron después de rodillas y oraron al Señor diciendo:
‘¡Oh, Jesús Nazareno, que por nosotros fuiste colgado de un madero y por nosotros derramaste tu sangre; aquí vienen contra nosotros, para perdernos, los moabitas y agarenos, enemigos tuyos y nuestros; compadécete de nosotros y líbranos de ellos! ¡Oh, Virgen de las Vírgenes, intercede por nosotros cerca de tu hijo Nuestro Señor Jesucristo! Si nos libras de este peligro daremos a la Iglesia fundada en Toledo en honor tuyo, el diezmo de lo que nos has dado y nos dieres en adelante. ¡Oh, Santiago, apóstol de Cristo, defiéndenos en la pelea para que no perezcamos en el tremendo juicio de los sarracenos!”.
Dicha esta oración, Munio Alfonso ordenó dos fuertes hazes de jinetes para resistir a los sarracenos, y dijo de nuevo:
“Cristianos: confortaos y pelead con audacia y varonilmente contra Abenzeta, rey de Sevilla, que es el más fuerte de todos los sarracenos, porque si Abenzeta fuere vencido o muerto, todos serán vencidos. Que ninguno de vosotros muera volviendo las espaldas al enemigo. Mejor nos es morir todos aquí en la lucha que ser dispersados”.
Y añadió:
“Acordaos, compañeros, de que en otra ocasión sesenta y dos caballeros que estaban conmigo, de los cuales hay aquí algunos presentes y otros han permanecido en nuestras ciudades, peleamos con el rey Texufín y con toda la milicia de Córdoba y con muchos miles de peones en Almodóvar de Tiendas o del campo, y el Señor les entregó en nuestras manos y fueron vencidos. Recordad que el rey Texufín huyó, que fueron muertos sus príncipes y caudillos y muchos cientos de caballeros y peones, que escaparon los demás, que no cayó de los nuestros sino un caballero, que cogimos innumerables despojos y que volvimos en paz a nuestras ciudades. Tan fácil es a Dios entregar a pocos en manos de muchos, como a muchos en mano de pocos. hágase ahora como fuere la voluntad del cielo”.
Comulgaron luego por mano de los clérigos que llevaban consigo y se dispusieron a la pelea”.
CRÓNICA ADEFONSI IMPERATORIS (Siglo XII)
NOBLEZA E HIDALGUÍA:
168
“E habéis de creer que Dios fizo homes e non fizo linages en que escogiessen. A todos fizo nobles en su nacimiento; la vileza de la sangre e obscuridad del linage con sus manos las toma aquel que dexando el camino de la clara virtud se inclina a los vicios del camino errado.
E pues a ninguno dieron elección de linage cuando nació, e a todos se dio elección de costumbres quando viven, imposible sería según razón, ser el bueno privado de honra, ni el malo tenerla, aunque sus primeros la hayan tenido. Muchos de los que descienden de noble sangre, vemos pobres a quien ni la nobleza de sus primeros pudo quitar pobreza ni dar autoridad.
Donde podemos claramente ver que esta nobleza que opinamos, ninguna fuerza natural tiene que la faga permanente de unos en otros, sino permaneciendo la virtud que la verdadera nobleza da.”
HERNANDO DEL PULGAR (1436-1493) ‘Crónica de los Reyes Católicos’.
NOBLEZA:
169
“Los grandes señores de su naturaleza siempre deben ser mansos et de buen talante et deben querer que todas las gentes, de cualquier manera que sean, quepan en la su merced et vivan et se mantengan et se aprovechen en lo que ellos han. Mas cuando les facen cosas desaguisadas, por fuerza se han de ensañar et de embravecer, et segunt las cosas desaguisadas que les facen, así cresce la saña et la braveza”.
DON JUAN MANUEL (1282-1348), ‘El Libro del Caballero y del Escudero’ Cap. XLVII
EL CABALLERO:
170
“Todo home se debería guardar de facer malas obras, por que Dios non se lo acaloñase en este mundo nin en el otro. Et mayor mente los caballeros que han tanto mester la gracia de Dios para les guardar las almas et para los mantener en este mundo en honra et sin vergüenza, et para los guardar de los peligros en que todo el día andan más que ningunos homes de otros estados, de que sabe Dios que pasé yo muchas en cuanto al mundo duré et viví en estado de caballería et por ende non hobe tiempo nin lugar de aprender mucho de otras sabidurías nin de otras sciencias”.
...Cap. XLVI
“Ca los caballeros, por mucho que vivan, asaz han de facer en toda su vida, en servir sus señores et ayudar sus amigos et defender a sí mismos et a los suyos et en facer mal et daño et vengarse de aquellos que hobieren recibido tuerto”.
...Cap. XLVI
“Digo que el mayor et más honrado estado que es entre los legos es la caballería. Ca comoquiera que entre los legos hay muchos estados, así como mercaderes, menestrales et labradores, et otras muchas gentes de muchos estados, la caballería es más noble et más honrado estado que todos los otros, et los otros deben pechar et mantener a ellos.
Et otrosí porque de esta orden et de este estado son los reyes et los grandes señores, et este estado non puede haber ninguno por sí si otro non se lo da, et por esto es como manera de sacramento, ca bien así como los sacramentos de Santa Iglesia son en sí cosas ciertas, sin las cuales el sacramento non puede ser cumplido, otrosí la caballería ha mester cosas ciertas para se facer como debe”.
DON JUAN MANUEL (1282-1348), ‘El Libro del Caballero y del Escudero’ Cap. XVIII
CABALLEROS:
171
“E vos otros defensores
Que seguís cauallería,
Non vseys de tiranía
Como lobos robadores,
Mas como lindos açores
Que ninguno de la vanda
Jamás come con quien anda,
Antes son sus guardadores.
“Pues guardad con diligencia
Los vasallos e amigos,
A los justos enemigos
Perseguid syn nigligencia;
Obseruad la preminencia
De los vuestros soberanos,
Dándoles consejos sanos,
Pospuesta beniuolencia.
“E conplid sus mandamientos,
Digo los que fueren justos,
E poned a los ynjustos
Honestos defendimientos.
Nunca fagáys juramentos,
Que viene grand daño dellos;
Do pusierdes vuestros sellos,
Jamás aya mudamientos.
GÓMEZ MANRIQUE (1412-1490) ‘Debate de la razón contra la voluntad’.
REBELDÍA:
172
“En aqueste tiempo se leuantaron contra el abbad e todos nosotros, non solamente los rricos e aun como quiera deçir los nobles burgeses, mas aun las personas muy biles, ansí como cortidores, ferreros, xastres, pelliteros, çapateros e aun los que en las casas soterrañas façían sus ofiçios; los quales, según su costunbre, llamauan honbres maçeuos, ca aquestos tales tomauan arcos e saetas e armas de dibersas maneras, e por fuerça quebrantando, rrouaban de los guertos, las frutas de los árboles, e el feno de los prados, e las rramas nueuamente salientes fuera de los montes, los pánpanos de las vinnas taçando e destroyendo antes que llegasen a saçón, ca lo vno arrancauan de las manos, lo otro lo pisauan de los pies, en tal manera, que todo lo disipauan e destruían; e los que façían los escudos, e avn los que pintauan las sillas, por siete annos continuamente, cortaban madera del monte, de donde façían e acauauan sus obras, ninguna cosa demandando al abbad nin façiéndoselo sauer; e ya si alguno les rreprehendiese de los excesos sobredichos o les contradixese, duramente rrespondiendo, deçían: de parte del diablo fué e vino quien donó a los monjes poseer tal heredad, e aun añadían, por el braço, por los ojos e por la sangre de Dios jurando: si alguno dixere palabra destas cosas, su caueça cortaremos e quebrantaremos.
E nos e el abbad, oyendo estas cosas, dentro del claustro nos encerráuamos, ansí como los rratones en sus cauernas, muchas veçes dentro de nos rrebolbiendo e diçiendo aquel dicho del profeta David: Señor, ¿quándo farás de los que nos persiguen juiçio?
CRÓNICAS ANÓNIMAS DE SAHAGÚN.
ESTOICISMO:
173
“Mayor virtud es non cobdiciar cosa alguna que aver e poseer todas las cosas. Et esto, por ser cosa más cierta e segura non aver muchas cosas, que non averlas et poseerlas, por cuanto el señorío de las cosas se suele perder, mas la virtud siempre queda, la qual non se pierde por ninguna cosa triste de fortuna que acaesca.
Et como quiera que el acatamiento de las riquezas, quanto a lo de fuera, parezca alegre, pero de dentro es lleno de mucha tristeza e trabajo; porque con trabajo se ganan, e con temor se poseen, e con dolor se pierden.
E asi la fas de la riqueza es contraria a la de la pobreza; porque la cara de la riqueza es alegre de fuera, e de dentro muy aborrescible e espantable; e la cara de la pobreza es triste de fuera, e alegre de dentro; porque los pobres non han que se duelan de dentro, ca non tienen que perder, e por ende mayor e más seguro estado es el de la pobreza que el de la riqueza.
El pobre que sea contento o aya paciencia de su pobreza es habido por rico, et el rico que non es contento con lo que tiene, es habido por pobre aunque posea muchas cosas”
DON ÁLVARO DE LUNA (1390-1453) ‘Libro de las claras e virtuosas mujeres’.
174
“Non es dubda que en pos de estas cosas andan et trabajan, que o las cobran o non. Si las cobran, cierto son que les han de durar poco... Et... es a ellos mayor el dolor et la tristeza que sienten en la pérdida que no fue el placer que ovieron quando las dichas cosas ovieron más a su voluntad...
Lo primero, porque el placer es ya pasado et el dolor es presente, et en esperança de mucho durar; et los placeres pasados so ya fuera de los sentidos, salvo de la memoria, en la qual quedan, porque la remembranza sea mayor acrecentamiento de dolor et de tristeza.
Los segundo, porque el placer fue poco según el tiempo, et el dolor grande por la mayor dureza; et el dolor es presente et no sabemos cuánto durará.
Lo tercero, porque los sentimientos de los dolores et de las tristezas son mayores que los de los placeres; et que esto es verdad, sábelo cualquiera que estas cosas logró et las perdió”
FR. LOPE FERNÁNDEZ ‘Libro de las Tribulaciones’.
175
“Partimos cuando nacemos,
Andamos mientras vivimos,
Y llegamos
Al tiempo que fenescemos,
Así que cuando morimos
Descansamos.
Ved de cuán poco valor
Son las cosas tras que andamos
Y corremos;
Que en este mundo traydor
Aun primero que muramos
Las perdemos.
“Non tengamos tiempo ya
En esta vida mezquina,
Por tal modo,
Que mi voluntad está
Conforme con la divina
Para todo:
Y consiente en mi morir
Con voluntad placentera,
Clara e pura,
Que querer hombre vivir
Quando Dios quiere que muera
Es locura”.
JORGE MANRIQUE (1440-1479) ‘Coplas a la muerte de su padre’.
BREVEDAD DE LA VIDA:
176
“Si fuese en nuestro poder
tornar la cara fermosa
corporal,
como podemos facer
el ánima gloriosa
angelical,
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora,
y tan presta,
en componer la cautiva,
dexándonos la señora
descompuesta!
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdemos:
dellas desface la edad,
dellas casos desastrados
que acaescen,
dellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallescen.
Dezidme, la fermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
la color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerça corporal
de joventud,
todo se tornó graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
.........
Los plazeres y dulçores
desta vida trabajada
que tenemos,
¿qué son sino corredores,
y la muerte, la celada
en que caemos?
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta
sin parar;
desque vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.”
JORGE MANRIQUE (1440-1479) ‘Coplas’
177
“Por aquesto fallesce
El placer corporal
Y lo que siempre cresce
Es lo spiritual.
Tristesa yo non siento,
Que más fase penar
Que el plaser como viento
Que se ha de acabar.”
RABÍ DON SEM TOB DE CARRIÓN (...-1369) ‘Proverbios’
178
“El bien deste mundo es falleçedor
Segunt que por obra lo vedes passar,
Pues non se deve ninguno esforçar
De mucha rryqueza nin ser grant señor,
Que non veo en él más fructo mejor
Que ser diligente en el bien obrar,
De más synplazeres pudier tomar,
Que todo lo otro ha poco valor.
......
Por ende, sseñores, querrya de grado,
Pues vedes la burla que a todos se estiende
El cuerdo consejo la su vyda enmiende,
Asy como omme que bive aplazado.”
ALFONSO ÁLVAREZ (1350-1424) ‘A la tumba de Don Enrique III.’ (Cancionero de Baena)
179
“Ca non es vida la que bevimos,
pues que biviendo se viene llegando
la muerte cruel, esquiva; e cuando
pensamos bevir, estonce morimos.
...................
¿Qué se fizieron los Emperadores,
Papas e Reyes, grandes Perlados,
........................
Padres e fijos, hermanos, parientes,
Amigos, amigas, que mucho amamos,
.......................
Dueñas, donçellas, mançebos valientes
Que logran so tierra las sus mançebías,
E otros señores que ha pocos días
Que nosotros vimos aquí estar presentes?
...........................
Pues ¿dó los imperios e dó los poderes,
Rreynos, rrentas e los señoríos,
A dó los orgullos, las famas e bríos?
A dó las empresas, a dó los traheres?
¿A dó las ciencias, a dó los saberes,
a dó los maestros de la poetría;
a dó los rrymares de grant maestría;
a dó los cantares, a dó los tañeres?”
FERRANT SÁNCHEZ DE TALAVERA (...-1443) ‘Decir a la muerte de Ruy Díaz de Mendoza’ (Cancionero de Baena)
180
“Vyste en el mundo ommes abondantes
De onrras e viçios e muy alto estado,
Mas nunca los viste en un ser estantes,
Nin aver un solo plaser acabado.
...............
Qué pro les tovo la grand exçelencia,
Nin rricos thesoros tan mal allegados,
Castillos e villas, baxillas, estados
Que asy poseyeron con tanta femencia?
..................
Mira qué fué de los que imperaron
En esta presente e gloria mundana,
Mira qué fué de los que alcançaron
Aver la fortuna asy como hermana.
Así commo sueño é cosa muy vana
Pasó el rroçío de su vana gloria,
E de todo ello non finca memoria
Que para sus almas pudiese ser sana.
...........................
Mira todos estos que viste e pasaron,
De cuanto tovieron non levaron cosa,
Desnudos nasçieron e asy se fallaron
Después d’esta vida esquiva, engañosa.”
GONZALO MARTÍNEZ DE MEDINA (Cancionero de Baena).
181
“Pues todos aquestos decidme ¿dó son?,
E de sus inperios, rryquesas, poderes,
Rreynados, conquistas e cavallerías,
Sus viçios e onrras e otros plazeres,
Sus fechos, fasañas e sus osadías.
¿A dó los saberes e sus maestrías?
¿A dó sus palacios, a dó su çimiento?
Cerrado el ojo, parésçeme vyento:
Agora lo cred syn muchas porfías.
Fynida.
Conviene, pues, mucho rregir vuestras vías
E çesar el planto de mi morimiento,
Ca vos esso mesmo faredes mudamento:
Velat una muerte que van se los días.”
FR. MIGIR ‘A la muerte de Enrique III’ (Cancionero de Baena).
182
“Yo so la muerte cierta a todas criaturas
que son e serán en el mundo durante,
Demango e digo: «O homo, por qué curas
De vida tan breve en punto pasante?
Pues non hay tan fuerte nin rezio gigante
Que deste mi arco se pueda anparar,
Conviene que mueras cuando lo tirar
Con esta mi frecha cruel traspasante.
¿Qué locura es esta tan magnifiesta?
¿Qué piensas tú, homne, que el otro morrá,
E tú quedarás, por ser bien compuesta
La tu complisión e que durará?
Non eres cierto si en punto verná
Sobre ti a deshora alguna corrupción
De landre o carbonco, o tal inplisión
Porque el tu vil cuerpo se dessatará.
¿O piensas por ser mancebo valiente
O niño de días que a lueñe estaré,
E fasta que liegues a viejo impotente
En la mi venida me detardaré?
Avísate bien, que yo llegaré
A ti a deshora, que non he cuidado
Que tú seas mancebo o viejo cansado,
Que cual te fallare tal te llevaré.
La plática muestra seer pura verdad
Aquesto que digo sin otra fallencia,
La sancta escriptura con certenidad,
Da sobre todo su firme sentencia,
A todos diciendo: «faced penitencia
Que a morir habedes, non sabedes cuándo;
Si non ved el fraire que esta pedricando,
Mirad lo que dice de su grand sabienda”.
ANÓNIMO. ‘La Danza de la Muerte’.
183
“Cuando Turín se vio afincado del infante non osó encubrir la verdad, et por ende le dijo: “Señor, ya vos dije que aquel que era cuerpo de home muerto, et la razón porque non puede facer lo que los otros facen es porque se partio dél el alma que le facía mover et facer todas las cosas que los homes vivos facen”.
“Turín –dijo el infante– pues decides que el alma se partió dél et non puede facer lo que los otros facen, quiero que me digades, pues atan gran daño et atan grant mengua le vino en partirse el alma dél, ¿por que la dejó partir de sí?”
Dixo Turin: “Mas esto [que dezides] non puede ser; ca lo mas que ella puede fincar en el cuerpo es en cuanto en él dura la calentura et la humidad natural, et esta calentura et humidad natural del día que nace el hone fasta que muere, cada día mengua et non ha cosa en el mundo que la pueda acrescentar, ca el comer nin el beber non acrescienta en la calentura nin en la humidad natural, mas enmiendal et mantiénelo que se desface del cuerpo por los trabajos et por los vaciamientos que le acaescen.
Mas ha otras razones por que esta calentura et humidad natural se desface más aina, así como por dolencias o por feridas o por vaciamientos que desfacen más de la calentura et de la humidad natural de cuanto es lo que se mantiene por el comer et por el beber; et aun ha otra cosa por que el alma non puede fincar en el cuerpo para siempre: ca el alma es criatura de Dios espiritual, et por voluntad de Dios ayúntase al cuerpo et fácel’ vivir; et porque el cuerpo es compuesto de los elementos et de los humores, conviene que se desfaga. Et otrosí, porque es compuesto el home de alma et de cuerpo, conviene que se desfaga cuando es voluntad de Dios; ca el alma, él la puso en el cuerpo, et desque la parte dél finca, el cuerpo muerto et desfácese.”
DON JUAN MANUEL, ‘Libro de los Estados’ Cap. IX
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- TIPOS
MUERTE DE SANTO:
184
“Sennor, dísteme regno que non auía, et onrra et poder más que yo non meresçi; dísteme uida, ésta non durable, quanto fué tu plazer. Sennor, gracias te do, et réndote et entrégote el regno que me diste con aquel aprouechamiento que yo y pud fazer; et ofrézcote la mi alma».
Et demandó perdón al pueblo et a quantos y estauan, que sy dél, por alguna mengua que en él ouiera, querella alguna auien, quel perdonasen. Et todos lloraron mucho de los oios, recodieron que rogauan a Dios quel perdonase, ca dellos perdonado yua.
Desi tomó la candela con amas las manos, et alçóla contra el çielo, et dixo:
“Sennor, desnudo salí del vientre de mi madre que era la tierra, et desnudo me ofresco a ella. Et, Sennor, reçibe la mi alma entre conpanna de tus siervos».
Et baxó las manos con la candela, et adoróla en creencia de Sancti Spiritu. Et mandó a toda la clerezía rezar la ledanía et cantar Te Deum Laudamus en alta boz. Desi, muy sinplemiente et muy paso, enclinó los oios et dió el espíritu a Dios. Et la su alma sea heredada con los sus santos fieles en la gloria de su sancto reyno durable; amén.”
PRIMERA CRÓNICA GENERAL (Muerte del Rey Fernando III de Castilla)
EL EMPERADOR:
185
“El primer día del Concilio se reunieron con el rey en la iglesia de Santa María todos los grandes y quienes no lo eran, para tratar de las cosas que les sugiriese la clemencia de Nuestro Señor Jesucristo y fueran convenientes a la salvación de las almas de todos los fieles.
El segundo día en que se celebraba la venida del Espíritu Santo a los apóstoles, los arzobispos, obispos, abades, nobles y no nobles y toda la plebe, se juntaron de nuevo en la iglesia de Santa María, y estando con ellos el rey García de Navarra y la hermana del soberano de León, siguiendo el consejo divino, decidieron llamar emperador al rey Alfonso, porque le obedecían en todo el rey García; Zafadola, rey de los sarracenos; Ramón, conde de Barcelona; Alfonso, conde de Tolosa, y muchos condes y jefes de Gascuña y de Francia. Cubrieron al rey con una capa óptima tejida de modo admirable, le pusieron sobre la cabeza una corona de oro puro y piedras preciosas, le entregaron el cetro, y teniéndole del brazo derecho el rey García y del izquierdo el obispo Arriano de León, le llevaron ante el altar de Santa María con los obispos y abades que cantaban el Te Deum Laudamus. Se gritó ¡viva el emperador!, le dieron la bendición, celebraron después misa solemne y cada uno regresó a sus tiendas. Para solemnizar la ceremonia, dio el emperador en los palacios reales un gran convite, que sirvieron condes, príncipes y jefes, y mandó repartir grandes sumas a los obispos, a los abades y a todos, y hacer grandes limosnas de vestidos y alimentos a los pobres.
El tercer día se juntaron el emperador y todos los otros en los palacios reales como solían hacerlo, y trataron de los asuntos relativos al bien del Reino y de toda España. Dio el emperador a todos sus súbditos leyes y costumbres como las de su abuelo el rey Alfonso; mandó devolver a todas las iglesias las heredades y colonos que habían perdido injustamente y sin resolución judicial, y ordenó que se repoblasen las ciudades y villas destruidas durante las pasadas discordias y que se plantasen viñas y todo género de árboles. Decretó también que todos los jueces desarraigasen los vicios de aquellos hombres que los tuviesen contra la justicia y los decretos de los reyes, príncipes, potestades y jueces... Mandó, asimismo, a los alcaldes de Toledo y a todos los habitantes de Extremadura, que organizaran sus huestes asiduamente, que hicieran guerra a los infieles sarracenos todos los años y que no perdonasen las ciudades y castillos, sino que los tomasen todos para Dios y la ley cristiana.
Terminadas estas cosas y disuelto el Concilio, marchó cada uno a su casa lleno de gozo, cantando y bendiciendo al emperador y diciendo: "Bendito seas tú y bendito sea el reino de tus padres y bendito sea el Dios excelso que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos, el Dios que nos visitó y tuvo con nosotros la misericordia prometida a los que esperan en él".
CRÓNICA ADEFONSI IMPERATORIS.
LA EMPERATRIZ:
186
“En Toledo se hallaba a la sazón la emperatriz doña Berenguela con una gran turba de caballeros, peones y ballesteros que, sentados sobre las puertas, las torres y los muros de la ciudad, la defendían vigilantes.
Cuando la emperatriz vio los daños que los sarracenos hacían en los campos cercanos, envió mensajeros a los reyes moabitas, diciéndoles: “Esto os dice la emperatriz, mujer del emperador: ¿No veis que peleáis contra mí, que soy mujer y que esto nada dice en vuestra honra? Si queréis batallar, id a Oreja y luchad con el emperador, que os espera con las armas y las hazes preparadas”.
Al oír el mensaje los reyes, príncipes y jefes sarracenos y todo el ejército, levantaron la vista y vieron a la emperatriz sentada en el solio real, sobre la torre más alta del alcázar, adornada como correspondía a la mujer del emperador y rodeada de un cortejo de honestas mujeres que cantaban acompañándose de tambores, cítaras, címbalos y salterios.
Los reyes, príncipes y jefes sarracenos, y aun todo el ejército, quedaron admirados al verla y se avergonzaron mucho, se inclinaron para saludar a la emperatriz, y sin continuar sus depredaciones, recogidas las celadas, volvieron a su tierra.”
CRÓNICA ADEFONSI IMPERATORIS.
LOA DEL REY ALFONSO X en su HISTORIA DE ESPAÑA:
187
“El noble príncipe de Espanna, al qual la graçia de Jhesu Cristo, vengadera de la porfía, lo saluó de toda cosa triste, príncipe digno de alabança, Alfonso nombrado por nombre, príncipe nunca vençido, príncipe venerable, el qual por meresçimientos sobrepuia a todas las alabanças, el qual a la vengança los engannos con fierro condena, al qual la fama de cualquier cosa lo perpetúa, los fechos de Espanna faze manifiestos en este libro, en guisa que cada cual pueda saper por él muchas cosas venideras.
Onde si por las cosas pasadas quiere alguno saber las venideras, non desdenne esta obra, mas téngala en su memoria. Muchas vezes conviene esto leer, ca podemos muchas cosas ver, por las quales te aprouecharás et en las cosas arduas ensennado te farás; ca saberás cualquier cosa si es açepta la tal o si es ynepta, vayas ante al fin, o el fin a las muy buenas cosas se mueua, por el qual fuyendo de las cossas peores tomarás las meiores.
O Espanna, si tomas los dones que te da la sabiduría del rey, resplandeçerás, otrosí en fama et fermosura creçerás.
El rey, que es fermosura de Espanna et thesoro de la filosofía, ensennanças da a los yspanos; tomen las buenas los buenos, et den las vanas a los vanos.”
PRIMERA CRÓNICA GENERAL (ESTORIA DE ESPANNA).
RETRATO DE REY:
188
“Don Enrique fue mi nombre
Rey de España la muy gruesa,
Que por fechos de grant nombre
Meresco tan rica fuessa;
Grave cosa nin aviesa
Nunca fue que yo temiese,
Por quel mi loor perdiese,
Nin jamás falsa promesa.
Nunca yo cesé de guerras
Treinta años continuados
conquerí gentes e tierra
E gané nobles regnados;
Fiz ducados e condados
E muy altos señoríos,
E dia a estraños e a míos
Más que todos mis pasados.
En peligros muy estraños
Muchas veses yo me vi
E de los míos no saños
Sabe Dios cuántos sofrí.
Contenprar me sope assí
Con esfuerço e mansedumbre,
El mundo por tal costumbre
Sojudgar yo lo creí.”
PEDRO FERRÚS (S,. XIV), ‘Decir al rey Don Enrique II’ (Cancionero de Baena).
LA MUJER:
189
“Esto es por fasannya de Doña Eluyra, sobrina del arçidiano Don Mate de Burgos, el tartamudo, e fija de Ferrant Gómes de Villa Armento; era desposada con vn cauallero.
Et diol el cauallero en desposorios pannos e abtesas e vna mula con siella de duenna. Et partióse el casamiento que non casaron en uno.
Et el cauallero demandaua ala duenna quel diesse sus abtesas e todo lo quel auya dado en el desposorio, pues non casaua con él; et dixo la duenna quelo que dado la auya en desposorio non gelo auya de dar.
Et vinieron ante Diago López dAlfaro, que era adelantado de Castiella, et dixieron sus rasones ante él, et el cauallero e su tío el arçidiano Don Mate, que era rasonador de la duenna.
Et jusgó Don Diago que sy la duenna otorgaua que auya besado e abraçado el cauallero en desposorio, que fuesse suyo dela duenna todo la quel auya dado en desposorio. Et sy la duenna non otorgaua que la auya besado e abraçado el cauallero en desposorio, quél diese todo lo quel auya dado.
Et la duenna non quiso otorgar que la auya besado; e diol todo lo quel auya dado."
LIBRO DE LOS FUEROS DE CASTILLA. (Siglo XIII).
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- IDEAS
a) ESPIRITUALES.
LA IGLESIA:
190
“Porque estamos obligados a amar y honrar la Santa Iglesia sobre todas las cosas del mundo, y porque tenemos esperanza en ella cuando la guardáramos y la mantuviéramos en sus franquezas y sus libertades, tendremos por ende galardón de Dios en los cuerpos y en las almas en vida y en muerte y porque es honra de nos y de nuestros reinos”
FUERO REAL.
191
“Y comoquiera que están obligados a hacer esto que hemos dicho con todo eso porque las de que la han de guardar no son tan solamente de los enemigos manifiestos que no creen en ella, mas aun de los malos cristianos atrevidos que no la obedecen, ni la quieren tener ni guardar, y porque esto es cosa que se debe prohibir y escarmentar duramente, lo que ellos no podrían hacer porque su poderío es espiritual, todo lleno de piedad y merced, por esto nuestro Señor Dios puso otro poder temporal en la tierra para que esto se cumpliese, así como la justicia que quiso se hiciese en la tierra por mano de los emperadores y de los reyes.
Y estas son las dos espadas por que el mundo se mantiene, la una espiritual y la otra temporal, pues la espiritual corta los males escondidos y la temporal los manifiestos.
Y de estas dos espadas habló nuestro Señor Jesucristo el Jueves de la Cena cuando preguntó a sus discípulos probándoles si tenían armas con que lo amparasen de aquellos que le habían de prender; ellos le dijeron que tenían dos cuchillos, y El les respondió como Aquel que sabía todas las cosas, y dijo que bastante tenían.
Lo que es gran razón, pues aquí se encierra el castigo del hombre tanto en lo espiritual como en lo temporal.
Y por tanto estos dos poderes se juntan en la fe de nuestro Señor Jesucristo por dar justicia cumplidamente al alma y al cuerpo.
Donde conviene por razón derecha que estos dos poderes estén de acuerdo siempre, así que cada uno de ellos ayude en su poder al otro, pues el que desacordase vendría contra el mandamiento de Dios y tendría por fuerza menguada la fe y la justicia, y no podría menguadamente conservar las tierras en buen estado ni en paz donde esto se hiciese”.
LAS SIETE PARTIDAS.
192
“Así como Dios hizo en el cielo dos grandes luminarias, la una el sol, para que alumbrase el día y la otra la luna que alumbrase la noche, sí tuvo por bien que hubiesen en la tierra estos dos estados: el estado del Papa, que debe mantener la Iglesia, que es mantenimiento de los cristianos y la clerecía y todos los estados de la religión, y aun los legos en lo espiritual, y el emperador, que debe mantener en justicia y en derecho a todos los cristianos, señaladamente a los que obedecen el Imperio de Roma.
Por la maneras que habéis oído vieron las gentes que así como el sol y la luna alumbran el día y la noche, el Papa y el emperador debían mantener en el mundo en lo espiritual y en lo temporal; que así como el sol, que es un cuerpo muy claro, alumbra el día y le da gran claridad para que los hombres puedan ver claramente, así el Papa debe mantener muy limpiamente todos los hechos espirituales para que muy claramente puedan los cristianos comprender y usar la santa Fe para salvar las almas, que es la principal cosa para que Dios nuestro Señor crió a los hombres.
Tan bien como el sol da claridad a la luna, que es cuerpo oscuro, y la hace clara para que pueda alumbrar a la noche, que es cosa muy oscura, así el Papa, que es mantenedor y gobernador de las cosas espirituales, debe dar ejemplo y ayudar al emperador para que pueda mantener y gobernar las cosas temporales, que son muy oscuras y muy tenebrosas y muy dudosas; mas uniendose bien los hechos espirituales y los temporales, que son los estados del Papa y del emperador, estarán todos los hechos del mundo bien ordenados y mantenidos.
Mas bien así como a las veces acaece que por alguna cosa que se mete entre el sol y la luna no envía el sol su claridad a la luna tan cumplidamente como debe, y, por el contrario, recibe la luna una mengua en sí que llaman en la astrología eclipse, y a veces la luna hace eclipse al sol; pero vemos por unas ocasiones parece eclipse en la luna que en el sol, y esto es porque el sol es cuerpo más noble y mayor y más claro y más alto, y puede lucir más y más ligeramente embargar la luna que la luna al sol, porque de todas estas cosas no es tan cumplido, pues la luna no es un cuerpo tan noble y es más pequeño y oscuro, y más bajo que el sol.
Y también vemos que cada vez que estos eclipses acaecen son siempre dañosos y nacen de ellos grandes males y mayor daño cuando acaecen eclipses en el sol; todas estas cosas pasan en el estado del Papa y del emperador, pues cuando por pecados y por ira de Dios acaece alguna discordia entre el Papa y el emperador, recibe el Imperio una gran mengua y un gran daño, porque no recibe del Papa aquel consejo y aquella ayuda que debía, así como cuando la luna es menguada de la claridad del sol.
También cuando el emperador hace alguna cosa contra el Papa porque se embargue alguna cosa y porque no pueda hacer sus hechos como debía, es muy gran mengua y muy gran daño para toda la Iglesia, que son los fieles cristianos, que terminan todos en tinieblas y oscuridad, porque el sol no puede dar su claridad como debe.”
DON JUAN MANUEL, ‘Libro de los Estados’. (c. 1330)
192
“Pues es mi intención, según a mi oficio real pertenece, defender a la Iglesia como el protector de ella y que le sea guardada su jurisdicción; los prelados y ministros y jueces de ella deben estar contentos con esto y no sobrepasar ni exceder sus términos, antes deben estar obligados de guardarme a mí, como a su rey y soberano señor, mi preeminencia y soberana jurisdicción real y no entremeter en ella cosa alguna”
Cortes de Madrigal, año 1476
QUÉ QUIERE DECIR PAPA:
193
“Papa ha nome otrosí el Apostólico, que quiere tanto decir en griego, como Padre de padres. E esto es porque todos los obispos son llamados Padres espiritualmente, e él sobre todos; e por eso lo llaman así. Ca, bien como el poder que es sobre todas las cosas del mundo se ayunta e se afirma en Dios, e dél le resciben, otrosí, el poder que han los Perlados de Santa Eglesia se ayunta e se afirma en el Papa e dél les viene.
E por eso convino que esos dos nomes, Papa e Apostólico, se ayuntasen en una persona que fuese cabeza de todos los otros Perlados así como dicho es. Onde por todas estas razones debe el Apostólico ser mucho más honrado e guardado, como aquél que es padre de las almas e Señor e mantenedor de la Fe. E por esto todos los christianos del mundo, cuando vienen a él, bésanle el pie. Onde cualquier que dijese, afirmando como quien lo cree, que el Papa non ha estos poderes que habemos dicho aquí, o que non es cabeza de Santa Eglesia, sin que es descomulgado, debe haber tal pena por ello, como hereje conocido”.
LAS SIETE PARTIDAS.
CÓMO DEBE SER HONRADO EL APOSTÓLICO E GUARDADO:
194
“Honrando los christianos el Apostólico, honran a Jesu Christo, cuyo Vicario es. Otrosí honran a todos los Apóstoles, e señaladamente a Sant Pedro, que fue el mayor dellos, de que tiene lugar; e aun honran toda la Christiandad, cuya cabeza es, como ordenador e mantenedor de la Fe; e quien a él deshonrase, a todos estos que dijimos deshonraría.
Por ende, todos los christianos le deban honrar e amar en estas tres maneras; de voluntad, e en dicho, e en fecho.
E la primera, que es de voluntad, que crean que es cabeza de Christianismo e enseñador de la Fe de nuestro Señor Jesu Christo, por que se salvan los christianos, obedesciendo sus mandamientos.
La segunda, que es por palabra, que le deben honrar llamándole Padre Santo e Señor.
La tercera, que es en fecho, es que cuando algunos vinieren a él, que le besen el pie, e que le honren en todas cosas más que a otro home”.
LAS SIETE PARTIDAS DEL REY DON ALFONSO EL SABIO.
DEFENSA CONTRA ENEMIGOS DE LA FE:
195
“En el nombre del muy alto Dios nuestro Señor. Visto por los cathólicos christianísimos Rey e Reina, el muy gran daño procedido de la endurecida opinión y perpetua ceguedad de los judíos, y cómo de allí habían su nudrimento la herética pravedad mosaica; estando en el cerco de Granada el año 1492, mandaron y ordenaron que a todos los judíos de toda España, e todos los reinos della, les fuese predicado el Santo Evangelio e fe cathólica, e doctrina christiana, e que los que quisiesen se convertir e baptizarse, permanecieran en sus reinos, así comos sus vasallos, con todo lo suyo, y los que no se quisiesen convertir, que dentro de seis meses se fuesen e partiesen de sus reinos, e so pena de muerte no volviesen más a ellos, e que llevasen todo lo suyo, o lo vendiesen en lo que quisiesen, salvo no sacasen ni oro ni plata.
E salido este dicto e mandado en todas las sinagogas e plazas, e iglesias, por los sabios varones de España les fue predicado el Santo Evangelio e doctrina de nuestra Santa Madre la Iglesia”.
A. BERNÁLDEZ (1450-1513), ‘Crónica de los Reyes Católicos’.
PATRIA:
196
“Pues natural cosa es a las aves amar sus nidos, e a los animales sus cuevas, mucho más deue ser a los ombres razonables que amen las patrias donde nascieron e se criaron”.
GÓMEZ MANRIQUE, ‘Regimiento de Príncipes’: Proemio.
LAMENTACIÓN POR LA PATRIA:
197
“Oy qué diré de ti, triste emispherio,
O Patria mía, que veo del todo,
Ir todas cosas ultra el recto modo,
¿Dónde se espera inmenso lacerio?...
¡Tu gloria e laude tornó vituperio
E la tu clara fama en escureça! ...
Por cierto, España, muerta es tu nobleça,
E tus loores tornados lacerio.
¿Do está la fee?... ¿Dó está la caridat? ...
¿Dó la esperança?... Ca por cierto ausentes
Son de las tus regiones e partidas.
¿Dó es justicia, templança, egualdad,
Prudençia e fortaleça... ¿Son presentes?...
Por cierto non: que lexos son fuidas.”
MARQUÉS DE SANTILLANA (1398-1458), ‘Sonetos fechos al modo itálico’.
EL IMPERIO:
198
‘Imperio es gran dignidad, y noble y honrada sobre todas las otras que los hombres puedan tener en este mundo temporalmente. Pues el señor a quien Dios tal honra da es rey y emperador, y a él pertenece según el derecho y el otorgamiento que hicieron las gentes antiguamente gobernar y mantener el Imperio en justicia, y por eso se llama emperador, que tanto quiere decir como mandador, porque a su mandamiento deben obedecer todos los del Imperio.”
...........
“Y este poder tiene el señor luego que es escogido de todos aquellos que tienen poderío de escogerlo o de la mayor parte, siendo hecho rey en Alemania en aquel lugar donde se acostumbraron a hacer antiguamente a los que fueron escogidos emperadores”.
...........
“Vicarios de Dios son los reyes cada uno en su reino, puestos sobre las gentes para mantenerlas en justicia y en verdad en lo temporal, así como el emperador en su Imperio.”
LAS SIETE PARTIDAS DEL REY DON ALFONSO EL SABIO.
199
“De la misma manera que Dios es Señor de todas las cosas, el emperador ha de ser caballero y señor de todos los caballeros; como el emperador no los podría regir directamente a todos, conviene que tenga bajo de sí reyes que sean caballeros, a fin de que le ayuden a mantener el estado de la caballería”.
RAIMUNDO LULIO, ‘Libre del orde de cavallería’.
200
“También tiene el emperador un gran poder en lo temporal; mas cuál o cuánto sea este poder no nos importa, porque yo soy de Castilla y los reyes de Castilla y sus reinos tienen menos sujección que ninguna otra tierra del mundo, y por tanto no sé yo mucho de esto, mas los que son del Imperio o a los que esto atañe, ellos lo vean, pues nosotros no tenemos que adobar en esto nada ni nos queremos meter en lo que no tenemos que librar.”
DON JUAN MANUEL, ‘Libro de los Estados’.
201
“Siendo la paz tan necesaria a todas las gentes, las naciones y el mundo, se discutió en la antigüedad qué forma de gobierno convendría al mundo para que se viviese siempre en paz, y se estimó por los grandes filósofos que la mejor organización política que podría tener el mundo para conservar siempre la paz sería que todos estuviesen bajo un señorío y bajo un monarca que fuese señor general, gobernador, regidor y emperador de todo el mundo”.
FRANCISCO EXIMENIS (1330-1409), ‘Regiment de Princeps’
DE LA REAL E IMPERIAL DIGNIDAD:
202
“Menospreciad aquell’alta cumbre
De los imperios et de los reinados,
Pues non contiene en sí clara lumbre,
Nin faze los hombres bienaventurados.
Son siempre los reys llenos de cuidados
Y temen aquellos de que son temidos,
Son con amor vero de pocos amados,
Nin las más vezes vacan de gemidos”.
INFANTE DON PEDRO DE PORTUGAL (1392-1449), ‘Cancionero de Resende’.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- IDEAS
b) POLÍTICAS.
EL REY:
203
“Los reyes en la tierra son a semejanza de Dios, et tener por cierto que, segunt los merecimientos del pueblo, si andan et viven en las causas de Dios, et guardan las sus leyes et los mandamientos et le aman et le sirven como deben, dales Dios buenos reyes derechureros et piadosos que los mantengan en paz et en justicia et vive el pueblo con ellos como los fijos con el padre.
Et cuando el pueblo yerra contra Dios et non le sirven como deben, dales Dios reyes torticieros et crueles et cobdiciosos et cumplidores de sus voluntades et desordenados et destruidores del pueblo. Et tales reyes como éstos no son llamados reyes, mas son llamados tiranos”.
DON JUAN MANUEL, ‘Libro de los Castigos’. (1342-44)
204
“El rey es cabeça e fundamento de su República, de cuya virtut todos los miembros resçiben influençias virtuosas, e cuyos fechos saon a su pueblo neçesarios enxienplos.”
RUY SÁNCHEZ DE ARÉVALO (1404-1470), ‘Vergel de los Príncipes’
205
“Este nombre de rey de buen regir desciende,
Quien ha buena ventura, bien así lo entiende,
El que bien a su pueblo gobierna y defiende,
Este es rey verdadero, tírese el otro dende.
De un padre, de una madre con ellos descendemos.
Una naturaleza ellos y nos habemos,
De vivir y morir una ley tenemos,
Sólo obediencia que les leal debemos.
Quiera por su merced Dios les ayudar,
Que puedan los sus pueblos regir y gobernar
Con paz y con sosiego, que gran cuenta han de dar
A aquel Rey verdadero, que la sabrá tomar.
Dios les guarde de guerras y de todo bullicio,
Puedan bien responder a Dios de su oficio,
Mas mal pecado andan fuera de su quicio:
Quien les dice el contrario non entiende que es perjuicio.
Dios les de buen consejo que lo quieran creer,
Y puedan en sus tierras justicia mantener:
Según que lo yo entiendo mucho es menester,
Que veo los sus pueblos suspirar y gemer.
Y Dios no menosprecia la pobre oración,
Mas antes la recibe y oye a toda sazón
Quien humildemente le ruega y de buen corazón:
Si justamente lo pide, oído es su sermón.”
.............
“Deben ser los reyes muy mucho avisados,
De bien examinar entre los sus privados,
No amen lisonjeros ni mucho arrebatados;
Si así se engañaren, ellos son los culpados.”
P. LÓPEZ DE AYALA (1332-1407), ‘Rimado de Palacio’.
206
“Todos devemos temer
E amar con devoçión,
Al rey que por discreçión
Nos muestra su buen saber,
Dando nos a entender,
Ssegunt los verbos ancianos,
Que es su coraçón en manos
Del soberano poder.
.....................
Pues Dios lo fiso nasçer
En sygno e constelación
De conplida perfeción
En mañas e en paresçer,
El lo quiera engrandesçer
Sobre los reyes christianos,
Tanto que sus comarcanos
Lo vengan a obedesçer.
Tal rey meresçen aver
Los que son del todo sanos:
Gozen con él castellanos,
Ssyn le errar nin fallesçer”.
FERRANT MANUEL DE LANDO, ‘Desir’ (Cancionero de Baena).
207
“Deven los reyes prudentes
Ser fuertes e justicieros,
Temprados, dottos, sçientes,
Caritativos, non fieros;
Ser christianos verdaderos,
E bravos a los infieles;
A los suyos non crueles,
En las lides cavalleros.
.....................
Al que paga lo prestado,
Préstanle de buena mente;
Non es punto avergoñado
Nin en blasmo de la gente.
Rey, pues set vos diligente
En pagar e refferir,
Pues vos vemos resçebir
Liberal e francamente.”
MARQUÉS DE SANTILLANA.
208
“¡O pues, reyes que reynáys!
¡O magnos emperadores,
Condes, duques e señores
Que las tierras sojudgáys!
Pues los tributos leuáys
Con no pequeña cobdicia,
Tened en paz e justicia
Los pueblos que despecháis.
Amad vuestros caualleros,
Honrad mucho a los perlados,
En tiempos acostunbrados
Tened francos los porteros;
Apartad los lisongeros,
Remunerad los seruiçios,
Nunca desde los oficios
De justiçia por dineros.”
......................
“Mi consejo principal
Es, grand señor, que leays,
Porque sabiendo, sepays,
Disçernir el bien del mal.
Que si la sabiduría
Es a todos conuiniente,
Más a la gran señoría
De los que han de ser guía
Y gouernalles de gente.
.................................
Con esperança desnuda
De la fe y la caridad
Alcançar felicidad,
Yo, señor, fago gran dubda.
Pues a cualquier miserable
Deueys ser caritatiuo;
A los buenos amigable,
A los fuertes espantable,
A los peruessos esquino”.
GÓMEZ MANRIQUE, ‘Debate de la razón contra la voluntad’.
209
“Tened en vuestros consejos
Ombres justos, sabidores,
De la virtud zeladores,
En las discriciones viejos;
Que maguer la luenga hedad
Faga los onbres sesudos,
Los que son en moçedad
Quando viejos son más rudos”
GÓMEZ MANRIQUE, ‘Regimiento de Príncipes’.
EL REY Y EL REINO:
210
“Reino se llama a la tierra que tiene rey por señor, y él tiene también nombre de rey por los hechos que ha de hacer en ella, manteniéndola con justicia y con derecho.”
LAS PARTIDAS DE ALFONSO EL SABIO.
211
“Están de acuerdo con lo dicho todos los antiguos filósofos, estimando que la mejor organización política y manera de vivir que existe es estar bajo el gobierno de un rey bueno, grande, noble y sabio. Porque, como es sabido, teniendo aquél de manera perpetua y por largo tiempo el gobierno, tiene conocimiento de sus vasallos y estos de él y conoce sus méritos y el valor de los mejores y mayores, de manera que pueda dar a cada uno beneficios y otras cosas necesarias, según su mérito, cuidando mejor de que la nación tenga buenos gobernantes”.
FRANCISCO EXIMENIS (1340-1409), ‘Regiment de princeps’
212
“Entre las distintas formas de gobierno, la monarquía real es la mejor, porque en un sólo príncipe no hay la discordia que se da entre varios. Además, es mejor este principado porque el que más se acerca a la naturaleza lo es, y como el principado monárquico es el que más se asemeja, es el mejor”.
ALONSO DE MADRIGAL ‘EL TOSTADO’ (1410-1455) ‘Repetitio de optima politia’
213
“Rey tanto quiere decir como regidor, ca sin falla á él pertenesce el gobernamiento del regno, et segunt dixieron los sabios amigos, señaladamente Aristóteles en el libro que se llama Politica, en el tiempo de los gentiles el rey non tan solamente era guiador et cabdiello de las huestes, et juez sobre todos los del regno, mas aun era señor sobre las cosas espirituales que estonce se facien por reverencia et por honra de los dioses en que ellos creien, et por ende lo llamaban rey, porque regie también en lo temporal como en lo espiritual. Et señaladamente tomo el rey nombre de nuestro señor Dios, ca asi como él es dicho rey sobre todos los otros reyes, porque del han nombre, et él los gobierna et los mantiene en su lugar en la tierra para facer justicia et derecho; así ellos son tenudos de mantener et de gobernar en justicia et en verdat á los de su señorío. Et aun otra manera mostraron los sabios por que el rey es asi llamado, et dixieron que rey tanto quier decir como regla, ca bien asi como por ella se conoscen todas las torturas et se endereszan, asi por el rey son conoscidos los yerros et enmendados.” .......................“Verdaderamente es llamado rey aquel que con derecho gana el señorío del regno, et puédese ganar por derecho en estas quatro maneras: la primera es quando por heredamiento hereda los regnos el fijo mayor, o alguno de los otros que son mas propíneos parientes á los reyes al tiempo de su finamiento; la segunda es quando lo gana por avenencia de todos los del regno que lo escogen por señor, non habiendo pariente que deba heredar el señorío del rey finado por derecho ; la tercera razon es por casamiento, et esto es quando alguno casa con dueña que es heredera de regno, que maguer él non venga de linage de reyes, puédese llamar rey después que fuere casado con ella; la quarta es por otorgamiento del papa ó del emperador quando alguno dellos face reyes en aquellas tierras en que han derecho de lo facer: et los que ganan los regnos en alguna de las maneras que desuso deximos son dichos verdaderamente reyes”.............................
“Tirano tanto quiere decir como señor cruel, que es apoderado en algun regno o tierra por fuerza, o por engaño, o por traición: et estos tales son de tal natura, que después que son bien apoderados en la tierra, aman más de facer su pro, maguer sea a daño de la tierra, que la pro comunal de todos, porque siempre viven a mala sospecha de la perder.
Et porque ellos pudiesen cumplir su entendimiento más desembargadamente, dixieron los sabios antiguos que usaron ellos de su poder siempre contra los del pueblo en tres maneras de artería: la primera es que puñan que los de su señorío sean siempre necios et medrosos, porque cuando atales fuesen non osaríen levantarse contra ellos, nin contrastar sus voluntades; la segunda que hayan desamor entre sí, de guisa que non se fíen unos dotros; ca mientra en tal desacuerdo vivieren non osarán facer ninguna fabla contra él, por miedo que non guardaríen entre sí fe nin poridat; la tercera razón es que puñan de los facer pobres, et de meterlos en tan grandes fechos que los nunca puedan acabar, porque siempre hayan que veer tanto en su mal que nunca les venga a corazón de cuidar facer tal cosa que sea contra su señorío.
Et sobre todo esto siempre puñaron los tiranos de estragar a los poderosos, et de matar a los sabidores, et vedaron siempre en sus tierras confradías et ayuntamientos de los homes: et puñaron todavía de saber lo que se decíe o se facíe en la tierra: et fían más su consejo et la guarda de su cuerpo en los estraños porquel sirven a su voluntad, que en los de la tierra quel han de facer servicio por premia.
Otrosí decimos que maguer alguno hobiese ganado señorío de regno por alguna de las derechas razones que deximos en las leyes antes désta, que si él usase mal de su poderío en las maneras que dixíemos en esta ley, quel puedan decir las gentes “tirano”, ca tórnase el señorío que era derecho en torticero, así como dixo Aristóteles en el libro que fabla del regimiento de las ciudades et de los regnos”.
LAS PARTIDAS DE ALFONSO X EL SABIO.
214
“Hijo mío: es cosa natural y de razón probada, según yo ahora te diré y te mostraré, que los vasallos deben por derecho servir y obedecer, guardar y honrar a su rey en mayor grado y estado; y pues que Dios le da sean reyes y señor natural, que en esto se juntan dos señoríos: el primero, señorío del reino; el segundo, señorío de la naturaleza, que es señorío que hereda de sangre y de hueso. Gran cosa es y muy de apreciar cuando el señor puede decir a sus vasallos: ‘Yo soy vuestro rey y vuestro señor natural de padre y de abuelo y de bisabuelo”.
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“En la mano derecha tiene aquel rey una espada, por la cual se demuestra la justicia en que debe mantener su reino; que así como la espada corta por los dos lados, así la justicia debe cortar igualmente a unos y a otros sin bandería ni mal deseo, pues todo el poder del rey está en tres cosas: la primera en su palabra; la segunda, en la pluma con que escribe sus órdenes, de lo que él ha de mandar; la tercera, en la espada con que apremia a sus enemigos y con que hace justicia a los suyos, pues la espada corta por premio y por justicia las cabezas de los que hacen mal, y la pluma, si no escribe como debe, el rey ha de cortarle a ella la cabeza. Y como quiera que el poder de la espada es grande, mayor es el poder que la tiene, sobre todo es de poder mayor la palabra del rey”.
REY DON SANCHO IV (1258-1295), ‘Libro de los castigos’.
EL REY Y LA MONARQUÍA:
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“Nueve cosas yo fallo con cuales tú verás
El grant poder del rey en que l' conosçerás,
Las tres de mucha lonje tierras las entendrás;
Las seis son en el regno, cuáles aquí sabrás.
Si sus embajadores envía bien ordenados,
Caballeros buenos, doctores bien letrados,
Con buen apostamiento e bien acompañados,
De los que a ellos veen luego serán notados.
«Algunt muy grande príncipe», dizen, «cierto será
El que tal embajada honrada enviará»:
El que nunca le vio luego le notará,
E su fama muy grande non la olvidará.
La segunda, si veen su carta mensajera
En nota bien fermosa, palabra verdadera,
En buena forma scripta, e con fermosa cera
Cerrada, bien sellada, con día, mes e era.
Si veen su moneda que es bien fabricada
De oro e de plata, redonda, bien cuñada,
Rica, de buena ley, en todo bien guardada,
Esta es la tercera señal, d'él muy granada.
Otrosí en el regno tres otras debe haber,
Que todo rey o príncipe las debe escoger
Para ser muy presciado e muy famoso ser,
El que non le amase que le pueda temer.
Que sean las sus villas de muro bien firmadas,
Grandes torres e fuertes, altas e bien menadas,
Las puertas muy fermosas e mucho bien guardadas,
Que diga quien las viere que están bien ordenadas.
Otrosí sus posadas que parescan reales,
Alcázares muy nobles e otras casas tales,
Unas fuertes e rezias, otras llanas, eguales,
Labradas muy fermosas de buenos menestrales.
Otrosí en su regno tenga oficiales honrados,
Juezes e merinos, buenos adelantados,
Todos de conciencia, ricos e abonados,
E en guardar la justicia sean bien avisados.
Otras tres cosas son: qu' el rey debe tener
En la su casa grande por quien puedan saber
Todos los que lo vieren que lo deben haber
Por príncipe honrado e de buen parescer.
Para servir a Dios haya toda vegada
Su capilla muy noble, muy rica, apostada,
De nobles ornamentos, fermosa, bien ornada,
De buenos capellanes muy bien acompañada.
Otrosí en su consejo haya hombres honrados,
Ancianos caballeros e notables prelados,
Buenos homnes maduros, dotores e letrados,
Estén cabe su estrado, todos bien asentados.
Los que vieren al rey en tal consejo estar
Ternán que los sus fechos non se pueden errar,
Ca por buenas cabezas ha todo a pasar,
Que antes que determinen lo habrán de examinar.
Otrosí sea su casa en todo muy granada,
Su mesa bien servida, solepnemente honrada,
Su cámara guarnida, mucho bien apostada,
E de gente baldía su puerta muy dubdada.
Aquestas nueve cosas que suso he contado
Fazen a cualquier rey crescer el su estado
En honra e en provecho, donde será honrado:
Quien las bien comidiere non lo terná errado.
E debe abdiencia de sí siempre otorgar,
Ca muchos son los homnes que tienen de librar,
Escuche con sosiego e luego quiera dar
A los homnes respuesta, non los faga tardar.
Si le pidieren cosa que él deba fazer,
Catados sus servicios, débelo prometer
E mandarlo librar sin más ý detener,
Que lo que así se da grant pro suele tener.
Si en lo que le demandan dubda si es derecho,
Mande que los letrados lo vean el tal fecho,
E lo libren por fuero, sin precio e sin pecho,
Pues han buenas soldadas, non judguen por conhecho.
Si piden la ración o tierra servidores,
Mande que gelo libren luego los contadores.
Librando así los fechos folgarán los señores
E pasarán mejor los pobres pecadores.
Si fuere bien regido el rey o el señor,
A todo el su pueblo habrá con grant amor:
Ca cual él en sí fuere, o bueno o mejor,
Tal querrá parescerle luego el su servidor.
Por enjiemplo del rey el regno es gobernado,
Si él fuere muy justo e bien acostumbrado,
Tal será el vasallo por le fazer pagado;
Si de otra maña fuer', todo irá errado.”
PERO LÓPEZ DE AYALA (1332-1407), ‘Rimado de Palacio’
DEBERES DEL REY:
216
“Amado debe seer mucho el pueblo de su rey, et señaladamente les debe mostrar amor en tres maneras: la primera habiendo merced dellos faciéndoles bien quando entendiere que lo han menester: ca pues que él es alma et vida del pueblo, asi como dixieron los sabios, muy aguisada cosa es que haya merced dellos como de aquellos que esperan vevir por él, seyendo mantenidos con justicia: la segunda habiéndoles piedat et doliéndose dellos quando les hobiese á dar alguna pena con derecho: ca pues que él es cabeza de todos, dolerse debe del mal que rescibieren, asi como de sus miembros; et quando desta guisa ficiere contra ellos seerles ha como padre que cria á sus fijos con amor, et los castiga con piedat, asi como dixieron los sabios: la tercera habiéndoles misericordia para perdonarles á las vegadas la pena que merescieren por algunos yerros que hobiesen fecho; ca como quier que la justicia es buena cosa en si, et de que debe el rey usar siempre, con todo eso fácese muy cruel quando á las vegadas non es temprada con misericordia: et por eso la loaron mucho los sabios antiguos et los santos, et señaladamiente dixo el rey David en esta razon que estonce es el regno bien mantenido quando la misericordia et la verdat se fallan en uno, et la paz et la justicia se besan.
Et honrarlos debe otrosi en tres maneras: la primera poniendo á cada uno en el logar quel conveniere por su linage, ó por su bondat ó por su servicio; et otrosi mantenerle en él non faciendo por que lo debiese perder; ca estonce será asentamiento del pueblo, segunt dixieron los sabios: et la segunda honrándolos de su palabra loando los buenos fechos que fecieron en manera que ganen por ende buena fama et buen prez: la tercera queriendo que los otros lo razonen asi, et honrándolos desta guisa será él honrado por las honras dellos.
Otrosi los debe guardar en tres maneras: la primera de sí mismo non les faciendo cosa desaguisada, la que non querrie que otro les feciese, nin tomando dellos tanto en el tiempo que los podiese escusar que despues non se podiese ayudar dellos quando los hobiese , et guardándolos asi será ayuntamiento de ellos que se non espargan, et acrescentarlos ha asi como lo suyo mismo: la segunda manera en que los debe guardar es del daño dellos mismos quando feciesen los unos á los otros fuerza ó tuerto. Et para esto ha que los tenga en justicia et en derecho, et non consienta á los mayores que sean soberbios, nin tomen, nin roben, nin fuercen nin fagan daño en lo suyo á los menores: et estonce será atal como dixieron los sabios, que debie seer apremiador de los soberbios et esforzador de los homillosos: et guardándolos de esta guisa vivirán asesegadamente, et habrá cada uno sabor de lo que hobiere: la tercera guarda es del daño que les podrie venir de los defuera que se entiende por los enemigos: ca destos les debe él guardar en todas las maneras que podiere, et será entonce muro et esperanza dellos, asi como dixieron los antiguos que lo debe seer.
Onde el rey que honrare, et amare et guardare á su pueblo asi como sobredicho es, será amado, et servido et temido dellos, et terna verdaderamente el logar en que Dios lo puso, et tenerlo han por bueno en este mundo, et ganará por ende el bien del otro sieglo para siempre: et el que de otra guisa lo feciese, darle hie Dios por pena todo el contrario desto.”
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“Acucioso debe el rey seer en guardar su tierra de manera que non se yermen las villas nin los otros logares, nin se derriben los muros nin las torres nin las cosas por mala guarda. Et otrosi que los árboles, nin las viñas nin las otras cosas de que los homes viven, non las corten, nin las quemen, nin las derraiguen nin las dañen de otra manera , nin aun por enemistad que hayan los unos contra los otros. Otrosi la debe guardar de los enemigos de fuera, de manera que non puedan en ella facer daño.”
LAS PARTIDAS DE ALFONSO X EL SABIO.
TESTAMENTO DEL REY:
217
“En el nombre del sumo e incomparable bien, que es Dios.
Yo Alfonso Rey de los aragoneses, pamploneses, sobrarbienses y ribagorzanos. Meditando y resolviendo en la mente que hizo a todos los hombres mortales por naturaleza; resolví en mi ánimo mientras disfruto vida y salud, ordenar cómo ha de quedar el reino a mí concedido por Dios, mis posesiones é intereses.
Pues temiendo al juicio divino, por la salud de mi alma, y también por la de mi padre y de mi madre, y la de todos mis parientes, hago este testamento por Dios y Nuestro Señor Jesucristo, y todos sus Santos.
Y primeramente con buen ánimo y espontánea voluntad ofrezco a Dios y la bienaventurada María de los pamploneses, y de San Salvador de Leire, el castillo de Estella, con toda la villa y con todo lo que pertenece al derecho real, para que sea la mitad de Santa María y la otra mitad de San Salvador; de igual modo dono a Santa María de Nájera y a San Millán el castillo de Nájera con todas sus cosas y honores que le pertenecen: también el de Tribia con todo su honor.
Y de todas estas cosas sea la mitad para Santa María y la otra mitad para San Millán: ofrezco también a San Salvador de Oviedo, San Esteban de Gormaz y Almazán con todas sus dependencias.
Lego también a Santiago de Galicia, Calahorra, Cervera y Turtulón con todas sus posesiones, lo mismo a Santo Domingo de Silos dejo el castillo de Sangüesa con la villa, con sus dos caseríos nuevo y viejo y su mercado.
Dejo igualmente al beato San Juan de la Peña, de la villa de Biel, con todo su honor, y a Bailo con la suya.
Y doy a San Pedro de Siresa aquel puente levantado, como está escrito en otras cartas; y Ardenes con todo su honor, y a Sosa con todo su valle de Aragüés, lo desierto y lo poblado hasta el puerto.
Asimismo para después de mi muerte, dejo por mi heredero y sucesor al Sepulcro del Señor, que esta en Jerusalén y a los que guarda(n) y lo conservan, y allí mismo sirven a Dios. Y al Hospital de los pobres que hay en Jerusalén; y al templo del Señor con los caballeros que allí vigilan para defender el nombre de la Cristiandad.
A estos tres concedo todo mi reino: también todo lo que tengo, conquistado en toda la tierra de mi reino; el Principado, el derecho que tengo en todos los hombres de mi tierra, tanto en los clérigos, como en los legos, obispos, abades, canónigos, monjes, nobles, caballeros, ciudadanos, rústicos y mercaderes, varones y hembras, pequeños y grandes, ricos y pobres, judíos y moros, con la misma ley y costumbre que mi padre y yo hemos tenido hasta ahora y debemos tener.
Añado también a la milicia del templo, mi caballo con todas mis armas; y si Dios me concediese a Tortosa, sea toda del Hospital de Jerusalem.
Además, porque no es imposible, si nos hemos equivocado, pues somos hombres. Si yo o mi padre quitamos algo a los obispados de mi tierra o a los monasterios, de los honores o las posesiones injustamente, rogamos y mandamos que los prelados, al templo del Santo Sepulcro, del hospital y los del templo, lo restituyan legalmente.
Del mismo modo, si a alguno de los hombres, varón o mujer, clérigo o seglar, yo o algunos de mis antecesores quitamos injustamente su heredad, restitúyase al mismo justamente por compasión.
De igual manera, de las propiedades que por derecho de herencia nos son debidas (fuera de aquellas que fueron entregadas a los Lugares Sagrados), las dejo íntegras al Sepulcro del Señor, al Hospital de los pobres y a la milicia del templo; a tal tenor, que después de la muerte de ellos, sean íntegras del Sepulcro, del Hospital y del templo y darlas a quien quisieren.
De este modo todo mi Reino, como se ha escrito arriba, y toda mi tierra, cuanto tengo, cuanto me quedó de mis antepasados, cuanto yo adquirí o adquiera en adelante con la ayuda de Dios y cuanto yo doy al presente y hubiere podido dar antes justamente, todo lo asigno y concedo al Sepulcro de Cristo, al Hospital de los pobres y al Templo del Señor, para que ellos lo tengan y posean por tres terceras partes iguales: todas estas cosas sobredichas doy y concedo al Señor Dios y los Santos nombrados mas arriba, tan propias y firmes, como ahora lo son mías, y tengan facultad de dar, y quitar.
Y si alguno de aquellos, que ahora tiene estos honores o los tendrán en el porvenir quisiera ensoberbecerse y no quisiera reconocer a estos Santos, como harían a mí, a mis hombres y a mis servidores, apelen de la traición y de felonía, como harían si yo estuviese vivo y presente, vuelvan por la fe sin engaño.
Y si durante mi vida me agradara dejar lo que quisieren dejar o a Santa María o a San Juan de la Peña o a otros Santos, los que las tuvieren, recibirán de mí lo que valen.
Hago, pues, estas cosas, por el alma de mi padre y de mi madre, y por el perdón de todos mis pecados; y para merecer tener un lugar en la vida eterna.
Hecha esta carta en la era 1172, en el mes de septiembre, día martes, de la Natividad de Santa María, en el castillo y población que se nombra Sariñena.
Signo + de Alfonso, rey, etc.
Hecho este testamento tres años antes de su muerte, lo ratificó poco antes de su fallecimiento, que acaeció el día 7 de Septiembre del año 1134.”
TESTAMENTO DE ALFONSO I DE ARAGÓN
DE LOS MALOS REYES:
218
“Los malos de todos son vituperados
Sus mismos vicios los atormentan;
De toda la gente son muy desamados,
De sí claro nombre: muy lexos ausentan.
Con muertes, engaños, los suyos los tientan,
Son aborrecidos de Dios et del mundo.
Dezid, pues, qué gozo tales reyes sientan,
Ya vivos viniendo en fuego profundo.”
INFANTE DON PEDRO DE PORTUGAL, ‘Cancionero de Resende’.
DE LA PRIVANZA:
219
“Bolvamos la pluma a tí o privança,
Ufana, ingrata, mintrosa irada!
Tú pones en hombre toda tu fiança
Por ende de males eres recercada.
Tú has en arena tu casa fundada,
Si presto te vienes, más presto te partes,
De quien te conoce eres desamada
Por tus no fermosas ni gentiles artes.”
INFANTE DON PEDRO DE PORTUGAL, ‘Cancionero de Resende’.
DEL PUEBLO Y DE SU VANO AMOR:
220
“No amo ni punto el amor popular,
Ni loo quien mucho en él se confía;
Ca no sabe amar, ni sabe desamar.
Los más de sus fechos van torcida vía,
Sin razón, sin causa mantiene querella,
Jamás discreción no lleva por guía;
Nin honrra virtud, nin se cura d’ella.
A caos profundos a horas abaxa,
A horas sublimes al cielo loado,
En él piedad jamás se encaxa,
Los sus beneficios siempre van errando.
En todo ingrato, crudo et nefando;
Los malos enxalça, los buenos oprime,
A la falssa fama jamás va mirando,
Nin siento virtud que a él se arrime”.
INFANTE DON PEDRO DE PORTUGAL, ‘Cancionero de Resende’.
EL HOMBRE:
221
“Hijo Don Fernando: Cierto que una de las principales razones porque nuestro Señor crió el mundo, fue por tener razón de criar al hombre, que es la más noble criatura que hay bajo los cielos, y aun algunos dicen que es más noble que las criaturas celestiales.
Mas es cierto que la razón por que el hombre es la más noble criatura, es porque el hombre se compone de cuerpo y alma, y tiene entendimiento y razón, y tiene libre albedrío para poder hacer el bien o el mal.”
REY DON SANCHO IV, ‘Libro de los castigos’
EL SÚBDITO:
222
“Libertad es poderío que tiene todo hombre naturalmente de hacer lo que quisiere, en tanto que fuerza o derecho de ley o de fuero no se lo impide.
Y puede dar esta libertad el señor a su siervo en iglesia o fuera de ella, y delante del juez, o en otra parte, o en testamento o sin testamento, o por carta.”
LAS PARTIDAS DE ALFONSO X EL SABIO.
EL PRIVADO:
223
“Lo que non fice, faced,
Favoritos e privados;
Si queredes ser amados,
Non vos teman, mas temed.
Tempat la cúpida sed;
Consejad retos juicios;
La raçón obedeced.
Ca si fuéredes medidos
En rescebir, non dubdedes
Con mucha raçón faceredes
A los otros comedidos.
Los discretos e sentidos
Pedirán, cuando pidieren,
De poco les sois tenidos.
Por tanto, lo que diré,
Gentes de la nuestra Esperia,
Acerca desta materia,
Avedlo como por fe.
De todos me ensoñereé
Tanto, que de mi señor
Cuidava ser el mayor
Fasta que non lo cuidé”.
MARQUÉS DE SANTILLANA ‘Doctrinal de Privados’
MUERTE DEL VALIDO:
224
“E de la casa de Alonso Perez esa noche le pasaron a la casa de Alonso Destúñiga, donde toda la noche estuvieron con el aquellos frailes, confortandole e diciendole que muriese como christiano, esperando que Dios habria piedad de su ánima.
E otro dia muy en amanesciendo, oyó misa muy devotamente, e rescibió el cuerpo de Nuestro Señor, e demandó que le diesen alguna cosa con que beviese, e traxéronle un plato de guindas, de las quales comió muy pocas, e bevió una taza de vino puro.
E después que esto fue hecho, cavalgó en una mula, e Diego Destúñiga e muchos caballeros que le acompañaban, e iban los pregoneros pregonando en altas voces: ‘Esta es la justicia que manda hacer el Rey nuestro Señor a este cruel tirano e usurpador de la corona real: en pena de sus maldades mándale degollar por ello.’
E así lo llevaron por la cal de Francos, e por la Costanilla, hasta que llegaron a la plaza donde estaba hecho un cadahalso alto de madera, e todavia los frayles iban juntos con él, esforzándole que muriese con Dios; y desque llegó al cadahalso, hicieronle descavalgar, e desque subió encima, vido un tapete tendido, e una cruz delante, e ciertas antorchas encendidas, e un garabato de fierro fincado en un madero; e luego fincó las rodillas e adoró la cruz, e después levantóse en pie, y paseóse dos veces por el cadahalso.
E allí el maestre dio a un page suyo llamado Morales, a quien habia dado la mula al tiempo que descavalgó, una sortija de sellar que en la mano llevaba, e un sombrero, e le dixo: ‘Toma el postrimero bien que de mi puedes recebir, el cual lo recibió con muy gran llanto’.
Y en la plaza y en las ventanas había infinitas gentes que habían venido de todos los lugares de aquella comarca a ver aquel acto: los quales desque vieron al maestre andar paseando, comenzaron de hacer muy gran llanto, e todavía los
frayles estaban juntos con él, diciéndole que no se acordase de su gran estado e señorío, e muriese como buen christiano.
El les respondió que así lo hacía, e que fuesen ciertos que en la fe parescía a los Santos Mártires.
E hablando en estas cosas, alzó los ojos e vido a Barrasa, caballerizo del príncipe, e llamóle e díxole: ‘Ven aca, Barrasa: tú estas aquí mirando la muerte que me dan; yo te ruego que digas al principe mi señor que dé mejor gualardón a sus criados, quel rey mi señor mandó dar a mi.’
E ya el verdugo sacaba un cordel para le atar las manos, e el maestre le preguntó: ‘¿Qué quieres hacer?’ El verdugo le dixo: ‘Quiero, Señor, ataros las manos con este cordel’. El maestre le dixo: ‘No hagas así’, e diciendole esto, quitóse una cintilla de los pechos, e diógela, e díxole: ‘Atame con esta, e yo te ruego que mires si traes buen puñal afilado, porque prestamente me despaches.’
Otrosí le dixo: ‘Dime, aquel garabato que está en aquel madero, ¿para que esta allí puesto?’ El verdugo le dixo: que era para que después que fuese degollado, pusiesen allí su cabeza. El maestre le dixo: ‘Después que yo fuere degollado, hagan del cuerpo y de la cabeza lo que querrán’.
Y esto hecho, comenzó a desabrocharse el collar del jubón, e aderezarse la ropa que traía vestida, que era larga de chamelote azul forrada de raposos forreros; e como el maestre fue tendido en el estrado, luego llegó a él el verdugo, e demandóle perdón, e dióle paz, e pasó el puñal por su garganta, e cortóle la cabeza, e púsola en el garabato.
Y estuvo la cabeza allí nueve días, y el cuerpo tres días; e puso un bacín de
plata a la cabecera donde el maestre estaba degollado, para que allí echasen el dinero los que quisiesen dar limosna para con que le enterrasen; y en aquel bacín fue echado asaz dinero.
E pasados los tres días, vinieron todos los frayles de la Misericordia, e tomaron su cuerpo en unas andas, e llevaronlo a enterrar a una hermita fuera de la villa, que dicen Sant Andrés, donde se suelen enterrar todos los malhechores; y dende a pocos días fue sacado de allí, y llevado a enterrar al Monasterio de San Francisco, que es dentro en la villa.
E pasado asaz tiempo, fue traído el cuerpo con su cabeza a una muy sumptuosa capilla quel había mandado hacer en la Iglesia mayor de la cibdad de Toledo: e asi ovo fin toda la gloria del maestre e condestable Don Álvaro de Luna.”
CRÓNICA DEL REINADO DE JUAN II. (ca. 1454)
-
Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- IDEAS
c) SOCIALES.
EL PUEBLO:
225
“Algunos consideran que pueblo se llama a la gente menuda, así como menestrales, labradores; mas esto no es así, pues antiguamente en Babilonia, y en Troya, y en Roma, que fueron lugares muy señalados y ordenaron todas las cosas con razón y pusieron nombre a cada una según convenía, llamaron pueblo al ayuntamiento de todos los hombres comunalmente, de los mayores, y de los menores, y de los medianos, ya que todos son necesarios y no se pueden excusar, porque se han de ayudar unos a otros para poder bien vivir y ser guardados y mantenidos”.
LAS PARTIDAS DE ALFONSO X EL SABIO.
226
“El orden no reside solamente en los hombres porque amen su estado, sino más bien por amar los demás estados. Por consiguiente, amar un estado y odiar a otro no es mantener el orden, porque Dios no ha hecho estado alguno contrario a otro cualquiera.
Así, pues, como el religioso que tanto ama a su estado que es enemigo de otro no sigue el orden, de la misma manera el caballero no tiene oficio de tal amando su estado en una forma que menosprecie otro.”
RAIMUNDO LULIO (1232-1315), ‘Libro del orden de caballería’
DEBERES DEL PUEBLO:
227
“Et por ende todo cristiano debe haber buena esperanza en Dios, ca asi como la fe serie muerta sin buenas obras, segunt dixieron los santos, otrosi non le complirie la fe á home nin le tendrie pro, si buena esperanza non hobiese, porque ella es esfuerzo de la fe, et la guia para llegar á lo que cobdicia. Onde por todas estas razones conviene mucho al pueblo que la haya, ca asi como debe vevir trabajándose de facer bien, otrosi debe haber firme esperanza que habrá buen gualardon por ello, et acabará lo que cobdicia: et los que asi non lo feciesen, sin el mal que les vernie en este mundo, porque nunca traerian los corazones asosegados por mengua de buena esperanza, darles hie Dios en el otro por pena lo que merescen los desesperados.”
LAS PARTIDAS DE ALFONSO X EL SABIO.
228
“Establecemos que todos están obligados a guardar y a conservar la vida y la salud del rey, y acrecentar en todas sus cosas su honra y su señorío; y que ninguno sea osado por hecho ni por dicho ni por consejo de ir contra el rey ni contra su señorío, ni hacer levantamiento ni bullicio contra él, ni contra su reino en su tierra, ni fuera de su tierra, ni de pasarse a sus enemigos ni de darles armas ni otra ayuda ninguna por ninguna manera”.
FUERO REAL
229
“Et por ende el pueblo a semejante desto, segunt dixieron los sabios, debe siempre decir palabras verdaderas al rey, et guardarse de mentirle llanamente et de decirle lisonja, que es mentira compuesta; ca el que dixiese mentira á sabiendas al rey por que hobiese á prender á alguno, ó á facerle mal en el cuerpo asi como de muerte ó de lision, debe haber en el suyo tal pena qual feciere haber al otro por la mentira que dixo; et eso mismo decimos si le feciere perder algo de lo suyo tambien mueble como raiz.”
.........................
“Onde non conviene al pueblo que guarden al rey tan solamiente de sí mismo, ... mas aun son tenudos de guardalle, de lo non matar en ninguna manera; ... Otrosi le deben guardar que ninguno dellos non lo fiera.... Onde por todas estas razones et por las otras que desuso diximos, farien muy grande traycion los quel feriesen: et aun lo deben guardar de non lo prender porque en esto yacen dos cosas muy malas; la una desapoderamiento et la otra aviltanza; et por ende los que lo prendiesen farien muy grant traycion.
Et guardarlo deben otrosi de non le baldonar, ó pararse en campo para lidiar con él, porque esto serie traycion conoscida, ca los que lo feciesen non lo farien sinon á fiuza de matarlo ó de ferirlo, ó de prenderlo ó de echarlo deshonradamente del campo.
Eso mismo decimos de los que corriesen el logar do él fuese, ó le echasen celada; ca la lealtad de España estrañó tanto esto que posieron por fuero que maguer el natural del rey fuese vasallo de otro, si acaesciese que fuese en logar do hobiese de lidiar, que este atal dexase sus caballeros á aquel con quien fuese, et que se veniese él para el otro cuyo natural fuese para estar con él tambien él como todos los otros que sus naturales fuesen.”
LAS PARTIDAS DE ALFONSO X EL SABIO.
LEALTAD:
230
“Lealtad es cosa que enderesza los homes en todos sus fechos, porque fagan siempre todo lo mejor; et por ende los españoles que todavia usaron della mas que otros homes, veyendo el grant peligro que podrie acaescer á sus señores et á ellos mismos si las fortalezas del regno se perdiesen, posieron quatro cosas por que fuesen meior guardadas: la primera de como rescibiesen los castiellos et por quién: la segunda de como los guardasen: la tercera de como los defendiesen et los acorriesen quando meester fuese: la quarta de como gelos diesen quando los pediesen ó gelos hobiesen á dar por derecho.”
LAS PARTIDAS DE ALFONSO X EL SABIO.
VAGOS:
231
“Grandes daños vienen a nuestros reinos por consentir en ellos vagabundos y holgazanes que podrían trabajar y vivir de su afán, y no lo hacen, los cuales, no tan sólo viven del sudor de los otros, sin trabajarlo ni merecerlo, sino que dan mal ejemplo a los demás que les ven hacer aquella vida, por lo que dejan de trabajar y tornanse a la vida de ellos, por lo que no se pueden encontrar labradores, y habiendo muchas heredades por labrar, se yerman los lugares.
Por eso, para remediar estos daños, ordenamos que los que así anduvieren vagabundos y holgazanes que no quisieran trabajar con sus manos ni vivir con sus señores, cualquiera de nuestros reinos los pueda tomar bajo su autoridad y servirse de ellos un mes sin soldada, salvo que les den de comer y beber.”
JUAN I DE CASTILLA, CORTES DE BRIVIESCA (1387)
LA TIERRA:
232
“Acrescentar et amuchiguar et fenchir la tierra fue el primero mandamiento que Dios mandó al primero home et muger despues que los hobo fechos.
Et esto fizo porque entendió que esta es la primera naturaleza et la mayor que los homes pueden haber con la tierra en que han de vevir, ca maguer es muy grande la otra que ganan con ella por crianza que les es asi como ama que los gobierna, et otrosi la que toman morando en la tierra aprendiendo et usando en ella las cosas que han de facer, et se les face asi como ayo et maestro que les enseña lo que han á deprender, con todo eso por mayor tovieron los sabios antiguos que fablaron en todas las cosas muy con razon, aquella naturaleza que desuso diximos que los homes han con la tierra por nascer en ella, ca esta les es asi como madre de que sallen al mundo et vienen á seer homes.
Et por ende el pueblo debe mucho puñar de haber todas estas naturalezas con la tierra en que ha sabor de vevir, et mayormente que el linage que dellos veniere que nasca en ella, ca esto les fará que la amen...
Et para facer este linage conviene que caten muchas cosas porque cresca et amuchigue; et la primera es que casen luego que sean de edat para ello, ca desto vienen muchos bienes.”
.....................
“Criar debe el pueblo con muy grant femencia los frutos de la tierra labrándola et endereszándola para haberlos della, ca desta crianza se ha de mantener la otra... et della se gobiernan et se ayudan ellos et todas las otras cosas vivas, et mansas et bravas; et por ende todos se deben trabajar que la tierra do moraren sea bien labrada, et ninguno desto con derecho non se puede escusar nin debe... et á todos comunalmente debe placer et cobdiciar que la tierra sea labrada, ca desque lo fuere será abondada de todas las cosas que les fuere meester”.
LAS PARTIDAS DE ALFONSO X EL SABIO.
AMOR A LA TIERRA:
233
“Una de las placenteras cosas que en el mundo ha es vevir home en la tierra do es natural, et mayormente si Dios le face tanta merced que pueda vivir en ella honrado et preciado.
Et tan placentera es esta manera de vida, que así engaña a muchos que escogen antes vivir en ella pobres que en tierra extraña en que fuesen ciertos que podrían pasar muy honradamente.
Et sin dubda esto es gran yerro et grand engaño; ca el que tiene mientes por llegar a algún bien et a buen estado non debe dejar el placer de la voluntad de vevir et de grandescer doquier que más pudiere llevar su honra adelante.”
DON JUAN MANUEL, ‘El libro del Caballero y del Escudero’.
LABRADORES:
234
“Vosotros, cultivadores,
Fuyd riñas e malicias,
De crianças e lauores;
Biuid por vuestros sudores
Curando de vuestros bueyes;
Dexad las armas e leyes
A fidalgos e dotores”
GÓMEZ MANRIQUE, ‘Debate de la razón contra la voluntad’
LABRADOR Y PESCADOR:
235
“¡Benditos aquellos que con el açada
Sustentan su vida e viven contentos
E de cuando en cuando, conoscen morada
E suffren pascientes las lluvias e vientos!
Ca éstos no temen los sus movimientos,
Nin saben las cosas del tiempo passado,
Nin de las presentes se facen cuidado
Nin las venideras do han nascimientos.
¡Benditos aquellos que siguen las fieras
Con las gruesas redes e canes ardidos,
E saben las trochas e las delanteras
E fieren del arco en tiempos devidos!
Ca éstos por saña non son conmovidos,
Nin vana cobdicia los tiene subjetos;
Nin quieren thesoros, nin sienten deffetos,
Nin turban temores sus libres sentidos.
¡Benditos aquellos que cuando las flores
Se muestran al mundo, desciben las aves,
E fuyen las pompas e vanos honores,
E ledos escuchan sus cantos suaves!
¡Benditos aquellos que en pequeñas naves
Siguen los pescados con pobres traínas!
Ca éstos non temen las lides marinas,
Nin cierra sobre ellos Fortuna sus llaves.”
MARQUÉS DE SANTILLANA (1398-1458), ‘Comedieta de Ponza’.
-
Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HECHOS
LUCHA CONTRA EL INVASOR:
236
“Un grito ha sido oído -en medio de las montañas. Y el echecojauna, el amo, de pies delante de la puerta ha abierto las orejas y ha dicho: ‘¿Quién está ahí?¿Qué me quieren?’ Y el perro, que dormía a los pies de su amo, se ha levantado y ha llenado con sus ladridos los contornos de Altobiskar.
Resuena un fuerte rumor en el collado de Ibañeta. Se acerca chocando contra las rocas a derecha e izquierda. Es el estruendo de un ejército que de lejos llega. Los nuestros les han respondido desde lo alto de las montañas, haciendo sonar sus cuernos. Y el echecojauna aguza sus dardos: ¡Ya llegan, ya llegan! ¡Qué bosque de lanzas! ¡Cómo aparecen sobre ellos banderas de todos los colores! ¡Qué destellos despiden sus armas! ¿Cuántos son? Muchacho, cuéntalos bien. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince, diez y seis, diez y siete, diez y ocho, diez y nueve, veinte.
-¡Veinte, y miles y miles más! Se pierde el tiempo contandolos. Juntemos nuestros nervudos brazos. Arranquemos de cuajo esas rocas. Rodemoslas monte abajo por la pendiente de la montaña sobre sus cabezas. Aplastemoslos, hiramoslos de muerte.
-¿Qué querían de nuestros montes esos hombres del Norte?¿Por qué han venido a turbar nuestra paz? Cuando Dios hizo las montañas fue para que los hombres no las pasasen. Pero las rocas caen rodando y aplastan a los invasores. La sangre corre a torrentes ¡Oh, qué de huesos rotos!¡Qué mar de sangre!
-¡Huid, huid los que os aun tenéis fuerzas y caballos!¡Huye, rey Carlo Magno, con tu pluma negra y tu capa encarnada! Tu sobrino amado, el valiente Roldán, yace allá abajo muerto. Su valor de nada le ha servido. Y ahora, euscaldunas, abandonemos estas peñas. Bajemos al punto, disparemos nuestras flechas contra los que huyen.
¡Huyen! ¡huyen! ¿Dónde está, pues, aquel bosque de lanzas?¿Dónde las banderas de todos colores que aparecían sobre ellos? Ya no despiden destellos sus ensangrentadas armas. ¿Cuántos son? Muchacho, cuéntalos bien.
-Veinte, diez y nueve, diez y ocho, diez y siete, diez y seis, quince, catorce, trece, doce, once, diez, nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno.
¡Uno! ¡Ni uno se divisa ya! Todo acabó. Echecojauna, puedes volver con tu perro a abrazar a tu esposa y a tus hijos, a limpiar las flechas y recogerlas junto con el cuerno y echarte encima de ellas a dormir.
De noche, las águilas vendrán a comer esos trozos pisoteados de carne. Y esos huesos blanquearán ahí eternamente.”
CANTAR DE ALTOBISKAR (recreación medieval, siglo XIX).
PAZ Y ORDEN:
237
“Hemos sabido que algunas personas hacen entre sí ayuntamientos y ligas, firmadas con juramento ó pleito homenage, ó con pena, o con otra firmeza, contra cualesquier personas, en general contra cualesquier que contra ellos fueren ó quisieren ser, y como quier que hacen los dichos ayuntamientos y ligas so color de bien y guarda de su derecho, y por mejor cumplir nuestro servicio; pero por cuanto, según por experiencia conoscemos, estas ligas y ayuntamientos se hacen muchas veces no á buena intención; y dellas se siguen escándalos, discordias y enemistades, impedimentos de la egecucion de nuestra justicia.
Y por ende Nos, queriendo paz y concordia entre los nuestros súbditos y naturales, y proveyendo á lo que es por venir, mandamos que no sean osados infantes, duques, condes, maestros, priores, marqueses, ricoshombres, caballeros y escuderos de las nuestras ciudades, villas y lugares y concejos; y otras comunidades y personas singulares, de cualquier estado o condición que sean, de hacer ni hagan ayuntamientos ni ligas con juramento, ni rescibiendo el cuerpo del Señor, ni por pleito y homenage, ni por otra pena ni firmeza, en que se obliguen de guardarse los unos á los otros contra otros cualesquier.
Y otrosí que no usen de las que han hecho hasta aqui; y cualquier de los sobredichos que contra esto hiciere de aqui adelante habrán la nuestra ira, y procederemos contra ellos y contra sus bienes en aquella manera que Nos entendiéremos que cumple á nuestro servicio.
Y porque los hombres se muevan mas de ligero á Nos denunciar lo que dicho es, mandamos y ordenamos que el acusador o denunciador haya la tercia parte de la pena de dineros ode bienes en que Nos condenaremos á aquel que denunciare o mostrare.
Y en razón de los ayuntamientos y ligas que son hechas hasta aquí, Nos por esta ley damos por ningunas todas las ligas, promisiones y pleitos que hasta aquí se hubieren hecho...”
JUAN I DE CASTILLA, Cortes de Guadalajara, 1390.
LA JUSTICIA:
238
“Porque dios puso en el mundo los reyes et los señores para mantener las gentes en justicia et en derecho et en paz, les acomendó la tierra para facer esto.
Por ende, los reyes et los señores que non han otro juez sobre sí sinon Señor Dios, deben catar que los pleitos que entre ellos vinieren, que los juzgaren según lo que fuere verdad; et entre el juicio de los señores et de los oficiales que ellos ponen et han de juzgar los pleitos por fueros et por leyes hay esta diferencia: los jueces que sean puestos por otros non deben juzgar los pleitos que ante ellos vienen según ven nin según lo que ellos saben, sinon según lo que es razonado entre ellos, o lo que fallaren en aquellas leyes et en aquellos fueros por que han de juzgar. Esto es porque son sometidos a aquellas leyes o a aquellos fueros por que han de juzgar.
Mas los reyes et los grandes señores, porque non son sometidos nin han de dar cuenta sino a Dios, non deben juzgar sinon por la verdad, nin se deben arrebatar fasta que lo sepan ciertamente; mas de lo que supiesen, débenlo juzgar según la verdad et sin ninguna mala intención; et débense acordar que Dios los puso en aquel estado, et que a El han de dar cuenta, et que de El han de recibir galardón bueno o malo, según los juicios que dieren.
Et deben ser ciertos que el mucho bien que fagan que nunca les será olvidado, et si algún juicio malo dieren o de cualquier fecho malo que fagan que no hayan de haber pena en este mundo o en el otro o en ambos.
Otrosí deben catar mucho los reyes et los grandes señores que fagan las cosas como deben, ca todos los sus fechos son en dos maneras: ca son tales que non pueden nin los deben acomendar a otro, sinon facerlos et librarlos ellos mismos; o son tales que non pertenece de los librar a ellos, et los deben acomendar a otro.
Et si ellos los quisieren todos librar o todos acomendar, facen muy gran yerro; ca en cuanto libran lo que deben acomendar a otro, pierden el tiempo de librar lo que les pertenecía a ellos; et si acomiendan a otro lo que ellos debían librar, non se libra tan cumplidamente como debe.”
DON JUAN MANUEL, ‘Libro del Caballero y del Escudero’ (1326)
LA JUSTICIA Y LA LEY:
239
“Creed por cierto que una de las cosas por las que más se salvan las almas y se mantienen los cuerpos, y los reinos, y los estados y las tierras, es la justicia.
Y justicia no entendáis que es solamente matar hombres, sino dar a cada uno lo que merece, haciendo bien por bien y mal por mal.
Y aun todos los que han podido hacer justicia deben agradecer más a Dios que les dé lugar a galardonar que para castigar.”
REY DON SANCHO IV (1258-1295), ‘Libro de los castigos’.
240
“Ley tanto vale como lección o enseñanza escrita que liga al hombre para no hacer mal y le dirige a ser leal haciendo derecho. Y fuero equivale a ley derechamente usada por largo tiempo, esté o no escrita. Y postura es llamada en latín toda buena disposición que hace el rey u otro por su orden o los hombres entre sí y que si es favor del país o de algunos lugares la aprueba el rey y se confirma por privilegio o carta mandándola guardar”.
LAS PARTIDAS DE ALFONSO X EL SABIO.
241
“La ley ama y enseña las cosas que son de Dios, y es fuente de enseñanza y muestra de derecho y de justicia y de ordenamiento y de buenas costumbres, y guiamiento del pueblo y de su vida; y tanto para los hombres como para las mujeres, y para los mancebos como para los viejos; y tanto para los sabios como los no sabios, y para los de la ciudad como para los de fuera; y es guarda para el rey y para sus pueblos.”
FUERO REAL.
EL JUEZ Y LA JUSTICIA:
242
“Deben ser los jueces en todo abonados,
Ricos de posesiones y de virtudes dotados,
De todas buenas mañas y bien sosegados,
Que no sean crueles a los pobres cuitados.
Deben amar la justicia y de ella bien usar;
Pues que el rey de ellos fía, no deben engañar;
Que si ellos no lo hacen, podrían trastornar
La justicia que el rey de ellos quiso fiar”.
...........................
“No debe el juez a ninguno dañar,
Antes debe en común a todos aprovechar;
A los unos, con miedo, los puede espantar;
A los otros, con honra, los debe sosegar.
Ni debe el juez en todo ser muy teso,
Ni debe ser muy blando, que así le es defeso:
Si fuere sabedor y tuviere buen seso,
En la su mano diestra siempre tendrá un peso.
En la una balanza la justicia tendrá,
Con la cual él condene aquél que mal hará;
En la otra balanza la piedad será,
Que siempre al castigo al pecador dará.
No debe ser cruel en la ejecución,
Con lágrimas y lloro de puro corazón,
Bien la examine gran tiempo y sazón,
Que matar así un hombre no es juego de piñón”.
PERO LÓPEZ DE AYALA, ‘Rimado de Palacio’.
EL PAISAJE:
243
“Yo, maestro Gonçalvo de Verçeo nomnado,
Yendo en rromería caeçí en un prado
Verde e bien sençido, de flores bien poblado,
logar cobdiçiadero pora omne cansado.
Davan olor sobeio las flores bien olientes,
Refrescavan en omne las carnes e las mientes;
Manavan cada canto fuentes claras corrientes,
En verano bien frías, en yvierno calientes.
Avíe hi grand abondo de buenas arboledas,
Milgranos e figueras, peros e mançanedas
E muchas otras fructas de diversas monedas;
Mas non avié ningunas podridas nin azedas.
La verdura del prado, la olor de las flores,
Las sombras de los árbores de temprados sabores
Refrescáronme todo e perdí los sudores,
Podrié vevir el omne con aquellos olores.
Nunqua trobé en sieglos logar tan delectoso,
Nin sombra tan temprada, ni olor tan saboroso;
Descargué mi ropiella por iazer más viçioso,
Poséme a la sombra de un árbor fermoso.
Iaziendo a la sombra perdí todos cuidados,
Odí sonos de aves dulçes e modulados;
nunqua udieron omnes órganos más temprados,
Nin que formar podiessen sones más acordados.”
GONZALO DE BERCEO, ‘Introducción de los Milagros de Nuestra Señora’.
COVADONGA:
244
“Por aquellos tiempos era prefecto de Asturias, con residencia en León, Munuza, compañero de Taric. Durante su gobierno, cierto espatario de los reyes Witiza y Rodrigo, llamado Pelayo, oprimido por el señorío de los ismaelitas, entró en Asturias con su hermano.
El prefecto Munuza envió a Pelayo a Córdoba con el pretexto de una legación, pero en verdad con ocasión de su interés por su hermana. Antes de que regresara el antiguo espatario, Munuza, mediante cierto artificio, se unió en matrimonio con la hermana de Pelayo; mas cuando volvió éste, en ninguna manera quiso consentir en tal enlace, sino que se apresuró a hacer con gran osadía lo que ya meditaba acerca de la salvación de la Iglesia.
Entonces, el nefando Taric envió soldados a Munuza para que apresaran a Pelayo y lo llevasen a Córdoba encadenado. Llegados a Asturias, quisieron cogerle por engaño, y en una aldea llamada Brece supo Pelayo por cierto amigo la decisión de los caldeos.
Mas como los sarracenos eran muchos, viendo que no podía ofrecerles resistencia, se apartó de ellos despacio, comenzó de repente a correr y llegó a las orillas del Piloña, que encontró desbordado, pero mediante un adminículo natatorio ganó la otra orilla sobre el caballo en que cabalgaba y subió a un cerro, con lo que los sarracenos cesaron de perseguirle.
Dirigiéndose hacia la tierra montañosa, arrastró consigo a cuantos encontró camino de una asamblea y con ellos subió a un gran monte llamado Auseva y se refugió en la ladera de dicha montaña, en una cueva que sabía era segura y de la que mana un gran río por nombre Deva. Desde ella envió mensajeros a todos los astures, que se congregaron en una junta y le eligieron príncipe.
Enterados de lo ocurrido los soldados que habían venido para prender a Pelayo, regresaron a Córdoba y manifestaron a su rey que se había sublevado el denunciado por Munuza.
Cuando el rey oyó tal noticia, conmovido por furiosa ira, mandó salir contra el rebelde una hueste innumerable, reclutada en toda España; puso al frente del ejército a Alkama, su socio, y ordenó que fuese con éste y sus tropas a Asturias Oppas, obispo de Toledo, hijo de Witiza, por cuya traición habían perecido los godos. Alkama recibió orden de su compañero de que si Pelayo no quería aceptar la propuesta del obispo, le apresase por fuerza de armas y le llevase a Córdoba, y entró en Asturias con un ejército de 187.000 soldados.
Pelayo estaba con sus compañeros en el monte Auseva, y el ejército de Alkama llegó hasta él y alzó innumerables tiendas frente a la entrada de la cueva. El predicho obispo subió a un montículo situado delante de la cueva de la Señora y habló así a Pelayo: «Pelayo, Pelayo, ¿dónde estás?» El interpelado se asomó a la ventana y respondió: «Aquí estoy». El obispo dijo entonces: «Juzgo, hermano e hijo, que no se te oculta cómo hace poco se hallaba toda España unida bajo el gobierno de los godos y brillaba más que los otros países por su doctrina y ciencia, y que, sin embargo, reunido todo el ejército de los godos, no pudosostener el ímpetu de los ismaelitas, ¿podrás tú defenderte en la cima de este monte? Me parece difícil. Escucha mi consejo: vuelve de tu acuerdo, gozarás de muchos bienes y disfrutarás de la amistad de los caldeos».
Pelayo respondió entonces: «No leíste en las Sagradas Escrituras que la Iglesia del Señor llegará a ser como el grano de mostaza y de nuevo crecerá por la misericordia de Dios?»
El obispo contestó: «Verdaderamente, así está escrito».
Pelayo dijo: «Cristo es nuestra esperanza; que por este pequeño montículo que ves sea España salvada y reparado el ejército de los godos. Confío en que se cumplirá en nosotros la promesa del Señor, porque David ha dicho: Castigaré con mi vara sus iniquidades y con azotes sus pecados, pero no les faltará mi misericordia. Así, pues, confiando en la misericordia de Jesucristo, desprecio esa multitud y no temo el combate con que nos amenazas. Tenemos por abogado cerca del Padre a nuestro Señor Jesucristo, que puede librarnos de estos paganos».
El obispo, vuelto entonces al ejército, dijo: «Acercaos y pelead. Ya habéis oído cómo me ha respondido; a lo que adivino de su intención, no tendréis paz con él, sino por la venganza de la espada».
Alkama mandó entonces comenzar el combate, y los soldados tomaron las armas. Se levantaron los fundíbulos, se prepararon las hondas, brillaron las espadas, se encresparon las lanzas e incesantemente se lanzaron saetas. Pero al punto se mostraron las magnificencias del Señor: las piedras que salían de los fundíbulos y llegaban a la casa de la Virgen Santa María, que estaba dentro de la cueva, se volvían contra los que las disparaban y mataban a los caldeos.
Y como Dios no necesita las lanzas, sino que da la palma de la victoria a quien quiere, los cristianos salieron de la cueva para luchar con los caldeos; emprendieron éstos la fuga, se dividió en dos su hueste, y allí mismo fue al punto muerto Alkama y apresado el obispo Oppas.
En el mismo lugar murieron 124.000 caldeos, y los 63.000 restantes subieron a la cumbre del monte Auseva y por el lugar llamado Amuesa descendieron a la Liébana.
Pero ni estos escaparon a la venganza del Señor; cuando atravesaban por la cima del monte que está a orilla del río llamado Deva, junto al predio de Cosgaya, se cumplió el juicio del Señor: el monte, desgajándose de sus cimientos, arrojó al río los 63.000 caldeos y los aplastó a todos.
Hasta hoy, cuando el río traspasa los límites de su cauce, muestra muchas señales de aquello.”
CRÓNICA DE ALFONSO III.
DEL CAMINO DE SANTIAGO:
245
“Los malos posaderos de la ciudad de Santiago la primera comida la dan de balde a sus huéspedes y se esfuerzan para que les compren velas o cera. ¡Oh, fingida caridad! ¡Oh, falsa piedad! ¡Oh, largueza encubridora de toda clase de fraudes!
Si, por ejemplo, se hospedan en una casa doce peregrinos bajo unas mismas condiciones, el mezquino posadero les pone un plato, ya de carne, ya de pescado, que en el macelo de la ciudad puede comprar por ocho dineros, y al fin les mete doce velas a seis dineros cada una, siendo así que en la plaza pública habrían podido comprarlas a cuatro dineros.
O después de aquella fraudulenta comida, la cera que podían comprar por cuatro dineros se la vende en seis. Y por la comida en que empleó ocho dineros les exige dos sueldos, o sea veinticuatro dineros. ¡Oh que nefando contrato! ¡Oh que detestable lucro!
Otros mezclan con la cera sebo de carnero o de cabra y habas cocidas sin monda, y de esta mezcla hacen velas. Otros, cuando los peregrinos les preguntan por los venerandos hechos del Apóstol Santiago, les refieren fabulosas y detestables patrañas.
Algunos hay que hacen salir hasta Puertomarín al encuentro de los peregrinos a algún criado, el cual así que los ve:
"Hermanos y amigos míos, les dice, yo soy vecino de la ciudad de Santiago, pero no me hallo aquí por causa de buscar huéspedes, sino porque estoy cuidando de una mula que mi amo tiene aquí enferma: hareís el favor de decirle que pronto se pondrá buena, y si queréis parar en mi casa, aunque no sea más que en agradecimiento de la noticia que lleváis, os han de tratar bien". Así lo hacen los peregrinos, pero reciben un trato pésimo.
Otros les salen al encuentro en Barbadelo o en Tricastela y después de saludarlos, traban conversación con ellos sobre cosas indiferentes, hasta que cuando creen llegado el momento oportuno:
“Yo tengo la dicha -les dicen- de ser ciudadano de Santiago; pero vine aquí a ver a un hermano que reside en esta villa. Y justamente podéis parar en mi casa, porque de seguro que si mi mujer y mi familia saben que me habéis visto y que habéis hablado conmigo, se desvelarán para que no os falte de nada. Si queréis os daré una señal para que os reconozcan”.
Y, en efecto, a unos peregrinos les da como señal un cuchillo, a otros su cinturón, a otros una llave, a otros una correa, a otros un anillo, a otros un gorro o montera, a otros un guante, etc... Llegan los peregrinos a su casa y se hospedan en ella; y después de la comida, una vela que sólo vale cuatro dineros, la mujer se la vende en ocho o diez. Así son engañados por los posaderos muchos peregrinos de Santiago.
Y si algún peregrino lleva para vender algún marco de plata que valga treinta sueldos, su mal posadero lo dirige a un monedero con quien está en connivencia, y le aconseja que debe darle el marco en veinte sueldos. El posadero no pierde su tiempo, porque recibe en premio del comprador doce dineros, o más o menos.
O si el peregrino quiere vender alguna cosa que sea de gran valor, el posadero se la desprecia y aconseja que debe venderla en tanto o cuanto para recibir un buen premio del comprador, o, si acaso, de comprador y vendedor.
(...)
¿Y qué diréis de aquellas mujeres que hacen velas de cera para vender, y les meten tales pabilos, que se consumen antes de acabar la misa o las lecciones? ¿O de aquellas que cuando ven llegar una gran muchedumbre de peregrinos, venden el pan, el vino, la avena, el trigo, el queso, la carne o las aves más caro que lo de costumbre?
(...)
Si la marca de plata fina del peregrino vale treinta sueldos, el mal cambiador sólo se da por ella veinte. El cambiador inicuo tiene diversos pesos, unos grandes y otros pequeños; con los primeros compra la plata, con los segundos la vende. Pondera y pone en las nubes su oro y su plata; pero rebaja y desprecia la ajena. Va pesando uno a uno los dineros en la balanza que llaman trebuqueto, y al que halla de más peso lo vende más caro, o lo funde con otra plata en el crisol. A los dineros que tienen mayor módulo que el ordinario, los recorta con la tijera y luego los bate con el martillo para que no se conozcan. Vende, si puede, anillos, cálices, candeleros u otros obras de bronce plateado, como si fueran de plata pura. Del mismo modo, vende más cara, si puede, su marca de plata, o su talento de oro, porque dice que están contrastados; y en cambio quiere comprar más barato el oro o la plata ajena, alegando que está por ensayar.
(...)
Pues de los falsos especieros o drogueros, ¿qué diré? Algunos hay que venden hierbas podridas por buenas y sanas; otros mezclan las drogas con cosas extrañas y las venden como legítimas; otros humedecen la pimienta para que pese más en la balanza; otros la mezclan con granos de enebro tostado o de arena oscura; otros agregan al alumbre pedazos de greda; otros mezclan con el incienso resina de pino o de abeto; otros echan en las pinturas tierra de color parecido, y así venden por griego a los ignorantes el verde del país; por bermellón el minio, o la mezcla de ambos; otros rocían el azul con agua que pese más. De la misma manera adulteran todos los demás colores.”
(...)
‘De un sermón pronunciado en Compostela’
HIMNO JACOBEO:
246
DE SANCTO JACOBO
"Dum pater familias,
Rex universorum,
Donaret provincias
Jus apostolorum :
Jacobus Yspanias
Lux, illustrat, morum.
Primus ex apostolis
Martir Jerosolimis
Jacobus egregio
Sacer est martyrio
Jacobi Gallecia
Opem rogat piam ;
Plebe cuius gloria
Dat insignem viam
Ut precum frequentia
Cantet melodiam:
"Herru Sanctiagu
Grot Sanctiagu
E ultreya e suseya
Deus adjuva nos".
Jacobo dat parium
Omnis mundus gratis;
Ab cuius remedium
Miles pietatis
Cunctorum presidium
Est ad vota satis.
Primus ex apostolis, etc.
Jacobum miraculis
Que fiunt per illum
Arctis in periculis
Acclamet ad illum
Quisquis solvi vinculis
Sperat propter illum.
O beate Jacobe
Virtus nostra vere
Nobis hostes remove
Tuos ac tuere
Ac devotos adhibe
Nos tibi placere.
Jacobe propicio
Veniam speremus
Et, quas ex obsequio
Merito debemus
Patri tam eximio
Dignas laudes demus.
Amen."
DE SANTIAGO:
(Traducción)
"Cuando nuestro Padre,
Rey del universo,
provincias en reino
diera a los apóstoles
Jacobo en España
es luz de los buenos.
El primer Apóstol
martir de Jerusalén
excelso Jacobo
en su sagrado martirio.
Galicia a Jacobo
ruega en obra pía
la gleba a su gloria
le da insigne vía,
do el frecuente rezo
cante melodía
¡Oh señor Santiago!
¡Oh magno Santiago!
¡Y adelante, ea!
¡Y arriba, sús, ea!
Dios, ayúdanos.
Todo el mundo gratis
parias da a Jacobo;
para su remedio,
soldado piadoso,
bástele el prsididio
de cumplir sus votos.
El primer Apóstol, etc.
Quien espera liberarse
de sus cadenas
aclama su nombre
en los tiempos de peligro
por los milagros
de su intercesión.
El primer Apóstol, etc.
Oh santo Jacobo,
nuestra sola fuerza,
a los enemigos
aparta, haz que mueran,
y a tus devotos
muestra que te agradan
El primer Apóstol, etc.
Jacobo propicio,
tu venia esperamos;
y cual por obsequio
así lo debemos,
a este Padre eximio
dignas laudes demos”.
HIMNO JACOBEO.
POETAS ESPAÑOLES:
247
“Pues somos a las completas
Daquesta pobre obrezilla,
Fablemos de la cuadrilla
De los sotiles poetas.
Iuvenco que en sus tabletas
Con Gravio versificó
Los Evangelios, e dió
Metro a las cuatro Atletas.
Prudencio que en versos puso
El utroque testamento
Viejo et Nuevo, et aun compuso
Otras obras que el convento
Cristiano e su documento
Non solo las aprobó,
Mas loó e comendó.
Tanto fué dellas contento.
A mí conviene que fable
De Per Alfonso un Doctor
Que contra el judaico error
Fizo un volumen notable.
Fué este varón loable
De los hebreos nascido.
Y despues de convertido,
Cristiano muy venerable.
Osio fué sabio Perlado
De Córdoba, e tanto bueno
Que en el Concilio niceno
De todos fué muy loado.
Quien quiera lo habrá fallado
En la Tripartita istoria
E, lo que a el es mas gloria,
En el Decreto es nombrado.
Valerio e Liceriano
De Mérida natural
E dellos tercio e igual
El poeta Daciano;
Otro Doctor Castellano
Que en estilo asaz polido
Yo me acuerdo haber leído
Un volumen de su mano.
Diego de Campos se llama
Este Doctor que yo digo,
En tiempo de Don Rodrigo
Grand Perlado e de grand fama;
Mi muy excelente dama
España seas contenta,
Que quien esto te presenta
Señal es que mucho te ama.”
FERNÁN PERÉZ DE GUZMÁN (1370-1460), ‘Loor de los claros varones de España’
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
VII – LA ESPAÑA DE LOS REYES CATÓLICOS; LA PATRIA UNIDA.
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Está terminando la Edad Media. La España desgajada de esos últimos años está a punto de reparar de manera definitiva todas sus largas desgarraduras.
Todo es providencial en el logro del matrimonio de Isabel y Fernando, como también lo será en toda la serie de circunstancias que llevaron a la realización de la unidad española, hecho que surgía luego de ocho siglos de gesta y que era la ratificación y complemento de los anhelos no disimulados de tantos heroicos guerreros caídos por la reconquista peninsular, y los ecos que gloriosamente respondían a las angustias llamadas de los siglos medios en Sobrarbe y Covadonga.
España ha renacido. España ha sido cerrada. Su historia horizontal ha terminado para dirigirse velozmente hacia la más alta verticalidad que vieron los tiempos. Las líneas convergentes han coincidido lógicamente en su vértice común, de donde arranca un recto y prolongado camino por donde, en los sucesivo, habrá de marchar España. La cumbre del destino hispánico comienza ahora. Año de 1492. Es un radiante yugo que ata todo lo desunido. En tal fecha se logra la unificación territorial de España, con la expulsión de los mahometanos; la unificación religiosa de España, con la expulsión de los judíos; y la unificación del mundo, con el descubrimiento de América.
La anterior España de los Trastamaras era un cuerpo amorfo y disipado, que encerraba en su seno robustas fuerzas desperdiciadas, ocupadas en gastarse en inútiles discordias sin provecho ni ideal. España vivía sin gloria; eran menester unas manos fuertes que la sacudieran y encaminaran hacia su destino. Esas manos vinieron y España echó a andar.
El talento político, la visión de los problemas de sus reinos, la noción clara de su destino histórico, así como la actividad, energía y prudencia de los reyes Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, y el éxito que acompaña a sus múltiples empresas, elevan a España a un grado de esplendor no superado. Consiguen el engrandecimiento merced a la paz interior, que nace al amparo de la Santa Hermandad y de las justicias de la reina, calificadas de “temidas, executivas y espantosas a los malos”. La Península queda libre del dominio musulmán cuando ondea en la torre de la Alhambra de Granada el pendón de los reyes. Granada no era solo una empresa guerrera; era una cruzada y como cruzados fueron a conquistarla.
En lo que atañe al exterior, España traba su destino al de otras potencias europeas por enlaces matrimoniales entre los hijos de los Reyes Católicos y los príncipes de Austria, Inglaterra y Portugal; consolida su dominio sobre el Norte de África, las islas Canarias y sobre Nápoles y Sicilia, en cuyas tierras resuena el nombre de guerra del Gran Capitán.
Y hacia Occidente, más allá del Atlántico oculto y desconocido, emerge un continente sobre el mar. España lo descubre, clava en su suelo la Cruz y deposita en aquellos territorios los tesoros de su civilización. Así se abren las puertas del Océano al genio y huella de la raza española.
¡Cuántas hazañas genuinamente españolas en tantos acontecimientos y glorias! En Granada, el lance del “Triunfo del Ave María”, de Hernán Pérez del Pulgar; en la Rábida, en Santa Fe y en Palos, la preparación, cima y comienzo de la empresa en que, dirigida por Colón con gentes tan españolas como los Yáñez Pinzón. España, sirena de un ideal nunca vencido, camina por mares ignotos y abre a su paso las aguas de una ruta que les lleva a un mundo nuevo; corriente de hispanidad que pasados los siglos traerá la mutua compenetración de los pueblos de allende y la Patria española.
En los primeros años que siguen al descubrimiento, hijos de España, inteligentes pilotos y bravos exploradores realizan los llamados ‘viajes menores’ desde 1492 a 1506, y sus nombres son Alonso de Ojeda, Pedro Alonso Nuño, Vicente Yáñez Pinzón, Diego de Lepe y Rodrigo de Bastidas. De la ‘Española’, de aquella reproducción pequeña de la vieja España, partirán otras gentes para nuevos triunfos: Ponce de León, Sebastián de Ocampo, Diego Velázquez de Cuéllar, Vasco Núñez etc..
Y no son menos gloriosas las hazañas de Italia con el Gran Capitán, ceñido aun de frescos laureles granadinos, que renueva en Seminara, Ceriñola, Garellano y Otranto, como lo serán también las expediciones al Peñón de la Gomera, Orán, Bugia y Trípoli.
Pero la más gloriosa de todas, por ser más española, la hazaña de la propia reina Isabel, ‘el último cruzado’ al decir de Walsh, la cual no solamente alzó a España, sino que cambió el curso de la civilización y el aspecto total del mundo por entonces conocido, sumamente postrado y expirante, viejo navío consumido y presto a naufragar bajo el mahometanismo triunfante representado por los turcos. Reina Isabel que juzgaba en justicia en tiempos en los que ‘el que la tenía, valíale’, y en los cuales se decía por boca del gobernador Gómez Manrique que ‘los tiempos eran cambiados’ y en lo sucesivo la sola condición estimable es ‘la de la virtud’.
Todo ello culmina en la creación de la empresa común que es “el dolor y la alegría conjuntos, que es la cultura interior y la aventura externa, que es el orden y la gloria, la ley y la espada, pero todo con el respeto a los trazos esenciales, a las tradiciones íntimas y a la personalidad individual”.
Establece la unidad de los hombres ante la ley, la unidad de ley para todos los súbditos, la unidad de mando para todas las jurisdicciones; al campesino lo convierte en hombre de la tierra española en lugar de siervo de la gleba feudal. El pueblo queda incorporado a la Nación y al Estado, y lo mismo la nobleza, con la pérdida de sus anárquicos privilegios feudales.
España llega a su madurez con el Imperio de los Reyes Católicos y sus descendientes; entonces es cuando aquellos gérmenes de otros tiempos brotan en una floración definitiva que es el sentido final y único de la gente española. España entonces, sintiendo sobre todo su sangre y ascendencia cristiana y católica, se siente responsable de un orden universal y eterno:
“Realizada la ruptura de la conciencia europea, España entrega su alma a la causa del ideal religioso, en el que prevalece UNIVERSALIDAD Y ESPIRITUALIDAD, TRADICIÓN y AUTORIDAD, fe en las obras”. (F. de los Ríos: ‘Religión y Estado en la España del siglo XVI’).
“España se entrega a la causa de la catolicidad y confía al estado la misión de la defensa de su empeño; mas antes de aceptar con exclusividad una de las posiciones en pugna, intenta la conciliación. Su fuerte Estado de fines del siglo XV y comienzos del XVI, espejo de modernidad a causa de su recia estructura interna, y por la dilatada perspectiva de su política, hace posible este hecho. De ahí el querer colocar Campanella, bajo la égida de España, su visión de la monarquía universal.”
La organización política española del siglo XVI quiso salvar la catolicidad; España defendía así el más importante fundamento de su nacionalidad mediante la pureza de la Fe con el establecimiento del Santo Tribunal de la Inquisición, la expulsión hebrea y la coacción de los moriscos de las Alpujarras. Pero no menos importante fue la misión ejercida sobre la Iglesia estimándose que el clero secular y el regular debían hallarse en cuanto a cultura, preparación y costumbres a la altura de su excelso cometido.
El clero español, si bien menos intensamente que el de otras naciones, no se había visto libre de la corrupción de costumbres. A ello habían contribuido de una parte, las turbulencias políticas del siglo XV, en que tomaba parte el alto clero; y de otra, el que las más elevadas dignidades eclesiales recaían con excesiva frecuencia en segundones de familias aristocráticas, carentes a menudo de vocación religiosa. En el clero regular se daba el caso de que las cuantiosas rentas de algunos conventos atraían excesivo número de gentes sin cultura y deseosos de vida regalada, con el subsiguiente quebranto de la disciplina conventual.
Fue la reina Isabel la que tomó sobre sí la ardua tarea de purificar de sus defectos y vicios al clero secular; comenzó por elegir como confesores sacerdotes que se habían distinguido por su cultura, por su unción religiosa o por su virtud, aunque fueran de modesto origen social. La misma pauta siguió para el nombramiento de arzobispos, obispos y demás dignidades eclesiásticas; persiguió con severidad la inmoralidad de costumbres, que desdichadamente había prendido en el clero. Con tan acertadas disposiciones, éste se dignificó y purificó, y en pocas etapas de nuestra historia se puede presentar una pléyade de eclesiásticos notables, por su virtud o por su ciencia, como lo fueron Cisneros, Talavera, Mendoza, Deza...
Esta admirable labor de la reina fue completada por Cisneros, que llevó a cabo la reforma del clero regular, cuya disciplina restauró a sus primitivas y severas normas de austeridad, dando él elevado ejemplo que imitar, especialmente a los miembros de la Orden franciscana a que pertenecía.
Unida a esta concepción va la de una ‘Patria única’, idea sentida también por la masa popular. En el variado mosaico que en el mapa político de España desde el siglo XII al XV, apenas iniciados los diversos reinos cristianos, surge entre los más afines la idea de fusión y de unidad, fomentada por la Reconquista y por los matrimonios reales, hasta que culmina en el de los Reyes Católicos, que forman la nación única, la Patria única.
Y recogiendo esa idea, conscientes de su enorme trascendencia, inician la reconstrucción de esa Patria, dándole una nueva y única estructura para todos los antiguos reinos: es decir, un solo Estado. Con los Reyes Católicos se descubre el ESTADO en la acepción moderna de la palabra. Lo que hasta entonces existía era el inútil plagio de los pequeños estaditos, que no realizan cosa alguna. Faltaba el Estado natural, en la acepción que la palabra ha tenido.
B. Croce sustenta la teoría de que el Estado natural, el Estado moderno había nacido en Nápoles, y lo razona así: “El Estado moderno se ha constituido contra la Iglesia, en polémica con la Iglesia. Nápoles es tierra fronteriza con los Estados pontificios: era ahí donde había, por un lado, polémicas con dichos Estados y, por el otro, la población católica. Entonces se hace un deslinde entre lo profano y lo sacro, entre los hechos contingentes políticos y las cosas eternas de la fe, donde el Estado moderno nada tenía que hacer”. Corresponde a la teoría de Bodino en Francia: “El Estado con un mínimo de religión, sí; pero no con mucho de religión”.
Los tres Estados que aparecen son:
a) El Estado español, que a todo se adelanta y que es concebido como un Estado creciente y trascendente.
b) El Estado francés, que no es propiamente un Estado nacional, sino un Estado nacionalista.
c) El Estado inglés, que había de supeditar lo trascendente a sus hechos contingentes y sus contingentes a los políticos.
El Estado de los Reyes Católicos es un Estado profundamente religioso. No realizan aquel en donde sólo sea posible la convivencia de los españoles, sino que aspiran a realizar uno donde lo sea la convivencia universal. España se había identificado con una fe.
España no era un territorio, ni una nación en sentido moderno, sino un Imperio al servicio de una fe, por lo cual podían ser españoles los que fueran católicos, pero no eran españoles, en cambio, los que no aceptasen la fe católica.
La empresa era de gran trabajo; si para todo ideal se precisa siempre una asidua colaboración colectiva, ésta lo exigía quizá con mayor intensidad en razón a que el pueblo no tenía un concepto claro del mismo, la falta de una conciencia nacional sobre el nuevo Estado, y la carencia de un espíritu de solidaridad que reclamase sacrificios y no se detuviera ante ellos.
Castellanos, aragoneses, catalanes y navarros cada cual tenía una conciencia más concreta de su propio reino, que del nuevo reino que se formó por siglos de existencia con el esfuerzo de las generaciones. Y no podía concebirse que en un momento esa noción se borrase y desapareciese; tal hecho habría de ser obra de muchos años y de una acción inteligentemente concebida y llevada con singular delicadeza.
Los Reyes Católicos lo comprenden así y ponen al servicio de este ideal su mejor voluntad, su delicadeza política más exquisita, para que lo que ha sido simplemente unión personal de reinos se convierta en una solidaridad entre ellos, con intereses comunes a todos, para no herir la susceptibilidad de ninguno postergándolo o relegándolo en beneficio de otro reino; para que sin imposiciones ni violencias surja espontánea y potente una nueva y más amplia conciencia nacional y se produzca una satisfacción íntima superior a la que los reinos tenían anteriormente.
Y lo realizan recogiendo eses sentido unánime de todos, lo mismo de castellanos que de aragoneses, de catalanes que de navarros; el ideal de religiosidad de esos pueblos lo entroncan en la forma política que resume el concepto absolutista de gobierno: concentrando en la mano del rey todos los poderes soberanos del Estado y poniéndolo al servicio de aquella idea que todos sienten y defienden.
Sin declararlo así, sino sencillamente, obrando con arreglo a este designio, como si dijéramos, con acuerdo tácito, Castilla se convierte en Estado esencial, centro de toda la monarquía española.
No se trata de una superioridad de Castilla sobre los demás reinos; es más bien una especie de hegemonía razonada que alcanza plena justificación: Castilla es el reino más extenso, territorialmente entre todos los peninsulares; de siglos atrás es también el más representativo, hasta el punto de que los reyes de Castilla, recogiendo la idea imperial que conservó León, son, en cierto modo, como de una categoría superior respecto a los demás monarcas españoles. En Castilla y en torno a Castilla es donde nace y fragua la idea de la nacionalidad española.
Este hecho incontrovertible es el que determina que, al llegar al trono los reyes Católicos, Castilla sea centro y eje del nuevo Estado, sin que ello levante el más leve murmullo en los demás reinos. Castilla, pues, plasma la nación española y el Estado español en su concepto moderno.
Mas para hacer casi perfecta esta obra, los monarcas españoles alientan un ideal internacional de acuerdo con el nuevo sentir, al que imprimen un sello propio. Todo lo encaminan a que España viva protegida contra Francia, puesto que tal aconsejan la razón de vecindad y los intereses políticos en Italia; de acuerdo con este ideal son nuestras campañas militares que hacen que España adquiera rango de primera potencia. La acción responde siempre a la razón de defensa de nuestro ideal y nuestros intereses frente a Francia en los territorios que se van poseyendo, pero cuidando las alianzas que más nos interesan.
Pero Dios deparó a los Reyes Católicos, tal vez por su ideal de vida y generosidad, el formidable campo para su misión que sería después la base de origen de un Imperio español auténtico: América, del mismo modo que Dios le galardona con los resultados de aquellos enlaces que formarán su corona imperial.
Resumiendo este período, nos encontramos con un principio vital (el religioso) arraigado en el pueblo, perfectamente proporcionado a las posibilidades del país, compatible con todos y superior a todos, puesto que su sello espiritual marca a todos; que es eminentemente nacional y que unido al deseo de lograr la unidad territorial, es su empuje y el módulo para alcanzar la posibilidad de existencia de un nuevo Estado, cuya raíz de aceptación es ese sentido religioso convertido en político.
Y más todavía, un campo virgen donde podía dar rienda suelta a su energía y aplicar su misión. Reyes y pueblo se incorporan a ellos llenos de entusiasmo; los primeros dirigiendo la prosecución del descubrimiento y los primeros jalones de la obra colonizadora. Y el pueblo, ya andaluces, castellanos, vascos o gallegos, animados por un solo espíritu se desparraman por aquel mundo nuevo seducidos por un doble afán de fe, aventura, riqueza y gloria.
En esta época España tiene ya un espíritu, una Patria y un Estado comunes y un ideal de expansión con el que logrará dar cuerpo, después, al Estado misional.
2
Se ha dicho que nuestra colonización de América fue una obra popular. Pero es indudable que no se puede hablar de la ausencia de una preocupación de índole superior, a cargo de una minoría directora que se preocupó de fijar unas normas directrices espirituales a aquella actividad popular que derramó su sangre, sus virtudes y sus vicios en el nuevo continente; esta minoría planteó los más los más altos problemas de índole teológica y moral en consonancia con lo que representaba en aquel tiempo el estado que lo realizaba.
La actuación de esta minoría dirigente representa la concepción española de gobierno más progresiva; por tratarse de ordenaciones para países nuevos y por ser la época en que se realiza el mayor florecimiento cultural de España. Por eso, en nuestras disposiciones de Indias se encuentran consagradas doctrinas que sólo pasan en la metrópoli como orientaciones teóricas.
Nuestro ideal misional en el Nuevo Mundo se realizó por una serie de instituciones, leyes y modos de actuar en que preside el espíritu de protección al indígena que ha constituido la característica de nuestro sistema colonial; y que en su valor universal y humano constituye la primera manifestación práctica de la doctrina de protección a las razas inferiores como mandato histórico de las civilizadas, y de la doctrina del estado jurídico del hombre como hombre.
El nacimiento de esta misión parte del mandato pedido por los reyes al papa Alejandro, que está confirmado en la bula citada, y del codicilo de la reina Isabel, cuando en la primera se dice: “que todas estas tierras os las damos a Vos para reducirlas a la Fe católica. Y os mandamos que procuréis enviar a las dichas tierras hombres buenos, temerosos de Dios, doctos, sanos y expertos, para que instruyan a los susodichos naturales en la Fe católica y les enseñen buenas costumbres”.
Y ordena la reina: “que nuestra principal intención fue procurar de inducir a traer los pueblos de las tierras descubiertas, e los convertir a nuestra santa Fe católica. Que éste sea su principal fin y no consientan ni den lugar que los indios vecinos e moradores de las dichas islas reciban agravio alguno en sus personas ni bienes: mas mandan que sean bien e justamente tratados.”
Si se examinan las capitulaciones de la corona con los conquistadores y la legislación indiana se pueden destacar estos rasgos:
1º América es considerada como una extensión del Estado español; es España misma y se articula orgánicamente en una unidad jurídico-política.
2º El Estado considera finalidad consustancial a la conquista de América el difundir la fe, llegando a concebir su título sobre América no como meramente político, sino como ‘religioso’.
3º La actitud del Estado ante los nuevos vasallos, los indios, es, desde el comienzo, de un profundo respeto a sus personas y de preocupación constante por su salvación religiosa (De los Ríos).
Si los rasgos anotados fuesen esporádicos no tendrían valor como para servir de fundamento a la calificación de un periodo político; mas, en cambio, su continuidad hace de ellos elementos suficientes a tal fin. Coordinando los dos primeros caracteres, tenemos las bases espirituales de un Estado que aspira a la catolicidad, esto es, a la universalidad en la unidad de la fe. Escribe Pedro Quiroga en 1555 (‘Coloquios de la verdad’): “La Iglesia nos manda que ganemos hermanos fieles. A este título tienen y poseen nuestros príncipes esta tierra, y entender otra cosa es ceguedad de corazón”.
Y en efecto, a cambio de las mercedes que se hacían a los conquistadores, se les exigía que llevaran sacerdotes para convertir a los naturales al cristianismo, o se vedaba el ir a tierras de América “a hombres sospechosos en la fe y que sean hijos o nietos de infames por la Inquisición” (López de Gómara, ‘Historia General de las Indias’). Y la ley de 1526 dice que en llegando los capitales del rey a una nueva provincia en vía de descubrimiento, hagan declarar inmediatamente “a indios y moradores cómo los enviaron a enseñar las buenas costumbres, apartarlos de vicios y comer carne humana, instruirlos en nuestra santa Fe católica y predicársela para su salvación”.
Así, pues, la unidad de fe que al Estado peninsular caracterizara, es a su vez el rasgo del Imperio español, y tan uno es todo él, que Felipe II pudo decir: “Los reinos de Castilla e Indias pertenecen a la misma corona y, por tanto, las leyes y el sistema de gobierno deben ser tan semejantes e idénticos como sea posible” (Recp. de Leyes de Indias: Ley 13, libro II, título II).
La persistencia con que se aúnan el “servicio de Dios” y el “de la Corona” resalta muy particularmente en aquella parte de la legislación de Indias que afecta a los naturales del país; en virtud de esa unidad entre lo religioso y lo jurídico surge una política social que prescribe el descanso dominical para el indio, la observancia de los Mandamientos de la Iglesia y la prohibición de trabajos que por su dureza peligra la vida de los indios.
Triunfa en aquella España una economía señorial vigilada en nombre del principio teológico que debe la unidad al Estado; es la tesis del derecho natural con fundamento religioso, sobre la cual comenzarán a hacer sus construcciones jurídicas Las Casas, Vitoria, Suárez, Menchaca, Molina, Covarrubias, Soto y Ayala preparando la base del auténtico derecho internacional. El Estado era la ordenación de la nación configurada bajo la idea de la justicia; “el Estado es una funciónd el pueblo, y el pueblo sustancia del Estado”.
A) Conceptos individuales.
El concepto del valor hombre.
Domina en el conquistador y colonizador que marcha a América un afán de ensanchar los horizontes del mundo, buscar su medro y goce y extender a otros su propio bien espiritual en que cree. Llenos de ideales fervorosos plantan cruces en la tierra y abren con la espada su costra para hallar la ganancia.
B) Conceptos sociales.
Los puntos capitales de la misión de España en el mundo y con relación a América eran:
a) Igualdad del género humano.
Alonso de Ojeda, en la proclama que en 1509 dirige a los indios de las Antillas, hace esta declaración, que expresa a la perfección ese ideal:
“Yo, Alonso de Ojeda, servidor de los altísimos y poderosos reyes de España, conquistadores de las naciones bárbaras, su emisario y general, os notifico y declaro categóricamente que Dios nuestro Señor, que es único y eterno, creó el cielo y la tierra, y un hombre y una mujer, de los cuales vosotros, yo y todos los hombres que han sido y serán en el mundo, descendemos”.
Es decir, igualdad de origen de conquistador y conquistado. ¿Qué significa esto en la práctica? Pues justamente el módulo de la colonización y el modo de proceder den ella. Dice un americano a este respecto (Restrepo Megía: ‘Discurso en la Academia Colombiana de la Historia’, 1930):
“Dueños ya de la tierra americana, no la consideraron como simple campo de explotación, sino como Patria adoptiva, en donde habían de dejar su descendencia y sus huesos. No colonizaron como lo han hecho otras naciones, barriendo de nativos el suelo conquistado, recluyéndolos en regiones remotas o, donde esto no ha sido posible, limitándose a aprovechar sus servicios, con absoluto desprecio de las personas; sino que se mezclaron con los naturales, considerándolos dignos de la comunidad humana, trabajando por ponerlos a su nivel actual y moral, y los prepararon así para la vida política de la civilización cristiana... La sangre indígena que llevamos en nuestras venas y la raza pura que de esa sangre subsiste bendice la colonización española... Sobre los horrores de la conquista, porque toda guerra los produce, hubo una acción piadosa, conciliadora, cristiana. Mezcláronse las dos razas, y resultó la hispanoamericana, prueba irrefutable del humanitario concepto con que estas tierras fueron colonizadas”.
b) La defensa de la Fe.
Aquellas frases de la reina Isabel en su codicilo, como ninguna otra, perduraron en nuestra acción en América.
La célebre cláusula pasó entera a la Recopilación de Indias; y lo que es más, parece como si la embebieran los corazones de los que por tres siglos empuñaron el cetro que, al dictarla, se escurría en las manos de Isabel; todos ellos, con palabras y obras, demuestran que nuestra principal intención fue “... de procurar de inducir a traer los pueblos... a los convertir a nuestra sancta fe católica...”
Frase estereotipada en las leyes, en las reales cédulas, en el mecanismo de la organización social y política, en las graves resoluciones del Consejo, en las tomas de posesión de tierras, en las actas de fundar ciudades; los más desalmados conquistadores, los que en su conducta alardeaban de libertades soldadescas, cuando en la solemnidad de plantar las semillas de la civilización cristiana y española actuaban en nombre del rey, en nombre de España proclamaron a voces que su principal intento era de “procurar atraer los pueblos e los convertir a nuestra sancta fe católica”.
De aquí arranca puntualmente la diferencia entre las conquistas españolas y las de otros pueblos; que para nuestros antepasados el ideal, no único, sí el más alto, estaba en aunar el servicio de entrambas majestades, en el que descubrir tierras y someter tribus era desbrozar el camino a la Cruz y al Evangelio. Más que el resplandor del oro alentaba a los soldados el pensamiento de que eran mensajeros de Dios para la gran obra de ensanchar la cristiandad.
c) La doctrina de la evangelización.
Al mismo tiempo que los conquistadores llegan los primeros misioneros. Miembros de la orden de los frailes menores de San Francisco iniciaron aquella enorme labor; hombres de estudios que en su patria vivían con las estrecheces de su regla. Después, dominicos, agustinos, mercedarios, jesuitas propagan la fe y enseñan a la niñez y la juventud, labor que se trocó en aquellos reductos cristianos que llevan los nombres de Reducciones del Paraguay, Misiones de Mojos, de Mainas, de los Llanos, de Urabá...
3
La orientación secularizadora que se había ido manifestando en todos los órdenes de la cultura en la Baja Edad Media, llegó a triunfar por completo en la segunda mitad del siglo XV. La depuración del gusto, la vuelta a los modelos clásicos y la libertad de crítica debían contribuir a una mejora de la sociedad y del individuo. Comparado el nuevo estado de cosas con el que acababa de extinguirse, aparecía como una reacción frente a lo antiguo. España no permaneció alejada de ese movimiento europeo: los estudiantes españoles que seguían acudiendo a Italia y los italianos ilustres que vinieron a la Península produjeron en ésta también el resurgimiento de lo antiguo.
Pero el Renacimiento español adquirió características propias. No se adoptó entre nosotros el neopaganismo, de moda hasta en la misma corte pontificia, sino que, por el contrario, el estudio de la antigüedad sirvió para una mejor comprensión de las fuentes cristianas de la época. El Renacimiento fue en España mezcla de tradición y de innovaciones sanas. La aparición de la imprenta contribuyó extraordinariamente a la difusión de la cultura.
Literatura. –
En ese amanecer de España abrense también las fuentes de la ciencia y de la inspiración, que fecundarán el solar patrio, haciendo brotar maravillosa floración de poetas, artistas y de sabios.
Son días en que la Reina Católica favorece las artes y el estudio, trae sabios de Italia, se rodea de personas ilustradas, cultiva el latín, la historia, la pintura y la poesía, dando a la corte altísimo ejemplo de amor a la cultura.
Por entonces escribe Antonio de Nebrija, gramático y humanista; Luis Vives, filósofo y pedagogo; Diego de San Pedro, Rodríguez de Cámara y Rodríguez del Padrón, cultivadores de la novela sentimental; doña Beatriz Galindo, Francisca de Nebrija, Lucía de Medrano, tipos de perfecta mujer troquelada en moldes cristianos, hacendosa en el hogar y aficionada a las bellas letras.
Villalobos, Amiguet y Ciruelo, hombres de ciencia, cultivan la medicina, la cirugía y las matemáticas, respectivamente.
La Iglesia tiene grandiosas figuras: el cardenal D. Pedro de Mendoza, D. Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo; Fr. Hernando de Talavera, arzobispo de Granada, y Fr. Francisco Ximénez de Cisneros, el fraile franciscano que, vestido de sayal, rige en diversos momentos los destinos de la nación.
Introducida la imprenta en España, las principales poblaciones cuentan muy pronto con este nuevo invento, que abre horizontes incalculables a la expresión del saber. Cisneros dio inusitado impulso a las artes tipográficas, y su obra cumbre fue la ‘Biblia políglota’, a la que consagró afanes, dinero e influencia. Por orden suya se reproducen en gran escala en las imprentas de Toledo y Alcalá estudios eclesiásticos, tratados morales, libros litúrgicos, teológicos, filosóficos, de medicina y de historia.
Como broche cierra Cisneros su obra cultural con la fundación de la Universidad de Alcalá. Prestando atención a la teología y a las lenguas hebrea y griega, créase allí un plantel de filósofos y teólogos de renombre universal. Profesores fueron, entre otros, Nebrija, perito en latín; Pedro Ciruelo, que explicaba teología tomista, Francisco y Alfonso de Vergara y Hernán Núñez, el Pinciano, grandes helenistas; Miguel Pedro, que vino de la Sorbona, profesor de lógica y filosofía; fr. Clemente Ramírez, franciscano y gran teólogo, y hasta tres judíos conversos, Pablo Coronel, Alfonso de Zamora y Alfonso de Alcalá, que tenían a su cargo el hebreo.
El idioma español va tallando sus gemas inmortales: ‘La Celestina’ de Fernando de Rojas; las comedias heroicas de Juan del Encina; las ‘Crónicas’ de Pulgar, Pedro Mártir y Alfonso de Palencia; la versión castellana del ‘Amadís’, y los romances granadinos. Los capitanes y alféreces poetas que van a Italia ensayan el metro endecasílabo en que habrán de cantar Boscán y Garcilaso, frente a la vieja escuela de Castillejo, Santillana y los poetas del Cancionero de Baena.
¡Amanecer de la literatura en un siglo que, en su mediar, comenzará a ser dorado, para que, como el sol, alumbre a todos los pueblos del orbe!
En los estudios teológicos su renacimiento representó una vuelta a Santo Tomás, pero no para caer en las repeticiones anteriores, sino como base para nuevos desarrollos. El apogeo así alcanzado por la Teología repercutió en el Derecho; las construcciones teóricas de cuestiones jurídicas fueron fundamentales para el desarrollo del Derecho político, del internacional y del penal y de numerosas cuestiones del privado.
La literatura jurídica y política extranjera repercutió en España. Las obras de Maquiavelo fueron leídas por nuestros monarcas y las clases cultas, pero pronto apareció entre nosotros una abundante literatura antimaquiavelista, de acuerdo con la tradición secular española, opuesta a la ideología del florentino.
Arte y Música. –
Artistas franceses, flamencos e italianos trabajan en España en estos años finales del XV y primeros del XVI, y aquí dejan sus primores escultóricos en sepulcros y retablos; sus tablas y lienzos, sus labores en madera, en hierro y en oro, en plata, alabastro y marfil.
La reina Isabel reunirá un tesoro de pinturas de los grandes maestros de Flandes; pero la corte no sólo importa cuadros, sino pintores, algunos excepcionales como Juan de Flandes, en cuya obra vibra “la luz pura y aérea de las mesetas españolas”. Un Melchor Alemán trabaja para la corte, y también artistas españoles como Francisco Chacón, Pedro de Aponte, Fernando Rincón y el más glorioso artista de la época, Pedro González Berruguete, tan recio en sus pinturas y de tan sobria dignidad castellana como los reyes a quien sirvió.
La escultura de aquella talla incomparable de los sepulcros de alabastro de los padres y del hermano de la reina, obra del judío converso Juan de Siloé, que conserva la Cartuja de Miraflores.
El arte isabelino, último gesto del goticismo, produce la maravilla de San Juan de los Reyes, de Toledo, y el arte renacentista desflora sus bellezas en una serie de edificios civiles, palacios y mansiones señoriales, gloria y blasón del genio de España.
“El Renacimiento es acogido con entusiasmo por lo más representativo del pueblo, rápidamente nacionalizado y multiplicado con garbo y alegría triunfales en centenares de monumentos”, como son el Colegio de Santa Cruz en Valladolid; el palacio de Cogolludo, en Guadalajara; el castillo de la Calahorra en Granada; el Hospital de Santa Cruz en Toledo; el Hospital Real, en Santiago, y la Casa de las Conchas, en Salamanca, a los que pone remate el tapiz de piedra dorada de la Universidad de la ciudad del Tormes.
Los más eminentes compositores españoles de este tiempo están representados, al lado del Encina, por Juan de Ancheta, Lope de Baena, Juan Escobar, Francisco Peñalosa, Juan Ponce, Antonio de Ribera y Francisco de la Torre; autores de ‘villancicos’, cantos amatorios, bucólicos, caballerescos, históricos, religiosos y políticos, o de las llamadas ‘ensaladas’ y madrigales.
Los Reyes Católicos dieron enorme adelanto al ‘Arte de la guerra’ , colocando las bases de aquella superioridad científico-militar de España que desde allí iba a enseñar a combatir al mundo entero, creando los mecanismos de la táctica moderna de combate.
4
Rompen en este tiempo las alabanzas aquellos humanistas que vienen para engrandecer en su obra a la Patria española.
Pedro Mártir de Anglería, el italiano que en 1498 es traído a España por el conde de Tendilla y que al divisar desde Francia los montes Pirineos la dirigió el triple saludo que después se inserta. Todas las cartas que ese mismo año escribe y muchas de las siguientes están llenas de los cálidos elogios de España, de sus reyes y de su nobleza.
Antonio Geraldino, que acompañó a Tendilla cuando marchó a Italia de embajador por ese año, y pronunció delante del Pontífice un discurso, en el cual, como grito de su corazón, manifestó que si Italia lo había engendrado, España lo había educado.
El elogio de Marineo Sículo tiene la misma meticulosidad y grandeza que pudo tener el del Rey Sabio, sin aquellas galas retóricas que le hacen monumento del habla española. No sólo en sus libros; hasta en sus mismas cartas incluye laudes parecidas, y en una de ellas escribe que no sabe de qué tiene más, si de español o de siciliano. Apenas llega a España compone una poesía titulada ‘De laudibus Hispaniae’, que es a manera del guión de su obra posterior ‘De rebus Hispaniae memorabilibus’.
De nuestros humanistas bastaría mencionar a Nebrija y a Sobrarias y al mismo humilde cura de Los Palacios en el elogio a aquella otra España recién descubierta, ‘la Española’, tan llena de maravillas y tan abundosa y pródiga en vegas y campiñas, en metales y mieses, como si a través de los mares se hubiera desgajado un trozo de la ‘Espanna’ alfonsina y hubiese retoñado entre los mares del Caribe.
No se pierde, pues, la tradición de alabanzas a la Patria. Todas anidan en el alma de España.
5
Los tipos más característicos del breve momento de este periodo son:
La Reina.
Prototipo de mujer y de reina varonil y esforzada, prudente y sabia. Como mujer, es toda cariño para los suyos; como reina, verá las cosas por encima del humano mirar, pensando en la unión de las letras españolas.
Tal vez como en ningún rasgo aparece retratada en esta misiva que dirige al rey su esposo:
“Muy caro y amado marido. Aunque el reino de Castilla y su gobernación me viene de derecho, pues que Dios vos ha dado por mi marido y compañero de mis trabajos, vos, así como varón, como rey y como marido ordenaréis todas las cosas, vos las poseeréis, vos las gobernaréis. Ninguna cosa reservo para mí, sino que, como es razón, todas las cosas serán comunes entre ambos, y pues que Dios nos ha ayuntado iguales en una compañía en todo el derecho del reino, en todos nuestros señoríos, así se guardarán vuestros mandamientos como los míos, y lo que los grandes y los de nuestro Consejo han querido saber a cuál de nosotros compete el reino y la gobernación, no ha de ser enojoso a nosotros”.
Y dice el cura de Los Palacios: “Por Isabel fue en España la mayor empinación, triunfo e honra e prosperidad que nunca tuvo”.
El Político.
En dos tipos excelsos cuaja esta condición: el cardenal Cisneros y el rey Fernando el Católico. Ambos consagran todas sus actividades al servicio de la Patria. jamás consienten la humillación de España y mantienen su autoridad en los conflictos con los que a ella se oponen. Mantiénense con entereza y serenidad. Apaciguan tumultos, defienden el suelo nacional contra codicias extranjeras, crean milicias para la seguridad interior y prosiguen las conquistas que darán a los sucesores un Estado poderoso y temido.
Cisneros, hombre de modesta y pobre condición, hijo del pueblo, atenderá las justas aspiraciones de la plebe, proveerá de trabajo y remunerará a los pobres y menesterosos. Su corazón magnánimo y su mente elevada, saturado del espíritu humilde y pobre del Evangelio, le impulsarán a restaurar las primitivas normas franciscanas que, al igual que salvaron a la sociedad en el siglo XIII, salvarían también a España.
El rey Fernando, con su cautela y talento político, con su actuación rectilínea y justa, dio solución a las más arduas cuestiones, atendiendo a los de abajo y refrenando a los de arriba, a los grandes y a los pequeños, a los pobres y a los opulentos. Rectificó errores y premió méritos y virtudes, sustentando incólume el principio de autoridad, pero sin las arbitrariedades de un déspota o de un demagogo.
El Capitán.
También el ‘capitán’ es personaje glorioso del momento, pero aun siendo tan excelso por sí solo en la figura de un Gran Capitán, de un Hernando del Pulgar o un marqués de Cádiz, bien puede incluírsele en el grupo de militares insignes que forman en los siglos imperiales la cohorte que marchará junto al emperador Carlos y sus descendientes.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
ALABANZAS DE ESPAÑA
ELOGIOS DE LA TIERRA ESPAÑOLA:
248
“Todos alaban la tierra española y confiesan que no hay ninguna en el mundo como ella. Los dioses dieron a los iberos lo mejor que tenía cada uno: Palas, sus olivos; Ceres, sus mieses; Pales sus rebaños; Baco, sus viñedos; Pomona, sus árboles frutales. Los céfiros la cubrieron de flores y de hierbas medicinales, con las cuales hubiera podido volver a la vida el desdichado Hipólito, si las hubiera tenido a mano, para curarle, el hijo de Quirón; y los hijos de Esculapio hubieran podido curar con ellas a todos los heridos de la costa Sigea.
El laurel, que ciñe las frentes de los poetas y de los vencedores, se da mejor en España que en el mismo Parnaso. En España se dan también y se desarrollan con toda pujanza el cidro, cuya fruta exquisita se reserva para las mesas de los reyes, el boj de Cibeles y la pomposa haya; el abeto y el árbol de Dodona, que recuerda los antiguos oráculos de los griegos; el pino, el mirto y el acebo, el enebro incorruptible y el fúnebre ciprés.
¿Y qué decir de sus verdes praderas y de sus islas Afortunadas? En estas islas fingieron los poetas que estaban los Campos Elisios, mansión de los bienaventurados. A ellas iban, al morir los que habían derramado su sangre o dado su vida por la Patria, los sabios, los poetas y los oradores famosos y todos aquellos que habían guardado inviolablemente las leyes de la honestidad.
En España arrastran los ríos pepitas de oro entre sus arenas, hay minas abundantes de plata, de minio, de cobre y de hierro y criaderos de sal más blanca que el mármol de Paros y la nieve de Escitia. En ella no hay tigres ni leones como en África, ni grifos como en Escitia, ni dragones horribles que envenenan el aire con su aliento. Aquí el labrador rompe la tierra con poderosas yuntas de bueyes, unce el carro de los novillos para domarlos o los deja pacer libremente en las dehesas para correrlos en la plaza. Las cabras despuntan los verdes arbustos y tornan a casa por la noche con las ubres henchidas de sabrosa leche. Damón las ordeña. Coridón prensa los redondos quesos y los pone a secar en zarzos de mimbre, y una vez secos los guarda Galatea en la despensa. Producen las ovejas lana abundante, cuyos blanquísimos vellones deslumbrarían de nuevo los ojos de Diana.
Por acá se oyen los relinchos de un caballo que corre veloz de una parte a otra, amusgando las orejas y agitando orgulloso la crin en torno de la frente, como un penacho de guerra; por allá aparece un bravo guerrero blandiendo sus armas contra aquellos grandes generales a quienes recibió un día en triunfo la soberbia Roma y les entregó el cetro del mundo. Mientras otros pueblos enviaban a la capital del Imperio aceite, vino, cereales o grandes cantidades de oro y plata y de piedras preciosas, España enviaba lo que sólo ella podía enviar: hombres capaces de gobernar a todo el mundo, pues sólo ella produce hombres dignos del cetro y de la corona.
No hablemos del rey Hispán, del cual, según dicen, se derivó el nombre de España. Prescindamos también ahora de los godos, que vinieron mucho después, y de los reyes de la Reconquista –los Ramiros y Ordoños, los Alfonsos y Enriques, los Jaimes y los Juanes- humillaron mil veces los estandartes de la media luna y legaron a la posteridad un nombre glorioso.”
JUAN SOBRARIAS (1464-1528), ‘Panegyricum Carmen de gestis heroicis Ferdinandi Catholici’.
ALABANZA DE ESPAÑA:
249
“Dios te salve, deseada de mi corazón, y Dios quiera que un día el cielo, la tierra y el mar no reconozcan más cetro que el tuyo. Dios te salve, ubérrima tierra española, imán de mis amores y de mis deseos: sólo pido a Dios que te haga señora del mundo y que todo lo que hay en él lo ponga en tus manos, Hesperia occidental, a quien yo adoro.”
PEDRO MÁRTIR DE ANGLERÍA (1457-1526), ‘Salutación a España’.
250
“Nuestros modernos españoles no son menos que Saturno o Hércules o cualquiera de los antiguos que investigaron nuevas regiones y las pusieron en cultura. ¡Oh, cuán latamente extendida verán los venideros la religión cristiana! ¡Qué largos viajes podrán hacer ya los hombres! Lo que entiendo acerca de estas cosas, ni de palabra ni con la pluma me es posible expresarlo.”
PEDRO MÁRTIR DE ANGLERÍA, ‘Primera Década Oceánica’, Libro X.
251
“Mientras Italia yace desangrada y convulsa, sin que nadie, ni sus propios hijos, se compadezca de ella, tiende España sus alas más poderosas cada día, y de tal modo va dilatando su imperio que la gloria de su nombre llegará hasta los antípodas”.
PEDRO MÁRTIR DE ANGLERÍA, ‘Carta CXLVII’ (Alcalá, 1494)
252
“¡Ay de ti, España! Ha muerto aquel Fernando de Córdoba, llamado por antonomasia el Gran Capitán, que fue el primero en estos tiempos que puso tu nombre sobre las estrellas. Estabas arrinconada y no era conocido el valor de tus soldados. Gonzalo te dio a conocer y te ganó fama inmortal.”
PEDRO MÁRTIR DE ANGLERÍA, ‘Carta DLVII’ (Madrid, 1515)
DE LOS NOMBRES DE ESPAÑA:
253
“Según Plinio y otros autores escribieron, España, que es la primera región en el poniente, concluye y cierra los términos de Europa. Muchos afirman que se llama España por Hispali, que es una ciudad señalada en el Andalucía, la cual hoy se
llama Sevilla. Otros dicen que se llama España de Hispano, nieto de Hércules. Los escritores griegos y latinos la llaman Iberia o Ibera por el río Ebro, que se llama en latín Ibero, y de aquí se dice Ibérico el mar de España. Mas escribieron algunos que el río Ebro y la provincia Iberia tomaron nombre de Ibero, que dicen haber sido segundo rey de España, después de Túbal. La sentencia de los cuales, ni contradiciéndola ni aprobándola, la dejamos a juicio de otros. Llámase también
Hesperia por una estrella occidental que se llama en latín Hespero, o según quiere el Higinio y otros autores, dícese Hesperia, de Hespero, hermano de Atlante, el cual, huyendo de su hermano a Italia, la llamó también Hesperia de su nombre, y así, cuando decimos solamente Hesperia entiéndese por Italia, y cuando decimos Hesperia última entendemos por España. Por lo cual dijo Horacio: «Volvió de la última Hesperia vencedor.» Diodoro Sículo escribe que Hesperia no tomó el nombre de Hespero, sino Hesperi, su hija, que se llamó Hesperis.
Llámase también Celtiberia, de unos pueblos de Francia que se dicen celtas, los cuales antiguamente salieron de su tierra y llegaron al río Ebro, y de allí su nombre, y del nombre del río pusieron nombre a la provincia y a los pueblos, llamándolos celtíberos, y a la provincia Celtiberia, y por eso dijo Lucano: «Los celtas, desterrados de su antigua patria, mezclaron su nombre con los iberos.»
LUCIO MARINEO SÍCULO (1460-1533), ‘De las cosas memorables de España’
DEL ASIENTO Y FORMA DE ESPAÑA:
254
“Justino dice que la forma de España es cuadrada, mas otros la pintaron semejante a un cuero extendido, y así lo demuestran en la traza. Está puesta entre África y Francia, y la cerca el mar Océano y el Mediterráneo y los montes Pirineos, y como muchos escritores han dicho que España es menor que África y que Francia, es, empero, mucho más fértil que entrambas. Porque ni es tan caliente como África ni tan ventosa y fría como Francia. Mas tiene el medio y goza de soles templados en el invierno y en el estío, y de aquí viene que las
lluvias son muy provechosas y vienen con razón, y son causa de mucha fertilidad de todas las cosas que abastecen no solamente a España, mas también a otros reinos y provincias, y aun a Italia, la cual abunda de todas cosas.
Es la tierra de España grande en sitio y muy poblada, y, como dijimos, está
cercada con el mar Océano y con el Mediterráneo y con los montes Pirineos, adonde se junta con la provincia de Francia que se dice Aquitania. Y en esta traviesa del un mar al otro hay camino casi de cinco días, que son ciento y cincuenta millas, y, según escribe Apiano, tiene en largo desde las columnas que
dicen de Hércules y del mar de Cádiz hasta los montes Pirineos cuasi diez mil estadios, y en anchura, desde Cartagena hasta el puerto de Laredo, es algo más angosta; y en el circuito a la redonda, ansí como está atajada de los dos mares y
de los montes Pirineos, tiene cuarenta mil estadios, y es de saber que un estadio tiene ciento y veinticinco pasos, y un paso tiene cinco pies y medio, poco más o menos.
Muchos de los que han escrito quieren que España sea la cabeza y principio del mundo. El Plinio, describiendo a Europa, dice de esta manera: ‘En ella está España, que es la primera de las tierras’, y el mismo dice en otra parte: ‘Toda la redondez de la Tierra se divide en tres partes: Europa, Asia y África, y
encomienza del Poniente y del mar de Cádiz.’ Mas, a la verdad, poco le va a España que sea el principio o el cabo de la Tierra, y por esto, dejada esta cuestión aparte, diremos primeramente de algunas cosas que la tierra de España engendra y produce de suyo, y luego hablaremos de las provincias, ciudades
y villas y de los primeros moradores de ella, y de los reyes y emperadores y de sus hazañas; y también escribiré de los santos y mártires y de los varones ilustres en los hechos y oficios de caballería y en otras obras virtuosas, y también de los varones doctos y señalados en letras que en ella han florecido, y esto será contado con verdad y brevemente”.
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’
DE LAS COSAS QUE HAY EN ESPAÑA EN ABUNDANCIA:
255
“Ciertamente que como España está puesta debajo de una próspera región del cielo, la cual los griegos llaman clima, lleva la ventaja a muchas provincias de todo el mundo en la hermosura de su asiento, en los aires más saludables y vientos sanos y fuentes de aguas excelentes, y no menos en gentileza de montañas y bosques; en la fertilidad de la tierra, en abundancia de pastos, en los frutos de los árboles, en todo género de ganados mayores y menores, y en caballos, mulas y otros animales ; y en puertos de mar muy grandes y seguros, y muy deleitosas riberas y de ríos y señaladas fuentes, y en campos, prados y valles, y en caza de aves y otros animales terrestres y de montería, y en pescados de mar y de ríos. Abunda también de vinos, aceites, miel, azúcar, lana, lino, cáñamo, esparto, junco, rubia, bermellón, azogue, alumbre, jabón, vidrio, piedras transparentes a manera de espejos y vidrieras, azabache, jaspe. Ítem, romero, azafrán, cera, pez, resina, grana, seda, algodón, mármol, alabastro, greda, hierro, cobre, plomo, escoria, estaño, plata, oro y otros metales y cosas necesarias a los hombres hay en España en mucha abundancia.
Mas de más de esto dijo que España fue gobernada de príncipes muy excelentes, y especialmente en nuestros tiempos. Tiene también capitanes esforzados y prudentes, caballeros animosos y toda gente muy belicosa. Hay en ella grandes y muy sabios prelados y sacerdotes muy religiosos. Los ingenios, así de varones como de mujeres, son muy vivos. Hay estudios generales y las artes mecánicas florecen mucho en ella. También hay muchas y señaladas ciudades, grandes y ricas villas. En España hay cerca de sesenta y seis iglesias catedrales, las cuales en otra parte nombraremos, contando la renta de cada una; diremos asimismo cuántas casas hay en España de caballeros y de títulos, y cuánto tiene cada uno, porque hemos visto y contado en España ciento y cincuenta principados entre caballeros y prelados. Hay además de esto en España grandes palacios reales y casas muy suntuosas de grandes señores y de otras personas particulares. Así que, no sin causa, muchos escritores hicieron mención de las grandes casas de España, y yo no solamente las he leído, más aún, he procurado de ver todas particularmente y, maravillado de ellas, me volví a escribir como hombre agradecido por las buenas obras y honra que de la gente Española he recibido.”
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’.
SALUDO A SU PATRIA:
256
“Salve, tú, mi casita, y vosotros, Penates;
salve, Lares, que fuisteis de mi cuna los almos testigos.
Respiré aquí las auras rosadas del día primero;
aquí la primera nodriza me dio el pecho florido.
Aquí su primera sonrisa, los padres;
y en este lugar mis primeros vagidos llorosos.
Aquí se meció, entre canciones, mi cuna.
Aquí, por dormirme, cantaba mi madre.
Aquí dulce carga fui del cuello del padre suspensa
y fui peso feliz del regazo materno.
Aquí gateaba de niño. Este suelo sostuvo mis manos:
Cuadrúpedo fui por la tierra solar en mis juegos.
Aquí acompasó la sonaja a mis primeros pasos dudosos
y a mi madre ofrendé, acariciante, mis medias palabras.
Estas tierras, jugando con otros muchachos,
me vieron un día ganar y perder las nueces.
Aquí, en largas cañas montados, hacíamos guerras.
Aquí la rodante fortuna del trompo turbaba mi angustia.
¡Acógeme salvo después de tan largos peligros.
Después de los años que huyeron, acógeme salvo!
Acoge al que vuelve: no reniegues del hijo que torna,
porque él ciñe de honor y de gloria tu nombre.
Piedad de mis lares paternos, no acuses
mi pereza en volver a la tierra nativa;
ni los días acuses que tardé en ver de nuevo
tu rostro que debe fingirme sonrisas de dioses.
¿Qué sería de ambos -¡oh Patria!- si, ocioso,
me dejara llevar abrazado a tu dulce cariño?
Ella fuera ignorada por años sin número
y en el mundo mi nombre cubierto de sombra.
Porque gracias -¡oh Patria!- a mi pluma afanada,
viviremos del Tiempo y la Fama loados.
No tuve otro afán recorriendo los mundos
tras el dulce deleite del saber fugitivo.
Si la frígida muerte, sin cortar mi carrera,
me dejara vencer los sesenta colmados;
si las musas me dieran la tranquila vejez bien ganada
y la Parca no quiebra mis frágiles hilos;
la tierra nativa, la maestra rectora abundante
en su seno de paz guardará mis heladas cenizas.
Aquí, el puerto final de mi vida; el descanso
de la pena y el dulce reposo hallaré de la muerte.
Aquí, donde yace la madre tan pura, y robadas
nos fueron, tan niñas, las dulces hermanas.
Y de ti ¿qué diré, mi carísimo hermano,
que moriste, cual héroe, por Cristo y la Patria
a los buitres dejando tu roto cadáver
y al señor de los Cielos el alma transida?
¡Aquí, donde el sueño del padre se unirá a los abuelos;
aquí, en la familia mezclada de polvo,
gozaré, por lo menos, después de la muerte,
la dulce presencia que en vida no tuvo mi amor!”
E. A. NEBRIJA (1441-1522)
ALABANZA DE LA ESPAÑOLA:
257
“Desde allí vieron otra isla al oriente distante de estas diez y ocho leguas, la cual puso nombre Cristóbal Colón, la Española, e fueron allá, y siguiendo la parte del Septentrión, ansí como de la Juana, de la cual todas las otras y ésta, vieron ser hermosísimas a maravilla, y esta Española mucho más famosa que todas las otras, que en ella hay muchos puertos de mar muy singulares, sin comparación de buenos, y los mejores que tierra de christianos se pueden hallar; y muchos ríos y grandes a maravilla; las tierras de ella son altas y en ellas hay muy altas sierras y montañas altísimas, hermosas y de mil hechuras, todas andables y llenas de árboles, de mil hechuras y naturas, muy altos, que parece llegan al cielo, creo que jamás pierden la hoja, según por ellos parecía, que era en el tiempo cuan do acá es ivierno, que todos los árboles pierden la hoja, e allá estaban todos como están acá en el mes de Mayo; y de ellos estaban floridos, y de ellos en sus frutos y granas; y allí en aquellas arboledas cantaban el ruiseñor, y otros pájaros en las mañanas en el mes de Noviembre, como hacen acá en Mayo; allí hay palmas de seis ó siete maneras, que es admiración verlas, por la diversidad de ellas; de las frutas, árboles, yerbas que en ella hay es maravilla; hay en ella pinares, vegas, y campiñas muy grandísimas; los árboles y frutas no son como los de acá; hay minas de metales de oro, el cual no era estimado de ella en su valor.
Pareció a Christóbal Colón, y a los demás que con él fueron, que según la grosedad y hermosura de las tierras, que serían de mucho provecho para labrar, plantar y criar mieses y ganados de acá de España, y por tales las reputaron. Vieron en esta isla Española muy grandes ríos y muy dulces, y supieron que había mucho oro en ellos entre las arenas. Vieron que los árboles montesinos no parecían a los de acá. Vieron y supieron por los indios cómo en aquella isla había grandes minas de fino oro, y de otros metales.
...........................
La isla Española, a quien los indios llaman Haití, es entre las otras ya dichas ansí como oro entre plata; es muy grande, e muy fermosa, de árboles, de ríos, de montes, de campos, es de muy fermosos mares e puertos; tiene un circuito más que toda España desde Colibre, que es en Cataluña, cerca de Perpiñán, por la costa del mar de España en derredor de Granada, y Portugal y Galicia, e Vizcaya fasta Fuenterrabía, que es en cabo de Vizcaya; e ellos anduvieron ciento y ochenta y ocho leguas en quadro por derecha línea de Occidente a Oriente, y por aquí pareció su grandeza de esta Española, que es muy grande, y está en lugar más convenible y mejor comarca para las minas del oro y para trato, así de tierra firme de acá, como de la tierra firme de allá”.
ANDRÉS BERNÁLDEZ, “el cura de los Palacios" (1450-1513) ‘Historia de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel’.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
ALABANZAS DE ESPAÑA
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
LOS ESPAÑOLES:
258
“Son también casi todos los españoles asaz hábiles e inclinados a aprender ciencias y otras muchas cosas, por donde fácilmente aprenden las artes liberales y mecánicas y ejercitan las fuerzas de los ingenios y dones de la naturaleza y virtudes del ánimo.
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Pero volviendo a los españoles, de los cuales los que se aplican al estudio de las letras, no por el interés por saber y proseguir el camino que comenzaron, volando cada día más alto, llegan a subir hasta el cielo y con la memoria de sus trabajos que nunca mueren, dejan muriendo cierto testimonio de la vida que hicieron”
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’
259
“Los hombres de esta nación son de carácter sombrío y de aspecto adusto, de color moreno y baja estatura; son orgullosos y creen que ninguna nación puede compararse a la suya; cuando hablan, ponderan mucho sus cosas y se esfuerzan en aparecer más de lo que son; agradánle poco los forasteros y son con ellos harto desabridos; son inclinados a las armas, acaso más que ninguna otra nación cristiana, y aptos para su manejo por ser ágiles, muy diestros y sueltos de brazos; estiman mucho el honor, hasta el punto de que, por no mancharlo, no se cuidan generalmente de la muerte”.
FRANCISCO GUICCIARDINI (1483-1540) ‘Ricordi’.
ALABANZAS DE LOS ESPAÑOLES:
260
“De los grandes loores que los españoles de nuestro tiempo han alcanzado por las armas.
Si quisiese por extenso escribir las hazañas que en la guerra han hecho los españoles en nuestra edad y otras cosas dignas de memoria, a la verdad haría mayor volumen mi obra que la de Tito Livio y de otros muchos, así griegos como latinos, que escribieron de las grandes hazañas de los romanos. Porque, a la verdad, ni Salustio ni Valerio Máximo, ni Suetonio Tranquilo, que en pocas palabras comprendieron muchas y grandes cosas, bastarían para comprender, no digo en pequeños volúmenes, más en muy grandes, las excelentes virtudes y cosas dignas de memoria y gran alabanza que los españoles de nuestro tiempo han hecho y hacen cada día.
Porque ¿a qué escritores no fatigarían, a qué poetas no espantarían, a qué ingenio, por muy vivo y alto que fuese, no sobrepujaría el número y la grandeza de las cosas maravillosas y de gran esfuerzo que los españoles de nuestra edad han hecho en sus reinos y fuera de ellos? ¿Quién podrá contar los capitanes de grande ánimo, los caballeros nunca vencidos, la gente de guerra muy diestra y esforzada de España, que vimos pelear tan fuertemente en la guerra de Granada contra los moros, muy feroces y crueles enemigos de Nuestra Santa Fe, o quién podrá enteramente loar a aquellos que con la victoria de tan valientes enemigos merescieron gran triunfo y alcanzaron tanta honra y fama? ¿Quién demás desto podrá escrebir las grandes y muchas victorias que han habido de los franceses, gente tan belicosa, así en la Italia como la gran Grecia y en otras partes?
Como siempre han sido naturalmente los españoles muy inclinados a las armas y peleas; los cuales de su niñez son más inclinados al ejercicio de la guerra que a otras artes u oficios algunos, por lo cual, como Don Francisco, rey de Francia, caminase por España y viese los mancebos de poca edad y sin barbas ningunas, y ceñidos todos sus espadas, dijo: ‘Oh, bienaventurada España, que pare y cría los hombres armados!’ Por cierto, habló como hombre que había experimentado las fuerzas y los corazones de los españoles. A los cuales deleita en gran manera el uso de las armas y aguza y enciende el sonido de las trompetas en tiempos de las batallas. Por lo cual, a lo que a mí me parece, y a otros muchos, los españoles tienen ventaja en el esfuerzo y arte de guerra a todas las otras naciones del mundo, como hombres que no solamente pueden mucho con las fuerzas y ligereza del cuerpo, mas con la fortaleza grande del ánimo y con el sufrimiento de muchos trabajos y hambres y otras necesidades, y allende de esto tienen muy prudentes consejos, de los cuales se suelen aprovechar los muy buenos capitanes”.
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’.
VIRTUDES DE LOS ESPAÑOLES:
261
“Es admirable la virtud de los españoles y su templanza, muy digna de loar, así en las otras cosas como en comer y beber. Porque habiendo yo morado y conversado entre ellos casi por espacio de cincuenta años, en todo este tiempo nunca vi en España un hombre beodo, mas antes conocí muchos aguados y casi la mayor parte de las mujeres no beben vino. Por donde se confirma más nuestra opinión de haber traído los españoles origen de los romanos, los cuales antiguamente tenían ley que la mujer que bebiese vino muriese por ello. Una cosa no quiero dejar de decir, y es que la mayoría de los españoles tienen mucho cuidado de vestirse y ataviarse muy bien, como personas que gastan más en vestidos y otros atavíos del cuerpo que en el mantenimiento ni en otras cosas, por muy necesarias que sean. Lo cual, aunque parezca mal a algunos hombres saturninos, yo no puedo dejar de loar, principalmente en los que lo pueden hacer sin perjuicio de nadie y sin presunción, sino por causa de honrarse y mostrarse su liberalidad.
Agradanme mucho las costumbres de los españoles, satisfáceme su condición y tengo por bueno su hábito, por lo cual siempre he buscado su conversación y seguido su manera de vivir. Porque no con menos diligencia y cuidado miran las cosas de Dios y la salud de sus almas que las riquezas y pasatiempos del mundo. Verdaderamente, muy grande es el día de hoy la religión de los españoles, grande es el temor y acatamiento que tienen cerca de la honra de Dios, gran cuidado de las almas los sacerdotes, los cuales no solamente celebran sus misas y horas canónicas, mas instruyen también los pueblos que tienen a su cargo con muchos sermones y buenos ejemplos. Y de los seglares, no solamente los nobles y los letrados, mas aun los comunes y sin letras sirven con mucha obediencia a los mandamientos de Cristo y de la Iglesia. Porque vemos que unos se confiesan a lo menos una vez al año y otros dos veces, y algunos tres y muchos cuatro, no solamente viejos, mas aun mancebos que se confiesan diez veces en el año y aun cada mes a sus propios curas y sacerdotes. Por lo cual a mí me parece que no hay gente en todo el mundo hoy en día tan cristiana como la española”
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’.
VALENTÍA DE LOS ESPAÑOLES:
262
“Los franceses demandaron campo a los españoles que se matasen doce por doce hombres de armas sobre el derecho del reino porque Dios mostrase su justicia, e los que fuesen vencedores pareciese que su rey tenía mejor justicia y acción al reino; e así fueron señalados de cada parte doce, e salieron al campo, e eligieron de cada parte uno para jueces, e pelearon once por once, los cuales pelearon nueve horas, en que descansaron e se apartaron diversas veces, e después de los primeros encuentros cayeron a tierra cuatro franceses e un español, e de los franceses murió uno, e de los que quedaron a caballo se rindió uno, e los tres que quedaron a pie se rindieron; murieron nueve caballos de los franceses, de los cuales ficieron reparto dentro del cual se pusieron que nunca de allí quisieron salir; de manera que cuando querían llegar los españoles a afrontarlos, se espantaban los caballos de los otros caballos muertos; e ansí estuvieron todo aquel día fasta que la noche los desparció, e todos los españoles rompieron sus lanzas, e en los franceses había nueve lanzas cañas.
Dentro del tercero día el español que se rindió desafió al francés rendido, diciendo que él tuvo muy mayor causa para rendirse que no él, porque él se había rendido caído en el suelo a tres hombres armados que sobre él cargaron, e él se había rendido estando a caballo a otro caballero solo como él. Concertóse el desafío para día señalado: el español salió al campo e esperó en el campo todo el día, e el francés no osó salir, e el español fizo allí todas sus diligencias, e volvióse del campo con mucha honra.
E acaeció que el Gran Capitán envió cierta gente a sacar cierto ganado que estaba herbajeando, que era en asaz cantidad, e era dentro de donde había gente gruesa de los franceses, e iban hasta ochenta de a caballo corredores para tomar el ganado a la parte donde estaba la gente francesa, de manera que fuesen vistos, e saliesen a ellos. E el Gran Capitán púsose en celada con quinientas lanzas, e los franceses salieron con hasta quinientos hombres de armas a los españoles corredores; e ansí viendo que huían los corredores, salió el Gran Capitán con la celada e desbarató los franceses, donde fueron presos doscientos hombres de armas, e truxeron el despojo, e treinta mil cabezas de ganado poco menos, e volviéronse con su victoria; e esto fua a diez de diciembre del año de 1502.”
ANDRÉS BERNÁLDEZ, “el cura de los Palacios’ (1450-1513) ‘Historia de los Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel’.
CARIDAD:
263
“No es tolerable que en una ciudad, no digo ya de cristianos, pero ni aun de gentiles que vivan según normas humanas, ocurra que mientras unos rebosan de riquezas y gastan millones en un sepulcro o torre o en un vano edificio o en banquetes y ostentaciones, peligre por falta de cincuenta o cien florines la castidad de una doncella y hasta la vida de un probo, y un marido se vea en el triste lance de desamparar a su mujer y a sus pequeñuelos”
LUIS VIVES (1492-1540) ‘Tratado del socorro de los pobres’
264
“...¿De qué te sirve tan gran carga de oro, que parece vas a probar tu resistencia? ¿Serás tenida por mejor o por más hermosa o por más sabia, viéndote cargada de tanto metal?... Tu cuello está agobiado de un oro inútil y niegas una moneda a tantos hambrientos como hay en torno a ti. Despojas a tus vecinos, a tu familia quizá, a tus hijos, a tu propio marido, para que el brillo del oro y de las gemas te atraiga las miradas de cuantos halles en tu camino. ¿Tantas gentes sin vestido, y tú con tanto atavío inútil? ¿Es esta tu caridad cristiana? ¿Este tu juramento en el bautismo de renunciar a Satanás y a sus pompas? ¿Acaso no andas tras ellas y las retienes con mayor tenacidad y prolijidad que las mismas hembras gentiles?
Examínate bien de pies a cabeza, y reconócete un satélite del demonio. ¿Tú en tu casa hartándote de manjares exquisitos, eructando capones, perdices, faisanes..., entre tantas gentes que se mueren de hambre? ¿Tú en el ocio, entretenida en juegos y placeres, entre tantos sudores del prójimo? ¿Tú exhibiéndote vestida de seda y finísimo lino, entre tantos desnudos? ¿Tú con tanto oro y plata y piedras preciosas a la vista de tanto mendigo? ¿Crees que así eres discípula de Cristo? ¿O no lo eres más de Plutón?”
LUIS VIVES (1492-1540) ‘Instrucción de la mujer cristiana’.
EL HONOR:
265
“El honor, si no nace de la virtud, es dañoso; y si de ella nace, la virtud de suyo desdeña los honores; no sería verdadera virtud la que obrara por el honor. El honor es consecuencia, no afán.
Las dignidades, ¿quién podrá llamarlas tal, cuando recaen también en hombres indignos, cuando son buscadas mediante el fraude y la ambición y el favor y las peores artes?”
LUIS VIVES (1492-1540) ‘Introducción a la Sabiduría’.
LA NOBLEZA:
266
“La verdadera y sólida nobleza nace de la virtud. Necedad es gloriarte de un padre noble, si tú eres vil y mancillas con tu torpeza la hermosura de aquel linaje. A la verdad, todos estamos formados de los mismos elementos y el Dios único es el padre de todos. Menospreciar por humilde un linaje es renegar de Dios, autor de aquella vida”.
LUIS VIVES (1492-1540) ‘Introducción a la Sabiduría’.
LA LIBERTAD:
267
“Precisamente la suma libertad está en someterse de grado a las leyes y a las autoridades legítimas y mostrarse buenos y moderados ciudadanos, prontos a la voz de las autoridades y las leyes, dispuestos a obedecer con todo ardor. Más aun: la verdadera libertad sólo puede ser ésta de querer vivir como es debido, es decir, limpio de vicios y señor de las pasiones y afanes que tratan de tiranizarnos; porque la de las pasiones sí que es servidumbre, que ni los reyes mismos pueden llamarse libres si andan a remolque de ellas.”
LUIS VIVES (1492-1540) ‘Condición de vida de los cristianos bajo el turco”.
ESTOICISMO:
268
“Podía seguir contando otros casos lamentables que han acaecido en España estos últimos años y han cubierto de luto a muchas familias ilustres, en las cuales hemos podido admirar la exquisita prudencia y la invicta fortaleza, no sólo de los varones, sino de las mismas mujeres, pues como los españoles, en general casi todos, son gente allegada a la razón y se gobiernan por la virtud, a ella subordinan todos los acontecimientos humanos, todos los cambios de fortuna, y así se han acostumbrado a sufrir con ánimo invencible todos los golpes, por duros que sean, y todas las desgracias que no se pueden evitar; con lo cual procuran, como sabios, la salud del cuerpo y la del alma, y se someten a la voluntad de Dios, imitando los ejemplos que han dado últimamente el rey y la reina, los cueles, habiendo perdido en Salamanca a su hijo el príncipe don Juan, no mostraron la menor flaqueza de ánimo, y poco después cuando murió su hija doña Isabel, la reina de Portugal, dieron orden de que nadie vistiera de luto ni diera señales de tristeza.
Y habiendo perdido en poco tiempo dos hijos, dos yernos y dos nietos, todo lo llevaron con suma fortaleza y con una prudencia verdaderamente sobrenatural, para que viéramos lo que son y en lo que vienen a parar las cosas de esta vida”
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘Carta a Lucas Pullastra, de Sicilia’ (1502)
269
“No es necesario agora
Hablar mas sin provecho,
Que es mi necesidad muy apretada;
Pues ha sido en un hora
Todo aquello deshecho
En que toda mi vida fue gastada.
¿Y al fin de tal jornada
Presumen de espantarme?
Sepan que yo no puedo
Morir sino sin miedo;
Que aunque nunca temer quiso dejarme
La desventura mía,
Que el bien y el miedo me quitó en un día”
GARCILASO DE LA VEGA (1497- 1536), ‘Canción’.
270
“Porque al fuerte varón no se consiente
No resistir los casos de fortuna
Con firme rostro y corazón valiente.
Y no tan solamente, esta importuna,
Con proceso cruel y riguroso ,
Con revolver del sol, del cielo y luna,
Mover no debe un pecho generoso,
Ni entristecello con funesto vuelo,
Turbando con molestia su reposo
Mas si toda la máquina del cielo
Con espantable son y con ruido
Hecha pedazos, se viniera al suelo,
Debe ser aterrado y oprimido
Del grave peso y de la gran ruina
Primero que espantado y conmovido.
Por estas asperezas se encamina
De la inmortalidad al alto asiento
Do nunca arriba quien de aquí declina.”
GARCILASO DE LA VEGA (1497- 1536), ‘Églogas’.
FUGACIDAD DE LO TERRENO:
271
¿Qué otra cosa es esta vida, sino una muerte continua que se consume cuando el alma queda del todo libre de este cuerpo? Cuando nacemos –dijo alguien-, morimos, y nuestro acabamiento pende ya de nuestro mismo principio.”
LUIS VIVES (1492-1540), ‘Tratado del socorro de los pobres’.
LOOR DE LOS REYES CATÓLICOS:
272
“AL REY E REINA.
O rey Don Hernando e Doña Isabel;
En vos començaron los siglos dorados;
Serán todo tiempo los tiempos nombrados
Que fueron regidos por vuestro nivel;
Tenéis él e vos e assí vos como él
Con Dios tanta fe, que sus deservicios
Avéis destruído e todos los vicios
E alguno si queda daréis cabo dél.
Biváis muchos años acá en este suelo,
Reinando e saliendo con cuanto quisierdes,
Mas ya Dios, queriendo después que partierdes,
Coronas de reyes avréis en el cielo;
Avréis con los santos su mismo consuelo
Gozando en presencia la vista de Dios,
Y el príncipe acá después ya de vos
Los reinos seguros terná sin recelo”.
JUAN DEL ENZINA (1468-1529) ‘Traducción de la Egloga IV de Virgilio. Proemio’
RETRATO DE LA REINA ISABEL:
273
“Cuanto toca a la estatura de su cuerpo y hermosa composición de sus miembros y persona, todo se puede decir de ella lo que del rey dijimos. Porque todo lo que había en el rey de dignidad se hallaba en la reina de graciosa hermosura, y en entrambos se mostraba una majestad venerable, aunque a juicio de muchos la reina era de mayor hermosura, de ingenio más vivo, de corazón más grande y de mayor gravedad.
Fue ella excelente reina, gran amadora de la virtud, deseosa de grandes loores y fama. Fue abstemia, que vulgarmente decimos aguada, la cual no solamente no bebió vino, más aún, no lo probó jamás. Amaba en tanta manera al rey su marido, que andaba sobresaltada por celos por ver si él amaba a otras y si sentía que miraba a alguna dama o doncella de su casa con señal de amores, con mucha prudencia buscaba medios y maneras con que despedir a aquella tal persona de su casa con mucha honra y provecho. Tenía consigo muchas damas nobles de linaje y señaladas virtudes, y gran número de doncellas, a las que trataba con humanidad y les hacía muchas mercedes. Asimismo criaba en su palacio muchos hijos de grandes señores con grandes gastos y a las doncellas mandaba guardar con mucha diligencia, y después de crecidas, magníficamente las casaba y con ricos dotes honradamente las enviaba a sus casas y especialmente a las que casta y honestamente habían vivido.
Hablaba el lenguaje castellano elegantemente y con mucha gravedad, la cual, aunque no sabía lengua latina, holgaba en gran manera de oír oraciones y sermones latinos, porque le parecía cosa excelente el habla latina bien pronunciada, por cuya causa, siendo muy deseosa de saberla, acabadas las guerras en España (aunque estaba en grandes negocios ocupada), comenzó a oír lecciones de gramática, en la cual aprovechó tanto que no sólo podía entender a los embajadores y oradores latinos mas pudiera fácilmente interpretar y transferir libros latinos en lengua castellana.
En las cosas del culto divino no se puede fácilmente juzgar si más era diligente que liberal, porque en estas dos virtudes tenía gran perfección. Tenía gran número de capellanes cantores. Escogía los sacerdotes muy sabios y diestros en las cosas sagradas y ceremonias de la Iglesia, asimismo tenía mozos de capilla, para los cuales tenía maestros en letras y de canto muy doctos que les enseñasen, a los cuales daba beneficios eclesiásticos y hacía otras grandes mercedes. Para los pajes que le servían a la mesa, de noble linaje, porque no se ensuciasen en juegos y otros vicios estando ociosos mandaba también que fuesen enseñados en letras y buena crianza. Demás desto tenía también por costumbre que cuando había de dar alguna dignidad u obispado, más miraba en virtud y honestidad y ciencia de las personas que las riquezas y generosidad, aunque fuesen sus deudos. Lo cual fue causa que muchos de los que hablaban poco y tenían los cabellos más cortos que las cejas, comenzaron a traer los ojos bajos, mirando al suelo y andar con más gravedad y hacer mejor vida, simulando por ventura algunos más la virtud que ejercitándola.
Era gran amadora y hacía mucha honra a las personas graves, modestas y caladas y constantes en la virtud y asimismo aborrecía a los hombres livianos, parleros importunos y mutables. No quería ver ni oír a los hombres mentirosos, vanos, truhanes, adivinos, hechiceros, embaucadores, ni a los que miran en las líneas de la mano la buena o mala ventura, ni volteadores, ni trepadores, ni otros chocarreros engañadores”.
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’.
274
“Todos convienen en atribuirle la mayor parte de estas cosas porque los negocios pertenecientes a Castilla se gobernaban principalmente por su mediación y autoridad. Despachaba los más importantes, y en los ordinarios no era menos útil
persuadirla a ella que a su marido. Ni esto se puede atribuir a falta de capacidad del rey, pues por lo que hizo después se comprende fácilmente cuánto valía, por cuya razón o hay que decir que la reina fue de mérito tan singular que hubo de aventajar al mismo rey, o que siendo suyo el reino de Castilla, su esposo, con algún fin loable, lo dejase encomendado a su gobierno.
Cuéntase que la reina fue muy amante de la justicia, muy casta y que se hacía amar y temer de sus súbditos; muy ansiosa de gloria, liberal y de ánimo muy generoso; de modo que se la puede comparar a cualquiera otra señora distinguida de cualquier época. Dicen también que aunque el rey fue naturalmente inclinado al juego, sin embargo, por respeto a ella, sólo jugaba pocas veces, y a juegos comunes, lo cual acreditaba con la circunstancia de haberlo hecho muchas veces después de su muerte y a juegos arriesgados y no honrosos, gastando en este vicio más tiempo del que conviene a un príncipe que tiene a su cargo el gobierno de tantos reinos”.
F. GUICCIARDINI (1483-1540) ‘Ricordi’.
RETRATO DEL REY DON FERNANDO:
275
"Era el Rey don Fernando de mediana estatura, tenía los miembros muy bien proporcionados. En la color era blanco con muy gracioso lustre. Tenía el gesto alegre y resplandesciente, los cabellos llanos y de color casi castaño claro, la frente serena pero calva hasta la media cabeza. Las cejas del mismo color de los cabellos y apartadas una de otra; los ojos claros y casi risueños, la nariz pequeña y bien colocada y conforme a las otras facciones del gesto, las mejillas de color
de rosas coloradas, la boca pequeña y agraciada, los labios colorados y semejantes al coral, los dientes blancos, ralos, y pequeños, la barba venerable y de mucha autoridad, la cerviz ni gruesa ni delgada ni luenga ni breve; la voz tenía aguda, la lengua desenvuelta, y en el hablar gracioso, de ingenio muy claro, y buen juicio, de ánimo benigno y liberal, en consejo muy prudente, en las
costumbres afable sin ninguna pesadumbre; en el andar y en todos los otros movimientos de su cuerpo tenía meneo de gran señor y verdadero rey.
Era muy grave en todos sus hechos y dichos, cuya presencia representaba maravillosa dignidad. Por maravilla le vinieron jamás airado ni triste. Era muy templado en el comer y en el beber, porque ni comía muchas viandas, ni bebía comiendo más de dos veces y asimismo cenando. Jamás comía (aunque fuese de camino) sin haber primero oído misa y siempre un prelado o sacerdote bendecía su mesa y daba gracias a Dios después de comer y cenar. En todas las cosas era muy curioso de la limpieza. Usaba ropas honestas y algunas veces, especialmente los días solemnes y grandes fiestas, traía collar o cadena de oro engastado en perlas y otras piedras preciosas. Holgaba mucho con los caballos encubertados y con los jinetes, porque desde su niñez fue muy buen caballero de la brida y de la jineta, ejercitándose en justas y juegos de cañas, en los cuales sobrepujaba, y aventajaba a muchos otros caballeros fuertes y ejercitados en aquel oficio de caballería, porque era gran bracero y bien ejercitado en el
arte militar. Sufría sobremanera los trabajos, así de la guerra como de los negocios, favorecía la justicia y demandaba muy estrecha cuenta a los que la ejercitaban, preciabase de la clemencia y humanidad cerca de los afligidos y miserables. Era también muy gracioso y afable con las mujeres e hijos que tuvo. Quería mucho y honraba a los hombres sabios y virtuosos, y tomaba de buena
gana sus consejos y no menos amaba los caballeros, en especial a los de su casa. Diose siendo mancebo al juego de la pelota y ajedrez, y también al fin de sus días al juego de las cartas. Fue también inclinado a la caza y recibía en ella gran deleite, pero más en la caza de las aves que de montería."
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’.
276
“Sus acciones, sus palabras y hábitos y la opinión común que existe hoy, prueban que es un hombre muy prudente y muy reservado, no hablando de los asuntos importantes sino cuando hay necesidad de ello, tampoco puede ser más paciente; vive con mucho orden, y así aprovecha su tiempo; conoce todos los asuntos graves o insignificantes del reino y todos pasan por su mano, y aun cuando aparente oír de buen grado los pareceres de todos, él es quien los resuelve y todo lo dispone. Se le cree vulgarmente avaro, lo cual no sé si procede de su natural condición, o porque sus grandes gastos y asuntos importantes, compatados con sus ingresos escasos, lo hacen parecer así; pero se piensa que procede con cordura y que reduce sus gastos cuanto puede.
Es diestro en las armas, y así lo ha mostrado antes y después de ser rey; parece ser muy religioso, hablando con gran reverencia de las cosas de Dios y refiriéndolo todo a Él, manifiesta gran devoción en los oficios y ceremonias divinas, lo cual es, por cierto, común a toda la nación. Es iliterato, pero muy urbano; es fácil llegar hasta él, y sus respuestas son gratas y muy atentas, y pocos son los que no salen satisfechos, a lo menos de de sus palabras. Pero dice la fama que en sus obras se aparta muchas veces de sus promesas, o porque las hace con ánimo de no cumplirlas, o porque cuando los sucesos que ocurren le hacen mudar de propósito, no tiene en cuenta lo que prometiera.Me consta que sabe disimular, pero no sé si el defecto indicado es o no verdadero... En una palabra, es un rey muy notable y con muchas y grandes prendas; y sólo se le acusa, sea o no cierto, de no ser liberal ni buen guardador de su palabra; en todo lo demás brilla su urbanidad y consideración. No es jactancioso, ni sus labios pronuncian nunca sino palabras pensadas y propias de hombres prudentes y rectos”.
F. GUICCIARDINI (1483-1540) ‘Ricordi’.
-
Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- IDEAS
a) ESPIRITUALES.
LA RELIGIÓN:
277
“Dios, no solo hubo de enseñarnos a acudir a Él, sino que nos lleva como de la mano por nuestras flaquezas y frecuentes caídas. Ésta es la religión, que recibimos del propio Dios, rayo de su luz, y fuerza de su omnipotencia. Ella es nuestra perfección, puesto que todo ser en tanto se perfecciona en cuanto alcanza el fin para el que fue creado. Cuando consideramos la fuerza y excelencia del entendimiento humano, su comprensión de las cosas más preclaras, y luego el amor que nace de ese conocimiento y el deseo fervoroso de unión que tal amor le inspira ¿cómo no advertir claramente que el hombre no fue creado para este género de vida y este cuidado y morada terrenales ni para ningún conocimiento penoso, recóndito y molesto, sino para alcanzar otros subidísimos que sacien sus ansias de verdad y ser al cabo partícipe de la eterna y divina naturaleza?
Por donde, consistiendo la perfección de las cosas y el término de todas sus partes en la consecución del fin para el que fueron creadas, la piedad es el único camino de perfección del hombre; por lo cual, es solamente ella la única condición necesaria. Sin las demás, el hombre puede sentirse cumplido y cabal en todos sus elementos, pero sin la religión, no. Incluso puede carecer de comida y sustento diarios, pero hay modo de prescindir de la religión, a menos de caer en el más miserable estado...
Por eso, todas las demás artes y disciplinas, en desterrándose la religión, redúcense a juegos de niños.”
LUIS VIVES (1492-1540), ‘De la enseñanza, I, 2’.
278
“Importa atribuir la máxima autoridad a cuanto ordenó y estableció la Congregación de la Iglesia, pues, de lo contrario, todo andaría vacilante, y sobrevendría en la religión la mayor de las confusiones. Pero lo que algunos opinen y hayan inferido de los pareceres y disciplinas humanas, conviene no remontarlo tan alto que venga a reputarse de fe, con el odio y la discrepancia de quienes no lo hallan probado, discordia la más opuesta de la piedad cristiana. De ahí las mutuas recriminaciones y el tacharse de herejes y el detestarse, como si para uno ya no fuera cristiano el otro; que, no habiendo cosa mas atroz que marcar a un hombre con el estigma de hereje, ni a unos ni a otros se les cae de la boca esta palabra, ni hallan a mano un dardo más agudo que arrojarse”.
LUIS VIVES (1492-1540), ‘De la concordia y la discordia’ II.
MISIÓN RELIGIOSA DE ESPAÑA:
279
“Item, por quanto al tiempo, que nos fueron concedidas por la Santa Sede Apostólica las Islas y Tierra Firme del Mar Océano descubiertas, y por descubrir, nuestra principal intención fue al tiempo que lo suplicamos al Papa Alejandro Sexto, de buena memoria, que nos hizo la dicha concesión, de procurar inducir y traer los pueblos de ellas, y los convertir a nuestra Santa Fe Católica, e enviar a las dichas Islas y Tierra Firme prelados, religiosos, clérigos y otras personas doctas y temerosas de Dios, para instruir los vecinos e moradores de ellas en la Fe Católica, e los enseñar e dotar de buenas costumbres, e poner en ello la diligencia debida, según más largamente en las letras de la dicha concesión se contiene. Por ende suplico al rey mi señor muy afectuosamente, y encargo y mando a la dicha mi hija y al dicho príncipe su marido que así lo hagan y cumplan, e que sea su principal fin, y en ello pongan mucha diligencia, y no consientan ni den lugar que los indios vecinos y sus moradores de las dichas Indias y Tierra Firme ganadas, e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas ni bienes, mas manden que sean bien y justamente tratados. Y si algún agravio han recibido, lo remedien, y provean por manera que no excedan cosa alguna de lo que por la dicha concesión Nos es inyungido y mandado.
REINA ISABEL LA CATÓLICA, ‘Cláusula del testamento’.
280
"Que procurasen con gran vigilancia y cuidado, que todos los indios de La Española fuesen libres de servidumbre, y que no fuesen molestados de alguno, sino que viviesen como vasallos libres, gobernados y conservados en justicia; y que procurase que en la Santa Fe Católica fuesen instruidos; porque su intención era que fuesen tratados con amor y dulzura, sin consentir que nadie les hiciese agravio, porque no fuesen impedidos en recibir nuestra Santa Fe, y porque sus obras no aborreciesen a los christianos. Y que, para que mejor pudiesen ser doctrinados, se procurase que se comunicasen con los castellanos, tratando con ellos y ayudando los unos a los otros”.
REYES CATÓLICOS, ‘Instrucción al comendador Nicolás de Ovando”, (1501).
281
“Por ende, sus Altezas deseando que nuestra Santa Fe Católica sea aumentada y acrescentada, mandan y encargan al dicho Almirante, Viso-rey y Gobernador, que por todas las vías y maneras que pudiere, procure y trabaje en traer a los moradores de las dichas Islas y Tierra Firme a que se conviertan a nuestra Santa Fe Católica, y para ayuda a ello sus Altezas envían allá al devoto padre Fray Buil, juntamente con otros religiosos que el dicho Almirante consigo ha de llevar, los quales, por mano e industria de los indios que acá vinieron, procuren que sean bien informados de las cosas de nuestra Santa Fe; pues ellos saben y entenderán mucho de nuestra lengua, e procurando de los instruir en ella lo mejor que se pueda.
Y porque esto mejor se pueda poner en obra, después que en buena hora sea llegada allá la Armada, procure y haga el dicho Almirante que todos los que en ella van, o los que más fueran de aquí en adelante, traten muy bien, e amorosamente a los dichos indios, sin que les haga enojo alguno; procurando que tengan los unos con los otros conversación y familiaridad, haciéndoles las mejores obras que se puedan. Y asimismo el dicho Almirante les dé algunas dádivas graciosamente de las cosas de mercaduría de sus Altezas, que llevan para el rescate, y los honre mucho. Y si acaso fuere que algunas o alguna persona trate mal a los indios, en cualquiera manera que sea, el dicho Almirante, como Viso-rey y Gobernador de sus Altezas, lo castigue mucho por virtud de los poderes de sus Altezas, que para ello lleva”.
REYES CATÓLICOS, ‘Instrucción a Cristóbal Colón’.
-
Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- IDEAS
b) POLÍTICAS.
UNIDAD DE ESPAÑA:
282
“ ‘¿Cómo es posible que un pueblo tan belicoso como el español haya sido siempre conquistado, del todo o en parte, por galos [celtas], romanos, cartagineses, vándalos, moros?”. A lo que el rey contestó: ‘La nación es bastante apta para las armas, pero desordenada, de suerte que sólo puede hacer con ella grandes cosas el que sepa mantenerla unida y en orden’. Y esto es –añade Guicciardini- lo que, en efecto, hicieron Fernando e Isabel; merced a ellos pudieron lanzar a España a las grandes empresas militares.”
F. GUICCIARDINI (1483-1540) ‘Relazione di Espagna’, Opere inedite, vol. VI.
LA PATRIA:
283
“La patria comprende y abraza a los padres y amigos y ciudadanos todos, no sólo a los presentes, sino también a los venideros, viniendo ella sola a compendiar el amor y vínculos de todos, hasta el punto de que hubo antepasados nuestros de santa memoria que sacrificaron por la patria a sus propios hijos o se consagraron ellos mismos con solemnes votos”.
LUIS VIVES, ‘Comentario al “Sueño de Scipión”’
MONARQUÍA:
284
“No puede subsistir por mucho tiempo una República donde cada uno procura solamente por sus cosas y las de sus amigos, y ninguno por las comunes... Justa es la República y saludable el Imperio si los ciudadanos y consejos de los gobernantes dirígense al bien público, pero si cada cual trae hacia sí cuanto puede, mediante la astucia y el artificio y el poder, entonces el pueblo es tirano de sí mismo, y no mantendrá durante mucho tiempo su poder y libertad, sino que en breve quedará esclavo bajo el dominio y el arbitrio de otro”.
LUIS VIVES, ‘Tratado del socorro de los pobres’.
285
“Antigua es ya esta cuestión de si conviene más que el pueblo sea el árbitro y señor de sus destinos, o si uno solo debe asumir el cuidado y providencia de la comunidad... En principio es bueno todo gobierno en que el bien público se antepone a los privados, y pernicioso cuando ocurre al contrario. Pero si media la prudencia y demás virtudes y la dicha consideración del bien común, conviene el imperio y el gobierno de uno solo, a ejemplo de este reino del mundo, donde el universo entero está regido por quien es justísimo y sapientísimo y óptimo, y todo lo refiere, no a su utilidad, sino al bien y a la salvación de sus súbditos”.
LUIS VIVES, ‘Epístola al cardenal Tomás, legado de Inglaterra.’
ALABANZA DEL REY DE ESPAÑA:
286
“¿Qué príncipe hay tan grande entre los cristianos como el nuestro, y a quien teman como a él todas las naciones extranjeras? En las partes de Occidente su nombre es pronunciado con suma veneración, como el de un rey santo y poderoso. En el resto del mundo, y aun en las provincias más apartadas, sólo temen al rey de España. Él es la pesadilla de Oriente, el terror de los pueblos africanos y el muro fortísimo que contiene las acometidas del Septentrión ; él es, finalmente, el que gobierna hoy en España con tanta gloria como ninguno de los reyes pasados la había gobernado. Pero, ¿qué digo a España? Tan grande es su prudencia y felicidad en todo lo que emprende, que bien podemos decir que él es el blanco de los deseos y esperanzas de todo el mundo; el que arrojará de todos los rincones de él a los infieles, a quienes antes perdonó, y el que con la justicia con que gobierna ahora a España dilatará un día su Imperio desde el Oriente hasta el Océano, como dice un poeta, y llegará su fama hasta los astros, imperium Oceano et famam terminat astris; y hará que en adelante no haya en el mundo más ley que la de Cristo”.
FRAY ALFONSO SEGURA ‘Oración en alabanza de don Alfonso de Aragón, hijo del Rey Católico, Arzobispo de Zaragoza y Monreal y Presidente de Aragón’.
EL PRÍNCIPE:
287
“Importa que el príncipe exceda a los súbditos, no sólo en riquezas y en poderío sino en sensatez y en sus juicios, que deberán ser superiores a los del pueblo, a fin de que no le muevan cosillas exiguas y viles, como al populacho, sino que se distingan, al propio tiempo que por su dignidad, por su singular sabiduría. Pues fuera indigno que aquellos a quienes obedecen los demás no juzguen mejor las cosas que el vulgo de los ignorantes.”
LUIS VIVES.
288
“El mayor y más firme vínculo del Reino es la bondad; los gobiernos duros y tiránicos presto se disuelven y nunca llega su duración a donde su violencia, pues no hay ningún vínculo estable que mantenga unidos al príncipe y a los súbditos, y sólo aguardan la ocasión de separarse. Ningún animal puede quedar retenido contra su voluntad si le es dado huir, y el forzado en nada se afana más que en romper lo más presto posible sus ligaduras”.
LUIS VIVES, ‘Epístola a Enrique VIII de Inglaterra’.
289
“Nada aligera tanto la carga de reinar como el cariño de los súbditos, cariño que afirma y mantiene y perpetúa el Imperio. Porque, cuando el miedo amordaza y coacciona las opiniones, en remitiendo que remita ese miedo un punto, luego se alzará con toda su dureza la crítica...
El príncipe no debe hacer cosa que mire más a conveniencia privada que al bien público; antes ha de penetrarse de que el día que subió al trono encarnó los ideales y la voluntad de su pueblo, y se despojó de la propia voluntad”.
LUIS VIVES, ‘Primera epístola al Archiduque Fernando, presentándole las Declamaciones Silanas’.
290
“Los príncipes deben esforzarse y aplicarse ahincadamente a ser y a hacer buenos a sus súbditos; éste es el gran arte de amansar a los hombres, la cópula que mejor compenetra a gobernantes y gobernados, dado que la virtud engendra de sí amor, y para el amor nada hay grave ni difícil. Fortuna, hijos, sangre y vida que hayamos de ofrecer por el amado, sacrificio es dulcísimo, y nada fomenta la amistad y la estrecha como estas grandes pruebas y señales inequívocas de amor, en cuanto quepa ofrecerlas. Quienes no son buenos, en la prosperidad afectan muy vivo cariño y en el peligro nos abandonan los primeros.
Demás de ello, la virtud es natural quieto y moderado, poco amiga de novedades y mudanzas, tan desdeñosa de la fortuna que ni se preocupa del cuerpo ni de sus riquezas, comoquiera que estriba y se mantiene entera en el espíritu. Si media la piedad cristiana, perfección de todas las virtudes, mejor diré, la virtud única, cifrada en la renunciación y el desprendimiento, perfecta sabedora de que esta vida es mera peregrinación, cualquier gobierno es fácil de soportar. ¿Qué nos va al cabo lo que el príncipe ordene sobre las fortunas y los cuerpos si nosotros tenemos nuestra atención puesta en el alma? ¿Ni que le importa al hombre mortal vivir un año más o menos, o vivirlos bajo este o aquel príncipe, si su príncipe es aquel otro celestial, hacia el que marcha raudo por el menosprecio de las cosas terrenas?
En cambio, el malvado, ignorante o negligente de las supremas y atento sólo a la vida de acá, siempre se halla presto y fácil a trastornar tronos y reinos. Ánimo inquieto, jamás descansa y se aviene a lo presente, sino que hierve en constante anhelo de mudanzas, como el insomne revuélvese en el lecho y busca sin cesar nueva postura, cuando la causa de su desazón no está en el lugar de afuera, sino en el de adentro”.
LUIS VIVES, ‘Epístola a Enrique VIII de Inglaterra’.
291
“Nobles, discretos varones
Que gobernáis a Toledo
En aquestos escalones
Desechad las aficiones,
Codicias, amor y miedo.
Dexad los particulares:
Pues vos fizo Dios pilares
De tan riquísimos techos
Estad firmes y derechos”
GÓMEZ MANRIQUE (1412-1490), ‘Inscripción en las Casas Consistoriales de Toledo’.
LA SOCIABILIDAD HUMANA:
292
“Los hombres no se congregan por satisfacer las necesidades de su vida, sino porque Dios creó al hombre animal social en alto grado: lo cual se demuestra sobre todo en su benignidad y en su palabra. Una vez congregados y constituidos en vecindad, considerado el tumulto de las pasiones y de los malos apetitos que agitan los corazones, fue necesaria una justicia terrena que velara por todos en común y obligara a todos a someterse a la recta razón. La justicia se expresó en leyes y su guarda confióse a un varón recto y prudente que la mantuviera y defendiese con poder y fuerza públicas. Porque, así como el máximo bien de la ciudad es la paz y la concordia, así el mayor mal es la disensión y los odios públicos y privados, de donde nacen las rivalidades y enemistades y pleitos y contiendas y luchas y matanzas”.
LUIS VIVES, ‘Sobre la verdad de la Fe cristiana’, V, 9.
ESPÍRITU DE HUMANIDAD:
293
“Item, por quanto al tiempo que nos fueron conçedidas por la sancta Sede Apostólica las Yslas e Tierra Firme del Mar Oçéano, descubiertas e por descubrir, nuestra prinçipal yntençión fue, al tiempo que lo suplicábamos al Papa Alexandro VI, de buena memoria, que nos hizo la dicha concesión, de procurar de ynduzir e traer los pueblos dellas e los convertir a nuestra Sancta Fe cathólica, e enviar a las dichas Yslas e Tierra Firme prelados e religiosos e clérigos e otras personas doctas e temerosas de Dios, para ynstruir los vezinos e moradores dellas en la Fe cathólica, e les ensennar e doctrinar buenas costumbres, e poner en ello la diligençia devida, segund más largamente en las letras de la dicha conçessión se contiene: por ende suplico al rey mi sennor muy afectuosamente, e encargo e mando a la dicha prinçesa, mi hija, e al dicho prínçipe, su marido, que así lo hagan e cunplan, e que este sea su prinçipal fin, e que en ello pongan mucha diligençia, e no consientan nin den lugar que los yndios, vezinos e moradores de las dichas Yndias e Tierra Firme, ganadas e por ganar, reçiban agravio alguno en sus personas ni bienes, mas manden que sean bien e justamente tratados; e si algund agravio han reçebido lo remedien e provean, por manera que en la dicha conçessión nos es iniungido e mandado.”
ISABEL LA CATÓLICA, ‘Codicilo a su testamento’.
EL PUEBLO:
294
“Gran maestro de errores es el pueblo. Nada hemos de procurar con más empeño que desviar y libertar al amante de la sabiduría de la opinión popular. Por de pronto, recele de cuanto aparezca aprobado con grandes extremos por la multitud, y redúzcalo al parecer de aquellos que deben el prestigio a su virtud personal’.
LUIS VIVES, ‘Introducción a la Sabiduría, I’.
LA POBREZA:
295
“Toda la vida y salud del hombre depende de los auxilios de los demás, tanto para cortar la raíz de la soberbia, que se nos transmite desde nuestros primeros padres, cuanto por secretos designios de Dios, que a unos deja sin dinero y a otros priva de salud o de talento porque usaría mal de ellos; a algunos la misma pobreza les es instrumento de grandes virtudes, pues todo lo ordena a nuestro bien aquel Príncipe Gobernador de este mundo, Padre el más sabio y liberal. Así, pues, todo aquel que necesite de la ayuda ajena es pobre y hay que ejercitar con él la misericordia, llamada en griego limosna, la cual no consiste en darle unas monedas, como cree el vulgo, sino en toda obra que pueda remediar alguna miseria humana.
...................
El principal y sumo beneficio estriba en ayudar a la virtud del otro...
Después de la virtud viene la enseñanza dirigida al conocimiento de la virtud, por la cual alumbra un hombre a otro hombre una luz de su misma luz, sin que ésta disminuya; antes bien, aumenta.
El dinero queda casi en último lugar. también ayudar con él es cosa liberal y honesta y de maravillosa dulcedumbre... Gustado el placer de la liberalidad, no podemos alejarnos de él mientras tengamos algo que dar, y cuando nada queda, hubo quien buscó hasta hurtándolo...
Ciertamente nuestra condición semeja de algún modo a la divina, cuando otros necesitan de nuestros auxilios y nosotros podemos pasarnos sin el suyo...
Así como no solamente debe atenderse al sustento, dado que todo el hombre es quien necesita auxilio, así tampoco nuestros beneficios han de limitarse al dinero. Se ha de hacer el bien con las facultades y mociones del alma, con buenos deseos, consejos, prudencia, máximas de conducta, y, por lo que atañe al cuerpo, con la preferencia corporal, palabras, fuerza, trabajo y asistencia, y, en cuanto a las cosas externas, con la dignidad, autoridad, gracia, amistad y dinero, dentro del cual comprendo todo lo que el dinero proporciona.”
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La pobreza se la envía (a los pobres) un Dios justísimo, por un secreto designio, aun para ellos mismos muy útil, pues se les quita la ocasión de vicios y se les da para ejercitar más fácilmente la virtud. Por donde, no sólo han de sufrir con paciencia su pobreza, sino que debe abrazarla gustoso como don de Dios”
LUIS VIVES, ‘Tratado del socorro de los pobres I, 6’.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HECHOS
FRATERNIDAD Y PAZ:
296
“Dios trajo el amor, la concordia y la paz. Y el diablo, peritísimo artífice, los bandos y las facciones, los provechos particulares con daño de los demás, las diferencias, riñas, contiendas y guerras. Dios, que quiere salvarnos, inspira benevolencia; el diablo, para perdernos, enemistades. Con la concordia aun las cosas pequeñas se consolidan y cunden; con la discordia se disipan hasta las más grandes”.
LUIS VIVES, ‘Introducción a la Sabiduría, XIII’.
297
“Pretexto de la gloria bélica es dilatar las fronteras y el Imperio; ésta aparece como causa de casi todas las guerras cuando los griegos, romanos y cartagineses no podían gobernarse en su propia casa, envueltos en tantas disensiones, rencillas, facciones, revueltas y guerras civiles, y aun andaban en busca de otras gentes a quienes gobernar; es decir, que pretendían el dominio sobre los extraños cuando no lo tenían de sí mismos.
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Los príncipes y pueblos poderosos extienden hasta el límite, como redes, sus confederaciones, y reciben a muchísimas gentes en alianza y clientela; pero esto lo hacen, no tanto para proteger a los amigos cuanto por atropellar a los enemigos, so pretexto de aquéllos.”
LUIS VIVES, ‘De la concordia y la discordia, I’.
JUSTICIA:
298
“El cetro de la justicia
Que vos es encomendado
Non lo tornéis en cayado
Por amor ni por cobdicia,
Dexando sin pugnicion
Los yerros y maleficios;
Assi bien sin galardon
Y justa satisfaccion
Los trabajos y servicios.
No fallen los querellantes
En vuestra casa porteros,
Ni dexéis cavalleros
Que corran a los librantes.
Oid a los afligidos
Y dadles algund consuelo,
Si quereis que sean oidos
Vuestros çagueros gemidos
Por el alto Rey del cielo.
Si los que regis por Él
Los pueblos mal governardes,
Con el peso que pesardes
Vos pesará Sant Miguel;
Si la balança torcistes,
Allá vos la torcerán,
Y no del mal que fezistes,
Mas de lo que permitistes,
Cuenta vos demandarán.
Alcaldías y juzgados
Y los semblantes oficios
Non los dedes por servicios
A onbres apasionados;
Que si los corregidores
O juezes que pornéis
Fueren onbres robadores
O remisos secutores,
Ante Dios lo pagaréis.
Las penas y los tormentos
Devéis dar siempre menores,
Los galardones mayores
Que son los merecimientos.
Usareis en lo primero
De la virtud de clemencia,
Y, señor, en lo postrero
Seguiréis el verdadero
Abto de magnificencia.
Que ramo de crueldad
Es justicia regurosa;
El perdonar toda cosa
Non se llama piedad;
Dar grandes dones sin tiento
Es cosa muy reprovada;
Mas mucho menos consiento
Que seades avariento,
Que peor es no dar nada.
GÓMEZ MANRIQUE (1412-1490), ‘Regimiento de príncipes’.
299
“- Labor de la virtud de la Justicia.
De sirgo fino de grana,
Muy de gana,
Se debe luego labrar
Una espada singular,
De tal cortar,
Que haga la tierra llana
Que la gente castellana
Es tan ufana
E tan mal acostumbrada,
Que nunca será curada
Si el espada
De la justicia no afana
Entre la gente tirana.
Será de punto real,
Porque es tal
Que lo pide el labor,
Y sangriento su color
Por dar temor
A todos en general,
Y su punto por igual,
No interesal
Ni errado por favor,
Mas al mayor y al menor
De un tenor
Darles la pena del mal
Por labor muy especial.
- Labor de la empuñadura:
De seda negra morada,
Esmerada,
Labrarán su empuñadura,
Ca con amor y tristura
Su amargura
Debe ser así cercada,
No con gana apassionada
De ser vengada
Afición particular,
Mas con amor y pesar
De degollar
La oveja inficionada
Por guarecer la manada.
No piense vuestra excelencia
Que es clemencia
Perdonar la mala gente,
Antes de tal açidente
Comúnmente
Se causa la pestilencia;
Si no ved por experiencia
Qué presencia
Os demuestra vuestra tierra,
Que no pugnir a quien yerra
Dio tal guerra
A la real providencia
Cual vos muestra su dolencia”
FRAY IÑIGO DE MENDOZA (1425-1507), ‘Dechado del Regimiento de Príncipes, a la reina doña Isabel de Castilla’
LA LEY:
300
“Sean las leyes blandas para los leves, inflexibles para los fuertes, terribles para los pertinaces... Fomenten la paz pública y muestrense duras para quienes traten de perturbarlas.
....................
Las leyes han de originar la concordia, no sólo entre los ciudadanos, sino con todos los hombres, pues la regeneración mística del género humano les concede una ciudadanía tan efectiva como a aquellos otros se la concede el nacimiento. Lo cual sólo se logrará acomodándolas a aquel precepto cristiano de la caridad mutua y universal, por donde no cabe sancionar leyes que sean útiles para los del pueblo y nocivas para los extraños”.
LUIS VIVES, ‘De la enseñanza, V, 4’.
301
“Puesto que la ley es cierta norma a la que cada cual debe acomodar sus actos, es razonable que las leyes sean claras y fáciles y pocas, de suerte que todos sepan a qué atenerse en su vida, y ni la oscuridad de esas leyes motive su ignorancia ni su excesivo número desoriente.”
LUIS VIVES, ‘Causa de la corrupción de las artes, VII,2’
EL IDIOMA:
302
Cuando bien comigo pienso, mui esclarecida Reina, i pongo delante los ojos el antigüedad de todas las cosas, que para nuestra recordación y memoria quedaron escriptas, una cosa hallo e saco por conclusión muy cierta: que siempre la lengua fue compañera del Imperio; e de tal manera lo siguió, que juntamente començaron, crecieron y florecieron, e después junta fue la caida de entrambos.
...........................
Muchos podrían venir en esta duda: ¿quién traxo primero las letras a nuestra España, o de dónde las pudieron recibir los hombres de nuestra nación? E aun, que es cosa mui semejante a la verdad, que las pudo traer de Thebas las de Boecia, Bacco, hijo de Júpiter, e Semele, hija de Cadmo, cuando vino a España, qasi dozientos años antes de la guerra de Troia; donde perdió un amigo e compañero suio, Lisias, de cuio nombre se llamó Lisitania, e después Lusitania, todo aquel trecho de tierra que está entre Duero y Guadiana; e pobló a Nebrissa, que por otro nombre se llamó Veneria, puesta, según cuenta Plinio en el tercer libro de la Natural Istoría, entre los esteros y albinas de Guadalquevir; la cual llamó Nebrissa, de las nebrides, que eran pellejas de gamas que usavan en sus sacrificios, los cuales él instituió allí, según escrive Silio Itálico en el tercero libro de la Segunda Guerra Púnica.
Así que si queremos creer a las istorias de aquellos que tienen autoridad, ninguno me puede dar en España cosa más antigua que la población de mi tierra e naturaleza; porque la venida de los griegos de la isla Zacinto a la población de Sagunto, que ahora es Monviedro, o fue en este mismo tiempo o poco después, según escriben Bocco e Plinio en el Libro XVI de la Natural Istoría. Púdolas esso mesmo traer, poco antes de la guerra de Troia, Ercules el Thebano, cuando vino contra Geriones, rei de Lusitania, el cual los poetas fingieron que tenía tres cabeças; o poco después de Troia tomada, Ulisses, de cuyo nombre se llamó Olissipo la que agora es Lisbona; o Astur, compañero i regidor del carro de Menón, hijo del Alva, el cual, también después de Troia destruida, vino en España, e dio nombre a las Asturias; o en el mismo tiempo, Teucro, hijo de Telamón, el cual vino en aquella parte de España donde ahora es Carthagena, e se passó después a reinar en Galizia; o los moradores del monte Parnasso, los cuales poblaron a Cazlona, nombre sacado del nombre de su fuente Castalia; o los mesmos fenices, inventores de las letras, los cuales poblaron la ciudad de Calez, no Ercules ni Espán, como cuenta la General Istoria; o después, los cartagineses, cuia possesión por muchos tiempos fue España.
Más io creería que de ninguna otra nación las recebimos primero, que de los romanos, cuando se hizieron señores della, qasi dozientos años antes del nacimiento de nuestro Salvador: por que, si alguno de los que arriba diximos traxera las letras a España, oi se hallarían algunos momos, a lo menos de oro e de plata, o piedras cavadas de letras griegas e púnicas, como agora las vemos de letras romanas, en que se contienen las memorias de muchos varones illustres que la regieron e governaron, desde aquel tiempo hasta quinientos e setenta años después del nacimiento de nuestro Salvador, cuando la ocuparon los godos. Los cuales, no solamente acabaron de corromper el latín e lengua romana, que ia con las muchas guerras avía comenzado a desfallecer, mas aun torcieron las figuras e traços de las letras antiguas, introduziendo e mezclando las suias, cuales las vemos escriptas en los libros que se escrivieron en aquellos ciento e veinte años que España estuvo debaxo de los reies godos; la cual forma de letras duró después en tiempos de los juezes e reies de Castilla e de León, hasta que después poco a poco se començaron a concertar nuestras letras con las romanas e antiguas, lo cual en nuestros días e por nuestra industria en gran parte se a hecho. E esto abasta para la invención de las letras, e de donde pudieron venir a nuestra España.”
ANTONIO DE NEBRIJA (1444-1522), ‘Gramática castellana’
303
“El habla que ahora los españoles en lugar de romano llaman romance es latín corrompido, y a donde más pulido y copiosamente se habla en las principales ciudades de Andalucía y mucho más en Castilla, y principalmente en el reino de Toledo, aunque es toda muy prima desde la ciudad de Sevilla hasta Burgos y Zaragoza, de Aragón. Creo ser la causa desto o porque en esta región se contiene casi el medio y la tierra más fértil de toda España, o porque en estas partes hubo antiguamente más poblaciones de romanos que en las otras, o porque también en las ciudades desta región moran comúnmente los príncipes y otros muchos señores y caballeros que hablan más pulidamente que otros, y viven allí comúnmente por razones del clima a que está sujeta aquella parte de España, que dijimos; debajo de cuya constelación la tierra es más fértil y los ingenios salen más excelentes...
La lengua española aventaja a todas las demás en elegancia y copia de vocablos y aun a la italiana, pasando la latina y la griega; la causa de ser más perfecta que todas las demás lenguas vulgares es por la conformidad que tiene con la latina, a la cual es tan semejante que se hallan cartas escritas en romance, y el mismo romance es también latino. De manera que todos los vocablos son castellanos y latinos. Llámase esta lengua romana comúnmente castellana, porque donde más pulidamente se habla y donde más perfecta quedó es en Castilla.”
LUCIO MARINEO SÍCULO, ‘De las cosas memorables de España’.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
VIII – LA ESPAÑA DEL IMPERIO; PLUS ULTRA.
1
A partir de los Reyes Católicos van precipitándose los aciertos históricos, los éxitos militares y los hallazgos espirituales. La cumbre del destino hispánico sigue ascendiendo en este siglo XVI. La unificación interna se completa con Navarra y Portugal, que aun estaban independientes de nuestro común destino universo.
Triunfa nuestro ejército en Italia, con los capitanes prodigiosos españoles que consolidan nuestro dominio; en la costa norteafricana, que asegura nuestras posesiones; en Flandes, Francia y Alemania para unificar la conciencia religiosa en aquellas tierras, sobre las que se cierne como un águila nuestro Imperio; por el Oriente, en el sublime Lepanto, para vencer a los piratas turcos; en América, con Cortés, Pizarro y otros capitanes; y triunfa, también, en Oceanía, posesionándose de las islas Filipinas, las Molucas y otras llenas de rica especiería.
Sigue la unificación, a través de la Iglesia, de las jerarquías aristocráticas con las masas populares. El destino común continúa cumpliéndose; España, hija fiel de Roma, realiza al fin la unificación del orbe, la fusión de razas y credos. Cumple el destino de Roma, la cesárea; el destino universal, católico; destino de amor sobre los hombres y las tierras, uniendo el Oriente con el Occidente, al Norte con el Sur.
La lengua adquiere la universalidad que en tiempos tuvo el latín, y los españoles exaltan el honor de ser españoles y católicos y se estiman el pueblo a quien Dios distingue, pues al decir de un historiador de la época, “han nacido para dilatar la fe católica, oficio y prerrogativa del pueblo escogido por Dios”.
Forma España una unidad perfectamente descrita por el poeta unitarista: “Un altar, un imperio y una espada”. A pesar de ello, España tiene conciencia, dentro de esa unidad, de la variedad de sus elementos integrantes y de los diversos matices de castellanos, andaluces, gallegos, catalanes etc. Escribe Herrero García: “El lenguaje de la época no se alarmaba de la palabra “naciones” con que eran designadas las que hoy apenas nos atrevemos a llamar regiones. El refranero y el cancionero popular atestiguaban que en casa éramos varios hermanos, cada cual con su temperamento, sus hábitos, sus defectos y sus virtudes”.
Castilla sigue siendo el núcleo vital de la patria española, en cuyo centro se elaboraba la mentalidad nacional; de tal modo se sentía compenetrada con sus elementos allegadizos, que hasta llega a olvidarse de su primacía y comparte de igual a igual el título de región con catalanes, portugueses y vascos. Todos estos pueblos y los de allende los mares y las tierras lejanas del continente europeo y las playas africanas van ceñidos en la corona del emperador, que es de dimensiones ecuatoriales, porque “España tiene la medida del mundo civilizado”.
En derredor suyo toda una sociedad de paladines del heroísmo, de la ciencia y de la fe, nombres gloriosos de capitanes, de marinos, de exploradores, de sabios y de artistas, de clérigos, de monjes y de santos, que marchan al unísono bajo las banderas del césar, compenetrados con el gran soldado o gran político que se ganó el cariño del pueblo por su claro entendimiento, su política hábil, su magnánimo corazón y su espíritu prócer.
La época de Carlos, el emperador, presencia trascendentales hechos históricos: las sangrientas luchas de las comunidades y germanías, las guerras con Francia, con su claro florón de Pavía, donde se vence a un rey cuyo ideal político, mas fuerte que el religioso, era quebrantar la casa de Austria; la presencia de Worms, Augsburgo, Mülberg y Trento, donde el alma de la Patria canta el himno espiritual del catolicismo; el dique que se opone al turco Solimán en las puertas de Viena y las expediciones a la Goleta.
Al recaer la corona en Felipe II continúa la marcha de los grandes acontecimientos; la cúspide de la Contrarreforma, en la que España es abanderada del dogma y el relicario del espíritu católico. Árbitro el rey de la política mundial, son numerosas las guerras que tiene que sostener: en Granada se vence a los moriscos, al francés en San Quintín, en Lepanto al turco. Felipe II es reconocido rey de la nación portuguesa y la gloria de España se completa. Todos estos hechos son las piedras con las que se edificará la misión que a la patria española se le ha adjudicado en la Historia.
2
La idea de una misión o de un destino, justificador de la existencia de una construcción política, que vemos dibujandose sobre la Piel de Toro, llenó ya antes la época más alta que ha gozado Europa: el siglo XIII, el siglo de santo Tomás de Aquino. Y nació en mentes de frailes; los frailes se encararon con el poder de los reyes y le negaron tal poder en tanto no estuviera justificado por el cumplimiento de un gran fin o de una gran misión.
Donde la idea aparece con mayor claridad es a partir del Renacimiento, como consecuencia de la lucha de ideas y creencias. Ha escrito De los Ríos, en una síntesis acertadísima y muy española, que:
“Para la cultura occidental, el siglo XVI viene a representar como una divisoria. La conciencia europea se desgarra y nacen dos actitudes de origen renacentista que responden al modo como cada cual coincide: 1º, la relación del hombre con la Naturaleza; 2º, la relación con Dios, y 3º, el modo cómo explican unos y otros la obra que compete a la razón.
En la lucha de ideas que a partir de esa época tiene a Europa como campo de batalla, concurren los pueblos con distintas actitudes, que vienen a destruir el antiguo concepto: la Edad Media había erigido en sujeto ideal de la Historia la visión de la personalidad divina en Cristo, y sobre ella apoyó su concepción de orden jerárquico; el Renacimiento, por el contrario, rompe esa unidad de la conciencia cristiana y bajo su impulso surgen una serie de dualismos que el espíritu analítico de la época no sólo intenta resolver en una unidad superior, sino que, por el contrario, le lleva a complacerse en exaltar la esencial sustantividad de cada uno de ellos.
Lo que la conciencia medieval tenía acordado y armonizado, desde el Renacimiento aparece en posiciones antitéticas e inconciliables:
-frente a autoridad: “libertad”;
-frente a tradición: “progreso”;
-frente a universalidad: “individualismo”;
-frente a espíritu : “razón”.
Esta dualidad llevada al concepto de patria, proporciona dos visiones de la misma,
hija de dos ideas distintas: que hallaron símbolo adecuado en la obra de la “reforma” protestante y de la Contrarreforma católica. Los pueblos que enarbolaban esas banderas tienden unos espiritualmente, al universalismo y terrenalmente al individualismo; y los otros al contrario, la universalidad la ven en lo terrenal y lo individual en lo espiritual.
Ese espíritu crítico del Renacimiento y la tradición teológica medieval, al chocar, descendiendo de los espíritus más egregios a las masas populares producirán las guerras de religión durante el siglo XVI.
En el momento en que se gesta en el mundo una concepción que otorga la preeminencia a la acción encaminada al logro de bienes sensibles, el Estado español orienta su vida igualmente a la acción, pero señalándose como objetivos la conquista de las almas a fin de obtener su salvación. Esta idea constituye la idea rectora de España en el siglo XVI, iluminando su actitud en Europa como en América, pasando el Estado español del XVI a ser instrumento de la Catolicidad.
España lanza a aquel roto mundo renacentista el lema religioso de su cruzada: la igualdad del género humano, descendiente de un Padre común, y el lema político: no una monarquía universal sino un imperio cristiano. No ambiciona España tanto conquistas como el cumplimiento de un alto deber moral de armonía entre los reinos cristianos, reavivando la vieja idea medieval. Por eso España, por la pluma de su emperador Carlos V, declaró que estaba decidida a defender la cristiandad milenaria empleando para ello “mis reinos, mis amigos, mi cuerpo, mi sangre, mi vida y mi alma”. Lo mismo afirmarán sus cronistas, jurisconsultos teólogos, poetas y guerreros del XVI. Y en su virtud acepta la misión y obligaciones del Imperio contra los infieles enemigos de la santa Fe. Para tales tareas fue España el corazón del Imperio, “el fundamento, el amparo y la fuerza de todos los otros” (Obispo Mota, en las Cortes de La Coruña, 1520).
Frente al nuevo pensamiento filosófico centroeuropeo, España en la contienda permanece “fiel al Señor”, como en los tiempos en que la cantaba Alfonso X el Sabio; conserva su fe y no destruyen su unidad interior las guerras religiosas; batalla con las armas por el espíritu, para defender en Europa la catolicidad.
De esta catolicidad se derivan, en sentido político: el rechazo de la mentalidad española hacia el maquiavelismo y la tesis española de la realeza (poderes limitados al servicio de la justicia y de la religión), cuya razón proviene de la concepción iusnaturalista de nuestros pensadores.
A la individualidad de la razón opuso España en el siglo XVI la unidad religiosa, junto con la unión personal de reinos bajo un mismo rey; y esta unidad religiosa, conservada a todo trance, hace que el ideal católico sea algo que en lo sucesivo, difundido lentamente, penetre e informe lo más íntimo de nuestra cultura y psicología. Y el Estado, entonces creado, condicionará jurídicamente la actividad social manteniendo y salvando en todo momento el ideal misional nacional.
Internamente dominado por esta idea, sorprende al Estado español de una parte el descubrimiento de América y de otro la herejía protestante, y si la guerra contra ésta le brinda ocasión de mantener la unidad espiritual del Estado, el descubrimiento de América le proporciona campo misional en favor de la Fe.
Polarizada Europa entre protestantismo y catolicismo, España recoge la bandera de éste, que cuadra a su misión nacional en tres puntos:
Primero. - Dar al mundo idea de la unidad moral del género humano y de la posibilidad de salvación.
Escribió Maeztu: “El tema que más preocupó al pueblo español fue el conciliar la predestinación con los méritos del hombre. Sobre todos los mortales debía brillar la esperanza, como afirmaba el padre Vitoria con su doctrina de la gracia; algunos discípulos y colegas suyos la llevaron al Concilio de Trento, donde la hicieron prevalecer, y así empezó la Contrarreforma. Otros discípulos la infundieron en el Consejo de Indias e inspiraron en ella la legislación de Indias, tocándola en empresa evangélica.”
“¿Han elaborados los siglos sucesivos ideal alguno que supere al nuestro? ¿Hay ideal superior a éste? Jamás pretendimos los españoles vincular la divinidad a nuestros intereses nacionales, nunca dijimos como Juana de Arco: ‘Los que hacen la guerra al santo reino de Francia hacen la guerra al Rey Jesús’’, aunque estamos ciertos de haber peleado en nuestros buenos tiempos las batallas de Dios. Tampoco creímos como los ingleses y norteamericanos que la Providencia nos había predestinado para ser mejores que los demás pueblos. Orgullosos de nuestro credo, siempre fuimos humildes respecto a nosotros mismos y por eso se trató a las razas atrasadas con al esperanza de que podían salvarse, porque el espíritu español consideraba a todos los hombre como hermanos, aunque nunca negara la evidencia de desigualdades.”
Segundo. – La defensa de la Fe.
Desde que el cristianismo se difundió en España el ideal religioso fue constante e inalterable, pero a partir del siglo XVI la unidad espiritual de la Península pasa a ser uno de los fundamentos más importantes de nuestra nacionalidad; unidad impedida por judíos, conversos y moriscos. El pueblo clamaba en cortes y municipios exigiendo medidas en defensa de la fe católica de manera que la razón de Estado se doblega a la razón popular y así los reyes copian el tribunal de la Inquisición existente en otros pueblos expulsando a judíos y moriscos y manteniendonos libres del contagio herético luterano. El emperador Carlos V defiende la fe católica en todos los Estados que forman su corona, pero solo España le permanece fiel y ese es su gran consuelo.
Tercero. – La doctrina de la evangelización.
Nada hay comparable a este momento histórico, porque en él se incorpora a la civilización cristiana a todas las razas que estuvieron bajo nuestro influjo. Se tenía conciencia de que España era la nueva Roma y el Israel cristiano. Toda España es misión; concibe la religión como un combate en que la victoria depende de su esfuerzo.
La culminación del sentimiento que reflejan estas ideas y la España con sentido imperial se plasma en el soneto de Hernando de Acuña, lema que podía ser el de la época y blasón glorioso del césar Carlos:
“Ya se acerca, señor, o es ya llegada
la edad gloriosa en que promete el cielo
una grey y un pastor solo en el suelo,
por suerte a vuestros tiempos reservada.
Ya tan alto principio, en tal jornada,
os muestra el fin de vuestro santo celo
y anuncia al mundo, para más consuelo,
un monarca, un imperio y una espada.
Ya el orbe de la tierra siente en parte,
y espera en todo, vuestra monarquía,
conquistada por vos en justa guerra:
que a quien ha dado Cristo su estandarte
dará el segundo más dichoso día
en que, vencido el mar, venza la tierra.”
Su espada es la que le erigen en adalid europeo contra el peligro turco; en árbitro de los destinos de Italia; emperador del mundo germánico; rival del rey francés; rey bondadoso en Flandes y sobre todo, rey español. Como monarca, ésta es su calidad: su españolismo. Tras el interrogante que supone el primer quinquenio de su reinado, será evidente que sus amores son Flandes, su patria de nacimiento y España su patria de adopción, donde buscará su definitivo retiro y descanso. Su genio político comprendió la superior importancia de sus dominios españoles sobre todos los demás, quedando España convertida en centro de su monarquía. Y al Imperio llevará su cénit o perfección.
La España adolescente del 1500 pasa a la madurez del Imperio universal y comienzan los duros deberes en que se sembrarán de muertos españoles los campos de batalla; vienen los días difíciles del estío imperial en que España lucha para salvar la conservación de la Cristiandad medieval.
Defensa de la Fe: A nuestro emperador Carlos le cupo la triste suerte de ver iniciar en sus Estados de Alemania la “reforma” luterana, y ver escindida la espiritualidad de Europa. Carlos, en tanto que rey español, sabía que la pureza de la fe en España quedaba garantizada por la religiosidad del pueblo y la vigilancia de la Inquisición, pero que su sagrada obligación era defender la pureza de la fe en los Estados de su Corona incluso por propios motivos políticos, sabiendo tras sí a todos los españoles, respaldándole:
“Sabéis que yo desciendo de los más cristianos emperadores de la noble nación alemana, de los Reyes católicos de España, de los archiduques de Austria, de los duques de Borgoña, todos los cuales fueron hasta su muerte hijos fieles de la Iglesia de Roma; que todo esto me lo han legado después de su muerte y cuyo ejemplo ha sido norma de mi vida. Pero es evidente que sólo un hermano está en error al enfrentarse con la opinión de toda la Cristiandad, ya que en caso contrario sería la Cristiandad la que mil y más años hubiera vivido en error.
Por tanto estoy decidido a empeñar en su defensa a mis reinos y dominios, amigos, cuerpo y sangre, alma y vida. Pues sería una vergüenza si por nuestra negligencia entrara en el corazón de los hombres aunque solo fuera una apariencia de herejía y de menoscabo de la religión cristiana.”
Carlos I sale a los campos de batalla europeos; la política internacional adquiere enorme complicación; media Europa arde en guerra; al emperador no le queda otra atención que no sea la guerra, y habrá un momento en que toda Europa, incluso los Estados pontificios, estarán en contra suya y será preciso abatir su poder... aunque Europa sucumba espiritualmente a manos de Lutero y Calvino, o materialmente quede destrozada por los turcos.
Júzguese en ese ambiente histórico la intención política del emperador Carlos, expresada en su discurso de 1536 al pontífice Paulo I, cardenales y embajadores, cuando denuncia a Francia por estorbar la paz de la Cristiandad; denuncia los contactos franceses con el turco y expresa sus anhelos de paz y confederación de la Cristiandad contra los infieles.
Gran misión política: confederación de Estados cristianos, en cuya concepción no se alude a la “reforma” protestante porque el emperador aun no renunciaba a su ideal de impedir la división de la conciencia cristiana. Carlos I clamará, inútilmente, por un concilio general que acabe con al herejía: acude a Roma y no se le escucha; pero frente a esa Roma desidiosa, España ostenta su disciplina, su antigua reforma eclesiástica de Cisneros.
La “reforma” protestante ha ganado media Alemania, los países nórdicos e Inglaterra y se infiltra en Francia, Flandes e Italia; España esgrimiendo la enseña de la verdadera unidad romana se cubre de gloria en Mühlberg, haciendo morder el polvo a los luteranos, aunque los herejes volverían a la lucha con al apoyo material y moral del “cristianísimo” rey francés; años y años de luchas en que las potencias “católicas” ya apoyando la herejía o ya permaneciendo indiferentes obligarán al césar a conceder la libertad de cultos en Alemania. Pero no se ceja en la misión de defender el catolicismo amenazado, lo mismo en los campos de batalla que en Concilios.
Después, los soberanos europeos se hacen los sordos ante el peligro otomano; Francia incluso pacta monstruosa alianza con el sultán frente al emperador, y Roma tan sólo impartirá bendiciones. Únicamente el césar Carlos comprende la gravedad del problema y se apresta a detener a los turcos, con el principal apoyo de España con la defensa de Viena (1532) y la expedición a Túnez de 1533-35.
Pero aun hace más el emperador por el ideal religioso: ante sus llamadas infructuosas, Roma cede al fin y en 1545 abre el Concilio de Trento, que aunque ya tarde para soldar la rota espiritualidad de Europa es útil para dar campo a España en donde ejecutar su misión. De España sale el ímpetu de la teología de Trento, que sabe meter en cintura a aquella Iglesia deslumbrada y desorientada del Renacimiento. Española es la teología de Suárez, de Laínez, de Cano, de Salmerón, que arma el brazo de los españoles con fe y con justicia y que les hace sentirse instrumentos del Eterno.
De Trento sale la Contrarreforma: la verdadera REFORMA, (no la “reforma” protestante-herética, vocablo de que se apropió la historiografía de los países norte-europeos y que es siempre usado en sentido anti-católico) y su brazo armado, la Compañía de Jesús, órgano que la conciencia española destaca en el siglo XVI para servir a los fines del Estado.
Y esa misión española en Trento se traduce en ideas y en hechos. En ideas, porque Trento es razón de dar vida al espíritu, y la Compañía es acción. Por eso los jesuitas interpretaron en Trento la catolicidad íntima del pueblo español y no son los órganos adventicios de una circunstancia política. Por eso España se sirve de ellos para lanzarse al mundo: manda a Javier al Japón, y va a dar con Iñigo de Loyola a Roma para afrontar rebeldías, y a llenar de santas intrigas hispánicas Europa, de jesuitas por Holanda, por Polonia, por Bohemia y Valaquia. Trento, como representación de España, es el punto capital de su misión, pues es allí donde se debate la unidad moral del género humano.
Lutero había sostenido que los hombres se justifican solo por la fe, que es un libre arreglo de Dios. La Iglesia, y con ella España, había sostenido que los hombres se justifican por la fe y las obras; y ante la perplejidad del Concilio, una voz española, la del P. Diego Laínez pronunció el discurso sobre la justificación, en cuyas metáforas resuena el alma española. Se imaginó aquella maravillosa alegoría del rey que ofrecía al guerrero que venciese en el torneo la más preciada joya: “Tú no necesitas sino creer en mí. Si tú crees en mí con toda tu alma yo ganaré la pelea”. A otro de los concursantes le dice: “Te daré unas armas y un caballo; tú luchas; acuérdate de mí, y al término de la pelea yo acudiré en tu auxilio”. Y al tercero de los que aspiran a la joya le dice: “¿Quieres ganar? Te daré unas armas y un caballo, pero tú tienes que pelear con toda tu alma”. La primera es la doctrina del protestantismo: todo lo hacen los méritos de Cristo. La última la del catolicismo: pelear con toda nuestra alma, ayudados por la redención de Cristo y los Sacramentos.
Y ello trae consigo el que se Trento realice las aspiraciones de verdadera y auténtica REFORMA sentida por la Iglesia logrando una afirmación dogmática frente al protestantismo, gracias a los teólogos y canonistas españoles, a la voz de la doctrina de Antonio Agustín, de Mendoza, Cano y Alfonso de Castro, de Pedro de Soto y de Villalpando, y de diplomáticos como Diego de Mendoza y Vargas, cada uno de ellos una pequeña España que clama con varonil energía contra lo antiespañol a que a veces ayuda la curia romana. Allí se hizo carne la conciliación de la predestinación divina con los méritos del hombre; allí se creaba la unidad física del mundo y la unidad moral del género humano. A Trento se debe, pues, el que en España y, por consecuencia, en el mundo latino, no se diese esa división de pueblos y de clases. Allí se salvó la unidad de la Humanidad, y ello por obra de España.
En lo puramente político e internacional desarrolla y fortalece el nuevo concepto del Estado misional en el ensayo de la conquista del mundo americano, obra titánica que tiene un carácter de popularidad único en el mundo. Se ha dicho que esas empresas exigieron un esfuerzo económico excesivo para las posibilidades de España. Pero es que ése era justamente el matiz exacto de nuestra misión: todo se sacrificaba a los intereses espirituales y morales, siendo el criterio material de la vida algo inadmisible en el espíritu español de entonces.
Pues en caso contrario, ¿qué hubiera sido de España desatendiendo su misión? Probablemente, Carlos I no hubiese sido emperador de Alemania; los dominios de Flandes hubieran quedado reducidísimos; no se hubiera señoreado el ducado de Milán; se hubieran perdido Nápoles, Sicilia y Navarra. ¿Quién hubiera contenido a los turcos otomanos? ¿Quién hubiera puesto dique al formidable movimiento herético? ¿Qué hubiera valido el nombre de España en Europa?
¿Para qué nos deparó la providencia los fabulosos tesoros del Nuevo Mundo? ¿Para enriquecernos y sumirnos en una vida cómoda y placentera, o para prodigarlos en aumentar el prestigio de España en el mundo y defender la fe católica?
¿Qué nos importaba Alemania?, se ha dicho; en Alemania defendimos el catolicismo frente a la herejía.
¿Qué nos incumbía en Flandes? Flandes nos daba rango de primera potencia y atacar y contener a las naciones adversarias evitando en ambos casos que fuera España la que recibiera las injurias de la guerra.
¿Qué nos suponían Sicilia y Nápoles? La garantía de que el mediterráneo no se convertiría en un mar turco.
¿Para qué necesitábamos Milán? Para tener aseguradas las comunicaciones entre España y nuestros dominios europeos; Milán era la llave del Imperio español en Europa.
Quiso el emperador Carlos, como remate de su rotunda afirmación misional, aguardar la muerte no desde el trono sino desde la celda de un monasterio, mientras dejaba un Imperio y una España con sus súbditos estrechamente unidos a esa política netamente nacional y a la vez auténticamente imperial y universal. Al morir, juramentó Carlos a su hijo Felipe II para que se erigiera en defensor de la fe, de la paz y de la justicia, manteniendo aquella su misión; por ella alcanzó España el ápice de su historia en el mundo, y el emperador aquel reposo del que pudo decir: “Así me alejo de mi morada saturado de la gloria de este mundo como hambriento y deseoso de la de Dios”.
3
La cúspide Fernando el Católico- Carlos I- Felipe II representa una elevación de entrega a la integridad cultural que había llegado a ser el alma del pueblo español.
Toda la grandeza del reinado del emperador se mantiene en el de su hijo; el rey Felipe II imprime huella indeleble en el destino de España como ningún otro monarca. Su reinado señala el punto de equilibrio entre la concepción ideal de España formada por los Reyes Católicos y la grandiosa idea imperial de Carlos I; Felipe II actúa ahora tan sólo como español. De nuestro imperio queda desglosado el alemán con los Estados patrimoniales de Austria, que van a otra dinastía. Ahora el Imperio es España como metrópoli, cerebro y corazón y con sus posesiones en los cinco Continentes, donde hay huellas de su religión, lengua y cultura. Con Felipe II llega a su apogeo la proyección misional de nuestro ideal político-religioso.
La característica de Felipe II es su profunda religiosidad, que tiene preferencia a todos los demás ideales de gobierno. Y sigue la lucha por la unidad, por el predominio espiritual de Roma, con España como brazo, y el rey de España como guardián del papa. España sabe gritarle a Roma su deber por boca de Melchor Cano y contra las excomuniones romanas gana la batalla católica de San Quintín y funda el monasterio de El Escorial.
Como rey, Felipe II se sentía cerca de Dios, lleno de tremendos deberes y responsabilidades. Antonio Tovar escribe : “Prefiero el tremendo Felipe II de la leyenda al Felipe II un poco ñoño de los historiadores favorables... Era el suyo el verdadero Dios; el que estremecía al cantor de los salmos y echado a los mercaderes del templo”.
Felipe II hubo de enfrentarse a un mundo cultural enemigo que llegaba dispuesto a vencer la unidad cultural española: navegación británica, espíritu práctico holandés, inteligencia francesa, luteranismo. En esas raíces empezaba a brotar la planta venenosa del mundo moderno, en el que las mejores porciones del hombre quedaban abandonadas en rincones sombríos; sabía Felipe II que con la derrota de España prevalecería una unidad cultural falsa e incompleta. Eso explica la sobrehumana resistencia de nuestro rey para mantener la unidad cultural católica de aquella Europa: levantó Felipe II una muralla alrededor de España y quiso asegurar a sus súbditos la felicidad humana dentro de la unidad cultural contrarreformista.
El examen de los procesos por herejía muestra la difusión enorme de la cultura teológica hasta en las clases más bajas de la nación: el odio al hereje llegaba hasta a difundir frases típicas en el lenguaje. El comercio con los herejes era mirado con prevención porque contribuía a que se les perdiera el horror con que se les debía tratar, como escribía escandalizado el beato Juan de Ribera al rey.
Cuando Felipe II asciende al trono, Europa se ha escindido en su espiritualidad; de una parte la Iglesia católica, de otra, las denominadas iglesias reformadas, heréticas. Ante este hecho la postura de Felipe II es clara: pone su espada, su poder y su monarquía al servicio del catolicismo. Nuestro rey no es capaz de bastardear ese ideal; jamás emprendió guerra de conquista bajo pretexto religioso, pero defiéndele con todo vigor, protegiendo sus Estados sin treguas ni claudicaciones.
Felipe II remató la obra de su padre ejecutando los preceptos de Trento y ayuda a Roma en la acción que la Contrarreforma desarrollaba en Europa. Y combate contra los rebeldes en Holanda, y prefiere arrostrar una guerra cruel y ruinosa antes que claudicar y pasar por al concesión de libertad de cultos. Y sigue enfrentando sus ejércitos y escuadras contra el turco, en triunfos como el de Lepanto, triunfo eminentemente católico y español. Da cima a la unidad política peninsular incorporando Portugal a la corona española con amoroso cuidado; sólo exigiéndole ello, en reciprocidad, comprensión y amor consolidar el bloque hispánico.
En la propia España hace arraigar ese tono derivado de la misión española. Monta su corte a la antigua usanza y otorga los cargos del Estado únicamente a españoles dando con ello a España el máximo prestigio en el ámbito de su extensa monarquía.
En el reinado de Felipe II se entra de lleno en el último ciclo de nuestra acción en América, en el de la organización colonizadora, obra jamás igualada por ningún otro país. Admirable en su espíritu religioso, político y humano, pues España no creó un nuevo sistema de rango inferior para sus dominios coloniales sino que dio a éstos una organización a su imagen y semejanza. Ésta es la gran época de los Virreinatos, Audiencias, Capitanías Generales en América: etapa de gran prosperidad material y en que la semilla de nuestra cultura comienza a producir sazonados frutos en aquel continente.
La monarquía española, con sus instituciones estatales adquiere el máximo prestigio; la realeza impone respeto. Prende en los españoles el entusiasmo por las empresas bélicas que da origen a ese ejército español que asombra al mundo con sus proezas. Sobre él se asienta majestuoso el Imperio español.
Pero los enemigos del exterior, haciendo imponer su conciencia protestante consiguen pausadamente que España poco a poco abandone su misión, sus empresas y vayan atando su mano. Escribe A. Tovar:
“Frente a esta España toda vigilante de espíritu, Europa organiza algo terrible: Holanda e Isabel de Inglaterra participan con tantos por ciento en las expediciones de sus piratas; Raleigh y Drake son socios industriales de su Graciosa Majestad Británica. Mientras España se lanza por el plano de la unidad católica del mundo, Europa, en grosera trasposición, corre por el nivel de los intereses.
El español, envenenado sutilmente, perderá su fe, su dignidad interior, la conciencia de su superioridad”. Muerto Felipe II y entrado el siglo XVII, el Imperio español acabará perdiendo su sangre y su ideal. No tiene ya destino y se encontrará sin lazo; Francia e Inglaterra comenzarán a darle sus puñaladas.
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En esta época la mayor gloria de España en América es el tránsito del descubrimiento a la colonización: el conquistador dejando el paso al gobernante.
Los caudillos arrastraron a los más grandes heroísmos, pero esto sólo duró un tiempo: digamos hasta La Española de Colón; hasta el Pacífico, con Balboa; hasta Guatemotzin con Cortés; hasta Cajamarca con Pizarro; hasta Buenos Aires con Pedro de Mendoza; hasta Santiago de Chile con Valdivia; habían llevado fuerzas, luchado, vencido... Después, esta fuerza humana se encontró frente a otra, igual por naturaleza de origen, distinta por estructura política; no de fiereza sino de estructura constructiva; no de camaradería sino de gobierno.
Las polémicas relativas a la capacidad del indio americano quedaron incluidas dentro de las que tuvieron lugar al tratar del derecho que asiste a las naciones civilizadas para gobernar pueblos de evolución inferior, sin quitarles su señorío, pero arrogándose el privilegio de jurisdicción hasta que los naturales se hayan bautizado y abierto sus territorios al comercio.
Se percibe la presencia de esta idea en la relación “De Indis” del P. Vitoria: no admite éste los derechos ilimitados de España a la conquista, y pudiera decirse que su esfuerzo radica en la estimación de lo que era y no era “justo” en la adquisición del dominio de Indias mediante la guerra. Su posición es equidistante entre los dos contendientes de 1550: Sepúlveda, que negaba a los indios todo derecho, y Las casas que se los concedía; preconiza el P. Vitoria para los indios un régimen mixto de libertad y sujeción, como de menores tutelados “para el bienestar y el interés de los indios”.
La justificación radicaba en el mandato de igualdad del género humano y en aquel deseo de arquitectura racional del hombre y de su vida ajustada a costumbres virtuosas dentro de los cánones de la ética aristotélica. Ello queda perfectamente explicado en la carta que el emperador Carlos escribió a los reyes y repúblicas del Mediodía y del Poniente para darles a entender la ley del Evangelio, carta maravillosa, al estilo del “Requerimiento” de Palacios Rubios.
Legislación.
Toda esa nobilísima ideología cuaja en las leyes. Por eso la legislación colonial española fue obra de teólogos y juristas-teólogos; sus fines, espirituales: la salvación y cristianización de una raza inferior. Su base no fue la parte positiva y material del Derecho sino su aspecto metafísico y espiritual: el deber.
La estructura legal de esta idea, primera ley no escrita, la había proclamado la reina Isabel a Colón: “¿Con qué derecho tratáis a mis vasallos como esclavos?”; fue ley perenne y columna vertebral en el problema americano, y que otros varones legisladores repetirían en el transcurso del tiempo.
Podemos caracterizar los periodos de formación de esta ordenación jurídica de Indias por la significación de cada uno de ellos:
En el primero, comprendido entre los 1492 y 1520, el tema predominante es el derecho del papa y de los reyes a disponer de las Indias; necesidad de un título justo.
En el segundo periodo, coincidente con las penetraciones territoriales de México, Perú, Colombia, Charcas y Chile, se añaden los sentimientos humanitarios y la legitimidad del uso de la fuerza según fueran los indios capaces y virtuosos, antropófagos o no, y según acepten o no la religión cristiana.
Y el tercer periodo es la época de virreinatos, Audiencias, iglesias, colegios y Universidades. Ahora se añaden a las opiniones de los teólogos las recomendaciones de virreyes, oidores, prelados y cabildos. Es entonces cuando se reglamenta el trabajo del indio contra los egoísmos abusivos. La legislación de Indias es obra de profunda originalidad, encerrada en el germen de unos pocos principios: la españolización justiciera y piadosa del mundo indígena, que formará uno de los árboles más gigantescos e inconfundibles que en la vida jurídica han florecido.
Ideas que pueden representarse en la Recopilación; la Ley 6ª, título I del libro IV, dice: “Conviene que en todas las capitulaciones que se hicieren para nuevos descubrimientos, se excuse la palabra “conquista”, y en su lugar se use de las de “pacificación” y “población”, pues habiéndolos de hacer con toda paz y caridad, es nuestra voluntad que aun este nombre interpretado contra nuestra intención no ocasione ni dé color a lo capitulado para que se pueda hacer fuerza ni agravio a los indios”.
Hechos.
El tipo heroico del romancero, del genuino cantar de la formación del pueblo español, se produce en América. Hay una epopeya española , desarrollada fuera de España que supera a las creaciones legendarias greco-romanas y esta nos la cuentan los nombres geográficos, dictados siempre por la gloria, la pena o la desesperación de conquistadores o navegantes.
Cabe amontonar miles de páginas acerca de nuestra colonización, la más rápida, completa y cristiana que ha visto la Historia, en el orden militar político y religioso. En el contraste con unas tierras cuarenta veces mayor que la propia, con montañas tan abruptas que solo dejan paso a los cóndores, donde las selvas son océanos, los ríos, mares y los bárbaros, bárbaros en todo menos en el arte de matar. Unos grupos de hombres sin otro amparo que sus espaldas mohosas, devorados por hambres caninas, roídos por dolencias, lanzados sin rumbo a Dios y a la aventura, y en menos de cincuenta años (que no serían ni diez de ahora) recorrer el mundo, humillarlo a la Cruz, refundirlo en el crisol de la vida civilizada, empaparlo de Evangelio dando a la Iglesia la mayor conquista desde que el mundo es mundo.
“Nunca jamás rey ni gente anduvo y sujetó tanto en tan breve tiempo como la nuestra, ni ha hecho ni merecido lo que ella, así en armas y navegación, como en la predicación del santo Evangelio y conversión de idólatras; por lo cual son los españoles dignísimos de toda alabanza en todas las partes del mundo. Bendito sea Dios que les dio tal gracia y poder.”
Así, con ese broche de ufanía cristiana y agradecida, cierra su crónica el historiador de Indias Francisco López de Gómara.
En lo cultural.
Es el resultado más noble de la obra colonizadora, que corre unido a la faceta religiosa. Es la imprenta y las Universidades “para que los naturales y los hijos de españoles fuesen industriosos en las cosas de nuestra santa fe y en las demás facultades”; y los colegios para indios; y el teatro, llevando para los indios los autos sacramentales trasladados al quechua para atraerles al conocimiento de la religión. Y lo mismo ocurre con el arte en las capillas abiertas en monasterios y catedrales y sobre todo en las artes menores, obra de indios educados en escuelas misionales.
En lo religioso.
Está plasmado en las leyes del título I, libro I de la Recopilación, con especialidad en esta ley: “Que no queriendo los indios recibir de paz la santa fe, se use de los medios que por esta ley se manda: conciértese con el cacique principal que está de paz y confine con los indios de guerra, que los procure traer a su tierra a divertirse o cosa semejante y para entonces estén allí los predicadores revestidos con albas, estolas e sobrepellizas, con algunos españoles e indios, amigos secretamente, y cuando sea tiempo... por sus lenguas e intérpretes comiencen a enseñar la doctrina cristiana y con la santa cruz en las manos, y los cristianos la oigan con grandísimo acatamiento, porque a su imitación los fieles se aficionan a ser enseñados y así para causarles más admiración podrán usar de música... con que conmuevan a los indios para se juntar para amansar, pacificar y persuadir a los que estuvieren en guerra...”.
Y de ese espíritu nace la organización de la Iglesia en América, obra del clero regular y seglar, los heroísmos de los misioneros, de la inquisición y de tantas manifestaciones de que se cumplía a la letra lo que la reina Isabel ordenó en su lecho de muerte.
Lo social.
En el trato del indio es ejemplo lo preceptuado por el virrey del Perú Francisco Álvarez de Toledo durante 1569-1581, en el cuerpo de ordenanzas que le dieron fama y que eran verdaderas innovaciones desde el punto de vista español. El sujeto de su preocupación es el indio frente a los encomenderos: una de sus ordenanzas retira a los indios del servicio personal y los reúne en pueblos para darles doctrina y vivir bajo vigilancia de las autoridades; ordenó se erigiesen iglesias; exigía que los niños menores de diez años residiesen con el sacerdote para recibir doctrina; mandaba que el alguacil trajese a los indios los días de fiesta para oír misa. Acerca de los salarios ordenó que se les facilitasen tierras y aperos; darles un vestido por año; atenderles en sus enfermedades; tenían un día por semana para trabajar en sus propias haciendas y diez días laborales libres al año; los mayores de cincuenta años tenían el derecho de vivir en las chacras sin trabajar etc. Estas ordenanzas se copian tres años después en la gobernación de Tucumán, y en 1577 el gobernador Abreu se inspira en ellas para las suyas y lo mismo hace Ramírez de Velasco, hasta que se recoge su espíritu en la Recopilación, como antes se hizo en las Leyes Nuevas.
Al finalizar los siglos de los Austrias existe ya en Indias un Estado estructurado, en el que la justicia había logrado imponerse por encima de la avaricia y el egoísmo. Los abusos existían, pero eran castigados; la consolidación moral de la conquista era una magna obra de conjunto. Por esa labor incesante pusieron los españoles de habitantes de América en comunicación con el mundo civilizado y les quitaron las idolatrías y sacrificios humanos. Es decir, los entroncaron en una civilización que aun subsiste.
Civilización, y no una sociedad compuesta de blancos como la que dejó tras sí Gran Bretaña; una civilización en que españoles, criollos y mestizos fusionaron sangres y costumbres y que al amparo de las leyes de Indias disfrutaron de los beneficios de la cultura española. Civilización española pura, no territorial americana sui-generis.
Pero... también aquí llegan los tiempos en que la misión se rompe, y esta vez por la propia España, que debió conservarla. Al régimen patriarcal de la casa de Austria, abandonado en lo económico, escrupuloso en lo espiritual, sucedió bruscamente el nuevo ideal de la Ilustración: de negocios, de compañías por acciones. Las Indias dejen de ser el escenario de un intento evangélico para convertirse en un codiciable patrimonio.
No se vio que la pérdida de la misión espiritual implicaba la disolución del Imperio y por ello la separación de los pueblos hispanoamericanos. La España que veían los americanos de la mitad del XVIII a través de los virreyes y funcionarios no era ya la que los predicadores habían exaltado y mucho menos la del testamento de la reina Isabel.
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Bajo el reinado de los últimos Austrias, cuando España, “pueblo elegido de Dios”, “yema del mundo”, “madre de naciones”, era combatida por todos los países, fue perdiendo aquella lozanía fecunda que la había hecho ser la potencia más grande y temida del siglo XVI.
La Hacienda empobrecida y desiertos los campos, agotada la nación por las guerras, disgustado el pueblo por las constantes peticiones de subsidios. La decadencia comenzó bajo Felipe IV; enrolada España en la guerra del los Treinta años escribe en nuestra historia el triste episodio de Rocroy. El Tratado de Munster entre España y Holanda y el de La Haya de 1661 arrebataron a nuestra Patria las Provincias Unidas. El Tratado de los Pirineos con Francia (1659) nos arrebató el Artois, Luxemburgo, plazas de Flandes, el Rosellón y la Cerdaña. Portugal se independiza.
¿Qué está ocurriendo? La zozobra desde mediados del siglo XVII se transforma en preocupación por el ser mismo de España. Ahora ya se pasa a preguntar “qué somos”, “qué es España y qué es ser español”: desde entonces el ser de España pasa a ser tratado como “problema” por los grandes escritores y tratadistas políticos.
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Todo el pensamiento español del Siglo de Oro arranca de la más severa ortodoxia monárquica y católica. En el siglo XVI, al romperse la unidad de Europa con el Renacimiento y el Protestantismo, España se aparta del rumbo cultural de las demás naciones europeas y se aísla, llegando a una homogeneidad de pensamiento característica.
Desde fines del siglo XV hasta finales del XVII, es España maestra del orbe, guión de grandeza, con imperio de ideas, instituciones, costumbres, modas e influencias. “Compenetración de clases sociales, unidad al servicio de un ideal religioso y político, fe en su destino providencial, optimismo en sus empresas heroicas; eso es España en nuestro Siglo de Oro. Esto y una teoría inmensa de santos, teólogos, místicos, ascetas, historiadores, legistas y maestros de todas las ciencias”.
En la Filosofía serán gloria de España Vitoria y Suárez, padres del Derecho internacional y de la Filosofía del Derecho; Valencia, Báñez, Lugo, Molina, Toledo, Fox Morcillo.
Como cronistas brillarán Guevara y Mexía; como historiadores, Sandoval, Florián de Ocampo, Ambrosio de Morales, Zurita, Moncada, Mariana, Melo, Oviedo, Bernal Díez del Castillo, Gomara, Herrera, Solís etc.
En Literatura, la confianza ascendente comienza en Nebrija, culmina en el soneto de Hernando de Acuña, y culmina en Cervantes. Toda la “rica fabla de Castilla”, que asentó sus cimientos en las ruinas de las primeras hablas peninsulares, labró los rotos mármoles latinos, atavióse con la elegancia helénica, supo emular los apasionados acentos del Yemen, apacentó sus místicas ternuras en la sacra lengua de Israel, llena de tropos y aspiraciones, de sonidos misteriosos y guturales; imitó las melodías del italiano, pero sin perder nunca su ser propio, tomando las cosas foráneas para hacerlas suyas con invencible señorío, acomodándolas a su genio y virtud.
Con este arma se forja la grandeza de nuestra literatura, y los artífices se llamaron Boscán y Garcilaso, Sá de Miranda y Hernando de Acuña, Hurtado de Mendoza y Gutierre de Cetina, Fray Luis de León y la escuela salmantina con sus poetas, Herrera el Divino, Rioja, Arguijo, Jáuregui, Caro y demás vates de la escuela sevilana. Aragón dará a los Argensola y a Esteban Manuel Villegas; Valencia a Gil Polo; Granada a Espinosa y Espinel; Córdoba a Juan Rufo, Góngora y Céspedes, Madrid a Cervantes, Lope de Vega, Calderón y Quevedo.
La mística dará aromas al propio cielo con Santa Teresa y San Juan de la Cruz, con Fray Luis y sus seguidores.
Los pinceles de luz, gloria de España, los mueven Berruguete, Pantoja, el divino Morales, Juan de Juanes, Ribera, Zurbarán, Greco, Murillo y Velázquez.
El plateresco y Herrera con su severo arte, inspira a los arquitectos españoles. En el monasterio de El Escorial plasma Herrera en dura piedra de la meseta castellana el alma de Felipe II y la unidad de España, a la que prestan guardia la luz y el cielo y el paisaje.
Con Berruguete comienza la serie de escultores nacionales cuyas producciones culminan en la imaginería castizamente española. Llamas espirituales son sus tallas, en idéntica ascensión que en sus lienzos enciende el Greco. Después de él vendrán Becerra, Gregorio Hernández, Martínez Montañés y Alonso Cano. Junto a ellos destacarán también los orfebres famosos de custodias, como la estirpe de los Arfe; los Becerril, con sus obras góticas unas, platerescas otras, herrerianas éstas, y los ceramistas y los artífices de las artes suntuarias; casullas y toda serie de ornamentos que pueden agruparse en torno a la gran figura de Fr. Francisco de Sigüenza.
En los coros de las catedrales resuenan las melodías de Tomás Luis de Vitoria, de Guerrero, Salinas, del maestro Morales, y en los salones los grandes vihuelistas como Luis Milán, Narváez, Daza, Espinel; y los organistas Cabezón, Fr. Tomás de Santa María, Cabanillas, etc.
Todos, éstos y aquéllos, brotan floridos de un tronco recio: El genio y la huella de España.
En lo político, la época expone su verdadero sentido. El moderno Derecho político exige el servicio, la obediencia en nombre de una disciplina casi cuartelera. El cadáver obediente que ahora demanda el Derecho público es un cadáver rígido; obedecemos hoy a leyes sin justificación trascendente, a instituciones sin prestigio divino. España, por sus pensadores imperiales, ensayó a tiempo salvar la obediencia en el seno de la dignidad; España realizó como nadie la concordia de la libertad y de la autoridad.
En lo jurídico no puede hablarse ya de Derecho castellano ni leonés; el Derecho territorial ha ido triunfando sobre el local, que se había reducido a ordenanzas. Este Derecho exigió una sistematización en las Ordenanzas Reales de Castilla (Ordenamiento de Montalvo). En el siglo XVI por sucesivos encargos de Carlos I y de Felipe II preparanse nuevas sistematizaciones como la Nueva Recopilación (1567), y Las leyes de Indias de 1680.
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ALABANZAS
Numerosas y de calidad son las alabanzas que se dirigen a la España del Imperio y con características varias según el tiempo en que se escriben: las que alaban por las glorias que viven; y las que loan por las que recuerdan, en la decadencia. No puede hacerse catálogo erudito ni menos enumeraciones de todas ellas ni de los libros en que aparecen durante estos siglos.
Desde la ‘Apología’ de Matamoros hasta las polémicas de Quevedo, pasando por la ‘constancia de la fe y aliento de la nobleza española’ de Cortés Ossorio y tantas otras, el elogio de España se hace, unas veces para ejemplificar y otras para alentar a los que viendo cuánta fue nuestra grandeza y nuestra postración se entregaban al ocio y a la inacción, persuadidos que todo era inútil. La conciencia de nuestra grandeza y el concepto de nuestra unión histórica rebosa durante todo el XVI, y cuando las guerras que trajo consigo la Casa de Austria de llega hasta el engreimiento: Matamoros, con su célebre ‘Apología’ se extiende en el fecundo reguero de la tradición isidoriana, y su puñado de flores retóricas es una exaltación de la cultura nacional:
¡Aplaude alegre, belicosa España!
¡Tus ámbitos hoy llene de alegría!
Es honor de las musas y morada
De las Gracias, este ínclito hispalense.
que Febo, generoso, te ha otorgado
para que encienda la extinguida lámpara
de la Oratoria que con él revive.
Del brillante alegato humanista se pasará al libro que se opone al ataque foráneo o al libelo político infamante, y será también el tratado de filosofía política que corrige la discrepancia doctrinal, como la ‘Política española’ de Fr. Juan de Salazar. Ese doble carácter de reacción política y de apología de la cultura tendrán los escritos y alabanzas de Quevedo, Solórzano, Alamán, Cabrera, etc.
Alabanzas puras entonadas con la exaltación de lo muy amado las escribirán el Dr. Mota, Fernando de Herrera, Suárez de Figueroa, Lope de Vega, Bernardo de Balbuena, acompañadas de algunas plumas extranjeras como las de Castiglione, Soranzo, Nicolai, Badoaro, Branthome etc. Los predicadores tienen también elogios parciales para indicar, casi siempre, algún defecto contrario que quieren corregir.
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Tipos de este periodo son:
La Santa.
La línea de santidad española henchida de fuego y ardor cristianos llega también a la mujer española a través de un confesor como san Pedro de Alcántara, “santo hecho de sarmientos, a fuerza de rezar y de sufrir”, que hizo de la humildad el criterio fundamental de la vida de perfección, a Teresa de Jesús, “serafín del Carmelo, monja extática y visionaria que fue sembrando España de conventos”. Mientras en Europa se piensa en salirse el hombre del dominio de Dios y de su Iglesia, en España hay una mujer, monja andariega que, por caminos y ciudades , organiza una leva de gente que quiere vivir para el Señor en vida de oración y penitencia.
El Santo.
Es caridad y misericordia, en un Juan de Dios; longanimidad en la limosna, paladín de la misérrima pobreza como Tomás de Villanueva; ángel de la caridad, holocausto de mansedumbre como Juan de la Cruz; es Luis Beltrán, “el fraile de Dios”; Toribio de Mogrovejo, floreciendo en Lima; Francisco Solano, apóstol del Perú; pascual Bailón, el pastorcillo santo; José de Calasanz, inspirador de los más sólidos principios educativos; Juan de Ávila, maravilla de elocuencia; Juan de Ribera, patriarca de Valencia...
Si vacila la misma Cristiandad en su más íntima esencia y hay que restaurarla por la disciplina, restaurando también la jerarquía, surge un Ignacio de Loyola, que concibe el espíritu como arquitectura. Orden militar de combate es la que funda ese capitán español con su bandera para defender el Imperio católico de España contra los herejes; y tal grandeza alcanzará la “Compañía” que sus hijos serán consejeros de príncipes y sabios. Dio grandes santos como San Francisco Javier, San Francisco de Borja, San Alfonso Rodríguez, San Pedro Claver; en Italia a San Luis Gonzaga y a San Carlos Borromeo. Dio teólogos como Francisco Suárez, Salmerón, Molina, Pereira, Belarmino; historiadores como Mariana; inspiraciones de artistas como las de Bernini y Murillo. Arquitectura como la de la Clerecía salmanticense... Y en el Concilio de Trento esa bandera de San Ignacio fue la imperial de España, levantada ante el mundo para defender eternamente a Cristo.
El Teólogo.
La generación de la ciencia teológica en troqueles renacentistas es netamente española. Inicia el magno impulso Francisco de Vitoria, que representa el paso de la escolática al humanismo; Suárez y Melchor Cano fabrican el armazón y la cúpula de la obra. España afronta valientemente la gran trilogía cristiana del conocimiento: Metafísica, teología y mística.
La ciencia teológica española abarca tanto como nuestra dominación política. por Lyon, Amberes y Colonia marchaban nuestras ideas como por Sevilla, Barcelona y Salamanca. La teología protestante es sojuzgada por la cultura teológica española en Jena, en Colonia, en Wurzburgo, en Maguncia, en Ingolstadt, en Viena, en Praga, en Leiden... Hablaba Huarte de San Juan de “la charla, la vanilocuencia y parlería de los teólogos alemanes, flamencos, ingleses y franceses” que, comparados con los nuestros eran bien poquita cosa.
Nuestros teólogos, con ser mucho como científicos, por su rotundidad, gallardía, independencia y erudición, valen más como hombres: “No hablaban sino como sentían, no sentían sino como vivían y no vivían sino como quienes eran”. Fueron hombres de una sola pieza, forjados en el lema de Pinciano: “Menester es el hombre entero”.
Antes que servidores de una idea eran cruzados de una causa. En lo profundo y vital de su pensamiento radica la solución a los graves problemas de la culpa, la redención, la predestinación y la gracia. Fueron caballeros de Cristo y dedicaron su esfuerzo a la conquista de almas para él. Nombres: Arias Montano, Diego Laínez, Domingo de Soto, Salmerón, Melchor Cano, Carranza, Covarrubias...
El Misionero.
El español sabe que el mundo es lucha y que en él tiene una misión. El genio religioso de España organizó como ningún otro pueblo las batallas contra infieles y anticristianos, o para llevar la palabra de Dios a todo el orbe.
Si en los tiempos pasados las fronteras de España fueron defendidas con la espada y la cruz por un Raimundo de Fitero y su Orden de Calatrava, y después por las de Alcántara, Montesa y Santiago; si san Vicente Ferrer convirtió a los judíos con sus palabras de amor; si los caminos y los peregrinos eran defendidos por un Domingo de la Calzada; si los cautivos fueron amparados por un Domingo de Silos, un Raimundo de Peñafort o un Pedro Nolasco, en esta época, que ahora se centra en la Acción, nacerán españoles que se dispersan por mundos lejanos: un Francisco Javier, evangelizador del Japón y de la India; un Andrés Urdaneta, en Filipinas; un Pedro Pérez en Abisinia, y los infinitos misioneros que llenan de gloria y de tumbas el suelo de América; el santo Pedro Claver y el obispo Zumárraga en Méjico; Toribio de Mogrovejo en el Perú; el P. Ancheta en el Brasil, san Luis Beltrán etc.
El Capitán.
Tendrá un nombre que resuma los antiguos ‘claros varones’ medievales: pelea en varias partes del mundo ganando batallas, y su figura adquiere el halo romántico como un Amadís o un verso itálico de Garcilaso. Abundaban en el ejército que tal empresa realiza los nobles y caballeros ilustrados que impusieron sus modales y el trato decoroso entre ellos y los soldados que mandaban.
Decía Maquiavelo que el ejército de España no tenía más señor supremo que la Patria y un espíritu individual desconocido para los demás. Capitanes de tal ejército son un Gonzalo de Córdoba, un Antonio de Leiva, un Requeséns, un Sancho Dávila...
El Conquistador.
Tal vez sea ésta la figura más recia de los prototipos españoles. Todos cuantos a Indias partieron llevaban en sus venas sangre de caudillos. Como una cosecha única brotaron sobre el suelo de España cientos de ellos que, guardando el recuerdo de su patria nativa fundaban la Nueva España (Méjico), Nueva Granada, Guadalupe, Montserrat, Medellín. Para más compenetrarse el conquistador aprenderá la lengua nativa, se casará con india para crear una nueva raza y será paridor de normas sabias y cristianas.
Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa, realizan descubrimientos y minian mapas como joyas. Vasco Núñez de Balboa se adentra en el Pacífico, Magallanes rodea América del Sur, y Sebastián Elcano cerca el mundo entero. Hernando de Soto y Coronado llegan a Norteamérica; a Panamá, Pedrarias Dávila; a Honduras, Cristóbal de Olid; a Guatemala, Pedro de Alvarado; a Yucatán, Francisco de Montejo; al Plata, Díaz de Solís, al Amazonas, Francisco de Orellana; a Bogotá, Jiménez Quesada. Pero los tres hitos señeros los alcanzarán Hernán Cortés en Méjico, Pizarro y Almagro en Perú y Pedro de Valdivia en Chile.
El Ingenio.
Al ingenio de esta época, sea poeta, novelista, filósofo, historiador, dramaturgo, etc. hiere corrientemente su imaginación los grandes acontecimientos en los que se exalta el poder de España. Brotan de él sonetos y canciones, novelas y narraciones, comedias y tragedias, modelos eternos de inspiración heroica y de riqueza imaginativa sin par. Serán Herrera y Lope, y Calderón y Cervantes, y Quevedo y Tirso, y las voces incontables de todos los ingenios españoles de estos siglos.
El Artesano.
El antiguo ‘Colegio’ romano o sindicación continúa en la Edad Media, y a la sombra de los castillos y de los monasterios se van formando ‘las familias de criazón’, que transmitirán como un rito religioso las prácticas de los oficios. De esas familias se forman los gremios, con fueros y ordenanzas, y sus grados de maestro, oficial y aprendiz, su cabildo o consejo y sus jurados. Y allí surgen para gloria de España, los componentes de aquellos gremios que se llamarán de boneteros, boteros, candileros, de sombrereros, orfebres, relojeros, plateros...
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
ALABANZAS DE ESPAÑA:
304
“¡Oh, nuestra querida y muy amada hermana, la que tantos nobles y gloriosos hijos ha llevado en su vientre y tan altos clérigos y filósofos hubo de lactar de sus pechos, de quienes todo el mundo se tiene hoy suficientemente iluminado!
JUAN MOLINET, ‘Templo de Marte’ 1517.
305
“Carlos es sólo en la tierra rey de reyes, pues recibió de Dios el imperio. Este Imperio es continuación del antiguo, y como dicen los que loaron a España que, mientras las otras naciones enviaban a Roma tributos, España enviaba emperadores, igualmente ahora vino el imperio a buscar el emperador a España, y nuestro rey de España es hecho, por la gracia de Dios, rey de romanos y emperador del mundo. Este Imperio no lo aceptó Carlos para ganar nuevos reinos, pues le sobraban los heredados, que son más y mejores que los de ningún rey; aceptó el Imperio para cumplir las muy trabajosas obligaciones que implica, para desviar grandes males de la religión cristiana y para acometer la empresa contra los infieles enemigos de nuestra Santa Fe Católica, en la cual entiende, con la ayuda de Dios, emplear su real persona. Para esta tarea imperial España es el corazón del Imperio; este reino es el fundamento, el amparo y la fuerza de todos los otros. Por eso, Carlos ha determinado vivir y morir en este reino, en la cual determinación está y estará mientras viviese. El huerto de sus placeres, la fortaleza para defensa, la fuerza para ofender, su tesoro, su espada, ha de ser España.”
OBISPO DR. MOTA, ‘Discurso en las Cortes de La Coruña’ 1520.
306
“¡Oh feliz nación española, cuán digna eres de loor en este mundo, que ningún peligro de muerte, ningún temor de hambre ni sed, ni otros innumerables trabajos han tenido fuerza para que hayáis dejado de circundar y navegar la mayor parte del mundo por mares jamás surcados y por tierras desconocidas, de que nunca se había oído hablar; y esto sólo por estímulo de fe y de virtud, que es por cierto una cosa tan grande que los antiguos ni la vieron ni la pensaron, y aun la estimaron imposible.”
NICOLÁS NICOLAI, ‘L’Art de Naviguer’ 1554.
307
“De España con alta voz y noble aliento
Cantaré los triunfos y victorias
Y daré entre su honor y eterna gloria
Al valor vuestro insigne igual asiento.
Mas un dulce esplendor, un cerco de oro
Que en crespas hebras arde, una armonía
Y gracia que florece y orna el suelo,
Una belleza a quien suspenso adoro,
Impide esta altiva empresa mía,
Y en su furor me llevan hasta el Cielo.”
FERNANDO DE HERRERA, ‘Soneto al conde de Gelves’.
308
“¡Oh, gloriosa España, numerosa de gente, poderosa de armas, maestra de guerras, rica de perlas y de oro, abundante de vituallas, copiosa de todas las cosas, más copiosísima de devoción, de santidad, de religión y de fe!
¿Y de dónde te ha nacido tanta gloria, España? Destos católicos reyes –responde la agradecida España, contenta por su bien, llorosa por su ausencia- y desta santa torre y deste divino tribunal.”
FR. JUAN LÓPEZ SALMERÓN, ‘Honras de Felipe II’ en la iglesia de Santiago de Logroño. (1601)
309
“Nunca ha habido en España tantos y tan grandes letrados, teólogos y juristas y de todas las facultades; nunca tanto libro sacado a la luz, y nunca los hombres doctos y eminentes han sido tan favorecidos y premiados; y sobre todo, nunca las religiones tan reformadas en este reino ni en tanto punto de observancia como lo han estado y están por el patrocinio y providencia de nuestro rey, que no se puede decir la puntualidad con que a esto se acudía”.
FR. ALONSO CABRERA, ‘Honras de Felipe II’ en Santo Domingo el Real. (1601)
310
“¡Oh España noble! ¡Oh nobles y valerosos españoles! ¡Y cuánto daño hace y ha hecho en nuestros reinos el ocio! Para la valentía antigua de España muy dañosa ha sido la paz en ella...
Fue España antiguamente la más florida de cuantas naciones ha tenido el mundo. Y el ocio y la larga paz dio con ella al traste, pues sabemos que cuando los alárabes entraron en España apenas hubo quien osase esperarlos, sino que todos en aquella ocasión volvieron las espaldas. Y así fue muy para sentir que aquellos que, según Trogo Pompeyo y Justino, se preciaron tan de capitanes; aquellos tan diestros en las armas que, por serlo, pudieron ser maestros de un Aníbal; aquellos tan enseñados a pelear que “si extranens deest, domi hostem quaerunt”, porque aman tanto la guerra que faltándoles con quien pelear, pelean entre sí mesmos (y así dijo Tito Livio que sobre todas las naciones eran los más aparejados para la guerra los españoles); aquellos que siendo los primeros conquistados del poder del Imperio romano, fueron vencidos los postreros; aquellos de quien dice Celio Rodiginio que habiéndoles quitado Porcio Catón las armas, se mataron a sí mismos por no vivir sin ellas; aquellos de quien fue preso el rey Francisco de Francia en la batalla de Pavía y de quien dijo, viendo que los mancebos sin barbas ceñían espadas: ¡Dichosa España que pare los hombres armados!; aquellos de quien dicen las leyes de Partida: ‘E los españoles, que fueron siempre muy sabidores de la guerra e mucho usados de fecho de armas’; y al fin, aquellos de quien confiesan los extranjeros que la virtud de la guerra está en ellos, y de quien hubo tan ilustres blasones, hazañas tan célebres y mil libros llenos de la gloria de sus victorias: ésos, por la paz y ocio en que vivían, volvieron un tiempo las espaldas”.
FR. MIGUEL PÉREZ DE HEREDIA, ‘Historia de la valerosa y discreta Judit, Trat. I” (En el Libro de sermones de Santos, Salamanca, 1605).
311
“España, madre universal y apacible acogimiento de extranjeros, más que de sus naturales.”
LUGO Y DÁVILA, ‘Teatro popular’.
312
“¡Oh España generosa, qué entrañas tan de madre tienes para todos, qué corazón tan magnánimo! No son menos altivas las naciones en tu distrito que en los suyos propios. ¡Cuántas amistades reciben, cuántas medras, cuántos aumentos sacan de tu caudal!
C. SUÁREZ DE FIGUEROA, ‘El Pájaro’.
313
“Rompa con dulces números el canto
De alguno, al son de la confusa guerra,
Entre el rumor del escuadrón que cierra
El silencio a la voz y a Juno el manto.
Cante las armas de Fernando el Santo,
O el de Aragón en la nevada sierra;
Del duque Albano en la flamenca tierra
Y del hijo de Carlos en Lepanto.
Otro cante a Cortés, que por España
Levanta la bandera sobre el polo,
Que cuando nace el sol, de sombras baña;
Que yo, Lucinda, si me ayuda Apolo,
Aunque vencerme tú fue humilde hazaña,
Nací para cantar tu nombre solo.”
LOPE DE VEGA, ‘Soneto’.
314
“¿En qué región del mundo sus banderas
No han de dar sombra, y asombrar el mundo?
En Persia, África, Arabia, y las postreras
Islas que ciñe y bate el mar profundo?
Oh venturosa España! si tuvieras
De tus Eneas un Marón segundo,
O a tus nuevos Aquiles un Homero,
¡Cuán poca envidia hubieran del primero!
Tus verdades exceden sus ficciones,
Y tu ordinario estilo a sus portentos,
Y en descubrir y hallar nuevas regiones
A los mas arrojados pensamientos:
En fe y lealtad, las bárbaras naciones,
En letras, en virtud, y entendimientos
Cuantos la Grecia y el Egipto encierra,
Y en armas todo el resto de la tierra.”
BERNARDO DE BALBUENA (1562-1627), ‘El Bernardo’.
315
“Es, España (si valgo para cosmógrafo de cosa tan insigne) la yema del mundo, la cabeza de las armas, el compendio de las letras, la fuerza de los ingenios, la monarquía mas poderosa, el poder mas extendido, el valor mas arraigado, señora de las naciones, sujetadora de imperios, vencedora de cuantos se oponen a su grandeza, columna de la Iglesia, defensión y propugnáculo de la religión; y en suma, por concluir en breves razones, la que no tiene superior y todas son sus inferiores.
Es su rey el mayor monarca, a cuyos hombros apoya la Cristiandad, en cuya corona comprehende los dos mundos, cuyas armas ven los dos polos, cuyas águilas, tusón y vellocino, ni tienen segundos, ni conocieron primeros. Es en valor invencible, en poder insuperable, en grandeza primero; y en suma, honra grande del mundo que sea su cabeza, y que con mas fidelidad que Alejandro Magno, no solo sea señor de un mundo, mas del viejo y nuevo. Es en riqueza el mayor, el más grande señor que hay ni ha habido debajo del cielo, y mama las tetas de oro de las dos Indias orientales y occidentales.
¿Adónde hay nación ni lugar que no reverencie el nombre de España, no se espante de sus hechos, no alabe su monarquía, no envidie sus triunfos y no engrandezca sus hazañas, no tema los filos de sus armas, se atreva a levantallas en competencia?”
MATEO ALEMÁN (1547-1615), ‘Guzmán de Alfarache’.
316
“Si, según la sentencia de Aristóteles, sólo el hallar o descubrir algún arte, ya liberal o mecánica, o alguna piedra, planta u otra cosa que pueda ser de uso y servicio a los hombres les debe granjear alabanza, ¿de qué gloria no serán dignos los que han descubierto un mundo en que se hallan y encierran tan innumerables grandezas? Y no menos estimable es el beneficio de este mismo descubrimiento habido respecto al propio mundo nuevo, sino antes de muchos mayores quilates, pues además de la luz de la fe que dimos a sus habitantes, les hemos puesto en vida sociable y política, desterrando su barbarismo, trocando en humanas sus costumbres ferinas y comunicándoles tantas cosas, tan provechosas y necesarias como se les han llevado de nuestro orbe y, enseñándoles la verdadera cultura de la tierra, edificar casas, juntarse en pueblos, leer y escribir y otras muchas artes de que antes totalmente estaban ajenos.”
JUAN DE SOLÓRZANO PEREIRA (1575-1655), ‘Política indiana’ (1648)
317
“1. Aunque es justo y grande el amor de la patria, y suele causar que cualquiera desee y procure aventajarla a otras y engrandecer sus proezas, poco necesitamos de trabajar en esto los naturales de España, pues Dios la dotó de tantas, como es notorio lo conceden aun los extranjeros más envidiosos.
2. Pero cuando sus glorias no hubieran sido tales y tantas por lo pasado, nadie le podrá negar con razón y justicia, la mucha que se le debe por el descubrimiento y conversión de este Nuevo Hemisferio, en que se han hallado tantas tierras y mares, tantas gentes, animales, riquezas, árboles, yerbas, drogas y otras cosas de precio y provecho como se han referido y considerado una por una infinitos autores, confesando, que por mucho que dicen, quedan todavía cortos en alabarlo. Yo apuntaré con brevedad algunas , que puedan servir como de argumento o ejemplo de otras, que de ellas se van derivando.
3. Y sea la primera, la excelencia, valor y constancia que nuestros españoles han tenido y mostrado en tantas y tan repetidas, dilatadas y peligrosas navegaciones y peregrinaciones como por Mar y Tierra han hecho en estos descubrimientos. Porque aunque no falta quien haya querido poner en disputa si es bueno en navegar y peregrinar, y si se merece gloria y alabanza por esto, lo cierto es que encaminándolo a fines útiles y honestos, siempre se ha tenido por necesario y loable, y hecho particular estimación de los que en esto se han aventajado, como le resuelven otros que mejor sientan.
4. Y esta alabanza, aunque ya de tiempo antiguo se comenzó a dar a los nuestros por inclinados a emprender hazañas valerosas, acostumbrados a las armas y cosas arduas, buscando cómo emplearlas en ellas por mar y por tierra, y sin saber contenerse ociosos dentro de la suya después de las navegaciones, de que voy hablando, se les da y se les debe dar con elogio y encomios; afirmando los que las tratan que así castellanos como portugueses se han aventajado en ellas a Hércules, Baco, Osiris, Alexandro, tirios y cartagineses, y a todos cuanto por éstos fueron celebrados y venerados por la antigüedad, y por encarecerlo más a sí mismos, pues nadie se hallará que haya alcanzado mayor pericia o destreza en el navegar, ni se haya engolfado en mares no conocidos; antes reputados por innavegables e inaccesibles, ni atrevídose con tan poca gente a reconocer tantas islas, y tantas y tan remotas, y nunca por otros pisadas provincias y regiones de tierra firme.
5. La segunda razón para asegurar los méritos de esta gloria, podemos tomar justificación del gran beneficio que al Mundo Antiguo se le ha recrecido en darle tan cumplida noticia de este Nuevo y de sus muchas provincias, habitadores y pobladores, dejándole el paso franco para ir aún descubriendo más cada día, como va aconteciendo. Cosa que no se hallará otra nación que lo haya hecho, como pía y gravemente lo considera Thomás Bozio y otros autores.
6. Porque, si según sentencia de Aristóteles y de Cicerón, sólo el hallar o descubrir algún arte, ya liberal, o mecánica, a alguna piedra, planta y otra cosa que puede ser de uso y servicio a los hombres, les debe granjear alabanza y muchas veces les ha adquirido nombre y veneración de divinos, como a Ceres, porque halló el trigo; a Hércules, porque metió en Grecia el álamo blanco; a Pixidoro Pastor, el mármol en el Campo Efesino y a otros muchos de que hacen mención las historias a cada paso. ¿De qué gloria no serán dignos los que han descubierto un mundo en que se hallan y encierran tan innumerables grandezas y riquezas? ¿Un cielo con tan nuevas y diferentes estrellas. De que como en profecía hablo el Dante aun antes de nuestras navegaciones diciendo que hacia el Polo Antártico se hallarían cuatro en lugar de la cinosura.
Jo mi volsi a man destra, eposimente
Ale altro Polo, vidi quatro stelle;
Non viste mai fuог che la prima gente.
¿Y los que nos pusieron en desengaño de que se podía con certeza navegar y pasar el Océano, y que se vive suave y templadamente debajo de la tórrida zona? consideración que la hallo en un autor bien poco afecto a nuestra Nación.
7. Y no es menos estimable el beneficio de este mismo descubrimiento habido respecto al propio Mundo Nuevo, que descubrimos, sino antes de muchos mayores quilates, pues de más de la luz de la Fe, que dimos a sus habitadores, de que luego diré, y les hemos puesto en vida sociable y política, desterrando su barbarismo, trocando en humanas sus costumbres fierinas, y comunicándoles tantas cosas, tan provechosas y necesarias como se les han llevado de nuestro Orbe, y enseñándoles la verdadera cultura de la tierra, edificar casas, juntarse en pueblos, leer y escribir, y otras muchas artes de que antes totalmente estaban ajenos. En que ya se ve, que asimismo no se hallará gente que tanto haya merecido del género humano.
8. Y que por el consiguiente debe corresponder a tal mérito condigna estimación y alabanza, pues no tienen las virtudes, y gloriosas y trabajosas hazañas otro premio, que las iguale según la doctrina de Cicerón. Y pues vemos que por menores efectos consagró, y tuvo por dioses el gentilismo a Baco, Castor y Pólux, Orfeo, Anfión y Mercurio tan celebrados por Horacio, y otros poetas.
9. En tercer lugar, aumenta mucho la excelencia y grandeza de nuestros gloriosos reyes y reinos de España el considerar lo que mediante la voluntad y disposición divina los han dilatado y la gran potencia y monarquía que han adquirido por el descubrimiento y conquista de este Nuevo Orbe.
10. Porque siendo cierto que antes tenían y gozaban en lo mejor de Europa tantos reinos y estados, como sabemos, y la gran parte que ocupaban de África y mayor del Asia con la dominación de la India Oriental, añadida ahora esta cuarta parte del mundo, si es que dignamente la podemos llamar así, pues sólo ella vence en grandeza, abundancia y riqueza a las otras tres, que antes se conocían, como ya lo dejamos advertido y probado, bien se deja entender que desde que Dios crió el mundo no ha habido Imperio que pueda compararse con el suyo, así en lo dilatado como en lo rico y lo poderoso. Como nos lo reconocen aun los escritores extraños, y con elegancia Bautista Guarini en el prologo o prefacio de su ‘Pastor Fido’, que hablando de nuestro rey de España dice:
Alacui Monarquia nascono i Mondi,
E como al Sol, che el Oriente sorge,
Produce il Mondo herbe, fior, fronde e tante
In Cielo, in terra, in Mar alme viventi,
Cossi al vostro possente, altero sole,
Che uscidal grande, e por voi chiaro Occaso,
Si veggon de ogni clima
Nascer Provincie e Regni,
Ecrescer palme, epullular trofei.
Avoi Monarca acui
Ne anco quando annota il sol tramonta.
A quien novísimamente sigue o imita fray Thomaso Stigliano en su ‘Poema del Mundo Nuevo’, Cant. I, diciendo así en su cuarta estanza u octava:
Diro in sieme in principio onde prodota
Fu la grandeza de suo istati tanti
Al Re Ispan, che Signore de le aurea flota
Piu Regnihá, che cittá gli alteri Regnanti
Al dominio del qual mainon se annota,
Poi en el sol per girar datuta, y canti,
Non pude in parte del Cielo andar sa cui
Non veggia terre, e sudditi dilui.
..............
12 Y que le son inferiores los de la China, con ser tanto lo que le escribe de su grandeza, y también la monarquía de Roma en el tiempo de su mayor pujanza... por que se le aventaja la nuestra veinte veces más...
13. Y se verifica en los términos de su Imperio la distancia, que por vía de encarecimiento se suele decir en la Sagrada Escritura y en otros autores, de lo que hay del Cielo a la tierra, o de Oriente a Poniente, la cual cuanta sea, lo explica bien
después de otros Martín del Río.
14. Y queda corto el imperio de los persas que tenían por gloria tener agua de todos los ríos...
15. Y el de Virgilio y Claudiano, que les pareció habían dicho mucho en decir que el cetro de Roma medía el Océano y su fama y riqueza se terminaba con las estrellas. Porque el nuestro pasa al otro Océano del sur, nunca conocido por los antiguos y da vuelta entera por todo lo que el sol gira y en él se verifican con más propiedad y verdad los versos de Ovidio, en que dijo lisonjeando a Roma que no tenía Júpiter adonde extender la vista que excediese los límites de su imperio....
17. La cuarta razón, que debiera ser la primera, o bastar sólo para conocer la gloria y excelencia de los reyes y reinos de España por los descubrimientos y conquistas de que tratamos, podemos tomar del gran cuidado y piedad con que siempre han procurado que los bárbaros infieles de este nuevo Orbe viniesen en verdadero conocimiento de Dios y de su santo Evangelio, de que tan remotos estaban, y se incorporasen en el cuerpo y gremio de la Iglesia Católica Romana. De suerte que en solo un siglo le ha dado nuestra diligencia más hijos y fieles en Cristo que cuantos se pueden contar con los pasados. Como también lo reconoce y encarece Tomás Bozio en varios lugares de sus doctos escritos...
18. ...Y mucho más las encarecidas palabras de Alano Copo, en que se arroja a decir que ha sido tan grande el beneficio que Dios nos hace a todos, y especialmente a su Iglesia, en descubrir este Nuevo Orbe, y reducirle a su Fe verdadera, que no le parece se hallará otro mayor ni más ilustre en divinas y profanas letras, fuera del de la Creación del Mundo y Encarnación del Verbo Divino.
19. Y el mismo Thomas Bozio con su religiosa prudencia, hizo esta otra ponderación
piadosa, de que mediante esta conversión no hay hora del día ni de noche en que se estén diciendo y celebrando misas, cantando salmos y alabanzas a Dios; respecto de que cuando en unas partes de las provincias católicas amanece, en otras anochece...
20. Y otros hay que no menos advertida que piadosamente ponderan que cuando los Reyes Católicos comenzaron este descubrimiento y conversión, acababan de expeler los moros de Granada, para que se vea que Dios los tiene como por propugnadores y propagadores de su Religión.
21. Y que asimismo sucedió esto cuando Lutero y otros herejes pervertían tantos fieles con sus malditas sectas en Alemania, como cuidando Dios que se les diese centuplicado en estas partes lo que se le quitaba en aquéllas...
22. Supuesto lo cual, bien se conoce si deben ser estimados y alabados los que con tanto celo, cuidado y gastos han trabajado en empresa tan del servicio de Dios; y que su Majestad Divina, teniéndole por muy agradable, se les ha querido premiar con dilatar y aumentar tanto el Imperio de los que tanto han propagado su religión.
23. Punto que tampoco le olvidó Thomas Bozio, ni otros muchos escritores católicos, que han mirado esas cosas con cristiandad, convenciendo de aquí a Maquiavelo, Bodino y otros herejes que se han atrevido a decir, que antes en procurar y guardar la fe y la ley cristiana, han enflaquecido y arruinado muchas repúblicas, contra los cuales escribió un elegante capítulo fray Juan Márquéz.
24. Pero qué no dirán éstos que siempre se están abrasando en envidia de las lustrosas y gloriosas acciones de los católicos, y en éstas es en lo que ella suele cebarse más de ordinario. Pues también han intentado morder y calumniar las que vamos considerando; sólo por decir que las obramos mas con el deseo y codicia del oro y plata que con el celo de propagar la ley evangélica...
25. Siendo así, que aunque no queremos ni podemos negar que mucha de la gente ordinaria iría a estas navegaciones y conquistas, alentada por ese cebo, en nuestros Católicos Reyes y en sus bien mirados caudillos siempre tuvo el primer lugar el de la conversión de las almas de los infieles, como lo descubre la piadosa oración y protestación que don Christóbal Colón hizo luego que puso pie en las primeras islas y tomó posesión de ellas. Y las cristianas y rigurosas instrucciones que se daban a todos los que se enviaban a todos descubrimientos....”
JUAN DE SOLÓRZANO PEREIRA, Política indiana’, Lib I, cap. VIII (1648)
Obra completa: Politica indiana - Google Libros
318
“¡Oh España valerosa, coronada
por monarca del Viejo y Nuevo Mundo,
de aquél temida, déste tributada!
.............
No es éste el bien mayor en que se gasta
la gloria de tu nombre, aunque éste solo
podía ser un clarín de inmortal casta,
Pues desde que amanece el rubio Apolo
en su carro de fuego, a cuya llama
huye el frío dragón revuelto al polo,
Al mismo paso que su luz derrama,
halla un mundo sembrado de blasones,
bordados todos de española fama.
Mira en los orientales escuadrones
de la India, el Malabar, Japón y China
Tremolar victoriosos tus pendones,
Y que el agua espumosa y cristalina
Del Indo y Ganges tus caballos beben,
Y el mote Imavo a tu altivez se inclina.
Y a tu espalda en las selvas de Tidoro,
De flores de canela coronada,
Arrodillado ante tu cruz el moro
¡Oh España altiva y fiel, siglos dorados
los que a tu monarquía han dado priesa,
y a tu triunfo mil reyes destronados!
Traes al Albis rendido, a Francia presa,
humilde al Pó, pacífico al Toscano,
Túnez en freno y África en empresa.
Aquí te huye un príncipe otomano,
allí rinde su armada a la vislumbre
de la desnuda espada de tu mano.
Ya das ley a Milán, ya a Flandes lumbre,
ya el Imperio defiendes y eternizas,
o la Iglesia sustentas en su cumbre;
El mundo que gobiernas y autorizas
te alabe, patria dulce, y a tus playas
mi humilde cuerpo vuelva o sus cenizas.
BERNARDO DE BALBUENA, (1562-1627) ‘Grandeza mexicana’.
319
“Ya de aquí se descubren las regiones
De la feliz y belicosa España,
Famoso reyno en las demas naciones,
Que la tierra encadena y el mar baña,
Cuya grandeza en todas ocasiones,
Si de la fama el crédito no engaña,
Única ha sido y es en cuanto encierra
De nobleza y valor en paz y en guerra.
.........................
"Paso, dixo Orimandro , que el intento
Mayor que me sacó de Persia un dia
Fué ver de España el belicoso asiento
Y asombros del valor que della oía;
Y pues se me ha venido tan á cuento,
Y sin buscarlo, lo que hallar quería,
Templad las velas, y volad despacio,
Que quiero ver de Marte el gran palacio.
........................
Y pues que vos por sabio, y por vecino,
Podeis darnos razon y luz de todo,
Gobernad el timon , y abrid camino
Por este ayre benévolo, de modo
Que yo os deba este gusto á que me inclino,
Y el contar su grandeza al reyno godo,
Y todos tres gozar en este vuelo
La magestad de tan heroyco suelo."
Así con blando y sosegado vuelo,
"¿Quien, señor, dixo, en tan pequeño rato
Del real valor deste invencible suelo
Darte podrá qual pides un retrato?
¿Quien de su clima, temple y paralelo,
Fertilidad , riqueza y aparato,
Decir podrá en palabras suficientes
Lo que á España se debe, y á sus gentes?
En lo mejor del habitable mundo
Como cabeza dél la asentó el cielo,
Combatida de un crespo mar profundo,
Que por tres partes ciñe el fértil suelo,
No en el clima tercero, ni el segundo,
Ni en el sexto , ni séptimo, en que el yelo
Con tal rigor sobre sus golfos baxa,
Que en rocas de cristal los trepa y cuaja.
............................
Penetrada con vientos de ambos mares
Conserva un ayre limpio y cielo sano,
Y de riquezas llena singulares,
No hay quien no tenga algunas de su mano:
No todas cosas dan todos lugares,
Ni el mundo es todo cuesta, ó todo llano:
La India envía marfil, la Arabia incienso,
Perlas el mar, y á él los rios su censo.
..............................
Por todo el mundo del empíreo cielo
Dones descienden de influencias varias;
Esta grandeza es propia deste suelo,
La otra de aquel, destotra las contrarias:
Aquí extraño calor, acullá yelo,
Cosas raras aquí, y allí ordinarias:
Solo los campos fértiles de España
Ninguna cosa tienen por extraña.
...........................
No engendra Ormuz mas fina pedrería
Que tu Puebla Moron y Caridemo,
Ni á las turquesas que Zamora cria
Llega el oriente en su mayor extremo:
A tus jaspes no igualan los que envía
El Paro, el Copto, ni el helado Hemo,
Ni á la miel de Beger, y la de Baza,
De Júpiter el nectar en su taza.
............................
Si á Colcos dio valor un vellocino,
Y fama en tantos siglos y naciones,
Por solo un lustre de oro peregrino
Que en sus guedejas daba reflexiones;
¿Quanto le exceden en precioso y fino
Del extremeño campo los vellones?
¿Y á las conchas de Tiro, y de sus riscos
La grana que se cuaja en sus lentiscos?
................................
Quanto al sustento y pompa es necesario
Sobre su noble tierra abrió camino,
El roxo trigo, el vino, el jaspe vario,
El lustroso azabache , el mármol fino,
El hierro duro, el cobre su contrario,
El liviano algodon, el blando lino,
El vivo azogue , el soliman y afeyte,
Y de Sevilla y Écija el aceyte.
.............................
En qué region del mundo sus banderas
No han de dar sombra y asombrar el mundo?
En Persia, Africa, Arabia , y las postreras
Islas que ciñe y bate el mar profundo:
¡ O venturosa España! ¡si tuvieras
De tus Eneas un Maron segundo,
O á tus nuevos Aquiles un Homero,
Quan poca envidia hubieran del primero!
............................
España dió al Imperio los mejores
Príncipes que ya tuvo en su gobierno,
Y en todas facultades mil autores
De soberana fama y nombre eterno:
Y no solo dió á Roma Emperadores,
Mas en los siglos de su parto tierno
Le abrió la zanja, y en feliz agüero
A su muro arrimó el terron primero.
De nadie mendigó favor humano,
Ni tras de la ambicion y zozobra
El mundo saqueó en rigor tirano,
Por rehacer su falta de otra sobra;
Y así en blason pondrá su rica mano,
"Nada me falta á mí, todo me sobra,
Todo lo doy, de todo soy barata,
Césares, Reyes, reynos, oro y plata."
.................................
Abuelo de Milon fué Claramente,
Fundador de la casa de Mongrana,
Puesta del Alpe en un soberbio monte,
Y él de la sangre y sucesion troyana:
De Deifovo nieto , que en Piamonte
Cetro tuvo y corona soberana,
Y fué de Franco Hector descendiente,
Y todos tres de la española gente.
Y aun yo, no tan de léjos, otra parte
De español tengo, no de poca estima:
Egilona, muger de Durandarte
Segundo, fué del Rey Vitiza prima:
Desta nacio mi abuelo Balisarte,
Que en España vivió , y en la honda sima
Del rico Tajo me crió, con gana
Que aprendiese la ciencia toledana.
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Subió tan alto el vuelo de su llama,
Que alumbró á España, y de su ardor sonoro,
Para eternas memorias de la fama,
Nuevo nombre compró á diluvios de oro;
El nombre es Pirineo, así se llama
Del fuego que dio al mundo tal tesoro,
Que á los fenices, y á su Rey Siqueo,
Hartar pudo la hambre del deseo.
Aquella altiva peña es la Collarda,
Y estotra de Sobrarbe la alta sierra,
Y la otra donde Atlante tuvo en guarda
A Rugero por miedo de la guerra:
Aquella estrecha senda blanca y parda
El real puerto de Andorra, en cuya tierra
Alemania clavó de limpio acero
Una memoria al siglo venidero.
Guipuzcoa es aquella que los gajos
Del Pirineo con sus pueblos trilla,
Haciendo de enriscados altibaxos
Murallas á los reynos de Castilla:
Vidaso corre allí, y por valles baxos
Soberbio al Olearso mar se humilla,
Ufano en dividir con su corriente
De la francesa la española gente.
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Entre el de Araxes y este helado rio
La antigua villa queda de Guetaria,
Las altas sierras y el asiento frio
De Arracilo y su cumbre en flores varia:
Álava allí y el noble señorío
De Vizcaya, que en costa solitaria
Su helado y crespo mar rodea y baña
La hidalga sangre del valor de España.
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El que allí da frescura y sombra á un prado
Es el árbol famoso de Garnica,
A oir reales consultas enseñado,
De extrangeros Pelasgos patria rica:
Allí de un pie descalzo, otro calzado,
Sus privilegios jura y ratifica
El que entra á ser señor, y de aquel modo
Cetro absoluto cobra, y mando en todo.
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Allí es Puentelareyna , y su ribera
De alegres roxos vinos abundante:
Aquí Estella y Tafalla acullá entera
La corva costa corre de levante:
La raya de Aragon es la primera
Que los Celtas con ánimo arrogante
Otro tiempo poblaron, y el tebano
Hércules les dió nombre de su mano.
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Aquella es Jaca, á quien fundó el tebano
Dionisio, y Huesca, donde un dia Sertorio
Hizo academia, y con rigor tirano
Degolló en otro todo su auditorio:
Aquel blanco arroyuelo es el Turiano,
Y allí en el Edetano territorio
Parece el pueblo de Teruel antigo,
Por su cabeza puesto y sano abrigo.
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Aquí está Perpiñan, de adonde el fuego
Del Pirineo asió primer centella,
Y la sima que abrio, y el pozo ciego,
Que rubias masas de oro dio á Marsella:
Gerona es la que allí se sigue luego,
Que el César ganó ahora , y puso en ella
Para adorno á su templo en bronce y oro
Divinos bultos de inmortal tesoro.
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Estos riscos bellísimos que al cielo
Con tantas puntas alzan la cabeza,
A quien rodean de cristal y yelo
El rio Lobregat y su aspereza,
Feliz reventacion del fértil suelo
Que preñado parió tanta belleza,
Son entre gajos de encrespadas peñas
De Monserrate las floridas greñas.
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Mas ya dexad esa manchada tierra
Por ver del ancho mar la costa brava,
Que á las ricas Asturias hace guerra,
Y en crespas olas sus arenas lava,
Donde el arado el oro desentierra,
O entre sus venas al cruzar se traba:
Tierra en el resto estéril y olvidada,
Y de sola esta hambre y sed buscada.
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Aquí está de Monsagro la ancha cueva,
Que al santo cofre que de Siria vino,
Por sacro relicario y guarda nueva
La dió Pelayo y su primado Urbino:
Y acá entre aquellas peñas, la que lleva
A todas en altura la de un pino,
Es Covadonga, humilde fortaleza,
En que hizo pie de España la braveza.
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De Orbion el cerro con su muerto lago,
De arboledas cercado resonantes,
Es el que allí con movimiento vago
Asombra en su quietud los caminantes,
Y á ver desciende el mauritano estrago
En torno de los muros mas constantes,
Que desde el mar de Calpe á su montaña
Contra la altiva Roma tuvo España.
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De aquí se arroja por Berlanga Duero,
Y de rosas nevado y de jazmines
A Osma baña y Gormaz , y en curso entero
De Aranda la ancha vega , y sus confines;
Y de rios cargado, mas ligero
Que por el mar Carpacio sus delfines,
Mejorado de pesca, del gran moro
Olid descubre el valle, y busca á Toro.
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Ved pues de Miño el cristalino curso
Con que busca la mar, y en su ribera
A Lugo y su muralla, que el concurso
De Roma la labró, y conserva entera:
Y en sus calientes baños el recurso
De la humana salud, que aun persevera
El muro argamasado y ricas termas,
De que cargaron sus riberas yermas.
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Aquellos ricos y altos chapiteles,
Y torres de follages coronadas,
Del Rey Alfonso y sus gallegos fieles
De nuevo en Compostela levantadas,
Arcos son, claraboyas y rejeles
Al gran Patron de España consagradas,
Cuyo cuerpo en pronóstico dichoso
Su Rey le descubrió en un bosque umbroso.
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Las dos Castillas, cuya fortaleza
Les dio el famoso nombre que hoy les dura,
Son las que allí dexando la aspereza
De las montañas buscan la llanura:
Esta es Segovia, donde la fineza
De Aragne en sus vellones mas se apura,
Y aquella la real puente de Trajano,
Y el Balsahin ó paraiso humano.
Fundóla el Rey Hispan de gente extraña,
Aunque en dichosa y favorable estrella,
Comenzó á tener nombre quando España,
Corriendo en esto por igual con ella:
Sigüenza es la que allí la vista engaña,
Pareciendo de lejos no tan bella,
Como un tiempo los Griegos, ó Almonides,
De muros la vistieron y de vides.
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Aquí al hondo raudal del rio potente
Jarama en verle tal los suyos lanza,
Dándole sin las aguas de su fuente
Las que de Henares y Tajuña alcanza:
De adonde con grandeza suficiente
Soberbio se derriba y abalanza
Hasta besar con reverencia y miedo
El pie de las murallas de Toledo.
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Y el pueblo humilde, á cuyos pies se eriza
De su crespo licor el rumbo hinchado
Que de álamos frondosos se entapiza
Sus sombríos sotos y florido prado,
Es Madrid, donde á España profetiza
Con limpia estrella el favorable hado
Que el tiempo le ha de dar de su tesoro
La monarquía del mundo en riendas de oro.
Quando aquel fértil monte, ahora inculto,
Haga gemir la ilustre pesadumbre
De un real alcázar que el soberbio bulto
Al mundo espanto dé y á España lumbre,
Y en pompa insigne del divino culto
La firme basa estribe en su techumbre,
Y sea contra el tiempo y la fortuna
De la Romana Iglesia la coluna.
¡O ya al futuro siglo prenda hermosa,
Donde de España, y de ambas las Castillas,
El rico tiempo en vuelta presurosa,
Eterno trono labra en tus orillas!
Desta que ha de venir edad dichosa
Mil años goces, goces de sus sillas,
Y aquellas magestades sacrosantas,
Que ya contemplo entre tus verdes plantas.
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Es cierto que arará este fértil llano
Isidro, un labrador, á cuyo zelo
De su milicia y pueblo cortesano
Yuntas que aren por él prestará el cielo,
Con que así Manzanares corra ufano,
Que su inmortal corona adore el suelo,
Y él levantada su gallarda frente,
Al Tajo humille, y crezca la corriente.
Con que en curso feliz vuelto al poniente
De Extremadura busca los rincones,
Y en porcelanas de barniz luciente
Talavera le ofrece ricos dones:
Ve de Almaraz la antigua y corva puente,
De Alconeta los arcos, los blasones
De Almonte, á quien Orlando quitó el brio,
Y él en herencia dió su nombre al rio.
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Mas ya volved la vista á la otra parte
De aquellos campos de texido acero,
A quien nombre dará el sangriento Marte
Con timbre ilustre al siglo venidero:
Calatrava y Montiel, en quien si el arte
De Merlin no se engaña, un Rey severo,
Que él allí llama tragadora arpía,
Morirá á manos de su hermano un dia.
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Aquí está Guadalupe, allí Truxillo,
Y acá su pueblo en opinion contrario,
Que el hado adverso al celestial caudillo
Pleyto á sus campos repartió ordinario:
Los arruinados muros de ladrillo
Que hizo Roma y deshizo el tiempo vatio,
Allí, si aun viva guarda su grandeza,
Mérida los levanta en la cabeza.
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Mas ya volved al reyno de Valencia
Los ojos, y á sus golfos de Levante,
Cuyos bellos jardines en presencia
Son de un mayo inmortal parto abundante:
Esta de su ancho Grao es la excelencia,
Y Guadalabiar el que triunfante
Se arroja al hondo mar, que entre sus olas
Rodea á Mallorca de islas españolas.
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Allí de Loja la sabrosa fuente
Sale alegrando al mundo, acullá Baza,
De un hondo valle, á su licor caliente
Florida forma y peregrina taza:
Guadix, que á los vergeles del oriente
En flores vence, tiene allí su plaza,
Con el rio de la vida al muro enjerto,
De almendras todo y de azahar cubierto.
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Allí están los alumbres de Marbella,
Y de su bella mar el firme puerto,
Ronda , y su Guadiaro rio con ella
Es el que cruza por allí encubierto:
La ciudad nueva de Algecira aquella,
Y aquel el paso que Hércules dio abierto
Con su fornida clava á los dos mares,
Y aquellas sus columnas y pilares.
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Entonces se verá, que aunque colgada
La tierra tenga el ayre, está sujeta
A ser de humanos pies toda pisada,
En firme globo de igualdad perfecta:
Y llegará esta edad de oro cargada,
El dia que España á hierro y fuego meta
La grave carga que ahora le hace guerra,
Y de una ley y un Dios haga su tierra.
Entonces sus banderas victoriosas,
Llevando al sol por relumbrante guia,
Tremolando darán sombras vistosas,
Donde se acaba y donde nace el dia:
Verán pueblos y gentes monstruosas,
Y descubriendo cuanto el mar cubria,
Podrán decir que hallaron y vencieron
Mas mundo que otros entender supieron.
Verán nuevas estrellas en el cielo,
Nuevos árboles, plantas y animales,
Y lleno un abundante y fértil suelo
De ricas pastas, de ásperos metales:
De perlas, plata y oro un dulce anzuelo,
Que con su cebo pesca hombres mortales,
De cuyo gran tesoro sus armadas
Cada año á España volverán cargadas”...
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BERNARDO DE BALBUENA (1562-1627), ‘El Bernardo, lib. XVI’. (año 1624)
‘El Bernardo’: Texto completo: El Bernardo - Google Libros
320
“La tierra y provincia de España, como quier que se pueda comparar con las mejores del mundo universo, a ninguna reconoce ventaja, ni en el saludable cielo de que goza, ni en la abundancia de toda suerte de frutos y mantenimientos que produce, ni en copia de metales, oro, plata y piedras preciosas, de que toda ella está llena. No es como África que se abrasa con la violencia del sol, ni a la manera de Francia, que es trabajada de vientos, heladas y humedad del aire y de la tierra; antes, por estar asentada en el medio de las dos dichas provincias, goza de mucha templanza; y así bien el calor del verano, como las lluvias y heladas del invierno muchas veces la sazonan y engrasan, en tanto grado que de España no solo los naturales se proveen de las cosas necesarias a la vida, sino que aun a las naciones extranjeras y distantes, y a la misma Italia cabe parte de sus bienes, y las provee de abundancia de muchas cosas; porque a la verdad produce todas aquellas a las cuales da estima, o la necesidad de la vida, o la ambición, pompa y vanidad del ingenio humano.
Los frutos de los árboles son grandemente suaves; la nobleza de las viñas y del vino, excelente: hay abundancia de pan, miel, aceite, ganados, azúcares, seda, lanas sin numero y sin cuento. Tiene minas de oro y de plata; hay venas de hierro
donde quiera, piedras trasparentes y a manera de espejos, y no faltan canteras de mármol de todas suertes, con maravillosa variedad de colores, con que parece quiso jugar y aun deleitarse los ojos la naturaleza. No hay tierra mas abundante de bermellón, en particular en Almadén se saca mucho y muy bueno; pueblo al cual los antiguos llamaron Sisapone, y le pusieron en los pueblos que llamaron oretanos.
El terreno tiene varias propiedades y naturaleza diferente. En partes se dan los árboles, en partes hay campos y montes pelados. Por lo mas ordinario, pocas fuentes y ríos: el suelo es recio, y suele dar veinte y treinta por uno cuando los anos acuden; algunas veces pasa de ochenta, pero esto es cosa muy rara. En grande parte de España se ven lugares y montes pelados, secos y sin fruto. peñascos escabrosos y riscos, lo que es alguna fealdad. Principalmente la parte que de ella cae hacia el Septentrión tiene esta falta: que las tierras que miran al Mediodía son dotadas de excelente fertilidad y hermosura. Los lugares marítimos tienen abundancia de pesca, de que padecen falta los que están en la tierra más adentro, por caerles el mar lejos, tener España pocos ríos, y lagos no muchos. Sin embargo, ninguna parte hay en ella ociosa ni estéril de todo. Donde no se coge pan ni otros frutos, allí nace yerba para el ganado, y copia de esparto a propósito para hacer sogas, gomenas y maromas para los navíos, pleita para esteras y para otros servicios y usos de la vida humana.
La ligereza de los caballos es tal, que por esta causa las naciones extranjeras creyeron, y los escritores antiguos dijeron, que se engendraban del viento: que fue mentir con alguna probabilidad y apariencia de verdad.
En conclusión, aun el mismo Plinio, al fin de su Historia Natural testifica que por
todas partes cercanas del mar, España es la mejor y más fértil de todas las tierras, sacada Italia. A la cual misma hace ventaja en la alegría del cielo y en el aire que goza, de ordinario templado y muy saludable. Y si de verano no padeciese algunas veces falta de agua y sequedad, haría sin duda ventaja a todas las provincias de Europa y de África en todas las cosas necesarias al sustento y arreo de la vida. Demás que en este tiempo, por el trato y navegación de las Indias, donde han a Levante y a Poniente en nuestra edad y en la de nuestros abuelos penetrado las armas españolas con virtud invencible, es nuestra España en toda suerte de riquezas y mercaderías dichosa y abundante, y tiene sin falta el primer lugar y el principado entre todas las provincias. De allí con las flotas que cada año van y vienen, y con el favor del cielo, se han traído tanto oro y plata y piedras preciosas, y otras riquezas para particulares y para los reyes, que si se dijese y sumase lo que ha sido, se tendría por mentira. Lo cual todo demás del interés redunda en grande honra y gloria de nuestra nación, y del que resulta no menos provecho a las extranjeras, a las cuales cabe buena parte de nuestras riquezas, de nuestra abundancia y bienes.”
PADRE MARIANA (1536-1624) ‘Historia General de España’
DEL NOMBRE DE ESPAÑA:
321
“Por cierta cosa se tiene haber Hispalo reinado en España después de los Geriones, y Justino afirma que de Hispalo se dijo España, en latín Hispania, trocada solamente una letra. Añaden otros que por su industria y de su apellido fundo Sevilla, que en latín se dice Hispalis: ciudad que en riquezas, grandeza, concurso de mercaderes, por la comodidad del rio Guadalquivir y por la fertilidad de la campiña, no de ventaja a ninguna otra en España. Dicen más, que por discurso de tiempo del nombre de Sevilla o Hispalis se llamó toda la provincia Hispania. San Isidoro atribuye la fundación de esta ciudad a Julio César, en el tiempo, es a saber, que gobernó a España, y dice que la llamó Julia Rómula juntando en un apellido su nombre y el de la ciudad de Roma, y que el nombre de Hispalis se tomó de los palos en que estribaban sus fundamentos, que hincaban para levantar sobre ellos las casas, por estar asentada esta ciudad en un lugar cenagoso y lleno de pantanos. Por ventura entonces la ensancharon y adornaron de edificios nuevos y grandes, diéronle otrosí nuevo nombre y privilegios de colonia Romana, pues es cierto que Plinio la llama colonia Romulense. Mas decir que entonces se fundó por primera vez carece de crédito y no hay argumentos ni autores que lo confirmen. Plutarco escribe que venido que hobo el otro Dionisio o Baco, es a saber, el hijo de Semele, a España, después que sujetó toda la provincia con armas victoriosas, uno de los compañeros que él mismo puso por gobernador de todo, por nombre Pau, fue causa de que toda la provincia primeramente se llamase Pania, después Spania, añadida una letra.”
PADRE MARIANA (1536-1624) ‘Historia General de España’
DEFENSA DE ESPAÑA:
322
“La poca ambición de España, bien que sean culpados los ingenios de ella, tiene en manos del olvido las cosas que merecieron más clara voz de la fama. Tal fue la ingratitud de sus escritores y el descuido, que pareció desprecio a los extraños, juzgando faltaba qué escribir y quién escribiese; y así padeció la reputación de todos, y sin duda hubieran perdido la memoria como la voz, si fuera en su mano el olvido como el silencio. Poco lugar dio la edad pasada, embarazada en armas, a más de curiosos deseos del ocio que hoy alcanzamos para que, agradecidos y
deudores dél, en pago demos a la eternidad los peligros con que nos compraron la paz, amiga de buenas letras. Hijo de España, escribo sus glorias. Sea el referirlas religiosa lástima de haberlas escuras, y no a ningunos ojos sea la satisfacción en divulgarlas... Bien sé a cuántos contradigo, y reconozco los que se han de armar contra mí; mas no fuera yo español si no buscara peligros, despreciándolos antes para vencerlos después.”
Ocasión y causas del libro.
No ambición de mostrar ingenio me buscó este asunto; sólo el ver maltratar con insolencia mi Patria de los extranjeros, y los tiempos de ahora de los propios, no habiendo para ello más razón de tener a los forasteros envidiosos, y a los naturales que en esto se ocupan despreciados. Y callara con los demás, si no viera que
vuelven en licencia desbocada nuestra humildad y silencio.
¿Qué cosa nació en España buena a ojos de otras naciones, ni qué crió Dios en ella que a ellas les pareciese obra de sus manos?
Paciencia tuve hasta que vi a los franceses con sus soldados burlando España, y vi a Josefo Escalígero por Holanda, hombre de buenas letras y de mala fe, cuya ciencia y doctrina se cifró en saber morir peor que vivió, decir mal de Quintiliano, Lucano y Séneca, y llamarlos Pingues isti cordubenses; y a Mureto, un charlatán francés, roedor de autores, llamar en un comento a Catulo, con el cual, en lugar de darle a entender a otros, muestra que él no le entendió, y lo confiesa así en muchas partes... Dice, pues en el prólogo, comparando con su veronés Catulo a Marcial español, y con Virgilio mantuano a Lucano el cordobés, no con pureza, que son sus poetas mejores, sino, blasfemo y desvergonzado, trata a Lucano de ignorante y a Marcial de bufón y ridículo y sucio, sólo por español; que el Mureto, de todos cuatro autores, para decir bien o mal, sólo entendió que los unos eran hijos de Roma y los otros de España.
Más me enojó ver que, cuando ligeramente pasábamos por estas cosas como buscando lo que más debíamos sentir, salió otro, atreviéndose a la fe y a las tradiciones y a los santos, y no quiso que Santiago hubiese sido patrón de España ni venido a ella. Y me espero a cuando otro escribirá que para los españoles no hay Dios: que un aborrecimiento tan grande y tan mal fundado no hará mucho en llegar a hereje un envidioso.
Llegóse a esto ver que, cuando aguardaban ellos a tan grandes injurias alguna respuesta, hubo quien escribió, quizá por lisonjearlos, que no había habido Cid; y, al revés de los griegos, alemanes y franceses, que hacen de sus mentiras y sueños verdades, él hizo de nuestras verdades mentiras, y se atrevió a contradecir papeles, historias y tradiciones y sepulcros con sola su incredulidad, que suele ser la autoridad más poderosa para con los porfiados. Y no sólo han aborrecido esto los mismos hijos de España, que lo vieron; pero hay quien, por imitarle, está haciendo fábula a Bernardo, y escribe que fue cuento y que no le hubo; cosa con que, por lo menos, callarás los extranjeros, pues los propios no los dejan qué decir.
¡Oh, desdichada España! ¡Revuelto he mil veces en la memoria tus antigüedades y anales, y no he hallado por qué causa seas digna de tan porfiada persecución! Sólo cuando veo que eres madre de tales hijos, me parece que ellos, porque los criaste, y los extraños, porque ven que los consientes, tienen razón de decir mal de ti. Demos que se halle un libro u dos u tres que digan que no hubo Cid ni Bernardo. ¿Por qué causa han de ser creídos antes que los muchos que dicen que los hubo? Si no es que la malicia añada autoridad, no sé cual tenga más; y cuando la tuvieren para el extraño, para nosotros no había de ser así: que el enemigo no es mucho que se muestre curioso, que es lo mismo que malévolo. Así lo dice el poeta: curiosus nisi malevolus; pero el hijo de la república, lo que le toca es ser propicio a su Patria.
No nos basta ser tan aborrecidos en todas las naciones, que todo el mundo nos sea cárcel y castigo y peregrinación, siendo nuestra España para todos patria igual y hospedaje. ¿Quién no nos llama bárbaros? ¿Quién no dice que somos locos, ignorantes y soberbios, no teniendo nosotros vicio que no le debamos a su comunicación de ellos? ¿Supieran en España qué ley había para el que, lascivo, ofendía las leyes de la naturaleza, si Italia no se lo hubiera enseñado? ¿Hubiera el brindis repetido aumentado el gasto a las mesas castellanas, si los tudescos no lo hubieran traído? Ociosa hubiera estado la Santa Inquisición si sus Melantones, Calvinos, Luteros y Zuinglios y Besas no hubieran atrevídose a nuestra fe. Y, al fin, nada nos pueden decir por oprobio si no es lo que ellos tienen por honra, y, averiguado, es en nosotros imitación suya.
Ya, pues, es razón que despertemos y logremos parte del ocio que alcanzamos en mostrar lo que es España y lo que ha sido siempre, y juntamente que nunca tan gloriosa triunfó en letras y armas como hoy, gobernada por Don Philipe III, nuestro señor. Dos cosas tenemos que llorar los españoles: la una, lo que de nuestras cosas no se ha escrito, y lo otro, que hasta ahora lo que se ha escrito ha sido tan malo, que viven contentas con su olvido las cosas a que no se han atrevido nuestros cronistas, escarmentados de que las profanan y no las celebran. Y así, por castigo, ha permitido Dios todas estas calamidades para que con nosotros acabe nuestra memoria. Pues aun lo que tan dichosamente se ha descubierto y conquistado y reducido por nosotros en Indias, está disfamado en un libro impreso en Ginebra, cuyo autor fue un milanés, Jerónimo Benzón, y cuyo título, porque convenga con la libertad del lugar y con la insolencia del autor, dice: 'Nuevas historias del Nuevo Mundo, de las cosas que los españoles han hecho en las Indias occidentales hasta ahora y de su cruel tiranía entre aquellas gentes', y añadiendo 'la traición y
crueldad que en la Florida usaron con los franceses los españoles'.
Causas son bastante todas para tomar la defensa de España a cargo, u de lástima u de amor, quien la viere así afligida.
Capítulo I - De España, su sitio, cielo, fertilidad y riqueza.
Propiamente España se divide en tres coronas: de Castilla, Aragón y Portugal. Cierra los términos de Europa; yace entre África y Francia y es ceñida del Estrecho, del Océano y de los Pirineos; y como es menor que entrambas tierras, es más fértil, porque ni es tan encendida como África, de violento sol, ni fatigada de vientos importunos, como Francia, antes medio virtuoso en estos dos extremos; del uno, admitiendo templado calor, y del otro, fértiles y sazonadas lluvias.
Es abundante de todas semillas; no avarienta para sí sola, sino pródiga para con la copia de mantenimientos, enriquecerá Italia y sustentará Roma. No solamente se precia de troj de África como Sicilia, pues es abundante ella sola en competencia del mundo junto de todo, pues es rica de miel, vino y aceite; y no sólo el hierro de España es el mejor, pues es madre de la mejor casta de caballos, y en ella se crían los más ligeros. Ni es la tierra sola digna de alabanza, pues se les debe a los ricos metales de que siempre está preñada, cuyo parto alimenta tantas ambiciones extranjeras, gran cantidad de lino y esparto, sin que haya tierra tan fértil de bermellón.
No es el curso de los ríos de España rápido, de suerte que dañe, sino blando y apacible; sus aguas son bastantes para fertilizar, sin admitir crecientes que, como los de Alemania, Francia, Flandes y Italia, tengan temerosos los campos de inundaciones, recompensando el no ser navegables con dejarse tratar, asegurando los labradores. Hácenlos orilla viñas y frutales y son fértiles de buena pesca, y más por la parte que se esconden en el Océano, y algunos arrastran arenas de oro, llevándolas algunas. Solo una espalda se llega al Pirineo francés; por las demás partes, se ciñe del mar.
La forma de la tierra casi es cuadrada; sólo parecen desdecir algo desta figura por la parte que, apretada de los Estrechos, se arrima a los Pirineos, lo cual dio ocasión a que Estrabón, tratando de la figura de España, en el libro III diga: “Al Ocaso, la primera parte de todas Spaña, semejante al cuero de un buey, cuya parte, extendida como cuello, llega a la cercana Céltica”. Lo demás vea en Estrabón quien lo quisiere ver más largo y en su lugar.
Y volviendo al primer intento, la salud del cielo de España es igual en todas sus partes, porque el espíritu del aire no es ofendido con ningún aliento ni niebla de lagunas; a esto se llegan los aires del mar, que la bañan. Continuamente frescos y nuevos, enmiendan los vapores de la tierra, y, peregrinando toda la provincia, orean el vaho terrestre y corrigen su pesadumbre, con lo cual conservan en salud los lugares. Esto dice de España no español, hijo apasionado, sino Justino de Trogo Pompeo, y añade tantas alabanzas de la paciencia, fortaleza, sufrimiento y magnanimidad de sus hijos, que, por no hacer largo el capítulo, dejo de referirlas. En él están para quien no las conociere de España misma. Sólo notaré que la tierra, que en España es tenida aun de los mismos españoles en desprecio por ruda, pobre, bárbara y remota notaré que la tierra, que en España es tenida aún de los mismos españoles en desprecio por ruda, pobre, bárbara y remota, poco favorecida de Naturaleza, mereció tales palabras de Justino de Trogo: ‘Los gallegos dicen que es de los griegos su origen’. Dejo la razón como es. Dice más adelante, tratando de la tierra: 'Galicia, región fértil de metales y de plomo y de minio o bermellón, lo cual dio nombre al vecino reino, que, corrompido el vocablo por falta de una letra y adición de una tilde, llaman el Miño, siendo su nombre el Minio, tan rica de oro, que
muchas veces con el arado se surcaban terrones de oro. Hay en esta tierra un sagrado monte por privilegios de ciega y escura antigüedad, en el cual no tiene licencia el hierro para herir tierra ni árbol; sólo cuando la tierra es tocada con rayo, que es frecuente en ella, se permite coger el oro como dádiva de Dios. Las mujeres tratan los campos y labranzas y sirven a las casas, y los hombres se divierten en armas y robos’.
No sé yo de cuál de las provincias que contra nosotros y nuestra España toman las plumas, ellos mismos podrán escribir lo que del más escondido rincón nuestro escribe Justino.
No refiero las grandezas de todas tres coronas, Aragón, Portugal y Castilla, específicamente, porque de todas en común se dice con el nombre de España. Sólo se ha de advertir que es tal la tierra, fertilidad, sitio y clima de España, que tenemos en ella por huéspedes, olvidados de sus patrias, a todas las naciones, haciéndose en nuestra comunicación ricos y dejándonos con la suya pobres y engañados; que como dice Marcial, semper (homo) bonus tiro es.
...Capítulo V – De las costumbres con que nació España y de las antiguas.
Como sea verdad asegurada por los filósofos que de la buena o mala templanza de los humores resultan las complexiones en los cuerpos, y de ellas las costumbres; las cuales, aunque suele corregir la razón, por la mayor parte muestran, o en las obras o en la intención, imperiosamente su malicia, es sin duda que España, teniendo tierra templada y cielo sereno, causará semejantes efectos en humores y condiciones; como se ve, pues, ni la frialdad nos hace flemáticos y perezosos como a los alemanes, ni el mucho calor inútiles para el trabajo, como a los negros y a los indios; pues, templada la una calidad con la otra, produce bien castigadas costumbres.
Es natural de España la lealtad a los príncipes, y religiosa la obediencia a las leyes y el amor a los generales y capitanes. Siempre en todos los reyes que han tenido, buenos u malos, han sabido amar los unos y sufrir los otros, comprando siempre la libertad de sus patrias con generoso desprecio de sus vidas. Y hanles dado ocasión a tantas glorias, la infinidad de calamidades que, eslabonadas, la han turbado el sosiego; que, como España con la riqueza trujo a sí codiciosos los siros y fenices, los griegos y los romanos y los sarracenos, de quien el mar defendió sus puertos, hasta que los trujo un traidor (o sea lo que otros quieren, ocupados en acreditar lo menos común, aunque sea menos verdadero) sin duda ha ejercitado más las armas y virtud militar que las demás naciones, que por la pobreza y poco abrigo de sus puertos sólo saben de peregrinaciones, y arrimados a la industria, se hacen ricos en España del precio que ponen a su afán y solicitud.
Y estas costumbres son hijas de la necesidad... Mientras tuvo Roma a quien temer y enemigos, ¡Qué diferentes costumbres tuvo! ¡Cómo se ejercitó en las armas! ¡Qué pechos tan valerosos ostentó al mundo! Mas luego que honraron sus deseos perezosos al ocio bestial en nombre de paz santa ¡qué vicio no se apoderó de ella! Y ¡qué torpeza no embarazó los ánimos que antes bastaron para sujetar al mundo! Viose entonces que la prudencia de los hombres sobra para vencer el mundo; mas no sabe vencerse a sí. Y si es verdad que a la envidia de los enemigos y al miedo precioso que se les tiene se debe el cuidado o disciplina de los perseguidos y envidiados, largo es sin duda en España este fruto; pues como tierra que por todas partes se ve advertida de ojos enemigos de sus principios, ha que se ejercita toda en defensa de su virtud; y así, en esta poca paz que alcanzamos en parte maliciosa, el largo hábito a las santas costumbres de la guerra la sustenta en ellas, aunque a mi opinión España nunca goza de paz; sólo descansa, como ahora, del peso de las armas para tornar a ellas con mayor fuerza y nuevo aliento. Y son a todos, como a ella, importantes las armas suyas; pues, a no haberlas, corriera sin límites la soberbia de los turcos y la insolencia de los herejes, y gozaran en las Indias seguros los ídolos su adoración; de suerte que es orilla deste mar, cuya gloria es la obediencia destas olas que solamente la tocan para deshacerse.
Así que, concluimos que las costumbres propias y primeras de España, fueron en todo hijas de la templanza de su cielo y de la naturaleza del lugar, y por eso modestas, moderadas y según justa ley y disciplina. Las antiguas, de que hay alguna aunque pobre memoria, fueron en medio de sus desdichas tales; y con nacer entre tantos diferentes bárbaros, en todo medidas con la razón, honrosas y dignas de alabanza, más encaminadas a la virtud robusta y a las armas, que a la paz y sosiego y regalo.
Todos los antiguos escritores nombran a los españoles entre las naciones más belicosas, como Platón en el De las Leyes, aunque Cicerón, en lo de De Responsis Auruspicum, nos hace insignes por el número y muchedumbre de gente, cosa en que hoy somos vencidos de todas las naciones. Salustio refiere que era costumbre en España que las madres, a los hijos que iban a la guerra, les contasen las hazañas de sus padres; cosa más conforme con la naturaleza de la tierra que de las madres, pues de sí son vencidas del amor de sus hijos, de manera que antes los detienen con lágrimas, y, blandas y temerosas, los ponen miedos con los peligros de la guerra.
Por esto en España no hicieron las corónicas mucha falta en la parte que tocaba a mover con el ejemplo, pues las madres eran corónicas a sus hijos para darles qué imitar en sus padres. Aristóteles, Politicorum, lib. VII, cap II: “Entre los españoles, gente belicosa tantos verúculos, obeliscos los llaman, ponen alrededor de sus sepulcros, cuantos enemigos ha muerto cada uno: honrosos túmulos, adornados con los vencimientos de los contrarios”. El sepulcro que con la fama y memoria del valor y virtud propia se vuelve cuna, es digno de envidia. ¡Cuanto mejor epitafio era éste y mas digno de que le respetara el caminante y de que le buscara el peregrino, que los que ahora, hechos lenguas de un bulto dorado, lisonjean al muerto y entretienen al vivo! Vense reliquias deste modo de sepulcros en España, y en los edificios antiguos estos obeliscos son frecuentes. Cayó ya todo esto en manos del regalo demasiado, pues ya, por los bultos y los sepulcros y retratos, no diferenciará nadie al soldado del mercader, ni al capitán del médico, ni al general del abogado...
Pues si bajamos los ojos a las costumbres de los buenos hombres de Castilla de quinientos y de cuatrocientos años a esta parte, ¡qué santidad y qué virtud veremos, que no imitamos ni heredamos, contentándonos con lo menos, que es el nombre! ¡Que leyes tan lícitamente nacidas de las divinas, tan cuidadosamente veneradas de ellos! ¿Qué cosas no advirtieron con castigos en los Fueros Juzgos castellanos, donde se ven con rigurosas penas cosas que por nuestros pecados nos han persuadido los tiempos a que merecen premio? La calumnia de palabras leves, aun como llamar corcovado o tiñoso a uno, se vio sujeta a graves castigos. Y así, con pocas y mal limadas palabras, aunque más propias, tuvieron gloriosos pensamientos; y, de pobres centellas de un godo perdido, se esforzaron de suerte, que dieron pueblo a Dios y libertad a su tierra, y gloria a sus nombres. ¡Qué leales fueron con Ferrant González! Los mismos fueron con su sombra que con él. ¡Cómo amaron los santos reyes y buenos, y cómo sufrieron muchos malos y crueles! Y si algunos castigaron, fue, no por su libertad, sino por la de su patria y religión; y así Dios, cuyo favor es premio justo de los buenos y castigo de los malos, peleó con algunos capitanes y dio sus ángeles a otros. Él vence en todos los que vencen.
Como Dios de los ejércitos, unas veces nos amparó, y éstas fueron muchas, con nuestro patrón Santiago; otras con la Cruz, que, hecha a vencer la misma muerte, sabe dar vida a todos los que, como estandarte de Dios, acaudilla. Milicia fuimos suya en las Navas de Tolosa. La diestra de Dios venció en el Cid, y la misma tomó a Gama y a Pacheco y a Alburquerque por instrumentos en las Indias orientales para quitar la paz a los ídolos. ¿Quien sino Dios, cuya mano es miedo sobre todas las cosas, amparó a Cortés para que lograse dichosos atrevimientos, cuyo premio fue todo un nuevo mundo? Voz fue de Dios, la cual halla obediencia en todas las cosas, aquélla con que Ximénez de Cisneros detuvo el día en la batalla de Orán, donde un cordón fue por todas las armas del mundo.
Prolijo fuera y vanaglorioso en querer contar por menudo todas las cosas que nos sucedieron a los españoles gloriosamente en los días que han pasado, sin callar que ha habido hijo suyo que llora estos tiempos y el verla viuda en parte del antiguo vigor, y osa decir que la confianza de haberle tenido introduce descuido de conservarle...
Hay valerosos capitanes, doctos prelados, y algunos hombres buenos, a quien común devoción y novelero pueblo anticipó el nombre de santos. Las ciencias que se aprendieron para vivir bien, por la mayor parte se estudian para sólo vivir; pero eso con eminencia notable envidiada de todas las naciones, pues en las ciencias sólidas, como filosofía, teología, leyes, cánones y medicina y escritura, todas las naciones nos son inferiores, si bien nos tratan de bárbaros, porque no gastamos el cuidado en gramática y humanidad, las cuales cosas, por inferiores no las ignoran, sino que las desprecian los españoles. Y aun en eso y lenguas, que es su profesión, hay ya españoles que les dan cuidado y envidia a todos. Y así se ven hoy muchos pobres virtuosos en altos lugares, más por cuerda advertencia de don Felipe III, que por costumbre que hubiese de premiar beneméritos...”
FRANCISCO DE QUEVEDO, ‘España defendida de los tiempos de ahora, de las calumnias de los noveleros y sediciosos’ (1609)
323
“Puso Dios en el principio del mundo la provincia de España, en testimonio de que en todo él no había otra más principal ni soberana”.
JUAN DE CARAMUEL, ‘Explicación mística de las Armas de España, invictamente belicosas’, 1636.
324
“Partid con este presente
veréis la mejor provincia
de Europa, donde la Iglesia
da a la fe segura silla:
donde las ciencias florecen
donde la nobleza habita,
donde el valor tiene escuela
y donde el mundo se cifra”
TIRSO DE MOLINA, ‘El Caballero de Gracia’.
325
“Lo que dices que en lo seco nos parecemos en la tierra, ¿hay otra más hermosa de frutas, aguas y saludables vientos? ¿Hay otros hijos de más vivo ingenio, pues tienen asombrados los tiempos sus escritos tan elegantes? Y cuando vosotros venís a España, sólo os avisan que os guardéis de tres cosas: de sus vinos, porque os calabrean los cascos...; de sus damas, que os enloquecen, y de sus soles, que os abrasan. Si te parece que en España hay pocas poblaciones, busca pueblos en Francia. Si te parece que está apartada del comercio de las otras provincias, pluguiese Dios lo estuviera más, pues todos nos buscáis y nos quitáis llevando nuestros frutos. Hable Inglaterra, si acaso nuestros vinos la alegran. Mira si Holanda se aforra con nuestras lanas, que todos nos trasquiláis. Hasta Venecia se ha llevado nuestro vidrio, y nuestro azafrán Alemania. Y mira si Nápoles se hace con nuestras sedas y se paladea Génova con nuestra azúcar. Pues Francia, ¿no se ensoberbece con nuestros caballos? ¿Y todo el mundo con nuestra plata?
FRANCISCO SANTOS (1617-1698), ‘La verdad en el potro’, 1686.
326
“Es cierto que, aun cuando se negara lo restante del orbe, España encierra en sí cuanto necesitan los hombres, sin haber menester las ayudas que ella hace a diversas provincias, que se aumentan y viven con las relieves de sus frutos y metales... No hay parte en sus contornos, que son de 634 leguas, que igualmente no se muestre abundante en los frutos, próspera en las riquezas, sobrada en los metales, todo merced de sus benignas influencias, puros y saludables vientos, de su cielo y asiento felicísimo”.
GONZALO DE CÉSPEDES (1585-1638) ‘Historias peregrinas’.
ELOGIO DEL NUEVO MUNDO, DESCUBIERTO POR ESPAÑA:
327
“A Don Carlos, emperador de romanos, rey de España, señor de las Indias y Nuevo Mundo, Francisco López de Gómara, clérigo.
Muy soberano señor: la mayor cosa después de la creación del mundo, sacando la encarnación y muerte del que lo creó, es el descubrimiento de las Indias; y así las llaman Mundo Nuevo...
Empero los hombres son como nosotros, fuera del color, que de otra manera bestias y monstruos serían y no vendrían, como vienen de Adán. Mas no tienen letras, ni moneda, ni bestias de carga; cosas principalísimas para la policía y vivienda del hombre; que ir desnudos, siendo la tierra caliente y falta de lana y lino, no es novedad. Y como no conocen al verdadero Dios y Señor, están en grandísimos pecados de idolatría, sacrificios de hombres vivos, comida de carne humana, habla con el diablo, sodomía, muchedumbre de mujeres y otros así. Aunque todos los indios que son vuestros subjectos son ya cristianos por la misericordia y bondad de Dios, y por la vuestra merced y de vuestros padres y abuelos, que habéis procurado su conversión y cristiandad.
El trabajo y peligro vuestros españoles lo toman alegremente, así en predicar y convertir como en descubrir y conquistar. Nunca nación extendió tanto como la española sus costumbres, su lenguaje y armas, ni caminó tan lejos por mar y tierra, las armas a cuestas. Pues mucho más hubieran descubierto, subjectado y convertido si vuestra majestad no hubiera estado tan ocupado en otras guerras; aunque para la conquista de Indias no es menester vuestra persona, sino vuestra palabra. Quiso Dios descubrir las Indias en vuestro tiempo y a vuestros vasallos, para que los convirtiésedes a su santa ley, como dicen muchos hombres sabios y cristianos. Comenzaron las conquistas de los indios acabadas la de moros, por que siempre guerreasen españoles contra infieles; otorgó la conquista y conversión el Papa; tomaste por letra Plus Ultra, dando a entender el señorío de Nuevo Mundo. Justo es, pues, que vuestra majestad favorezca la conquista y los conquistadores, mirando mucho por los conquistados. Y también es razón que todos ayuden y ennoblezcan las Indias, unos con santa predicación, otros con buenos consejos, otros con provechosas granjerías, otros con loables costumbres y policía.”
FRANCISCO LÓPEZ DE GÓMARA (1511-1566), ‘Hispania victrix: Historia General de las Indias’.
ELOGIO DE ‘LA ESPAÑOLA’:
328
“En comprobación de esta templanza y amenidad se puede considerar que Don Cristobal Colón, primer descubridor de las Provincias de este Nuevo Orbe, haviéndola comenzado a reconocer, aun en la menos acomodada, que es la isla de Santo Domingo, por otro nombre La Española, vino casi a pensar que en ellas podia haver estado el Paraiso terrenal, que muchos dicen estuvo plantado debaxo de la Equinoccial. Pero, aunque esto no se pueda afirmar sin temeridad por las varias opiniones, que hay sobre el lugar donde es ó fue el Paraiso, el qual parece que Dios ha querido encubrir, y reservar para sí, todavia no se puede negar que considerada la templanza, y casi perpetua primavera de las mas de esas Provincias, merezcan sino el nombre de Paraiso, el de Huerto del deleite, ó las alabanzas del Tempe, Campos Eliseos, Islas Atlantidas ó Fortunadas, que con menos causa fueron tan estimadas y celebradas de los Antiguos, porque ni en ellas ofende con su frio el invierno; ni abrasa con su calor el Verano, en tanto grado, que con casas de caña embarradas por fuera se rechazan en muchas partes las injurias del tiempo, y apenas hay necesidad de mudar de vestido.”
J. DE SOLÓRZANO PEREIRA ‘Política indiana’ lib. I, cap. IV.
ALABANZA DE LA NUEVA ESPAÑA:
329
“Juanote Durán, en el libro que hizo, que aún no ha salido a luz, de la Geografía y descripción de todas estas provincias y reinos por veinte e una tablas, llama Grande España a todo lo que los españoles, desde la Isla Española hasta Veragua, conquistaron y pusieron debaxo de la Corona Real de Castilla. Movióle llamar Grande España a toda esta gran tierra, por haberla subjectado subcesivamente los españoles, de la cual en la parte primera desta Crónica tractaré (dándome Dios vida) copiosamente, y porque al presente es mi propósito de escrebir el descubrimiento y conquista de la Nueva España, que es mi principal empresa, en breve relataré qué es lo que ahora los nuestros llaman Nueva España, diciendo primero cómo la ocasión de haberle puesto este nombre fue por la gran semejanza que con la antigua España tiene, no diferenciando, della más de en la variedad y mudanza de los tiempos; porque en todo lo demás, temple, asiento, fertilidad, ríos, pescados, aves y otros animales, le paresce mucho, aunque en grandeza le exceda notablemente.”
FCO. CERVANTES DE SALAZAR (1514-1575), ‘Crónica de la Nueva España’.
ESPAÑA Y SUS MÁS PRINCIPALES CIUDADES:
330
“Confiada en sus reyes la dilatada España, no pudiendo sufrir por más tiempo el verse contenida por las columnas de Hércules, se lanzó intrépida al mar desconocido e iluminó los dos hemisferios del orbe con un solo sol, para que no hubiese en el mundo más rey que Felipe. Sevilla es famosa por su puerto y sus mareas; Granada, por la industria de la seda; Córdoba es noble por su piedad y piadosa por su nobleza; Lisboa nos envía espléndidos regalos de Arabia y de la India; Barcelona está sentada junto a su puerto con las vistas puestas en el mar; Zaragoza nos presenta los primeros monumentos marianos; Galicia y Asturias, sus castañales y rebaños; Compostela, el sepulcro del Apóstol; el indómito cántabro, el hierro domado por él en sus ferrerías; Burgos fue famosa antiguamente por su mercado; Valladolid, por sus reyes y riquezas; Salamanca es la gran madre de las ciencias; Ávila, alumna de Marte y muy inclinada a las armas; Medina tiene la tierra más fértil del mundo; Toro enrama sus cuernos con pámpanos de vid; Segovia está orgullosa con su acueducto y sus paneras; Toledo se alza majestuosa en medio de España con su triple primado; pero Madrid es la corte de Felipe de Austria, madre de reyes y señora de dos mundos. Roma es la cabeza del orbe y Madrid el corazón”.
P. PEDRO DE SALAS (1584-1664) ‘Thesaurus poetarum’ (1616).
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HOMBRES
ESPAÑA Y LOS ESPAÑOLES:
331
“¿Qué te ha parecido de España? —dijo Andrenio—. Murmuremos un rato della aquí donde no nos oyen.
—Y aunque nos oyeran —ponderó Critilo—, son tan galantes los españoles, que no hicieran crimen de nuestra civilidad. No son tan sospechosos como los franceses; más generosos corazones tienen.
—Pues, dime, ¿qué concepto has hecho de España?
—No malo.
—¿Luego bueno?
—Tampoco.
—Según eso, ni bueno ni malo.
—No digo eso.
—¿Pues qué?
—Agridulce.
—¿No te parece muy seca, y que de ahí les viene a los españoles aquella su sequedad de condición y melancólica gravedad?
—Sí, pero también es sazonada en sus frutos y todas sus cosas son muy substanciales. De tres cosas dicen se han de guardar mucho en ella, y más los extranjeros.
—¿De tres solas? ¿Y qué son?
—De sus vinos, que dementan; de sus soles, que abrasan; y de sus femeniles lunas, que enloquecen.
—¿No te parece que es muy montuosa, y aun por eso poco fértil?
—Así es, pero muy sana y templada; que si fuera llana, los veranos fuera inhabitable.
—Está muy despoblada.
—También vale uno de ella por ciento de otras naciones.
—Es poco amena.
—No la faltan vegas muy deliciosas.
—Está aislada entre ambos mares.
—También está defendida y coronada de capaces puertos y muy regalada de pescados.
—Parece que está muy apartada del comercio de las demás provincias y al cabo del mundo.
—Aun había de estarlo más, pues todos la buscan y la chupan lo mejor que tiene: sus generosos vinos Inglaterra, sus finas lanas Holanda, su vidrio Venecia, su azafrán Alemania, sus sedas Nápoles, sus azúcares Génova, sus caballos Francia, y sus patacones todo el mundo.
—Dime, y de sus naturales ¿qué juicio has hecho?
—Ahí hay más que decir, que tienen tales virtudes como si no tuviesen vicios, y tienen tales vicios como si no tuviesen tan relevantes virtudes.
—No me puedes negar que son los españoles muy bizarros.
—Sí, pero de ahí les nace el ser altivos. Son muy juiciosos, no tan ingeniosos. Son valientes, pero tardos; son leones, mas con cuartana. Muy generosos, y aun perdidos; parcos en el comer y sobrios en el beber, pero superfluos en el vestir. Abrazan todos los extranjeros, pero no estiman los propios. No son muy crecidos de cuerpo, pero de grande ánimo. Son poco apasionados por su patria, y trasplantados son mejores; son muy allegados a la sazón, pero arrimados a su dictamen. No son muy devotos, pero tenaces de su religión. Y absolutamente es la primer nación de Europa: odiada, porque envidiada.”
BALTASAR GRACIÁN (1601-1658), ‘El Criticón’.
EL CARÁCTER ESPAÑOL:
332
“Los españoles son, en general, de ánimos generosos, pero cuando prevén la necesidad, parcos; su genio es melancólico; su natural, sospechoso y aprensivo; en la paz descuidados; en los aprietos, solícitos; en el obrar, flemáticos; pero, aunque sucedan nuevos accidentes, no precipitosos; sufren, pero no perdonan fácilmente las injurias; en lo que emprenden son tenaces, y en la adversidad, constantes. A quien no los practica, a la primera vista parecen de trato altivo; después son buenos amigos y conservan la fe prometida; cuando hallan conveniencias se repatrían con facilidad en lejanas tierras. En la guerra son buenos para la caballería y mejores para la infantería, pero tenaces para la defensa de una plaza, siendo sufridores de grandes trabajos; profesan la vanidad de saber mucho y quieren mandar en cualquier parte donde se hallan. En la milicia, cuando no son bien pagados, excitan fácilmente los tumultos, pero en valor no ceden a alguna de las naciones”.
J. A. DE LENCINA, ‘Comentarios políticos’.
LOS ESPAÑOLES:
333
“Entendiendo cuán grandísimas tierras eran las que Cristóbal Colón descubría, fueron muchos a continuar el descubrimiento de todas, unos a su costa, otros a la del rey, y todos pensando enriquecer, ganar fama y medrar con los reyes. Pero como los más de ellos no hicieron sino descubrir y gastarse, no quedó
memoria de todos, que yo sepa, especialmente de los que navegaron hacia el norte, costeando los Bacallaos y tierra del Labrador, que mostraban poca riqueza. Ni aun de todos los que fueron por la otra parte de Paria, desde el año de 1495 hasta el de 1500. Pondré los que supiere, sin contemplación de ninguno, certificando que todas las Indias han sido descubiertas y costeadas por españoles, salvo lo que Colón descubrió; ca luego procuraron los Reyes Católicos de las saber y señalar por suyas, tomando la posesión de todas ellas, con la gracia del Papa.”
FRANCISCO LÓPEZ DE GÓMARA (1511-1566), ‘ Historia General de las Indias’.
334
“Es su gente feroz, sabia y aguda;
Que es notable de España la agudeza;
Tan firme, que jamás su intento muda.
No es tanta como Italia su grandeza;
Pero tiene grandezas que la encumbran
Por su espaciosa y fértil aspereza.
Sus hombres más las armas acostumbran,
Que no las letras, porque las de Roma
Desnudas siempre en su cerviz relumbran”.
LOPE DE VEGA, ‘Roma abrasada’.
335
“Entiendan que tienen campo abierto, fértil y espacioso, por el cual con facilidad y dulzura, con gravedad y elocuencia puedan correr con libertad, descubriendo la diversidad de conceptos agudos, graves, sotiles y levantados que en la fertilidad de los ingenios españoles la favorable influencia del cielo, con tal ventaja, en diversas partes ha producido y cada hora produce en la edad dichosa nuestra.”
CERVANTES, ‘La Galatea’.
336
“Todos los españoles pretenden que su virtud principal es el valor; a pesar de ello, sus acciones no estaban siempre regidas por esta virtud y si, con frecuencia, muestran una audacia extrema, también muchas veces se les puede tachar de pusilánimes. Los que cuentan con medios para hacerlo comen y beben con exceso; esto, unido al calor del clima, hace que se entreguen con ardor a los placeres del amor, y que las mujeres se vean sometidas a toda clase de vicios. No hay nación alguna que tenga tan desarrollada la pasión del juego de cartas y de dados. Su avaricia les hace vivir pobremente, sobre todo en Cataluña; son siempre derrochadores en sus vestiduras; más que debieran, atendida su condición... Tienen costumbre de ser muy cariñosos con los extranjeros, y cuando éstos tiene alguna querella con los habitantes del país, todos acuden en su auxilio. Lo que les caracteriza, y más que otros a los vizcaínos es la arrogancia y, en general, déjanse llevar rápidamente a la injuria y a la cólera, empleando palabras altaneras y soberbias... En suma puede decirse que los castellanos se parecen mucho a los napolitanos y los aragoneses a los lombardos.
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De los habitantes de España, de la que declara ser “la más fuerte y segura columna de la cristiandad”: ‘Se halla habitada por hombres que se destacan por su industria y sagacidad, mostrándose en todos los momentos una raza altiva.’ De los aragoneses: ‘Pretenden ser libres y gobernarse por sí mismos con la forma republicana, teniendo al rey como jefe, por lo cual éste no sucede en el reino si no es elegido por aquéllos, y conservan éstos su libertad con tanto celo, que se esfuerzan por la más mínima cosa en que el rey no disfrute de mayor autoridad sobre ellos”.
FEDERICO BADOARO, ‘Relación de España’ (1557).
337
“Los españoles siempre tuvieron fama de soberbios y blasonadores; esta soberbia revestida de gravedad es tan grande, que puede considerarse un orgullo desmedido; son valientes sin temeridad, y es tanto en este punto su cordura, que no falta quien los crea poco animosos; son coléricos y vengativos, teniendo siempre cuidado de disimular su arrebato; generosos sin ostentación; sobrios en la comida; tan presuntuosos en la suerte próspera como serviles en la suerte adversa; adoran a las mujeres y son tan amantes de la belleza, que para sus pasiones pocas veces cuentan con el talento de sus elegidas; sufridos con exceso, tenaces, perezosos, independientes; honrados hasta el punto de arriesgar la vida por sostener una palabra empeñada. La naturaleza los dotó de atractivo, ingenio y clara inteligencia; comprenden fácilmente y expresan con sencillez y precisión sus ideas. Son, además, prudentes, celosos con exceso, desinteresados, derrochadores, reservados, supersticiosos y muy católicos, al menos en apariencia. Versifican sin trabajo y podrían fácilmente abarcar los conocimientos científicos más difíciles e interesantes, si decidieran aplicarse a su estudio, que, regla general, desdeñan. Muestran grandeza de alma y elevación de miras, firmeza, seriedad y un respeto hacia las damas a ningún otro comparable; sus maneras son estudiadas, llenas de afectación; cada español está convencido de su propio mérito, y raras veces hacen justicia tratando del mérito de los demás.
Su bravura estriba en sostenerse valerosamente a la defensiva, sin retroceder y sin temor al peligro; pero así como no lo temen cuando en él se hallan, no lo buscan por afán de arriesgarse, y esta buena cualidad, que algunos juzgan timidez, proviene de su sereno entendimiento. Cuando adivinan el riesgo, procuran evitarlo con noble cordura; sólo cuando quieren vengarse no perdonan medios ni escuchan razones; sus máximas en este particular son absolutamente contrarias al cristianismo y al honor. Cuando reciben afrenta mandan asesinar al que se la infiere; y advertidos por esta costumbre, muchas veces asesinan traidoramente al ofendido para librarse de su venganza, sabiendo de seguro el ofensor que si no mata será muerto. Pretenden justificar esos abusos diciendo que, cuando su enemigo logra por malos medios una ventaja, puede cualquiera procurarse otra por medios peores. La impunidad lo autoriza todo, valiéndose del privilegio de que gozan las iglesias y los conventos en España, donde la justicia no tiene derechos contra un hombre que se acoge a lugar sagrado.”
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Entre los españoles es fácil descubrir honrosas condiciones: generosidad, amistad franca, bravura, secreto; en una palabra, los exquisitos sentimientos del alma que dan carácter al perfecto caballero. Creo, después de cuanto acabo de indicar, que a cualquiera inspirará simpatía más bien que repulsión la manera de ser de los españoles, y, por mi parte, afirmo que me agradan sus condiciones, mal comprendidas por los muchos que les denigran sin haberles estudiado profundamente.”
MADAME D’AULNOY (1651-1705), ‘Viaje a España’ (1679).
ELOGIO DE LOS ESPAÑOLES:
338
“No las damas, amor, no gentilezas
de caballeros canto enamorados;
ni las muestras, regalos ni ternezas
de amorosos afectos y cuidados;
mas el valor, los hechos, las proezas
de aquellos españoles esforzados
que a la cerviz de Arauco no domada
pusieron duro yugo por la espada.”
ALONSO DE ERCILLA (1533-1594), ‘La Araucana’.
339
“FLORA. ¿Sois español?
DON VICENTE. Sí.
¿En qué lo visteis?
FLORA. Lo vi
En que sois arrogante;
No queréis ignorar nada;
Todo a su brío lo fía
La española bizarría
Con presunción confiada.”
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“Estos son españoles, ahora puedo
Hablar encareciendo a estos soldados
Y sin temor, pues sufren a pie quedo
Con un semblante, bien o mal pagados.
Nunca la sombra vil vieron del miedo
Y aunque soberbios son, son reportados.
Todo lo sufren en cualquier asalto;
Sólo no sufren que les hablen alto.”
CALDERÓN DE LA BARCA (1600-1681), ‘El Sitio de Breda’.
340
“¿Quien á un bravo español en osadía
Y atrevido ademán pasó adelante?
¿O al trato hidalgo y noble cortesía,
Igualar pudo en ánimo arrogante?
¿Quien la reportacion y valentía
No ve ser destas gentes semejante
A sus furiosos rios, que en sonoro
Curso llevan cristal envuelto en oro?
Son de ánimos valientes, atrevidos,
Prestos en los peligros, y arrojados,
Francos en amistades, comedidos,
Graves, briosos, nobles, arriscados:
Para trabajos, fuertes y sufridos,
Para nobles, leales y esforzados;
Que la traicion es mancha de cobardes,
Y estos desta nacion propios alardes.”
BERNARDO DE BALBUENA (1562-1627), ‘El Bernardo,
341
“Señor español:
Vos vais a la guerra,
La trompeta os llama,
La victoria os lleva,
Las armas son honra,
Gloria las empresas”
LOPE DE VEGA, ‘Pobreza no es vileza’.
342
“Estos, que al impio Turco en cruda guerra
Al Moro, al Anglo y al Escoto airado,
Y vencen al Tudesco y al dudado
Frances, y al Belga en su cercada tierra;
Y los estrechos, que el mar hondo encierra,
Sobran, pasando por lugar vedado
Con valor, qual vió nunca el estrellado
Cielo, que tantas cosas mira y cierra;
Bien muestran en la gloria de sus hechos,
Que son tus hijos, ó felice España,
Honra del alto Imperio de Ocidente.
Alabe Roma los famosos pechos
De los suyos, que nunca (y no me engaña
El amor) fue á esta igual su osada gente.”
FERNANDO DE HERRERA (1534-1597).
343
“No ha habido nación tan poderosa ni tan remota que no haya admirado y temido el valor de los españoles. Era éste tan conocido, que en África, América, Asia y Europa nos han dado más victorias las banderas que las espadas. Por esta constante fama, un español, con sólo serlo, era noble en cualquier parte del mundo; y aun siendo cautivo de bárbaros infieles, hallaba respeto y veneración en tanto grado que el más ilustre español no heredaba de sus padres mayor nobleza que la de su Patria. Las riquezas han sido tan grandes que con nuestros desperdicios hemos enriquecido las demás provincias del mundo. Vaciáronse todas las Indias en España, de tal suerte que las piedras y los metales preciosos vinieron a ser vulgares y tan viles que hasta ahora en España se pesa la fruta, pero no el oro”.
P. JUAN CORTÉS OSSORIO, S.J., ‘Constancia de la Fe y aliento de la nobleza española’. Madrid 1684.
344
“Tanta tierra como dicho tengo han descubierto, andado y convertido nuestros españoles en sesenta años de conquista. Nunca jamás rey ni gente anduvo y sujetó tanto en tan breve tiempo como la nuestra, ni ha hecho ni merecido lo que ella, así en armas y navegación como en la predicación del santo Evangelio y conversión de idólatras; por lo cual son españoles dignísimos de alabanza en todas las partes del mundo. ¡Bendito Dios, que les dio tal gracia y poder! Buena loa y gloria es de nuestros reyes y hombres de España que hayan hecho a los indios tomar y tener un Dios, una fe y un bautismo, y quitándoles la idolatría, los sacrificios de hombres, y el comer carne humana, la sodomía y otros grandes y malos pecados, que nuestro buen Dios mucho aborrece y castiga. Hanles también quitado la muchedumbre de mujeres, envejecida costumbre y deleite entre todos aquellos hombres carnales; hanles mostrado letras, que sin ellas son los hombres como animales, y el uso del hierro, que tan necesario es al hombre; asimismo les han mostrado muchas buenas costumbres, artes y policía para mejor pasar la vida; lo cual todo, y aun cada cosa por sí, vale, sin duda ninguna, mucho más que la pluma ni las perlas ni la plata ni el oro que les han tomado, mayormente que no se servían de estos metales en moneda, que es su propio uso y provecho, sino contentarse con lo que sacaban de las minas y ríos y sepulturas. No tiene cuenta el oro y plata, ca pasan de sesenta millones, ni las perlas y esmeraldas que han sacado de bajo la tierra y agua; en comparación de lo cual es muy poco el oro y plata que los indios tenían. El mal que hay en ello es haber hecho trabajar demasiadamente a los indios en las minas, en la pesquería de perlas y en las cargas. Oso decir sobre esto que todos cuantos han hecho morir indios así, que han sido muchos, casi todos han acabado mal. En lo cual, paréceme que Dios ha castigado sus gravísimos pecados por aquella vía. Yo escribo sola y brevemente la conquista de Indias. Quien quisiere ver la justificación de ella, lea al doctor Sepúlveda, cronista del emperador, que la escribió en latín doctísimamente; y así quedará satisfecho del todo.”
FCO. LÓPEZ DE GÓMARA, ‘Historia general de las Indias’.
345
“Los españoles han poseído y tienen más oro y plata que nación otra alguna y son los más lustrosos, magnánimos y liberales de todo el mundo”.
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Con decir: soy español y se me debe toda cortesía y respeto, basta para gran blasón; y no tiene necesidad de otro apellido para todo lo que intentare de honra
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El español... tiene el corazón anchuroso y magnánimo y a todas las naciones hace ventaja en grandeza y liberalidad; gasta opulentamente, y en todas partes derrama plata, ostenta con magnificencia el lustre de su persona y, por su hidalgo trato, todas las naciones del mundo caben en él, siendo siempre España madre de extranjeros.”
FR. BENITO DE PEÑALOSA, ‘Libro de las cinco excelencias del Español’ (1629).
346
“CRIADO. ¿No lo veis en los aceros?
Sangre apurada en crisoles.
DAMA. ¡Que todos los españoles
Decís que sois caballeros!”
LOPE DE VEGA, ‘La Francesilla’.
347
“Los españoles son de su naturaleza generosos, de pechos ahidalgados, con algunos humos de vanidad. Claramente lo muestran en siendo trasplantados fuera de sus tierras y puestos en las ajenas; porque luego son todos godos y nacidos de sangre real, aunque vayan desgarrados. Y para sustentar esta vanidad hacen muy bien obras que corresponden con su jactancia fantástica”.
PEDRO DE MEDINA, ‘Grandeza y cosas notables de España’ (1595).
348
“CONSTANZA. Gentil hombre, ¿sois de España?
DON LOPE. Sí, señora, y de una tierra
donde no se cría araña
ponzoñosa, ni se encierra
fraude, embuste ni maraña;
sino un limpio proceder,
y el cumplir y el prometer
es todo una misma cosa.”
M. DE CERVANTES, ‘Los baños de Argel”.
349
“Estaban también los Tercios Viejos de españoles, que, aunque poca gente, pues no pasaban de ocho mil, no infundían menos esperanza a los nuestros que temor al enemigo. No ya por su veteranía y por estar armados de arcabuces, en cuyo manejo eran expertísimos, sino por la gloria militar y el recuerdo de las grandes victorias obtenidas en Italia sobre enemigos mucho más numerosos, refiriendo la fama a su llegada, en ambos campamentos, lo que ya era conocido de muchos; que hacía poco, junto al Tesino, vencidos muchos capitanes franceses y deshecho su ejército, habían hecho prisionero al rey Francisco. Que en Milán habían hecho frente a las fuerzas coaligadas de Italia, Francia e Inglaterra, que habían tomado Roma y que en Nápoles habían deshecho una gran fuerza de franceses.
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Y no solo acudieron a la guerra estos Tercios de nación española y Antonio Leyva que, desde los Insubres, había venido con su gente, sino muchos caballeros principales y una numerosa juventud noble que, anunciada la llegada del turco, había volado, desde todas las regiones de España, por deber y por religión, a socorrer a su rey y emperador en esta guerra santa”.
J. G. DE SEPÚLVEDA (1490-1573), ‘Hechos del Emperador Carlos V’,
VIRTUDES DEL ESPAÑOL:
350
“Volviendo a la hambre y necesidad que el gobernador y su ejército pasaron aquellos días, me pareció contar un caso particular que pasó entre unos soldados de los más aventajados que en el real había para que por él se considere y vea lo que se padecería en común, que decir cada cosa en particular sería nunca acabar y hacer nuestra historia muy prolija. Es así que un día de los de mayor hambre cuatro soldados de los más principales y valientes, que por ser tales hacían donaire y risa (aunque falsa), del trabajo y necesidad que pasaban, quisieron, porque eran de una camarada, saber qué bastimento había entre ellos, y hallaron que apenas había un puñado de zara. Para lo repartir, porque creciese algo, la cocieron, y en buena igualdad, sin agravio alguno, cupieron a diez y ocho granos. Los tres de ellos, que eran Antonio Carrillo y Pedro Morón y Francisco Pechudo, comieron luego sus partes. El cuarto, que era Gonzalo Silvestre, echó sus diez y ocho granos de maíz en un pañuelo y los metió en el seno. Poco después se topó con un soldado castellano, que se decía Francisco de Troche, natural de Burgos, el cual le dijo: "¿Lleváis algo que comer?" Gonzalo Silvestre le respondió por donaire: "Sí, que unos mazapanes muy buenos, recién hechos, me trajeron ahora de Sevilla." Francisco de Troche, en lugar de enfadarse rió el disparate. A este punto llegó otro soldado, natural de Badajoz, que se decía Pedro de Torres, el cual enderezando su pregunta a los que hablaban en los mazapanes les dijo: "¿Vosotros tenéis algo que comer?" (que no era otro el lenguaje de aquellos días). Gonzalo Silvestre respondió: "Una rosca de Utrera tengo muy buena, tierna y recién sacada del horno. Si queréis de ella, partiré con vos largamente." Rieron el segundo imposible como el primero. Entonces les dijo Gonzalo Silvestre: "Pues porque veáis que no he mentido a ninguno de vosotros, os daré cosa que al uno le sepa a mazapanes, si los ha en gana, y al otro a rosca de Utrera, si se le antoja." Diciendo esto sacó el pañuelo con los diez y ocho granos de zara y dio a cada uno de ellos seis granos, y tomó para sí otros seis, y todos tres se los comieron luego antes que se recreciesen más compañeros y cupiesen a menos. Y, habiéndolos comido, se fueron a un arroyo que pasaba cerca y se hartaron de agua ya que no podían de vianda, y así pasaron aquel día con no más comida porque no la había. Con estos trabajos y otros semejantes, no comiendo mazapanes ni roscas de Utrera, se ganó el nuevo mundo, de donde traen a España cada año doce y trece millones de oro y plata y piedras preciosas, por lo cual me precio muy mucho de ser hijo de conquistador del Perú, de cuyas armas y trabajos ha redundado tanta honra y provecho a España.”
INCA GARCILASO DE LA VEGA (1539-1616), ‘Historia de la Florida’.
VALOR DE LOS ESPAÑOLES:
351
“Tienes a los españoles, cuyo gran valor y aptitud para la guerra es demasiado conocido, no solo de ti, sino de todos los hombres para tener que explicártela con mis palabras. No hay por qué buscar en las viejas historias el testimonio de las cosas que hicieron por todo el mundo, con valor y esfuerzo; no es necesario alabar la guerra de Sagunto o recordar la gloria de Numancia, en donde se sabe que 4.000 españoles resistieron, durante catorce años, un ejército de 50.000, no medos o persas o débiles asiáticos, sino fuertes soldados romanos, y no sólo los resistieron, sino que más de una vez, vencidos y rechazados, les impusieron condiciones deshonrosas. Lo que atestiguan muchos historiadores, no españoles, sino de los mismos romanos vencidos. No hay, pues, que recordar estas cosas viejas; abundantes son los testimonios de nuestro tiempo, en el cual, peleando contra suizos y franceses, mostraron el mayor valor, obteniendo, por largo tiempo, victorias siempre sobre fuerzas superiores.”
J. G. DE SEPÚLVEDA (1490-1573), ‘Exhortación a Carlos V’.
352
“AL. Os digo que, bien mirado, me parece que aquí y allá, y en toda Europa, se acaba la casta de los hombres valerosos, capaces de mantener la verdadera honra militar. Y si no, decidirte, ¿qué es de la ferocidad de los nervios, la robustez de los burgundios, la soberbia de los turingios, la animosidad de los cimbrios, la fortaleza de los teutones y el valor de los alanos y godos? ¿Es posible que hayan llegado a tanta blandura y vileza? Pues por estas partes poco se acuerdan de imitar, en la presunción de honra y clara fama, a un Decio, a un Escévola, a un Curcio, a un Oratio, a un Regulo, a un Lucio Emilio, a un Cid, a un Gran Capitán, a un Antonio de Leiva, a un marqués de Pescara, a un valerosísimo Hernán Cortés, quienes tuvieron en poco los trabajos, los Imperios y la vida para dar gloriosa y eterna fama a su esclarecido nombre. A ellos, pues, quiero seguir, y sus heroicas obras imitar, y dar a conocer al mundo en el campo del honor que no se ha acabado en mi tierra la casta de los hombres valientes. Y mostraré a Belmar que soy mejor que él, o no menos digno de honra que aquellos que, no siendo más nobles que yo, lograron por la espada y con la fuerza de sus brazos grandes dignidades y honores.
FR. Aquellos de los que habláis, ¿no lograron más honra por la virtud del alma que por la fuerza de sus brazos?
AL. En verdad, yo estudié poco porque salí más inclinado a las armas que a las letras, y por ello, no aprendí sino romances viejos y caballerías que, ciertamente, me alentaron a seguir cosas heroicas. Holgábame de leer las escaramuzas y guerras de Granada: aquel ardor y fortaleza de corazón del buen Rey Católico, aquellas lanzadas que daba el maestre de Calatrava y Garcilaso de la Vega, y el conde de Cabra, Reduán, y Bencerax; aquel desasosegar al mundo del alcalde de Castro Nuño y otros, así me inclinaron, y encendieron mi ánimo para hacer maravillas. Más para esto es menester ser reputado como caballero que no
sufre ultrajes, que se sabe vengar y satisfacer, a quien nadie osa injuriar. Y toda esta estima la conseguiré venciendo en desafío a quien tan sin razón me ofendió, y de esta manera entiendo que aclaro mi nombre.”
G. XIMÉNEZ DE URREA (1486-1530), ‘Diálogo de la verdadera honra militar’.
CUALIDADES DEL CABALLERO:
353
“Hemos de matar en los gigantes la soberbia; a la envidia, en la generosidad y buen pecho; a la ira, en el reposado continente y quietud de ánimo; a la gula y al sueño, en el poco comer que comemos y en el mucho velar que velamos; a la lujuria y lascivia, en la lealtad que guardamos a las que hemos hecho señoras de nuestros pensamientos; a la pereza, con andar por todas partes del mundo, buscando las ocasiones que nos puedan hacer y hagan, sobre cristianos, famosos caballeros”.
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“Al poseedor de las riquezas no le hace dichoso el tenerlas, sino el gastarlas, y no el gastarlas comoquiera, sino el saberlas bien gastar. Al caballero pobre no le queda otro camino para mostrar que es caballero sino el de la virtud, siendo afable, bien criado, cortés y comedido, y oficioso; no soberbio, no arrogante, no murmurador, y, sobre todo, caritativo; que con dos maravedís que con ánimo alegre dé al pobre se mostrará tan liberal como el que a campana herida da limosna, y no habrá quien le vea adornado de las referidas virtudes que, aunque no le conozca, deje de juzgarle y tenerle por de buena casta...”
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“Porque bien sé lo que es valentía, que es una virtud que está puesta entre dos extremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad; pero menos mal será que el que es valiente toque y suba al punto de temerario, que no que baje y toque en el punto de cobarde; que así como es más fácil venir el pródigo a ser liberal que al avaro, así es más fácil dar el temerario en verdadero valiente que no el cobarde subir a la verdadera valentía.”
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“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.”
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CERVANTES, ‘Don Quijote’,
FE ESPAÑOLA:
354
“El Señor, que mostró su fuerte mano
Por la fe de su príncipe cristiano
Y por el nombre santo de su gloria,
A su España concede esta victoria.
Adórante, Señor, tus escogidos;
Confiese cuanto cerca el ancho cielo
Tu nombre ¡oh nuestro Dios, nuestro consuelo!
FERNANDO DE HERRERA, ‘A la batalla de Lepanto’.
LIBERTAD HUMANA:
355
“La libertad en los hombres es natural; la obediencia, forzosa. Aquélla sigue el albedrío; ésta se deja reducir de la razón. Ambas son opuestas y siempre batallan entre sí, donde nacen las rebeldías y traiciones al señor natural; y como no es posible que se sustenten las repúblicas sin que haya quien mande y quien obedezca, cada uno quisiera para sí la suprema potestad y pender de sí mismo; y no pudiendo, le parece que consiste su libertad en mudar las formas de gobierno. Este es el peligro de los reinos y de las repúblicas y la causa principal de sus caídas, conversiones y mudanzas, por lo cual conviene mucho usar de tales artes que el apetito de libertad y ambición humana estén lejos del centro y vivan sujetos a la fuerza de la razón y a la obligación del dominio.”
SAAVEDRA FAJARDO (1584-1648), ‘Empresas de un príncipe cristiano’.
356
“Natural es en los hombres la libertad, y aunque o con razón obedezcan o con igual imperio manden, no se juzgan libres, y cada uno pretende tener autoridad absoluta sobre los demás, y cuando llega a alcanzalla, se desordenan con el poder las pasiones y obedece a ellas quien manda a los demás. Destas dos causas nace la tiranía, que es contraria y opuesta a la monarquía.”
SAAVEDRA FAJARDO (1584-1648) , ‘Política y razón de Estado’.
HONRA:
357
“Nadie tiene poder en esta vida para quitaros vuestra honra, ganada y conservada por vuestra propia virtud, y que conservando vos ésta, tenéis honra, gozaréis del fruto de ella, que es tener buena fama y reputación en todas las honestas obras y nombres de sabio y fuerte, que por ventura este título no lo ganan los que combaten en duelo.”
GERÓNIMO XIMÉNEZ DE URREA (1486-1530), ‘Diálogo de la verdadera honra militar’.
358
“Afortunadamente los españoles se distinguen por su lealtad, ya para con la república, ya para con sus reyes, pues mal hubiéramos podido llevar a cabo por mar y tierra tantas empresas ni retirar hasta los límites del mundo las fronteras del Imperio si no hubiese habido entre nosotros armonía, constancia y una integridad de costumbres”.
PADRE MARIANA (1536-1624), ‘Del rey”.
359
“Aseguro a vuestra alteza
Que cría unos españoles
Como leones, y soles
De lealtad, honra y nobleza”.
LOPE DE VEGA, ‘El vaquero de Moraña’.
NOBLEZA:
360
“Anda, que en España no hay bestias, ni hay vulgo, como en las demás naciones. En España, todos somos nobles.”
B. GRACIÁN, ‘El Criticón’.
361
“El español que inventó este nombre, hijodalgo, dio bien a entender la doctrina que hemos traído. Porque, según su opinión, tienen los hombres dos géneros de nacimiento: el uno es natural, en el cual todos son iguales, y el otro, espiritual. Cuando el hombre hace algún hecho heroico o alguna extraña virtud y hazaña, entonces nace de nuevo, y cobra otros mejores padres, y pierde el ser que antes tenía: ayer se llamaba hijo de Pedro y nieto de Sancho; ahora se llama hijo de sus obras (de donde tuvo origen el refrán castellano que dice cada uno es hijo de sus obras). Y porque las buenas y virtuosas llama la divina Escritura algo, y a los vicios y pecados nada, compuso este nombre, hijosdalgo; que querrá decir ahora: «Descendiente del que hizo alguna extraña virtud por donde mereció ser premiado del rey o de la república, él y todos sus descendientes para siempre jamás»”.
J. HUARTE DE SAN JUAN (1529-1588), ‘Examen de Ingenios’.
362
“De ser altivo el español y preciarse de señor le nació el apetecer llamarse don, que es lo mismo que señor. Y es tal el caudal que nace de esto, que no hay céfiro más regalado ni suave a sus oídos como el oírle; ni ama que no se le ponga desde la cuna al niño que cría, chillándole con él; ni criado que no haga lo mismo con su señor, de que las demás se admiran”.
FR. BENITO PEÑALOSA, ‘Las cinco excelencias de España’.
SOBERBIA:
363
“La bizarría española
naturalmente soberbia”.
CALDERÓN DE LA BARCA, ‘Encanto sin encanto’.
364
“Mirá los españoles... decí si hallaréis muchos que no traigan consigo una soberbia y una fantasía loca dondequiera que se hallen con hombres y con mujeres”.
BALTASAR DE CASTIGLIONE, ‘El Cortesano’.
365
“Son muy presuntuosos de sí mismos; grandes encarecedores de sus cosas; reconocen con facilidad la ventaja y procuran cobrarla con gran cuidado’.
JUAN BOTERO (1533-1617), ‘Relaciones generales del mundo’.
CORTESÍA:
366
“Español soy, que me obligas a ser cortés y a ser verdadero”
CERVANTES, ‘Don Quijote’.
367
-¡Ay, padre mío –dijo la doncella-, qué corteses son los españoles!
-Pueden –dijo el padre- enseñar cortesía a todas las naciones del mundo.
VICENTE ESPINEL (1550-1624), ‘Marcos de Obregón’.
SENTIDO DEL AMOR:
368
“Los poetas españoles sobrepasan a los franceses por su concepción del amor cual un hábito nobilísimo y constante de la voluntad”
TORCUATO TASSO, ‘La Jerusalén perdida’.
SUFRIMIENTO:
369
“Los trabajos de la guerra, invictísimo César, puédenlos pasar los hombres, porque loor es al soldado morir peleando; pero los de la hambre concurriendo con ellos, para los sufrir, más que hombres han de ser: pues tales se han mostrado los vasallos de V. M. en ambos, debajo de mi protección, y yo de la de Dios y de V. M., por sustentarle esta tierra. Y hasta el último año destos tres que nos simentamos muy bien y tovimos harta comida, pasamos los dos primeros con extrema necesidad, y tanta que no la podría significar; y a muchos de los cristianos les era forzado ir un día a cavar cebolletas para se sustentar aquel y otros dos, y acabadas aquéllas, tornaba a lo mesmo, y las piezas todas de nuestro servicio y hijos con esto se mantenían, y carne no había ninguna; y el cristiano que alcanzaba cincuenta granos de maíz cada día, no se tenía en poco, y el que tenía un puño de trigo, no lo molía para sacar el salvado. Y desta suerte hemos vivido”.
PEDRO DE VALDIVIA, ‘Carta al emperador Carlos V’ (1545).
SOBRIEDAD:
370
“A los españoles poco les basta para entretener y sufrir mucho trabajo”
MATEO ALEMÁN, ‘Guzmán de Alfarache’.
371
“Un español se entretendrá tres días enteros con un pedazo de pan, sin perder el ánimo ni mostrarse más afeminado que si tuviese todas las vituallas del mundo".
DR. CARLOS GARCÍA (1580-1630), ‘Libros de antaño’.
ESFUERZO:
372
"Muchas veces, ahora que soy viejo, me paro a considerar las cosas heroicas que en aquel tiempo pasamos que me parece que las veo presentes, y digo que nuestros hechos que no los hacíamos nosotros, sino que venían todos encaminados por Dios; porque, ¿qué hombres ha habido en el mundo que osasen entrar 400 soldados, y aún no llegábamos a ellos, en una fuerte ciudad como es Méjico, que es mayor que Venezia, estando apartados de nuestra Castilla más de mil quinientas leguas, y prender a tan gran señor y hacer justicia de sus capitanes delante de él? Porque hay mucho que ponderar en ello, y no ansí secamente como yo lo digo.
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Digo de nosotros estar a punto, no había necesidad de decirlo tantas veces, porque de día ni de noche no se nos quitaban las armas, gorjales y antiparres, y con ello dormíamos. Y dirán agora dónde dormíamos; de qué eran nuestras camas, sino un poco de paja y una estera, y el que tenía un toldillo ponerle debajo, y calzados y armados, y todo género de armas muy a punto, y los caballos ensillados y enfrenados todo el día, y todos tan prestos, que en tocando el arma, como si estuviéramos puestos e aguardando para aquel punto; pues velas cada noche, que no quedaba soldado que no velaba. Y otra cosa digo, y no por me jactanciar de ella: que quedé yo tan acostumbrado a andar armado y dormir de la manera que he dicho, que después de conquistada la Nueva España tenía por costumbre de me acostar vestido y sin cama, e que dormía mejor que en colchones; e agora, cuando voy a los pueblos de mi encomienda, no llevo cama; e si alguna vez la llevo, no es por mi voluntad, sino por algunos caballeros que se hallan presentes, por que no vean que por falta de buena cama la dejo de llevar, mas en verdad que me echo vestido en ella. Y otra cosa digo: que no puedo dormir sino un rato de la noche, que me tengo de levantar a ver el cielo y estrellas, y me he de pasear un rato al sereno... Y esto he dicho por que sepan de qué arte andábamos los verdaderos conquistadores tan acostumbrados a las armas y a velar.”
BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO (1496-1584), ‘Relación de la Conquista de la Nueva España’.
INSTINTO GUERRERO:
373
“Otro aquí no se ve que, frente a frente
animoso escuadrón moverse guerra;
sangriento humor teñir la verde tierra,
y tras honroso fin correr la gente.
Este es el dulce son que acá se siente:
España, Santiago, cierra, cierra;
y por suave olor que el aire atierra
humo que azufre dar con llama ardiente.
El gusto envuelto va tras corrompida
agua; y el tacto sólo palpa y halla
duro trofeo de acero ensangrentado,
Hueso en astilla, en él carne molida,
despedazado arnés, rasgada malla;
¡oh sólo de hombre digno y noble estado!”
FRANCISCO DE ALDANA (1537-1578), Soneto.
374
“¿Qué no se aprende en buena soldadesca,
De camaradas hay de gente noble,
Que no por menester mas por servicio
De Dios y de su rey, lanza de roble
Y laureles pretenden, bella y fresca?
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Allí la discreción, la cortesía,
La justicia, prudencia y temperancia
Entre las balas y el furor se aprende;
La vigilia, oración y la constancia,
La música también y la poesía,
Los ratos que la guerra se suspende;
Allí se compra y vende
A precio de honra y gloria,
Por alcanzar victoria,
La insaciable sangre de las venas;
Allí se vencen monstruos y sirenas,
Se mortifica el cuerpo, apura el alma,
Y temporales penas
Vienen a merecer perpetua palma.”
BARTOLOMÉ CARRASCO DE FIGUEROA (1538-1610), ‘Santa soldadesca’.
375
“Ese ejército que ves
Vago al hielo y al calor,
La república mejor
Y más política es
Del mundo, en que nadie espere
Que ser preferido pueda
Por la nobleza que hereda,
Sino por la que él adquiera;
Porque aquí la sangre excede
El lugar que uno se hace
Y sin mirar cómo nace
Se mira cómo procede.
Aquí la necesidad
No es infamia; y si el honrado,
pobre y desnudo soldado,
Tiene mayor calidad
Que el más galán y lucido;
Porque aquí, a lo que sospecho,
No adorna el vestido el pecho,
Que el pecho adorna el vestido.
Y así, de modestia llenos,
A los más viejos verás
Tratando de ser lo más
Y de parecer lo menos.
Aquí la más principal
Hazaña es obedecer,
Y el modo con que ha de ser
Es ni pedir ni rehusar.
Aquí, en fin, la cortesía,
El buen trato, la verdad,
La fineza, la lealtad,
El honor, la bizarría,
El crédito, la opinión,
La constancia, la paciencia,
La humildad y la obediencia,
Fama, honor y vida son
Caudal de pobres soldados;
Que en buena o mala fortuna
La milicia no es más que una
Religión de hombres honrados”.
CALDERÓN DE LA BARCA, ‘Para vencer a amor, querer vencerle’.
376
“¡Oh españoles! ¡Oh, portentos
De la milicia y asombro
Del mismo Marte!”
CALDERÓN DE LA BARCA, ‘El Sitio de Breda’.
ESTOICISMO:
377
“Porque así como el pasear, caminar y correr son exercicios corporales, por la misma manera todo modo de preparar y disponer el ánima para quitar de sí todas las afectaciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del ánima, se llaman Exercicios espirituales.”
SAN IGNACIO DE LOYOLA, ‘Libro de los Ejercicios’.
378
“Cierto es que el verdadero pasto del hombre está dentro del mismo hombre, y en los bienes de que es señor cada uno. Porque es sin duda el fundamento del bien aquella división de bienes en que Epicteto, filósofo, comienza su libro; porque dice de esta manera: De las cosas, unas están en nuestra mano y otras fuera de nuestro poder. En nuestra mano están los juicios, los apetitos, los deseos y los desvíos, y, en una palabra, todas las que son nuestras obras. Fuera de nuestro poder están el cuerpo y la hacienda, y las honras y los mandos, y, en una palabra, todo lo que no es obras nuestras. Las que están en nuestra mano son libres de suyo, y que no padecen estorbo ni impedimento; mas las que van fuera de nuestro poder son flacas y siervas, y que nos pueden ser estorbadas, y al fin son ajenas todas. Por lo cual conviene que adviertas que, si lo que de suyo es siervo lo tuvieres por libre tú, y tuvieres por propio lo que es ajeno, serás embarazado fácilmente y caerás en tristeza y en turbación, y reprenderás a veces a los hombres y a Dios. Mas si solamente tuvieres por tuyo lo que de veras lo es, y lo ajeno por ajeno, como lo es en verdad, nadie te podrá hacer fuerza jamás, ninguno estorbará tu designio, no reprenderás a ninguno, ni tendrás queja de él, no harás nada forzado, nadie te dañará, ni tendrás enemigo, ni padecerás detrimento."
FRAY LUIS DE LEÓN (1527-1591), ‘Nombres de Cristo (Pastor)’
BREVEDAD DE LA VIDA:
379
“¡Oh, engaño de los hombres, vida breve,
Loca ambición al aire vago asida,
Pues el que más se acerca a la partida,
más confiado de quedar se atreve!
¡Oh, flor al hielo!, ¡oh, rama al viento leve!
Lejos del tronco!, si en llamarte vida,
tú misma estás diciendo que eres ida,
¿qué vanidad tu pensamiento mueve?
Dos partes tu mortal sujeto encierra:
una que se derriba al bajo suelo,
y otra que de la tierra te destierra;
tú juzga de las dos el mejor celo:
si el cuerpo quiere ser tierra en la tierra,
el alma quiere ser cielo en el Cielo.”
LOPE DE VEGA, ‘Brevedad de la vida’
380
“Esa porfía que la vida cava
y cada instante acuerda su ruina,
si ya pasó el morir, ¿dónde camina?
y, si no vive, ¿cómo siempre acaba?
Frente que inmenso rayo coronaba
índice es que las horas determina;
segunda vez en la inconstancia fina
la que en ocio infausto descansaba.
Alma el hueso le da nunca dormida
del tiempo que en su polvo se convierte
la numerosa fuga repetida.
¡Oh ciega vanidad!, toda te advierte
para enseñar que así muere la vida,
así con inquietud vive la muerte.”
FRANCISCO DE LA TORRE SETIL, ‘A un relox de vidrio, cuyas arenas eran cenizas de una belleza difunta’.
381
“Cánsate ya, oh mortal, de fatigarte
En adquirir riquezas y tesoro,
Que últimamente el tiempo ha de heredarte,
Y al fin te ha de dejar la plata y oro:
Vive para ti solo, si pudieres,
Pues sólo para ti, si mueres, mueres.”
QUEVEDO.
382
“Aquí el valor de la española tierra,
Aquí la flor de la francesa gente,
Aquí quien concordó lo diferente,
De oliva coronando aquella guerra.
Aquí en pequeño espacio veis se encierra
Nuestro claro lucero de Occidente;
Aquí yace enterrada la excelente
Causa que nuestro bien todo destierra.
Mirad quién es el mundo y su pujanza,
Y cómo, de la más alegre vida,
La muerte lleva siempre la victoria.
También mirad la bienaventuranza
Que goza nuestra reina esclarecida
En el eterno reino de la gloria.”
CERVANTES, ‘A la muerte de la reina Doña Isabel de Valois’.
383
“Este mortal despojo, oh caminante,
Triste horror de la muerte, en quien la araña
Hilos añuda, y la inocencia engaña,
Que a romper lo sutil no fue bastante.
Coronado se vio, se vio triunfante
Con los trofeos de una y otra hazaña;
Favor su risa fue, terror su saña,
Atento el orbe a su real semblante.
Donde antes la soberbia, dando leyes
A la paz y a la guerra, presidía,
Se prenden hoy los viles animales.
¿Qué os arrogáis, oh príncipes, oh reyes!
Si en los ultrajes de la muerte fría
Comunes sois con los demás mortales?”
D. SAAVEDRA FAJARDO, ‘Ludibria mortis’.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- TIPOS
EL EMPERADOR:
384
“Entró en Aquisgrán el emperador, yendo delante los tres mil alemanes infantes, siete en siete por hilera, vestidos en colores. Y a éstos seguían los gobernadores y gente de la villa; y luego un duque alemán entre ciento cincuenta de a caballo del Imperio, vestidos de negro, y un guión negro con la divisa del emperador. Tras éstos iban cuatrocientas lanzas del conde palatino; y luego la guardia del arzobispo de Maguncia, que eran doscientos ballesteros de a caballo, vestidos de colorado. En pos de ellos los arzobispos de Colonia, de doscientos y cincuenta. Y después de estos guardas entraron dos mil y doscientos hombres de armas que el emperador traía en tres escuadrones. Y luego venía el mayordomo mayor Monsieur de Xevres, con otro muy hermoso escuadrón de gentiles hombres, y los otros criados de la casa del emperador, rica y costosamente aderezados, armados los cuerpos, salvo las cabezas... Y al escuadrón de la casa del rey seguían todos los grandes señores y caballeros españoles, alemanes y flamencos y borgoñones, que eran en gran número, todos vestidos de brocados de telas de oro y plata y grandes recamados y otros géneros de galas, así en sus personas y caballos como en las libreas y vestidos de sus criados. Entre los cuales iban muchos menestriles altos, trompetas y atabales de los del emperador y de los príncipes electores. Tras esta caballería venía la del emperador, que era un gran número de caballos maravillosos y ricamente aderezados, a la brida y a la jineta, y en cada uno de ellos un paje, y algunos de los pajes tocados a la morisca, y todos con libreas de oro y plata y raso carmesí. A los cuales seguían seis reyes de armas en la forma ordinaria derramando monedas de oro y plata por el campo y por la villa. Y junto a estos reyes de armas llegaba la gente de guarda de a pie del emperador con su librea. En medio de los cuales venía él armado de hombre de armas en un gran caballo, y el sayo de armas y cubiertas del caballo de muy rico bordado blanco, recamado de perlas...
Caminaron por la ciudad... yendo a los lados del emperador el arzobispo de Maguncia y el de Colonia. Detrás de ellos los legados o embajadores... Después de todos venían los arqueros de la guardia del emperador, de la librea y colores de los pajes. Había entre todos más de quince mil caballos. Salió a recibir al emperador... el doctor Carvajal, del Consejo de Cámara del Rey Católico y suyo, y salió armado en blanco y encima del arnés un alba carmesí... Llegado a la puerta de la villa salió la clerecía y cruces de procesión, y traían en unas andas muy ricamente aderezadas el casco de la cabeza de Carlomagno. Y... el emperador, en la orden ya dicha, entró por la villa, cuyas calles estaban ricamente aderezadas, y se fue a apear a la iglesia mayor de Nuestra Señora. Tendióse en el suelo en forma de cruz, y así estuvo hasta que se acabó de cantar el ‘Te deum laudamus’...
Contaré por menudo las ceremonias de la coronación para que todos entiendan que si es grande la gloria del Imperio romano, no son menores las obligaciones que el emperador tiene; antes bien sin comparación son mayores. Porque se obliga y promete de impugnar y expugnar a las gentes de otra secta; destruir a los herejes que son contra la Iglesia; recuperar las tierras del Imperio; ser padre de los huérfanos y viudas que viven con pobreza; mantener igualmente a todos en justicia; morir por la fe católica; estar sujeto a la Iglesia Romana; finalmente se obliga a defender y amparar a todos los católicos...
En Aquisgrán, a 23 de octubre del año 1520, a las seis de la mañana, los príncipes electores y todos los demás vinieron a Palacio a acompañar al emperador en la forma y manera que el día antes. El emperador salió vestido de ropa larga, brocado y un collar muy rico al cuello. Y de la misma manera vinieron todos gallarda y
muy ricamente vestidos. Llevóle la falda Federico, conde palatino; salieronle a recibir en procesión los prelados. Tomáronle en medio los dos arzobispos, el de Maguncia y el de Tréveris, vestidos de pontifical. Llegando así al altar mayor, el emperador se tendió a la larga en las gradas debajo de una rica y gran corona de
oro, que como una lámpara está pendiente. (A continuación se describe el acto del canto de las oraciones y textos de la Biblia entonados por el arzobispo de Colonia).
Dicha esta oración, los dos arzobispos de Maguncia y Tréveris levantaron el
emperador y le pusieron junto al altar de Santa María, donde está puesto un rico sitial. Y el emperador hizo oración de rodillas. Comenzó luego la misa, que dijo el arzobispo de Colonia (cuyo es consagrar al emperador); los ministros fueron los arzobispos de Maguncia y Tréveris...
Dicha la epístola, los arzobispos quitaron al emperador la ropa larga, que era a manera de casulla: y luego se tendió a lo largo en cruz en las gradas del altar mayor, y cantaron sobre él la letanía; y cuando llegaron al paso que dice: Ut obsequium servitutis nostrea tibi rationabili facias. Te rogamus audi nos...,
levantóse el arzobispo que decía la misa, y teniendo el báculo en la mano izquierda, dijo en alta voz: Ut hunc electum famulum tuum Carolum regere, benedicere, sublimare ct conserrare digneris, Te rogamus audi nos... (Siguen otras oraciones).
Hecha esta ceremonia, el emperador se levantó y el arzobispo de Colonia le preguntó en voz alta: ¿Vis sanctum fidem Catholicis viris traditam tenere et operibus servare? ¿Quieres tener y guardar con obras la santa fe católica que se dio a los varones católicos?
Respondióle el emperador: Volo, quiero...
Acabadas las preguntas los dos arzobispos de Colonia y Tréveris llevaronlo al altar. El cual puso un dedo de la mano derecha y otro de la izquierda sobre el altar y dijo: - Aquí quiero guardar y cumplir todo lo que he prometido en cuanto me ayude el divino auxilio y las oraciones de los fieles cristianos. Así Dios y sus santos me ayuden.
Esto hecho volvióse el emperador a su silla. Y el arzobispo de Colonia que le consagraba, vuelto al pueblo dijo en latín con voz alta:—¿Os queréis sujetar a tal príncipe y gobernador, fortificar fielmente su reino, obedecer sus mandatos según lo que dice el Apóstol, a saber: toda alma está sujeta á las potestades superiores?
Todos á grandes voces respondieron: —Hágase, hágase, hágase. Y porque el vulgo no entendía el latín, el arzobispo dijo en alemán:—Queréis al rey Don Carlos, que está presente, por emperador y rey de romanos y hacer lo que él os mandare?
—Todos contestaron:—Sí, sí, sí...
Después de lo cual el arzobispo de Colonia entonó estas palabras:—Señor Jesucristo que riges todas las acciones de los reyes echa tu saludable bendición sobre nuestro rey Carlos.
Acabada esta oración y bendición, hincóse el emperador de rodillas y los dos arzobispos de Colonia y Tréveris le descubrieron las espaldas (para lo cual iban ya las ropas partidas) y le ungieron con el óleo de catecúmenos. Y luego las junturas de los brazos, junto a los hombros y luego a los pechos, y luego las manos y
en lo último, de la cabeza. Y en cada parte en que untaban decía el arzobispo:
—Te unjo como rey con el óleo santificado, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Entretanto en el coro se cantaba: — Ungieron como rey a Salomón el Sacerdote Sadoch, y Xatham. Y cada vez que acababan la antífona decían todos:—Viva, viva el rey para siempre; que es lo que se dijo a Salomón cuando le coronaron por rey de Jerusalén....
Acabadas las unciones, los dos arzobispos llevaron al emperador a la sacristía, en donde le limpiaron con algodones y le vistieron de blanco como a diácono, con una estola atravesada desde el hombro izquierdo hasta debajo del brazo derecho. Estas vestiduras habían sido del emperador Carlomagno y se conservaban con mucha estimación en la ciudad de Norimberga, usándose de ellas solo en casos semejantes al que vamos narrando. Asi revestido, volvió Carlos V al altar, y postróse en las
gradas como anteriormente. Dichas ciertas oraciones breves se levantó, y juntamente los tres arzobispos le dieron una espada desnuda, la cual fue del emperador Carlomagno, y le dijeron:—Recibe la espada por las manos, aunque no dignas, de los obispos; pero consagrados en la vida y autoridad de los santos Apóstoles.
Luego el arzobispo de Colonia le dio un anillo y le vistió una ropa diciendo:—Recibe el anillo de la dignidad y conoce en este sello la Fé católica. Pusiéronle un
cetro real en la mano y un globo del mundo en la otra, diciendo: —Recibe este cetro de virtud y equidad, con que sepas amar a los piadosos y aterrar a
los réprobos. Los otros arzobispos le pusieron en la cabeza la corona de oro de Carlomagno diciendo:—Recibe la corona regia y del reino, y sea puesta en tu cabeza por las manos, aunque indignas, de los obispos, obra de santidad y fortaleza.
Lleváronle luego al altar; y, puestas las manos sobre él, dijo:—«Yo prometo delante de Dios y de sus ángeles, que de aquí en adelante conservaré la Santa Iglesia de Dios su justicia y su paz.»
Hecha esta promesa lleváronle a una silla de piedra muy rica de los reyes pasados, y le sentaron allí diciéndole:—Ten pues el lugar del reino, que se te da, no por derecho hereditario ni por sucesión paterna, sino por los príncipes y electores del reino de Alemania, y por delegación de sus votos, y muy principalmente por la autoridad de Dios omnipotente...
Estuvo el emperador sentado largo tiempo en aquella silla con la espada ceñida, y llegaron allí muchos gentiles-hombres armados caballeros, y el emperador dábales tres golpes en los hombros con la espada de Carlomagno, quedando armado caballero el que recibía los golpes...
Vuelto el emperador al altar mayor se prosiguió la Misa leyéndose el Evangelio: Cum natus esset Jesús, etc., y el ofertorio: Reges Tharsis, etc.
Acabada la misa, el nuevo rey de romanos y electo emperador volvió a su palacio con la misma comitiva que había venido a la Iglesia. Sentóse a comer solo en una mesa servida con la esplendidez y grandeza que era de esperar. Bendijéronla los tres arzobispos que se habían hallado en la coronación...
Y es muy de notar que en el mismo día en que Carlos V se coronaba en Aquisgrán, se verificaba en Constantinopla la coronación del Gran turco Solimán o Suleiman, subiendo al trono imperial por muerte de su padre Selim. Es asimismo notable que ambos eran undécimos de sus respectivas familias, y que estas habían comenzado a reinar al mismo tiempo, por el emperador Alberto en Alemania, y por el primero de los Otomanos en Oriente. Y parece misterio del cielo, que el día que daban a un bárbaro poderoso, cruel y tirano, la espada contra el pueblo de Dios en el mismo día se diese la imperial, legítima, católica y verdadera al mejor emperador y caudillo que ha tenido la Iglesia.”
FR. PRUDENCIO DE SANDOVAL (1553-1620), ‘Historia del emperador Carlos V’.
385
“Do el suelo hórrido el Albis frío baña
Al sajón, que oprimió con muerta gente
Y rebosó espumoso su corriente
En la esparcida sangre de Alemaña;
Al celo del excelso rey de España,
Al seguro consejo y pecho ardiente,
Inclina el duro orgullo de su frente,
Medroso, y su pujanza, a tal hazaña.
La desleal cerviz cayó, que pudo
Sus ondas con semblante sobrar fiero
Y sus bosques romper con osadía,
Marte vio, y dijo, y sacudió el escudo:
¡Oh gran Emperador, gran caballero!
¡Cuánto debo a tu esfuerzo en este día!”
FERNANDO DE HERRERA.
386
“Temiendo tu valor, tu ardiente espada,
Sublime Carlo, el bárbaro africano,
Y el espantoso a todos otomano
La altiva frente inclina quebrantada.
Italia en propia sangre sepultada,
El invencible, el áspero germano,
Y el francés osado el pecho ufano
Al yugo rinde la cerviz cansada.
Alce España los arcos en memoria,
Y en columnas a una y otra parte
Despojos y coronas de victoria;
Que ya en tierra y en mar no queda parte
Que no sea trofeo de tu gloria
Ni reste más honor al fiero Marte.”
FERNANDO DE HERRERA.
EL CONQUISTADOR:
387
“Miren las personas sabias y leídas esta mi relación desde el principio hasta el cabo, y verán que ningunas escrituras que estén escritas en el mundo, ni en hechos hazañosos humanos, ha habido hombres que más reinos y señoríos hayan ganado como nosotros, los verdaderos conquistadores, para nuestro rey y señor; y entre los fuertes conquistadores mis compañeros, puesto que los hubo muy esforzados, a mí me tenían en la cuenta dellos, y el más antiguo de todos, y digo otra vez que yo, yo y yo, dígolo tantas veces, que yo soy el más antiguo, y lo he servido como muy buen soldado de su majestad, y diré con tristeza de mi corazón, porque me veo pobre y muy viejo, y una hija para casar, y los hijos varones ya grandes y con barbas, y otros por criar, y no puedo ir a Castilla ante su majestad para representalle cosas cumplideras a su real servicio, y también para que me haga mercedes, pues se me deben bien debidas.
Dejaré esta plática, porque si más en ello meto la pluma, me será muy odiosa de personas envidiosas, y quiero proponer una quistión a manera de diálogo, y es que habiendo visto la buena e ilustre Fama que suena en el mundo de nuestros muchos y buenos e nobles servicios que hemos hecho a Dios y a su majestad y a toda la cristiandad, da grandes voces, y dice que fuera justicia y razón que tuviéramos buenas rentas y más aventajadas que tienen otras personas que no han servido en estas conquistas ni en otras partes a su majestad, y ansí mismo pregunta que dónde están nuestros palacios y moradas, y qué blasones tenemos en ellas diferenciadas de las demás, y si están en ellas esculpidos y puestos por memoria nuestros heroicos hechos y armas, según y de la manera que tienen en España los caballeros que dicho tengo en el capítulo pasado que sirvieron en los tiempos pasados a los reyes que en aquella sazón reinaban, pues nuestras hazañas no son menores que las que esos señores hicieron, antes son de memorable Fama y se pueden contar entre las muy nombradas que ha habido en el mundo, y además desto pregunta la ilustre Fama por los conquistadores que hemos escapado de las batallas pasadas y por los muertos dónde están sus sepulcros y qué blasones tienen en ellos.
A estas cosas se le puede responder con mucha verdad: Oh excelente y muy ilustre Fama, y entre buenos y virtuosos deseada y loada, y entre maliciosos y personas que han procurado escurecer nuestros heroicos hechos no los querían ver ni oír vuestro ilustre nombre, por que nuestras personas no ensalcéis como conviene! hágoos, señora, saber que de quinientos y cincuenta soldados que pasamos con Cortés desde la isla de Cuba, no somos vivos en toda la Nueva España, de todos ellos, hasta este año de mill y quinientos sesenta y ocho, que estoy trasladando esta mi relación, sino cinco, y que todos los más murieron en las guerras ya por mí dichas, en poder de indios, y fueron sacrificados a los ídolos, y los demás murieron de sus muertes; y los sepulcros que me pregunta dónde los tienen, digo que son los vientres de los indios, que los comieron las piernas e muslos, brazos y molledos, y pies y manos y lo demás fueron sepultados, e sus vientre echaban a los tigres y sierpes e halcones, que en aquel tiempo tenían por grandeza en casas fuertes, y aquellos fueron sus sepulcros, y allí están sus blasones. Y a lo que a mí se me figura, con letras de oro habían de estar escritos sus nombres, pues murieron aquella crudelísima muerte por servir a Dios y a su majestad, e dar luz a los que estaban en tinieblas, y también por haber riquezas, que todos los hombres comúnmente venimos a buscar.”
BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, ‘Relación de la conquista de la Nueva España’.
388
“Di a España triunfos y palmas
Con felicísimas guerras,
Al rey infinitas tierras,
Y a Dios, infinitas almas”.
LOPE DE VEGA, ‘La Arcadia’.
-
Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- IDEAS
a) ESPIRITUALES
RELIGIÓN:
389
“Ten, pues, ¡oh dulcísimo príncipe!, por firme y seguro que en el cultivo de la religión se encierra el más cierto y el más constante apoyo para todos los negocios de la república; no admitas otra religión que la cristiana, ni permitas que la adopte ninguno de tus ciudadanos, si no quieres ver castigada esta falta con calamidades públicas, porque nada hay más aparente ni engañoso que las falsas religiones, nada más disolvente que dejar de adorar a Dios como le adoraron nuestros padres.”
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No hay para mí cosa que robustezca más los imperios que el culto religioso, ora considero la cosa en sí misma, ora atienda a la opinión pública, en la cual descansan muchas veces las cosas de la vida más que en el poder y las fuerzas materiales.
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No puede separarse la religión del gobierno sin la ruina de entrambos, del mismo modo que no puede separarse el alma del cuerpo; en todos los tiempos y en todas las naciones se ha procurado que los sacerdotes vivan íntimamente unidos don los empleados civiles, de modo que no formen cuerpos distintos lo que son, propiamente hablando, miembros pares de un mismo cuerpo.
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Separados entrambos poderes, se ha de procurar con ahínco que uno y otro estado estén unidos por los lazos del amor y de la correspondencia mutua, cosa a la verdad muy fácil si a los honores y cargos de uno y otro no se cierra la entrada a individuos de ambas clases, pues conciliadas así las voluntades, al paso que los altos sacerdotes procuran por la salud de la república, los grandes del reino y los altos funcionarios civiles tomarán con mayor esfuerzo sobre sí el cuidado de defender y sostener la religión cristiana, teniendo éstos y aquéllos la esperanza de engrandecerse a sí y a los suyos con más grandes honores y riquezas”.
PADRE MARIANA (1536-1624), ‘Del rey’.
390
“Hácese una solemne procesión de indios y españoles para adorar la Cruz.
Tres días había que el ejército estaba alojado en el pueblo llamado Casqui con mucho contento de indios y españoles cuando, al cuarto día el curaca, acompañado de toda la nobleza de su tierra, que la había hecho convocar para aquella solemnidad, se puso ante el gobernador y, habiendo él y todos los suyos hecho una grandísima reverencia, le dijo: "Señor, como nos haces ventaja en el esfuerzo y en las armas, así creemos que nos la haces en tener mejor Dios que nosotros. Estos que ves aquí, que son los nobles de mi tierra (que por la bajeza de su estado y poco merecimiento no osaron parecer delante de ti) y yo con todos ellos, te suplicamos tengas por bien de pedir a tu Dios que nos llueva, que nuestros sembrados tienen mucha necesidad de agua”. El general respondió que, aunque pecadores, todos los de su ejército y él, suplicarían a Dios Nuestro Señor les hiciese merced, como Padre de misericordias. Luego, en presencia del cacique, mandó al maestro Francisco Ginovés, gran oficial de carpintería y de fábrica de navíos, que de un pino, el más alto y grueso que en toda la comarca se hallase, hiciese una cruz.
Tal fue el que por aviso de los mismos indios se cortó que, después de labrado, quiero decir quitada la corteza y redondeado a más ganar, como dicen los carpinteros, no lo podían levantar del suelo cien hombres. El maestro hizo la cruz en toda perfección, en cuenta de cinco y tres, sin quitar nada al árbol de su altor; salió hermosísima por ser tan alta. Pusieronla sobre un cerro alto hecho a mano que estaba sobre la barranca del río y servía a los indios de atalaya y sobrepujaba en altura a otros cerrillos que por allí había. Acabada la obra, que gastaron en ella dos días, y puesta la cruz, se ordenó el día siguiente una solemne procesión en que fue el general y los capitanes y la gente de más cuenta, y quedó a la mira un escuadrón armado de los infantes y caballos que para guarda y seguridad del ejército era menester.
El cacique fue al lado del gobernador, y muchos de sus indios nobles fueron entremetidos entre los españoles. Delante del general, de por sí aparte, en un coro iban los sacerdotes, clérigos y frailes cantando las letanías, y los soldados respondían. De esta manera fueron un buen trecho más de mil hombres, entre fieles e infieles, hasta que llegaron donde la cruz estaba y delante de ella hincaron todos las rodillas y, habiéndose dicho dos o tres oraciones, se levantaron y de dos en dos fueron primero los sacerdotes y, con los hinojos en tierra, adoraron la cruz y la besaron. En pos de los eclesiásticos fue el gobernador y el cacique con él sin que nadie se lo dijese, e hizo todo lo que vio hacer al general y besó la cruz. Tras ellos fueron los demás españoles e indios, los cuales hicieron lo mismo que los cristianos hacían.
De la otra parte del río había quince o veinte mil ánimas de ambos sexos y de todas las edades, los cuales estaban con los brazos abiertos y las manos altas, mirando lo que hacían los cristianos; y, de cuando en cuando, alzaban los ojos al cielo haciendo ademanes con manos y rostro como que pedían a Dios oyese a los cristianos su demanda. Otras veces levantaban un alarido bajo y sordo, como de gente lastimada, y a los niños mandaban que llorasen y ellos hacían lo mismo. Toda esta solemnidad y ostentaciones hubo de la una parte y otra del río al adorar la cruz; las cuales al gobernador y a muchos de los suyos movieron a mucha ternura, por ver que en tierras tan extrañas, y por gente tan alejada de la doctrina cristiana, fuese con tanta demostración de humildad y lágrimas adorada la insignia de nuestra redención. Habiendo todos adorado la cruz de la manera que se ha dicho, se volvieron con la misma orden de procesión que habían llevado, y los sacerdotes iban cantando el Te Deum laudamus, hasta el fin del cántico, con que se concluyó la solemnidad de aquel día, habiéndose gastado en ella largas cuatro horas de tiempo.
Dios Nuestro Señor, por su misericordia, quiso mostrar a aquellos gentiles cómo oye a los suyos que de veras lo llaman; que luego la noche siguiente, de media noche adelante, empezó a llover muy bien y duró el agua otros dos días, de que los indios quedaron muy alegres y contentos; y el curaca y todos los caballeros, en la forma de la procesión que vieron hacer a los cristianos para adorar la cruz, fueron a rendir las gracias al gobernador por tanta merced como su Dios les había hecho por su intercesión; y, en suma, con muy buenas palabras, le dijeron que eran sus esclavos y de allí adelante se jactarían y preciarían de serlo. El gobernador les dijo que diesen las gracias a Dios que crió el cielo y la tierra y hacía aquellas misericordias y otras mayores.
Hanse contado estas cosas con tanta particularidad porque pasaron así y porque fue orden y cuidado del gobernador y de los sacerdotes que andaban con él, que se adorase la cruz con toda la solemnidad que les fuese posible; porque viesen aquellos gentiles la veneración en que la tenían los cristianos. Todo este capítulo de la adoración, cuenta muy largamente Juan Coles en su relación, y dice que llovió quince días. Acabadas estas cosas, habiendo ya nueve o diez días que estaban en aquel pueblo, mandó el gobernador se apercibiese el ejército para caminar el día siguiente en demanda de su descubrimiento.”
INCA GARCILASO DE LA VEGA, ‘Historia de la Florida’ cap. XLVI.
IGLESIA Y PONTÍFICE:
391
“Pero los españoles, siempre firmes en estas obediencia y unión, peleaban en el mismo tiempo por la religión y fe contra moros, turcos y herejes, echando a los moros de sus reinos, y defendiendo con esto el resto de la cristiandad. Por lo cual se tenía la Santa Iglesia Romana por tan servida, que estimaba igualmente los méritos de esta acción y guerra, como la que se hacía en Tierra Santa, y le daba los mismos privilegios; y con grandísima causa, pues (como dice san Eulogio) es verdadera religión y justicia y obra de gran mérito oponerse por la defensa de ella misma contra estos bárbaros infieles, ejercitando en ello la verdadera fortaleza. De donde Erasmo, con ser tan poco afecto a estas materias, confesó de España que era un muro dado por Dios a nuestra fe y un alcázar fortísimo y único para la defensa de la religión cristiana.”
GREGORIO LÓPEZ, ‘Excelencia de la monarquía y reino de España’ (1625).
392
“Mientras en los reyes durare esta vigilancia, y en ellos y en sus vasallos la obediencia y reconocimiento al pontífice romano, no tendrá que recelar ni temer la potencia de sus émulos... Y, pues los españoles son, como dijo san Jerónimo, obedientísimos, a la Santa Sede romana, pueden estar ciertos que sus reyes serán los mayores del mundo, cumpliéndose en ellos lo que dijo Dios en los proverbios: ‘Thronus ejus in aeternum firmabitur’, y lo que a David prometió, diciendo: ‘Firmabo regnum ejus et stabiliam thronum regni ejus usque in sempiternum’. Verificandose en la Serenísima Casa de Austria lo que de los romanos dijo Virgilio: ‘His ego nec matas rerum, nec tempora pono; imperium sine fine dedi’.”
PEDRO FDEZ. NAVARRETE, ‘Conversación de monarquías’ (1626).
393
“La principal máxima del Estado, guardada en Roma y en Madrid con singular puntualidad, consistía sólo en que así como la religión católica debía ser en el orbe universal y siempre sujeta a una cabeza, de quien la silla estaba en Roma, así también la cristiandad había de prestar su vasallaje a un sólo príncipe, cuya asistencia era en España, el cual había de dominar por su potencia en todo el mundo”
GONZALO DE CÉSPEDES, ‘Primera parte de la Historia de Don Felipe el IV, rey de las Españas’. (1631)
394
“En dos polos solamente
Se ha de mover esta máquina
De tu reino, si deseas
En sus fortunas bonanzas;
Es el primero el temor
De Dios, porque de aquí mana
La sabiduría, y si ésta
Falta al rey, todo el falta;
Y de este temor procede
El obedecer al Papa,
Como Vicario de Cristo,
Defendiendo con las armas
La navecilla de Pedro
De los herejes piratas”.
LOPE DE VEGA, ‘La lealtad en el agravio’.
-
Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- IDEAS
a) POLÍTICAS
AMOR A LA PATRIA:
395
“No hemos conocido el bien hasta que le hemos perdido; y es el deseo tan grande que casi todos tenemos de volver a España, que los más de aquéllos (y son muchos) que saben la lengua como yo, se vuelven a ella, y dejan allá sus mujeres y sus hijos desamparados; tanto es el amor que la tienen; agora conozco y experimento lo que suele decirse: que es dulce el amor de la patria”.
CERVANTES, ‘Don Quijote’ II- LIV.
MISIÓN DE ESPAÑA :
396
“Ya que el sujeto reino lusitano
Inclina al yugo la cerviz paciente
Y todo el grande esfuerzo de Occidente
Tenéis, Sacro Señor, en vuestra mano,
Volved contra el suelo hórrido africano
El firme pecho y vuestra brava gente,
Que su poder, su corazón valiente
Que tanto fue, será ante el vuestro en vano.
Cristo os da la pujanza de este Imperio
Para que la fe nuestra se adelante
Por do su santo nombre es ofendido.
¿Quién contra vos, quién contra el reino hesperio
Bastará alzar la frente, que al instante
No se derribe a vuestros pies rendido?
FERNANDO DE HERRERA, ‘Soneto a Felipe II’.
397
“Con más ventaja vemos hoy la nación española ejercitando este ministerio y logrando las bendiciones que Dios echó a Abraham y Jacob, padres espirituales de su fe intensa y dilatada, pues en todos los reinos del mundo infinitos españoles están predicando el Evangelio y manifestando a la gentilidad la ley de gracia.
.....................
Esta variedad de climas y naciones causó la Providencia divina en España para que los españoles, que habrán de extenderse por todo el mundo, ya predicando la fe católica, ya señoreándolo con sus armas, nada admirasen y no les empeciesen climas contrarios”.
FR. BENITO DE PEÑALOSA, ‘Libro de las cinco excelencias del español’. (1629)
398
“En Roma ha salido ahora un pasquín gracioso. Una vaca muy gruesa, con grande ubre, escrito en la frente: España. Muchos becerrillos que la maman alrededor, con rótulos: Inglaterra, Flandes, Holanda, Francia, Alemania, Italia y otros enemigos nuestros”.
BARRIONUEVO, ‘Avisos’, 24 octubre 1654.
399
“Viendo, pues, los herejes y otros émulos de las glorias de nuestra nación española, fuerza y verdad de los títulos referidos y el gran aumento que por las conquistas y conversiones del nuevo orbe ha conseguido su monarquía, procuran deslustrarlos o enflaquecerlos, diciendo en primer lugar, que más nos llevó a él la codicia del oro y la plata de sus provincias que el celo de la predicación y propagación del Evangelio. Y que pues en todas las cosas se debe atender su principio o el intento y fin principal a que se enderezan, en siendo éste vicioso o erróneo, no puede producir título ni efecto que se deba tener por constante y legítimo”.
J. DE SOLÓRZANO PEREIRA, ‘Política indiana’.
MISIÓN DEL EMPERADOR:
400
“Como todos los hombres sean obligados a amar y servir a Dios verdadero, por los haber criado y por los sustentar y conservar cada hora y momento, aquellos tienen a esto más especial obligación, que de Él han recibido mayores y mas beneficios. Por lo cual, nos, considerando cómo Dios Nuestro Señor, por su sola misericordia y bondad y sin algunos merecimientos nuestros ha querido darnos tan gran parte en el señorío de este mundo por él criado, que demás de haber sido servido de juntar en nuestra persona muchos y muy grandes reinos, que nuestros abuelos y progenitores tuvieron, siendo cada uno por sí poderoso rey y señor con ellos, ha sido servido que después que comenzamos a reinar se ha dilatado mucho nuestra real corona en grandes provincias y tierras descubiertas y señoreadas hacia la parte del Mediodía y el Poniente de estos nuestros Reinos.
Nos tenemos mas obligación que otro ningún príncipe del mundo a procurar su servicio y la gloria de su nombre, empleando todas las fuerzas y poder que El nos ha dado, en trabajar que sea conocido y adorado en todo el mundo por verdadero Dios, como lo es, y Criador de todo lo visible e invisible. Y deseando esta gloria de nuestro Dios, como somos tan obligados, y habiendo gran compasión de los que con tanto daño y peligro suyo no le conocen, no podemos dejar de dolernos mucho de saber, como sabemos, que, en muchas partes de la tierra que El ha criado, los hombres que El hizo a su imagen y semejanza, y a quien dotó de grandes perfecciones sobre todas las criaturas, vivan sin tener noticia de él, y andando rastreando las cosas divinas, con el apetito natural que de ellas tienen, y él les dio las almas, hayan caído en tan gran ceguedad e ignorancia que muchos tengan por Dios a algunas criaturas suyas, y las adoren ofreciéndoles sacrificios, siendo todas ellas sin comparación de menor valor que los hombres, y las adoren, y criadas para servicio del hombre, y no para otro fin.
Y porque hemos entendido que en otras partes del mundo que carecen de este conocimiento, en esas vuestras provincias y tierras, hasta ahora no hay noticia de nuestro Dios verdadero; o porque Él con sus secretos e incomprensibles juicios no ha querido hasta ahora manifestarse en esas partes, o por ventura por la negligencia y flaqueza de vuestros antecesores se ha perdido la memoria de la predicación de su nombre y Fe que en ella se hizo en los tiempos pasados, deseamos cumplir con vosotros y vuestras gentes y pueblos la obligación que en esto tenemos, porque es tan grande la bondad del verdadero Dios a quien servimos, que como es Padre de todos los hombres, así nos manda que a todos los hombres tratemos como a sus hijos y hermanos nuestros, haciéndoles obras de tales, y encaminándoles en el camino de la verdad, de que estuvieren desviados...”
CARLOS I, ‘Carta a los reyes y repúblicas del Mediodía y del Poniente’. (1543)
AMBICIÓN DE ESPAÑA:
401
“Suena y dispara la española flota,
Aquí guerra, allí guerra,
España viva, muera Inglaterra.
.....................
Famosa España que la espuma surcas
De las saladas olas
Idólatras, herejes, moras, turcas,
Y cuando es menester las arrebolas,
Ya que en templos metes
Banderas, estandartes, gallardetes,
Y a pesar de sus dueños las tremolas.
Arma a tus hijos, a tus hijos truenos,
Que rayos y relámpagos escupen;
Que quieren los ajenos
Rasgar tus faldas y romper tus senos.
.................................
Que aunque de todos una armada venga,
Vencerá el pueblo hispano
Al indio, escita, egipcio,
Macedonio, francés, inglés, fenicio.
A. MIRA DE MESCUA, (1574-1644), Flores de poetas ilustres, de Pedro de Espinosa.
402
“Ya se acerca, señor, o es ya llegada
la edad gloriosa en que promete el cielo
una grey y un pastor solo en el suelo,
por suerte a vuestros tiempos reservada.
Ya tan alto principio, en tal jornada,
os muestra el fin de vuestro santo celo
y anuncia al mundo, para más consuelo,
un monarca, un imperio y una espada.
Ya el orbe de la tierra siente en parte,
y espera en todo, vuestra monarquía,
conquistada por vos en justa guerra:
que a quien ha dado Cristo su estandarte
dará el segundo más dichoso día
en que, vencido el mar, venza la tierra.”
HERNANDO DE ACUÑA (1520-1580), ‘Soneto’.
403
“Digo que yo he alcanzado la monarquía de España tan llena y abundante de gallardos espíritus en armas y letras, que no creo que la romana los tuvo mayores, y me arrojo a decir que ni tantos ni tan grandes. Y no quiero tratar de las cosa que los españoles han hecho en Flandes, tan superiores a las antiguas..., sino de las que nuestros ojos han visto cada día y nuestras manos han tocado”.
VICENTE ESPINEL (1550-1624), ‘Marcos de Obregón’.
404
“La fábrica de la monarquía de España creció tanto porque el rey Don Fernando el Católico, y después Carlos V, y el rey Felipe II, supieron cortar y labrar las piedras más a propósito para su grandeza.”
SAAVEDRA FAJARDO, ‘Política y razón de Estado’.
EL REY:
405
“La adoración que se debe a los reyes es de derecho divino, pero que quieran la idolatría es conjurarse contra los cielos; estas exageraciones de cultos ensoberbecen a los hombres y mientras se miran postrados sus iguales, se desconocen en sí mismos; no parece mejor un rey que cuando el pueblo lo mira humilde con su Dios, que reconoce que por sí es nada. Con estas demostraciones se granjea el vulgo y cuando más se humana, más le veneran; este respeto se mira propio y heredado en nuestro monarca Carlos II, que encontrando el sacramento de la Eucaristía, deja su carroza, le recibe en ella y por polvos y lodos, para cumplir la ley de su reino, con gran devoción le sigue, hasta dejarle en el templo”.
........................
“Disputable es la cuestión de si es lícito quitar la vida al tirano; los castellanos llevan la opinión que no lo sea, pues ninguno quiso poner las manos en el rey Don Pedro, dejando al hermano que lo acabase, sino es Beltrán Clachin, que era francés, y los que hicieron el acto de denudar a Enrique IV de la majestad, todos eran extraños”.
J.A. DE LENCINA, ‘Comentarios políticos’.
406
“Lo primero que ha de enseñar el maestro al príncipe es el temor de Dios, porque es principio de sabiduría”.
SAAVEDRA FAJARDO, Empresas’.
407
“El culto de vuestra ley,
Fernando, encargaros quiero;
que éste es el móvil primero
que ha de llevar tras sí al Rey;
y guiándoos por él vos,
vivid, hijo, sin cuidado,
porque no hay razón de Estado
como a el servir a Dios.
Nunca os dejéis gobernar
de privados, de manera
que salgáis de vuestra esfera,
ni los llevéis tanto a dar
que se arrojen de tal modo
al cebo del interés,
que os fuercen, hijo, después
a que se lo quitéis todo.”
TIRSO DE MOLINA, ‘La prudencia en la mujer’.
ENEMIGA CONTRA ESPAÑA:
408
“Por la misma razón que pensamos ser señores del mundo, somos aborrecidos de todos”.
VICENTE ESPINEL, ‘Marcos de Obregón’.
409
“Honremos a nuestra patria generosa
Que por tantas hazañas y blasones
Es la envidia común de las naciones.”
ANTONIO HURTADO DE MENDOZA (1586-1644), ‘Cada loco con su tema’.
410
“DAMA. ¿Por qué os llaman fanfarrones?
ESPAÑOL. Porque todas las naciones,
Unas de otras envidiosas,
Ofenden nuestras gloriosas
Empresas y altos blasones;
Sabemos decir y hacer;
Y porque se usó el retar
En España, que es poner
Con la ejecución del dar
La gloria del prometer.”
LOPE DE VEGA, ‘Carlos V en Francia’.
411
“Aunque es el español, por sus blasones,
En guerra y paz y por su gloria y fama,
Aborrecible a todas las naciones,
El a todas las quiere, estima y ama,
Con todas trata en todas ocasiones,
Con todas casa y de su sangre llama.”
LOPE DE VEGA, ‘La cortesía en España’.
412
“¡Ay dulce y cara España,
Madrastra de tus hijos verdaderos!
¡Y con piedad extraña
Piadosa madre y huésped de extranjeros!
¡Envidia en ti me mata,
Que toda patria suele ser ingrata!
LOPE DE VEGA, ‘La Arcadia’.
413
“¡Oh España generosa, qué entrañas tan de madre tienes para todos, qué corazón tan magnánimo! No son menos altivas las naciones en tu distrito que en los propios suyos. ¡Cuántas amistades reciben, cuántas medras, cuántos aumentos sacan de tu caudal!
CRISTÓBAL SUÁREZ DE FIGUEROA (1571-1644), ‘El pasajero’.
414
“Si eres, por ventura, español, dondequiera que llegues has de ser mal recibido, aunque te hagan buena cara, que aquesa ventaja les hacemos a todas las naciones del mundo, ser aborrecidos de todas y de todos: cúya sea la culpa, yo no lo sé.”
MATEO ALEMÁN, ‘Guzmán de Alfarache’.
415
“No me podréis negar que la nación española es de todas la más aborrecida y odiada; no pienso que ignoréis la causa; pero de nuevo quiero referíroslo de la manera que aquí veréis. De las partidas del mundo, la mejor es, sin duda, Europa, figurada por una piel de toro; y de Europa, la mejor provincia España, que es la cabeza del mismo toro... Desta ventaja que hace esta provincia a las demás del mundo, en temple, en valor, en riquezas, en dominio, que le tienen los naturales de ella, en la mayor parte de todas las demás; de la potestad con que las van señoreando, de la poca estimación que hace de las demás naciones, del valor supremo que reconocen todas en ellos, de esto, pues, nace, como digo, este aborrecimiento de los españoles por todo este hemisferio”.
CONDE DE LEMUS (1560-1622), ‘El búho gallego’.
416
"(Quod unus populus eripuerit omnibus,
facilius uni ab omnibus eripi posse.”
SÉNECA, Epíst. 88)
...............
“Un godo, que una cueva en la montaña
Guardó, pudo cobrar las dos Castillas;
Del Betis y Genil las dos orillas,
Los herederos de tan grande hazaña.
A Navarra te dio justicia y maña;
Y un casamiento, en Aragón, las Sillas
Con que a Sicilia y Nápoles humillas.
Y a quien Milán espléndida acompaña.
Muerte infeliz en Portugal arbola
Tus castillos. Colón pasó los godos
Al ignorado cerco de esta Bola.
Y es más fácil, ¡oh España!, en muchos modos,
Que lo que a todos les quitaste sola
Te puedan a ti sola quitar todos.
QUEVEDO, ‘Soneto’.
417
“¿Qué libelos infamatorios, qué manifiestos falsos, qué fingidos Parnasos, qué pasquines maliciosos no se han esparcido contra la monarquía de España? No pudo la emulación manchar su justo gobierno en los reinos que posee en Europa, por estar a los ojos del mundo; y para hacer odioso su dominio e irreconciliable la inobediencia de las provincias rebeldes con falsedades difíciles de averiguar, divulgó un libro supuesto de los malos tratamientos de indios, con nombre del obispo de Chiapa, dejándole correr primero en España como impreso en Sevilla, por acreditar más la mentira, y traduciéndole después en todas las lenguas”.
SAAVEDRA FAJARDO, ‘Idea de un príncipe cristiano’.
-
Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HECHOS
a) EMPRESAS FÍSICAS
MILICIA:
418
“Qué es la causa (pregunta Aristóteles) que, no siendo la valentía la mayor virtud de todas, antes la justicia y prudencia son las mayores, con todo esto la república y casi todos los hombres, de común consentimiento, estiman en más a un valiente y le hacen más honra dentro en su pecho, que a los justos y prudentes, aunque estén constituidos en grandes dignidades y oficios? A este problema responde Aristóteles diciendo que no hay rey en el mundo que no haga guerra a otro o la reciba; y como los valientes le dan gloria, imperio, lo vengan de sus enemigos y le conservan su estado, hacen más honra, no a la virtud suprema, que es la justicia, sino a aquella de quien reciben más provecho y utilidad. Porque, si no tratasen así a los valientes ¿cómo era posible hallar los reyes capitanes y soldados que de buena gana arriscasen su vida por defenderles su hacienda y estado?”
DR. HUARTE DE SAN JUAN (1529-1588), ‘Examen de ingenios’.
419
“Para que los soldados sean verdaderamente fuertes de aquella fortaleza que es virtud cristiana, y no salteadores de caminos; ministros de Dios y no de Satanás; defensores de la Patria y no destructores; guardas de los amigos y no asoladores; amparo de los templos y cosas sagradas, y no fuego infernal que los abrase y consuma es necesario que el príncipe cristiano tenga gran cuenta con la disciplina militar de su ejército y que mande severamente castigar los excesos, desobediencias, insolencias...”
PADRE RIVADENEIRA.
420
“Comos sabios y católicos, ahora os quiero dar a entender qué es este duelo, que a tanta gente da perpetuo duelo, para que, por ventura, os desengañéis del mayor engaño, del más nefando abuso y de la mayor inhumanidad que hoy se halla entre los hombres. Sabed que la batalla a todo trance que en España llaman desafío o campo cerrado, en Italia, duelo y los latinos, batalla singular entre dos hombres, es aquella por la cual, uno entiende probar al otro por las armas, en el espacio y término de un día, cómo es verdadero hombre de honra y no merece ser menospreciado ni injuriado, y el otro pretende probar lo contrario. Sobre esta manera de combatir han escrito muchos y muy excelentes varones, y no se ponen de acuerdo en su origen: unos dicen que lo inventaron los albiones pueblos de la Gran Bretaña, que hoy es Inglaterra; otros, que los mantineos; y otros, que los Longobardos. Mas parece, que antes que ellos, los españoles acostumbraban a averiguar sus pasiones por la ley del duelo. Dice Tito Livio que, estando Escipión el Africano en Cartagena celebrando las honras de su padre y tío, los dos Escipiones que dicen estar enterrados en Tarragona, vinieron a él dos caballeros principales, españoles celtíberos, llamados Corbis y Orsúa, cada uno de los cuales pretendía ser señor de un gran estado que había sido del padre de uno de ellos, y ya que ni por justicia ni concierto habían podido averiguarlo, determinaron averiguarlo por la espada, y pusieron por juez al mismo Escipión y, así, en su presencia combatieron con espadas cortas y de punta aguda, y con broqueles, que eran las armas comunes de entonces, que desde mucho antes y después usaron los españoles, y en este combate, Corbis mató a Orsúa. Dicen que eran los dos primos hermanos, y que el estado había sido del padre de Orsúa, a quien tan poco le valió su justicia, que la perdió en el duelo con la vida y hacienda. Además de éstos, muchos españoles combatieron delante de Escipión, por casos de honra como por darle placer. Y no me sorprende que se usase tal costumbre en España, porque, del mundo, era la gente que menos aprecio tenía por la vida humana. Tanto, que Escipión halló entre ellos infinitos que, por amor a él, se hicieron sus compañeros en la muerte. Era costumbre de aquellos gentiles españoles que, cuando un hombre principal moría, todos sus compañeros morían con él matándose los unos a los otros, diciendo que iban a acompañar el alma del amigo muerto.”
LA GUERRA
421
“El fin de al guerra es la paz y la seguridad de la república, como dice San Agustín, y no podría haber esta seguridad si con el temor no se tuviese a raya al enemigo”.
P. VITORIA, ‘De iure belli’.
422
“Los varones prudentes, las repúblicas bien concertadas, por cuatro cosas han de tomar las armas y desenvainar las espadas, y poner a riesgo sus personas, vidas y haciendas: la primera, por defender la fe católica; la segunda, por defender su vida, que es de ley natural y divina; la tercera, en defensa de su honra, de su familia y hacienda; la cuarta, en servicio de su rey, en la guerra justa; y si le quisiéremos añadir la quinta, que se puede contar por segunda, es en defensa de su patria.”
CERVANTES, ‘Don Quijote’ II-XXVII.
423
“Son, pues, propias de la guerra, la fortaleza y la constancia, y el sufrir, animosamente, los males. Y de la paz, la contemplación de la verdad. Comunes a ambos estados, la justicia y la templanza, pero más necesario a los que viven en paz, pues en la guerra la necesidad misma obliga a ser justos y sobrios, pero en la paz y en la próspera fortuna estos bienes hacen perezosos y exigentes y siervos del placer, a menos que acuda la justicia y la templanza a impedir estos males y tenga ocupados los ánimos el estudio de la filosofía y de las ciencias y que, gozando de la contemplación de la verdad y alegre con estas cosas altas, no se busque ninguno de los objetos por los que los hombres son impelidos a pecar.”
J. G. DE SEPÚLVEDA (1490-1573), ‘Del reino y del oficio de rey’.
EJÉRCITO:
424
“La infantería se distingue por su circunspección y la paciencia con que soporta las fatigas, así como por su disciplina, excediendo a italianos, flamencos y alemanes, para preparar una emboscada, defender un desfiladero, hacer una retirada o sostener un sitio”.
MIGUEL SORIANO, ‘Relación del embajador de Venecia’.
425
“Tropa gentil, de bravos y valientes soldados, bien escogidos entre los tercios de Lombardía, Nápoles, Sicilia, Cerdeña, y una parte de los de la Goleta... todos viejos y aguerridos soldados, tan bien en punto a trabajos y armas, la mayor parte doradas y otras grabadas, que más se les creyera capitanes que soldados... Y se hubiera dicho que eran príncipes, de tal modo eran soberbios y marchaban arrogantemente y con gracia.
............................
Para las armas no cedían a ninguna nación; para las ciencias y las artes, entregábanse tan fuertemente a las armas que odiaban aquéllas y fuertemente las vilipendiaban, enviando al diablo los libros, de no ser algunos que, cuando a ellos se entregan, son raros, mas excelentes y muy admirables, profundos y sutiles, como no he visto muchos”
PIERRE DE BRANTHOME (1540-1614), ‘Oeuvres complètes’.
ELOGIO DE CASTILLA:
426
“Es Castilla madre de todas las demás coronas que ciñen la sien de nuestra victoriosa España y, así, con prevención contemplativa me pareció justísimo explicar primero los blasones e insignias que fueron origen de los otros. Son las que tienen aquesta monarquía, antiquísimas, y tanto que en tiempo de Ecequiel eran muy conocidas. Formábanse de aquesta suerte: un castillo de oro en campo carmesí, con puertas y ventanas azules, con tres torres y en cada una tres almenas de oro. Timbre, cuando se pone, es un castillo de la misma manera.
Llámase Castilla en hebreo Adamuz. Era metrópolis la que conserva hoy el nombre y está junto a Córdoba; que también este reino es parte de la antigua Castilla. En esta provincia es muy probable que formó Dios al primer hombre. En ella consistió lo más ilustre de todo el Paraíso. De ella salen aquellos cuatro ríos que pintó Moisés, y explican con curiosidad muchos autores. Pruébolo muy despacio en otra parte".
JUAN DE CARAMUEL (1606-1682), ‘Explicación mística de las armas de España invictamente belicosas’. (1636)
427
“Los reinos de Castilla, que son, sin duda, la cabeza de esta monarquía, como Roma, Constantinopla, Macedonia y Persia lo fueron de las antiguas..., siendo éstos los que dan más gente, más dinero y más substancia, es justo que considere V.M. cómo están y cómo los tienen las guerras extranjeras y los servicios propios; porque todos los demás reinos de V.M. tienen apariencia de señorío y hacen sombra de grandeza; pero dan poca gente y ningún dinero que salga de los mismos que lo contribuyen para éste o para los demás reinos de V.M.; y, así, o están ricos, o, a lo menos, no necesitados. Todo cuanto se gasta en ellos y en éstos y en los demás que es necesario en un imperio tan grande, para la conservación y aumento de él, todo sale de los tributos de Castilla’.
BALTASAR DE ÁLAMOS BARRIENTOS (1555-1640), ‘Papel que Antonio Pérez puso en manos del rey Phelipe III.’
GALICIA:
428
“Pálido sol en cielo encapotado,
Mozas rollizas de anchos culiseos,
Tetas de vacas, piernas de correos;
Suelo menos barrido que regado;
Campo todo de tojos matizado,
Berzas gigantes, nabos filisteos,
Gallos del Cairo, búcaros pigmeos,
Traje tosco y estilo mal limado.
Cuestas que llegan a la ardiente esfera,
Pan de Guinea, techos sahumados,
Candelas de resina con tericia,
Papas de mijo en cuencas de madera,
Cuevas profundas, ásperos collados,
es lo que llaman reino de Galicia.”
LUIS DE GÓNGORA, ‘Soneto’.
DE LAS COSTUMBRES DE LOS ESPAÑOLES:
429
“Groseras, sin policía ni crianza, fueron antiguamente las costumbres de los Españoles. Sus ingenios, más de fieras que de hombres. En guardar secreto se señalaron extraordinariamente; no eran parte los tormentos por rigurosos que fuesen, para hacérsele quebrantar. Sus ánimos, inquietos y bulliciosos; la ligereza y soltura de los cuerpos, extraordinaria; dados a las religiones falsas y culto de los dioses; aborrecedores del estudio de las ciencias, bien que de grandes ingenios. Lo cual transferidos en otras provincias, mostraron bastantemente que ni en la claridad de entendimiento, ni en excelencia de memoria, ni aun en la elocuencia y hermosura de las palabras daban ventaja a ninguna otra nación.
En la guerra fueron más valientes contra los enemigos que astutos y sagaces; el arreo de que usaban, simple y grosero; el mantenimiento, más en cantidad que exquisito ni regalado; bebían de ordinario agua, vino muy poco; con los malhechores eran rigurosos; con los extranjeros, benignos y amorosos. Esto fue antiguamente, porque en este tiempo mucho se han acrecentado, así los vicios como las virtudes.
Los estudios de la sabiduría florecen cuanto en cualquier parte del mundo; en ninguna provincia hay mayores ni más ciertos premios para la virtud; en ninguna parte tienen la carrera más abierta y patente el valor y doctrina para adelantarse. Deséase el ornato de la letras humanas, a tal, empero, que sea sin daño de las otras ciencias.
Son muy amigos los españoles de justicia; los magistrados, armados de leyes y autoridad, tienen trabados los más altos con los bajos, y con éstos los medianos con cierta igualdad y justicia; por cuya industria se han quitado los robos y salteadores, y se guardan todos de matar o hacer agravio, porque ninguno es permitido, o quebrantar las sagradas leyes, o agraviar a cualquiera del pueblo, por bajo que sea.
En lo que más se señalan es en la constancia de la religión y creencia antigua, con tanto mayor gloria, que en las naciones comarcanas en el mismo tiempo todos los ritos y ceremonias se alteran con opiniones nuevas y extravagantes.
Dentro de España florece el consejo; fuera, las armas; sosegadas las guerras domésticas y echados los moros de España, han peregrinado por gran parte del mundo con fortaleza increíble. Los cuerpos son por naturaleza sufridores de trabajos y de hambre, virtudes con que han vencido todas las dificultades, que han sido en ocasiones muy grandes, por mar y por tierra. Verdad es que en nuestra edad se ablandan los naturales y enflaquecen con la abundancia de deleites y con el aparejo que hay de todo gusto y regalo de todas maneras en comida y en vestido y en todo local. El trato y comunicación de las otras naciones que acuden a la fama de nuestras riquezas y traen mercaderías que son a propósito para enflaquecer los naturales con su regalo y blandura, son ocasión de este daño. Con esto, debilitadas las fuerzas y estragadas con las costumbres extranjeras, demás desto por la disimulación de los príncipes y por la licencia y libertad del vulgo, muchos viven desenfrenados sin poner fin ni tasa a la lujuria, ni a los gastos, ni a los arreos y galas. Por donde, como dando vuelta a la fortuna desde el lugar más alto do estaba, parece a los prudentes y avisados que, mal pecado, nos amenazan graves daños y desventuras, principalmente por el grande odio que nos tienen las demás naciones; cierto compañero, sin duda, de la grandeza y de los grandes imperios, pero ocasionado en parte de las asperezas de las condiciones de los nuestros, de la severidad y arrogancia de los que mandan y gobiernan.”
PADRE MARIANA ‘Historia General de España’.
-
Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
- HECHOS
a) EMPRESAS MORALES
CULTURA ESPAÑOLA:
430
“Si tuviésemos lugar de cotejar las letras y sciencia de nuestros españoles con la de las otras naciones... bien se echaría de ver la ventaja que en todas facultades los españoles hacen a los muy letrados de los otros reinos... Pues agora bien claro vemos las muchas Universidades que nuestra España tiene, pues casi no hay pueblo en ella que no tenga Universidad, o colegio, o escuela pública de letras.”
PEDRO DE MEDINA, ‘Grandezas y cosas notables de España’. (1595)
431
“¡Oh España, qué pechos crías!
Venturosa por tus hijos
Te puede llamar el mundo:
Díganlo espadas y libros”.
J. PÉREZ DE MONTALVÁN (1602-1638), ‘Cumplir con su obligación’.
432
“Dejé a Flandes por España,
Dulce patria, hermosa reina
De las letras y las armas”.
LOPE DE VEGA, ‘El valiente Juan de Heredia’.
LA JUSTICIA:
433
“El fundamento principal de la monarquía en España y el que la levantó y la mantiene, es la inviolable observación de la justicia, y el rigor con que obligaron siempre los reyes a que fuese respetada”.
SAAVEDRA FAJARDO, ‘Empresas de un príncipe cristiano’.
434
“Ejecute el príncipe con valor las veces que tiene de Dios y del pueblo sobre los súbditos, pues la justicia es la que le dio el cetro y la que se le ha de conservar. Ella es la mente de Dios, la armonía de la república y el presidio de le majestad”.
SAAVEDRA FAJARDO, ‘Corona gótica’.
LA LENGUA:
435
“Siempre fue natural pretensión de las gentes victoriosas procurar extender no menos el uso de sus lenguas que los términos de los imperios”.
FRANCISCO DE MEDINA, en ‘Amonestaciones a Garcilaso’, de F. de Herrera.
436
“Est enim lingua hispana locuples et speciosa, quae non semitis, sed campis, non uti fontes angustis fistulis, sed ut latissimi omnes totis vallibus fluit ».
ALFONSO GARCÍA MATAMOROS, ‘Hispaniae doctis enarratio’ (1553).
437
“Y después del hecho de la religión, no hay cosa que más concilie los ánimos de los hombres de varias naciones en amistad o conversación, y que más los domestique y aficione a imitar y seguir las costumbres de los que rigen que la unidad y conformidad de la lengua, cuya ignorancia los enajena y tiene en sospecha a unos de otros, como los sordos, que siempre se recelan y sospechan mal de las palabras que se hablan delante de ellos, que no entienden bien”.
ARIAS MONTANO (1527-1598), ‘Carta al duque de Alba’
438
“Muchas veces he pensado la excelencia que tiene la lengua castellana entre otras lenguas, tanto que en toda parte es entendida, y aun hablada; y es por ser graciosa... y porque veo que la lengua castellana se nos entra por las puertas de este reino (de Valencia), y todos los valencianos la entienden y muchos la hablan, olvidados de su propia lengua”.
MARTÍN DE VICIANA (1502-1574), ‘Epístola preliminar de Alabanzas de las lenguas hebrea, griega, latina, castellana y valenciana’.
439
“La lengua castellana, en la facilidad y dulzura de su pronunciación, se debe tratar con más honra y reverencia, y la toscana con más regalo y llaneza.”
FERNANDO DE HERRERA.
440
“Si buscamos suavidad y dulzura, el castellano la tiene acompañada de gran ser y majestad, conveniente a pechos varoniles y nada afeminados.”
BERNARDO DE ALDRETE (1565-1545).
441
“Si el emperador se sirvió en aquella ocasión (discurso de reto de Carlos V a Francisco I ante el papa Paulo III), en lugar del latín acostumbrado, debió ser, entre otros motivos, porque la lengua española posee cualidades especialmente adecuadas para la bravata y la amenaza.”
PIERRE DE BRANTHOME.
442
“No ignoro que nuestra lengua, en el estado en que hoy la tenemos y en quien sabe usar de ella, tiene igual y aun superior elegancia, como lo advierten y prueban graves autores, y de la suya latina en comparación de la griega lo dexó escrito Cicerón. Y que aun parece mayor decencia hablar y escribir en ella a los reyes, pues ellos ponen su autoridad en no usar otra en sus respuestas, decretos y cartas y aunque las sepan, y ninguno hubo buen advertido que no procurase entender su idioma patrio, donde su Imperio.”
JUAN DE SOLÓRZANO PEREYRA, ‘Politica Indiana’. Dedicatoria.
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“Y hácese más segura la opinión que voy fundando si consideramos que no sólo para dilatar la fe de Christo conviene que los españoles y los indios usemos un mismo lenguaje, como en semejante caso, hablando de los agarenos o moros, lo advierte Luis Vives, sino para que nos cobren más amor y voluntad, se estrechen más con nosotros, cosa que en sumo grado se consigue con la inteligencia y conformidad del idioma, como hablando en general, y ponderando el gran castigo que en la división de lenguas envió Dios a los hombres, lo dicen con palabras graves y dignas de leerse, Filón y Josefo, judíos y Genebrardo.”
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“Esto que se ha dicho de obligar a los indios a nuestro lenguaje me persuade igualmente a juzgar que no tendría menos inconveniencia que también les obligásemos a que en el traje y modo de vestir, y en las demás costumbres loables, que no repugnasen mucho al estado y condición, se ajustasen a las de los españoles, y a su trato, comercio y comunicación; porque siempre asimismo, juntamente con el idioma, dieron sus trajes y costumbres los vencedores a los vencidos, como por palabras expresas lo dicen Cornelio Tácito, y Aurelio Prudencio, hablando de los romanos. Y Estrabón dice: que nuestros antiguos españoles fueron llamados estolatos y togatos, porque juntamente con el lenguaje recibieron de ellos este modo de vestiduras, hasta los celtíberos, que eran entonces tenidos por los más fieros, bárbaros e inhumanos.”
JUAN DE SOLÓRZANO PEREYRA, ‘Politica Indiana’. lib. II, cap. XXVI.
DE LAS LENGUAS DE ESPAÑA:
443
“Todos los españoles tienen en este tiempo y usan de una lengua común, que llamamos castellano, compuesta de avenida de muchas lenguas, en particular de la latina corrupta; de que es argumento el nombre que tiene, porque también se llama romance, y la afinidad con ella tan grande, que lo que no es dado aun a la lengua italiana, juntamente y con las mismas palabras y contexto se puede hablar latin y castellano, así en prosa como en verso. Los portugueses tienen su particular lengua, mezclada de la francesa y castellana, gustosa para el oído y elegante. Los valencianos otrosí y catalanes usan de su lengua, que es muy semejante a la de Lenguadoc, en Francia, o lenguaje narbonense, de donde aquella nación y gente tuvo su origen; y es así que ordinariamente de los lugares comarcanos y de los con quien se tiene comercio, se pegan algunos vocablos y algunas costumbres. Solo los vizcaínos conservan hasta hoy su lenguaje grosero y bárbaro, y que no recibe elegancia, y es muy diferente de los demás y el mas antiguo de España, y común antiguamente de toda ella, segun algunos lo sienten; y se dice que toda España usó de la lengua vizcaína antes que en estas provincias entrasen las armas de los romanos y con ellas se les pegase su lengua. Añaden que como era aquella gente de suyo grosera, feroz y agreste, la cual transplantada a manera de árboles con la bondad de tierra se ablanda y mejora, y por ser inaccesibles los montes donde mora, o nunca recibió del todo el yugo del imperio extranjero, o le sacudió muy presto. Ni carece de probabilidad que con la antigua libertad se haya allí conservado la lengua antigua y común de toda la provincia de España. Otros sienten de otra manera, y al contrario, dicen que la lengua vizcaína siempre fue particular de aquella parte, y no común de toda España. Muévense a decir esto por testimonios de autores antiguos, que dicen los vocablos vizcaínos, especialmente de los lugares y pueblos, eran más duros y bárbaros que los demás de España, y que ya no se podían reducir a declinacion latina. En particular Estrabón testifica que no un género de letras ni una lengua era común a toda España. Confirman esto mismo los nombres briga que es pueblo; cetra escudo; falarica, lanza; gurdus, gordo; cusculia, coscoja; lancia, lanza; vipio, zaida; buteo cierta ave de rapiña; Necy por el dios Marte, con otras muchas dicciones que fueron antiguamente propias de la lengua de los españoles, según que se prueba por la autoridad y testimonio de autores gravísimos, y aun algunas de ellas pasaron sin duda de la española a la lengua latina; de las cuales dicciones todas no se halla rastro alguno en la lengua vizcaína: lo cual muestra que la lengua vizcaína no fue la que usaba comunmente España. No negamos empero haya sido una de las muchas lenguas que en España se usaban antiguamente y tenían; solo pretendemos que no era común a toda ella. La cual opinión no queremos ni confirmarla más a la larga, ni seria a propósito del intento que llevamos detenernos más en esto.”
PADRE MARIANA, ‘Historia General de España’ (1601).
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
IX – LA ESPAÑA DE LA ILUSTRACIÓN; LA PATRIA DISMINUIDA.
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El último vástago de la dinastía austríaca, muerto por consunción, sin descendientes, abre la liquidación testamentaria del trono de los Reyes Católicos. El mundo entero va a arrojarse vorazmente sobre sus despojos. Dos fuertes grupos se hallan en presencia: el alemán y el francés. El pueblo español, según su temperamento y los manejos a que es sometido, se pronuncia por uno u otro pretendiente. Castilla y parte de la corona de Aragón se deciden por el futuro Felipe V. En cambio, otra parte de los catalanes, valencianos y aragoneses, por el archiduque Carlos, primogénito del emperador.
Mirando a Francia vive España en el siglo XVIII. Olvidada de sí misma clava sus ojos en el país vecino. Se inaugura una nueva dinastía: la Casa de Borbón, de la cual cinco reyes ocupan ese siglo: Felipe V, Luis I, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV. Una intensa corriente política, artística y cultural, atraviesa los Pirineos para invadir nuestra Patria. Los gustos de Francia imperan en España.
Felipe V, el primero de los monarcas, a quien se ha llamado el ‘Animoso’ por el tesón con que defendió sus derechos a la Corona de España. En el horizonte político de España se cierne una tormenta que anegará en sangre numerosas naciones. El archiduque Carlos, pretendiendo hacer valer sus derechos a la Corona española, trajo consigo la guerra de Sucesión, larga y penosa, que dura trece años: Alemania formó la Gran Alianza con Inglaterra, Holanda, Portugal y Saboya. Francia y España tuvieron que luchar contra el resto de Europa. En 1713 terminó la guerra con el Tratado de Utrecht, por el que se reconoce a Felipe V como rey de España, tras la renuncia a la Corona francesa. A la Patria se le arrancan jirones de su Imperio, perdiendo Gibraltar, Italia y los Países Bajos. Es una de las épocas más tristes que ha presenciado nuestra Patria. Generales extranjeros guiaban siempre nuestras tropas, y una plaga de aventureros, arbitristas, cortesanas y lacayos franceses, irlandeses o italianos caían sobre España como nube de langosta para acabarnos de saquear y empobrecer.
Al azaroso reinado de este rey siguió el remanso de paz de Fernando VI, que consiguió mantener a España en un total equilibrio, sin inclinarse en sus relaciones políticas a potencia europea alguna. Al amparo de la paz mejoró la Hacienda, se reorganizó el Ejército y se elevó la Marina a un alto grado de prosperidad.
Carlos III forma con Francia el ‘Pacto de Familia’, que encadena la suerte de España a la del vecino país, ya que ambas naciones se comprometen a ayudarse mutuamente en las guerras exteriores, y de ahí las luchas de nuestra Patria contra Inglaterra y Portugal. De él ha escrito Menéndez Pelayo:
“De Carlos III convienen todos en decir que fue simple testa férrea de los actos buenos y malos de sus consejeros. Era hombre de cortísimo entendimiento, más dado a la caza que a los negocios, y aunque terco y duro, bueno en el fondo, y muy piadoso, pero con devoción poco ilustrada, que le hacía solicitar de Roma con necia y pueril insistencia, la canonización de un leguito llamado el hermano Sebastián, de quien era fanático devoto, al mismo tiempo que consentía y autorizaba todo género de atropellos contra cosas y personas eclesiásticas, y de tentativas para descatolizar a su pueblo. Cuando tales beatos inocentes llegan a sentarse en un trono, tengo para mí que son cien veces más perniciosos que Juliano el Apóstata o Federico II de Prusia”.
Pero allá por Francia surge la tormenta más grave. Versalles sigue en fiestas, la corte despilfarra, los nobles abandonan sus propiedades y se agrupan en torno a los monarcas. Mientras tanto, sus feudos y tierras se transforman en eriales. Francia se empobrece. Los filósofos franceses, los enciclopedistas son enemigos de la religión y del poder constituido. Sus escritos se propagan entre la masa del pueblo y comienzan a alentar la rebeldía. En España entra a reinar Carlos IV con su rectitud y debilidad bonachona, y años después en la tierra de sus antepasados ruedan las cabezas de Luis XVI y de María Antonieta.
España acepta la guerra contra una Francia desbocada. La nobleza acude al frente de sus vasallos, nuestras gentes llagan a oleadas, los donativos suben a millones. Nuestra nación luchó con ventaja durante la campaña de 1793 en la llamada Guerra contra la Convención Francesa. El general Ricardos triunfaba en el Rosellón; pero en 1794 y 1795 los franceses ocuparon parte de nuestro territorio: Figueras, Guipúzcoa, Bilbao, Vitoria y Miranda caen en su poder. El 27 de julio de 1795 termina la guerra con la paz de Basilea, por la que España recuperó sus territorios a cambio de la parte que poseía en la isla de Santo Domingo. Desde entonces el gobierno de Madrid será un mero instrumento de la vecina República. Godoy firmó con Francia el Tratado de San Ildefonso, alianza ofensiva y defensiva que motivó la guerra contra Inglaterra. Sigue el rosario de luchas, en las que culmina la gloriosa empresa de Trafalgar, donde con valor indomable se escribe el relato de una derrota que semeja victoria por sus laureles heroicos.
El concepto de europeización de España toma forma a partir de la obra de Feijóo (alrededor de 1730) y el grupo de escritores del tiempo de Carlos III llamados ‘reformadores’. Esa minoría percibe el cambio que se había producido en la conciencia colectiva de Europa. Ya antes, el advenimiento de la dinastía borbónica favoreció el predominio de una minoría nutrida de cultura extranjera, y desde entonces se origina en la vida española la famosa división que da forma a la evolución de nuestra Historia contemporánea.
Religiosa y políticamente bajo la dinastía borbónica una minoría de ilustrados absorbió el jansenismo y el enciclopedismo de moda en Europa. Torcióse el espíritu de la civilización española; no se combatía ya por defender el catolicismo sino el ‘Pacto de Familia’; mudó de carácter la literatura; alteróse la lengua. El Santo Oficio también siguió la universal decadencia.
Sí es verdad que no fue solo la mudanza de dinastía en España el hecho que determinó el cambio profundísimo en nuestros hábitos y gustos literarios, y que el mismo hecho se hubiera realizado antes o después aunque la dinastía de Austria hubiera seguido en España. No fue una moda cortesana y pasajera la que trajo las nuevas ideas críticas, fue un movimiento del que no se salvaron ni Italia, ni Inglaterra ni Alemania, donde no existían las razones políticas que parecieron favorecerle en España.
Desde mediados del siglo XVIII, empiezan a serles cambiados los ideales al pueblo español criticando su pasado histórico; comienza la desnacionalización, borrando de las inteligencias ideas y creencias tradicionales para seguir el naturalismo, el materialismo y el positivismo histórico.
Además de los decretos oficiales y de las cátedras de filosofía sensualista, fue un eficaz elemento de decadencia la nueva poesía y la amena literatura, que aunque de poco valor estético era de mucha repercusión social; traído de Francia, el prosaísmo endeble, la etiqueta de salón, la ligereza del buen tono lo iban secando todo. Los libros en francés, introducidos en España con licencia o sin ella, traían todo género de utopías sociales y de regodeos y sarcasmos contra todo lo aquí hasta entonces venerado.
La España del XVI, henchida de un ideal religioso, nación viva unida por un ideal común, creó con su conciencia y arte el más alto tipo de cultura que produjo la civilización cristiana en la historia. Pero ahora, una división de ideas se inicia en el pueblo español. Aquella obra europea, mundial, de la misión española para alcanzar un imperio misional, con Roma por cabeza visible, España por brazo y nervio, y Dios por alma, se entierra, aunque no se pierde.
Pero aun dentro del afrancesamiento, se seguía notando un afán que llevaba el ánimo español en pos de la elevación y la universalidad, porque “es notorio que la intensa y delicada reforma que se consuma en nuestro siglo XVIII no se ejercía sino en ambientes próceres. Todo el refinamiento estaba acotado en el reducido círculo de los grandes y pequeños hidalgos. Pero allí donde comenzaba el hombre llano, en vez de la vegetación de jardín de los ánimos señoriales, nacía y se desarrollaba lozanamente una flora silvestre que tenía todos los caracteres de la Edad Media”.
De ahí surge un fenómeno de disyunción: una minoría intelectual pugna por imponer a las muchedumbres españolas los hábitos culturales de Europa, pero el pueblo se niega a aceptar lo que estima como una traición a su ideología castiza. Esa actitud surge de una inicial desconfianza popular. La aristocracia realza una misión que el pueblo no comprende y por ello la rechaza. Hay que notar el carácter ‘internacional’ de ese movimiento cultural que se opone a la noción inmediata directa y popular de los valores nacionales.
Voltaire, desde su sillón de escritor decrépito y propenso a las comodidades, dirigía cartas a los apartados rincones del Occidente. Sus misivas, en las que alentaba el espíritu del siglo, espoleaban los ánimos de cuantos atendían a la obra de tejer la historia en los serenos telares del tiempo. Las diligencias que transportaban los pliegos se detenían en la entrada de una alameda de árboles y se enlazaba en la mansión esclarecida y culta de la comarca. Esto constituía la internacional patricia del siglo XVIII.
Se abre en España una brecha por donde entran las ideas que la Contrarreforma obstaculizaba. Comienza la larga y despiadada lucha entre el ‘Enciclopedismo’ y la ‘Tradición’. En Francia, la Enciclopedia dirigía sus ataques a la Iglesia Católica Romana, y en virtud del apoyo secular que España prestó a ésta, comenzaron los pseudo-filósofos enciclopedistas la ofensiva contra España: “país de la escolástica”, “país de las hogueras inquisitoriales”, y del modo que el bufón necesita de sus cascabeles, Montesquieu, Voltaire y otros payasetes de la Enciclopedia tomaban una imagen sarcástica de España para hacer reír a todas las tertulias de los peluquines en Europa.
Aunque esta peligrosa dirección que tomaba el nuevo movimiento no era del agrado de los innovadores hispanos, esa cuestión de zaherir a su patria les resultaba dolorosa, y si exhibían textos adversos a nuestra nación era con el fin de abrirse paso y de vencer la hostilidad holgazana con que buena parte de los españoles castizos recibían su deseo de mejora.
La contradicción radicaba en que de un lado se aceptaban las formas tradicionales de Religión y Monarquía; pero, de otro, se admiten todas las teorías que acabarán por arrasarlas. Se encuentra esta época en un punto dificilísimo de equilibrio; su fuerza de disolución se salva con la lealtad a un monarca; quiere conjugar la razón agotadora con la ingenuidad de la fe religiosa... Imposible mantener el equívoco. El racionalismo ilustrado arrasará el altar y el trono. Dos unidades acabarán desprendiéndose: el absolutismo de un lado y el jacobinismo del otro; Francia irá con la segunda mitad y será jacobina; mientras que España propenderá al absolutismo. Aunque ninguna de las dos formas son puras.
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Las grandes figuras intelectuales de esta época en España realizan un papel análogo al de los enciclopedistas europeos. Feijóo es un racionalista, en el más noble sentido, de afán descubridor; Sarmiento, a su manera, es un roussoniano; Cadalso está cerca de Montesquieu. Pero lo específicamente español es que esta tarea intelectualista, en lo que tiene de más urgente, la realizamos sin necesidad de romper con ningún dogma, fieles al sentido trascendente que gravita sobre nuestra historia.
Cuando Forner, en su ‘Oración apologética por España’, debe enfrentarse con la injuria de Masson, ha de resolver esa antinomia; por un lado, como intelectual de su época se siente ligado al intelectualismo europeo; por otro lado, como español, ha de poner a su entusiasmo el límite del decoro contra el intelectualismo hostil a nuestra Patria. Entonces precisa de toda su habilidad para diferenciar favorablemente una cultura ‘árida y cartesiana’ de la otra cultura cristiana y española.
Desde el punto de vista español, lo que Paul Hazard llama la ‘crisis de la conciencia europea’ se produce cuando nuestros intelectuales asimilan el nuevo espíritu. La llegada de los Borbones acabará con nuestra política intelectual de aislamiento de Europa, dando comienzo a la escisión de los españoles en dos bandos, cuyo choque generará las guerras civiles del siglo XIX. Este es el espectáculo de confrontación será visto por las mejores figuras de finales de siglo XVIII, como Jovellanos, Moratín, Quintana, Meléndez Valdés o Goya.
“La resistencia española contra el enciclopedismo y la filosofía del siglo XVIII debe escribirse largamente porque merece libro aparte, que puede ser de grande enseñanza y no menor consuelo. La revolución triunfante ha divinizado a sus ídolos y enaltecido a cuantos la prepararon fácil camino; sus nombres, los de Aranda, Floridablanca, Campomanes, Roda, Cabarrús, Quintana... viven en la memoria y en lengua de todos; no importa su mérito absoluto; basta que sirviesen a la revolución, cada cual en su esfera; todo lo demás del siglo XVIII ha quedado en la sombra. Los vencidos no pueden esperar perdón ni misericordia. Vae victis”.
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En lo político, desaparecen primeramente aquellas normas de una monarquía sabiamente conjugadora de los derechos divino y natural que regían las relaciones del soberano y sus súbditos. Aun en desuso las Cortes, los monarcas de la Casa de Austria jamás osaron identificar el Estado con su persona como hacía la definición de Luis XIV. Pero Felipe V, nieto del Rey Sol, que ni sabía latín para leer a Suárez ni español para leer a Mariana traía en su equipaje aquella doctrina foránea.
En lo jurídico, las relaciones con Francia en este periodo debieron facilitar la influencia de su Derecho en el español. Las reformas llevadas a cabo por los monarcas en el siglo XVIII reflejan con mucha frecuencia el espíritu francés. Las ‘Ordonnances du Commerce’ (1673) y ‘de la Marine’ (1687) se tradujeron al castellano e inspiraron las del Consulado de Bilbao de 1737.
En los reinados de Fernando VI y Carlos III se abre la vía de las grandes reformas socio-económicas y ambos reyes rodéanse de consejeros hábiles, Ensenada, Campomanes, Floridablanca, Aranda, que imprimieron notables adelantos en el comercio, la industria y la agricultura. La Hacienda fue reorganizada, la Marina y el Ejército se vieron dotados de gran eficiencia, reforzándose las fortificaciones de costas y fronteras, y España llenóse de soberbios edificios y fábricas. La instrucción y enseñanza pública merecieron también la atención de los monarcas. Las Universidades fueron reformadas, creáronse colegios y seminarios, se alentaron las sociedades económicas y culturales y comenzaron las investigaciones científicas y arqueológicas.
El desarrollo literario fue casi nulo en el primer tercio del siglo. Artistas franceses e italianos irrumpieron en la corte de Felipe V; asimismo puede decirse que apenas hay pintura española hasta fines de siglo. Estos artistas y operarios extranjeros se dejan ganar por el ambiente español, y aparece así un Scarlatti que se deja influir su manera de música italiana por el encanto garboso de los giros españoles. Los mismos escritores, afrancesados de estilo, vuelven a lo nacional en temas y sentimientos. El Renacimiento borbónico tiene unos nombres que llenan de interés aquella época: Feijóo, el gran polígrafo; Salzillo y José de Mora entre los imagineros; Sors y el P. Soler entre los músicos; Ventura Rodríguez entre los arquitectos, y Moratín en el teatro.
En lo cultural, a imitación de Francia, se funda la Biblioteca Nacional, las Reales Academias de la Lengua y de la Historia, el Monte de Piedad, el Jardín Botánico y la Academia de Nobles Artes de San Fernando. Toda la legislación carlotercista, aunque inspirada en la orientación general del moderno pensamiento europeo, supo atender a lo tradicional hispánico con un buen sentido admirable.
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España se resistió a las modernas teorías, provocando el odio de los enciclopedistas, que con el artículo referente a nuestro país, preguntaban en tonos despectivos e insultantes ‘qué debía el mundo a España’. Frente a estos reproches álzase la voz de españoles preclaros como Forner, Jovellanos, Feijóo, Cadalso, Flores, Hervás, Sarmiento, Nasarre y tantos más, y extranjeros como el abate Denina y el arzobispo de Malinas, que rompen su lanza dialéctica en homenaje y loor de España.
Todos ellos, al analizar la situación real presente, piensan que hacen un servicio patriótico buscando la verdad de lo que es España. Y ven las cosas tal vez con corazón dolorido, “con lágrimas en los ojos”, como dirá Cadalso. Y con ese dolor se va pasando revista a lo que ellos ven como español y digno de loa: la Patria, el valor, el orgullo, la historia, la cultura. Ante la frivolidad que raya en injusticia están dispuestos a vibrar por su Patria y por la justicia y hacen despertar de aquella realidad que olvidaba las glorias y grandezas porque eran trasnochadas.
Representativo de este pensamiento es aquel trozo de Forner en la ‘Oración Apologética’:
“Oh siglo ostentador, edad indefinible para las venideras, en que los estudios del hombre y de la verdad yacen despreciados por la fanática inclinación a investigaciones y objetos que nos distraen si no nos corrompen!... Aprende a pensar, y desnudándote de la ridícula altanería con que... te jactas de haber excedido a la inventora Grecia;... abandona el fútil magisterio de la vanilocuencia y acógete a España a aprender la solidez, el decoro y desengaños que te harán juzgar de tu ciencia menos presuntuosamente. En esto coloca ella el mérito de sus saber; no en dramas, trazados para combatir la religión pública; no en cursos de educación dispuestos a destruir la sociedad; no en diccionarios afinados malignamente para ofuscar la verdad y autorizar la sofistería; no en discursillos frenéticos que ponen su precio en la maledicencia. Saber lo que se debe y cómo se debe es el mérito de mi Patria”.
Estos elogios están respaldados por la mayor parte de los españoles, que no saben perder su antigua veta hispánica, como lo prueba aquel unánime movimiento que animó a los españoles en la guerra contra la Convención Francesa (1793-95): “La nación española superó a cuanto en las demás épocas de la historia moderna se ha contado en materias de ofrendas hechas por el patriotismo de los pueblos”. Todos, altos y bajos, hombres y mujeres, llevados de su generoso carácter, corrieron a ofrendar sus posibilidades, sus personas y actos, para oponerse a la idea corruptora, lo que hace ver que los españoles no eran ese pueblo dormido y despreciado por aquellos mismos enciclopedistas. Hechos y caracteres que hacían ver la gloria de España a través de las lecciones de honor, hidalguía y bravura de la gente española.
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Tipos de esta época son:
El déspota ilustrado.
El ‘despotismo ilustrado’ fue una revolución desde arriba, sin efusión de sangre ni fácil retórica, que se anticipaba con energía y orden a la de los pueblos. Se anticipaba para contenerla y, para contenerla mejor, en muchos aspectos contrariaba vigorosamente los sentimientos populares. Su teoría suponía audacia y energía en la reforma de usos y costumbres enmohecidos por los siglos, pero estudiada y elaborada lentamente por hombres de gran preparación técnica en la fría calma del gabinete, jamás improvisada y forzada por el bullicio callejero del pueblo.
El erudito.
Esta figura bien puede hallarse en una celdita de algún monasterio, como ventana abierta a la Europa ‘culta’. Allí llegan los periódicos y libros del extranjero, los ecos de enciclopedistas, las nuevas ideas sobre ciencias físicas y naturales. El erudito patriota absorbe para España todo el saber europeo de su tiempo y realiza una intensa labor acumulativa. A todo ello lleva su razón, su sano juicio y su imparcialidad serena: a la valoración de lo español. Su obra está al servicio de una preocupación por España, y su fórmula es incorporar los ‘adelantos’ europeos y ejercer una crítica serena para desengaño de errores comunes.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
ALABANZA DE ESPAÑA.
GLORIAS DE ESPAÑA:
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“Primera parte.
II. Aquel ejemplo me he propuesto seguir en este discurso, cuyo asunto es mostrar a la España moderna la España antigua; a los españoles que viven hoy, las glorias de sus progenitores; a los hijos, el mérito de los padres; porque, estimulados a la imitación, no desdigan las ramas del tronco y la raíz (...)
V. España, a quien hoy desprecia el vulgo de las naciones extranjeras, fue altamente celebrada en otro tiempo por las mismas naciones extranjeras en sus mejores plumas. Ninguna le ha disputado el esfuerzo, la grandeza de ánimo, la constancia, la gloria militar, con preferencia a los habitadores de todos los demás reinos (...)
VIII. No deberían quedar enteramente satisfechos los españoles si los extranjeros no les concediesen otra prerrogativa que la ventaja de las armas, ya porque es muy limitado elogio el que se ciñe a sola una prenda, ya porque la osadía del corazón, la intrepidez en los peligros de la guerra, separada de otras cualidades nobles que ilustran la naturaleza racional, no es tan propia de hombres como de brutos, y más debe llamarse ferocidad que valor (...)
IX. La pintura que hacen del genio español las plumas extranjeras representa en él todos aquellos nobles atributos que, hermoseando la parte racional, dan a su valentía todo el lustre de un virtuoso y verdadero valor (...)
X. Abraham Ortelio (en el mundo antiguo sobre el mapa de España), recogiendo los dichos de varios autores, atribuye a los españoles, entre otras excelencias, la de liberales, benignos, obsequiosos con los forasteros, en tanto grado, que con honrada emulación compiten entre sí sobre servirlos y agasajarlos. ¡Oh heroicidad y discreción española! (...)
XI. El mismo autor dice que era costumbre de los españoles entrar cantando en las batallas: Praelia aggrediuntur carminibus. Corazones igualmente despejados de los temblores del susto que de los atropellamientos del arrojo, emprendían festivos la defensa de la patria, mezclando el aprecio de la gloria con la desestimación del riesgo.
XII. Paulo Merula celebra el amor de los españoles a la justicia, la integridad y vigilancia de nuestros magistrados en la administración de ella, sin respeto a acepción de personas; añadiendo que por la severa y cuidadosa aplicación de los jueces son muy raros o ningunos en España los latrocinios.
XIII. Justino recomienda en sumo grado la honradez española en la fiel custodia de los secretos que se le confían, diciendo ser muy frecuente en los nuestros rendir la vida en los tormentos por no revelar las noticias que han adquirido en confianza: Saepe tormentis pro silentio rerum immortui: adeo illis fortior taciturnitatis cura quam vitae.
XIV. La fidelidad de los españoles en la correspondencia del comercio se halla altamente acreditada con la experiencia que tanto tiempo ha hacen de ella los comerciantes extranjeros, valiéndose de los nuestros para despachar sus mercadurías en las Indias occidentales. Jacobo Sabari, en varias partes de su Diccionario de comercio, habla con admiración y asombro de esta fidelidad española...
XVI. Porque fuera inmensa obra recoger todos los dichos de autores extranjeros a favor de los genios de nuestra nación, concluiré con los testimonios de Hugón Sempilio y Latino Pacato, porque comprenden cuanto se puede decir o pensar en el asunto, no sólo para adecuar nuestro derecho, más aún para satisfacer, si la tenemos, nuestra vanidad. El primero nos da todos los epítetos siguientes: «Observantísimos de la amistad, graves en las costumbres, templados en comida y bebida, de feliz juicio, adornados de ingenio y memoria, tolerantísimos de la hambre y sed en la guerra, sagacísimos para estratagemas, fidelísimos a los soberanos».
XVII. El segundo, en el panegírico que hizo al gran Teodosio, después de decir que ‘España es la más feliz de todas las regiones del Orbe’, y que «el supremo Artífice puso más cuidado en cultivarla y enriquecerla que a todas las demás», porque no se entendiese que este elogio se limitaba a la fertilidad material del terreno o a sus minas de plata y oro, luego celebra a nuestra región por otra fecundidad mucho más preciosa, que es la de producir gran copia de hombres insignes en virtud y habilidad para todo género de empleos. ‘Esta tierra —dice— es la que engendra los valentísimos soldados, los excelentes caudillos, los elocuentísimos oradores, los ilustres poetas, los rectísimos jueces, los admirables príncipes’. ¡Oh, cuánto debe nuestra tierra al Cielo, pues parece que sobre ella derrama congregados cuantos benignos influjos tiene repartidos en la varia actividad de sus planetas! Sólo España da hombres grandes para todo, siendo excepción de aquella regla general: Non omnis fert omnia tellus.
XIX. Hasta ahora hemos hecho la apología de nuestra nación con el testimonio de autores extranjeros. Ya es tiempo que tome vuelo la pluma para ilustrar más dilatado y ameno campo, descubriendo las glorias de España, no en dichos de testigos forasteros, sino en los hechos de los mismos españoles (...)
XXIX. Siempre que me vienen a la memoria las conquistas con que se engrandeció el imperio romano y el aplauso con que el mundo las clamorea, admirando al mismo tiempo aquella república como la norma de todas en cuanto a las virtudes políticas y militares, no puedo menos de lastimarme de la debilidad del juicio humano, que dejándose fácilmente deslumbrar de un falso resplandor, apenas en materia alguna acierta a mirar con ojos fijos la verdad. ¿Qué fue la república romana? Una gavilla de ladrones que engrosándose más y más cada día, empezó robando ganados prosiguió robando poblaciones y acabó robando reinos (...)
XXXIV. Cada pequeña provincia les hizo tanta resistencia como si estuviesen las dos fuerzas en equilibrio. Así tardaron no menos que doscientos años en conquistar a España. ¡Qué afrenta para los romanos, y qué gloria para los españoles, que en cada partido o pequeña provincia, congregándose el rudo paisanaje, años enteros hiciese frente a las disciplinadas tropas romanas, comandadas por sus más escogidos caudillos! No es esto lo más, sino que llegó tiempo en que no había en Roma quien quisiese cargarse de la guerra de España. Tan aterrados tenían a los romanos nuestros valerosos españoles. Quien no me creyere a mí, léalo en Tito Livio, década III, libro VI (...)
XXXVII. La rendición de España, que parece había de eclipsar sus glorias, le abrió campo para sus mayores lucimientos. Nunca diera España emperadores a Roma, si Roma no hubiera hecho antes a España provincia suya. Dio, digo, España, emperadores a Roma; pero ¡qué emperadores! Tales, que fueron honra de España y de Roma: un Trajano, un Adriano, un Teodosio, todos tres insignes guerreros, a que añadieron el resplandor de otras muchas virtudes (...)
XLIII. Pues con ocasión de Teodosio hemos tocado en la mayor gloria de España, esto es, el influjo que tuvo nuestra nación en el establecimiento de la fe católica, razón es detenernos algo en un asunto que constituye la suprema honra de los españoles.
XLIV. Admirable es, sin duda, el cuidado que puso la Providencia divina en la conversión de España a la religión verdadera. Con estar esta Península en los últimos fines de la tierra y tan distante de Palestina, dos apóstoles destinó para su conversión: Santiago el Mayor y San Pablo.
XLVI. En los tres primeros siglos de la Iglesia, cuando los cristianos no tenían otros templos que las cavernas más oscuras ni otras imágenes de Dios y de sus santos que las que traían grabadas en sus corazones, porque el furor de los emperadores gentiles no permitía otros templos ni otros simulacros que los de sus falsas deidades, entonces tenía España, según nos enseña la piadosa tradición, templo y simulacro consagrados a la Virgen María, Señora nuestra, no retirados entre algunos escarpados cerros, sino patentes a todo el mundo en la insigne ciudad de Zaragoza... ¿Por qué entre tantos millares de prodigios como Dios obró en la grande empresa de desterrar del mundo la idolatría, no podremos asentir a que hizo uno continuado por tres siglos, a fin de mantener el templo e imagen del Pilar? Si para dar prudente asenso a un milagro no basta el testimonio de la tradición, será preciso condenar como fabulosos casi todos cuantos se hallan escrito en las historias eclesiásticas. Si la valiente fe de una alma sola basta para recabar de la divina piedad un prodigio, ¿por qué en atención a tantos millares de fervorosísimos espíritus como se debe creer dejaría en España la predicación de los apóstoles, no haría Dios el de conservar para su consuelo el templo e imagen de Zaragoza?...
XLVII. Correspondió España a tan señalado favor con su constancia en la fe, por la cual ofreció a Dios innumerables, preciosas víctimas en tantos insignes mártires como la ilustraron, cuya gloriosa multitud excede a todo guarismo. Un monasterio solo de San Benito (el de Cardeña) dio de una vez doscientos. Una ciudad sola (la de Zaragoza) da con justicia a los suyos el epíteto de innumerables. La calidad no fue inferior a la cantidad, pues entre los mártires españoles no pocos se descuellan como estrellas de primera magnitud del cielo de la Iglesia. Díganlo un Lorenzo y un Vicente, a quienes la Iglesia, en las deprecaciones públicas, prefiere a todos después del protomártir Esteban; una Eulalia y un Pelayo que en la edad más tierna lograron el triunfo más alto; hermosas flores que, de cándidas, hizo el cuchillo purpúreas, y fueron tantos más mártires cuanto padecieron más niños; siendo cierto que hace mayor sacrificio quien, anticipándose en temprana edad la muerte, se corta por Dios mayor porción de vida (...)
LI. El espíritu y aplicación de Osio en servir a la Iglesia fueron heredados con grandes mejoras por otros muchos prelados españoles. La religión sola de San Benito dio a España cuatro excelsas constantes columnas de la fe en San Leandro, San Isidoro de Sevilla, San Fulgencio y San Ildefonso. Los innumerables Concilios de Toledo muestran claramente cuánto era el ardor de nuestros obispos en promover la disciplina eclesiástica (...)
LIV. Volviendo al propósito, digo que la pérdida de España dio ocasionalmente a España el supremo lustre. Sin tal fatal ruina no se lograra restauración tan gloriosa. Cuanta sangre derramó el cuchillo agareno en estas provincias sirvió a fecundarlas de palmas y laureles. Ninguna nación puede gloriarse de haber conseguido tantos triunfos en toda la larga carrera de los siglos como la nuestra logró en ocho, que se gastaron en la total expulsión de los moros. No se recobró palmo de tierra que no costase una hazaña. No se podía adelantar un paso sin que las manos abriesen camino a los pies. No había otra senda que la que rompía la punta de la lanza. No había movimiento sin peligro, no había peligro sin combate, y por el número de los combates se contaban las victorias. Verdad es que interpuso la Omnipotencia muchas veces en nuestro favor extraordinarios auxilios. Pero ese es nuestro mayor blasón. Tan unidos estaban los intereses del cielo y los de España, que en los mayores ahogos de España se explicaba como auxiliar suyo el cielo. ¿Qué grandeza iguala a la de haber visto los españoles a los dos celestes campeones Santiago y San Millán mezclados entre sus escuadras? Era el empeño de la guerra de España común a la triunfante milicia del empíreo; porque juntándose en los españoles los dos motivos del amor de la libertad y el celo por la religión, cuanto para sí ganaban de terreno, tanto aumentaban al cielo de culto (...)
LVI. Lástima es que los sucesos de aquellos siglos no quedasen delineados a la posteridad con alguna mayor especificación. La obscura o imperfecta imagen que nos resta de ellos basta a representarnos que todos los triunfos de los antiguos héroes son muy inferiores a los que lograron nuestros españoles. ¿Qué hazañas pueden Roma o Grecia poner en paralelo con las del Cid y de Bernardo del Carpio? ¿Quién duda que en ocho siglos, en que apenas se dejaron las armas de la mano, y en que los españoles se llevaban casi siempre en la punta de la lanza la victoria, habría otros muchos famosísimos guerreros, poco o nada inferiores a los dos que hemos nombrado? Pero al paso que todos se ocupaban en dar asuntos grandes para la historia, ninguno pensaba en escribirla. Todos tomaban la espada, y ninguno la pluma. De aquí viene la escasez de noticias que hoy lloramos. Y aún no es lo más lamentable que con muchos de nuestros ilustres progenitores se haya sepultado la memoria de ellos y de sus hazañas, por faltar autores que la comunicasen, sino que haya hoy autores que quieran borrar la memoria de algunos pocos que por dicha especial se eximieron de aquel común olvido (...)
LXVI. (...) En España hay de todo, historiadores buenos y malos, del mismo modo que en Francia. La nota que más frecuentemente nos imponen los críticos franceses de que admitimos todo género de tradiciones, creo que más cae sobre sus historiadores que sobre los nuestros. Digan lo que quisieren de la venida del apóstol Santiago a España, de la imagen del Pilar y otras tradiciones nuestras, es visible la retorsión sobre ellos en la identidad de San Dionisio, obispo de París, con el Areopagita; en el arribo de los tres hermanos Lázaro, Marta y María, a Marsella; en las tres lises traídas del cielo por un ángel a Clodoveo; en la santa ampolla de Reims, dejando aparte la ley sálica, la fundación de la monarquía por Faramundo, y otras cosas de este género (...)
LXVIII. (...) Singularmente fue glorioso el reinado de Fernando III, cuyas virtudes tiene canonizadas la Iglesia. Este príncipe, grande en el cielo y grande en la tierra, héroe verdaderamente a lo divino y a lo humano, en quien se vio el rarísimo conjunto de gran guerrero, gran político y santo, bastaría por sí solo para dar gloria inmortal a nuestra nación; pues si se atiende al todo de sus virtudes cristianas, militares y políticas, se puede asegurar con toda verdad que en otra nación alguna ‘non est inventus similis illi’ (...)
LXXXI. Resplandeció para ilustrar a España un clarísimo sol, este fue aquel insignísimo prelado, honor de España y de la Iglesia, don Gil Carrillo de Albornoz, para cuyo gigante mérito faltan voces a la retórica; de cuyos raros talentos, si se dividiesen, se podrían sin duda hacer cinco o seis varones eminentísimos; pues él lo fue en virtud, en valor, en las letras, en las armas, en el manejo de negocios políticos y eclesiásticos (...)
LXXXIII. En Fernando el Católico vemos el más consumado y perito en el arte de reinar que se conoció en aquel y en otros siglos y a quien reputan comúnmente por el gran maestro de la política, en cuya escuela estudiaron todos los príncipes más hábiles que después acá tuvo Europa; en Isabel, una mujer, no sólo más que mujer, pero aun más que hombre, por haber ascendido al grado de heroína. Su perspicacia, su prudencia, su valor la colocaron muy superior a las ordinarias facultades, aun de nuestro sexo, por cuya razón no hay quien no la estime por uno de los más singulares ornamentos que ha logrado el suyo.
LXXXIV. Si atendemos a los hechos de armas y extensión que con ellos adquirió la dominación española, discurriendo por los dos ámbitos del tiempo y del mundo, sólo hallaremos algún paralelo a la multitud y rapidez de nuestras conquistas en las del gran Alejandro. Purgóse España de la morisma, agregóse el reino de Navarra a la corona de Castilla, conquistóse dos veces el reino de Nápoles contra todo el poder de la Francia; en fin, se descubrió y ganó un Nuevo Mundo (...)
LXXXV. Si consideramos los instrumentos inmediatos que destinó la Providencia a tales empresas, esto es, jefes y soldados, dicho se está que unos y otros necesariamente fueron supremamente insignes. Por parte de los dos jefes principales se puede decir que aún eran para más de lo que hicieron. Hablo de aquellos dos rayos de la guerra, Gonzalo Fernández de Córdoba y Hernán Cortés (...)
LXXXVII. No ignoro que algunos extranjeros han querido minorar el precio de las hazañas de Cortés, poniéndoles por contrapeso la ineptitud de la gente a quien venció y a quien han procurado pintar tan cobarde y tan estúpida, como si sus ejércitos fuesen inocentes rebaños de tímidas ovejas. Pero ¿de qué historia no consta evidentemente lo contrario? Bien lejos de huir los mejicanos como ovejas, se arrojaban como leones. Era en muchos lances vicioso su valor, porque pasaba a la ferocidad. Eran ignorantes en el arte de guerrear; mas no por eso dejaba de sugerirles su discurso tan agudos estratagemas, que fueron admirados de los mismos españoles. Hacíanles los nuestros grandes ventajas en la pericia militar y en la calidad de las armas. Pero, por grandes que se pinten estas ventajas, no equivalen, ni con mucho, al exceso que ellos hacían en el número de gentes, pues hubo ocasiones en que para cada español había trescientos o cuatrocientos mejicanos (...)
LXXXVIII. El mayor honor que de tantas conquistas recibió el reinado de don Fernando y doña Isabel no consistió en lo que éstas engrandecieron el Estado, sino en lo que sirvieron a la propagación de la fe. Cuanto camino abría el acero español por las vastas provincias de la América, otro tanto terreno desmontaba para que se derramase y fructificase en él la evangélica semilla. Este beneficio grande del mundo, que empezó felizmente en tiempo de los Reyes Católicos, se continuó después inmensamente en el de su sucesor el emperador Carlos V, en que nos ocurre celebrar una admirable disposición de la divina Providencia, enlazada con una insigne gloria de España (...)
LXXXIX. Si miramos sólo a la Europa, funestísimos fueron aquellos tiempos para la Iglesia, cuando Lutero y otros heresiarcas, levantando bandera por el error, sustrajeron tantas provincias de la obediencia debida a la silla apostólica. Mas si volvemos los ojos a la América, con gran consuelo observamos que el Evangelio ganaba en aquel hemisferio mucha más tierra que la que perdía en Europa. Así disponía el cielo que se reparasen con ventajas por una parte las ruinas que se padecían por otra; y lo que hace más a nuestro propósito, que cuando las demás naciones trabajaban en desmoronar el edificio de la Iglesia, España sola se ocupaba en repararle y engrandecerle. Al paso que en Alemania, Francia, Inglaterra, Polonia y otros países se veían discurrir mil infernales furias, poniendo fuego a los templos y sagradas imágenes, iban los españoles erigiendo templos, levantando altares, colocando cruces en el hemisferio contrapuesto con que ganaba el cielo más tierra en aquel continente que perdía en estotro.
XC. No pudiendo los ojos mal dispuestos de las demás naciones sufrir el resplandor de gloria tan ilustre, han querido obscurecerla pintando con los más negros colores los desórdenes que los nuestros cometieron en aquellas conquistas. Pero en vano (...)
XCII. (...) Yo me holgara de saber a punto fijo cómo se portaron los franceses con los salvajes de la Canadá. Lo que algunas naciones de aquel vasto país ejecutaban con los prisioneros de guerra, y practicaron con los mismos franceses, era atarlos a una columna, donde con los dientes les arrancaban las uñas de manos y pies, y con hierros encendidos los iban quemando poco a poco, de modo que tal vez duraba el suplicio algunos días, y nunca menos de seis o siete horas, tan lejos de condolerse de aquellos desdichados, que a sus llantos y clamores correspondían con insolentes chanzonetas y carcajadas. Quisiera, digo, saber si después de esta experiencia trataban los franceses muy humanamente a los prisioneros que hacían de aquella gente. Puede ser que lo hiciesen; pero lo que yo me inclino a creer es que los excesos de los españoles llegaron a noticia de todo el mundo, porque no faltaban entre los mismos españoles algunos celosos que los notaban, reprehendían y acusaban; los de otras naciones se sepultaron, porque entre sus individuos ninguno levantó la voz para acusarlos o corregirlos.
XCIII. También se debe advertir que no fue tan tirano y cruel el proceder de los españoles con los americanos como pintan algunos extranjeros, cuya afectación y conato en ponderar la iniquidad de los conquistadores de aquellos países manifiesta que no rigió sus plumas la verdad, sino la emulación. Entre éstos sobresale con muchas ventajas el señor Jovet en la Historia, que escribió, de las religiones de todo el mundo, donde sin ser perteneciente a su asunto, no habla de provincia alguna de la América donde no se ponga muy despacio a referir cuanto hicieron de malo los españoles en su conquista, y aun cuanto no hicieron, pues mucho de lo que refiere es totalmente increíble y contrario a lo que leemos en nuestras historias: ¿a qué conducía, para darnos a conocer la religión que profesaron un tiempo o profesan hoy aquellos pueblos, noticiarnos tan por extenso las maldades que en ellos hicieron los españoles? ¿No se conoce en esto la pasión furiosa del autor? ¿Y no es cierto que quien escribe con pasión no merece alguna fe?
XCIV. Aquí he determinado concluir este discurso, porque aunque los dos últimos siglos están tan llenos de acciones ilustres de los españoles como todos los antecedentes, la inmediación a nuestro tiempo las hace tan notorias, que sería ocioso dar noticia de ellas.”
PADRE BENITO FEIJÓO (1676-1764), ‘Teatro Crítico Universal’, Tomo IV, disc. XIII: ‘Glorias de España’.
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“...Segunda parte.
I. En el Discurso pasado hemos celebrado los españoles por la parte del corazón: ahora subiremos a la cabeza... Resta que ahora califiquemos la habilidad intelectual de los españoles con extensión a todo género de materias; en que creo necesitan más de desengaño los extranjeros..; siendo no pocos los que tienen hecho el concepto de que somos los más inhábiles y rudos entre las naciones principales de Europa: concediéndonos sólo algún talento especial para las ciencias abstractas, como Lógica, Metafísica, y Teología Escolástica, y mediano o razonable para la Jurisprudencia, y la Teología Moral.
II. Poca reflexión es menester para conocer el principio de un concepto tan injurioso a la Nación española, el cual no es otro que una equivocación grosera en que se confunde el defecto de habilidad con la falta de aplicación... Son los genios españoles para todo, como demostraremos después; pero habiendo puesto su mayor conato, y los más el único, en cultivar las ciencias abstractas, sólo pudieron los extranjeros observar la eminencia de su talento para éstas, coligiendo de aquí sin otro fundamento su ineptitud, o menos aptitud para las demás.
III. Ni debemos contentarnos con la mediocridad que nos conceden para la Teología Moral y la Jurisprudencia. Por lo que mira a la Teología Moral, los mismos extranjeros, sin querer, dan testimonio a nuestro favor, pues en cuantas Sumas o Cursos de esta ciencia salen de mucho tiempo a esta parte en las naciones, apenas se ve otra cosa que una pura repetición de lo que antes habían escrito los teólogos españoles. Aún sus citas califican nuestras ventajas; siendo cierto que se hallan citados en sus escritos muchos más autores españoles que de otra nación alguna.
IV. Ni se debe omitir aquí, que la Teología Moral... tuvo su nacimiento en España; pues San Raimundo de Peñafort, español, de la religión de Santo Domingo, fue autor de la primera Suma Moral que se ha visto, a la cual llama “de grande doctrina, y autoridad” el Papa Clemente VIII en la Bula de canonización de este santo. Esta es la primera fuente de donde se ha derivado el caudaloso río de la Teología Moral.
V. En cuanto a la Jurisprudencia civil y canónica... tampoco pueden negar los italianos, ni nadie, que después que acá empezó a cultivarse esta ciencia, dio España muchos hombres consumadísimos en ella, que hoy son la admiración de toda Europa. ¿En qué parte de ella no es altamente venerado el famoso Martín de Azpilcueta Navarro, a quien se dio el epíteto del “mayor teólogo de todos los juristas, y el mayor jurista de todos los teólogos?” Lorenzo Beyerlinch, y los autores de novísimo gran Diccionario Histórico (todos extranjeros) le apellidan “Oráculo de la Jurisprudencia”. Admiró a Roma su doctrina y su piedad, cuando a aquella capital del orbe fue a defender a su grande amigo el señor D. Fr. Bartolomé Carranza...
VI. ¿Qué lengua no preconiza al señor presidente Covarrubias, llamado de común consentimiento “el Bártulo de España”? De quien el sacrosanto Concilio de Trento hizo tan señalada distinción que le cometió la formación de los Decretos, en compañía del famoso jurisconsulto Italiano Hugo de Boncompaño, después Papa con el nombre de Gregorio XIII...
VII. El ilustrísimo Antonio Agustín, arzobispo de Tarragona, fue uno de aquellos espíritus raros cuya producción perecea siglos enteros la naturaleza; pues a su incomparable comprensión de uno y otro Derecho, añadió una profundísima erudición de todo género de antigüedades eclesiásticas, profanas, y mitológicas. Paulo Manucio, aquel varón tan señalado en el estudio y conocimiento de letras humanas, decía de sí que, “comparado con otros, era algo en la bella literatura; pero nada si le comparaban con Antonio Agustín”. Vosio, aunque desafecto por la patria y enemigo por la religión, le llamó “varón supremo”, y confesaba que era uno de los mayores hombres del mundo. Llámale el Tuano “gran lumbrera de España”. El Padre Andrés Escoto le apellida “príncipe de los jurisconsultos, y flor de su siglo”...
XI. Igualmente, o poco menos que los antecedentes, es celebrado por los extranjeros Agustín Barbosa, como se ve en los elogios que hicieron de él Uhgelio, Jano Nicio Eritreo, y Lorenzo Craso...
XII. Sólo hemos hecho memoria en este catálogo de aquellos pocos españoles a quienes los extranjeros respetan como supremos jurisconsultos. ¿Pero pocos los llamo? No sino muchos, que en línea de prodigios es número grande el de cinco; y lo que se multiplica mucho, pierde la cualidad de prodigioso. No obstante juzgo que si otros sabios en el Derecho que por acá hemos tenido, se hubiesen dado a conocer a los extranjeros como los antecedentes que trataron mucho con ellos, acaso no serían menos apreciados... En este número pueden entrar los señores Castillo, Larrea, Solórzano, Molina, Crespí, Valenzuela, Velázquez, Amaya, Gutiérrez, González, Acevedo, Gregorio López, y otros muchos, en cuyo elogio no debemos detenernos...
XVIII. (...) La Astronomía, ciencia cuyo conocimiento debe a España toda Europa, pues el primer europeo de quien consta la haya cultivado fue nuestro rey Don Alfonso el Sabio. Y si otros antes de él la cultivaron, fueron sin duda españoles; pues esta ciencia fue trasladada de los egipcios a los europeos por medio de los árabes y sarracenos.. Así, como quiera que confesemos los adelantamientos que los extranjeros hicieron en estas Facultades, retenemos un gran derecho para que nos veneren como sus primeros maestros en ellas.
XIX. De la Medicina... Por lo que mira a los principios, método y máximas, aún no sabemos quienes son los que mejor instruyen, si nuestros autores, si los extranjeros. Todo está debajo del litigio, así de parte de la razón como de parte de la experiencia... Acá tenemos un gran número de autores clásicos, a quienes celebran los de otras naciones. De confesión de ellos mismos el ‘Método’ de Valles es una obra tan singular que no tiene competencia.
XX. En orden a la materia médica, es claro que hoy mendigamos muchos de los extranjeros, por la grande aplicación suya, y casi ninguna nuestra a la Química y a la Botánica. Hoy digo; porque en otros tiempos sucedió lo contrario. Plinio (lib. 25, cap. 8) da el primer honor a los españoles en el descubrimiento de hierbas medicinales.. Del estudio que entonces tuvieron los españoles en la Botánica es natural que se utilizasen las demás naciones, aprendiendo de ellos el conocimiento de muchas hierbas medicinales...
XXVII. De la Filosofía Moral profana, si se aparta a un lado a Aristóteles, cuanto hay estimable en el mundo todo está en los escritos del gran estoico cordobés Lucio Anneo Séneca. Plutarco, con ser griego, no dudó de anteponerle al mismo Aristóteles, diciendo, que no produjo Grecia hombre igual a él en materias morales. Lipsio decía que cuando leía a Séneca se imaginaba colocado en una cumbre superior a todas las cosas mortales. Y en otra parte, que le parecía que, después de las Sagradas Letras, no había cosa escrita en la lengua alguna mejor, ni más útil, que las obras de Séneca... Podría llenarse un gran libro de los elogios, que dan a este filósofo varios autores insignes.
XXVIII. En la Geografía es príncipe de todos el célebre granadino Pomponio Mela, de quien son los tres libros de “Situ Orbis”, no menos recomendables por la exactitud y diligencia, que por la elegancia y pureza de la dicción latina. De este tomaron lo que escribieron Plinio, Solino y todos los demás, que siguieron a estos en la descripción del orbe. Cubran los extranjeros... los estantes de las bibliotecas, no podrán negar que el gran maestro de ellos, y de todos los geógrafos fue un español.
XXIX. Inglaterra y Francia... han hecho de algún tiempo a esta parte no leves progresos en la Historia Natural; pero no nos mostrarán obra alguna, trabajo de un hombre solo, que sea comparable a la Historia Natural de la América, compuesta por el padre Joseph Acosta, y celebrada por los eruditos de todas las naciones... La superioridad de los ingenios españoles para todas las Facultades no se ha de medir por multitud de escritores, sino por la singularidad de que, aún en aquellas a que se han aplicado muy pocos, no ha faltado alguno o algunos excelentes. Otras naciones necesitan el estudio de muchos para lograr pocos buenos. En España, respecto de algunas Facultades, casi se mide el número de los que se aplauden, por el número de los que se aplican.
XXX. Como el estudio sabio de la Agricultura, comprende en su recinto una parte de la Historia Natural, podremos aquí añadir otro famoso Español que nos ofrece la antigüedad, Junio Moderato Columela, autor discretísimo y elegantísimo, cuyos libros “De Re Rustica”, por antiguos y modernos son aplaudidos como lo más excelente que hasta ahora se ha escrito sobre el utilísimo arte de Agricultura...
XXXII. Cuando España no hubiera producido otro orador que un Quintiliano, bastaría para dar envidia, y dejar fuera de toda competencia a las demás naciones; en que sólo exceptuaré a Italia por el respeto de Cicerón; bien que no falta algún crítico insigne ... el cual sienta que sin temeridad se puede dar la preferencia a Quintiliano respecto de todos los demás oradores, sin exceptuar alguno. En otra parte le apellida el más elegante entre cuantos autores escribieron jamás...
XXXIII. No fue Quintiliano el único grande orador que dio España a Roma. Marco Anneo Séneca, padre de Séneca el preceptor de Nerón, logra en la fama oratoria lugar inmediato a Quintiliano y a Cicerón. Este es el juicio del docto jesuita Andrés Escoto. De modo, que podemos decir que produjo dos Cicerones España en aquel tiempo en que Italia sólo produjo uno, y las demás naciones ninguno.
XXXIV. El genio de los españoles modernos para la elocuencia, el mismo es que el de los antiguos. Debajo del mismo Cielo vivimos, de la misma tierra nos alimentamos. Las ocasiones de ejercitar el genio son mucho más frecuentes ahora por el uso continuo que tiene el sagrado ministerio del Púlpito...
XXXVII. No negaré por eso, que el modo de predicar de España, en la forma que le practicaron y practican algunos sujetos de singular ingenio, tenga mucho de admirable. ¿Qué sermón del padre Vieyra no es un asombro? Hombre verdaderamente sin semejante ... Dicho se entienda esto sin perjuicio del grande honor que merecen otros infinitos oradores españoles, por su discreción, por su agudeza, por su erudición sagrada y profana. A todos envidio ingenio y doctrina...
XXXVIII. Lo que tengo que decir de los españoles en orden a la Poesía, dista poco de lo que he dicho en orden a la Retórica. Tiene no sé que parentesco la gravedad y celsitud del genio español con la elevación del numen poético, que sin violencia nos podemos aplicar lo de “Est Deus in nobis”. De aquí es, que en los tiempos en que florecía la lengua latina, todas las demás naciones sujetas al Imperio Romano, todas, digo, juntas no dieron a Roma tantos poetas, como España sola; y poetas, no como quiera, sino de los más excelentes; que si no exceden, por lo menos igualan o compiten a los mejores que nacieron en el seno de Italia. Tales fueron Silio Itálico, Lucano, Marcial, Séneca el Trágico, Columela, Latroniano, y otros.
XXXIX. Lo que es muy de notar es, que entre los expresados hay uno que no tuvo igual en lo festivo, y otro que disputa la preferencia al más eminente (según la opinión común) en lo heroico. El primero es Marcial, a quien nadie cuestiona el principado en las sales y agudezas jocosas: el segundo Lucano, a quien Stacio, y Marcial (votos sin duda de gran valor) dan preferencia sobre Virgilio. Del mismo sentir es el discreto y erudito Historiador Francés Benjamín Priolo. Otros algunos se contentaron con hacerle igual. Y aunque no puede negarse que la común opinión le deja inferior, creo que la preocupación favorable por el poeta mantuano y la envidia de las demás naciones a la nuestra contribuyó, más que la razón, a establecer la inferioridad del poeta español...
XLIV. El genio poético que resplandeció en los españoles antiguos, se conserva en los modernos. Majestad, fuerza, elevación, son los caracteres con que los sella la nobleza del clima. El siglo pasado vio el Manzanares más Cisnes en sus orillas, que el Meandro en sus ondas. Hoy no se descubren iguales ingenios. Digo que no se descubren; no que no los hay...
XLV. No sería justo omitir aquí, que la Poesía cómica moderna casi enteramente se debe a España... Y si bien que nuestros cómicos no se han ceñido a las leyes de la Comedia antigua, lo que afectan mucho los franceses, censurando por este capítulo la Comedia española, no nos niegan estos la ventaja que les hacemos en la inventiva, por lo cual sus mejores autores han copiado muchas piezas de los maestros. Oigase esta confesión a uno de los hombres más discretos en verso y prosa, que en los años próximos tuvo la Francia, el señor de San Evremont : “Confesamos” (dice) que “los ingenios de Madrid son más fértiles en invenciones, que los nuestros; y esto ha sido causa de que de ellos hayamos tomado la mayor parte de los asuntos para nuestras Comedias, disponiéndolos con más regularidad y verisimilitud”. (...) sólo se distinguen las dos Comedias en las expresiones de los afectos, y en esto excede infinito la española a la francesa.
XLVII. (...) Con el testimonio de autores extranjeros probaremos que España ha producido excelentes historiadores. Entre los antiguos es celebrado Paulo Orosio, a quien Tritemio llama “erudito en las Divinas Escrituras y peritísimo en las letras profanas”; y Gaspar Bartio dice, se debe contar entre los buenos escritores...
XLVIII. En la Edad Media son casi igualmente aplaudidos el Arzobispo Don Rodrigo, y Don Lucas de Tuy “a quienes”, dice el padre Andrés Escoto, “todos los amantes de la Historia deben mucho, porque nos dieron noticia fiel de infinitas cosas que sin la diligencia de estos dos escritores eternamente quedarían sepultadas en el olvido”. Elogia asimismo Vosio al Arzobispo Don Rodrigo, diciendo que adquirió entre los eruditos mucha gloria con los nueve libros que escribió de las cosas de España.
XLIX. Acercándonos a nuestros tiempos, se presenta a nuestros ojos una multitud grande de historiadores, sin que el número perjudique a la calidad; pero sólo haré memoria de algunos pocos que he visto singularmente calificados por las plumas de otras naciones. Jerónimo Zurita es aplaudido en el gran “Diccionario Histórico” por varón “de acertadísimo juicio, y erudición extraordinaria”, para cuyo elogio se citan allí los testimonios de Vosio, del padre Posevino y del Presidente Tuano. A Ambrosio de Morales recomiendan altamente el Cardenal Baronio, Julio César Scalígero, el Padre Andrés Escoto, y otros innumerables. Las alabanzas de nuestro cronista el maestro Yepes resuenan en toda Europa por su exactitud, su candor, dulzura, y claridad. Es asimismo universalmente estimado por las mismas dotes el padre maestro Fr. Fernando del Castillo, cronista de la Religión de Predicadores, cuya ‘Historia’ tradujeron en su idioma los italianos.
L. Entre los escritores de las cosas americanas son los más conocidos de los extranjeros el padre Acosta, cuya ‘Historia Eclesiástica y Civil’ no es menos preconizada por ellos, que la natural; y Don Antonio de Solís, cuya ‘Conquista de México’ traducida en francés, lo que con muy pocos libros nuestros ha hecho aquella nación, comprueba la alta reputación en que por allá la tienen. ¿Y quién puede negar, que este autor por la hermosura del estilo, por la agudeza de las sentencias, por la exactitud de las descripciones, por la clara serie con que teje los sucesos, por la profundidad de preceptos políticos y militares, por la propiedad de los caracteres, es comparable a todo lo mejor que en sus floridos siglos produjeron Grecia y Roma? Singularmente por lo que mira a la cultura y pureza del estilo, Francia, que es tan jactanciosa en esta parte, saque al paralelo sus más delicadas plumas; aparezca en campaña su decantadísimo “Telémaco”; que yo apuesto al doble por mi don Antonio de Solís, como se ponga en manos de hábiles y desapasionados críticos la decisión.
LI. El padre Mariana, que hace clase aparte respecto de todos los demás historiadores de España por haber abarcado la Historia General de la Nación, hace también clase aparte respecto de los historiadores generales de otras naciones. Su soberano juicio, e inviolable integridad le constituyen en otra esfera superior. Por él se dijo que España tiene un historiador; Italia, medio; y Francia y las demás naciones, ninguno. Lo que se debe entender de este modo: de Italia se dice que sólo tiene medio Historiador, por Tito Livio, cuya Historia sólo comprende desde la fundación de Roma hasta el tiempo de Augusto; y aún de esto se ha perdido una gran parte. De Francia se dice que ninguno; porque aunque algunos escribieron la Historia de Francia desde Faramundo hasta el siglo decimosexto, o cerca de él, como Paulo Emilio, Roberto Gaguino, y el señor Du-Haillan, les faltaron aquellas calidades ventajosas, que pide un historiador general, y que se hallaron con eminencia en el padre Mariana...
LII. Aunque Barclayo diga en su ‘Icon Animorum’, que los españoles desprecian el estudio de las letras humanas, los extranjeros se ven precisados a apreciar en supremo grado a muchos españoles que fueron eminentísimos en ellas. ¿Qué panegíricos no expenden en obsequio del famosísimo Antonio de Nebrija? Discípulo de éste, y que pudo ser maestro de todo el mundo en las humanas letras, fue el celebérrimo Pinciano Fernando Núñez, a quien apellida ‘gran lumbrera de España’ el Tuano; ‘varón de admirable agudeza’, Gaspar Bartio, y a quien el padre Andrés Escoto entre otros elogios funerales de que compuso su epitafio, cantó que todo el mundo era corto espacio a la fama de su mérito...
LIII. A Francisco Sánchez, llamado ‘el Brocense’, da el mismo Justo Lipsio los gloriosos títulos de ‘el Mercurio’, y ‘el Apolo’ de España. El Padre Juan Luis de la Zerda sonó tan alto hacia las otras naciones en sus comentarios de Virgilio que el Papa Urbano VIII, grande humanista también, y gran protector de los literatos sobresalientes, envió a pedir su retrato, y le hizo una visita por medio de su sobrino Francisco Barberino cuando le despachó legado a España. Del famosísimo toledano Pedro Chacón hablan con admiración los mayores críticos de Francia, Italia, y Alemania. Nada menos o acaso más del incomparable Luis Vives, de quien, como hice con el pasado, omitiré innumerables elogios que le dan los más sabios extranjeros; pero no puedo callar el de Erasmo, por ser tan extraordinario: ‘Aquí tenemos (dice lib. 19, Epist. 101) a Ludovico Vives, natural de Valencia, el cual no habiendo pasado aún, según entiendo, de los veinte y seis años de edad, no hay parte alguna de la Filosofía en que no sea singularmente erudito; y en las bellas letras, y en la elocuencia está tan adelantado que en este siglo no encuentro alguno a quien pueda comparar con él’. Los que saben qué hombre fue Erasmo en las letras humanas no podrán menos de asombrarse de este elogio...
LIV. (...) Celebran a Nebrija singularmente Erasmo, y Paulo Jovio. Justo Lipsio llama al Pinciano norma o regla de la verdadera crítica.... Por el Padre Zerda hablan en toda Europa sus Comentarios sobre Virgilio y sobre Tertuliano. Para el Brocense... añadiremos aquí que Gaspar Sciopio, aquel crítico mal acondicionado ... llamaba al Brocense ‘hombre divino’. A Chacón contó el mismo Sciopio por uno de los cuatro supremos críticos que ha habido, dando sólo por compañeros a nuestro español, entre los italianos a Fluvio Ursino; entre los franceses, a Adriano Turnebo; y entre los Alemanes a Justo Lipsio. Dejando por ahora aparte la suma sabiduría de Luis Vives, su juicio para la crítica se halla altamente encarecido. ‘Vir praeclarissimi judicci’ se lee en Gaspar Bartio. Y don Nicolás Antonio dice que, en el famoso triunvirato literario de aquella Era, compuesto de Erasmo, Guillermo Budé y Ludovico Vives, al primero se atribuía por prerrogativa principal la elocuencia, al segundo el ingenio, al tercero el juicio.
LV. A más de esto, son colocados generalmente entre los críticos de primera clase el sevillano Alfonso García Matamoros, y el ilustrísimo Antonio Agustín. El primero fue uno de aquellos grandes españoles que se coligaron los primeros para hacer guerra a la barbarie, y dio a luz varios escritos críticos que logran la común estimación... Es llamado ‘juicioso crítico’ en el gran Diccionario Histórico. El segundo fue sin comparación mayor que el primero, y tan grande, que para hallar otro mayor que él es menester buscarle entre las criaturas posibles. Este es poco más ó menos el lenguaje en que hablan de él en todas las Academias europeas...
LVI. No sería razón pasar en silencio a don Nicolás Antonio, autor de la Biblioteca Hispana; obra, según la opinión universal, superior a cuantas Bibliotecas nacionales han parecido hasta ahora, y que no se pudo hacer ni sin un trabajo inmenso ni sin una extensión dilatadísima de crítica.
LVIII. El adorno de las lenguas es una de las cosas a que menos se han aplicado los españoles. En cuanto a las lenguas vivas los ha absuelto de la necesidad de aprenderlas, ya la postura de nuestra región en el último extremo de Europa, y del Continente, por lo que es menor el comercio con los demás reinos; ya el ser menos dedicados a la peregrinación nuestros nacionales, que los individuos de las demás naciones...
LIX. (...) Sólo haré memoria de algunos que pueden ser admirados como monstruos, por haber aprendido más número de idiomas que el que parece cabe en la comprensión humana, especialmente si se atiende a que juntaron muchas ocupaciones con este estudio.
LX. De nuestro famoso historiador Arzobispo Don Rodrigo dice Auberto Mireo, que asistiendo al Concilio Lateranense, que se celebró en su tiempo, mostró tanto conocimiento de varios idiomas, que los Padres del Concilio hicieron juicio que desde el tiempo de los Apóstoles ningún hombre había sabido tantas lenguas...
LXI. Si alguna ponderación puede exceder a esta, es la que en el mismo Auberto Mireo se lee del doctísimo Arias Montano, que supo las lenguas de casi todas las naciones... que sabía diez lenguas... Fue, digo, tan modesto, humilde y piadoso Arias Montano, que se debe creer que antes quitaría que añadiría algo de lo que sabía. Se debe advertir, que parte de estas lenguas eran la hebrea, la caldea, la siríaca, y la arábiga, cuya comprensión es sumamente difícil.
LXII. El Padre Martín del Río, harto conocido por sus escritos, supo nueve idiomas, el latino, el griego, el hebreo, el caldeo, el flamenco, el español, el italiano, el francés, y el alemán. Testifícalo Drejelio. Lo que asombra es, que pudiese aprender tantos idiomas un hombre que fue juntamente poeta, orador, historiador, escriturario, jurisconsulto y teólogo. Tales espíritus influye el Cielo de España.
LXIII. Fernando de Córdoba (hombre prodigioso sobre todo encarecimiento...) supo con toda perfección las lenguas latina, griega, hebrea, arábiga, y caldea. Esto es lo que dice nuestro Abad Juan Tritemio; pero en Teodoro Gofredo... he leído si no me engaño, que demás de las expresadas, sabía todas las lenguas vivas de las naciones principales de Europa. Este Autor, por ser francés, pudo enterarse bien de la materia, porque París fue... el teatro donde ostentó todas sus rarísimas prendas este milagro de España.
LXIV. (...) España dio más expositores de la Escritura que todo el resto de la Iglesia. Entre los cuales no debe tener el último lugar nuestro Lautero, por su ‘Sylva Allegoriarum’ tan aplaudida aún de los extranjeros...
LXV. (...) En esta arduísima profesión puede España ostentar muchos autores de nota sobresaliente, como León de Castro, Pereira, Viegas, Alcázar, Villalpando, Gaspar Sánchez, Maldonado, etc. pero aún descontando todos estos, con otros dos solos que muestre (el Abulense, y Benito Arias Montano) pondré terror a todos los extranjeros: ‘Hi sunt duae olivae, & duo candelabra’...
LXVI. Añade mucho a la gloria de España en el estudio y pericia escrituraria, el que las primeras dos Biblias Políglotas que logró la Iglesia, fueron obras de españoles. La primera es ‘la Complutense’, que se debe al cuidadoso celo del cardenal Cisneros: la segunda ‘la Regia’, impresa en Amberes bajo la dirección del nombrado Arias Montano.
LXVII. También conduce al mismo intento, el que de los cuatro principalísimos rabinos a quienes veneran los judíos (como nosotros a los cuatro Santos Padres), los tres mayores fueron españoles, conviene a saber: Rabí Moisés Ben Maimón, Rabí David Kimchi, y Rabí Abenezra. También han sido españoles casi todos los que entre ellos tienen peculiar fama de erudición, como se puede ver en don Nicolás Antonio y en la Biblioteca Rabínica de Bartolocio... El que fuesen dotados de un talento singularísimo para explicar a su modo la Sagrada Escritura, redunda en aplauso de la Patria. Fuera de que los trabajos de estos tres fueron utilísimos, y dieron muy importantes luces a los mismos doctores católicos, como confiesan el Ilustrísimo Daniel Huet y el docto padre del Oratorio Ricardo Simón...
LXVIII. En el gran Diccionario Histórico, dentro del largo artículo que trata de España, se leen estas palabras: ‘La Nación española ha sido excelente en autores ascéticos, que enriquecieron la Iglesia con libros espirituales y de devoción: y se nota, que su lengua tiene una cualidad particular para este género de escritos, porque su gravedad natural da mucho peso a las cosas que se enseñan en ellos.’ Esta confesión en unos autores que hacen en lo demás poca merced a la Nación española... nos absuelve de la necesidad de pruebas sobre este asunto... Los mismos franceses admiran y ponderan como cosa altísima y de lo más sublime que hasta ahora se ha escrito en este género, las obras de Santa Teresa y del Padre Fr. Luis de Granada... Débese, pues, atribuir esta excelencia, no a la lengua, sino al espíritu de los españoles, el cual, por cierto género de elevación que tiene sobre las cosas sensibles, está más proporcionado para tratar dignamente (asistido de la divina gracia) las soberanas y celestes.
LXIX. Uno de los principalísimos capítulos, por donde en la gloria literaria se juzgan superiores a nosotros los extranjeros, es la amplitud de capacidad para abarcar materias y facultades diferentes... pero esto no depende... sino de otros principios; como son, ya el tener los españoles menos vaga la curiosidad, ya el honrado y honesto deseo de perfeccionarse más y más sin término en la facultad a que por profesión se dedican, ya la falta de comodidad para estudiar muchas...
LXX. No obstante los grandes estorbos que por acá encontramos para comprender varias ciencias, ha tenido España no pocos hombres iguales en esta parte a los mayores y máximos de otras naciones...
LXXI. Aparezcan al frente de todos dos grandes prodigios del siglo decimoquinto: el primero es el Abulense, cuyo sepulcro justamente está sellado de aquel singularísimo elogio: ‘Aquí yace el asombro del mundo, que supo cuanto se puede saber’. El alto sonido de este epitafio representará a muchos haberse propasado a lo hiperbólico; pero no es así, porque realmente fue, es y será siempre asombro del mundo el Abulense. El padre Antonio Posevino testifica, que a los veinte y dos años de edad sabía casi todas las ciencias... A vista de esto no tiene España que envidiar, ni su Juan Pico de la Mirandola a Italia, ni su Jacobo Critón a Escocia...
LXXII. El segundo prodigio del siglo decimoquinto fue Fernando de Córdoba, cuya erudición de lenguas celebramos arriba. Tan descuidados somos los españoles en ostentar nuestras riquezas, que la memoria de este hombre hubiera perecido si los extranjeros no la hubieran conservado. En efecto, del gran Teatro de París, donde hizo pública demostración de sus muchas y rarísimas prendas, salió a todo el mundo la noticia. Pondré aquí, traducido en castellano, el testimonio nada sospechoso de nuestro ilustre abad Juan Tritemio, como se lee en su ‘Cronicón Spanheimense’.
LXXIII. “Estando escribiendo esto nos ocurre a la memoria Fernando de Córdoba, el cual siendo joven de veinte años, y graduado ya de Doctor en Artes, Medicina, y Teología, vino de España a Francia el año de 1445, y a toda la Escuela Parisiense asombró con su admirable sabiduría; porque era doctísimo en todas las Facultades pertenecientes a las sagradas Letras, honestísimo en vida y conservación, muy humilde y respetuoso. Sabía de memoria toda la Biblia, los escritos de Nicolao de Lyra, de Santo Tomás de Aquino, de Alejandro de Ales, de Escoto, de S. Buenaventura, y de otros muchos principales Teólogos: también todos los libros de uno y otro Derecho. Asimismo, tenía en uña (como se suele decir) los de Avicena, Galeno, Hipócrates, Aristóteles, Alberto Magno, y otros mucho libros y Comentarios de Filosofía, y Metafísica. En las alegaciones era prontísimo, en la disputa agudísimo. Finalmente, sabía con perfección las lenguas hebrea, griega, latina, arábiga y caldea. Habiéndole enviado el Rey de Castilla por embajador a Roma, en todas las Universidades de Francia e Italia tuvo públicas disputas en que convención a todos, y nadie le convenció a él ni aún en la más mínima cosa. El juicio que de él hicieron los Doctores Parisienses fue vario: unos le tuvieron por Mago: otros sentían lo contrario: y no faltaron quienes dijesen, que un hombre tan prodigiosamente sabio era imposible que no fuese el Anti-Cristo». Hasta aquí Tritemio.
LXXIV. Los dos héroes literarios que hemos nombrado bastan para honra de la Nación; pues no hay otra alguna que pueda jactarse de tener otros dos iguales a estos, ni se encuentran entre todas las extranjeras juntas, sino otros dos, el italiano Juan Pico, y el escocés Jacobo Critón. Sin embargo añadiremos otros algunos españoles, que fueron admirados por su vasta erudición.
LXXVIII. De Luis Vives dice Isaac Bullart, que adquirió un conocimiento tan universal de las letras, que asombró a los máximos maestros de las más célebres Academias europeas...
LXXIX. De Antonio de Nebrija, conocido en nuestras aulas sólo por un gramático insigne, se lee lo siguiente en el gran Diccionario Histórico: ‘Habiendo estudiado en Salamanca, y después pasado a Italia, paró en la Universidad de Bolonia, donde adquirió una literatura tan universal que generalmente le acreditó, no sólo de un docto gramático, mas aún del hombre más sabio de su tiempo. Demás de las lenguas, y las bellas letras, sabía también las Matemáticas, Jurisprudencia, Medicina, y Teología, etc.’
LXXX. En Pedro Chacón celebró el Tuano un conocimiento universal y profundo de todas las ciencias: ‘Vir exquisita in omni scientiarum genere cognitione clarus’ (lib. 4.). Jano Nicio Eritro le llamó ‘Tesoro lleno de todas las doctrinas’ (apud Popebl.).
LXXXI. Cuando no fuese notoria la vastísima erudición de Benito Arias Montano, bastaría para acreditarla el testimonio de Justo Lipsio, el cual en una epístola le dice que en él se hallan juntas todas las doctrinas, que divididas se hacen admirar en otros hombres..
LXXXII. El padre Martín Del Río... fue otro prodigio de doctrina universal. Auberto Mireo sienta que ‘se había enterado tan perfectamente de todos los poetas, oradores, historiadores sagrados y profanos, filósofos, teólogos, en fin de los escritores de todas las ciencias, que parecía que ya sabía todo lo que se puede saber’. Antonio Sandero le llama ‘Varón de los máximos de su siglo, poeta, orador, historiador, jurisconsulto, teólogo, y peritísimo en varios idiomas’...
LXXXVI. Para acabar de vindicar el crédito de los ingenios españoles de las limitaciones que les ponen los extranjeros, aún nos resta un capítulo substancial sobre que discurrir, que es el de la invención. Conceden a la verdad muchos a nuestros nacionales habilidad y penetración para discurrir sobre cualesquiera ciencias y artes; pero negándoles aquella facultad intelectual, llamada ‘inventiva’, que se requiere para nuevos descubrimientos...
LXXXVII. (...) los nuevos inventos son más hijos del acaso que del ingenio, y por consiguiente en esta parte los extranjeros no pueden pretender sobre los españoles otra prerrogativa que la de más afortunados, diría lo que mucho ha dicho con gran fundamento Bacon de Verulamio. Bertoldo Schuvart, inventor (según la opinión común) de la pólvora, estaba muy lejos de buscar con designio formado esta furiosa composición. Mostróle su actividad el acaso de saltar una chispa en los materiales que tenía prevenidos para otro efecto. Jacobo Mecio encontró el telescopio, sin haber pensado jamás en tal cosa, por la casualidad de mirar dos vidrios puestos en rectitud uno y otro a tal distancia; cuya formación destinaba a otro intento muy diferente. El uso de la aguja tocada del imán para observar el Polo, no fue descubierto... sino por la imprevista y accidental observación de su dirección a aquel punto de la esfera...
LXXXIX. Por lo que dice Estrabón, tratando de España, se colige claramente que la invención de máquinas para sacar los metales de las minas, y así mismo la de las preparaciones necesarias para purificar el oro... fueron producción de los españoles, a quienes celebra como ingeniosísimos sobre todas las naciones del Orbe en este género de operaciones.
XC. Plinio, lib. 25, cap. 8, dice (como ya apuntamos arriba), que los españoles descubrieron más hierbas medicinales que las demás naciones.
XCI. Los españoles fueron los primeros que navegaron por altura de Polo, inventando instrumentos para su observación, según refiere Manuel Pimentel en su ‘Arte de navegar’.
XCII. El conde Pedro Navarro, guerrero igualmente bravo que ingenioso, en tiempo de los Reyes Católicos inventó para la expugnación de las plazas el uso de las minas, aquella horrible máquina que hace el milagro de que vuelen, no sólo los hombres mas aun murallas y riscos. La introducción de la pólvora en los cañones imitaba trueno y rayos: su aplicación a las minas excede el horror de los terremotos.
XCIII. El ilustrísimo Antonio Agustín fue el primer autor de la Ciencia Medallística, auxilio grande para la Historia; pues la luz que dan las inscripciones, figuras, y adornos de las medallas, ilustra muchos espacio de la antigüedad, cubiertos antes de espesas sombras. Siguióle Fulvio Ursino en Italia, Wolfango Lacio en Alemania, Uberto Goltzio en Flandes. Recayó después este estudio en los franceses, que hoy la cultivan con grande aplicación...
XCIV. La famosa doña Oliva de Sabuco descubrió para el uso de la Medicina el ‘suco nerveo’, que a tantos millares de médicos, y por tantos siglos se había ocultado; hasta que los ojos linces de esta sagacísima española vieron aquel tenuísimo licor a quien debemos la conservación de la vida, mientras goza su estado natural, y que ocasiona infinitas enfermedades con su corrupción...
XCV. Las invenciones de varias máquinas hechas por los españoles en la América para desagües de las minas, beneficio de los metales, labor de azúcar y tabaco, merecen que se haga esta general memoria de ellas; pero individuarlas sería cosa prolija. Sólo haré mención particular de los hornos de Guancabelica y de La Habana para la fundición del azogue y formación de la azúcar, donde sin otro combustible que paja, por la disposición interior de la oficina, se enciende un fuego más activo que si fuera de encina o roble.
C. De intento he reservado para el fin, por cerrar con llave de oro este discurso y todo el libro, la más noble invención española, y que con gran derecho puede pretender la preferencia sobre las más ilustres de todo el resto del mundo. Esta es el arte de hacer hablar los mudos, que lo son por sordera nativa. La gloria que resulta a España de este gran descubrimiento se la debe España a la religión de San Benito, pues fue su autor nuestro Monje Fr. Pedro Ponce, hijo del real monasterio de Sahagún...”
PADRE BENITO FEIJÓO (1676-1764), ‘Teatro Crítico Universal’, Tomo IV, disc. XIV: ‘Glorias de España’.
ESPLENDOR DE ESPAÑA:
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“Pero, por otra parte, veo que las Partidas al mismo tiempo que iban alterando nuestra legislación, causaban un bien efectivo a la nación entera. A pesar de la diferencia que se hallaba entre ellas y la Constitución coetánea, debemos confesar que introdujeron en España los principios de la equidad y de la justicia natural, y ayudaron a templar no sólo la rudeza de la antigua legislación, sino también de las antiguas ideas y costumbres. Por donde quiera que se abra este precioso Código se encuentra lleno de sabios documentos morales y políticos, que suponen en sus autores una ilustración digna de siglos más cultivados.
La obra de los antiguos filósofos, y lo que es más, la de los Santos Padres, frecuentemente citados en las Partidas, guiaron la nación al estudio de la antigüedad profana y eclesiástica, y la inspiraron las máximas de humanidad y justicia.
(...) Por este medio empezó España a ser a un mismo tiempo una nación sabia, guerrera, industriosa, comerciante y opulenta; y por este medio también fue subiendo poco a poco a aquel punto de gloria y esplendor a que no llegó jamás alguno de los imperios fundados sobre las ruinas del romano. Varias causas concurrieron sucesivamente a acelerar esta feliz revolución: arrojados los moros de toda España, reunida a la de Castilla la corona de Aragón y Navarra, agregados a la dignidad real los maestrazgos de las Órdenes militares, descubierto y conquistado a la otra parte del mar un dilatado y riquísimo Imperio, crecieron el poder y la autoridad real a un grado de vigor que jamás había tenido. A la vista de este coloso se desvanecieron aquellas potestades que habían dividido hasta entonces la soberanía... Por fin, el grande, profundo y sistemático genio del cardenal Cisneros acabó de moderar el poder de los grandes señores, y aseguró a la soberanía una fuerza que hubiera sido perpetuamente freno saludable.
JOVELLANOS (1744-1811), ‘Discurso sobre la legislación y la Historia”.
DECADENCIA DE ESPAÑA:
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“No existe Arnesto, ya ni remembranza
De los claros varones,
Que al frente de ibéricas legiones
Llevaron el terror y la matanza
De la una a la otra zona
En su esfuerzo, en su brazo, en su tizona.
La poderosa lanza, que terciaba
Villandrando en sus hombros,
Y adoquier que forzudo la vibraba
Lanzaba muerte, asolación y escombros,
Yace hace tiempo, olvidada,
Envuelta en polvo y del orín tomada.
Las ruinas de Sagunto son padrones,
Que al pie del Turia undoso
Publican con silencio majestuoso
Que fueron sus indómitos campeones
Confusión del Romano
Hoy vergüenza y baldón del Castellano.
El atrevido, el ínclito Extremeño,
Que en las huestes fieles
Fió su vida al Ponto en frágil leño,
Y se orló en otro mundo de laureles,
Desde la fría tumba
Nos da en rostro con Méjico y Otumba.
Sí, Arnesto: disipóse cual espuma
El tiempo bienhadado
En que el valor de España vio asombrado
El lacio imperio, el moro, y Moctezuma;
Hubo, Arnesto, hubo día
En que la Patria tuvo nombradía.
Mas hoy triste, llorosa, y abatida,
De todos despreciada,
Sin fuerzas casi al empuñar la espada,
Que ha sido en otro tiempo tan temida,
Mueve apenas la planta,
Y los ojos del suelo no levanta.
A su lado se ve el pálido miedo;
La encogida pobreza,
La indolente y estólida pereza;
Y la ignorancia audaz, que con el dedo
Señala a pocos sabios,
Y con risa brutal cierra sus labios.
La Religión del cielo descendida,
Con tanto acatamiento,
Por abuelos a nietos transmitida,
Ve en el retiro de su augusto asiento
Que los hijos que crecen
Bajo su sombra la ajan, y escarnecen.
Los ministros sacrílegos de Astrea
Penetran en el templo,
Y con maldad horrible sin ejemplo,
Pisan, rompen el velo de la dea,
Y el fiel de su balanza
Lo inclinan al poder o a la venganza.
El adulterio por los patrios lares
Entra y sale corriendo,
Y las palmas con júbilo batiendo,
Cuenta ufano los triunfos a millares;
Los justos se comprimen;
Llora Himeneo; las virtudes gimen.
La devorante fiebre ultramarina
Al suelo hispano pasa,
Deja yermo el tugurio, al pueblo arrasa;
Y el sacro Betis la cabeza inclina
Sobre su barba cana,
Viendo el estrago de la peste insana.
Nuestras naos, preñadas de riqueza
De las minas indianas
Surcan el golfo navegando ufanas
Al puerto Hercúleo: ¡ ay, qué de tristeza!
De males y de estragos
Las de Albión preparan sobre el lago.
Al mismo tiempo que su templo Jano
Va las puertas abriendo,
Y el aldabón los clavos sacudiendo,
Forma un ruido, que aterra el pecho humano;
Da el bronce el estampido,
Salta la sangre, escúchase el quejido.
En tanto España flaca y amarilla,
El ropaje rugado,
Destrenzado el cabello, y a su lado
Postrados los leones de Castilla,
Alza las manos bellas
A los cielos de bronce a sus querellas:
-¿Hasta cuándo, prorrumpe, Dios eterno,
Ha de estar levantada
La venerada, la terrible espada
De tu justicia inmensa? ¿Tu amor tierno,
Tu piedad sacrosanta,
A mis hijos no acorre en pena tanta?
Los talleres desiertos; del arado
Arrumbado el oficio;
El saber sin estima; en trono el vicio;
La belleza a la puja; Marte airado;
Sin caudillo las tropas...
¿Tornan, Señor, los tiempos de Don Oppas?
¿En esto había de parar mi gloria?
¿Mi fin debe ser éste?
¿Y falsías, y guerras, y hambre, y peste,
Los postrimeros fastos de mi historia?
Mi lloro continuado
¿No podrá contener tu brazo airado?
Vuelve, Señor, el rostro a mis pesares;
Vuelve al arco la guerra;
Pureza al éter; brazos a la tierra;
El respeto debido a tus altares;
Prez y valía al bueno;
A Themis libertad; paz a Miseno.”
JOVELLANOS (1744-1811), ‘Oda’.
APOLOGÍA DE ESPAÑA CONTRA SUS ENEMIGOS (JUAN PABLO FORNER):
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“A nadie hemos provocado, y furiosamente nos acometen cuantos del lado de allá de los Alpes y Pirineos constituyen la sabiduría en la maledicencia. Hombres que apenas han saludado nuestros anales; que jamás han visto uno de nuestros libros, que ignoran el estado de nuestras escuelas, que carecen del conocimiento de nuestro idioma, precisados a hablar de las cosas de España por la coincidencia con los asuntos sobre que escriben, en vez de acudir a tomar en las fuentes la instrucción debida para hablar con acierto y propiedad, echan mano, por más cómoda, de la ficción; y tejen a costa de la triste Península novelas y fábulas tan absurdas como pudieran nuestros antiguos escritores de caballerías. Este es el genio del siglo... Así lo hizo Voltaire, y así lo debe hacer la turba imitadora. Aquél escribió una fábula de todo el mundo en su Ensayo sobre la historia universal; y sus doctos secuaces deben de haber tomado a su cargo dividir el mapa general y escribir en particular fábulas de cada provincia. Los franceses las forjan de los italianos, y éstos de los franceses: pero al tratar de España, olvidada la recíproca desestimación, se unen entre sí, y se abalanzan a ella, no de otro modo que los jactanciosos jefes de la moderna incredulidad, combatiéndose, motejándose, y viviendo en continua guerra unos con otros por la discordia en las opiniones y por la ambición de la primacía, se unen sólo cuando se trata de impugnar la verdad en la más santa y más magnífica de todas las religiones.
España ha sido docta en todas edades. ¿Y qué? ¿Habrá dejado de serlo en alguna porque con los nombres de sus naturales no puede aumentarse el catálogo de los célebres soñadores? No hemos tenido en los efectos un Descartes, no un Newton, démoslo de barato; pero hemos tenido justísimos legisladores y excelentes filósofos prácticos, que han preferido el inefable gusto de trabajar en beneficio de la humanidad a la ociosa ocupación de edificar mundos imaginarios en la soledad y silencio de un gabinete. No ha salido de nuestra Península el ‘Optimismo’, no la ‘Armonía’ preestablecida, no la ciega e invencible fatalidad, no ninguno de aquellos ruidosos sistemas ya morales, ya metafísicos, con que ingenios más audaces que sólidos han querido convertir en sofistas...; pero han salido varones de un juicio suficiente para conocer y destruir la vanidad de las opiniones arbitrarias, suministrando en su lugar a las gentes las doctrinas útiles y señalando las sendas rectas del saber según las necesidades de la flaca y débil mortalidad. Si el mérito de las ciencias se ha de medir por la posesión de mayor número de fábulas, España opondrá sin gran dificultad duplicado número de novelas urbanas a todas las filosóficas de que hacen ostentación Grecia, Francia e Inglaterra...
Para mí entre el Quijote de Cervantes, y el ‘Mundo’ de Descartes, o el ‘Optimismo’ de Leibniz no hay más diferencia, que la de reconocer en la novela del español infinitamente mayor mérito que en las fábulas filosóficas del francés y del alemán; porque siendo todas ficciones diversas sólo por la materia, la cual no constituye el mérito en las fábulas, en el Quijote logró el mundo el desengaño de muchas preocupaciones que mantenía con perjuicio suyo; pero las fábulas filosóficas han sido siempre el escándalo de la razón...
Estemos pues en la confianza de que las acriminaciones con que nos maltrata la precipitada malignidad de algunas plumas extranjeras, no proceden de nuestra ignorancia, sino de la suya; no de la escasez de nuestros progresos científicos, sino de las ideas poco fieles, o más bien falsas, que tiene de las ciencias el vulgo de los que las tratan, y en especial los que sin tratarlas hablan de ellas con magisterio. Señal es, cuando acertamos a defendernos, que no ignoramos la sustancia de los capítulos sobre que nos condenan. La Lógica no es entre nosotros un cúmulo de observaciones vulgares entretejidas con retazos de todas las artes, y por eso gritan que lo ignoramos. No entendemos por Física el arte de sujetar la naturaleza al capricho, en vez del raciocinio a la naturaleza, y por eso claman que no la conocemos. Razonamos, no fingimos, en la Metafísica, y califican por ignorancia lo que es con propiedad no dar entrada al error. La Moral, la divina ciencia del hombre, la doctrina de su orden, de su fin, de su felicidad, la que une a la más noble de las criaturas con su próvido y liberal Criador, no ha sido entre nosotros todavía contaminada con aquellas legislaciones absurdas que hacen al hombre o brutal, o impío, o ridículo, y atribuyen a barbarie la prudencia de no querer hacernos bestiales, impíos o ridículos. En vano proponemos los nombres de nuestros grandes teólogos; la ciencia de la religión no es de este siglo, y precisamente ha de pasar por bárbara aquella nación en que se ha consumido más tiempo, más atención, y más papel en hablar de Dios y de sus inefables fines.
Hemos tenido grandes juristas, sapientísimos legisladores, eminentes intérpretes de la razón civil, pero entre ellos ninguno ha escrito el ‘espíritu de las leyes’ en epigramas, ni ha destruido en las penas el apoyo de la seguridad pública, ni se ha resuelto a perder el tiempo y el trabajo en fundar repúblicas impracticables; se han contentado con mejorar los establecimientos de aquella en que vivían: consiguientemente todos deben pasar por bárbaros y rudos... Ni, según son sus juicios, se debe esperar mayor benignidad en las artes. Nuestra lengua no permite versos en prosa, ni nuestros poetas saben helarlos con una afectación filosófica, fría e insípida, incompatible con las agitaciones del ímpetu divino: y ved aquí que, con nuevo e inaudito modo de juzgar, no son buenos nuestros poetas porque lo son realmente. Llamarían desaliño en nuestros historiadores a lo que es sencilla y escrupulosa atención a la verdad. Hinchazón apellidan la majestuosa sonoridad de nuestro idioma, imperceptible a los extranjeros que no la hablan como hablaba Cicerón la de Atenas...
¿Para qué me canso? Dan nombre de ignorancia a la juiciosa precaución de no acomodarnos a las ideas poco justas que ellos tienen del saber: y porque en nuestra Península se hace poco aprecio de la arrogante ostentación y se desestima la peligrosa libertad de escudriñar los arcanos del Hacedor más de lo que es debido y de hablar de todo insolentemente, debemos sin remisión sufrir la nota de poco cultos.
Y he aquí uno de los principales fundamentos en que apoyan sus acusaciones los que, después del extravagante Voltaire, no saben pensar sino lo que él escribió. ‘En España no se piensa; la libertad de pensar es desconocida en aquella Península; el español para leer y pensar necesita la licencia de un fraile’... Pero, ¿qué es lo que no se piensa en España, sofistas malignos, ignorantes de los mismos principios de la filosofía que tanto os jactáis profesar? Es verdad: los españoles no pensamos en muchas cosas; pero señaladlas, nombradlas específicamente, y daréis con ellas un ejemplo de nuestra solidez y vuestra ligereza. ‘No se piensa en España’: así es; no se piensa en derribar las aras que la humana necesidad, guiada por una infalible revelación, ha levantado al Árbitro del universo: no se piensa en conturbar el sosiego de la paz pública, combatiendo con sofismas indecorosos las creencias en cuya esperanza y verdad sobrellevan los hombres las miserias de esta calamitosa vida: no se piensa en arrancar del corazón humano los naturales sentimientos de la virtud, ni en apagar las secretas acusaciones que despedazan el interior de los delincuentes; no se piensa en elogiar las culpables inclinaciones de que ya por sí se deja llevar voluntariamente la fragilidad de nuestra naturaleza. En nada de esto se piensa en España; ni los que la habitan tienen por ocupación digna de sus reflexiones investigar defensivos al vicio, a la impiedad y a la sedición. ¿Y querrán decir todavía nuestros acusadores que es bárbara la constitución de nuestro Gobierno porque nos asegura de los tropiezos que trae consigo la licenciosa y desenfrenada libertad de pervertir los establecimientos más autorizados, y las ideas que ha aprobado por verdaderas el general consentimiento de todas las gentes?...
Ni debemos tampoco sonrojarnos de confesar que se nos prohíbe la lectura de aquellos libros, que sin que se les prohíba dejan de leer los hombres que desean conservar incorrupta la pureza de sus costumbres. ¿Qué, acaso la sabiduría está reducida a un pequeño número de obras menudas, en cuyas líneas nada se aprende sino lo que no se debe aprender? ¿Perderán su excelencia nuestras bibliotecas porque no comparezcan en ellas un Rousseau, que solicitó inutilizar la razón, reduciendo al estado de bestia al que nació para hombre, un Helvetius, que colocó en la obscena sensualidad los incitamentos del heroísmo, y extrañó la virtud de entre los mortales; un Bayle, patrono y orador de cuanto se ha delirado con título de filosofía; un Voltaire, gran maestro de sofistería y malignidad, que vivió sin patria, murió sin religión y se ignora en todo que creyó o dejó de creer?...
Se burlan de los cultos establecidos, porque ven no sé qué sombras de inverosimilitud en las revelaciones; y haciéndose nuevos apóstoles de dogmas repugnantes y contradictorios, llaman hallazgos de la razón a los que son extravíos de ella; racional conocimiento de la Divinidad, a lo que es una manifiesta corrupción de aquel instinto, un tiempo puro, hoy ya oscurecido y rodeado de incertidumbre, que inspira en el hombre las primitivas ideas de religión. Substituyen al Dios de Moisés el de Spinosa: a la moral de Jesucristo, la rebelión contra la moral: buscan ejemplos en los salvajes para disminuir el crédito de los sentimientos universales de la conciencia; dan nombre de religión a no tener ninguna; porque al fin, ¿qué me aprovecha que me hablen de Dios y de obligaciones, si sus ideas en estos puntos, de cuya certidumbre pende la felicidad humana, son inciertas, vagas, oscuras, indecisas, a veces absurdas, y siempre a propósito sólo para entretener el ocio de un número de caviladores y no para uso de la vida civil y activa?... ¿Y deberá España sonrojarse por carecer de este linaje de ciencia?... Pero ¡oh, que no poseemos grandes filósofos naturales! ¡Que nuestra lengua y observación no ostentan aquel portentoso número de volúmenes, en que tienen las regiones del Sena y del Támesis, como en sagrado depósito, descifrados los misterios de la madre Naturaleza! ¡Que nos vemos forzados a sellar el labio, y bajar los ojos cuando nos echan en cara nuestro descuido en este gallardo ramo de la Filosofía, con tanta utilidad cultivado en toda la Europa!...
La España árabe era el emporio de cuantos deseaban aprender las artes, que, o dejó imperfectas la antigüedad, o arruinó la bárbara constitución de los tiempos. De allí salió el conocimiento de las Matemáticas, de allí la Astronomía, de allí la Medicina, de allí la Botánica, de allí la Química, de allí el principalísimo fundamento y elementos primeros de estas ciencias naturales tan célebre hoy, y cultivadas, no sé si con tan buen suceso como vehemencia... Difícilmente podrán persuadirse los Massones, Tiraboschis y Bettinellis que fue España en aquellos siglos tenebrosos la que mantuvo el verdadero uso de las ciencias...
A la mitad del XIII empezó España a divisar en sus estudios, por la comunicación con Bolonia y Paris, las primeras vislumbres del Escolasticismo. Sin él, Alfonso X, monarca de esta edad, fue sabio, y sabio de mayores y mejores conocimientos que los batalladores de las escuelas. Por no haber sido escolástico restableció la astronomía en Europa, y también por no haberlo sido supo ser historiador, poeta, filósofo experimental, y sobre todo prudentísimo legislador que, entresacando de la jurisprudencia de Irnerio lo conveniente y más provechoso y valiéndose de sus grandes luces y propia experiencia en los asuntos políticos, logró dar a sus súbditos leyes cuales ni todo el escuadrón de los escolásticos de la primera época, contemporáneos suyos, ni la edad posterior con toda la pompa de su filosofía, han sabido darlas, ni más sabias, ni más justas, ni más completas, ni más metódicas...
Y si bien la religión y la política separaban los ánimos de los españoles, cristianos y musulmanes; pero el saber indiferente pudo adaptarse, sin peligro, a la utilidad de todos: y en efecto, mientras las universidades de afuera trabajaban con vehementísimo ahínco en perturbar el uso de la racionalidad y producir enormes depósitos de sutilezas vanas o incomprensibles, España, libre del contagio del escolasticismo, daba de sí, entre los sarracenos, habilísimos médicos, astrónomos, geómetras, algebristas, químicos, poetas, historiadores. Entre los cristianos, hombres que competían en estas artes con sus tiranos, y uniendo a ellas el estudio de la religión, tratado con el decoro antiguo, hacían de su nación la región única donde las ciencias eran lo que debían. Las primeras cátedras con que se señaló la Universidad de Salamanca, erigida a mediados del siglo XIII, fueron las de Lógica, Retórica, Aritmética, Geometría, Astronomía, y Música, artes todas que no se fomentaron ciertamente para formar grandes escolásticos.
Nada se disputaba entonces en España. Su Teología era sólo la explicación del dogma y la tradición, afirmada en los divinos oráculos de la Escritura y expuesta con desembarazada sencillez por los santos Prelados a quienes el Hombre-Dios, sin título de ‘sutiles’ o ‘irrefragables’, confirió la autoridad de interpretar sus misterios y mantener la estabilidad invariable de la creencia. La ciencia legal, apenas gustada en los fastidiosos ‘Comentarios’ de los jurisconsultos disputadores, se aplicaba en la lengua propia a la legislación, no ya sólo por el inmortal Alfonso, sino por el conquistador Jaime, verificándose existir en España dos sabios legisladores contemporáneos, puntualmente en los mismos días en que los azonianos sujetaban a sus voluntarias decisiones la administración pública del resto de Europa. ¿Qué más? Nacían en España los tratados de la sólida Medicina, y como si al otro lado de los montes dominase (y dominaba en efecto) un contagio corrompedor, no bien vencían los Alpes o Pirineos, ya comparecían desfigurados, pervertidos entre groseras interpretaciones, que por desgracia se hacían más lugar que los textos mismos....
España se hizo escolástica mucho tiempo después que toda Europa era escolástica. Adoptó enteramente aquel método con tanto ardor y escándalo sostenido en las Universidades, cuando vio que para conservar íntegra la unidad de la religión, era ya indispensable necesidad derrotar con la Teología escolástica a los que confundiendo los abusos de ésta con los fundamentos de la religión, con pretexto de desterrar el Escolasticismo, destruían el dogma, y desunían la Iglesia. Mas ¿de qué modo se adoptó en España? Mejorándole; convirtiéndole de profesión semibárbara en ciencia elegante, sólida, reducida a principios ciertos e invariables...
Españoles fueron los que le purgaron, los que a la profundidad, o llámese sutileza de sus raciocinios, aplicaron las galas del buen gusto y amena literatura: y ni Italia, ni Francia, ni Alemania, ni Inglaterra negarán jamás justamente que entre nuestros grandes escolásticos y los suyos hay la misma diferencia entre los doctos del siglo XVI y los del XII; en éste, todo fue rudeza, todo oscuridad; en aquél, todo elegancia, todo luces: y habiendo florecido en él nuestros grandes nombres, Victoria, Cano, Báñez, Soto, Castro, Suárez, Valencia, Maldonado y el restante escuadrón de varones doctísimos, escolásticos todos, pero escolásticos que entendieron y usaron de las humanidades y cultura de las lenguas y bellas letras con tanta maestría y acierto, como los que en otros países han colocado su gloria en sólo profesarlas; la malignidad misma habrá de confesar que uno de estos vale por muchos Ockamos y Halesios: y España jamás trocará al sólo escolástico Cano, no ya por todos los ‘iluminados’ e ‘irrefragables’ de la edad pasada, pero ni tal vez por ninguno de estos ponderados fabricadores de mundos de la presente...
La maligna ignorancia de un Masson, que cree que nada debe Europa a los españoles, no hallará en verdad que le es deudora de mundos imaginarios, ni de invenciones efímeras que destruye el futuro día, durando sólo sus memorias como para testimonio y escarmiento de la ambiciosa curiosidad del hombre. Pero puestos en la balanza de la razón los descubrimientos, si se deben estimar más los más provechosos; España, sin dejar de hacer singular aprecio de las laboriosas y útiles invenciones de las demás gentes, no cede a ninguna el valor de las suyas, y en algunas muy importantes obtiene indubitablemente la preferencia...
España no aparecerá, cierto, del todo inculta, que también ha sabido engendrar célebres soñadores, siquiera para que por ellos la tengan en alguna consideración los países que prefieran la gloria de un sistema vano a la formación de un código legislativo. Pero aunque menos fértil en este linaje de cultura, cuando ha convertido en todos tiempos su saber a la utilidad común, y sea por alguna inclinación que obra desconocida, o por la concurrencia de circunstancias que lo han dispuesto así, cada grande progreso suyo en las ciencias y artes ha sido un evidente beneficio en favor de los hombres; despreciando tranquilamente las hazañerías de la ignorancia, fía a los doctos imparciales la decisión de si es o no acreedora al titulo de sabia una nación, que funda el mérito de su sabiduría en el aprovechamiento que ha recibido de ella el género humano.
Una nación cuya náutica y arte militar ha dado a Europa, en vez de un soñado y árido mundo cartesiano, un mundo real y efectivo, manantial perenne de riquezas; en vez de razonamientos voluntarios sobre las leyes, los mejores legisladores de los actuales Estados políticos; en lugar de sofistas impíos, juiciosísimos mantenedores de la única religión que enseña a ser justos; y en vez de vanidades científicas, los reformadores y restauradores de las ciencias. Sabia es, sin duda, la nación, que con menos superfluidad ha acertado a tratar las materias de mayor importancia: sabia, y no con pequeño mérito, la que en medio de una continuación de invasiones violentas, sujeción sucesiva y nunca interrumpida de fenicios, cartagineses, romanos, septentrionales, sarracenos; guerras varias, atroces, civiles, intestinas: frecuentes levantamientos; usurpaciones de provincias por la envidia política; dominaciones a veces tiránicas, a veces lánguidas y nada activas, a veces trastornadoras de su utilidad e intereses mismos; ha podido hacerse gloriosa en el universo, no menos que por sus conquistas, por su saber....
¿Y quién, sino la ignorancia instigada por el torpe furor de la malignidad, osará negar que han nacido, que han sido educados en España la mayor parte de aquellos genios incomparables, que en todos los siglos han declamado contra las extravagancias de la razón; que han procurado restituirla al recto conocimiento de la verdad... La religión es la principal ciencia del hombre; ella es la que le distingue, sin equivocación, de los irracionales: en España se han reducido a método y han sido hechas verdaderas ciencias la natural y la revelada. La Moral, unida a la Religión, mantiene al hombre en la perfecta constitución de su naturaleza: ni Roma ni Grecia misma poseen un Séneca como España, el padre, el grande orador de la virtud... el Derecho de Roma, hecho común en toda Europa, aun después de la destrucción de su Imperio, fue la obra obra de un Español; y, con todo eso, España sola, sin mendigar leyes que se establecieron para distintos tiempos, hombres y costumbres, posee en su seno los mejores códigos legislativos que conoce hoy la tierra, renovados sucesiva y prudentemente en las alteraciones de su Monarquía. El arte militar es el escudo de la legislación, el defensivo de las sociedades civiles;... España cuando unió en sí el imperio de casi dos partes del mundo, sojuzgándolas, enseñó a ambas el arte de vencer.
La náutica enlaza la comunicación de todo el género humano... Si no suministró España el casual hallazgo de la brújula, sus pilotos fueron por lo menos los primeros, que empleándola premeditadamente en mas que atrevidas empresas, tentaron entregarse a la vasta capacidad de mares nunca hollados y dieron a la asombrada tierra el inaudito ejemplo de girar por toda la circunferencia del globo; y ¿de qué nación ha copiado Europa su legislación marítima sino de España que, por la inmensidad de sus posesiones ultramarinas, hubo de formar un código especial para el mar, cuando ni aun para la tierra poseía uno peculiar ninguna de las demás naciones?... España ha sido, después de Grecia, la que ha defendido a la humanidad de las invasiones de nuevas dolencias; la que ha mantenido ileso el dominio de la observación; la que ha comunicado a Europa el arte de investigar por las operaciones del fuego las virtudes medicinales; la que en sus conquistas de Oriente y Occidente abrió un nuevo mundo, no menos rico para los progresos de la Medicina, que para la negociación del comercio....
La expresión de buen gusto nació en España, y de ella se propagó a los países mismos que, teniéndola siempre en la boca e ignorando de donde se les comunicó, tratan de bárbara a España, nación que promulgó con su enérgico laconismo aquella ley fundamental del método de tratar las ciencias...
La culpable ignorancia de España ha estado solo en no haber sabido jamás hacer hinchada y jactanciosa ostentación de los muchos e innegables beneficios con que ha obligado a todo el linaje de los hombres. Desgraciada virtud es para el español la moderación. Despierta en fin, hostigado de infames acusaciones, y obligado a rechazarlas con las armas de la verdad, le hacen también delito de la defensa. Es sabio y le culpan de bárbaro; se defiende, y le insultan; presenta pruebas irrefragables, y sin escucharlas se obstina el odio en sustentar su error; y todo esto en el siglo de la Filosofía...
¡Oh, siglo ostentador, edad indefinible para las venideras, en que los estudios del hombre y de la verdad yacen despreciados por la fanática inclinación a investigaciones y objetos que nos distraen si no nos corrompen. En esto coloca España el mérito de su saber; no en dramas trazados para combatir la religión pública; no en cursos de educación, dispuestos para destruir la sociedad; no en diccionarios hacinados malignamente para ofuscar la verdad y autorizar la sofistería; no en discursillos frenéticos que ponen su precio en la maledicencia. Saber lo que se debe y como se debe es el mérito científico de mi Patria.
Tomó Roma su legislación y cultura de los Griegos, cuando ilustrada ya mucha parte de España por los Fenicios, Cartagineses y Griegos mismos, sus ciudades marítimas ostentaban indubitablemente mayor magnificencia que la capital de aquel rústico Imperio que después había de subyugar al orbe...
Salvaban a España de las violencias que sufría Roma su distancia y separación del centro del Imperio. Las escuelas, que en grande número habían ido erigiéndose en sus ciudades desde las primeras invasiones de los Romanos, florecían tranquilamente, ni perturbadas por el despotismo, ni corrompidas por la italiana depravación. ¿Dónde tiene Italia tres escritores de los tiempos de Tiberio y Cayo hasta Vespasiano, que puedan competir en elegancia, pureza y propiedad con Fabio, Mela, y el culto Moderato?...
Llevó estos sentimientos a Roma la casa Annaea, y le fueron fatales. Gran Séneca, egregio honor del Pórtico, filósofo único que puede oponer sin rubor el imitador Lacio a la gloriosa Grecia, ¿con qué premios, con qué retribuciones ha obsequiado a tus venerables manes la ingrata Italia, por el inexplicable mérito de haber contenido cinco años en los límites de la virtud al mas desenfrenado y bárbaro de sus tiranos? ¿Cuándo debió Roma a ningún filósofo, de los pocos suyos, servicio igual al que le produjo el magisterio del estoico cordobés?... Admire en hora buena Italia los redondos y sonoros períodos de sus escritores de la edad de Augusto: España está contenta con las virtudes que aprende en la arena sin cal de su estoico. Ni es otra la estimación que hace de su Lucano...
No sea, en buena hora, poeta épico el joven Lucano; pero sea el poeta de la verdad: sean sus libros la lección de los reyes, el escarmiento de la ambición, el código de la política, y España se satisface con este mérito de su patricio. El destino de esta nación es el de enseñar en todo, y el de no jactarse de lo que enseña....
Más feliz ha sido con ellos la de Quintiliano; pero ¿cómo había de nacer en España el restaurador de la elocuencia en Roma; el maestro mas excelente de ella; el hombre de mejor gusto, de juicio mas recto entre los latinos? Acalora estas fábulas el miserable anhelo de atribuir a sola Italia el mérito de la invención que rara vez tuvo en la antigüedad: y no las desmienten los que con fallos dignos, no sé si de desprecio o de lástima, porque no ven salir de España enormes novelas de Física, afirman que no ha dado de sí jamás cosa que merezca el agradecimiento de Europa...
El español Fabio fue el mayor y el último apoyo del saber latino, sustentado por sus discípulos, no sin esplendor, en los felices imperios de los Españoles Trajano y Adriano. Acabada la raza de su gimnasio, ¡qué tinieblas en Roma! ¡qué barbarie en sus tribunales! qué ignorancia, qué descuido en la educación de su juventud! Confiéselo Italia, y no se avergüence de honrar a aquel mismo, a quién el mejor de los emperadores italianos honró con excesiva preferencia a todos los profesores de su edad. Al juicioso Fabio, y a dos emperadores españoles es deudor el Lacio de cuanto bueno supo en los tiempos que corrieron desde Vespasiano hasta Antonino el Filósofo; así como a la casa Annaea y al cordobés M. P. Ladron de todo el buen gusto, que después de Cicerón conservó Roma en la Oratoria y Filosofía, desde el imperio de Claudio hasta el magisterio de Quintiliano.
Fue, sin duda, gloria muy singular de España haber producido, bajo el imperio de los Césares, los hombres que con mayor crédito y utilidad profesaron la literatura, entre los cuales no son de olvidar ni el elegante Mela, que describió a los romanos el Orbe que habían devastado y aun no conocían, ni el ameno Columela, eminente ilustrador de la mas precisa de las artes; ni el anciano M. Séneca, hombre de prodigiosa memoria y el mejor crítico de los declamadores de su tiempo; ni el digno competidor de Eurípides en las Tragedias de Edipo y Fedra; y añádase, si se quiere, el festivo y popular Marcial, cuyos libros fueron las delicias y entretenimiento de la ociosidad urbana, no sin fruto en lo agudo de sus reprehensiones...
Pero he aquí que, no contenta España con este insigne mérito, pretende el singularísimo de haber dado a Roma el mejor de sus legisladores. En Séneca le había dado ya el intérprete de las leyes de la Naturaleza; el maestro de las obligaciones humanas, sin cuya aplicación y conocimiento la legislación civil es mas bien yugo que freno de la humanidad. En el universal Adriano le suministró después el segundo Numa, tanto mas recomendable que éste, cuanto lo indeciso, inconstante y vario del Derecho de Roma, en un tiempo en que dominaba al orbe, inducía mayor necesidad de afirmar en leyes fijas el centro de tan vasto imperio....
Estaba reservado al español Adriano fijar de una vez la perturbada jurisprudencia imperial y trasladar tan señalado ejemplo a los jurisconsultos Gregorio y Hermógenes; a los Emperadores Teodosio y Justiniano y a cuantos después de él se dedicaron a poner en orden la enmarañada selva del Derecho...
Lo preveo ya: si no se le agradece a España el nacimiento y educación de un soberano tan benemérito de los hombres, peligro corre el grande Ossio; peligro también el Horacio cristiano, Prudencio. Para los que se apellidan filósofos en nuestros días, lejos de ser mérito haber dirigido el primer Concilio general de la Iglesia de Jesucristo, será un efecto de fanatismo; y haber escrito excelentes versos en elogio de los Mártires y en defensa de la Religión, será igualmente lamentable fruto de una preocupada y supersticiosa credulidad...; y despreciarán a Ossio, el catequista de Constantino, el oráculo de la Fe de Nicea, y el mayor Prelado de su siglo en letras, en gravedad, en integridad, y en elocuencia...
El pío, el inmortal Ossio, fue el instrumento que empleó la mano de Dios para perpetuar la regla de tu unidad y el eterno fundamento de tu duración, dejando a los hombres el símbolo de los decretos del cielo, para que restituyan la paz a la tierra siempre que quieran resolverse a obedecer los documentos del hijo de María. Sí, injuriada España, no te detengan los dicterios de una turba que maldice de lo que la acusa; haz honrada ostentación de tu Prelado de Córdoba: oponle a los mayores varones de cualquiera otra gente: repite, ensalza su crédito, su opinión, su saber, sus fatigas en beneficio de la religión. También esta es filosofía y harto mas sublime, harto mas santa, harto mas necesaria, que los repugnantes sistemas de los sofistas: y pues Ossio se desveló tanto en sus adelantamientos, no es menos acreedor que cualquiera artífice de mundos a la estimación y reconocimiento de su patria...
Ella educó a Prudencio, el mejor poeta de aquel siglo; y no sin razón. Acaso era entonces España entre las provincias latinas la que mas se señalaba en las letras. Dio un doctísimo y santísimo Pontífice a la silla de Roma: un insigne orador a las escuelas de elocuencia: un poeta no despreciable a la Geografía: un historiador a todos los imperios; al Romano un Príncipe clementísimo y suficientemente literato; ni decayó mucho con la irresistible irrupción de los septentrionales. La multitud de sus Concilios, y la legislación del Fuero Juzgo, dictada por los sabios Prelados que componían aquellas santas asambleas, y que Carlo Magno juzgó digna de que se copiase en gran parte en sus ‘Capitulares’, indican bien que si la ferocidad de una inundación de naciones bárbaras subyugó a la siempre apetecida España, supo ésta inspirar en sus tiranos sentimientos de verdaderos Príncipes y convertir en Monarcas a los usurpadores... Caras sombras de los varones eminentes en virtud y sabiduría, que en aquellos tiempos de furor , de estragos, de inquietud horrenda y universal conservasteis por largo tiempo en España los vestigios de su antiguo esplendor; si no ilustro mi narración con los inmortales partos de vuestras vigilias y provechosa laboriosidad, no es porque no os crea preferibles a cuanto produjo entonces la oprimida tierra. Vuestra memoria durará cuanto el amor a la piedad, a la prudencia y a la virtud...
En vuestros altos méritos consistía la universal cultura, según el estilo de aquella edad, que hallaron los árabes en España cuando la entraron. Su dominación trasladó a ésta las ciencias de Oriente, como ya dije, y lo que fue una fatalidad para el estado público de la nación, fue un triunfo para sus progresos literarios sobre toda Europa. Los árabes de España la enseñaron a establecer colegios, a edificar observatorios astronómicos, laboratorios químicos, repuestos públicos de medicamentos, reducir a arte la Botánica. ¿Qué aumentos no les debió la Medicina, en tanto grado que el mismo Hipócrates no se avergonzaría de aprender de ellos en muchas cosas? Suya es la invención de las destilaciones químicas, desconocidas de toda la antigüedad: suyas las operaciones del fuego... Suyo el descubrimiento y sustitución de los purgantes benignos a los pocos y peligrosos que empleaba la antigüedad... Suyo el uso del azúcar para formar jarabes, y conservar largo tiempo otras medicinas... La Historia Natural, singularmente aplicada a la Medicina, le es también deudora de notables adelantamientos: el anacardo, sándalo, nuez moscada, el almizcle, ámbar, alcanfor...
Ni se descuidaba entretanto la subyugada parte de la Nación. Tres Raimundos, casi a un mismo tiempo, aceleraban los progresos de la sana literatura, y agregándola nuevas provincias, insensiblemente iban preparando la feliz revolución que completó después el inmortal Vives. Raimundo de Peñafort, elegido por un Pontífice para dar la última perfección al Código de la legislación eclesiástica, en que ya habían trabajado otros sabios españoles, desempeña dignamente su encargo, da leyes a Roma cristiana, y por no hacer inútil su ocio convierte sus conatos a animar el estudio de las lenguas de Oriente.
Auxiliale, incitando a todos los Papas, a todos los Príncipes que conoció, su paisano el nunca fatigado Lulio. Abren las primeras escuelas: aquél en Barcelona, éste en Mallorca; rómpese el velo que obscurecía y ocultaba los retiramientos de la antigüedad: percibe Clemente V la luz que desde España iluminaba a la Religión, a la Historia; y a la noticia de los antiguos conocimientos inclínanle oportunamente las instancias del filósofo mallorquín, y decreta por fin en el Concilio de Viena la célebre constitución en que ordena a Roma, Paris, Oxford, Bolonia, y Salamanca mantener cátedras públicas de lenguas orientales con dos maestros en cada una.
Raimundo Sabunde, por otra parte, se abismaba en la profunda filosofía del hombre, y con atenta meditación se internaba en el orden de su naturaleza. Su reflexión sobre el fin de las potencias intelectuales le guía al descubrimiento del Ente supremo, y deduciendo las relaciones que debe haber entre la criatura racional y su Creador, expone los principios de la religión natural, y enseña al hombre sus obligaciones...
Los esfuerzos de estos varones (que nombro con singularidad porque contribuyeron a la ilustración de toda Europa); la intención del sabio Alfonso a propagar en sus dominios las artes útiles; las multiplicadas bibliotecas y escuelas de los árabes; la multitud de doctores extranjeros que acudían a España a llevar de ella a sus patrias las ciencias Matemáticas y Naturales de que carecían, dan un evidente testimonio de que cuando los griegos, que arrojó a Italia la toma de Constantinopla por los mahometanos, esparcieron con la lengua griega los estudios de Humanidad y el sabor de la filosofía de su país, no era el del Ebro el que mas necesidad tenía de sus lecciones. Le aprovecharon, ¿porqué se ha de negar?, y no fue pequeña gloria para España señalar la ilustración que recibía con nuevos beneficios a la literatura. En efecto, no bien se restituye a España el doctísimo Antonio de Nebrija, cargado con los despojos de las letras griegas y latinas, cuando, abriendo la guerra contra los acursianos manifiesta la barbarie de sus comentos, y se declara primer restaurador del Derecho que fundó el Español Adriano, coprovincial suyo. Alciato puede tener la gloria de haber escrito mayores volúmenes; pero el breve Diccionario jurídico de Nebrija, en corto papel, fue la brújula que dirigió el rumbo allanado después por el gran Arzobispo de Tarragona.
¿Y qué diré yo aquí del gran Ministro de Fernando el Católico y la prudente Isabel, de aquel eterno honor de la púrpura cardenalicia? Del que, con raro ejemplo de integridad, supo hermanar la Política con la Religión, la justicia con el poder, las riquezas con la sabiduría; a quien ni la autoridad, ni la adulación, ni el crédito, ni la peligrosa sagacidad del talento áulico desviaron jamás del austero ejercicio de la virtud, con la cual, como otros falsos políticos con el vicio y engaño, sembró en su nación las semillas de aquella grandeza que debajo del victorioso Carlos encogió y dejó atónita a toda Europa? Su Escuela de Alcalá no fue hija en todo de la universal reforma que se atribuye a los griegos expatriados. Con larga sucesión se derivaron a ella, sin salir de los límites de la Península, el conocimiento de los idiomas de Oriente (que no vino de Constantinopla); los estudios sagrados y jurídicos, que florecían ya en España con suficiente cultura; las ciencias Matemáticas que eran enseñadas por profesores españoles en Paris, y las Naturales que en toda su extensión fueron provincia mas propia del árabe que del griego..; pero ninguna nación de Europa presentará a aquella sazón mayor numero de varones doctísimos en lo que no enseñaron los griegos y se sabía en España que fuesen capaces de desempeñar la ardua empresa que acabaron dichosamente Alfonso de Zamora, el Pinciano, Nebrija, los dos Vergaras, Zúñiga, Coronel y Alfonso de Alcalá.
El legítimo uso de la erudición oriental nació en esta época para Europa, cuando ya en España era, no solo común, pero empleada debidamente en asuntos dignos, como lo acreditó el Franciscano Raimundo Martínez, aprovechadísimo alumno de la escuela de Barcelona. Son vanas las pretensiones de algunos países sobre el principal influjo en la restauración universal de la literatura, que se observó generalmente al tiempo del Imperio de Carlos V. Los estudios sagrados jamás decayeron en España, como es fácil probar por una continuada serie de Prelados y Teólogos Españoles consumadísimos, que disfrutó Roma sin interrupción. La enseñanza de las lenguas orientales fue también fruto de los conatos de dos doctos Españoles. Uno de ellos, Raimundo Lulio, comenzó el primero a apartarse del común modo de filosofar, y el otro perfeccionó, por suprema autoridad la legislación de la Iglesia. Nebrija, hecho jurisconsulto en España, unió al Derecho las Humanidades que tomó de los griegos de Italia, y dio principio a extinguir la barbarie con que los jurisconsultos italianos habían afeado y hecho ridículo el Derecho de Roma...
¿Cuanta enseñanza no comunicó a Europa, al Universo, el penetrante, el descubridor, el sagacísimo Juan Luis Vives?... ¿Por qué mi España, mi sabia España, no ostenta en la capital de su Monarquía estatuas, obeliscos eternos que recuerden sin intermisión el nombre de este ilustre reformador de la Sabiduría? No fue el nombradísimo Bacon más digno del magisterio universal, que le ha adjudicado el olvido del grande hombre que le llevó por la mano, y le indicó el camino... Vives perfeccionó al hombre; demostró los errores del saber en su mismo origen; redujo la razón a sus límites; manifestó a los sabios lo que no eran, y lo que debían ser... España se anticipó a recoger frutos que eran tan suyos. Convirtió hacia sí la enseñanza del mas docto de sus hijos y aprovechó rápidamente en los documentos que adoptaba ya toda Europa. No hubo progreso suyo, siguiendo los pasos de tan gran varón, que no diese en su patria un nuevo aumento a la Sabiduría. Aprende de Vives el Brocense a emplear en todo la Filosofía; aplícala a la investigación de las causas del idioma latino..; y manifestando al Lacio lo que no investigó en el mismo siglo de Augusto, se apodera de las escuelas latinas, y adquiere en su Minerva el nombre que hasta entonces no había merecido ningún gramático.
Hieren a Melchor Cano las amargas quejas de su patricio sobre el lloroso estado de la Teología: dase por enterado: medita, reflexiona sobre la tópica que debiera establecerse peculiarmente en cada ciencia, antes que Bacon contase esta tópica entre las que faltan; reduce a sus fuentes los argumentos teológicos; los pesa, los confirma; y copiando en parte a Vives, y usando en parte de su penetración, forma la ciencia teológico-escolástica, ordenándola en sistema científico, y dando su complemento a la primera ciencia del racional.
La Medicina, entre todas, se aventajó en progresos que debe agradecer perpetuamente la humanidad, promovidos por el estudio de la experiencia en ningún otro país con mejor éxito que en España. Heredia observa la mortífera angina: descríbela exactísimamente; despierta Europa a las advertencias del médico español ... y, mejor Esculapio que el fabuloso, salva la vida a innumerables hombres. Ejecuta Mercado igual milagro del arte en las perniciosas calenturas intermitentes, solapada enfermedad que infaliblemente llevaba al sepulcro a cuantos acometía. En tanto, un monje español participa al Orbe el extraño y portentoso arte de dar habla a los mudos, para que después de un siglo se lo apropiase desembarazadamente un extranjero. La exacta experiencia, las puntuales historias de las enfermedades, el conveniente auxilio a los progresos de la humanidad doliente, el examen de las virtudes que en los seres colocó el Creador para el recobro de la salud, eran la Medicina de nuestros profesores. Abrense las riquezas del Nuevo Mundo, y observándolo Monardes con distinta vista que los negociantes de Europa, examina atento sus plantas, piedras, bálsamos, frutos, y escribe la primera ‘Historia medicinal de Indias’, tesoro mas exquisito que el del inagotable Potosí.
¿A qué ciencia, a qué arte no llegó la ilustración filosófica del fecundo Vives? En los teólogos y juristas que éste formó, halló Grocio los materiales con que ordenó el Código de las naciones, y la jurisprudencia de los Monarcas.
Habíanos venido de Francia el inepto gusto a los libros de caballería, que tenían como en embeleso a la ociosa curiosidad del vulgo ínfimo y supremo. Clama Vives contra el abuso; escúchale Cervantes; intenta la destrucción de tal peste; publica el Quijote, y ahuyenta como a las tinieblas la luz al despuntar el sol, aquella insípida e insensata caterva de caballeros, despedazadores de gigantes y conquistadores de reinos nunca oídos.
¿Y no osaré yo afirmar que el verdadero espíritu filosófico, mas racional y menos insolente que el ponderado de nuestros días, comunicado a todas las profesiones y artes en aquel meditador siglo, perfeccionó también las que sirven a la ostentación del poder humano, que copian los vivos seres de la Naturaleza, que levantan soberbios testimonios de la inventora necesidad del hombre? ¿Pudo ser Herrera el Arquitecto del Escorial sin filosofía? Sin ella Rivera, Murillo, Velazquez con breve pincel, los émulos del poder divino?...
Mi mente embebecida con la contemplación de su grandeza misma, manifestada en las obras de tan insignes genios, mueve perezosamente la pluma, que detenida con el letargo de la consideración, admira mas que produce y refiere. No olvida, pasa en silencio de propósito otros muchos y señaladísimos beneficios, que en las ciencias, artes y profesiones de pura conveniencia ha producido el ingenio español. Mi intento fue demostrar que en los asuntos útiles no hay nación que pueda disputarnos los adelantamientos...
JUAN PABLO FORNER (1756-1797), ‘Oración apologética por la España y su mérito literario’ (1786).
¿QUÉ SE DEBE A ESPAÑA? (ABATE CARLO G. DENINA)
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Se lee en la nueva Enciclopedia por orden de materias: ‘¿Qué se debe a España? Desde hace dos siglos, desde hace cuatro, desde hace diez, ¿qué ha hecho por Europa?’
Es asombroso que un francés, en una obra que, desde algún punto de vista, tiene carácter nacional, hiciera esta pregunta precisamente en el tiempo en que Francia sostenía una guerra con los ingleses para hacer independiente de una potencia europea los países que España había dado a la Europa, y en el tiempo en que España hacía los más grandes esfuerzos para garantizar nuestras costas meridionales de las incursiones de los corsarios africanos protegidos por Francia. Si el señor Masson, redactor de este artículo, ha creído que al rebuscar los progresos del ingenio humano y de la sociedad en general, se debe hacer abstracción de los intereses de los Estados, ¿cómo no ha temido que un español, a su vez, le pregunte sobre lo que hace la Francia por el género humano desde que existe?...
Tampoco debo callar aquí que el sr. Cavanilles ha publicado en París hace ya más de un año observaciones sobre este mismo artículo... Me atendré a las expresiones que el sr. Masson se ha servido, porque no se contenta con preguntar lo que ha hecho la España desde hace algún tiempo, sino que demanda lo que ha hecho por la Europa desde hace cuatrocientos, desde hace mil años. Yo contesto que la España ha hecho por la misma Francia, desde el tiempo de Carlomagno y de Alcuino hasta el ministerio de Mazarino, mucho más que la Francia haya podido hacer por las demás naciones.
Para seguir algún método, hablaré de las ciencias y de las artes con arreglo a su división ordinaria: Teología, Jurisprudencia, Medicina, Física, Matemáticas, Bellas Letras y Bellas Artes.
Temo que al nombrar la Teología se levante alrededor mío un murmullo... Esta ciencia ha hecho ciertamente grandes progresos en las escuelas de París. Verdad es que algunos de los grandes profesores no eran franceses: San Anselmo, Pedro Lombardo y Santo Tomás eran italianos; Alberto el Grande y Alejandro de Hales, alemanes; Escoto era escocés. Pero lo que importa decir es que antes que hubieran aparecido estos grandes maestros de la Teología escolástica, un español, obispo de Zaragoza, llamado Tajón, había dado el primer modelo de un cuerpo de Teología, y que el primer tratado completo de moral cristiana ha sido la obra de un dominico español... Los biógrafos franceses apenas encontrarán glosadores de la Biblia más juiciosos y más útiles que los Maldonado y los Saa. Verdad es que el Molinismo y el Quietismo deben su origen a los teólogos españoles, y que Jansenius fue una creación de Felipe IV; pero ¿es en España donde se encendió el fuego de las querellas que han atormentado a la Iglesia con respecto a estas doctrinas? ...
Pero, después de todo, los moralistas escépticos que han hecho honor a la Francia, ¿no se han formado con los libros españoles, tanto como con los alemanes y con los italianos? Porque es de notar que, repasando algunos, los libros clásicos de este género, como la ‘Imitación de Jesucristo’, el ‘Combate espiritual’, la ‘Filotea’, se hicieron en Francia; que los Rodríguez, los Granada, el Cartujo y el fraile Molina eran españoles, y de todos ellos se han aprovechado bien los estimables solitarios de Port Royal que los tradujeron.
Seguro es que a pesar de la superstición que se complace en atribuir al carácter español el fanatismo religioso, jamás ha hecho en España tantos estragos como en Francia. El cardenal Guillermo de Blois ¿no fue uno de los primeros que creyeron rendir un homenaje a la divina Providencia, entregando a las llamas a los que no pensaban como él? El espíritu perseguidor de los jesuitas ¿en dónde tuvo su origen?...
La Europa, desde hace largo tiempo, se reprocha las guerras insensatas que sostuvo durante los siglos XII y XIII [las Cruzadas]..., ¿se debe culpar a los devotos españoles? ¿o a los devotos franceses? Todo el mundo sabe de qué nación era San Bernardo, el hombre más grande que la Francia tuvo en aquellos siglos, y nadie ignora que el mejor de los reyes que Francia ha tenido ha sido el jefe de las Cruzadas más ruinosas.
(...) Algunas de estas instituciones [Órdenes religiosas] han tenido por objeto el de mitigar los males de la humanidad que eran inevitables. Si España no ha sido la cuna de todas estas Órdenes, lo ha sido de una gran parte de ellas. ¿Cuál es la que ha nacido en Francia? La de los cartujos.
La Ciencia del Gobierno, que constituye la parte principal de la Jurisprudencia, de que voy a hablar, nació en España casi al mismo tiempo que en Italia. No pretendemos canonizar a Fernando V, rey de Aragón, aun cuando se le haya dado el sobre nombre de Católico. Pero ¿a quién debemos establecimientos más útiles que a ese rey español? El sistema de milicia nacional y de ejército permanente..., hasta cierto punto es obra de dicho Fernando... Por otra parte, ¿se podría establecer un paralelo entre los cardenales ministros Cisneros y Richelieu, sin dar preferencia al primero?
No todo el mundo está de acuerdo sobre la influencia que han tenido los libros que tratan del derecho de gentes en la constitución de los Estados. Si sobre éstos creemos a Voltaire, el ‘Espíritu de las Leyes’... no ha hecho cambiar un solo artículo de los códigos de las naciones... Sea de ello lo que fuere, los más célebres autores de estas materias se han formado con libros españoles, pues sin contar los Suárez, los Vázquez y los demás escolásticos tan alabados por Grocio, la España tuvo a los Fox Morcillo, los Mariana y tantos otros que han hecho mucho más que los Hobbes y los Grocio, que en su mayor parte han precedido a Bodino, que pasa por ser uno de los primeros y de los más profundos.
En el Derecho civil no han aventajado menos los españoles a los franceses. Covarrubias era citado antes que Cujas por todos los jurisconsultos de todas las naciones que habían aceptado el Derecho romano. Los italianos no dudan en colocar junto a Alciato su contemporáneo, ...al español Covarrubias. Asimismo, un autor francés que debe conocer España porque estudió diez años en el país ha dicho: “El número de jurisconsultos allí es infinito y no se podría negar sin injusticia el que allí la Jurisprudencia es enseñada tan fundamentalmente como la más refinada política”.
Si volvemos al vista al Derecho canónico..., la Francia... ¿ha tenido, como España un Raimundo de Peñafort? ¿... que el español Antonio Agustín ...sabio, juicioso y prudente canonista? Cualquiera que fuese el saber de los dos Pithou..., no se podría encontrar ninguna de las máximas consignadas en este libro que no lo haya sido en los Concilios de España y que no la hayan enseñado los canonistas españoles. Me bastaría nombrar a Francisco Salgado de Somoza, Francisco de Vitoria y Gabriel Santander, los Vargas, los Sepúlveda, los Simancas, y acaso conviniera mencionar también a Van-Espén.
(...)¿No es de España de donde nos han llegado los libros [de Farmacia] que se estudiaron durante cuatro siglos en Italia, en Francia y en todo el Norte civilizado de Europa? Se me objetará que estos libros no están ya en uso y que sus autores eran árabes. En cuanto al uso, yo pregunto de buen grado si son absolutamente mejores que los que se han cambiado por ellos. (...) Un sabio apologista de la literatura española pretende que los árabes, así como los visigodos al encontrarse establecidos en España, debe considerarseles como formando parte de la nación, lo mismo que los francos y los borgoñones están comprendidos en la nacionalidad francesa. Pero dejemos a un lado los árabes y preguntemos si Fernel ha sido más grande y más célebre en esta ciencia que Francisco Vallés y si ha habido en Francia médicos superiores a Hernández, a Herrera y a tantos otros del mismo siglo y de la misma nación.
Si los descubrimientos que han hecho los españoles en un Nuevo Mundo han traído desgraciadamente a Europa una enfermedad hasta entonces desconocida, los médicos españoles han sido los primeros en encontrar remedios para ella. Pedro Pintor y Gonzalo Oviedo no son ignorantes ni desconocidos de los franceses ni de los italianos.
Pero es necesario tocar algún aspecto de la Anatomía... (A) los italianos... se deben los primeros progresos que hizo la Anatomía... Los flamencos, entonces súbditos españoles, les siguieron de cerca. Vesalio, médico de Carlos V, es todavía muy célebre, y durante algún tiempo un español llamado Valverde fue considerado hasta en Italia como un gran anatomista. ¿Qué tenía entonces la Francia en este orden de cosas? La Vasseur no valía más que Valverde.
(...) La Italia y la Alemania han superado a las demás naciones en la Botánica y en la Economía rural... Pero cuando se hace memoria de los establecimientos que hizo el cardenal Albornoz en Bolonia, de los que salieron los primeros libros de Agricultura y de Historia Natural, la misma Italia está en deuda con este prelado castellano por los progresos hechos en este orden... Por lo demás, si los españoles no se han dedicado a dar a conocer las producciones del antiguo continente, no han dejado por lo menos de proporcionarle relaciones exactas y razonadas de las plantas, de los minerales y de los animales del nuevo continente que acababan de descubrir.
Yo sé que Ulises Aldovrandi, el verdadero restaurador de la Historia Natural, sólo comenzó a dar a conocer sus talentos a la vuelta de un viaje que hizo a España. Tournefort no pasó los Pirineos por buscar y coger las hierbas solamente; este hombre célebre... sabía muy bien que España había tenido a los Acosta, a los Hernández, a los Funes, a los Herrera, que habían ilustrado diferentes ramas de la Historia Natural, y que la España podía ofrecerle alguna cosa más que sus producciones naturales.
Como no es la Francia la que ha producido los Geber, los Roger Bacon y, en los últimos siglos, los Boyles, los Willis, los Staahl y los Vanhelmont, un francés es el que menos derecho tendría a preguntar qué es lo que españoles han hecho en la Química. En todo caso podríamos contestar que Raimundo Lulio era español y que Paracelso no era francés. Además de esto, debemos a los españoles los conocimientos más necesarios para la separación de los metales, que es acaso la parte más esencial de la Química. El jesuita Acosta, en su ‘Historia Natural y Moral de las Indias’, nos suministra noticias mucho más detalladas sobre las amalgamas que las que teníamos de Plinio, de Vitrubio y de los demás autores que le precedieron. Poco después, y en la misma época, Alfonso Barba, español, hizo sobre esta materia un tratado que los franceses todavía encontraban útil ciento cincuenta años después, porque de él se dio una traducción francesa en el año de 1751, después de las que había en alemán y en inglés, y no es ésta la única parte en que los españoles han sido útiles a los franceses.
(...) ¿Pero podemos dispensarnos de decir aquí que una gran parte de su sistema [de Descartes] parece tomado de Pereira Gómez en su famoso libro titulado ‘Antoniana Margarita’, y de las obras de Francisco Valles?
El sabio y honrado Feijóo, que hizo el elogio de su nación al mismo tiempo que trataba de ilustrarla y de curarla de sus prejuicios, ha declarado francamente que jamás España había hecho nada en la Física y que la España no tenía nada más que seguidores de Aristóteles. Viviendo en un tiempo en que Europa era una mitad cartesiana y otra neutoniana, Feijóo no se atrevía a pensar que se pudiera, siguiendo a Aristóteles, entrever grandes verdades en el libro de la naturaleza, y que los peripatéticos españoles pudieran suministrar buenas luces alos cartesianos franceses.
Ni España ni ninguna otra nación disputan a Vieta el honor de haber inventado, en alguna manera el Álgebra, aunque los franceses no ponen en duda que fuera precedido por Tartaglia, por Ferri, por Cardano y otros italianos. Y si se quiere comprehender a los portugueses bajo el nombre de españoles, Núñez fue anterior a Vieta en muchos años y le ha ayudado con sus luces. (...) Lo seguro es que debemos a España este método de calcular, sea porque los españoles lo hayan inventado, sea porque lo hayan recibido de los árabes.
No es menos cierto que los españoles han contribuido antes que los franceses a los progresos de las demás partes de las Matemáticas. La Europa, en verdad, debe mucho a un francés del siglo XI que fue elegido Papa con el nombre de Silvestre II... pero este Gerberto, este Papa Silvestre, justamente célebre, ¿en dónde aprendió sus doctrinas? ¿No es en España en donde fue a buscar lo que no encontraba en Francia?
Dos italianos... de la Edad Media, Juan Campanus Novarois y Gerardo de Cremona también han estudiado o enseñado las Matemáticas en España...Y cuando Juan de Sevilla tradujo el ‘Alfragan’ del árabe al latín, ¿había prestado Francia a Europa un servicio semejante?
(...) En este género (Astronomía) la Italia, la Alemania y la Inglaterra sirvieronse mucho tiempo de las Tablas alfonsinas, obra hecha por los españoles...
Yo dudo de hasta de si en todo el siglo XVI ha habido en Francia astrónomos comparables a Alfonso de Córdoba y Juan de Rojas... Diré más: que hasta la mitad del siglo XVI los italianos no creían encontrar en ningún otro país mejores maestros de Astronomía que en España. En efecto, Agustín Ricci... astrónomo muy estimado en su tiempo, fue a estudiar Astronomía en Cartagena y en Salamanca. Séame permitido observar aquí que los españoles han tenido parte en todas las invenciones y en todos los acontecimientos de los siglos XV y XVI.
(...) España puede pretender haber introducido en Europa el papel de hilo. Invención acaso más útil que la de la imprenta, puesto que ésta sin aquélla carecería de importancia. La España y Portugal son las naciones que han hecho el uso más brillante de la brújula y de la Cosmografía, que los antiguos hicieron renacer... ¿Cuál es el cosmógrafo, el navegante, el capitán que se ve nombrado de entre los franceses en toda la historia del descubrimiento de América?...
Temo que se interprete mi memoria como una sátira y no me atrevo a preguntar si en París se ha tomado a los otomanos como europeos y si se cree que estos bárbaros hayan hecho algún bien a Europa, mas es forzoso preguntarlo: cuando la Europa estuvo amenazada por las armas de Solimán y de Selim ¿quién fue el que las rechazó? La batalla de Lepanto detuvo los progresos de una potencia que había sembrado el espanto en los corazones cristianos. Había en ella buques guerreros de los venecianos, piamonteses, toscanos y de otros Estados marítimos meridionales que supieron juntar los españoles para contener el torrente. ¿Qué hizo Francia en aquella ocasión? ¿Fueron tropas francesas o españolas las que sirvieron de baluarte a Hungría?
Por ese mismo tiempo se trabajaba para arreglar el Calendario; operación en la cual las Matemáticas hacían imprescindible su utilidad... Pero es de observar que en el cómputo que hizo Gregorio XIII con este fin, las Tablas alfonsinas habían sentado el primer fundamento y además intervinieron Alfonso Chacón, español, y tres napolitanos súbditos del rey de España...
La mecánica es una parte de las ciencias matemáticas y no dejaremos de notar aquí que España tuvo grandes ingenieros antes que Francia. Durante todo un siglo los franceses han creído que todo el arte de la fortificación había sido creado por Vauban... Con respecto a los orillones, que forman una parte esencial de la arquitectura militar, los españoles tienen tanto derecho como los alemanes a pretender el honor de haber instruido al célebre ingeniero francés. Para las minas, que también son parte esencial de la arquitectura militar, nadie disputa la invención al español Pedro Navarro.
Los españoles tienen asimismo tan justas pretensiones como los franceses al descubrimiento de la circulación de la sangre...; es, sin embargo, seguro que el español Miguel Servet aportó más luz sobre esta materia que el francés Baseur. España... puede pretender otra de la misma naturaleza, que es la del fluido nervioso, que Doña Oliva de Sabuco fue la primera en hacer notar.
(...) sobre la manera de hacer hablar a los mudos. Si los libros españoles no estuvieran desgraciadamente pasados de moda, hubiera sido ésta la ocasión de citar a Pedro Ponce, benedictino del convento español de Sahagún, que lo ha inventado o practicado con gran éxito, no solo cincuenta años antes que el abate l’Epée y antes aun que el inglés Wallis y que el suizo Ammal...
Todavía sería oportuno añadir que Galileo... que los españoles han trabajado con él y le han alentado con ofertas halagüeñas. Yo tengo una carta original de Galileo, por la que se ve que un señor Guevara, en el año 1635, le había comunicado observaciones muy sutiles...
(...) Los españoles han contribuido muchísimo al progreso de estos estudios [lenguas antiguas]. Fernando Núñez, que llevó a España el conocimiento del griego... ¿no precedió a los Etienne? La Biblia completa salía de las imprentas de Alcalá, en muchas lenguas, cuando el padre de los dos Etienne ensayaba imprimir el Salterio solo en cinco columnas. Antonio de Nebrija y Francisco Sánchez, ‘el Brocense’ ¿han hecho menos que estos franceses o vinieron después que ellos? Entre los que Francisco I llamó a Francia para enseñar las lenguas sabias había tres o cuatro españoles. Esto acaecía en el tiempo en que Luis Vives hacía con gran éxito la guerra a la escolástica. De este famoso triunviro de la literatura del siglo de Carlos V y de Francisco I: Budé, Erasmo y Vives,... éste tenía mejor juicio y más sentido crítico. Su obra sobre la decadencia de las ciencias y de las artes ha causado mayor efecto que ningún otro libro salido de Francia y hasta de Italia...
Tuvo también España algunos buenos historiadores y literatos hábiles que aclararon el caos de la Historia antigua y de la Iglesia. Se leen en Italia las ‘Vidas de los emperadores’ obra traducida por Pedro Mexía,... doscientos años antes que lo hubieran hecho los Crevier y los Veau... Para la Historia Eclesiástica... los ‘Anales’ del cardenal Baronio ¿quien ayudó al sabio cardenal en la compilación de estos ‘Anales’? Pues era un dominico español llamado Tomás Maluenda a quien hizo el cardenal venir a Roma expresamente.
No contaré entre los historiadores españoles, aunque fuera de una familia de reyes de España, al cardenal de Aragón que recogió las ‘Vidas de los Papas’, obra tan estimable como la que hizo Baluze en este género. Diré solo que sin los trabajos de Chacón y de Cabrera, la ‘Historia Eclesiástica’ de Fleury sería menos interesante. Para la Historia moderna o medieval, sería fácil comparar las Crónicas de los reyes de Castilla con las de Janville, de Froissard y de Monstrelet. Las bibliotecas de Historia ni aun en Italia ofrecen memorias más antiguas ni juiciosas que las del obispo Rodrigo Ximénez de Rada... y creo que España no es menos rica en buenos historiadores que Francia.
(...) Después de todo se oyen todavía las arengas, las representaciones y los discursos forenses que se hicieron en Francia durante estos dos últimos reinados... ¿hubieran tenido mayor éxito que los de Núñez, Pérez de Oliva y de García Matamoros?
Las apologías de la doctrina de Aristóteles que tenemos de Galland y de Perion ¿son hoy o eran en su tiempo acaso más leídas que los discursos pronunciados por los españoles sobre disciplina eclesiástica en el Concilio de Trento?
Mientras tanto, los españoles formaban a las demás naciones en la elocuencia de la cátedra. Los franceses no tenían aun los Bossuet, los Bourdaloue ni los Lingendo cuando leían los sermones de Francisco de Borja, de Diego Murillo, de Gaspar Sánchez, del cardenal Toledo, de Peralta y de Paravicino. Por otra aprte, las obras de los Granada y de los Rodríguez contribuyeron a formar los Massillon mucho más que todos los autores franceses de aquel tiempo.
Al hablar de la Poesía, se puede decir aun con mayor seguridad que Francia debe más a España de lo que los otros países deben a Francia. (...) El duque de Orleans, por ejemplo, puede ser comparado con el marqués de Villena y con el de Santillana, pero es posterior, y yo no sé de ningún poeta francés del siglo XV que haya alcanzado el éxito que obtuvieron Juan de Mena y Rodrigo de Cota. Paso en silencio a los Mendoza, los Boscán, los Garcilaso sobre los que nadie creo ques e atreva a colocar los Bellay, los Marot y los Rennier, que fueron sus contemporáneos...
(...) No temo arriesgar una paradoja al decir que las demás naciones civilizadas perderían menos si faltaran las obras maestras del Parnaso francés de lo que hubiera perdido Francia de faltar los poetas españoles del siglo que precedió al de Luis XIV.
Hay asimismo cierta especie de poesía en la que Francia no ha podido igualar a España. Los españoles leen todavía con placer tres o cuatro poemas épicos, mientras los franceses se sienten fatigados al cabo de un solo canto de la ‘Henriada’. El juicio sería aun mucho más decisivo si se comprendiera a Camoens entre los españoles. Por lo demás, puesto que teníamos la ‘Jerusalén libertada’ y ‘Los Lusiadas’ más de un siglo antes que la ‘Henriada’ es seguro que Europa nada debe a Francia en este aspecto...
No terminaría de recorrer las obras de agrado y gusto con las que los españoles han suministrado modelos o ideas a los franceses. Cuando Francia había tenido ya su Pascal, su Fenelon y su Fontenelle, las personas más cultas y más instruidas no encontraban mejores libros que proponer a las princesas que las Novelas de Cervantes. Y nada hay en ‘El Diablo Cojo’, de Lesage, que no se haya tomado de la obra de Luis Vélez de Guevara.
Pero sobre todo es en la poesía dramática en la que Francia se ha enriquecido a costa de España. Todos los que conocen un poco las obras de Corneille y de Moliere saben cuanto se han aprovechado de las invenciones de Lope de Vega y de Calderón de la Barca, y nadie ignora que la época luminosa de la tragedia francesa ha sido fijada por la imitación de una pieza española de Guillén de Castro. El autor del ‘Nuevo Diccionario Histórico’, al hablar de Scarron, dice que la moda de su tiempo era robar a los españoles cuanto se podía.
Si los españoles con su imaginación fecunda no hubiesen suministrado argumentos a los poetas de otras naciones, Francia hubiera permanecido largo tiempo en sus asuntos ya trillados... No se trata de saber si las obras de Lope de Rueda, del capitán Virués, de Guillén de Castro, de Lope de Vega, de Cervantes, de Calderón y de tantos otros españoles están tan conformes con las reglas de Aristóteles y con las de Horacio como las de Corneille y las de Moliere. Se pregunta solo si esos restauradores del teatro francés se han aprovechado de lo que los españoles han escrito antes que ellos...
(...) Los propios italianos declaran que a España se debe en gran parte el progreso que hizo la Música en el siglo XVI. Cuando no se hiciese memoria sino de Bartolomé Rami, Francisco Tovar y Diego Ortiz, que vivieron en los tiempos de Francisco I ... ¿podría presentar la música francesa un solo maestro de aquel tiempo comparable a estos tres?
(...) Cuando la España tenía los Berruguete, los Becerra, los Vargas, los Pérez de Alexio, dignos discípulos de Miguel Ángel o del Tiziano, sólo había en Francia un Florentin llamado ‘le Roux’, primaticio de Bolonia, y un Juan Cousin, apenas conocido...
(...) Francisco I había demostrado ya su gusto por las Bellas Artes antes de su desgraciada expedición a Italia; pero hasta después de su vuelta de Madrid no se dedica a hacer florecer estas Artes, sea porque las había encontrado más avanzadas en España, sea por las reflexiones que hizo en su reposo... Lo cierto es que España, bajo el reinado de Carlos V y Felipe II, tenía hábiles arquitectos, escultores y pintores, mientras que Francia sólo tenía iluminadores...
Acaso los españoles del siglo de Felipe II no han dado a Europa tantas alhajas, tantas cajas cinceladas, tantos dijes, tanta variedad de estofas... pero ¿pretenderán que tengamos en consideración la ligereza de los petimetres, los caprichos de las señoritas de la Ópera y la disipación de los grandes arrendadores que han hecho a Europa tributaria de París? mas bien, acaso, deberíamos quejarnos de esas modas...
No me persuado que quieran hacer comparaciones de lo que nosotros recibimos de Francia con lo que España nos ha proporcionado y suministra actualmente. Porque, en fin ¿han sido los españoles, a quien ahora se les reprocha el ser inútiles para Europa, ... los que han dejado cultivar el cacao, el azúcar o explotar sus minas? ¿Podremos comparar los preciosos metales con que España nos enriquece desde hace tres siglos con la plata trabajada en París? ¿... no son más convenientes los tejidos de punto de Venecia y España que los brocados de Francia? ¿Hacernos dudar de si el Norte de Europa tiene más necesidad de los tejidos de Lyon que de las lanas de España? ¿O no teníamos acaso índigo para teñir antes que Francia poseyese las Antillas y compartiera la isla de Santo Domingo?...
Sin embargo, no se puede negar que España, desde hace algún tiempo, casi ha desaparecido del teatro de las Ciencias y de las Artes, y es forzoso dar la razón, en parte, al redactor de este artículo. Verdad es que habiendo formulado una acusación vaga e insidiosa contra España que abarca hasta diez siglos, el señor Masson ha dejado escapar las causas verdaderas de su decadencia, y que éstas merecen ser mejor estudiadas.
Los españoles que encontraron recursos inagotables en el Nuevo Mundo no revelaron ningún deseo de comerciar con los demás países de Europa, y así no se pusieron en condiciones de seguir los progresos que en ellos se hacía... El oro del Perú, la plata de Potosí, las delicias de Italia, la industria de los flamencos... pertenecía a España ¿Cómo no había de dedicarse al reposo contando con tales ventajas? Las naciones están sujetas a los mismos vicios y vicisitudes que los hombres... tal como nosotros, a fuerza de persuadirnos de que no podemos tener rivales, nos encontramos al final con que otros nos acaban superando.
He aquí lo que le ha sucedido a España: a mediados del siglo pasado [siglo XVII], cuando España comenzaba a caer necesitaba ser movida por alguna nación que pudiese darla esta emulación, tan útil a las naciones como a los particulares; pero esta nación no se presentó entonces a su vista. Desgraciadamente, se creyó superior a todo lo que la rodeaba. Hacían todavía alguna estimación de Italia, único país por donde los españoles viajaban... pero reinaba entonces en Italia el mismo mal gusto que en España.
Alemania destrozada por las tropas de Fernando II y por los suecos aun no figuraba en la literatura ni era en las ciencias lo que había sido dos siglos atrás. Los holandeses eran mirados como unos marineros amotinados ¿Podía medirse España con un país que no era la treintava parte de sus dominios en Europa? Los Huygens, los Vosios, los sabios, los literatos de Leyden y de Utrecht eran tenidos en nada por los españoles.
Inglaterra estaba igualmente muy lejos de excitar la admiración de los demás pueblos... el canciller Bacon poco estimado en su patria entonces, menos lo era aun en otra partes. Shakespeare nada suponía para España. Milton era desconocido y apenas habían nacido Newton y Locke.
Aun cuando Francia no alcanzaba todavía la consideración que tuvo al final del siglo XVII, era la única que podía merecer la atención de España, pero la antipatía era demasiado grande... para informarse de los progresos franceses en Artes y Ciencias. Cuando el orgulloso ministro de Luis XIII se sintió emulado por los favoritos de Felipe IV, los grandes de España no estaban dispuestos a imitar a los franceses...
Ya en los comienzos de este siglo [siglo XVIII], España había pasado a ser dominio de un príncipe de la Casa de Francia, y estando gobernada por franceses, tuvo más repugnancia que nunca a aparecer discípula de una nación rival. Los franceses hubieran querido enseñar sus gustos, sus maneras y su idioma a España, y así resultó algo que no era español ni francés... España no ha comenzado a volver hacia lo que debía ser más que cuando ha visto en el trono a reyes nacidos en su seno y tiene a la cabeza de sus negocios ministros cuyos intereses no pueden ser distintos de la Nación y del Estado”.
ABATE CARLO GIOVANNI DENINA (1731–1813), ‘Discurso leído a la Academia de Berlín” el 26 de Enero de 1786.
ALABANZA DE ESPAÑA:
450
“La península llamada España sólo está contigua al continente de Europa por el lado de Francia, de la que la separan los montes Pirineos. Es abundante en oro, plata, azogue, piedras, aguas minerales, ganados de excelentes calidades y pescas tan abundantes como deliciosas. Esta feliz situación la hizo objeto de la codicia de los fenicios y otros pueblos. Los cartagineses, parte por dolo y parte por fuerza, se establecieron en ella; y los romanos quisieron completar su poder y gloria con la conquista de España, pero encontraron una resistencia que pareció tan extraña como terrible a los soberbios dueños de lo restante del mundo.”
JOSÉ CADALSO (1741-1782), ‘Cartas marruecas’.
ELOGIO DE ESPAÑA Y SUS PROVINCIAS:
451
“Juicio imparcial de la nación en general y particular por provincias que la componen.
ESPAÑA:
El español es honrado,
Es esforzado y valiente,
Es moderado y prudente,
Buen marino y buen soldado.
Es obediente y callado,
Es generoso y sufrido,
Ingenioso y atrevido;
Y con tal disposición,
Por falta de aplicación
Es un tesoro escondido.
CASTILLA LA NUEVA:
Castilla la Nueva es
País sano y agradable;
La gente, bastante amable;
Más afecta al interés;
Todos los campos que ves
Cultivados con ardid
Hacen mucho más que un Cid,
Sin catar jamás el pan,
Si un año con otro dan
Cebada para Madrid.
CASTILLA LA VIEJA:
Es el castellano viejo
Hombre de buen corazón
Y de muy santa intención
Para dar un buen consejo,
No es hombre de gran despejo,
Es algo largo y mohíno
Y el fruto más peregrino
Que su sencillez encierra
Es sólo el que da la tierra:
El pan, pan y el vino, vino.
ALCARRIA:
El alcarreño sencillo
En su modo de vivir,
No sabe jamás salir
De entre romero y tomillo.
En cualquiera lugarcillo
Se cría gente muy fiel;
Echan los pobres la hiel
Trabajando como brutos,
Y, al fin, sus colmados frutos
Es un poquito de miel.
MANCHA:
El que llega a caminar
Por la Mancha, sin falencia
Le enseñan con gran frecuencia
La horca antes que el lugar.
No gustan de trabajar,
Es gente de poca espera,
Arman pronto una quimera,
Y nunca de hambre se mueren,
Pues son dueños cuando quieren
De lo que tiene cualquiera.
EXTREMADURA:
Espíritu desunido
Anima a los extremeños;
Jamás entran en empeños
Ni quieren tomar partido;
Cada cual en sí metido
Y contento en su rincón,
Huye de toda instrucción,
Y aunque es grande su viveza,
Vienen a ser, por pereza,
Los indios de la nación.
ANDALUCÍA:
Al andaluz retador
Y excesivo en ponderar,
No se le puede negar
Es gente de buen humor,
Jamás conservan rencor;
Galantean a sus madres,
Nunca viven sin comadres,
Y en sus desafíos todos
Se dicen dos mil apodos
Y luego quedan compadres.
ARAGÓN:
El aragonés, callado,
Todas las cosas emprende
Con tesón, y las defiende
Con espíritu osado;
Testarudo y porfiado
A nadie cede su gloria;
Y para formar historia
Jamás perdona fatiga
Y aspira siempre a la intriga,
Al dominio y la memoria.
CATALUÑA:
El catalán, bullicioso,
Carruajero y navegante,
Mercader y fabricante,
Jamás vive con reposo.
Es un país escabroso,
A costa de mil afanes,
Marca tierra, hace planes,
Y aunque sea en un establo,
Al fin, por arte del diablo,
Hace de las piedras panes.
VALENCIA:
Valencia, fuera de chanza,
Que infunde a todos infiero
Un espíritu ligero
Muy dispuesto a la mudanza.
Llevan muy floja la panza;
Son de corazón muy frío;
Habitan siempre en un río,
Y, al fin, tienen de este modo
La substancia para todo,
De gente de regadío.
MURCIA:
El murciano, trabajando
Alegre en su barraquilla,
Al son de una guitarrilla
Pasa la vida cantando.
El suele de cuando en cuando
Jugar una morisqueta;
Pero su intención es quieta,
Y cuidar sus naranjicos,
Criar cuatro gusanicos
Y guiar una carreta.
GALICIA:
No se le puede negar
A los gallegos más legos
Que vale por mil gallegos
El que llama a despuntar;
No prueba su paladar
Más que coles y pan seco
Y hasta el niño más enteco
Baja el verano a segar
Con gusto a todo lugar
menos al lugar de Meco.
MARAGATOS:
Los maragatos bonazos
No son bestias por un tris;
Que cualquiera del país
Es un pobre calzonazos.
Vendiendo mil embarazos
Van y vienen muy de prisa
Con sus lienzos; y es la risa
Que así como me lo quiero,
Se llevan nuestro dinero,
Pero nos dan la camisa.
MONTAÑAS:
Es del montañés la gloria
Guardar por antigua prenda
En una pequeña hacienda
Una gran ejecutoria
Del noble país la historia
A todo alojero embebe
Y creo que se le debe
Al montañés esta maña,
Que es la nobleza de España
Más cercana que la nieve.
ASTURIAS:
El asturiano cerdoso,
bajo, rechoncho y cuadrado,
Forcejudo y mal formado,
Es un mixto de hombre y oso;
Su carácter es honroso,
Hombre de bien, mas sin maña,
Todo lo emprende con saña,
Y son, según les inclina
Su afecto, a mozos de esquina,
las acémilas de España.
NAVARRA:
Navarra, en la realidad
Da de sí la gente honrada;
Y aunque es un poco pesada,
Guarda palabra y verdad.
En todo tiempo y edad
Son terribles comedores,
Igualmente bebedores,
Y todos son fabricantes,
Asentistas, comerciantes,
Indianos y capadores.
RIOJA.
Es la gente riojana
Vividora en tal manera,
Que muy bien a otra cualquiera
Le puede cardar la lana.
Es fuerte, robusta y sana,
Y tiene todo su gozo,
Desde el más viejo al más mozo,
Vivir en campaña rasa
Y, abandonando su casa,
Pasan la vida en un chozo.
MALLORCA:
Del mallorquín el tesoro
Es el aceite y el vino;
Aborrece al argelino
Y a toda casta de moros.
Ama la plata y el oro
Y guarda bien su peculio;
Todo el año es mes de julio,
Y con rara devoción,
Da culto y veneración
A su Raimundo Lulio.
MADRID:
Aun las personas más sanas,
Si son de Madrid nacidas,
Tienen que hacer sus comidas
De píldoras y tisanas.
Diamantes como avellanas,
Estirado corbatín,
Ricas vueltas y espadín,
Suele hacer su adorno bello;
Mas siempre marcado cuello
Con sellos de Antón Martín.
CANARIAS:
El canario, siempre vago,
Buscando en el mar su vida,
Hace toda su comida
Con un plátano y un trago.
Trata al inglés con halago
Y le da el fruto que encierra
Su fértil y hermosa tierra,
Y así, viene a ser con maña
Vasallo del rey de España
Y hermano del de Inglaterra.
AMÉRICA:
El indiano con ardid
Vence mil riesgos y gana
Mucho dinero en la Habana
Para gastarlo en Madrid.
El vive en continuo ardid
Y su paradero es,
Con todo el afán que ves,
Ser un pretendiente eterno
De su hábito, o de un gobierno
O un título de marqués.
PORTUGAL:
Cree el portugués finchado
Que es más que un rey de otra parte
Que sujeta al mismo Marte
Y que el mundo ha dominado;
Que a todos la ley ha dado,
Que es más fuerte que Sansón,
Más sabio que Salomón,
Y creyendo lo que ves,
Todo, todo, todo es,
Un terrible mentirón.
VIZCAYA:
El vizcaíno, muy severo,
Con dureza nunca oída,
Prefiere siempre a su vida
La defensa de su fuero;
Es amigo verdadero,
Es un mercader honrado,
Un marinero arrestado
Y es capaz con entereza,
Sin cansarse la cabeza,
De escribir más que el Tostado.”
ANÓNIMO, siglo XVIII, (Manuscrito 10.912, folio 159).
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
HOMBRES.
SENTIDO RELIGIOSO:
452
“Bien conozco, Dios mío, que nada se hace sobre la tierra sin el concurso de tu adorable Providencia, y por eso, rendido a tus santos decretos, sufro con resignación y paciencia el peso de la humillación y amargura que oprime mi alma. ¡Ah! ¿Cómo no le sufriré, cuando recuerdo tantas y tan graves ofensas como he cometido contra Ti, mi Criador, mi Redentor y Salvador misericordioso, las cuales alejándome de Ti, me hacen indigno de tu protección y digno de más acerbas y durables penas!”
JOVELLANOS, ‘Anexo a una carta a C. Gz. Posada’.
SENTIDO MORAL:
453
“Toda moral será vana que no coloque el sumo bien en el Supremo Creador de todas las cosas, y el último fin del hombre en el cumplimiento de su ley; de esta ley de amor, cifrada en dos artículos, tan sencillos como sublimes: primero, amor al Supremo Autor de todas las cosas, como al único centro de la verdadera felicidad; segundo, amor a nosotros y nuestros semejantes, como criaturas suyas, capaces de conocerle, de adorarle y de concurrir a los fines de bondad que se propuso en todas sus obras. En el cumplimiento de esta ley se contiene la perfección del hombre natural, civil y religioso, y la suma de la moral natural, política y religiosa.
JOVELLANOS, ‘Memoria sobre la educación pública’.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
IDEAS.
a) ESPIRITUALES
LA RELIGIÓN.
454
“¡Oh divina, oh amable religión! ¡Asilo cierto de la mortal angustia! ¡Suave freno de la maldad! ¡Consuelo, esperanza de la virtud!¡Infalible instrumento de la felicidad del hombre! ¡Apoyo, columna de la justicia! ¡Adorable tributo con que la criatura racional paga a Dios en costumbres puras, en demostraciones inocentes el inestimable don de su creación y existencia!
J. P. FORNER, ‘Oración apologética’.
455
“El Cristianismo, lejos de deprimir al hombre, le ennoblece; lejos de dañar a la recta constitución de los Estados, los consolida y hace felices por medios seguros, fáciles, justos y acomodados a la misma naturaleza humana. Las máximas evangélicas no mandan, no ordenan preceptivamente el abatimiento, la ignominia, la debilidad, la desnudez. Aconsejan la humildad, la benevolencia, el sufrimiento mutuo, el refreno de las pasiones y su ley se funda en el amor recíproco de los hombres”.
J. P. FORNER, ‘Carta al Censor’.
RELIGIÓN Y MORAL:
456
“Entre todos los objetos de la instrucción siempre será el primero la moral cristiana; estudio el más importante para el hombre y sin el cual ningún otro podrá llenar el más alto fin de la educación. Porque, ¿qué hará ésta con formar a los jóvenes en las virtudes del hombre natural y civil, si se les deja ignorar las del hombre religioso? ... Ni ¿cómo los hará dignos del título de hombres de bien y fieles ciudadanos, si no los instruye en los deberes de la religión, que son el complemento y corona de todos los demás?
JOVELLANOS, ‘Memoria sobre la educación pública’.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
IDEAS.
b) POLÍTICAS
IMPERIO MORAL DE LOS ESPAÑOLES:
457
“También España pudiera sacar de sus anales los títulos pomposos en que se cifra este funesto esplendor. Pudiera presentar sus banderas llevadas a las últimas regiones del ocaso, para medir con la del mundo la extensión de su imperio; sus naves cruzando desde el Mediterráneo al mar Pacífico, y rodeando las primeras la tierra para circunscribir todos los límites de la ambición humana; sus doctores defendiendo la Iglesia, sus leyes ilustrando la Europa, y sus artistas compitiendo con los más célebres de la antigüedad. Pudiera, en fin, amontonar ejemplos de heroicidad y patriotismo, de valor y constancia, de prudencia y sabiduría.”
JOVELLANOS, ‘Elogio de Carlos III’.
AMOR A LA PATRIA:
458
“Donde reina el amor de la Patria, brota la felicidad de entre las manos de los hombres. Los campos florecen; las poblaciones brillan; las generaciones se multiplican; no hay tierra sin cultivador; no hay familia sin patrimonio; no hay arte que se ignore, oficio que se descuide; los caminos (por decirlo así) hormiguean con el comercio; rebosan hacia los puertos las sobras del trabajo nacional; y trasladadas a los más remotos confines, refluyen a la patria en nueva y duplicada riqueza, que derramándose por las mismas manos que la engendraron, vuelve a ellas para dar continuo aumento a su fecundidad...
La roca del Estado, apoyada en los cimientos robustos del amor a la Patria, resistirá inmóvil el ímpetu de las tempestades más horrendas: y mientras perseveren los cimientos, contrastará la violencia de las olas; y en el día de la serenidad aparecerá grande y triunfante en medio del mar ya tranquilo. Jamás puede llegar a ser infeliz una nación donde se trabaje, y el trabajo viva favorecido; y el trabajo será siempre favorecido en cualquier parte donde el amor de la Patria sea el móvil de la política, y forme el carácter civil de los ciudadanos.
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El amor de la Patria es fecundo por su naturaleza: en todas partes se insinúa, todo lo penetra, todo lo vivifica. Él ilustra, él dirige, él desengaña, él promueve, él estimula. Hoy da un paso; y el paso que da hoy es provechoso a los que hoy viven. Mañana adelanta otro paso; y ya la segunda generación gozará doble felicidad: y creciendo siempre en su progreso, al fin reparará los daños, caminando al remedio por un conducto saludable, no mortífero y emponzoñado. Amemos la patria de veras, y este amor nos hará felices, y hará más felices a nuestros nietos.
Por ventura ¿no es este el espíritu de nuestro gobierno desde que la monarquía, libre ya de las antiguas rivalidades que la trabajaron dos siglos continuos, pudo respirar y atender con desahogo a restablecer los daños que ocasionó en ella su misma grandeza? Cotejad los reinados de la dinastía de Borbón con los tres últimos de la dinastía Austriaca. En estos veréis una Nación corpulenta y colosal, que impelida violentamente de la envidia o de los celos de otras naciones, se desploma al fin, se despedaza, y cada uno de los rivales acude ansioso a arrebatar alguno de sus fragmentos. En los monarcas de este siglo ya se ve una nación que renace de entre sus escombros; y cobrando fuerza y vigor sucesivamente, va caminando en silencio hacia su prosperidad. Todo se ha fomentado, todo se ha promovido; y si los embarazos que traen consigo las grandes ruinas no hubieran opuesto dificultades muy escabrosas a la beneficencia desinteresadísima de los monarcas, es muy posible que España se hallase hoy en el mismo estado en que la dejaron Fernando el Católico y el Cardenal Cisneros. Estos embarazos en gran parte están en los que obedecen, no en los que mandan. No es de este lugar ni de esta ocasión el manifestarlos: sólo diré, que si todos los súbditos de la monarquía amaran tanto el interés de su Patria, como aman su interés personal, acaso se cultivarían hoy más campos, y detrás de su abundancia vendría la de los hombres, la de las Artes, y la del oro.
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¿Y nosotros, Señores, amamos verdaderamente la Patria? Cuando los esfuerzos de tres cetros consecutivos se han ocupado en reparar las pérdidas que nos ocasionaron dos siglos de guerras no interrumpidas, el maquiavelismo de Richelieu, un reinado pródigo, y una minoridad facciosa, ¿podremos presentar a la posteridad una larga lista de ciudadanos, que hayan renunciado gratuitamente a su lujo y su vanidad en obsequio de las intenciones del trono?”
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Volved la vista a los pasos de nuestra monarquía desde que la fundó Pelayo en la áspera montaña de Covadonga; y hallaréis diez siglos de las guerras las más porfiadas, las más permanentes y peligrosas que han fatigado jamás a pueblo alguno. Peleamos ocho siglos por nuestra libertad, y más de dos por conservar los dominios vastos que unieron a esta metrópoli la fortuna de sus armas y los enlaces de su trono. En todo este largo tiempo la necesidad aplicó todo el honor al ejercicio de la milicia. De los soldados nacieron los caballeros y los hidalgos; y acostumbradas aquellas manos vencedoras a la lanza y la espada y el broquel, desdeñaron el arado, el telar y el martillo. La misma fatalidad que nos envolvió en las guerras, crió en nosotros el espíritu caballeresco, y nos enemistó con las artes, con los oficios y aun con las ciencias. Los manantiales de la riqueza variaron en Europa con las intrépidas navegaciones de Gama y de Colón. Antes podía ser poderosa una nación militar; hoy no puede ser poderosa sino una nación mercantil. Desplomose el gran coloso de nuestra monarquía, y de ella nos quedaron sólo el espíritu caballeresco, y algunos abusos que en tiempo de nuestra grande opulencia apenas se sentían, y hoy se dejan sentir porque desapareció la opulencia. ¿Se ha cambiado aun el antiguo espíritu de la nación? ¿Se han ajustado nuestras ideas al diverso estado de las cosas?”
JUAN PABLO FORNER, ‘Discurso sobre el amor a la Patria’ (1794).
459
“XXX. (...) No niego que, debajo del nombre de Patria, no sólo se entiende la República o Estado, cuyos miembros somos, y a quien podemos llamar Patria común; mas también la provincia, la diócesis, la ciudad o distrito donde nace cada uno, y a quien llamaremos patria particular. Pero asimismo es cierto que no es el amor a la Patria, tomada en este segundo sentido, sino en el primero, el que califican con ejemplos, persuasiones, y apotegmas historiadores, oradores, y filósofos. La Patria a quien sacrifican su aliento las armas heroicas, a quien debemos estimar sobre nuestros particulares intereses, la acreedora a todos los obsequios posibles, es aquel cuerpo de Estado donde debajo de un gobierno civil estamos unidos con la coyunda de unas mismas leyes. Así España es el objeto propio del amor del español, Francia del francés, Polonia del polaco... Las divisiones particulares que se hacen de un dominio en varias provincias o partidos son muy materiales para que por ellas se hayan de dividir los corazones.
XXXI. El amor de la patria particular en vez de ser útil a la república, le es por muchos capítulos nocivo; ya porque induce alguna división en los ánimos que debieran estar recíprocamente unidos para hacer más firme y constante la sociedad común; ya porque es un incentivo de guerras civiles y de revueltas contra el soberano, siempre que considerándose agraviada alguna provincia, juzgan los individuos de ella que es obligación superior a todos los demás respetos el desagravio de la patria [particular] ofendida. Ya en fin porque es un grande estorbo a la recta administración de Justicia en todo género de clases y ministerios.
XXXII. Este último inconveniente es tan común, y visible, que a nadie se esconde; y lo que es peor ni aun procura esconderse. A cara descubierta se entra esta peste, que llaman paisanismo, a corromper intenciones por otra parte muy buenas, en aquellos teatros donde se hace distribución de empleos honoríficos, o útiles...”
PADRE BENITO FEIJÓO, ‘Teatro Crítico Universal’, Tomo III, disc. X: ‘Amor de la Patria y pasión nacional’.
460
“Hablo, sí, de aquel noble y generoso sentimiento que estimula al hombre a desear con ardor y a buscar con eficacia el bien y la felicidad de su Patria tanto como el de su misma familia; que le obliga a sacrificar al interés común; que uniéndole estrechamente a sus conciudadanos e interesándole la suerte, le aflige y le conturba en los males públicos y le llena de gozo en la común felicidad. Hablo, finalmente, que en los buenos tiempos produjo a España tantas glorias, tantos héroes y tantos célebres patriotas.”
JOVELLANOS, ‘Discurso sobre los medios de promover la felicidad de Asturias’.
DEFENSA DE LA COLONIZACIÓN ESPAÑOLA EN AMÉRICA:
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(...) XC. No pudiendo los ojos mal dispuestos de las demás Naciones sufrir el resplandor de gloria tan ilustre han querido obscurecerla, pintando con los más negros colores los desórdenes que los nuestros cometieron en aquellas conquistas. Pero en vano; porque sin negar que los desórdenes fueron muchos y grandes, como en otra parte hemos ponderado, subsiste entero el honor que aquellas felices y heroicas expediciones dieron a nuestras armas. Los excesos a que inducen ya el ímpetu de la cólera, ya la ansia de la avaricia, son atenta la fragilidad humana, inseparables de la guerra. ¿Cuál ha habido tan justa, tan sabiamente conducida, en que no se viesen innumerables insultos? En la de la América son sin duda más disculpables, que en otras. Batallaban los españoles con unos hombres que apenas creían ser en la naturaleza hombres, viéndolos en las acciones tan brutos. Tenía alguna apariencia de razón el que fuesen tratados como fieras los que en todo obraban como fieras. ¿Qué humanidad, qué clemencia, que moderación merecían a unos extranjeros aquellos naturales, cuando ellos desnudos de toda humanidad, incesantemente se estaban devorando unos a otros? Más irracionales que las mismas fieras, hacían lo que hace bruto alguno, que era alimentarse de los individuos de su propia especie. A este uso destinaban comúnmente los prisioneros de guerra. En algunas naciones casaban los esclavos y esclavas que hacían en sus enemigos; y todos los hijos que iba produciendo aquel infeliz maridaje, servían de plato en sus banquetes hasta que no estando los dos consortes en estado de prolificar más, se comían también a los padres. La crueldad de otras naciones no se saciaba con dar muerte a los prisioneros, sino que se la hacían prolija y dolorosa con cuantos géneros de tormentos les dictaban el odio y la venganza.
XCI. Todo lo demás iba del mismo modo. En unos Países no habían religión alguna: en otros se profesaba una religión tan bestial, que horrorizaba más que la total carencia de religión. El hurto, el engaño, la perfidia si no se celebraban como virtudes a lo menos no se reprendían como vicios. Los horrores de su lascivia pasaban mucho más allá del término adonde puede llegar nuestra idea. Abusaban de uno y otro sexo públicamente sin pudor, sin vergüenza alguna; en tanto grado, que según refiere Pedro Cieza, había templos, donde la sodomía se ejercía como acto perteneciente al culto. En consideración de tantas y tan horribles brutalidades no podían los españoles mirarlos sin grande indignación, aún cuando eran bien recibidos de ellos. ¿Qué sería cuando los hallaban armados? ¿Qué sería cuando sucedía la fatalidad de que sorprendidos algunos de los nuestros, eran cruelmente sacrificados a sus ídolos? Puede decirse que el bárbaro proceder de aquella gente tenía a los españoles en tal disposición de ánimo, ó en tal abominación y tedio, que a cualquiera ofensa llegaba a las últimas extremidades la cólera.
XCII. Si otras naciones, en los países donde entraron fueron más benignas con los americanos (que lo dudo), no es de creer que esto dependiese de tener corazón más blando que los españoles, sino de tener mejor estómago para ver tales atrocidades y hediondeces. Puede ser que la mayor delicadez de los españoles en materia de religión y costumbres los hiciese más intratables para aquellos bárbaros. Sin embargo, yo me holgara de saber a punto fijo cómo se portaron los franceses con los salvajes de Canadá. Lo que algunas naciones de aquel vasto país ejecutaban con los prisioneros de guerra, y practicaron con los mismos franceses, era atarlos a una columna, donde con los dientes les arrancaban las uñas de manos, y pies, y con hierros encendidos los iban quemando poco a poco, de modo que tal vez duraba el suplicio algunos días, y nunca menos de seis ó siete horas; tan lejos de condolerse de aquellos desdichados, que a sus llantos y clamores correspondían con insolentes chanzonetas y carcajadas. Quisiera, digo, saber si después de esta experiencia trataban los franceses muy humanamente a los prisioneros que hacían de aquella gente. Puede ser que lo hiciesen; pero lo que yo me inclino a creer es, que los excesos de los españoles llegaron a noticia de todo el mundo, porque no faltaban entre los mismos españoles algunos celosos que los notaban, reprendían, y acusaban; los de otras naciones se sepultaron, porque entre sus individuos ninguno levantó la voz para acusarlos ó corregirlos.
XCIII. También se debe advertir, que no fue tan tirano y cruel el proceder de los españoles con los americanos, como pintan algunos extranjeros, cuya afectación y conato en ponderar la iniquidad de los conquistadores de aquellos países, manifiesta que no rigió sus plumas la verdad, sino la emulación...
PADRE BENITO FEIJÓO, ‘Teatro Crítico Universal’, Tomo IV, disc. XII: ‘Glorias de España’.
LA VOZ DEL PUEBLO, CONTRARIA AL BUEN JUICIO:
462
“Aquella mal entendida máxima, de que Dios se explica en la voz del pueblo, autorizó la plebe para tiranizar el buen juicio, y erigió en ella una potestad tribunicia, capaz de oprimir la nobleza literaria. Este es un error de donde nacen infinitos: porque asentada la conclusión de que la multitud sea regla de la verdad, todos los desaciertos del vulgo se veneran como inspiraciones del Cielo...
1. Aestimes judicia, non numeres, decía Séneca. El valor de las opiniones se ha de computar por el peso, no por el número de las almas. Los ignorantes, por ser muchos, no dejan de ser ignorantes. ¿Qué acierto, pues, se puede esperar de sus resoluciones? Antes es de creer que la multitud añadirá estorbos a la verdad, creciendo los sufragios al error... Siempre alcanzará más un discreto solo que una gran turba de necios; como verá mejor al sol una águila sola, que un ejército de lechuzas...
IV. Los que dan tanta autoridad a la voz común no prevén una peligrosa consecuencia, que está muy vecina a su dictamen. Si a la pluralidad de voces se hubiese de fiar la decisión de las verdades, la sana doctrina se habría de buscar en el Alcorán de Mahoma, no en el Evangelio de Cristo. No los Decretos del Papa, sino los del mustí habrían de arreglar las costumbres; siendo cierto, que más votos tiene a su favor en el mundo el Alcorán que el Evangelio. Yo estoy tan lejos de pensar que el mayor número deba captar el asenso, que antes pienso se debe tomar el rumbo contrario: porque la naturaleza de las cosas lleva que en el mundo ocupe mucho mayor país el error que la verdad. El vulgo de los hombres, como la ínfima, y más humilde porción del orbe racional, se parece al elemento de la tierra, en cuyos senos se produce poco oro pero muchísimo hierro.”
PADRE BENITO FEIJÓO, ‘Teatro Crítico Universal’, Tomo I, disc. XI: ‘Voz del Pueblo’.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:
HECHOS.
EXCELENCIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA:
463
“XIX. En la copia de voces (único capítulo, que puede desigualar substancialmente los idiomas) juzgo que excede conocidamente el castellano al francés. Son muchas las voces castellanas que no tienen equivalente en la lengua francesa; y pocas he observado en ésta, que no le tengan en la castellana. Especialmente de voces compuestas abunda tanto nuestro idioma, que dudo que le iguale aun el latino ni otro alguno, exceptuando al griego. El Canciller Bacon, ofreciéndose hablar de aquella versatilidad política, que constituye a los hombres capaces de manejar en cualquiera ocurrencia su fortuna, confiesa que no halla en alguna de las cuatro lenguas, inglesa, latina, italiana y francesa, voz que signifique lo que la Castellana ‘desenvoltura’. Y acá estamos tan de sobra, que para significar lo mismo tenemos otras dos voces equivalentes: ‘despejo’ y ‘desembarazo’.
XX. Nótese, que en todo género de asuntos escribieron bien algunas plumas españolas, sin mendigar nada de otra lengua. La elegancia, y pureza de D. Carlos Coloma y D. Antonio de Solís en materia de Historia, no tiene que envidiar a los mejores historiadores latinos. Las Empresas Políticas de Saavedra fundieron a todo Tácito en castellano sin el socorro de otro idioma. Las Teologías, Expositiva, y Moral, se hallan vertidas en infinitos sermones de bello estilo. ¿Qué autor latino escribió con más claridad y copia la Mística que Santa Teresa? ¿Ni la Escolástica, en los puntos más sublimes de ella, que la Madre María de Agreda? En los asuntos poéticos ninguno hay que las Musas no hayan cantado con alta melodía en la lengua castellana. Garcilaso, Lope de Vega, Góngora, Quevedo, Mendoza, Solís y otros muchos, fueron cisnes sin vestirse de plumas extranjeras. Singularmente se ve que la lengua castellana tiene para la Poesía heroica tanta fuerza como la latina en la traducción de Lucano que hizo D. Juan de Jáuregui: donde aquella arrogante valentía, que aún hoy asusta a los más apasionados de Virgilio, se halla con tanta integridad trasladada a nuestro idioma, que puede dudarse en quién brilla más espíritu, si en la copia si en el original. Últimamente, escribió de todas las Matemáticas (estudio en que hasta ahora se habían descuidado los españoles) el P. Vicente de Tosca, corriendo su dilatado campo sin salir del patrio idioma. En tanta variedad de asuntos se explicaron excelentemente los autores referidos y otros infinitos que pudiera alegar, sin tomar ni una voz de la lengua Francesa. ¿Pues a qué propósito nos las introducen ahora?”
FEIJÓO, Teatro Crítico Universal, Tomo I Disc XV
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
Tenemos lectura para rato. Gracias, Alacrán.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
Increíble trabajo, ALacrán. A mi me va a venir genial para la facultad. Gracias!
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
X – SIGLO XIX: CAÍDA EN PICADO; DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA AL FEDERALISMO CANTONAL.
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Los sangrientos sucesos ocurridos en París en 1789, por la plebe amotinada, constituyeron el primer chispazo de una hoguera siniestra que redujo a polvo todas las instituciones del país vecino. Sus llamaradas se levantaron por encima de todas las fronteras y el mundo se conmovió antes sus resplandores horribles. Porque la Revolución francesa, de fatales consecuencias para todos los países, no fue sino la ira de un pueblo irreligioso, hambriento y envenenado, descargando sus golpes contra la Iglesia, la Monarquía, las Instituciones y la Nobleza.
España, por medio de Godoy, que ha sustituido al enciclopedista Aranda, declara la guerra a Francia. España la aceptó con entusiasmo; luchamos con ventaja durante la campaña de 1793 y el general Ricardos triunfó en el Rosellón. Pero los dos siguientes años Figueras, Guipúzcoa, Bilbao, Vitoria y Miranda ven aparecer a los franceses. En 1795 termina la guerra con la paz de Basilea.
Desde esta fecha el Gobierno de Madrid es un simple instrumento de la vecina República. De esta sumisión nos queda una sola gloria nacida de un fracaso: Trafalgar. Trafalgar sepultó nuestra Marina de guerra. Aquella armada gloriosa creada por San Fernando que supo conquistar Sevilla, Baleares y Valencia, que recorrió todos los mares del planeta en viajes triunfales, halló su tumba en 1805 en las aguas del Estrecho, ciñendo en sus aguas en doloroso abrazo a los mártires y héroes de la Patria.
En Francia, sobre las ruinas humeantes provocadas por el incendio revolucionario, se alzó la paz, y Napoleón, el militar afortunado, ascendió al Imperio. Francia, repuesta interiormente, luchaba al amparo de su espada contra Europa entera. Los ejércitos imperiales ganaban naciones enteras como botín.
España, solar de tradiciones gloriosas, perdía, por el contrario, su noble gesto de Imperio. Carlos IV, rey débil, regía sus destinos. La corte, dividida en dos bandos, era un foco de intrigas. Napoleón, árbitro de la familia real española, mantenía aquéllas con torcidas intenciones. Simulando proteger a Godoy, le propuso la conquista y reparto de Portugal con el fin de debilitar a Inglaterra, aliada suya. Y con ese torcido motivo, las tropas francesas penetran sin dificultad en el territorio español, que ocupan en el transcurso de un año.
Desconocía Napoleón la conciencia española cuando intervino en la Península a raíz de la abdicación de Carlos IV y la proclamación de Fernando VII. Se engañó al juzgar nuestro carácter por el de los desdichados gobernantes que indignamente representaban el espíritu del pueblo. El pueblo hispano, aparentemente dormido, conservaba intactas sus fuerzas y sentimientos tradicionales y dinásticos. el pueblo lanzóse en defensa de sus reyes y se declaró la guerra a Francia y a su emperador.
La resistencia se organizó espontáneamente, avivada por espíritu religioso que vivía íntegro en el alma nacional. Aquella era guerra de religión contra las ideas enciclopedistas, difundidas por las legiones napoleónicas. Por contraste, los “clérigos ilustrados y de luces, los abates, los literatos, los economistas y los filósofos tomaron muy desde el principio el partido de los franceses y constituyeron aquella legión de traidores, que se llamaron los afrancesados”.
De lo que fue aquella lucha, en la que pereció buena parte de nuestro patrimonio artístico y monumental salieron nombres inmortales: Zaragoza, Gerona, Bailén, Arapiles. Todos los historiadores franceses reconocen, como Napoleón mismo, que su caída se debió al gran tropiezo español, dado en los momentos más consistentes de su poder. En las memorias de los mariscales y gente de tropa del ejército francés se hablaba siempre con terror de las campañas de España, donde las conquistas se hacían casa por casa a pesar de ya haber sido rendidas las poblaciones.
Durante la Guerra de la Independencia, los intelectuales se afrancesaron y los que se llamaban nacionales sueñan en Cádiz “constituciones” y “derechos del hombre”. Mientras el pueblo bravío defiende las ciudades y campos palmo a palmo de las acometidas francesas, sus dirigentes, a traición, copian y parafrasean las leyes y los senadoconsultos, los códigos y los rescriptos de la Francia jacobina.
Del caos derivado de la lucha contra los franceses merecen deducirse varias consecuencias. A ningún trozo de suelo español se le ocurrió entonces desligarse del conjunto, aceptando con pasión el imperativo de la unidad de la Patria española. La segunda, que no solamente España demostró la consistencia de su unidad como nación, sino la superioridad de su rango y jerarquía sobre los dominados y desunidos fragmentos de pueblos que integraban entonces la mayor parte de Europa.
Los españoles, tras arrojar de su suelo a los franceses reciben a Fernando VII, “el Deseado”, y echan un cerrojo a los Pirineos: “España no firma el Tratado de París de 1814. España no tiene nada que decir en el Congreso de Viena. España no está presente en Waterloo... España... ni siquiera piensa en América que enfebrecida de independencia ha empezado ya la lucha por su emancipación”.
“¡Triste y goyesco final de la epopeya encendida el 2 de mayo!... Los constitucionales de Cádiz escindidos y luego perseguidos. Los virreinatos americanos en trance de disgregación. Gibraltar olvidado, cuando la contribución de las sangre española a la caída de Napoleón hubiera sido una sagrada razón más para pedirlo en Viena... España y su rey se divertían en hacer y deshacer un rompecabezas francés que se llamaba Constitución cuya gracia consistía en dividir a los españoles en dos bandos que empezaron por llamarse exaltados y moderados y siguieron en liberales y conservadores para acabar después, pasado un siglo, en marxistas y antimarxistas” (X. de Sandoval, ‘La Piel de Toro’). En América surgen los caudillos libertadores y comenzaron las luchas fratricidas a favor o en contra de los ‘derechos del hombre’. Comenzadas, adquirieron su completo desarrollo en los campos de Ayacucho. Tras la vuelta de Fernando VII, en 1814, se encarnizaron las rivalidades y banderías. La lucha civil puso fin a una Historia externa gloriosa. España se encerró en su recinto para reñir con ella misma la batalla más larga, cruel y estéril de su secular combatir.
Al fallecer Fernando VII, en 1833, comienzan las guerras carlistas. Comienza una carrera loca en el que son escenas cumbres la matanza de frailes, la desamortización, las medidas contra la Iglesia, la abolición de las órdenes monásticas y demás intentos revolucionarios. Tras ellas, España se entrega a los azares de una política interior, mediocre e inmerecida, de la que no sacará más provecho que su total desvanecimiento.
Menéndez Pelayo escribe sobre el espíritu de estas luchas del siglo:
“Gracias a aquellas reformas quedó España dividida en dos bandos iracundos e irreconciliables; llegó en alas de la imprenta libre, hasta los últimos confines de la Península, la voz de sedición contra el orden sobrenatural lanzada por los enciclopedistas franceses; dieron calor y fomento al periodismo y las sociedades secretas a todo linaje de ruines ambiciones y osado charlatanismo de histriones y sofistas; fuese anublando por días el criterio moral y creciendo el indiferentismo religioso, y, a la larga, perdido en la lucha el prestigio del trono, socavado de mil maneras el orden religioso, constituidas y fundadas las agrupaciones políticas no en principios, que generalmente no tenían, sino en odios y venganzas o en intereses y miedos, llenas las cabezas de viento y los corazones de saña, comenzó esa interminable tela de acciones y de reacciones, de anarquía y dictaduras, que llena la torpe y miserable historia de España en el siglo XIX.”
Una tregua entre las facciones que se consumían fue la guerra con el Imperio marroquí en 1860. Ante el insulto, acaso premeditado o sugerido por elementos extraños, España supo alzarse con entereza y armarse nuevamente en cruzada en defensa de su dignidad ofendida. Pedro Antonio de Alarcón, cronista-testigo, escribió en el ‘Diario de la Guerra de África’: “En esa guerra, el espíritu español revivió, luchó y vibró como en tiempos antiguos... el país entero asistió en masa a las operaciones, estimuló a sus soldados... poniendo en la empresa el amor propio nacional... ¡Lástima que ese entusiasmo fuera pasajera flor de un día, nacida por casualidad entre guerras civiles, sublevaciones y pronunciamientos!”.
Esa misma gallardía había de repetirse cuatro años después frente a la plaza fuerte del Callao, al exigir reparación a las repúblicas de Chile y del Perú por los atentados cometidos contra los españoles allí residentes. La escuadra nacional bombardeó el puerto de Valparaíso, y como amenazaran al brigadier de ‘La Numancia’ con echar a pique sus buques, el almirante Méndez Núñez, contestó con aquel gesto de la España con honra, fiel expresión del espíritu caballeresco que aun anidaba en sus hombres.
En esta ocasión, como en las restantes maniobras que la precedieron y siguieron, se aprecia una circunstancia muy española: el divorcio entre los elementos del Gobierno y los de acción. En tanto aquéllos son manifiestamente impotentes, los instrumentos nacionales –Ejército, Marina, etc.-, muy exhaustos de medios y totalmente desatendidos, efectúan, no obstante, su cometido. Pero falta la dirección, la mentalidad que debe recoger, centralizar y aplicar las diversas energías del país, que se entrega, por el contrario, a preocupaciones políticas, de intereses propios o de grupito, mientras marinos, soldados y otros ramos que representan a la verdadera Patria cumplen penosamente su deber.
Los juegos de la política dieron al traste con el régimen tradicional español. El carlismo queda durante muchos años en un voluntario y melancólico ostracismo, en el que acrisola sus virtudes tradicionales al propio tiempo que transforman en doctrina lo que en sus principios solo fue impulso intuitivo y patriótico. La doctrina tradicional se solidifica y fragua mientras lo que de patriótico e intuitivo tenía también el liberalismo de los ingenios constitucionales de Cádiz, se desmorona con los diferentes ensayos y matices moderados y progresistas, a los que se mezclan, al mediar el siglo, las nuevas ideologías anarquistas y socialistas de Proudhon, Bakunin, Marx y Engels.
La división del pensamiento español necesariamente acaba dando al traste con la institución monárquica que no había sabido conservar lo más esencial de sus significado. Prim acaudilló la mayor conspiración del siglo XIX, gran coalición de militares y civiles, progresistas, moderados y republicanos, que derrumbó la monarquía de los Borbones en 1868.
Para reanudar el sentimiento monárquico pasó por España el meteoro de Amadeo I de Saboya; imparcial y desapasionado, contempló con estupor y tristeza la vocación de suicidio de que hacía gala una España metida en el ahogadero de sus diferencias ficticias, de sus falsos abismos temperamentales, y marchose como un fantasma, sin pena ni gloria.
Reconocidas las cortes en la Asamblea nacional se proclamó la República. “Todas las furias andaban desencadenadas –escribe Menéndez Pelayo-. Se desencadenó por entonces frenético el espíritu irreligioso. Dictó el Gobierno leyes absurdas e injustas; en Andalucía y Extremadura se desbordaba la revolución talando dehesas, incendiando montes y repartiéndose pastos”. “En un país que debía sus mayores glorias a los monarcas insignes compenetrados con sus vasallos para un destino glorioso, ‘República’ quiere decir tanto como fractura de la línea de engarce del pasado con el futuro... hundimiento de lo tradicional en la inquietud de lo contrario al meollo íntimo de la nacionalidad”.
Los cantones, primer levantamiento ocurrido en Cartagena, con carácter, si no separatista, al menos con cierta dispersión de la unidad política nacional, seguían ideas federativas por las que España debía descomponerse en varios estados autónomos, a la sombra de otro Estado oficial.
Una unidad de veinte siglos de cultura e historia comunes no podía disgregarse para dar cabida a unas satisfacciones regionales que no tenían ni fundamento, ni solución ni porvenir. Una unidad como la española, dominada a lo largo de los siglos por unas constantes que continuamente convergen en su natural dirección, no puede quebrantarse por tales o cuales modalidades peculiares, que no alcanzan al fondo subjetivo, idéntico en todos los españoles.
Hasta los propios republicanos que crearon -y después combatieron- ese cantonalismo sabían que España no estaba hecha por casualidad; que no era la resultante de intereses pasajeros ni tampoco la superposición de pueblos poco afines entre sí unidos por conveniencia. Así lo comprendieron quienes combatieron implacablemente la rebelión cantonal.
El 2 de enero de 1874, el general Pavía disolvió las Cortes republicanas. El 29 de diciembre del mismo año, el general Martínez Campos proclamó en Sagunto como rey a don Alfonso XII; pero la nueva concepción que de la monarquía por entonces ya se tiene no es sino la del rey como capitán, político o burócrata, según el sesgo de las circunstancias. Sometido su poder ficticio a la fragmentación de la “división de poderes”, quedaba incapacitado para despertar al pueblo español de su marasmo y enderezarle a un destino en consonancia acorde con su esplendoroso pasado.
En el breve plazo de dieciséis años (1869-1885), España conoció todas las vicisitudes que podían darse en el régimen político de los pueblos: reacción, revolución, destronamiento, abdicación, república, separatismo, guerras civiles, restauración y regencia. Ello basta para comprender el carácter de la época y sus amargas consecuencias.
2
Los hombres de la primera parte de esta época, que sienten la repulsa de un romanticismo nacionalista, conciben a España como una empresa. Y, cosa curiosa, quien mejor lo realiza es, en tales momentos, el pueblo español. El pueblo, que ha permanecido al margen de la tarea cultural y aristocratizante de los ilustrados, aparece como una reserva histórica cuyo papel va creciendo a lo largo del siglo.
Basterra ha escrito:
“Entonces se produce una exasperación del ánimo popular español, que entra violentamente en escena, no de otra suerte que el rebaño que derriba y apezuña a Don Quijote de la regeneración erudita de “los amigos del país”; el pueblo de las majas y de los chisperos, que encuentran como solución de la vida el tocar jacarandosamente la guitarra sobre el haz de la anchurosa y triste España. Los delicados, los selectos... fueron derribados, hollados y apezuñados”.
Pero olvida que, en esos primeros tiempos, quienes salvan a España y escriben con sangre su alabanza son los ignorantes. Y en vez de entrar en la confederación familiar planteada por Napoleón y gozar de mayor progreso, España prefirió continuar siendo España y confiar en sus propias fuerzas. Y eso fue, paradójicamente, obra exclusiva del pueblo ignorante que Goya simbolizó en el cuadro del Dos de Mayo.
España queda como aislada y recluida, dedicada al cultivo y recuerdo de sus antecedentes originarios. La evolución universal apenas si nos alcanzó y, desde luego, no penetró en nuestro carácter. Fue quizá la única nación que sostuvo intactas sus primitivas formas, mantenidas no por la voluntad de sus gobernantes sino por la acción del pueblo mismo; esto es, de la gran masa que evidenciaba la profunda separación existente entre sus dirigentes torpemente entregados a indigestas doctrinas y la colectividad, digna continuadora de las esencias y virtudes de la España del Renacimiento.
Los diversos pensadores de este período añaden su voz al coro de las alabanzas de España. Son notables las de la Guerra de la Independencia, entre los cuales se distinguió el obispo Fr. Miguel de Santander, cuyos discursos, inspirados en el santo amor a la Patria, tanto contribuyeron a levantar el espíritu de los españoles. En el debate que desde hace dos siglos se había iniciado sobre el ser mismo de la nación, sonaron las voces laudatorias frente a las que criticaban. Con la entrada del siglo XIX y la Guerra de la Independencia, el argumento supremo no pudo ser sino la fuerza de las armas. Pero el anhelo de formular una interpretación del curso histórico de España no cesó en las mejores mentes.
Quintana, al hablar de España, lo hizo movido por la idea europeísta de cultura, deísmo y su fe en el “progreso”, lo que respondía a su ideal enciclopedista. Hay en él patriotismo, angustia por España y un buen deseo de sacarla adelante pero no una preocupación honda.
España, al llegar el Romanticismo, vuelve los ojos a sí misma y le preocupa su esencia. “Los hombres capacitados para sentir la inquietud por el ser de España han estado con frecuencia en el extranjero y han conocido otros mundos con un nivel cultural más elevado...”. A estos hombres, “les dolerá todo, España y el cuerpo y el alma, y amarán, por debajo de todo, a esa España en carne viva, acaso más porque la sienten desgraciada”.
A Larra le inspira cada vez mayor pesimismo: “Aquí yace media España; murió de la otra media”. Su espíritu hipercrítico fustiga todo lo propio; el corazón le duele por la España desunida. ¿Hay solución? No; “aquí yace la esperanza”, muerta por sus tristezas.
Así como en el siglo XVIII la oposición a la crítica de los reformadores carece de efectividad por defender un casticismo muerto y por la abundancia de lastre de filosofía escolástica, ahora, el pensamiento liberal, bastante débil en sí mismo, encuentra enfrente dos personalidades poderosas. Balmes y Donoso Cortés, impulsados por la vena del renacimiento religioso y nacional, van a afirmar lo sustancial de la tradición católica española, tratando de modernizarla dentro de la ortodoxia, y a denunciar los peligros de disociación con que las nuevas doctrinas liberales y progresistas amenazan a la sociedad y a la cultura. La obra de Balmes tiene un carácter marcadamente filosófico. Donoso, en cambio, expresa sus ideas de un estilo apocalíptico, a veces lleno; otras, de un acento personal que no tiene continuadores en las generaciones siguientes, pero prepara el terreno para una fuerte reacción neocatólica.
Balmes vio, clarividente, las constantes históricas de la España de su tiempo, servido por su augusta serenidad espiritual. Vio clarividente las constantes históricas de España; ahondó en la médula de las pasadas instituciones y predijo el futuro curso de los acontecimientos, atento a las generaciones venideras. Con vigorosa hebra de filósofo de la Historia escruta el secreto de la vida hispánica, contemplándola con amor. Ni pesimista ni confiado, confió siempre en las cualidades de nuestro pueblo: cordura, sensatez, nobleza, energía, brío, grandeza de alma y generosidad. Balmes continúa la tradición política perdida entre nosotros y profesa el unitarismo profundo e integral que brilló con los Reyes Católicos. Donoso Cortés percibió igualmente, en su calidad de político, por ser teólogo, y de diplomático, por ser profeta; su obsesión eran también las constantes históricas, porque tenía la Historia en la médula.
Con la segunda mitad del siglo viene un cambio de perspectiva y tono. Hacia 1850 se transforma de nuevo la sociedad europea. El romanticismo ha perdido su vitalidad y deja de ser el modo dominante. El prodigioso adelanto de las ciencias particulares desplaza el centro de atención estimativa: se pasa al culto por la ciencia positiva, hacia una técnica que parece realizar maravillas. En España coincide esta época con la liquidación de la primera guerra carlista y el triunfo del sistema constitucional; se abre una etapa más estabilizada y los españoles empiezan a sentirse instalados después de tanta provisionalidad. Contemplan entonces a Europa y ven, frente a ella, su agricultura destruida, su atraso científico, su escasez de vida literaria y cultural y comienzan a sentirse rezagados, queriendo emprender una carrera apresurada, en busca del tiempo perdido.
El afán de compensar el retraso no deja hueco a una cuidadosa meditación y la preocupación por España deja de centrarse en cuestionar su esencia y concretarse en pesadumbre por el “tiempo perdido”, por su “atraso” presente y en el afán por hacerla “progresar”. Al tomar posición frente a la ideología positivista, las antiguas escisiones renacen en dos bandos: los ‘librepensadores’, hombres asomados a los avances de la ciencia, y los ‘creyentes’, que polemizan entre sí. Una actitud polémica llevan ambos a todas las interpretaciones que se fuerzan en interés de sus principios. Desde ella se enfocará la “decadencia” española, y no sólo las soluciones propuestas, sino la explicación de sus causas y aun la misma inquietud por España se tiñen de justificación de una ideología o ataque a la contraria.
3
LA POLÍTICA.
Característica de este siglo para España es la desviación del espíritu nacional. “Bajo la influencia extranjera y en particular francesa, perdió el alma española su unidad moral y aun su unidad intelectual, que en el reino del arte y en el del pensamiento habían creado obras sin par. Ideas exóticas la combaten, ideas que serán el fermento de las próximas revoluciones, que conmoverán durante todo el siglo XIX y los primeros años del XX la Península Ibérica.”
La ideología de las Cortes de Cádiz acerca de nuestra Historia está retratada en los insidiosos versos de Quintana en su oda ‘El panteón de El Escorial’, y se inspira en obras como las del canónigo Llorente, acerca de la Inquisición, llenas de innegable erudición, pero también de mala fe y apasionamiento manifiesto. Solamente Martínez Marina, el “Herculano de Castilla” trata de aunar los dos amores de su vida y busca en esas Cortes de imitación francesa unas raíces nacionales que basará en unas míticas “libertades castellanas”.
Esta desviación del espíritu nacional se manifiesta en dos sentimientos que, más o menos, anidaron en los directores de nuestras instituciones: una es la incomprensión de nuestro destino y de nuestro pasado; otra, el aborrecimiento de lo tradicional. Los políticos, los literatos, los –es un decir- filósofos de los siglos XVIII y XIX van todos uncidos al carro francés. De allí nos trajeron el enciclopedismo, el liberalismo y la falsa democracia, errores en sí mismos opuestos al carácter español.
Escribe el P. García Villada:
“España se ha perdido a sí misma. Aquel carácter caballeresco, viril, emprendedor, rectilíneo, ha sido sustituido por otro amanerado, ensayista, egoísta, voluble. Se vive de farsa y, lo que es peor, de trampa, en todos los órdenes de la vida pública y social; en la política, en la enseñanza, en el comercio, en la estimación de los valores y hasta en la religión. La mayoría de los directores del pueblo cambian como las estaciones del año; de demagogos furibundos pasan al campo del orden –entendido a su manera-, y de paladines de los principios más puramente tradicionales tórnanse acomodaticios y posibilistas. Y esta deformación del espíritu nacional se ha extendido a las masas, hoy monárquicas, mañana republicanas; hoy católicas, mañana anticlericales; hoy de derechas, mañana de izquierdas”.
Sólo hay dos ideas que, a través de estos vaivenes tendrán eficacia suficiente para retener dentro de sus cuadros a los españoles: el tradicionalismo y el socialismo. El tradicionalismo, que sostuvo dos guerras civiles por el ideal genuino español, a costa de su sangre, y el socialismo, también a costa de su sangre, propugnando la derrota del capitalismo.
Aparece también otra causa de nuestra decadencia: la pérdida del espíritu genuinamente religioso. Ni se conocen bien los dogmas de fe, ni se siente la religión y se subordina la religión al servicio de fines políticos, económicos y sociales.
4.
LA CULTURA
Escribe Menéndez Pelayo:
“El viento mortífero del siglo XVIII había ido agostando todos los renuevos de cultura indígena y seguíamos embobados tras de las huellas de los franceses, renegando los unos y olvidando los otros nuestro pasado, ansiosos de modelarnos por el ejemplo ajeno con no menor fidelidad que sigue el niño los renglones de la pauta que le presenta el maestro. Si algo quedaba de los antiguos métodos, había que buscarlos en universidades de segundo orden o en ignorados conventos. De aquí la medianía, la esterilidad, el aislamiento, la ineficacia. Moral y materialmente, estábamos hundidos y anonadados por el convencimiento en que habíamos caído de nuestra propia ignorancia, flaqueza y miseria, tras de lo cual había de venir forzosamente una asimilación indigesta de cultura extraña, quizá de tan ruin efecto como la decadencia propia. En esto no diferían mucho realistas y liberales, y es mero antojo y garrulidad periodística y oratoria poner de un lado la luz y de otro las sombras y llamar a boca llena “ominosas” a las dos temporadas de gobierno absoluto de Fernando VII, no ciertamente gloriosas ni apetecibles ni muy para lloradas, pero que de fijo nada perderán puestas en cotejo con las insensateces de entremés del año 20 ni con la misma regencia de Cristina.”
“Si la cultura de los ideales adolecía de exótica y superficial, la de los partidarios del antiguo régimen había llegado a tal extremo de penuria que en nada recordaban la gloriosa ciencia española de otras edades, ni podía aspirar por ningún título a ser continuadora suya. Todavía a principios del siglo se conservaban, especialmente en las Órdenes religiosas y en el seno de algunas Universidades, tradiciones venerables, aunque, por lo común, de puro escolasticismo; y en tal escuela se formaron algunos notables apologistas, férreos en el estilo, pero sólidos en la doctrina, superior con mucho en elevación metafísica a la filosofía carnal y plebeya del siglo XVIII, única que ellos tenían enfrente. Así lograron y merecen aplauso y buena memoria el sevillano P. Alvarado, el valenciano P. Vidal, el mallorquín P. Puigserver, y otros que aquí se omiten. Pero su obra resultó estéril en gran parte, por la sujeción al procedimiento escolástico... condenando de plano todo género de innovaciones... hasta en las enseñanzas físicas. Y como su estilo inculto, desaseado y macarrónico, no convidase a los hombres de buen gusto no solo sirvió para no convencer a los liberales, sino entre los realistas mismos hizo pocos prosélitos; siendo sustituido pronto y sin ninguna ventaja de la cultura nacional por traducciones atropelladas de aquellos elocuentes y peligrosos apologistas neocatólicos de la Restauración francesa (Chateaubriand, De Maistre, Lamennais)... Cuan grande fue el peligro dígalo el gran ejemplo de Donoso Cortés, que ni antes ni después de su conversión acertó a ser español en otra cosa que en el poder y magnificencia de su palabra deslumbradora, con cuyo regio manto revistió alternativamente ideas bien diversas, pero todas de purísimo origen francés, ora fuese en el inspirador Royer-Collard, ora Lamennais, De Maistre o Bonald.”
“Una sola excepción, pero tan grande y gloriosa que ella sólo basta para probar la perenne vitalidad del pensamiento español aun en los periodos menos favorables, nos ofrece Balmes, cuya elevada significación filosófica, apenas entrevista por sus contemporáneos, ha de crecer en el transcurso de los tiempos... El único libro filosófico español de la primera mitad del XIX... el único que puede compararse con las obras de nuestros grandes pensadores de otros tiempos o con los que entonces escribían en otras partes de Europa es la ‘Filosofía fundamental’, libro que precisamente por su originalidad no encontró favor entre los neoescolásticos... como si un sólo capítulo de Balmes no valiese más que todos los manuales que ellos han hecho. El Balmes metafísico no es inferior en nada al Balmes admirable de lógica práctica en ‘El Criterio’ o de filosofía de la Historia en ‘El protestantismo’. (Menéndez Pelayo: ‘Heterodoxos, VII)
A pesar de tantas y tan recias convulsiones como sufre el siglo, el desarrollo de la cultura española no se interrumpió. En el campo de la literatura, el romanticismo brotó como protesta contra la tiranía del clasicismo francés, proclamando la libertad en el arte literario y la fantasía creadora, sin más norma que el gusto y la belleza. La poesía lírica contó entre sus geniales cultivadores a Quintana, Zorrilla, Espronceda y Becquer. El teatro brilló con tres obras ejemplares: ‘Don Álvaro o la fuerza del sino’, del Duque de Rivas; ‘El Trovador’ de García Gutiérrez, y ‘Los amantes de Teruel’, de Hartzenbusch. Y, junto a ellos, Bretón de los Herreros, Ventura de la Vega, Gil y Zárate y López de Ayala.
En el arte de los primeros años del siglo, los cuadros de Goya intentan barrer los estigmas de la corrompida y endeble sociedad de su tiempo. Es Goya rebelde en el arte, en el pensamiento y en las ideas; sus únicas ternuras lo son en escenas populares de verbenas y de masas reidoras entregadas al placer de vivir. Mas cuando penetra en el decaído mundo circundante se transforma en el implacable psicólogo de sus terribles e irónicas pinturas y dibujos. Después de él descollaron Leonardo Alenza, los Madrazo, Mariano Fortuny, Eduardo Rosales, etc.
5.
Caracterizan este periodo, tan dispar y variado en sus manifestaciones humanas, los siguientes tipos:
El pueblo.
Porque los pueblos tienen espíritu, y el cuerpo, aun siendo desmedrado, puede albergar un alma valerosa y sublime, supo despertar de su apatía el espíritu español. En este siglo, la inminencia del peligro y el oprobio de la burla lo alzan y empujan; y surgiendo de las propias entrañas, a prueba de sacrificios y de dolores, forjó, heroico y vibrante, la epopeya de su liberación. Este pueblo, desamparado de sus reyes, viciados los cimientos de su vida, sin norte, sin disciplina, sin orientador, sólo cuenta al empezar la lucha con su firme voluntad de vencer. Lucha como puede y con las armas que su ingenio le dicta o la necesidad le impone. Cada español se transforma en un heroico soldado.
El guerrillero.
No se pierde esa tradición de España, aprendida en los primeros años de su historia con Indíbil y Mandonio, Indorcetes e Istolacio, y hasta el propio Viriato. Ocasión nueva trae nuevos guerrilleros dispuestos al clarinazo del Dos de Mayo: Juan Martín el Empecinado, el cura Merino, Espoz y Mina, Chapalangarra, acompañados de héroes como Palafox, Álvarez de Castro y demás. Otros guerrilleros en las luchas civiles: Zumalacárregui, el tigre de las Améscoas; Cabrera, el del Maestrazgo etc, enlazados en la tradición de la milenaria Celtiberia.
Puede caracterizársele como una actividad prodigiosa al servicio de caros ideales. Su gesta heroica le expone al peligro de la guerra, a la aspereza de la lucha, a las penalidades de las campañas, la falta de recursos y a la necesidad de superarse. Su voz enérgica será guión de los suyos y su aliento infunde valor a sus seguidores. Su táctica militar burla la de los mejores generales... Honrados porque viven por un ideal, patriotas frente a los malos aires extranjeros, y pobres que sólo dejan a su muerte “mujer e hijos, como únicos bienes poseídos”.
El general.
Tipo clásico del XIX: “Un general valiente y con campañas en las colonias que un día no está conforme con al política parlamentaria enredadora de Madrid. Y se subleva.”
Y así lo hacen Espartero y, otro día, Narváez. Y otro, O’Donnell, y otro, Prim para traer al rey Amadeo. Y otro día de 1874, el general Martínez Campos, en Sagunto... Al lado de éstos, otros generales héroes, como Palafox, Castaños, Álvarez de Castro, La Romana, Porlier. Todos gloria y dolor en la vida española.
El patriota.
No es el hombre exaltado que sale a la barricada o perora en el café, encendido en discusiones. Es el hombre público o el escondido, orador o escritor, sabio o erudito, que tiene el corazón henchido del gran amor a la Patria. Su idealismo es su aliento y se entrega a su estudio y su defensa con el ardor del viejo hidalgo quijotil cuando decía: “No peleo por la hacienda, que peleo por la honra”. Y ese idealismo, limpio de torpes ambiciones, fuente viva de sacrificios, está plasmado en hombres como Balmes, Donoso, Aparisi... Con su pensamiento, marcan una huella en la Historia de España levantando el espíritu nacional y haciendo la unión de todos los españoles de buena voluntad. Saben que la ciencia y la fe son dos buenas hermanas, que conducen al hombre por los caminos de la verdad.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
ALABANZA DE ESPAÑA.
METAFÍSICA DE ESPAÑA:
464
“Cuartel el mas occidental de Europa, encerrado por la naturaleza entre los Pirineos y los mares, divididas sus comarcas por profundos ríos y montañas elevadísimas, como delineadas y colocadas por la mano misma del grande artífice, parece fabricado su territorio para encerrar en sí otras tantas sociedades, otros tantos pueblos, otras tantas pequeñas naciones, que sin embargo han de amalgamarse en una sola y común nacionalidad que corresponda a los grandes límites que geográficamente le separan del resto de las otras grandes localidades europeas. La historia confirmará los fines de esta física organización.
...Grupos primero, tribus después, pueblos y naciones mas adelante, llegan a guerrear entre sí, o por la necesidad de ensancharse, o por incompatibilidad de intereses, o por rivalidades que siempre se suscitan entre vecinos pueblos, tratándose como extraños, y olvidándose al parecer de su común origen. Pero en medio de esta diversidad de tendencias y de genios, se conserva siempre un fondo de carácter común, que se mantiene inalterable al través de los siglos, que no bastan a extinguir ni guerras intestinas ni dominaciones extrañas, y que anuncia habrá de ser el lazo que unirá un día los habitantes del suelo español en una sola y gran familia, gobernada por un solo cetro, bajo una sola religión y un sola fe. Y cuando con el trascurso de los tiempos se cumple este destino providencial del pueblo español, entonces conservando España su fisonomía especial, se desarrolla su vida en orden inverso. Antes, al través del fraccionamiento y de la variedad manteníase vivo un fondo de carácter que recordaba la identidad del antiguo origen y hacía presagiar la unidad futura; después, en medio de la unidad conservan los pueblos sus especiales y primitivos hábitos, y con el recuerdo de lo que fueron, las tendencias al aislamiento pasado. Antes, la unidad en la variedad; después la variedad en la unidad. Pueblo siempre uno y múltiple, como su estructura geográfica, y cuya particular organización hace sobremanera complicada su historia, y no parecida a la de otra nación alguna...
El valor, primera virtud de los españoles, la tendencia al aislamiento, el instinto conservador y el apego a lo pasado, la confianza en su Dios y el amor a su religión, la constancia en los desastres y el sufrimiento en los infortunios, la bravura, la indisciplina, hija del orgullo y de la alta estima de sí mismo, esa especie de soberbia, que sin dejar de aprovechar alguna vez a la independencia colectiva, le perjudica comúnmente por arrastrar demasiado a la independencia individual, germen fecundo de acciones heroicas y temerarias, que así produce abundancia de intrépidos guerreros, como ocasiona la escasez de hábiles y entendidos generales, la sobriedad y la templanza, que conducen al desapego del trabajo, todas estas cualidades que se conservan siempre, hacen de España un pueblo singular que no puede ser juzgado por analogía. Escritores muy ilustrados han incurrido en errores graves y hecho de ella inexactos juicios, no imaginando que pudiera haber un pueblo cuyas condiciones de existencia fuesen casi siempre diferentes, muchas veces contrarias a las del resto de Europa...
Y no obstante, cuando este país, habitualmente inactivo, rompe su natural moderación, y rebosando vida y robustez se desborda con un arranque de impetuosidad desusada, entonces domina y sujeta otros pueblos sin que baste nada a resistirle, descubre y conquista mundos, aterra, admira, civiliza a su vez, para volver a encerrarse en sus antiguos límites, como los ríos que vuelven a su cauce después de haber fecundado en su desbordamiento dilatadas campiñas.”
MODESTO LAFUENTE (1806-1866), ‘Historia General de España’, 1850.
ELOGIO DE ESPAÑA:
465
“¿Qué era, decidme, la nación que un día
reina del mundo proclamó el destino,
la que a todas las zonas extendía
su cetro de oro y su blasón divino?
Volábase a Occidente,
y el vasto mar Atlántico sembrado
se hallaba de su gloria y su fortuna.
Do quiera España: en el preciado seno
de América, en el Asia, en los confines
del África, allí España. El soberano
vuelo de la atrevida fantasía
para abarcarla se cansaba en vano;
la tierra sus mineros le rendía,
sus perlas y coral el Oceano,
y dondequier que revolver sus olas
él intentase, a quebrantar su furia
siempre encontraba costas españolas.
...¡Salud, oh padres de la Patria mía’,
yo les diré, ‘salud’! La heroica España
de entre el estrago universal y horrores
levanta la cabeza ensangrentada,
y, vencedora de su mal destino,
vuelve a dar a la tierra amedrentada
su cetro de oro y su blasón divino”.
MANUEL JOSÉ QUINTANA (1772-1857), ‘A España después de la Revolución de Marzo’, 1808.
466
“...¡Lejos de mí la historia tentadora
De ajena tierra y religión profana!
Mi voz, mi corazón, mi fantasía
La gloria cantan de la Patria mía.
Venid, yo no hollaré con mis cantares
Del pueblo en que he nacido la creencia,
Respetaré su ley y sus aliares;
En su desgracia a par que en su opulencia
Celebraré su fuerza o sus azares,
Y, fiel ministro de la gaya ciencia,
Levantaré mi voz consoladora
Sobre las ruinas en que España llora.
¡Tierra de amor! ¡tesoro de memorias,
Grande, opulenta y vencedora un día,
Sembrada de recuerdos y de historias,
Y hollada asaz por la fortuna impía!
Yo cantaré tus olvidadas glorias;
Que en alas de la ardiente poesía
No aspiro a más laurel ni a más hazaña
Que a una sonrisa de mi dulce España.”
JOSÉ ZORRILLA (1817-1893), Introducción a los Cantos del Trovador’, 1840.
467
“Por lo que hace a nuestra España, ningún resplandor iguala al resplandor de su historia. Una provincia bastó para conquistar el Oriente: Cataluña. Una para conquistar a Nápoles: Aragón. Una para conquistar América: Castilla. Cuando esas varias provincias, en su dichosa conjunción, y bajo el cetro de los Reyes Católicos, dieron a luz a España, el mundo presenció un espectáculo que aun no habían presenciado las gentes: el espectáculo de tres grandes epopeyas, llevadas por unos mismos héroes y aun mismo tiempo a un felicísimo remate: la expulsión de los agarenos, la conquista de América y la sujeción de la Italia. Entonces sucedió que el pueblo español, no cabiendo dentro de sus límites naturales, se derramó como conquistador por el mundo; como se había derramado por el mundo como conquistador el pueblo romano. Todas las naciones civilizadas nos rindieron vasallaje: la Italia fue vencida; la Francia, humillada; la Alemania cayó bajo nuestro imperio; la Inglaterra, protegida por las tempestades, si no sujeta, quedó a lo menos turbada y temerosa. Los españoles pusieron sus fronteras en donde la civilización había levantado sus columnas.”
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘Las reformas de Pío IX’ 1847.
468
“España, tierra de antiguo renombre, tierra de maravillas y de misterios... España ocupó siempre un lugar considerable en mis sueños infantiles, y las cosas españolas me interesaban por modo especial... que me indujo en edad temprana a aprender su noble idioma, y a conocer su literatura, su historia y tradiciones, de modo que al entrar en España me sentí como en casa. En España pasé cinco años que, si no los más accidentados de mi vida, fueron, no vacilo en decirlo, los más felices de mi existencia. Y ahora que la ilusión se ha desvanecido para no volver jamás, siento por España una admiración ardiente; es el país más esplendido del mundo, probablemente el más fértil y con toda seguridad el de clima más hermoso. Si sus hijos son o no dignos de tal madre, es una cuestión distinta que no pretendo resolver; me contento en observar que entre muchas cosas lamentables y reprensibles he encontrado también muchas nobles y admirables...
El argumento más fuerte que, a mi parecer, puede aducirse como prueba del vigor y de los recursos naturales de España y de la buena ley del carácter de sus habitantes, es el hecho de que hoy día el país no se halle extenuado ni agotado, y que sus hijos sean aún un gran pueblo de muy levantados ánimos...
Diré de los españoles que ningún pueblo muestra en sus relaciones sociales un sentimiento más justo de lo que constituye la dignidad de la naturaleza humana, ni que entienda de mejor manera cuál debe ser la actitud de cada uno con relación con sus semejantes. España es una de las pocas tierras de Europa donde la pobreza no es tratada con menosprecio y, puede añadirse, donde el poderoso no está ciegamente erigido en ídolo”.
JORGE BORROW (1803-1881), ‘La Biblia en España’, 1843.
469
“Ya ves, aun permanezco en España; me inspira tanto interés este noble país y estas nobles gentes que, cuantas veces he formado el propósito de abandonarlo y he hecho los preparativos, otras tantas veces he aplazado mi partida”
WASHINGTON IRVING (1783-1859), ‘Cartas’.
ELOGIO DE LOS ESPAÑOLES:
470
“Yo creo, señores, y lo creo con envanecimiento, que ha habido en la tierra dos pueblos que han sido elegidos y predestinados; el pueblo judío y el pueblo español. Los que no crean la verdad de lo que digo, creerán las pruebas que voy a dar.
El pueblo judío fue el representante, el solo representante en la antigüedad de esta idea religiosa, de la unidad, de la espiritualidad de Dios entre los demás pueblos idólatras y materialistas; el pueblo español ha sido el representante del catolicismo entre los pueblos protestantes. El pueblo judío derramó su sangre por su fe en el Asia, y el pueblo español en las regiones de Europa y en el Continente americano. Véase si la semejanza no es cabal, si la semejanza no es cumplida, si la semejanza no es honrosa. Pues bien: yo pido al pueblo español lo que hizo el pueblo judío; el pueblo judío ha conservado intacta su fe a pesar de su dispersión, de su cautiverio; y yo pido que el pueblo español conserve intacta su fe a pesar de las revoluciones.”
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘Discurso sobre culto y clero’, 1845.
471
“Nací español; lo sabes por mi trato
franco y leal, y por mis nobles hechos;
que no hay en mi país doblez ni engaños
en palabras de nobles, ni en sus pechos
miras serviles, cábalas ni amaños.”
JOSÉ ZORRILLA (1817-1893), ‘Leyendas: La pasionaria’.
472
“Considero al pueblo español como al representante vivo de la Edad Media. Desconoce muchas pequeñas realidades por las cuales sus vecinos sienten una vanidad pueril; pero posee de una manera profunda las grandes verdades de la vida y tiene suficiente carácter e inteligencia para llevarlas a sus últimas consecuencias. El carácter español da un bello contraste con la dócil inteligencia francesa. Es duro, brusco, poco elegante; está lleno de orgullo salvaje y no se preocupa por la opinión de los demás: es exactamente el contraste que ofrece el siglo XV y el XVIII en Francia.
STENDHAL (1783-1842), ‘De l’amour’, cap. XVII.
HEROÍSMO DE LOS ESPAÑOLES:
473
“¿Cuál es la nación que no tiene sus héroes propios a quienes admirar y seguir? ¿Cuál la que no ha sufrido vicisitudes del bien al mal y del mal al bien, que es cuando se crían estos hombres extraordinarios? No lo será ciertamente aquel pueblo que alzó en las montañas septentrionales de España el estandarte de la independencia contra el ímpetu fanático de los árabes. Allí no sólo se mantiene libre de la opresión en que gime el resto de la Península, sino que, adquiriendo fuerzas y osadía, baja a derrocar a sus enemigos de la larga posesión en que estaban. Ningún auxilio, ningún apoyo en príncipe o gente alguna; dividido entre sí, ya por las particiones de los estados, imprudentemente establecidas por sus reyes, ya por las guerras que estos estados se hacían, verdaderamente civiles; al mismo tiempo nuevos diluvios de bárbaros que el África de cuando en cuando envía para reforzar a los antiguos; y todo esto junto mantiene la lucha por siete siglos enteros y forma una serie terrible de combates, de peligros y de victorias. Salen, en fin, los musulmanes de España, y entonces, a manera de fuego que comprimido violentamente rompe y se dilata a lo lejos en luz y en estallidos, se ve el español enseñorearse de la mitad de Europa, agitarla toda con su actividad ambiciosa, arrojarse a mares desconocidos e inmensos, y dar un nuevo Mundo a los hombres. Para hacer correr a una nación por un teatro tan vasto y desigual son necesarios sin duda caracteres enérgicos y osados, constancia a toda prueba, talentos extraordinarios, pechos capaces de la virtud y el vicio, pero en un grado heroico y sublime.”
MANUEL JOSÉ QUINTANA (1772-1857), ‘Vidas de los españoles célebres’, 1807.
VIRTUDES DE LOS ESPAÑOLES :
474
“Y no porque deje de haber en los españoles calidades y virtudes propias de los pueblos libres. Yo reconozco en ellos muchas dignas de alabanza; y largo tiempo antes de ahora discurriendo los dos sobre este punto, hallábamos, milord, que de todos los pueblos del continente, éste era acaso el más a propósito para recibir con fruto el germen de la libertad. Templado, frugal, sufridor de trabajo y de fatiga, grave, consecuente y algún tanto altivo, sujeto a un régimen y a unas leyes civiles que, si bien defectuosas por otro aspecto, no favorecen demasiado a las clases altas con degradación y vilipendio de las humildes; acostumbrado por más de un siglo a ver entregada la dirección de los grandes negocios del Estado a ministros sacados de la clase media y aun ínfima de la nación, era preciso esperar que recibiese sin repugnancia y se habituase gustoso a un sistema político análogo y consiguiente a tan bellas disposiciones.”
MANUEL JOSÉ QUINTANA (1772-1857), ‘Carta a Lord Holland’, 1823.
475
“El valor, primera virtud de los españoles, la tendencia al aislamiento, el instinto conservador y el apego a lo pasado, la confianza en su Dios y el amor a su religión, la constancia en los desastres y el sufrimiento en los infortunios, la bravura, la indisciplina, hija del orgullo y de la alta estima de sí mismo, esa especie de soberbia, que sin dejar de aprovechar alguna vez a la independencia colectiva, le perjudica comúnmente por arrastrar demasiado a la independencia individual, germen fecundo de acciones heroicas y temerarias, que así produce abundancia de intrépidos guerreros, como ocasiona la escasez de hábiles y entendidos generales, la sobriedad y la templanza, que conducen al desapego del trabajo; todas estas cualidades que se conservan siempre, hacen de la España un pueblo singular que no puede ser juzgado por analogía.”
MODESTO LAFUENTE (1806-1866), ‘Historia General de España’, 1850.
DOLOR POR ESPAÑA:
476
“¿Qué se hicieron tus muros torreados?
¡Oh mi patria querida!
¿Dónde fueron tus héroes esforzados,
tu espada no vencida?
¡Ay!, de tus hijos en la humilde frente
está el rubor grabado:
a sus ojos caídos tristemente
el llanto está agolpado.
Un tiempo España fue: cien héroes fueron
en tiempos de ventura,
y las naciones tímidas la vieron
vistosa en hermosura.
Cual cedro que en el Líbano se ostenta,
su frente se elevaba;
como el trueno a la virgen amedrenta,
su voz las aterraba.
Mas ora, como piedra en el desierto,
yaces desamparada,
y el justo desgraciado vaga incierto
allá en tierra apartada.
Cubren su antigua pompa y poderío
pobre yerba y arena,
y el enemigo que tembló a su brío
burla y goza en su pena.
Vírgenes, destrenzad la cabellera
y dadla al vago viento:
acompañad con arpa lastimera
mi lúgubre lamento.
Desterrados ¡oh Dios!, de nuestros lares,
lloremos duelo tanto:
¿quién calmará ¡oh España!, tus pesares?,
¿quién secará tu llanto?”
JOSÉ DE ESPRONCEDA (1808-1842) ‘A la Patria’.
477
“O España mía, Madre idolatrada,
¡Ay cual te veo trémula y llorosa!
Dime ¿qué fue de tu brillante Armada?
¿Qué fue de esa opulencia tan colmada
Que el inmenso tesoro
Hundía al peso de tu plata y oro?
¿Qué fue de tantos ínclitos varones,
En sucesión gloriosa,
Pasmo, envidia y pavor de mil naciones?...
Ya Lerma, ya Olivares,
Ya Godoy, ya José, mil viles entes
De nombres y de bandos diferentes,
Con signo atroz de trágicos azares,
Tu lozana pujanza mancillaron
Y tu fecundo seno desgarraron.
¡Ay exánime esclava, en paz y en guerra,
De la insaciable y bárbara Inglaterra,
Tras ensayos sin fin, nunca el sendero,
Sabes hollar de tu nivel certero!
En perpetuo vaivén, víctima ansiosa
De sed avara o de ambición rabiosa,
En giro sempiterno
De loco, absurdo y ciego desgobierno,
La vocinglera y criminal comparsa
Pregonando sin fin felicidades
De bárbaras soñadas teorías,
Y en tropel redoblando realidades
De incesantes y horrendas demasías.”
JOSÉ MOR DE FUENTES (1762-1848), ‘Isabel II’, 1843.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS.
HOMBRES:
DIGNIDAD DEL HOMBRE:
478
“Antes que Pascal lo dijese con elocuencia sobrehumana, ya sabía el hombre en qué consistía su nobleza y su grandeza. El hombre es más noble que el mundo, porque el mundo no piensa y él piensa; y es más grande, porque ha de vivir después de acabado el mundo. Como el cielo se levanta sobre la tierra, así es mayor que el cuerpo que siente el espíritu que piensa. Quitad del mundo al hombre, ¿quién sabe en él de Dios? Esas flores se entreabren y esos astros resplandecen, mas ignoran para quién dan su luz o exhalan su perfume. Son los mudos e insensibles adornos de un templo magnífico; ¿pero que es del templo si falta el sacerdote?”
ANTONIO APARISI Y GUIJARRO (1815-1872). ‘Obras completas’.
LIBERTAD DEL HOMBRE:
479
“La virtud en el hombre es fuerza; y si, apoyado en la virtud, el hombre subyuga sus pasiones y reina o gobierna su razón ilustrada por un consejero divino, aquel hombre es libre. De hombres honrados y de pueblos sobrios y virtuosos se hacen pueblos libres; pero de hombres o pueblos en quienes cunde el libertinaje del espíritu o el espíritu desenfrenado de goces materiales –haced las Constituciones que queráis-, no haréis más que pueblos turbulentos o esclavos.”
ANTONIO APARISI Y GUIJARRO (1815-1872). ‘Obras completas’.
SENTIMIENTOS POLÍTICOS DEL PUEBLO ESPAÑOL:
480
“El pueblo español es todavía religioso gobernable; aun, por consiguiente, gobernable. Si un gran gobierno se dirigiera a él, hablándole la lengua que él entiende, el pueblo español le contestaría. Acordaos de las palabras del sr. Permanyer: ‘La mayoría del pueblo español no pertenece a ninguna bandería: conserva como un fuego sagrado los principios y sentimientos de sus padres’. Pero también ha dicho el ilustre amigo que ese pueblo español está atesorando desengaños, por eso le veis apartado de nosotros, indiferente adverso. Esta es la verdad; quien os diga lo contrario os engaña; la mayoría del país no ama este sistema tal como se usa; ama las Cortes; le es grato ese nombre, que lo fue a sus mayores, .... pero no gusta de que los diputados vengan aquí a traer sus pasiones y sus odios... España lo que quiere es “verdad, justicia y economía”, quiere obras buenas y no palabras vanas.”
ANTONIO APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Contestación al discurso de la Corona’, 1863.
ESPÍRITU TRADICIONAL DE ESPAÑA:
481
“Yo deseo conservar lo que nos queda de aquellos tiempos, lo único que nos queda, aunque mermado y entibiado, el espíritu religioso y monárquico que esforzó a la gente española en la gran jornada de los siete siglos, desde una cueva oscura [Covadonga] hasta Granada la imperial; que paseó después por todos los ámbitos del mundo la bandera española, que atravesó por fin las soledades del Océano, y encontró, conquistó y civilizó un mundo nuevo”.
ANTONIO APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Contestación al discurso de la Corona’, 1863.
482
¿Qué harían nuestros padres, los del siglo XV o XVI, si resucitaran en el siglo XIX y vieran, de una parte, los estragos de una revolución loca, que no reformó sino destruyó, y se encontrasen, de otra, con el libro y el periódico, el ferrocarril y el telégrafo...? Restaurarían, en cuanto fuera posible, la obra de los siglos, pero ‘acomodándola a las verdaderas necesidades, a las legítimas aspiraciones y hasta al gusto del presente’. Sólo así es hacedero formar una obra vividora, y reanudando la tradición se tiene Patria. El altar siempre es el mismo; los adornos del altar varían al compás de los tiempos. en los presentes, como en los pasados, se puede y debe escribir en la bandera de España: ‘Dios, Patria y Rey’.
ANTONIO APARISI Y GUIJARRO, ‘Restauración’, 1872.
INDEPENDENCIA ESPAÑOLA:
483
“No es éste tiempo de estarse con los brazos cruzados el que puede empuñar la lanza, ni con la lengua pegada al paladar el que puede usar el don de la palabra para instruir y alentar a sus compatriotas. Nuestra preciosísima libertad está amenazada, la patria corre peligro y pide defensores: desde hoy todos somos soldados, los unos con la espada y los otros con la pluma. Ya vino el día en que pueden salir del pellejo los corazones y puedo yo añadir que he llegado dichosamente a la época de mi edad en que el hombre de bien y el buen ciudadano, ni por esperanza de mejor fortuna, ni por temor de la muerte, debe hacer traición a su conciencia. ¿Qué diría de mí la patria? ¿Qué pensarían los buenos y los malos de mi silencio? ¡Yo mudo ahora! ¡Yo, que hace tantos años que no he empleado la pluma y mi celo sino en honra y gloria de mi nación, ahora sin dar señales de vida en el momento en que el enemigo de la Europa maquina su esclavitud o su desolación! ¡Manos a las armas y Dios bendiga la noble intención de tan santa empresa!
Con esta guerra volveremos a ser españoles rancios a pesar de la insensata currutaquería, esto es, volveremos a ser valientes, formales y graves. Tendremos patria, la amaremos y defenderemos... Tendremos costumbres nuestras, aquellas que nos hicieron inconquistables a las armas y a la política extranjera. Cantaremos nuestras jácaras, bailaremos nuestras danzas, vestiremos nuestro antiguo traje. Los que se llaman caballeros montarán nobles caballos, en vez de tocar el fortepiano y de representar caseros dramas sentimentales apestando a francés. Volveremos a hablar la castiza lengua de nuestros abuelos, que andaba mendigando ya, en medio de tanta riqueza, remiendos de jerga galicana. Nuestra lengua volverá a ser de moda cuando el ingenio y seso de los españoles produzca obras dignas de la posteridad, y cuando la moral y la política, cuya jurisdicción vamos a fijar, salgan en traje y lenguaje castellano.
¡Oh, incautos españoles! Aún creo que no habéis temido todo lo que podríais temer de las inicuas ideas de Bonaparte, hecho dueño de España. Preveíais éstos y los otros trastornos, contribuciones, conscripciones, abolición de vuestras leyes, ruina de vuestra santa Religión, pérdida de las Américas, etc., etc. Pero, ¿estabais seguros de que no había de poner la España por el modelo de los demás países que domina mediata o inmediatamente? ¿Estabais seguros de que, tomando en todo por pauta a su organizada Francia, no os dividiría en departamentos, distritos, prefecturas, etc., quitando el nombre y la existencia política a vuestras provincias y acaso el nombre mismo de España, imponiéndola el de Iberia o Hesperia, según la manía pedantesca de sus transformaciones, para que así nuestros nietos no se acordasen de qué país fueron sus abuelos?
¡Españoles ilustres, provincias que os honráis con este timbre glorioso y que juntas formáis la potencia española y que, reduciendo vuestras voluntades en una sola, haréis para siempre invencible la fuerza nacional: unión, fraternidad y constancia!
ANTONIO CAPMANY (1742-1813), ‘Centinela contra franceses’, 1808.
484
“Venid, vencedores, de la Patria honor, recibid el premio de tanto valor.
Tomad los laureles que habéis merecido, los que os han rendido Moncey y Dupont.
Vosotros, que fieles habéis acudido al primer gemido de nuestra opresión.
Venganza os llamaba de sangre inocente, alzasteis la frente que jamás temió.
Y al veros, los dueños de tantas conquistas huyen como aristas que el viento arrolló.
Vos de una mirada que echasteis al cielo parasteis el vuelo del Águila audaz;
Y al polvo arrojasteis con iras bizarras las alas y garras del ave rapaz.
Llegad ya, provincias, que valéis naciones, ya vuestros pendones deslumbran al sol:
pálido el tirano tiembla, y sus legiones muerden los terrones del suelo español.
¡Oh, qué hermosos vienen! ¡Su porte, cuán fiero!
¡Cuál suena el acero! ¡Cuál brilla el arnés!
Estos son guerreros valientes y bravos, y no los esclavos del yugo francés.
Funesto es el día, francés orgulloso, y el campo ominoso que pisas también:
la sombra de Alfonso, con iras más bravas, su gloria en las Navas defiende en Bailén.
¡Oh, cuán claros veo brillar en sus ojos los fieros enojos que van a vengar!
¡Oh, cuánto trofeo que ganó su espada, verá consolada la Patria en su altar!
¡Oh Patria, respira de males prolijos, descansa en los hijos que el cielo te dio! ni temas que el arte falte a su fortuna: soldados la cuna naciendo los vio.
Tiempo es ya que altiva la frente levantes, pues llegan triunfantes los hijos del Cid.
Venid, vencedores, columnas de honor,
la Patria os da el premio de tanto valor.”
JUAN BAUTISTA ARRIAZA (1770-1837), ‘Himno de la Victoria’.
485
“Luego se levantó del mar de la gran masa del Pirineo, cuya azulada mole, coronada de brumas, despertó en mi alma recuerdos inmortales... ¡Aquél era el perpetuo antemural de España, que no pudieron borrar los más insignes conquistadores! El poema de nuestra independencia, escrito con sangre de cien generaciones, acudió, pues, a mi memoria... ¡Cuántas veces... cuántas, vinieron sobre nuestra tierra, ya por el Septentrión, ya por el Mediodía, verdaderas inundaciones de guerreros amenazando sumergirnos! ¡Y qué lucha de titanes la nuestra por defender la nacionalidad y el nombre de los españoles, ora contra los Escipiones, ora contra Yusuf, ora contra Carlomagno, ora contra Bonaparte!... ¡Ni un sólo día transigimos con el extranjero! ¡Ni uno sólo yació en ocio nuestra espada!”
PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN (1833-1891), ‘De Madrid a Nápoles’, 1861.
486
“Gran cosa, altísima faena fue; pero aun se puede decir más: Napoleón en Europa solo había encontrado ejércitos; en España fue donde encontró un pueblo, y para decir en pocas palabras cuán grande era este pueblo, basta decir que no hizo caso de Napoleón. La frase es vulgar y por eso es más sublime. ¡Oh! ¡Y cómo gozo yo cuando pienso en Valencia y lo que pasó en Valencia, en que un vendedor de pajuelas, subido en hombros de otro valenciano, en medio de la plebe congregada dijo estas grandes palabras: ‘El vendedor de pajuelas declara la guerra a Napoleón Bonaparte’. Admirad, señores, estas palabras; entre nosotros hasta los más humildes tenían algo de reyes; el pueblo español, con el romano, llevó sólo en su frente cierto sello real: ‘Populum late Regem’.
ANTONIO APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Contestación al discurso de la Corona’, 1863.
SENTIDO PROVIDENCIALISTA:
487
“Oh, Dios mío! ¿Qué gran pecado ha cometido el pueblo español en sus días de prosperidad y de grandeza, que así concitas contra él los elementos cuando la fuerza de los hombres no es bastante a contenerlo en el camino de la gloria? ¿Por qué estorbas su regeneración? ¿Por qué le impides levantarse del polvo donde le hundió tu ira hace tres centurias? ¡Oh, Señor! En la tribulación que sufrimos reconozco la mano omnipotente que sepultó en los mares aquella escuadra Invencible, cuyo armamento difundiera el terror por toda Europa. ¡Tremendo fue nuestro castigo en aquellos días! Pero dese ya tu justicia por satisfecha. ¡Gracia, Señor! ¡Misericordia! ¡Aplaca tu cólera! ¡No nos tornes a la nada! ¡Mira que nuestra penitencia ha sido larga, dolorosa, áspera como el más duro cilicio! ¡Mira que hemos llevado la corona y el cetro de la ignominia durante trescientos años! ¡Mira que todos los pueblos que antes nos rendían pleito homenaje, nos han escarnecido, nos han befado, nos han dado a probar la hiel y el vinagre más acerbos!... ¡Señor, piedad para España! ¡Piedad para tus hijos! ¡Piedad para tus soldados!”
PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN (1833-1891), ‘Diario de la Guerra de África’, 1859.
LIBERTAD:
488
“El nombre del libertad parece condenado a ser mal comprendido en todas
sus aplicaciones, desde que se apoderaron de él los protestantes y los falsos
filósofos. En el orden religioso, en el moral, en el social, en el político, anda
envuelto en tales tinieblas, que bien se descubre cuánto se ha trabajado para
oscurecerle y falsearle. Cicerón dio una admirable definición de la libertad,
cuando dijo que consistía en ser esclavo de la ley; de la propia suerte puede
decirse que la libertad del entendimiento consiste en ser esclavo de la verdad,
la libertad de la voluntad en ser esclavo de la virtud; trastornad ese orden y
matáis la libertad.
Quitad la ley, entronizáis la fuerza; quitad la verdad, entronizáis el error;
quitad la virtud, entronizáis el vicio. Sustraed el mundo a la ley eterna, a esa ley
que abarca al hombre y a la sociedad, que se extiende a todos los órdenes, que
es la razón divina aplicada a las criaturas racionales; buscad fuera de ese
inmenso desculo una libertad imaginaria, nada queda en la sociedad sino el
dominio de la fuerza bruta, y en el hombre el imperio de las pasiones: en uno y
otro la tiranía, por consiguiente la esclavitud.”
JAIME BALMES, ‘El protestantismo comparado con el catolicismo’, 1842.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS.
IDEAS.
a) ESPIRITUALES:
RELIGIÓN:
489
“Repetidas veces hemos aseverado que la inmensa mayoría de los españoles conservan aún intacto el sagrado depósito de la religión católica, a pesar de los trastornos de la revolución, de los esfuerzos de la incredulidad y de las asechanzas del protestantismo. Y cada día que pasa nos afirma en esta convicción; cada suceso de importancia que sobreviene nos pone más clara la verdad; cuanto más azarosas son las circunstancias y más críticas las situaciones, tanto más se pone de manifiesto que la nación española trabajada por medio de siglos de guerras y revueltas, no ha perdido todavía su religiosidad proverbial.”
JAIME BALMES (1810-1848), ‘Escritos políticos’.
490
“Arraigar profundamente la religión y la buena moral, he aquí el primer paso para prevenir las revueltas y la desorganización; cuando aquellos sagrados objetos predominan en los corazones, no debe causar recelo la mayor o menor latitud de las opiniones políticas. ¿Qué confianza puede fundar un Gobierno en un hombre que las profese altamente monárquicas, si con éstas reúne la impiedad? Quien niega al mismo Dios sus derechos, ¿pensáis que respetará los de los reyes de la tierra?...
Es preciso grabar profundamente en el ánimo estas verdades: los daños de la sociedad no dimanan principalmente de las ideas y principios políticos; la raíz del mal está en la irreligión, y si ésta no se ataja, será inútil que se proclamen los principios monárquicos más rígidos.”
JAIME BALMES, ‘El protestantismo comparado con el catolicismo’, 1842.
491
“Las ideas y sentimientos religiosos han tenido en España, de mucho tiempo atrás, un carácter sumamente belicoso. La causa no es difícil adivinarla; por espacio de ocho siglos la religión estuvo en lucha material contra el islamismo... En los últimos tres siglos, el catolicismo de los españoles se halló durante mucho tiempo en actitud guerrera... De aquí ha resultado esa propensión a fiar el éxito de la causa a los trances de las armas y a temer que la religión se hundía si los que la sostenían eran vencidos en el campo de batalla. Esto, que en ciertas circunstancias ha producido un gran bien, conservando nuestra independencia y los hábitos de nacionalidad, ha desaparecido ahora en gran parte, prevaleciendo los medios intelectuales y morales”
JAIME BALMES, ‘Obras completas, XXV”.
492
“¡Oh religión consoladora y bella,
Feliz mil veces quien a ti se acoge
Y el norte sigue de tu fija estrella,
Y tu divina luz constante adora!
Que en la fiera borrasca asoladora
De esta vida de llanto y de pesares,
Nunca extraviado perderá la huella
Del más allá que empieza en los altares.
Sí, misteriosa religión: tú tienes
Consuelos para el triste, y alegrías
Para quien cuenta sus tranquilos días
Por ventura y bienes.
Tú tienes el azote del malvado,
La corona del justo,
La palma de la virgen inocente;
Y esperanza del náufrago postrado,
Y ánimo del soberbio delincuente
Siempre se ve brillar allá en la altura
El vivo lampo de la lumbre pura.”
JOSÉ ZORRILLA, ‘Leyenda de Margarita la Tornera’, 1840.
CATOLICISMO:
493
“Declaro que desde mi primera edad y por todo el curso de mi vida he profesado y actualmente profeso, con sincera y constante fe, la Santa Religión Católica, Apostólica, Romana, creyendo, como firmemente creo y confieso, todos los dogmas y artículos que su Santa Iglesia tiene y confiesa; y que es mi deseo, así como he nacido y vivido, permanecer y morir en su santo gremio, y en la Comunión de los fieles que la profesan, a cuyo fin imploro también la protección e intercesión de la bendita Virgen María, Madre de Dios y protectora de los hombres, para con su Hijo Santísimo Jesucristo, mi Señor Piadoso Redentor, en cuya intercesión confío, por el mérito e infinito valor de su preciosa sangre, lavando las manchas de mi alma, le abrirá las puertas del Cielo, para que goce de la presencia divina en la eterna bienaventuranza”
GASPAR M. DE JOVELLANOS (1744-1811), ‘Testamento de Bellver’, 1807.
494
“Todas las grandes cuestiones que ha habido en el mundo, todas las que pueda haber sobre el hombre y la sociedad (insolubles ante la sabiduría humana) todas han sido y serán solubles ante el principio católico, porque este principio es la sabiduría de Dios; porque tiene más allá de este lugar en que peregrinamos una patria mejor; porque declara sagrada la autoridad y al propio tiempo noble la obediencia; porque infunde en los poderosos misericordia y en los pequeños resignación; porque asegura el cumplimiento de todos los derechos con el cumplimiento de todas las obligaciones, y así puede dar, y ha dado al mundo, pueblos sumisos y gobernantes benignos y justicieros”.
A. APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Contestación al discurso de la Corona’, 1863.
495
“Si el pueblo español es verdaderamente católico, sin necesidad de Constituciones será libre; pero si es descreído, si cunde en él el libertinaje de espíritu que desprecia la autoridad, si crece el desenfrenado apetito a los goces de la materia, en este caso perdáis vuestro tiempo. ¡Oh filósofos! ¡Oh legisladores! Me río de vuestras leyes: podréis hacer leyes, pero no podréis hacer costumbres; y sin costumbres, ¿no son vanas las leyes? Y sin leyes respetadas, ¿no es imposible la libertad?”
A. APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Discurso parlamentario’, 1861.
LA IGLESIA:
496
“La Iglesia ha hecho esta Europa y por eso es la primera sobre todas las partes del mundo, y se levanta sobre todas como el cielo sobre la tierra; la Iglesia ha hecho especialmente esta España, y por eso España es el pueblo que más grandes cosas y maravillas he obrado debajo del Cielo”.
A. APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Discurso sobre el proyecto de ley electoral’, 1865.
497
“¡Oh, qué delicadeza y qué grandiosidad a un propio tiempo en todas estas sagradas alegorías! ¡Qué abismo de ternura en todos los ritos de la Religión católica! ... Los que así no lo proclaman no han visto por dentro el ceremonial de nuestras catedrales y basílicas, sino por fuera, como cerrado libro, como plegada flor, como callada esfinge. Podrán haber oído, por ejemplo, la música de los salmos; pero no han entendido la letra; pero no se han penetrado de su espíritu. Tienen ojos y no ven; tienen oídos y no oyen”
PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN (1833-1891), ‘La Alpujarra, 1873.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS.
IDEAS.
a) POLÍTICAS:
UNIDAD DE ESPAÑA:
498
“Dad unidad a España, extinguid las discordias que enloquecen a sus hijos, y España volverá a ser lo que fue en la guerra de la Independencia, lo que fue en tiempo de los Reyes Católicos, lo que fue en tiempos de Carlos I, lo que fue en tiempos de Felipe II. Dad unidad a España, y tremolarán en Lisboa los pendones de Castilla y se derramarán por el mar de ella conocido las naves castellanas y ceñiremos con nuestros brazos al África.”
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘Las reformas de Pío IX’, 1847.
499
“Por lo demás, yo creo que... ningún partido, está predestinado por el querer del cielo... a guiar al pueblo español con su bandera a esa tierra apetecida. No, señores; ni la bandera de ese partido ni la de ningún otro puede cubrirnos a todos; es necesario que se levante la bandera española y que, desplegándola a los aires, nos cubra a todos los españoles; la bandera española, alumbrada por los rayos del sol de las Navas, del sol de San Quintín, del sol de Bailén y del sol también de África en la última gloriosísima campaña.”
A. APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Discurso de proyecto de contestación al de la Corona’, 1863.
500
“Yo soy español; yo me llamo sólo español, y no estoy solo. No lo estoy, porque uno de nuestros individuos, noble corazón y talento esclarecido, lo dijo con gran elocuencia. Oíd estas palabras: ‘La nación, el país, no pertenece a ninguna de esas fracciones... se ha mantenido siempre el mismo, pero atesorando siempre grandes desengaños, siempre conservando sus nobles y generosos instintos, y guardando en el fondo de su alma, como un fuego sagrado, el amor a las antiguas y veneradas tradiciones.”
A. APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Discurso de proyecto de contestación al de la Corona’, 1863.
501
“No, no podemos despedirnos para siempre de la esperanza. Españoles y católicos, sabemos que una palabra de Dios hace brotar luz del caos; españoles y católicos, no creemos que esté condenada para siempre esta tierra de España, tierra de santos y de héroes; españoles y católicos, no olvidaremos nunca que Dios a nuestros padres, que fueron pecadores, les salvó en Covadonga y al fin los coronó sobre las torres de Granada”.
A. APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Discurso de contestación al de la Corona’, 1865.
502
“Pero un pueblo no muere; España no puede morir; recordando las palabras de Chateaubriand, no creeré jamás que escribo sobre el sepulcro de España. He consultado a oráculos que no mienten, y la que en todos tiempos ha sido predilecta de Dios y brazo derecho de la Cristiandad... no morirá”
A. APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘El rey de España’, 1869.
AMOR A ESPAÑA:
503
“¡He aquí ya la noche y todo sigue lo mismo! ¡Ah, yo no he sabido hasta hoy cuánto amaba a España! ¡Me ha sido menester verla en tan supremo trance, expuesta a perder en una hora el fruto de tantos sacrificios, para conocer la intensidad de aquel vago afecto, negado por algunos filósofos, que se denomina amor patrio! ¡He necesitado ver a la nación en riesgo inminente de ser vencida, humillada, desacreditada por muchos años, para comprender que el individuo y la familia son accidentes secundarios e indignos de atención, cuando se trata de esa entidad sagrada, que muchos han llamado convencional y gratuita, y que yo proclamo legítimamente providencial, eterna, como las leyes naturales, como los instintos del corazón!
PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN (1833-1891), ‘Diario de la Guerra de África’, 1859.
LA PATRIA:
504
“Mas a pesar de lo natural y común que es en todos los hombres este sentimiento patriótico, parece haber épocas en que con mayor satisfacción y vanagloria se complace uno en revestirse y hacer alarde de la divisa de su Patria; y son aquellas en que en virtud de circunstancias políticas y extraordinarias resplandecen con mas energía las cualidades mas hermosas del carácter nacional. Tales son las que en el día mantienen arrebatada la atención de la Europa hacia la Península española; asaltada y sorprendida, pero de ningún modo rendida ni esclavizada, por un enemigo alevoso, y tan terrible al mismo tiempo que con menos astucia y fuerza había logrado someter á su dominio las naciones mas belicosas del continente...
Basta haber heredado una sola gota de sangre española para inflamarse en la satisfacción de pertenecer a una nación, única en el atrevimiento de oponer a la usurpación los brazos desnudos de todas armas, y que por el largo espacio de tan desigual contienda hace palpables a la incredulidad de este siglo fenómenos de heroísmo que de los antiguos nos muestran con desconfianza las páginas de la Historia...
Rayar en lo extraordinario ha sido siempre atributo peculiar de la bizarría española. Y así como en aquellos días de nuestro antiguo esplendor, y delante del carro en que llevábamos victoriosos por la Europa los derechos de nuestro Soberano, hicimos doblar la rodilla a los landgraves, electores y monarcas de los mismos pueblos que ahora componen los ejércitos de Bonaparte; mientras que por otro lado sorprendíamos la expectación de los sabios añadiendo a su conocimiento una nueva parte del Globo, donde con pocos pero valerosos medios extendimos la dominación, que hizo a tantos pueblos partícipes de las luces y civilización europea; del mismo modo, en los días de nuestro reposo político o decadencia, conserva nuestra reacción el mismo carácter de singularidad: y sola la España en el conjunto de tantas gentes oprimidas no necesitó de impulso ni dirección de parte de gobierno alguno; sino que por unánime clamor de cada provincia, cada ciudad, y cada individuo español se opone, resiste, pelea, y deberá vencer sin duda.”
JUAN B. ARRIAZA (1770-1837), ‘Poesías patrióticas’. Discurso preliminar, 1810.
505
“-Veremundo:
¡Admirable constancia! Mas, Pelayo,
¿te sostendrás tú solo? ¿A quién consagras
tan heroico valor, tanto denuedo?
No hay ya España, no hay Patria.
¡No hay ya Patria!
pernicioso el tesón. Si estando entero
contra el fiero rigor de esta avenida
no pudo sostenerse nuestro imperio;
-Pelayo:
¡Y vos me lo decís!... Sin duda el hielo
de la vejez que tímida os agobia
¡No hay Patria! Para aquellos que el sosiego
y os hace hablar cual hablan los cobardes.
inspira esos humildes sentimientos,
compran con servidumbre y con oprobios;
para los que en su infame abatimiento
profanado será
que los que en Guadalete se rindieron.
¡No hay Patria, Veremundo! ¿No la lleva
todo buen español dentro en su pecho?
Ella en el mío sin cesar respira:
la augusta religión de mis abuelos,
sus costumbres, su hablar, sus santas leyes
tienen aquí un altar que en ningún tiempo
más vilmente a los árabes la venden”.
MANUEL JOSÉ QUINTANA (1772-1857), ‘Pelayo’, 1805.
506
“La defensa de la Patria es una obligación sagrada que no se puede violar sin hacerse reo, y cuyo cumplimiento es una virtud que consagra la religión. Ningún miembro de la sociedad debe faltar a ella, y mientras unos la defienden con la espada, otros deben defenderla con la pluma y con la exhortación pública y privada”.
FR. JOSÉ DE LA CANAL, O.A., 1808
507
“Yo no sigo un partido; sigo la santa y justa causa que sostiene mi Patria, que unánimemente adoptamos los que recibimos de su mano el augusto encargo de defenderla y regirla, y que todos habemos jurado seguir y sostener a costa de nuestras vidas. No lidiamos, como pretendéis, por la Inquisición ni por soñadas preocupaciones, ni por el interés de los grandes de España; lidiamos por los preciosos derechos de nuestro rey, nuestra religión, nuestra constitución y nuestra independencia”
G. M. DE JOVELLANOS (1744-1811), ‘Apéndices a la memoria en defensa de la Junta Central’ (1811)
508
“La patria trocarán de los valientes.
Hijo de mi ternura, en ígneas letras,
Allá sobre los cielos esplendentes,
El nombre escrito está de Zaragoza,
Y el de Numancia allí, y el de Sagunto.
Mil siglos volarán sobre sus ruinas;
Se hundirán los tiranos y sus tronos;
Morirán astros; finarán imperios;
Eterno, empero, su renombre y gloria,
Durará, a par del mundo, su memoria.
Y la tuya también: grato el destino
Correr me ha concedido, ante tus ojos,
El velo diamantino
Que cubre el porvenir. Gemirá España
En congojoso afán; hijos y hermanos
Con sangre regarán el patrio suelo;
Que nunca, dilo al mundo, nunca el cielo
Dejó impune el sufrir a los tiranos.
Mas no feroz el déspota del Sena
Aherrojará sus inocentes manos;
Ni atará al carro a la nación que un día
Tierra y mar abarcaba, ambas regía.
Así plugo a los hados: Zaragoza
Caerá en expiación; y de sus ruinas
Se alzará sobre el trono refulgente
La libertad de la española gente.”
F. MARTÍNEZ DE LA ROSA, (1787-1862) ‘Zaragoza’, 1811.
509
“¡España! ¡Siempre España! Hubo un tiempo, cuando yo la daba de filósofo y de esprit fort, en que solía decir impíamente: ‘Las fronteras son una iniquidad inventada por los conquistadores y por los déspotas; toda la tierra es la patria de todos los hombres; las demarcaciones o delimitaciones que separan a un Estado de otro no son sino convenciones tiránicas que anulará la civilización’. Y leí libros y periódicos que discurrían de igual manera... ¡Oh! Los que así pensáis todavía, salid de vuestra Patria, recorred ajenas ciudades, estudiad extrañas costumbres y veréis y sentiréis que la Patria existe; que cada hombre tiene una Patria como tiene una madre, y que esa Patria y esa madre no se puede reemplazar con otra.”
PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN (1833-1891), ‘De Madrid a Nápoles’, 1861.
ODIO AL INVASOR:
510
“...PATRIOTA.
-Padre Jaraves, sí; ya me hago cargo;
Y, aunque novicio renegado, veo
Que os portáis como antiguo corifeo
En el arte al francés tan productiva
De volver la verdad patas arriba.
Ya estáis pronto a probar con suficiencia
Que la razón de ayer, hoy es demencia.
¡No disteis mala vuelta a la sotana!
Quien os oyó en sermón de ayer mañana
Por Fernando inflamar el patriotismo,
Hoy es por Pepe, y peroráis lo mismo.
Ayer para escribir lo que se piensa
Clamó esa voz por libertad de prensa;
Y hoy querréis que se quite hasta el tintero
Al que no escriba por José primero.-
EMISARIO.
-Y con mucha razón: mudanza es esa
Que en mí operó el placer de la sorpresa.
Pues cuando yo esperé, por las pinturas
De los que al fin le habrán mirado a obscuras,
Ver un Rey tuerto, y fiero cual vestiglo,
Me hallo un lindo filósofo del siglo,
Largo orador, que por su linda traza,
Su estampa noble, y su flamante raza,
No puede ser sino que á España cuadre.-
PATRIOTA.
-Qué! lo traéis para caballo-padre?
Según vais enseñando por la calle
A las viejas su estampa, y su buen talle?
Si ellas chillan al paso, El pueblo aclama
Vosotros le decís; y él se lo mama;
Y no es aclamación, sino chacota
De ver un Rey, que les parece sota.
Que si dos ojos cuenta ya en la cara,
Aunque de Francia el otro le llegara,
Es su derecho mas, por no ser tuerto?
Decís que es gran filósofo: eso es cierto
Que es cosa rara; y puede que deslumbre
Aquí en este país, donde es costumbre
Ver en cátedras gente de otra estofa,
Ver sobre el trono un Rey que filosofa.
¡Oh si viviese el sabio que decía,
Pobre y desnuda vas, filosofía;
Y, llegando a pisar la ínfima grada,
A la filosofía coronada
Viera, del Trono ibero allá en la altura,
Cual exclamara: "Oh, tiempos de ventura!
Con qué nuevo sistema, y desde cuándo
Se encarama uno así filosofando?-
EMISARIO.
Cuenta!...que ese discurso bien denota
Lo insurgente que sois, y lo patriota:
Ya poco el tribunal nos interesa,
Pero temed la policía francesa;
Que si aquel os quemase hasta los huesos,
Esta os alza la tapa de los sesos.
—Hubo un tiempo en que el sabio, no lo niego,
La virtud estudiaba en el sosiego;
Sin deseos, morando en las florestas
Como tortuga con la casa a cuestas:
Mas ya filosofía anda mas lista,
No se oponen, filósofo, y conquista;
El Macedón y el Cínico severo
Se van de brazo por el mundo entero;
Y no es contradicción, ni desgobierno
Para un Rey muy filósofo, y muy tierno,
Empuñar un alfanje damasquino,
Asolar el país de su vecino,
Desalojar del trono al Soberano,
Romper la nuca al que le jure en vano,
Los soldados matar a cuantos puedan,
Y el Rey filosofar con los que quedan.
—Esta dicha a tu patria está guardada,
Aunque después de yerma, y arrasada.
Mas qué importa a la real filosofía,
Con tal que vuestros nietos algún día
Con los franceses vayan a los toros!
PATRIOTA.
-¡Con los franceses! como con los moros.
Si fiestas han de hacer los nietezuelos
A los que han degollado a sus abuelos,
Serán dos, invocando al gran Pelayo,
Víspera Siciliana, y Dos de Mayo...”
JUAN BAUTISTA ARRIAZA (1770-1837), ‘Desenfado patriótico’, 1810.
511
“Ese que yace en la sangrienta arena
espantoso cadáver destrozado
fue siervo obscuro intrépido soldado
caudillo de las águilas del Sena.
Por él la gran Madrid de horrores llena
su celo y su valor vio castigado
cuando ministro de un feroz malvado
los nudos de amistad trocó en cadena.
Rey se llamó en Parténope, su intento
fue del Apóstol trastornar la silla
y alcanzar de los Césares victoria.
Vedle añadir al mundo un escarmiento,
ved como el cielo su soberbia humilla
y confunde en oprobio su memoria.”
LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN (1767-1828) ‘A la muerte de Joaquín Murat’.
ROMANTICISMO PATRIÓTICO:
512
“Son esqueletos de gigante hechura:
helos en pie; la Religión los vela:
asomos del cristiano centinela,
ásperos muros, torres de la jura.
Quedó de Troya, donde fue insegura
defensa la pelasga ciudadela,
contra el griego invasor que la debela,
ceniza al aire, al suelo sepultura.
Y éstos, agora, en soledad sagrada,
viejos testigos del tesón íbero,
mientras luchó por siglos la mesnada,
Desde la breña en que se alzó el primero,
llevan de Covadonga hasta Granada
la Cruz triunfante por blasón frontero.”
ANTONIO ROS DE OLANO (1808-1886), ‘Los castillos de la Reconquista’.
LA MONARQUÍA:
513
“Dice la ‘Memoria’: ‘Al Palacio no han de subir sino adoraciones’. Nosotros no somos tan monárquicos. Al Palacio, diríamos, no han de subir sino respetuosas verdades... Las adoraciones, a Dios; a los reyes, la verdad”.
JAIME BALMES, ‘Obras completas’, XXXI.
514
“La monarquía no tiene porvenir sino en los países donde, a más de ideas monárquicas, hay todavía sentimientos monárquicos; donde la presencia del soberano excite todavía un sentimiento de entusiasmo; donde se vitoree al rey, no con los vítores de ordenanza en las filas del Ejército, sino con los que salen de las masas populares por un movimiento del corazón.
...La monarquía no puede ser en ningún país una forma calculada puramente convencional; es preciso que sea de sentimiento, de tradición, que se ligue profundamente con ideas religiosas y morales, que esté acompañada de una vasta organización social en analogía con ella; si no es así, jamás se hará entrar en la cabeza de los hombres el dominio de una sola familia sobre una nación de muchos millones de habitantes. Desde el momento que los pueblos calculan sobre la monarquía, en vez de amarla, la monarquía muere.”
JAIME BALMES, ‘Obras completas’, XXXII.
515
“El principio monárquico es muy poderoso en la sociedad española, y es menester respetarlo si no se quiere arrojar la nación en un círculo de vaivenes y trastornos; lejos de que los hombres de mando hayan de mirar esto como un obstáculo, han de considerarlo más bien como el medio más poderoso de gobierno.”
JAIME BALMES, ‘Obras completas’, XXIII.
516
“España, señores, ha sido siempre una monarquía; esa monarquía en toda la prolongación de los tiempos ha sido una monarquía religiosa; esa monarquía en toda la prolongación de los siglos ha sido una monarquía democrática. ¡La monarquía! Ved ahí para nosotros la verdad política. ¡El catolicismo! Ved ahí para nosotros, para todos, pero para nosotros especialmente, la verdad religiosa. ¡La democracia! He ahí para nosotros la verdad social. El catolicismo, la monarquía, la democracia, ved ahí por completo la verdad española. Explicaré lo que entiendo por monarquía democrática. Claro está, señores, que en cuanto a la monarquía y a la religión, como elementos constitutivos de la civilización española, no necesito explicarme, porque mis ideas no son impugnadas por nadie y son conocidas de todos. Cuando yo hablo de la monarquía democrática, de gobierno democrático, no hablo de la monarquía de las turbas. La monarquía democrática es aquella en que prevalecen los intereses comunes sobre los intereses privilegiados, los intereses generales sobre los intereses aristocráticos. Esta es la monarquía democrática.”
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘El Discurso’, 1844.
517
“¡Pienso en lo que ha sido España en la larga sucesión de los siglos; pienso en lo que comienza a ser! Pienso que al hablar de la invasión sarracénica, que a modo de torrente devastó nuestra tierra, dice la antigua crónica: ‘Non fincó y nada, si non los obispos que fuyeron con las reliquias e se acogieron a las Asturias’; pienso que allí, en Covadonga, se encontraron reunidos el rey, la Iglesia, representada por sus obispos; el pueblo, representado por sus soldados. Que el Rey, la Iglesia y el pueblo emprendieron juntos la jornada inmortal de los siete siglos hasta subir juntos a las torres de Granada; que el pueblo y la Iglesia, unidos en nombre del rey, pasearon nuestras banderas victoriosas por todos los ámbitos del mundo, y, atravesando los desiertos del Océano, encontraron uno nuevo y lo conquistaron para Dios y para España.
Jamás hubo pueblo que, como el español, amara a sus reyes; jamás reyes que, como los de España, amaran a su pueblo; jamás reyes más católicos ni pueblos más religiosos. Pienso que, merced a este amor, a esta alianza, España ha sido la nación más noble y más grande que han alumbrado los cielos sobre la tierra. Meditad, si no, las terribles crisis por que Europa, después del diluvio de los bárbaros ha pasado: la invasión sarracénica, el protestantismo, Napoleón. Ved en esas épocas quién ha sido el caballero de la Cristiandad, el campeón de la sociedad y de la Iglesia; y, humanamente hablando, decidme: ¿quién las salvó? El pueblo español, con sus reyes y obispos al frente, peleando sin cansarse jamás, por siete siglos... ¿Quién es el que intenta separar a ese pueblo de su rey y de su Iglesia? ¿Quién es el que intenta que España deje de ser España?”
A. APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Discurso de proyecto de contestación al de la corona’, 1861.
518
“Si alguno me pregunta cuál es el gobierno mejor para España, me encojo de hombros y miro al curioso, porque o es un tonto o es un sabio que no sabe leer. ¿Cuál es el mejor gobierno? Pues claro está que el monárquico. Quince siglos han pasado por España gritando ‘¡Viva el rey!’ Es imposible que para ese pueblo no sea la más natural forma de gobierno aquella en que vive quince siglos y bajo la cual ha desplegado todas sus virtudes y desenvuelto todas sus grandezas.”
A. APARISI Y GUIJARRO (1815-1872), ‘Restauración’, 1872.
POLÉMICA SOBRE EL PODER POPULAR EN LA HISTORIA DE ESPAÑA:
519
“Antes, Señor, que la Nación española conociese las dinastías extranjeras de Austria y de Borbón, frecuentemente se convocaban las Cortes: las minoridades, las guerras contra moros, la imposición de algún nuevo tributo bastaba sólo para llamarlas. Ellas contribuyeron a dar a los españoles aquel carácter grande que llenó de sus hechos la historia del siglo XVI, y la falta de ellas o su reunión rara y servil con el concurso de otras causas hizo decaer a nuestra Patria del ápice a que había llegado en Europa, y de ser temida y respetada al desprecio y nulidad que no debía... La Nación Española que con un movimiento simultáneo y repentino ha dado al mundo la prueba más grande de la alteza y dignidad de su carácter, de su amor a la independencia, de su odio al yugo extranjero y a la perversidad de un aliado falaz debe también darle el espectáculo grandioso de la reunión de su representación nacional, como propio de su magnanimidad, como resultado de sus afanes y de sus sacrificios, y, en fin, como una medida de absoluta necesidad en las desgracias del día.”
‘Primera Exposición de Guillermo Hualde y del Conde de Toreno al Consejo de Regencia, instando la rápida convocatoria de Cortes’, 1810.
520
“Los que desconociendo de todo punto la naturaleza y el significado de nuestras antiguas Cortes reconocen en ellas un signo de libertad, ven en su decadencia un signo de servidumbre. Y sin embargo, nada hay mas opuesto a los hechos históricos, que esta manera de considerar aquellas instituciones políticas. La verdad es que las Cortes no fueron nunca otra cosa sino un campo de batalla, en donde el Trono, la Iglesia y el pueblo lidiaron por arrancar el Poder de las manos de una aristocracia ensoberbecida con sus triunfos. Consideradas bajo este punto de vista, las Cortes, lejos de ser un signo de que el pueblo era libre, son un signo de que había un enemigo poderoso que le movía cruda guerra, y que le obligaba a combatir para reconquistar su antigua dominación y sus inmemoriales derechos. Siendo esto así, la decadencia de las Cortes, lejos de ser un signo de servidumbre, fue al contrario un signo de que había alcanzado la victoria, y de que en adelante para dominar no le era necesario hacer alarde de sus fuerzas y ostentación de sus armas...
¿Necesitó de Cortes para dominar en tiempo de Recaredo? ¿Necesitó de Cortes para dominar, cuando con su voluntad omnipotente hizo salir armada de todas armas, de las cavernas de Asturias, la Monarquía de Pelayo? La monarquía absoluta en España ha sido siempre democrática y religiosa; por esta razón, ni el pueblo ni la Iglesia han visto jamás con sobrecejo el engrandecimiento de sus reyes, ni los reyes con desconfianza las libertades municipales de los pueblos, ni las inmunidades de la Iglesia.”
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘De la Monarquía absoluta en España’, 1838.
521
“Las reflexiones que preceden manifiestan también que está destituido de fundamento lo que algunos sostienen, de que las frecuentes escisiones que ha sufrido la España resultasen de que las fuerzas locales eran mayores que la central, a causa de las atribuciones que desde antiguo disfrutaran las Municipalidades. ¿Qué eran en España los Ayuntamientos? Lo que el Rey quería y nada mas; es falso que conservaran algo de aquella altivez que los distinguiera en otros tiempos: cuando el monarca hablaba, ya fuera por sí mismo, ya por boca de su consejo, la municipalidad mas respetable no se hubiera atrevido a replicar. Que hubiese mas o menos centralización y regularidad administrativas, esto nada tiene que ver con la verdadera fuerza: una real orden hacia de los Ayuntamientos todo lo que quería, así en cuanto al personal como a las atribuciones: y semejante omnipotencia monárquica es incompatible con la verdadera fuerza local. La causa de que en Francia la Revolución tendiese a centralizarlo todo, y que en España no haya sucedido así, no se encuentra en que hubiese aquí fuerzas locales que en el vecino reino no existiesen; la diferencia está en que allí la Revolución encontró el terreno preparado; se apoderó de la esfera política después de haberse apoderado de la social, cuando aquí sucedió cabalmente lo contrario.”
JAIME BALMES, ‘La monarquía y la unidad gubernativa’, 1844.
CONTRA LA SOBERANÍA POPULAR:
522
“Haciendo, pues mi profesión de fe política diré que según el derecho público de España, la plenitud de la soberanía reside en el monarca y que ninguna parte ni porción de ella existe ni puede existir en otra persona o cuerpo fuera de ella. Que, por consiguiente, es una herejía política decir que una nación cuya constitución es completamente monárquica es soberana, o atribuirle las funciones de soberanía; y como ésta sea por su naturaleza indivisible, se sigue también que el soberano mismo no puede despojarse ni ser privado de parte de ella en favor de otro ni de la nación misma”.
JOVELLANOS (1744-1811), ‘Apéndices a la Memoria en defensa de la Junta Central’ (1811)
ARISTOCRACIA Y PUEBLO:
523
“Y vosotros, ¿qué hicisteis entre tanto,
los de espíritu flaco y alta cuna?
Derramar como hembras débil llanto
o adular bajamente a la fortuna;
Buscar tras la extranjera bayoneta
seguro a vuestras vidas y muralla,
y siervos viles, a la plebe inquieta,
con baja lengua apellidar canalla.
¡Canalla, sí, vosotros los traidores,
los que negáis al entusiasmo ardiente,
su gloria, y nunca visteis los fulgores
con que ilumina la inspirada frente!
¡Canalla, sí, los que en la lid, alarde
hicieron de su infame villanía,
disfrazando su espíritu cobarde
con la sana razón segura y fría!
¡Ah! la canalla, la canalla en tanto,
arrojó el grito de venganza y guerra,
y arrebatada en su entusiasmo santo,
quebrantó las cadenas de la tierra.”
JOSÉ DE ESPRONCEDA (1808-1842), ‘El Dos de Mayo”.
LA VERDADERA CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA:
524
“La Constitución es siempre la efectiva, la histórica, la que no en turbulentas Asambleas ni en un día de asonada, sino en largas edades fue lenta y trabajosamente educando la conciencia nacional con el concurso de todos y para el bien de la comunidad. ¡Qué mayor locura que pretender hacer una Constitución como quien hace un drama o una novela”.
GASPAR M. DE JOVELLANOS, ‘Diarios’.
PROBLEMÁTICO FUTURO POLÍTICO:
525
“La España de Carlos V hace ya mucho tiempo que acabó; la de Fernando VI y Carlos III también es imposible que subsista; y estas oscilaciones de esclava a libre y de libre a esclava, estas revueltas, esta agitación no son otra cosa que las agonías y convulsiones de un estado que fenece. No hay en él fuerza bastante para que el partido que venza, cualquiera que sea, pueda conservarse por sí mismo. Superfluo sería buscar en este cuerpo moral ningún resorte de acción, ningún elemento de vida. Por consiguiente, está muerto. ¿Qué vendrá a ser en adelante? ¿Cuál será la forma en que debe organizarse de nuevo para existir en lo futuro? Yo lo ignoro, milord, y dudo mucho que en la actualidad ningún profeta político, por mucha que sea su confianza, se atreva a pronosticarlo.”
MANUEL JOSÉ QUINTANA (1772-1857), ‘Carta a Lord Holland’, 1824.
ENEMIGA CONTRA ESPAÑA:
526
“Cuando oímos a un extranjero que tiene la fortuna de pertenecer a un país donde las ventajas de la ilustración se han hecho conocer con mucha anterioridad que en el nuestro, por causas que no es de nuestra inspección examinar, nada extrañamos en su boca, si no es la falta de consideración y aun de gratitud que reclama la hospitalidad de todo hombre honrado que la recibe; pero cuando oímos la expresión despreciativa que hoy merece nuestra sátira en bocas de españoles, y de españoles, sobre todo, que no conocen más país que este mismo suyo, que tan injustamente dilaceran, apenas reconoce nuestra indignación límites en que contenerse.
Borremos, pues, de nuestro lenguaje la humillante expresión que no nombra a este país sino para denigrarle; volvamos los ojos atrás, comparemos y nos creeremos felices. Si alguna vez miramos adelante y nos comparamos con el extranjero, sea para prepararnos un porvenir mejor que el presente, y para rivalizar en nuestros adelantos con los de nuestros vecinos: sólo en este sentido opondremos nosotros en algunos de nuestros artículos el bien de fuera al mal de dentro.
Olvidemos, lo repetimos, esa funesta expresión que contribuye a aumentar la injusta desconfianza que de nuestras propias fuerzas tenemos. Hagamos más favor o justicia a nuestro país, y creámosle capaz de esfuerzos y felicidades. Cumpla cada español con sus deberes de buen patricio, y en vez de alimentar nuestra inacción con la expresión de desaliento: ‘¡Cosas de España!’, contribuya cada cual a las mejoras posibles. Entonces este país dejará de ser tan mal tratado de los extranjeros, a cuyo desprecio nada podemos oponer, si de él les damos nosotros mismos el vergonzoso ejemplo.”
MARIANO JOSÉ DE LARRA (1809-1837) ‘En este país’ (1833).
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS.
HECHOS.
a) EMPRESAS FÍSICAS:
LA GUERRA:
527
“De lo dicho en mi carta se infiere que la guerra no es un hecho bárbaro, es decir, propio de las épocas de barbarie; porque lo es igualmente de todos los periodos históricos, comoquiera que nace en la familia, se realiza en la tribu, se perpetúa en el Estado, se extiende con la Humanidad y se realiza en todas las regiones... Cuando un pueblo manifiesta ese horror civilizador por la sangre, luego al punto recibe el castigo de su culpa; Dios muda su sexo, le despoja del signo público de la virilidad, le convierte en pueblo hembra y le envía conquistadores para que le quiten la honra.”
DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘Cartas de Paris al Heraldo’, 1842.
528
“¡Admirable cosa es la guerra! Ella serena el espíritu y fortifica el corazón. ¡Desde la batalla del cuatro de febrero no habíamos dormido con la profunda tranquilidad que dormimos anoche! Acabaron nuestras cavilaciones sobre si conviene o no conviene a España la continuación de las hostilidades... ¡Decididamente, lo más sencillo para un Ejército es cerrar los ojos a toda razón que no sea la de las armas!”
PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN (1833-1891), ‘Diario de la Guerra de África’, (1859).
ELOGIO DE LA MARINA ESPAÑOLA:
529
“Aquella época en que la Marina española remontó el vuelo de la gloria a esfera tan superior que no la han alcanzado y, se puede asegurar sin temor ni jactancia, que no es dable alcance ninguna otra. El engañado o incrédulo a quien parezca escarnecimiento esta verdad, figúrese dos grandes globos que representan el mundo que conocieron los antiguos y el que conocemos. Si en éste nota un vastísimo continente que equilibra al nuestro, que duplicó el elemento del hombre, ése es un fruto de la Marina española. Si echa de ver un anchuroso mar que lo separa de las antiguas Indias, su conocimiento se debe a la Marina española, que por largo tiempo lo frecuentó exclusivamente. Si le ve poblado de archipiélagos numerosos sujetos a nuestros soberanos, descubrimientos y conquistas son de la Marina española. Si columbra un lejano y tortuoso estrecho que, horadando la nueva comarca hacia su extremo meridional, comunica los dos mayores Océanos, hallazgo es de la Marina española. Si extiende sus ojos por el inmenso ámbito de estos mundos; si sigue el continuado piélago que los baña, hallará el gran viaje modelo, que por primera vez se debió a la Marina española.”
JOSEPH DE VARGAS Y PONCE, ‘Importancia de la historia de la Marina española, 1807’.
LOS ESTUDIOS EN ESPAÑA:
530
“Tal es, señores, el objeto y carácter de la Universidad que ahora nace. Es cierto que no es mecida en su cuna por las manos poderosas y valientes que fundaron y dotaron entre nosotros las mismas instituciones en lo antiguo. El primer plantel de Estudios Generales que se conoció en Castilla se debió a aquel Alfonso que derrocó el poder agareno en las Navas de Tolosa, y fue por su generosa condición llamado el Noble. Si echamos la vista a la universidad de Salamanca, se la ve halagada en sus principios y protegida a porfía por el gran conquistador de Sevilla y por el augusto legislador de las Partidas. El nombre para siempre ilustre de Fernando el Católico sirve de laurel a las escuelas de Valencia, mientras que las de Alcalá se ensoberbecen de deber su fundación a aquel varón extraordinario que, religioso primero, confesor de una reina y cortesano después, prelado, ministro al fin y gobernador del Estado, tuvo todas las virtudes, reunió todos los talentos, y por la capacidad de su espíritu, por la energía de su carácter y por sus eminentes acciones se levanta igual en fama con los dos altos personajes entre quienes le presenta la historia”.
J.M. QUEIPO DE LLANO, CONDE DE TORENO, (1786-1843), ‘Discurso en la instalación de la Universidad Central”, 1822.
LA LENGUA ESPAÑOLA:
531
“La lengua española, por su riqueza, sonoridad y flexibilidad, es en sí misma com una especie de verso libre”
RICHARD FORD, ‘Ancient Spanish Ballads, de Lockhart, 1841.
532
“El italiano ha heredado la dureza del latín, dejando el nervio español; el italiano es hija del latín, y el español el hijo”.
L. MALLEFILLE, ‘Etude du caractère de la langue espagnole’ 1854.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
APARICIÓN DE LA ANTI-ESPAÑA: DEFENSA Y RÉPLICA DE LA ESPAÑA TRADICIONAL.
LOS “FILÓSOFOS” (Y LA MASONERÍA) CAUSARON LA REVOLUCIÓN FRANCESA:
533
“El fanatismo insano
agitando sus sierpes ponzoñosas
vencido clama en vano;
húndese en las regiones espantosas,
y con él es sumida
la intolerancia atroz aborrecida.
Dulce filosofía,
tú los monstruos infames alanzaste;
tu clara luz fue guía
del divino Rousseau, y tú amaestraste
el ingenio eminente
por quien es libre la francesa gente.
Excita al grande ejemplo
tu esfuerzo, Hesperia: rompe los pesados
grillos, y que en el templo
de Libertad de hoy más muestren colgados
del pueblo la vileza,
y de los Reyes la brutal fiereza.”
ABATE MARCHENA (1768-1821), ‘La Revolución Francesa’, 1789.
534
“La revolución francesa, a la que no hallamos otra semejante en las historias, ni en la tradición humana debe su último complemento á sectas las mas execrables é impías... La dicha revolución se ha proyectado y ejecutado por la liga de pocos heterodoxos tolerados entre los católicos, y de filósofos y teólogos, que eran católicos de nombre, y verdaderos enemigos, tanto de la religión santa, porque prohíbe sus vicios, como de la potestad civil, porque los castiga. Ella teniendo por fin y efecto la abolición del cristianismo, y aun de la religión natural ha suprimido consiguientemente por necesidad todo gobierno civil. Ella ...ha pretendido anatematizar todos los dogmas revelados y naturales, que al hombre forman religioso y civil, o le hacen digno miembro de la religión verdadera, en que al Criador reconoce, y venera autor natural y sobrenatural, e individuo útil de la sociedad civil, en que vive formando racional y religiosa compañía con sus semejantes. Ella en fin inspiró antes, y ya públicamente promueve la máxima de ser las sociedades civiles de las naciones europeas otros tantos rebaños de almas viles, que doblan cerviz y rodillas a tiranos corporales y espirituales: esto es, a reyes y a sacerdotes, al trono y al altar...
Para mudanza tan horrible y fatal han concurrido sus causas proporcionadas ... Estas causas, antes conocidas por pocos, y despreciadas por muchos ignorantes o preocupados, se han hecho ya notorias en sí y en sus efectos á toda Europa. Por toda esta las publican los buenos franceses emigrados, que con experiencia funesta las han conocido. Las publican todos los autores franceses y no franceses, que sobre los presentes desastres de Francia han escrito; ellos, como después mostraré largamente a V. con sus propios dichos, convienen en reconocer la revolución francesa como infame producción del calvinismo, de la impía filosofía moderna, y del jansenismo; y a estas causas yo añado el franc-masonismo, que en el vulgo de los nobles y de los plebeyos ha dispuesto y preparado el espíritu de innumerables personas para que adopten las máximas de la impiedad”
LORENZO HERVÁS Y PANDURO (1735-1809) ‘Causas de la Revolución de Francia’ (1807).
http://books.google.com/books?id=aQvqA6e5OK0C&printsec=frontcover&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false
CONTRA EL LIBRE PENSAMIENTO Y LA FRANCMASONERÍA:
535
“Por otra parte, la licencia de filosofar que tanto cunde en nuestros días, llama poderosamente la atención de los gobiernos hacia este estudio. El solo puede hacer frente a tantos y tan funestos errores como han difundido por todas partes estas sectas corruptoras que ya por medio de escritos impíos, ya por medio de asociaciones tenebrosas ya en fin, por medio de manejos, intrigas y seducciones, se ocupan continuamente en sostenerlos y propagarlos. Estos errores corrompiendo todos los principios de Moral pública y privada, natural y religiosa, amenazan igualmente al Trono que al Altar... Es necesario oponer la verdad al error, los principios de la Virtud a las máximas de la impiedad, y la sólida y verdadera a la falsa y aparente ilustración. Es preciso formar el espíritu y rectificar el corazón de los jóvenes... En una palabra, la educación es el único dique que se puede oponer a este mal, y por lo mismo el estudio de la Moral es el mas importante y mas necesario en su plan.”
JOVELLANOS ‘Oración inaugural del Real Instituto asturiano’, 1794.
ODIO DE LOS REVOLUCIONARIOS A LA INQUISICIÓN:
536
“La horrible Inquisición, ese coloso
que del cieno nació de Flegetonte,
y mamó de Megera el ponzoñoso
jugo, y bebió el azufre de Aqueronte,
aún agita sus teas horroroso,
y entre ruinas descuella, cual el monte
de Olimpo en Grecia mísera desierta
su frente esconde entre las nubes yerta.”
ABATE MARCHENA (1768-1821), ‘Epigrama de la Inquisición’, 1808.
537
“¡Gran Dios, cómo atormenta
Con crueldad sin igual, el hombre al hombre!
Ya con furia violenta
Se arrastran al cadalso y a la hoguera;
Ya con malicia refinada y lenta,
Impiden la víctima que muera,
Y, pues no quiere a discreción rendirse,
Buscan cómo obligarla a maldecirse.
¿Y quién es el verdugo,
Quién el juez sin piedad? ¿Un sacerdote
Del antiguo Moloc infanticida?
No; de un Dios (según dice) a quien le plugo,
Por amor de los hombres dar la vida.
Su ministro se llama y toma el Mote
De mansedumbre; Paz es su divisa,
Mas ¡ah! qué mal se avisa
El que en tal mansedumbre confiado.
Duda modestamente
Su saber infalible: De repente
Verá al Cordero en un León mudado.
«No es humano saber, ni saber mío
(Responde el Santo Preste, en ira ardiendo)
Audaz, mortal, en el que yo confío:
Del cielo descendido,
Reposó en mí un influjo soberano,
Que ha de humillar todo saber humano».
¿Reposó en ti? ¿Mas cómo es que contiende
Consigo mismo el inspirado bando?
Cuál cadena volcánica se entiende
Llama sacerdotal, que rebosando
El universo enciende.
El cielo contra el cielo peleando
Es odioso espectáculo, que ofende
Al hombre racional. Qué! ¿Envolvió en guerra
El cielo a los que dio a regir la tierra?
Haced la paz primero
Entre vosotros si queréis que escuche
Vuestra doctrina del Universo entero
No procuréis que luche
El ignorante pueblo en las querellas
Con que esparcís centellas
De odios inextinguibles
Más que el error a la virtud temibles.
Mas en vano os exhorto:
Del Fanatismo y la ambición aborto,
Los que tenéis raíces e el cielo
Nunca podéis dejar en paz el suelo”.
JOSÉ MARÍA BLANCO WHITE (1775-1841), ‘La persecución religiosa’.
538
“Se observará que los inquisidores reprobando las opiniones contrarias a los intereses de la corte de Roma, a la prepotencia del clero español, y al exceso de influjo de los regulares de España, y persiguiendo a los magistrados y literatos que procuraban propagarlas, contribuyeron a la decadencia del buen gusto de la literatura española desde los tiempos de Felipe II hasta los de Felipe V, y casi apagaron las luces por ignorancia propia de los verdaderos principios de jurisprudencia canónica... Se conocerá que el Santo Oficio ha contribuido mucho a la despoblación del suelo español, dando motivos a ¡numerables familias para emigrar en diferentes épocas; provocando la expulsión de judíos, moros y moriscos; sacrificando en tres siglos cerca de cuatrocientas mil personas; y cerrando la puerta con titulo de religión al fomento de las artes, industria y comercio...
La Inquisición conserva y fortalece a la hipocresía, castigando solo a los que no saben ser hipócritas; pero no convierte a ninguno, como se vio en los Judíos y Moros bautizados sin verdadera conversión por quedar en España. Los primeros fueron muriendo en las llamas, los segundos pasaron al África en la expulsión de Moriscos tan mahometanos como antes del bautismo de sus abuelos. Para conservar la pureza del catolicismo español por medio de llamas y expulsión de casi tres millones de almas entre las tres clases, no es menester más que verdugos, leyes y jueces que las apliquen, sin ser sacerdotes inquisidores apostólicos por la gracia del papa....”
JUAN ANTONIO LLORENTE (1756-1823), ‘Historia crítica de la Inquisición en España’, 1818.
ANTICLERICALISMO:
539
“- Cristianismo: Amor ardiente a las rentas, honores y mandos de la Iglesia de Cristo. Los que poseen este amor saben unir todos los extremos, y atar a todos los cabos; y son tan diestros que, a fuerza de amar a la esposa de Jesu-Cristo, han logrado el tener a su disposición dos tesorerías, que son la del arca-boba de la Corte de España, y la de los tesoros de las gracias de la Corte de Roma. Pero allá se lo dirán de misas; y si los malos no se enmiendan, acá también se lo dirán de “p-a-pa”...
- Fanatismo: ... Entre todos los perturbadores de la república, ninguno hay mas díscolo e irrefrenable que el fanático religioso: porque con el entusiasmo de que Dios le dicta su ley suprema, desprecia como de menos valer todas las leyes humanas Y endiosado así, se cree superior a todos os hombres, a todas las leyes, y a todos los gobiernos. ¿Qué se ha de hacer, dice un buen facultativo, con un espiritado que a título de que vale mas obedecer a Dios que a los hombres, se imagina que del rey abajo inclusive está en obligación de degollar a cuantos no cumplen con lo que él se figura ser la Ley de Dios ? Una jaula es poco, y la horca no sé si es mucho.”
- Frailes: ...Una especie de animales viles y despreciables que viven en la ociosidad y holganza, a costa de los sudores del vecino, en una especie de café-fondas (así llama a los conventos el diccionarista en el artículo Monasterio) donde se entregan a todo género de placeres y deleites, sin mas que hacer que rascarse la barriga...
Siempre han sido la peste de la república tanto en los pasados como en el presente siglo; si bien, por evitar quebraderos de cabeza, nunca se han tenido por ‘del siglo’ hasta el presente, ... claman y reclaman por la españolía en cuanto a los derechos, sin hablar jamás de obligaciones. Son animales inmundos que no sé si por estar de ordinario encenagados en vicios, despiden de sí una hedentina o tufo... Sin embargo, este olor que tan inaguantable nos es a los hombres, dice que a las veces es muy apetecido del otro sexo, especialmente de las beatas...
Todas estas castas de alimañas van a perecer, ... por la razón sin réplica de que les van quitando el cebo, y todo animal, sea el que fuere, vive de lo que come. Item: les van también quitando las guaridas, de suerte que se van quedando como gazapos en soto quemado. ¡Animalitos de Dios! es cosa de quebrar corazones el verlos andar arrastrando, soltando la camisa como la culebra, atortolados y sin saber donde abrigarse.”
BARTOLOMÉ JOSÉ GALLARDO (1776-1852), ‘Diccionario Crítico-Burlesco’, 1812.
540
“Existente es pues nuestra sociedad, y existente bajo la precisa obligación de no conocer mas religión que la Católica; y una vez supuesta esta obligación, existente con sus frailes debe ser; porque desde Cristo acá jamás ha existido sin frailes o monjes, ... porque ...no hay país católico donde no haya frailes... y porque la persecución contra los frailes ha sido, es y será la precursora infalible de la persecución contra la Religión. ¡Qué risadas y qué tonterías darán y dirán, amigo mío, los liberales, luego que lean esto que acabo de escribir! Mas no tengan sus mercedes cuidado; pues queriendo Dios, yo les meteré la risa para dentro, y les sacaré la tontería para afuera...
Lean mis irrisores y detractores... los Hechos Apostólicos, y se encontrarán con que la Iglesia en su principio era una comunidad de frailes con un solo corazón y una sola alma: con comunidad perfecta de bienes, que formaban una masa común.... Lean últimamente en los mismos Hechos Apostólicos, y en las cartas de los Apóstoles el tratamiento que los fieles mutuamente se daban, llamándose y siendo llamados por los Apóstoles, ‘fratres’, que quiere decir FRAILES...
Mientras en la Iglesia se observó rigurosamente este género de disciplina, hubiera sido superflua la institución de regulares, supuesto que todos vivían como estos son obligados a vivir. Pero apenas comenzó a resfriarse aquel primer fervor... cuando ya se dejaron ver hombres que tocados del espíritu de Dios, hicieron rancho aparte... Cito a los señores liberales un testigo de esta verdad nada sospechoso en el apóstata Juliano, que en sus exhortaciones a los sacerdotes de los ídolos les proponía á nuestros monjes como modelos que deberían imitar....
Es muy digna de admiración la ignorancia, o tal vez la malicia de aquellos, que al cabo de diez y nueve siglos en que la Iglesia ha existido con frailes, o con lo que los frailes tratan de renovar y conservar, pretenden que la Iglesia pueda subsistir sin estos...
Donde quiera pues que haya de existir esta divina Religión, es necesario que exista, además de la de los preceptos, la observancia y profesión de estos consejos; porque como dijo el Apóstol, en una grande casa debe haber no solo los vasos de barro y de madera, que sirven a los destinos comunes; mas también de plata y de oro, que conducen a la grandeza y magnificencia de la casa.... Con que así como no es posible que subsista república civil, donde no haya escuelas destinadas a enseñar el arte de la guerra; así tampoco puede haber república cristiana, donde no haya instituciones ordenadas a la observancia de los consejos, que son las órdenes religiosas....
Añadamos a esta demostración fundada en los principios, otra que presentan los hechos. En varios reinos de la Europa han sido abolidos los Institutos monásticos. La Religión católica ha experimentado luego la misma suerte; ...ellos ..son las obras avanzadas de esta ciudad de Dios, tomadas las cuales ya es fácil al enemigo el asalto: son el vallado de esta viña que plantó el Dios de Sabaoth, disipado el cual ya las bestias la pisan y destrozan: son la vanguardia de esta milicia del Crucificado, derrotada la cual ya es cierta la derrota del centro y de la reserva: son la piel de este cuerpo místico, arrancada la cual ya el cuerpo debe sentir todas las malas impresiones del ambiente: son, señores liberales, lo que VV. más abominan , y por consiguiente lo más necesario de cuanto hay para la conservación de la Iglesia, y por lo mismo el primer punto que según la táctica antigua y moderna de VV. ha sido y debido ser atacado.”
FRANCISCO ALVARADO (EL ‘FILÓSOFO RANCIO’) (1756-1814), ‘Cartas críticas’.
MAQUIAVELISMO ANTICATÓLICO:
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“La Comisión había presentado el artículo concebido en los términos siguientes: «La nación española profesa la religión católica, apostólica, romana, única verdadera, con exclusión de cualquiera otra.» Tan patente declaración de intolerancia todavía no contentó a ciertos diputados, y entre otros al Sr. Inguanzo, que pidió se especificase que la religión católica «debía subsistir perpetuamente, sin que alguno que no la profesase pudiese ser tenido por español ni gozar los derechos de tal.» Volvió, por lo mismo, el artículo a la Comisión, que le modificó de esta manera: «La religión de la nación española es, y será perpetuamente, la católica, apostólica, romana, única verdadera. La nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquiera otra.» La aprobaron así las Cortes [de Cádiz], sin que se moviese discusión alguna ni en pro ni en contra.
Ha excitado entre los extranjeros, ley de intolerancia tan insigne, un clamor muy general, no haciéndose el suficiente cargo de las circunstancias peculiares que la ocasionaron. En otras naciones en donde prevalecen muchas y varias creencias, hubiera acarreado semejante providencia gravísimo mal, pero no era éste el caso de España. Durante tres siglos había disfrutado el catolicismo en aquel suelo de dominación exclusiva y absoluta, acabando por extirpar todo otro culto. Así no hería la determinación de las Cortes, ni los intereses, ni la opinión de la generalidad, antes bien la seguía y aún la halagaba. Pensaron, sin embargo, varios diputados afectos a la tolerancia en oponerse al artículo, o por lo menos en procurar modificarle. Mas, pesadas todas las razones, les pareció por entonces prudente no hurgar el asunto, pues necesario es conllevar a veces ciertas preocupaciones para destruir otras que allanen el camino y conduzcan al aniquilamiento de las más arraigadas.
El principal daño que podía ahora traer la intolerancia religiosa consistía en el influjo para con los extranjeros, alejando a los industriosos, cuya concurrencia tenía que producir en España abundantes bienes. Pero como no se vedaba la entrada en el reino, ni tampoco profesar su religión, sólo sí el culto externo, era de esperar que con aquellas y otras ventajas, que les afianzaba la Constitución, no se retraerían de acudir a fecundar un terreno casi virgen, de grande aliciente y cebo para granjerías nuevas. Además el artículo, bien considerado, era en sí mismo anuncio de otras mejoras; la religión, decía, «será protegida por leyes sabias y justas.» Cláusula que se enderezaba a impedir el restablecimiento de la Inquisición, para cuya providencia preparábase desde muy atrás el partido liberal. Y de consiguiente, en un país donde se destruye tan bárbara institución, en donde existe la libertad de la imprenta, y se aseguran los derechos políticos y civiles por medio de instituciones generosas, ¿podrá nunca el fanatismo ahondar sus raíces, ni menos incomodar las opiniones que le sean opuestas?
Cuerdo, pues, fue no provocar una discusión en la que hubieran sido vencidos los partidarios de la tolerancia religiosa. Con el tiempo y fácilmente, creciendo la ilustración y naciendo intereses nuevos, hubiéranse propagado ideas más moderadas en la materia, y el español hubiera entonces permitido sin obstáculo que junto a los altares católicos se ensalzasen los templos protestantes, al modo que muchos de sus antepasados habían visto, durante siglos, no lejos de sus iglesias, mezquitas y sinagogas.”
JOSÉ M. QUEIPO DE LLANO, CONDE DE TORENO, (1786-1843), ‘Historia del levantamiento, guerra y revolución de España’. 1827.
INVENTAN UNA ‘NACIÓN’ ESPAÑOLA AL MODO REVOLUCIONARIO FRANCÉS:
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“La Nación Española, que en el mes de mayo de 1808 juró su independencia, ofreció su sangre para mantenerla, y a pesar de los reveses y desgracias sostiene tan santo propósito, al cabo de dos siglos de silencio y opresión se va a ver representada por diputados, nombrados solemne, legítima y generalmente, para formar una constitución que destruya hasta las reliquias impuras de la arbitrariedad y el despotismo. Época venturosa por mucho tiempo deseada. Época llena de contento para los buenos, de confusión para el enemigo, que nos hará olvidar los males sufridos, y derramará la bendición y los loores sobre las víctimas sacrificadas en el altar de la Patria!
La vida preciosa de los campeones de la libertad ha restablecido los Congresos nacionales, y el español, rompiendo los hierros con que la tiranía encadenaba sus manos, exclama ya en la emoción del entusiasmo y de la alegría: ‘Al fin soy libre; al fin he recobrado los derechos imprescriptibles, que el despotismo me arrebató, y he de establecer yo mismo las leyes que sirvan de regla a mi conducta’. En las asambleas conocidas por nosotros con el nombre de Cortes, se reúne la representación y el voto de todos los pueblos, órgano augusto de la voluntad de ellos la escribirán en el libro sagrado de la constitución con caracteres, que ni el tiempo ni la fatalidad podrán borrar: recibamos con el más profundo respeto las decisiones de un cuerpo tan respetable, ofreciendo nuestra sangre para conservar unas leyes que deberán labrar nuestra felicidad, y la de nuestros nietos...
Tratamos de formar nuestra constitución, o sean las leyes fundamentales de nuestro gobierno, porque las que llevan este nombre, sancionadas en el conflicto de las guerras, y entre las ideas de la feudalidad, aunque merezcan la supremacía comparadas con las que los demás pueblos de Europa establecieron en los mismos siglos, no han correspondido con el éxito a su celebridad. Las leyes de las Partidas, modelo del buen lenguaje español, pero extracto de las opiniones de los filósofos antiguos, de la legislación romana, y de las decretales de los pontífices, son una mezcla extravagante de libertad y de esclavitud, de bueno y de malo, y no componen la constitución política de España, a no querer confundir las ideas. ¿Acaso este código, que mereció la glosa de los doctores más célebres de nuestra escuela, pero que excitó la resistencia de los pueblos a recibirle en el momento de su formación... derogando los fueros municipales que nuestros mayores habían comprado a costa de sus proezas?... ¿separa los poderes que corresponden al Pueblo , los que tocan al Príncipe, y los que se deben confiar al Gobierno?
Las leyes de las Partidas concentraron en manos del Rey las altas regalías de la nación, y echaron los cimientos al poder colosal que por desgracia nos ha oprimido. Baste ya de infortunios; baste de sufrimientos... sigamos un nuevo rumbo, formándonos ideas rectas sobre la naturaleza de las sociedades...
Si no conocemos cuales son los derechos y los deberes del hombre constituido en sociedad, y si no deslindamos con exactitud las funciones de los poderes que constituyen los elementos de ésta; lejos de conservar la libertad... haremos la esclavitud más insoportable y los grillos más pesados... No olvidamos que la falta de luces y energía facilitaron al despotismo el plan con que se condujo desde que un extranjero ció nuestra corona...; y que Carlos V destruyendo los cortos vestigios de soberanía que nos quedaban, insultando a los verdaderos españoles... preparó a Bonaparte los medios para creerse capaz de esclavizarnos...
JOSÉ CANGA ARGÜELLES (1771-1842), ‘Reflexiones sociales o idea para la Constitución española’, 1811.
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“... XCIV.- Sorprendidos los españoles con estas noticias se preguntaban, no menos confusos que en el 2 de Mayo de 1808. ¿Qué nuevo torrente de males se despeña sobre nosotros? No ha levantado la suprema justicia el azote, pues que aún nos aprisiona con más pesada cadena de infortunios. Nuevo luto cubrió a las provincias, y volvieron a suspirar por la presencia de V. M., que serenaría la borrasca. En este estado deseábamos indagar la causa, y pudimos entender, que algunos pocos de los que habían eludido las vejaciones francesas insensibles al mal que no habían visto sus ojos, dormidos en delicias que para los demás eran desgracias, y por casualidad entraron en las Cortes de Cádiz, se vieron sorprendidos (a pesar del mejor deseo) de las máximas con que los filósofos han procurado trastornar la Europa, y sin advertirlos, se hallaron contagiados de la animosidad emprendedora de aquellos. Sí, Señor, se vieron engañados, por no advertir que tales filósofos son osados, porque miran con desprecio una muerte que no recela ulterior juicio: aman la novedad por ostentar la sabiduría de que no poseen más que el prospecto, preocupados de ideas abstractas, ignoran lo que dista la teórica de la ejecución, principal punto de la ciencia de mandar. Están poseídos de odio implacable a las testas coronadas; porque mientras existan, no puede tener pase una filosofía revolucionaria, cuyo blanco es la libertad de costumbres, la licencia de insultar por escrito y de palabra, triunfar a costa del menos atrevido, y vivir en placeres con el sudor del mísero vasallo, a quien se alucina con la voz de libre: para que no sienta los grillos con que se le aprisiona, todo lo que produce la inquietud del Estado, y al fin su total ruina.”
“MANIFIESTO DE LOS PERSAS”, 1814.
LA MASONERÍA, EN LA BASE DE LAS CORTES DE CÁDIZ:
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“Conviene aducir algunos hechos para que las personas pensadoras calculen algo de lo que pasó en Cádiz. Que en aquella ciudad existía una logia masónica desde mediados del siglo pasado, por lo menos, es cosa inconcusa, como ya queda probado en el capítulo anterior. Esta logia siempre ha sido de las primeras y más importantes de España, no sólo por su antigüedad, sino también por la riqueza de sus afiliados, por pertenecer a ella casi todos los jefes de la marina española, y por la mucha influencia de unos y otros, no solamente en el gobierno de la ciudad y la plaza, sino también de todas las poblaciones contiguas, y no poco en el resto de España. Su importancia llegó a lo sumo desde 1809 a 1812, en que fue el centro de la masonería española, en contraposición al Or.•. afrancesado de Madrid. La logia de Cádiz, que contaba ya quinientos afiliados desde el año 1753, y cuyo número no era menor á principios de este siglo, se reforzó en 1808 con la multitud de masones que allí se acogieron en busca de refugio, o a la sombra de la desacreditadísima Junta Central, o para representar a sus respectivas provincias en las Cortes que ésta había convocado, en la Isla de León.
Insultada la Central en Sevilla, en un motín que un testigo presencial calificó de tabernario, abdicó en Cádiz, estableciendo un Consejo de Regencia, en 29 de Enero de 1810. Un individuo de la Regencia, en un Manifiesto que dio para vindicación de su conducta, describe a los parásitos de Cádiz, diciendo que en la convocación de las Cortes «muchos procedían de muy buena fe, y con la mejor intención, deseando el bien general, pero otros muchos estaban muy distantes de pensar en él: sólo tenían por objeto su interés personal, y aspiraban a una fortuna que veían imposible ó muy remota ... Hallábanse estos, por la mayor parte pretendientes, entre un gran numero de forasteros europeos y americanos, que de Madrid y diferentes parajes del reino habían ido a Sevilla, y de allí y de otras partes habían seguido al olor del gobierno y se reunieron en Cádiz. Sería largo de referir las juntas clandestinas que éstos tuvieron, lo que inventaron y los pasos que dieron para estrechar y obligar á que se verificase la convocación de las Cortes.»
«Entre dudas y temores, y como quien pone todo el dinero a una carta, determinamos en fin, en mala hora, que hubiese suplentes: y de ellos es preciso decir, porque yo no quiero agraviar a nadie, que algunos hay, aunque son los menos, muy recomendables por todas razones y muy dignos de ser legítimos diputados.» La verdad es que casi todos los tales suplentes no representaban sino su propia y nulísima individualidad, que apenas eran conocidos en las provincias a las cuales se impusieron, que lograron hacerse lado a fuerza de chillar en los periódicos y de intrigar en las logias, de las que casi todos ellos eran individuos. No es decir que todos los propietarios fuesen recomendables, pues el mismo Lardizábal dice, y era así, aunque él no lo dijera, que «entre los propietarios hay algunos y no pocos que siguen el mal camino.»
Pero las Cortes adolecían de otra nulidad más grave, pues en vez de hacer que concurriesen los brazos o estamentos del clero y la nobleza, convocados por la Junta Central, según la práctica antiquísima, justa y constante de Aragón, Castilla y Navarra, la Regencia consintió que se reuniese tan sólo el brazo popular, según la moda revolucionaria de Francia, y contra todo el derecho monárquico tradicional de España. Y era que la Regencia no tenía fuerza moral ninguna: la prensa misma de Cádiz la insultaba a mansalva todos los días, las sociedades secretas la tenían minada, y sus mismos empleados y dependientes, vendidos a éstas, se burlaban de ella y de su autoridad.
El art. 2.° de la convocatoria de 29 de Enero decía: «En consecuencia se expedirán inmediatamente convocatorias a todos los Rvdos. Arzobispos y Obispos, que están en ejercicio de sus funciones, y a todos los grandes de España en propiedad, para que concurran a las Cortes en el día y lugar para que están convocadas.»
Faltando a lo mandado, no se pasaron tales convocatorias, y los oficiales escondieron este papel, que se encontró mucho tiempo después, y Calomarde entregó copia de él a Lardizábal, el cual lo publicó. Las revelaciones que sobre esto hizo el regente Lardizábal, indican lo mal servida que estaba la Regencia, y por otra parte algo de incuria y flojedad en ella: «Esto queda para mí, dice, en el estado de un misterio de iniquidad, que no he podido penetrar; pero da una prueba clara de que en aquel torbellino que nos rodeaba en Cádiz, había muchos, diestros agentes de las máximas republicanas y el democratismo: y así, todas las especies que por diferentes caminos llegaban a la Regencia, conspiraban a persuadirla que el público estaba consentido en que no habría más convocatoria que la popular, y recibiría mal otra en que se llamasen los brazos.»
¡Estupenda noticia! ¿Y qué era lo que se llamaba el “público” en Cádiz? Y ese público, reducido a unas cuantas docenas de masones impíos, parásitos ambiciosos, cobardes metidos allí por no estar con un fusil, charlatanes de logia y de café, ¿era antes que toda España y que todo el clero y la grandeza, que sacrificaban sus bienes y fortunas en el campo del honor? ¿Y tenía derecho la Regencia a falsear el fuero y código tradicional de España, que desde el siglo VI al XVIII inclusive llamaba a las Cortes a los Obispos y a los Magnates?
Lo que hizo la Regencia por debilidad y falta de prudencia, al reunir aquellas Cortes fue un atentado contra la verdadera Constitución histórica y secular de España.”
VICENTE DE LA FUENTE (1817-1889) “Historia de las sociedades secretas... en España y especialmente de la Franc-masonería”, III. (1874).
545
“Aquel célebre piscator Salmantino, almanaquista, filósofo y coplero, el Dr. Diego de Torres, cuenta en la historia de su vida que trajo no sé que tantos años consigo una onza de oro, para dársela a la primera bruja que encontrase; y al cabo, se fue al otro mundo sin desprenderse de la dichosa medalla. No quiero yo decir que tengo otra tal para el primer francmasón que encuentre: pues en el día por una onza, diablos encarnados, cuanto más francmasones dirían mil que eran, aunque lo fuesen tanto como yo soy la papisa Juana. Y si menos digo que la existencia de los francmasones está en igual predicamento que la de las brujas. Digo, empero, que los francmasones que dice que hay entre nosotros, deben de ser como los diablos: de teatro, que travesean en las tablas, entre los interlocutores, sin ser de ellos vistos ni oídos..”
BARTOLOMÉ JOSÉ GALLARDO (1776-1852), ‘Diccionario Crítico-Burlesco’, 1812.
“SOBERANÍA NACIONAL”... DE LA CHUSMA GADITANA:
546
“XCIII- ...Nos enteramos de que por los exaltados novadores se formó empeño, de que asistiesen a presenciar las sesiones el mayor pueblo posible, olvidando en esto la práctica juiciosa de Inglaterra. Eran, pues, tantos los concurrentes, unos sin destino, otros abandonando el que habían profesado, que públicamente se decía en Cádiz ser asistentes pagados por los que apetecían el aura popular, y había formado empeño de sostener sus novaciones; mas esto algún día lo averiguará mejor un juez recto. La compostura de tales espectadores era conforme a su objeto vivas, aplausos, palmadas, destinaban a cualquiera frase de sus bienhechores; amenazas, oprobios, insultos, gritos, e impedir por último que hablasen, era lo que cabía a los que procuraban sostener las Leyes y Costumbres de España. Y si aún no bastaba, insultaban a estos diputados en las calles, seguros de la impunidad. El efecto había de ser consiguiente en estos últimos amantes del bien: esto es, sacrificar sus sentimientos, cerrar sus labios, y no exponerse a sufrir el último paso de un tumulto diario: pues aunque de antemano se hubiesen ensayado como Demóstenes (que iba a escribir y declamar a las orillas del mar, para habituarse al impetuoso ruido de las olas), esto podía ser bueno para un estruendo casual que cortase el discurso; mas no para hacer frente a una concurrencia tumultuada y resuelta, que hería el pundonor.”
“MANIFIESTO DE LOS PERSAS”, 1814.
LAS CORTES DE CÁDIZ, “ESCLAVAS DE LOS FRAILES”, (SEGÚN OTROS) :
547
“Las Cortes son una manta mojada: soberanas de nombre, y esclavas de cuantas sombras se les ponen delante. Esclavas de la Regencia en muchos puntos, esclavas de los comerciantes de Cádiz, esclavas de los clérigos y frailes, y sólo inflexibles contra los que les aconsejan determinación y energía...”
José María Blanco White, (1775-1841), ‘Cartas de Juan SinTierra’ (1811)
DESVERGÜENZA E ILEGALIDAD DE LAS CORTES DE CÁDIZ:
548
“Y aquí notaré que oigo mucho de hacer en las mismas Cortes una nueva
constitución y aun de ejecutarla y en esto sí que, a mi juicio, habría mucho
inconveniente y peligro. ¿Por ventura no tiene España su Constitución? Tiénela sin duda; porque ¿qué otra cosa es una constitución que el conjunto de leyes fundamentales que fijan los derechos del Soberano y de los súbditos y los medios saludables de preservar unos y otros? Y ¿quién duda que España tiene esas leyes y las conoce? ¿Hay algunas que el despotismo haya atacado y destruido? Restablézcanse... Tal será siempre en este punto mi dictamen sin que asienta jamás a otros que, so pretexto de reformas tratan de alterar la esencia de la Constitución española... Lo contrario ni cabe en el poder de V. M. (de la Junta) que ha jurado solemnemente observar las Leyes fundamentales del Reino ni en los votos de la nación, que cuando clama por su amado rey es para que la gobierne según ella y no para someterle a otra que... con una falsa prudencia o un amor desmedido de nuevas y especiosas teorías pretenda intentar”.”
JOVELLANOS ‘Consulta sobre las Cortes por estamentos’, 1808.
549
“Pero no esconderé que he añadido una nota para explicar mi opinión sobre el famoso dogma de la soberanía nacional sancionado por “ustedes”, dogma que puede llevarnos a perpetuar la forma democrática en que “ustedes” se han constituido, y al dejar sin garantía la Constitución que hicieron”.
JOVELLANOS, ‘Carta a don Alonso Cañedo, diputado asturiano en Cádiz’, 1812.
550
“2.- ...se olvidó España de su estado y fuerzas, y animada de un solo sentimiento se vieron a un tiempo sublevadas todas las provincias para salvar su Religión, su Rey y su Patria. Pero en las Juntas que se formaron en cada una de ellas al primer paso de esta revolución, aparecieron al frente algunos que en ningún otro caso hubieran obtenido el consentimiento del pueblo, sino en un momento de desorden, confusión y abatimiento, en que miraban con indiferencia, quien fuese la cabeza, con tal que hubiese alguna.
3.- Pareció en un principio que solo procuraban estos reunir, equipar, disciplinar tropas, y buscar fondos ...; mas pronto desapareció esta creída virtud, y se notó que mientras gemía el común de los españoles, se ocupaban algunos individuos de estas Juntas en acomodarles, y acomodarse a sí mismos distintivos y tratamientos, en llenar de empleos a sus parientes, en recoger cuantiosos donativos, en exigir crecidas contribuciones (cuya inversión aún se ignora) ... Así hicieron odioso su gobierno, resfriaron el fuego patriótico y aumentaron las desgracias del desamparo y esclavitud.
4.- Dividido el gobierno de las provincias, se procuró buscar un centro de reunión que facilitase la ejecución de tanta empresa: a este fin vocales de las juntas mismas vinieron como diputados de ellas a Aranjuez ...; pero parece creyeron más oportuno elegirse a sí propios con el nombre de Junta Central, dando de nuevo en el escollo político de crear un monstruo de más de treinta cabezas hijas de las primeras juntas defectuosas en su origen, y que había de ocasionar (como sucedió) el aumento de los males, no tener confianza la Nación, minorar sus fuerzas y auxilios, y carecer los Ejércitos de autoridad...
5.- A poco tiempo .... La Junta trasladó su residencia a Sevilla; pero no varió el descontento y quejas de los vasallos. Estos, por voz casi general en la Capital, opinaban ser necesario juntar Cortes según las leyes y costumbres de España; pero cuando esta medida pudo ser más oportuna, no pensaba la Junta Central en convocarlas... y el remedio que en tiempo hubiera producido efectos favorables, sin alterar los derechos de V. M. llegó cuando la malignidad abusó de él...
6.- Ya en fin se convenció la Junta Central de ser este medio el áncora de la esperanza que le quedaba al bajel de España en borrasca tan deshecha...
7.- Para conseguir el acierto prestó oídos la Junta a las diversas memorias, que le presentaron sobre el modo con que debía tomarse esta medida: y como la imaginación del hombre es tan fecunda, casi todos se creen capaces de mandar... Se oyeron los más contrarios pareceres, se proponían algunos borrar del todo nuestras leyes, impelidos tal vez de un espíritu de imitación de la Revolución Francesa, o imbuidos de las mismas máximas abstractas, que habían acarreado el trastorno universal en toda Europa...
12.- Como, pues, salió en desunión y precipitada fuga la Junta Central de Sevilla al acercarse los franceses en principios del mismo año, pasando a salvarse a aquel puerto, y en el propio momento creó esta ciudad el nuevo gobierno que estimó más apto; dio esta un manifiesto de los defectos que creía en algunos centrales: lo que ocasionó la crítica de que la condescendencia a la celebración de Cortes era efecto de la impotencia en que la Junta se miraba; pero ya era perdido el tiempo del remedio. Mas prescindiendo del mérito de aquellas quejas, no remitiremos al silencio lo que hallemos recomendable en dicho decreto de la Central. Primero mantener ileso en V. M. el derecho de llamar a Cortes según las leyes, fueros y costumbres.
13.- Segundo, procurar que interviniesen en ellas los tres brazos ... Eclesiástico, Nobleza y Pueblo...
14.- Tercero, que serían presididas en vuestro Real nombre por la Regencia en cuerpo....
19.- En todo este plan se distó mucho de fijar un gobierno popular o democrático, pues la experiencia ha convencido sus inconvenientes, cuando obra en masa...
28.- Estas en resumen serían las consideraciones, que la Junta Central tuvo para desentenderse de las máximas exaltadas de algunos, y buscar la similitud de las antiguas Cortes de España en el indicado último decreto, que se comunicó al primer Consejo de Regencia; pero sus subalternos ocultaron y remitieron al silencio un documento, que hubiera remediado en gran parte la multitud de males que han partido de este principio...
30.- Llegaron en fin las armas de Napoleón a Sevilla en enero de 1810: corriose un velo entre las provincias, y el solo pueblo de Cádiz, y su Isla que tuvo la dicha de no ser pisado de franceses, y por eso fue, donde pudieron salvarse de estos las reliquias de la libertad de España...
31.- ... Al cabo de casi tres años de separación, el gozo de ponerse en comunicación con Cádiz, donde creían hallar un Gobierno que ardiendo en los propios sentimientos, se congratulase con ellas de la libertad que les iba preparando la Providencia ... Aquí quisiéramos dar fin a nuestra relación, por no manifestar la indignación a que es acreedor esta última escena. Rompiéndose la barrera que separaba a Cádiz de las Provincias, y en el lenguaje de los que salían de aquella y de las órdenes que se les comunicaban (sin dejar otro arbitrio que la ciega obediencia o el castigo) principiaron a notar un enigma .... Hablábase de nuevo sistema, y de una transformación general hasta en los nombres..., y que no concordaban con el definido, un grupo de leyes hechas sin examen, sin consultar el interés y costumbres del pueblo para quien se hacían, y las más respirando la propia táctica francesa, ..., fue lo primero que se presentó a la vista. Vimos emigrados y expatriados los obispos, como en las más amargas persecuciones de la Iglesia... vimos los regulares virtualmente extinguidos, que había sido uno de los primeros cuidados de Napoleón: vimos abandonado el cuidado de los Ejércitos, cuando más se necesitaba la fuerza para acabar de lanzar al enemigo ..., y en fin nuestros ojos cansados de llorar desgracias vieron, que aún no habían acabado este oficio.
32.- Principiamos a leer los trabajos de las Cortes de Cádiz, y el origen que habían tenido, y observamos que olvidado el decreto de la Junta Central, y las leyes, fueros y costumbres de España, los más de los que se decían representantes de las Provincias, habían asistido al Congreso sin poder especial ni general de ellas; por consiguiente no habían merecido la confianza del Pueblo a cuyo nombre hablaban, pues solo se formaron en Cádiz unas listas o padrones (no exactos) de los de aquel domicilio, y emigrados que casualmente o con premeditación se hallaban en aquel puerto...Así se oyó que las Cortes que se componían en lo antiguo de un moderado número de pueblos llamados por el Rey (cuyos representantes habían de concurrir con poderes amplios), se hallaron compuestas de cerca de doscientos hombres, que solo representaban una confusión popular: y este fue el primer defecto insanable, que causó la nulidad de cuanto se actuó.
33.- Leímos que al instalarse las Cortes por su primer decreto en la Isla a 24 de septiembre de 1810 ..., se declararon los concurrentes legítimamente constituidos en Cortes Generales y extraordinarias, y que residía en ellas la soberanía nacional ... fue un despojo de la autoridad real sobre que la monarquía española está fundada, ... Tropezaron, pues, desde el primer paso en la equivocación de decir al pueblo, que es soberano y dueño de sí mismo después de jurado su gobierno monárquico, sin que pueda sacar bien alguno de este, ni otros principios abstractos, que jamás son aplicables a la práctica; y en la inteligencia común se oponen a la subordinación, que es la esencia de toda sociedad humana: así que el deseo de coartar el poder del Rey de la manera que en la revolución de Francia, extravió aquellas Cortes, y convirtió el Gobierno de España en una oligarquía, incapaz de subsistir por repugnante a su carácter, hábitos y costumbres. Por eso apenas quedaron las provincias libres de franceses, se vieron sumergidas en una entera anarquía, y su gobierno a pasos de gigante iba a parar en un completo despotismo.
36.- ..se fijó la libertad de imprenta, que acabó de extinguir la subordinación cualesquiera que fuesen sus restricciones; la infracción para los mantenedores de la novedad ha corrido impune; al tiempo que perseguidos los que han declamado contra ella. El uso de la imprenta se ha reducido a insultar con personalidades a los buenos vasallos, desconceptuando al magistrado, debilitando su energía, y haciendo odioso a cuantos eran blanco de estos tiros: extenderse papeles sediciosos y revolucionarios a cada paso, escribir descaradamente contra los misterios más respetables de nuestra Religión revelada, ridiculizándola... y despedazando la opinión y respeto del sucesor de San Pedro con un lenguaje, que jamás toleró la Nación española, hasta que tuvimos la desgracia de ver en gran parte relajadas sus costumbres; que es cuando se presentan tales innovaciones...
38.- Vieron también las provincias que, ensayado el ánimo de las Cortes con estos decretos, y bebido en parte el veneno de la soñada igualdad, era llegado el momento de fijar una Constitución que esclavizase la libertad de las Cortes legítimas sucesivas, y quedase impune y existente el tropel de novedades, con que se habían sepultado la legislación, usos y costumbres de España ...esta Constitución ... después que la experiencia acreditó sus defectos, ... y que aquellos intrusos en las Cortes no podían poner trabas a la misma soberanía, que suponían en el pueblo, no acertamos a disculparla. Declamar en todo por Constitución ofreciéndonos en cada paso a la furia del pueblo con el renombre de infractores de ella (en que dicen estar cifrada su libertad), cuando proponemos medidas de tropas, dinero, y orden para salvar la Patria, ...”
“MANIFIESTO DE LOS PERSAS”, 1814.
LA MASONERÍA (O “LA NACIÓN”), INDIGNADA POR NO SER SOBERANA ABSOLUTA:
551
“Vos, Señor, conducido por consejos de hombres, a quienes mas bien quiero clasificar de ignorantes y débiles, que de pérfidos y traidores a su Patria, no solamente desamparasteis la Nación en el mismo momento, en que más necesitaba ser protegida, cuando un conquistador la invadía, sino que hicisteis una renuncia de todos los derechos en favor del mismo conquistador.
El abogado mas ardiente del poder absoluto de los reyes, Barclay, pone dos casos, en que un rey se destrona a si mismo...; Cuando un rey se hace a sí mismo dependiente de otro, y sujeta el reino (que le habían dejado sus antecesores, y el pueblo había entregado libremente en sus manos) al dominio de otro...; Hay también otro modo de disolverse el Gobierno, y es cuando el príncipe descuida, abandona, o se pone en situación de no poder ejercer sus funciones, porque en cualesquiera de estos casos las leyes no pueden hacerse ejecutar por si mismas... Finalmente se disuelven los Gobiernos, cuando el Poder Legislativo o el Príncipe obran de un modo contrario a la confianza que se había hecho de ellos.
En todos estos casos, el Pueblo queda en libertad de proveer para sí, según tenga por conveniente a su seguridad y mejor estar, ya mudando las personas, ya variando la forma misma de gobierno; porque la sociedad nunca debe perder por las faltas de otros el natural y primitivo derecho de su propia preservación ...
Estoy, Señor, bien seguro de que por mas que se apuren vuestros consejeros en examinar cuantos libros se han escrito hasta el presente nada encontrarán que contradiga esta doctrina, de la que se deduce que vos con vuestra ausencia y renuncias perdisteis todo derecho a la Corona, y que la Nación Española quedó en absoluta libertad de constituirse tal como tuviese por conveniente. Por lo mismo sería superfluo acumular otras pruebas y autoridades, para apoyar mi aserción. En tal estado de cosas, al cabo de dos años de guerra, “sin rey de hecho, ni de derecho”, por mas que se dijese, o creyese otra cosa, los representantes de la Nación, elegidos con arreglo a lo determinado por el Gobierno Supremo entonces existente, conforme seguramente a la opinión general de los mas sensatos españoles, y sin duda del modo mas legal que podía hacerse semejante elección en aquellas circunstancias, se reunieron en la Isla de León, uno de los pocos puntos libres de la dominación francesa.
En su primera sesión, y antes de pensar en los muchos peligros que los cercaban, declararon unánimemente a V. M. por Rey de las Españas. Por este reconocimiento, ellos os hicieron el don de una Corona, que habíais perdido, y que, aunque recibida de sus manos, era mas legitima aun que la anterior, mucho mas decorosa, mas apreciable, y mas conforme a la razón. En fin, Señor, era la única que os podíais jactar de llevar, por ser la sola pura de toda objeción. Después de este acto, para que el don no quedase sin efecto, su único, grande, y continuo cuidado, al mismo tiempo que constituían a la Nación, ha sido, a costa de los mayores sacrificios, poner corriente y desembarazado ese mismo trono tan atacado entonces, y tan vergonzosamente abandonado poco antes...
Ellos, sin que se les pudiese censurar de faltar a ley alguna divina o humana, se hallaban en absoluta libertad de constituirse en una República, o de nombrar un Rey tomado de una nueva dinastía, más precisado por lo tanto a someterse a la futura Constitución, pues no tendría otros privilegios que reclamar que los que esta le concediese. Ellos no ignoraban que después de las renuncias de Bayona, sin ser compelido, habíais dado desde Burdeos la proclama, en que encargabais a los españoles someterse a Napoleón. Ellos sabían que habíais escrito a éste desde Valencay, felicitándole por sus victorias; por la misma inauguración de José; pidiéndole una sobrina para vuestra esposa; y solicitando el mando de una división de sus Ejércitos para el señor infante D. Carlos... Ellos todos habían visto el Decreto del Escorial y los motivos en él publicados y circulados a la Nación por vuestro mismo Augusto Padre. Ellos sabían que la renuncia de Aranjuez había sido hecha en medio de un tumulto popular, sin consentimiento de la Nación, y sin la menor previa formula de decencia, tan necesaria para la seguridad misma de los tronos, aun cuando se quiera prescindir de lo que se debe a aquélla...
No obstante todas estas consideraciones, de las que cada una era muy suficiente para hacerles titubear, ni uno solo estuvo perplejo en declarar a V. M. por Rey de las Españas. ¿Qué méritos mas importantes, ni qué servicios mas voluntarios que los dos, podían haber hecho estos hombres en vuestro favor? ¿Y es posible, Señor, que al dar en Valencia el decreto de exterminio contra todos ellos, conmutado después, según el lenguaje insultante a la humanidad, en la indulgente sentencia de confiscación de bienes, y encierros en castillos, y presidios; es posible, repito, que servicios tamaños y tan espontáneos, que por sí solos desmienten las imposturas todas de sus enemigos, no hayan sobrepujado en el corazón de V. M. a los supuestos crímenes, aun cuando fuesen verdaderos, y aun cuando se os hubiese hecho creer, que erais dueño de atropellar todas las leyes, que existen entre los hombres? ¿Es posible que hayáis premiado el partido de los consejeros que os persuadieron abandonar la Nación y el trono, y que mas o menos se hallaban manchados con juramentos y sumisiones al usurpador; y que castigaseis el de los buenos españoles que salvaron a V. M. y a la Patria?”
ÁLVARO FLÓREZ ESTRADA (1765-1853), “Representación hecha a S.M.C. el señor D. Fernando VII en defensa de las Cortes”, 1819.
LA FIGURA DEL EXILIADO:
552
“Ninfas la lira es ésta que algún día
pulsó Batilo en la ribera umbrosa
del Tormes, cuya voz armoniosa
el curso de las ondas detenía.
Quede pendiente en esta selva fría,
del lauro mismo que la cipria Diosa
mil veces desnudó cuando amorosa
la docta frente a su cantor ceñía.
Intacta y muda entre la pompa verde,
solo en sus fibras resonando el viento
el claro nombre de su dueño acuerde.
Ya que la patria, en el común lamento
feroz ignora la opinión que pierde
negando a sus cenizas monumento.”
LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATÍN, ‘A la memoria de D. Juan Meléndez Valdés, poeta lírico español que murió desterrado en Francia en el año 1817’
COMIENZA EL DELIRIO SOBRE UN IDÍLICO FEDERALISMO IBÉRICO:
553
“¿Cuándo se construyeron en España las obras más suntuosas y más íntimamente enlazadas con el fomento de su riqueza? En la época en que los pueblos, merced a las sabias leyes que los dirigían, decidían como soberanos federados en sus negocios interiores... ¿Por qué carecemos de de una estadística de la península? porque el gobierno “unitario” se empeñó en hacerla. ¿Por qué se adelantó su formación y se animó el espíritu vivificador de la industria, y de la ilustración en las provincias de España, desde el año de 1820 al de 1823? porque las diputaciones provinciales, imagen imperfecta de las asambleas legislativas de los gobiernos federales... dieron impulso a la pública prosperidad...
Amigo mío, ruego a V. me diga ¿cuándo se han hecho en España los puentes más célebres que en ella se encuentran? ¿Cuándo se levantaron las nombradas bolsas de comercio de Mallorca, Barcelona y Valencia? ¿Cuándo se hicieron los azudes y acequias de ésta, y cuándo se levantaron las fortificaciones militares que aun desafían el poder devorador del tiempo? Cuando los pueblos gozaban de una parte de la soberanía que en las repúblicas federales desempeñan las asambleas de los estados...
¿En España no vimos reproducirse los triunfos y los recursos mientras dirigieron su acción los esfuerzos de una alianza de provincias? Las victorias de Bailén, de Zaragoza, del Bruch, de Zaragoza y Valencia no fueron resultado del vigor?... ¿La junta central no organizó ejércitos, no dispuso de fondos inmensos, y no preparó las más radicales reformas? Y todo esto no se hizo durante el imperio de un “orden federativo” incompleto?... ¡Que se comparen los resultados de aquella época con los de la en que tomó las riendas el monarca absoluto, y las consecuencias desengañarán a los ilusos que se empeñen en negar al gobierno “federal” las ventajas que le pertenecen!
Traigamos a la memoria lo que sucedió en la Península el año de 1808... Los hombres más consumados en la ciencia de estado cedieron a las insinuaciones de Napoleón y prosternados ante su deslumbradora omnipotencia... subscribieron a los decretos que a aquel le plugo dictar sobre la nación española...; al paso que la informe federación de las provincias confundió su pericia y se burló de sus combinaciones... y opuso una decidid resistencia a los ardides y a la fiereza con que el gabinete de las Tullerías disponía a su antojo de las testas coronadas de Europa, las cuales ... (no tuvieron) otro apoyo que los sentimientos de honradez con que la “Federación Española” se burló de la refinada destreza de los diplomáticos más célebres”.
JOSÉ CANGA ARGÜELLES, ‘Cartas de un americano sobre las ventajas de los gobiernos republicanos federativos’, 1826.
NUNCA HUBO FEDERALISMO NI IDEA FEDERAL EN ESPAÑA:
554
“Las provincias se reunían bajo un mismo imperio. León y Castilla, Cataluña y Aragón presentan este fenómeno: y los monarcas que conquistan Granada miran sometida a su cetro la España entera Desde los Reyes Católicos, la Nación ha continuado bajo el imperio de un monarca, y es imposible que tres siglos de monarquía no hayan arraigado hondamente en el país las ideas y sentimientos monárquicos….
El decir que tiene vida en España el espíritu federal, que el provincialismo es más poderoso que la monarquía, es aventurarse a sostener lo que a primera vista está desmentido por la historia; es suponer un fenómeno extraño, de cuya existencia deberíamos dudar por grandes que fuesen las apariencias que lo indicasen…
Las revueltas que han afligido la nación desde 1808, vienen en confirmación de lo que hemos asentado... Quedó el pueblo español enteramente solo, abandonado a sí mismo... Todo brindaba con la mejor oportunidad para que, si la Monarquía hubiera sido en España una institución postiza o endeble, se despegase y se hiciera trizas, presentándose el Provincialismo Federal con su carácter propio y sus naturales tendencias. Pero no sucedió así: la Nación fue más grande que sus reyes...
La aparición de innumerables Juntas en todos los puntos del Reino, lejos de indicar el espíritu de provincialismo, sirvió para manifestar más el arraigo de la unidad monárquica; porque pasados los primeros instantes en que fue preciso que cada cual acudiera a su propia defensa del mejor modo que pudiese, se organizó y estableció la Junta Central, prestándose dócilmente los pueblos a reconocerla y respetarla como poder soberano.. Este solo hecho es bastante a desvanecer todas las vulgaridades sobre la fuerza del provincialismo en España, y a demostrar que las ideas, los sentimientos y las costumbres estaban en favor de la unidad en el gobierno... Cuando la monarquía había desaparecido, natural era que se presentasen las antiguas divisiones, si es que en realidad existían; pero nada de eso; jamás se mostró mas vivo el sentimiento de nacionalidad, jamás se manifestó más clara la fraternal unidad de todas las Provincias...
En las épocas sucesivas se ha manifestado con no menor evidencia el mismo fenómeno... De los mismos pronunciamientos repetidos con tanta frecuencia; de las mismas Juntas creadas con tanta facilidad... Si el espíritu de provincialismo tuviese alguna fuerza; si hubiese en España tendencias federales; si en las ideas, en los sentimientos, en las costumbres de la Nación no se hallase profundamente la monarquía, ¿cómo seria posible que se viera semejante fenómeno?...
Preguntaremos ahora: si existiese ese provincialismo de que tanto se habla, si efectivamente hubiese esas fuerzas centrífugas que se nos ponderan, si no fueran todos esos movimientos farsas miserables que se representan en la superficie de la sociedad sin que afecten el fondo de ella, ¿cómo seria posible que Mendizábal, Calatrava y Espartero hubiesen hecho desaparecer como por encanto la escisión, solo publicando un manifiesto?... Las exigencias verdaderamente populares, ¿se acallan con un papel? ...
Es falso pues que en España haya fuerzas excéntricas; lo que hay es lo que no puede menos de haber en todos los países agitados por la guerra civil y las revueltas políticas: unos cuantos hombres que toman en diferentes sentidos el nombre del pueblo, y que se mancomunan para derribar a los gobernantes, siempre que estos no se acomodan a todos sus intereses o caprichos. Es falso que haya verdadero provincialismo, pues que ni los aragoneses, ni los valencianos, ni los catalanes recuerdan sus antiguos fueros, ni el pueblo sabe de qué se le habla cuando estos se mencionan, si los mencionan alguna vez los eruditos aficionados á antiguallas. Hasta en las Provincias del Norte no es cierto que el temor de perder los fueros causara el levantamiento y sostuviese la guerra...
Cuando hay movimientos, cuando hay oposición al Gobierno, los hombres que figuran a la cabeza no son los amigos de las tradiciones locales, los hombres de arraigo en el país... sino aventureros que, o no tienen fortuna, o que acaban de improvisarla. Este argumento no tiene réplica; y si a él se agrega la observación de que precisamente en los puntos donde mas arraigada debiera suponerse la afición á lo antiguo, allí es donde menos ha prendido la Revolución, ... allí es donde se han proclamado con mas energía y defendido con más tesón los principios favorables a la unidad monárquica, quedará fuera de toda duda la verdad que estamos defendiendo.”
JAIME BALMES, ‘La monarquía y la unidad gubernativa’, 1844.
INCITACIÓN AL AHORCAMIENTO DE CARLISTAS:
555
“Cada país tiene sus producciones particulares: he aquí por qué son famosos los melocotones de Aragón, la fresa de Aranjuez, los pimientos de Valencia y los facciosos de Roa y de Vizcaya....
Por lo demás, podemos concluir que ningún cuidado puede dar a un labrador bien intencionado la acumulación del faccioso, pues es cosa muy experimentada que en el último apuro la planta es también de invierno, como si dijéramos de cuelga; y es evidente y sabido que una vez colgado este pernicioso arbusto y altamente separado de la tierra natal que le presta el jugo, pierde como todas las plantas su virtud, es decir, su malignidad. Tiene de malo este último remedio que para proceder a él es necesario colgarlos uno a uno, y es operación larga.... “
M. J. DE LARRA (1809-1837), Revista Española, n.º 116, 1833.
ÚLTIMO DOCUMENTO DE HONOR ENTRE ESPAÑOLES :
556
“No ambiciono el Trono; estoy lejos de codiciar bienes caducos; pero la Religión, la observancia y cumplimiento de la Ley Fundamental de sucesión y la singular obligación de defender los derechos imprescriptibles de mis hijos y todos los amados consanguíneos, me esfuerzan a sostener y defender la Corona de España del violento despojo que de ella me ha causado una sanción tan ilegal como destructora de la ley que legítimamente y sin alteración debe ser perpetuada.
Desde el fatal instante en que murió mi caro hermano (que santa gloria haya), creí se habrían dictado en mi defensa las providencias oportunas para mi reconocimiento; y si hasta aquel momento habría sido traidor el que lo hubiese intentado, ahora será el que no jure mis banderas, a los cuales, especialmente a los generales, gobernadores y demás autoridades civiles y militares, haré los debidos cargos, cuando la misericordia de Dios me lleve al seno de mi amada Patria, a la cabeza de los que me sean fieles. Encargo encarecidamente la unión, la paz y la perfecta caridad. No padezco yo el sentimiento de que los católicos españoles que me aman, maten, injurien, roben ni cometan el más mínimo exceso. El orden es el primer efecto de la justicia; el premio al bueno y sus sacrificios, y el castigo al malo y sus inicuos secuaces es para Dios y para la Ley, y de esta suerte cumplen lo que repetidas veces he ordenado.”
CARLOS V DE BORBÓN (1788-1855), ‘Manifiesto de Abrantes’, 1833.
LATROCINIO DE LOS LIBERALES CONTRA LA IGLESIA:
557
“El decreto de la expulsión de los jesuitas ha sido el primer paso dado en el gran camino, que no debemos tardar en recorrer...
Y ciñéndonos a las artes, ... cuando un gobierno ilustrado, conociendo su verdadera posición, se coloque al frente de la revolución para dirigirla, esos tesoros de que somos dueños todavía se salvarán. Llenos están de ellos esos conventos que más temprano o más tarde habrán de desaparecer por fin de nuestro suelo, porque las necesidades de la sociedad han variado, porque los cenobitas no son de nuestro siglo, porque nuestro siglo concibe ya una religión grandiosa y de consuelo, sin víctimas fanáticas ni fanatizadoras.
¿Qué de riquezas literarias, históricas, artísticas no encierran esos conventos, destinadas acaso por una fatal imprevisión a ser presa algún día de las llamas o del saqueo? Riquezas en arquitectura, en escultura, en pintura, en manuscritos, en medallas, en archivos, y riquezas todas españolas, nacionales, riquezas que saben apreciar los extranjeros, que vienen a estudiarlas, a diseñarlas, a sustraerlas a veces para exportarlas a sus países ...
No podemos menos de llamar la atención de nuestro gobierno sobre un punto tan interesante: ahoguemos el despotismo, hundamos en la nada nuestros viejos abusos; regeneremos nuestra patria, pero salvemos con ella nuestros nombres, nuestra gloria, nuestras artes...
Para evitar que la violencia tenga parte en la destrucción de esos monumentos, que cobija aún el manto de la religión, como en los siglos medios, aunque su desaparición haya de ser obra solamente de una ley pacíficamente meditada y votada por la nación, el gobierno debe acudir a una celosa previsión...
¿No pudiera nombrarse una comisión civil, compuesta de hombres probos, encargada de recorrer esos conventos, cuyos institutos misteriosos han podido hasta ahora ocultar y conservar casi secreto cuanto en sus muros se esconde, y de dar un destino más seguro a sus riquezas artísticas y literarias? ...
¿Qué no ha perdido la Francia por no haber pensado al principio de su revolución en un ramo tan importante? ...
Hagamos, pues, nosotros lo que los extranjeros piensan hacer, y apresurémonos, porque acaso el día de las venganzas, o el del triunfo completo de la buena causa, no esté lejos, y el día de enmendar una imprevisión, si la cometiésemos, no volvería a presentarse jamás. Probemos a la Europa que sabemos lo que poseemos, que lo sabemos apreciar: que hacemos nuestra revolución con menos sangre y más fruto que nuestros antecesores...”
M. J. DE LARRA, Revista ‘Mensajero’, n.º 156, 1835.
558
“A su Majestad la Reina Gobernadora:
"Señora, vender la masa de bienes que han venido a ser propiedad de la Nación, no es tan sólo cumplir una promesa solemne y dar una garantía positiva a la deuda nacional, es abrir una fuente abundantísima de felicidad pública; vivificar una riqueza muerta, desobstruir los canales de la industria y de la circulación; apegar al país por el amor natural y vehemente a todo lo propio; ensanchar la patria, crear nuevos y fuertes vínculos que liguen a ella; es, en fin, identificar con el trono excelso a Isabel II, símbolo de orden y de la libertad. No es, señora ni una fría especulación mercantil, ni una mera operación de crédito... El decreto que vaya a tener la honra de someter a la augusta aprobación de V. M. sobre la venta de bienes adquiridos ya por la nación, así como en su resultado material ha de producir el beneficio de minorar la fuerte suma de la deuda pública, es menester que en su objeto y aun en los medios por donde aspire a aquel resultado, se encadene, se funde en la alta idea de crear una copiosa familia de propietarios, cuyos goces y cuya existencia se apoye principalmente en el triunfo completo de nuestras actuales instituciones...
Artículo 1º. Quedan declarados en venta desde ahora todos los bienes raíces de cualquier clase que hubiesen pertenecido a las comunidades y corporaciones religiosas extinguidas y los demás que hayan sido adjudicados a la Nación por cualquier título o motivo...”
JUAN ÁLVAREZ MENDIZÁBAL (1790-1853), ‘Gaceta de Madrid, 21 de febrero de 1836’.
NIVEL CULTURAL DE LOS REVOLUCIONARIO-PROGRESISTAS:
559
“La mas pura expresión de la idea democrática, se encuentra en los principios morales del Evangelio”.
FERNANDO GARRIDO ‘La Democracia y sus adversarios’, 1860.
560
-“Tío Rebenque”: ¿Cual es el mejor gobierno?
-Guindilla”: El más justo
-Tío Rebenque: ¿Cual es el más justo?
-Guindilla: Aquel que tiene por base y principio el temor del pueblo
-Tío Rebenque: ¿No sería mejor decir: el gobierno más justo es aquel en que reina la ley?
-Guindilla: ¡Ah Tío Rebenque! con esa palabra nos han engañado hasta ahora todos los realistas, tanto absolutistas como constitucionales moderados y exaltados...
-Tío Rebenque: ¿Cómo se hará que reine el temor de la justicia del pueblo?
-Guindilla: Reinará cuando el pueblo tenga la suficiente intervención en los negocios públicos para que las leyes se hagan en beneficio suyo...
-Tío Rebenque: ¿Cuáles son las condiciones indispensables para que el pueblo tenga suficiente intervención en los negocios públicos?
-Guindilla:
1ª Que todos los hombres mayores de edad que forman el pueblo concurran para la elección de jefes y diputados
2ª Que todos los que merezcan la confianza del pueblo puedan ser elegidos para gobernarlo
3ª Libertad de imprenta para escribir sobre todas las materias y expresarse todas las opiniones y que hasta el más pobre pueda publicar sus pensamientos
4ª Que el pueblo pueda con orden y compostura reunirse para deliberar sobre los asuntos que le interesan y asociarse
6ª Que todos los ciudadanos estén armados en forma de Milicia popular para que se respete su voz y no se haga burla de sus derechos.
...
-Tío Rebenque: ¿Cómo se llama el gobierno en que se verifican estas condiciones de intervención popular?
-Guindilla: Este es el gobierno republicano
-Tío Rebenque: ¿Y es cierto que el gobierno republicano es incompatible con la religión?
-Guindilla: Esa es una mentira atroz que han inventado los realistas para hacer odioso el más justo de los gobiernos. Los principios republicanos son los mismos que predicó Jesucristo.”
WENCESLAO AYGUALS DE IZCO, (1801-1875), ‘Cartilla del Pueblo’, 1842.
561
“Durante los largos combates contra los árabes, la península era reconquistada por pequeños trozos, que se constituían en reinos separados. Se engendraban leyes y costumbres populares durante esos combates. Las conquistas sucesivas, efectuadas principalmente por los nobles, otorgaron a éstos un poder excesivo, mientras disminuyeron el poder real. De otro lado, las ciudades y poblaciones del interior alcanzaron una gran importancia debido a la necesidad en que las gentes se encontraban de residir en plazas fuertes, como medida de seguridad frente a las continuas incursiones de los moros; al mismo tiempo, la configuración peninsular del país y el constante intercambio con Provenza y con Italia dieron lugar a la creación, en las costas, de ciudades comerciales y marítimas de primera categoría...
España se encontró, en la época de la resurrección europea, con que prevalecían costumbres de los godos y de los vándalos en el norte, y de los árabes en el sur...
El tercer elemento de la antigua constitución de las Cortes, a saber, el clero, alistado desde los tiempos de Fernando el Católico bajo la bandera de la Inquisición...
La libertad española desapareció en medio del fragor de las armas, de cascadas de oro y de las terribles iluminaciones de los autos de fe...
La monarquía absoluta en España... debe ser clasificada más bien al lado de las formas asiáticas de gobierno. España, como Turquía, siguió siendo una aglomeración de repúblicas mal administradas con un soberano nominal a su cabeza...
El despotismo cambiaba de carácter en las diferentes provincias según la interpretación arbitraria que a las leyes generales daban virreyes y gobernadores; si bien el gobierno era despótico, no impidió que subsistiesen las provincias con sus diferentes leyes y costumbres, con diferentes monedas, con banderas militares de colores diferentes y con sus respectivos sistemas de contribución. El despotismo oriental sólo ataca la autonomía municipal cuando ésta se opone a sus intereses directos”.
CARLOS MARX, 'La España revolucionaria', New York Daily Tribune, 9 de septiembre de 1854.
ANTE LA IRRUPCIÓN DE LAS REVOLUCIONES:
562
“Esto han dicho los socialistas, y han repetido sus discípulos; los unos y los otros con tono más vehemente, y con frases más acerbas. Sentidas y terribles recriminaciones han surgido a la filosofía revolucionaria del siglo pasado, al escepticismo dogmático del presente, a la política jacobina, al liberalismo constitucional. Nosotros, a la verdad, no sabríamos qué contestar en nombre de la política; muy poco, de parte de la filosofía. Ciertamente que para responder a estas inculpaciones severas, no sería ni a la filosofía ni a la política a donde acudiéramos. De otro arsenal tomaríamos nuestras armas. Sólo la religión podría suministrárnoslas. Si nos propusiéramos rebatir al atrevido socialista [Carlos Fourier], no le opondríamos, por cierto, el Contrato Social, ni la Enciclopedia, ni las ilusiones liberales de Benjamín Constant, y Mme. de Staël, ni las especulaciones doctrinarias de Guizot, ni el fatalismo histórico de Thiers, ni las incompletas teorías de Say, ni los derechos de la Carta, ni las penas del Código. Otro libro tomaríamos por escudo: el Evangelio. Lo decimos con toda nuestra conciencia. Contra la crítica y la tendencia del socialismo, no conocemos más armas que un instinto, y una filosofía: el buen sentido del género humano, y la filosofía cristiana...
Hay en efecto hombres tan preocupados y poseídos del terror de una disolución social, que han creído ver en el estado actual de la Europa una notable analogía con la disolución del Imperio romano en el siglo V. Hay personas, Señores, que, a vista de la actitud de los pueblos del Norte, creen los unos posible, los otros hasta necesaria, una nueva invasión de los pueblos septentrionales, para afianzar la autoridad de los poderes públicos, y robustecer el vigor de los relajados vínculos sociales. Hay espíritus, en quienes ha entrado la idea de que a la civilización amenazada y combatida por masas de obreros, no le queda otra esperanza, que la de una restauración verificada con hordas de cosacos... (RISAS)...”
NICOMEDES PASTOR DÍAZ (1811-1863), ‘Los problemas del socialismo’, Lecciones en el Ateneo de Madrid, 1849.
563
“Solo puede acusar de delito el que puede acusar de pecado, y solo puede imponer penas por el uno el que puede imponerlas por el otro. Los gobiernos no son competentes para imponer una pena al hombre sino en calidad de delegados de Dios, ni la ley humana tiene fuerza sino cuando es el comentario de la Ley divina. La negación de Dios y de su Ley, por parte de los gobiernos, viene a ser la negación de sí propios. Negar la Ley divina y afirmar la humana, afirmar el delito y negar el pecado, negar a Dios y afirmar un gobierno cualquiera, es afirmar aquello mismo que se niega y negar aquello mismo que se afirma, es caer en una contradicción palpable y evidente. Entonces sucede que comienza a soplar el cierzo de las revoluciones, el cual no tarda mucho en restaurar el imperio de la lógica, que preside a la evolución de los sucesos suprimiendo con una afirmación absoluta e inexorable o con una negación absoluta y perentoria las contradicciones humanas.”
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘El Ensayo..’ Libro III, VI, 1851.
564
“Lo estupendo y monstruoso de todos estos errores sociales proviene de lo estupendo de los errores religiosos en que tienen su explicación y su origen. Los socialistas no se contentan con relegar a Dios en el cielo, sino que, pasando más allá, hacen profesión pública de ateísmo y le niegan en todas partes. Supuesta la negación de Dios, fuente y origen de toda autoridad, la lógica exige la negación de la autoridad misma con una negación absoluta; la negación de la paternidad universal lleva consigo la negación de la paternidad doméstica; la negación de la autoridad religiosa lleva consigo la negación de la autoridad política. Cuando el hombre se queda sin Dios, luego al punto el súbdito se queda sin rey y el hijo se queda sin padre".
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘Carta al Cardenal Fornari’, 1852.
INCREMENTO DE LA REPRESIÓN ESTATAL:
565
“Me basta considerar el conjunto pavoroso de los acontecimientos humanos desde su único punto de vista verdadero: desde las alturas católicas. No hay más que dos represiones posibles: una interior y otra exterior, la religiosa y la política. Estas son de tal naturaleza, que cuando el termómetro religioso está subido, el termómetro de la represión está bajo, y cuando el termómetro religioso está bajo, el termómetro político, la represión política, la tiranía, está alta. Esta es una ley de la humanidad, una ley de la historia...
A pesar de esto, señores, era necesario que el termómetro político subiera mas, porque el termómetro religioso seguía bajando; y subió mas. ¿Qué nueva institución, señores, se creó entonces? Los gobiernos dijeron: tenemos un millón de brazos y no nos bastan; necesitamos mas, necesitamos un millón de ojos; y tuvieron la policía, y con la policía un millón de ojos. A pesar de esto, señores, todavía el termómetro político y la represión política debían subir, porque á pesar de todo, el termómetro religioso seguía bajando; y subieron. A los gobiernos, señores, no les bastó tener un millón de brazos; no les bastó tener un millón de ojos; quisieron tener un millón de oídos, y los tuvieron con la centralización administrativa, por la cual vienen á parar al gobierno todas las reclamaciones y todas las quejas. Y bien, señores; no bastaba esto, porque el termómetro religioso siguió bajando, y era necesario que el termómetro político subiera mas. ¡Señores, hasta dónde! Pues subió más. Los gobiernos dijeron: ...necesitamos más: necesitamos tener el privilegio de hallarnos a un mismo tiempo en todas partes. Y lo tuvieron; y se inventó el telégrafo...
Pues bien, una de dos: o la reacción religiosa viene o no: si hay reacción religiosa, ya veréis, señores, como subiendo el termómetro religioso comienza á bajar natural, espontáneamente, sin esfuerzo ninguno de los pueblos, ni de los gobiernos, ni de los hombres, el termómetro político, hasta señalar el día templado de la libertad de los pueblos: pero si por el contrario, señores, y esto es grave... yo digo que si el termómetro religioso continúa bajando, no sé adonde hemos de parar. Yo, señores, no lo sé, y tiemblo cuando lo pienso. Contemplad las analogías que he puesto a vuestros ojos; y si cuando la represión religiosa estaba en su apogeo no era necesario ni gobierno ninguno siquiera, cuando la represión religiosa no exista, no habrá bastante con ningún género de gobierno, todos los despotismos serán pocos.”
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘Discurso sobre la dictadura’ (4 de enero de 1849).
LOS PRONUNCIAMIENTOS MILITARES:
566
“¿Qué son esos gobiernos con sus mayorías legítimas, vencidas siempre por las minorías turbulentas; con sus ministros responsables que de nada responden; con sus reyes inviolables siempre violados? Así, señores, la cuestión no está entre la libertad y la dictadura; si estuviera entre la libertad y la dictadura, yo votaría por la libertad, como todos los que nos sentamos aquí. Pero la cuestión es ésta, y concluyo: se trata de escoger entre la dictadura de la insurrección y la dictadura del Gobierno; puesto en este caso, yo escojo la dictadura del Gobierno, como menos pesada y menos afrentosa. Se trata de escoger entre la dictadura que viene de abajo, y la dictadura que viene de arriba: yo escojo la que viene de arriba, porque viene de regiones más limpias y serenas; se trata de escoger, por último, entre la dictadura del puñal y la dictadura del sable: yo escojo la dictadura del sable, porque es más noble. Vosotros señores, votaréis como siempre lo más popular; nosotros como siempre, votaremos lo más saludable.”
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘Discurso sobre la dictadura’ (1849).
DESTRUCCIÓN DE LA UNIDAD CATÓLICA DE ESPAÑA:
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“En el Syllabus de proposiciones condenadas, aparecieron tres contra el indiferentismo y la libertad de cultos. La cuestión estaba ya terminada. ‘Roma locuta est, causa finita est’... ¡Ah, sí, la cuestión se acabó ya para los católicos, pero no todos son católicos! Hay entre estos quienes llevan el nombre de tales, y es muy dudoso que lo sean.
Estos son enemigos más perjudiciales que los herejes y los impíos. Son espías dentro de casa, traidores que forman en las filas del ejército católico... Hay enemigos declarados que a todas horas y en todos tonos decantan las grandes ventajas, realmente ilusorias, de la llamada “libertad de cultos”. Estos no desperdician ocasión ni coyuntura para hablar de ella lisonjeramente, para clamar contra lo que llaman “intolerancia”, por no darle el hermoso nombre de “unidad”, así como llaman “libertad” a lo que debieran apellidar “discordia”.
Mas esta cuestión, se me dice, no es del momento: por ahora está calmada: no conviene despertar al león que duerme. Por mi parte, creo que no conviene que el león duerma mientras el tigre y el leopardo velan. Dormido estaba el “león” en 1854 y el leopardo le despertó, bien a su pesar, al discutir la segunda base constitucional. Cuando se agitaban las calurosas cuestiones acerca de la Encíclica [Syllabus, de Pío IX], a principios de este año se nos decía: -¿Queréis la desaparición del Placet? Borrad el art. 1º del Concordato, y plantead la libertad de cultos-.
¡Esto es un engaño! En Francia hay libertad de cultos, y, con todo, de allí nos vino esa restricción a la libertad católica. En México se ha planteado la libertad de cultos, y continúa esa restricción anómala... Además, los progresistas y demócratas ... acaban de proclamar la libertad de cultos como uno de los artículos de su credo político, incluyendo a la unidad católica entre los que llaman “obstáculos tradicionales a la libertad”.
¡Y se dice que la ocasión no es oportuna cuando el enemigo está a las puertas! ¿Tiene acaso derecho a principiar el ataque sin que el Catolicismo le combata desde el momento en que asome a lo lejos? Cuando llega el momento de combatir, suele haber confusión si las armas no están a punto. Yo quiero acumular en este libro todas las razones que contra la libertad de cultos pueden necesitar los católicos. ¡Ojalá no sea necesario recurrir a ellas! pero un axioma antiguo dice: ‘Si vis pacem, para bellum’.
VICENTE DE LA FUENTE (1817-1889), ‘La pluralidad de cultos y sus inconvenientes’. 1868.
LA LENGUA ESPAÑOLA COMO INSTRUMENTO REVOLUCIONARIO:
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“He recordado la decadencia de nuestro idioma, que si bien empezó, como era forzoso, con la decadencia de la monarquía y con el menosprecio de nuestras instituciones saludables, cayó en decrepitud en el deplorable reinado del imbécil Carlos II, y murió, por decirlo así, poco después, con la desnaturalización de estudios y de preceptos que siguió, como era regular, a la violenta desnaturalización de ideas y de intereses nacionales. Y he dicho también que esta ilustrada Academia fue la guardadora única de la pureza del lenguaje patrio, ... y por los esfuerzos del señor don Carlos III, príncipe a quien, entre otros mayores beneficios, debe mucho España por sus esfuerzos para restaurar las letras y el habla de nuestros antepasados. Pero la Academia no podía ser más que su conservadora, o, por mejor decir, el santuario en que se guardaba su última llama trémula y moribunda; aquellos raros escritores, estrellas fugitivas, y los deseos de un monarca, infructuosos, cuando la fuerza de las circunstancias tenían aprisionado al ingenio y viciadas las fuentes del saber. La censura, la inquisición, el fanatismo y una política equivocada y opresora no son elementos que producen escritores, y no habiendo escritores no hay idioma. Los idiomas crecen con el siglo, adelantan con la sociedad, se nutren con los nuevos descubrimientos, de que nacen nuevas ideas, se perfeccionan con el uso libre e ilustrado. Pero cuando no tienen estos caminos por donde ensancharse y medrar, se estancan cuando se estanca la civilización, retroceden, se pierden y se confunden con los idiomas extranjeros, que siguen como un torrente el curso de los progresos humanos. Así ha sucedido con el español, un día dominante en ambos mundos; hoy circunscrito, con grandes mermas y desmejoras, a los límites de nuestra Península.
Afortunadamente, comienza otra época más venturosa, que, así como será de regeneración para nuestra Patria, lo será para nuestra lengua. La juiciosa libertad que empieza a restablecerse en España con la oportuna restauración de nuestras antiguas leyes fundamentales, que pronto se desarrollarán majestuosamente, cual lo exige el interés público, no tardará en ponernos al nivel de las naciones civilizadas... Quitadas las trabas al ingenio, prenda española, como producción de este suelo feraz y delicioso, o como influencia de este cielo transparente y magnífico que nos cubre, volará de nuevo y sacará de los espacios inconmensurables de la imaginación tesoros abundantísimos en que hacer alarde de la pompa y gala del castellano, en que resucitar sus gallardas frases olvidadas, en que enriquecerlo con nuevos giros, que no dejan de ser castizos por ser originales. Familiarizados los españoles con las ciencias modernas, amoldarán su lenguaje a la precisión y claridad con que deben tratarse tales materias. Abierta la comunicación franca con las naciones ilustradas, que tantos pasos nos han aventajado, durante el último siglo, en la carrera del saber y del buen gusto, nos aprovecharemos de sus adelantos, y para levantar nuestra literatura, y por consiguiente nuestro idioma, ... Cultivadas con entera libertad las ciencias políticas y morales, producirán escritores que fijen y pulan y perfeccionen nuestra lengua, haciéndola más lógica y un tanto menos vaga y redundante, mejoras casi imposibles de conseguir en otra época no tan ilustrada como la presente, y en la cual los que escribieron de estas materias forzosamente hubieron de perderse en las argucias y sofismas del escolasticismo...”
ÁNGEL SAAVEDRA, DUQUE DE RIVAS (1791-1865), ‘Discurso de recepción en la Real Academia’, 1834.
LOS POBRES: DE LA ÓRBITA DEL CATOLICISMO A LA DEL SOCIALISMO:
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“Si el soberbio, si el orgulloso, si el impío se consideran humillados por la sopa del convento, que no vayan: ¿quién les obliga a ir? Si es altanero y tiene hambre puede elegir entre dos extremos, o bien reventar de hambre y quedarse con su orgullo, o satisfacer el hambre aceptando la caridad cristiana que es humilde y se complace en la humildad. Hay otro extremo que es el del pobre moderno, el pobre impío de que ya vamos teniendo cosecha en España. Este no espera a que le den, sino que se lo toma, pide con desvergüenza y amenazas, y al volver la espalda el que le dio, quizá por temor, le mira de reojo y dice entre dientes: ‘El día que estalle la “gorda”, ni me contentarás con esto, ni esperaré a que tú me des’.
Este es el pobre moderno, criado a los pechos de la economía moderna; el pobre a quien humilla la limosna, el pobre que no se rebajará a tomar la sopa de un convento. Este pobre está destinado por la Providencia a morder a la “economía de tripa llena”, que le quiere amamantar a sus pechos. Se le conoce con el nombre de comunista y socialista. Escribe economía con “estilos romanos y puñalitos triangulares”, de los que reparten las sociedades secretas. La tinta que usan estas plumitas suele ser la roja. Hay poblaciones en España en donde antes de estallar una jarana se ven bandadas de estos “pobres que no se rebajan”, los cuales, con un saco al hombro, rodeados de su mujer y sus hijos, están, con otros tantos costales, esperando como buitres que principie el motín para lanzarse sobre las casas de los ricos, como el día M de Julio de 1834 se lanzaban las harpías de Madrid sobre los religiosos y sus conventos, y no pasaban al robo sino después de profanar hasta los cadáveres de los mismos, que... quizá les habían dado de comer, sin que ellos y ellas se dieran entonces por humillados. El mismo día 22 de Junio, en las primeras horas de la mañana, se vio a estas harpías rematar a palos y pedradas a los oficiales y soldados heridos por los sublevados, y excitar a éstos a la matanza y al pillaje. ¿Queréis saber quiénes son “los del saco”? Preguntad a los comerciantes y fabricantes de los pueblos principales de Cataluña. Yo solo os diré que son pobres de los que no se humillan a pedir limosna, sino que prefieren tomarla. Ahora, señores frailífobos, economistas de tripa llena, y además “caballeros de la Tenaza”, contemplad vuestra obra.
Esos socialistas, o sean economistas de tripa vacía, que desean llenarla a costa vuestra, esos son vuestra obra, vuestros hijos predilectos, los pobres que no se rebajan a comer la sopa de los conventos, los que llamáis con el fastuoso y falso nombre de “hijos del pueblo”, los que vosotros queréis adormecer con palabras, a los que creéis poder contentar con palabras bonitas, con discursos de relumbrón; como si con las palabras se comiera, como si las palabras mataran el hambre.
Vosotros los habéis metido en vuestro seno sin considerar que esos pobres soberbios e impíos, que tienen todos los vicios de los pobres y de los ricos, y aun más repugnantes, no son el pueblo, sino la hez de la sociedad. Pensasteis adormecerlos con palabras cabalísticas como los encantadores a las serpientes. Si no hubieran de morder sino a vosotros, os diríamos aquello de la Escritura:¿Quien no se reirá del encantador a quien mordiere la serpiente?...
Consecuencias: Luego donde no había conventos no había holgazanes. Luego donde quiera que había holgazanes había conventos. Luego así que se acabó con los conventos se acabó con la holgazanería en España...
Estas son tres aserciones que debían desprenderse de esa premisa si fuese cierta y exclusiva. Si había holgazanes en donde no había conventos, no eran los conventos la causa necesaria de los holgazanes. Eran muchos los pueblos donde no había convento alguno, y con todo, en ningún pueblo faltaban ni faltan holgazanes. Había holgazanes de coche que no iban a la sopa, y esta holgazanería, la más cara de todas, no era fomentada por los conventos. Los pueblos fabriles más laboriosos, las provincias más industriales (entre ellas Cataluña, reputada siempre como el país más trabajador de España) abundaban en conventos.
Desde que se suprimieron los conventos se han multiplicado en España los holgazanes, y la holgazanería, y los centros de holgazanería, que son los cafés, teatros, tabernas, casinos y aun las peluquerías. Cuéntense las tabernas que había entonces y las que hay ahora; las botillerías de entonces y los cafés de ahora. Cuéntense las plazas de toros que había entonces y las que hay ahora, y cada plaza de toros es un foco de holgazanería, ferocidad, inmoralidad y desprestigio de la autoridad.”
VICENTE DE LA FUENTE, ‘La sopa del convento’ (1868).
LA FIGURA DEL RENEGADO DE SU PATRIA Y SU RELIGIÓN:
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“El amado país que ha sido mi segunda patria [Inglaterra], la tierra donde di el primer respiro de libertad y la que me enseñó a recuperar... el tiempo perdido en mi juventud bajo la influencia de la ignorancia y la superstición...
La religión, o mejor dicho la superstición está tan íntimamente unida a la vida española, tanto pública como privada que temo cansarle a Vd con mi continua referencia a ella.... La influencia de la religión en España no conoce límites y divide a los españoles en dos grupos: fanáticos o hipócritas... un país en el que la ley amenaza con la muerte o la infamia a todo disidente del tiránico dogmatismo teológico de la Iglesia de Roma...
Apenas la vista del convento había despertado las más fuertes y profundas aversiones de mi corazón...
Encendido de santo celo, levantó su áspera voz y ... repitió tres o cuatro veces: ¡Dios, Su Majestad!, añadiendo con un voto: “Este hombre es un hereje”. Ante tan peligrosa insinuación ... saqué mi pañuelo y extendiéndolo... me arrodillé sobre él, y aunque según la costumbre del país me golpeaba el pecho..., no lo hacía para pedir perdón por mis pecados sino para maldecir la hora en que me había resignado a degradarme hasta el punto de temblar ante la mera sospecha de un ser poco superior a los animales... Estos desagradables encuentros [El sonido de la campanilla que acompañaba al traslado del viático por las calles para llevar la comunión a los enfermos] son frecuentes en las ciudades más populosas de España. Ni en el más apartado rincón de la casa se encuentra uno libre de ser molestado por la sagrada campanilla... Durante esta procesión cantaban un himno a la Inmaculada Concepción y rezaban el rosario en voz alta. Estas procesiones se han venido celebrando hasta nuestros días y constituyen una de las habituales molestias nocturnas de la ciudad...
(Carta I)
Estoy convencido de que si San Pedro fuera español; o no admitiría en el cielo a gente de sangre manchada o los enviaría a algún apartado rincón del paraíso donde su vista no ofendiera a los cristianos viejos... Los torcidos y cenagosos cauces en los que la ignorancia y la superstición han confinado a los espíritus inquietos de muchos españoles...
(Carta II)
“Al vivir bajo este intolerable sistema de opresión intelectual hemos llegado a asociar las leyes españolas con el despotismo y el cristianismo con la persecución y el absurdo...
Tengo que confesar que si me dejara arrastrar por mis naturales impulsos instintivos, pisotearía y profanaría todos los santos y reliquias del país. Pero tal como están las cosas me contento con burlarme interiormente de ellos durante todo el día”
(Carta III)
JOSÉ MARÍA BLANCO WHITE (1775-1841), ‘Cartas de España’, 1822.
PROFECÍA; LOS DELINCUENTES HAN ESCRITO EL NUEVO EVANGELIO DEL MUNDO:
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“No parece sino que los gobiernos conocen por medio de un instinto infalible, que solo en nombre de Dios pueden ser justos y fuertes. Así sucede que cuando comienzan a secularizarse, a apartarse de Dios, luego al punto aflojan en la penalidad como si sintieran que se les disminuye su derecho. Las teorías laxas de los criminalistas modernos son contemporáneas de la decadencia religiosa, y su predominio en los códigos es contemporáneo de la secularización completa de las potestades políticas. Desde entonces acá el criminal se ha ido trasformando á nuestros ojos lentamente, hasta el punto de parecer a los hijos objeto de lástima el mismo que era asunto de horror para sus padres. El que ayer era llamado criminal, hoy pierde su nombre en el de excéntrico o en el de loco. Los racionalistas modernos llaman al crimen desventura: día vendrá en que el gobierno pase a los desventurados, y entonces no habrá otro crimen sino la inocencia.
A las teorías sobre la penalidad de las monarquías absolutas en sus tiempos decadentes se siguieron las de las escuelas liberales, que trajeron las cosas al punto y trance en que hoy las vemos: tras las escuelas liberales vienen las socialistas con su teoría de las insurrecciones santas y de los delitos heroicos: ni serán estas las últimas, porque allá en los lejanos horizontes comienzan a despuntar nuevas y mas sangrientas auroras. El nuevo evangelio del mundo se está escribiendo quizás en un presidio. El mundo no tendrá sino lo que merece cuando sea evangelizado por los nuevos apóstoles.”
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo’, Libro III, VI. (1851)
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“Las controversias valen poco, y más bien sirven de rémora que de aguijón al género humano en su arrebatado camino. Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas; y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias. Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento”.
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘Carta al director del Heraldo’, 1849.
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Re: Textos históricos de alabanzas a España
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ALACRAN
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“Dad unidad a España, extinguid las discordias que enloquecen a sus hijos, y España volverá a ser lo que fue en la guerra de la Independencia, lo que fue en tiempo de los Reyes Católicos, lo que fue en tiempos de Carlos I, lo que fue en tiempos de Felipe II. Dad unidad a España, y tremolarán en Lisboa los pendones de Castilla y se derramarán por el mar de ella conocido las naves castellanas y ceñiremos con nuestros brazos al África.”
JUAN DONOSO CORTÉS (1809-1853), ‘Las reformas de Pío IX’, 1847.
Es muy meritoria la iniciativa del Sr. Alacrán de compartir con los otros foristas esta bela obra de alabanzas a España. Un párrafo infeliz de Donoso Cortés (los tuvo varios en su vida) no quita la belleza de la obra y no mancha el merito del forista en colgarla aquí. Igual no debería mutilarse un texto original, aunque la razón pueda ser ponderosa y lo es; sin embargo, deberían evitarse en hispanismo.org los artículos o las citas que para loar a una patria hispana ofendan a otra. Reserva que, además, yo siempre mantuve aquí.
Otros autores españoles, esos sí tradicionalistas de toda una vida, no necesitaron rebajar a Portugal para loar a España. Nunca los reyes legítimos de España - o de las Españas - ambicionaron trono ajeno (lo que no puede decirse de algunos de sus usurpadores). Esos son los ejemplos a seguir y a divulgar para el bien del hispanismo que todos defendemos.