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Tema: Textos históricos de alabanzas a España

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    Thumbs up Textos históricos de alabanzas a España

    Aquí comienza una monumental recopilación de citas históricas de ensalzamiento de Hispania, España, lo español y lo hispánico desde el alba de los tiempos hasta el siglo XX.
    Las citas irán antecedidas de una introducción a cada época.

    El tema es amplísimo y lo enviaré (D. m.) por etapas históricas.
    Que lo disfruten.

    I- El alba de la Historia
    II - La Historia oscura
    III - La España romana
    IV - La España visigoda
    V- España árabe
    VI - Los reinos medievales
    VII - La España de los Reyes Católicos
    ...
    Pious dio el Víctor.

  2. #2
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    I - EL ALBA DE LA HISTORIA: DESDE LOS HIELOS A HISPANIA

    En el conglomerado amorfo de la tierra, tras las últimas glaciaciones que irán perfilándola, fueron quedando libres aquellas zonas que habrían de constituir nuestro suelo y que sufrieron las presiones interiores más intensamente que otros lugares cubiertos por el hielo. El espacio que corresponde a España fue, en su principio, límite de glaciación y país templado finalmente. Tuvo mares interiores que, al vaciarse, dejaron depositados yacimientos de conchas y otros moluscos. Albergó, según las variaciones de su clima, especies polares o frías, como los renos; cálidas como los elefantes y leones, y otras desaparecidas que al no poder salvarse de los deshielos y lluvias quedaron sepultadas.

    En su prístino estado probablemente se viera unida al África, y hasta las Baleares pudieron constituir parte integrante de su suelo. Los Pirineos sintiéronse realzados a cuenta de verse sumergir otras posibles e interiores o adyacentes eminencias, y los mares internos, como el Ebro, rompieron los diques que los contenían, dejando en seco extensas cuencas y planicies, donde, en los alrededores de la cuarta y postrera glaciación, vieron ya sobre su suelo a los primeros pobladores humanos.

    ¿De dónde vienen, se han preguntado todos, de dónde acuden a la tierra de España los hombres primitivos, “sin fuego ni verso, sin ropajes ni armas, sin idioma y sin Dios”?
    La leyenda nos ha contado que fueron gigantes que hundían las montañas con el golpe de su clava o abrían los mares al separarlos con sus brazos. Y, sin embargo, eran seres pequeños, de tez oscura y piel vellosa, que iban así vestidos porque aparecen en épocas de suave temperatura, y así se les ve desnudos en Cogull, en Alpera ...
    Viven en las orillas de los ríos o de las corrientes de las aguas, refugiándose, al caer la noche y ante el temor de las fieras y alimañas, en los árboles, en lo hondo de sus huecos o en la cima de sus copas.
    Buscan abrigo en las cavernas y abandonan sus hábitos nómadas por comenzar a sentirse sedentarios. Cazan el reno y el caballo, gamos y gacelas con las piedras que encuentran en las orillas de los ríos, guijarros de cuarcita, nódulos de pedernal, que pulen y alisan tallándolas en armas, convirtiéndolas en esas piedras mortíferas, hachas de piedra, puntas de flechas y lajas de pedernal, llamadas ceraunias o piedras de rayo, signos de superstición y maleficio de las que hablarán después algunos historiadores, como Suetonio (Galba, cap. VII) al referirse a los presagios que acompañaron el advenimiento de Galba al Imperio:

    “Non multo post in Cantabriae lacum fulmen cecidit, repertaeque sunt duodecim secures”,

    y Claudiano, en el Elogio de Serena (Laus Serenae reginae) (v. 77-88), escribiendo:

    “Pyreinaeisque sub autres ignea fluminea legere ceraunia nymphae”

    Pescan también para encontrar sustento empleando la mano y construyendo diques. Comen las ardillas y topos, las frutas silvestres, los líquenes y hierbas, los frutos del endrino y de la encina y las uvas agraces o las hojas tiernas y relucientes.

    La vida no parece tener prisa de modificarse. La inmensa pereza del bosque y la calma del mar no acucian al hombre que en ella vive, ¿Qué cree? ¿Qué presiente? ¿Qué habla? “Al hombre de Altamira le atormentaban muchas inquietudes... va a la caza y a la labranza con desgana, sintiendo que otra misión le está encomendada por el destino, pero en su espíritu las dos ideas van tomando ser y estado. Y nace el deseo de avanzar en su vida y el desarrollo de este esfuerzo constituye labor de acarreo y selección, de calma y constancia”. Posteriormente se sabrá más de ellos.

    Poco numerosas las hordas humanas de tan remota edad, andaban errantes de un lugar a otro, procurando los hombres no vivir del todo separados, porque su instinto les hacía ver la debilidad de sus fuerzas personales para combatir y vencer en el medio en que vivían. Comprendían que para la mutua defensa y para cazar era mejor vivir unidos en grupos. Serían poco numerosos, pues de lo contrario se plantearían problemas de jerarquía social y de atesoramiento de reservas de alimentación, que no poseen los pueblos en este estado de civilización.

    Movíanse principalmente estos grupos guiados por los ríos y las costas, huyendo de los bosques y de las altas cordilleras. Su nomadismo sólo estaba frenado por las posibilidades de abrigo y de sustento que regulaban la permanencia en aquellos lugares elegidos para acampar, prefiriendo para descansar los parajes cerrados por maleza y los refugios naturales de las rocas o del suelo.

    Vivían en sencillos campamentos, de tipo de empalizada, o en cuevas donde desalojarían a las fieras. Eran hombres de gran dureza física, y la mayor seguridad de las viviendas descritas se las procuraba el fuego, gran defensor y auxiliar del hombre.

    Su economía se basaba en la caza completada con la pesca y sobre todo con la recolección de frutos naturales, raíces, huevos de pájaros, frutas, etc. Ni la agricultura ni la ganadería son conocidas. Como vestidos usarían las pieles de los animales.

    De la psicología y vida espiritual de tan primitivos hombres se sabe que poseían un rito funerario y un sentimiento religioso.

    Durante el Paleolítico superior los rasgos de la vida del hombre no cambiaron en lo fundamental. La caza siguió siendo la ocupación principal y su sustento básico, completado por la pesca y la recolección de los frutos naturales. Lo que existe es una gran diferencia en los medios de obtenerlos: se emplea el arco, se conoce el propulsor, y sus azagayas y mazas son más finas, mejor construidas y más eficaces.

    En cuanto a la vida social, se supone al hombre de este periodo organizado en tribus de cazadores y pescadores, con una cierta jerarquía social. Los cultos mágicos requerían una clase sacerdotal respetada por todos, que a su vez representa la tradición espiritual de la tribu.

    En la Edad de Bronce las estaciones argáricas nos han mostrado las más antiguas agrupaciones humanas de que ha quedado testimonio en España. En los valores sociales de dicha cultura lo primero que salta a la vista, descubriendo su entraña más profunda, son los perfiles bien acusados de una vida familiar monogámica. Dicha vida en régimen de monogamia acredita una elevada consideración de la mujer, a la que reservan las joyas más suntuosas, las diademas de plata y los collares más complicados.

    La vida económica de los habitantes de los poblados argáricos reposa en dos fundamentos principales: la agricultura por un lado y por el otro la minería y la metalurgia.

    La organización social descubre una distribución bastante igual de la riqueza, una gran distribución del trabajo y una avanzada especialización de las actividades humanas. “Con el uso del metal, con la aparición y el progreso de la metalurgia, se inicia una rápida y continua ascensión de los pueblos que la practicaron, acompañada de fenómenos de orden social profundamente activos, como el aprecio más vivo de los valores mobiliarios, el desarrollo más intenso de la industria y el comercio, una más rigurosa división del trabajo, el aumento de la riqueza, el desarrollo más rápido de las formas organizadas de la sociedad humana”.

    Este programa queda polarizado en una organización autocrática de la sociedad que gira por entero en torno a príncipes poderosos para los que se levantan palacios inmensos y tumbas de una riqueza deslumbradora. El arte alcanza un desarrollo muy elevado, y aparece la escritura. En lo argárico, esta evolución, suscitada por la invención de la metalurgia, queda detenido en el estado de las técnicas utilitarias, y la vida social se organiza en las formas de una convivencia libre, nada o muy débilmente jerarquizada.

    “¿Cuál ha sido el elemento de cohesión de esta sociedad igualitaria? Ni el apego a la tierra, que sólo cede sus frutos a un trabajo vigilante y tenaz, ni las ventajas de la cooperación en el laboreo de las ruinas y trabajos de los metales, bastan para explicar esta apretada convivencia de los argáricos en sus cimeros caseríos, empedrados de tumbas. A falta de razones simplemente económicas, en ausencia de un dictado político, ha debido existir un sentimiento capaz de apiñar a estos laboriosos artesanos de nuestra más antigua metalurgia, que por lo visto no tenían inclinación a dominar, o no aguantaban ser dominados. Este aglutinante eficaz ha sido el miedo.
    Miedo de un enemigo atrevido y fuerte, seguramente codicioso de sus riquezas. Miedo que les obliga a encastillarse en las pequeñas acrópolis, defendidas por murallas. Miedo que les induce a enterrar a sus difuntos en el interior de sus propias viviendas. Miedo que prodiga las armas, de las que no dejan de proveerse ni las mujeres ni los muertos. Miedo que espolea al trabajo y la acumulación de productos, que no permite diferencias y que favorece la aceptación general de una norma voluntaria y profundamente aceptada.
    Miedo bien justificado por cierto; porque, a la postre, y como al mismo tiempo, todos los poblados argáricos fueron arrasados con saña y destruidos por el fuego. ¿Cuándo y por quién? Se ignora.”

    Pasan las épocas y progresa su rudimentaria cultura. Conocen ya los hogares, aparece el vestido de pieles primero, de fibras de plantas después, collares de conchas y las arracadas de hueso. Vivirán en pequeños grupos al mando de un jefe que ostenta un adornado bastón de mando, de asta de ciervo, expresión, entre muchas, del arte de su tiempo. Distracciones, además del descanso, de la caza, de la guerra y la pintura, ilustración de los anales de su vida, tendrá el baile con las nueve mujeres alrededor del hombrecín desnudo, o los que dedica al Sol y la Luna. Las cavidades o cavernas las abandonará apenas las inclemencias del tiempo y los rudimentos de su inteligencia le permitan edificar al aire libre, alzando sus moradas sobre pilotes clavados a orillas de los ríos o adormecidas en el fondo de los lagos.

    Su escritura, hemisférica y ógmica, grabada en la roca viva, en lajas y guijarros, consistirá en una escudilla o cazoleta, sola o en relación con otras, ya reunidas con rayas o cordoncitos, ya con cruces, estrellas, pies y manos, animales, naves e instrumentos, o bien las esculpidas sobre las aristas de las caras de un bloque, en donde con el simple trazo de un dedo esas cazoletas representaban las vocales, y las consonantes las marcaban con una incisión más larga y profunda. De esta manera tosca transmitían su pensamiento, su fe y sus mandatos.

    Con esa rudimentaria escritura deja expresada en piedra coloreada la admiración de un arte incipiente que nace entre nebulosas de línea y perspectiva. “Son -por ser arte-, mucho más que crónica, noticia o dato preciso, pues reconstruyen una vida y unas costumbres y la lucha de la inteligencia en las sombras en busca de la luz del espíritu”.

    Testimonios en loa de estos hechos, con mucho de leyenda, nos los proporciona la literatura posterior de todas las edades al hablar de ellos, ya que en las coetáneas, como es natural, es inútil buscarlos.

    Salomón Reinach escribe en Apolo. Historia General de las Artes Plásticas:
    “La nota más culminante de estas obras es el realismo con que están ejecutadas. Nada hay en ellas que sea producto de la fantasía; aislados o separados aquellos animales, están reproducidos con tal perfección que ningún ejemplo parecido presenta el arte de los salvajes modernos. El segundo carácter es la sobriedad: no existen detalles inútiles... y por último, y esto es quizá lo más extraordinario, el arte de los cazadores de renos está lleno de vida y movimiento; gustaban de representar a los animales en actitudes vivas y pintorescas, reproducidas con exactitud asombrosa”.

    Antonio Ponz, en el Viaje de España (1778), cuenta:
    (En las Jurdes) “en las peñas que están perpendiculares como paredes de casas, con sus esquinas y ángulos rectos, se ven ciertas figuras hechas por los pastores con almazarrón, en que parece quisieron representar cabras”.

    El propio Lope de Vega, en su comedia Las Batuecas (1579), dice en verso, al hablar de las cuevas de Extremadura:
    “Ni esos fuertes animales
    tan feroces ni tan listos,
    son en nuestros valles vistos
    por montañas ni arenales.

    Vasco de Aponte, en su Relación de algunas casas y linajes del Reino de Galicia (1534), fantasea recogiendo el dato pictórico:
    (En la cueva del Corujo) “anduvieron largo trecho por la gruta hasta encontrar un río caudaloso, y vieron del otro lado dél gentes extrañas, ricamente vestidas y tañendo instrumentos y viendo grandes tesoros”.

    Molina, en la Descripción del Reino de Galicia (1550), nos habla de
    (Las ciudades sumergidas.) “Este río de Tamago nace de una laguna que llaman los Lamas de Gua; tiene en torno más de una legua; de este lago se cuentan dos cosas tan extrañas, que si no las oviesse oído a personas de crédito y de mucha fe, no me ocupara mucho en escrivillas... Cuando este lago algunos años por falta de agua se viene a secar parte de él, en aquello que queda como tremedales se hallan cosas de hierro labrado y piedras cortadas, y ladrillos, y clavos y ollas, y todas otras cosas desta calidad, que demuestran claro haber habido allí edificios y poblaciones; cosa es de admirar.”

    De estas ciudades asolegadas cuéntase como de la de Santa Cristina “que suenan las campanas”, cuéntase como de la de Santa Cristina “que suenan las campanas”, y en un documento de 1513 citado por Murgía en Galicia, se dice que el ejército del rey Artús, converido en cínifes, volaba sobre las aguas del lago Antela o de la Limia en escuadrón de arqueros.

    En la primera parte del Pseudo Turpín (1131-1134?) la leyenda cuenta que
    “cuando el emperador Carlomagno fue a conquistar las ciudades de Lucerna in valle vizide (Valverde) se le opuso gran resistencia, por lo que la tuvo sitiada cuatro meses, hasta que por intercesión de Santiago cayeron a tierra los muros, quedando desierta la ciudad hasta el día presente. En el sitio que ocupaba surgió una negra laguna donde nadan peces negros, que son los mismos habitantes de la ciudad, que padecen tal metamorfosis en castigo de sus pecados.

    Rasgos de esta perezosa vida primitiva que ayudaron a asentar nuestro propósito son: la permanencia entre esas gentes del cultivo incipiente del cariño familiar, un totemismo, o creencia de un parentesco que existe entre el grupo social y un animal determinado, con su veneración casi divina y una magia absorbente a la que, tal vez, obedecen las pinturas rupestres. Agricultura y ganadería proporcionan la base de esa organización, en la cual la mujer es la inventora de la primera, en cuyas manos anda, luciendo como emblema el azadón. La mujer pasa a ser el centro de la cultura; en la religión las divinidades son femeninas, como la luna y el agua, y la magia las hostiliza y zahiere; pero en los pueblos pastores donde el hombre ha impuesto su autoridad, la religión del Dios supremo se ha conservado con mayor pureza. El culto a los muertos anida en sus almas, ya como temor, ya como veneración. La sinfonía de la piedra en dólmenes, menhires, en estelas o losas, secuela de esas creencias, penetra en el espíritu de muchos, perdurando hasta tiempos adentro en los que se les anatematizará y condenará, según atestiguan los testimonios de los Concilios y de San Martín Bracarense.

    Lo misterioso de las rocas o altares lo prueban los nombres de pena d’o aliar o penas dos gentiles, las piedras fitas y pétreas erectas y todo aquello que le atribuyen los escritos posteriores.

    El P. Sarmiento, en sus Viajes, escribe:
    “(Cierta roca que estaba al pie de la ermita de San Guillermo en Finisterre) “era como pila o cama de piedra, en la cual se echaban a dormir marido y mujer, que por estériles recurrían al Santo, y allí adelante engendraban, y por ser cosa tan indecorosa se mandó quitar de allí aquella gran piedra”.

    El Anónimo peregrino alemán, en su Viaje de España (1446-1448), nos cuenta que:
    “Desde Finisterre pasé a la Barca de Nuestra Amada Virgen María, que es sin duda la cosa más estupenda y milagrosa que en todo viaje vi. Es de piedra de una sola pieza, muy grande, cerca de ella hay otra, a manera de mástil, que podrá tener el largo de como unos quince klasters, y cada klaster unos seis pies. Es tan grande este mástil y pesa tanto, que veinte bueyes podrían apenas moverle de su sitio; y sin embargo de esto, si algún peregrino se acerca a él puede moverle con un dedo solo sin la menor dificultad. Pero es preciso que el hombre que la mueve no esté en pecado mortal, porque si lo está y no ha hecho penitencia, de ninguna manera puede hacer que se mueva el tal mástil”.

    Al menhir entre Baena y Bujalance, llamado Piedra de las Vírgenes, la musa popular le adjudicó el siguiente cantarcillo:
    “Jilca, jilando
    Puso aquí este tango,
    Y Menga, Mengal,
    Lo volvió a quitar”.

    También la piedra de los Gojes (de las Brujas), entre Vallvera y Romanyá, se halla enlazada con una leyenda en la que se supone que una bruja llevaba aquella piedra para la obra del puente de Gerona y la dejó caer en el camino, amedrentada por el canto del gallo negro que deshace los hechizos.

    Igualmente Vargas Ponce, en la Descripción de las Islas Pithiusas y Baleares (1787) recoge la existencia de
    “Los Clapers de gegants de Mallorca, piedras enormes y sobrepuestas unas a otras, al modo como las que erigían Jacob y otros Patriarcas” y de las “cuevas cortadas” en la piedra que se encuentran en las extremidades de las calas del Sur por la parte que mira al mar”.

    Los cromlechs los cita el inglés Twist en sus Travels through Portugal and Spain in 1772 and 1773 cuando relata:
    “Esta mañana observé al lado del camino (de Oporto a Almeida) cinco piedras erguidas, de ocho pies cada una, y otras cuatro de las mismas dimensiones que yacían al lado, que se parecían a unas pequeñas Stone-Henge de Inglatera”.

    Los montículos sepulcrales los recogen también los escritores. El P. Martín Sarmiento, en el Informe al Conde de Aranda sobre construcción de caminos reales, Semanario Erudito, de Valladolid, tomo XX, los describe:
    “Mamblas en castellano y mamoas en gallego, son unos montes naturales o de tierra, o de piedras que representan la figura de una tela o pirámide redonda. Estas mamoas no son otra cosa que los antiguos sepulcros...”.

    Los talayots los describe José María Quadrado en Islas Baleares (Colección “España”, sus monumentos y artes”):
    “Son torres circulares, que se elevan hasta cincuenta palmos, cónicas por lo común, y decrecientes, aunque algunas fabricadas a plomo: cuyo ruedo inferior coge trescientos y cuatrocientos palmos, y sólo unos dos tercios el de arriba, cubiertas con plataformas de piedras chatas o con señales de haberlas habido, sobresaliendo en el centro de algunas una pilastra, objeto de singular acotamiento. A muchas se subía por una escalera espiral de salientes gradas por fuera, a otras por una interior; las hay con dos escaleras, las hay sin ninguna. Las piedras, asentadas sin liga ni cimiento, en hiladas paralelas de igual grueso, pero de longitud a veces tan descomunal, que disculpa las vulgares tradiciones de gigantes; los muros, de tal espesor que apenas dejan hueco para reducidas celdas o aposentos, así en el piso bajo como a media altura, de uno problemático, pero poco espléndido a juzgar por su estrechez; en alguna hay bóveda, indicio de estructura posterior. Moradas de vivos o de difuntos, centros religiosos o vigilantes atalayas, sorprende el exorbitante número de estas torres y su difusión por el ámbito de la isla (de Menorca), sin ceñirse a las marinas o al interior, a las alturas o las hondonadas, sino por sus diferentes términos, dentro de los predios cultivados”.

    Más curiosas son las noticias que remontándose a los tiempos remotos nos pintan algunos escritores clásicos. Marineo Sículo, en De las cosas memorables de España (Libro 19), escribe:
    “Los naturales desta isla (Gran Canaria) adoraban a un solo Dios, levantadas las manos al cielo. Tenían lugar cierto y determinado de orar, a el cual rociaban todos los días con leche de cabras, y a las cabras con cuya leche hazían esto, las tenían escogidas, y apartadas de las demás, y las llamaban los animales santos”.

    Fr. Alonso de Espinosa, en su libro Del origen y milagros de N. S. de Candelaria que apareció en la Isla de Tenerife, con la descripción de esta isla (año 1594), cuenta:
    “Los naturales Guanches viejos dicen que tienen noticia de inmemorable tiempo, que vinieron a esta isla sesenta personas, mas no saben de dónde, y se juntaron e hicieron su habitación junto a Icode, que es un lugar desta Isla, y el lugar de su morada llamaban en su lengua Alzanxiquian abcanabac xerax, que quiere decir lugar del ayuntamiento del hijo del grande”.
    “Mas procedan de donde quisieran, ellos fueron gentiles sin ley alguna, ritos ni ceremonias ni dioses, como otras naciones. Y aunque conocían haber Dios, al cual llamaban por diversos nombres y apellidos, como Achuchuran, Achaucanac, Achguayaxerax, que quiere decir el grande, el sublime, el que todo lo sustenta, no tenían ritos algunos ni cermonias ni palabras con que lo venerasen. Mas cuando los temporales no acudían y por falta de agua no había yerba para los ganados, juntaban las ovejas en ciertos lugares, que para esto estaban dedicados, que llamaban el bayladero (¿baladero?) de las ovejas, hincando una vara o lanza en el suelo apartaban las crías de las ovejas, y hacían estar las madres al derredor de la lanza dando balidos, y con esta ceremonia entendían los naturales que Dios se aplacaba y oía el balido de las ovejas y les proveía de temporales”.
    “El conocimiento que los naturales guanches tenían de Dios era tan confuso que solo conocían y alcanzaban haber un hacedor y sustentador del mundo que lo llamaban, como dicho tengo, Achguayaxerax, Achoron, Achman, mas ni conocían inmortalidad de las almas, ni pena ni gloria que se les biese”.
    “Con todo esto conocían haber infierno, y tenían para sí que estaba en el Pico de Teide, y así llamaban al infierno Echeyde y al demonio Guayota”.
    “Acostumbraban... cuando alguna criatura nacía, llamar a una mujer que lo tenía por oficio, y ésta echaba agua sobre la cabeza de la criatura: y aquesta tal mujer contraía parentesco con los padres de la criatura, de suerte que no era lícito casarse con ella, ni tratar deshonestamente. De dónde les hubiese quedado esta costumbre o ceremonia, no saben dar más razón de que así se hacía. No que fuese sacramento, pues ni lo hacía por tal, ni les era la ley evangélica predicada, más era una ceremonia de un lavatorio, que también otras naciones usaron. Puede ser haberles quedado esta costumbre y ceremonia dese tiempo que Blandano y Maclovio predicaron en las islas... y como ellos murieron o se fueron de ellas, no les quedó más que la ceremonia, olvidando el fin para que se hacían, y el nombre por quién”.
    “Vivían en cuevas naturales o artificiales hechas a mano en piedra tosca, con muy buen orden labradas”.
    “Los reyes y sus grandes vasallos moraban en verdaderos edificios y tenían delante de sus casas un círculo de piedra llamado Tagoror. El Tagoror era el lugar do hacía el rey su consulta y recibía los pareceres de su consejo”.

    La vida primitiva de estas gentes nos da una constante que se repetirá en toda la Historia.
    Como dijo Salomón Reinach, este vivir, en todo lo que no es animal es religioso: “La religión es como la cantera, de donde salen sucesivamente, y se van especificando, el arte, la agricultura, el derecho, la moral y hasta la política. Tal vez por esto el grupo va adquiriendo conciencia de su personalidad y características externas en su nombre; ya no son salvajes anónimos, como los pobladores prehistóricos, sino que ostentan a partir de entonces un apelativo; se nombran de una manera que les separa de sus vecinos y hasta en esos primeros tiempos se sabe de sus caudillos y de sus hechos.”

    Los tiempos prehistóricos dan ya notas de belleza incomparable: el maravilloso arte rupestre de las cuevas de Levante y de la zona franco-cantábrica y la cultura del bronce: Cogull, Alpera, Albarrracín, Castillo, Pasiega, Altamira, obras que no han sido sobrepasadas en el curso de la historia.

    La cultura del bronce fue favorecida en su desarrollo por los yacimientos de cobre y estaño de la península. Poblados, necrópolis, armas, joyas, cerámica y tejidos nos hablan del progreso de esta parte del mundo en la edad de los metales.

    España emerge con lentitud grandiosa de su prehistoria y conserva ésta como una potencia de estabilidad. Es el soporte de una historia infinitamente rica, y la Prehistoria supone un papel suprahistórico.

    La Península es un campo abierto en el que vive esa raza aborigen carente del concepto de pueblo y hermandad. “La Península es un campo sin puertas, al que llegan por todas partes oleadas de gentes de fuera. Gentes morenas que arriban por el Mediterráneo y el Atlántico, de África y de Asia, y de la misma Europa, y gentes rubias que se filtran y desparraman por la Península a través de los ásperos pasos del Pirineo.” En el último milenio precristiano ya han afincado en el suelo patrio los íberos, que darán su más viejo nombre a España, y los celtas.

    Cuando Alemania estaba cubierta de selvas, poblada de tribus bárbaras; cuando Inglaterra aun era un pobre país de pastores montañeses y pescadores; cuando la mayor parte de Europa vivía en el anónimo, ya éramos linaje ilustre con nombres inmortales.

    Fueron estas gentes, los iberos, “de mediana estatura, pero de recio temple, como el hierro de sus espadas; nervudos y ágiles como leones, y fieros como ellos para defender su independencia; valientes sin presunción, leales sin bajeza, duros como yunques para el trabajo, constantes, sufridos, y de un tesón y una resistencia y de una frugalidad sólo comparables a las que se observan todavía en nuestros soldados y labriegos. Agradecidos y hospitalarios, algo candorosos, como todos los pueblos primitivos, muy apegados a sus tradiciones y enemigos de todo influjo extranjero.”

    Su grado de cultura es variable. En Andalucía y Levante pronto hay una elevada civilización, con ciudades ricas por sus minas y el cultivo de la viña y del olivo. Por el contrario, las tribus del interior son pobres, incultas y refractarias. Suelen ser ganaderos y entre los vacceos existe el comunismo, pues la tierra cultivada se repartía cada año y por igual los frutos. La familia era monógama. Hay indicios de matriarcado, porque entre los ártabros, según una novela griega, las mujeres iban a la guerra y los hombres se quedaban en casa, y según Estrabón y Silio Itálico, en las tribus del Norte eran las mujeres las que cultivaban la tierra.

    Mostrábanse, por lo general, limpios. Como nota de su carácter, los iberos eran arrogantes y amigos de la independencia hasta los mayores extremos, agradecidos y leales.

    Tienen ciertos rasgos comunes todos los pueblos que conforman el entorno ibérico. Destaca, en primer lugar, su fortaleza, su sobriedad y su frugalidad. Su valor es la cualidad que ellos más admiran; resisten al dolor y a la tortura con ánimo sonriente y desprecian la muerte, siendo frecuente el suicidio de los viejos y enfermos y el de los cautivos de guerra. Esto da a los pueblos de la Meseta, y en especial el Noroeste, un aspecto de ferocidad y rudeza que falta, sin que se eche de menos tales cualidades, entre las gentes civilizadas del Sur. Son, en general, indolentes, pero su temperamento impulsivo les arrastra fácilmente, si bien su poca constancia les produce un cansancio rápido. Su arrogancia y amor a la libertad son grandes, lo que les hace defender desesperadamente su independencia y resistir a la asimilación de la cultura extranjera, aunque sin llegar a impedirla. Sus caracteres morales más destacados son la nobleza, la fidelidad a sus amigos y a sus compromisos, la gratitud por los favores recibidos, la generosidad incluso con sus enemigos y la hospitalidad para con los extranjeros.

    No tienen al principio idea alguna de unidad política, ni cerebro ordenador ni espada dominadora; ni la fusión de razas hace un pueblo, ni el círculo de peñascos crea una ciudad. “Llamando ya celtibérica a la mezcla de sangres primitivas, los celtíberos no han olvidado su fiereza y su independencia, su nomadismo y su recelo de al colectividad, lo cual les impide llegar al milagro natural de la nación y al super-milagro intelectual del Estado.”

    Los grupos político-sociales indígenas no responden a un mismo tipo. Por un lado se hallan los primitivos franco-cántabros, cuya organización respondía a la cultura totemista en que vivían. Por totro, en tiempos más cercanos, está el imperio tartesio y los estados ibéricos, célticos y celtíberos. Cada uno de los pueblos turdetanos, ilergetas, berones, arevacos etc. constituye un Estado. El Estado primitivo español es un Estado nacional o popular; es el pueblo organizado políticamente, sin consideración alguna del suelo en que se asienta.

    Cada grupo tiene su propia conciencia, y lo que une a tales grupos no es el pertenecer a una amplia familia, ni constituir una agrupación de fin religioso. Es un grupo delimitado por la posesión en común de una misma cultura, una misma religión y una misma vida interior. El grupo así formado posee personalidad jurídica y política propia, y en su nombre, no en el del jefe, se declara la paz y la guerra; los grupos ni siquiera tienen jefe permanente, y el fin de tal Estado es desarrollar y organizar la vida de la comunidad y garantizar su propia existencia frente a enemigos exteriores.

    Tampoco es uniforme la suprema organización política. Dos tipos pueden distinguirse: el preponderante en el interior, organización republicana aristocrática dirigida por uno o varios concejos, pero que en momentos de gravedad política designa durante cierto tiempo un funcionario supremo, y el frecuente en los iberos, que ofrece una organización monárquica con un rey permanente.

    Rey permanente y caudillo temporal son tan parecidos que los autores clásicos le dan indistintamente los nombres de rex, regulus, princeps.

    La monarquía era hereditaria en algunos pueblos y electiva en otros. El rey tiene sobre sus súbditos el poder absoluto de vida y muerte, cuida la organización interior, administra justicia, dirige las relaciones de paz y de guerra contra los demás pueblos, siendo jefe militar. Su poder está limitado por el Senado y por la consideración pública.

    El caudillo temporal es, ante todo, jefe militar y por eso se le elige sólo en caso de guerra. Los autores clásicos le llaman, además de rey, general, dux o imperator. Podían ser nombrados uno o dos caudillos y la elección la hacían todos los hombres en disposición de manejar las armas, reunidos en concilium recayendo en la persona de mayor prestigio, teniendo sobre los hombres del pueblo derecho de vida y muerte.

    En cuanto a la religión de estos pueblos, cada uno de ellos tiene sus dioses comunes distintos de los de cada familia. Por lo general, en toda la Piel de Toro se adora al Sol y a la Luna; una divinidad solar entre los iberos es Neto o Netón, y entre los celtas Candenio o Dercetios. Se adora a Venus, a Cariociecus, el dios de la guerra, a los montes y a los ríos, a los árboles y a los bosques, y el culto es muchas veces colectivo, en las reuniones nocturnas del plenilunio, en muchas ocasiones sangriento y en otras, simple, con la ofrenda de dones sencillos. En el periplo de la “Ora Marítima”, de Avieno, se encuentran tres templos costeros dedicados a una divinidad que identifica con Venus y que era patrona de los navegantes. Juno era adorada en Cádiz y en el Cabo de Trafalgar. La Luna lo fue en Maikane, como Noctiluca, y también se la rindió adoración entre los turdetanos y celtíberos.

    El Sol fue objeto de culto en Andalucía y probablemente la costumbre de los vacceos y celtíberos de abandonar a los buitres los cuerpos para que los despedazasen y llevasen el alma al cielo, procede de la creencia de que éste es el lugar habitado por los dioses. Hay un dios-toro, un dios de la guerra. Pero también se le rinde culto a Ategnia, diosa de la fecundidad, infernal y médica, y a Eudovélico, “el muy bueno”.

    El culto se realiza en pleno campo, en las cimas de los cerros, en las cercanías de las fuentes, en las cuevas, porque apenas se conocen los templos. Acudían a lugares como el Cerro de los Santos (Montealegre, Albacete) o a otros más sencillos como el del Cerro de la Luz, en Castellar de Santisteban (Murcia).

    El culto consistía en danzas e himnos, y subsistían todas las formas religiosas de las épocas anteriores, como la magia, la hechicería y el culto a los muertos.

    Religión y Derecho no son cosas completamente diferentes. El hombre primitivo se ve coartado por unas normas que limitan su libertad de obrar y que le fuerzan a dar a cada uno de sus semejantes lo suyo, lo que les es necesario o conviene para vivir, sin que pueda hacerse más fuerte a expensas y en detrimento de los demás. En estas normas el hombre primitivo no sabe distinguir lo puramente jurídico de lo religioso y, en consecuencia, ambos aspectos aparecen estrechamente unidos.

    El derecho es nacional, propio y exclusivo de cada pueblo, de manera que cuando se unen dos o más o son sometidos por otro pueblo, no se impone el de los dominadores, sino que cada uno conserva el suyo propio. El derecho es fundamentalmente popular y consuetudinario. Sólo los turdetanos, al parecer, tenían leyes que, más que tales, eran disposiciones emanadas de algunas autoridades, y no se sabe si escritas o transmitidas por tradición oral, con una antigüedad de unos seis mil años.

    El pueblo turdetano conocía ya de antemano el género histórico, el poema y además versificaba sus leyes. Natural era que conociese igualmente otros géneros literarios, como el canto épico que surgía del recuerdo de hechos guerreros memorables, en el que se loarían las hazañas de los héroes. Recitábanse por las madres de los jóvenes guerreros que marchaban a la guerra.

    Los bardetanos bailaban cogidos de la mano al son de una a modo de tuba y un doble aulós (flauta) y así existen numerosas representaciones en los vasos de Liria, los exvotos del Collado de los Jardines y en Osuna. Entre los tartesios o turdetanos se conocía una danza guerrera, similar al “paian” griego, que ejecutaban al atacar al enemigo. Hay un texto de Tito Livio en el que, al narrar ciertas campañas de Asdrúbal contra una ciudad andaluza (año 216 a. C.), afirma que sus defensores se lanzaron en tropel fuera de sus líneas danzando, según su costumbre (XXIII, 26-9).

    En los pueblos turdetanos gozaron de justa fama sus bailarinas. A fines del siglo II antes de J.C., Eudoxos partió de Cádiz después de haber reclutado muchas jóvenes cantadoras que, andando el tiempo, serían las famosas puellae gaditanae.

    Entre los celtíberos y los pueblos del Norte se practicaban ceremonias religiosas en las noches de luna, en las que intervenían los coros, y Estrabón nos cuenta que durante las campañas de Augusto algunos de los prisioneros cántabros morían entonando himnos guerreros al ser crucificados (III, 4-18).

    Entre los galaicos también se ejecutaban danzas guerreras, entonando canciones ininteligibles ('bárbara carmina'), al decir de Silio Itálico, que acompañaban chocando sus escudos al compás y bailando una danza en la que golpeaban el suelo una vez con cada pie. Era también su distracción favorita en tiempos de paz, mientras las mujeres se dedicaban de lleno a las faenas agrícolas.

    Como instrumentos musicales se conocieron la zampoña, la siringa, el caramillo, la cítara y la lira. Las castañuelas o palillos (krotalon, crusma), el pandero (tympanon), campanillas (tintinabula) de bronce y las trompas de caza.

    Alcanzaron, pues, una especial cultura. Aun se conservan joyas de oro de su pertenencia. Aun cantan las ruinas de sus ciudades, cementerios y santuarios. Aun nos hablan de ellos las murallas de Tarragona, “aristocracia de granito capaz de hacer enmudecer a las más rancias genealogías y los más viejos blasones”, y aun se conservan como un recuerdo el retrato de sus mujeres en la piedra rosada de “La Dama de Elche”.

    Los primeros murmullos donde se percibe la existencia de lo que será después Iberia es la inscripción oriental de Sargón I, 2.750 años a. de C., que dice: “Anaku (“tierra del estaño”: Tartessos), Kaptara (Creta, las tierras más allá del mar superior (del Mediterráneo), Dilmun, Magan, las tierras más allá del mar inferior y los países desde el nacimiento del Sol hasta su ocaso, que Sargon, el rey del mundo, ha conquistado tres veces”.

    Otra inscripción del tiempo del rey asirio Assarhadon (680-668), dice: “Los reyes del medio del mar, todos ellos del país Iaduam (Chipre), del país Iaman (Iavan), hasta el país Tarsisi, se inclinan bajo mis pies”.

    Los textos bíblicos hablan ya de esta tierra:

    “Los reyes de Tarschisch y de las islas deben ofrecer regalos; los reyes de Saba y Seba han de traer sus tributos” (Salmo 71).

    Isaias (475 a. de C.), expresa: “Y yo haré una señal entre ellos y mandaré a algunos de los que escapan a los pueblos; a Tarschisch, a Put y Lut”.

    El libro del Génesis, 10: “Y los hijos de Iavan, Elischa, Tarschisch, los Kittiru y los Rodanim”.

    Y Jonás alude igualmente a dichas naves. Del comercio de Tarschisch tratan Ezequiel y Jeremías.

    Los primeros relatos donde se clarea el nombre de Iberia suenan en las leyendas míticas del titán Atlas, padre de Calipso y en la de Geryóneus o Gerión, vencido por Hércules Tirio, por primera vez referida en la Teogonía de Hesiodo:
    “Atlante, “obligado por la dura necesidad, sostiene el anchuroso cielo con la cabeza e infatigables manos, en los confines de la tierra, delante de las Hespérides de voz sonora”. (Teog., V, 517-521).

    “Confín de la Tierra”, donde coloca Homero los Campos Elíseos (Odisea, lib. III, V, 563-568); “mansión de los bienaventurados, donde reina el rubio Radamanto, donde viven grata y fácil vida los hombres, donde no hay nieve ni largo invierno, ni lluvia, sino que se respira el blando aliento del céfiro, que envía el Océano para refrigerar a los hombres”.

    “Crisaor, juntándose con Calirroe, hija del ilustre Océano, engendró al tricipite Gerión, a quien dio muerte el fornido Heracles cabe los bueyes de flexibles pies, en Eritia, situada en medio de las olas, el día en que el héroe atravesó el Océano, después de matar a Ortos (el perro que guardaba los ganados de Gerión) y al boyero Euritrón en un oscuro establo, al otro lado del ilustre río, y se llevó aquellos bueyes de espaciosa frente a la Sagrada Tirinto”. (Teog., V, 287-294).

    Píndaro menciona las puertas Gadiridas como término de los viajes de Hércules, y Stesicoco de Himera, en la Gerioneida, el gran lírico siciliano, cantó al pastor Gerión (640-555), “nacido enfrente de la ínclita Eritia, junto a las fuentes inmensas, de raíz de plata, del río Tarteso, en el huco de una peña”.

    Anacreonte de Teos (530 a. de C.), escribe:
    “Yo no quisiera el cuerno de Amaltea ni reinar ciento cincuenta años en Tartesso”; y tras él una serie de autores que recogen las impresiones de la tierra que habrá de ser después España.

    Un periplo griego de autor desconocido, que se aprovecha de noticias principalmente fenicias, da indicaciones sobre España en el siglo VI a. de C., conteniendo sus datos el primer libro de la Ora Marítima, de Rufo Festo Avieno, el cual también se encarga de transmitirnos las noticias del cartaginés Himilco (570-509), viajero por el sur de España.
    A Hekateo Milesio (550-472) lo aprovechará Herodoto y también Avieno para sus obras, y mucho tiempo después lo hará igualmente el Lexicón, de Estéfano de Bizancio.
    En las postrimerías del siglo VI, Herodoro de Heraklea habla de los pueblos de España, de los kynetes, gletes, tartessos, elbisimios, mastienos y colpasios, conservándose los detalles por él recogidos merced a Estéfano de Bizancio y a Constantino Porfirogeneta.

    Hellanico de Lesbos (495) y Tucídides hablaron de España; Eforos de Cumas, en su Descripción de la Tierra menciona a la “Iberia ocupada por los celtas”, y Teopompo y Filisto recuerdan a los sicanos, procedentes de Iberia.
    El relato de Eratóstenes, conservado en parte por Polybios y Artemidoros, menciona a la Tartessida, señalando la distancia de seis mil estadios desde los Pirineos hasta el Estrecho de Gibraltar.

    Y no son solo éstos. La línea aumenta de extensión con Apolodoro en su “Biblioteca” y con Escimno de Quíos en la “Geografía” versificada, donde alude a iberos y ligures. En todos ellos brilla esa inquietud por lo ibérico, como un indicio de cosas poco comunes en el ámbito del mundo por entonces conocido, rumor y presencia que finalmente recogerán Diodoro de Sicilia en la Biblioteca Histórica al elogiar la riqueza minera de la tierra ibérica y las costumbres de los habitantes de la Península, y Dionisio el Viajero, con su “Periégesis”, en versos de escaso valor científico.
    Última edición por ALACRAN; 01/09/2010 a las 14:04
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    I - EL ALBA DE LA HISTORIA: DESDE LOS HIELOS A HISPANIA


    ALABANZAS:


    LA ESPAÑA DESCONOCIDA

    “Porque las islas a mí me esperan, y las naves del mar desde el principio de Tarsis, para que traiga tus hijos de lejos: su plata y su oro con ellos, al nombre del Señor, tu Dios, y al Santo de Israel que te ha glorificado.”
    (Isaías, 60, 9)

    “Plata arrollada se trae de Tarsis.”
    (Jeremías 10, 9)

    “Y vi, y he aquí cuatro ruedas junto a los querubines: una rueda junto a un querubín; y la apariencia de las ruedas era de piedra de Tarsis.”
    (Ezequiel 10,9)

    “Tarsis comerciaba contigo a causa de la multitud de toda clase de mercancías; llevaban al mercado plata, hierro, estaño, plomo.”
    (Ezequiel 27,12)

    “Sabá y Dedan y los comerciantes de Tarsis y todos los leones de ella te dicen: ¿vienes para recoger botín, has reunido tus huestes para el saqueo, para llevarte oro y plata?”
    (Libro de los Reyes)

    “Porque la plata del rey iba por mar, con la flota de Hiram, una vez cada tres años a Tarsis y traían oro, plata, marfil, monos y pavos reales.”
    (Libro de los Reyes)

    “Y Josafat había hecho construir naves de Tarsis que debían ir a Ofir a buscar oro.”
    (Libro de los Reyes)

    “Luego mana el río Ibero, que fertiliza estos ligares con sus ondas...

    Los ileates se hallan establecidos en fértil suelo...

    Los reinos de los cilbicenos, de feraces campos, y los ricos tartesios...

    Y la noble Tiricas, antiguo nombre de ciudad, de habitantes cuyas riquezas son rememoradas por las costas del orbe: pues además de la fecundidad del suelo, como ganado, vid, o los dorados regalos de Ceres...

    ...surge una isla fértil en olivos, y consagrada a Minerva por ello...

    Allí los berybraces, tribu agreste y feroz, vagaba entre los rebaños de su copioso ganado. Su alimento consiste en leche y mantecoso queso, llevando una vida semejante a la de las fieras...

    Hay aquí para los habitantes cabras salvajes y numerosos machos cabríos que siempre van errantes por al tierra llena de espinos y de maleza, dejando crecer recio pelo para uso de campamentos y velámenes de marinero...

    El monte Argentario, así llamado de los antiguos por su belleza; pues el estaño brilla intensamente en sus laderas y aun mayor resplandor despide en los aires cuando los rayos del sol tocan sus elevadas cumbres. El mismo río arrastra en sus aguas partículas de pesado estaño y lleva el rico metal a las mismas murallas de Tartessos...”

    (AVIENO: Ora marítima)


    VIDA JURÍDICA

    “Comparados con los otros iberos, los turdetanos son reputados como los más sabios, y poseen literatura e historia o anales de los antiguos tiempos, poemas y leyes en verso que datan, o lo pretenden, de hace seis mil años; pero los otros pueblos iberos también tienen cada uno sus leyes y literatura diferentes, puesto que no todos ellos tienen el mismo idioma”
    (ESTRABÓN: Geografía, III)


    AMISTAD

    “Los iberos tienen también el hábito de sacrificarse y hasta de morir por no hacer traición a sus amigos”
    (ESTRABÓN: Geografía, III)
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    II - LA HISTORIA OSCURA: HESPERIA, OPHIOUSSA, IBERIA.

    1
    El conocimiento de España como entidad total dentro del ámbito del orbe antiguo, dentro de la “ekumene”, o mundo habitado, fue un proceso lento y difícil, con retrocesos y transformaciones. La causa obedece, tal vez, a su alejamiento del foco clásico de la cultura antigua.

    En las tierras de Iberia, como en los demás pueblos de Europa, aun se hallan en esta época las gentes en los linderos de la Edad de Bronce, mientras en los confines del Asia existe una civilización, poderosa y brillante, que llega a alcanzar su amplio contenido en los países del Mediterráneo oriental, especialmente en Egipto. País éste de recia y minuciosa organización política, influyó en los demás pueblos entre los que, por estar limitados en sus expansiones territoriales, buscaron en el mar los objetivos de su presa y se dieron a su colonización y a las largas navegaciones. Uno de ellos fue el fenicio, establecido en Siria, pueblo de gran instinto colonizador y comercial.

    Las aisladas navegaciones verificadas hasta allí habían hablado de unas tierras ignotas y misteriosas, ricas en yacimientos minerales, que por aquel entonces era el tesoro más preciado y apetecido.

    En el mar Egeo, naves de gran porte, “pentekóntoros”, parten de Samos, impulsadas por cincuenta remos, y cruzan frente al promontorio de Mykale en dirección a Egipto. Kolaios manda la expedición. Las naves enfilan el mar libre y con lentitud pasan, días después, junto a Micenas, en derrotero hacia el Sur. A bordo hay tranquilidad y sólo el acompasado remar de los esclavos remata y rompe el silencio de un atardecer nuboso. A lo lejos clarea ya en el gris de las últimas horas el vivaz relampagueo de una tormenta. Pronto una lluvia densa y fuerte y el viento huracanado azota las embarcaciones, que en ocasiones parecen quedar envueltas en olas inmensas que se elevan sobre el mar. Las olas lamen las cubiertas, arrastran a los hombres. Y se escucha el crujir de remos partidos en lucha inútil. Entrechocan algunas naves en horrible abordaje que las cuartea, y el mar va cubriendo las pérdidas de las naos que desaparecen. Hay horribles imprecaciones de los esclavos encadenados, y Kolaios intenta, desde su “pentekóntoros”, dirigir la expedición ya desaparecida cuando invoca a las divinidades. El viento arrastra la nave desmantelada y durante la noche sigue a la tormenta en su derrotero a Occidente.

    Las noticias de Kolaios y de sus compañeros acerca de la fertilidad de la tierra descubierta, de las minas de “Ophioussa” y de la opulencia de Gadeira hicieron grande efecto cuando la nave del mercader griego paróse en la desembocadura del Hermo, en la Jonia, de regreso, y excitó la codicia de los griegos, y el país de Tartessos fue para ellos, en los últimos años del siglo VII a. C., lo que las Indias para nuestros mayores en la época del Descubrimiento.

    Por los antecedentes que se poseen de escritores, geógrafos y navegantes se conoce la codicia despertada en los pueblos orientales por las riquezas de nuestro suelo. Desde la Biblia y los más antiguos profetas, las alusiones a nuestra tierra son frecuentes. En los tiempos en que los restantes países de Europa, salvo Grecia e Italia, están sumidos en la oscuridad y el desconocimiento, y por ello en una barbarie superior a la nuestra, una misteriosa preocupación de los países ya por entonces civilizados, de que dan muestras las constantes referencias de las literaturas orientales, incluso en los poemas homéricos, donde, como en la Odisea, se prodigan alabanzas y loores a España o Iberia, era ésta el punto de mira de las civilizaciones de la época y reivindica el honor de haber sido una de las primeras tierras en que germinaron y tomaron fuerza los principios de la cultura occidental, acusando su incipiente personalidad.

    Estos conocimientos y codicias nos trajeron al pueblo fenicio. En el año 1100 antes de Cristo, los fenicios llegaron a España, y al enfrentarse con una isla situada en la costa de Tartessos, frente a Onuba, encontraron una fortaleza cercada de poderosas murallas, que hubieron de tomar con el ariete, inventado con este motivo; allí fundaron Gadir, Aggadir o Gadeira. Habiendo venido Terón, rey del Norte, con una flota para apoderarse del templo de Melkart, los fenicios le salieron al encuentro con naves largas. El combate fue muy reñido, pero de repente se apoderó de los iberos un terror pánico, emprendieron la fuga y un incendio que nadie podía prever redujo su flota a cenizas. Les había parecido ver leones en las proas de las naves fenicias y que estos leones lanzaban rayos de fuego que abrasaron la escuadra ibera.

    Después fundaron Málaka, Híspalis, Tucci, Karteia, Sexi y Abdera. Su imperio comercial se extendía desde Sierra Leona y Cornualles por el Oeste hasta las costas de Malabar, por el Este. Y por sus manos pasaban las perlas de Oriente, la púrpura de Tiro, el incienso de Arabia, el cobre de Chipre, la plata de España, el estaño de Inglaterra, el hierro de las islas de Elba, los esclavos, el marfil, las pieles de león y de leopardo del África Central, el vino y la cerámica de Grecia. Los fenicios llegaron a España y fundaron las primera factorías el año 1100 antes de Cristo.

    De fuente púnica no ha llegado nada importante que nos ilustre sobre la Península. Lo cual no quiere decir que la ignoraban. Los primeros periplos a que eran tan aficionados hubieron de tratar de este trozo del mundo conocido, datos que servirían para los posteriores de Hannon e Himilkon, y en aquellos otros que constituyeron la nutrida biblioteca de textos y literatura púnicos reunida en el siglo I antes de J.C. por el rey Juba de Mauritania.

    La rapacidad fenicia transportó civilización y progreso y su influencia repercutió en la vida y en el arte autóctono, generalizándose, al constituirse ya el pueblo o núcleo ibérico, base y fundamento de nuestra independiente personalidad.

    La conciencia que ya aparece siendo nacional, sustentará una mentalidad propia, una psicología peculiar, que al distinguirnos de los demás creará una cultura original y exclusiva que indica caracteres y determinantes singulares y decisivos.

    La codicia del pueblo fenicio no fue única. Otros pueblos necesitaron expansión, y dados, por temperamento, a las navegaciones marítimas, ponían sus ojos en la tierra de las Hespérides. Las expediciones griegas de Sardonion Pélagos pueden señalarse por la curiosa nomenclatura de las ciudades que salpican el litoral: Syrakusa, Ichnoussa, Kromyoussa, Pytioussa, Dyonussa, Katynoussa, y en loa últimos tiempos llegaron a las Kasitérides.
    Hacia el año 600 a. C. los griegos de Fócea fundaban Marsella, como escala para la navegación de España, siendo los primeros que llevando su tráfico a grandes distancias visitaron el mar Adriático, el mar Tirreno y las costas de la Galia y España, usando no ya naves mercantes de formas redondeadas, sino bien armadas y largas y agudas, con cincuenta remos, prontas a pelear cuando la necesidad lo exigiese. Estas naves se llamaban “pentekónteros”.

    Argantonio, rey de los tartesios, los recibió muy bien, llegando a invitarles a que se estableciesen en el punto de sus estados que mejor les pareciese, y no habiendo podido conseguirlos les dio dinero para fortificar a Focea, que tenía noticias de que estaba amenazada por la gran extensión que tomaba el imperio persa. Grande hubo de ser la suma, si hemos de juzgar por las dimensiones y la solidez de los muros de aquella ciudad: las famosas murallas ciclópeas. El retrato de este rey legendario no sería completo si no se añadiese que excedió con mucho la duración de la vida humana, pues vivió ciento veinte años y reinó más de ochenta. Cuando Harpago se apoderó de Focea y los griegos recordaron la propuesta del tartesio, sin duda había muerto ya el buen rey.
    Mucho antes, en el siglo IX a. C., los griegos de la isla de Rodas, tan famosos como hábiles navegantes, establecieron una factoría, convertida luego en ciudad en el golfo de Rosas, dándole el nombre de Rhode, que era el de la metrópoli. Al sur de ésta se hallaba el Emporium, que no existe hoy, pero que se encontraba en el mismo golfo de Rosas, entre San Martín de Ampurias y la Escala, fundada por los fóceos de Marsella a fines del siglo VI a. C. Callípolis, que en el siglo V a. C. existía donde hoy está Barcelona o poco más al sur de Zakayntho (Sagunto), fundada, según se decía, por los sakaynthos (Zante, Grecia); Hemeroscopium, con un templo de Artemisa, hoy Denia, fundación también de los de Marsella; Allonis (quizá Villajoyosa) y Maenaca (probablemente Almuñécar), en medio de poblaciones de origen púnico.

    Los textos griegos sobre España y como conocimiento de ella aparecen en varias etapas distintas en intensidad.
    Un primer período, del siglo VI a. C., donde reflejan un conocimiento bastante exacto de la Península, incluso su carácter.
    Un segundo período, largo, que abarca parte del V, el IV y el III a. C., en el que las noticias son vagas y a veces falsas, según las dan Meidokritos, Kolaios de Samos, Sklax de Karyanda, Euktemon de Atenas, Damastes de Sigeion, Phileas de Atenas, Euthymenes de Masalia, Pytheas de Mmasalia, Timaios, Dikaiarchos, Eratósthenes, y otros.
    Tras este período a fines del siglo III a. C. ocurre la conquista romana de España, lo cual facilita las investigaciones y los viajes. Lo que antes se recogía de bocas de los negociantes, marineros y aventureros, se recogerá después de los ejércitos romanos y de los sabios griegos que penetran tras ellos.

    Polybios, Artemidoros, Poseidonios, Asklepiades de Myrleia, Eudoxos de Kyrikos son nombres que van unidos al de Iberia. “Todos estuvieron más o menos tiempo en la Península y todos vinieron con el ánimo despierto a aprender y los ojos bien abiertos para ver y estudiar... Todos ellos escribieron sobre España, sobre sus riquezas, fenómenos físicos, pueblos y costumbres, sus ciudades, sus ríos y sus montañas y sus grandes acontecimientos.
    La presencia de estos escritores en el lejano Occidente y la proximidad cronológica de sus visitas no son mera casualidad: “Era natural –escribe García Bellido– que tras la ignorancia que, pese a todo, existía en el mundo helenístico de las tierras extremas de la “ekumene” –estando como estaban tan alejadas de los centros de estudio y del saber del mundo griego-, sucediese en la primera ocasión propicia una avidez grande por descorrer parte al menos de los numerosos velos que encubrían aún los confines del Occidente con su inmensa superficie oceánica en derredor”.
    Estimulados por las nuevas felices de esos escritores antiguos, los griegos se lanzaron al mar y arribaron al suelo de España, fijándose en él, hacia el siglo VII a. C., estableciendo en el litoral levantino varias ciudades sin penetrar en el interior, dejando su semilla civilizadora en Denia, Elche, Rosas y Ampurias.

    De allí vino también algo del excesivo individualismo griego, y las luchas y rivalidades entre sus diversas ciudades y repúblicas, y los celos y codicia despertados por su esplendorosa civilización, que originaron guerras civiles e invasiones en las que perdió su independencia. Pero también llegó el espíritu en todas sus manifestaciones y desde “Rosas a Atenas”, desde la Neápolis de Ampurias a la Acrópolis del Partenón hay trazada una línea invisible, pero real, que une y estimula, proporcionando a España sobre muchos otros países de Europa el honor de haber sido uno de los primeros lugares en que la excelsa civilización homérica puso sus plantas, dejándonos sus influencias y recuerdos, que nos obligarían a proseguir y alentar el culto a la belleza y al ideal”.



    2
    La vida interior iba desenvolviéndose lentamente, sin más alteraciones e influencias que las producidas por los cambios aportados por los pueblos exóticos. Los naturales poseían ya agrupaciones o ciudades, organizadas, en lo que cabe, con un cierto régimen municipal y hasta con un rudimentario derecho. Eran ferozmente autóctonas, independientes unas de otras, haciéndose la guerra entre sí, aliándose y firmando pactos, o sólo unidas por las razones de la proximidad o de un utilitarismo o necesidades comunes.

    En tal ambiente, otro pueblo de origen fenicio, procedente de Cartago, en el Norte africano, hace su aparición en la Hesperia tranquila, en la Iberia recia, para ayudar a los de su sangre en el acoso que les hacían los turdetanos. Con ese motivo llegaron y vencieron en España a los indígenas. Pero en su ímpetu, y por sus miras políticas y comerciales, sujetaron igualmente a los fenicios, vieron el partido que podían sacar de Iberia y, rival ya de Roma, se instalaron en su suelo.

    En esta rivalidad que desatan las guerras púnicas, España desempeña un papel principal. Los cartagineses consiguen en principio sus objetivos. Envían sus mejores caudillos, Amílcar, Asdrúbal, Aníbal, y fundan como filial Cartago Nova, penetrando en el interior. Pero las gentes ibéricas no se resignaron a esa invasión. Separados o aislados, forman luego estrecha alianza en la que aletea el primer intento de solidaridad nacional. Organizan resistencias colectivas dirigidas por Indortes, Istolacio, Orisson, o bien por caudillos ignorados. Y en esa lucha, Sagunto proclama con su heroica gesta la alabanza del carácter del pueblo ibérico ante la adversidad del número y la fuerza.

    Tipo de esta época es el héroe de la independencia; Indortes e Istolacio, a la cabeza de tantos héroes que después les siguieron, en Sagunto -como ellos solos antes lucharon contra Amílcar- representan el genio español. Dos caudillos vencidos, pero no comprados, porque en Iberia el honor no se vende; dos mártires de la independencia ibérica crucificados por orden de un general invasor. Semilla que prende en las gentes saguntinas, en pie siempre, aun después de muertas, vencidas también, pero no compradas, que queda dentro del alma española como una faceta inalterable y una de sus constantes más gloriosas.

    Sagunto, protegido y aliado del Lacio, ve aparecer un día ante sus muros al ejército cartaginés, compuesto de 150.000 guerreros con máquinas e ingenios tormentarios. Los saguntinos se defienden denodadamente y no pudiendo resistir por más tiempo acuerdan no entregarse y formando una enorme hoguera sepultarse bajo los recintos incendiados de su propia ciudad, dando la prueba española de nuestra libertad e independencia, del coraje y de la desesperación ibéricas, destructora de científicas extranjerías y matemáticas tácticas.
    “Manera que se repetirá de ahora en adelante en la historia militar española en varios capítulos llamados Numancia o Gerona, Zaragoza o Bailén, Toledo o Santa María de la Cabeza. Porque el corazón ibérico no tiene sexo, edad o condición. Cuando suena el rebato de la patria en peligro, la división y el fraccionamiento se borran y surge el sentimiento nacional colectivo y, sin necesidad de formularlo, algo como un juramento sagrado sobre la vida y la muerte da impulso a los corazones”.

    Los romanos no llegaron a salvarles, pero Sagunto cumplió su palabra. Cuando las tropas cartaginesas entraron en el recinto de muertos saguntinos, comprendieron que para la Historia había nacido un pueblo de héroes sin esperanza, para la cual la independencia y la palabra de honor valen más que la vida.

    3
    Los navegantes y comerciantes cartagineses conocieron también la tierra española, principalmente la andaluza, con la que sostuvieron un activo comercio por medio de sus factorías. Para sus guerras en Sicilia reclutaron fuerzas mercenarias en el Mediodía y Baleares. Como historiadores que acompañaron a Aníbal vinieron a España y de ella escribieron dos griegos, Silesios de Kallatis y Sosylos de Lión, al narrar las guerras de Aníbal y una batalla junto al Ebro, en la que intervinieron los massaliotas, aliados de Roma.

    Todos ellos, fenicios, griegos y cartagineses dibujan con rasgo preciso y enérgico la acusada personalidad de este pueblo del extremo de Europa, sus características y cualidades.

    Encuentran una España de tierra fértil, de rico subsuelo, magníficamente situada en la cuenca occidental del mar latino. Reunía las mejores condiciones para fundar colonias. Sus puertos naturales favorecían el desarrollo del comercio. Sus minas de oro, plata, cobre y estaño eran riquísimas. En ningún sitio abundaba tanto la plata como en Iberia. Así dirá Aristóteles “...obtuvieron (los fenicios) tanta cantidad de plata, que sus barcos no podían contenerla ni transportarla, por lo cual, a su vuelta, hicieron de este metal todos los instrumentos, incluso las anclas”.

    Por etapas sucesivas, como los oleajes en la playa, fueron llegando a esa España imberbe, para dejar su impronta, banqueros y viajantes de comercio que les enviaba Fenicia; arquitectos, escultores y corifeos, Grecia; y negociantes de minas y soldados, Cartago.

    Las gentes cetrinas de Fenicia, los apuestos griegos, los oscuros y taimados cartagineses, llegaron, como los iberos y celtas, en son de paz y trabajo, en sus naves de velas purpúreas, trayendo el trueque, la permuta, la compra y la venta. Ya vimos que no se internaron en la Península, sino que amainaron junto a calas y radas y se aventuraron, recelosos, en el interior, comenzando a construir ciudades.

    Con ellos entran en Iberia los dioses de figuras humanas y armoniosas que tutelan las diferentes actividades de los hombres: el amor y la guerra, la labranza y el comercio, la embriaguez y la alegría... Huyen las sombrías divinidades prehistóricas de los bosques ibéricos, que van poblándose de dioses y diosecillos paganos. El idioma se transforma, enriqueciéndose de giros y vocablos exóticos. El gruñido gutural se hace flexibilidad griega y comienza a prepararse el idioma.

    La cultura española del momento no es una cultura indígena, sino fruto de la mezcla de ella con elementos exteriores. Cada pueblo que llega a la Península trae su respectiva cultura; pero una vez llegados a nuestro suelo –constante histórica- evolucionan. Evolución debida, casi siempre, a impulsos exteriores junto con los peninsulares. La Península no vive aislada del resto del mundo, sino que, tanto en los momentos de inmigración como en aquellos otros en los que los pueblos permanecen quietos, los contactos con los otros pueblos han sido constantes.

    La cultura de este momento está compuesta del fondo africano propio del pueblo ibérico y de elementos orientales –micénicos y etruscos, púnicos y griegos- que lo impulsan y, sacándolo del estancamiento, lo renuevan y lo elevan a un alto nivel. La estancia de los mercenarios ibéricos en Italia y Grecia durante tres siglos (V a III a. de C.) principalmente y, en menor grado, las colonias griegas del Este, desempeñan un papel importante en este proceso helenizante, así como también las púnicas del Sur, ya que la cultura de éstas imita a la griega.

    Dentro de la variedad de cultura que llega desde el salvajismo de los cántabros hasta la elevada civilización de los turdetanos, destaca un sello de unidad que permite encontrar gran número de caracteres comunes entre los diferentes pueblos.

    En lo que atañe a la religión, el hombre ibérico ve en la Naturaleza algo grandioso que le sobrecoge y le impulsa a su sumisión y a su adoración. Cada pueblo tiene sus dioses comunes, distintos de los de cada familia.

    El régimen de vida y las costumbres varían considerablemente de la región ibérica a la céltica; las ciudades, la riqueza, el arte, los vestidos, la alimentación, son muy superiores a los de ésta y se hallan influidos por las modas griegas o púnicas. En su comida son sobrios, lo mismo que en el beber, siendo la base de su alimentación el pan entre los iberos y la carne semicruda en la céltica: los primeros usan el aceite desde que los fenicios traen el olivo; los segundos, la manteca. El género de vida es diferente. Los iberos viven dedicados al trabajo –la tierra, la ganadería, la industria, etc.-, mientras que las gentes del interior, aunque también dedicadas a estas tareas, las abandonan para dedicarse al pillaje o, agrupándose bajo un jefe, marchar en busca de aventuras.

    La colonia que fundan las gentes fenicias o son públicas, fundadas oficialmente por el gobierno de Sidón y Tiro, o bien privadas, establecidas por ricos comerciantes con fines privados. Son fuentes de riqueza y lo único que las une manteniendo su contacto es el culto a Melkart, el Hércules de Tiro.

    Las colonias griegas las constituían las fundadas con fines puramente comerciales o de expansión, las “cleruquias” o colonias fundadas con carácter político y las de progresiva helenización realizadas por un pequeño grupo de gentes griegas. La organización de éstas era de forma oligárquica, al frente de las cuales estaba un Senado compuesto por miembros de las familias aristocráticas y más ricas, contra las que solían alzarse movimientos populares que, faltos de orientación, degeneraban en la dictadura de sus jefes, “monarcas o tiranos”.

    Para el cartaginés, representante de un Estado-Ciudad, el territorio español y sus gentes no significan más que un medio que sirve exclusivamente a los fines de la metrópoli, sin tener en cuanta para nada las necesidades del país.

    Solo a través de griegos y fenicios comenzamos a saber lo que es la tierra española.
    Pious dio el Víctor.

  5. #5
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    ALABANZAS DE ESPAÑA:

    1
    “Por las ondas del Atlántico, cerca de la isla Eritia, alimentadora de bueyes, habitan los piadosos etíopes, prole venerable de los macrobios (hombres de larga vida), que llegaron allí después de la muerte del poderoso Gerión. Más allá, debajo del Promontorio Sacro, que, según dicen, es la cabeza de Europa, se hallan las islas Hespérides, de donde viene el estaño, habitadas por los hijos de los nobles iberos.”
    DIONISIO EL PERIEGETA: ‘Periégesis’ v. 558-564.

    2
    “...Tartessos era un emporio aún floreciente en aquel tiempo, de modo que, cuando regresaron (los samios) ... llevaron grandes ganancias... Los samios tomaron la décima de sus beneficios, seis talentos, e hicieron en bronce una especie de Krátera de Argos.”
    HERODOTO (484-425 a. de C.)

    3
    “Se dice que en Iberia, al ser incendiadas las selvas por unos pastores y habiéndose caldeado la tierra con la leña, se vio claramente fluir la plata por el suelo; y poco tiempo después, habiendo sobrevenido unos terremotos y agrietado aquellos lugares, se reunió una gran cantidad de plata que proporcionó a los massaliotas ganancias nada despreciables.
    Se cuenta que los primeros fenicios que navegaron hasta Tartessos volvieron trayendo plata o cambio de aceite y otras mercancías de poca monta que habían llevado consigo; de modo que no podían admitir más plata, viéndose obligados, al volver de aquellos parajes, a fundir en plata todas aquellas cosas de que se servían, incluso las anclas.”
    PLATÓN (s. IV a. de C.) ‘Timeo’

    4
    “(Alaba) la riqueza y excelencia de metales (de España)... no sólo es rico este país, sino que tiene las riquezas debajo y, verdaderamente, parece que en este lugar no habita Hades sino Plutón.
    (A causa del incendio de los Runeos)... fue arrasada toda la superficie de la tierra y por ella corrió gran cantidad de plata; mas, habiéndose fundido el mineral del que se extrae la plata, se formaron muchas corrientes de plata pura...
    Esta tierra tiene gran cantidad de hermosa plata en sus minas y procuran muchas ganancias a los que las trabajan.
    Después de mucho tiempo, cuando los iberos hubieron aprendido las excelencias de la plata, abrieron memorables minas; por esto, produciendo una plata bellísima y en gran cantidad, obtuvieron grandes ganancias. Esta es la manera de trabajar las minas entre los iberos. Son admirables las de cobre, oro y plata: los que trabajan en las minas de cobre obtienen de cobre puro la cuarta parte de la tierra excavada, y algunos de los que trabajan en minas de plata funden en tres días un talento cubeo; pues toda la ganga está llena de partículas brillantes reunidas. Por esto es de admirar la naturaleza de esta tierra y la laboriosidad de los hombres que la trabajan. Al principio, los indígenas que habían encontrado las minas continuaron explotándolas y reunieron grandes riquezas por la buena calidad y magnificencia de la tierra argentífera.
    Llevan espadas de dos filos hechas de hierro excelente; tienen puñales de un palmo de longitud, que utilizan en los combates cuerpo a cuerpo. Es propio de ellos (de losceltiberos) el fabricar las armas que emplean en su defensa. Entierran láminas de hierro, dejando obrar al tiempo para que, consumida su parte débil, con las más duras fabricar espadas y demás instrumentos útiles en la guerra. De este modo, las armas cortan todo lo que se les opone... debido a la fuerte dureza del hierro.”
    POSEIDONIO (135-51 a. de C.).

    “... sus habitantes (los de Sagunto) cultivaban las regiones más fértiles en productos de toda especie, más excelente de toda España...”
    III 17-3

    “.. a causa de la buena temperatura del aire, los animales y los hombres son allí muy prolíficos, y los frutos de aquella región no se pudren nunca; porque allí las rosas y los girasoles blancos, los emparrados y las demás plantas parecidas a éstos no dejan de florecer más de tres meses; y la pesca, por su abundancia y calidad y belleza, es muy diferente de la que se encuentra en nuestro mar. Un medimno siciliano de cebada cuesta un dracma; uno de trigo, nueve óbolos alejandrinos; un metretas de vino, un dracma; un cabrito mediano y una liebre, un óbolo. El precio de los corderos es de tres o cuatro óbolos. Un cerdo cebado que pesa cien minas vale cinco dracmas, y una oveja, dos.
    Un talento de higos cuesta tres óbolos; un ternero, cinco dracmas, y un buey de arar, diez. La carne de los animales salvajes apenas es estimada en nada, sino que la ceden como regalo.
    Las minas de plata de Cartago Nova son muy grandes... y abrazan un área de 400 estadios, de tal suerte que en ella 40.000 obreros por aquel tiempo reportaban al pueblo romano 25.000 dracmas diarios.
    Los celtíberos, en la preparación de las espadas sobresalen mucho de los restantes pueblos; en efecto, tienen una punta resistente y pueden cortar por los dos lados. Por lo cual, los romanos abandonaron las espadas de sus antepasados desde tiempos de Aníbal, cambiándolas por las de los españoles. Pero si pudieron imitar la forma, nunca consiguieron obtener la calidad del hierro y su excelente forja.”
    (Frag. 179.)

    “La espada de los iberos... no servía menos para herir haciéndola de punta que de filo... y la llamaban ibérica: tiene una punta de calidad superior y doble filo cortante a causa de ser la hoja fuerte y resistente.”
    (III-144-3; IV-23-6)

    5
    “De los celtíberos se decía que eran irresistibles en los combates, tanto por su espíritu como por las armas de que iban provistos.”
    POLIBIO (s. II a. de C.) : Historia, lib. III. XVI-7-7.
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  6. #6
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    LA GENTE ESPAÑOLA:

    6
    “(Discurso de Alcibiades a los espartanos): El objetivo de nuestra expedición a Sicilia ha sido: en primer lugar, someter, si es posible a los sikeliotas y tras ellos a los italiotas; en segundo lugar, el atacar a los cartagineses y su imperio. Logrado esto en todo o en parte, nos prepararemos entonces a poner mano en el Peloponeso, para lo cual traeríamos en nuestras naves cuantas fuerzas helenas de allende el mar se nos sumasen, y tomaríamos a sueldo muchos bárbaros, iberosy otros, tenidos allí como los más guerreros.”
    TUCÍDIDES (414 a. de C,): VI, 90, 2, 3.

    7
    “Cuando Alejandro se dirigía a Babilonia se le presentaron embajadas de los lybios, brettios, lukanos, tyrrhenios... Se ha dicho que los cartagineses enviaron sus comisionados; de parte de los escitas de Europa y de los etíopes llegaron igualmente embajadores, así como de losceltas e iberos, todos pidiendo amistad. Griegos y macedonios conocieron entonces por vez primera sus nombres y equipos.”
    ARRIANO (324-23 a. de c): ‘Anábasis de Alejandro’, VII.

    8
    “De Sicilia vinieron en las naves a Corinto dos mil celtas e iberos, que Dionisio el Tirano había enviado a pelear como aliados con los lacedemonios, después de haberles pagado la soldada de cinco meses.”
    DIODORO DE SICILIA (368 a. de C.) : ‘Bibliot. Histórica’, XV.


    EL ESTADO:

    9
    “En cuanto a las emigraciones de los helenos a los pueblos bárbaros, hay lugar a creer que habíamos tenido por causa el fraccionamiento de la nación helénica en tantos pequeños Estados, cuyo orgullo impedía la unión y las dejaba sin fuerza para resistir las agresiones exteriores. Este mismo orgullo presuntuoso existía en otro tiempo entre los iberos, unidos a un carácter natural desconfiado y emprendedor. Hábiles para sorprender al enemigo, estos pueblos no vivían más que de la guerra, llevando a cabo atrevidos golpes de mano, pero jamás grandes, porque nunca supieron formar una liga o confederación poderosa.
    Además, si ellos hubieran consentido en reunir sus fuerzas, no hubieran visto invadir y conquistar tan fácilmente la mejor parte de su país por los cartagineses y en tiempos anteriores por los celtas, los mismos que hoy se llaman celtíberos y verones, y más recientemente por Viriato, un bandido, y por Sertorio y otros jefes, envidiosos como él de agrandar su poderío, después de los cuales vinieron los romanos, que habiendo vencido y atacado a una a una a cada tribu ibera, perdieron, es cierto, mucho tiempo en esta larga serie de guerras parciales, pero acabaron después de doscientos años o más por reducir por completo.”
    ESTRABÓN: ‘Geografía’, III


    LA GENTE MILITAR:

    10
    “Escipión, instruido de las intenciones del Senado, con la venida de C. Lelio, saca sus tropas de los cuarteles de invierno, echa a andar y encuentra sobre el camino a los españoles, que venían alegres y dispuestos a ofrecerles sus servicios.
    Indibilis, que con anticipación le había avisado, cuando le vio acercar salió del campo con sus amigos, y en el habla que con él tuvo le contó la amistad que habían tenido con él los cartagineses, le manifestó los servicios y la fidelidad que siempre les había prestado y les expuso las afrentas e injurias que había sufrido. En cuya atención le suplicaba se constituyese en juez de sus razones, y si hallase ser injusta la acusación que le hacía contra los cartagineses, hallase seguramente que tampoco sabría guardar fe a los romanos, pero si a vista de tantos ultrajes como había referido, la necesidad le había forzado a apartarse de su amistad, se lisonjease de que el que ahora abrazase el partido de los romanos les guardaría un afecto inviolable.
    Dichas otras muchas más razones al mismo intento, concluyó Indibilis, y tomando la palabra Escipìón, le respondió que no dudaba de sus palabras, que conocía el genio altanero de los cartagineses, tanto por el desprecio que habían hecho de los otros españoles, como por la insolencia con que habían usado de sus mujeres e hijas, en vez de que él, habiéndolas tomado, no en calidad de rehenes, sino de prisioneras y esclavas, les había guardado tal decoro que ni ellos, con ser sus padres, hubieran hecho acaso otro tanto. Indibilis confesó que así estaba persuadido, le hizo una profunda reverencia y le saludó por rey. Todos los circunstantes aplaudieron el dicho; pero Escipión, rehuyendo semejante nombre, les dijo que tuviesen buen ánimo, que ellos hallarían todo buen tratamiento de parte de los romanos, y sin detenerse les devolvió sus mujeres e hijas.
    Al día siguiente ajustó con ellos un tratado cuyas principales condiciones eran que seguirían a los cónsules romanos y obedecerían sus órdenes.
    Con esto se retiraron a sus respectivos campos, tomaron sus tropas, volvieron a Escipión y acabaron juntos con los romanos, marcharon contra Asdrúbal.”
    POLIBIO: ‘Historia romana’.


    HEROÍSMO (Sagunto):

    11
    “Entonces intentaron dos hombres un convenio, el saguntino Alcón y el español Alorco. Sin que se enterasen los saguntinos, Alcón, esperando que serían atendidas sus súplicas, penetró de noche hasta Aníbal, y como éste, sin que le afectasen sus lágrimas, quería, como vencedor irritado, imponer duras condiciones, Alcón, de mediador se trocó en desertor y quedó con el enemigo, diciendo que le matarían si se atreviese a proponer una paz a tal precio. 5. Quería el vencedor de los saguntinos diesen completa satisfacción a los turdetanos, y que después de entregar todo su oro y toda su plata saliesen de la ciudad con un solo vestido para establecerse en el paraje que se les designara. 6. Asegurando Alcón que los saguntinos no aceptarían jamás aquellas condiciones, y pretendiendo Alorco que el valor no sobrevivía a la ruina de todo lo demás, se ofreció por mediador. Alorco, soldado de Aníbal, había sido huésped y amigo de los saguntinos.
    7. Adelántase en medio del día, entrega sus armas a los centinelas enemigos, atraviesa las fortificaciones y pide que lo lleven al pretor saguntino. 8 . El caso había reunido inmensa multitud; hízosela abrir paso, y el Senado recibió a Alorco, que habló de esta manera:
    13. 1 : “Si vuestro conciudadano Alcón, después de haber ido a ver a Aníbal para pedirle la paz, os hubiese traído su respuesta, inútil fuera que me presentase a vosotros sin ser legado de Aníbal ni desertor. 2 . Pero ya que por vuestra culpa o la suya ha quedado con el enemigo, por la suya si su temor es fingido, por la vuestra, si es peligroso deciros la verdad, he venido en nombre de nuestras antiguas relaciones y hospitalidad para deciros que todavía os quedan algunos medios de salvación y de paz. 3 . Ahora bien: la prueba de que hablo solamente por interés vuestro es que, mientras habéis podido resistir con vuestras propias fuerzas o esperar socorro de los romanos, jamás he venido a aconsejaros sumisión; 4 . Pero cuando ya no tenéis esperanza por parte de los romanos y vuestras armas y murallas no pueden defenderos más, os traigo una paz más necesaria que ventajosa. 5. Tengo alguna esperanza de que la conseguiréis si escucháis como vencidos las proposiciones del vencedor, y si, en vez de contar como pérdida lo que os quite ese vencedor, que ya es dueño de todo, consideráis más bien como don suyo lo que se digne dejaros. 6. Esta ciudad, en gran parte destruida y ocupada casi por completo, os la toma, pero os deja vuestros campos, reservándose designaros el paraje donde podréis construir una ciudad nueva. Todo cuanto oro y plata tengáis, sea en el tesoro público, sea en poder de particulares, se le entregará, 7, pero respeta y conserva vuestras personas, vuestras esposas y vuestros hijos; si consentís salir de la ciudad sin armas y con dos trajes solamente.
    Tal es la orden del vencedor, orden terrible y cruel sin duda, pero que vuestra desgracia os obliga a soportar. Por lo demás, no desespero de que, una vez recibida vuestra sumisión, no ceda algo de su rigor. En todo caso, creo que mejor es que os resignéis a todo, que exponeros a ser exterminados y a ver a vuestras esposas y a vuestros hijos arrebatados y arrastrados ante vuestros ojos, según los derechos de la guerra”.
    14. 1. La multitud se había reunido poco a poco para escuchar este discurso, de modo que el pueblo se encontraba mezclado con el Senado. De pronto salen los senadores principales antes de que se conteste, llevan a la plaza pública todo el oro y la plata que tenían en sus casas y en el tesoro público, lo arrojan a una hoguera encendida apresuradamente y en ella se precipitan casi todos ellos...”
    TITO LIVIO: ‘Ab Urbe condita’.


    EL HÉROE:

    12
    (A los héroes de Sagunto):
    “¡Vosotras, almas siderales, hermanas de los luceros; almas que no igualará edad alguna venidera; almas, prez y decoro de la Tierra, augusta y elísea muchedumbre, falange sobrehumana; id y subid a ennoblecer los asientos inmortales!”.
    SILIO ITÁLICO.
    Última edición por ALACRAN; 07/09/2010 a las 18:34
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  7. #7
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    III - HISPANIA ROMANA; HISPANIA UNIVERSA

    1
    En el duro choque entre Roma y Cartago, por la búsqueda de unos mismos intereses, cayó la última de ellas, desapareciendo como pueblo histórico. En su virtud, y cual una liberación, cesó en Iberia el dominio cartaginés. España, teatro de batallas entre ambos rivales, fue sometida por las armas a la soberanía de Roma.

    Bien sabían los hijos de la loba que aquí, hacia el Poniente, donde veían morir el sol como moneda de oro, estaba el broche del Mediterráneo, frunciendo sus aguas para dejarlas caer blandamente sobre el Atlántico, océano apenas recorrido por los hombres. Esa tierra que une y separa ambos mares era la fertilísima Iberia, tesoro magnífico para las arcas de Roma.
    En su horizonte alzóse ésta, afanosa de señorío y poder. Nos envolvió en sus resplandores y nos incorporó a su Historia, tan estrechamente que nos hizo latinos hasta la entraña misma de nuestra personalidad, sin que ésta perdiera por ello su alma primitiva, sencilla, noble intrépida, dispuesta a todo lo grande, a todo lo heroico, en cumplimiento de un programa que en el mundo le impuso la Providencia.

    Van llegando a Iberia, en observancia de una deslealtad, las legiones romanas, y su paso es de conquista, recorriendo victoriosas las tierras del Mediodía y del Levante, sin sospechar que el dominio pleno del suelo ibérico les costará tres siglos de vicisitudes y trabajos.

    Inicia la campaña Publio Cornelio Escipión y lucha con éxito, como sus sucesores. Un protectorado pacífico de Roma sobre Iberia mantiene sumisas a las tribus indígenas. Pero al inaugurar aquélla una política atenta a esquilmar las tierras sometidas, el alma de este pueblo se agita en tromba de huracán y pone en conmoción a los ejércitos romanos.
    La resistencia es tal que Sempronio Graco dirá en el Senado que sólo dominan en Iberia “el suelo que pisan”, y de ella salen, a la sombra del Moncayo, las heroicas luchas de Indibil y Mandonio, el levantamiento de Viriato, el caudillo lusitano, “el capitán de bandidos”, al decir del enemigo, a quien tras largas campañas Roma sólo pudo vencer mediante la traición y el soborno y, sobre todo, la guerra de los celtíberos en Numancia, cuyas principales consecuencias fueron las de despertar la conciencia y solidaridad de los naturales ibéricos, ya desde allí permanentemente establecidas.

    Numancia es la pequeña ciudad independiente, situada en la alta meseta del Duero, en el territorio de los pelendones, a quienes pertenecía. Trataron los romanos de ganarla por la persuasión y la oferta, mas viéndose rechazados decidieron asaltarla. Pero no contaron con la altivez y el valor de sus habitantes que, tras de derrotar repetidas veces a las legiones latinas y gastar y deshonrar durante algunos años a sus más afamados generales, tuvo que ser sitiada formalmente por Escipión, el vencedor de los cartagineses, que montó en sus alrededores un formidable sistema de contravalación militar.
    Y aun así, los numantinos prefirieron sacrificarse y, guiados por el ejemplo de Sagunto, prendieron fuego a sus familiares y enseres, quedando todos sepultados bajo las cenizas del solar.

    La destrucción de Numancia señala el principio de la dominación romana en España. Habrá aún muchas revueltas interiores, como las guerras de Sertorio, que pondrán nuevamente en jaque a los más laureados generales de la República romana, quienes, como a Viriato, le harán desaparecer por medios innobles y alevosos. Las luchas intestinas entre César y Pompeyo se desarrollan en parte en nuestro suelo, con las batallas de Lérida y Munda, donde fueron vencedores los hijos y partidarios del último.
    Estallarán, en fin, las rebeliones de los astures y cántabros, cinco años de lucha por la independencia en medio de sus montañas, dominados al fin por Augusto, que dirigía la campaña, enfermo de ira y de despecho. Pero a partir de ahí, España, gran provincia romana, gozará de la aquietada paz que, con más o menos alteraciones, durará hasta la caída del Imperio.

    Esta paz, como un día clarísimo de sol romano, luce unos seiscientos años sobre nuestros paisajes, los suficientes para caldear el alma de la vieja estirpe con el destello ardiente de la civilización latina.

    Hispania, cera blanda en manos de Roma, es moldeada por ésta. La divide primero en pedazos para mejor gobernarla. La administra hábil y tolerantemente, por lo que pudo formarla con finura en el detalle, elegancia de líneas y belleza de conjunto. Tórnase grande y se enriquece con creces. Las minas muestran generosas sus secretos; la tierra florece y fructifica en trigales y viñedos; los ganados contribuyen a su bienestar en la paz y el trabajo. las ovejas y cabras cubren de blanco vellón los campos de la patria; los caballos de la Bética, ligeros y esbeltos, ágiles y arrogantes, serán imprescindibles en los juegos circenses. El comercio es próspero, se acuña moneda, se incrementan las obras públicas.

    Roma nos entrega su arquitectura, y sobre las tierras de Hispania surgen aras y templos, anfiteatros y circos, puentes y faros, acueductos y arcos triunfales. Cruzan la Península las vías militares y las suntuosas calzadas, las largas rutas entre ciudades distantes y los cortos senderillos vecinales. Ciudades amuralladas y necrópolis augustas; esculturas y mosaicos y la elegancia de su habla, que en el contacto de las legiones con el pueblo enseñó a éste la lengua maravillosa del Lacio, tan sonora y expresiva, tan flexible y bella y armoniosa que pudo dotar a todas las lenguas romances con su musicalidad característica.

    Hispania adquiere formas de derecho, lenguaje y organización y será ya para siempre uno de los bastiones más fuertes de la civilización occidental. Pero Hispania es generosa y reconocida, y a cambio de todo ello proporciona a Roma unos cuantos hombres que contribuirán a su glorioso esplendor; y así, en su arrogante orgullo provincial, España envía a Roma, mientras otras naciones remiten tributos, ella Emperadores y artistas, de pensar hondo y de obrar recio y cauteloso, que se llamarán Trajano, Adriano, Teodosio, Séneca, Quintiliano, Marcial... y hasta por mandar envía con la guardia palatina, compuesta exclusivamente de iberos, la espada ibérica, la spatha, que es adoptada para su general armamento.

    En aquella sazón hay también en Roma muchos españoles. De Mérida había un Deciano, abogado a la vez que filósofo estoico; español, y de Gades, era Canio Rufo, historiador y poeta; español era el poeta Vnico, que escribió versos amorosos a su amada.
    Había también una colonia de andaluces, de exótico y extraño acento, que impresionaba a las melindrosas orejas romanas. Entre ellos pudo estar aquel que inspiró a Horacio: “Ha llegado a Roma el armador de la nao hispana. Ha vendido los ricos productos de su país; cuerdas y otras manufacturas de esparto; ha vendido el garum o salsa que se hacía con la sangre y las entrañas de los escombios pescados en la costa de Carteya, al oeste de Calpe; ha vendido el hierro de las minas ibéricas, los cueros de Córdoba con los cuales se hacían las buenas lorigas. Con este oro fácil el mercader puede pagarse el lujo de conquistar a una patricia romana y arrancarla del lado de su marido complaciente:

    Sed jussa coram non sine conscio
    surgit marito, seu vocat institor
    seu navis Hispaniae magister,
    dedicorum pretiosus emptor.

    ¿Qué representan esos españoles en Roma ? El “sentido máximo de catolicidad”. “El supremo esfuerzo de la universalidad”. Los titanes que levantan en vilo a Roma y la muestran al orbe, cuando éste se ve fatigado de contemplar la urbe sacra.

    Lo esencial de estos hombres es la aportación de un espíritu contrario y subversivo al imperante en la civilización normativa de Roma. “Significaron ellos, y en especial Séneca, por un lado, la maximalidad del espíritu antiguo; la virtud, el culto al héroe, el respeto de las jerarquías, y por otro, el asentimiento del nuevo espíritu que iba a avecinarse: el de los débiles, los enfermos, los esclavos, los inferiores. Por eso en Séneca se encuentran los fundamentos de una filosofía de la voluntad, de la virtud pagana, del Héroe, y las bases de una doctrina de resignación, de la pobreza y de lo miserable que es la vida”.

    Y en el choque de entrañas cordobesas con dialécticas áticas, surge su patético y dramático sentido de la vida: el senequismo. Algo tan complejo y hermoso como el sustrato definidor de toda una filosofía española que no existe más que en nuestro aire, nuestra sangre y entre las páginas estremecidas de los mejores espíritus de España.

    Séneca es el cantor de la muerte, el filósofo que mejor acaricia la “agonía y tránsito de la muerte”. Las Consolaciones son los libros más cristianos que se hayan escrito en los primeros tiempos del cristianismo, imitado después por Boecio en el De Consolatione. Pero también aportó a la vida española unas ideas tan característicamente suyas como la antidemocracia: Argumentum pessimi turba est, dijo en De Vita Beata; la vida como lucha; amar lo difícil y vivir en peligro.
    “Las fuerzas de las cosas adversas no mueven el corazón del varón fuerte; mas está firme en su estado. Porque es más poderoso que todas las cosas que fuera le acaecen. No digo yo que no las sienta, mas digo que las vence”, escribe Séneca; y el héroe noble natural, también: “¿Quién, pues, es el noble? Aquel a quien la naturaleza ha hecho para la virtud.”
    Todo esto supo darle España a la Roma decadente.



    2
    Ha llegado la plenitud de los tiempos, y el mundo, dentro de la paz romana, se ha convertido en la alegría que mueve un recién nacido en una cueva en las afueras de Belén. Creció, vivió y predicó su doctrina como Hijo del hombre y como Hijo de Dios. El Evangelio que se abrió en una noche de rabeles y zampoñas se cerró con la muerte del Justo y del Redentor y la dispersión predicadora de los suyos. Uno de los apóstoles, Santiago, anhelando realizar la conquista espiritual de la tierra que le ha tocado en misión, atraviesa el Mediterráneo en una nave y deposita en nuestro suelo el nombre de Cristo. Los hombres que le escuchan se convierten a la fe y sientan firme en el alma de la estirpe la verdadera religión, que profesará y defenderá a lo largo de los siglos.

    Acaso fue el Cristianismo el primer golpe propinado a la soberbia y altivez de Roma. Y no es que la religión cristiana aspire a derrocar la fortaleza del Imperio. Las implacables persecuciones desencadenadas contra aquélla y los pretextos y preocupaciones que sus doctrinas imponían, ayudadas por la fatal sucesión de unos emperadores más aptos a la promoción de luchas intestinas que a la expansión y robustecimiento exterior, dividieron y debilitaron de tal modo a Roma que, pese a sus posteriores conquistas y a los esfuerzos de unos cuantos insignes varones, como Constantino y Teodosio, no pudo cortar su total derrumbamiento.

    Roma, potente y orgullosa de su fuerza, presencia, impávida y ligera, aquellas destrucciones en masa de unos hombres modestos, pertenecientes a las más bajas clases sociales, y se complace en someterlos a exquisitas y refinadas crueldades, sin darse cuenta de la promesa que transparentan sus rostros, alumbrados por una luz interior que no podrá apagarse jamás. Roma no podía comprender y menos aceptar los principios de la nueva doctrina que suponían lo contrario de su organización y estructura social.

    “Aquellos hombres –ha escrito Berdejé-, que ante los soberbios y libres ciudadanos de Roma proclamaban la igualdad de todos los seres, quienes ante el cómodo y llevadero politeísmo adoraban y bendecían a un Dios único, a quien además representaban bajo una forma humana, de sufrimiento y sacrificio; aquellas doctrinas que aseguraban una vida futura relacionada íntimamente con la actual, y en proporción de gloria o castigo, según la conducta observada, lo que equivalía a sujetar a los hombres a unos estrechos conceptos de moral, no podían ser comprendidas ni aceptadas voluntariamente por las sociedades de entonces, porque encerraban la negación de estos mismos, la completa inversión de sus principios y la sujeción a unas normas estrictas que contrastaban con la suave y fácil libertad concedida por los dioses tutelares.”

    Siguieron las enseñanzas las gentes humildes, para quienes la nueva Comunión les abría un mundo de esperanzas. Y la persecución logró que de las bajas capas sociales el Cristianismo ganase las superiores, con lo que nadie pudo oponerse a su empuje arrollador.

    Santiago, San Pablo y los Varones apostólicos trajeron la doctrina a la Patria española.

    La gente hispana lleva en la sangre la posibilidad de comprensión y práctica de la nueva doctrina religiosa. Conoce bien lo que es la pobreza, la humildad, la resignación, la mansedumbre, la caridad, la clemencia, el desdén de la riqueza; sabe que el hombre es individuo portador de valores eternos del alma y no alabanza del cuerpo; que el sacrificio es camino de redención, y entregar la vida por un ideal, llámese Sagunto o Numancia, es camino que conduce a Dios.

    Por eso, el pueblo de Hispania acepta y recoge la voz de Cristo y sus Apóstoles, porque es “agua clara y alba luminosa de esperanzas nunca sentidas”. El pueblo la acepta no por tendencia a la revuelta ni por regla lógica pura, sino porque le llega al corazón sediento y angustiado, como un rocío fresco de promesas de mejor vida después de su vía dolorosa.

    Organizada la Iglesia española, los fieles se dividieron en clérigos y legos. A los primeros, obispos, presbíteros y diáconos, tocaba el gobierno y dirección de las almas. Tan grande era el número de éstas y fue tan arraigada la fe, que pronto se produjeron en España las persecuciones y suplicios, brotando en ella la flor inmensa de su Santoral, regada con la sangre de sus mártires, tan héroes y enteros, tan henchidos del espíritu de sacrificio como aquellos antecesores de Sagunto y Numancia cuando se dejaban matar por su libertad e independencia.

    “Ejecutados unos, carbonizados otros, padeciendo horribles suplicios todos ellos, los mártires españoles del siglo III y principios del IV constituyen página de gloria en los anales de la Patria”. La gloria la comparten Fructuoso, Augurio y Eulogio en Tarragona; Lorenzo en Huesca; Emeterio y Celedonio en Calahorra; Vicente, Engracia y sus innumerables compañeros, en Zaragoza; Justo y Pástor en Alcalá de Henares; Justa y Rufina en Sevilla; Eulalia en Mérida, cantados todos ellos por Prudencio en su Peristephanon, encendidos todos como carbones de incensario, gozosos como novios en pos de su dicha, legión gloriosa de caballeros de Cristo y de su Patria.

    “Con las dotes del carácter español, individualidad, religiosidad, sentido de adaptación y universalismo sorprendente, al operarse la transformación del mundo por el hecho de la Redención, nuestro suelo era campo abonado, como ya hemos visto, para recibir la nueva doctrina, de horizontes sin límites, que establecía dentro de una unidad de origen y de filiación una nueva universalidad sobrehumana por cima de la limitada ciudadanía de Roma”. (García Villada).

    Y comienzan los atisbos de la conciencia de la misión providencial de España, como el del obispo de Barcelona, San Paciano, a mediados del siglo IV, al revolverse contra Sempronio, que no admitía la denominación de catolicidad de la Iglesia, símbolo de unidad y de universalidad: “No te inquietes, hermano. Mi nombre es cristiano y mi apellido católico. Aquél me personifica, éste me muestra. Con aquel soy probado; con éste, señalado”.

    Más tarde, en ese mismo siglo, Osio, obispo de Córdoba, convertirá a Constantino, formará su conciencia y le decidirá a convocar el Concilio de Nicea para oponerse a los grandes peligros que traen las sutilezas y errores de los arrianos para la unidad del mundo católico, y allí preside, a los ochenta y tres años, luchando con admirable tesón e irrefragable lógica, consiguiendo proclamar como dogma de fe la Divinidad de Jesucristo.

    Posteriormente, en el año 380, un emperador español, Teodosio, decreta, de acuerdo con un Papa español, San Dámaso, “que es su voluntad que todos los pueblos sometidos a su cetro abracen la fe que la Iglesia romana había recibido de San Pedro”, instaurando con ello la unidad espiritual en el Imperio.

    Nuevamente la Hispania cristiana supo dar a la Roma decadente hálitos de vida y apoyo en su rápido descenso.



    3
    Este Imperio, que a César en verdad debe su origen al deberle su explicación y razón de ser, y que Roma había logrado formar, más que por fuerza de las armas por la ilusión, empezó a descomponerse cuando la ilusión dejó de serlo para convertirse en realidad. Confirma esto la tesis de que la idea estatal, más que de un conjunto de circunstancias físicas, lengua, costumbres, fronteras, etc., nace de un quehacer común, de la ilusión de una empresa colectiva. Cuando ella se logra y no es sustituida por otra, la unidad de debilita y empieza un proceso de disgregación, porque el pasado, las tradiciones, imprimen carácter y dan solera a un pueblo, pero no son bastante por sí solas para mantener bien trabada la unidad nacional.

    El Imperio, última expresión del mundo clásico, era institución arbitraria y hasta absurda; pero había cumplido un decreto providencial extendiendo la unidad de civilización a los fines el mundo entonces conocido, y dando por boca de Caracalla la unidad de derechos y deberes, el derecho universal de ciudadanía.
    Otra unidad más íntima iba labrando al mismo tiempo el Cristianismo. Las dos tendencias se encontraron en tiempos de Constantino; el Imperio abrazó al Cristianismo como natural aliado. Juliano quiso separarlos y fue vencido. Teodosio puso su espada al servicio de la Iglesia y acabó con el paganismo.
    Poco después murió el Imperio, porque su idea era más grande que él; pero el espíritu clásico, ya regenerado por el influjo cristiano, ese espíritu de luz, de unidad de civilización, continúa viviendo en la oscuridad de los tiempos medios e informa en los pueblos del Mediodía toda civilización, que en lo grande y esencial es civilización romana por el derecho como por la ciencia y el arte.



    4
    Los escritores latinos, como antes lo hicieron también los griegos, consideraron la Península como una entidad individual, y –como dice Menéndez Pidal- “realmente su unidad geográfica perfecta –península con istmo montañoso-, como toda unidad de habitación, fue para las razas que la poblaron un gran agente de fusión étnica, aunque no de unión política”.

    Las dos civilizaciones existentes en el oriente mediterráneo al mediar el siglo III a. de C., están asentadas en Roma y Cartago. Ambas influyen sobre España, terminando con la preponderancia de la primera, que al vencer a los de Cartago en las guerras púnicas “desarrolló una política de conquista y absorción, apoderándose de la mejor parte de España”.

    “Los romanos –sigue diciendo Menéndez Pidal- comenzaron por dividir sus primeras posesiones en dos Hispanias, regidas por dos pretores diversos, y durante las largas guerras de conquista, que se prolongaron dos siglos, ahondaron las divisiones entre naturales y cortaron el curso de la civilización indígena, sustituyendo ésta por la de tipo superior heleno-latina. La Hispania perdió así poco a poco la incipiente y nebulosa personalidad ibérica con que aparece en los primeros autores que de ella hablan, para convertirse en una provincia de tantas adquiridas por aquella gran República de la urbe romana y que, como las demás, era administrada mediante magistrados honoríficos y gratuitos, necesariamente rapaces y a veces pérfidamente crueles.

    “Esta evolución ocupó aquellos dos siglos llenos de guerra, los siglos II y I antes de Cristo. Al comienzo, las guerras nacionales por la independencia, en las que los iberos son vencidos a pesar de los increíbles éxitos de Numancia y de Viriato; después, la guerra dirigida por un romano, Sertorio, en que Hispania, ya como provincia, pretende con las espadas ibéricas dirigir los destinos de Roma; en seguida la guerra civil entre César y Pompeyo, hecha en gran parte sobre el suelo de España; por último, las campañas de César y Augusto para someter a los últimos pueblos independientes del Noroeste, los galaicos, astures y cántabros.
    Al fin, el Imperio sustituye a la República; la pax augusta se extiende sobre el mundo y la Hispania, repartida en tres provincias, comienza a vivir tranquilamente dentro del orbe romano.

    “Y entonces aparecen un geógrafo, Estrabón, y un historiador universal, Trogo, que dedican en sus obras sendos capítulos a España”.

    Para el primero, el pueblo ibérico se le aparece como un conjunto humano dotado de cualidades comunes. A ellos, como a los helenos, el orgullo les impidió reunirse para formar una potencia o comunidad grande; “por eso los iberos, tan arrojados y atrevidos en cosas pequeñas, no se han empleado en las grandes; si hubiesen sabido asociarse entre sí, no se hubiesen visto invadidos por los cartagineses, por los celtas y, últimamente, por los romanos, que sometieron todas las tribus iberas”.

    Con el segundo comienzan los panegíricos del suelo de España, que se repiten luego sin cesar a través de su historia.

    Tito Livio señaló también el carácter del hispano, ágil, belicoso, inquieto, y de España, más dispuesta para la guerra a causa de lo áspero del terreno y del genio de los hombres.

    “A raíz de la sumisión de los cántabros y bajo el recuerdo de las guerras celtibéricas y lusitanas, los hispanos eran vistos como gente sobria y fuerte, a la vez que turbulenta; producían pocos caudillos, y éstos saben que la altivez de su pueblo no gusta de una jerarquización rigurosa, de una subordinación bien definida.
    Por eso, como notaba después Floro, la nación hispana, o, como él dice, la Hispania universa, no supo unirse contra Roma; “de otro modo, bien defendida por los Pirineos y el mar, hubiera sido inaccesible; pero no se conoció a sí misma, ni conoció sus fuerzas sino después de haber sido vencida en lucha de doscientos años”.
    Sobre esto podemos observar que Viriato no pudo reunir más que las tribus lusitanas, mientras que Vercingetorix dirigió la unión de todo el pueblo galo para su defensa.
    “Sin embargo, frente a los famosos doscientos años de guerra hispana, bastaron nueve para que César sometiera la Galia; la resistencia bisecular es la obra del territorio en complicidad con el carácter altivo y desconocido de los iberos. Y así, el principal valor que era visto en los hispanos al iniciarse el Imperio, residía ya, como después seguirá siendo, en el pueblo mismo, o sea en la colectividad, que desarrolla alguna alta iniciativa bajo oscuros dirigentes; pueblo valioso, aunque mal jerarquizado y torpe para la confederación. Superando difícilmente estos defectos, él es el que realizó los grandes hechos simbolizados en los doscientos años de resistencia, que nunca se podrán personificar en una figura de nombre glorioso, sino en la de los anónimos capitanes caídos sobre el mustio collado de Numancia.
    Y ya entonces, lo mismo que después, la representación de España entera aparece asumida en los momentos decisivos por esos habitantes de la árida meseta, más pobres en suelo y en género de vida que los de la costa, pero que merecen ser señalados por Floro como nervio y vigor de la totalidad de la Península; Celtiberes, id est robur Hispaniae.
    Los celtíberos se destacan también en las anécdotas ejemplares de Valerio Máximo como principales depositarios de la fidelidad que nuestra Edad Media llamara “lealtad española”, o sea fidelidad vasallal; Valerio la admiraba bajo el nombre de fides celtiberica, según la cual el ibero consagraba el alma a su caudillo y no creía lícito sobrevivirle en la batalla; es la devotio o dedicación ibérica, que Roma imitó al comienzo del Imperio”. (Menéndez Pidal).

    Los hispanos se destacan en la fundación del imperio como elemento de precioso valor político, como los Balbos; el mayor y el menor, tío y sobrino, y que fueron decididos partidarios de la política cesárea. El tío fue el primer cónsul provincial que hubo en Roma, y el sobrino también el primer provincial que obtuvo los honores del triunfo por sus victorias africanas. Vemos así como los españoles contribuyeron extraordinariamente a la propagación de la idea imperial, como más tarde habrán de contribuir a su arraigado esplendor.
    Pero España inicia la provincialización en esa donación del Imperio en la política de España a la Madre Roma, apareciendo los Césares hispanos: el español Trajano, “el general que cubierto de sudor y polvo camina entre sus soldados llevando su caballo de vacío; mostrando al emperador la austera simplicidad, la moderación, la modestia, la vergüenza, el candor y, cien veces más, la modestia principis moderatioque. Adriano de Itálica, y Marco Aurelio, oriundo de la Bética, le siguen.
    Y en la decadencia del Imperio y en la lucha contra los godos será llamado para defenderle otro emperador español, Teodosio, de las gentes vacceas de la meseta castellana de Cauca: “Todas las glorias de Roma iban a apagarse si Teodosio no hubiera venido a sostener el edificio que se derrumbaba y con mano firme no hubiese salvado el náufrago navío”, escribe Claudiano.

    España, olvidada de su iberismo, presta su adhesión al orbe romano y pronto se convierte en un país enteramente latino que se distingue por su valor altísimo en el pensamiento y en el arte, con el florecimiento del genio hispano-latino.

    “Desde Tiberio hasta Trajano son los hispanos los que afluyen a Roma los más entre los más entre los cultivadores de la literatura latina, y los más grandes. Esos hispanos salen de la misma Bética, como los Balbos; proceden de Córdoba o Cádiz, como los Sénecas, Columela, Mela y Lucano...; la celtíbera Bílbilis envía a Marcial y la vascónica Calahorra a Quintiliano.
    “... Todos ellos imponían a Roma nuevas maneras del pensamiento y del arte”.

    Las singularidades de todos ellos están expresadas en lo que será una constante española: el brote del realismo que desde Séneca llevarán al siglo XX pasando por Cervantes, los pintores y escultores de España.

    Al decaer el Imperio con la llegada de los emperadores orientales, España queda desprovista de su antigua importancia política: relegada al fin del orbe conocido, comienza a padecer de su extrema occidentalidad. Y queda dependiente, como diócesis de Hispania, de la prefectura de las Galias.

    Llega el Cristianismo con su concepto de la vida radicalmente nuevo, en pugna con los dioses oficiales, con el culto al numen del emperador, con la esclavitud base de la industria y de la agricultura, con multitud de costumbres privadas y públicas del pueblo; el Cristianismo señalaba a la comunidad humana fines super-terrenos, muy por encima de los destinos de la orgullosa “urbe eterna”, y anteponía resueltamente a la ciudadanía romana otra nueva universalidad, más extensa y más potente, no conquistada por las victorias de los imperatores militares, sino por el martirio de los hombres humildes de todas partes, puestos en irreductible rebeldía contra todo el pasado de Roma.

    Reaparece España cuando mueven la guerra, por abstractas ideas teológicas, los presbíteros y obispos de regiones apartadas.

    Osio, obispo de Córdoba y catequista del emperador Constantino, es quien inspira las primeras leyes cristianas y es alma del Concilio de Nicea, convocado por el emperador para examinar la doctrina arriana. Él fue quien logra la aceptación de la palabra definidora del Hijo de Dios, “consubstancial con el Padre”; él fue el principal redactor del Credo en el Concilio de Nicea.

    España se empeña, a través de la figura de Osio, en defender la universalidad espiritual que siempre tuvo por lema. El español Teodosio promulga la famosa ley que imponía a sus súbditos “la religión que a la Iglesia romana había dado San Pedro y que ahora enseñaba el Pontífice Dámaso (hijo de padre español) acerca de la Trinidad”.
    No puede ser un azar –escribe Menéndez Pidal- que dos hispanos señalen el comienzo y el fin de la contienda arriana; como Osio redacta en contra del arrianismo el credo religioso que dio unidad perpetua a la Iglesia, Teodosio define por primera vez el catolicismo oficial; “los que sigan esta ley (de la fe trinitaria) serán comprendidos bajo el nombre de cristianos católicos; los demás quedarán como herejes que serán castigados por la justicia divina y por la autoridad imperial”, palabras memorables con las que nace en este año del 380 el sistema coordinado de los dos grandes poderes, el catolicismo estatal y el Estado católico.
    Implanta Teodosio la unidad espiritual en el Imperio con violenta supresión de los disidentes para salvar una crisis disolvente, y la salva buscando la absoluta unanimidad estatal. Esto mismo ocurrirá mucho después, en tiempos de los Reyes Católicos.

    Junto a Teodosio hay otro hispano, Prudencio. En sus poemas nos habla de España como tierra de mártires, “únicos héroes que en él caldean el espíritu patrio”. En los himnos de su Peristephanon junta los nombres romanos y los hispanos. “Nuestros son éstos –dice-, nuestros los de la Hispania del río Ibero, los de Calahorra o Tarraco” y más aún los de Cesaraugusta, “honra suya”.

    “La era de los mártires por la que acaba de pasar el mundo cristiano necesitó de España para hallar un poeta de audacia innovadora que no dudase en abrir las clásicas formas de la poética no sólo a la nueva mente cristiana, que esto ya lo habían hecho Juvenco y Ambrosio, sino a todas las estridencias del combate entre violencias”. Prudencio, en los cimientos de la nueva poesía cristiana, como piedra fundamental, colocó características muy peculiares hispanas.

    Teodosio y Prudencio son figuras españolas y representativas de la generación que se necesitaba en lo futuro. “España aprendió de Roma ideas de universalidad, las hizo suyas y afirmándolas en este momento último de plenitud del orbe romano, toma en la historia imperial una posición análoga a la que adoptó en la historia de europa en el siglo XVI.
    Prudencio, mirando hacia el pasado, percibe la importancia histórica del imperio con más grandeza que los que lo exaltaban mirando al presente en la época de plenitud y de crecimiento. Hay en el poeta español una interpretación unitaria del desenvolvimiento del mundo, que después sistematizará San Agustín.

    Pacato, retórico galo, escribe en estos tiempos un panegírico de la Patria del emperador, y el poeta alejandrino Claudiano, respirando el hispanismo desde la corte de Horacio, desposado con hija de español, la princesa Serena, elogia la Patria que la vio nacer: “Ella engendra los que han de regir el mundo...”; al decir esto, piensa Claudiano en los destinos augustos de Roma para hacer que España arrebate osadamente a la urbe eterna el tu regere imperio populos, de Virgilio, en frase que los españoles de otra edad tomaron por profética.
    Y Roma no ha de sentir celos ante este despojo de la misión imperatoria, preparado por la lenta provincialización del orbe y autorizado por el recuerdo de los primeros y más afortunados Césares adventicios junto al de los actuales del Oriente y del Occidente.

    Más tarde, Orosio, español de Lusitania, al escribir su Historia contra paganos, expresa su simpatía “hacia la España ensangrentada durante doscientos años, hacia tantos reyes desposeídos y encadenados; siente un particular afecto a su tierra natal, en oposición a Roma, y relata con satisfacción las victorias de los hispanos contra tantos pretores, legados, cónsules y legiones; destaca el terror inspirado por la guerra peninsular, cuando el soldado romano se creía vencido a la sola vista del hispano; realza otra vez aquel “ingente miedo a los celtíberos” que se había apoderado de todos los romanos; denuncia la perfidia del pretor Galba con los lusitanos, causa de escándalo y alboroto en toda España, universa Hispania; y el heroísmo y dolor de la guerra de Numancia agitan su ánimo en un conmovido apóstrofe a los romanos, que a pesar de arrogarse tantas virtudes tienen que aprender de los numantinos la fortaleza increíble en el combate y en el vencer; fidelidad en contentarse, vencedores, con un pacto, creyendo tan nobles como ellos a los vencidos; justicia magnánima en observar los tratados y misericordia en dejar con vida un ejército que pudieron acuchillar.

    En Orosio hay un sentimiento patrio porque en la España por él exaltada germinaba ya un estado de conciencia nacional. Su obra es un germen de historia de España. “Paulo Orosio es el primero que duda abiertamente de los fundamentos de la comunidad romana y siente al país natal como algo opuesto a ella”.

    España aparece ya dentro de la historia imperial con plenitud de rasgos característicos, expresados en escritos y en acciones. No ha hecho sino suministrar valores materiales y espirituales para el Imperio, pero en ellos encuentra una valiosa prefiguración de lo que España será en el futuro.
    Se parte de la perduración de caracteres raciales, cosa bien notoria. la sobriedad, la fortaleza para las privaciones y la muerte. Relacionados con ellos van la modestia, la moderación en la vida y en el arte.

    También se aprecia el papel definido que tienen en la historia española algunas de las provincias hispánicas. Los celtíberos representan ya la totalidad de España, y al lado de ella se destaca la Bética. “Las dos son la columna vertebral sobre la que se sostiene la Hispania antigua; las dos producen todos los hombres magníficos que la Península da a la cultura y a la política del Imperio romano.



    5
    La larga convivencia con la gente de Roma ha proporcionado a la de Hispania unas constantes que culminan en los conceptos siguientes: Individualismo, Religión y Cultura.

    El primero, cualidad esencial del carácter hispano, es un poco reflejo de esa historia de Roma llena de personalismos, traducidos en bandos y revueltas, que absorben y agotan a sus hombres, como más tarde en Castilla, los cuales solamente pueden ser apaciguados por obligadas y férreas dictaduras. Roma fue el prototipo de la discusión, de la anarquía, y también, como corolario indispensable, a la disciplina de hierro, única fuerza capaz de elevarla a las cumbres de su grandeza.

    El sentimiento religioso del pueblo romano se robustece con una exaltación propiamente masculina que contrasta con la sutilidad y delicadeza de las modalidades helénicas. Grecia adora a las divinidades femeninas con una elevación de fe. Roma arrecia y vigoriza los mismos cultos, sobreponiendo los masculinos a los de la mujer.

    Por último, la cultura, de fuentes asimismo áticas, adquiere iguales caracteres al ser trasplantada al Imperio. Es donde se manifiesta la condición de Roma y al propio tiempo los fondos étnicos que la sostienen e integran: la intuición y el barroquismo. Finura en la percepción y reciedumbre en la manifestación. Frescura y agilidad mental y reposada expresión.

    Tales modalidades se acusan en España. El individualismo adquiere proporciones superiores: somos el pueblo de los individuos, de las opiniones propias, de una genial intolerancia. La historia española parece una continua revuelta que necesita siempre encontrar manos fuertes para sacar a luz sus energías y dar cima a su magnificencia.

    La rigidez de nuestros sentimientos religiosos, mayor y más virilmente acusados en su expresión como en su símbolo, ha servido para adjudicarnos severidad y rudeza, factores de fuerza que se oponen a las suaves y dúctiles creencias del resto latino.

    En cuanto a la intuición y al barroquismo, también los heredamos. Habrá en el español floraciones espontáneas, pensamientos fluidos, genialidades originales. Mas su expresión es fuerte, recia, de líneas no exentas de armonía, pero difíciles de quebrar.
    La mejor demostración de ese barroquismo la dará el arte con el realismo de las escuelas pictóricas y en contraste con la arquitectura.





    6
    Las águilas romanas nos dieron la pauta del sistema que logra la unificación: “Preferir la asimilación pausada a la confusión, la transformación a la imposición”. “A la unidad de mando respondía la unidad de disciplina. Unidad de entendimiento. Unidad de derecho público y privado. Unas mismas leyes para todos, exigiendo coactivamente su cumplimiento. Unidad de cultura y de costumbres. Unidad de religión y unidad de destino con el Estado de Roma.

    Con ésta es cierto que España perdió su independencia al quedar convertida en una provincia más. Pero la perdió transitoriamente para recobrarla más pujante y absoluta y con personalidad inconfundible, ya bien definida, mediante la mezcla de sus mejores condiciones nativas y de las mejores de las romanas. Sus luchas con Roma y su contacto con ella sirvieron para hacer bien patente su indomable bravura hispánica, pero sirviendo también para pulir muchas aristas del carácter español.
    Roma nos legó, como a todas las naciones que de ella se formaron, la base de la lengua, del derecho y el fondo de la cultura mediterránea. Pero sobre todas, España heredó de Roma una cualidad que pocos pueblos poseen, a saber, su fuerza de expansión universal y, con ella, el concepto de Imperio, concepto que César acertó a descubrir como base de una política, no de dominio, sino de colaboración, de creación.
    Ese es el secreto del Imperio: no hacerse de trozos disformes con dispersión de lenguas, fines y costumbres, sino crear partes homogéneas para el todo estatal. Cuando esta norma sapientísima se ha seguido, los imperios han tenido siempre permanencia en la Historia.

    La prudencia romana dictó un sistema de pocas leyes generales inexcusables y una flexible variedad peculiar para los municipios.
    “Fácil para los vencidos la ganancia de la ciudadanía municipal primero, en seguida se logra la ciudadanía romana para todos los provincianos. El concepto jerárquico de Roma no toleraba castas ni categorías de ciudadanos libres, aun cuando la estructura social fuera clasista. Pero a los cien años de la conquista, el hombre libre de Tarraco o César Augusta, de Híspalis o de Astúrica era tan ciudadano del Imperio como cualquier patricio romano y como tal tenía acceso a las más elevadas magistraturas”.
    El principal acierto de la legislación romana fue interesar a los vencidos en la romanización. A sangre y fuego, Iberia jamás se hubiera romanizado. La sagacidad política romana lo advirtió pronto y logró convencer a los vencidos de que su interés era romanizarse si querían dejar de ser vencidos.

    Empieza a dibujarse también en lo cultural la personalidad hispánica. Cuando la paz y la tranquilidad se afianzan en el suelo español, los elementos naturales empiezan a descollar, dando sus nombres a la posteridad.

    España, que en los días de Sertorio había debido importar gramáticos y retóricos, pronto estuvo en disposición de exportarlos. En tiempos de Augusto ocupaba el primer rango entre los oradores romanos el español Marco Porcio Latrón, el primer profesor célebre que hubo en Roma y que se granjeó en la escuela un gran renombre y opinión, y para un español, Marco Fabio Quintiliano, Vespasiano fundó la primera cátedra de elocuencia pública.

    Cayo Higinio el Bibliotecario y Sextilio Ena son los primeros que inmortalizan sus nombres, siguiéndoles los Séneca, Marco Anneo y Lucio Anneo, nacidos en Córdoba, con sus obras gloriosas; Lucano, con su Farsalia; Valerio Marcial y sus Epigramas; Antonio Floro y su Historia Romana; Silio Itálico y su poema sobre la segunda guerra púnica; Pomponio Mela y su De situ orbis Chorographia; Columela con su Re Rustica, y Quintiliano con sus Institutiones Oratoriae.
    Grandes son estos españoles, númenes de la Edad de Plata, y todos los genios extraños a la Península serán de talla inferior a los nuestros. El estilo de estos escritores estará caracterizado por el énfasis, el pomposo hiato y la claridad de concepto, que en su día volverá a ser glorioso de nuevo en Gracián, Quevedo y tantos otros más.

    A la España cristiana pasa también el cetro de la poesía religiosa con Gayo Juvenco y su Historia evangélica; con san Dámaso, cantor de los mártires, y Aurelio Prudencio, que lleva a la poesía la lucha del alma pagana contra la cristiana en la Psycomachia; en la Apotheosis, sobre la divinidad de Jesucristo, los himnos del Kathemerinon y los grandes poemas, como mosaico de oro, del Peristephanon. Y la apologética con San Paciano y sus tratados, y Gregorio de Elvira con su exposición sobre El Cantar de los cantares.

    La Hispania adolescente alcanza un grado de civilización que refulge y brilla, y en la Historia entra ya con resplandor tan vivo que no podrá nunca más abandonarla. Con la viva semilla romana y el fermento cristiano absorberá después espiritualmente a los invasores germánicos y formará la masa precursora del pueblo español del Renacimiento y del Siglo de Oro.




    7
    Los tipos característicos de esta época son varios, lapidariamente considerados:

    EL GUERRILLERO :
    El guerrillero es la representación de las gentes como Viriato, encendidos de coraje, que emplean una táctica especial en el arte difícil de la guerra. Es el hombre tantas veces repetido en la historia española que conoce a maravilla la tierra que defiende, que sólo presenta batalla en sitio favorable y rehúye los grandes encuentros; que hostiga constantemente al enemigo con luchas parciales y sabe retirarse a tiempo dejando burlado al adversario; “ficha mágica que desbarata sus partidas en el tablero donde se ventila la independencia del pueblo lusitano. Ha comprendido el valor de la unidad de las tierras y de los hombres; le duele su Iberia invadida y alza su voz rural y sagrada, que recogen miles de corazones primitivos, voces que serán pavor y superstición para los más valientes legionarios de Roma. Y este “primer soñador de la unidad, primer conductor de la nacionalidad, primer caudillo de un pueblo en armas, primer héroe nacional, cae por el precio de la traición, que mata por la espalda al soñador y al héroe”.


    EL PUEBLO :
    Junto a él, el pueblo, héroe también representado en Numancia: 8.000 defensores contra 20.000 soldados, ocho meses resistiendo el cerco que les oprime, al cabo de los cuales, entre los estertores de la agonía, tienen el arrojo inexplicable de intentar una última salida que asombra al enemigo.
    “Atónitos se quedaron los romanos al ver avanzar aquellos cadáveres vivientes cubiertos de harapos, sucios, con los cabellos erizados, las uñas largas, las espadas en alto y los ojos febriles, llenos de odio mortal”.

    El glorioso remate que imprimen a sus obras es, antes de entregarse al enemigo, y en gesto cumbre de heroísmo, hacer arder la ciudad entera, arrojarse al fuego sus defensores, hombres, mujeres y niños, formando una pira de vivísimos resplandores y consumiendo en ella la vida de un pueblo amante de su libertad.

    Ambos, guerrillero y pueblo, componen el tipo del Héroe, que dejan a la gente española el ejemplo de la abnegación decidida, el sacrificio constante, el batallar perpetuo por la libertad y la dignidad de la Patria.


    EL FILÓSOFO:
    El filósofo, que por un lado es Séneca y por otro Columela; el de las ideas y el de los actos.
    Es Séneca el hombre que representa remedio contra Fortuna, al sentir preocupación por la fugacidad y la muerte, intuición de nihilidad; que al propio tiempo es agudeza y arte de ingenio al usar y abusar de la misma sutileza con juegos audaces de conceptos; que es, por último, espejo de príncipes en cuanto es doctrinero del Estado y preceptista del buen emperador.
    Todo ello constituirá veta profunda en el pensamiento español, que inyectará siempre sangre cálida del patriotismo intelectual de la gente española. La “arena sin cal”, como la llamó Calígula, supo construir el edificio de un sentimiento constante en el alma española, con la misma firmeza de la piedra de los acueductos o el mármol de sus estatuas, y fue el único gentil que proclamó al mundo la igualdad de todos los hombres, defendiendo a los esclavos.

    Columela, por el contrario, era según se ha escrito, el tipo del “señor andaluz”, fino, señoril, austero y sin ambiciones ruidosas. No quiso mezclarse en política cuando marchó a Roma, salvando así su vida y su obra, recluyéndose en sus cortijos andaluces.
    De sus dehesas béticas fue naciendo su De Re Rustica, que es la mezcla de la técnica con lo político: por un lado, la experiencia; por otro, la obsesión romántica de Virgilio. Allí está el vigor campero que Columela devuelve a Roma: el riego de los huertecicos, el arado trazando terrujos bajo cielos añil y purpurina, la brisa suave de la mar gaditana, el sol caldeando las vegas de Sevilla y las noches estrelladas de la Sierra de Córdoba.


    EL EMPERADOR:
    Frente a la filosofía negativa del jerarca máximo del Imperio, ya cruel, ya necio o sanguinario, aparece la figura del emperador de sangre española: general de intachable fama, valor juicioso, modesta entereza, varón capaz de restaurar la disciplina y el orden.

    Ulpio Trajano, “el Peludo”, como después Adriano o Teodosio, procede de un tronco dócil al ajeno consejo y exigente para consigo mismo. Militar, “señalábase un trazo para la sencilla afabilidad, que a la acendrada cortesía en la forma aliaba severo amor de la disciplina; hacíanse todos lenguas de su buen natural y de su raro temple, pues gustaba de compartir la vida, las privaciones y hasta el alimento de sus hombres, siendo el postrero en retirarse a descansar a su tienda”. Hombre, era de “famosa virtud, atención cuidadosa y solicitud sentida”. Venció halagos de fortuna, sintió virtuosa indiferencia por las pompas y caminaba “con marcha apacible y modesta” y “lentitud majestuosa”. “¡Cómo los ojos, el porte, el gesto, la persona toda anunciaban la franqueza!” “Era la virtud que pasaba”. Político, cumpliéronse en él los votos de Nerva; recogió la exhortación de vigorizar la sociedad interiormente, amparándola contra el peligro extranjero; amó la paz, instauró la austera integridad de una tierra grave y elegante, sobrado apartada de la cortesía, y empleó la guerra como medio justo.
    “Trajo de su provincia, además del valor, el equilibrio, la moderación, la digna y cortesísima modestia, la afabilidad llana y benévola y la elegancia del gran padre de la patria, honor de España” (Plinio).


    EL MÁRTIR:
    Como llama de fe viva, álzase el mártir en la tierra de Hispania, confesando esa fe y sosteniéndola con el martirio. Caen todos como amapolas sobre el campo, ante el huracán de las persecuciones. El fuego voraz o la ardiente parrilla, o la espada y la piedra son el instrumento de su liberación.
    Atadas las manos y trabados los pies, la boca canta la alabanza de Dios: “Nacidos para Cristo seremos consagrados al metal y llevando impresa la forma de Dios ¿serviremos al siglo? No, no sea jamás que el fuego celeste se denigre y ofusque con las tinieblas. El tiempo es llegado de dar a Dios lo que es de Dios.”

    La sangre del mártir será vena abierta que fecunde la tierra tan contraria a aquellas otras, rotas por voluntad suicida (Numancia, Sagunto), que no fructificaban en virtudes. Cristo triunfaba con ello. Facundo y Primitivo en Galicia, Marcelo y Nonia con sus doce hijos en León, Acisclo y Victoria en Córdoba, Emeterio y Celedonio en Calahorra, Luciano y marciano en Vich, Justa y Rufina en Sevilla, el obispo Fructuoso con sus diáconos Augurio y Eulogio en Tarragona, Eulalia y Julia en Mérida, Cirilo y Paula en Málaga, Vicente, Sabina y Cristeta en Ávila, Marta en Astorga, Narciso en Gerona, Leocadia en Toledo, el español Lorenzo en Roma, y Valero, Engracia y los Innumerables Mártires de Zaragoza, adquieren la corona del martirio, abriendo el historial de los santos españoles.

    Con este escudo, España será invencible desde ese momento.


    EL POETA:
    Dos poetas representan también el sentido español de este periodo: Marcial y Prudencio.

    Marcial es sencillo y sin envidia; su ironía, como será toda la española, no es venenosa, y su agudeza e ingenio logran tallar los “diamantes bien trabajados” de sus epigramas, frutos originales de la improvisación. Si apuntan ribetes obscenos se explica por tener que retratar la sociedad romana en que vivía, decadente y viciosa; y si se muestran vetas serviles, también se explica por su pobreza y miseria, a las que supedita, a veces, su española independencia.

    Prudencio será, después de Marcial, el otro poeta representativo. Se mostrará como el primer poeta cristiano, el heredero de la estirpe hispana enaltecedora de su Patria y de roma, “madre común de todos”. Cantará a los nuevos herederos del cristianismo, creando un lenguaje desconocido hasta el momento, adaptando al dogma y a las nacientes directrices espirituales la férrea disciplina métrica latina.
    Hispano acérrimo, recio de contextura y expresión, al contemplar a todos los pueblos reunidos bajo un solo cetro, una misma lengua y un mismo derecho, proclama la obra de Dios, que de manera tan singular ha unificado la familia humana para hermanarla en Cristo con el lazo de la religión verdadera. Con su Peristephanon desarrolló la interpretación unitaria del desenvolvimiento del mundo y abrió los primeros surcos de la Filosofía de la Historia.
    Y por último, un tipo femenino:

    LA BAILARINA:
    Las mujeres del Mediodía siguen también la tradición de los primeros tiempos. Marcial canta la gracia y la lascivia de una danzarina gaditana que bailaba al son de las “castañuelas andaluzas” (baetica crusmata). Las puellae gaditanae se hacen famosas, son requeridas en los banquetes y festines de Roma y hacia fines del siglo I y comienzos del II pocas debían ser las fiestas donde no figurasen como números atractivos, según indican los textos de Juvenal, Plinio y Marcial.

    Es la gracia salada y danzarina de la mujer española, que a partir de entonces alegrará siempre su historia y su alma...

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    ALABANZAS DE ESPAÑA:

    13
    Iberia ; ésta, en su mayor extensión, es poco habitable, pues casi toda se halla cubierta de montes, bosques y llanuras de suelo pobre y desigualmente regado. La región septentrional es muy fría por ser accidentada en extremo, y por estar al lado del mar se halla privada de relaciones y comunicaciones con las demás tierras, de manera que es muy poco hospitalaria. Así es el carácter de esta región. La meridional casi toda ella es fértil, principalmente la de fuera de las Stélai...”
    ESTRABÓN (64 a. C. – 20 d. C.) ‘Geografía’, III, I, 2.

    “Se parece [Iberia] a una piel tendida en el sentido de su longitud de Occidente a Oriente, de modo que la parte delantera mire al Oriente, y en sentido de su anchura del septentrión al Mediodía. Tiene seis mil estadios de longitud; pero su latitud allí donde ésta es mayor, alcanza los cinco mil estadios, aunque en ciertos lugares desciende a menos de tres mil, especialmente hacia el Pyréne, que forma el lado oriental...”
    (... III, I, 3)

    “En las zonas altas habitan los karpetanoí, oretanoí y ouéttones en gran número. Este país es regularmente fértil; pero aquel que le sigue hacia el Oriente y el Mediodía no cede a ninguno de los más ricos territorios de la "oikouméne" por las excelencias de sus bienes, tanto terrestres como marítimos.
    Esta región es la que riega el río Baítis, que tiene principio en los mismos parajes del Anas y el Tagos y que, por su tamaño figura entre estos dos. Corre, igual que el Anas, primero hacia el Occidente; después dobla hacia el Mediodía, desembocando en el mar por las mismas playas que aquél. Dicha región se llama Baitiké, del nombre del río, y Tourdetanía, del nombre del pueblo que la habita; a estos habitantes llámaseles tourdetanoí y tourdoúloi, que unos creen son los mismos; mas, según otros, dos pueblos distintos. Polýbios está entre estos últimos, pues dice que los tourdetanoí tenían como vecinos por su Norte a los tourdoúloi. Hoy día no se aprecia ninguna diferencia entre ambos pueblos. Tienen fama de ser los más cultos de los íberes; poseen una "grammatiké", y tienen escritos de antigua memoria, poemas y leyes en verso, que ellos dicen de seis mil años.”
    (... III, I, 6)

    “Entre la parte del litoral donde desembocan el Baítis y el Anas, y el extremo de la Maurousía, una invasión del Mar Atlanticós ha formado el estrecho de las Columnas, por el que hoy comunica el Mar Interior con el Exterior.
    Aquí, entre los íberes que llaman bastetanoí, conocidos también por bástouloi, se levanta el monte Kalpe, de perímetro no grande, pero de mucha elevación y pronunciada pendiente, de tal modo que, visto de lejos, se presenta como una isla.
    Al salir navegando de nuestro Mar y entrar en el Exterior, se queda a la derecha. Más lejos, a cuarenta stadios, se ve la ciudad de Karteia, ilustre y antigua, antes estación naval de los íberes. Algunos atribuyen su fundación a Herakles, y Timosthénes, que es uno de ellos, dice que antiguamente se llamó Herákleia, y aún eran visibles su gran recinto y sus arsenales.”
    (... III, I, 7)

    “...Sigue después Gadeira, isla separada de la Tourdetanía por un estrecho canal y alejada de Kálpe en unos setecientos cincuenta stadios, que otros calculan en ochocientos. Esta isla, que en nada difiere de otras, gracias a la intrepidez de sus habitantes en las cosas del mar y a su adhesión a los rhomaíoi, ha experimentado un tal incremento en su fortuna de todo orden que, a pesar de alzarse en el extremo de las tierras, es la más famosa de todas.”
    (... III, I, 8)

    “Las ciudades son, empero, numerosísimas, pues dicen ser doscientas. Las más importantes por su tráfico comercial son las que se alzan junto a los ríos, los esteros o el mar. Entre ellas destacan Kórdyba, fundación de Markéllos, y por su gloria y poderío, la ciudad de los gaditanoí.”
    (... III, II, 1)

    “La más ilustre, después de esta ciudad y de la de los gaditanoí, es Híspalis, también fundación de los rhomaíoi. Su emporio aún hoy pervive; pero su importancia ha sido superada desde que hace poco se establecieron en Baítis soldados de Kaísar, colonia, sin embargo, no muy ilustre en su fundación.”
    (... III, II, 1)

    “Las orillas del Baítis son las más pobladas; el río puede remontarse navegando hasta una distancia aproximada de mil doscientos estadios, desde el mar hasta Kórdyba, e incluso hasta algo más arriba. Las tierras están cultivadas con gran esmero, tanto las ribereñas como las de sus breves islas. Además, para recreo de la vista, la región presenta arboledas y plantaciones de todas clases admirablemente cuidadas. Hasta Híspalis, lo que supone cerca de quinientos stadios, pueden subir navíos de gran tamaño; hasta las ciudades de más arriba, como Ílipa, sólo los pequeños. Para llegar a Kórdyba es preciso usar ya de barcas de ribera”
    (... III, II, 3)

    “La Tourdetanía es maravillosamente fértil; tiene toda clase de frutos y muy abundantes; la exportación duplica estos bienes, porque los frutos sobrantes se venden con facilidad a los numerosos barcos de comercio. Esto se halla favorecido por sus corrientes fluviales y sus abras, semejantes, como dijimos, a ríos, y como tales, remontables desde el mar hasta las ciudades de tierra adentro”
    (... III, II, 4)

    “De Tourdetanía se exporta trigo, mucho vino y aceite; éste, además, no sólo en cantidad, sino de calidad insuperable. Expórtase también cera, miel, pez, mucha cochinilla y minio mejor que el da la tierra sinópica. Sus navíos los contruyen allí mismo con maderas del país. Tiene sal fósil y muchas corrientes de ríos salados, gracias a lo cual, tanto en estas cosas como en las de más allá de las Columnas, abundan los talleres de salazón de pescado, que producen salmueras tan buenas como las pónticas. Antes se importaba de aquí cantidad de tejidos; hoy mismo, sus lanas son más solicitadas que las de los koraxoí, y nada hay que las supere en belleza.”
    (... III, II, 6)

    “A tanta riqueza como tiene esta comarca se añade la abundancia de minerales. Ello constituye un motivo de admiración; pues si bien toda la tierra de los íberes está llena de ellos, no todas las regiones son a la vez tan fértiles y ricas, y con más razón las que tienen abundancia de minerales, ya que es raro se den ambas cosas a un tiempo, y raro es también que en una pequeña región se halle toda clase de metales.
    Pero la Tourdetanía y las regiones comarcanas abundan de ambas cosas, y no hay palabra digna para alabar justamente esta virtud. Hasta ahora, ni el oro, ni la plata, ni el cobre, ni el hierrro nativos se han hallado en ninguna parte de la tierra tan abundantes y excelentes.”
    (... III, II, 8)

    “Cualquiera que haya visto estos lugares podría decir que son los eternos almacenes de la Naturaleza o los tesoros inagotables de un imperio. Porque el país es, según dice, no sólo rico en lo que muestra, sino también en lo que oculta; y en verdad, para sus habitantes, el subsuelo se halla regido, no por Hádes, sino por Pluton”
    (... III, II, 9)

    “Instruido por la voz de la Historia de todas estas expediciones guerreras a las costas meridionales de Ibería, conocedor también de la riqueza de estas regiones y de los bienes de todas clases que poseen y que los phoínikes dieron a conocer [Hómeros], tuvo la idea de colocar aquí la mansión de las almas piadosas, y el "Elýsion Pedíon" donde, según la predicción de Proteús, Menélaos debía vivir algún día:
    "En cuanto a vos [Menélaos], los inmortales os conducirán al Elýsion Pedíon, en los fines mismos de la Tierra: donde reina el rubio Rhadámanthys, donde los humanos gozan de una vida feliz al abrigo de la nieve, de la escarcha y de la lluvia, y donde desde el seno del Okeanós se levante el soplo armonioso y refrescante del Zéphyros."

    La pureza del aire y la dulce influencia del zéphyros son, en efecto, caracteres propios del Iberia, que vuelta por completo al lado del Occidente, posee un clima verdaderamente templado. Además está situada en los últimos confines de la tierra habitada, es decir, en los mismos lugares donde la fábula -como hemos dicho- ha colocado el Háides; porque la mención de Rhadámanthys en los versos que preceden implica la vecindad de Mínos, y ya se sabe lo que dice [Hómeros]:
    "Allí vi a Mínos, el noble hijo de Zeús, que con su cetro de oro en la mano administraba justicia a los muertos.”
    (... III, II, 13)

    “Tienen los tourdetanoí, además de una tierra rica, costumbres dulces y cultivadas”
    (... III, II, 15)

    “La región de que hablamos es rica y está regada por ríos grandes y pequeños que proceden de Oriente y corren paralelos al Tágos. La mayor parte de ellos son navegables y tienen gran cantidad de placeres de oro.”
    (... III, III, 4)

    “Tras de Ábdera está Karchedón Néa, fundación de Asdroúbas, sucesor de Bárka, padre de Anníbas, la más importante de todas las ciudades de esta zona. Tiene una situación fuerte, unas murallas bien construidas y está enriquecida por puertos, una laguna y por las minas de plata, de las que ya hemos hablado. En ella y en sus cercanías abundan los talleres de salazón; es el principal emporio para las mercancías que, llegando del interior, han de ser cambiadas por las que vienen del mar, y éstas por las que proceden de tierra adentro.”
    (... III, IV, 6)

    “Entre las bocas del Íber y el extremo del Pyréne, allí donde se alzan los Exvotos de Pompéios), la primera ciudad es Tarrákon, que, aunque no tiene puerto, está levantada sobre un golfo y se halla bien acondicionada en las demás cosas, sin que su población sea menor que la de Karchedón. Encuéntrase también bien situada como centro para los viajes de los prefectos, pues sirve de metrópoli no sólo para las tierras sitas en la parte de acá del Íber, sino también para las de una gran parte de las del otro lado.”
    (... III, IV, 7)

    “La vertiente ibérica del Pyréne tiene hermosos bosques de árboles de todas las especies, singularmente de hoja perenne. La vertiente céltica está desnuda; pero las zonas centrales contienen valles perfectamente habitables.”
    (... III, IV, 11)

    “De las cuatro naciones en que están dividados los keltíberes, la más poderosa es la de los arouákoi, que habitan la región oriental y meridional y son limítrofes con los karpetanoí y vecinos de las fuentes del Tágos. La más famosa de sus ciudades es Nomantía, cuya virtud se mostró en la guerra de veinte años que sostuvieron los keltíberes contra los rhomaíoi; luego de haber destruido varios ejércitos con sus jefes, los nomantínoi, encerrados tras sus murallas, terminaron por dejarse morir de hambre, a excepción de los pocos que rindieron la plaza.”
    (... III, IV, 13)

    “Ibería produce un gran número de rebecos y de caballos salvajes; en sus lagunas abundan también las aves, como cisnes y otras especies análogas, o como avutardas, que son muy numerosas.”
    (... III, IV, 15)

    “Las raíces tintóreas abundan; el olivo, la vid, la higuera y otras plantas semejantes crecen cuantiosas en las costas ibéricas que bordean Nuestro Mar, y también en las del Exterior”
    (... III, IV, 16)

    “Se han visto y se han dicho muchas cosas acerca de todos los pueblos ibéricos en general, y en particular de los septentrionales, y no sólo sobre su bravura, sino también sobre su dureza y su rabia bestial. Se cuenta, por ejemplo, que en las guerras de los kántabroi, las madres mataron a sus hijos antes de permitir cayesen en manos de sus enemigos. Un muchacho cuyos padres y hermanos habían sido hechos prisioneros y estaban atados, mató a todos por orden de su padre con un hierro del que se había apoderado. Una mujer mató a sus compañeras de prisión. Un prisionero que estaba entre guardianes embriagados, precipitóse en la hoguera. Todos estos rasgos se cuentan también de los pueblos keltikoí, thrákioi y skýthai; como es cosa común entre ellos, la valentía, no sólo en los hombres, sino también en las mujeres”
    (... III, IV, 17)

    “Se cuenta también de los kántabroi este rasgo de loco heroísmo: que habiendo sido crucificados ciertos prisioneros, murieron entonando himnos de victoria. Tales rasgos denotan cierto salvajismo en sus costumbres”
    ESTRABÓN (64 a. C. – 20 d. C.) Geografía III, IV, 18)

    14
    “La Bética precede a las demás provincias por la riqueza de su cultivo y por cierta extraordinaria fertilidad que le es peculiar”
    PLINIO (23-79 d. C) : ‘Historia Naturae.’ III, 7.

    “La Bética siega las más copiosas mieses entre los olivares”
    (... XVIII, 94)

    “Los viñedos lacetanos son los más renombrados de los españoles por la abundancia de vino que dan, pero los de Tarragona y del Lauron, por sus cualidades especiales refinadas, y los de las Islas Baleares se comparan con las primeras clases de vinos italianos.
    (... XIV, 71)

    “Todas estas islas tienen gran abundancia de árboles frutales y aves de toda especie; ésta – Canarias- está llena además de palmeras datileras y abunda en piñas de pino; hay también gran cantidad de miel y en los ríos se cría el papiro y el siluro”
    (... VI, 205)

    “Después, exceptuando las Indias fabulosas, colocaré yo a España, sobre todo su región litoral, aunque tiene partes áridas, en cambio las partes productivas abundan cereales, aceite, vino, caballos, metales de todas clases, como Galia; pero supera España por el esparto de sus desiertos, por el espejuelo para los vidrieros, por sus finas materias colorantes, por en el ardor en el trabajo, por la habilidad de los siervos, por la dureza corpórea de los hombres, por la vehemencia en el ánimo”
    (... XXXVI, 203)

    “Casi toda España abunda en minas de plomo, hierro, cobre, plata y oro; en la Citerior también en piedras espectaculares transparentes y la Bética en minio. Hay canteras de mármol.”
    (... III, 30)

    “El oro se encuentra en nuestro mundo... en forma de pepitas, como en el Tajo de España... Asturias, Galicia y Lusitania; según algunos, producen 20.000 libras de oro por año, siendo Asturias la que rinde mayor cantidad. No se da en ninguna parte fecundidad tal continuada durante tantos siglos”.
    (... XXXIII, 66)

    “Casi todas nuestras provincias producen plata, pero la más hermosa es la de España. Es admirable el que aun sean explotados los pozos de fundir plata, abiertos en España por Hannibal. Se dice que el hoy conocido con el nombre de Baebelo rentaba a Hannibal 500 libras diarias de plata.”
    (... XXXIII, 96)

    “De todos los metales , es el hierro el que más abunda en Cantabria; en la parte de la costa que baña el Océano hay una montaña muy alta que –cosa increíble- es toda ella de este metal”
    (... XXXIV, 119)

    “Toda esta región, a partir de los Pirineos, está llena de ruinas de oro, plata, hierro y de plomo negro y blanco”
    (...IV, 112)

    “España Citerior tiene un lino de un blancor puro debido a un torrente, en el que se lava, que riega Tarragona. Su finura es admirable en extremo y allí se ha inventado un género de lino precioso: la carbasa.”
    (...XIX, 10)

    “En lino, es Játiva la tercera población de Europa que obtiene mayor producción”
    (...XIX, 9)

    “De España vino a Italia el lino de Zoela, muy bueno para todos los tejidos de maya. Es una ciudad de Galicia próxima al Océano.”
    PLINIO (23-79 d. C) : ‘Historia Naturae’. XIX, 10.


    15
    “Da también su juventud Tarragona, la rica en vides, cuyos vinos no ceden más que a los del Lacio”
    SILIO ITÁLICO (25-101 d. C.) ‘Púnica’, III, 7

    “Sobre las orillas fértiles del Betis, cuyos brazos están sombreados por olivares” (...III, 404)

    “Los rápidos corceles de Asturias... El corcel asturiano se distingue por la blanca estrella que adornaba su frente, señal característica de los de su país, y por sus pies ágiles, también de color blanco. Lleno de coraje, si bien de mediana talla y de apariencia poco notable, su ardor le daba alas” (...XVI, 348)

    “Uxama presenta con orgullo caballos ligeros; de aquí que vengan al campo sin mostrarse débiles al tiempo; sufren con vigor el tiránico freno y obedecen al auriga” (...III, 84 y 99)

    “El avaro asturiano sabe penetrar hasta los más profundos abismos de la tierra para salir del mismo color que el oro que desprende” (...I, 231)

    “Córdoba, gloria de una tierra rica en oro” (...III, 401)

    “Para los celtas es una honra morir en el combate y consideran como un crimen el quemar los cuerpos de los que así mueren. Piensan que sus almas suben al cielo si los cadáveres son desgarrados por los buitres hambrientos” (...III, 340)

    “En primer lugar estaba el cántabro, a quien el frío, el calor y el hambre no sofocaban, y salían victoriosos de las empresas más arduas” (...III, 330)

    “El cántabro no puede pasar la vida sin combates; porque todo lo cifra en las armas y les parece un oprobio el vivir sin emplearlas” (...III, 330)

    “La otra parte (del ejército de Aníbal) comprendía las cohortes españolas, tropas auxiliares venidas a su campo y que los trofeos de su padre le habían agregado en Europa. Aquí los corceles belicosos hacen retemblar los campos de Marte con sus relinchos, allí enganchados a los carros de guerra van por el campo con más vehemencia que los eleos. Estos pueblos, pródigos de la vida, también están prontos a acelerar la muerte. Pues desde que han pasado la edad floreciente del vigor desprecian impasibles la vida y no quieren llegar a la vejez, poniendo término al destino por su propia mano.
    SILIO ITÁLICO (25-101 d. C.) ‘Púnica’, I, 220.



    ESPAÑA Y SUS GENTES:

    16
    “I. Si España constituye el ámbito de Europa, ella servirá de término a esta obra. Los antiguos llamáronla en un principio Iberia, del nombre del Ebro; luego España, del de Hispanus. Puerta entre el África y la Galia, está limitada por el Océano y lo Pirineos. Menor que ambas comarcas es, no obstante, más que una y otra fértil. No la tuesta como al África el sol calcáreo ni como a la Galia la barre con vehemencia el ventalle de los vientos violentos. Entre estos dos extremos España tiene la deleitosa medianía. Las mansas lluvias en sazón la hacen fecunda en toda suerte de cosechas; de manera que no sólo a sus propios habitadores, sino también a Italia y a la ciudad de Roma. No solamente tiene gran copia de trigo, sino también de vino, de miel, de aceite; ancha y rica es la vena de su hierro; y son alígeros sus caballos que pacen en manadas. No son sólo de loar los bienes del haz de nuestro suelo sino también los abstrusos metales de sus minas. Grande es la abundancia de lino y atocha, y por lo que toca al minio no hay tierra más feraz. Es tranquila y sesga la andadura de sus ríos; carecen del ímpetu torrencial que los haría perjudiciales, antes corren con manso murmurio y abrevan a placer viñas y campiñas. Sus estuarios abundan de pesca, y muchos pescados arrastran su oro entre las apacibles olas. Por toda la cuadratura de España se mantiene igual la salubridad, porque el aire jamás se infesta de emanaciones pestíferas y de nieblas pegadizas y rastreras. El vital aliento de la brisa la orea y la penetra toda y, ventilando las exhalaciones terrestres, mantiene la salud de sus moradores.

    II. El cuerpo del español soporta con facilidad hambres y fatigas, y su corazón sabe enfrentarse con la muerte. Son todos ellos de una sobriedad severa, prefiriendo la guerra al descanso; y si carecen de enemigos en el exterior, los buscan dentro. Con harta frecuencia se les ha visto morir torturados, ocultando un secreto, más cuidadosos de callarle que de vivir. Alábase la firmeza de aquel esclavo que en la guerra púnica, habiendo vengado a su amo, reíase a carcajadas en medio de la tortura, y logró el triunfo sobre la cólera de sus verdugos por su rostro sereno y gozoso.
    Su cuerpo es ágil, su ánimo inquieto. Más quieren sus armas y sus corceles de guerra que su propia sangre. Sus fiestas las celebran sin festines. Después de la segunda guerra púnica aprendieron de los romanos el empleo de los baños calientes. No han tenido, a través de tantos siglos, más que un gran capitán en Viriato, quien durante diez años disputó la victoria a los romanos (¡de qué modo se asemeja su valor y coraje al de los animales salvajes!), y aun el mismo Viriato no era jefe al que ellos hubieran elegido, mas le siguieron como hombre capaz de prever y evitar los peligros. Su sencillez igualó a su valor; vencedor con frecuencia de las armas consulares, no cambió después de sus hazañas ni sus armas ni sus ropas ni su género de vida; permaneció tal como se mostró en su primera campaña, a tal punto que el último de sus soldados hubiera parecido más rico que su general.

    III. Muchos autores han escrito que en Lusitania, a orillas del Tajo, el viento fecunda las yeguas. Tal fábula ha nacido de la fecundidad de las potras, de la muchedumbre de caballos de Galicia y Lusitania, donde su maravillosa ligereza pudo dejar suponer que el viento las había engendrado.
    ......................................
    Una parte de estos pueblos llámanse Anfílocos. Este país es fértil de cobre, de plomo y de minio, de donde tomó su nombre el río contiguo. España es riquísima en oro, hasta el punto que con frecuencia levanta el arado terrones áureos. En los confines de este país hay una montaña sagrada que violarla con el hierro es sacrilegio nefando; mas si fuera hendida y minada por un rayo caído del cielo, como acontece con frecuencia en estos lugares, entonces es lícito recoger el oro que el fuego celeste desenterró, como un don de los dioses. Los cuidados de la caza y la agricultura son del menester de las mujeres; las armas y el bandidaje ocupan a los hombres. El hierro de esta comarca es duro, pero el agua es más violenta que el mismo hierro, puesto que con su temple el hierro se vuelve más recio. No se precia el arma que no ha sido sumergida en la corriente rauda del Bilbilis o el Jalón (Chalybs). De ahí el nombre de chalybes con que se nombra a los que habitan sus orillas. Allí es más afamado el hierro que en parte alguna.

    IV. Fue en los bosques de los tartesios, según es fama, donde los Titanes engreídos se empinaron en rebelión y movieron guerra al cielo. Están habituados por los cunetes: Gargoris, el más antiguo de sus reyes, fue el primero que descubrió la manera de recoger la miel. El descuido de su hija al darle un nietecillo, y avergonzado por tal infamia, trató por diversos medios de que pereciera el niño, pero éste debió a la fortuna el escapar de tales azares, y su abuelo, conmovido por tantos peligros, dejó que ascendiera al trono y... se le dio el nombre de Habis. Apenas subió a él, desplegó tantas virtudes que se le reconoció el designio de los dioses, cuyas manos le arrancaron de tamaños peligros. Dio leyes a su pueblo, que todavía estaba en la barbarie, le enseñó el primero a uncir los bueyes a la carreta, a fecundar los riscos de la tierra y, acordándose de los sufrimientos pasados, obligó a los hombres a que abandonasen los alimentos salvajes por otros más suaves. Sus aventuras nos parecerían fabulosas, si no se hubiera también contado que los fundadores de Roma fueron amamantados por una loba, y Ciro, rey de Persia, por una perra. Prohibió a su pueblo el trabajo del esclavo y lo distribuyó en siete ciudades. Durante muchos siglos, el cetro permaneció en su familia. Geryón reinó en otra parte de España formada por islas. son allí los pastos tan ricos que los animales morirían de gordura si no se les privara a veces de alimento. Los rebaños eran la única riqueza de los hombres de aquellos tiempos, y tan famosos eran los de Geryón que la atracción de tal botín condujo a Hércules desde Asia a España.
    TROGO POMPEYO (siglo I a. de C.) ‘Historia Universal’, según Justino; libro XLIV.

    17
    “Oh Betis, cuya frente se corona / de ricos olivares, cuyas aguas /de límpida pureza dan su tinte / dorado a los vellones de tus márgenes”.
    MARCIAL (40-104 d. C.) ‘Epigramas’ XII, 98.

    “Córdoba, más deliciosa que el Venafro perfumado, por mor de sus aceites, y no inferior a Istria por sus olivares, es más abundante en rebaños que el próspero país que baña el Geleaso”
    (...XII, 63)

    “Oh tú, famoso a la nación celtíbera;
    tú, honor de nuestra España, oh Liciniano,
    que vas a ver a la elevada Bílbilis
    por sus caballos y sus armas noble;
    al viejo Cayo que la nieve cubre;
    al sacro Valdaveron, separado
    de las demás montañas y los bosques
    alegres de la plácida Botrodos
    que gustan tanto a la feliz Pomona;
    tú nadarás en las termales aguas
    y lentas del Congedo, y en los lagos
    en donde moran plácidas las Ninfas.
    Después vendrás a refrescar tu cuerpo
    cansado del Jalón en leve cauce,
    aguas que al hierro dan tan fino temple.
    Allí también Boberca ofrecerate
    caza que matarás desde tu mesa;
    combatirás los fuegos del estío
    del áureo tajo con las frescas ondas,
    sombreadas por las plantas de sus márgenes.
    Del Dircenna las aguas congeladas,
    las del Nemea más que nieve frías
    de tu sed matarán el vivo fuego.
    Cuando diciembre llegue con sus nieves
    y el invierno brumoso ruja ronco
    con el fiero Aquilón recogeráste
    de Tarragona a las riberas dulces
    y a tus de Laletania posesiones.
    El gamo allí cogido por tus redes
    sucumbirá a tus golpes; en caballo
    brioso correrás la liebre astuta
    y el patrio jabalí, y a tus colonos
    tan sólo dejarás el ágil ciervo.
    Del aledaño bosque la madera
    bajará por sí misma a sus hogares,
    en donde caldearánse niños sucios.
    Por ti invitado comerá contigo
    el cazador, y no verán tus ojos
    calzado que contenga medias lunas
    ni togas que a la púrpura trasciendan
    ni grosero Liburno ni cliente
    quejumbroso, ni viuda pedigüeña.
    No turbará tu sueño el reo pálido,
    y dormirás durante la mañana.
    Otro a gran precio compre el vano y fútil
    placer de los aplausos; mas tú, apiádate
    de los dichosos, y sin torpe orgullo
    disfruta tú de verdadera dicha...
    La vista que te resta sin desdoro
    pueden pasar ocioso: que tú has hecho
    ya lo bastante para haber la gloria.
    (...Epigr. I, 50)

    “¡Oh tú, decoro de tu tiempo!, ¡oh Lucio,
    que no permites que el antiguo Grayo
    y nuestro Tajo dense por vencidos
    del elocuente Arpi! Deja, deja
    a poetas del Ática que canten
    a Tebas o Micenas, o a la célebre
    Rodas o a los atletas, Cástor, Pólux,
    con quienes goza Esparta licenciosa;
    nosotros, hijos del Ibero y Celta
    cantemos sin rubor en nuestros himnos
    por gratitud dictados, menos dulces
    nombres de nuestra patria. Sí, cantemos
    a Bílbilis, famosa por su rico
    metal temible, que es más excelente
    que el del país de Nóricos y Cálibes,
    a Platea do suena sobre el yunque
    el laboreado hierro, y que circunda
    con su pequeño y turbulento cauce
    el Jalón, que da temple a las espadas;
    Tutela, Rixamaro y sus canciones;
    a Cardona y sus festines placenteros;
    a Peteron, de rosas refulgente;
    a Rigas y sus viejos escenarios
    por nuestros ascendientes erigidos;
    a Silas y a sus íncolas tan diestros
    en arrojar el rápido venablo;
    los lagos de Turgente, de Petusia
    y el agua cristalina de pequeña
    Vetonisa; a la selva consagrada
    del Baradón, por donde se pasea
    hasta el más perezoso; en fin, el hondo
    valle de Matinesa que laboran
    los becerros fortísimos de Manlio.
    Delicado lector, ¿te burlas de estos
    groseros nombres? ¡Bah! ¡Como tú quieras!
    Me gustan más así que tu Bitunto.
    (...Epigr. IV, 55)

    “Rico presente de Partenio docto:
    ¿De qué rebaño, oh toga, has sido, dime,
    adorno y esplendor? ¿Han florecido
    para ti las praderas de la Apulia
    cercanas a la villa de Falante
    el espartano, y que se ven regadas
    y fértiles por ondas del Galeso
    que por Calabria corre? ¿El río Betis
    que afluye por Tartesia y que alimenta
    a los rebaños que la Iberia cría
    ha lavado tu lana sobre el lomo
    de la oveja de España?
    (...Epigr. VIII, 28)


    ALABANZA DE CÓRDOBA Y SU ALCÁZAR:
    “En las campiñas de Tartesia, donde
    Córdoba la opulenta se complace
    del pacífico Betis en la orilla;
    en donde los vellones se revisten
    del pálido color de los metales
    que el río encubre; donde, en fin, la lana
    de los rebaños de la Hesperia brilla
    del oro con vivísimos vislumbres,
    un alcázar espléndido se encumbra,
    alcázar que conoce todo el orbe.
    En medio del magnífico palacio
    un plátano se yergue, cuya fronda
    espesa cubre cuantos edificios
    se encuentran aledaños. Es el plátano
    de César. Él con su gloriosa diestra
    lo plantó por sí mismo y ella ha hecho
    brotar lozano su primer retoño.
    Por el vivaz verdor de su follaje
    y por la altura de sus grandes ramos
    que a las estrellas álzanse atrevidos,
    aqueste bosque al parecer conoce
    quién fue su autor y soberano dueño.
    Los faunos embriagados a menudo
    bajo su amena sombra han jugueteado
    y el eco de su flauta ha interrumpido
    el silencio nocturno del alcázar.
    El árbol muchas veces fue guarida
    a rústicas dríadas, que evitaban
    a través de campiñas solitarias
    los nocturnos asaltos amorosos
    de Pan; y muchas veces los que abriga
    benignos lares, el olor lanzaron
    de los báquicos brindis favorables
    a su crecer pomposo y lozanía.
    Allí también el césped, con coronas
    de rosas, recubrióse, y nadie pudo
    decir después que allí las depusiera.
    Árbol querido de los santos dioses,
    árbol del César grande e invencible,
    no temas, no, al destructor acero
    ni a la llama sacrílega. Tú puedes
    la gloria pretender de eterna fronda,
    porque no fueron manos pompeyanas
    las que te han arraigado en este suelo.”
    MARCIAL (40-104 d. C.) Epigrama IX, 62

    18
    “España abunda en hombres, caballos, hierro, plomo, cobre, plata y oro, y su suelo es tan fértil que si en determinados lugares, por falta de agua le hace estéril y extraño, sin embargo allí produce lino y esparto”
    POMPONIO MELA (s. I d. C.) ‘Chorograhia’ II, 86.

    “Ibiza, fértil en trigo y más pródiga aun en otros productos”
    (... II, 125)

    “En Lusitania se encuentra la isla Erythia... y otras sin nombre determinado, pero con campos tan prósperos que la simiente que se les arroja tomando después de la siega un nuevo vigor, es la suficiente para producir siete recolecciones y quizá más algunas veces”
    POMPONIO MELA (s. I d. C.) ‘Chorograhia’
    Pious dio el Víctor.

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOAS DE ESPAÑA:

    19
    “España es vencida por la Galia en abundancia de vino, trigo y carnes; pero la vence en bondad y en el sabor de ellos... los españoles usan mucho de aguas encanaladas, trayendo de muy lejos acequias de los grandes ríos. España no está fatigada por los vientos septentrionales y por los fríos, por lo cual produce con mayor abundancia aceite, miel, azafrán, rubia, minio, cochinilla, azúcar, esparto, romarino, limones, alcaparras, dátiles, limas (mala y púnica) y otros frutos aromáticos.

    “El temperamento de los españoles es más cálido y más seco, y la color oscura. ...Es mayor para procrear de las mujeres de los galos que la de las españolas.
    ... los miembros de los españoles son más duros; tienen delgadísimo el cuerpo en la cintura. Los españoles pugnan con más arte que ferocidad y llevan a la guerra más consejo que fiereza.
    “España ha sido siempre recomendada por la ligereza de sus caballos, a los cuales los jinetes de armadura ligera cabalgan pulcramente con las piernas apretadas; dedicándose a los ejercicios de lanza y a todos los actos militares...

    ... los españoles son más taciturnos, pues aprendieron a disimular mejor... Son los españoles en los banquetes menos sociables, más ceremoniosos, afectando no sé qué severidad, de la que los galos no cuidan.
    ... los españoles beben diluido en mucha agua. Entre los españoles se recibe a los forasteros más dura e incivilmente; de suerte que, cansado el viajero por el camino, tiene que buscarse la comida de lugar en lugar. Esto hace que los españoles no sean tan avezados a viajar y no quieran gastarse la pecunia tan pródigamente; ni son inclinados a prestar servicios, de tal manera que ni a un príncipe se digna ofrecérselos un rústico si no le da la gana.

    España es más extensa por su suelo, pero no tan populosa. Más rica en oro, pero no en negociación de mercaderías; ni tantas rentas en ésta como en aquélla se recaudan para el rey.... en el hispánico suelo hay muchos lugares incultos y desiertos.
    De España a la Galia, los mercaderes llevan granos, sedas de todo género, lanas, azafrán, azúcar, arroz, aceite, alumbre, grana de los tintoreros, piedras preciosas y aromas traídos de la India. De la Galia a España, granos, telas de lino, hilo, pastel y otras muchas mercancías menores, como espadas, agujas, etc.
    Es muy inquieto y rumiador de grandes cosas el ánimo de los españoles, que son de ingenio feliz....

    Es bárbara la costumbre de las mujeres hispánicas de perforarse los lóbulos de las orejas con un aro de oro o de plata, al que prenden las más de las veces alguna piedra preciosa. Rodean también su talle con un cinturón de madera, para que con el dilatado paso parezcan más pomposas.
    Es de alabar en las mujeres hispanas que, a manera de las matronas romanas, se abstienen mucho del vino; y es de vituperar que deformen su rostro con colirios, minio y cerusa. Tiénese también a los españoles por supersticiosos en los ritos de la religión. Juran según gentílica costumbre [por el solio del rey y de su vida y se besan las manos al saludarse].

    Desde hace algunos años, los españoles alcanzaron algún nombre por su bélica fortaleza en muchas victorias ganadas al enemigo, siendo sufridísimos de hambre, sed y trabajos en la batalla y muy astutos en las estratagemas; de cuerpo tan ligero que fácilmente huyen y persiguen al enemigo. De vida frugal, no consumen tanto alimento como los galos y los germanos, a menos que sean invitados, pues entonces se llenan en los banquetes hasta la saciedad, porque para ellos son raros los convites y los toman con mayor avidez...”
    CLAUDIO PTOLOMEO ALEJANDRINO (100-160 d. C) ‘Geografía’

    20
    “Europa comienza con la Península Ibérica, abundante en frutos y próspera providencia, que produce metales y oro, minio, mármol, piedras preciosas; celebrada por sus dones... ciertamente la Bética limita con Lusitania, cuyo nombre, según la tradición, proviene de Luso, hijo de Liber, bien a causa de sus viñas... También el Tajo resplandece con sus arenas auríferas... además la Bética sobrepuja a todas las provincias por su abundancia en riquezas.”
    MARCIANO CAPELLA (s. V d. C.) ‘De nuptiis philologiae et Mercurii’ VI, 627

    21
    “Qué podrá decir la voz humana digno de tus tierras, ¡oh Hispania! La India, primero, levanta el sol de sus aguas; tú quien lo recoge al declinar el día, y en ti respiran los astros fatigados...
    Rica en caballos, fértil en cereales, preciosa en minas y, sobre todo, fecunda en píos príncipes. De ti los siglos recibieron a Trajano; de ti a Adriano, fuente de donde por adopción fluyeron los Elios, Antonino y Marco Aurelio, de ti nacieron Teodosio y los dos jóvenes hermanos Arcadio y Honorio. Cada provincia conquistada por Roma entregó sus dones para el Imperio: Egipto y África, trigos para los campamentos; la Galia, fuertes soldados; la Iberia, sus caballos, cosas todas que se hallan por todas partes; sólo Iberia dio un nuevo tributo al Lacio: los Augustos. Ella engendra los que han de regir el mundo”.
    CLAUDIO CLAUDIANO (370-404) ‘Laus Serenae’, 50-56.

    22
    “España, tierra abundante en riquezas y sobre todo en hombres doctos... envía aceite, salmuera, telas variadas, tocino y jumentos en suficiente cantidad para todo el mundo; poseyendo todas las cosas buenas y excelentes en ella; además la aventaja su producción de esparto”.
    ‘EXPOSITIO TOTIUS MUNDI ET GENTIUM’ (segunda mitad siglo IV).

    23
    “España fue, ante todo, madre para tí; tú, la tierra más feliz de todas las tierras... Posee numerosas ciudades eminentes; toda, cultivada o yerma, está llena de frutos o rebaños; es rica en ríos auríferos, en metales y en piedras preciosas de esplendor. Esta España produce los durísimos soldados, ésta los expertísimos capitanes, ésta los facundísimos oradores, ésta los clarísimos vates, ésta es madre de jueces y príncipes, ésta dio para el Imperio a Trajano, a Adriano, a Teodosio. España dio a Dios cuanto vemos”.
    PACATO DREPANIO (último tercio siglo IV) ‘Panegyricus Theodosio Augustus dictus’.

    24
    “España, tierra fértil y especialmente rica, favorecida en hombres sabios y en toda clase de bienes, envía mucho aceite, salmuera, tejidos varios, jumentos, tocino y esparto, y no solamente abunda en toda clase de bienes, sino que aun excede...”
    JUNIOR, ‘Libro del Filósofo’.

    25
    “Región que hay que comparar entre las mejores de la tierra; a ninguna inferior en frutos, y hay abundancia de todo, bien sea de viñas o de otra clase de árboles, que de todo produce... Tiene plata y oro; no se halla falta de hierro, ni cede en viñas; sobrepuja en aceite; nada hay en ella ocioso o estéril; pues si en algún lugar faltan mieses, se producen pastos; incluso en los lugares yermos produce materias útiles; no se preparan allí las sales, sino que se extraen de minas; obteniendo minio... y el Tajo, a causa de sus arenas auríferas, sobresale sobre los restantes ríos...”
    JULIO SOLINO (siglo IV) ‘Collectanea rerum memorabilium’.

    26
    “Se mostraba favorable la naturaleza de aquella región (Asturias) por las medidas emprendidas. Pues es feraz en oro, crisócola, minio y otros colores varios. (Augusto) obligó a explotar su suelo. Y así los astures, mientras buscaban para otros trabajando en el subsuelo, empezaron a descubrir sus tesoros y riquezas.”
    FLORO ‘Historias’, II, 33,60

    “La belicosa España, noble por sus guerreros y hechos de armas, plantel de los ejércitos enemigos... Maestra de Hannibal.”
    FLORO ‘Historias’, I, 22,38

    27
    “Eulalia, virgen de nacimiento noble, y todavía más, por su muerte, finamente ama a su Mérida, cuya leche la alimentó y que se adorna con sus restos.
    Próximo a Occidente existe un lugar que posee este egregio regalo, ciudad poderosa y rica en pueblos, pero aun más poderosa por la sangre del martirio y por el título de la virgen,
    de casi dieciséis años, cuando, frente a la pira de ásperas crepitaciones, pasmó a temblorosos verdugos.
    .........
    Mérida, gloriosa colonia de la Vettonia, ceñida por el famoso río Guadiana, con su potente onda rapaz, lava tus limpias murallas;
    es aquí, oh peregrino, oh indígena, donde tierno resplandor ilumina estos atrios de brillante mármol; en su venerable seno, la tierra guarda sus cenizas sagradas.
    Lámparas encendidas en artesonados de oro lucen encima de nuestras cabezas, y piedras sacadas del corazón de la tierra decoran incansables el suelo: de modo que podías imaginarte que te encuentras en un prado herido de diversas flores.
    Coged aquí moradas violetas y encendidas amapolas. Invierno es éste tan fecundo que no se priva de flores; ni hay helada capaza de amodorrar estos campos, impidiendo a nuestros cestos cogerlas a porfía.
    Cortándolas de entre las hojas, dedicadla esos dones; por mi parte, traeré en el concierto versos tejidos en dáctilos, flojos y de poco valor, pero transidos de alegría;
    pues le agrada que sus restos sean venerados aquí con un altar puesto encima de ellos; dormida a los pies del Señor, mira estas tierras y favorece a sus pueblos con encanto propicio”.
    AURELIO PRUDENCIO (348-410) ‘Peristephanon’, Himno en alabanza de la dichosísima mártir Eulalia.

    “El Cristo anotó en letras de oro los nombres de estos dos mártires en medio del Cielo, y estas inscripciones de sangre legó a las tierras conocidas.
    Tiene por esto la tierra Hibera rango feliz de corona por todo el orbe; porque pareció a los ojos de Dios digno lugar para depositar sus cuerpos aquel que había sido acogedor de los austeros cuerpos beatos.
    Teñido este lugar de la doble muerte, absorbió sus cálidas ondas. Sus habitantes ahora visitan las tierras empapadas de santa sangre, rogando con voz, promesas y ofrendas.
    Gentes extrañas, verdaderos cosmopolitas, vienen aquí, pues Fama va llevando de boca en boca, de tierra en tierra, que aquí están los recomendadores del mundo, a los que asedian con súplicas.
    Nadie que rogara aquí rogó en vano. El que suplica con limpio llanto se vuelve con el sentimiento seguro en el fondo del alma de haber conseguido lo que pidió con justicia.
    .........
    Fue el mismo Salvador el que nos regaló con este bien de que gozamos, cuando consagró a nuestra ciudad con las cenizas de estos mártires que conservan salvos a los colonos de las orillas del río Ebro.
    Cantad himnos ahora, en pie, ¡oh madres! Resuene la alegre voz de las esposas que conservan sanos sus maridos. ¡Festivo sea este día y consagrado al gozo por los hijitos que nos han sido dados!
    En el lugar donde los mártires padecieron se alza el Baptisterio de Calahorra.
    Del lugar de donde Cristo se llevó al cielo estos corazones probados en sangre brota ahora el agua del bautismo para purificar nuevos cristianos.
    Dos varones soportaron aquí martirio de sangre en nombre de su Señor.
    Fluye ahora indulgencia de líquida fuente para lavar antiguas manchas en río nuevo.
    Quien desee subir al eterno reino del Cielo, lleno de sed, que venga aquí: el camino le está aparejado.
    Por atrios de dolor subiendo los mártires, consiguieron su corona; almas purificadas en estas aguas buscan ahora el Cielo.
    .........
    Esta tierra, sagrada tesorera de los restos, por igual hace manar rocíos de agua o de sangre, análogamente purificadores, a los ojos de Dios.
    De la misma manera es el dueño de este lugar, Jesucristo, que herido en cada costado vierte torrentes de sangre aquí y agua viva allí.
    Como pueda, cada uno se irá al Cielo: con heridas de espada el uno; el otro, purificado en las aguas.”
    (Himno en honor de los mártires Emeterio y Celedonio de Calahorra).

    “Nuestro pueblo natal, Zaragoza, guarda en un solo sepulcro las cenizas de dieciocho mártires. En alta voz, una y otra vez, proclamamos a la ciudad de Zaragoza poseedora de tan altísimo interés.
    Una patria llena de ángeles y que lleva en su seno tanto que ofrecer al Cristo, no tiene que temer la ruina de este mundo frágil.
    Cuando Dios, fulminante su ardiente diestra, venga envuelto en rubia nube para ajustar la cuenta, hasta el detalle de su peso, a las gentes.
    De todo el orbe, orgullosa al encuentro de Cristo y con presteza, irá cada ciudad con sus ofrendas y dones de precio.
    Cartago, la africana, mostrará tus huesos, oh Cipriano, doctor de boca elocuente. Córdoba, a Acisclo, a Zoilo y tres coronas más.
    Tú, Tarragona, engendradora de gente piadosa, le ofrecerás bella diadema de tres perlas, en la que Fructuoso puso lindo broche.
    Es éste el nombre de la perla atada al anillo; a su lado brillan piedras gemelas y las tres brillan con igual lucimiento.
    Es pequeña, sí, Gerona, pero rica en martirios; exhibirá orgullosa a su Félix. Nuestra Calahorra llevará a los dos hermanos que veneramos.
    Se alzará Barcelona, celosa de su preclaro Cucufate, y Narbona, enamorada de su Paulo, y, en fin, a ti, San Gregorio, te poseerá la sobresaliente Arles.
    La urbe cabeza de las urbes lusitanas, poderosa con los restos de la llorada muchachita, saldrá al encuentro del Cristo hasta el mismo altar.
    A la villa de Alcalá le gustará exhibir la sangre de Justo unida a la de Pástor, manjar y regalo doble.
    Tánger presentará a su Casiano, reliquia dichosa de los reyes Massylos, cuyo holocausto movió a las gentes domeñadas.
    Pocas serán las que se contenten con uno o con dos o con tres; algunas, caudalosas en amables prendas, comparecerán hasta con cinco mártires.
    Tú, Zaragoza, que te desviviste por el Cristo, tu cabeza ungida de aceites en prenda de paz, presentarás dieciocho santos.
    Con cantidad más crecida que ninguna otra ciudad, te alhajaste para este encuentro, y por la mucha piedad te iluminas de la máxima luz. Con dificultad, la ciudad madre del Peno y la misma Roma podrán superarte en regalos de sangre.
    Por esta sagrada sangre dedicada, te son apartados de la puerta los torpes demonios y las negruras de las tinieblas.
    No hay horror de sombras dentro de ti; la peste fulminada y vencida huye de tus pueblos. en cada plaza tuya habita el Cristo. En todas partes Cristo está.
    Puede confiarse en esta tierra fecunda en coronas sagradas, de donde, en levantado tropel, vuelan hacia el cielo las famosas togas formando un coro de nieve.
    De allí vino, oh Vicente, tu palma. En tu raza religiosa. Engendró tu gran triunfo esta patria de los infulados sacerdotes Valerios.
    Cuantas veces la feroz persecución retembló en este pobre mundo nuestro con los viejos tormentos, más enconada fue la rabia contra esta fortaleza.
    Ninguna oleada se amansó sin que nuestros compatriotas no cosecharan alabanzas; bajo la granizada aumentó siempre el número de tus mártires.
    Tú, al que la huella de su sangre caminante había de traer a morir a esta tierra, oh Vicente, con tu cercana muerte, ¡no la dejaste sellada de belleza futura? Siguen cultivando tus hijos esta tierra, que guarda tus restos en abrazo de amorosa sepultura.
    Nuestro eres, aunque padeciste lo indecible lejos de aquí, en Roma y cerca de Sagunto, después de vencer, hayas dejado tu sepultura.
    Nuestro y bien nuestro es aquel famoso infante que, empapado en el aceite de virtud y fe, en la gloriosa palestra supo probar cómo se doma al enemigo.
    Había conocido hasta dieciocho frescas palmas, y sabedor de los laureles, con ansia, persiguió el mismo honor.
    Aquí reposa ¡oh Engracia!, lo que nos quedó de tus virtudes con las que, oh poderosa virgen, fustigaste al espíritu deshonrado de aquel mundo.
    A ninguno de los mártires les quedó tiempo, durante su vida mortal, de habitar en nuestra tierra; sólo tú, sobreviviente de tu propia muerte, vives por el orbe todo.
    Fue éste un nuevo título de gozo para Zaragoza: tesoro fue proclamada la patria del mártir vivo.
    Hora es ya, con Optato y Luperco, de que el propio senado te dedique salmos consagrada por sus dieciocho mártires.
    ¡Muéstranos a Suceso!, ¡canta a Marcial!, ¡la misma muerte de Urbano te corresponde! ¡resuenen canciones a Julia y Quintiliano!
    ¡Haya coro en honor de Publio!, ¡sea descrita la victoria de Fronton y que consiguió Félix el bueno!, ¡qué el duro Cecilio!, ¡cuánta sangre costó tu victoria, oh Evoto!, ¡cuántas las tuyas, oh Primitivo!, ¡laúd fresca siempre para tu triunfo, oh Apodemo!
    para no añadir el especialísimo tormento de la muchacha viva, ni la muerte de Vicente, cuya sangre mana de aquí como fuente de honor.
    A más de Gayo (por no pasarlo por alto) y tú, Clemente, que en famosa batalla conseguisteis honor incruento.
    Por dificultad métrica me quedan por ensalzar a continuación cuatro nombres de varones a los que una remota tradición llama Saturninos.
    Mi amor por sus nombres de oro poco se importa de las leyes poéticas, aunque el cuidado en hablar de las cosas santas no es cosa viciosa ni perjudicial.
    Maravilloso es poder rezar, en verso, nombres anotados por el Cristo en el libro del cielo, que será abierto en el momento oportuno;
    Un ángel, entonces, en presencia del Dios Padre y del Hijo, agasajará a tus dieciocho santos, que en esta ciudad tienen derecho de ciudadanía por ley de sepulcro.
    Tantos mártires como guarda la ciudad rica en altas cabezas purpuradas, ruegan sin cesar por nuestras culpas.
    Concededme que con piadoso llanto riegue hasta hacer surcos en estos mármoles de manera que me quede esperanza de pagar la pena de mis culpas.
    Prostérnate conmigo, ciudad generosa de las santas sepulturas. Más tarde irás detrás de las almas que resucitan con sus huesos.”
    AURELIO PRUDENCIO (348-410) ‘Peristephanon’, Himno en honor de los dieciocho mártires de Zaragoza.


    DESCRIPCIÓN DE LAS ISLAS CANARIAS:

    28
    “Nos espera el Océano, circundador del mundo: busquemos los campos, venturosos campos; busquemos las islas ricas, donde la tierra sin arar rinde trigo cada un año y está en cierne la no podada viña y no engañoso jamás germina el pimpollo de la oliva, y el higo negro es adorno de su árbol, y la miel corre de las encinas huecas y de los altos montes delgada el agua se desliza con su pie fresco y sonoroso.
    Allí las cabras sin dueño se acercan a la colodra por sí mismas y la vacada amiga trae tensas las ubres; ni el vespertino oso ronda bramando los apriscos ni hincha la tierra el nido de las víboras.
    Ningún contagio daña allí al rebaño ni el hervor impotente de astro ninguno causa horror a los ganados.
    Muchas más cosas, gusto al par que asombro, nos han de dar; como que ni el Euro acuoso hiende la tierra con sus largas lluvias, ni el árido terrón abrasa nunca la simiente pingüe, porque el rey celeste atempera todos los extremos.
    No enderezó acá su rota la nave Argos, con ayuda del remo, ni la princesa impúdica de Colcos puso allí su pie.
    No hacia allá volvieron sus antenas los mercadantes de Sión ni el trabajado séquito de Ulises.
    Júpiter segregó del mundo estas riberas y las reservó para una raza piadosa, cuando manchó de bronce la edad de oro; con bronce primero, luego con hierro endureció los siglos de quienes, según mi vaticinio, escaparán los hombres con una fuga a tiempo.”
    HORACIO (65-8 a. C.) ‘Epodo XVI’

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HOMBRES

    LO ESPAÑOL:

    29
    “Acordaos de que me habéis oído hablar como español, no como romano”
    ENNIUS (200 a. C.) ‘Annales’


    CALIDAD DEL ESPAÑOL :

    30
    “Tú, oh Septimio, que conmigo irías a Gades y a ver al cántabro indócil en llevar el yugo nuestro...”
    HORACIO (65-8 a. C.) ‘Oda VI’

    “Deja de inquirir, Hirpino Quincio, lo que piensa el cántabro belicoso...”
    (‘Oda XI’)

    “No quieras, Mecenas, que yo acomode a los muelles sonidos de mi lira las largas guerras de la feroz Numancia...”
    (‘Oda XII’)

    “... cuyos lomos abrasó el látigo ibérico” (se hacían los látigos con esparto)
    (‘Epodo IV’)

    “Y si la llama sola
    (sabiéndolo el marido) el mercadante
    o de nave española
    el maestre que es pródigo y amante,
    se levanta en presencia
    de todos, y a su gusto da licencia”
    HORACIO (65 - 8 a. C.)

    31
    “Los celtíberos muestran en el combate un júbilo fiero...”

    “Los españoles ignoran el latín, como los cartagineses; no los entendería sin intérprete el Senado Romano. Los poetas de Córdoba tienen algo de ronco, algo de exótico; no merecen los oídos de un cónsul. Si los poetas cordobeses son roncos, los oradores vacceos son broncos y horrísonos...”
    CICERÓN.


    SENTIDO RELIGIOSO HISPANO:

    32
    “Al hombre se le ha dado un alma inquieta y movediza; lo que no es de admirar si se tiene en cuenta su origen, pues no está compuesta de ningún cuerpo sólido y terreno, sino que proviene de un soplo celeste”
    SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De Cons. ad Helviam Matrem’, VI, 6-7

    “A nuestro cuerpo miserable, cárcel y atadura del alma, lo arrojan de una parte a otra. A él afectan suplicios, despojos, enfermedades; pero el alma es sagrada y eterna, y nadie puede poner sobre ella la mano.”
    (‘De Cons. ad Helviam Matrem’, XI, 7)

    “No se mantiene en pie esta inmensa fábrica del universo sin alguien que la cuide, y el ir y venir de los astros no es fortuito, pues lo casual con frecuencia se perturba y pronto se rompe. Esta velocidad sin choques procede de un mandato de ley eterna, por el cual tantas cosas se mueven en el mar y tierra y brillan con orden tantas luces clarísimas. No es obra de la materia errante este orden.”
    (‘De Prov.’, I, 2)

    “No lanza Dios el rayo, pero todo está dispuesto de tal modo que cuanto se hace, aunque no lo haga Él, no se hace sin una razón: la suya. Pues aunque Dios actualmente no lo haga, hizo posible que se hiciera. No mueve mano en las cosas particulares, pero dio causas y fuerza a todas”
    (‘Nat. Quaest.’, II, I, 46)

    “Dios, rector y guardián del universo; dueño y artífice de la máquina del mundo. Muchos nombres le convienen. ¿Quieres llamarle Destino? No yerras; pues de Él, causa de causas, penden todos. ¿Quieres llamarle Providencia? Dices bien, pues por su consejo se provee el mundo. ¿Quieres llamarle Voluntad? Haces bien; pues por la suya se hace todo.
    SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘Nat. Quaest.’, II, I, 45


    HEROÍSMO Y AMOR A LA LIBERTAD:

    33
    “Los numantinos, acosados por el hambre, enviaron una embajada de cinco ciudadanos a Escipión para saber si, caso de entregarse, les serían puestas condiciones honrosas.
    Avaro, jefe de los legados, habló con arrogancia a Escipión de las instituciones de Numancia y de su valentía; añadió que nada reprochable habían cometido los numantinos al sufrir tantos males por defender sus hijos y mujeres y la libertad de su patria.
    “Digno es de ti, valeroso Escipión –dijo- que perdones a una gente tan noble y valerosa y nos ofrezcas, como alternativa de nuestros males, condiciones mas humanas, que seamos capaces de sobrellevar, una vez que acabamos de experimentar un cambio de fortuna. Así que no está ya en nuestras manos, sino en las tuyas, o bien aceptar la rendición de la ciudad si concedes condiciones mesuradas o consentir que perezca totalmente en la lucha.
    Mas Escipión, que conocía la situación interna de la ciudad, a través de los prisioneros, se limitó a decir que debían ponerse en sus manos, junto con las armas, y entregarle la ciudad sin condición ninguna.
    Cuando les fue comunicada la respuesta, los numantinos, que hasta entonces habían podido contener difícilmente su ira por su absoluta libertad y falta de costumbre en recibir ordenes de nadie, en aquella ocasión, aún más enojados por las desgracias y tras haber sufrido una mutación radical en su carácter, dieron muerte a Avaro y a los cinco embajadores que le habían acompañado, como portadores de malas nuevas y, porque pensaban que, tal vez, habían negociado con Escipión su seguridad personal.
    No mucho después, al faltarle la totalidad de las cosas comestibles, sin trigo, sin ganados, sin hierba, comenzaron a comer pieles cocidas, como hacen algunos en situaciones extremas de guerra y cuando también les faltaron las pieles, llegaron a comer carne humana cocida: en primer lugar comieron a los muertos, y después, despreciando la carne de los enfermos, los más fuertes mataban a los más débiles para poder vivir; no les faltó ninguna clase de males; sus almas se convirtieron en almas de fiera, por la clase de sus alimentos, y embrutecidos sus cuerpos por el hambre y la peste, y con los cabellos crecidos por el tiempo que tal situación había durado, decidieron entregarse a Escipión.
    Este les ordenó que ese mismo día llevaran las armas al lugar que habían designado y que al día siguiente abandonaran la plaza; ellos, en cambio, declararon que muchos querían morir y por consiguiente, solicitaron a Escipión un día para disponer su muerte.
    Gran amor a la libertad y extraordinaria valentía mostró esta ciudad bárbara y pequeña; habitada en tiempos de paz por unos ocho mil, ¡cuántas y cuáles derrotas causaron a los romanos! ¡Cuántos pactos les obligaron a firmar, que con ningún otro pueblo habría roma concluido! ¡Cuántas veces provocaron a combate a un general tan eximio y que contaba con setenta mil hombres!
    Sólo Escipión comprendió que no debían trabarse batallas con fieras, sino combatirlas por el hambre, contra la que no puede lucharse. Sólo por el hambre podía ser combatida Numancia, y sólo por ella lo fue en realidad. Tal es mi opinión sobre los numantinos, considerando su corto número, los trabajos que soportaron, las hazañas que realizaron y el tiempo que resistieron.
    De los habitantes de Numancia, la mayor parte se dieron la muerte a sí mismos de mil modos distintos, y los demás, a los tres días, salieron para el lugar que se les había destinado, ofreciendo un espectáculo horrible y extraño, con sus cuerpos escuálidos, sucios y desgreñados, malolientes, con las uñas crecidas, los cabellos largos y los vestidos repugnantes; si aparecían dignos de lástima a los enemigos por tanta miseria, les infundían pavor, por llevar impresos en su cara la cólera, el dolor y la fatiga.
    APIANO (95-165 d. C.) ‘Las guerras ibéricas’


    LIBERTAD Y JUSTICIA:

    34
    “Si he de vestir la toga del magistrado y notificar una sentencia de muerte, iré al tribunal, no furioso y amenazador, sino con la seriedad de la Ley; diré las palabras solemnes, con voz serena y grave, mas no rabiosa; y mandaré ejecutar, no encolerizado, sino severo”.
    SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De ira’ I, XVI, 5.

    “¡Qué pequeña inocencia es ser bueno según las leyes! ¡Cuánto más se extiende la regla moral que la legal! ¡Cuántas cosas exige la piedad, humanidad, generosidad, justicia, buena fe, que no están en las Doce Tablas!”
    (‘De ira’ II, XXVI, 2)

    “Obedecer a Dios es libertad”
    SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De vita beata’, XV, 7.


    ÁNIMO ESPAÑOL:
    35
    “Parecía que el resto de la campaña debía ser tranquilo, y lo hubiese sido por parte de los cartagineses; pero además de que los españoles tienen ánimo inquieto y ávido de aventuras; Mandonio e Indibilis, que había sido anteriormente rey de los ilergetes, viendo que los romanos los abandonaban el desfiladero para marchar a la costa, sublevaron a sus compatriotas y marcharon a talar el pacífico territorio de los aliados de Roma.
    TITO LIVIO (60 a. C- 17 d. C.) ‘Ab urbe condita’


    VALOR:

    36
    “Retógenes, por sobrenombre Caraunio, el más valiente de todos los numantinos, en unión de cinco amigos, con otros tantos jóvenes criados y con cinco caballos, en una noche tenebrosa, atravesó, sin embargo de todas estas precauciones, el espacio que mediaba entre la ciudad y la cerca romana. Llevaba consigo una escala plegable, la acercó al muro, subieron por ella él y sus amigos y, matando al punto a los guardias de uno y otro lado, consiguieron atravesar las líneas enemigas sin tropiezo. Enviaron a la ciudad los jóvenes criados y, haciendo subir los caballos por la escala, marcharon a las ciudades de los arévacos, para suplicarles que, siendo congéneres de los numantinos, vinieran en su ayuda.
    Pero la mayor parte de los arévacos no escucharon sus ruegos, sino que por miedo los despacharon enseguida. Sólo Sutia, ciudad floreciente, que distaba trescientos estadios de Numancia, estuvo indecisa. Su juventud, admiradora de los numantinos, instaba al resto de la ciudad para que llevasen socorro a los sitiados, pero los viejos denunciaron a Escipión lo que ocurría y se frustró el propósito.”
    APIANO (95-165 d. C.) ‘Las guerras ibéricas’.

    37
    "Escipión (Africano) volvió a Cartago (Nova) para cumplir sus votos a los
    dioses y celebrar los juegos de gladiadores que había dispuesto en honor de los manes de su padre y de su tío. La actuación de los gladiadores no estuvo en manos de la clase de hombres que los empresarios suelen enfrentar, sacándolos de los tablados de esclavos y de libres que ponen en venta su sangre, sino que todo fueron combatientes voluntarios y gratuitos. Pues unos fueron, en efecto, enviados por los régulos para dar ejemplo del coraje innato de su pueblo; otros se brindaron a luchar para dar gusto al general; a otros los arrastró el afán de emulación y de lucha, a no rehuir ésta al provocar o ser provocados en desafío.
    Algunos, que no habían podido o querido zanjar sus diferencias en un pleito legal, tras ponerse de acuerdo en que el objeto de la disputa correspondiese al vencedor, dirimían el asunto con la espada.
    Hombres de linaje nada oscuro sino preclaro e ilustre, de nombres Corbis y Orsa, primos hermanos y aspirantes al principado de una ciudad que llaman Ibis, se comprometieron a disputárselo en duelo. Corbis era el de más edad; pero el padre de Orsa había sido hijo del último rey, tras heredar el principado a la muerte de un hermano mayor.
    Cuando Escipión trató de discutir con ellos el asunto y de calmar sus iras, ambos declararon haberse negado ya a los ruegos de sus parientes en el mismo sentido "y que no aceptarían a ningún juez, ni de los hombres ni de los dioses, si no era Marte"... Corbis, el mayor de los dos, confiaba en su fuerza, Orsa, el menor, en su juventud, y cada uno de ellos prefería morir combatiendo a vivir sometidos a la autoridad del otro. De manera que al negarse ambos a desistir de su furiosa enemistad, ofrecieron al ejército un magnífico espectáculo, demostrando los males que la ambición produce entre los mortales.
    El mayor triunfó fácilmente, por su destreza y habilidad en el manejo de las armas de la fogosa inexperiencia del joven”.
    TITO LIVIO.


    INDEPENDENCIA:

    38
    “Escipión padeció una enfermedad bastante grave, pero cuya gravedad exageró el rumor público, añadiendo cada cual algo a lo que había oído decir... Esto bastó para perturbar toda la provincia, y especialmente los puntos lejanos. Entonces se vio qué masa de enemigos habría levantado una desgracia real, puesto que un falso rumor había excitado tan violentas tempestades.
    Los aliados violaron sus juramentos y el ejército sus deberes. Mandonio e Indibilis, que se habían lisonjeado con la esperanza de que, una vez arrojados los cartagineses, dominarían en España, y que veían frustrados sus deseos, sublevaron sus pueblos (que eran los lacetanos), armaron la juventud celtibérica y, penetrando en las tierras de los suesetanos y de los sedetanos, aliados de los romanos, hicieron en ellas crueles estragos...

    “En aquel mismo verano, el ilergete Indibilis promovió de nuevo en España una guerra grave, sin otro motivo que el desprecio que su admiración por Escipión le había hecho concebir hacia los otros generales”.
    TITO LIVIO (60 a. C- 17 d. C.) ‘Ab urbe condita’


    LIBERTAD DE ALMA DEL ESCLAVO:

    39
    “Yerra el que piensa que la esclavitud se apodera de todo el hombre, porque la mejor parte de él queda libre. Los cuerpos están consignados y sujetos al dueño, pero no lo está el alma; que ésta, de tal manera es libre y vagante, que aun con la misma cárcel del cuerpo, donde está encerrada, no puede ser impedida para que no use de su ímpetu ni para que deje de hacer cosas grandes, y espaciándose por lo infinito sea compañera de los espíritus celestiales.
    Finalmente, el cuerpo del esclavo es lo que solamente entregó la fortuna al dueño; esto es lo que se compró y esto lo que se vendió. No se da a la esclavitud la parte interior, porque todo lo que de ésta procede es libre; y así, ni nosotros podemos mandar a los esclavos todas las cosas ni ellos tienen obligación de obedecernos en todas. No estarán obligados a hacer lo que les mandáremos si fuere contra la república, ni tendrán obligación de dar sus manos para la maldad”.
    SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De beneficiis’.

    HERMANDAD CON EL ESCLAVO:

    40
    “Laudable es mandar con moderación a los esclavos, y no debes pensar hasta qué punto puedas hacerles sufrir con impunidad, sino lo que te permiten sobre ellos la ley del bien y la equidad, que manda perdonar hasta a los cautivos y comprados por dinero...
    ¿A quién no había de ser más odioso Vedio Polión que a sus mismos esclavos, cuando engordaba sus lampreas con sangre humana y hacía arrojar a los que le ofendían en un vivero lleno de serpientes? ¡Hombre digno de mil muertes, ora reservase para su mesa las lampreas a que arrojaba sus esclavos para que les devorasen, ora no las tuviese sino para alimentarlas de esta manera!
    SÉNECA (4 a. C.- 65 d. C.) ‘De clementia’.


    LA IDEA DE NOBLEZA:

    40
    “De nuevo disminuyes a mis ojos y dices que demasiado mal obran contigo, primero Naturaleza y después Fortuna, para que puedas apartarte del vulgo y llegar a la mayor felicidad humana. Si algo hay de bueno en filosofía es esto: no buscar los antepasados; todos, si remontamos el primer origen, procedemos de Dios. Caballero eres, y a esta clase te elevó tu esfuerzo.
    Pero para muchos están cerrados los altos puestos, no a todos admite la Curia, y hasta los campamentos eligen cuidadosamente a quiénes admitirán en trabajo y peligro. El tener un alma buena está abierto a todos; para esto todos somos nobles y no rechaza a nadie la Filosofía, sino elige: Sócrates no fue patricio; Cleantes fue aguador y se alquiló para regar un huerto; no recibió Platón una filosofía noble, la hizo.
    ¿Qué hay para que desesperes de poderte hacer igual a ellos? Todos serán antepasados tuyos si te haces digno, y te los harás si te persuades primero de esto: nadie te supera en nobleza; tantos antepasados tenemos unos como otros; no hay origen más allá de la memoria humana, y Platón dice que no hay rey que no descienda de esclavos, ni esclavo que no descienda de reyes. Todo mezcló la larga variedad de los tiempos y revolvió arriba y abajo Fortuna.
    ¿Quién es noble? El bien dispuesto por Naturaleza para virtud. Sólo esto has de mirar. Pues si buscas antigüedad, nadie hay antes de quien no haya nadie. Desde el origen del mundo hasta ahora nos trajo una serie alterna de miserias y esplendor. No hace noble el atrio lleno de imágenes ahumadas. Nadie vivió para nuestra gloria porque nos antecediese. Sentencia nuestra es: “El ánimo hace noble al que de cualquier condición le es permitido alzarse sobre fortuna”.
    Piensa que no eres caballero, sino hijo de un liberto, y puedes conseguir ser tú el único libre entre los hombres libres por nacimiento. ¿Cómo?, preguntas. Con tal de que no distingas lo bueno de lo malo, según la opinión del vulgo. No hay que mirar de dónde vengas, sino adonde vayas. Si algo hay que pueda hacer la vida dichosa, eso es bueno por derecho propio y no puede volverse malo.
    Pues, ¿en qué es en lo que se yerra si todos desean vida dichosa? En que toman los medios de alcanzarla como el fin y, mientras buscan, la calma se aleja. Porque la vida dichosa es la seguridad sólida y la inconmovible confianza, y ellos buscan causas de inquietud, y por el tortuoso camino de la vida, no sólo van cargados, sino arrastrando un gran peso. Así, por su propia culpa, siempre se alejan de lo que quieren, y cuanto más trabajo gastan, más se apartan y andan hacia atrás. Lo mismo que ocurre a los que se precipitan en un laberinto, que la misma velocidad los enreda”.
    SÉNECA. ‘Epistola XLIV’.


    IDEA DEL MÁS ALLÁ:

    41
    “Tanto cuanto dista la filosofía de las demás ciencias, oh Lucilio, otro tanto dista, en la filosofía misma la parte que se ocupa del hombre de la que se refiere a Dios. Más elevada y audaz es ésta, y a mucho se atreve: no contentándose con lo que ve, piensa que hay algo más grande y hermoso fuera de nuestra vista. Tanto entre una y otra cuanto de Dios al hombre.
    Enseña la primera lo que debe hacerse en la tierra; la segunda, lo que se hace en el Cielo. Una disculpa nuestros errores y trae luz que ilumina los dudosos caminos de la vida; la otra se eleva sobre esta densa niebla en que nos movemos, y sacándonos de la oscuridad, nos lleva allí donde nace la luz.
    Por eso, gracias doy a la Naturaleza porque no la veo desde donde todos, sino que penetro más adentro; aprendo de qué elementos se compone el universo; quién es su arquitecto o conservador, que es Dios.
    Si no pudiese elevarme a todo esto, para nada habría yo nacido. ¿A qué regocijarme, en tal caso, por encontrarme en el número de los vivos? ¿Por comer y beber? ¿Por cuidar este miserable cuerpo, que perece en cuanto ceso de rellenarlo y estar toda mi vida a cargo de un enfermo? ¿Por temer la muerte para la cual nacemos todos? Quita los bienes inestimables, y de nada valen las fatigas y sudores. ¡Oh, qué cosa despreciable es el hombre mientras no se eleve por encima de las cosas humanas!”
    SÉNECA. ‘Nat. Quaest.’, I Praef., I, 5.

    42
    “¿Qué es lo más alto de las cosas humanas? No lo es llenar de armadas los mares, pero sí haber contemplado el mundo con el alma y conseguido la mejor victoria, el dominio sobre los vicios. Muchos dominaron ciudades y naciones; pero ¡cuán pocos a sí mismos!
    ¿Qué es lo más alto? Elevar el ánimo sobre las amenazas y promesas de Fortuna. ¿Qué hay digno de nuestros deseos? Si de lo divino caes en lo humano, te sucederá como cuando se pasa de claro sol a las tinieblas.
    ¿Qué es lo más alto? El ánimo firme y sereno en la adversidad que recibe todos los reveses como si los hubiese deseado. Y en efecto, deberíamos desearlos al saber que todo sucede por decreto de Dios.
    ¿Qué hay de grande? El ánimo fuerte e inquebrantable contra los reveses, que rechaza las voluptuosidades y hasta las combate con ahínco; que no busca ni huye el peligro; que no sabe esperar la fortuna sino hacérsela, y sale a su encuentro sin turbación ni inquietud.
    ¿Qué es lo más alto? Cerrar el alma a los malos propósitos, levantar las manos limpias al Cielo, no pedir bienes pasajeros.”
    SÉNECA. ‘Nat. Quaest.’, III Praef., II.


    IDEA DE LA MUERTE:

    43
    “Cuesta toda la vida aprender a vivir y, lo que acaso te asombre más, a morir...
    ...Tú estás ocupado, la vida pasa; la muerte llega; para ella, quieras o no, tendrás tiempo.”
    SÉNECA ‘De Brev. Vit.’ VII.

    ¿Qué importa que falte un pedazo de pan a quien no le falta la posibilidad de morir?
    (‘De Vit. Beata’, XXV, 4)

    “Mal vive quien no sabe bien morir”
    (‘De Tranq. Animi’, XI, 4)

    “Mientras nos volvemos a mirar atrás, llega la muerte”
    (‘De Ira’, XLIII, 5.)

    44
    “Cuando vamos por lo oculto de Naturaleza, cuando tratamos las cosas divinas, hay que librar de sus males el alma y hacerla más fuerte; que también es necesario para los sabios, no porque huyan del ataque de las cosas, pues de todas partes nos caen dardos, sino para padecerlo con fortaleza y constancia. Podemos ser vencidos; no podemos salir intactos. ¿Cómo?, me preguntas. Desprecia la muerte y quedarán despreciadas todas las cosas que llevan a ella. La muerte nos llama a todos por igual. Séanos Dios adverso o favorable, hay que morir.”
    SÉNECA. ‘Nat. Quaest.’, II, I, 59.


    TIPOS:

    LAS BAILARINAS ESPAÑOLAS:

    45
    “Diestra en tomar actitudes lascivas al son de las castañuelas béticas y a menearse al ritmo de Gades; capaz de devolver el vigor al trémulo Pelias y de incendiar al propio marido de Hécuba cabe la pira funeraria de Héctor; Teletusa inflama y atormenta a su primitivo dueño; la vendió sirvienta y la rescató la tierra”
    MARCIAL. ‘Epigr.’ VI, 71

  11. #11
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - IDEAS

    PERSECUCIÓN:

    46
    “El gobierno (de Galba en España) duró ocho años, y su conducta fue muy desigual. Mostró al principio gran energía, vigilancia y hasta severidad excesiva en la represión de los delitos. Ordenó, por ejemplo, cortar las manos a un cambiante infiel y clavarlas sobre su mostrador; hizo crucificar a un tutor por haber envenenado a su pupilo, cuyos bienes había de heredar; y por invocar el culpable sus derechos y privilegios de ciudadano romano, Galba como para suavizar en algún modo el horror del suplicio, le hizo clavar en una cruz pintada de blanco y mucho más grande que las corrientes.
    Poco a poco se abandonó, sin embargo, a la inacción y a la molicie, por el temor de despertar suspicacias en Nerón, y porque -según decía-, “a nadie se puede obligar a que dé cuentas de su apatía.” Estaba presidiendo en Cartagena el convento provincial, cuando se enteró de la sublevación de las Galias, por haber recibido una demanda de auxilio del legado de Aquitania. Recibió también cartas de Vindex, que le instaba “a declararse libertador y jefe del universo”. Su vacilación duró poco, e impulsado tanto por el temor como por la esperanza, accedió a la petición. En efecto, había sorprendido una orden enviada secretamente por Nerón a sus agentes para que le diesen muerte, y por otra parte le favorecían felices auspicios, presagios ciertos, y de manera especial las predicciones de una virgen perteneciente a una noble familia; estas predicciones le inspiraban tanta más confianza, cuanto que el sacerdote de Júpiter, Clunio, advertido por un sueño; acababa de hallar en el santuario el mismo oráculo, pronunciado también por una joven adivina hacía ya doscientos años. El sentido de este oráculo era “que saldría de España un hombre que había de ser el dueño del mundo.”
    SUETONIO, ‘Vida de los Césares’, Galba.


    47
    C. Plinio al Emperador Trajano. Salud.
    Señor, me hago una obligación de exponerte todas mis dudas. En efecto, quién mejor que tú podrá disipar mis dudas y aclarar mi ignorancia. Yo no había jamás asistido a la instrucción o a un juicio contra los cristianos, por tanto no sé en qué consiste la información que se debe hacer en contra de ellos, ni sobre qué base condenarlos, como tampoco sé de las diversas penas a las cuales se les debe someter. Mi indecisión parte de una serie de puntos que no sé como resolver. ¿Debo tener en cuenta la diferencia de edades entre ellos o, sin distinguir entre jóvenes y viejos, los debo castigar a todos con la misma pena? ¿Debo conceder el perdón a aquellos que se arrepienten? Y, en aquellos que fueron cristianos, ¿subsiste el crimen una vez que dejaron de serlo? ¿Es el mismo nombre de cristianos, independiente de todo otro crimen, lo que debe ser castigado, o los crímenes relacionados con ese nombre?
    Te expongo la actitud que he tenido frente a los cristianos presentados ante mi tribunal. En el interrogatorio les he preguntado si son cristianos, luego durante el interrogatorio, a los que han dicho que sí, les he repetido la pregunta una segunda y tercera vez, y los he amenazado con el suplicio: si hay quienes persisten en su afirmación yo los hago matar. En mi criterio consideré necesario castigar a los que no abjuraron en forma obstinada. A los que entre estos eran ciudadanos romanos, los puse aparte para enviarlos frente al pretor de Roma.
    A medida que ha avanzado la investigación se han ido presentando casos diferentes. Me llegó una acusación anónima que contenía una larga lista de personas acusadas de ser cristianos. Unas me lo negaron formalmente diciendo que no lo eran más y otras me dijeron que no lo habían sido nunca. Por orden mía delante del tribunal ellos han invocado a los dioses, quemado los inciensos, ofrecido las libaciones delante de sus estatuas y delante de la tuya que yo había hecho traer, finalmente ellos han maldecido al Cristo, todas cosas que jamás un verdadero cristiano aceptaría hacer.
    Otros, después de haberse declarado cristianos, aceptaron retractarse diciendo que lo habían sido precedentemente pero que habían dejado de serlo; algunos de éstos habían sido cristianos hasta hace tres años, otros lo habían dejado hace un período más largo, y otros hasta hace más de veinticinco años. Todos estos, igualmente, han adorado tu estatua y maldecido al Cristo. Han declarado que todo su error o su falta ha consistido en reunirse algunos días fijos antes de la salida del sol para cantar en comunidad los himnos en honor a Cristo que ellos reverencian como a un Dios. Ellos se unen por un sacramento y no por acción criminal alguna, sino que al contrario para no cometer fraudes, adulterios, para no faltar jamás a su palabra. Luego de esta primera ceremonia ellos se separan y se vuelven a unir para un ágape en común, el cual, verdaderamente, nada tiene de malo. Los que ante mí pasaron han insistido que ellos han abandonado todas esas prácticas.
    Luego de mi edicto que, según tus órdenes, prohibía las asambleas secretas, he creído necesario llevar adelante mis investigaciones y he hecho torturar dos esclavas, para arrancarles la verdad. Lo único que he podido constatar es que tienen una superstición excesiva y miserable. Así, suspendiendo todo interrogatorio, recurro a tu sabiduría.
    La situación me ha parecido digna de un examen profundo, máxime teniendo en cuenta los nombres de los inculpados. Son una multitud de personas de todas las edades, de todos los sexos, de todas las condiciones. Esta superstición no ha infectado sólo las ciudades, sino que también los pueblos y los campos. Yo creo que será posible frenarla y reprimirla. Ya hay un hecho que es claro, y este es que la muchedumbre comienza a volver a nuestros templos que antes estaban casi desiertos; los sacrificios solemnes, por largo tiempo interrumpidos, han retomado su curso. Creo que dentro de poco será fácil enmendar a la multitud”.
    PLINIO. ‘Epístola a Trajano’.


    LIBERTAD DE CULTO:

    48
    “Cuando Nosotros, Constantino Augusto, y Licinio Augusto, nos reunimos felizmente en Milán y nos pusimos a discutir todo lo que importaba al provecho y utilidad públicas, entre las cosas que nos parecían de utilidad para todos en muchos aspectos, decidimos sobre todo distribuir unas primeras disposiciones en que se aseguraban el respeto y el culto a la divinidad, esto es, para dar, tanto a los cristianos como a todos en general, libre elección en seguir la religión que quisieran, con el fin de que lo mismo a nosotros que a cuantos viven bajo nuestra autoridad nos puedan ser favorables la divinidad y los poderes celestiales que haya.
    Por lo tanto, fue por un saludable y rectísimo razonamiento por lo que decidimos tomar esta nuestra resolución: que a nadie se le niegue en absoluto la facultad de seguir y escoger la observancia o la religión de los cristianos, y que a cada uno se le dé facultad de entregar su propia mente a la religión que crea que se adapta a él, a fin de que la divinidad pueda en todas las cosas otorgarnos su habitual solicitud y benevolencia.
    Así, era natural que diéramos en rescripto lo que era de nuestro agrado: que, suprimidas por completo las condiciones que se contenían en nuestras primeras cartas a tu santidad acerca de los cristianos, también se suprimiera todo lo que parecía ser enteramente siniestro y ajeno a nuestra mansedumbre, y que ahora cada uno de los que sostienen la misma resolución de observar la religión de los cristianos, la observe libre y simplemente, sin traba alguna.
    Todo lo cual decidimos manifestarlo de la manera más completa a tu solicitud, para que sepas que nosotros hemos dado a los mismos cristianos libre y absoluta facultad de cultivar su propia religión.
    Ya que estás viendo lo que precisamente les hemos dado nosotros sin restricción alguna, tu santidad comprenderá que también a otros, a quienes lo quieran, se les dé facultad de seguir sus propias observancia y religiones -lo que precisamente está claro que conviene a la tranquilidad de nuestros tiempos-, de suerte que cada uno tenga posibilidad de escoger y dar culto a la divinidad que quiera.
    Esto es lo que hemos hecho, con el fin de que no parezca que menoscabamos en lo más mínimo el honor o la religión de nadie.
    Pero, además, en atención a las personas de los cristianos, hemos decidido también lo siguiente: que los lugares suyos en que tenían por costumbre anteriormente reunirse y acerca de los cuales ya en la carta anterior enviada a tu santidad había otra regla, delimitada para el tiempo anterior, si apareciese que alguien los tiene comprados, bien a nuestro tesoro público, bien a cualquier otro, que los restituya a los mismos cristianos, sin reclamar dinero ni compensación alguna, dejando de lado toda negligencia y todo equívoco. Y si algunos, por acaso, los recibieron como don, que esos mismos lugares sean restituidos lo más rápidamente posible a los mismos cristianos.
    Mas de tal manera que, tanto los que habían comprado dichos lugares como los que lo recibieron de regalo, si pidieran alguna compensación de nuestra benevolencia, puedan acudir al magistrado que juzga en el lugar, para que también se provea a ello por medio de nuestra bondad.
    Todo lo cual deberá ser entregado a la corporación de los cristianos, por lo mismo, gracias a tu solicitud, sin la menor dilatación.
    Y como quiera que los mismos cristianos no solamente tienen aquellos lugares en que acostumbraban a reunirse, sino que se sabe que también otros lugares pertenecientes, no a cada uno de ellos, sino al derecho de su corporación, esto es, de los cristianos, en virtud de la ley que anteriormente he dicho mandarás que todos esos bienes sean restituidos sin la menor protesta a los mismos cristianos, esto es, a su corporación, y a cada una de sus asambleas, guardada, evidentemente, la razón arriba expuesta: que quienes, como tenemos dicho, los restituyan sin recompensa, esperen de nuestra benevolencia su propia indemnización.
    En todo ello deberás ofrecer a la dicha corporación de los cristianos la más eficaz diligencia, para que nuestro mandato se cumpla lo más rápidamente posible y para que también en esto, gracias a nuestra bondad, se provea a la común y pública tranquilidad.
    Efectivamente, por esta razón, como también queda dicho, la divina solicitud por nosotros, que ya en muchos asuntos hemos experimentado, permanecerá asegurada por todo el tiempo.
    Y para que el alcance de esta nuestra legislación benevolente pueda llegar a conocimiento de todos, es preciso que todo lo que nosotros hemos escrito tenga preferencia y por orden tuya se publique por todas partes y se lleve a conocimiento de todos, para que a nadie se le pueda ocultar esta legislación, fruto de nuestra benevolencia”.

    EUSEBIO DE CESAREA (275-339), ‘Historia eclesiástica’.


    49
    “No te entrometas en los asuntos eclesiásticos, ni nos mandes sobre puntos en que debes ser instruidos por nosotros. A tí te dio Dios el Imperio; a nosotros nos confió la Iglesia. Y así como el que te robase el Imperio se opondría a la ordenación divina, del mismo modo guárdate tú de incurrir en el horrendo crimen de adjudicarte lo que toca a la Iglesia. Escrito está: “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Por tanto, ni a nosotros es lícito tener el Imperio en la tierra ni tú, ¡oh rey!, tienes potestad en las cosas sagradas.”
    OSIO, obispo de Córdoba (256-357) ‘Epístola al emperador Constantino’.


    LA JUSTICIA:

    50
    “Justicia es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno su derecho. Los principios del derecho son éstos: vivir honestamente, no hacer daño a otro, dar a cada uno lo suyo. Jurisprudencia es el conocimiento de las cosas divinas y humanas y la ciencia de lo justo y de lo injusto”.
    ULPIANO (170-2289. ‘Digesto’.


    IDEA DE LA PATRIA:

    51
    “Cosa insufrible es no tener Patria”.
    SÉNECA ‘De Cons. ad Helviam Matrem’, VI, II.

    52
    “Cosa nefanda es hacer daño a la Patria”.
    (‘De ira’ II, XXXI, 4)

    53
    “No quieres intervenir en el gobierno del Estado si no es como cónsul... Pues qué, ¿no querrías hacer la guerra más que como general o jefe? Aun cuando otros vayan en vanguardia y la suerte te ponga en la reserva, desde allí, con tu palabra, consejo, ejemplo, anima a los que combaten. Aun perdidas las manos, hay quien ayuda en la batalla, si queda en su sitio y excita con sus voces. Haz lo mismo. Nunca será inútil obra de buen ciudadano.
    SÉNECA. ‘De Tranq. Animi’. IV, 5.


    EL PRÍNCIPE:

    54
    “A nadie, conviene tanto la clemencia, como al rey o al príncipe, porque los grandes poderes son honor y gloria si su influencia es saludable, como es funesta la fuerza que vale para dañar. Es estable y bien fundada la grandeza de quien todos saben que está no sólo por encima de ellos sino a su favor, cuyo cuidado en atender al bienestar de todos y cada uno diariamente experimentan; que, si cuando sale al público, no le huyen como a monstruo o animal nocivo que saliese de su cubil, sino que a porfía corren a él como hacia un astro luminoso y benéfico.
    Para defenderle están dispuestos todos a ofrecerse al puñal de los traidores y echar sus cuerpos por tierra, si para salvarlo, hay que hacerle camino con su propio cuerpo; todos defienden su sueño con centinelas nocturnos, lo protegen formando un círculo a su alrededor y hacen barrera contra los peligros que le amenazan.
    No es sin razón este consentimiento de los pueblos y de las ciudades en proteger y amar de este modo a los reyes y en sacrificarse a sí y a sus cosas, siempre que lo exige la salud del que reina; ni es vileza o locura que tantos miles empuñen la espada por uno solo y que con muchas muertes rescaten su vida, a veces la de un hombre viejo e inválido.
    Así como todo el cuerpo sirve al alma y, aunque el cuerpo sea mucho mayor y más visible y el alma más sutil, imperceptible y oculta en sitio desconocido, las manos, los pies y los ojos están a su servicio, y la piel la defiende, y por orden suya descansamos o corremos inquietos; si ella lo manda, escudriñamos los mares en busca de ganancias, si es amo avariento; o si es ávida de gloria, ponemos la mano derecha en el fuego o voluntariamente nos precipitaremos en una sima; así también esa inmensa muchedumbre de hombres, agrupada en torno de la vida de uno solo, se rige por el espíritu de éste y se doblega a su razón, mientras que sucumbiría o se quebrantaría con solas sus propias fuerza, si no la sostuviera la prudencia de aquél.
    Están, pues, salvando su propia vida, cuando por un hombre van diez legiones al combate y corren a las primeras líneas y oponen sus pechos a las heridas para que no caigan las banderas de su soberano; porque éste es el vínculo por el que permanece unida la república; el aliento vital que respiran tantos miles de hombres, que no serían más que carga y botín, si se perdiese la mente que los gobierna. Mientras existe rey, todos irán a una; muerto éste, rompen los pactos, y esta calamidad sería la destrucción de la paz y se convertiría en ruinas la fortuna del pueblo. Estará lejos de este peligro ese pueblo tanto tiempo mientras sepa soportar los frenos de la autoridad; pues si alguna vez se rompen o relajan por algún accidente, no consentirá que se los vuelvan a poner; esa unidad y ensambladura saltaría en mil pedazos y dejaría de ser obedecida la nación que dejara de obedecer.
    Por eso no es de maravillar que, los príncipes y los reyes y los que con cualquier nombre protegen el Estado, sean amados más que se ama a los amigos propios, pues si para los hombres cuerdos los intereses públicos están sobre los privados; es lógico que sea también más querido aquel en quien se ha personificado la república; porque ya desde muy antiguo se identifica al César con el Estado, que no pueden separarse el uno de la otra sin que ambos perezcan; porque el César quedaría sin fuerza, y la república sin cabeza...

    ...Lo mismo que el de un padre, es el quehacer del príncipe, al cual llamamos padre de la Patria, no guiados por vana adulación, sino para que sepa que recibió potestad paterna...

    ...Sólo hay una fortaleza inexpugnable para la defensa del príncipe: el amor de los súbditos...”
    SÉNECA. ‘De Clementia’ III.


    LA PATRIA DESHECHA:

    55
    “Campamentos de la misma nación, unos contra otros, distintos juramentos ligando a los padres contra los hijos; incendiada la Patria por mano de un ciudadano; escuadrones de feroces jinetes buscando afanosos los escondrijos de los proscritos, envenenadas las fuentes, extendidas las epidemias por obra del hombre, trincheras cavadas para cercar a los propios padres, llenas las cárceles, entregadas al fuego ciudades enteras, funestas opresiones, conjuraciones para arruinar Estados y tenidas como gloriosas acciones que, cuando se pueden reprimir, son crímenes”.
    SÉNECA. ‘De Ira’, II.


    EL EMPERADOR:

    56
    “He sido yo de todos los mortales el que agradé a los Dioses y fui elegido para hacer en la tierra las veces de ellos. Soy yo, para los pueblos, el árbitro de la vida y de la muerte: la suerte y condición que tenga cada uno está en mi mano. Lo que la fortuna quiera dar a cada uno, lo pronuncia por mi boca; de mi respuesta depende la alegría de los pueblos y ciudades. Ninguna parte del mundo es próspera sino por mi voluntad y mi favor. Estos millares de espadas, que mi paz mantiene ociosas, serán desenvainadas a una señal mía; tales naciones quedarán destruidas, otras se trasladarán; a unas les he de dar libertad, a otras se la he de quitar; aquellos reyes han de hacerse esclavos, tales cabezas recibirán la diadema regia, otras ciudades han de destruirse, otras se edificarán, es derecho mío decretarlo...

    ...Así como todo el cuerpo sirve al alma y, aunque el cuerpo sea mucho mayor y más visible y el alma más sutil, imperceptible y oculta en sitio desconocido, las manos, los pies y los ojos están al servicio de ésta, y la piel la defiende, y por orden suya descansamos o corremos inquietos; si el alma lo manda, escudriñamos los mares en busca de ganancias, si fuera ama avariento; o bien, si es ávida de gloria, ponemos la mano derecha en el fuego o voluntariamente nos precipitamos en una sima; pues así también una inmensa muchedumbre de hombres, agrupada en torno de la vida de uno solo (el emperador), se rige por el espíritu de éste y se doblega a su razón, mientras que sucumbiría o se quebrantaría con solas sus propias fuerza, si no la sostuviera la prudencia de uno solo...

    ...Porque éste (el emperador) es el vínculo por el que permanece unida la república; el aliento vital que respiran tantos miles de hombres, que no serían más que carga y botín, si se perdiese el alma del Imperio. Mientras exista un rey, todos irán a una; pero muerto éste, se rompen todos los pactos, y esta calamidad sería la destrucción de la paz romana y se convertiría en ruinas la fortuna del pueblo.
    Estará lejos de este peligro el pueblo tanto tiempo cuanto sepa soportar los frenos de la autoridad; mas si alguna vez se rompen o relajan por algún accidente, no consentirá el pueblo que se los vuelvan a poner; y esa unidad y ensambladura de tan vasto Imperio saltaría en mil pedazos, y dejará de ser obedecida el día que deje de obedecer...

    ...Lo que hace el padre, ha de hacer también el príncipe, a quien llamamos padre de la Patria no llevados por vana adulación, porque los demás títulos son honoríficos. Los llamados grandes y felices y augustos y hemos aglomerado todos los títulos que pudimos sobre su ambiciosa majestad, atribuyéndoselos por honor; pero al príncipe llamamos padre de la Patria para que sepa que le ha sido dado un poder paternal, que es el más moderado, porque mira por los hijos y pospone al de ellos el bien propio...”
    SÉNECA. ‘De Clementia’.


    IGUALDAD DE DERECHOS:

    57
    “¿Dónde está prohibido, en el tratado con los gaditanos que pueda ser ciudadano romano cualquiera de ellos? En ninguna parte. Y aunque se hubiera incluido en él tal prohibición, estaría anulada por las leyes Gelia y Cornelia, que terminantemente autorizan a Pompeyo para poder conceder el derecho de ciudadanía. Pero el acusador dice: la excepción existe, porque el convenio es sagrado. Te perdono ignores las leyes cartaginesas, puesto que abandonaste tu ciudad, y que no hayas podido examinar las nuestras, porque ellas mismas, por el juicio público, te privaron de conocerlas”.
    CICERÓN (106-43 a. C.) ‘Pro L. C. Balbo’.

    “Cneo Pompeyo, hijo de Sexto, emperador, como premio a sus méritos, hice ciudadanos romanos a los caballeros hispanos en el campamento de Ausculo el día 14 de las Calendas de diciembre, conforme a la ley Julia. Estuvieron en el acuerdo ... (siguen sesenta nombres) el escuadrón Salluitano ... (siguen treinta nombres de soldados, agrupados por el país de origen en Bagarenses, Herdenses, etc.). Cneo Pompeyo, hijo de Sexto, emperador, como premio a sus méritos, di al escuadrón en el campamento en Ausculo un cuerno pequeño y una marmita, mi collar y dobled e paja y trigo”.
    CICERÓN (106-43 a. C.) ‘Inscripción de Ausculum’


    EDUCACIÓN A LOS JÓVENES ESPAÑOLES:

    58
    “Por estas hazañas miraban a Sertorio con grande amor aquellos bárbaros, y también porque acostumbrándolos a las armas, a la formación y al orden de la milicia romana, y quitando de sus incursiones el aire furioso y terrible, había reducido sus fuerzas a la forma de un ejército de grandes cuadrillas de bandoleros que antes parecían. Además de esto, no perdonando gastos, les adornaba con oro y plata los morriones; les pintaba con distintos colores los escudos; enseñábales a usar de mantos y túnicas brillantes, y fomentando por este medio su vanidad, se ganaba su afición.
    Mas lo que principalmente les cautivó la voluntad fue la disposición que tomó con los jóvenes; porque reuniendo en Huesca, ciudad grande y populosa, a los hijos de los más principales e ilustres entre aquellas gentes, y poniéndoles maestros de todas las ciencias y profesiones griegas y romanas, en la realidad los tomaba en rehenes; pero en la apariencia los instruía para que llegando a la edad varonil participasen del gobierno y de la magistratura. Los padres, en tanto, estaban sumamente contentos viendo a sus hijos ir a las escuelas muy engalanados y vestidos de púrpura, y que Sertorio pagaba por ellos los honorarios, los examinaba por sí muchas veces, les distribuía premios y les regalaba aquellos collares que los romanos llaman bulas.”
    PLUTARCO (50-120 d. C.) ‘Vidas paralelas’, Sertorio.
    Pious dio el Víctor.

  12. #12
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HECHOS

    LA VIDA COMO MILICIA:

    59
    “Te indignas tanto, Lucilio, y te lamentas… ¿No comprendes que lo único malo es precisamente eso: tu indignación y tus quejas? Si me preguntas a mí, pienso que nada hay miserable para el hombre sino el que juzgue algo miserable. El día en que haya algo que yo no pueda soportar, ese día no podría soportarme a mí mismo ¿Que estoy mal de salud? Es parte de mi destino. ¿Murió alguien de la familia; bajan mis rentas; se me ha hundido la casa; me han venido daños materiales, heridas, trabajos, miedos...? Suele suceder; es más, son cosas que ocurren necesariamente; no son accidentes.
    Créeme y te descubriré mis sentimientos más íntimos. En todo lo que parece adverso actúo así; no es que obedezca a Dios, sino que estoy de acuerdo con su Voluntad; le sigo por propio impulso, pero no porque sea necesario. No me sucede nada que yo acoja con tristeza, con mal gesto. Todo lo que lloramos, lo que nos asusta, es tributo a la vida. De todas estas cosas, amigo Lucilio, no esperes inmunidades ni las pidas: ¿te ha producido inquietud un dolor de cuerpo, recibir cartas amargas, una pérdida patrimonial detrás de otra...? ¿Acaso no deseabas esto cuando deseabas la vejez? Todas esas cosas en una existencia dilatada son como el polvo, el lodo o la lluvia en una caminata larga.
    —“Pero es que yo quería vivir sin todos esos inconvenientes...” Palabras tan afeminadas son impropias de un varón. Mira como recibes este voto mío que yo formulo con grandeza de ánimo, no simplemente con buen ánimo: Ni los dioses ni las diosas hagan que Fortuna te tenga entre delicias. Pregúntate: si Dios te diera el poder de vivir o en el mercado o en el campamento militar, ¿qué preferirías? Porque, querido Lucilio, la vida es milicia. Y así, los que andan activos de un sitio para otro, y van arriba y abajo por lo trabajoso y por lo arduo, y hacen frente a las misiones más peligrosas, esos son los varones esforzados, los héroes del campamento. Pero esos otros a quienes una vergonzosa inacción les hace vivir blandamente son simples gallinas objeto de público desprecio.”
    SÉNECA. ‘Epist. XCVI’.


    MILICIA ESPAÑOLA:

    60
    “Entre tanto el pretor P. Manlio, que acababa de reunirse con el ejército de su antecesor Q. Minucio, los veteranos que antes mandó Ap. Claudio Nerón en la España ulterior, partió a su frente para la Turdetania. Tiénese a los turdetanos por el pueblo menos belicoso de España. Sin embargo, alentados por el número, avanzaron al encuentro de los romanos.
    Un ataque de la caballería bastó para desordenarlos, pudiendo decirse que la infantería no tuvo que sostener combate. Los veteranos que la formaban consiguieron en seguida la victoria gracias a su antigua experiencia y al conocimiento que tenían del enemigo. Pero aquel combate no terminó la guerra. Los turdetanos tomaron a sueldo 10.000 celtíberos y opusieron a los romanos aquellas tropas mercenarias.
    Entretanto, impresionado el cónsul por la revuelta de los bergistanos y convencido de que los demás pueblos seguirían su ejemplo a la primera ocasión, desarmó a todos los españoles de aquende el Ebro; pareciéndoles tan humillante esta medida que muchos se dieron la muerte. Para el altivo español nada era la vida desde el momento en que no tenía armas. Al recibir esta noticia, el cónsul llamó a los senadores de todas las ciudades y les dijo: “Interés vuestro es más que mío que permanezcáis sometidos; hasta ahora, vuestras sublevaciones han hecho más daño a España que trabajo ha costado a los romanos su represión. Creo que no hay más que un medio de evitarlas: el de reduciros a la impotencia. Quiero conseguir este fin por medios suaves. Ayudadme pues, con vuestros consejos en este asunto. Dispuesto estoy a seguir con preferencia el consejo que me deis”.
    Como todos guardaban silencio, el cónsul añadió que les concedía algunos días para deliberar. Llamados por segunda vez, se encerraron en igual silencio. Entonces Catón hizo desmantelar en el mismo día todas las ciudades; marchó contra los que todavía no estaban sometidos y recibió, a medida que se presentaba en una comarca, la sumisión de todos los pueblos que la habitaban. Solamente resistió Segística, ciudad rica y poderosa, teniendo que emplear las máquinas para apoderarse de ella...”
    TITO LIVIO (59 a. C. – 17 d. C) ‘Ab urbe condita’.


    GUERRILLAS:

    61
    “Metelo no sabía qué hacerse con un hombre arrojado que huía de toda batalla campal, y usaba de todo género de estratagemas por la prontitud y ligereza de la tropa española; cuando él no estaba ejercitado sino en combates reglados y en riguroso orden, y sólo sabía mandar tropas apiñadas que, combatiendo a pie firme, estaban acostumbradas a rechazar y destrozar a los enemigos que venían con ellas a las manos; pero no a trepar por los montes siguiendo el alcance de sus incansables fugas a unos hombres veloces como el viento, ni a tolerar como ellos el hambre y un género de vida en la que para nada echaban de menos el fuego ni las tiendas.
    Sucediendo por lo común que el que quiere evitar batalla padece lo mismo que el que es vencido, para éste el huir era como si él persiguiese; porque cortaba a los que iban a tomar agua, interceptaba los víveres, si el enemigo quería marchar le impedía el paso, cuando iba a acamparse no le dejaba sosiego, y cuando quería sitiar, se aparecía él y le sitiaba por hambre, tanto, que los soldados llegaron a aburrirse...”
    PLUTARCO (50-120 d. C.) ‘Vidas paralelas’.

    ARMAS:
    62
    “Los saguntinos tenían la falárica, arma arrojadiza de mango de abeto redondeado todo él, excepto el extremo en el que se encajaba el hierro; éste, cuadrado como el del pilum, era cuadrado; lo liaban con estopa y lo untaban en pez. El hierro, por otra parte, tenía tres pies de largo a fin de que pudiese traspasar el cuerpo a la vez que la armadura. Pero era especialmente temible, aunque quedase clavado en el escudo y no penetrase en el cuerpo, porque, como se le prendía fuego por el centro antes de lanzarlo y con el propio movimiento la llama que portaba cobraba gran incremento, obligaba a soltar el arma defensiva y dejaba al soldado desprotegido para los golpes siguientes” (Liv. XXI, 8, 10-12).
    TITO LIVIO, Lib XXI, 8-10.

    CONCORDIA:

    63
    “Por el mismo tiempo, 20.000 de la ciudad de Complega vinieron al campo de Graccho con ramos de paz, y ya que estaban cerca le atacan cuando menos lo pensaba y le desbaratan; pero él, aparentando con astucia que huía y les abandonaba el campamento, vuelve sobre sus pasos, les ataca cuando lo estaban saqueando, mata a los más y se apodera de Complega y sus alrededores. Después la puebla de pobres, distribuye entre ellos los campos y ajusta con todos aquellos pueblos un tratado, con expresa condición de que serían aliados del pueblo romano. Tomados y recibidos los juramentos, fueron de mucho provecho a los romanos en las diferentes guerras que después se siguieron.
    APIANO ALEJANDRINO (95-165 d. C.), ‘Las guerras ibéricas’, 43.

    “No muchos años después se incendió otra guerra cruel en la Iberia con este motivo. Segeda era una ciudad perteneciente a una tribu de los celtíberos llamados belos, grande y poderosa, y que no estaba inscrita en los tratados de Sempronio Graco. Esta ciudad forzó a otras más pequeñas a establecerse junto a ella; se rodeó de unos muros de aproximadamente cuarenta estadios de circunferencia y obligó también a unirse a los tithios, otra tribu limítrofe. Al enterarse de ello, el Senado prohibió que fuera levantada la muralla, les reclamó los tributos estipulados en tiempo de Graco y les ordenó que proporcionaran ciertos contingentes de tropas a los romanos. Esto último, en efecto, también estaba acordado en los tratados. Los habitantes de Segeda, sobre la muralla, replicaron que Graco había prohibido fundar nueva ciudades, pero no fortificar las ya existentes; acerca del tributo y de las tropas mercenarias, manifestaron que habían sido eximidos por los propios romanos después de Graco. La realidad era que estaban exentos, pero el senado concedía siempre estos privilegios añadiendo que tendrían vigor en tanto lo decidieran el Senado y el pueblo romano”.
    (‘Las guerras ibéricas’, 44).

    “Viriato no se mostró altanero en este momento de buena fortuna sino que, por el contrario, considerando que era una buena ocasión de poner fin a la guerra mediante un acto de generosidad notable, hizo un pacto con ellos y el pueblo romano lo ratificó: que Viriato era amigo del pueblo romano y que todos los que estaban bajo su mandato eran dueños de la tierra que ocupaban. De este modo parecía que había terminado la guerra de Viriato, que resultó la más difícil para los romanos, gracias a un acto de generosidad.”
    APIANO ALEJANDRINO (95-165 d. C.), ‘Las guerras ibéricas’, 69.

    64
    “Quedaron prisioneros cerca de 10.000 hombres libres; pero (Escipión) dejó en libertad a los que eran de Cartagena, devolviéndoles su ciudad y todo lo que pudo escapar del saqueo. Los artesanos se elevaban a 2.000, y los declaró esclavos del pueblo romano, con esperanza de recobrar muy pronto la libertad, si con celo contribuían en sus oficios a los trabajos de aquella campaña. El resto de los habitantes, jóvenes aun, y los esclavos en el vigor de la edad, le sirvieron para reclutar las tripulaciones de la flota, que había reforzado con ocho naves tomadas al enemigo. Además de esta multitud, encontró los rehenes de España, cuidando de ellos como si fuesen hijos de sus aliados.”
    TITO LIVIO ‘Ab urbe condita’.


    LA PAZ ROMANA EN ESPAÑA:

    65
    “Es Palma quien gobierna a nuestros iberos, ¡oh el más suave de los césares!, y la paz arisca complácese en su blando yugo. Gozosos por un don tan grande, te gratificamos: a esas comarcas nuestras enviaste las costumbres tuyas.”
    MARCIAL ‘Epigramas’ XII, 9.


    COSTUMBRES DE LOS MONTAÑESES EN EL NORTE:

    66
    “Todas las tribus de la montaña viven de manera sencilla, beben agua y duermen sobre el suelo desnudo.
    Los hombres llevan el pelo largo, como las mujeres; durante la pelea se cubren con mitras las cabezas. Comen preferente carne de cabra; a su dios de la guerra le sacrifican machos cabríos y asimismo los prisioneros con sus caballos.
    Organizan sacrificios en masa (hecatombes) de toda especie, como los griegos.

    Les gustan también los desafíos, tanto gimnásticos como en armas y a caballo, y se ejercitan en el pugilato, en el tiro y ela lucha en bandos. Dos tercios del año viven de bellotas, que se secan, machacan, muelen y convierten en pan, a fin de tener provisiones.
    También tienen cerveza. Les falta vino; pero si alguna vez logran poseerlo, lo beben pronto, organizando para ello una fiesta del clan.
    En lugar de aceite usan manteca de vacas. Para comer se sientan en un banco adosado a la pared, según edad y rango; el manjar da la vuelta.
    Para beber se sirven de vasijas de madera, como los celtas. Cuando están embriagados bailan una danza en círculo, al son de la flauta o el cuerno, durante la cual saltan y se arrodillan.
    Su vestido consiste, por lo general, en una capa negra, sobre la que duermen en el suelo; pero las mujeres gustan de trajes abigarrados. En lugar de monedas usan objetos de cambio o rudas piezas de plata.
    Los condenados a muerte son despeñados de lo alto de las rocas, y al parricida lo apedrean delante del a frontera del país. Tienen una sola mujer, como los griegos. A los enfermos los colocan junto a un camino, por si pasa alguien que entienda la enfermedad. Hasta el tiempo de Bruto usaban barcos de piel a causa de las inundaciones y pantanos, así como también barcos de cuero; pero actualmente son raros. Su sal es roja, pero se vuelve blanca triturándola. Esta es la vida de las tribus montañesas, entre las que comprendo los habitantes de la región norte: los galaicos, astures, cántabros, hasta los vascones y los Pirineos, pues todos viven de un mismo modo”
    ESTRABÓN. ‘Geografía’



    LA VIDA EN LA CIUDAD NATAL:

    67
    “Mientras tú te abres paso agitado,
    entre los ruidos mil de Suburra,
    o mientras subes hacia la colina de Diana;
    mientras por los umbrales de los poderosos
    ondea el aire tu toga sudada,
    y fatigado vas y vienes
    por el Celio mayor y el menor,
    mi Bilbilis –a donde he vuelto-,
    tierra soberbia por sus minas
    de oro y de hierro,
    tras muchos años me ha recuperado,
    y ella me ha convertido en campesino.
    Aquí, tranquilo, sin más esfuerzo que el que dicta mi pereza,
    me recreo por Boterdes y Platea,
    -nombres rudos de la tierra mía-,
    gozo horas de sueño profundo
    y reparador que no interrumpe,
    a veces, ni la hora tercia
    y, así, recupero lo que en treinta años
    no pude dormir.
    Ni me acuerdo de la toga; cuando la pido,
    me alcanzan una túnica que tengo cerca,
    sobre una silla desvencijada.
    El fuego, cuando me levanto,
    ya me espera con un montón de leña
    del encinar cercano, y con corona de ollas
    que puso la granjera;
    acude un cazador que tú querrías
    encontrarte en la apartada selva;
    un granjero imberbe
    reparte las raciones a los siervos,
    y les ruega que hagan cortar
    la larga cabellera.
    Así quiero vivir y así morir.
    Sic me vivere, sic me juvat perire”.
    MARCIAL. ‘Epigr. XII, 18.


    AMOR A LA PATRIA NATIVA:

    68
    ¡Oh mis compatriotas que me ofrece la imperial Bílbilis
    en escarpada colina que ciñe el Jalón con rauda corriente!
    ¿No os enorgullece la alegre fama de vuestro poeta?
    Porque yo soy honor, prestigio y gloria vuestra.
    No debe más al gracioso Catulo, Verona su patria y
    ella misma no desearía menos que fuese yo suyo.
    Cuatro cosechas se han añadido a treinta estíos desde que
    sin mí ofrendabais a Ceres rústicas tortas en tanto que yo
    vivía entre las espléndidas murallas de Roma, señora del mundo.
    Las tierras de Italia blanquearon mis sienes.
    Iré a vosotros si acogéis mi retorno con benévolas intenciones:
    Si me mostráis un corazón hostil, poco me costará volver.”
    MARCIAL. ‘Epigr. X, 103.


    EL AMOR A LA CASA NATIVA:

    69
    "Este bosque, estas fuentes, esta sombra entretejida con los pámpanos, este cauce de agua fertilizante, estos prados y rosaledas que no ceden a Pestum, de dos cosechas, el verdor de estas hortalizas, que no se hielan ni el mes de enero, y esta torre blanca llena de palomas de nieve como ella, tales son los obsequios de mi señora.
    A mi vuelta, después de siete lustros, Marcela me ha regalado esta casa y este pequeño reino. Si Nausica quisiera darme los huertos de su padre, yo podría decir a Alcinoo: ¡Prefiero los míos!".
    MARCIAL. ‘Epigr. XII, 31.


    DANZAS:

    70
    “El dueño de la casa no te leerá ningún manuscrito grasiento, ni las bailarinas de la licenciosa Cádiz moverán en tu presencia sus atractivas caderas en posturas cada vez más libres y provocativas”.
    MARCIAL, ‘Epigr. V, 78.

    71
    “Quizá esperen que alguna gaditana salga a provocarnos con sus lascivos cantos... pero mi humilde casa no tolera ni se paga de semejantes trivialidades”.
    JUVENAL, Sátira XI, 162 y sigs.
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  13. #13
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    IV – ESPAÑA VISIGODA; “AD UNITATEM ET PACEM”

    1
    La antigua Iberia posee ya los instrumentos necesarios para constituirse, proclamar su afirmación y seguir avanzando en la Historia. Su formación definitiva va a ser objeto de una larga espera, a través de la cual depurará aquellos factores que le fueron impuestos y que eran extraños a sus naturales condiciones, adquiriendo, a cambio, nuevas y constantes aportaciones que robustecerán sus esencias, templarán y darán tono a sus fuerzas y consolidarán, en términos precisos, su independiente personalidad.

    Lo que existe únicamente es el “nombre”, y por el nombre, aquella consciente solidaridad, “base de las naciones”. España es y será siempre España. “Las divisiones medievales, las rivalidades intestinas, los alzamientos, las banderías y revueltas entre diversos reinos peninsulares no logran borrar este nombre mágico, cifra y guión de todas las empresas, hacia el que inconscientemente irán convergiendo los esfuerzos de los reconquistadores, hasta dar cima y cabo a la reconstrucción de su unidad”.
    España se romperá, partirá, será despedazada en pequeños y, a veces, ensangrentados jirones; pero la palabra que la recuerda y la nombra, el concepto que la constituye y la une no desaparecerá jamás.

    Roma ha caído en manos del incapaz Honorio. Las miserias que cavaron sus cimientos, las huestes mercenarias que le ayudaron a bien morir y los cismas religiosos que disgregaron su espíritu la entregan en poder de los pueblos bárbaros. Al momento se apoderan éstos de las diversas provincias del Imperio. En España entran con ímpetu germanos: vándalos, suevos, alanos y godos, de creencias arrianas, incultos y salvajes, y luego de vencer las débiles resistencias opuestas por los naturales, ya solidarizados, que, al mando de dos nobles españoles –Dídimo y Veriniano- trataron de cerrarles el paso de los Pirineos, ocupan diferentes partes de la Península.

    Los godos combaten y vencen a los alanos y vándalos, diseminándoles y haciéndoles retirar a la Gallaecia, donde, a su vez, luchan con los suevos allí situados, que les obligan a emigrar a África.
    Al fin, los “westgoths”, los godos del Oeste o visigodos, alcanzan el triunfo, y aunque dependientes del Imperio romano, se establecen en España.
    Una invasión de los hunos, procedentes del Oriente, intentará apoderarse de todo el Occidente; pero la unión de godos, francos y romanos consigue deshacer la amenaza del “azote de Dios”, y en los Campos Cataláunicos queda vencido Atila con los hunos.

    La serie de catorce reyes desde Ataúlfo (410 d. C.) hasta Atanagildo (551 d. C.) no son realmente reyes españoles, pues unos dependen del Imperio romano y otros de los francos. Atanagildo emplaza ya la corte en Toledo, que pasará ser la metrópoli goda peninsular.
    Leovigildo domina por las armas a Córdoba y el Occidente peninsular- bajo dominio suevo- y establecerá la unidad territorial; unidad puesta en peligro después por disidencias religiosas en las que sucumbe su hijo, San Hermenegildo.
    Recaredo –“talento unificador, energía en el mando, tacto político, comprensión de los problemas y profunda religiosidad”-, convirtiéndose al Catolicismo y reuniendo un Concilio en Toledo, construye la unidad religiosa católica de España, base de la unidad civil, dando la paz general a todo el territorio, que hasta el rey Suintila, -expulsando a los invasores bizantinos del Levante- no se verá unido como un sólo reino.

    La importancia de la abjuración del arrianismo por Recaredo consiste en la unidad de creencias: cuando la mayoría hispano-romana estaba concorde y extinguido el priscilianismo galaico, se somete a ella el pueblo invasor, que por rudeza e impericia había abrazado siglos atrás la doctrina arriana, doctrina destructora del principio fundamental del Catolicismo: la acción inmediata y continua de Dios en el mundo; la divinidad personal y viva, el Padre creador y el Verbo encarnado.
    Rebajando el arrianismo a nivel simplemente humano la figura de Cristo, rompíase esta unión y enlace, y el mundo y Dios quedaban aislados, siendo la creación y redención obra de una criatura, de un simple demiurgo.

    Triunfó la regla de Fe de la antigua Iglesia española y así se aseguró la unidad religiosa, “españolizando” la creencia y ley del conquistador visigodo, no por coacción ni por la fuerza de las armas, sino con la caridad, la persuasión y la ciencia.

    El Estado visigodo de Toledo es una organización teocrática-aristocrática, muy parecida a la del pueblo de Israel, con su monarca erigido por la Iglesia para darle aspecto de inviolabilidad. Ese monarca y el Aula Regia, compuesta de los magnates seculares y de los obispos, son los que, reunidos en Concilios (o Asambleas mixtas) dirigen al pueblo.

    “Reino sin alma, cuerpo muerto espiritualmente”, se le ha llamado a la sucesión de reyes visigodos: menudean las usurpaciones, los destronamientos y los regicidios.
    El país, al margen de los hechos, de las oligarquías, asistirá impasible a esos desordenes fratricidas, distanciándose cada vez más de la casta visigoda que le domina y gobierna. Aun cuando los nuevos Sínodos presididos por San Isidoro propongan y aprueben normas regulares de contención, entre las que merecen destacarse la liturgia del legítimo rito nacional -llamado luego mozárabe- y que Wamba, meritísimo varón sacado de su retiro y alzado sobre el pavés a la fuerza, dicte rectas prescripciones que, a la postre, darán en tierra con la monarquía visigoda.

    La cultura de los naturales asimiló a estos germanos de civilización rudimentaria. Existía por entonces en España, principalmente en la Bética, una civilización floreciente, superior al resto de Occidente, cuyo foco radicaba en Sevilla, con supervivencia de la cultura clásica, aprovechada y continuada hasta la Alta Edad Media. La unidad latina y occidental había arraigado en nuestro suelo con caracteres superiores a los demás. España estaba bastante romanizada y había adquirido profundos caracteres de occidentalismo. Los destellos de Sevilla, Mérida y Toledo son las únicas estrellas que brillan con luz propia en el cielo de Occidente.

    La ciencia y el arte, los cánones y las leyes son gloria de la Iglesia, gloria española, presidida por Leandro y después por Isidoro de Sevilla, fundador de la “escuela isidoriana”, grito de guerra de la ciencia española, llena del vuelo de sus ideas, como el zumbido del enjambre de abejas que anunciaron en su cuna la dulzura de su elocuencia.

    Políticamente, la unidad atará a los dos pueblos (romano y godo) separados por costumbres, lengua y religión y regidos por leyes contradictorias. Apenas unidos godos e hispano-romanos por el culto católico con Recaredo, comenzó rápidamente la fusión y, paso tras paso, olvidaron su habla nórdica para adoptar las dulces y sonoras modulaciones del hablar latino, y tras de Recaredo vino Recesvinto para abolir la ley de razas.

    La organización goda del Estado, hasta entonces ruda y selvática, modificóse al contacto de la ordenación de los Concilios. Predominó la ilustración sobre la rudeza y moderóse todo elemento de opresión y desorden.
    Aun así, el elemento militar godo, arriano y hostil siguió oponiéndose a la unidad romano-goda, persiguiéndola siempre que pudo con conjuras y levantamientos, hasta, con la traición, acabar abriendo fatalmente la puerta de la Patria a los enemigos de ella, tras el desastre del Guadalete. En cuanto a la estirpe de aquellos “nobles” que la vendieron, Dios la hizo desaparecer del océano de la Historia.

    La España con sentido de unidad e imperio llegó entonces a existir levemente, pero el concepto penetró en el alma peninsular. Este concepto quedará anclado en las generaciones venideras y cuando venga el rompimiento de la unidad, servirá de guía y estímulo a sus paladines.

    Unidad religiosa católica, unidad de cultura, unidad de gentes. Sólo faltaba para llegar a la unificación completa la identidad del Derecho, convirtiéndolo de “personal” en “territorial”, y esto se lleva a feliz término por medio del “Liber Iudiciorum” de Recesvinto, elaborado por los obispos de los Concilios de Toledo.
    Anteriormente, tal dualidad legislativa perturbaba el desarrollo del Estado y ponía en peligro la unidad apetecida. Así ya se habían iniciado los estudios para armonizar las dos legislaciones (romana y goda) que regían en la España gótica: el “Statum legum” de Eurico, compilación de leyes públicas y privadas que sólo regía para el invasor godo, y la “Lex Romana Wisigothorum”, reunión de las viejas leyes del Imperio romano, aplicadas exclusivamente al pueblo romano sometido en las Galias y en Hispania.

    El arte visigodo es una extraña mezcla de clasicismo latino y bizantinismo, amasados y vivificados por la levadura “romano-andaluza”, y que después será el fundamento del arte árabe o califal o hispano-morisco, de donde, a su vez, surgirá el llamado “mozárabe”, que en las alturas asturianas, leonesas y hasta pirenaicas impondrá los caracteres prerrománicos donde las artes específicamente cristianas hallaron su fuente inspiradora.
    Las basílicas, los oratorios, las “delabra” o baptisterios y los monasterios o cenobios son las muestras de su arquitectura; los sarcófagos, como escultura, y pocos restos de pintura de la que nos habla San Isidoro.
    De la orfebrería visigoda son testigos las coronas de Guarrazar y el tesoro de Torredonjimeno.

    Los primeros músicos son aquellos religiosos eminentes que organizaron la liturgia católica, escribiendo sus himnos y oraciones, publicando y arreglando los cantos sagrados, cuando no fueron ellos quienes compusieron la propia música. Canto y danza servían para atraer al pueblo, de cuya práctica promiscua llegó a abusarse, y tanto, que el III Concilio de Toledo, en el año 580, condenó la introducción de “danzas y cantos populares” en las festividades de los días santos.

    Los grandes centros de la cultura musical en esta época son Sevilla, Toledo y Zaragoza, y los grandes artífices San Leandro (“multa dulci sono composuit”), San Isidoro, en su libro III de las “Etimologías”, resumiendo a Casiodoro, y en “De Ecclesiasticis Officiis”; San Eugenio, comparable a San Gregorio, autor de los más antiguos cantos profanos de España, y la elegía a la muerte de la reina Reciberga; San Ildefonso, el “creador de nuevas formas literarias y musicales en sus himnos a la Virgen María”, y San Braulio, maestro del anterior.
    El sentido dramático y la incorporación de elementos populares fueron los rasgos sobresalientes dedl canto litúrgico hispano-gótico en las “preces” y en la práctica de la “centonización”, y su apogeo se alcanzó en el periodo que va del 630 al 711.

    Los cultivadores de las letras están representados por los metropolitanos de Toledo; San Eugenio; el primer rebelde hispano contra la uniformidad métrica, San Ildefonso; el elegante san Julián; San Valerio, abad del Bierzo, y todo el grupo de escritores, coherente y denso, entre los que se revelan ciertos caracteres hispanos que reaparecen en toda época propicia.
    Orosio con sus “Historias”, Idacio, Dextro, como historiadores; Orencio con su sermón poético, el “Commonitorium”, y Flavio Merobaudes y su “Carmen de Christo”, como poetas; San Martín de Dumio con su “Fórmula de la vida honesta”, como moralista; y tantos otros nombres gloriosos.
    El rasgo de ellos es la exuberancia en la expresión de la palabra, “las enjoyadas pompas de la palabra, las gárrulas espumas de la facundia”, y todos, con sus obras, producen la última actividad intelectual, el último aliento vital de una cultura que se iba acercando a una muerte irremisible...


    2
    “La unidad se iba haciendo con todos estos forcejeos. La unidad espiritual y material de los pueblos necesita luchar, necesita guerras exteriores y revueltas internas, necesita héroes, víctimas, verdugos y poetas. La unidad es una meta difícil a través de un camino áspero, de traiciones y crímenes, de encrucijadas y de cepos. Necesita de todo para hacerse. Ningún pueblo la alumbra sin espasmos de dolor, sin brutales desgarramientos, sin ríos de sangre y sin facetas nimbadas de martirio... La fuerza unitaria ha triunfado siempre sobre los intentos criminales de dispersión. Y en cada combate por la unidad, el pueblo de Iberia ha ganado para su historia algún nombre con aureola de mito, de la más alta fuerza de realidad y poesía”.

    Pero, ella lograda, es época entonces de entusiasmo gótico. A aquella España moza de los tiempos anteriores, un poco más crecida ahora, cuando ya ha arraigado en su carne y alma el espíritu de Cristo, es su preceptor san Isidoro el que canta su alabanza en loor de España: “De laude Spaniae”, donde define qué es para él España y qué es lo que la hace amable.
    Dice Menéndez Pidal que “la férvida Laus Spaniae se inspira, principalmente, en la Laus Serenae, de Claudiano. Isidoro, con su vaga mención de la riqueza de España en príncipes y gentes, nos impresiona menos que Claudiano con sus precisas alusiones a los augustos hispanos; es que Isidoro tiene el mal acuerdo de buscar elevación o elegancia en la vaguedad, huyendo la individuación de personas y lugares; no estima, como Claudiano, el alto valor poético de lo concreto. Sin embargo, él comunica más emoción a sus palabras y mayor alcance desde el momento que, lejos de hablar de una región del mundo entero, habla como historiador de un pueblo. Por esto, el loor isidoriano se aparta de toda serie de loores de España que produjo la literatura latina. No es el postrero en la serie de ellos, sino, al contrario, es el canto auroral de la alondra que acompaña a los desposorios de España con el pueblo godo y anuncia el advenimiento de la nueva nación. El nuevo loor lo dice; por eso Isidoro, que sabe bien lo que en la nueva edad del Occidente significa el germanismo, confunde la historia de España con la del antiquísimo pueblo godo “emigrante introducido en ella por Ataúlfo”.

    Esta concepción de San Isidoro era participada por todos. La patria y los godos son dos cosas inseparables: “Gothorum gens ac patria” es la expresión corriente, lo mismo en las leyes que en los cánones, para significar el interés general del Estado. Hay una novedad nacida del IV Concilio de Toledo, al establecer una excomunión solemne, “la conciliar, contra los que delinquen en materia tocante al interés general del reino, sea el delincuente súbdito, sea el mismo rey”.
    Se establece una clase de delitos contra la patria, los cuales llevan dos sanciones, la civil y el anatema: el Concilio se hace garante de ciertos principios del Estado, sobre todo de la inviolabilidad del juramento que ante los funcionarios de cada rey nuevo prestaban “todos los pueblos de España” bajo la fórmula: “Por la salud de la Patria, firmeza del pueblo godo e incolumidad del rey”.

    En esta edad germano-romana, el “universalismo” imperial desaparece, quedando sólo representado por el universalismo eclesiástico, y surge un sentimiento contrario: el “nacionalismo” político y cultural. Los germanos son los que suelen dar nombre a estos círculos nacionales nuevos: Anglia, Francia, Burgundia, Lombardía... España está a punto de ser una Gotia si no es porque Ataúlfo no lo quiso así; pero el rasgo fisonómico más saliente de los nuevos países germánicos, el sentimiento nacional, es una creación románica.
    Lo vimos –dice Menéndez Pidal-, como escabulléndose del universalismo agustiniano, surgir de la provincialización del Imperio en Paulo Orosio. Isidoro nos lo da ya perfecto en cuanto a lo político, en su loor de España; y en cuanto a lo cultural nos lo formula en el Concilio IV, por él presidido, proclamando la unificación de la Iglesia en toda España; una misma disciplina, una liturgia, unos mismos himnos “para todos los que vivimos –dice el Concilio- abrazados a una misma fe y un mismo reino”.
    Al lado del Estado nacional se crea, no digamos una Iglesia nacional en el sentido de esta frase, pero sí una Iglesia nacionalizada y coherente, bajo la supremacía de Toledo, Iglesia unificada por una liturgia especial, que fue llamada Isidoriana, la cual no dejará de existir sino en el siglo XI por tenaz empeño del papa Gregorio VII.

    “A pesar de la desaparición, en 711, del Estado godo, las posteriores historias de España se llamaron frecuentemente “Historia de los Godos”, imitando a la de Isidoro; y la autoridad del gran polígrafo hizo que la “Laus Spaniae”, el himno natalicio del pueblo hispano-godo, quedase entre los connacionales del obispo hispalense como el credo nacionalista profesado durante muchos siglos, reiterado y refundido en múltiples formas, lo mismo en tiempos muy críticos para el amor patrio que en épocas de nueva exaltación optimista”.


    3
    El “Rey”, el “Santo”, el “Sabio” son los modelos de este momento histórico.

    El Rey.
    El Rey, entre los visigodos es sólo un funcionario que carece de poder propio y únicamente ejerce el del pueblo en aquella parte que éste le confía y que en lo sustancial se refiere a la jefatura del ejército y a la función judicial. Es el “poderoso”, el “conductor” del pueblo (el “thiudans”). Los Concilios de Toledo recogen la doctrina patrística convirtiéndola en ley del Estado: el rey es un vicario de Dios que recibe su poder de Éste para gobernar al pueblo. De ahí nace su autoridad y la sumisión que debe de guardar el reino.
    El rey debe gobernar rectamente, conservando la Fe y manteniendo en justicia a sus súbditos, tomando por base el proverbio conocido por Horacio: “Rex eris si recte facias; si non facias, non eris”. De esto sacará San Isidoro las últimas consecuencias: rey que no rige y corrige en justicia o se aparta de lo recto, pierde el nombre de rey, “regis nomen amittitur”.

    El Santo.
    “El Santo”, San Isidoro de Sevilla, con su corte de hermanos, San Leandro, Santa Florentina, San Fulgencio y demás claros y píos varones, es el modelo del santo visigodo. Isidoro es un alma llena de bondad, de sinceridad y santidad. El ardor de su fe, grande, pues ha de combatir al hereje, y los ímpetus de su oración, eficaz, pues ha de pedir por él, le cualifican y, como de él diría San Braulio, su dilectísimo hijo, “superó a todos por la pureza de su doctrina, pero aun fue más admirable por sus obras de caridad”.
    Sus días lo fueron de inagotables limosnas, de continuas oraciones, de soledad y recogimiento. El hombre alrededor del cual gira la Historia de España durante medio siglo, vivió y murió en una estrecha celdilla, con tanta pobreza como el más humilde menestral. Y según este patrón fueron todos aquellos españoles santos que formaron su cortejo: Leandro, Florentina, Fulgencio, Braulio, Martín Dumiense, Ildefonso, Eugenio, Julián, todos españoles y latinos que habrán de enfrentarse con los Sinderedos y los Oppas.

    El Sabio.
    “El Sabio” roba al Santo uno de sus modelos y en San Isidoro, el gran doctor de las Españas, aparece el hombre sediento de saberes, el trabajador incansable, el lector ávido de cuanto se había escrito en la antigüedad.
    En el “Laus Spaniae”, que coloca a la cabeza de su “Historia de los Godos, Vándalos y Suevos”, de “tan fuerte nacionalismo”, entroncada literariamente con las de Trogo, Pacato y Claudiano, se ve desvanecida por completo la idea de la supremacía y perpetuidad de Roma. Un nuevo pueblo, asentado en el territorio ibérico, ha tomado las tiendas de la nación hispana. San Isidoro rompe por completo con la concepción histórica de Prudencio, dando valor al pensamiento vacilante de Orosio, según el cual los godos eran ahora los llamados a iniciar una nueva era en la evolución de la humanidad.
    Esta concepción isidoriana de la elección providencial del pueblo godo para regir los destinos de España perdura hasta mucho después de la derrota del 711.

    El nacionalismo de San Isidoro no apagó su universalismo. “Cabalmente acababa de plantearse en el mundo intelectual un problema magno, que había de resolver con amplitud de miras”. “La conversión de los pueblos al catolicismo creó un problema interno, de singular trascendencia, relacionado con la Cultura. El politeísmo y la mitología con él unida –escribe el P. Zacarías García Villada- habían sido declarado falsos y fuera de la ley y de la razón. Frente a ellos surgía la nueva religión, con dogmas rígidos, con mandamientos precisos, con organización férrea. Había que crear una cultura que respondiera a estos postulados. Los autores eclesiásticos de los primeros siglos del Cristianismo escribieron admirables obras, nacidas en su mayor parte de la lucha con el paganismo y la herejía y, por lo mismo, de carácter apologético.
    “Pero esto no bastaba, la organización eclesiástica había exigido la creación de estudios para educar a los jóvenes que habían de ser maestros del pueblo. Como era natural, estos centros de formación y de enseñanza necesitaban libros idóneos para la educación de sus moradores. Esta necesidad inquietó en el último tercio del siglo V y en el VI a Boecio y a Casiodoro, precursores de Isidoro, metropolitano de Sevilla”.

    Lo que estos dos grandes genios de tipo universalista, pero reducido, intentaron, sin conseguirlo, lo llevó a cabo san Isidoro. No poseyó éste la profundidad del primero, pero superó la del segundo y fue más enciclopédico que ambos. Era el hombre que necesitaba la clase intelectual media de aquella sociedad de ideología nueva. La realización de la empresa costó muchos años, mas al fin se vio coronada por el éxito, poniendo Isidoro en manos de todos el “Libro de las Etimologías”.

    Escribe Menéndez Pelayo:
    “Son éstas: milagro de erudición para aquella edad, y ni Casiodoro, ni el venerable Beda, ni Alcuino, ni Rabano Mauro las igualan. Porque allí disertó el obispo sevillano de las disciplinas y del arte, de las siete enseñanzas liberales, de la gramática y de la métrica, de la fábula y de la historia, de la retórica y de la dialéctica, de las ciencias matemáticas y de la música, de la medicina y de las leyes, de las Bibliotecas y su régimen, de la disciplina eclesiástica, de la teología, de las sectas heréticas y de las supersticiones gentílicas, de las lenguas y de los alfabetos, del mundo y de sus partes, de los átomos y elementos, de los fenómenos meteorológicos, de las piedras y de los metales, del arte militar y de las máquinas de guerra y, finalmente, de la arquitectura, de la construcción naval, de las artes suntuarias, de los instrumentos domésticos y rústicos y hasta de los vestidos y manjares; en suma, desde el cedro hasta el hisopo” (Estudios de crítica literaria).

    El influjo ejercido por san Isidoro y, por tanto, por la “Hispania universa”, en la formación intelectual de la Edad Media europea fue extraordinario. “Los papas Adriano I y León IV en Roma; San Beda el Venerable, en Inglaterra; Teodulfo, Alcuino y Tomás de Orleáns en la corte de Carlomagno; Rabano Mauro, Walfrido, Strabón e Hincmaro, en la cuenca del Rhin; los sínodos de París y de Aquisgrán de 816 y 829; los autores de las colecciones canónicas Hibernense y Dacheriana; el colector del Decreto de Graciano y hasta los inventores de las falsas Decretales, acuden a Isidoro como a mina inagotable, explotándole abundantísimamente”.

    Y en España, con mayor razón, constituye la cúspide del movimiento intelectual interno, vivificador, que abarca desde fines del siglo IV hasta 711:
    “Lo inauguran la gallega Eteria con la descripción de su viaje a Tierra Santa; el presbítero Avito, con su carta a Balconio, obispo de Braga –escrita desde Jerusalén-su queridísimo hijo, como él le llamaba; el historiador Orosio, discípulo de Jerónimo y Agustín; el cronista Idacio; San Martín, obispo de Braga, natural de Panonia; Juan de Biclara, cronista preclaro; Leandro, que en Bizancio inspiró a San Gregorio Magno la composición del comentario al libro de Job; Liciano, prelado de Cartagena que, apenas conoció por Leandro esta obra, escribió al célebre Papa felicitándole por ella; Tajón, que habiendo leído los “Morales” de San Gregorio Magno y habiéndolos extractado en sus “Sentencias”, emprende un viaje a Roma para traer a España las obras del insigne Pontífice; y por fin, Braulio, alma y vida del movimiento intelectual del siglo VII.”

    “La monarquía visigoda había llegado a tal esplendor que admitía parangón con la de Bizancio y superaba a la merovingia, a la longobarda y a la anglosajona. Pero en sus postrimerías se debatió en pendencias internas, se corrompió en sus costumbres, olvidó su destino providencial y sucumbió”.
    El traidor que ayuda al enemigo de fuera había de ser el pueblo judío, que al fingir su conversión o al rechazarla, aguardaba el momento propicio para asestar un golpe al Estado teocrático. Recaredo y San Isidoro cometieron el tremendo error político de dejar enquistado en el Estado que acababan de unificar el tumor maligno de las rebeldías, las resistencias y las traiciones.

    ¿Por qué cayó esta poderosa monarquía? Si el pecado individual es causa de desdicha humana, y el pecado social es la explicación del menoscabo y ruina de los Estados, no puede por menos de señalarse como causa primera y decisiva de la caída del reino visigodo el olvido de la ley moral en sus últimos gobernantes.
    Grandes culpas habría de purgar por su incapacidad para constituir un régimen estable y una civilización que, unida a la indisciplina y al desorden acabó dando al traste con el reino que ellos mismos establecieron.
    Última edición por ALACRAN; 21/10/2010 a las 13:58

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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    ALABANZAS DE ESPAÑA:

    72
    LAUS HISPANIAE:
    “Tú eres, oh España, sagrada y madre siempre feliz de príncipes y de pueblos, la más hermosa de todas las tierras que se extienden desde el Occidente hasta la India. ¡Madre España! Tú, por derecho, eres ahora la Reina de todas las provincias, de quien reciben prestadas sus luces no sólo el Ocaso, sino también el Oriente. Tú eres el honor y el ornamento del orbe y la más ilustre porción de la tierra, en la cual grandemente se goza y espléndidamente florece la gloriosa fecundidad de la gente de los godos.
    Con justicia te enriqueció y fue contigo más indulgente la Naturaleza con la abundancia de todas las cosas creadas. Tú eres rica de frutos, en uvas copiosa, en cosechas alegre; te vistes de mieses, te sombreas de olivos, te coronas de vides. Tú, florida de campos, frondosa en tus montes, abundosa en peces de tus costas. Tú, asentada en la región más grata del mundo, ni te abrasas en el ardor estival del sol, ni te entumecen rigores glaciales, sino que, ceñida por templada zona del cielo, te nutres de felices y blandos céfiros.
    Por cuanto tú engendras todo lo que de fecundo producen los campos, todo lo que de valioso las minas, todo lo que de útil y hermoso los seres vivientes. Ni has de ser tenida en menos por aquellos ríos a los que la esclarecida fama de los griegos ennoblece. Ante ti cede el Alfeo en sus caballos y el Clitumno en toros; aunque el sagrado Alfeo haga correr por los espacios a las veloces cuadrigas, para alcanzar las palmas olímpicas, y el Clitumno inmolara antiguamente enormes novillos en los sacrificios del Capitolio.
    Tú, fertilísima en pastos, ni ambicionas los prados de Etruria, ni admiras, pletórica en palmeras, los sotos de Molorco, ni envidias en las carrera de tus caballos los carros de Elis. Tú eres fecunda por tus abundantes ríos, tú amarilleas en torrentes auríferos. Tú, fuente engendradora de caballos. Tú posees vellones teñidos con púrpura indígena que centellean hasta alcanzar rubores tirios. En ti se encuentra la preciosa piedra en el sombrío interior de los montes, que se enciende con resplandor digno del vecino sol.
    Eres, además, rica en hijos, en joyas y púrpura y, al mismo tiempo, fértil en regentes y en hombres que tienen el don de saber mandar, y así eres opulenta tanto para realzar príncipes, como feliz en producirlos. Y por ello, con razón, hace tiempo que la áurea Roma, cabeza de las gentes, te deseó, y aunque el mismo valor romúleo vencedor, primero te desposara consigo, sin embargo, al fin, el floreciente pueblo de los godos, después de innumerables victorias en el orbe, a su vez te arrebató y amó, y ahora te goza entre ínfulas regias y copiosísimos tesoros seguro en la y felicidad de su Imperio.”
    SAN ISIDORO DE SEVILLA (560-636), “Historia de los Reyes Godos” (prólogo)
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  15. #15
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HOMBRES

    ESPIRITUALIDAD DEL ALMA RACIONAL:

    73
    “Rogámoste que nos digas en qué lugar puede estar contenida el alma. Si la contuviera el cuerpo, de mejor calidad sería el cuerpo continente que el alma contenida... Pero es absurdo decir que el cuerpo supera en excelencia al alma; luego el alma es la que contiene, y el cuerpo lo contenido.
    Si el alma rige y vivifica el cuerpo, tiene que contenerle. Y no está limitada por el cuerpo que contiene, a la manera del odre lleno de agua... Está toda interior, toda exteriormente, tanto en la parte mayor del cuerpo como en la menor. Si tocas con el dedo una extremidad del cuerpo, toda el alma siente. Y siendo cinco los sentidos corporales, ella no está dividida en los sentidos: “toda oye, toda ve, toda huele, toda toca, toda gusta”, y cuando mueve el cuerpo de su lugar, ella no es movida.
    Y por eso distinguimos bien tres naturalezas: la de Dios, que ni está en tiempo ni en lugar; la del espíritu racional, que está en tiempo, mas no en lugar; la de la materia, que está en lugar y en tiempo.

    Pero acaso se replicará: “El alma no puede existir fuera del cuerpo: su cantidad está limitada por la de éste”.
    Según eso, sería cada cual más sabio, según fuera más alto y desarrollado de miembros. Pero vemos que no sucede así, porque la cantidad del alma no se mide por la del cuerpo.
    Si el alma es de la magnitud del cuerpo, ¿cómo siendo tan pequeña encierra tan grandes ideas? ¿Cómo podemos contener en la mente las imágenes de ciudades, de montes, de ríos, de todas las cosas creadas del cielo y de la tierra? ¿Qué espacio hay bastante grande para el alma, cuando ella abarca y compendia tantos espacios?
    Pero como no es cuerpo, contiene de un modo (“local no inlocaliter”) todos los lugares. Si un vaso está contenido en otro vaso, el menor será el de dentro, el mayor el de fuera. ¿Cómo, pues, el alma, que tantas grandezas encierra, habría de ser menor que el cuerpo?
    Por eso afirmamos que el alma tiene “alguna” cualidad, pero no cantidad; y Dios, ni cantidad ni cualidad. Como el alma no es igual a Dios, tiene cualidad; como no es cuerpo, carece de cantidad.
    Y creemos con la santa fe católica, que Dios, ser incorpóreo, hizo unas cosas incorpóreas y otras materiales, y sujetó lo irracional a lo racional, lo mortal a lo inmortal.”
    CARTA DE LICINIANO Y DE SEVERO, (OBISPOS DE CARTAGENA Y MÁLAGA) AL DIACONO EPIFANIO.


    CARACTERÍSTICAS DEL PUEBLO GODO:
    74 “...(67) Los pueblos godos son por naturaleza constantes, prontos de ingenio, fiados en la conciencia de sus fuerzas, de grandes arrestos corporales, osados por su prócer estatura, magníficos en su atuendo y en sus gestos, prontos al combate, duros en soportar las heridas conforme canta de ellos el poeta: “Los Getas menosprecian la muerte haciendo gala de sus heridas”. Tan grandes guerras sostuvieron y tan estupenda fue la fortaleza de sus insignes victorias que Roma misma, vencedora de todos los pueblos, se sumó a los triunfos de los godos sometiéndose al yugo de su servidumbre, y la señora de todas las naciones llegó a servirles de criada.
    (68) Les temblaron todas las gentes de Europa, y ante ellos cayeron las defensas de los Alpes. Y la tan decantada barbarie de los vándalos huyó despavorida, no tanto de su presencia como sólo de su renombre. Los alanos fueron aniquilados por el empuje de los godos. Y los suevos, hasta la fecha arrinconados en los picos inaccesibles de los confines de España, acaban de ver su fin en poder de las armas godas, y se vieron privados del reino que poseyeron descuidadamente mucho tiempo, con pérdida todavía más desidiosa y torpe, aunque es mucho de admirar cómo le conservaron hasta ahora en que le perdieron sin intentar resistencia.
    (69) Mas, ¿quién será capaz de describir la grandeza incomparable de la pujanza goda?, pues mientras muchas gentes apenas si pudieron reinar libres a fuerza de ruegos, diplomacia y dádivas, ellos conquistaron la libertad con su empuje más que pidiendo paz, y cuando se les enfrentó la dura necesidad de pelear, echaron mano de sus propios arrestos más que de ruegos? Son dignos de espectáculo en el manejo de las armas y pelean a caballo no sólo con lanzas sino también con dardos; y no sólo a caballo sino también a pie pelean bravamente; prefieren sin embargo el curso veloz de la caballería; de ahí que dijo el poeta: “Va el godo volando en su caballo”.
    (70) Sobremanera les agrada ejercitarse en el tiro de flechas y en la esgrima. A diario celebran justas y torneos. Sólo carecían hasta ahora, en lo que atañe al uso de las armas, del ejercicio del combate naval, que descuidaban; pero en cuanto tomó las riendas del gobierno, por la gracia de Dios, el rey Sisebuto, llevaron a cabo empresas navales, merced a los desvelos del príncipe, con tan acabada perfección y fortaleza y fortuna, que ya no sólo domeñan las tierras sino también los mares con sus armas, y el ejército romano es su tributario, y ve con envidia sirven hoy a los godos tantas gentes y a la misma España.”

    SAN ISIDORO, ‘Historia de los Godos’.

    FIDELIDAD AL REY:

    75
    “Del premio de los que son fieles a los reyes.
    No sólo es inhumano, sino también injusto defraudar a los fieles del premio; y, por tanto, no teniendo por ingrato el mérito de la infidelidad tanto en las cosas divinas como en las humanas, parece digno que miremos por los fieles del rey por sentencia sacerdotal. Por lo cual, a imitación de lo que en el año primero del cristianísimo príncipe nuestro decretó el Santo Concilio, ninguno de los que obedecieren con fiel obsequio y sincero servicio a las voluntades y mandatos del príncipe, y que de toda intención guardaren su salud, o velaren por ella, no sean por los sucesores en el reino expelidos de la dignidad ni de sus posesiones antiguas por causa injusta, sino que aun ahora debe atenderse a la utilidad da cada uno mediante la discreción del príncipe, en el grado que creyere que son necesarios a la patria; será benigno con ellos, sin faltar por esto a los demás la potestad de la gracia, y que de tal modo se lucren de todas las cosas adquiridas justamente, que tengan libre albedrío para dejarlas a quien quisieren, o a quien su voluntad decretare.
    Pero si se mostrare alguno infiel a la cabeza del reino, o inútil para el desempeño de las cosas encargadas por el presente piadosísimo señor nuestro rey Chintila, semejante moderación quede reservada a su clemencia y potestad; pues es una maldad poner en duda el poderío de aquel a quien consta se delegó por juicio más alto el gobierno de todas las cosas. Y si después de su muerte se descubriere que alguno había sido infiel a su vida, carezca de lo que tuviere adquirido por liberalidad suya, debiendo ser confiscado y distribuido entre los fieles.
    CONCILIO VI DE TOLEDO (año 638) Canon XIV.

    76
    “EL REY GLORIOSO FLAVIO ÉGICA. –De la fidelidad que ha de prestarse al nuevo príncipe y de la pena de su transgresión.-
    Como el príncipe, cabeza del reino, toma el cetro y el imperio por voluntad de Dios, no es pequeña la culpa de aquellos que al principio de su elección tardan en jurarle, como es costumbre, la fe real, o si son de oficio palatino desisten de venir a presentarse al nuevo príncipe.
    Más, si algún ingenuo conoce la elevación del príncipe y cuando el que toma (discussor) el juramento llega al territorio donde aquél habita, busca fraudulentamente ocasión de no prestarlo y no quiere obligarse con juramento a conservar la fe real; o aquel que, según dijimos, tuviese oficio palatino y de ninguna manera se presentase ante el rey, entonces la autoridad del príncipe tiene poder absoluto para hacer o juzgar lo que quiera con ellos o con todas sus cosas.
    Pero si, impedido por enfermedad o retenido por alguna acción de utilidad pública, no se presentase ante la vista del rey, cuando llegase a su conocimiento, de cualquier manera que sea, el acontecimiento de la elección real, inmediatamente, por su parte, procure comunicar a la clemencia real la causa que le impide cumplir lo dispuesto en esta ley y manifieste su fe y sinceridad.”
    LIBER IUDICIORUM, II, I, 7.


    LA VIDA Y LA MUERTE:

    77
    “LXI. En esta vida solamente podemos obrar el bien, porque en la otra ya no se espera la obra, sino la paga de merecimientos.
    La vida presente es larga y placentera a los impíos, pero a los ojos de los justos amarga y breve. Y aunque en realidad es breve esta vida, parece, sin embargo, que se hace larga, pues por corto que sea el plazo de tiempo, si para el que vive es corto, para el que ama es, sin duda alguna, largo.
    Quien juzga lo largo de la vida presente, no por su duración, sino por su fin, y así cuan efímera es y mísera, acierta a juzgar con provecho. Por cuanto la presente vida se agota por sus mismos pasos, es breve, pues en su mismo aumento perece cuando lo que aparentemente gana mirando al porvenir lo pierde mirando al pasado.
    Se demuestra asimismo es breve la vida presente en que no perdura, sino que se acaba. La tela se concluye con hilos, y la vida del hombre con sus días respectivos.
    Se pregunta si la vida presente prolongada merece llamarse aumento y no más bien detrimento. Y ¿cómo diremos es aumento lo que por sucesión de las edades viene a parar al menoscabo de la muerte?
    Tú que ansías larga vida, brega tras aquella por la que eres cristiano, esto es: la vida eterna, no la presente, a que para enseñarte descendió la vida eterna, o sea Cristo, el Verbo unido a la carne; porque ésta es vida vital, y la presente nuestra es mortal vida.
    Conviene muera el hombre al mundo en la carne, para que no muera a Cristo el alma; porque entendemos vive cada quien verdaderamente, si muriendo al mundo, se deleita en vivir en sólo Dios.
    Al justo le hastía lo largo de esta vida porque se tarda en llegar a la patria suspirada, y más tarde desecha la fatiga de la vida presente”.
    SAN ISIDORO, ‘Sentencias’ Libro III.


    78
    “XVIII. ...¡Miserable de mí! Me he consumido en el dolor; desfallecieron en el dolor el alma y el cuerpo. La mente es ya vencida, el alma está cercada por el dolor. Sentí muchas cosas intolerables; sufrí muchas cosas acerbas; sobrellevé muchas cosas graves; jamás hasta ahora recibí tan grave y cruel herida; fui oprimido por inopinado golpe; fui herido con instantánea llaga; arrojóme de improviso la calamidad de la vida en tan grande mal; sin preverlo sorprendióme súbita calamidad; me derribaron repentinas contrariedades y muertes.
    ¿Por qué nací, infeliz de mí? ¿Por qué fui echado a esta miserable vida? ¿Por qué, miserable de mí, vi esta luz? ¿Por qué le salió al encuentro a un miserable la aurora de esta vida? ¡Ojalá hubiera salido de este mundo más presto que entré! ¿Por qué motivo, sea cual fuere, dejaría de existir? Mas ¡ay! que la muerte esperada, ansiada, llega tarde a los míseros. ¡Pueda ya, por fin, morir quien de veras lo ansía! Hastío me da vivir, deseo morir; la muerte sola me encanta. ¡Oh muerte, cuán dulce eres para los miserables! ¡Cuán suave para los que viven amargados! ¡Cuán hermosa eres, muerte, para los tristes y afligidos!
    Venga, pues, para el gran mal de la vida, el gran consuelo de la muerte. Sea el término de la vida el fin de tantos males. Dé fin a la miseria el descanso de la sepultura. Y, si no la vida, comience al menos la muerte a apiadarse del miserable.
    La muerte pone fin a todos los males, da finiquito a la calamidad, acaba con toda desventura.
    La muerte, por lo menos, acude al socorro de los miserables; mejor es morir bien que vivir mal; mejor es no ser que ser infelizmente. Comparados con mis miserias, más felices son los muertos que los vivos.
    Os suplico disculpéis mi dolor; excusad, por favor, mi aflicción, dad venia a mi angustia, sed indulgentes con mis dolores; en tan grande aprieto, no os agitéis contra mí.
    Pues lamento mis heridas, deploro mi calamidad, lloro la familiar desolación de mi miseria, desolación grande que acarrea el dolor, no puedo, infeliz de mí, consolarme, porque es insoportable mi dolor, infinita mi aflicción.
    No sana mi herida, no se secan mis lágrimas, no acaba mi dolor. El alma perdió la confianza, ya no puede sufrir más; vencida por las miserias se ha rendido”
    SAN ISIDORO ‘De los sinónimos’ Libro I.


    TIPOS:

    79
    “(Orosio) Es un joven religioso hermano en la Fe, hijo en la edad, compañero en el honor sacerdotal, despierto de ingenio, fácil de palabra, sediento de saber, con el fin de ser un instrumento útil en la casa del Señor”.
    SAN AGUSTÍN ‘Epistola CLXVI’ 2.

    80
    EPITAFIO DE JUSTINIANO, obispo de Valencia (527-548?)
    “Pío preclaro doctor, ágil, facundo, Justiniano, célibe sacerdote y pontífice, construyendo templos de nueva planta y restaurando los antiguos, ornato dio con su palabra a las festividades y con su predicación edificó a los pueblos. Institutor de religiosas vírgenes, tuvo prelacía de monjes. Muchas obras dejó escritas, que aprovecharán a todos los siglos venideros. En cierta isla, rodeada por las aviesas olas del mar, puso admirable dique; y excavando en ella el duro peñasco, hizo surgir una fuente de agua. Éste, al morir, dejó por heredero de todos sus bienes al glorioso mártir de Cristo, Vicente, a quien mucho veneró, rigiendo piadosamente la comunidad de su monasterio. Pasó a mejor vida teniendo cincuenta y cinco años de edad, y de episcopado veinte años y ocho meses, debiendo constarse en el número de los santos”.
    FITA: Boletín Real Acad. de la Historia, XXXVII, 1900, 512.

    81
    EPITAFIO DE SERGIO, obispo de Tarragona (519-554?)
    “Solemne, magnánimo, ingenioso, docto, aquí descansa en este sepulcro el santo Pontífice Sergio. El cual, restaurando las techumbres del sacro templo, construyó no lejos de la ciudad un cenobio de religiosos santos. Tuviéronle por padre los pobres, por tutor los pupilos. Halló consuelo para las viudas, redención para los cautivos, alimento para los aquejados de hambre. Con las lágrimas de la vida penitente y austera se preservó del pestífero ardor de la concupiscencia. Parco en medio de la abundancia, de todos amadísimo, manantial exuberante de bondad, fue rico para socorrer al menesteroso. Cumplió setenta años de su carrera mortal; y en su religiosa vida, quince de órdenes sagradas, que precedieron a los treinta y cinco de su pontificado.”
    FITA: Boletín Real Acad. de la Historia, XXXVII, 1900, 510-511.


    82
    RETRATO DEL REY RECAREDO
    “Núm. 55. – Y conservó Recaredo en paz las provincias que su padre (Leovigildo) ganó en guerra, y las gobernó en justicia y rigió con bondad y mansedumbre. Fue pacífico, manso y de egregia bondad; de tan gracioso rostro era y tal benignidad de ánimo ostentó, que insinuándose en la mente de todos, atrajo hasta a los malos al cariño verdadero a su persona, y tan liberal se mostró que hizo volvieran a sus dueños las riquezas de los particulares y las fincas de las iglesias que la violencia de su padre había adjudicado al fisco; fue tan clemente que a menudo condonaba largamente bondadoso los tributos del pueblo.
    Núm. 56. – Enriqueció a muchos con dádivas, a no pocos ensalzó con dignidades, fiando sus haberes a los pobres y sus tesoros a los menesterosos, persuadido le había sido adjudicado el reino para que lo disfrutara ventajosa y santamente, y así alcanzó dichoso fin tras excelentes comienzos; porque al cabo de su carrera selló con pública confesión de penitencia la fe de legítima gloria que abrazó al principio de su reinado. pasó a mejor vida muy tranquilo, habiendo reinado quince años”.
    SAN ISIDORO, ‘Historia de los Godos’.

    83
    INSCRIPCIÓN DE LAS ESTATUAS DE LOS MÁRTIRES TOLEDANOS COLOCADAS POR WAMBA EN LAS PUERTAS DE TOLEDO
    “Vos, santos nuestros, salvad siempre bajo vuestra fúlgida égida esta ciudad y su pueblo”.

    84
    ALABANZA DE SAN ISIDORO
    “Tus libros nos han enseñado el camino de la casa paterna cuando andábamos errantes por la ciudad tenebrosa de este mundo. Ellos nos dicen lo que somos, de dónde venimos y dónde nos encontramos. Ellos nos hablan de la grandeza de la patria, ellos nos dan la descripción de los tiempos, ellos nos enseñan el derecho de los sacerdotes y las cosas santas, las relaciones y los géneros de las cosas, la disciplina pública y la doméstica, las causas, los nombres de los pueblos, la descripción de las regiones y los lugares, la esencia de todas las cosas divinas y humanas.
    Gloria de España, pilar de la iglesia y gloria esplendorosa que nunca se ha de marchitar.”
    ‘Patrología latina’ LXXXI, 17; Esp. Sagr. XXX, 221.

    85
    ELOGIO DE SANTOS VISIGODOS
    “Esta cruz señala los cuerpos de los santos hermanos Leandro e Isidoro, gloria del Orden episcopal. Con ellos está también Florentina, su hermana, que consagró a Dios su virginidad. Isidoro ocupa el lugar del medio. Quiénes fueron estos varones búscalo, lector, en sus libros. Allí verás que todo lo dijeron bien, que fueron maravillosamente castos, firmes en la esperanza e e inconmovibles en la fe; que por su doctrina creció el número de los fieles y por su celo volvieron al Señor los que vivían en la impiedad. Mira sus imágenes dibujadas en la altura, y tendrás la convicción de que esos varones sublimes vivirán para siempre.”
    ‘Versos sobre el sarcófago de San Isidoro y sus hermanos’.

    86
    LOA A SAN MARTÍN DUMIENSE (515-580)
    “Martino servata novo, Gallicia plaude,
    Sortis apostolicae vir tuus iste fuit.
    Qui virtute Petrum, praebet tibi dogmate Paulum,
    Hinc Jacobi tribuens, inde Joannis opem.
    Pannoniae ut perhibent veniens e parte Quirinis,
    Est magis effectus Galli Sueva Salus“
    De VENANCIO FORTUNATO (536-610).
    Pious dio el Víctor.

  16. #16
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - IDEAS

    RESPETO DE LA IGLESIA ESPAÑOLA A LA ROMANA:

    87
    “Cumple bien Vuestra Santidad el deber de mirar con vigilante solicitud por todas las iglesias y confundir con la divina palabra a los que profanan la túnica del Señor, a los nefandos prevaricadores y desertores execrables...
    Esto mismo pensaba nuestro rey Chintila, y por eso nos congregamos en Concilio, donde recibimos vuestras letras...
    Divino consejo fue, sin duda, que en tan apartadas tierras el celo de la casa de Dios
    inflamase a la vez al Pontífice y al rey... por lo cual damos gracias al Rey de los cielos y bendecimos su nombre con todo linaje de alabanzas. ¿Qué cosa puede haber mayor ni más conveniente a la salvación humana que obedecer a los preceptos divinos y tornar a la vía de salvación a los extraviados? Ni a vuestra corona ha de ser infructuosa la exhortación que nos dirigís de ser más fuertes en la defensa de la fe y encendernos más en el fuego del Espíritu Santo. No estábamos tan dormidos ni olvidados de la divina gracia...
    Si alguna tolerancia tuvimos con los que no podíamos someter a disciplina rígida, fue para amansarlos con cristiana dulzura y vencerlos con largas y asiduas predicaciones. No creemos que sea daño dilatar la victoria para asegurarla más. Y aunque nada de lo que Vuestra Santidad dice en reprensión nuestra nos concierne, mucho menos aquel texto de Ezequiel o de Isaías: -Canes muti non valentes latrare-, porque atentos nosotros a la custodia de la grey del Señor, vigilamos día y
    noche, mordiendo a los lobos y aterrando a los ladrones, porque no duerme ni dormita en nosotros el Espíritu que vela por Israel.
    En tiempo oportuno hemos dado decretos contra los prevaricadores; nunca interrumpimos el oficio de la predicación, y para que Vuestra Santidad se convenza de ello, remitimos las actas de este Sínodo y de los pasados.
    Por tanto, beatísimo señor y venerable Papa, con la veneración que debemos a la Silla apostólica, protestamos de nuestra buena conciencia y fe no simulada. No creemos que la funesta mentira de algún falsario encuentre por más tiempo cabida en vuestro ánimo ni que la serpiente marque su huella en la piedra de San Pedro, sobre la cual Cristo estableció su Iglesia...
    Rogámoste finalmente, ¡oh tú, el primero y más excelente de los Obispos!, que cuando dirijas al Señor tus preces por toda la Iglesia te dignes interceder por nosotros, para que con el aroma del incienso y de la mirra sean purificadas nuestras almas de pecado, pues harto sabemos que ningún hombre pasa este mar sin peligro.”
    SAN BRAULIO (590-651) ‘Carta al Papa Honorio’.


    CATOLICIDAD DE RECAREDO:

    88
    “Núm. 53.- Reúne un Sínodo de obispos de diversas provincias de España y de las Galias para condenar la herejía arriana, y a él asiste en persona el mismo príncipe religiosísimo, y confirma sus actas con su presencia y rúbrica, abjurando con todos los suyos la perfidia que hasta entonces había aprendido el pueblo godo del heresiarca Arrio; predica, pues, la unidad de las tres personas en Dios, que el Hijo es engendrado consustancialmente del Padre, y que el Espíritu Santo procede inseparablemente del Padre y del Hijo, y que es uno el Espíritu de ambos por donde los tres son uno”.
    SAN ISIDORO ‘Historia de los Godos’. Declaración de fe de Recaredo

    89
    “Presente está aquí toda la ínclita raza de los godos, la cual, puesta de acuerdo conmigo, entra en la comunión de la Iglesia Católica, siendo recibida por ella con cariño maternal y entrañas de misericordia... Es mi deseo que así como estos pueblos han abrazado la Fe por nuestros cuidados, así permanezcan firmes y constantes en la misma.”
    Abjuración de Recaredo

    90
    “No creo que ignoraréis, reverendísimos sacerdotes, que os he convocado para restablecer la disciplina eclesiástica; y ya que en los últimos tiempos la herejía que amenazaba a la Iglesia Católica no permitió celebrar Sínodos, Dios, a quien plugo que apartásemos este tropiezo, nos avisa y amonesta para que reparemos los cánones y costumbres eclesiásticas. Sírvaos de júbilo y de alegría ver que por favor de Dios vuelve, con gloria nuestra, la disciplina a sus antiguos términos. Pero antes os aconsejo y exhorto a que os preparéis con ayunos, vigilias y oraciones, para que el orden canónico, perdido por el transcurso de los tiempos y puesto en olvido por nuestra edad, torne a manifestarse por merced divina a nuestros ojos”

    “No creemos que se oculta a Vuestra Santidad por cuánto tiempo ha dominado el error de los arrianos en España, y que no muchos días después de la muerte de nuestro padre (Leovigildo) nos hemos unido en la Fe católica, de lo cual habéis recibido gran gozo. Y por esto, venerandos Padres, os hemos congregado en Sínodo, para que deis gracias a Dios por las nuevas ovejas que entran en el redil de Cristo. Cuanto teníamos que deciros de la fe y esperanza que abrazamos, escrito está en el volumen que os presento. Sea leído delante de vosotros y examinado en juicio conciliar, para que brille en todo tiempo nuestra gloria, iluminada por el testimonio de la fe”.
    Discursos de Recaredo en el III Concilio de Toledo (año 589)

    91
    “Qué diré yo, en el tremendo día, al Juez Supremo, cuando me presente con las manos vacías, y tú aparezcas conduciendo toda una grey de fieles que por ti han alcanzado la verdadera Fe?”
    CARTA DEL PAPA GREGORIO MAGNO A RECAREDO (después de serle comunicada su conversión).


    MÁRTIRES:

    92
    «Aliéntate, alma fiel; regocíjate, confesor de la Divinidad, en los agravios que padeces por Jesucristo, como se regocijaban los apóstoles en los azotes y cadenas. Mira postrado el dragón bajo tus pies vencedores…
    Levanta los ojos al cielo: mira el ejército de los mártires, que tejen de sus mismos laureles la corona de tu victoria…
    Mira cuán breve es tu dolor y cuán larga la eternidad del premio…
    Mujer era la madre de los Macabeos; mas, por verse con la fuerte ayuda de Dios, tuvo valor para asistir, inmóvil columna, al martirio de sus siete hijos y animarlos ella misma a la muerte. De ellos se privó con fortaleza, y ahora los ve radiantes, a su lado, con coronas que no les caerán de las sienes eternamente…
    Dios es quien te formó en las entrañas de tu madre; Dios quien creó tu espíritu como todas las demás cosas de este mundo; Dios quien te adornó con la razón y el entendimiento. ¿Podrás negarle el martirio que te pide? ¿Te atreverás a resistir con daño propio al ansia que tiene de glorificarte?…
    La tierra, el sol, la luna, las estrellas, las hechuras más hermosas de este mundo, todas han de acabar; tú solo puedes vivir eternamente… ¡Qué delicia cuando veas con tu alma a Jesucristo y sepas que lo has de ver algún día con tu misma carne!»

    «El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son un Dios solo; pero el Hijo encarnó, y no el Espíritu Santo ni el Padre. Así en nosotros, aunque el alma sea una y el entendimiento esté en ella, y sea ella misma, una cosa obra el alma y otra el entendimiento; y la vida es propia del alma, y el conocer propio del entendimiento, a la manera que en un mismo rayo del sol hay calor y luz, aunque no pueden separarse, el calor es el que calienta y la luz la que ilumina, y el calentar es propio del calor y no de la luz, y el alumbrar, propio de la luz y no del calor… Cuando uno tañe la cítara, tres cosas concurren a formar el sonido: el arte, la mano y la cuerda. El arte dicta, la mano tañe y la cuerda suena, y con ser tres cosas que concurren a un mismo efecto, la cuerda sola es la que da el sonido. Así es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: cooperaron en la Encarnación; pero sólo encarnó el Hijo.»
    CARTA DE HONORATO ANTONINO, obispo de Constantina, alentando a varios católicos hispanos martirizados por los vándalos arrianos (siglo V).


    CONVERSIÓN DE LOS SUEVOS:

    93
    «No alcanza mi lengua a decir tan extrañas virtudes. Estaba gravemente enfermo el hijo de Charrarico, rey de Galicia..., y en aquella región había gran peste de leprosos. El rey, con todos sus vasallos, seguía la fétida secta arriana. Pero, viendo a su hijo en el último peligro, habló a los suyos de esta suerte: 'Aquel Martín de las Galias que dicen que resplandeció en virtudes, ¿de qué religión era? ¿Sabéislo?' y fuele respondido: 'Gobernó en la fe católica su grey, afirmando y creyendo la igualdad de sustancias y omnipotencia entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, y por eso hoy está en los cielos y vela sin cesar por su pueblo.' Repuso el monarca: 'Si verdad es lo que decís, vayan hasta su templo mis fieles amigos, llevando muchos dones, y si alcanzan la curación de mi hijo, aprenderé la fe católica y seguiréla.' Envió, pues, al sepulcro del santo tanta cantidad de oro y de plata como pesaba el cuerpo de su hijo, pero quedaba en el pecho del rey amor a la antigua secta, y por eso no logró la merced que pedía.
    Y, volviendo los enviados, le contaron las maravillas que presenciaron en la tumba del beato Martín, y dijeron: 'No sabemos por qué no ha sanado tu hijo.' Pero él, entendiendo que no sanaría hasta que confesase la divinidad del Verbo, labró un templo en honor de San Martín, y exclamó: ‘Si merezco recibir las reliquias de este santo varón, creeré cuanto predican los sacerdotes’.
    Y tornó a enviar a sus criados con grandes ofrendas, para que pidiesen las reliquias. Ofreciéronselas, según costumbre; pero ellos replicaron: 'Danos licencia para ponerlas aquí y tomarlas mañana.' Y, tendiendo sobre el sepulcro un manto de seda, en él colocaron las reliquias, después de besarlas, diciendo: 'Si hallamos gracia cerca del Santo Patrono, pesarán mañana doble y serán puestas para bendición, buscadas por fe.'
    Velaron toda aquella noche, y a la mañana volvieron a pesarlas, y fue tanta la gracia del santo, que subieron cuanto pudo demostrar la balanza. Levantadas con gran triunfo las reliquias, llegaron las voces de los que cantaban a oídos de los encarcelados de la ciudad, y, admirando lo suave de aquellos sones, preguntaban a los guardas cuál fuese la ocasión de tanto júbilo. Ellos dijeron: 'Llevan a Galicia las reliquias de San Martín, y por eso son los himnos.' Lloraban los presos invocando a San Martín para que los librase de la cárcel. Aterráronse y huyeron, impelidos por fuerza sobrenatural, los guardas; rompiéronse las cadenas, y aquella multitud salió libre de las prisiones para besar las santas reliquias y dar gracias a San Martín, que se dignó salvarlos... Y, viendo este prodigio, los que llevaban las reliquias alegraronse mucho en su corazón y dijeron: 'Ahora conocemos que se digna el santo obispo mostrarse benévolo con nosotros pecadores.'
    Y entre acciones de gracias, navegando con viento próspero, al amparo celeste, mansas las ondas, reposados los vientos, pendientes las velas, tranquilo el mar, aportaron felizmente a Galicia. El hijo del rey, milagrosamente y del todo sano, salió a recibir aquel tesoro... Entonces llegó también de lejanas regiones, movido por divina inspiración, un sacerdote llamado Martín... El rey, con todos los de su casa, confesó la unidad de Padre, Hijo y Espíritu Santo y recibió el crisma. El pueblo quedó libre de la lepra hasta el día de hoy y todos los enfermos fueron salvados... Y aquel pueblo arde ahora tanto en el amor de Cristo, que todos irían gozosos al martirio si llegasen tiempos de persecución.»
    ‘De miraculis Sancti martini Turonensis’, cap. XI, lib. I


    94
    “A los gloriosísimos señores Santos y a mis fortísimos Patronos, después de Dios, los Santos Mártires Justo y Pástor, así como a Santa María y al obispo San Martín, a los cuales está dedicada la basílica o monasterio situado junto al riachuelo llamado Molina, al pie del monte Irago, en los confines del Vierzo, fundado por tí, el abad Fructuoso, yo el rey Chindasvinto y la reina Reciverga.
    Nada se conoce de cuanto tienen las criaturas terrenas y celestes, que no sea creado por el Dios de los cielos o de lo que El no disponga para su gobierno; por tanto, todas las cosas nacen de su obra y están ordenadas por Él. ¿Qué podemos ofrecer dignamente a Dios si de Él recibimos el soplo de la vida? Sin embargo, Él promete satisfacerse con el sacrificio de humildad, y esta esperanza que hemos recibido de su mano nos alegra con gratísima devoción.
    Nuestro Señor Jesucristo, que es generoso con buena voluntad y ama verdaderamente la buena generosidad, nos da el mandato, siguiendo los derechos eclesiásticos, y traza el camino a los hombres antiguos: seguir las huellas de nuestro redentor y vivir cumpliendo los preceptos con buen ánimo; mostrando tales advertencias para los que estuviésemos errantes cuando temerariamente ciegos en las tinieblas de la muerte les ilumine la luz de la gracia y vayamos por el camino que conduce a este Señor y Rector de la vida; para lo cual nos entregó sus mandamientos saludables. Y que el cumplimiento de sus mandatos logra la vida eterna, lo prueba Aquel que dice: ‘Si quieres venir a la vida, obedece los mandamientos’ y también: ‘Si hiciéseis lo que os mando seréis no mis siervos, sino mis amigos’; pues a los cumplidores de sus mandamientos, por toda ofrenda, Éste les hace firmes y fortísimos en su fe y ricos en su temor; pues todos los bienes que concede a sus fieles hace que formen parte de su gran temor, según está escrito: ‘La sabiduría del príncipe es el temor del Señor’, y repite: ‘El temor del Señor es principio de la religiosidad’. Pues del temor del Señor nace el fruto del Espíritu Santo, que es el esplendor de toda religión; de donde nace de este temor del Señor la generosidad y de vuestra veneración la honra.
    Según los decretos de la disciplina católica y apostólica y según lo establecido en los cánones sagrados, después de examinado con buena deliberación, establecemos con todos en Cristo para el orden santo el decreto referente a la venerable iglesia edificada en este lugar por las benditas manos de vuestro señor el santísimo abad Fructuoso, nacido de estirpe regia, así como a este lugar arriba mencionado, a tus grandes y amplias heredades, pues no parece conveniente falte nuestra autoridad real.
    Pues conocemos este monasterio mencionado, llamado Compludo, en honor de los santos mártires Justo y Pástor, cuyo patrocinio confiamos nos ayude, concedemos, aseguramos y damos a este monasterio de Compludo mencionado y a ti el santísimo abad Fructuoso, en representación de los monjes, anacoretas, ermitaños y de todos los que allí sirven a Dios, estos montes y valles íntegramente, con estos límites...
    Damos, concedemos y confirmamos estos montes y valles íntegramente, con los términos indicados y todo lo que en ellos se encierra. Ofrecemos vasos de altar, un cáliz de plata y patena; una cruz de plata, igualmente dorada; todos los vestidos del altar completos, tanto los frontales como los principales; un instrumento de bronce fundido, que al ser tocado deja oír modulación. También ofrecemos al tesoro de la iglesia libros eclesiásticos, a saber: el Salterio, los Diálogos y la Pasión.
    Mas si alguno en adelante y en los tiempos que en este mundo vengan, sea pontífice de la iglesia, conde, juez, príncipe, abad, monje, presbítero, lego u hombre de cualquier género u orden, así como otro cualquiera, infringiese este decreto nuestro confirmado o realizase cualquier intento de conculcar su contenido, o atrevido quisiese invadir y alzar con temeraria presunción, o quisiese arrancar este lugar o iglesia de vuestra gloria de la tradición monástica o de la constitución de la santa regla e intentase ir contra el documento apostólico y el precepto de los Padres, que está decretado sobre esto: quienquiera que fuese, sea anatematizado en la presencia de Dios padre omnipotente y de sus santos Ángeles; sea condenado y castigado con la pena eterna en la presencia de Nuestro Señor Jesucristo y de sus santos Apóstoles; sea también excomulgado en la presencia del Espíritu Santo y de sus mártires y castigado con esta doble perdición, para que salga también de este siglo como Datán y Abirón, a los que se sabe que el infierno tragó vivos en la tierra, y sufra las penas del tártaro, atormentado eternamente como Judas traidor a Cristo; y, además, pague por mi orden y la vuestra a este monasterio el duplo o el triplo.
    Hecha la carta de testamento el día 15 de las calendas de noviembre de la Era 684. Yo, el rey Chindasvinto, confirmo este testamento. Yo, la reina Reciverga, confirmo este testamento. Yo, Eugenio, metropolitano de la iglesia de Toledo, lo confirmo. Candidato, obispo de Astorga, lo confirmo. Vasconio, obispo de Lugo, lo confirmo. Odoagio, conde de la cámara lo confirmo. Paulo, conde de los notarios, lo confirmo. Evancio, conde de los coperos, lo confirmo. Riquila, conde de los patrimonios, lo confirmo. Eumenfredo, conde de los espatarios, lo confirma. Fugitivo, abad. Euricio, abad, Ildefonso, abad, Sempronio, abad etc.
    ‘Donación del rey Chindasvinto al monasterio de Compludo’ (año 646)


    - IDEAS POLÍTICAS

    APOLOGÍA DE LA UNIÓN:

    95
    “Adonde quiera que llego nada tengo que temer; soy romano entre los romanos, cristiano entre los cristianos, hombre entre los hombres. La igualdad en las leyes, en las creencias y en el nacimiento, me protege y en todas partes encuentro una patria”.
    OROSIO (383-420), ‘Historias’, lib. V, cap. 2.


    EXALTACIÓN DE LA UNIDAD:

    96
    «La novedad misma de la presente fiesta indica que es la más solemne de todas... Nueva es la conversión de tantas gentes, y si en las demás festividades que la Iglesia celebra nos regocijamos por los bienes ya adquiridos, aquí por el tesoro inestimable que acabamos de recoger. Nuevos pueblos han nacido de repente para la Iglesia; los que antes nos atribulaban con su dureza, ahora nos consuelan con su fe.
    Ocasión de nuestro gozo actual fue la calamidad pasada. Gemíamos cuando nos oprimían y afrentaban; pero aquellos gemidos lograron que los que antes eran peso para nuestros hombros se hayan trocado por su conversión en corona nuestra... Extiéndese la Iglesia católica por todo el mundo; constitúyese por la sociedad de todas las gentes... A ella pueden aplicarse las palabras divinas: ‘Multae filiae congregaverunt divitias, tu vero supergressa es universas...’ Alégrate y regocíjate, Iglesia de Dios; alégrate y levántate, formando un solo cuerpo con Cristo; vístete de fortaleza, llénate de júbilo, porque tus tristezas se han convertido en gozo, y en paños de alegría tus hábitos de dolor. Con tus peligros medras, con la persecución creces, y es tu Esposo tan clemente, que nunca permite que seas depredada sin que te restituya con creces la presa y conquiste para ti tus propios enemigos... No llores, no te aflijas porque temporalmente se apartaron de ti algunos que hoy recobras con grande aumento. Ten esperanza y fe robusta, y verás cumplido lo que fue promesa.
    Puesto que dice la verdad evangélica: Oportebat Christum mori pro gente, et non tantum pro gente, sed ut filios Dei qui erant dispersi, congregaret in unum... Sabiendo la Iglesia, por los vaticinios de los profetas, por los oráculos evangélicos, por los documentos apostólicos, cuán dulce sea la caridad, cuán deleitable la unión, nada predica sino la concordia de las gentes, por nada suspira sino por la unidad de los pueblos, nada siembra sino bienes de paz y caridad. Regocíjate, pues, en el Señor, porque has logrado tu deseo y produces los frutos que por tanto tiempo, entre gemido y oración, concebiste; y después de hielos, de lluvias, de nieves, contemplas en dulce primavera los campos cubiertos de flores y pendientes de la vid los racimos...
    Lo que dijo el Señor: ‘Otras ovejas tengo que no son de este redil, y conviene que entren en él para que haya una grey sola y un solo Pastor’, ya lo veis cumplido. ¿Cómo dudar que todo el mundo habrá de convertirse a Cristo y entrar en una sola Iglesia? Praedicabitur hoc Evangelium regni in universo orbe, in testimonium omnibus gentibus...’ La caridad juntará a los que separó la discordia de lenguas... No habrá parte alguna del orbe ni gente bárbara a donde no llegue la luz de Cristo... ¡Un solo corazón, un alma sola!... De un hombre precedió todo el linaje humano, para que pensase lo mismo y amase y siguiese la unidad...
    De esta Iglesia vaticinaba el profeta diciendo: ‘Mi casa se llamará casa de oración para todas las gentes y será edificada en los postreros días la casa del Señor en la cumbre de los montes, y se levantará sobre los collados, y vendrán a ella muchos pueblos, y dirán: Venid, subamos al monte del Señor y a la casa del Dios de Jacob’. El monte es Cristo, la casa del Dios de Jacob es su Iglesia: allí se congregarán todos los pueblos. Y por eso torna a decir Isaías: ‘Levántate, ilumina a Jerusalén, porque viene tu luz, y la gloria del Señor ha brillado para ti; y acudirán las gentes a tu lumbre, y los pueblos, al resplandor de tu Oriente. Dirige la vista en derredor y mira: todos ésos están congregados y vinieron a ti, y los hijos de los peregrinos edificarán tus muros, y sus reyes te servirán de ministros’...»
    SAN LEANDRO, Homilia en el III Concilio de Toledo (año 589)


    EL REINO:

    97
    “I. El reino se llama así de los reyes, pues igual que los reyes son denominados de esta manera porque rigen, el reino lo es por los reyes. 4. Los reyes son así llamados porque rigen, como los sacerdotes lo son porque santifican, así los reyes de regir; pues no rige quien no corrige. Pues si se obra rectamente se tiene el nombre de rey, pecando se pierde. De donde nació el viejo proverbio: ‘Rey serás si obras rectamente; si no lo haces no lo serás’. 5. Las virtudes del rey son principalmente dos: la justicia y la piedad; muy laudable es en los reyes la piedad, pues la justicia es de por sí severa”.
    SAN ISIDORO, ‘Etimologías’ IX, 3, I, 4-5.


    JUSTICIA DE LOS PRÍNCIPES:

    98
    “XLIX. Quien rectamente administra el poder del reino ha de portarse con todos de manera que cuanto más campea en sublime dignidad tanto más en su mente se humille proponiéndose el ejemplo de la llaneza de David, que no se engrió de sus méritos, sino que abatiéndose humilde dijo: ‘Como plebeyo andaba, y ante Dios que me escogió apareceré todavía más llano’ (II Reg., VI, 22).
    Quien rectamente usa el poder del reino asienta el dechado de justicia con hechos más que con palabras. Ese tal no se engríe con prosperidad alguna, ni le trastorna la adversidad; no fía en sus propias fuerzas, ni su corazón se aparta del Señor. Preside en el alto sitial del reino con campechana llaneza; no le complace la maldad, ni le inflama la codicia o liviandad; sin urdir engaño a nadie sabe hacer rico al pobre y lo que lícitamente podría recabar de los pueblos sabe a menudo con misericordiosa clemencia condonarlo.

    Concedió a los príncipes Dios el mando para gobernar a los pueblos, y quiso mandasen a aquellos con quienes tienen idéntico modo de nacer y morir. Debe ser útil, no nocivo, a los pueblos el principado, ni oprimir mandando, sino ayudar condescendiendo, para que sea de verdad provechoso el distintivo del poder y se sirvan del don de Dios en defensa de los miembros de Cristo. Porque miembros de Cristo son los pueblos fieles, y al gobernarles óptimamente con la potestad que reciben, pagan al dador de toda dignidad, correspondencia, en verdad, adecuada.
    El buen rey más fácilmente se torna del delito a la justicia que se trueca o se deja deslizar de la justicia al delito; para que te des cuenta, hay en esto último un infortunio y en lo primero una intención o propósito. Debe siempre tener el propósito de no apartarse jamás de la verdad; y si accidentalmente flaquea, repóngase al punto.”
    SAN ISIDORO, Las ‘Sentencias’, Libro III.


    PACIENCIA DE LOS PRÍNCIPES:

    99
    “L. Sabe disimular a menudo el príncipe justo hasta los desmanes de los malos, no que apruebe su maldad, sino que aguarda oportunidad para corregirla, cuando buenamente puede enmendar o castigar sus desórdenes.
    Muchos son descubiertos reos de conjuración contra los príncipes, pero queriendo probar Dios la clemencia de éstos, permite urdan el mal los rebeldes y no abandona a los caudillos. De la maldad de aquéllos saca bien para éstos, al disponer perdonen con admirable paciencia las culpas de los otros.

    Devolver mal por mal es correspondencia de justicia, pero el que añade la clemencia a la justicia no devuelve mal por mal a los culpables, sino que responde y otorga bien por mal a las ofensas.
    Dificultoso es vuelva pie atrás el príncipe si se dejó enredar en las mallas de los vicios. Porque los pueblos cuando pecan temen al juez, y las leyes les refrenan del pecado; mas los reyes, si no se refrenan por el sólo temor de Dios y aprehensión del infierno, desbocados se lanzan al precipicio y por el despeñadero del libertinaje se precipitan en toda sentina de vicios.

    Cuanto alguien está encumbrado en superior categoría tanto mayor peligro corre, y cuanto uno está más elevado en honor de gloria, tanto más pecará si flaquea. Porque los poderosos serán eternamente atormentados (Sap. VI, 7). A quien, pues, más se le confía, más se le exige, aun con aumento de penas.

    Los reyes fácilmente edifican o trastornan con sus ejemplos la vida de los súbditos; no conviene, por tanto, falte el príncipe, para que la libertad sin coercitivo de su pecado no pase a ser norma de transgresión; porque el rey que cae en vicios, a punto muestra el sendero del yerro, conforme se lee de Roboán, que pecó e hizo pecar a Israel (Eccli., XLVII, 29).
    Y así como algunos obran lo que a Dios agrada, a ejemplo de los buenos príncipes, muchos, por el contrario, van fácilmente tras los malos ejemplos de los mismos. Porque muchos que viven con malvados príncipes son malos más por necesidad que por apego al mal, al obedecer sus impías órdenes; algunos, empero, listos a seguir el mal ejemplo del rey, son tardos para imitarlos en el bien.

    A menudo, en lo que los malos reyes pecan se justifican los buenos al corregir la codicia y maldad de los predecesores; porque en realidad participarían de sus pecados si éstos últimos retienen lo que los últimos robaron.
    Menester es participe en el castigo quien imita el pecado; y no será menos atormentado quien igualmente erró y fue vicioso"
    SAN ISIDORO, Las ‘Sentencias’, Libro III.


    LOS PRELADOS O GOBERNANTES:

    100
    “XLVIII. El varón justo se despoja de todo poder secular, y si alguno le liga, no se deja dominar por él para entonarse soberbio, sino que le sojuzga a sí hasta aparecer entre todos el más humilde. Pruébase lo dicho con el ejemplo del Apóstol, que teniendo poder no usó de él ni en lo que parecía conveniente, sino que, pudiendo servirse, renunció, sin embargo, a su derecho y se mostró como pequeño en medio de aquellos a quienes presidía (I Thes., II, 6 y 7).
    Quien con tozudo empeño brega por conquistar honores del siglo y prosperidades del mundo, hállase falto de sosiego aquí y en el futuro, y tanto más le abruma la mole de pecados cuanto más vacío se halla de buenas obras.
    Cuanto es uno más encumbrado en dignidad de honra mundanal, tanto más carga sobre él el peso de solicitudes sin cuento, a las que vive esclavo del alma y pensamiento más que autorizado al verse en tan alta jerarquía. Porque, como dice un santo Padre (San Gregorio Magno, Lib XXXVIII): ‘Todo lo que sobresale, más pesadumbre que honores acarrea’.

    Cuanto más uno se engolfa en cuidados mundanales, tanto más fácilmente le dominan los vicios; porque si apenas puede evitar los pecados el ánimo en sosiego, ¿cuánto menos enredado en quehaceres del mundo?
    No es a priori toda señal de poder; será útil de verdad si bien se desempeña cuando beneficia a los súbditos a quienes preside por terrenos honores. Bueno es el poder otorgado por Dios para refrenar el mal con el temor, no para perpetrarlo temerariamente. Porque no hay peor cosa que tomarse la libertad de pecar con ocasión de la autoridad, ni mayor desventura que el poder de obrar mal.
    Quien en el siglo manda con rectitud, reina sin fin para siempre y pasa de la gloria de este mundo a la eterna; los que, por el contrario, malvadamente reinan, después de haber brillado con rozagante atuendo y brillantes preciosísimos, bajan desnudos y miserables a los infiernos para ser en ellos atormentados.

    Los reyes se llaman reyes de ‘rectamente haciendo’; adquieren, por tanto, el nombre obrando con rectitud, y lo pierden pecando. Y así vemos que en las Sagradas Escrituras son llamados reyes los santos varones porque obran rectamente y rigen con acierto sus propios sentidos y sojuzgan con discreción razonable los ímpetus rebeldes. Con razón, pues, se llaman reyes los que acertaron a mejorarse a sí propios y a sus subordinados con buen gobierno.
    Algunos truecan el nombre de mando en crueldad inhumana, y una vez encaramados en el poder, al punto se lanzan en abierta apostasía, y se hinchan de orgullo en tal grado que vilipendian a todos sus súbditos careándolos consigo, y no llegan a conocer a sus gobernados. A esos tales les dice muy a punto el autor sagrado: ‘¿Te nombraron jefe? No te entones, sino pórtate como un camarada’ (Eccli. XXXII, 1).
    Al verse los reyes sublimados a los demás, conozcan, sin embargo, que son mortales, ni paren mientes en la gloria que en esta vida les ocupa, sino en las obras que por ventura arrastran consigo a los infiernos.

    Si pues se han de ver privados de la gloria de esta vida, emprendan obrar lo que les quede sin después de ella.
    Y pues dice el Apóstol: ‘No hay potestad que no venga de Dios’ (Rom., XIII, 1) ¿cómo dice el Señor por el profeta, de ciertas potestades: ‘Reinaron ellos, mas no por mí’ (Os., VIII, 4)? ; como si dijera: no de mi agrado, sino que de ello estoy en extremo irritado. Así añade más abajo por el mismo profeta: ‘Te daré en mi furor un rey’ (Os., XIII, II). En este paso aparece más claro cómo la mala y buena potestad es ordenada por Dios: la buena por Dios propicio, y la mala por Dios irritado.
    Cuando los reyes son buenos, don de Dios son; cuando son malos, fruto son de los crímenes del pueblo; porque conforme al merecimiento de las muchedumbres se dispone la vida de los gobernantes, según dice Job: ‘Dios hace reine el hipócrita a causa de los pecados del pueblo’ (Job, XXXIV, 30). Movido, pues, Dios de ira, les cae a los pueblos el rector que se merecen por su pecado. A veces ocurre que hasta los reyes cambian por la malicia las plebes, y así los que antes parecían buenos, afianzados en el reino se vuelven malvados”.
    SAN ISIDORO, Las ‘Sentencias’, Libro III.


    DE LOS CIUDADANOS:

    101
    “2. Los ciudadanos son llamados así porque viven reunidos en uno, para que la vida común sirva de ornato y protección...
    5. El pueblo es una muchedumbre humana, reunida por consentimiento de derecho común y concorde. El pueblo se distingue de la plebe en que en el pueblo se cuentan todos los ciudadanos, incluidos los señores de la ciudad. 6. El pueblo es, pues, toda la ciudad; pero el vulgo forma la plebe. La plebe es llamada así de la pluralidad; pues es mayor el número de los menores que el de los señores.
    SAN ISIDORO, ‘Etymologias’ IX, 4.


    GOBIERNO DE LAS PROVINCIAS:

    102
    “El rey (ostrogodo) Teodorico a Ampelio y Liberia (entre 510-525, apróx.)–
    Yo los envío a España para que repriman con la autoridad de las leyes, ya a los homicidas, ya a los que exigen el dinero público porque oprimían las haciendas con el gravamen de los pesos de los pequeños propietarios territoriales, ya finalmente a todos los profesionales en hurtos y malas acciones.
    I. Conviene que las provincias sujetas a nuestro mando, con el auxilio de Dios, sean regidas por leyes y buenas costumbres; porque verdaderamente sólo es digna de hombres aquella vida que se contiene en normas de derecho. El vivir al acaso es, en efecto, costumbre de las bestias; que mientras dan un rodeo para arrebatar algo, sucumben por su imprudente temeridad. Finalmente, el sabio labrador limpia su campo de frondosas zarzas; porque es un gran mérito del cultivador que se produzcan dulcísimos frutos en un suelo agreste. Así, el descanso suave del pueblo y la disposición tranquila de las regiones es un pregón que habla en favor de los gobernantes.
    2. Hemos recibido quejas de que en la provincia de España, y esto es el mayor crimen de los hombres, por una vaga presunción, se siegan las vidas de los hombres y muchos sufren la muerte por leves causas; de modo que en una mala paz, como por juego, mueren tantos cuantos apenas podrían morir a causa de guerras. Además, las fortunas de los ciudadanos son obligadas a tributar, no según los libros públicos, como es costumbre, sino según el capricho de los recaudadores; lo cual es, evidentemente, un modo de depredación: tener que dar según la voluntad de aquel que se apresura a exigir más para su comodidad.
    3. Nosotros, queriendo proveer a esta cosa con nuestra real providencia, hemos creído que vuestra sublimidad debía ser destinada con jurisdicción en toda España, para que, con vuestras nuevas órdenes, no puedan prevalecer las viejas prácticas. Pero, como es costumbre de los médicos, tributemos los remedios urgentes a las enfermedades más graves y así empiece nuestra curación por lo que conocemos representa mayor peligro. Mandamos que los homicidios sean reprimidos por la autoridad de la ley, y cuanta mayor sea la pena, tanto más debe hacerse para la averiguación del delito: para que no parezca que los inocentes sufren la persecución por un afán de venganza. Así, pues, mueran para corrección de muchos sólo los culpables, puesto que también es un género de piedad corregir el crimen en su comienzo, para que no se fortalezca aumentando.
    4. Se dice que los recaudadores de la Hacienda, por el gravamen de los pesos de tal modo oprimen los patrimonios de los propietarios, que no parece exacción sino botín. Para que se quite toda ocasión al fraude, mandamos que la libra de nuestra cámara, que ahora se os da a vosotros, sea dada a todos los que desempeñen funciones públicas. Pues ¿qué cosa puede ser más desagradable que haya lugar a sospechar que se peca hasta en la cualidad de la balanza? ¿Que lo que se dio en justicia se sepa que ha sido corrompido por el fraude?
    5. A los arrendatarios de los ‘domus regia’, en cualquier parte que residan, después de liquidado escrupulosamente, mandamos que paguen solamente lo que está establecido que paguen nuestros presidios. Y para que a nadie le parezca ingrato su trabajo, queremos que establezcáis con equidad salarios para ellos, según la cualidad de la cosa arrendada, pues no deben ser dichos campos nuestros, sino de ellos, si por voluntad del arrendatario llegará el término de la pensión.
    6. Os mandamos también que averigüéis diligentemente lo que hay acerca de los cánones de los de Ultramar, pues se nos denuncia que hay en ello un gran fraude para los intereses públicos y que establezcáis un número según la cualidad de los derechos; porque es un remedio útil contra los fraudes conocer lo que se introduce.
    7. Hemos sabido que los monetarios, establecidos especialmente para servicio público, se han convertido hasta serlo para ganancia de los particulares: que se quite este vicio y sean aplicados a las funciones públicas en la medida de sus fuerzas...
    CASIODORO (485-580) ‘Variarum’, V, 39.


    LOS ENEMIGOS:

    103
    “Que la ley triunfa de los enemigos.- Comprobadas estas cosas en la paz doméstica, y eliminada toda la peste de desavenencias, primeramente de los príncipes, segundo de los ciudadanos, después de los pueblos y de la casa, se ha de salir al encuentro de los enemigos en las cosas externas con fe y energía, con tanta fe y esperanza en la victoria cuanto que no habrá nada que pueda ser temido en las internas. Porque fundida toda la masa de las plebes en estado saludable con el aceite de la paz y el vino de las leyes, sacará contra los enemigos los miembros invictos y por consiguiente ilesos, y se opondrán las lanzas apoyadas por leyes justas. Y los varones estarán protegidos más por la equidad que por la lanza; para que el príncipe dirija contra el enemigo la justicia antes de que el soldado agite las flechas.
    Así será más feliz aquella pugna del príncipe ante la cual vaya la equidad doméstica, porque en la población enemiga serán también mayores los daños de las lanzas que los que produzcan las leyes domésticas. Pues muestra la experiencia natural de las cosas que al enemigo le vence aquella justicia que protege al ciudadano y, por consiguiente, dirime la lid exterior, y posee la paz interior de los suyos. Pues así como la modestia de los príncipes templa las leyes, la concordia de los ciudadanos es la victoria sobre los enemigos.
    Porque de la mansedumbre de los príncipes nacen las disposiciones de las leyes; de las disposiciones de las leyes el ordenamiento de las costumbres; del ordenamiento de las costumbres, la concordia de los ciudadanos, y de la concordia de los ciudadanos el triunfo sobre los enemigos. De manera que el buen príncipe gobierna las cosas interiores y conquista las exteriores; poseyendo su paz y quebrantando la lid ajena se le celebra como rector por los ciudadanos y vencedor por los enemigos, logrando el descanso eterno después de los tiempos que pasan; después del oro amarillo, el reino celeste; después de la diadema y de la púrpura, la gloria y la corona; aún más: ni siquiera dejará de ser rey, porque dejando el reino de la tierra y buscando el celestial, no sólo no perderá la gloria del reino, sino que la aumentará.”
    LIBER IUDICIORUM, I, 2,6.


    LOS JUDÍOS:

    104
    “El glorioso rey Flavio Egica. De la perfidia de los judíos-.
    Mientras somos enseñados con leyes sagradas para que, o por ocasión o por caridad, solamente sea anunciado Cristo Hijo de Dios, es conveniente y muy oportuno para la fe cristiana que, así como atraemos a los infieles a la gracia de la libertad, así llamemos a los infieles a la vida, para que la fe de Cristo crezca aumentada en nuestros confines, y desarraigada, caiga desplomada hasta sus cimientos la acción prevaricadora de los judíos.
    Por tanto, concedemos con ánimo benévolo este decreto: que en adelante cualquiera del pérfido pueblo de los judíos, hombre o mujer, que volviere a la rectitud de la fe católica por verdadera conversión o profesión y renunciando todo error de sus ritos o ceremonias llevase la senda de su vida conforme a la costumbre de los cristianos, quede libre de toda carga de la functio, la que anteriormente, mientras vivió en el judaísmo, había acostumbrado pagar en utilidad pública; para que la functio de los que aun ofusca la maldad de una incredulidad odiosa se acreciente con su pago y retenga abiertamente el error de los padres. Pues es injusto gravar con la carga del censo y atar más en las indicciones de los judíos a quienes es sabido reciben el dulce yugo de Cristo y su suave carga por una indigna conversión.
    A los que crean perfectamente en la verdadera fe, será completamente lícito en su actuación mercantil acudir al cataplo y ejercitar el comercio con los cristianos, según la costumbre cristiana; de tal modo, que si algún cristiano desconocedor de la conversión de aquéllos, quisiera comprar alguna cosa de aquellos mismos, no podrá hacerlo más que si antes dicen éstos que son absolutamente cristianos y recitan delante de testigos la oración dominical o el símbolo y toman gustosamente los manjares de los cristianos, como verdaderos cristícolas; y si entre aquellos convertidos a la santa fe hubiese alguno que prevaricase, éste será condenado a pagar perpetuamente al fisco.
    Mas, acerca de los restantes judíos, que perseverando en la perfidia de su corazón no quisiesen convertirse a la fe católica, decretamos sea promulgada la sentencia de esta ley: es decir, que no se atrevan a ir en adelante al cataplo para efectuar negociaciones con los comerciantes transmarinos, ni a efectuar, abierta u ocultamente, ningún negocio con cristianos; sino solamente tengan licencia de comerciar entre sí y queden obligados a dar al fisco por las cosas propias, según la práctica acostumbrada, el importe de su censo y del de aquellos que se hayan convertido. Deberán ser añadidos a los bienes del fisco tanto los esclavos como los edificios, tierras, viñas y aun los olivares u otras cualesquiera cosas inmuebles, que se supiese fueron recibidas de los cristianos, tanto por venta como por otros medios, aunque hubiesen transcurrido muchos años y aunque aquellas cosas les fuesen entregadas con precio público; para que la potestad regia goce de libre arbitrio para hacer donación a quien quiera.
    Cualquiera de estos mismos judíos que, persistiendo en la infidelidad, se atreviese a ir al cataplo o a realizar algún comercio con cualquiera, será castigado como perpetuo servidor del fisco, con todo el conjunto de sus cosas.
    Advertimos, pues, a todos los cristianos bajo el juramento del nombre de Dios y atestiguamos por Aquel con cuya sangre hemos sido redimidos, que en adelante ninguno se atreva a practicar el comercio con aquellos judíos que permanecen obcecadamente en la dureza de su perfidia; y si cualquiera de los fieles hiciese tales cosas, si es persona poderosa, pague tres libras de oro al fisco. Si alguien recibiese también de aquéllos más de lo que consta que valen dos cantidades de la misma cosa, pierda lo que comprare de más y sea en beneficio del fisco el precio que dio, junto con el triplo de sus bienes. Si se trata de personas inferiores, si alguna hiciese tales cosas será azotada con cien azotes y, según los bienes que tenga en su patrimonio, reciba por voluntad del príncipe el daño de un castigo especial.”
    LIBER IUDICIORUM, XII, 2,18.


    CLASES SOCIALES:

    105
    “XLVII. Los súbditos.- A causa del pecado del primer hombre se le dio por disposición divina como castigo la sujeción, y así depara misericordiosamente Dios la servidumbre a los que ve no cuadra la libertad.
    Y aunque el pecado original del hombre es perdonado a todos los fieles por la gracia del bautismo, sin embargo, el justo Dios discierne la vida de los hombres constituyendo siervos a unos, señores a otros, para atajar la licencia del mal obrar de los siervos con el freno del poder de los que dominan. Porque si todos se vieran libres de miedo ¿quién estorbaría los desmanes de cualquiera? Por eso vemos son elegidos príncipes y reyes entre las gentes con el fin de refrenar el mal, con su terror a los pueblos, y sujetarlos con leyes a vivir decentemente.
    Por lo que a la razón atañe, no hay acepción de personas en Dios (Col. III, 25), que escogió lo innoble y desecho del mundo y lo que no figura, para abatir lo que campea, a fin de que deje de gloriarse toda carne, esto es: la potencia carnal delante de Él. Porque un solo Señor con equidad da órdenes a señores y criados.
    Preferible es la servidumbre sumisa a la entonada libertad. Se hallan muchos, en efecto, que con libertad sirven a Dios, sujetos a señores malvados, y aunque sean súbditos de ellos en el cuerpo, son superiores suyos en el alma.”
    SAN ISIDORO, Las ‘Sentencias’, Libro III.

    EL TRABAJO:
    106
    “Trabaje de continuo el monje con sus manos y emplee su afán en las variadas artes y labores de los artesanos, siguiendo al Apóstol que dice: ‘No comimos gratis el pan, sino con labor y fatiga, trabajando día y noche’, y que añade: ‘Quien no quiere trabajar, no coma’. Con el ocio crecen los malos pensamientos; con el trabajo se disminuyen los vicios. De ninguna manera debe de desdeñarse el monje de ejercitarse en algún trabajo útil al monasterio; porque los patriarcas apacentaron rebaños; filósofos gentiles hubo que trabajaron como sastres y zapateros; y el justo José, el desposado con la Virgen María, fue carpintero. Ciertamente Pedro, el príncipe de los apóstoles, ejerció el oficio de pescador, y todos los apóstoles se sustentaron con el trabajo corporal.
    Con mayor razón los monjes deben ganar el sustento con sus manos y remediar con su trabajo la indigencia de los demás”.
    SAN ISIDORO ‘Regula Monachorum’, 5
    Pious dio el Víctor.

  17. #17
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    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HECHOS

    LA INVASIÓN:

    107
    “Mi voz se extingue y los sollozos ahogan mis palabras... Había pensado comenzar hoy mi estudio sobre Ezequiel; pero era tal mi turbación al pensar en la catástrofe del Occidente, que por primera vez me faltaban las palabras. Largo tiempo he permanecido silencioso, persuadido de que estamos en el tiempo de las lágrimas.”
    SAN JERÓNIMO (340-420), ‘Epíst.’ CXXVIII, 4.


    A) EMPRESAS FÍSICAS

    INVASIÓN DE LOS BÁRBAROS:

    108
    “Los bárbaros que habían penetrado en las Españas, las devastan en lucha sangrienta. La peste hace por su parte no menos rápidos estragos.
    Desparramándose furiosos los bárbaros por las Españas y encrueleciéndose al igual el azote de la peste, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las fincas y el mantenimiento guardado en las ciudades; reina un hambre tan espantosa, que, obligado por ella, el género humano devora carne humana y hasta las madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos. Las fieras, aficionadas a los cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre y por la peste, destrozan hasta a los hombres más fuertes, y cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez más para destrucción del género humano. De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor por boca de sus profetas.
    Asoladas las provincias de España por el referido encruelecimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia del señor a hacer la paz, se reparten por la suerte las regiones de las provincias para establecerse en ellas: los vándalos y los suevos ocupan la Galicia, situada en la extremidad occidental del mar Océano; los alanos, la Lusitania, y los vándalos llamados silingos, la Bética. Los españoles que sobrevivieron a las plagas en las ciudades y castillos se someten a la dominación de los bárbaros que se enseñoreaban de las provincias...”

    “Desolando nuestra tierra los bárbaros, ya es todo confuso e incierto....
    Las desolaciones de alanos, vándalos y suevos por España desencadenan cuatro mortales plagas: el hierro de los soldados y de los tiránicos exactores de tributos, que consumen todos los recursos del país; el hambre, que llega a extremos de antropofagia; la peste, que siembra cadáveres por todas partes; las bestias feroces que, avezadas a la carne insepulta, infestan la tierra. Al fin, aquellos bárbaros se deciden a asentarse en las provincias para habitarlas; sólo dejan libre la Tarraconense, y los infelices hispanos que escaparon, refugiados en ciudades y castillos, se someten a la servidumbre. ¡Quién conoce ya aquella feliz España, madre de los dominadores del orbe, cantada por Claudiano!”
    IDACIO (388-470) ‘Chronicon’.

    109
    “Las fuerzas nos faltan y caemos heridos por este huracán de males, y ante la imagen de la patria humeante desfallecemos y nuestro rostro se llena de lágrimas!”
    ANÓNIMO ‘Carmen de Providentia divina’ Patrol. Lat. 41, 61.

    110
    “Dios permite que en España, en Aquitania, en África, en todas partes sean vencidos los católicos, porque tratan muy poco cristianamente a sus esclavos y a los pobres, porque se recrean en los torpes espectáculos del teatro y del circo, porque viven en toda corrupción, mientras sus opresores, aunque arrianos, conservan pureza y virtudes primitivas, hasta moverse a castigar la inmoralidad de los romanos”
    SALVIANO (siglo V) ‘De Gubernatione Dei’


    RELACIONES ENTRE INVASOR E INVADIDO:
    111
    “Los bárbaros dejan las espadas para tomar los arados, y se hacen amigos de los hispanos; éstos preferían una pobre libertad entre bárbaros a soportar el apremio tributario de Roma”.
    OROSIO (383-420).


    A) EMPRESAS MORALES

    LA SABIDURÍA:

    112
    “LXV. ... Nada es mejor que la sabiduría, nada más dulce que la prudencia, nada más suave que la ciencia, nada peor que la necedad, nada más bajo que la fatuidad, nada más torpe que la ignorancia. La ignorancia es madre de los errores y nodriza de los vicios. El pecado campea más a sus anchas por la ignorancia; pues el ignorante no siente lo que es digno de culpa, ni siquiera conoce cuando delinque. Muchos, en efecto, pecan por falta de inteligencia; el tonto peca de continuo y el indocto es fácilmente engañado; el necio cae prontamente en el vicio, mas el prudente ve al punto las celadas y descubre los errores; no evitamos lo dañoso sino merced a la sabiduría. Porque la ciencia aparta del mal. El sabio examina prudente todas las cosas. El sabio juzga cuerdo entre el bien y el mal. El bien sumo estriba en saber qué debes evitar, y la suma miseria el ignorar adónde te diriges.
    Ama, pues, la sabiduría y se te manifestará; acércate a ella y se te aproximará; aficiónate a ella y te aleccionará.
    Aprende lo que ignoras, no salgas doctor inútil. Sé, por de pronto, discípulo para que seas doctor; por la aplicación has de conquistar el nombre de maestro. El bien que oyeres, dilo; el bien que aprendieres, enséñalo. No desdeñes el cuidado de aprender y de enseñar. La ciencia que concibes por el oído, espárcela por la boca. Al impartir a los demás tu sabiduría, para ti mismo la acrecientas. Cuanto más ampliamente se diere la doctrina, tanto más abunda. La sabiduría, dándola se acrece, reteniéndola, mengua; difundiéndola, más rebosa, y cuanto más se comunica más abunda.

    Precedan, empero, las obras a las palabras; lo que dices de palabra cúmplelo con la obra; lo que enseñas con la boca, muéstralo con ejemplos. Sé no sólo maestro de la virtud, sino imitador. Si enseñas y obras tendrás gloria. Pues no basta alabar lo que dices, sino juntar los hechos y los dichos. Esquiva humana alabanza en lo que enseñas, y alecciona a otros de manera que también mires por ti. Enseña de modo que no pierdas tú la gracia de la humildad. Mira no sea que sublimando tú a otros, enseñándolos, te anegues a ti mismo en la pasión del aura popular. Cuando enseñes, no uses palabras oscuras. Habla para que te entiendan, y ni desagrades a los sencillos ni ofendas a los prudentes.
    Según la capacidad del oyente será el discurso del doctor. En conformidad con las costumbres hase de impartir la doctrina. Según sea la herida se ha de aplicar la medicina. Diversos temperamentos reclaman diferente disciplina; se ha de enseñar a cada uno según su profesión.
    Has de tener en cuenta la diversidad de personas, y reflexiona cómo has de instruir a cada uno. Las cosas ordinarias son para todos; las recónditas, para los más aprovechados; enuncia a todos las cosas muy claras, y las oscuras a los menos, porque hay asuntos para explanados y materias adecuadas a muy pocos.

    Has de estar dispuesto a enseñar en todo tiempo, no se pase instante en huelga sin que hagas algo; ni transcurra una hora sin tratar y aplicarte a la doctrina; predica abierta y constantemente sentencias saludables y no te arredres hablar lo que sabes has de defender. Busca en otros lo que vieres te falta a ti de ciencia, pues las oscuridades se aclaran en la mutua conferencia y se desentrañan en la misma los puntos intrincados de doctrina.”
    SAN ISIDORO, De los ‘Sinónimos’ Libro II.


    LAS LEYES:

    113
    “Qué es la ley.- La ley es rival de la divinidad, maestra de la religión, fuente de la disciplina, artífice del derecho, que encuentra y ordena las buenas costumbres, gobernadora de la ciudad, mensajera de la justicia y alma de todo el cuerpo popular”.
    LIBER IUDICIORUM, I, 2, 2.

    114
    “De las leyes diuinales o humanales.- Todas las leyes o son diuinales o son humanales. Diuinales son por natura, humanales por costumbre. Et por ende éstas se departen entre sí ca las unas placen a unas gentes e las otras a otras. Fas que es herencia o libertad es ley diuinal. Ius que es por derechos es ley humanal. Pasar por lo ajeno es fas, esto es, licencia diuinal de Dios e non es ius, esto es, non es derecho humanal de los hombres.”
    SAN ISIDORO, Etymologias, V, 2.

    115
    “El Rey glorioso Flavio Recesvinto. Que esté sujeta a la reverencia de la ley tanto la potestad real como la universalidad de los pueblos.-
    El Señor todopoderoso de todas las cosas y único hacedor, que provee al provecho de la salud humana, enseña la justicia a los habitantes de la tierra y ordena de manera sagrada y conveniente las sentencias de las leyes divinas. Y para que el reinado del imperio inmenso de la divinidad se imprima en los corazones de los hombres, conviene a todos los de la tierra, aun a las más altas potestades, someter al espíritu y las cabezas a Aquel a quien las milicias celestiales se honran sirviendo. Porque, obedeciendo a Dios, se busca la justicia; y si se busca, al momento se obrará en ella, y cada uno la busca tanto más verdadera y ardientemente, cuanto retiene más cerca de sí mismo el mandato de la equidad.
    Por lo cual, con la alegría, comprendiendo los mandatos del Cielo, damos leyes con moderación juntamente a nosotros y a los súbditos, las cuales decretamos obedecer y mandamos acatar, a un tiempo, tanto a la cima de nuestra clemencia y de los reyes que después nos sucedan, como a toda la multitud general de nuestro reino; para que ninguna facción, sean cualesquiera las personas, aunque tengan poder y dignidad, considere que la guarda de las leyes que se otorgan a los súbditos obliga a otros, y a fin de que se sujeten a la reverencia de la ley, sean empujados por la necesidad, sea por voluntad del príncipe.”
    LIBER IUDICIORUM, I, 2.

    116
    “LI. Es justo obedezca el príncipe sus propias leyes. Y convénzase de que guardaran todas las leyes que promulga, cuando él mismo las respeta.
    Obligan a los príncipes sus leyes, y no puede en su persona quebrantar las que a los súbditos impone.
    Justa será, pues, la autoridad de su mando, si no sufre permitirse a sí lo que veda a los pueblos.
    Los potentados del mundo están sujetos a la disciplina de la religión, y aunque vivan encumbrados en real solio, están estrechamente ligados por el vínculo de la fe, de manera que han de predicar la fe de Cristo en las leyes que promulguen y conservar con buenas costumbres la susodicha predicación de la fe.
    Los príncipes seculares conservan a veces dentro de la Iglesia las preeminencias del poder recibido, para salvaguardar con el mismo la disciplina eclesiástica. Por lo demás, no serían menester los supremos magistrados dentro de la Iglesia sino para imponer por el terror de la disciplina lo que no logra el sacerdote por la persuasión de su palabra.
    A menudo beneficia el reino celestial del terreno, a fin de que, cuando los que dentro de la Iglesia están, y proceden contra la fe y la disciplina eclesiástica, se vean espoleados por el rigor de los príncipes, y la potestad civil imponga a las cervices de los soliviantados la disciplina misma que la modestia blanda de la Iglesia no puede imponer; y también contribuya por virtud del poder a que se haga respetar.
    Conozcan los príncipes del siglo que han de dar cuenta a Dios respecto a la Iglesia cuya defensa les confía. Porque, ora se incremente la paz y disciplina eclesiástica, ora se altere por los príncipes cristianos, Él les exigirá cuenta estrecha, pues encomendó su Iglesia al poder de los mismos.”
    SAN ISIDORO ‘Las Sentencias’ Lib. III.


    BREVIARIO DE ALARICO:

    117
    “INSCRIPCIÓN
    En este cuerpo se contienen las leyes o extractos del derecho, sacados del Teodosiano y de diversos libros, según está mandado, realizado el año 22 del reinado del señor rey Alarico, por orden del ilustre varón conde Goiarico.

    Advertencia del rey Alarico.
    (Ejemplar autorizado).

    Advertencia al conde Timoteo, varón considerado.

    Para conseguir el favor de la divinidad en provecho de nuestro pueblo, corregimos con el mayor cuidado lo que se encontró inicuo en las leyes, de modo que puesta la oscuridad de las leyes de los romanos y del antiguo derecho, ante los sacerdotes y nobilísimos varones, y desaparecida aquélla a la luz de la mejor inteligencia, resplandezca, nada hay dudoso y por ello se oponga a la constante y diversa oposición de los que disputan. Todos estos extractos y las interpretaciones más claras que se han hecho han sido seleccionados y reunidos en un libro por los prudentes y confirmados por los venerables obispos (*) y los elegidos por nuestros provinciales.
    Por ello, todas las causas queden acalladas según las leyes del libro que nuestra clemencia mandó destinar para ti, para la resolución de los pleitos y que es conforme con el libro firmado que está expuesto en nuestro tesoro; no sea lícito proponer para decidir, cualquiera otra de las leyes o del derecho, sino lo que, según mandamos, está comprendido en el orden del libro dirigido y suscrito de mano del considerado varón Aniano. Por lo cual te conviene prevenir que nadie se atreva a presentar o recibir en tu tribunal ninguna otra ley, ni ninguna fórmula de derecho.
    Pues, si acaso se hiciese, sea con peligro de tu cabeza o con pérdida de los bienes que te pertenecen.
    Este precepto mandamos que se una a los libros dirigidos (a los condes), para que la pena mantenga y sancione todas nuestras órdenes y disciplina. Lo comprobamos.

    Dado el IV de las nonas de febrero del año XXII de Alarico, rey de Tolosa (2 de febrero de 506).”
    (*) de religión cristiana-arriana.


    LA MÚSICA:

    118
    “No sé que sucede a las fibras de nuestro ser, que cuando se canta con suave voz y de una manera artística se conmueven más íntimamente, por una oculta simpatía con la novedad y variedad de los sonidos”.
    SAN ISIDORO ‘Las Sentencias’ Lib. III, cap. VII

    119
    “Música es la armonía que existe en los sonidos y en el canto, y se la llamó así del nombre de las musas, a las cuales, a su vez, se las dio esta denominación del verbo griego que significa buscar, porque gracias a ellos, como quisieron los antiguos, llega a darse con el encanto de las canciones y con la armonía de la voz. Y porque su sonido, como cosa que obra en los sentidos, no es permanente, sino que pasa al dominio del tiempo pretérito y queda solo grabado en la memoria; de ahí que los poetas fingieran que las musas eran hijas de Júpiter y de la Memoria. Pues los sonidos, a no ser que se conserven en la memoria, se pierden y desaparecen ya que no pueden escribirse.
    ......
    Así, pues, sin música no puede haber enseñanza alguna perfecta, pues nada hay que carezca de ella. El mundo mismo se dice que se halla compuesto de cierta armonía de sonidos, y hasta el cielo da vueltas al compás de la armonía. La música mueve los ánimos y provoca en los sentidos diversas disposiciones.
    También en las batallas el resonar de la trompeta enardece a los que pelean, y cuanto más vehemente fuera el sonido, tanto más valor adquiere el ánimo para la lucha. Igualmente el canto anima a los remeros. Calma asimismo la música al espíritu y le ayuda a sobrellevar el trabajo, y la armonía del canto alivia la fatiga de toda labor.
    Llega la música a apaciguar los ánimos irritados, como leemos de David, quien por medio de la dulzura de su arte musical libró a Saúl del espíritu inmundo. Hasta de las mismas bestias y serpientes, aves y delfines consigue la música que escuchen sus armonías. Más aún: toda nuestra habla y las conmociones que interiormente sentimos latir en las venas se puede probar que, por sus pulsaciones rítmicas, tienen algo de común con las propiedades de la armonía.”
    SAN ISIDORO ‘Etimologías’ lib. III, caps. 15-17.
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  18. #18
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    V – ESPAÑA ÁRABE; AL-ANDALUS.

    1
    El reino visigodo había llegado ya a la fase de decadencia que sigue a todos los esplendores.
    El pueblo, racialmente apartado de la minoría dirigente; la nobleza, ambiciosa, corrompida y sin sentido nacional; la realeza en precario y a merced de todos los vientos; el ejército, sin un hombre al frente capaz de encauzarlo e inflamarlo; el clero, el gran clero de la época isidoriana, había desaparecido, inclinándose a una u otra facción política, olvidando la gran misión que le incumbía. Este es el cuadro de la España del año 700.
    Por el portillo de la traición saltó el moro de Ceuta a Gibraltar, para llevar desde el Estrecho hasta el Tajo, desde Tarifa y Málaga hasta las peñas de Montserrat y Covadonga un aliento nuevo sobre las viejas tierras ibéricas.

    Triste era, pues, el estado de la Península al mediar el siglo VIII. En las más ricas y fértiles comarcas imperaban extraños invasores, diversos en raza, lengua y rito, y no inclinados a la tolerancia, aunque tolerantes en un principio por la manera como se hizo la conquista. Había dado sus naturales frutos la venganza de los magnates visigodos, que quizá no pensaron llegar tan lejos. Coronada con rápido y maravilloso triunfo la extraña intentona de Tarik y de Muza, merced a los elementos hostiles que en España hervían; abiertas ciudades y fortalezas por la alevosía o pactos; rendida en Orihuela la débil resistencia de Teudemiro, único godo que entre la universal ruina levantaba la frente; custodiadas por guarniciones árabes Sevilla y Córdoba, Toledo y Pax Julia (Beja-Portugal), hubieron de pensar los califas de Damasco en la importancia de tan lejana conquista y en la necesidad de conservarla.
    Creado, pues, el Emirato, comenzó a pesar sobre el pueblo cristiano de la Península una dominación, tiránica de hecho, aunque bastante ordenada en la forma.

    La entrada de los pueblos árabes por la puerta europea de España viene a representar una vindicta contra lo mejor. Mientras había persistido el poderío romano, estos pueblos del África estuvieron domeñados y sujetos por las recias posiciones militares que, para cubrirse, Roma había establecido en todo el Norte africano.
    Mas apenas caído el Imperio y por imitación de las inmigraciones de los bárbaros nórdicos que invadieron a Occidente, fermentaron en estos pueblos insumisos grandes ambiciones, quizá estimuladas y despiertas por los vándalos arrojados de España. Quisieron tomar parte en el espléndido botín de la civilización latina, tan admirada desde lejos, y se prepararon a aprovechar la menor ocasión para conseguirlo.

    Tales ambiciones, que, a lo largo de los siglos, fueron el sueño de estos pueblos y el aglutinante que fundió a sus elementos heterogéneos, incapaces de unidad, lograron ser cristalizadas por Mahoma, que en el siglo VII de nuestra Era consiguió darles una disciplina consistente. Conocedor éste de las cualidades subjetivas de su raza, a base de primitivismo y dispuestas a admitir lo sobrenatural, en vez de fijarles leyes simplemente humanas, dictóles una ley religiosa –el Korán-, a la que revistió de caracteres, como divinos, terminantes, reuniendo los preceptos que –gran penetrador del alma musulmana- entendió necesarios e indispensables para regularizar, sujetar y concretar en una sola creencia y en un solo ideal las energías dispersas de esos pueblos.

    En el Korán asoman ciertos impulsos que llamaríamos nacionales o imperialistas, los cuales, bajo su imperativo aspecto religioso, fomentaron el mesianismo oriental, haciéndoles forjar unos sueños de dominación sobre los restantes países.
    Las gentes que llegan a la Península en el 711 son pueblos conocedores de la ingente civilización occidental, a la que contemplaban y adivinaban dese lejos, llamados a la ambición por el ejemplo de los vándalos y otros pueblos del Norte; eran pueblos que ansiaban poseer y saquear lo que ante sus deslumbrados ojos aparecía como muy superior.

    Ganada la batalla por Tarik, vencedor en Écija, sube a Toledo, y sus huestes y las de Muza ocupan Córdoba, Archidona, Elvira, Niebla, Carmona, Sevilla, Medina Sidonia, Osuna y Mérida. Ambos generales disputarán sobre los resultados de la conquista, preludiando las futuras anarquías de la España árabe, al mismo tiempo que los últimos restos del ejército godo, refugiados en Auriola (Orihuela), son aventados en Lorca. Tarik, depuesto primero, preso después por Muza, y luego rehabilitado por orden del califa, pudo cooperar con el emir en la obra de la ocupación total de España, dirigiéndose hacia el Este con un ejército, mientras Muza seguía hacia el Norte. Tomada Zaragoza y sometida Galicia, la ocupación estaba consumada y terminado el primer acto de la tragedia.

    Los nuevos invasores, que habían demostrado plenamente su capacidad de someter y dominar a España con la violencia y astucia de los orientales, pronto fueron víctimas de graves desórdenes intestinos a los diez años de su desembarco. Los “walíes” o gobernadores de las provincias, los “alkaides” contribuían al desorden prevaricando y resistiéndose a la autoridad central. Grandes eran las rivalidades entre bereberes y árabes. Éstos distribuyeron el Sur peninsular y desterraron a los compañeros de Tarik a los eriales del centro peninsular y a las agrestes montañas del Norte y Noroeste, confiándoles la penosa tarea de defender la frontera contra los cristianos. Tales fueron las causas de las insurrecciones sucesivas.

    En tal momento, dos circunstancias impiden la disolución rápida del dominio musulmán. “La dinastía omiada fue expulsada del califato por los abasidas, en el 730, y el primer Abderramán, en protesta contra la usurpación, logra crear en España un califato independiente, unificando el poder musulman y sometiendo, si bien momentáneamente, a las diversas razas acampadas bajo el estandarte del Profeta: a los árabes del Yemen, a los modharitas, egipcios, sirios y bereberes. la unificación del poder que los omiadas llevaron a cabo en España, se sustentó sobre la ortodoxia, más viva en Occidente que en Oriente”.
    Desde el siglo IX, el islamismo, sintiéndose consolidado, seguía puntualmente el precepto del califa Omar: “Nos toca devorar a los cristianos y nuestros descendientes a los de éstos, y así mientras subsista el Cristianismo”.

    El escepticismo árabe de los primeros gobernadores había puesto en manos del Estado armas que se convirtieron en instrumentos de persecución cuando así lo acordaba el espíritu religioso movido por el celo intolerante de los africanos. “La historia del duelo interminable de ambas razas islamitas empieza de nuevo ahora, salpicada de sangre de los soldados africanos, descuartizados a las puertas de Córdoba en el momento de la reacción triunfante del partido árabe contra los soldados de El-Mansur (año 1013).”

    De ahora en adelante se precipita la caída. Córdoba presencia las orgías de sangre y disolución comunes a los imperios de estos pueblos orientales, incapaces de hallar otra base para su autoridad política que la fuerza. El poder supremo pasa de unas manos a otras merced a revoluciones y guerras civiles, a intrigas y asesinatos; y al vaivén de estas fluctuaciones va perdiendo gradualmente su única base y fundamento, la fuerza.
    De este modo, la desmembración de la España musulmana, que estuvo a punto de consumarse en los primeros años de la conquista, el odio mutuo de las diversas razas invasoras vino a ser un hecho natural e inevitable. España ofrece el aspecto de un haz de pueblos que son otros tantos ejércitos en campaña; las fronteras cambian constantemente, según la suerte favorece las armas de unos u otros jefes militares.
    Los odios partidistas se anteponían en los musulmanes al sentimiento nacional. La consecuencia de todo el desorden era la progresiva retirada de los sarracenos y el constante avance de las fronteras de los reinos cristianos.

    Al contemplar la ruina progresiva de su imperio y el retroceso de sus fronteras, se despertaba también en el espíritu sarraceno una solidaridad religiosa común.
    El espíritu religioso de la plebe mora condenaba únicamente la anarquía política y la impiedad de los centros aristocráticos de los diversos Estados musulmanes. Y el castigo vino con la llegada de los almorávides y Yusuf a la cabeza, que imperó sobre toda la España musulmana.

    Pero con el mando se entibió la fe y bajo el influjo seductor de España modificóse la rigidez almorávide.
    La Andalucía que fue para los árabes otro Yemen lozano y encantador, arabizó al berberisco y trocó al fanático puro y seco en hombre docto y escéptico, aficionado a especulaciones metafísicas, bella especie de poesía. “El genio africano de las dos poblaciones de ambas márgenes del Estrecho reaccionaba contra la acción del clima y la tradición de la cultura árabe.”


    Una nueva revolución religiosa destronó en Marruecos (año 1146) a los almorávides y vino luego a reemplazarlos en el imperio de España con los almohades.
    A mediados del siglo XII, Al-Andalus, convertida en una provincia de África, reconoció a la nueva dinastía almohade.
    Otra dinastía, la de los merinitas, vino a mitad del siglo XIII a sustituir a la anterior; pero ya entonces puede decirse que la historia del dominio sarraceno en la Península Ibérica toca a su término a partir de la victoria de los almorávides, que hizo a la España islámica vasalla del emir de Fez. Los emiratos de Lusitania, del Algarbe y de Andalucía habían caído, sucesivamente, en manos de los reyes cristianos; y en el siglo XIII, el reino de Granada, que tendrá aún más de dos siglos de existencia histórica, será apenas una reliquia de la antigua España musulmana.
    “La espada vencedora había destruido de un solo golpe el reino de los visigodos; las tribus nómadas de los bereberes impidieron la consolidación del califato árabe; finalmente, el dominio completo de los africanos vino a consumar la obra de disolución de la España antigua, del mismo modo que los bárbaros de la segunda irrupción acabaron antaño de destruir el organismo de las Galias y de la Italia romanas.” (Oliveira Martins)

    Este pueblo hispano-árabe, que así comienza y fenece, alcanza su influjo cultural desde el siglo IX al XII y es el depositario de la cultura helénica. “El movimiento intelectual de los árabes es casi superior al de las demás naciones cristianas, que reciben de manos de éstos la tradición de las ciencias griegas”.
    Los árabes eran entonces los maestros, los médicos y los augures de los príncipes cristianos. Los nombres de Mesua y de Geber, de Maimónides, Avicena, Averroes y más, quedaron incorporados a los elementos de la ciencia de la Edad Media. En las grandes bibliotecas árabes, en las que se hallaban las obras de Platón y de Euclides, de Apolonio, de Ptolomeo, y sobre todo de Aristóteles –el más leído y ensalzado de todos-, la literatura, la retórica y los comentarios del Korán ocupaban la mayor parte de las estanterías.
    El cultismo de estas razas, más artistas que pensadoras, más curiosas que investigadoras, literatas y refinadas, para las cuales la imaginación lo es casi todo y apenas elemental el ejercicio de la razón, dales cierta fisonomía femenina e infantil y las impele a preferir, sobre todo, las bellas formas, el estilo elegante, la sutileza, el concepto y todas las extravagancias de la imaginación.

    Toda esta cultura, al crearla dentro de los confines del suelo español, adquiere ese tinte especial que hace que sus cultivadores sean tan españoles como los propiamente originarios de los reinos cristianos. Menéndez Pidal, en su opúsculo ‘Adefonsus Imperator’, refiriéndose a ellos y a su posición con respecto a Alfonso VI, escribe que “aquellos moros, en su mayor parte de raza tan española como los cristianos del Norte, habían desarrollado brillantemente... una cultura musulmana propia, de que España puede estar bien orgullosa... Se sentían... demasiado hermanos de los cristianos del Norte para rechazar la sumisión de Alfonso”.

    Y como ejemplo, valga el hecho que sirvió de origen a la maravilla literaria de Al-Saqundi ( -1231): la “Risala”, o “Elogio del islam español”.
    Relata el historiador granadino Ibn Said al –Magribi ( -1285) en la enciclopedia arábigo-española de al-Maqqari, que su padre le contó una vez lo que sigue: “Estando un día en el salón del gobernador de Ceuta surgió entre Abu-Walid al-Saqundi y Abu Yahya ibn al Mu’allim (el de Tánger) una controversia en que cada cual defendía la superioridad de su país sobre el del contrario. Al-Saqundi decía: ‘Si no existiera el Al-Andalus, no se hablaría siquiera de Berbería ni se le reconocería mérito alguno’.
    Abu Yahya le interrumpió diciendo: ‘¡Quieres dar a entender que las gentes de nuestra tierra son bereberes y las de las vuestras, árabes?’
    Y la discusión sobre cuál de las dos valía más quedó zanjada por el emir del modo siguiente: ‘Mi opinión es que cada uno de vosotros componga un tratado (risala) sobre la superioridad de su país... y de ello saldrá algo digno de eternizarse’.”
    Y así lo hicieron, y de esa disputa salía una de las obras maestras se la literatura arábiga, donde se alaba a la España musulmana con la más sentida verdad poética: la ‘Risala’ de Muhammad al-Saqundi, “donde se plantea íntegramente y en abstracto el problema del valor del Islam español y de su esfuerzo cultural, exaltándolos en bloque, como el técnico militar que amuralla por completo su ciudad sin saber por qué punto ha de atacarla el enemigo”.
    Toda ella está impregnada del orgullo y la soberbia española, tratando al contrario con supremo desdén.
    Escribía el arabista E. García Gómez: “Españoles son, pues, el orgullo de al-Saqundi y su altiva ironía; española es también su actitud reivindicadora. Triste destino de España ha sido siempre tener que doblar el esfuerzo, primero para crear las glorias, y después para defenderlas. Aquí alza su voz al-Saqundi contra los africanos del Sur, y en homenaje a la pura esencia del Islam español, como más tarde harán Cervantes, Quevedo y otros ingenios (defendiendo la honra española); Al-Saqundi viene a ser una especie de Forner del siglo XIII”.

    A pesar del desdén y repugnancia de las relaciones de vencedores y vencidos, existió una virtud poco española, aun cuando de ella existan muestras señeras: la tolerancia.
    Los musulmanes vencedores respetaron las instituciones de los cristianos vencidos, y aun éstos (mozárabes) conservaron bajo el dominio sarraceno sus jerarquías civiles y eclesiásticas. Continuaron existiendo, como antes de la invasión, diócesis, parroquias y monasterios. En los municipios, las autoridades godas conservaron sus cargos y viose en los palacios de los califas a nobles godos ocupar altos puestos.
    La invasión árabe no determinó, en sus inicios, una alteración del régimen religioso y civil de las poblaciones hispano-romanas: tenían plena libertad para regirse por leyes civiles, conservando, además de las jerarquías eclesiásticas, las distinciones nobiliarias.
    Esta clase de ocupación, si, por una parte, no podía originar la unidad social, por otra dará un resultado hasta cierto punto nuevo: el de asimilación de las costumbres de la nación musulmana vencedora por los cristianos vencidos, hecho que origina la existencia de las poblaciones mozárabes, cuya importancia es decisiva para la verdadera comprensión de la historia social de la España moderna.

    Las alabanzas de los historiadores árabes al tratar de la invasión: la exposición de los esplendores y riquezas que albergaban aquellas ciudades visigodas: la opulencia de Sevilla, “la más grande, importante y rica en monumentos artísticos”, según frase de ellos, y las depredaciones a que se entregarán -haciendo despertar a los hispanos de su anterior pasividad-, son muestras más que suficientes de la superioridad de nuestra cultura y de nuestro suelo.

    Siglos más tarde, mezclados ya con los hispanos, los árabes poseerán unas dotes intelectuales de sutil y refinada sensibilidad, a las que se deberá el gran influjo psicológico que les atribuye Ganivet.
    Escribe Menéndez y Pelayo:
    “Lo que con el nombre de civilización árabe se designa, lejos de ser emanación espontánea ni labor propia del genio semítico, le es de todo punto extraña y aun contradictoria con él; como lo prueba el hecho de no haber florecido jamás ningún género de filosofía ni de ciencia entre los árabes ni entre los africanos y sí sólo en pueblos islamizados, pero en los cuales predominaba el elemento indoeuropeo, y persistían restos de una cultura anterior de origen clásico, como en Persis y en España, donde la gran masa de renegados superaba en muchos al elemento árabe puro, al sirio y al bereber.
    Y todavía pudiera excluirse de nuestra historia científica este capítulo de los árabes si nuestros padres de la Edad Media, por fanatismo o mal entendido celo, hubiesen evitado toda comunicación de ideas con ellos, rechazando y anatematizando su ciencia, pero vemos que precisamente sucedió todo lo contrario, y que inmediatamente después de la conquista de Toledo, la cultura científica de los árabes conquistó por completo a los cristianos; se prolongó en sus escuelas gracias al emperador Alfonso VII, al arzobispo Don Raimundo y al Rey Sabio, y por nosotros fue transmitida y comunicada al resto de Europa, y sin nuestra ilustrada tolerancia hubiera sido perdida para el mundo occidental, puesto que en el oriental había sonado ya la hora de su decadencia, de la cual nunca el espíritu de los pueblos musulmanes ha vuelto a levantarse.
    La historia del primer renacimiento científico de los tiempos medios sería inexplicable sin la acción de la España cristiana, y especialmente del glorioso colegio de Toledo, y esta ciencia hispano-cristiana es inexplicable a su vez sin el previo conocimiento de la ciencia arábigo-hispana, de la cual fueron intérpretes los mozárabes, los mudéjares y los judíos. Es imposible mutilar parte alguna de este conjunto sin que se venga abajo el edificio de la historia científica de la Edad Media en España y fuera de España”.

    Nacieron entre ellos genios y mentalidades excelsas, y nos legaron los hispano-árabes las maravillas de su arte monumental. La espléndida civilización oriental, desarrollada en nuestro suelo, fue producto exclusivo del mismo, que, como ya había hecho con los godos, los captó, afinó y, finalmente, dio luces a su natural inteligencia. El arte musulmán de Córdoba, de Granada... fue debido a una cultura hispana que, desde la clásica antigüedad había florecido, especialmente en el sur peninsular, con vivos resplandores.

    Cuando, siglos después, el mundo Occidental despierta y Europa renace, el Islam se recoge a soñar en su cueva mágica. Retirándose de la Historia vuelve al desierto, a su nada originaria.
    Los árabes no conocieron el Renacimiento; Europa no lo hubiese tenido sin ellos. Quizá su misión consistió en eso; y así, una vez cumplida, volvieron al desierto.
    Cuando les faltó nuestra tierra y, rechazados e insumisos, volvieron a su lejana procedencia –a pesar de los siglos de contacto y permanencia en España- sus luces se apagaron; su espíritu se debilitó y se sumieron en la más completa oscuridad.

    La unidad española sufrió honda crisis, debido a la invasión árabe.
    Consideremos esa unidad hispana solo en lo que a ellos se refiere:
    Al principio, España -Al-Andalus, como ellos la designan- constituye una provincia sujeta al califa de Bagdad -y después de Damasco-, y dependiente de su representante en África.
    Abderramán I quebranta esa dependencia, que cuajará con Abderramán III en el siglo X, el cual ya se titula califa, desligándose por completo de Oriente y constituyendo como unidad el de Occidente, poderoso y autóctono.
    En el periodo de Hixem II (965-1013), muestra el imperio el germen de la decadencia, y aunque unidos bajo un mismo cetro y ocupando una misma comarca, el pueblo está constituido de la manera más heterogénea, formando una agregación de pueblos de origen, creencias, idiomas y costumbres diversas.
    Destronado Hixem III (1036), el poderoso Estado musulmán se fraccionó en otros pequeños, los reinos de taifas.
    El fulgor unitario de almorávides y almohades dura muy escasamente, para romperlo de nuevo las guerras civiles, y desaparecer después ante el empuje de la nueva y verdadera unidad que aportan gentes cristianas.

    La comunidad musulmana, ‘Islam’, estaba integrada por creyentes y solo por éstos. En un principio, en Arabia, el territorio del Estado era exclusivamente el ocupado por los creyentes, sin que pudiese penetrar en él ninguno que no fuese musulmán. Luego, al extenderse el Islam a territorios infieles, esta exclusión de elementos extraños se limitó a las ciudades santas, Meca y Medina.
    La población visigoda cristiana y judía -“los del libro” (la Biblia)- fue recogida dentro del Estado, por una declaración del soberano o del general, en una situación de ‘protección especial’, como “dimmíes” o mozárabes, y conservaron su religión, su libertad, sus bienes, su organización y su Derecho.
    Dentro del estado musulmán hubo también territorios autónomos: unos, los visigodos, articulados en el Estado; otros, aquellos que, por anhelos de independencia, intentaban desligarse de él. En este punto se aspiró a mantener a toda costa la unidad teórica del Islam. Para ello, y a fin de evitar daños mayores, se acudió a la ficción jurídica de suponer que los territorios que por la fuerza se habían hecho independientes habían recibido del soberano una delegación del pleno poder, y a cambio de ello reconocían la unidad del Islam, representada en la sumisión teórica al califa.

    El gobierno de esa unidad islámica era teocrático; su único rey (malik) era Allah, y su enviado Mahoma, y los “sucesores” o “representantes” de éste eran los califas. Al fundarse el “principado” emirato español se dio un gobierno monárquico de un príncipe (emir) o de un Hayib, si se quería conservar la ficción de la superioridad teórica de Córdoba. Los taifas que habían adoptado el régimen republicano lo sustituyeron pronto por uno monárquico, y los reyezuelos taifas plagiaron servil y descaradamente los pomposos títulos de los califas árabes.

    2
    La gente árabe trae también una cualidad muy propia de ella a la Historia de España: el carácter individualista musulmán dio pronto sus frutos, y de ahí nacen las convulsiones, guerras y atentados entre ellos -al modo de las revueltas de los clanes visigodos- contra la unidad de la Patria.
    La concreción de este periodo está representada en “el guerrero”, “el poeta”, “el filósofo” y “el sabio”.

    El Guerrero.
    Suele poseer éste los tres aspectos que inmortalizan a los hombres públicos: el político, el militar y el diplomático. Es joven, audaz y enérgico; organiza y disciplina a sus súbditos, inculcándoles una moral de victoria, arrancándoles del clima de la paz de las palmeras o naranjos, o de esa poesía, filosofía y ciencia que florecen en Córdoba –la Atenas andaluza-. El “guerrero” ataja codicias, desbarata intrigas, capta voluntades, aquieta rivalidades y somete anarquías. Es un Almanzor.
    Mas junto a él conviven, dando tono al momento, los hombres apartados de la vida activa.
    El “hombre culto”, vicioso de lecturas y creador de ideas, representa también este periodo español, y dentro de él, y con creces, el “poeta”, el “filósofo” y el “sabio”, conocedor de las ciencias físicas y naturales.

    El Poeta.
    El poeta se distingue por la dicción rica y sonora y por el brillo y atrevimiento de las imágenes. Según F. von Schack (1815-1894) (“Poesía y arte de los árabes en España”):
    “En vez de prestar expresión a los pensamientos y de dejar hablar al corazón, nos agobian a menudo con un diluvio de palabras pomposas y de imágenes esplendentes.
    Como si no les bastase conmovernos, propenden a cegarnos, y sus versos se asemejan por su abigarrado colorido y movimiento deslumbrador de las metáforas a un fuego de artificio que luce y se desvanece en las tinieblas, que hechiza momentáneamente los ojos con sus primores, pero que no deja en pos de sí una impresión duradera. El empeño de sobrepujar a otros rivales populares y famosos ha echado a perder de esta suerte muchas de sus composiciones. Y, por el contrario, el éxito de sus composiciones para con nosotros es tanto mayor cuanto menos ellos lo buscan, olvidados de su ambición, y realizando la poderosa inspiración de un instante dado que expresen un sentimiento verdadero en no estudiadas frases.

    Los asuntos sobre los cuales escriben son de varias clases. Cantan las alegrías del amor bien correspondido y el dolor del amor desgraciado; pintan con los más suaves colores la felicidad de una tierna cita y lamentan con acento apasionado el pesar de una separación. La bella naturaleza de Andalucía les mueve a ensalzar sus bosques, ríos y fértiles campos, o les induce a la contemplación del tramontar resplandeciente del sol o de las claras noches ricas de estrellas.
    Entonces acude de nuevo a su memoria el país nativo de su raza, donde sus antepasados vagaban sobre llanuras de candente arena. Expresiones de un extraño fanatismo salen a veces de sus labios como el ardiente huracán del desierto, y otras de sus poesías religiosas exhalan blanda piedad y están llenas de aspiraciones hacia lo infinito.
    Ora convocan a la guerra santa con fervorosas palabras, a los reyes y a los pueblos; ora aclaman al vencedor, ora cantan el himno fúnebre de los que han muerto en la batalla; o se lamentan de las ciudades conquistadas por el enemigo, de las mezquitas transformadas en iglesias y de la suerte infeliz de los prisioneros que en balde suspiran por las floridas riberas del Genil desde la ruda tierra de los cristianos.
    Elogian la magnanimidad y el poder de los príncipes, la gala de sus palacios y la belleza de sus jardines; y van con ellos a la guerra y describen el relampaguear de los aceros, las lanzas bañadas en sangre y los corceles rápidos como el viento.
    Los vasos llenos de vino que circulan en los convites, y en los paseos nocturnos por el agua a la luz de las antorchas, son también celebrados en sus canciones. En ellas describen la variedad de las estaciones del año, las fuentes sonoras, las ramas de los árboles que se doblegan al impulso del viento; las gotas de rocío en las flores; los rayos de la luna que rielan sobre las ondas del mar; el cielo, las Pléyades, las rosas, los narcisos, el azahar y la flor del granado.
    Tienen también epigramas en elogio de todos aquellos objetos que con un lujo refinado ornaban la mansión de los magnates, como estatuas de bronce o de ámbar, vasos magníficos, fuentes y baños de mármol y leones que vierten agua.
    Sus poesías morales o filosóficas discurren sobre lo fugitivo de la existencia terrenal y lo voluble de la fortuna, sobre el destino a que hombre ninguno puede sustraerse, y sobre la vanidad de los bienes de este mundo, el valor real de la virtud y de la ciencia.
    Con predilección procuran que duren en sus versos momentos agradables de la vida, describiendo una cita nocturna, un rato alegre pasado en compañía de lindas cantadoras, una muchacha que coge fruta de un árbol, un joven copero que escancia el vino, y otras cosas de ese orden.
    Las diversas ciudades y comarcas de España, con sus mezquitas, puentes, acueductos, quintas y demás edificios suntuosos son encomiados por ellos.
    Por último, la mayor parte de estas poesías están enlazadas con la vida del autor; nacen de la emoción del momento; son en suma, improvisaciones, de acuerdo con la más antigua forma de la poesía semítica.”

    Los hombres que la practicaban son innumerables, pero desde Abderramán I, en el emirato, pasando por Abenabderrabihi (Ibn Abd Rabi Hi), El Ramadí, Abenhazan de Córdoba en el califato; Abuishac de Elvira, Almotasin, Almotamid y Abenamar y Abenjafacha de Alcira en los taifas; Abulbeca en los almohades..., éstos y más que les siguieron sienten la belleza y la expresan con reciedumbre y raíz de España.

    El Filósofo.
    El “filósofo” tiene una fisonomía propia, tras haber representado el trasunto fiel de la cultura islámica oriental, sin nexo alguno con las tradiciones indígenas hispanas. La filosofía entra no a cara descubierta, sino en compañía de las ciencias aplicadas, y desde los primeros tiempos viven austeros ascetas españoles que practicaban la mortificación corporal y la pobreza voluntaria, que leían el Korán en vez de dormir, que ayunaban rigurosamente, que se medicinaban en sus enfermedades, que conservaban perpetua virginidad; que repartían su riqueza a los pobres o la empleaban en redimir cautivos; que se dedicaban a la vida contemplativa en la soledad o defendían las fronteras contra los cristianos.
    Este ascetismo, que en los comienzos era personal, se hace después comunicativo; catequizan, enseñan y predican, tienen discípulos y se empieza a ver la vida cenobítica, en cuyos lugares se mezclaban el estudio de la filosofía con el de la religión.

    Abenmasarra y su escuela (siglo X); Avempace de Zaragoza (siglo XI), el granadino Abentofail (siglo XII), el cordobés Averroes (siglo XII) y sus discípulos representan a los filósofos.
    El misticismo tiene sus figuras principales en los murcianos Abenarrabi (Ibn Arabi) y Abensabin –ambos en el siglo XIII-.


    El Sabio
    El sabio, amante de las ciencias, habla en el siglo XI por boca de Maslama de Madrid -“el Euclides español”- o del toledano Azarquiel, si son las matemáticas las que están en juego; o es Abencholchol, o Abulcasim el Zahragüi, Abenalbeitar y Abuzacaría Benalaguam si se trata de Medicina y Botánica.
    Y si es la Historia; desde el narrador de leyendas como Abenhábib y Arrazi, hasta el que refleja la tradición nacional, como el autor del ‘Ajbar Machmúa’, la influencia oriental se ve matizada por el aire español que las ventea.

    Y si son los pensadores hispano-judíos, Maimónides trata en su ‘Guía de descarriados’ –suma teológico-filosófica del judaísmo-, donde trata de conciliar la razón y la fe, menester altísimo que ya habían intentado Abenhazám y Averroes, y lo será después por Santo Tomás de Aquino.

    También en la música España les dará un puesto glorioso. Aunque los preceptos del Korán prohíben el vino y la música, los árabes transportaron a España el aire vocal e instrumental de Damasco. Traen varios instrumentos, el laúd entre ellos, al que Ziryab, el más famoso de los músicos de la corte de Abderramán II, añade la quinta cuerda. Pero la palma de la música teórica se la lleva Al-Farabi, con su ‘Kitab-al-musiqi al-Kabir’, la más grande obra de música escrita hasta aquellos días.

    Y, finalmente, en el arte, los tres principales monumentos de esta época, la Mezquita o ‘Aljama’ de Córdoba, la Giralda de Sevilla y la Alhambra de Granada nos enseñan la trayectoria del proceso de la vida política. Córdoba es la fuerte unidad califal que representa el periodo de formación; la Giralda personifica el de transición y la Alhambra la decadencia.
    En la primera, los materiales romanos y visigodos entraron a formar parte de su edificación, como una continuidad de lo anteriormente vivido, ‘planta única y española que no pudo brotar más que aquí’. Simboliza la fuerte unidad del califato, los monumentos en que aparecen unidos y disciplinados por las recias manos de los Abderramanes y Almanzores.
    Las construcciones de Sevilla y Granada corresponden a los estados de relativa contención y de franca descomposición que anuncia ya la decadencia, motivada por el refinamiento, el intelectualismo y voluptuosidad.
    El arte sirvió para dar una nota tolerante a este periodo: obreros cristianos trabajaron al amparo de las mezquitas árabes, y los reinos cristianos admitieron a los alarifes moriscos, como prueba de la condición respetuosa del carácter español.

    Última edición por ALACRAN; 18/11/2010 a las 14:45
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  19. #19
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

    ALABANZAS DE ESPAÑA:

    120
    ALABANZA DE AL-ANDALUS (por Al-Saqundi -siglo XIII-)
    “Loado sea Dios, que dispuso que quien hable con orgullo de la península de al-Andalus pueda hacerlo a plena boca, infatuándose cuanto quiera, sin encontrar quien le contradiga, ni le estorbe en su propósito. Porque al día no se le llama oscuro, ni a la cara bonita se le puede llamar fea.
    Cuando paró de hablar Al-Saqundi, se escuchó la voz del gobernador de Ceuta, el emir Abu Yahya ibn Zakariya ben Al-Mumin que dijo:

    Ancho campo encontraste para hablar, si tienes lengua que hable, habla.

    Y la voz orgullosa del poeta dijo al hablar de España:
    -Yo alabo a Dios porque me hizo nacer en al-Andalus y me concedió la gracia de ser uno de sus hijos. Mi brazo puede alzarse con orgullo y la nobleza de mi condición me impulsa a hacer acciones meritorias. Y ruego por nuestro señor Mahoma, su excelso profeta, y por sus inmaculados familiares y compañeros y les envío mi saludo.

    Tras esta impresionante introducción, empezó con el ataque directo a los que ponían sus ciudades por encima de las de las de España, con un ataque frontal al escritor y poeta tangerino Al-Tany, diciendo:
    -Y después de esto digo: Alguien que discutía la superioridad de al-Andalus, me ha movido cuando estaba quieto y me ha llenado estando vacío, obligándome a salir con repugnancia de mis casillas para contradecir y refutar su opinión.
    Y mirando directamente al tangerino añadió:
    - Pretendía éste tal romper la opinión unánime de las gentes y venirnos con algo que no aceptan ojos ni oídos, pues todo el que ve y oye no puede pasar por semejante cosa ni dejarse arrastrar por quien vagabundea en esos andurriales.
    - Querer como él quiere, ensalzar a Berbería sobre al-Andalus es querer ensalzar la
    izquierda sobre la derecha y decir que la noche es más clara que el día. ¿Cosa
    asombrosa! ¿Cómo puede comparar las puntas de las lanzas con los regatones y taladrar la roca con el vidrio? Tú que soplas donde no hay brasas e intentas cazar halcones con gavilanes, dime: ¿Cómo podrás multiplicar lo que Dios ha hecho escaso y ennoblecer lo que Dios dispuso que fuese ruin? ¿Qué intolerable mentira es esta? ¿Cómo puede comparecer un vejestorio delante de una muchacha? Vuelve los ojos al rostro que reverencias y presta oídos a la voz que respetas:

    ¡Gran diferencia hay entre la generosidad de los dos Yazides: Yazid Sulaym y al-Agarr ibn Hatim!

    - No pierdas la vergüenza, ¡oh, tú que intentas gorjear con sollozos, peinarte sin pelo y enamorar a las mujeres honestas con canas teñidas! ¿Dónde ha ido a parar tu juicio? ¿Qué se ha hecho de tu talento y de tu lucidez? ¿Se ha apoderado el prejuicio patriótico de tu corazón, hasta el punto de cegar las luces de tus ojos y de tu entendimiento?
    Dices tú: “Nuestros son los reyes”. Pero también hubo reyes nuestros; que en nosotros se cumple el dicho del poeta:

    La fortuna está un día en contra nuestra y otro día en nuestro favor; un día estamos afligidos y al otro día estamos alegres.

    Si con el califato de los Banu Abd al-Mu’min (¡que Dios prolongue!), tenéis ahora en vuestras manos el trono de todos los países del Magrib, antes lo tuvimos nosotros con el califato de los Qurasies, de quienes dijo uno de ellos, perteneciente a la rama oriental de la familia:

    Yo pertenezco a un linaje de gentes nobles y poderosas. Las cimas de los púlpitos se moldean para que las huellen.
    Califas en el Islam, caudillos contra los infieles. En ellos está y a ellos ha de atribuirse la gloria de todas las hazañas;

    y de quienes dijo otro de ellos, perteneciente a la rama occidental:

    ¿Acaso no somos nosotros los Banu-Marwan, aunque cambie nuestro estado y a pesar de las vicisitudes de la suerte?
    Cuando uno de nosotros nace, la tierra se estremece de júbilo y vibran en su honor los púlpitos.

    En su tiempo florecieron tantos hombres ilustres y poetas, cuantos se han hecho célebres en todos los horizontes, cuya fama es más perdurable sobre las páginas de los días, que los collares en los cuellos de las palomas,

    y avanza con el paso del sol por todos los países y transita con el soplo del viento por la tierra y el mar.

    Sus reyes no cesaron de sucederse, conforme se dijo:

    El califato no cesó de sucederse entre vosotros, como las margaritas se enfilan en el collar.

    hasta que Dios decretó que se rompiera el hilo de sus perlas y se extinguiera su imperio. Entonces desaparecieron, ellos y sus historias, y se borraron, ellos y sus huellas:

    Ornamento de esta tierra fueron en vida; después de la muerte son ornamento de los libros y de la Historia.

    ¡Cuántos beneficios dispensaron y cuántas faltas perdonaron!

    Puesto que el hombre no es más que la historia que tras él queda, sé tú una bella historia para quien ha de compilarlas.

    Uno de los florones de su imperio fue al-Mansur ibn Abi Amir. ¡Qué prodigio el de este hombre, que en sus incursiones por tierras de cristianos llegó hasta el Mar Verde, que no dejó en ellas ningún cautivo musulmán y que, mientras vivió, reunió siempre el ejército de Heraclio y el valor de Alejandro! Cuando murió se escribió sobre su sepulcro:

    Las huellas que dejó hacen inútil que se le describa; por ellas creerás estarle viendo con tus propios ojos.
    ¡Por Dios! Jamás producirán los tiempos otro como él, y nadie que no sea él defenderá las fronteras.

    ................

    Cuando, después de fragmentado este imperio, se alzaron los reyes de taifas y se dividieron el territorio, los más ilustres súbditos estuvieron unánimes en reputar favorable tal división, pues ellos animaron el mercado de las ciencias y rivalizaron en recompensar a poetas y prosistas.
    No había para ellos vanagloria mayor que el que se dijese: “El sabio Fulano vive en la corte del rey Zutano”, o “el poeta Tal está al servicio del rey Cual”. No hubo entre ellos ninguno que no gastara su riqueza en prodigalidades y de quien las alabanzas no despertaran memorias que ya no volverán a dormir a lo largo del tiempo.
    Ya habrás oído hablar de los reyes eslavos amiries, Muyahid, Mundir y Jayran y habrás oído hablar también de los reyes árabes Banu Abbad, Banu Sumadih, Banu al-Aftas, Banu di-l-Nun y Banu Hud. En honor de cada uno de ellos se han eternizado tantas alabanzas que si se alabase a la noche sería más clara que la aurora.
    Los poetas no cesaron de balancearse entre ellos como se balancean los céfiros en los jardines y de entrar a saco en sus tesoros con la vehemencia del ataque de al-Barrad, hasta el punto de que uno de sus poetas, al ver que los reyes rivalizaban en atraerse sus alabanzas, llegó a jurar que no alabaría a ninguno de ellos en una qasida por menos de cien dinares; el propio al-Mutadib ibn Abbad quiso obligarle a que le alabase en una qasida, y él, a pesar de la célebre impetuosidad del rey y de su severidad extremada, se negó a ello, hasta que le diese lo que había estipulado en su juramento.

    .................

    Y aunque todos los reyes de al-Andalus, conocidos por el nombre de reyes de taifas, rivalizaron en afanes culturales, quiero hacer mención especial de los Banu Abbad, pues, como dijo Dios (¡ensalzado sea!), “en ellos hay frutos, palmeras y granados”.

    Todos los días eran para ellos como fiestas y tuvieron una inclinación a las letras que no alcanzaron los Banu Hamdan de Alepo. Ellos, sus hijos y sus ministros fueron los primeros, tanto en el dominio de la prosa como en el del verso, y reunieron en sí todas las ramas del saber. Notorias son sus huellas y célebres sus noticias.
    Eternizaron tantas y tan perfectas bellas acciones cuantas andan en lenguas de las nobles gentes y del vulgo.
    Y, por Dios, dime tú ahora de quién os gloriáis, antes de esta predicación del Mahdi. ¿Es de Saqut el Hayib, o de Salih al-Bargawati, o de Yusuf ibn Tasfin?

    ..................

    Y si te atreves a rivalizar con nosotros en cuanto a sabios, dime: ¿Es que tenéis en la ciencia del Derecho alguien que pueda compararse a Abd al-Malik ibn Habib, conforme a cuyas opiniones se procede hasta el día de hoy, o a Abu-l-Walid al-Bayi, o a Abu Bakr ibn al-Arabi, o a Abu-l-Walid ibn Rusd el viejo, o a Abu-l-Walid ibn Rusd el joven, estrellas del Islam y antorchas de la ley de Mahoma, a quien Dios bendiga y salve?

    ¿Tenéis en las ciencias alcoránicas alguien que pueda compararse a Abu Muhammad ibn Hazm, que llevó una vida de austeridad en medio del gobierno y de la riqueza, a todo lo cual renunció para dedicarse a la ciencia que, en su opinión, estaba por encima de todas las categorías?
    Él fue quien dijo, cuando mandaron quemar sus libros:

    Dejaos de quemar pergaminos y vitelas y hablad de cosas de ciencia, para que vea la gente quién es el que sabe.
    Aunque queméis el papel, no quemaréis lo que el papel encierra; antes bien, quedará guardado en mi pecho.

    ¿O a Abu Umar ibn Abd al-Barr, autor del Istidkar y del Tamhid? ¿O a Abu Bakr ibn al-Yadd, el mejor hafiz de al-Andalus en esta época?

    ¿Tenéis un lexicógrafo como Ibn Sida, autor del Kitab al-muhkam y del Kitab al-sama, sabio a quien, si Dios le cegó la vista, no le cegó ciertamente la inteligencia?

    ¿Tenéis en gramática alguien que pueda compararse a Abu Muhammad ibn al-Sid, y libros como los suyos? ¿O a Ibn al-Tarawa, o a Abu Ali al-Salawbini, que vive ahora entre nosotros y cuya fama ha recorrido el Oriente y el Occidente?

    ¿Tenéis en Música y Filosofía alguien comparable a Ibn Bayya?

    ¿Tenéis en Astronomía, Filosofía y Geometría un rey como al-Muqtadir ibn Hud, señor de Zaragoza, que fue un prodigio de estas materias?

    ¿Tenéis en Medicina alguien comparable a Ibn Tufayl, autor de la Risalat Hayy ibn Yaqzan, tan sobresaliente en la ciencia filosófica, o a los Banu Zuhr –Abu-l-Ala, su hijo Abd al-Malik y el hijo de éste, Abu Bakr- tres perlas puestas en fila?

    ¿Tenéis en la ciencia histórica un Ibn Hayyan, autor del Matin y del Muqtabis?

    ¿Tenéis grandes eruditos como Abu Umar ibn Abd Rabbihi, autor del Iqd?

    ¿Tenéis quien se haya cuidado de eternizar la memoria de los hombres ilustres de su país y preocupado de reunir sus bellas obras, como Ibn Bassam, el autor de la Dajira? Claro es que, aun dando por bueno que lo hubieseis tenido, ¿de qué sirve la bolsa en la casa vacía?

    ¿Tenéis en la prosa retórica alguien comparable a al-Fath ibn Ubayd Allah, el que cuando alabó a alguno lo ensalzó y cuando le censuró lo desacreditó, para evidenciar lo cual son el mejor testigo las páginas de su Kitab al-Qala’id; o a Ibn Abi-l-Jisal en su epistolario, o a Abu-l-Hassam Sahl ibn Malik, aun vivo entre nosotros, en sus sermones?

    ¿Tenéis en poesía un rey como al-Mutamid ibn Abbad, cuando dice:

    Junto a un recodo del río pasé la noche en la deliciosa compañía de una doncella, cuyos brazaletes semejaban las curvas de la corriente.
    Al quitarse el manto descubría su talle, floreciente rama de sauce. ¡Qué bello abrirse del capullo para mostrar la flor!

    .....................

    ¿O como su hijo al-Radi, cuando dice:

    Al caer la tarde, sin previa cita, pasaron junto a mí, encendiendo el fuego de mi corazón, y ¡de qué modo!
    No es de extrañar que se acreciese mi deseo con su paso; la vista del agua exacerba el ansia del sediento.

    ¿Tenéis un rey que haya compuesto sobre las diferentes ramas de la literatura una obra en cerca de cien volúmenes, como la que compuso al-Muzaffar ibn al-Aftas, rey de Badajoz, a quien no apartaron las guerras ni los cuidados del reino de la afición literaria?

    ¿Tenéis entre los visires alguno comparable a Ibn Ammar en su qasida tan divulgada, más extendida que un refrán y más placentera de oír que el encuentro del amante que llega?:

    ¿Has hecho fructificar tu lanza con las cabezas de los reyes enemigos, porque viste que la rama place cuando está en fruto,
    y has teñido tu cota con la sangre de sus héroes, porque viste que la bella se engalana de rojo?...

    ¿O como Ibn Zaydun en su qasida, que a pesar de su longitud es lo más sutil que se ha dicho en el género nasib? Es aquella en que dice:

    Diríase que no hemos pasado juntos la noche, sin más tercero que nuestra propia unión, mientras nuestra buena estrella hacía bajar los ojos de nuestros censores:
    Éramos dos secretos en el corazón de las tinieblas, hasta que la lengua de la aurora estaba a punto de denunciarnos.

    ¿Tenéis entre los poetas alguno comparable con Ibn Wahbun, cuando improvisó ante al-Mutamid ibn Abbad, logrando certeramente su intención? Alababa al-Mutamid el verso de al-Mutanabi:

    Cuando los camellos obtuvieron una mirada tuya, los extenuados y los débiles se sintieron reconfortados,

    y él improvisó:

    Si es elocuente el verso de Ibn al-Husayn, es solamente porque las dádivas producen cosas excelentes y porque los regalos abren las campanillas de las gargantas.
    De orgullo por su poesía se creyó profeta; pero si hubiera sabido que tú habías de recitar sus versos se hubiera creído un dios.

    ¿Tenéis alguien comparable al poeta de al-Andalus Ibn Darray, de quien dijo al-Ta alibi que era en las comarcas de al-Andalus lo que al-Mutanabbi en las de Siria?

    ¿Es por acaso uno de vuestros poetas el que intentó describir la castidad e inventó aquello con lo que el propio encanto fascina y con lo que huele la flor? Es Abu Umar ibn Fray en su dicho:

    Aunque estaba pronta a entregarse, me abstuve de ella y no obedecí la tentación que me ofrecía Satán.
    Apareció sin velo en la noche y las tinieblas nocturnas (iluminadas por su rostro) también levantaron aquella vez sus velos.
    No había mirada suya en la que no hubiera incentivos que evolucionaban los corazones.
    Mas di fuerza al precepto divino que condena la lujuria sobre las arrancadas caprichosas del corcel de mi pasión, para que mi pasión, para que mi instinto no se rebelase contra la castidad.
    Y así pasé con ella la noche, como el pequeño camello sediento, a quien el bozal impide mamar.
    Tal un vergel, donde para uno como yo no hay otro provecho que el ver y el oler.
    Que no soy yo como las bestias abandonadas, que toman los jardines como pasto.

    ¿Acaso llegó algún metaforista entre vuestros poetas a decir algo parecido a lo que dijo Abu Ya far al-Lama:

    En medio del ala negra de la noche avanzó una nube, balanceándose graciosamente, como se balancea el que tiene una herida en un pie.
    El céfiro dispersó las perlas de su collar, y ella, para buscarlas, encendió las lámparas (del relámpago)?

    ¿O a lo que dijo Abu Hafs ibn Burd:

    La noche, al esconderse fugitiva, cuando brilla la aurora, parece
    un negro velo quemado por alguien que quiere encender una lámpara?

    ¿Es por acaso uno de vosotros el que describió el tinte rojo que produce el vino en la mejilla con palabras como éstas, de al-Sarif al-Taliq:

    Salía el sol (del vino) y era su boca el poniente, y el oriente, la mano del copero que, al escanciar, pronunciaba fórmulas corteses.
    Y al ponerse en el delicioso ocaso de sus labios dejaba el crepúsculo en su mejilla?

    ¡Con versos como éste queda en libertad la lengua (para decir alabanzas) y se enorgullece cualquiera!

    ¿Es acaso de los vuestros el que se dirigió al dicho de Imnu-l-Qays:

    Me elevé hacia ella, cuando se hubo dormido su gente, con la elevación de las burbujas de agua, una tras otra,

    y lo arrebató como arrebata el céfiro el aliento de las flores, y lo robó con la delicadeza con que la boca del sol roba la saliva del rocío de las auroras, y lo sutilizó de tal manera que se adentra en las almas, produciendo tal alegría que dispensa de beber vino?

    ....................

    ¿Es uno de los vuestros aquel que estaba atado por los beneficios, pero cuya lengua desató la ingratitud? Es Ibn al-Labbana, el que dijo:

    ¡Por vida mía y por mi gente! Son unos protectores a quienes jamás pedí ayuda contra la fortuna sin que volviese ayudado.
    Después de guarnecer de pluma mis alas, las mojaron de generoso rocío; por eso no puedo volar de su tierra.

    ¿O el otro que, habiéndole retirado aquel a quien alababa el beneficio a que le tenía acostumbrado y habiendo correspondido él a eso interrumpiendo sus loas, como llegase a su noticia que el alabado le censuraba por esta causa, dijo lo que vas a oír? Es Ibn Waddah, y sus versos los siguientes:

    ¿Era yo otra cosa que un pájaro dedicado a alabaros, que se alzaba y moraba en el boscaje de vuestra gloria?
    Pero si me habéis arrancado el plumaje que me disteis y habéis retirado de mí vuestra sombra, ¿cómo voy ya a cantar?

    ¿Es acaso uno de los vuestros el poeta que, viendo que la gente se quejaba a gritos del fastidio de oír comparar la boca con la margarita, las flores con las estrellas y las mejillas con las anémonas, se presentó amablemente a transformar esas metáforas de un modo que hace nueva su forma en los oídos y hace penetrante su enmohecido filo en las inteligencias, llegando al más bello extremo de las cosas peregrinas y haciendo con su espléndida imaginación que fuese incapaz de entenderlo el beduino más hábil en lanzar flechas? Es Ibn al-Zaqqaq, cuando dice:

    Un airoso mancebo giraba en nuestro torno llenando las copas y reavivándolas a la hora en que el sol ya se había levantado y había ya brillado la aurora.
    El jardín nos había ofrendados sus anémonas y daba su perfume el mirto, oscuro como el ámbar.
    ‘¿Dónde está la margarita?’, dijimos, y alguien nos contestó: ‘La he dejado en la boca de quien nos sirve los vasos.’
    Y el copero insistía en negarlo, pero cuando sonrió se descubrió el secreto.

    .......................

    ¿Es acaso de los vuestros el que sobresalió en las descripciones de jardines, arroyos y cuanto se relaciona con esto, y llegó a la bandera de la meta, afrentando a todo el que tras él intentó alcanzarla? Es Ibn Jafaya, el que dice:

    La embriaguez nos acostó una tarde de placer: en ella fue blando y dulce mi lecho.
    El araka se desvistió de su sombra para vestírmela; la rama se bajaba a escuchar lo que decía la paloma;
    el sol se inclinaba pálido hacia el ocaso; el trueno musitaba sus ensalmos y la nube escupía (como una hechicera)...

    .........................

    ¿Acaso es uno de los vuestros el que, al salir de mañana a un jardín, con su amado y con una copa, y encontrar los encantos del jardín cubiertos por la niebla, temió, al ver eso, que se retrasase en llegar un convidado suyo, y le dijo, invitándole, lo que sigue? Es Abu-Hassan ibn Rassam, en sus versos:

    ¡Ea, apresúrate! No hay otra cosa que la convenida: la copa y la luna llena (el amado).
    No seas perezoso porque veas que la niebla cubre al jardín y al vino.
    Lo que sucede es que el jardín está velado hasta que tú vengas a él, y entonces dejará caer su velo.

    ...............................

    ¿Acaso es uno de vosotros el que dijo sobre temas ascéticos palabras semejantes a las de Abu-Wahb al-Abbasi al-Qurtubi? Helas aquí:

    En este estado en que me ves, si atentamente lo consideras, soy el más feliz de los hombres.
    Mi morada es el sitio que quiero en toda la superficie de la tierra. bebo la más clara de las aguas.
    No poseo vestidos que tema despierten envidia ni me verás ningún dinero.
    Como almohada pongo mi brazo derecho y, cuando me vuelvo, el izquierdo.
    No tengo padre ni hijo y, desde que tengo uso de razón, no formé familia.
    Algunas cosas me eran placenteras en tiempos, mas reflexioné y vi que eran fantasmas.

    ..............................

    ¿Acaso surgió entre vosotros una mujer como Wallada al-Marwaniyya? Ella fue la que dijo en chanza al visir Ibn Zaydun, que tenía un esclavo llamado Alí:

    ¿Qué le pasa a Ibn Zaydun que, a pesar de su generosidad, habla mal de mí sin motivo, puesto que soy inocente,
    y me mira de reojo, si me acerco a él, como si no fuese más que a castrar a Alí?

    ¿O como Zaynab, hija de Ziyad, el literato, al-Wadi Asiyya, la que dice:

    Cuando los calumniadores rehusaban todo lo que no fuera separarnos, sin que tú ni yo pudiéramos tomar venganza de ellos;
    cuando lanzaron sobre nuestra buena fama el tropel de sus dicterios, y disminuyeron con ello nuestros protectores y auxiliares,
    los combatí desde los reductos de tus ojos, de mis lágrimas y de mi alma, respectivamente, con espadas, con torrente y con fuego?

    ........................

    La discusión entre ambos duró varias horas, y dio lugar a una de las descripciones más hermosas de España. En dicha discusión, el poeta cordobés fue enumerando una por una las ciudades más importantes mientras la asamblea permanecía callada; maravillada de tantos conocimientos.
    Cuando Al-Saqundi hizo la descripción de Málaga y habló de su vino, el gobernador
    reprimió el aplauso de los presentes. Vinieron luego las descripciones de Córdoba y
    Granada, diciendo de esta última que una de sus bellezas era por ser la ciudad que había dado más poetisas. Después, cuando hablaba de Sevilla, el soberano estalló en una carcajada coreada por todos al contar el poeta la historia de aquel borrachín que estaba muriéndose, y cuando fueron a decirle que pidiera perdón a Dios por sus pecados, porque no podría ir al paraíso, él, elevando los ojos al cielo dijo: ¿Oh, Señor! De todo lo que hay en el paraíso no te pido más que vino de Málaga y pasas de Sevilla.
    Luego el poeta cordobés hizo la descripción de Valencia y su Ruzafa, de Almería y de otras ciudades españolas, y al terminar de recitar añadió una frase de tipo profético que decía: «No hay que desear jamás ayuda, más que de aquel que tiene la espada por amigo intimo».”
    AL SAQUNDI ( -1231); “Risala” (“Elogio de Al-Andalus”)
    Pious dio el Víctor.

  20. #20
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    Re: Textos históricos de alabanzas a España

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    LOA DE LAS CARACTERÍSTICAS ESPAÑOLAS:

    - HOMBRES

    NECESIDAD DE LA REVELACIÓN:

    121
    “Consta ya que fue Dios quien dio origen al mundo, el cual no existió hasta que fue por Él creado. Ahora bien: sabemos con certeza que jamás podrían ser adquiridas las ciencias y las artes por el hombre, guiado sólo por sus fuerzas naturales sin el auxilio de la enseñanza. Así, la medicina, el conocimiento de los temperamentos fisiológicos y de las enfermedades y sus causas, con toda su múltiple variedad, y la invención del adecuado tratamiento y curación de cada una de ellas mediante las drogas o medicamentos, cuya experimentación total no hay medio de llevarla a su meta; porque ¿cómo cabe que un mismo hombre ensaye cada medicamento en cada enfermedad, si esto no se concibe, ni puede hacerse sino a través de decenas de miles de años y examinando personalmente a todos los enfermos del mundo? Ahora bien, tal estudio habría de verse interrumpido antes de acabarlo, no sólo por la muerte, sino por las ocupaciones imprescindibles para la subsistencia, por las vicisitudes de la fortuna, por otros obstáculos.
    Así también la Astronomía, el conocimiento de las revoluciones de los astros, de sus movimientos de traslación y de su retorno a sus esferas, es tarea que no puede llevarse a cabo sino a través de decenas de miles de años y que, por tanto, habrá de ser interrumpida por los mencionados obstáculos antes de terminarla.
    Igualmente la lengua, sin la cual no puede concebirse la educación, ni la subsistencia de la vida individual, ni las relaciones sociales, es imposible que haya sido inventada por común acuerdo de los hombres, si no es mediante otra lengua; luego es evidente que ha sido necesario un primer principio de una lengua cualquiera.
    Y dígase lo propio de las artes o instrumentos de la siembra, recolección, trilla y molienda de los granos, amasado y cocido del pan, ordeño de la leche, pastoreo y cría de los rebaños, plantación de los árboles, extracción de las esencias vegetales, majado del lino, cáñamo y algodón, su hilado y tejido, corte y cosido de las telas, los instrumentos para todo ello, las herramientas para la agricultura, los molinos, las naves, su dirección para navegar a través de los mares, los aparatos hidráulicos, la apertura de los pozos, la cría de las abejas y del gusano de seda, la extracción de los metales, su aprovechamiento, con el de las maderas y la alfarería para las obras de construcción.
    Todo ello es imposible haya sido inventado sin enseñanza. Luego forzosamente debemos afirmar que debió existir por necesidad un hombre o más, a quienes Dios enseñase en principio todo esto, sin intervención de maestro humano, sino mediante inspiración directa, de la cual estuviesen bien seguros los que la recibiesen. Ahora bien: ésta es la definición de la revelación profética; luego es necesaria la existencia de uno o varios profetas.
    ABENHÁZAM (994-1064), ‘El Fisal’, I 71-73


    EL HOMBRE Y DIOS:

    122
    “Un prisionero amordazado por sus culpas está en pie a tu puerta, atemorizado por todo lo que Tú sabes.
    Tiembla por los pecados, cuya maldad no se te oculta, y al esperar que Tú los juzgues, aguarda y teme.
    ¿En quién igual a Ti podrá esperar? ¿A quién temer? ¿Qué habrá capaz de oponerse al cumplimiento de tus decretos? No me avergüences, Señor, por la lista de mis acciones, cuando sea conocida el día de la cuenta.
    Consuélame en las tinieblas del sepulcro, cuando mis parientes me dejen solo y cuando se alejen mis amigos.
    ¡Que tu generoso perdón, por mí esperado, cubra benévolo mis culpas porque, si no, pereceré!”
    ABENALFARADÍ (962-1013)


    CONCEPTO DEL HOMBRE:

    123
    “Los hombres son como vasos, cuyo fondo es acíbar y cuya boca está cubierta con un poco de miel.
    El que gusta el vaso se deja engañar, hasta que aparece y se descubre lo que en el fondo contiene.”
    ABENCHOBÁIR (1145-1217)


    VALOR MORAL DEL HOMBRE:

    124
    “Muchas veces un hombre generoso, que no hace más que dar, es más rico que un avaro que no hace más que recibir.
    Procurad confiaros más en vuestras propias fuerzas, por pequeñas que sean, que en las de vuestros amigos, por grandes que parezcan; porque el hombre vivo, sostenido por sus propias piernas, que no son más que dos, es más fuerte que el muerto llevado por las piernas de quienes lo conducen al cementerio, aunque sean ocho.”
    ABENXARAF (+1116)


    CONCEPTO PESIMISTA DEL HOMBRE:

    125
    “Cuando se hace un beneficio a un hombre vil, no se reconoce sino ingratitud: el hombre noble contesta con acción de gracias.
    Asimismo, cuando la lluvia cae sobre una víbora, expele su veneno, mientras que rociando las conchas produce las perlas.
    Mis enemigos son para mí generosos bienhechores: ¡quiera el Dios clemente no privarme de ellos! Su celo por buscar mis defectos hace que yo evite éstos; su envidia me ha hecho subir hasta las alturas.
    No esperes, ¡oh varón sensato!, nada bueno de nadie, pues el mal es innato y el bien no es más que un accidente; no te imagines que se hace el bien por ti mismo, pues siempre hay en ello una segunda intención mala.”
    ABUHAYAN (1256-1344)


    ASCETISMO:

    126
    “¡Oh, tú, que el más oculto sentimiento
    sabes del corazón!
    ¡Oh, tú, que en los trabajos das alientos
    y alivio en la aflicción;
    a quien se vuelve lleno de esperanza
    el corazón contrito;
    por quien el pecador tan sólo alcanza
    expiar su delito!
    Tú, que viertes de gracias un tesoro,
    “así sea” al decir;
    escúchame, Dios mío, yo te imploro;
    mi voz dígnate oír.
    Que mi propia humildad por mi interceda,
    oh, mi dulce sostén,
    eres el solo apoyo que me queda,
    eres mi único bien.
    En mi abandono en tu bondad confío;
    a tu puerta he llamado;
    si no me abres, el dolor impío
    me hará caer postrado.
    Tú, cuyo nombre invoco reverente,
    si no das lo que anhela
    tu pobre siervo en oración ferviente,
    Señor, su afán consuela.
    Haz que no desespere en tanta cuita
    el débil pecador,
    pues tu misericordia es infinita
    e inexhausto tu amor.
    ABDERRAHMEN EL SOHALÍ (1114-1185), ‘Para implorar a Dios una gracia cualquiera’

    127
    “Me preguntan si querría poseer una hermosa casa. No, he respondido; una choza es ya bastante para un miserable mortal. Si no hubiese invierno, ni calor abrasador, ni ladrones que me puedan arrebatar mi pan, ni mujeres que es preciso ocultar a las miradas indiscretas, yo me construiría una casa semejante a la de la araña”
    ABUISHAC DE ELVIRA

    128
    “Vedle al que ayer era todavía tan rico. En su loco orgullo se imaginaba que la fortuna jamás le abandonaría; lleno de audacia y de presunción, se envolvía majestuosamente en su manto de púrpura. Los golpes de la suerte acaban de arrebatárselo: ¡vedlo ahora como se pasea cubierto de viejos harapos! No cuentes, pues, con la riqueza, ella deja muy rápida el puesto a la pobreza, porque la fortuna es variable. Lo necesario basta y jamás debe uno tratar de enriquecerse.
    ABUISHAC DE ELVIRA


    PSICOLOGÍA ÉTICA:

    129
    “El que hace mal a sus parientes y amigos es más vil que ellos; el que les devuelve el mal que le han hecho es semejante a ellos; el que no lo devuelve es el señor de ellos, mejor y más noble”.

    130
    “Para el hombre pundonoroso vale más el honor que las riquezas. El hombre pundonoroso ha de defender su cuerpo a costa de sus riquezas; su vida a costa de su cuerpo; su honor a costa de su vida; su religión a costa de su honor, pero a costa de su religión no debe defender cosa alguna”.
    ABENHÁZAM (994-1064), ‘Libro de los caracteres y la conducta’


    LA ADVERSIDAD:

    131
    “Yo era émulo de la lluvia bienhechora, señor de la generosidad, protector de los hombres, cuando mi mano derecha prodigaba los dones el día de la distribución de presentes, o arrebataba la vida al enemigo el día de la batalla, y cuando mi mano izquierda sostenía la brida que refrenaba al corcel espantado por el ruido de las lanzas. Pero ahora estoy bajo el poder de la cautividad y de la miseria; parezco un objeto sagrado víctima de la profanación, un pájaro con las alas rotas. No puedo ya responder al llamamiento del oprimido o del pobre. La alegría de mi rostro, a que estaban acostumbrados, se ha vuelto sombría tristeza; los cuidados no me dejan pensar en la alegría; hoy se apartan de mí las miradas, mientras que antes todos me buscaban.”
    ALMOTAMID (1040-1095)


    IDEA DE LA MUERTE:

    132
    “La muerte en todo momento extiende su sudario, mientras nos olvidamos de que nos visitará.
    No disfrutarás del mundo y sus placeres, ni aunque te adornes con sus más bellos atavíos. ¿Dónde están los amigos y vecinos? ¿Qué hacen? ¿Dónde están todos aquellos que nos ofrecieron tranquilidad?
    Dioles a beber el tiempo un vaso con aguas inmundas y han venido a ser rehenes de la tierra húmeda.
    ABEN ABI ZAMANIN (935-1007)

    133
    “Aunque estamos cerca de la parada terrestre, nos hallamos ahora alejados de ella. Habiendo llegado al lugar de la cita, al sepulcro, guardamos silencio para siempre. Aunque éramos antes poderosos, ya no somos más que osamentas; en otro tiempo dábamos festines, hoy somos el festín de los gusanos.
    Éramos el sol de la gloria; pero ahora este sol ha desaparecido y todo el horizonte se conduele de nosotros.
    ¡Cuántas veces la lanza ha derribado al que lleva la espada! ¡Cuántas veces la desgracia ha abatido al hombre feliz!
    ¡Cuántas veces se ha enterrado en un miserable harapo al hombre cuyas vestiduras llenaban numerosos cofres!
    Di a mis amigos: ¡Abenaljatib ha partido! ¡Ya no existe! Y ¿quién es el que no ha de morir?
    Di a los que se regocijan de ello: ¡Alegraos, si sois inmortales!
    ABENALJATIB (-¿-1374)

    134
    “La sombra del amante viene por la noche a visitar a quien antes le había amado. Si el amante no esperase esta visita, no dormiría. ¿Os admira que la sombra venga a la hora en que todo está envuelto en tinieblas? ¿No sabéis que ella está iluminada con una luz sobrenatural que disipa las negruras de la noche?
    Tú lloras al muerto; ¡déjalo! ¡Él está tranquilo! Llora al que vive; ¡él es más digno de tus lágrimas! El muerto descansa en la tumba; su suerte ya no hay que lamentarla. Pero al que vive, al que todos los días muere a manos de la injusticia, nadie lo consolará.
    ABENHAZAN DE CÓRDOBA, ‘El collar de la paloma’ (año 1020).

    135
    “Párate y considera
    esta mansión postrera,
    donde todos vendrán a reposar.
    Mi rostro cubre el polvo que he pisado;
    a muchos de la muerte he libertado
    pero yo no me puedo libertar.
    AVENZOAR (1113-1199)

    136
    “Mientras que me arrastraba
    del mundo la corriente fugitiva,
    ... yo jamás me olvidaba
    que hacia la muerte caminando iba.
    Hoy la muerte no temo,
    cuando me siento próximo a morir,
    sino del Juez supremo
    el fallo inevitable que he de oír.
    ¿Qué destino me espera?
    De mis culpas el número es crecido.
    Cuán justo el Señor fuera
    castigando a quien tanto le han ofendido.
    Pero el alma confía
    en su misericordia y su perdón
    para gozar del día
    venturoso y eterno en su Mansión.
    ABUSALT OMEYA BENABISALT (1067-1134)



    TIPOS

    EL GUERRERO:

    137
    “Si ahora quieres presumir de nobles caballeros y rivalizar con nosotros en punto a capitanes valerosos, te diré que bien notorio es el recuerdo y bien patentes las huellas de aquellos que vivieron antes de nosotros, en la época de Al-Mansur ibn Amir y en la de los reyes de taifas.
    Y entre los héroes contemporáneos, bastante tienes con lo que has oído del emir Abu Abdallah ibn Mardanis, el cual se lanzaba contra las tropas enemigas, hendiéndolas a derecha e izquierda, mientras recitaba:
    ‘Cargo sobre el escuadrón, sin cuidarme de si mi muerte está en él o fuera de él’.”
    AL SAQUNDI, ‘Elogio del Islam español’


    UN SEÑOR HISPANO ENTRE ÁRABES:

    138
    “Cuéntase de él que Abderramen, hijo de Moavia, mandó confiscar los pueblos de su señorío, y que la causa de ello fue este monarca curioseó la estancia de Arrobás cierto día en que iba de expedición, en la cuál éste le acompañaba, y alrededor de la misma vio aquél no pocos regalos o presentes que los feudatarios solían ofrecer a éste en todas las paradas que hacía en los pueblecillos de sus dominios. Esto causóle envidia a Abderramen. Fuéronle, pues, confiscados, y Artobás hubo de irse a vivir con sus sobrinos, hasta que llegó a la miseria.
    Dirigióse entonces a Córdoba; fue a visitar al canciller Abenbojt y le dijo: ‘Haz el favor de pedir al emir, cuya vida guarde Dios, licencia para verle, pues he venido a despedirme de él.’ Entró el canciller a pedir a Abderramen el permiso, y éste dispuso que entrara Artobás a su presencia.
    Al entrar vio que iba andrajosamente vestido, y le dijo: ‘¡Hola, Artobás! ¿Qué te trae por aquí?’. A lo cual contestó: ‘Tú me traes, tú, que te has interpuesto entre mí y mis posesiones, faltando a los tratados que tus abuelos hicieron conmigo, sin culpa de mi parte que a ello te autorizara’. Abderramen añadió: ‘Pero ¿que es eso que quieres despedirte de mí? ¿Acaso piensas irte a Roma?’. Artobás le contestó: ‘¡Cá, hombre, al revés! ¡Si yo he sabido que tú quieres marcharte a Siria!’. Replicóle Abderramen: ‘¿Y quién me ha de dejar volver allí, siendo así que la tuve que abandonar para que no me mataran?’.
    Entonces Artobás le preguntó: ‘¿Tú te has propuesto que tu dominación se consolide en esta tierra para que tu hijo la herede, o quieres privarle de lo que a ti se te ha dado?’. Abderramen contestóle: ‘¡Ah, no, pardiez! Yo no sólo quiero consolidar mi dominación, sino también que mi hijo la herede’. Entonces le dijo Artobás: ‘Pues veas como se arregla este punto’. Después le denunció paladinamente, sin ambages ni rodeos, todas aquellas cosas por las que el pueblo estaba disgustado, y quedó Abderramen tan satisfecho y agradecido que dispuso le fueran devueltas a Artobás veinte de sus aldeas, le obsequió con espléndidos vestidos y regalos y le nombró para el cargo de conde, siendo el primero que ocupó esa dignidad en Al-Andalus.”
    Crónica de ABENALCOITIA.
    Pious dio el Víctor.

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