Revista FUERZA NUEVA, 20-Dic-1975
ESPAÑA, RÉGIMEN Y EJÉRCITO
1. Nuestro Régimen es no sólo legítimo en sí mismo, toda vez que su ordenamiento jurídico se atiene fielmente al Derecho Natural. Es también uno de los más justos o nobles que nos presenta hoy el mundo. Responde además idóneamente a las necesidades del pueblo español. Hay trabajos muy buenos y recientes al respecto que merecen la consideración de científicos. Y como documento pontificio de permanente valor de referencia universal, de 1971, está la “Octogésima Adveniens” ¿Por qué, pues, ese vocerío internacional sucio-como histérico o esquizofrénico- que se vuelca contra España en la hora actual?
El mundo de hoy, catastróficamente politizado, rechaza todo sólido principio y todo ordenamiento atenido a la objetividad subsistente del Derecho Natural. Rechaza toda concepción política realmente cristiana de la vida; y con más necio frenesí, en la medida en que nuestra Constitución [=LEYES FUNDAMENTALES] sea más fuerte o segura en sostener tal concepto. Por eso el noble empeño español resulta hoy acaso más heroico que nunca. Deber moral al que la ciudadanía española ha sabido responder con admirable honor, sabiamente gobernada por el gran Caudillo Franco, uno de los héroes cristianos más gigantes que conoce la historia universal. Y nunca conoció España otra etapa de tan fuerte progreso real en toda línea, incluida la social.
España se enfrenta hoy-en drama circunstancialmente animado, pero con gran fundamento esperanzador-con nuestro gran tema nacional vivo: sostener a ultranza el Régimen, por encima de todo asunto contingente, como condición indispensable para la subsistencia de España como nación. Así es. Empeño siempre superior y previo a todo interés de grupo o “asociación”, a todo “pluralismo” por más que sea legítimo. Para ello es preciso potenciar al máximo nuestro rico contenido doctrinal y espiritual.
2. España comparte hoy-en su medida- la gran crisis doctrinal y espiritual del mundo. Debemos corregirla con vigor. Nuestra política debe ser hoy más firme que nunca: de misión y no de claudicación. La vía del sufragismo y la progresiva parlamentarización-democratismo liberal-conlleva más que nunca el grave riesgo de la regresión en toda línea a situaciones de total ineficacia o caos. Conduce a la mayor disipación doctrinal y espiritual; y con ello, a disolver los supuestos más firmes para la vida del Régimen, es decir, de España misma. “Es indispensable precaverse contra cualquier supeditación absoluta de la idea de Estado al imperativo incondicionado de la participación pluralista del pueblo. La tendencia actual a idealizar esta participación, puede ser la carcoma que arruine primero el Estado-organización y después el pueblo como unidad política diferenciada” (Zafra Valverde). Pudiera llegarse así al extremo vacío ideológico y al vacío de autoridad o de poder después.
3. Por eso en el momento actual, contra tantos hacendositos reformadores megalómanos-y teniendo muy presentes los formidables poderes que en su ancho espectro presenta hoy el enemigo común-, resulta más necesaria que nunca la justa y esencial misión política de nuestro Ejército como “columna vertebral de la nación”. La mentalidad de simples funcionarios técnicos de la milicia podrá bastar para otras latitudes “ideológicas”, pero ése no podrá ser nunca el talante espiritual de nuestro Ejército español. ¿Quiénes son los que hoy tanto le buscan por la vía del halago y de la seducción? Los mismos que por idéntica vía buscan a los clérigos más flojos e indignamente entremetidos de la Iglesia oficial.
Nuestros grandes “amigos” de fuera pretenden gobernarnos según su propia idiosincrasia, “ideología” y patrón. Entre nosotros hay traidores que parecen desear que nos gobiernen los de fuera: que por miserable cobardía, si no más por vil pasión, no pronuncian el nombre noble de España, vomitando en cambio su propio híbrido al decir “este país”.
La mayor parte de nuestra prensa actual ha caído, desdichadamente en malas manos; sólo sirve los intereses de cotos políticos o económicos que la financian; no refleja la conveniencia ni el sentir general de la nación. Se nos presenta la idea de “cambio” con evidente falsificación.
4. Nuestro Ejército debe mantenerse culto a todos sus niveles, además de técnico y bien dotado de equipo militar. Porque un hombre honrado y culto jamás dará en ser peligrosamente ingenuo ni marxista. Nuestro Ejército debe alertar ahora más que nunca su vigilancia política esencial. No fuera a ocurrir que por un proceso lento y frío de sucesivos deterioros “pequeñitos” de nuestra legalidad, o por cualquier otro expediente de resortes no sensacionales, fuera evaporado sibilinamente como soporte fundamental de la nación; y con ello, España misma. Sería la ruina total de nuestro pueblo y su máxima esclavización. El amor a nuestro Ejército es el gran negocio común de todos los españoles, incluso de los que no acierten a entenderlo así. Debemos guardar celosamente el espléndido legado de nuestro gran Caudillo Franco, como garantía única de proseguir nuestro común y fecundo porvenir. Para tan alta misión debemos respaldar en todo al rey Juan Carlos I. No somos visionarios. Pero puede ser muy útil el tener también presente el sueño del Almirante Carrero, escrito por él mismo en marzo de 1946. Tiene viva actualidad de hoy.
Alvaro MAORTUA.
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