19-7-1808. BATALLA DE BAILÉN.
El general Dupont, que después de abrirse paso en el puente de Alcolea, había penetrado en Córdoba el 7 de junio, entregándola al saqueo, no se atrevió a proseguir su marcha hacia Cádiz hasta recibir refuerzos, noticioso de que se estaba organizando en el campo de San Roque, al arrimo de la plaza de Gibraltar, el ejército español de Andalucía. Este se puso en movimiento, estableciéndose algunas fuerzas en Carmona, y el grueso del ejército, a las órdenes de D. Francisco Javier Castaños, en Utrera, cuya villa y sus alrededores quedaron convertidos en un vasto campo de instrucción ( Fueron tantos los voluntarios que acudieron al llamamiento de la patria que el general Castaños tuvo que mandar a sus casas sobre unos 12.000 paisanos, que consideraba inútiles por no querer llevar ningún regimiento que no fuese organizado. Además, aunque abundan las armas, había escasez de vestuario y equipo, supliendo la falta de cartucheras con saquillos de lienzo, que las damas de Utrera confeccionaron.), dedicándose allí por lo menos ocho horas diarias a ejercicios doctrinales, con tan buena voluntad y celo por parte de todos, que en la revista pasada el 26 de junio, trece días después de verificada la concentración en Utrera, maniobraron las tropas con gran desenvoltura y aire marcial, aunque no con el aplomo y precisión de las veteranas. Dupont, aislado con su división en Córdoba, sin noticias de lo que pasaba a su espalda por estar interceptadas las comunicaciones con Madrid, temió ser atacado y envuelto, y en la noche del 16 abandonó la capital del antiguo califato, dirigiéndose a Andújar, donde se estableció en la mañana del 18, no tardando en incorporársele las divisiones Vedel y Gobert, a las que encargó Dupont vigilasen los pasos del río aguas arriba de Andújar y viesen al mismo tiempo de conservar expeditas las comunicaciones. La escasez de subsistencias obligó al enemigo a enviar una expedición a Jaén, en cuya ciudad repitieron los imperiales, los horrores de Córdoba.
El general Castaños salió de sus cantones de Utrera y Carmona a últimos de junio, en combinación con el general Reding, que salió de Granada el 3 de julio en dirección de Jaén con las tropas allí organizadas, y el primero siguió avanzando desde Córdoba con todo género de precauciones, muy necesarias a la inmediación de un enemigo que llevaba por toda Europa fama de invencible, efectuando la marcha por Bujalance y Porcuna, donde se pusieron en comunicación ambos ejércitos, de los que se formó uno solo bajo el mando del general Castaños ( Organización del ejército de Andalucía el 11 de julio de 1808. General en jefe: D. Francisco J. Castaños; mayor general: mariscal de Campo D. Tomás Moreno; comandante general de Artillería: mariscal de campo, marqués de Medina; comandante general de Ingenieros: coronel D. Bernardo de Loza. Figuraban además en el Cuartel General, los mariscales de campo D. Francisco de Vargas y D. Narciso de Pedro; los brigadieres marqués de Gelo y D. José Augusto de la Porte; los coroneles de Infantería D. Pedro Girón y D. Joaquín Navarro; el de Caballería D. Andrés Mendoza; el de Artillería D. Juan Arriada, y el de Ingenieros D. Juan Bouligny con los oficiales del mismo Cuerpo D. José María Huet y D. Antonio Remón Zarco del Valle.
Primera División (9.436 hombres, 817 caballos, dos compañías de Zapadores y diez piezas de artillería): Comandante general, mariscal de campo D. Teodoro Reding; Segundo comandante, brigadier D. Francisco Venegas; jefe de Estado Mayor, brigadier D. Federico Abadía.
Segunda División (7.850 hombres, 453 caballos, una compañía de zapadores y seis piezas): Comandante general, mariscal de campo, marqués de Coupigny; Segundo comandante D. Pedro Grimarest.
Tercera división (5.415 hombres y 582 caballos): Comandante general, mariscal de campo D. Felix Jones.
División de reserva (6.676 hombres, 408 caballos, una compañía de zapadores y doce piezas): Comandante general, teniente general D. Manuel de la Peña.
Había además un Cuerpo volante o División de montaña a cargo del coronel D. Juan de la Cruz Mourgeon, compuesto de unos 2.000 hombres.).
Con arreglo al plan acordado en dicho punto, el general en jefe se dirigió con la división Jones y la de Reserva, por Arjona y Arjonilla, a los Visos, colinas situadas en la orilla izquierda del Guadalquivir, frente al puente de Andújar, como para atacar al enemigo por aquella parte, y la primera (Reding) se desplazó por la derecha a Menjívar, mientras la segunda (Coupigny) tomaba posición en la Higuereta (Higuera de Arjona) para apoyar a aquella en su marcha y observar al cuerpo francés acantonado en Villanueva de la Reina, debiendo una y otra pasar el río, dirigirse a Bailén para colocarse a retaguardia de Dupont, y caer después sobre Andújar al mismo tiempo que Castaños acometía de frente desde los Visos. El día 13, el general en jefe rompió un vivo cañoneo desde sus posiciones, demostrando una actitud amenazadora; Murgeon pasó el Guadalquivir por el puente de Marmolejo para molestar a los franceses de Andújar por el flanco, retirándose después al Peñascal de Morales; Coupigny, desde la Higuereta, rechazó al otro lado del río a dos batallones enemigos que ocupaban Villanueva, y Reding permaneció impasible en Menjívar, manteniendo ocultas la mayor parte de sus fuerzas ante los reconocimientos que practicó Vedel. (Esto consideramos que fue básico y esencial para el desarrollo final de aquella operación militar). Desorientados los generales franceses, no dieron importancia a la presencia de algunas tropas españolas en dichos puntos, así, que habiendo Dupont pedido refuerzos a Vedel, marchó éste a Andújar con toda su división, sin dejar frente a Menjívar más que dos batallones a cargo del general Liger-Belair, a quien debía apoyar Gobert, para cuyo objeto se trasladó éste de La Carolina a Bailén.
En la madrugada del 16, casi todas las fuerzas de Reding pasaron el río por la barca de Menjívar y por el vado de Rincón, 3 kilómetros más arriba, para practicas un reconocimiento ofensivo en dirección de Bailén. Liger-Belair se replegó con orden buscando el apoyo de Gobert; y éste acudió presuroso en su auxilio, con tan mala fortuna, que cayó muerto de un balazo en la cabeza, causando tal desgracia gran desaliento en las filas imperiales, por lo cual el general Dufour, que sucedió a Gobert, emprendió la retirada. Los españoles se cubrieron de gloria en este combate, rechazando nuestros jinetes e infantes a los coraceros franceses (Cayó mortalmente herido en dicho combate el valeroso capitán de Farnesio D. Miguel Cherif, nieto de los Cherifes de Tafilete, acogidos a la protección española de tiempo de Carlos III). Reding para inspirar confianza al enemigo, retrocedió con sus tropas, estableciendo el campo frente a Menjívar, donde lo tenía antes Liger-Belair, y la Junta de Granada se apresuró a otorgarle el empleo de Teniente general.
El 17, mientras la división española de Coupigny se dirigía a Menjívar para unirse con la de Reding, Vedel llegaba a las ocho y media de la mañana a Bailén para apoyar a Dufour; mas éste, temiendo que las fuerzas irregulares de D. Pedro Valdecañas, que operaban en el camino de Baeza y Ubeda y que habían sorprendido ya un destacamento francés en Linares, se apoderasen de los pasos de la sierra, sostenida por las tropas victoriosas de Reding, había abandonado a Bailén, camino de Sierra Morena; así es que Vedel, después de hacer reconocer todas las avenidas del Guadalquivir, no descubriendo en ellas peligro alguno, siguió desde Bailén tras de Dufour, con el que se reunió en Guarroman, ordenándole continuase hasta Santa Elena, y él se trasladó a La Carolina, esperando noticias del enemigo y nuevas órdenes del general en jefe. Dupont, considerando comprometidas sus fuerzas por la considerable distancia que las separaba, se resolvió a trasladar su campo a Bailén, aunque, tranquilizado por los reconocimientos de Vedel, no tuvo prisa en ello, y en lugar de ponerse en marcha el mismo día 17 por la noche o en la mañana del 18, difirió efectuarlo hasta la noche de este día para ocultar la retirada a Castaños. De este modo, una serie de errores y coincidencias, fatales para el ejército enemigo, permitieron a los españoles llevar a cabo su plan, que por lo dicho se comprende no dejaba de ser bastante peligroso, y asestar de firme el rudo golpe con que amenazaban hace días a los desconcertados y ciegos imperiales, trasladándose en la mañana del 18 las divisiones Reding y Coupigny a Bailén, en cuyas afueras camparon, sin haber tropezado con un solo enemigo.
Esquema de la campaña
No eran todavía las tres de la madrugada del 19, cuando, puesta ya en movimiento la vanguardia española hacia Andújar, anunció el fuego de las avanzadas la presencia de los franceses. Estos habían salido sigilosamente de dicho punto a las ocho de la noche con su numerosa impedimenta, compuesta de 500 ó más carros, en los que iban muchos enfermos y el botín cogido en Córdoba, y marchaban por la carretera silenciosos, tristes y abatidos por aquella prolongada inacción y retroceso, tan contrarios a su habitual manera de guerrear. Mientras D. Francisco Javier Venegas, que mandaba la vanguardia, contenía algún tanto al enemigo, Reding, a quien correspondía el mando, ordenaba sus tropas estableciéndolas rápidamente como indica el croquis (La Artillería, a la que tan sobresaliente papel cupo en esta gloriosa batalla, estuvo dirigida por los coroneles D. José Juncar y D. Antonio de la Cruz, distribuida del modo siguiente: la batería de la derecha, mandada por el capitán D. Tomás Ximénez, con los subalternos D. José Escalera, D. Alonso Contador y D. Vicente González Yebra; la del centro, sobre la carretera, a las órdenes del teniente D. Antonio Vázquez; y la de la izquierda, mandada por el capitán D. Joaquín Cáceres y sostenida por las compañías de ingenieros de D. Gaspar de Goicoechea y D. Pascual de Maupoey ( era D. Pascual o D. Tomás Pascual, oficial de Estado Mayor, procedente de Ingenieros, y capitán de una compañía de Minadores en Bailén. Llegó a brigadier coronel de ingenieros, y fallecería en la acción de Bornos (1º de junio de 1812), la división Reding a la derecha del camino real y la de Coupigny a la izquierda, para hacer frente a Dupont y al propio tiempo a Vedel, que desde La Carolina podía presentarse de un momento a otro por retaguardia. El general Chabert, jefe de la vanguardia francesa, no titubeó un instante comprendiendo lo crítico de la situación en que iba a encontrarse el ejército a que pertenecía, avisó a Dupont y atacó resueltamente la línea española, estableciendo en el centro las seis piezas de su brigada; mas, blanco estas de la batería española del centro, que era de mayor calibre (de a 12), bien colocada y mejor dirigida, fueron al instante desmontados dos de los cañones franceses y muertos o heridos gran parte de los sirvientes, no teniendo más fortuna el enemigo en su derecha e izquierda, pues fue rechazado del Cerrajón y Haza-Walona en que habían podido situarse los nuestros, arrojando de dichas alturas a las avanzadas francesas que las habían ocupado ya, y también del cerro Valentín. Llegó presuroso Dupont, y turbado por aquel fatal contratiempo, no esperó la reunión de todas sus fuerzas, repitiendo imprudentemente el ataque a las cinco de la mañana, con solo la brigada Chabert y la caballería de Dupré, sin otro resultado que aumentar las bajas y el desaliento de sus valientes soldados.
Esquema de la batalla
Forzoso le fue aguardar la llegada de las tropas restantes para tratar de abrirse paso. Cuando toda su división hubo atravesado el Rumblar, dejó en la margen izquierda la brigada Pannetier para hacer frente a Castaños si presentaba, y renovó la pelea con el resto de su infantería y toda la artillería y caballería, acometiendo por el centro la primera bajo la protección del vivo fuego de la segunda, mientras los renombrados y temibles dragones y coraceros de Privé se dirigían hacia el Portillo de la Dehesa para tratar de envolver nuestra izquierda. Apuradas se vieron las escasas fuerzas españolas que había en el Cerrajón y Haza-Walona, por lo cual, acudió en su auxilio el mismo Coupigny; mas los jinetes imperiales cargaron con tal ímpetu y bravura, que nuestros batallones tuvieron que replegarse, con pérdida de una bandera, muriendo gloriosamente el coronel D. Antonio Moya, al frente de su regimiento de Jaén. Continuó Prive la carga contra los cuerpos de la izquierda, todos de Provinciales, que rechazaron serenos la acometida cual las mejores tropas veteranas, a la voz y el ejemplo de sus coroneles el marqués de las Atayuelas, D. Pedro Conesa y D. Diego de Carvajal, refrenando con su inquebrantable firmeza el formidable empuje de los jinetes franceses. Estos se dirigieron entonces a la izquierda y centro de su línea, en el que la batería española de aquella parte seguía inutilizando cañones y montajes a medida que iban apareciendo a su frente, y cubriendo de metralla las columnas de ataque, a las que mantuvo siempre a respetable distancia, saliendo al encuentro de ellos los regimientos de caballería de Farnesio y Borbón; mas acudiendo los coraceros que venían de la derecha, retrocedieron nuestros jinetes bastante desorganizados, penetrando mezclados con ellos los franceses en la batería de la derecha. Los artilleros se mantuvieron serenos en su puesto, defendiéndose con los juegos de armas, dando así tiempo para que la infantería inmediata se rehiciese, y lo mismo Farnesio, cuyos escuadrones fueron conducidos de nuevo a la carga por su sargento mayor D. Francisco Cornet que murió gloriosamente al salvar su batería, frente a la cual quedaron tendidos la mitad de los coraceros. Por la izquierda francesa, los dragones de Privé contuvieron el movimiento envolvente que había iniciado el brigadier Venegas, volviendo unos y otros a sus anteriores posiciones, después de porfiada pelea en el Zumacar grande, donde se distinguió el regimiento de Ordenes militares, mandado por su coronel el brigadier D. Francisco de Paula Soler.
Tal era el estado del combate a las once de la mañana. A franceses y españoles interesaba decidir cuanto antes la contienda, pues podían presentarse de un momento a otro, tanto Vedel como Castaños, y aniquilar al contrario que fuese cogido entre dos fuegos; pero más abatidos los enemigos por el mal éxito de las anteriores tentativas, agobiados de fatiga y medio muertos de calor y de sed (Los españoles, más descansados y hechos al clima, disponían además del agua que les llevaban los habitantes de Bailén, pero no había en su campo una sola mata que les diese sombra, como los olivares que cubrían el campo de los franceses.), bajo los rayos de aquel sol abrasador que caldeaba el campo de batalla, asfixiando a hombres y caballos, estaban en situación más angustiosa que los españoles, a quienes sonreía ya la victoria de una manera indudable. Entonces Dupont, no pensando ya en vencer, pues no era posible, sino tan sólo en abrirse paso a toda costa, mandó venir del Rumblar tres batallones de la brigada Pannetier, y el batallón de marinos de la Guardia Imperial, no dejando allí más que un solo batallón; hizo cundir la voz de que Vedel se encontraba ya próximo y a espaldas del enemigo; recorrió sus quebrantadas filas para recordar las anteriores glorias y pedir a todos un último esfuerzo; y mostrando a sus soldados la bandera española conquistada por los coraceros, pónese con todos sus generales a la cabeza de las columnas y arremete con heroico ardimiento, al grito siempre mágico de ¡Vive l'Empereur! Mas la incansable artillería española continúa impertérrita su obra de destrucción, barriendo con la metralla infantes, jinetes y caballos, revueltos en espantosa confusión; y la infantería, muro impenetrable de bronce, como la llama Thiers, fulmina mortífero fuego por descargas sobre el enemigo, sembrando la desolación y el terror en sus compactas masas. Cae muerto el general Dupré con otros muchos jefes y oficiales; es herido también Dupont, y los bravos marinos de la Guardia Imperial que, dando ejemplo a sus compatriotas, se mostraban dignos, como siempre, de sí mismos, marchando impávidos en columnas cerradas delante de todos, sin hacer caso de los enormes claros que iban produciéndose en sus filas, y sin dejarse oír entre ellos otras voces que la de ¡Serrez la colonne! ¡En avant! y las aclamaciones a su emperador, tienen al cabo que detenerse cerca ya de la línea española, vacilando su incomparable valor, para retroceder en desorden e ir a guarecerse todos en el olivar que cobijaba a los franceses desde el principio de la batalla.
Las fuerzas de aquellos desgraciados se habían agotado ya por completo. Unos 2.000 de ellos yacían muertos en el campo, con un número casi igual de heridos, y los demás, envidiando la suerte de los primeros arrojaban las armas con desesperación para tenderse jadeantes y angustiados al pie de los olivos, buscando su débil sombra. Su artillería, desmontada casi toda (De las dieciocho piezas que tenía Dupont, catorce habían sido desmontadas por la artillería española ("Storia delle campagne é deglir assedi degl'italiani in Spagna dal MDCCCVIII al MDCCCXIII", de Camillo Vacani, Tomo I, pág. 212); y según el parte oficial de Castaños, "... el acreditado Real Cuerpo de Artillería, además de participar de todos los afanes y triunfos referidos, ha inmortalizado su gloria con admiración de ambos ejércitos, pudiéndose asegurar que sus oportunos rápidos movimientos y el acierto de sus fuegos (que desmontó 14 piezas al enemigo), señalaron desde luego, ú por mejor decir, fixaron desde el principio la victoria."), les era completamente inútil; Vedel no aparecía, y en cambio los Tiradores de Cruz Mourgeon que había acudido al oír el fragor del combate, ceñían la orilla derecha del Rumblar, a cuya inmediación se veían amontonados todos los bagajes del ejército francés, al paso que sus avanzadas anunciaban la aproximación de Castaños. Para colmo de desdichas, los dos regimientos suizos de Preux y de Reding, antes al servicio de España, aprovechan la ocasión para reunirse en su mayor parte a sus antiguos camaradas. No habiendo, pues, medio de salir de aquella terrible situación, el general enemigo se apresuró a solicitar de Reding una suspensión de hostilidades para acordar con el general en jefe español las bases de la capitulación, en la que debían ser comprendidas las divisiones Vedel y Dufour, según exigía aquel.
El general Castaños no había podido enterarse de la salida de Dupont de Andújar hasta las dos de la madrugada del 19; y encontrando obstruido el puente, sólo a las ocho de la mañana emprendió la marcha, camino de Bailén, la división de Reserva (Lapeña), cuya vanguardia mandaba D. Rafael Menacho, quien debía inmortalizar después su nombre en la defensa de Badajoz, deteniéndose en la orilla del Rumblar al saber el armisticio concertado, después de anunciar su presencia a Reding con algunos cañonazos.
Vedel, que había recibido el 18 orden de Dupont de asegurar las comunicaciones por La Carolina y Santa Elena, como también por la parte de Linares y Baeza, esperó en La Carolina que se le incorporara Dufour, y aunque en la madrugada del 19 oyó tronar el cañón hacia Bailén, no se puso en movimiento hasta las cinco de la mañana, con tal lentitud, que tardó nada menos de seis horas en recorrer los 14 kilómetros que separaban La Carolina de Guarromán, desde donde, sin sospechar todavía ni remotamente lo que pasaba, hizo practicar un reconocimiento en dirección de Linares. A las dos de la tarde volvió a emprender la marcha, y sólo entonces, al llegar a las cinco frente a Bailén y ver las posiciones que ocupaban los españoles, comprendió la apurada situación en que debía encontrarse su compañero. Reding, al saber la proximidad de Vedel, hizo darle conocimiento de la suspensión de hostilidades, cuidando, no obstante, de reforzar con algunos cuerpos las tropas apostadas a su espalda, vigilando el camino de La Carolina; mas desentendiéndose Vedel de todo, atacó el cerro del Ahorcado. Apresuróse Vedel a obedecer; mas autorizado de palabra por su jefe para ponerse en salvo con sus tropas, emprendió la marcha por la noche en dirección a la sierra, llegando a Santa Elena el 21 a mediodía, aunque alcanzado allí por el coronel de ingenieros D. Nicolás Garrido con la orden terminante e imperiosa de regresar a Bailén, exigida por los generales Castaños y Reding, que amenazaron a Dupont con pasar a cuchillo a la división Barbou, completamente cercada ya por todo el ejército de Andalucía, tuvo que efectuarlo mal de su grado por haberse acordado así en junta de jefes (De veintitrés jefes que asistieron a la junta, solo cuatro opinaron por continuar la retirada).
La capitulación se firmó al fin el 22, despues de muchas discusiones, en la casa de postas que media entre Bailén y Andújar, donde se había establecido Castaños; por ella debía quedar prisionera de guerra toda la división Barbou, con la que había peleado Dupont, y la de Vedel evacuar la Andalucía, traladándose ambas a Sanlucar de Barrameda y Rota desde donde se darían a la vela para Rochefor embarcadas en buques tripulados por españoles (La capitulación no fue cumplida por falta de transportes y marinería. Además, habiéndose caído un cáliz de la maleta de un oficial en el embarcadero del Puerto de Santa María, fueron maltratados muchos de los prisioneros y despojados de sus equipajes, cuyos atropellos no pudo impedir el general Castaños.). En su consecuencia, las legiones de Dupont, en número de 8.242 hombres, los vencedores de Austerlitz y de Friedland, que habían paseado sus águilas victoriosas por todo Europa, desfilaron por delante del ejército español y fueron a deponer sus armas y banderas junto a la Venta del Rumblar, a lo largo de la carretera, presentándose Dupont a Castaños triste y angustiado (ver cuadro al óleo de J. Casado del Alisal).
Las divisiones Vedel y Dufour (9.393 hombres) formaron pabellones y entregaron en depósito sus armas y material de guerra. Las demás tropas que faltaban del cuerpo de ejército del egenral Dupont hasta el número de 22.475 hombres, descartados los 2.000 muertos en la batalla, acudieron de Santa Cruz de la Mudela, Manzanares y otros puntos de la comunicación con Madrid, para dar cumplimiento al convenio celebrado por sus jefes.
El capitán d'Villoutreys, que había entablado en Bailén los primeros tratos, llevó a Madrid la triste noticia, escoltado hasta Aranjuez por una sección de caballería española. El 29 de julio supo el rey intruso la amarga nueva, y el 30 abandonaba la Corte madrileña, siguiéndole el 31 con la retaguardia el mariscal Moncey, para establecerse en Miranda de Ebro, en cuyas inmediaciones se concentraron 60.000 franceses. El 1º de agosto respiraba Madrid completamente libre del enemigo; el 13 entraba en ella el general D. Pedro González Llamas con las tropas de Valencia y Murcia, y el 23 lo efectuaba Castaños por la puerta de Atocha con la división de Reserva del ejército de Andalucía, siendo recibido con el júbilo consiguiente. Los imperiales levantaron también el sitio que tenían puesto a Zaragoza.
Tales fueron las consecuencias de este memorable triunfo que no costó a los españoles más de 243 muertos, entre ellos diez jefes y oficiales (Además de los dos jefes ya indicados murieron gloriosamente: el capitán de Jaén, D. Carlos Sevilla; el de Caballería de Farnesio, D. Gregorio Prieto; los de Caballería de España, D. Alonso González y D. Miguel de Sanjuán; los subtenientes de Provinciales, D. José Ariza, D. Natalio Garrido y D. Nicolás Muñóz, y el cadete de Ordenes Militares, D. José Demblans.) y 735 heridos. Al general Castaños, cuya espada y bastón de mando se conservan en el Museo del Ejército, sección de Artillería, números 1.897 y 1.898 (En el Museo Naval, con el número 716, existe un sable de marina de la Guardia Imperial, cogido en el campo de batalla el día de la misma, por el capitán de navío D. Francisco Aguirre), se le concedió el título de Duque de Bailén, y la Cruz de distinción a todos los que asistieron a esta batalla, con el lema: "Fernando VII. Bailén".
LA INFORMACIÓN Y LAS DECISIONES
EN LA BATALLA DE BAILÉN
Ignacio CERVELLÓ BURAÑES
Coronel de Infantería, DEM
Cuando parece que un tema está agotado por los numerosos estudios que se le han dedicado surgen nuevos espacios que, total o parcialmente desconocidos, nos invitan a replantear el análisis por si se pudiera añadir alguna nueva luz sobre lo ya conocido.
Decía don José Ortega y Gasset: Los grandes problemas filosóficos requieren una táctica...: sin ataque directo, circulando en torno lentamente, apretando la curva cada vez más... La batalla de Bailén no es esencialmente una cuestión filosófica, pero nosotros sí pretendemos tratarlo desde un ángulo psicológico, y creemos que también aquí es de aplicación la "táctica" del pensador.
Así pues, la intención de este trabajo es profundizar en las informaciones y circunstancias que influyeron a los que dirigieron esta batalla, para comprender y explicarnos mejor sus decisiones. Éstas creemos que, en alguna ocasión, han sido mal interpretadas y peor valoradas: tal vez por haberlas analizado de una forma deficiente o partidista. Son tan numerosos los trabajos que se han escrito sobre esta batalla que, sería enredoso y poco fiable el intentar amalgamarlos y sacar una media aritmética de todos ellos. Por ello en este trabajo nos desentenderemos de todo ese lastre de escritos añadidos, para valernos casi exclusivamente de las fuentes directas, o sea, los documentos oficiales (partes, cartas, informes...) y en algún caso de las manifestaciones de testigos presenciales.
La aproximación del ejército francés
Como es sabido, el general Dupont cruzó Despeñaperros el 1º de junio. Su Cuerpo de Ejército había sido disminuido en dos divisiones, que guarnecían Aranjuez y San Clemente, y le quedaban una división y una brigada de Infantería y una división de Caballería. Con estas fuerzas se sintió seguro al no encontrar ninguna oposición. Sus informes a Murat eran optimistas y no aludían al vacío que hallaban en los pueblos a su paso.
El encuentro del puente de Alcolea y la entrada en Córdoba le dan la oportunidad de enviar un parte triunfalista, y permitir (¿u ordenar?) el pillaje. Es difícil de entender este bárbaro castigo a una ciudad, cuando ya se conocían las consecuencias del 2 de mayo. No parece que fuera un gesto de arrogancia, porque su conducta posterior lo desmiente. Pudo ser una exigencia de su propia tropa que reclamó lo que consideró que era su derecho según las leyes de la época. Lo cierto es que permaneció en Córdoba durante diez días, en los que prosiguió "de hecho" el pillaje.
Se han dado varias explicaciones sobre esta larga inactividad:
- Los informes, seguramente abultados, sobre el ejército que se preparaba en Sevilla.
- La codicia de sus tropas por continuar el saqueo.
- La falta de comunicación con Madrid, ya que no le llegaban correos.
- La vana esperanza de que llegaran y se le sumaran la Brigada Avril y los regimientos suizos de Taxler y Reding el Viejo.
- El "peso de la púrpura" que, al sentirse solo, le restó algo de audacia e iniciativa.
- La hostilidad contenida que, sin duda, se adivinaría en el pueblo español.
- El lastre de familiares y funcionarios civiles que levaba en su columna.
Si nos preguntáramos cual fue la verdadera, deberíamos interpretar que todas tuvieron su influencia en mayor o menor medida. Las indecisiones casi siempre van avaladas por un cúmulo de diversas justificaciones, frecuentemente de poco peso, pero que sumándolas parecen dar una explicación razonable.
Lo que nos parece muy probable es que, de haber continuado al día siguiente su marcha hacia Cádiz que era su destino, no hubiera encontrado obstáculos importantes que le entorpecieran. En aquellos momentos el ejército de Sevilla estaba empezando a organizarse; el ejército de Granada aún tardaría en incorporarse y el terreno que se le presentaba (el bajo valle del Guadalquivir) era especialmente favorable para su maniobrera infantería y su magnífica división de Caballería. La moral en ambos bandos hubiera cambiado radicalmente de signo. Se puede suponer que la escuadra de Rossily, que se rindió el día 14, hubiera resistido de haber tenido noticia de su avance.
Seguramente ésto es lo que Napoleón esperaba de él, y lo que sus propios oficiales deseaban. Nos parece, pues, que ésta fue la primera oportunidad que perdió de terminar brillantemente su operación; pero por lo que se desprende de sus informes a Madrid, interceptados aquellos días, Dupont había adoptado ya una muy prudente actitud defensiva. Esta actitud la va a mantener hasta el último combate, en el cual ya sólo pretende escapar del encierro en que se encuentra.
Entre tanto, en Sevilla y Utrera los españoles, militares y civiles, mandos y soldados, se afanan en organizar un ejército para combatir al invasor. Los correos interceptados demuestran que Dupont se siente en inferioridad y que pide refuerzos con insistencia. La moral de las tropas sube notablemente, y a los Mandos les concede la oportunidad de tomar la iniciativa que ya mantendrán durante el resto de las operaciones.
Dupont se retira a Andújar el día 18 y, ocho días después, recibe a su II División, la del general Vedel, que le ha enviado el duque de Rovigo. Pero éste, para convencer al Emperador, que no entiende que Dupont necesite refuerzos, le da a Vedel la misión de asegurar las comunicaciones de Dupont con Madrid y sostenerle, en caso de ser necesario. Esta doble misión será decisiva en los últimos movimientos.
Los ejércitos españoles de Sevilla y Granada ya se han reunido y ha tenido lugar el combate contra Cassagne en Jaén. Los mandos se reunen en Porcuna el 12 de julio y preparan el plan, que consiste en un ataque frontal y una doble maniobra envolvente por la derecha. Hay que señalar que las dos divisiones que envolvían, Reding y Coupigny, lo hacían sincronizadas pero independientes entre sí. También es preciso puntualizar que en aquella fecha aún no se había incorporado la División Gobert, y por lo tanto, la de Vedel estaba dispersa desde el desfiladero hasta Mengíbar. Es muy probable que los mandos españoles, en aquel momento, no tuvieran una noticia muy exacta de la fuerza que había en Bailén, pero es seguro que era mucho menor que cuando tuvo lugar la batalla.
Podemos observar que, como contraste a la postura defensiva de Dupont, en el cuartel general español hay una actitud claramente ofensiva, que se materializa en esa maniobra audaz y peligrosa.
La llegada de la división de Govert, el día 13, permitió reagrupar la de Vedel. En el gráfico 1, se puede comprobar la arriesgada maniobra que tiene que realizar la división de Reding, internándose en terreno dominado por el enemigo, que ya dispone de dos divisiones en esa zona tan vital para su despliegue. Si bien una está muy mermada, porque se hace cargo, también, de garantizar las comunicaciones desde Valdepeñas hasta La Carolina (Rovigo también le dio esta orden).
Los seis últimos días
El día 14 de julio el ejército español despliega y se aproxima al enemigo para establecer contacto. En la zona de Mengíbar, el brigadier Venegas obliga a volver a pasar el río a la débil línea de cobertura que tenía el enemigo. En Andújar y Villanueva parece que se efectuaron unos reconocimientos preparatorios.
El día 15 de julio las fuerzas españolas establecen contacto en todo el frente. En el de Andújar, Castaños dice en un parte que firma el 17: ...el 15 al amanecer ocupé sin desgracias los Visos... Es curioso que las acciones que se llevan a cabo en los Visos, con las divisiones De la Peña y Jones, las relata en primera persona, como si ejerciera un mando más directo sobre ellas y su zona de combate.
En Villanueva, Coupigny da cuenta de haber desalojado a los franceses de esta población y de haberlos perseguido con su caballería hasta más allá del río y del camino de Andújar a Madrid, haciéndoles numerosas bajas y regresando posteriormente a esta población recién conquistada.
En Mengíbar se producen acontecimientos más transcendentales. Reding realiza un ataque contra Liger-Belair, que tiene que pedir ayuda a Vedel. Éste acude a sostenerle, presentándose en el campo de batalla a las once horas (informe del teniente coronel d'Affry), y desplegando su división para provocar al general español a mostrar la suya. Reding comprendió el ardid; y...se dedicó a apagar el incendio de las mieses… (general Gómez Arteche). Parece que con ello también pretendía provocar a Vedel a atacar, simulando que disponía de pocas fuerzas. Si Vedel hubiera decidido la ofensiva, se hubiera encontrado con toda la división de Reding a su frente, más la de Coupigny que le hubiera podido atacar por el flanco. Pero la llegada de un edecán de Dupont le quitó esas intenciones (si llegó a tenerlas), al comunicarle que en Andújar el enemigo va a descargar el golpe en fuerza, pues se muestra amenazador y le está tirando con artillería de sitio; en consecuencia, pide que le envíe las unidades de refuerzo que pueda disponer. El general Vedel, con su acometividad, hace lo contrario: deja un refuerzo de cuatro compañías a Liger-Belair, y se va, con el resto de su división, a Andújar. Esta decisión nos dice claramente que dispone de una información muy inexacta, porque no se puede pensar que hubiera abandonado aquella posición de haber sabido que tenía enfrente una división de más de nueve mil hombres. La provocación de Reding no dio el resultado apetecido, pero indujo a su enemigo a abandonar confiadamente la posición.
La prudente conducta de Reding también nos demuestra que no veía muy fácil el cumplimiento de la misión que se le encomendó en el plan de Porcuna. Las situaciones se ven con más claridad sobre el terreno frente al enemigo real y en el momento que sobre el papel y varios días antes. Es evidente que no le pareció viable atacar frontalmente a aquella división. En el gráfico donde se ha representado el Plan de Porcuna, pero con el despliegue francés de los últimos días, se ve la dificultad para Reding.
Vedel, a las diecisiete horas (informe de d'Affry), partió para Andújar eligiendo un camino junto a la orilla del río que, además de mucho más largo, era casi impracticable. Se puede interpretar que quiere limpiar la orilla norte del río de las incursiones que había realizado Coupigny, y tal vez avisarle de que aquel terreno estaba controlado; pero lo cierto es que este movimiento constituye un desfile de flanco que permite a Coupigny hostigarle y picarle el flanco y la retaguardia durante toda la noche. Pero aún tiene otra consecuencia más importante: poder conocer la situación de toda la columna con exactitud y en todo momento.
Esta oportunidad no pasa desapercibida a Reding, que pide algún refuerzo a Coupigny y prepara un ataque más profundo para el amanecer. El refuerzo consistió en el Batallón de Ceuta y doscientos voluntarios catalanes (unos mil cuatrocientos hombres).
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En el campo francés de Andújar, los acontecimientos se reflejan en una carta que Dupont escribe al duque de Rovigo, y que nos parece al mismo tiempo, confusa y sumamente reveladora. Aunque es de todo punto conocida, la vamos a transcribir para que el lector pueda analizarla con nosotros sin tener que acudir a los archivos u otros textos.
La carta dice:
Al S.E. el Sr. Duque de Robigo, Gral. en Jefe de los Ejtos. franceses en España = Sr. Geral. en Jefe = Tengo el honor de participaros que el enemigo se ha presentado hoy delante de nuestra posición con todas sus fuerzas, ha presentado frente de Andújar de 19 á 18.000 hombres y su Artillería se halla en parte compuesta de piezas de a 12. Mientras nos atacaba de frente, un cuerpo de 3.000 hombres que había pasado el río por debajo de Andújar, se dirigió por medio de la sierra sobre nuestra espalda. El 6º Rg. Provisional se destacó para combatirlos y les ha rechazado vigorosamente: otro Cupo de 5 á 6.000 hombres que se hallan en Villanueva amenaza nuestro flanco izquierdo. Dos Bones. de la 4ª Legión se enviaron para contenerlos y hubo sobre este punto un combate muy vivo, pero el enemigo sin embargo de su superioridad no ha podido desordenar nuestras tropas y el puesto vecino, del cual sacamos nuestros víveres no ha sido asaltado. El enemigo ha marchado igualmente con un cupo considerable sobre Mengibar situado en el camino de Jaén para Bailén. El Gral. Liger de Lair, desde algunos días a esta parte cubría esta posición con el objeto de defender el camino de la Carolina y el Gral. Bedel ha pasado esta misma noche con toda su División para reforzarlo. No tengo todavía los detalles de lo que puede haber sucedido, pero tengo motivo para creer que el Gral. Bedel se habrá mantenido en su puesto con ventaja. El Gral. Gobert marchó esta mañana a Bailén para apoyar al Gral. Bedel. Su División está estremadamente debilitada habiendo tenido que dejar otros seis Bons., de los que tres se hallan en la Mancha y la Sierra para la seguridad de las comunicaciones. Es sumamente importante que esta División se reuna toda y lo mas pronto posible. El enemigo ha tomado posiciones sobre las alturas que hallan frente de Andujar. Esto anuncia que habrá mañana una nueva tentativa mas seria que la de hoy: resistiremos a ella con el mayor empeño. V.E. conoce cuan penosa es la posición de Andújar sobre todo bajo el aspecto de los víveres que se acopian en el día con una dificultad estrema. El soldado está obligado a segar el mismo el trigo y de hacer su pan, habiéndose dejado los paisanos las mieses en pie para seguir (a) los rebeldes. Suplico a V.E. que envie los refuerzos necesarios para volver a tomar al instante nuestras operaciones. El interés de S.S.M.M. el Emperador y el Rey de España los ecsigen y se debe sentir mucho haber dado lugar al enemigo de emprender la ofensiva contra nosotros. Solo hemos tenido hoy una pérdida muy leve para rechazar los ataques del enemigo= Dupont = P.D. Tengo noticia del Gral. Bedel, conserva siempre su posición: el enemigo no ha logrado ninguna ventaja sobre nosotros." (Sic. de la traducción microfilmada del IHCM.).
Es necesario analizar minuciosamente esta carta, porque nos revela el estado de ánimo del general Dupont. A primera vista cabría afirmar que es un mensaje de alarma, donde la frases nos han atacado…, hemos resistido…, mañana una nueva tentativa...etc. pueden interpretarse como un deseo de dar mayor énfasis a la petición de refuerzos; pero lo cierto es que, además, da la impresión de sentirse asediado por un enemigo muy superior, cuando parece, como después se expondrá, que en el momento de escribir esta carta tenía la segunda oportunidad de culminar brillantemente su misión, infligiendo un grave y tal vez definitivo daño a las fuerzas españolas.
En un análisis más detallado se observa, en primer lugar, que ya dispone de información de contacto. La valoración que tiene del enemigo en los distintos frentes es bastante aproximada, pero donde se manifiesta que hay una falta de información es en Mengíbar, en el que valora al enemigo como un Cuerpo considerable. Este dato, que Dupont tuvo que conocer por Vedel, nos revela que ambos generales ignoraban la verdadera entidad de las fuerzas de Reding, ya que por su potencial merecían otra valoración más importante.
Un aspecto muy interesante es la mención que hace de los movimientos en la zona de Bailén y Mengíbar. Dice que esta última posición tiene por objeto defender el camino de La Carolina, cuando su participación en tal defensa es muy relativa, puesto que se encuentra a unos cuarenta kilómetros de aquel punto y, además, Bailén, que está detrás en ese camino, cumple esa función mucho más directamente. También dice que el general Vedel ha pasado esta misma noche a reforzarlo cuando sabemos que el apoyo de Vedel a Liger-Belair fue a las once de esa misma mañana. ¿A qué noche se refiere? ¿a la pasada o la que empieza? Lo que no menciona es la marcha de Vedel a Andújar que ya se está realizando esa noche. Sin embargo informa que el general Gobert marchó esta mañana a Bailén... Este movimiento tuvo que producirse a petición de Vedel cuando éste tomó la decisión de ir a Andújar. Es muy extraño que ninguno de los dos generales haya informado a su jefe de este importante movimiento de Vedel.
El primer interrogante que se nos ofrece es: ¿a qué hora fue escrita la carta? Observamos que después de mencionar todos los combates o acciones que han tenido lugar en el día, dice que haré mañana una nueva tentativa. Esta frase nos da una idea de que las horas de actividad en el campo ya han terminado. Es decir, podremos afirmar que es, por lo menos, a última hora de la tarde. Por ello nos hemos planteado, ¿es que no tiene aún noticias de Vedel? Nos cuesta aceptarlo; pero es en la posdata (o sea aún más tarde) cuando ya da cuenta de tener noticias de este general, pero tampoco menciona la marcha.
Por ello esta carta la hemos calificado de confusa y precisamente por ello nos parece reveladora de que Dupont, que no ha ordenado el movimiento de Vedel y que le parece sumamente peligroso, quiere declinar su responsabilidad ignorándolo.
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El día 16 de julio hay una intensa actividad en el campamento de Reding desde las cero horas. Toda la división, mas los agregados de la II, se van aproximando al río para pasar cuanto antes a la otra orilla. Unos observadores a caballo, que Liger-Belair ha situado en Javalquinto, empiezan a detectar estos movimientos de las fuerzas españolas. El ataque va a comenzar al romper el alba, y el general francés, ya alertado, comienza a disponer sus medidas.
En el campamento de Coupigny tampoco hay descanso. El desfile de flanco de la división de Vedel les obliga a observarla continuamente y les permite hostigarla también continuamente. Sus tiradores no dejan de hacerles bajas manteniéndolos en constante tensión. Parece que durante la noche, Vedel dio un gran alto a su columna, y suponemos que sería en las zonas de los numerosos vados que había por esas fechas de estiaje. En este lugar y en este momento es cuando nos parece que Dupont tuvo su segunda oportunidad de éxito. Si hubiera ordenado a Vedel atacar al amanecer a la división de Coupigny, y a la vez rodearla por la espalda con la división de Caballería, es casi seguro que hubiera dividido en dos partes la línea española, para después batir sucesivamente los extremos. Como premio adicional hubiera abortado el ataque de Reding a Liger-Belair. Pero estas hipótesis sobre situaciones del pasado, como la anterior que hemos hecho en Córdoba, nunca podrán ser contrastadas con la realidad, por lo que siempre queda impune el prestigio del que las formula. Queda pues al criterio del lector, pensar si pudieron suceder de esa manera. Lo que sí es cierto es que Dupont pudo intentarlo sin el riesgo, que luego tuvo, de que sus fuerzas quedaran rodeadas. Es obligado tener en cuenta que el general francés ni tenía la información que nosotros tenemos hoy, ni nadie podía suponer en aquel momento el desastroso final que le esperaba por mantener aquella actitud defensiva.
Amanece. El general Reding da la orden de comenzar el ataque. Durante la noche, una parte de su división ya ha pasado el río por los vados de Javalquinto. Los agregados de Coupigny pasan en la barca. El general Liger-Belair, que tiene noticia de estos movimientos, se ha aprestado a la defensa. Pronto se da cuenta de que no puede contener el empuje de las fuerzas españolas y pide ayuda a Gobert, que acude con todos los medios disponibles: pero tampoco puede contenerlo. Este general muere de un disparo en la cabeza, y le sucede en el mando de la división el general Dufour. Los franceses no tienen otra opción que retirarse realizando una defensiva en profundidad. El terreno se presta a esta maniobra y obligan a Reding a montar sucesivos y agotadores ataques. A las catorce horas, éste detiene el ataque y regresa a Mengíbar.
Esta decisión del general Reding ha sido, desde el primer momento y más tarde, frecuentemente criticada, tanto por detener el ataque victorioso como por regresar a Mengíbar. Por nuestra parte consideramos que fue acertada en su totalidad, tal y como vamos a justificar a continuación.
En cuanto a la detención del ataque pensamos que, si tantos estudiosos han considerado el calor y la sed como causa determinante de la rendición de Dupont a las doce del mediodía, con mayor razón habrá que aceptar la detención de Reding a las dos de la tarde, después de avanzar unos ocho kilómetros en ataques sucesivos. En el parte que redacta a las cuatro de la tarde dice: ...como la calidad del terreno hacía interminable la cadencia de ataque a que obligaban sucesivamente las nuevas posiciones que tomaba el enemigo, me vi precisado a las dos de la tarde a regresar a este pueblo para que no se aumentasen las víctimas del calor y del cansancio... Nos parece que es muy convincente la explicación. Debemos precisar que sus unidades quedaron ocupando las posiciones que habían conquistado al enemigo al norte del río.
Pero a fin de exponer mejor nuestro punto de vista, asumiremos la personalidad del Jefe de Estado Mayor de esa división y exponemos el informe que hubiéramos elevado al general Reding en aquellas circunstancias.
Este hipotético informe, hubiera podido ser: Después de realizar los movimientos preparatorios durante la noche, y combatir con calor extremo desde el amanecer (informe d'Affry), atacando sucesivas posiciones que el enemigo ha presentado a lo largo de unos ocho kilómetros, la división se encuentra sumamente fatigada hasta el punto que, de continuar el ataque, se producirán numerosas bajas por deshidratación e insolación. No se puede esperar un avance mayor, de unos tres o cuatro kilómetros más desde la posición actual, por las horas de luz que quedan en esta jornada. Se podría pues alcanzar una posición a unos dos kilómetros como máximo, al norte de Bailén. En cuanto al enemigo: la hipótesis más probable es que la División Vedel regrese con la mayor celeridad a Bailén. La hipótesis más peligrosa es que el general Dupont levante el campo y se repliegue a Bailén con todas sus divisiones. Creemos que el Coronel Jefe de Estado Mayor informaría a Reding en unos términos más o menos similares.
Como sabemos, la primera hipótesis es la que sucedió en realidad, y debe pensarse que era muy previsible, puesto que si el descalabro se había producido por la ausencia de Vedel de su posición, lo más probable que cabría esperar es que Dupont lo enviara inmediatamente a restablecer la situación. Por ello, de haber continuado Reding el ataque hasta el crepúsculo, se hubiera encontrado al amanecer con la división agotada, con el mismo enemigo enfrente y la división de Vedel en su retaguardia, y además quedando aislado del grueso de las fuerzas españolas. En la segunda hipótesis, la situación hubiera sido la misma pero con tres divisiones en su retaguardia. Por estas razones estimamos muy acertada la decisión de Reding, y nos parece que queda demostrada la inviabilidad del Plan de Porcuna en su forma inicial, en razón de las fuerzas francesas que había en la zona en el momento de su ejecución. No se puede olvidar que el Camino Real era la arteria principal del despliegue de Dupont.
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Nos trasladamos a Andújar, y encontramos al general Dupont que parece haber estado pensando toda la noche en el tema de la carta que había escrito la tarde o la noche anterior. La inquietud se trasluce en que a primera hora de la mañana escribe dos nuevas cartas, que intentaremos analizar.
La primera a considerar es la que va dirigida también a Rovigo. La reproducimos, como la anterior, para mayor comodidad del lector.
A S.E. el Sr. Duque de Robigo, Comte de los Ejtos. franceses en España = Sr. Gral. en Jefe = Tengo el honor de dirigir a V.E. el duplicado de mi carta de ayer. El enemigo se mantiene en las mismas posiciones, ocupa las alturas del frente de Andújar y sus baterías están a tiro de nuestra cabeza del Puente. Me presumo que hoy renovar su ataque, y nosotros lo recibiremos con la mayor tenacidad para conserbar nuestra posición. El Gral. Bedel guarda el camino de Jaén a Bailén, y yo le he encargado con eficacia observe el de Jaén a Ubeda, por el cual podría el enemigo pasar a la Carolina. El mismo encargo tengo hecho al Gral. Gobert, en atención a la suma importancia de la posición de La Carolina, para mantener nuestra comunicación con Madrid = El enemigo descubre en su ataque proyectos formales, y le ha dado alientos nuestra inacción. Yo creo, como ya he insinuado a V.E. muchas veces, que no debemos perder un instante en pasar a la ofensiva. Si no se sujeta el Medio-Dia inmediatamente se extenderá el fuego de la insurrección a las otras provincias y las tropas regladas que hay esparcidas por ellas se dejarán arrastrar al partido de los rebeldes, mas vale no hacer caso por un momento de los movimientos parciales, que puedan manifestarse en algunos puntos, a fin de ponerse en situación de marchar con fuerzas suficientes contra su Ejto. del Medio-Dia, que está en guerra abierta contra nosotros. Ademas haré‚ observar a V.E. que hace cerca de un mes que ocupamos la posición de Andújar, que este país ha sido asolado por los bandidos y que no podemos sacar de él sino los mas escasos recursos para vivir. Las tropas no hubieran tenido mucho hace suministros, si los soldados no se empleasen diariamente en segar el trigo y hacer por si mismos su pan, pero hoy día que la tropa está continuamente sobre las armas no puede usar ya de este medio. V.E. conocerá cuán impaciente está el Ejto. por salir de esta situación y marchar al enemigo. La entera reunión de la División Gobert y otra División más con alguna Caballería, pondrán a este Ejtº en disposición de volver a empezar sus operaciones, y este momento nunca podrá venir muy temprano, ruego a V.E. que asegure a S.M. del celo que anima sus tropas por su servicio, ayer adquirieron un grado mas de confianza; todos los motivos se reunen para que den incesantemente una batalla decisiva = Tengo ... =El Gral. Dupont.
La primera consideración que podemos formularnos es que está escrita a primera hora de la mañana, puesto que presume un nuevo ataque de los españoles. Por ello resulta sorprendente esta carta que realmente no tiene ninguna novedad que contar. Las primeras líneas dicen que le dirige el duplicado de la carta de ayer. No hemos podido discernir si el duplicado es la primera carta que transcribimos arriba (de otra que pudo haber enviado anteriormente), o bien esta segunda es el duplicado de la primera. La explicación de nuestra duda es que no son iguales, pero al mismo tiempo repite conceptos: como la situación del enemigo, la previsión de un nuevo ataque, la falta de víveres, la siega del trigo... etc.
Sin embargo, la segunda carta se diferencia en que añade unas explicaciones inesperadas. Dupont le manifiesta a Rovigo, que ha dado orden a Vedel de guardar Bailén, y a Gobert de guardar La Carolina. Cuando escribe esto ya sabemos que conoce la nueva posición de Gobert en Bailén aunque no la confirma. Tampoco habla del movimiento de Vedel. ¿Es posible que aún ignore que lo tiene a menos de diez kilómetros? El general Gómez Arteche dice: ...(Vedel) se dirigió a Andújar precedido de un ayudante que le previniera con tiempo si aquella marcha obtenía o no el beneplácito del general en jefe. En resumen, esta segunda carta de fecha 16 nos parece también algo confusa y nos reafirma en la sospecha de que Dupont quiere ignorar los movimientos que sus subordinados han ejecutado sin orden suya.
En ambas cartas se repite también la petición de refuerzos con un tono de urgencia para reanudar sus operaciones. Es significativo que en ningún caso habla de replegarse a una posición más concentrada a retaguardia.
Esa misma mañana Dupont escribe otra carta, ésta al general Belliard. Como sabemos, este general desempeña en Madrid una función un tanto ambigua. Por su cargo de segundo jefe del defenestrado duque de Berg, Belliard queda encargado de la firma; pero el que lleva todos los asuntos, dando cuenta a Napoleón, es el duque de Rovigo. En estas circunstancias la carta que tratamos no puede entenderse más que como una búsqueda de apoyo en su ya angustiosa petición de refuerzos. No vamos a reproducirla por considerar que no contiene nada relevante; se limita a pedir urgentes refuerzos, apelando a la situación de la insurrección andaluza. Reitera el argumento de la siega del trigo por los soldados.
Estas tres cartas son interceptadas por Coupigny este mismo día al apresar un correo (suponemos en el Camino Real) cuando acosaba a la retaguardia de Vedel. Ignoramos la hora en que habían sido expedidas, pero hay que suponer, por su contenido, que fue antes de la llegada de la vanguardia de Vedel a Andújar, que debió ser sobre el mediodía. Como era de esperar los soldados de esta división fueron recibidos jubilosamente por las fuerzas de Dupont, pero no podemos saber cual fue la actitud interior de este último.
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En el campo español de Andújar, el día amanece en igual situación que el anterior. El interés se centra en ver aparecer a Reding y Coupigny por el flanco y retaguardia de Dupont, para cogerlo entre dos fuegos. Pero esa esperanza se transforma en inquietud al ver aparecer a la división de Vedel, que viene a reforzar al enemigo que tiene a su frente. Verdaderamente, Dupont disponía en aquel momento de una fuerza temible: dos divisiones y una brigada de Infantería más una división de Caballería. Con este potencial hubiera podido iniciar una peligrosa ofensiva, si bien creemos que había perdido la mejor oportunidad, que señalábamos al paso de Vedel frente a Coupigny. Ahora podría pensar otra operación diferente, pero cualquier tentativa, en ese momento, hubiera tenido que esperar al día siguiente porque la retaguardia de Vedel llegó sobre las dieciocho horas. Este refuerzo alarma considerablemente a Castaños, que ya empieza a urgir a Reding y Coupigny en el cumplimiento de su misión de envolver a Dupont. Y con estas deliberaciones termina la jornada en las unidades españolas de los Visos.
Entre tanto en la zona de Bailén, el general Dufour, al mando de la división del fallecido Gobert y el destacamento de Liger-Belair, se refugia en Bailén cuando Reding detuvo el ataque. En esta población se encuentran al Batallón Lanusse que guarnecía Linares, el cual da cuenta a Dufour de que hay movimientos de fuerzas españolas que se dirigen al desfiladero de Despeñaperros y que, según informadores, llevan intención de bloquear las comunicaciones con Madrid. Aquí es preciso recordar que las misiones generales encomendadas a las divisiones Vedel y Gobert eran en primer lugar asegurar las comunicaciones en el desfiladero. No es pues sorprendente que Dufour, continuando la dirección de su retirada, siga el movimiento hacia Guarromán, para aproximarse a Despeñaperros. Pero antes, como es obligado, envía un parte a Dupont dándole cuenta del combate, de la retirada con la lamentable pérdida del general Gobert y de las informaciones sobre avances españoles en dirección al desfiladero.
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El parte que da Coupigny a Castaños este día es muy conocido por lo que nos limitaremos a reproducir únicamente las primeras palabras: Habiéndome pedido el Gral. D. Teodoro Reding reforzar .... Lo cual nos confirma que la división de Coupigny no había sido agregada todavía a la de Reding porque, en tal caso, éste hubiera ordenado, no pedido; y además Coupigny no hubiera dirigido el parte directamente a Castaños. El resto de este escrito da cuenta de sus acciones sobre la retaguardia de Vedel y la captura de un correo con las cartas de Dupont que antes hemos presentado.
El parte de Reding, igualmente conocido, ya lo hemos mencionado anteriormente, resaltando el aspecto que nos interesaba.
La llegada de ambos partes debió producir una tremenda decepción en el cuartel general de Castaños. Las dos divisiones han iniciado la misión que se les había encomendado, pero ninguna la ha terminado. Por el contrario, ambas han regresado a la situación inicial, es decir, a la línea del Guadalquivir. Por lo tanto, no se puede esperar la aparición inmediata de estas unidades sobre la retaguardia de Dupont. Es de suponer que tal situación debió contrariar sumamente a Castaños, que vería en peligro cualquier punto de su despliegue ante la concentración de fuerzas que ya tenía el enemigo. No puede sorprendernos que apremiara a Reding y Coupigny a completar sus acciones con la máxima urgencia. Pero también éstos, dada la hora, tendrían que esperar al día siguiente.
Coincidiendo con la llegada de las últimas unidades de la columna de Vedel, debió llegar al campamento de Dupont el correo con el parte de Dufour. El alborozo de la llegada del refuerzo se transforma en alarma. Si hubo alguna intención de tomar la iniciativa con una acción ofensiva, se desvaneció instantáneamente con la noticia de que en la zona de Bailén-Mengíbar, había aparecido una fuerte división capaz de barrer las fuerzas de Liger-Belair y Gobert juntas. La muerte de este último general, además del impacto afectivo (era muy amigo de Dupont), confiere un mayor dramatismo a la derrota. Si a esto añadimos la información de que un fuerte contingente de fuerzas españolas se dirige al desfiladero con la intención de cortarles las comunicaciones con Madrid, queda justificada la alarma. Pero aún hay algo más: el repliegue y la desaparición de Reding, después de derrotar a los defensores de aquel flanco, crean una notable confusión en cuanto a la situación, intenciones y número de las fuerzas españolas que operaban en aquella zona. El único dato concreto que pudieron aportar los que habían combatido, sería que habían sido atacados por una división muy fuerte y numerosa. Casi con toda certeza identificarían al general Reding y con él a su división.
Según parece, y es muy verosímil, se produjo una gran tensión entre Dupont y Vedel. Parece que el primero reprochó al segundo la imprudente iniciativa de dejar desguarnecida o insuficientemente guarnecida aquella importantísima posición. Ese reproche equivale a culparle del descalabro. La acusación de su jefe debió zaherir profundamente a Vedel, pero es posible que aun le produjera mayor dolor la elocuencia de los hechos.
La reacción de Dupont es la que podía esperarse: ordena a Vedel que regrese a Bailén lo más rápidamente posible y que recupere esta posición si está ocupada por el enemigo. Pero además, que compruebe si hay enemigo en la carretera de Mengíbar, también en la zona de Linares; después, que vaya al desfiladero para averiguar qué fuerzas españolas se aproximan a La Carolina y Santa Elena y atacarlas en su caso; y por último regresar para cooperar en la defensa de Andújar. Lo cierto es que esto, más que una misión, nos parece un correctivo.
Vedel aconsejó a Dupont que levantara el campo y que se fuera con él a Bailén (así lo afirma el primero en sus memorias), pero éste no quiso aceptar la sugerencia. No podemos saber con certeza los motivos que tuvo el general francés para rechazar este plan que hubiera supuesto la salvación de su ejército; tan sólo podemos imaginarlos según nuestros propios criterios, o bien eligiendo entre las numerosas opiniones que se han emitido sobre el tema. Parece ser que Napoleón consideraba (desde Bayona), que la posición de Andújar era muy adecuada. También es muy comprensible que Dupont se resistiera a retroceder más porque era tanto como aceptar el fracaso de su oportunidad, ya perdida en parte, de llegar a Cádiz y conquistar Andalucía. Sí parece evidente que se sentía con suficientes recursos para resistir hasta que le llegaran los refuerzos, que con tanta insistencia había solicitado.
Con las sombras de la noche, Vedel sale de Andújar al frente de su división en dirección a Bailén. La noche anterior hizo cuarenta kilómetros, ahora debe recorrer con rapidez otros treinta para recuperar las posiciones perdidas. Podemos suponer el estado de ánimo de este general que con su mejor espíritu de lucha había acudido al punto más amenazado (según Dupont), y que por su ausencia la situación se había torcido de forma tan peligrosa. Seguramente le embargaría un acuciante deseo de alcanzar pronto al enemigo y desquitarse del error. Para aumentar su ansiedad hay que recordar que esta división también había recibido la misión primordial de asegurar las comunicaciones con Madrid y, por lo tanto, la alarmante noticia de que fuerzas españolas amenazaban el desfiladero le comprometía directamente.
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El día 17 de julio resulta curiosamente vacío de actividades conocidas en los dos campamentos rivales. Parece que, exceptuando la marcha de Vedel, las unidades de ambos bandos permanecieron en sus posiciones intercambiando fuegos y realizando algún amago. Es muy posible que hubiera algo más, pero no lo conocemos porque no existen documentos de este día, excepto el oficio de Castaños a Reding, cuya fotocopia adjuntamos y que creemos que ha permanecido inédito hasta que la autora Luiselle de Riedmatten lo descubrió en los archivos de la familia Reding. Hoy podemos ofrecer la fotocopia de este documento gracias a la amabilidad del Archivo Cantonal de Schwytz.
Al analizar este oficio, se descubre a primera vista que hace referencia y contesta a otro que Reding le ha dirigido ese mismo día, pero que no conocemos ni sabemos a qué hora. También menciona una información obtenida por Coupigny, sobre la salida de la II División, aunque la descarta rotundamente. Esto último constituye un evidente error de valoración sobre el enemigo, pero al parecer tenían sus indicios para pensar de esa manera.
El párrafo que nos interesa resaltar es :...es preciso que luego que V.S. entre en Bailén, venga con la División de Coupigny unida a la suya sobre Andújar y luego... Estas palabras nos confirman que es en ese momento cuando le agrega la II División. Tal cambio en la articulación de sus fuerzas lo tenemos que inscribir en lo que se conoce como La conducción de la batalla, y no puede servir de argumento para descalificar el Plan de Porcuna pues, como todos los planes, se hizo con arreglo a unos datos más o menos conocidos en el momento: datos que luego el enemigo se encarga de variarlos según su conveniencia. Por esta razón, siempre se hace inicialmente una preparación de la batalla, para posteriormente llevar la conducción de la misma.
En nuestra opinión, Castaños acertó concediendo esta agregación que seguramente le reclamaba el propio Reding, por ser necesaria para poder enfrentarse a aquellas dos divisiones que se movían por el Camino Real. Tenemos que considerar que la división de Vedel, incluyendo a Liger-Belair, más las unidades que quedaban disponibles de la división de Gobert, con el destacamento de Linares, sumaban más de once mil hombres. También hay que incluir en el cómputo de las unidades que los franceses podían presentar, en el recorrido que se exigía a Reding, la división de Caballería, la cual podía presentarse en Bailén en unas tres horas. La preparación e instrucción de estas tropas nos las define el propio Castaños en el mismo oficio: ...V.S. sabe el numº y calidad de las tropas de estas divisiones...
Por último, el oficio está firmado a las siete de la tarde, lo que nos dice que durante todo el día se debió de tratar este tema entre los generales.
A continuación, el mismo Castaños escribe al presidente de la Junta, y dice: ...he dado orden para que reunan sus divisiones dichos Grals. cuyas fuerzas son respetables para cualquiera..., lo que nos confirma la fecha de la agregación.
El coronel Nazario de Reding, en carta a un amigo, dice: Dueños de todas las alturas de Mengíbar y del Pueblo, así como del paso del río, permanecimos el 17 para saber las ulteriores órdenes del General Castaños, así como de ver realizado, que la división de Coupigny se uniera a la nuestra, lo que se realizó la noche del 17 al 18. Queda claro que esta I División permaneció inactiva durante todo este día, esperando órdenes. Tenemos la certeza de que hubo un oficio de Reding a Castaños, porque lo menciona éste, pero ¿hubo otros más? No tenemos noticia de ello, aunque echamos en falta un nuevo escrito de Castaños a Coupigny para ordenarle que se ponga a las órdenes de Reding. Suponemos que durante todo el día tuvieron que tener contactos, ya escritos o personales, para tratar este tema que era muy urgente. Sobre la división de Coupigny tampoco tenemos noticias, pero realizaron alguna acción puesto que hicieron prisioneros.
Como decimos antes, el tono del oficio es apremiante pues más adelante dice: Esperamos que V.S. nos de aviso sin pérdida de tiempo del resultado de su ataque a Bailén y del modo con que se proponga marchar sobre Andújar, que deberá ser lo más pronto posible,... Esto nos da cuenta de la inquietud que embarga al General en Jefe.
Esa misma noche comienza la reunión de las dos divisiones en la zona de Mengíbar. La de Coupigny se desplaza al otro lado del río donde ya se encuentra la de Reding, el cual toma el mando de las dos.
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La única acción importante en el día es la marcha de la II División francesa. A primera hora de la mañana llegaron a Bailén tras una marcha rápida y forzada. Con gran desencanto y alarma se encuentran con que no hay enemigo a quien batir y que, según los informes de los paisanos, las fuerzas de Dufour han salido a defender Despeñaperros, que estaba amenazado por las fuerzas españolas. Vedel tiene que dar un descanso a sus soldados. Por la tarde continua la marcha para reunirse con Dufour, que se encuentra en Guarromán. Cuando llega, sobre las veintiuna horas, como los informes siguen coincidiendo en señalar el peligro en el desfiladero, manda a Dufour que se adelante a Santa Elena, mientras él da a su división un nuevo descanso. La división, en este momento, ha cubierto unos ochenta y cinco kilómetros desde las nueve horas del día 15. En este corto plazo de tiempo no hubo verdaderos descansos, porque las dos noches han sido de marcha. Se puede decir que tan sólo ha habido grandes altos, en los que la distribución de las comidas, la atención al ganado y la preparación de la siguiente marcha, dificultarían el necesario reposo para reponer fuerzas.
El general Vedel sigue obsesionado con el peligro que le anuncian en el desfiladero. El estado de ánimo, que antes hemos intentado describir, le condiciona para evitar por todos los medios un nuevo descalabro y buscar el desquite. Esa noche envía un correo a Dupont informándole de la situación, anunciándole su próxima marcha hasta La Carolina y asegurando que buscará al enemigo donde esté para batirlo.
El general Dufour parece que no estaba tan convencido de aquel peligro pero, obedeciendo a Vedel, emprende la marcha a Santa Elena, que dista cerca de treinta kilómetros de Guarromán.
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El día 18 de junio en las proximidades de Mengíbar, en la orilla norte del río, las dos divisiones españolas al mando del general Reding inician su marcha a las primeras horas de la mañana. En el parte del día 19, el general Castaños dice: ... da parte el general Reding de haber entrado en Bailén a las 9 de la mañana, con su división y la del Marques de Coupigny reunidas de mi orden y que se retiraban los enemigo de dicha villa a Guarromán, dejando solo una gran guardia que fue arrollada. Esa gran guardia, que probablemente sería un escuadrón, se retiraría mandando aviso, en ambas direcciones, de haber sido cortado el Camino Real por la presencia de una fuerza importante (seguramente no tendría tiempo para ver toda la columna). En ese momento las comunicaciones entre los dos generales franceses han quedado cortadas.
Reding, después de comunicar a Castaños la llegada a Bailén, se queda esperando a la madrugada siguiente para dirigirse a Andújar. Como le han informado del paso de Vedel el día anterior, envía un reconocimiento para averiguar la situación de los franceses en el norte. La información que obtiene a mediodía es que están en Guarromán y se dirigen más hacia el norte. Establece su campamento al oeste de Bailén, en los alrededores de la noria, y pone una guarnición al otro lado del pueblo en previsión de una sorpresa por aquella dirección.
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A primera hora de este día, Vedel inicia con su división la marcha desde Guarromán a La Carolina. La distancia de unos quince kilómetros que separa a estas dos poblaciones es la justa para completar los cien kilómetros que la división había recorrido desde el día 15 por la mañana (o sea, tres días). Era pues necesario darle un verdadero descanso allí mismo, si no aparecían enemigos a quien batir. El propio general se va hasta Santa Elena para hacerse cargo de la situación en los desfiladeros, ante las fuerzas españolas que se aproximaban. Dufour le espera desde unas horas antes, y juntos hacen las averiguaciones y reconocimientos. Pero los resultados les conducen a descubrir que todo era una alarma injustificada, pues únicamente se detectaron partidas de guerrilla. Ésto, nos parece, debió ser un motivo de tranquilidad para los franceses: es posible que para Vedel representara un doloroso golpe en su amor propio. Con el estado de ánimo que, hemos supuesto, tendría al salir de Andújar, le sentaría muy mal llevarse este chasco con los guerrilleros. Tal vez se sintiera fracasado ante sus propios subordinados; pero lo cierto es que decide darle a su división un necesario descanso de un día casi completo. Es posible que pensara tocar diana sobre las cinco horas, para que las tropas pudieran recuperarse.
En Andújar, el general Dupont recibe, por la mañana, el parte de Vedel. Las primeras noticias son tranquilizadoras ya que no ha encontrado enemigo por ninguna parte, pero el anuncio del desplazamiento de todas aquellas unidades a las proximidades de Despeñaperros, le tuvo que producir cierta inquietud. Es posible que ya considerara la idea de retirarse. Pero la amenaza de los Visos y la inconveniencia de realizar la salida a la luz del día, le hicieron mantenerse en espera.
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Por su parte, el general Castaños también queda a la espera de acontecimientos, manteniendo su actividad ofensiva sobre el campamento de Dupont.
La noticia de la ocupación de Bailén por Reding debió llegar a los tres generales casi simultáneamente, pues las distancias a recorrer son similares.
Castaños contestó inmediatamente que cayera sobre Andújar sin demora, y suponemos que daría las órdenes para preparar, a la mañana siguiente, un verdadero ataque en fuerza sobre los franceses.
Dupont, al enterarse de la maniobra de Reding, comprende que se encuentra en una situación sumamente peligrosa. En su estudio sobre el enemigo, cree que el mayor peligro está en los Visos y calcula que en Bailén se encuentra sola la división de Reding, que es la que había actuado dos días antes en esa zona. Con sus dos divisiones se considera con fuerza para arrollar a esa unidad. No puede imaginar que en Bailén le van a cerrar el paso las dos mejores y más fuertes divisiones españolas. Con estos informes se decide a levantar el campo y marchar a reunirse con las otras unidades, pero quiere hacerlo por la noche y en silencio para eludir o retrasar la segura persecución de las fuerzas de Castaños. Lo que no puede es advertir a Vedel del cambio de planes.
Esta decisión debió costar a Dupont un gran esfuerzo, pues representaba reconocer ante sus propias tropas que no iba a llevarlas a la victoria, sino a una retirada silenciosa.
En la oscuridad va saliendo la columna con la Brigada Chavert en cabeza, la cual destaca la vanguardia al mando del mayor Taulet. A continuación el largo tren de víveres, equipajes, enfermos, familias y funcionarios, flanqueado por la Brigada Schramm y la caballería. En cola y retaguardia marcha la Brigada Pannetier y los marines de La Garde. Su misión es detener a las fuerzas españolas que puedan salir en su persecución.
En lugar de volar el puente romano sobre el Guadalquivir, prefieren barrearlo silenciosamente con carros y maderos. Para evitar que algún vecino del pueblo salga a dar el aviso a Castaños, se queda durante un tiempo en la población una unidad de Caballería que mantiene el toque de queda.
En La Carolina, suponemos que Vedel también recibiría la noticia de la presencia de Reding en Bailén. Quizás pensó que era la oportunidad que buscaba para dar un escarmiento al enemigo que se le escurría entre las manos. En todo caso, o con mayor razón ante la perspectiva de un combate, su división debía continuar su descanso hasta la mañana siguiente. Se nos ocurre que el horario previsto para el día siguiente pudo ser: diana a las cinco, iniciar la marcha a las siete, llegar a Guarromán sobre las once, dar allí un gran alto a las horas de calor más fuerte, y continuar por la tarde hasta Bailén. Este supuesto plan de marcha se basaría en la creencia de que el enemigo que había en Bailén sería el mismo que se retiró ante su sola presencia el día 15 en Mengíbar. No tenía ningún indicio para sospechar que ahora había dos divisiones en lugar de una, y además muy fuertes. Ha quedado incomunicado con Dupont y las últimas órdenes que había recibido eran de que regresara a Andújar, luego no puede saber ni sospechar que su jefe ha levantado el campo y quiere reunirse con él. Considera que tiene tiempo para descansar y debe tomárselo, para llegar a Bailén en las mejores condiciones y poder batir a aquel enemigo que estaba buscando con tanto afán.
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El 19 de junio es el día D, el día que se van a producir los grandes acontecimientos que culminan la batalla de Bailén. Sin embargo, es posible que ninguno de los protagonistas llegue a suponer la trascendencia de lo que va a suceder.
A las cero horas la vanguardia de Dupont se encuentra a la mitad del camino entre Andújar y Bailén. La cola es posible que aún no haya salido. El general Dupont va con la cabeza del grueso. Nada se opone a su marcha en aquella cálida noche que anuncia un día de sol radiante, como han sido los anteriores. En sus pensamientos seguramente está, en primer lugar, la intención de desalojar con rapidez a esa incómoda división que le corta el camino. Después, todo sería fácil, en la seguridad de aquella fuerte posición que con sus cuatro divisiones y una brigada pensaba establecer desde Bailén hasta los desfiladeros.
A las dos, en el cuartel general español en los Visos, se recibe la noticia de que ... los enemigos evacuaron a Andújar huyendo con precipitación por el camino de Madrid. El general Castaños ordena a De la Peña, que con su división emprenda la persecución del enemigo. Es preciso dejar expedito el puente romano para pasar las unidades, especialmente la artillería, y en esos preparativos pasan las horas inmediatas.
En el campamento de Reding han tocado diana a las tres, y las unidades se preparan a adoptar el orden de marcha. El brigadier Venegas está al mando de la vanguardia, y para asegurarse la puntualidad en su cometido, ha levantado una hora antes a sus unidades y las ha adelantado a las proximidades del río Herrumblar. A las tres y media aparecen los primeros elementos de la columna francesa y se inicia el primer tiroteo del combate definitivo de la batalla de Bailén.
No detallaremos el desarrollo de este encuentro, que es bien conocido. Los franceses lanzaron reiterados ataques sobre el centro y las alas de la línea española, que fueron rechazados siempre. Por otra parte la intención de este trabajo es analizar las decisiones que se adoptaron en función de la información que se disponía. Cuando ya se inicia el combate, las decisiones son puramente tácticas y la información es de contacto, o sea, por observación directa. Tan sólo queremos señalar la decisión de Dupont de emplear sus fuerzas por separado, en acciones sucesivas. El propio Napoleón censuró agriamente esta actuación táctica. Sin embargo, en nuestra opinión, sí que intentó el general francés un ataque de conjunto sobre el centro de la línea española. Cuando todas las unidades francesas habían pasado al este del Rumblar, serían las seis de la mañana, Dupont decidió entonces un ataque por el centro con la Brigada Chavert, los suizos y una brigada de Caballería en cada flanco de esta columna de Infantería. La Brigada Pannetier quedó en el Rumblar protegiendo la retaguardia y los trenes del previsible ataque de las fuerzas de Castaños.
Esta acción de Dupont no pudo prosperar porque Reding, viendo la inminencia de tal ataque en fuerza, hizo adelantar sus dos alas para amenazar los flancos enemigos. Por ello Dupont tuvo que desviar la brigada de Privé hacia el Cerrajón y la de Dupré al Zumacar Chico. Estas decisiones de ambos generales parecen las más dignas de destacarse en el conjunto de aquella gloriosa jornada donde se prodigaron los hechos heroicos. Como sabemos, la última decisión de Dupont fue pedir la suspensión de armas sobre el mediodía, cuando sus fuerzas ya no podían seguir combatiendo. Convinieron en iniciar conversaciones sin moverse del lugar donde se encontraba cada unidad. Reding remitió a Dupont ante Castaños para tratar la capitulación.
La División De la Peña apareció sobre las dos de la tarde, y tomó posiciones para cercar y amenazar a las fuerzas francesas que ya habían pedido capitulación.
El general Castaños ha tenido, a nuestro parecer, una muy acertada actuación desde que tomó el mando del ejército español. Pero no acabamos de entender su decisión de quedarse en Andújar. En un parte que escribe el mismo día 19 a las ocho horas, dice ... ordené al Gral. de la Peña que con su división reforzada, le picase la retaguardia..., Con la div. del Gral. Jones ocupo esta ciudad (Andújar) donde he tomado posición adaptable a las ocurrencias ...
En nuestra opinión, su lugar estaba en Bailén, donde se encontraba todo su enemigo y casi todas sus propias fuerzas. Su presencia en el campo de batalla hubiera podido reordenar la situación, enviando al general De la Peña al norte de Bailén donde los defensores del cerro San Cristóbal y el del Ahorcado esperaban la llegada de Vedel, y donde hubiera representado un papel más brillante que el de quedarse amenazando a un enemigo que ya se había rendido. El general Castaños, con la división de Jones y la del coronel Cruz Murgeón, hubiera podido cercar a Dupont para asegurar su inmovilidad.
Por último, nos queda una decisión a considerar: la del retraso de Vedel. Probablemente el lector habrá observado que hemos intentado entrar en el estado de ánimo de este general desde que salió de Andújar. Intentábamos reconstruir los pensamientos y los sentimientos que le embargaron por la acción de Mengíbar y, luego, con la decepción de Santa Elena. Lo hemos hecho por creer que esas emociones tuvieron que influir en sus decisiones de este día. De esta manera hemos tratado de preparar al lector para que él mismo formule sus propias conclusiones.
Se acusa unánimemente a este general de haber llegado tarde a Bailén para prestar auxilio a su jefe antes de que se rindiera. Se aduce que desde el amanecer estaba escuchando el cañón y, en lugar de acelerar la marcha, dio a sus tropas un largo descanso de más de dos horas en Guarromán, cuando ya se escuchaba con claridad el intenso cañoneo.
Para intentar comprender la conducta de Vedel es preciso entrar en la situación en que se encontraba. El día 18, cuando ya ha dejado su división en La Carolina y se ha convencido de que allí no hay enemigo, recibiría la noticia de la ocupación de Bailén por los españoles. Las últimas órdenes que recibió de Dupont eran de despejar todo el Camino Real y regresar a Andújar. No ha podido recibir ninguna nueva información porque se había cortado la comunicación. En consecuencia, considera que el ataque a las fuerzas españolas que se han metido en Bailén es asunto suyo. Seguramente creyó que eran las mismas fuerzas que habían atacado a Liger y a Gobert, es decir, la división de Reding. Para ello decide dar una noche de descanso a su división y agregarse a la de Dufour, que estaba en Santa Elena, para emprender la marcha a Bailén y batir a ese enemigo.
Debemos hacer un cómputo de tiempo detallado para poder valorar por nosotros mismos estos acontecimientos. Los primeros cañonazos que se dispararon en Bailén serían después de las cuatro de la mañana porque a esa hora comienza a clarear el día y, en reducida cantidad, porque fueron contra la vanguardia francesa que no pudo sostener el ataque mucho tiempo. El cañoneo intenso comenzaría sobre las cinco de la mañana, cuando inició el ataque la Brigada Chavert.
No hay que olvidar que toda la batalla se desarrolló en una hoya del terreno, y que la dirección de La Carolina (que está a veinticinco kilómetros en linea recta), queda apantallada por el cerro de San Cristóbal. Como es sabido, los sonidos se propagan muy bien por la noche, pero los primeros cañonazos los pudieron confundir con una tormenta eléctrica los pocos individuos que estuvieran levantados en el campamento de Vedel. Cuando se confirmara la naturaleza de aquellos lejanos estampidos y se decidieran a comunicárselo al general serían las cinco y media, y mientras éste da las órdenes y se hacen los preparativos, la división rompe la marcha sobre las siete y llega a Guarromán a las once. Aquí se escucha claramente el fragor del combate, cuya intensidad y duración ya no pueden dejar dudas de que allí está Dupont con todas sus fuerzas. Vedel necesita dar un alto para atender las necesidades más perentorias: alimentación, abrevar el ganado, curas y descanso para entrar en combate. Sus oficiales le apremian para acudir al cañón, pero antes de una hora cesa totalmente el cañoneo: posiblemente antes de que entrara la cola de la columna en Guarromán. Vedel se tranquiliza y prolonga el alto hasta las trece horas. Cuando llega ante las posiciones españolas de los cerros San Cristóbal y El Ahorcado son las cinco de la tarde. Vedel se justificó diciendo que su división necesitaba un descanso, y a nosotros nos parece cierto, aunque pudo ser más corto. Pero aunque hubiera dado un alto de media hora, que era imprescindible, hubiera llegado después de las catorce horas, cuando todo estaba igualmente acabado.
Se ha dicho que por resentimiento u otras motivaciones similares no quiso acudir en socorro de su jefe. Incluso este mismo llegó a decir: ¡Vedel me la ha jugado! A nosotros nos parece inconcebible que este general actuara conscientemente para provocar un desastre que le iba a afectar necesariamente a él mismo. Dejamos al lector, al que hemos aportado cuantos datos conocemos, la tarea de componer su propia interpretación.
Finalizan en este punto las decisiones de orden táctico o estratégico que configuraron el desarrollo de la batalla, y por ello se termina este trabajo que, como dijimos al comienzo, pretende dar una interpretación objetiva de esas decisiones, partiendo de la información que tuvieron los protagonistas según se desprende de los documentos originales que se han utilizado en la investigación historiográfica.
En esta batalla tuvo un papel (magnificado luego por la historiografía "patriótica") José de San Martín.
Estimo que el contacto durante la Guerra de la Independencia de la oficialidad española con la británica, tan infectada por la masonería, fue nefasta posteriormente para la historia de las Españas a ambas orillas del Atlántico. Surgirá allí un liberalismo anglófilo y conservador, falsamente opuesto a otro liberalismo afrancesado y progresista, que terminará siendo una nefasta alternativa al jacobinismo anárquico para los hombres de orden pero ajenos al pensamiento tradicional como el futuro "Libertador".
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