Las inconfesables conexiones de Paulo Coelho.
Dadas las ventas millonarias de sus libros, la aparente apuesta por lo espiritual de su contenidos, su constante aparición en los medios de comuniciación, y por todo ello su influencia social, es importante conocer realmente de que fuentes bebe el autor, para actuar con prevención ante su obra.
Paulo Coelho brilla en el firmamento literario contemporáneo. Desde la publicación de "El Alquimista" sus libros se han mantenido durante semanas en las listas de los superventas en Italia, Francia y España. "El Alquimista" le granjeó la fama mundial. El argumento de la novela se inspira en una antigua leyenda del acervo hebraico: la del rabino de Praga. La virtuosidad de su arte literario, basado en la sencillez, y la oferta de una espiritualidad descafeinada hace el resto para captar, a las mil maravillas, el público lector más vasto. En el mes de octubre de 2001, Samuel Gutiérrez publicaba en las páginas de "Iglesia en Andalucía", un artículo bajo el título "Bajo la amenaza de una espiritualidad sin Dios" alertando contra el movimiento New Age (Nueva Era), una amenaza que pesa, cual espada de Damocles, sobre las almas de nuestros contemporáneos. Al incluir al prolífico escritor brasileño que tratamos, Paulo Coelho, en los anaqueles de las bibliotecas nuevaeristas, creemos que el articulista Samuel Gutiérrez, aunque atinado, ignoraba hasta qué punto había dado en el blanco. Pero andaba escaso al decir de Coehlo tan solo lo que sigue: "(Paulo Coelho)...también transpira esta nueva conciencia". ¿Transpira? Veamos si lo que hace es sólo transpirar.
La cara amable de Paulo Coelho.
"Brida", "A orillas del río Piedra me senté y lloré", "La Quinta Montaña", "El peregrino de Compostela (Diario de un mago)"... son títulos que forman parte de la biblioteca que ha dado al mundo este escritor brasileño, nacido en 1947 en Río de Janeiro. En las solapas de sus libros se nos viene presentando como el inadaptado hijo de una familia acomodada que tiró por la borda los estudios universitarios de Derecho, para dedicarse a otras tareas -y cito de la carta de presentación que obra en las solapas de sus libros: dirigió un periódico "alternativo" (suponemos que quiere decírsenos que "contracultural"), hizo teatro (no se nos dice si como actor o como dramaturgo, o como tramoyista, vaya usted a saber)... Incluso desempeñó, hasta su revelación vocacional como escritor, cargos ejecutivos en una compañía multinacional de discos.
Lo cierto es que, aunque sin hacer muchos alardes de ello, es manifiesta su presencia en el meollo del hippismo de la época que le tocó vivir, así como tampoco ha negado nunca sus incursiones en el ámbito de la magia. Como muchos de aquellos jóvenes melenudos que vivieron a tope los 60, Coelho descubrió el "misticismo" oriental y tampoco quedó al margen de las experiencias psicodélicas inducidas por sustancias psicotrópicas. Pero, no obstante, esos años son años oscuros en la biografía de Coelho y poco podemos decir de ellos. Su pertenencia a sociedades ocultistas sí que ha sido reconocida por él mismo en muchas ocasiones.
En "Las confesiones de un peregrino", entrevista de Juan Arias publicada recientemente, Coehlo reconoce su militancia en sectas satánicas, cuyo nombre silencia por circunspección, refiriéndose a la sociedad secreta por la que pasó con el nombre convencional de "sociedad de la apertura del Apocalipsis", inspirada como no podía ser menos en las prácticas de Crowley. Durante muchos años, lo confiesa, buscó en la magick crowleyana las respuestas a sus interrogantes vitales, y su inquisición personal caminó por las vías de lo que el hermetismo denomina "hermanos de la mano izquierda" (o "hermanos de la sombra"): o sea, si la magia tiene colores, pensemos en la más negra de las magias.
Coelho en la actualidad se nos presenta como convertido al catolicismo, preocupado por el ecosistema y filántropo a carta cabal: cosa que celebramos. Pero, no obstante, es preciso y oportuno "apurar la verdad", como decían nuestros clásicos. No nos arrogamos el derecho de erigirnos en jueces de la vida de Paulo Coelho, eso será algo que el escritor tendrá que averiguar con Dios, pero sí que tenemos no sólo el derecho, sino el deber, de examinar sus frutos, pues "por sus frutos los conoceréis". Los frutos de un escritor son sus libros. Pues vayamos a de ellos.
Brida y Wicca.
Aunque converso, la magia sigue jugando un papel predominante en la trabazón de su producción literaria. Son muchos los guiños que en sus renglones hace Coelho al lector más avisado. Tal vez no sea su intención guiñar el ojo. Tomemos un cabo, y tiremos del hilo.
Uno de sus libros que han pasado como de puntillas ha sido "Brida". Brida es el nombre de la protagonista de la novela, una joven irlandesa que se siente llamada a cumplir su vocación de hechicera, por ello inicia la búsqueda que la conduce al mundo de la magia. En su itinerario, encuentra a un hombre solitario, anónimo, a quien el autor simplemente denomina el "Mago". El Mago inicia a la inquieta veinteañera gaélica en la "Tradición del Sol", pero para que el aprendizaje de la novicia hechiceril sea completo se requiere la colaboración y el magisterio de una hechicera, que Coelho llama Wicca. Así como el Mago ayuda a Brida en la Tradición del Sol, Wicca hará lo propio con la neófita por los derroteros de la "Tradición de la Luna". Toda la novela transcurre entre escenarios boscosos de la antigua Irlanda que prestan una atmósfera feérica (propia de hadas) al relato, este ambiente silvestre alterna con la vida cotidiana de los diversos personajes: la inquieta Brida, su comprensivo novio que es científico de profesión pero respeta la búsqueda de su compañera, el Mago algo misántropo y taciturno y la vital y resuelta Wicca, una bruja de nuestros días. Otros personajes quedan más desdibujados, en penumbra, como es el caso del misterioso librero que regenta su negocio sirviendo a su selecta clientela los grimorios y libros esotéricos más recónditos.
La novela es un documento prototípico de lo que Ernesto Milá ha explicitado en su artículo "Feminismo, telurismo y satanismo" publicada en Disidencias. La novela, se la mire por donde se la mire, es un cóctel letífero de telurismo y brujería nuevaerista, donde no se prescinde de una alta dosis de erotismo orgiástico: ceremonias rituales de iniciación en bosques, donde los participantes entran en trance. O sea, llamemos las cosas por su nombre: una noche de Walpurga. Eso sí: noche de Brujas muy liberadas y emancipadas, que para eso estamos en el siglo más feminista.
Wicca: Su iglesia y su escuela.
Pero ahí es nada. Examinemos el nombre de la ficticia maga. Su nombre es Wicca. Que sepamos sólo existe algo en la realidad que tenga ese nombre y pueda haber apadrinado el ente de ficción de Coelho. Nos referimos a la Iglesia y Escuela de Wicca, fundada en Estados Unidos, en el año 1973, por Gavin e Yvonne Frost. Inspirados en las teorías del británico Gerald Brosseau Gardner (1884-1964), Wicca -la sedicente iglesia y turbia escuela- postula que la supresión de cualquier deseo corporal es antinatural y estúpida -en sintonía ideológica con la apología pansexualista contracultural de los 60 liderada por Norman O. Brawn, Paul Goodman o Abraham H. Maslow en tres de sus vertientes principales-, pero Wicca va más allá de los postulados de estos ideólogos revolucionarios. La secta Wicca llega a propugnar, una vez desarrollados ciertos poderes psíquicos a través de la brujería, la relación sexual de sus adeptos con súcubos e íncubos. Esta es la conclusión extrema de principios tan errados, Wicca muestra de este modo la maligna radicalidad de todo sistema defensor de la supresión de frenos a los apetitos carnales y sostenedor de la promiscuidad sexual. En ello, Wicca supera con creces los dictados de otras sectas surgidas al calor del hippismo de los 60, con sus peregrinajes a la India tántrica y sus querencias al ocultimo orientalista, como es el caso de la secta del ex-luterano Franklin Jones, nos referimos al grupúsculo sectario denominado Iglesia Primitiva Libre (fundada en 1960).
Gerald Brosseau Gardner: el abuelo de Wicca.
Gavin e Yvonne Frost, los padres de Wicca, fueron discípulos del enigmático Gerald Brosseau Gardner, que aunque no fundó directamente la secta, pasa por ser el principal referente de Wicca. Gardner se inició en la secta satanista Ordo Templi Orientis.
También conocida con las siglas O.T.O., la Ordo Templi Orientis fue fundada por el masón alemán Karl Kellner, a principios del siglo XX. En la secta, abiertamente satanista y cuyos tentáculos llegaran a EE.UU. a través de Parsons, el discípulo más avezado de Crowley en Norteamérica, y amigo de L. Ronald Hubbard, padre de la Cienciología, se contemplaba la práctica de la magia sexual en los grados más elevados de sus adeptos, continuando el legado de Aleister Crowley. Crowley es algo más célebre que Gardner, entre otras cosas, por firmar como "The Beast" (La Bestia).
Gardner, neófito de O.T.O., no sólo bebió en las emponzoñadas aguas del satanismo de Crowley, sino que llegó a ser amigo personal del mismo. Gardner también conoció a la hija de Annie Besant, la sucesora de Madame Blavatsky en los cuadros lógicos de la Sociedad Teosófica, por lo que tampoco es ajeno a la herencia teosófica. El "pensamiento" de Gardner, que es traslación fiel de las aberrantes ideas de Aleister Crowley con leves aportaciones, se contiene en el libro "Witchcraft Today" (Magia hoy), desde cuyas páginas lanza la aberrante invitación a mantener relaciones sexuales con los demonios súcubos e íncubos. Invitación que no tardaron en acoger Gavin e Ivonne Frost y que comunicaron a los secuaces de Wicca. Gardner también ha ejercido su nefasto influjo en el movimiento New Age (Nueva Era), como no podía ser menos. Los Frost también ejercen su influjo en el mismo movimiento a través de sus best-sellers sobre la temática de los viajes astrales.
La novela "Brida", cuyo subtítulo es "Una novela sobre el don que cada uno lleva dentro", data del año 1990. En 1974, Coelho confiesa haber tenido una experiencia desagradable con el "otro mundo", suceso que le motiva a abandonar los entornos satanistas que frecuentaba, y el escritor fija su conversión al catolicismo en 1979. ¿Qué pinta, pues, Wicca y sus siniestras connotaciones, convenientemente acicaladas, en una novela publicada en 1990? Coelho refiere que la historia de Brida fue la confesión que en las inmediaciones del Santuario católico de Lourdes le hizo una mujer de su peripecia vital, muy paralela a la suya. Tras su presunta conversión al catolicismo, Coelho dice ingresar a una sociedad secreta católica (recordemos que la Iglesia católica sólo reconoce sociedades discretas, pero no "secretas"), llamada R.A.M. (Rigor-Amor-Misericordia), cuyo anticipo de sus enseñanzas nos lo brinda el autor en "El Peregrino de Santiago (Diario de un mago)", cuando el periodista español Juan Arias le pregunta si dicha sociedad está reconocida por la Iglesia, Coelho sólo dice: "Es una tradición muy antigua."
Después de tirar de este hilo quedamos pasmados al detectar, en los libros de Paulo Coelho, condimentos que suponen un serio peligro para todo ese público lector, afanoso de espiritualidad, pero expugnable en su condición lega, indefenso ante lo que so capa de vindicar el mundo mágico y el amor sentimental no encuentra otra cosa que una mixtura de mensajes diabólicos, implícitos y sibilinamente colados de matute en la literatura; servidos en una intolerable mezcolanza de sentimentalismo y brujería.
Paulo Coelho ha renunciado públicamente a su pasado satanista, y ahora se exhibe como católico comprometido con el catolicismo más "liberacionista" y anti-tradicional (el encarnado por Helder Cámara y la sedicente "teología de la liberación".) Un hombre de izquierda moderada reconciliado con su pasado. Los títulos honoríficos concedidos por el Estado de Israel, y las múltiples relaciones que actualmente mantiene con muchos círculos mundialistas, dígase la UNESCO, hacen del escritor ex-drogadicto y ex-satanista un personaje muy políticamente correcto. Paulo Coelho brilla en el actual firmamento literario, deseamos que su estrella se oscurezca o, mejor todavía, deje a un lado estas mixtificaciones, y brille con una luz más pura.
Alejandro Valdivieso
REVISTA ARBIL
Marcadores