Epigramas del hispano-romano Marco Valerio Marcial
(VI)
51
A JULIO MARCIAL
Carísimo lector, escucha atento,
lo que discurre el dulce pensamiento:
qué ha de tener la vida descansada,
para llamarse bienaventurada.
hacienda suficiente,
heredada del padre, o del pariente,
que del propio sudor es muy costosa,
fértil tierra, abundante y provechosa;
fuego alegre y perene,
día libre de pleitos; y si tiene
algún oficio urbano, no procure
que mucho tiempo dure.
Quieta la mente, la salud entera,
prudente candidez, y verdadera;
iguales los amigos,
y que nunca se vuelvan enemigos.
Ordinario el manjar, mesa sin arte,
sin ceremonia el gusto se reparte;
noche no vinolenta,
sino de afán y de cuidado exenta.
Blando lecho, y honesto,
ni triste, ni tampoco descompuesto,
que se mida el deseo
con la hacienda, los gustos y el empleo,
sin que otra cosa más apeteciere
de aquello que tuviere;
y por último, al fin, precisa suerte
el no temer ni desear la muerte.
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52
Pelo y dientes de la tienda
sacas, Lelia, sin sonrojo,
pero ¿qué harás para el ojo
no habiendo quien ojos venda?
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53
Al ver de piel de cabrito
cubierta, Febo, tu calva,
bien dijo un amigo que ibas
con la cabeza calzada.
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54
Las veces que al año estás
enfermo, pasan de diez;
pero el mal no es para ti,
sí para nosotros es:
regalos quieres te den.
Ten, Policarmo, vergüenza
enferma bien de una vez.
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55
Un histrión bien ahíto
soltó un flato
delante de una estatua
de Jove santo.
Y de esto en pena,
le obliga a vivir Júpiter
de su merienda.
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56
No es para ti cosa nueva
poner incienso y pimienta,
vestido y joyas en venta,
que al punto el comprador lleva.
Otra mercancía prueba
Milón, y saca a vender
con frecuencia la mujer,
que es ganancia con exceso
pues no la llevan por eso
y siempre las has de tener.
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