Nuestros zapateos




Escribe: Antonio Moreno Ruiz.-
Teníamos hace poco la oportunidad de escribir sobre el patriarcado del fandango en el sustrato musical hispano (Papá Fandango - La Abeja), adelantando cómo se pudo gestar el fenómeno del zapateo en nuestras músicas.


Si bien el zapateo está extendido por muchas y diferentes tradiciones musicales, ciñéndonos a nuestro hispano mundo, podemos citar al menos dos corrientes:


1) Canarios:



De entre las diversas gentes que poblaban la ciudad de Sevilla (ciudad que aún se conoce como “Puerto y Puerta de Indias”), estaban los naturales de las Islas Canarias. De hecho, todavía en Sevilla existe la calle Canarios, cerca de la Puerta de la Carne. Tanto los peninsulares que llegaron a Canarias como los sevillanos que vieron a los nativos canarios en su ciudad, resaltaron su habilidad para con los zapateos vigorosos de punta y talón.


Con todo, la influencia canaria no acaba ahí: Abreu Galindo afirma que en la Península Ibérica se usaba a modo de villano el baile de los guanches (naturales de la isla de Tenerife, concretamente). Gómara asegura que andaba por el mundo un baile que ha ennoblecido las Islas Canarias. Fr. Juan de la Puente dice que era el “Canario” un baile importado a la Península desde estas islas. Braulio Foz en su obra "La vida de Pedro Saputo" afirma que ese mismo baile, "el canario”, de variedad en variedad y de nombre en nombre, ha venido a ser y llamarse "la jota”. Y jotas, seguidillas y fandangos están extendidas por toda España; y tenemos variantes asombrosamente similares por toda Hispanoamérica.


Del mismo modo, como “canarios” también se conoce a un estilo de guitarra que se consolidó entre los siglos XVI y XVII; muy relacionado con el ritmo de los canarios de Sevilla, y que embadurnó la música que se iba gestando en la América virreinal; música que progresivamente se acriolla para “volver” a la Vieja España enriquecida y transformada; transformando a su vez las músicas de la Piel de Toro.


No deja de ser sorprendente la similitud de los ritmos criollos peruanos comparados especialmente con fandangos, canarios y zarabandas.


2) Negros:



Como recuerda el músico y antropólogo andaluz Raúl Rodríguez en su excelente trabajo “Razón de son” (defendiendo la idea de la formación cultural y musical de un “Caribe afroandaluz”), en los barcos negreros se obligaba a los africanos cautivos a zapatear sobre la cubierta para que así mantuvieran la forma para arribar fuertes a los principales puertos americanos.


Asimismo, es Raúl Rodríguez quien a través de su música el que reivindica el papel de los negros curros, los negros libres que desde Sevilla y Cádiz llegaron a América, principalmente a Cuba, ganándose la vida en muchos casos como músicos. No todos los negros que llegaron a América eran esclavos; y de hecho, amén de estos negros libres que llegaban de Andalucía, también hay que destacar que el primer poblado de negros libres de Norteamérica se dio en el siglo XVIII en la Florida hispánica: El Fuerte Mosé (*).


A diferencia de los canarios, con respecto a los negros no podemos precisar una identidad cultural bien localizada; salvando quizá el caso de los negros curros. Principalmente, podemos decir que procedían del África atlántica, habiendo de Senegal a Angola grandes enclaves a estudiar. El problema es que durante siglos, muchos negreros evitaron que viajasen más de tres negros de una misma tribu en el mismo barco; con lo que esto suponía el desarraigo y el desentendimiento de muchos, que ya se acriollaban en América y se comunicaban en español. Si bien hay apellidos en la América Hispana que pueden delatar procedencias, tales como Bañul, Congo, Zape, Angola, Bran o Biafara, en verdad eran los puertos de donde embarcaron, no quiere decir que fueran oriundos de allí necesariamente. Cierto es que por ejemplo en Cuba se ha localizado mucha influencia de la cultura yoruba, y en Brasil, amén de la yoruba, también de la bantú. Pero es todavía un mundo por explorar en cuanto a las especificaciones. Y no olvidemos que también vinieron esclavos tanto del Cuerno de África como de Mozambique.


Como curiosidad, valga decir que como años ha apuntó José Luis Ortiz Nuevo, el tango entró en el repertorio flamenco a lo largo del siglo XIX como “Tango Americano” o “Tango de los Negros”; a través de Cuba concretamente. Ello explica la relación de los tanguillos flamencos de Cádiz con la música criolla peruana, así como con ciertos ritmos cubanos.


Así las cosas, harto curioso resulta que el zapateo esté tan vivo y presente tanto en la música criolla como en el flamenco. Las idas y las vueltas nos van uniendo aun por caminos diferentes, convergiendo al final en un acervo cultural tan poliédrico como rico y único.


(*) Sobre el Fuerte Mosé: La Florida de España, Fuerte Mose


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