En la historia del Carlismo, Navarra ha ocupado un papel importantísimo. Por eso la Comunión Tradicionalista no puede asistir callada a la actual coyuntura, en que parece jugarse en su destino el de lo que queda de España. Mucho cabe temer de los traidores e irresponsables que ocupan el Gobierno de ésta. Y mucho hay que deplorar de la actitud de los partidos que, bajo apariencia de la defensa del Viejo Reyno, tanto han contribuido a su desmedulamiento.

Los tradicionalistas no conocemos más constitución que los fueros. Pero cuando además se invoca una Constitución que está en el origen de la destrucción de España, en primer lugar por haber liquidado su unidad católica y, a continuación, por haber impulsado un proceso en el que los hechos del hoy son consecuencia directa de las decisiones del ayer, que traen causa de la misma; ante ello no basta desligarse de la llamada Unión del Pueblo Navarro, fagocitada más que nunca por el Partido Popular, heredero de nuestros seculares enemigos liberales (como no se hurtan de afirmar), por mor de políticas más o menos familiaristas y de una mayor o menor participación social.

Algunos que se amparan bajo rubros tradicionalistas y carlistas, que deshonran, parecen convertidos a la democracia cristiana. No es esa el alma que la verdadera Comunión Tradicionalista aspira a insuflar en el moribundo cuerpo de nuestra pobre España. Por eso, en esta hora tan grave la Comunión no tiene obstáculo en salir a la defensa de Navarra en compañía de quienes son precisamente culpables del "apeoramiento" de su fuero y de la destrucción de su constitución histórica. Los carlistas sabemos ser generosos. Pero ello no significa callar las razones de su discrepancia con las falsas razones de una convocatoria desnortada. Y con las tímidas protestas de quienes de tradicionalistas ya sólo tienen el nombre.


Pamplona, marzo de 2007.


Comunión Tradicionalista
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