Pero también integró la CONADEP el rabino estadounidense Dr. Marshall Meyer, que posteriormente y por decreto Nº 2169 del 13/07/84, del Presidente Alfonsín, fue condecorado con la Orden del Libertador San Martín en el grado de Comendador, por haberse hecho acreedor del honor y el reconocimiento de la Nación' (La única interpretación que puede hacerse de este hecho que, como veremos más adelante es absolutamente insólito, es que fue un agradecimiento especial por haber integrado, como extranjero, dicha CONADEP). Esta condecoración es la que provoca una extensa publicación en el diario “La Nueva Provincia” (12/19/84), de la que extraemos los conceptos que mejor definen a quien, según Alfonsín, "se ha hecho acreedor al honor y reconocimiento de la Nación".
Un lector de un diario, viejo abonado de 'Le Luz' (la revista judía para América Latina), luego de leer el “Dos Trazos” aparecido el 27 de agosto de ese año, en la cual se criticaba la presencia del Señor Marshall Meyer como miembro de la Comisión Nacional de desaparición de Personas (CONADEP), que preside el escritor Ernesto Sábato, en un homenaje a los terroristas de Trelew, muertos al intentar huir de la Base Almirante Zar, nos ha hecho llegar la siguiente publicación de la prestigiosa hoja judía que transcribimos: “ Por practicar la pederastía con sus propio educandos apenas adolescentes, el así llamado rabino Marshall Meyer de la comunidad Bet El, fue severamente reprendido por la justicia, a la que recurrió en demanda contra el editor de “La Luz”' por calumnias, injurias y difamación, por el delito de informar en sus páginas por la conducta criminal del susodicho rabino”.
“El testimonio de los damnificados resultó de una claridad espeluznante, cuando estos fueron exigidos por el juez a relatar las practicas inmorales a que los sometía el rabino norteamericano de marras. Uno de los testigos estalló en llantos, por el pudor que le causaba el tener que relatar los detalles pornográficos de las practicas a las que era sometido por Marshall Meyer. Pero el juez lo convenció que ello era necesario para que saliera a relucir toda la verdad, que Marshall Meyer y sus acólitos de Bet El, se empeñaron en ocultar, en lo que fue apañado por numerosos integrantes de la colectividad".
El juez Malbrán en su dictamen del 11/08/72 que estudió y analizó en profundidad todos los testimonios y pruebas aportadas, incluso los artículos aparecidos en “La Luz”, emitió el siguiente dictamen: “La salud de las instituciones se preserva mejor e incuestionablemente con más justicia, esclareciendo lo que es moral o jurídicamente perjudicial, antes que silenciándolo, caiga quien caiga. Los falsos prestigios son más dañinos que el escándalo y que los sacrificios dolorosos”.
El juez Malbrán dice:“... la expectativa social burlada por Meyer, es enorme y es calificada. Con su obra ha mancillado los honores de un cargo religioso, ha defraudado a la legión de sus admiradores -que los tenía en grado sumo-, ha proferido una ofensa a todos a quienes por motivos de sus tareas tienen a su cargo la enseñanza, el acercamiento sano y la comunicación con las generaciones adolescentes, de aquellos que deben predicar con el ejemplo, llevando consejos al que lo pida, en fin, haciendo sublime su profesión. Todo esto ha vulnerado este individuo ....”.
"En el plenario de la AMIA, reunido el 26/9/72 por la noche, su prosecretario 2', el Dr. Rafael Kugielsky dijo que un tribunal institucional integrado por los presidentes de la DAIA, AMIA y OSA, habían dictaminado el 31/8/70 que Marshall Meyer había sufrido una pérdida de su autoridad como rabino en nuestro medio. Luego añadió: Si hemos tomado intervención y expulsado de la comunidad a delincuentes económicos, marcándolos a fuego, no veo por qué no hacer lo mismo con corruptores morales como los de este affaire".
Para reparar esta aberración (distinguir a semejante individuo con la máxima condecoración argentina) sólo se produjeron en el Congreso algunos pedidos de informes (entre ellos los del diputado RICARDO BALESTRA) al Poder Ejecutivo de aquella época (Gobierno de ALFONSÍN) que, por supuesto, nunca tuvieron respuesta.
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