Albacete, 23 mayo 2005. El principal diario de la provincia, La Tribuna de Albacete, ha publicado en su edición impresa un amplio reportaje del legado y la actualidad del Carlismo en Albacete. Junto al texto se han reproducido diverso material fotográfico, entre ellas una fotografía de los carlistas albaceteños en peregrinación a Montejurra a mediados de la década de 1960 llevando una pancarta con el lema "Albacete por el Rey Javier". Una muestra más del buen trabajo emprendido por los jóvenes dirigentes del Carlismo albaceteño.



TRAS LOS PASOS DE LA MEMORIA CARLISTA EN ALBACETE


El carlismo es sin duda uno de los protagonistas principales de la historia contemporánea. Y aún hoy día sigue suscitando interés y curiosidad, como demuestran los cientos de estudios que directa o indirectamente se ocupan cada año del fenómeno carlista. Y también lo atestiguan las referencias y alusiones recurrentes (y casi siempre desafortunadas y erróneas) que desde la política actual se hacen del carlismo. ¿Qué es el carlismo? ¿Qué extraño fenómeno histórico ha permitido su supervivencia hasta hoy durante casi dos siglos en la historia de España? Desde el año 2000 un grupo de jóvenes albaceteños se ocupan de intentar dar respuesta a esta pregunta y ofrecer respuestas válidas desde la óptica tradicionalista a los problemas sociales y políticos actuales.

No es fácil hacer una apretada síntesis de fenómeno tan complejo y prolongado. Puede decirse, sin embargo, que su explicación exige tener en cuenta tres ejes fundamentales: la bandera de la legitimidad dinástica, la continuidad del mundo hispánico anterior a las revoluciones burguesas y la doctrina tradicionalista.

En efecto, el carlismo es una reivindicación legitimista ante la usurpación producida en 1833 a la muerte del Rey Fernando VII. La legislación española, semisálica, determinaba que la sucesión a la Corona debía haberse producido en la persona del hermano del Rey, el Infante Don Carlos, saludado como Carlos V por sus partidarios. Los primeros precisamente en tierra manchega, Talavera de la Reina, por el funcionario de Correos don Manuel González. Su osadía le costará la vida y la de su familia. En cambio, un verdadero golpe de Estado encubierto llevó al trono a Isabel, la hija de cortísima edad del fallecido Fernando VII, bajo la regencia de su madre María Cristina de Borbón Dos Sicilias, previa depuración de los leales a Don Carlos en los ejércitos y la administración. La guerra estalló con fuerza en toda España, (a pesar del empeño de cierta historiografía en reducirla a territorios determinados) y duró siete años. No fue una guerra entre absolutistas y liberales. Pese a los muchos errores que venia arrastrando la dinastía borbónica, el enfrentamiento es más bien el de los partidarios de un orden social tradicional (que según los datos de casi todos los historiadores eran la mayoría de los españoles) contra una minoría estratégicamente situada, enriquecida por los abusos capitalistas y la desamortización y apoyada por las potencias extranjeras y un ejército formado por movilizados obligatoriamente y mucho mejor armado. Todavía en el decenio de 1840 con el hijo de Carlos V, Carlos VI, volvería la guerra, la conocida como segunda guerra carlista. Y entre 1872 y 1876, con Carlos VII, nieto de Carlos V, una tercera guerra durante la que gobernó en diversas zonas de España.

Incluso la Guerra de España, entre 1936 y 1939, tuvo un importante componente carlista, pues la Comunión Tradicionalista fue una de las fuerzas decisivas en el Alzamiento y posterior victoria, no obstante su alejamiento del régimen de Franco. Alejamiento, sin embargo, del todo distinto del de republicanos, socialistas y comunistas, al estar inspirado en los viejos principios de la tradición española y no en las ideologías de la modernidad.

Y entre medias, en tiempo de paz, el carlismo se esforzó por organizar una resistencia constructiva al régimen liberal. Nacen así círculos, prensa, organizaciones femeninas, los sindicatos libres, la Obra Nacional Corporativa, el Movimiento Obrero Tradicionalista, las agrupaciones estudiantiles y otras iniciativas que articularon un verdadero pueblo carlista. Su lucha por la pluralidad de las tierras de España tanto contra el centralismo uniformador como contra el nacionalismo secesionista, contra el fanatismo antirreligioso, contra los abusos del capitalismo y contra el autoritarismo de las diversas dictaduras liberales militares atemperaron los muchos excesos de las revoluciones liberales, de las que hoy día se tiene una visión tan dulce como errónea.

Al mismo tiempo la obra de los pensadores, periodistas y políticos carlistas constituyó un amplio conjunto doctrinal único y reconocido hasta por los detractores. Esta tarea intelectual tiene su reflejo en la participación activa del carlismo en las nuevas instituciones políticas. Y es que, a pesar de los "pucherazos" y el sufragio censitario, los diputados carlistas dejaron oír su voz en el Parlamento siempre que fue posible.

Bien puede entenderse que si el carlismo hubiese sido un simple pleito dinástico difícilmente hubiera podido sobrevivir más allá de algunos decenios. Su prolongación en el tiempo viene a demostrar, en cambio, que la cuestión legitimista actuó como banderín de enganche de otras motivaciones con las que se fundió en una unidad. En primer lugar, la continuidad venerable de la tradición común de los pueblos hispánicos, esparcidos por los cinco continentes. De modo quizá no del todo consciente al inicio, con comprensión progresivamente más clara, el carlismo ha venido a ser la prolongación de un modo de ser que sucesivamente el absolutismo, el liberalismo y el socialismo (en ocasiones con idas y vueltas) han cancelado. El carácter íntimamente popular del carlismo, tantas veces incomprendido como otras silenciado, recibe ahí también una de sus explicaciones.

Animados por el conocimiento parcial de una historia en la que se divisaban tantos reflejos heroicos y románticos, un grupo de jóvenes albaceteños iniciaron en el año 2000 su profundización sobre el carlismo. Es en ese mismo año en el que se reorganizan las Juventudes Tradicionalistas participaron decisivamente los jóvenes tradicionalistas albaceteños de ese proceso junto a los núcleos del resto de España, y han ido reconstruyendo la Comunión Tradicionalista en Albacete. Ya en el año 2001 se organiza el primer acto público, presentado por la albaceteña Concepción Rodríguez y en el que el profesor universitario Miguel Ayuso Torres explicó la actualidad de la doctrina carlista. Ese mismo año coincide con el manifiesto de S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón el día 17 de julio, que concita la unánime adhesión de las Juventudes Tradicionalistas a la renovada Comunión Tradicionalista.

Desde entonces han sido muchas las ocasiones de participación en la vida pública albaceteña mediante el reparto de propaganda, la organización de seminarios de formación, las actividades culturales, etc… Incluso apoyando las iniciativas electorales carlistas, que en las últimas elecciones presentaron candidaturas en todas las circunscripciones de España, obteniendo cerca de 30.000 votos.

Al inicio del curso político se sentaron las bases para la constitución de un círculo carlista en Albacete que custodiase la memoria y la continuidad de este trascendental movimiento político en nuestra tierra. El nombre elegido fue el del Marqués de Villores, que fue el secretario político del Rey Don Jaime III y que tiene dedicada una céntrica calle en nuestra ciudad por su decisiva contribución al desarrollo de la misma. Con este ánimo se han ido sentando las bases para la recuperación del muy abundante material gráfico e historiográfico existente sobre el carlismo. En este contexto se enmarca la visita a Hoya-Gonzalo el pasado domingo día 8 de mayo, y la anunciada visita a Alcaraz tras los pasos de Fray Fermín de Alcaraz, notorio autor literario, representante de Carlos V ante el Vaticano y entusiasta de la causa carlista.

Lamentablemente las profundas huellas que el Carlismo ha dejado en Albacete y en La Mancha están aún por descubrir. Los diversos alzamientos y motivaciones presentan en nuestro ámbito una identidad de razón sustancial con los del resto de España, por lo que el Carlismo no puede ser visto como un mero pleito interterritorial. Como puso de manifiesto la profesora Manuela Asensio Rubio en su libro "El Carlismo en la provincia de Ciudad Real. 1833-1876" (Biblioteca de Autores y Temas Manchegos, Ciudad Real, 1987) el Carlismo contaba en La Mancha "con el apoyo y el auxilio de un sector mayoritario de la población". Y los sectores que apoyan a Don Carlos son análogos a los del resto de España. Incluso se ensalza la importancia del factor campesino en el alzamiento carlista al señalar que "(...) los intereses del campesinado fueron sacrificados, y amplias capas de labriegos españoles (que anteriormente vivían en una relativa prosperidad, vieron afectada su situación por el doble juego de la liquidación del régimen señorial en beneficio de los señores, y del aumento de los impuestos) se levantaron en armas contra una revolución y una reforma agraria que se hacia a sus expensas". La recientemente creada provincia de Albacete se vió dividida en diversas zonas. Mientras que al norte del Júcar, Campo de Montiel y Sierra de Alcáraz la influencia carlista es indudable en la capital y sureste de la provincia los gubernamentales pronto afianzan su poder. Afianzamiento al que decisivamente contribuyó la poderosa represión contra los presuntos simpatizantes de Don Carlos. A este respecto existe un muy interesante estudio de María Pilar Córcoles Jiménez publicado en 1999 en el nº 42 de la revista Al-Basit en el que se pone de manifiesto de forma documentada esta labor represiva, que afectaría a diversos funcionarios y artesanos de esta villa, como al maestro don Ambrosio Rodríguez. Aún en 1869 antes de que Carlos VII declarase el inicio de la Tercera Guerra hay en La Mancha un alzamiento previo, que durante dos meses pone en jaque al ejército liberal. El Cápitan General de Toledo, La Mancha y Extremadura Don Juan de Dios Polo y Múñoz de Velasco emprende valerosas acciones que concitan el apoyo casi unánime del pueblo, del que vendrán nuevos guerrilleros legendarios, como Vicente Sabariego Sánchez, de Piedrabuena de Calatrava (C. Real). Asimismo, en Caudete existe una saga de grandes combatientes carlistas, los hermanos Albalat. Francisco llegará a ser el último ayudante de Campo de Carlos VII, participando en la campaña del Norte y obteniendo las medallas militares de Montejurra, Vizcaya y Carlos VII. Pero aún más romántica es la historia de Ramón García Montes, conocido como el carlista Roche, nacido en Montealegre del Castillo que tras el final de la tercerra guerra carlista no acepta la rendición y sigue campando por las sierras del sureste de la provincia, con la admiración de las gentes, que solian cobijarle y apoyarle y que aún hoy día cuentan sus hazañas teñidas de cierto aire legendario. Antonio Matea Martínez le dedica un merecido recuerdo en La Tribuna Dominical, nº 112, 2 de julio de 2000.

El Carlismo en la actualidad suscita un interés creciente que abarca universos culturales muy distintos. En primer lugar el mundo hispánico. Podemos referirnos de modo inmediato por ejemplo al congreso que este mismo fin de semana se ha celebrado en el antiguo Reino hispánico de Nápoles, en Civitella del Tronto organizado por el profesor de la universidad de Perugia y presidente de la asociación internacional de amigos del Camino de Santiago Paolo Cauchi, que concluyeron con una Misa celebrada por Mons. Ignacio Barreiro, director de la oficina romana de Human Life International. O la creación de círculos de estudio en Argentina (en los que se cuentan profesores universitarios de la talla de Ricardo Fraga, Federico Escurra o Mario Bianchetti), en Colombia (visitaba recientemente por S.A.R. Don Sixto y en un cuyo comité de recepción destacaba el presidente del Consejo de Estado Alejandro Ordóñez), en Méjico (donde la Universidad Autónoma de Guadalajara ha impulsado diversos estudios que ponen de manifiesto la identidad de razones entre el carlismo español y el alzamiento antiliberal de los cristeros), en Uruguay, Chile, Brasil, Perú. etc... Pero también en el mundo francés, germánico o anglosajón. Precisamente en la Universidad de Dallas la profesora Alexandra Wilhelmsen ha publicado en inglés decisivos estudios sobre la doctrina carlista, completados en su faz histórica por el prestigioso historiador Stanley G. Payne. Y en la Península, tanto en España como en Portugal la segunda mitad del siglo XX conoció una impresionante labor intelectual, impulsada preferentemente por el Catedrático Francisco Elías de Tejada, por el filosofo Rafael Gambra Ciudad (Jefe-Delegado de la Comunión Tradicionalista hasta su muerte acontecida el pasado año), por el célebre romanista Álvaro d´Ors, etc... en una escuela continuada hasta hoy día que continúa dando importantísimos frutos en el análisis y el estudio crítico de los problemas sociales y políticos actuales. En Internet hay más de un centenar de webs dedicadas al estudio del Carlismo. Asimismo se publican en España diversas revistas de carlistas, como La Esperanza, Ahora-Información o La Santa Causa, esta última tiene su redacción en Albacete. El Carlismo además tiene un protagonismo principal en la revista de historia contemporanea Aportes. Para los jóvenes se organizan actividades lúdicas y deportivas, como los campamentos Reconquista en el Principado de Asturias. También es de destacar la integración de los círculos carlistas en entidades y plataformas de diverso tipo, como la Federación de Asociaciones de Vecinos de la Zona Rural "Les Caseríes" en Gijón, Federación de Entidades Culturales del Reino de Valencia, el Foro Español de la Familia, Congresos de Apostolado Seglar, Amigos de la Ciudad Católica, etc...

La adecuada comprensión de lo que el carlismo representó y representa para España es una garantía para un mejor conocimiento de nuestra historia y una justa valoración de los procesos revolucionarios que han modificado a conciencia el ser tradicional de nuestra Patria; así como un lugar en el que encontrar respuestas para no pocas polémicas políticas cerradas siempre en falso en la actualidad.



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