Los Almogavares y el Ducado Catalán de Atenas (1311-1385)



Introducción

Cuando en 1204 la Cuarta Cruzada desvió su camino hacia Tierra Santa para dirigirse contra Constantinopla modificó absolutamente el destino del Viejo Imperio Romano de Oriente. El resultado de la expedición no fue solamente la sustitución de un emperador bizantino por otro pretendiente, sino la implantación en territorio griego de un nuevo estado, el Imperio Latino de Constantinopla (1204-1261) centrado en los territorios alrededor de la capital y la antigua Tracia, en el cual se instauró el modelo feudal de la Europa Occidental, en lugar del Imperio Bizantino, dominador del Mediterráneo oriental durante 800 años.


En toda Grecia, desde Tesalia hasta el Peloponeso, proliferó una nobleza feudal con las típicas relaciones vasalláticas, propias de la Europa Occidental, cuyos titulares tuvieron orígenes diversos, predominando los franceses en tierra firme y los italianos (venecianos sobre todo) en las islas del Mar Egeo (Cícladas y Eubea). Este panorama político de atomización territorial fue el escenario ideal para la proliferación de las bandas armadas de mercenarios de nacionalidades diversas para ponerse al servicio del mejor postor. Entre ellas destacó una de ellas por el alcance y su implantación en el territorio griego: La Compañía Catalana de los Almogávares de Roger de Flor.

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I. El nacimiento y desarrollo de los Estados Catalanes en Grecia.

1. La irrupción de los Almogávares en la escena política griega.

La empresas de la Compañía Catalana en el Levante Mediterráneo caracterizan dos fases netamente diferenciadas. Una primera, anarcoide, en la que los catalanes cambiaban a menudo de jefe, pasando del servicio del emperador bizantino al de Carlos de Valois y al de Gautier I de Brienne. La segunda, posterior a la batalla de Almyros (también llamada del río Céfiso) corresponde al periodo de asentamiento en Grecia, de la sumisión indirecta al rey de Sicilia y de la ampliación y consolidación de los territorios conquistados.

La Gran Compañía fue organizada por primera vez por un antiguo templario, Roger de Flor, natural de Brindisi, poco después de que el tratado de Caltabellotta (1302) hubiera puesto fin a la guerra de veinte años de duración entre las Casas de Anjou y Aragón por el dominio de la isla de Sicilia. Al firmarse la paz, los miembros de la Compañía quedaron desocupados y sintieron la necesidad de buscar un nuevo empleo. La expedición oriental surge de la confluencia de tres intereses: el de Federico II de Sicilia de deshacerse de los Almogávares, pues causaban desórdenes en la isla; el de Roger de Flor, que temía ser entregado por sus antecedentes en manos de sus enemigos, y finalmente, la del emperador Andrónico II, que tenía urgente necesidad de tropas para conjurar el peligro turco que avanzaba desde Asia Menor. Sus condiciones eran exorbitantes pero el Emperador accedió de buen grado a pagarles cuatro meses de soldada por adelantado y a otorgar la mano de su sobrina, María de Bulgaria, a su jefe. Durante el convite de boda estalla una lucha entre catalanes y genoveses que tiene que calmar el megaduque. Ante esta situación el Emperador decide enviar cuanto antes a los almogávares lejos de Constantinopla.


La Compañía Catalana aportó dudosos beneficios. En septiembre de de 1303 llegaron a Constantinopla unos 6.500 hombres y casi inmediatamente provocaron desórdenes y saqueos. En 1304 descendieron hacia Anatolia y levantaron el sitio de Filadelfia. Pero, en adelante, las operaciones contra los turcos fueron llevadas más bien en beneficio propio que de los bizantinos. El Emperador se dio cuenta de que era mucho más manejable una banda de mercenarios al mando de un griego que un grupo de hombres que no obedecían más órdenes que de su propio jefe. Roger de Flor planeó establecer un principado propio en Asia Menor y solo muy a disgusto hizo volver a sus tropas a sus cuarteles de invierno de Gallípolis. En esta ciudad recibieron refuerzos procedentes de España. Se negaron a empezar otra campaña hasta que no se pusiese al día el pago de sus soldadas, y el Emperador se vio en dificultades para encontrar el dinero. Su hijo Miguel IX proclamó abiertamente su desconfianza hacia los catalanes, no incluyéndoles en el ejército que formó para hacer frente a los búlgaros. Finalmente Roger de Flor accedió a volver al combate a comienzos de 1305. Antes de partir visitó el campamento de Miguel IX en Adrianópolis, y estando en él fue asesinado por un alano del ejército de Miguel. Junto con él fueron asesinados trescientos hombres de su ejército.


Los restantes catalanes achacaron a los bizantinos el crimen. Eligieron a Berenguer de Entenza como nuevo jefe y organizaron un pretendido estado hispánico independiente en la península de Gallípolis. Durante una incursión Entenza es tomado prisionero y es sustituido por Bernat de Rocafort; más tarde, se reincorporará otro líder almogávar, Fernándo Eximénez d'Arenós. Ambos lideraron la Compañía, mientras duró el encarcelamiento de Entenza y durante más de dos años mantuvieron en jaque a la región situada al oeste de Constantinopla, y todos los esfuerzos de Miguel IX para desalojarlos por la fuerza y de su padre para llegar a un acuerdo con ellos fueron inútiles. Quisieron ganar a su causa a un gran número de turcos, invitándoles a atrevesar el Helesponto. Una vez que Entenza fue liberado, la dirección de la Compañía fue compartida por los tres capitanes, actuando cada uno por su cuenta, mientras Ramón Montaner guardaba la fortaleza de Gallípoli, con una pequeña tropa.


En 1307, los almogávares piden vasallaje a Federico II de Sicilia, quien al aceptar envía a su primo Ferrán, hijo de Jaume II de Mallorca,para dirigir en su nombre la Compañia. Rocafort, que pretendía hacerse con el mando del ejército catalán pide que Ferrán sea nombrado jefe de la Compañia por su estatus de noble pero no en nombre de Federico II , a lo que se niega por no traicionar a su primo, y se dispone a volver a Sicilia, una vez que conduzca a la Compañía a Salónica. Con ello Rocafort consigue que la Compañía siga estando al mando de los tres líderes, cada uno comandando su propia tropa y saqueando Tracia por separado.


Una vez que hubieron agotado todos los recursos en Tracia, se trasladaron hacia Occidente, en dirección a Salónica, no sin antes quemar y destruir el que había sido durante los últimos años su bastión, Gallípoli. Durante el camino la hueste se divide en dos grupos, el de Entenza y el de Rocafort. El odio entre ambos líderes desemboca en un combate en el transcurso del cual Rocafort mata a Berenguer de Entenza y queda como único líder. En 1308 llegaron a Calcídica y saquearon los monasterios del monte Atos.

En ese momento, entra en escena Carlos de Valois, quien en 1301 se había casado con la "autotitulada" emperatriz Catalina de Courtenay, titular del Imperio Latino de Constantinopla y que ansiaba resucitar los planes de conquista en tierras griegas de Carlos de Anjou, rey de Nápoles, y ahora que Bizancio estaba sumida en el caos mostraba claramente sus pretensiones a la corona imperial. En 1308, el mandatario de Carlos, Teobaldo de Capoy, desembarcó en Eubea con once navíos venecianos y de allí se dirigió a Casandria, donde recibió en nombre de su señor, el juramente de fidelidad de la compañía catalana. Sin embargo, pronto Cepoy se convence de que el líder, Rocafort cada vez está más violento y despótico, incluso para sus propios hombres, alguno de los cuales le plantean el cambio de jefe. Cepoy convoca el Consejo Almogávar que con el apoyo de los conspiradores destituye a Rocafort, bajo la acusación de haber utilizado a la Compañía para su propio beneficio personal, y lo manda encadenado a Napoles donde Roberto de Anjou lo encierra en el castillo de Aversa, dejándolo morir de hambre. En estos momento el líder es Teobaldo de Cepoy, quien ordena la marcha hacia Tesalia, al haber acabado con los recursos de la Calcídica.


Reinaba en ella Ioannes II (1303-1318), nieto del sebastocrator Ioannes Ángelos. Este adolescente de escasa salud, tras haber estado bajo la tutela del duque de Atenas Guy II de La Roche, a la muerte de este (1308), se había inclinado del lado bizantino. La debilidad de su gobierno impidió cualquier resistencia a los catalanes. Durante un año, vivieron sin ningún tipo de preocupaciones de los productos que le proporcionaba la tierra fértil. Despúes, en la primavera de 1310 la compañía descendió Grecia central y se puso al servicio de Gautier de Atenas, para luchar contra el Despotado de Arta, recuperando una treintena de castillos.


Al igual que lo sucedido con Andrónikos II, también para Brienne el enrolamiento de los catalanes probó ser un arma de doble filo. En efecto, al Compañía, desgastada en su largo peregrinaje por Grecia acusaba cansancio. Es por eso que cuando Brienne les invitó a entregar los castillos y prendas conquistados por su predecesor, catalanes y turcos respondieron que no querían entregarlos porque no sabían a donde ir. Recordaban así que estaban cansados de la lucha contra amigos y enemigos. Gauthier de Brienne, por el contrario, una vez alcanzados sus fines había querido librarse de los auxiliares incómodos. El resultado de esta confrontación fue la batalla del río Céfiso, también llamada de Almyros en 1311, en la que los franceses fueron totalmente derrotados.


Los almogávares Catalanes se enfrentaban a una fuerza de 3000 caballeros y 12.000 hombres de infantería. Situándose de espaldas al lago Copais, durante la noche desviaron el agua del lago y encharcaron la franja de tierra que tenían delante con el objetivo de que la pesada caballería acorazada de los franceses se hundiera en el barro, donde fueron presa fácil para la infantería catalana. Aquel día murió la flor y nata de la caballería borgoñona, y los Almogávares se convirtieron en señores del ducado de Atenas. El embajador catalán de Gautier de Brienne, Roger Deslaur, que había negociado la contratación de los catalanes es uno de los pocos supervivientes del bando borgoñón, y es elegido por los Almogávares líder de la Compañía.

Itinerario de las campañas de la Compañía Catalana


2. Establecimiento y consolidación de la Compañía en Atenas

Las consecuencias de la victoria fueron variadas: en el orden militar demostró que el nervio de la guerra es el hombre a pie y el arma arrojadiza; en el social que la fuerza ya no pertenece a la nobleza sino al pueblo bajo. La transformación es repentina y significativa: se asiste también a una inserción violenta de los catalanes en la sociedad local, por el interés del botín. El nuevo jefe, mariscal y rector de las universidades (unidades de habitantes con representación propia), guió a los mercenarios en la ocupación de Tebas y reglamentó la distribución "de todas las ciudades y castillos de los ducados".

Definida y consolidada su propia situación en el ducado, los catalanes afrontaron el problema de colocarse bajo la égida de un gran señor, que en su nombre regularizara la situación internacional de la Compañía. Por tanto, se volvió hacia el rey Federico II de Sicilia, que, a petición suya, nombró duque de Atenas a su hijo segundo, Manfredo, de cinco años de edad. La aceptación del régimen catalano-siciliano por parte de la Compañía fue negociada por Roger Deslaur a principios de 1312.

Los "Capitula" estipulados por la corte de Federico, demuestran antes que nada la voluntad de la Compañía de no reconocer la autoridad de Federico II, sino de mantener su propia autonomía, con la elección de un señor propio. La relación además que uniría a "fieles y vasallos" sería de la misma naturaleza que la existente en Aragón o Barcelona. Por su parte, Federico II, en nombre de su hijo, se comprometía a defender y mantener la Compañía, y a cada uno de sus miembros en semejante estado, oficio y feudo como "él entonces tenía", aunque ellos adquirieran en el Ática y Beocia tales derechos feudales y regalías como se obtenían en el reino de Aragón.

3. El Desarrollo político de los ducados catalanes (1312-1388)

a) Los gobiernos de los duques Manfredo y Guillermo II (1312-1338)

Federico, dada la poca edad del infante Manfredo envió como vicario general a Berenguer Estanyol, de Ampurias. Resultó ser un hábil gobernante y bajo su régimen pudieron los catalanes consolidar su posición en el Ática y en Beocia. Los protegió contra la hostilidad de los venecianos de Negroponte, de los griegos de Tesalia y Epiro, y contra los partidarios de Brienne, en Argos y Nauplia (Morea). En 1316 falleció Berenguer, tras prolongada enfermedad y los catalanes eligieron a Guillem de Thomás, como capitán y vicerregente, hasta la llegada a Atenas del hijo natural del rey Federico II, Alfonso Fadrique, que había sido nombrado vicario general del infante-duque Manfredo. En 1317 Manfredo murió al caer de su caballo. Su hermano menor, Guillem II se convirtió en duque de Atenas (1317-1338). Por tanto, Alfonso Fadrique ocupó el cargo principal en el ducado de Atenas. El periodo de su gobierno es el más espléndido para el dominio catalán, que alcanza su máxima expansión.

Alfonso Fadrique casó con Marulla, hija de Bonifacio de Verona, triarca de Negroponte, y como dote obtuvo los castillos de Karystos y Larmena en Negroponte, la isla de Égina y "trece buenos castillos en tierra firme". En 1318, la muerte del sebastocrator Ioannes II Ángelos le abrió el camino de Tesalia. De manera que pudo conquistar cómodamente Neopatria, Siderocastron, Loidoriki, Domokos y Fársala, a la que agregó Zeitounion y Gardiki, que le correspondía por parte de su mujer. El territorio conseguido (1319) fue organizado en un nuevo ducado que tomó el nombre de la plaza fuerte de Neopatria.

La presencia catalán en Grecia, al subvertir el equilibrio de fuerzas que se instauraron en la Península Balcánica durante el siglo XIII, plantearon nuevos problemas c¡de convivencia. Sus enemigos eran: el emperador Andrónikos II Paleólogo, su gobernador imperial en Mistra; el soberano griego Ioannes II Comnenos de Tesalia y su pariente la espina Juana de Epiro; los barones francos de Acaya, vasallos del príncipe Felipe I de Tarento; el alcalde veneciano de Negroponte y los feudatarios venecianos del Archipiélago y finalmente el Papa en Aviñón, el celoso vigilante de la legitimidad latina en el Oriente como en otras partes.

Venecia, había preferido en Oriente, en vez de las conquistas territoriales la posesión y el control, mucho más importante a los fines de su tráfico marítimo de una cadena de bases estratégicas. Desde Cefalonia a Modón, Corón, las islas de Cérigo, Creta, Santorini, Naxos, Andros y Negroponte. Su actitud respecto a los catalanes, sentados en el centro de esta red de posesiones era de espera. Sin embargo, los catalanes, en unión con los turcos, estaban poniendo en práctica toda una serie de razzias piráticas que causaban desesperación en la república adriática. Después de minuciosas negociaciones, en 1319 se firmó una tregua entre Alfonso y la Compañía, y el alcalde Francisco Dándolo. En este acuerdo los catalanes se comprometían a no armar ninguna otra nave de las ya existentes, las cuales debían ser llevadas a puerto y desarmadas. Venecia obtenía pacíficamente la práctica renuncia catalana a esa flota que sólo podía representar un verdadero peligro para sus posesiones.

También es coherente la posición asumida por el Papado respecto de la Compañía. Después de la batalla del Céfiso, Clemente V, a petición de Felipe de Tarento, había protestado enérgicamente contra los catalanes residentes "in partibus romaniae" al considerarlos usurpadores de os derechos de Brienne y les invitó a abandonar el ducado. El anatema lanzado contra la "societas" puso a los catalanes, católicos, en el mismo plano que los cismáticos y los musulmanes. Pero nada se obtuvo; además, el papado y sus aliados, Francia y Nápoles, no estarán en condiciones de promover una acción de fuerza, y esto se debe también a que no lograrán superar el escollo de la política moderada de Venecia.

La presión de las fuerzas de Alfonso Fadrique se desplaza de Oriente a Occidente, hacia Acaya, poniendo en serias dificultades el principado franco. En vista de la situación, 1321, las autoridades y los habitantes de Morea ofrecieron la señoría a Venecia que la rechazó.

En 1324 y en adelante se observa una reanudación de la actividad militar y diplomática de los franco-angevinos. En vista de una expedición de Juan de Gravina, Roberto de Anjou se dirige a la república adriática para tener su apoyo, pero Venecia recuerda al rey que está en paz tanto con el Emperador de Oriente como con la compañía. La intervención en Morea de Gravina se reduce a una apurada y simple toma de posesión del Principado.

Por su parte, Juan XXII apoya decididamente las reivindicaciones de Gautier II de Brienne, hijo del último duque franco del ducado de Atenas. En 1330 da la Bula de Cruzada contra los catalanes, a la que solo se adhiere Roberto de Nápoles. En 1331 Gautier reune un ejército que desembarcó en Epiro. No encontró ningún apoyo entre los griegos nativos. La expedición fue un fracaso y regresó a Brindisi en el verano de 1332. Durante los años de 1334 y 1335 consideró hacer otro ataque. Juan XXII reiteró su excomunión sobre los catalanes. La Señoría de Venecia volvió a rehusar y Gautier nunca volvió a Grecia, aunque siempre pensó en hacerlo.

Poco después de la expedición de Brienne en 1331-1332, los catalanes de Grecia disfrutaban de un periodo de relativa paz y prosperidad; cuando hacia 1330 (o quizá 1326) Alfonso Fadrique fue retirado como vicario general, tal vez debido a la insistencia de los venecianos, como precio a su neutralidad, la política de expansión catalana tocó a su fin. Los turcos se convirtieron en una amenaza para los catalanes no menor que para los venecianos de Negroponte. A la muerte de Alfonso Fadrique en 1338, las relaciones de los catalanes con los venecianos se hicieron aún más amistosas.

A través de estas experiencias bélicas y diplomáticas la vida de los ducado se fue consolidando en el plano internacional. Pero ésta, al mismo tiempo, inició un proceso de decadencia, dado que justo en esta época, la Compañía, al transformarse internamente de ente en el que prevalecía el aspecto militar a una realidad exclusivamente política, empezó a perder esa fuerza que la había convertido en un sólido instrumento de guerra, al que era dificil que otros hubieran podido resistir.

b) Los gobiernos de Juan II y Federico I (1338-1355)

El rey Federico II de Sicilia murió en 1337; Guillermo II quedaba confirmado en los ducados catalanes de Atenas y Neopatria. La enfermedad del joven duque y la confusión que siguió en Sicilia al fallecimiento de Federico II impidieron que llegase a efectuar un viaje a Grecia. En 1338 murió; su hermano menor, el marqués de Randazzo, fue duque de Atenas como Juan II. En 1344 pensó en reclutar un ejército de 600 caballeros y 4.000 almogávares en Aragón para una expedición contra los turcos de Oriente. En 1348 Juan de Randazzo fue víctima de la Peste Negra; su hijo Federico I le sucedió, pero falleció a su vez consecuencia de la peste en 1355.

En 1451, los catalanes de Oriente se vieron implicados en la reanudación de la guerra comercial entre Venecia y Génova (1350-1355). El rey Pedro IV de Aragón tenía mucho interés sobre los dominios griegos de la rama siciliana de su familia, interés que, al parecer no suscitaba resentimiento ni oposición en Sicilia. En 1351 se concertó un tratado entre Venecia y Pedro IV para destruir a Génova. Los catalanes cooperaron en esta guerra con tropas para impedir que los genoveses se establecieran en Negroponte. Después de esto, sobre si los catalanes de Atenas y Tebas desempeñaron algún papel en la guerra no se ha conservado ningún testimonio.

c) Federico III de Sicilia, duque-rey. La lucha por la supervivencia.

Federico I fue sucedido por su primo Federico II, que poco después se convirtió en el rey Federico III de Sicilia. El gobierno de este rey jamás fue fuerte en la isla, donde se encontraba; no podías ser menos débil en Atenas, donde no se hallaba presente, pero prolongó su fracaso como soberano desde 1355 hasta 1377.

Cuando en 1361 el vicario general Mateu de Montcada abandonó Tebas para ir a Sicilia, un tal Pere de Pou le sucedió en el cargo. Fue una mala elección, pues su conducta provocó una conspiración dirigida por Roger de Llúria, mariscal de la Compañía, el cual se apoderó de la ciudad de Tebas y gobernó los ducados de Atenas y Neopatria hasta su muerte en 1369 o principios de 1370.

En 1362, posiblemente como resultado de haber confiscado el dinero de o la propiedad perteneciente a un ciudadano veneciano, el mariscal Roger de Llúria y sus partidarios se encontraban prácticamente en guerra con Pietro Mocénigo, alcalde veneciano de Negroponte. Aunque sabemos poco de la extensión de las operaciones catalanas o venecianas las hostilidades continuaron hasta 1365. Había discordia en los ducados catalanes y Roger de Llúria carecía de base legal para ejercer la autoridad. Buscó el apoyo de los turcos, como Alfonso Fadrique una generación antes, y a comienzos de 1363 los turcos fueron admitidos dentro de los muros de Tebas.

El mariscal no había elegido el mejor momento para esta acción, puesto que en Europa soplaban vientos de cruzada. Es el momento en que Pedro I de Chipre se encontraba recorriendo Europa buscando ayuda contra los turcos que ponían en serio peligro su reino insular. El Papa Urbano V escribió una carta a los hermanos Roger y Joan de Llúria ordenándoles que despidiesen a sus mercenarios turcos y tomasen las armas contra ellos.

El alcalde angevino del principado de Acaya y Manuel Cantacuzeno, el Déspota de Mistra, junto con los venecianos y los Hospitalarios, emplearon mancomunadamente sus recursos para hacer frente al peligro turco. Los turcos fueron derrotados en una batalla naval cerca de Megara, fortaleza meridional del ducado de Atenas; se refugiaron en Tebas, con Llúria. Pero, a la larga, los derrotados turcos se convertirían en mal aliado, y el indigno Papa, los hostiles angevinos y el prudente veneciano en los peores enemigos. Llúria buscó la paz con los venecianos de Negroponte; en 1365 el Senado sancionó el cese de hostilidades. Después de la marcha de los turcos volvieron a establecerse estrechas relaciones entre los rebeldes catalanes del Ducado de Atenas, y su rey y duque, en la lejana Sicilia. En una carta enviada por la Compañía (9 de agosto de 1365) se informaba al rey de la maltrecha situación de los ducados, desprovistos de protección, y se pedía ayuda inmediata o habría que hacer una alianza con el Dux y la República de Génova. Federico no podía soportar la idea de perder Grecia, el adorno provincial de su corona, que sus predecesores habían conquistado por la fuerza de las armas.

Aunque el gobierno de Llúria fuese ilegal y éste no pudiese defender al ducado de Atenas contra la depredación de los venecianos, no había medio de deshacerse de él. Había que llevar a cabo una vasta reorganización política y dado que Federico III se veía obligado a aceptar los hechos consumados era preciso recompenzar a algunos de sus súbditos rebeldes por haberse separado voluntariamente de la Corona. En la documentación de estos años aparecen frecuentes nombramientos para castellanos y capitanes de por vida, concesiones de notariados hereditarios, etc.

A principios de 1367, los habitantes de los ducados habían reunido en sus propias ciudades consejos para proveer para el futuro. En Tebas se reunió una asamblea general que preparó una petición para presentar al rey Federico III de Sicilia. La respuesta fue: insistir en conservar el derecho definitivo de nombramiento para los importantes castillos de Levadia, Neopatria y Siderocastron; acceder a una renovación del nombramiento de Roger de Llúria como vicario general, y la expropiación de las propiedades del difunto Pere de Pou en favor del mariscal en compensación por los gastos que había hecho y que había sufrido.

A comienzos de la octava década del s.XIV, Federico III de Sicilia había perdido de un modo tan completo la confianza de los feudatarios catalanes en Grecia que en varias ocasiones, estos habían manifestado el deseo de unirse a la Corona de Aragón; los intentos del rey por restablecer su gobierno en Grecia nombrando para castellanías, capitanías y otros cargos a seguidores supuestamente leales a sus intereses, apenas lograron siquiera un mediano éxito.

Por otra parte, a fines de 1374, a la muerte del vicario general Peralta, Neri Acciaiuoli, señor florentino de Corinto, se apoderó de castillo catalán de Mégara, que dominaba la ruta del Istmo hacia Atenas y Tebas. Pero antes incluso de la muerte de Peralta, a mediados de 1374, las luchas intestinas comenzaban a escindir los ducados catalanes: el joven Lluis, nieto de Alfonso Fadrique se vió enzarzado en un duro combate con Galcerán de Peralta que no había obedecido la orden de entregar la castellanía y la veguería de Atenas. La antigua rivalidad entre Atenas y Tebas renació al recibir Lluis el apoyo de esta última ciudad, así como de Levadia. Más tarde, el propio Luis llegaría a ser vicario general (1375-1381).

El rey Federico III de Sicilia murió en 1377; con el tocó fin la rama masculina de la dinastía catalana de Sicilia. Él había deseado legar a su hija María, de 15 años de edad, tanto Sicilia como Atenas y Neopatria, aunque la voluntad del rey Federico II (†1337) había excluido de la sucesión real a las mujeres de su casa. Por consiguiente, el rey Pedro IV de Aragón presentó sus pretensiones al reino insular de Sicilia y a los ducados catalanes de Grecia. Cuando María casó con Martín, nieto de Pedro IV, las pretensiones dinásticas rivales se reconciliaron. La joven reina María de Sicilia gobernó los ducados desde 1377 a 1381. Pero en 1381, a pesar de la supuesta oposición de la facción siciliana en el ducado de Atenas, Pedro IV, con el apoyo de Lluis Fadrique, obtuvo finalmente la anexión de los ducados de Atenas y Neopatria a la Corona de Aragón.

d) La unión efectiva con la Corona de Aragón y el fin del dominio catalán en Grecia.

La toma de posesión de Pedro IV de los ducados coincidió con el ataque que llevó a cabo sobre Tebas la llamada Compañía Navarra, acaudillada por un hábil capitán llamado Juan de Urtubia.

La Compañía Navarra había luchado en la guerra entre Carlos II el Malo y Carlos V de Francia. Al terminar la guerra en 1366, los navarros entraron al servicio de Luis de Evreux, hermano de Carlos II de Navarra. Luis se dispuso a apoyar por las armas la pretensión al "Reino de Albania", que acababa de adquirir por su matrimonio con la princesa Jeanne de la Casa de Anjou, duquesa de Durazzo. Tras reforzar la Compañía en 1375 y 1376 ésta se dirigió a Albania y tomaron Durazzo en verano de 1376. Pero Luis falleció en aquella época, y Jeanne casó con el duque Robert de Artois. Los navarros consideraron que su alianza con Jeanne había acabado con el segundo matrimonio de ésta y a principio de 1377 intentaron ingresar al servicio del rey Pedro IV de Aragón, pero finalmente fueron contratados en 1378 por la Orden del Hospital con sede en Morea. La actitud de los Hospitalarios hacia los catalanes en Tebas y Atenas era hostil, e instigaban claramente el ataque de la Compañía Navarra contra Tebas.

En el comienzo de 1379 Juan de Urtubia y la Compañía Navarra salieron de Navarino o Kalamata, en Morea; atravesaron la baronía corintia de Neri Acciaiuoli y desencadenaron un ataque contra Tebas. Los dos años de incertidumbre que siguieron a la muerte de Federico III no había preparado a los catalanes del ducado de Atenas para resistir un fuerte asalto. En 1379 los catalanes ya no tenían la fuerza que habían poseído cuando derrotaron a Gautier de Brienne. Además, la destrucción del castillo de St. Omer por los catalanes con ocasión de la expedición de Brienne, por temor de que él pudiese ocupar el castillo y retenerlo contra ellos, hizo que Tebas, aun siendo capital del ducado meridional fuese menos fácil de defender que la Acrópolis. Tebas cayó en mayo o junio de 1379. Urtubia encontró otros aliados además de Neri Acciaiuoli en Nicolo II dalle Carceri, señor de 2/3 de Negroponte y duque del Archipiélago (Naxos), y en Francesco I Giorgio, margrave de Boudonitza.

Pedro IV nombró al vizconde de Rocabertí como vicario general el 13/IX/1379. No está claro en qué medida el rey Pedro IV había estado dispuesto a hacer valer sus derechos sobre Atenas y Neopatria hasta que la invasión navarra arrojó en sus brazos a los habitantes catalanes de los ducados. En 1380 o comienzos de 1381, el castillo de Levadia cayó también en manos de los navarros. Por tanto, al iniciarse la penúltima década del siglo XIV el dominio catalán en Grecia continental se limitaba a la ciudad de Atenas misma y Neopatria, juto con algunas de sus dependencias y finalmente, el "condado de Salona", en manos de los Fadrique.

Cuando se calmó la conmoción provocada por la invasión navarra se reunió en Atenas un parlamento al cual fueron convocados los síndicos prohombres y consejo de la corporación municipal. Este parlamento preparó una petición en 1380 para Pedro IV, quien fijaría las condiciones bajo las cuales los principales funcionarios y ciudadanos de Atenas se convertirían en vasallos de la Corona de Aragón. De los 16 ó 17 artículos que contiene solo 4 ó 5 se refieren a los intereses comunes del Estado y la comunidad. Los 12 restantes apenas consisten en peticiones personales que, al parecer, no tienen en cuenta la peligrosa situación en que se hallaba el ducado de Atenas, y el hecho de que con la caída de Atenas, Neopatria se perdería también. Los catalanes concluían su solicitud con una solemne petición: la de que el rey conservase en Atenas "los estatutos, constituciones, usos y costumbres de Barcelona, y jamás enajenase los dominios ducales de Grecia de la Corona de Aragón".

El 28 de abril de 1381, Pedro IV confirmó el nombramiento de Rocabertí, como vicario suyo, virrey y lugarteniente en los ducados griegos y tierras adyacentes, y concretó con cierto detalle sus múltiples responsabilidades administrativas y judiciales. Rocabertí tuvo una actuación breve en Grecia, de donde partió en la primavera de 1382. Si bien no obró prodigios militares en los ducados, al menos concertó una tregua con Neri Acciaiuoli y alcanzó una especie de alianza con los navarros que quizá por entonces ya no tenían Tebas en su poder, pasando a manos de Neri.

Las discrepancias entre Pedro IV, que ordenaba a Rocabertí partir inmediatamente hacia Oriente, y su lugarteniente, que demoraba constantemente su marcha, retrasaban las ayudas militares prometidas, pues desde 1385 Neri estaba reclutando fuerzas de tierra y contratando galeras venecianas. Parece ser que invadió el Ática por tierra, y probablemente entró con su galera en el Pireo, apoderándose de los puertos y de la altura de Muniquio. Un documento veneciano del 7/VII/1385 muestra que el Senado reconocía a Neri como señor del ducado de Atenas y de la baronía de Corinto. El 15/I/1387 hizo desde la ciudad baja de Atenas una confirmación de tierras a la rama griega de la familia Medicis, dándose a sí mismo el nombre de "Señor de la castellanía de Corinto, del ducado de Atenas y de sus dependencias".

Pedro IV murió el 5/I/1387. Su hijo Juan le sucedió como rey de Aragón, conde de Barcelona y duque de Atenas. La presión de Neri Acciaiuoli se fue incrementando hasta que la Acrópolis no pudo resistir y las tropas de Neri entraron en la ciudadela. Era el 2 de mayo de 1388. El ducado de Neopatria aun pudo resistir hasta 1391.

La historia de la dominación catalana de Atenas no cesa enteramente con la caída de la ciudad en manos de los florentinos. Los reyes de Sicilia y la Corona de Aragón no cedían en sus pretensiones a sus dominios de ultramar, pero este gesto carecía en absoluto de trascendencia. Todas las principales potencias relacionadas con los asuntos de Oriente habían reconocido a Antonio I Acciaiuoli, hijo de Neri (muerto en 1394), como señor de Atenas y Tebas, una vez que se hubo reconciliado con la República de Venecia.

El último reducto de la presencia catalana en Grecia lo constituye el Señorío de Egina, gobernado a fines del siglo XIV por Aliot I de Caupena, que procedía de una familia noble. Su estirpe seguiría gobernando la pequeña isla de Egina durante cuatro décadas. Después de Aliot III jamás volvió a restablecerse en Egina el régimen catalán. El último miembro varón de la última familia catalana que gobernó Grecia falleció en 1648. Por otra parte, los catalanes desplegaron una cierta actividad en Grecia durante la mayor parte del siglo XV, pues hay noticias de que galeras catalanas eran empleadas por el Papa Martín V, para servir al arzobispo Pandolfo Malatesta de Patrás hacia 1430.