Por los países del entorno mediterráneo, especialmente entre los romanos circuló el dicho que da título a este artículo y que traducido al castellano quiere decir: “No te fíes de los griegos, porque te van a engañar”.
Parece ser que su antigüedad se remonta al año 1144 a. C. cuando el falaz Ulises ideó la tramposa estratagema del caballo de Troya que hizo perecer a Ilión.
Los romanos, al sentirse hijos de los troyanos, según cuenta Virgilio en su Eneida, no tenían confianza alguna en los griegos y de ahí que esta frase haya perdurado a través de los siglos, que incluso yo la he encontrado en textos latinos del siglo XVIII. Esta expresión no sólo la empleaban para referirse al ciudadano griego del pueblo, sino también para sus dirigentes y gobernantes.
Creo que, hoy día, sería un ejercicio inútil demostrar que los griegos son mendaces ya que ellos mismos se han empecinado en demostrarlo con la falacia de las cuentas que han presentado, una y otra vez ante la C.E.E. hasta tal punto que han tenido que ser ingresados en la UVI financiera y se les está ayudando a restañar las heridas de sus muchas deudas.
Pero hay otra nación al oeste de Mediterráneo que está haciendo todo lo posible para que se le aplique ese remoquete, porque parece que sus gobernantes, por su mala gestión, sus falsedades y su rectificación continua de lo expresado con anterioridad, provocan que todo el mundo pierda la confianza en ella y está adquiriendo un grado tal de falta de fe que hace que nadie la crea. Me refiero a España.
Antiguamente la palabra de un caballero español era indubitable y ¡ay de aquel que osase dudar de su veracidad y de que no cumpliría lo dicho! Se exponía a ser ensartado por la espada del hispano.
¿Ocurre hoy esto? Más bien no.
Creo que, como en el caso de Grecia, sería molesto y vergonzoso enumerar detenidamente las causas que provocan esa falta de confianza en España, pero voy a espigar algunos casos que así lo aseveran.
¿Confiamos en nuestros políticos? Pienso que no. ¿Quien de ellos resistiría una prueba de hemeroteca o fonoteca para comprobar las veces que ha mudado el digo por el Diego? Son la tercera preocupación de los ciudadanos. Muy pocos creemos en ellos. Opino que ya es suficiente con esto.
¿Tenemos fe en nuestros sindicatos? Que se lo pregunten a los cinco millones de parados y a los cientos de miles de afiliados que, por falta de confianza en ellos, se han dado de baja de los mismos.
¿Nos fiamos de nuestra sanidad pública? Que contesten los que están en listas de espera durante meses y, en casos, años.
¿Es creíble nuestra Justicia? Respuesta muy fácil ¿Cómo están el Tribunal Supremo y el Constitucional? Por debajo de sus puertas asoman las patitas de los partidos políticos. Nada más a propósito para no crear confianza en ella.
Nuestra economía ¿Es fiable? A esto se responde con los estudios de mercados de las agencias internacionales dedicadas a ello y con los intereses tan elevados a los que se colocan nuestros bonos de Estado. ¡Ah! Pero son ellas las que mienten. No hay peligro.
¿Continúo? No. Prefiero no seguir con la cadena de mentiras que oprime a nuestra Patria, porque realmente es tan bochornoso este ceñidor que me da verdadera pena. Y me duele, como español, que nuestros dirigentes estén haciendo lo posible para que en el escudo de nuestra España campee el mote de FIDES HISPANA, NULLA FIDES.
Manuel Villegas Ruiz
Doctor en Filosofía y Letras (Gª e Hª)