DE ÉXODOS Y DEPORTACIONES
UNA REFLEXIÓN MUY PERTINENTE
La riqueza de una nación no está en las especulaciones que urden los agiotistas con la aquiescencia y complicidad de sus compinches políticos. La riqueza de una nación radica en la propiedad y explotación razonable de sus recursos naturales y en el trabajo -en condiciones justas- de la comunidad humana que pertenece a esa nación.
Si los recursos naturales (la tierra, los ríos, las minas, la cabaña, los prados, los campos...) están en manos del extranjero (arrendados, alquilados o comprados), seremos parias sobre el suelo de nuestra patria. Si hemos abandonado las aldeas, dejando los labrantíos sin cultivar, ¿a quién le compraremos las patatas? ¿A otro país? Si hemos ensuciado nuestros ríos, ¿qué vamos a pescar? ¿el caucho de las ruedas?
Hay que mandar al cuerno a todos los partidos políticos. A todos sin excepción.
España es, en su esencia, un país rural. Y esta colosal crisis mundial sólo podrá remontarse si los españoles abandonan los núcleos urbanos y, con ilusión, vuelven a reconquistar las aldeas y los campos que son suyos y no de nadie más.
El camino recorrido ha sido un camino errado. Tenemos que regresar a los campos. Si tuviéramos un Estado nuestro, verdaderamente nuestro y no títere de la plutocracia, el Estado no nos mantendría por más tiempo en la falaz ilusión cosmopolita y no permitiría que se diera el absurdo que se está dando.
Con la crisis se nos incita a emigrar. Se ofrece como una magnífica ocasión de promoción profesional que los jóvenes mejor preparados y cualificados se marchen a Alemania o a otros países europeos. Y yo me pregunto, sin querer responderme:
¿Por qué tienen que emigrar los españoles mientras la inmigración extranjera no cesa ni remite?
LIBRO DE HORAS Y HORA DE LIBROS
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