Los PIGS jugamos mejor al fútbol
JUAN MANUEL DE PRADA
Escribía Chesterton que «aquellos países de Europa en los cuales todavía existe la influencia de los sacerdotes, son precisamente los países que todavía cantan y bailan al aire libre con arte y coloridas vestimentas. La doctrina y la disciplina católicas puede que sean murallas; pero son murallas que cercan un campo de juegos».
Se trata de un misterio teológico que podría dar argumento a mil sesudos ensayos; pero los hechos de la experiencia son más elocuentes que cualquier ensayo: allá donde la Reforma protestante triunfó, con la promesa de aliviar a los hombres de los cilicios y penitencias impuestos por la disciplina católica, los hombres dejaron de cantar y bailar; y allá donde la Reforma protestante fue derrotada los hombres siguieron cantando y bailando como si tal cosa. Se ha intentado de muy diversos modos «naturales» explicar esta paradoja; pero tales explicaciones resultan a la postre antinaturales, como ocurre siempre que se excluye el elemento sobrenatural. Y la mejor prueba de ello la tenemos en los propios países de tradición católica renqueante, en los que, sin cambiar las circunstancias naturales (clima, alimentación, etcétera), se ha ido infiltrando, a medida que se «protestantizaban», el gas venenoso de la infelicidad y la desesperación.
Un amigo loco me dice que, leída en clave teológica, esta «crisis económica» podría interpretarse como el último zarpazo de la Reforma protestante sobre los países que todavía cantan y bailan, a los que por despecho llaman PIGS; zarpazo de bestia moribunda y boqueante, mas no por ello menos lesivo y feroz. Según este amigo loco, todas las penalidades que a los llamados PIGS nos infligen los países de la Reforma tendrían su origen en un rencor de índole sobrenatural; pero ni toda su bilis acumulada de siglos bastará, a juicio de mi amigo, para que dejemos de cantar y bailar. Y como mi amigo loco -además de teólogo- es futbolero, me aventura esta hipótesis sobre la Eurocopa:
-Portugal venció a Holanda, refugio de la herejía calvinista; España tumbó a Francia, que vendió su primogenitura por un plato de lentejas revolucionarias; Italia dio boleto a la Pérfida Albión, nido del antipapismo; y vengó la derrota sufrida por Grecia (amadísima hermana, de la que sólo nos separa el Filioque) vapuleando a los fatuos alemanes, que inocularon el veneno luterano en la Cristiandad. En esta Eurocopa se demuestra que los PIGS jugamos mejor al fútbol, porque Dios está de nuestra parte...
-¡Curiosa y peregrina teoría! -lo interrumpo--. ¿Y que nos deparará entonces la final entre Italia y España?
Aquí mi amigo loco esboza un mohín atribulado y me devuelve la pregunta:
-¿Tú quién crees que reúne más méritos ante el cielo?
-Hombre... En España no hay pueblo ni aldea donde la devoción a la Virgen no tenga una advocación distintiva. España evangelizó el Nuevo Mundo e impulsó la Contrarreforma. Recordarás aquel apóstrofe de Menéndez Pelayo: «España, luz de Trento, martillo de herejes, cuna de San Ignacio...».
-Ya. Pero eso son glorias pretéritas, ensuciadas por el morbo laicista de los últimos siglos. Y, además... -aquí mi amigo hace una pausa compungida-, ellos tienen al Papa. Contra la primacía de Roma no valen glorias pretéritas.
Confiando que mi amigo se equivoque en su pronóstico para la final, me adhiero sin embargo su diagnóstico general: los PIGS jugamos mejor al fútbol, pues no en vano somos países que todavía cantan y bailan, por mucho que les joda a los hijos de la grandísima... Reforma.
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