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Tema: Memecracia o Memocracia

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    Memecracia o Memocracia

    Memecracia o Memocracia (I Periodismo)


    Memecracia, los virales que nos gobiernan,
    Cómo las ideas contagiosas usan internet para manipular tu mente, Delia Rodríguez, Gestión 2000, Barcelona, 2013

    Un meme es una idea contagiosa que se extiende por la red de manera viral o se instala en la sociedad pasando a formar parte de lo que aquí denominamos el Medioambiente Simbólico.


    Según Delia Rodríguez, vivimos en una Memecracia en la que domina lo que se repite sobre todo a través de la red. «Sé cómo funciona porque he contribuido a ella …. He aprendido a explotar las debilidades e intereses naturales de los cerebros para crear contenidos difíciles de resistir. Cada vez que alguien hace clic o no en mi contenido yo lo veo, lo analizo, aprendo de ello y lo uso en la siguiente ocasión».

    Es precisamente lo testimonial, lo más interesante del libro y especialmente lo que se refiere al periodismo contemporáneo que conoce de primera mano y al que critica sin paliativos en lo que tiene de inmersión tecnológica.«Soy periodista» – dice– y yo y mis compañeros «nos hemos convertido en una industria contaminante que lanza vertidos a la sociedad» Y como «una tabaquera o una cadena de comida basura … intentamos hacer creer a nuestras víctimas que todo es por su bien». «Nos hemos unido a la vida loca y promiscua que llevan las ideas desde que encontraron internet. Vivimos sepultados bajo toneladas de información tóxica, y los medios han creído que producirla era su trabajo, cuando ese ingente volumen de noticias triviales y textos copiados y pegados resulta en realidad dañino».

    Emoción, repetición, en lugar de información en la lucha por la atención del usuario: «En internet todos somos ladrones de atención … En la red prácticamente todo está hecho para llamar la atención … todo el mundo compite por el más finito de los recursos humanos –nuestro tiempo*– en lo que se conoce como «economía de la atención». «Medios, publicistas, empresas, políticos, famosos o activistas luchan por sembrar sus memes porque conseguir un éxito viral es hoy la única forma de alzar la voz en el ruido informativo global: la Memecracia.» Como los Doodles de Google que se convierten estúpidamente en noticia, los medios de comunicación de hoy repiten sistemáticamente el mismo sinsentido:«algo que no interesa a nadie se repite de cualquier manera en miles de sitios y … acaba siendo visto por todo el mundo. En lugar de filtrar, seleccionar, discriminar, los medios son amplificadores de un círculo vicioso: el usuario visita algo en la red; los medios detectan su interés y lo potencian convirtiéndolo en noticia, hacen popular algo solo por decir que ese algo será popular; a partir de esa difusión, los usuarios se sienten más interesados en lo que acabamos llamando actualidad. Una actualidad no real, sino recreada, producto de una profecía autocumplida. Y «en su realidad paralela, las redacciones están llenas, no de profesionales racionales, sino de fans de las emociones de última hora».

    Nos hemos acostumbrado a eso aunque sea un verdadero sinsentido porque «permitir que nos informen adictos a la información basura es como dejar que la economía la manejen ludópatas».


    En vez de ser diques contra la sobreinformación inútil, los periodistas son cómplices creadores de pseudoinformación. «Así es como los periodistas nos estamos cargando el periodismo. En algún momento del camino, hemos pasado de que el acto más heroico del oficio consistiera en publicar algo desconocido e importante a que el acto de coraje sea negarse a publicar la misma tontería que todos».

    ¿Cómo se ha llegado a esto? Delia destaca dos motivos principales: primero el hecho de que se pueda medir el impacto de lo publicado en tiempo real. De nuevo las audiencias. La información vale el interés emotivo que produce en la mayor cantidad de usuarios. Segundo, la publicidad que paga según quién la recibe. Los dos hechos hacen que un corta pega hecho en diez minutos de imágenes de los Óscar en las que los usuarios hagan clic, proporciona más audiencia y más publicidad que un buen reportaje que cuesta un mes de trabajo.

    Delia reproduce el testimonio de una periodista anónima que cuenta así su experiencia en un diario digital cualquiera: «Subíamos entre 10 y 20 temas al día (no siempre teletipos). El portadista rastreaba la red y todo lo que le parecía raro nos lo pasaban para que le “diéramos una vuelta”. Esto, por lo general, quería decir:

    a)
    Que maqueáramos un teletipo.

    b) Que fusiláramos un tema a otro medio y pusiéramos lo de “según publica…”

    De vez en cuando, había suerte y se podía hacer algo más periodístico, tipo


    a)
    Un refrito de cosas de la red.

    b) Coger un teléfono y hacer una llamada

    Estos dos últimos tipos de temas, por supuesto, iban firmados.


    En unas pantallas de la redacción aparecían estadísticas de nuestros temas y lo que publicaban otros medios españoles, de tal forma que podíamos saber “en tiempo real” qué apertura llevaba cada medio por si nos fallaba nuestro instinto periodístico, o si lográbamos colocar un teletipo en portada algo antes que otro medio».
    Y cuenta otra experiencia de carácter personal también muy reveladora de lo que llama jugar al videojuego de la actualidad olvidando la importancia de la actualidad verdadera: «Recuerdo el atentado del maratón de Boston y la captura de sus autores. Lo seguí durante horas en televisiones, actualizaciones en directo de diarios digitales, los comentarios de Twitter de compañeros de profesión de aquí y de allí, las fotos, los vídeos … los rumores de los foros, los montajes.Fueron unas horas apasionantes, un thriller interactivo que podía dirigir desde mi teclado. Cuando terminó todo, me di cuenta de que apenas sabía algo de lo sucedido. De que estaría mejor informada si me hubiera desconectado y al día siguiente hubiera visto o leído un solo y buen reportaje sobre ello. … La cantidad de información era tanta que periodistas de todo el mundo se emborrachaban con ella, perdiendo la perspectiva sobre la importancia real de un suceso local en el que sólo murieron tres personas… lo que, comparado con el derrumbe de una fábrica textil en Bangladesh con más de mil víctimas –la peor tragedia industrial del mundo…– con nombres y apellidos de las marcas que habían permitido esas condiciones laborales no era nada.

    Aparte del efecto burbuja que define Eli Parisier por el que la personalización de contenidos de Facebook o Google a partir de nuestros clics que facilitan nuestras búsquedas, pero, a la vez, nos encierran en lo conocido sin que tengamos siquiera conciencia de ello, limitan nuestras posibilidades, nos relacionan con los afines, radicalizan nuestro pensamiento, Delia nos advierte de que estamos más alterados y más pendientes de la información que nunca, pero no mejor informados. «En realidad, nunca lo hemos estado menos porque cada gota de información real se diluye en un océano de trivialidades».


    En definitiva, una democracia no sé si de memes, pero sí de memos, es decir, una Memocracia

    Referencias


    Síntesis del libro en nuestra página Pensar los Medios, sección Periodismo


    Página de Delia Rodríguez



    FUENTE: Memecracia o Memocracia (I Periodismo) | Medioambiente simbólico
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

  2. #2
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    Re: Memecracia o Memocracia

    Libros antiguos y de colección en IberLibro
    Memecracia (II, Atención)



    Delia Rodríguez

    Memecracia. Cómo las ideas contagiosas usan internet para manipular tu mente
    , Delia Rodríguez, Gestión 2000, Barcelona, 2013



    «El problema de tener una mente abierta es que la gente insiste en entrar dentro y poner allí sus cosas» (Terry Pratchett)



    Así encabeza Delia Rodríguez uno de sus capítulos. Y es que la cita juega con ese doble sentido de la apertura de mente como sinónimo de flexibilidad, curiosidad y amplitud, pero también con ese estado mental de la conexión por el que estamos dejando entrar sin conocimiento el río de información y futilidades del exterior. Una mente conectada está muy bien, pero el problema es que la gente insiste en entrar.

    «El agujero por el que se escapan los días es el mismo por el que entran los memes: la atención. Vivir es enfocarse en algo, y nunca hemos estado más distraídos», dice en otro lugar. Como hemos dicho aquí muchas veces, nos pasamos la vida viendo como pasa sin intervenir en ella. De ahí el auge de tendencias que tienen su foco en la atención plena o el pensamiento flow y que han surgido para contrarrestar este perder a chorros la atención propio de la sociedad conectada. Las pantallas son esa moneda de dos caras que podemos utilizar para escribir, dibujar, programar, crear… o para matar el rato, entretenernos, navegar sin rumbo, actualizar perfiles, pasear por las redes sociales, chismorrear, vivir viendo cómo viven los demás.

    Entre las plagas modernas que fragmentan la atención cita Delia la multitarea, el mirar el móvil constantemente, el FOMO o miedo a perderse algo de lo que sucede y la procrastinación. Este último “palabro” del campo de la psicología es especialmente interesante en relación con el modo de operar la distracción poliestimulante de la red, porque significa ni más ni menos que la postergación de las actividades que hay que hacer sustituyéndolas por otras más irrelevantes o agradables. Vamos: la pereza de toda la vida. «No hay virtud más eminente que el hacer sencillamente lo que se tiene que hacer» dice la portera de mi cole que dijo San Francisco de Sales.

    Y es que uno de los grandes atractivos de la pantalla es su facilidad, la ausencia de esfuerzo, su promesa de recompensa. Un hecho que se daba ya –y se sigue dando*– en la televisión y que es consustancial al brillo de la pantalla, al clic del ratón o del móvil. Dan mucho por muy poco y crean ese hábito del «luego lo haré, primero voy a mirar el Facebook…» tan peligroso para las tareas que hay que hacer y en las que sí hay que fijar la atención y poner esfuerzo personal y que se convierten en actos pospuestos, abrumadores, tediosos o aburridos, es decir, -en lenguaje moderno- estresantes. Así me imagino yo a mis alumnos cada día entre el libro abierto y el móvil encendido, estresándose por no poder acceder a ese estado de concentración necesario para el trabajo intelectual. Y estresándose sin saberlo incluso, cuando la actividad es una actividad en la que podríamos disfrutar y, sin embargo, sólo conseguimos divertirnos;porque la distracción permanente no sólo nos aleja del cumplimiento del deber, sino también del verdadero y atento disfrute de las cosas y las personas. «Ese estado de atención robada, dividida, distraída, que sufrimos, actúa contra nosotros mismos porque, a largo plazo, es sostener la atención en lo que nos lleva a cumplir nuestras metas» dice Delia. Y la distracción y la pereza –o procrastinación, si suena más técnico- son las que nos llevan a la frustración del fracaso.

    Y citando a Nicholas Carr, la autora nos recuerda su convicción de que la neuroplasticidad cerebral hace que nos estemos adaptando a este nuevo estado de cosas incentivado por las tecnologías, debilitando lo que hasta ahora era admitido por el sentido común como un capital humano: la capacidad de concentración. «La habilidad de concentrarse en una sola cosa es clave en la memoria a largo plazo, en el pensamiento crítico y conceptual, y en muchas formas de creatividad. Incluso las emociones y la empatía precisan de tiempo para ser procesadas. Si no invertimos ese tiempo, nos deshumanizamos cada vez más», dice que dijo Carr en una entrevista.

    Y, finalmente, en otro lugar afirma la autora: «La vieja fuerza de voluntad es la herramienta responsable de que crucemos ese abismo que va desde «hacer deporte es bueno para mí» hasta el apagar el ordenador, calzarse las zapatillas y salir a la calle

    Un pequeño gesto, pero necesario. Sólo la fuerza del movimiento inicial. Apagar. La vieja fuerza de voluntad en lucha con la nueva fuerza de las pantallas. ¿Será como D. Quijote contra molinos que hemos convertido en gigantes?


    FUENTE: Memecracia (II, Atención) | Medioambiente simbólico
    «Eso de Alemania no solamente no es fascismo sino que es antifascismo; es la contrafigura del fascismo. El hitlerismo es la última consecuencia de la democracia. Una expresión turbulenta del romanticismo alemán; en cambio, Mussolini es el clasicismo, con sus jerarquías, sus escuelas y, por encima de todo, la razón.»
    José Antonio, Diario La Rambla, 13 de agosto de 1934.

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