(Fuente: Destino, Nº 1694, 23 Marzo 1970, página 17).
Visto en: HEMEROTECA DESTINO.
LA MANIPULACIÓN DEL HOMBRE
En el congreso celebrado recientemente en Zurich sobre la «manipulación del hombre», se produjo un espectáculo inesperado y fascinante. En uno de los coloquios, el profesor norteamericano John Kenneth Galbraith, embajador de John Kennedy en Nueva Delhi, presidente del comité demócrata por la paz y profesor de la Universidad de Harvard, se enfrentó al profesor Ota Sik, ex viceprimer ministro checoslovaco y «padre» de la reforma económica que pretendió llevar a cabo el régimen de Dubcek.
Según leemos en Le Nouvel Observateur, los papeles estuvieron aparentemente cambiados: Ota Sik convirtió su exposición en un vigoroso ataque contra el sistema de los países socialistas, mientras Galbraith enumeró sus méritos y denunció la «alienación» occidental. La polémica no tiene un carácter universal, pues, después de haber leído algunos pasajes de las intervenciones, se llega fácilmente a la conclusión de que el político checoslovaco actuó obsesionado por la vigencia del modelo stalinista de socialismo, en la misma medida en que el profesor de Harvard insistía sobre el American way of life. En cualquier caso, todo parece indicar que el hombre se encuentra irremediablemente perdido, es decir, sin libertad en los paraísos artificiales en que se desenvuelve su existencia.
Galbraith trató de demostrar que el hombre, en la sociedad de la abundancia, según el título de uno de sus famosos libros, es manipulado sin piedad por las fuerzas que dominan el sistema. Según el profesor norteamericano, la alienación es mayor en los países capitalistas «porque los monopolios se mofan de los consumidores, imponen los precios y crean necesidades tácticas por medio de una especie de persuasión oculta». A lo que Ota Sik replicó: «La situación no es mejor en los países comunistas, donde la planificación es tan centralizada y burocratizada que constituye actualmente el mayor monopolio de la historia. En cuanto al ciudadano, no tiene la posibilidad de elegir lo que compra ni de discutir los precios».
A continuación, Ota Sik hizo una exposición detallada del stalinismo económico tal y como había sido practicado en su país durante la época de Novotny. La planificación centralizada y burocratizada, así como la eliminación de la competencia conducen, en opinión del profesor Sik y otros revisionistas checoslovacos, a la parálisis económica. La misma demostración que ha hecho el profesor Radoslav Selucky, de la Universidad de Praga, en un libro recientemente publicado en castellano con el título de «El modelo checoslovaco de socialismo». Lo que no queda claro, sin embargo, es si los checoslovacos ahora exiliados dirigen sus críticas simplemente contra el stalinismo o consideran, por el contrario, que las «perversiones» son inherentes al sistema socialista en cuanto tal.
Esta misma duda vino a expresar el profesor Galbraith cuando, ante los ataques de su interlocutor, dijo que «se sentía un poco más marxista que Ota Sik». «Las diferencias entre las oligarquías dominantes en los Estados Unidos y la Unión Soviética –prosiguió el profesor de Harvard– son únicamente formales, y la manipulación del ciudadano en los Estados Unidos es cada vez más grave.»
Ota Sik le increpó: «Comprendo por qué los propagandistas soviéticos citan con frecuencia sus opiniones con tanto entusiasmo. Pero usted no conoce los países comunistas, ni siquiera existe la posibilidad de criticar el trabajo de los dirigentes».
La información comentada no dice si el profesor Galbraith hizo alguna crítica a esta acusación de «compañero de viaje» que está implícita en las palabras del ex viceprimer ministro checoslovaco. Lo que sí sabemos es que los participantes en el coloquio, en su mayoría occidentales, aplaudieron mucho más a Ota Sik que a Galbraith. Alguien podrá pensar en ese refrán que asegura que cada uno habla de la profesión según le va en ella. Cuando dos ilustres profesores discuten sobre el grado de manipulación a que estamos sometidos, los ciudadanos corrientes tienen razones más que suficientes, si es que todavía pueden discernir, para sentirse aterrados ante la imposibilidad de escapar a la superchería mundial que amenaza con destruir todos los reductos de nuestra libertad.
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