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Tema: Animalismo

  1. #21
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    Re: Animalismo

    ALACRAN dio el Víctor.

  2. #22
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    Re: Animalismo

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    YA ESTÁ AQUÍ NUESTRO BIENESTAR ANIMAL

    Marzo 05, 2023



    Ta
    nto empeño que hemos puesto en acercar los animales a nosotros, extendiendo a éstos nuestros derechos, nuestra beneficencia y nuestra buena conciencia, al final resulta que somos nosotros los que nos acercamos a los animales. Vamos llegando a grandes pasos al estado en que sólo tenemos derechos; sólo derechos. Pues como pretenden nuestros avanzadísimos legisladores con los animales: igualito. ¿Cómo vas a hablar de deberes de los animales? ¿Y cómo hablar hoy de deberes del “hombre de derechos” al que nos estamos acercando a pasos acelerados?


    ¡Hay que ver cómo da vueltas el mundo! Resulta que antes de la revolución francesa, el hombre estaba cargado de deberes y obligaciones. ¡Claro!, tenía un señor al que servir fielmente y rendirle cuentas. Por eso, al eliminar al señor (y al eliminar por consiguiente la relación del hombre con cualquier señor), quedaron automáticamente eliminadas las obligaciones y anulados los deberes; con lo que se nos dio traslado al mundo feliz de los DERECHOS. Y en él estamos, pero sin haberlo apurado aún del todo. Desde la primera Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, allá por el 1898, pasando por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y más, y más, y más, ya todo son derechos.




    Desaparecieron los DEBERES. ¡Menudo hallazgo, menuda revolución! El hombre sin deberes. ¡Y pensar que venimos de los 10 mandamientos! Todo deberes, sólo deberes. ¡Menuda antigualla! Pero eran el precio de nuestra libertad. La única manera de ser libre teniendo un señor, es tener leyes. Cuantas menos leyes (si puede ser, sólo 10) y cuanto más claras, mejor.

    ¡Y mira lo que son las cosas! Cuando tenemos a nuestros animales para compararnos con ellos (digo “nuestros animales”, no “los animales”), resulta que es justamente la capacidad de asumir OBLIGACIONES o DEBERES lo que nos diferencia de ellos, lo que más claramente implica y reconoce en nosotros un grado de LIBERTAD (un grado, sólo un grado) que no podemos detectar ni reconocer en nuestros animales: los animales de los que nosotros somos dueños y propietarios: vacas, ovejas, cerdos, gallinas, pollos, conejos. Y añadamos, en la más alta categoría, perros y gatos, elegidos para hacernos compañía. No, no tienen ni la menor pizca de libertad. Por eso es por lo que no tienen deberes. Tienen “imposiciones” de las que no se pueden desentender de ningún modo. Bueno, nosotros tenemos algo parecido, los “impuestos” (¡que se supone que pagamos voluntariamente!), de los que tampoco nos podemos desentender. Es justo ahí donde nos damos perfecta cuenta de cuán cerca estamos de nuestros animales y de cuál es el límite, la frontera infranqueable de nuestra libertad.

    Por cierto, la zootecnia nos ha hecho entender que las vacas, aunque estén estabuladas e inmovilizadas, producen más leche si tienen luz natural (o lo más parecido), si se les pintan las paredes de un verde suave y se les pone hilo musical. Claro que hay que saber elegir la música. También se han explorado recursos para incrementar la productividad humana en el trabajo. Y sí, sí, funcionan. Es que la zootecnia es un gran qué.

    Pues a lo que iba: resulta que, gracias a los enormes avances de la zootecnia, sostenidos en eficacísimas técnicas conductistas que puede manejar perfectamente un algoritmo cualquiera, cada vez podemos hablar menos de “obligaciones” o “deberes”. Estamos tan técnicamente condicionados, como los perros de Pavlov. Todo está estudiado, todo está previsto en la conducta humana.




    El margen para la libertad gratuitamente supuesta, es supuestamente infinito. El margen para la auténtica libertad, en cambio, se estrecha cada vez más. Es lo que nos está acercando inexorablemente a nuestros animales. Siempre que entendamos que la libertad se define en negativo: es libre el que no es esclavo. Lo cual está en dirección diametralmente opuesta al concepto de que tanto más libre es uno, cuantas menos obligaciones tiene. Pues no, la libertad sólo es sostenible si se somete uno a las leyes y obligaciones indispensables para sostener su defensa (que al fin es inexorablemente colectiva).

    Nuestras obligaciones para con nuestro amo camuflado, son tan ineludibles que ya no se nos computan como deberes. Pues eso, no les adjudicamos a nuestros animales el mérito de asumir sus obligaciones (de darnos carne, leche, pelo, pieles, huevos), porque no tienen otra opción y a los animales de compañía les imponemos hasta nuestro estado del bienestar. Tanto empeño estamos poniendo en ello, que finalmente está resultando que, en vez de acercar los animales a nosotros, somos nosotros los que nos estamos acercando a los animales. En vez de humanizar a nuestros animales, nos estamos animalizando nosotros. En cualquier caso, se trata de una iniciativa del ministerio de derechos sociales. Derechos de los animales, homologados con los derechos humanos.



    Vamos llegando, tal como estaba previsto. Con ese aparentemente loable empeño de homologar a los animales con el hombre (sobre todo los animales domésticos), lo que estamos consiguiendo por efecto bumerang es homologar al hombre con los animales. A los niños a la carta, a los niños de laboratorio, les falta muy poco para homologarse con las mascotas. Ya se ha hecho posible hacerse con un niño como quien se hace con una mascota. Eso ocurre sistemáticamente en el régimen de “adopción”-adquisición por parte de “matrimonios sin madre”, es decir por parejas homosexuales empeñadas en que no tienen por qué renunciar al “derecho” a tener hijos. ¡Y pensar que el mundo funcionó hasta ahora sobre el principio del derecho de los hijos a tener padres!

    Se han instrumentalizado tanto los hijos, convirtiéndolos por encima de todo en factor económico (al fin y al cabo, es uno más de nuestros quehaceres económicos, una más de las cosas que se consiguen con dinero), que al final han sido devorados por la economía. El tener o no tener hijos ha llegado a convertirse en una cuestión casi exclusivamente económica; normalizando hasta tal punto los perrhijos y los gathijos, que en los hogares españoles son más ya los perros y gatos, que los hijos. Nada menos que 15 millones de animales de compañía, frente a 6,6 millones de niños menores de 15 años. Y creciendo la diferencia. Casi nada lo del ojo. ¿Qué tiene de raro que se legisle sobre perros y gatos como quien legisla sobre hijos? Lo malo es cuando entran las ratas en el mismo paquete.



    Y claro, es tan apabullante esta realidad, que se ha hecho necesario legislar sobre ella. ¿En qué sentido? Pues en el sentido de protección de los animales por parte del Estado todopoderoso y omnipresente. Después de desarrollar toda la panoplia de leyes para proteger a la mujer y a las minorías de diversidad sexual, y después de abrir el melón de las relaciones sexuales “consentidas” (sobre todo, consentidas) de menores con adultos, en el entorno de los “derechos” del niño, ahora han ido a legislar sobre los derechos de los animales. Lo que sabemos todos, bueno, lo que más nos ha llamado la atención y nos hemos quedado con la copla, es que a partir de ahora será delito matar a una rata (las ratas también tienen sus derechos, igual que nosotros, o nosotros igual que ellas, ¡faltaría más!) y que eso está penado con multa y hasta con prisión. No nos vale lo que decían los legisladores americanos: los negros no tienen derechos que los blancos estén obligados a respetar.

    El hombre, cada vez más cerca de los animales; y los animales, cada vez más cerca del hombre. ¡Con derechos y todo! Aviados andamos si los derechos de los animales son al final el modelo y espejo de los derechos humanos. Todos ellos, derechos generosamente “concedidos”; y vigentes en tanto en cuanto se mantiene la voluntad del que los concede (porque de su voluntad, y únicamente de su voluntad dependen).

    ¿Pero no se le llamaba totalitarismo e incluso esclavitud a la total dependencia de la voluntad de alguien? Y se nos está vendiendo como uno de nuestros mayores avances: sí, sí, la igualación de los animales con nosotros, no es más que nuestra igualación con los animales. Sobre todo, los animales que están bajo nuestro poder. Perros y gatos, claro está; pero también vacas, ovejas, cabras, cerdos, conejos, pollos, gallinas. Sus derechos son tan sagrados como los nuestros. Y si son ocupas, como las ratas, también.



    Es lo que tiene no ver la conexión entre las cosas. Al final, todo lo que forma parte de nuestro mundo (sobre todo el mundo de la conducta) es un sistema cerrado de vasos comunicantes. Si lo que decidas sobre los animales no te afecta hoy, te afectará mañana. Mira adónde acabará llevándonos esa neurosis por nuestra responsabilidad (hablo de responsabilidad neurótica) sobre el planeta. Acabará aplastándonos, si no lo está haciendo ya. Finalmente, la zootecnia avanza que es una bestialidad: hasta nosotros hemos entrado en ella por la puerta grande.

    Virtelius Temerarius




    https://germinansgerminabit.blogspot...ar-animal.html

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