Socialdemocracia
Juan Manuel de Prada
Andan los sociatas llorando por las esquinas porque Pablo Iglesias les ha arrebatado la socialdemocracia; pero es que los sociatas, como Bruce Willis en El sexto sentido, todavía no se han enterado de que están muertos. Tal vez Iglesias haya sido su asesino; pero nadie podrá negar que, después de asesinarlos, les está haciendo un bonito mausoleo, para que el cuento chino de la socialdemocracia que durante décadas engañó a los incautos pueda seguir engañándolos, convenientemente remozado.
Pablo Iglesias ya ha explicado en su garita de Twitter, sirviéndose de un libro de Agustín Basave, que los partidos socialdemócratas surgieron con la bendición del marxismo, que los consideraba el mejor instrumento de propaganda y «posicionamiento táctico». Marx –explica Basave– concibió la socialdemocracia como alternativa a la «acción directa»; Engels como la única arma del proletariado; y Rosa Luxemburgo llegó a calificar al SPD alemán como «la más pura encarnación del socialismo marxista». Lo que ocurre es que, con el auge de Thatcher y Reagan, los partidos socialdemócratas se quedaron orillados y comiéndose los mocos, o bien fueron reconvertidos en partidos liberales con mala conciencia que hacían mucho aspaviento en los matices que los distinguían de la derecha, aunque en lo esencial estuviesen por completo de acuerdo con ella.
Ya hemos explicado en una serie de artículos dedicados al libro «En defensa del populismo», de Carlos Fernández Liria, que Podemos ha decidido aprovecharse de todas las palabras talismán que le permitan ocupar la «centralidad del tablero», para crear sofísticamente «ideas falsas», o simples ideas placebo.
La socialdemocracia está más muerta que la momia de Tutankamón; pero es una palabra talismán que todavía hace salivar a los demócratas, como la campanilla hacía salivar al perro de Paulov. Y Pablo Iglesias, que es más listo que el hambre, se la ha apropiado con la presteza con que un carterista le roba la cartera a un modorro (y, desde luego, Pedro Sánchez hubiese ganado cualquier campeonato de modorros, según la clasificación de Quevedo). Pero ya hemos explicado en alguna ocasión anterior que el progreso (que es el vaciado en escayola de la revolución) no se logra por desprendimiento de las carteras, sino por empeño de los carteristas.
Adueñándose de la palabra talismán que a los sociatas les servía para mantenerse en el machito, Pablo Iglesias ha vuelto a confirmar aquella sabia sentencia de Foxá: «Querer combatir el comunismo con la democracia es como ir a cazar a un león llevando como perro a una leona preñada de león».
Antaño estas síntesis hegelianas se tomaban varias décadas para completarse; pero ahora que la historia se ha acelerado basta con unos pocos meses o semanas. Hoy esta audacia de Pablo Iglesias se nos antoja una usurpación violenta; pero mañana nos parecerá una síntesis pacífica y natural entre facciones que hoy se fingen –risum teneatis– enfrentadas (¡e incluso antagónicas!), pero que ya Marx, Engels y Rosa Luxemburgo sabían que eran disfraces palabreros para llevarse el gato al agua, que es lo que interesa a Iglesias. Sánchez, en cambio, no se lleva al agua ni a las sirenas; y en apenas unas semanas, el pobre tendrá que elegir si abstenerse en la investidura de Rajoy o de Iglesias.
Ambas abstenciones certificarán la defunción de su partido; pero al menos si favorece la investidura de Iglesias podrá decir que se ha sacrificado para que sobreviva la socialdemocracia. Y Pablo Iglesias, que es generoso, le brindará alguna sinecura; pues, como nos advertía Pemán, todas las guerras terminan a la larga (y hoy, con aceleración de la Historia, también a la corta) en un tratado de comercio.
Socialdemocracia - Juan Manuel de Prada | Fundación para la Libertad
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