El cumplemóvil
Publicado el 6 julio, 2016 por Pepe Boza
Revelador y durísimo artículo de Pedro Simón en El Mundo de hace unos días. Abajo lo tenéis enlazado y completo.
Revelador porque debajo del aparente humor del relato se esconde la sátira de la denuncia contra la irracional, alegre y majadera despreocupación de los adultos ante la tecnología y sus efectos que hace que cientos de miles de chavales –a partir de nueve años, dicen los estudios–, afronten el uso de un dispositivo para el que no están absolutamente nada preparados y que rompe el equilibrio de su desarrollo en muchas ocasiones de una manera brutal.
Durísimo porque tanto los casos de los que habla su amigo el juez como la estúpida y dramática historia de Eme que relata no son las de casos aislados, sino los de una auténtica epidemia digital. No se trata de que todos los menores actúen con la misma inconsciencia y banalidad, siempre habrá grados y es sabido –o debería serlo– que la tecnología igual que puede hacer más listo al listo, suele hacer más tonto al que ya lo es. Se trata de que el móvil y su naturaleza, es decir, el chateo, la pantalla, la inmediatez, la falsa sensación de anonimato, la virtualidad no física de lo que allí ocurre, la rapidez de la viralidad cuando esta se produce, el contacto permanente que propicia, la heterogeneidad de los contactos y contenidos a los que se tiene acceso…, TODO está pensado para que a un chaval de 10, 9 y hasta 8 años se le vaya la olla o, como mínimo, se le vaya de las manos. Y, de hecho, se les va. Y con él se les va también su propia infancia.
Lo preocupante es que, sin embargo, y a pesar de post como este que escribimos y artículos como el que comentamos, el ciberoptimismo reinante probablemente no vaya a disminuir, sino que seguirá creciendo a medida que crezca el deslumbramiento de los nuevos juguetes tecnológicos que la industria del entretenimiento, más que de la comunicación, vaya creando y poniendo a nuestra disposición, –como dice también El Roto, citado en el artículo– «una maravillosa existencia inexistente». Deslumbramiento, espejismo, ingenuidad, despreocupación educativa, indiferencia social: ese es el drama. De ese modo. Cumpleaños como el que se describe seguirán siendo el pan nuestro de cada día. Helo ahí:
Un cumpleaños del amigo de su hijo; 10 años; el regalo que traen: un par de libros. Pero…
«El caso es que a Martín le tocó dar el regalo en la peor situación posible, como si en Eurovisión sales a cantar después de Suecia o así. “No le va a gustar”, me iba diciendo según llegábamos. “No le va a gustar, no le va a gustar, no le va a gustar”. Y no es que no le gustara. Es que el anfitrión ni siquiera lo abrió.
Cuando el que le precedía en el besamanos se descolgó con un móvil envuelto en papel plateado, se lio una melé parecida a las de un Nueva Zelanda-Sudáfrica. Cabecitas contra cabecitas. Codos contra costillas. Bajitos contra altos. Y allí se quedó mi hijo con los dos libros del Diario de Greg que iba a regalar sin abrir. Lamentando el destino. Que más que el mejor amigo del anfitrión parecía Messi después de fallar el penalti decisivo.
De esto va esta historia: de un niño de 10 años cualquiera, […] y de un Iphone 6.
Yo creo que ya estamos un poco como aquella memorable viñeta de El Roto [véase arriba]donde aparece la imagen de un flautista de Hamelin -celular en alto- llevándose a los niños con la musiquilla del móvil. Un tercio de los niños de 10 años tiene uno. Los preadolescentes andan por la calle como phonbis. Yo mismo he consultado decenas de veces el mío el tiempo que he tardado en escribir este artículo.
La historia me la contó la pasada semana un juez de menores que se mostraba profundamente contrariado: siete móviles requisados de jóvenes infractores en los últimos meses; dos chicas en régimen de internamiento por agredir a sus padres cuando les retiraron el aparato; y luego está la tremenda historia de Eme.
Eme es una adolescente de 14 años que se enamoró perdidamente del amigo de su novio. El amigo se enteró de aquel enamoramiento y entonces le pidió una prueba de amor: ella le mandó un vídeo declarándosele.
Para el amigo de su novio no fue suficiente y le pidió una segunda prueba de amor: ella le envió un vídeo enseñándole los pechos.
Para el amigo de su novio no fue suficiente y le reclamó una tercera prueba de amor: la chica se grabó masturbándose y le dio a “enviar”.
El chico receptor le terminó mandando la grabación al novio de la protagonista. Y éste lo reenvió al espacio exterior. Me cuenta el juez que todos los institutos de la zona han visto ya el vídeo. Que la chica no ha vuelto a salir de casa. Y que ya son dos los intentos de suicidio».
Y menos mal que en este caso, la historia acaba bien –el chaval no se vuelve phonbie–. Comprarle un Smartphone a un niño de 10 años tendría que estar prohibido por decreto como lo está el consumo de tabaco y alcohol para los menores de 18. Es en muchos casos, tan adictivo como ellos y, desde luego, muchísimo más tóxico. O, al menos, que en las cajas en las que los venden figure una advertencia para padres: «este artículo no es un juguete: su uso puede alterar gravemente el desarrollo de los menores»
Referencias:
Artículo completo
El contrato: para leerlo antes de comprarles el móvil
FUENTE: El cumplemóvil | Medioambiente simbólico
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