Reproducimos a continuación la sesión de inicio de curso, en la cual los asistentes dimos el pistoletazo de salida para este nuevo curso entrante.


La actualidad de la herencia política hispánica

1. Introducción

En primer lugar, me gustaría en nombre de todo el Círculo Hispalense, agradeceros vuestra presencia aquí. Ver tantas caras nuevas, especialmente jóvenes, junto con nuestros correligionarios de siempre es una prueba más de que la Verdad se abre paso por sí sola.

Tras estos avisos que se han sucedido en esta reunión, me gustaría bosquejar, de forma muy modesta claro, algunos puntos que constituirían la matriz de esta acción política que nos decimos a acometer.

Nosotros poseemos algo que no posee ninguno, y no divago ni pretendo materializar una exageración con fines proselitistas, de los grupos ‘políticos’ que nos rodean: la legitimidad. Somos, en palabras del profesor Elías de Tejada: el sufragio de los siglos, la voz de los muertos que han levantado la realidad histórica de España (1).

2. Concepto y actualidad del tradicionalismo hispánico

Puede que os sacuda la mente un interrogante perfectamente lógico, quizás dos. El primero, quizás fruto de las caras nuevas que hoy me complace observar, sería la duda respecto a la concreción de esta continuidad que tenemos con la España de siempre. La otra, y esta creo que más que una duda se presentaría como tentación, equivaldría a ver esa doctrina clásica como un maravilloso patrimonio cuyo único fin útil reside en llenar páginas de libros eruditos y ser añorada como algo que ocurrió pero que, infelizmente, ha muerto. Pues bien, me propongo a continuación responder a la primera y refutar a la segunda.

En primer lugar hemos de referirnos a qué es el tradicionalismo. La sencillez de esta ponencia me obliga a hacer una síntesis, que puede parecer un insulto a la majestuosa obra intelectual del pensamiento político tradicional. Pero el formato de la misma y el tiempo del que disponemos me fuerzan a ello. A mi juicio, la mejor síntesis del tradicionalismo hispánico viene a concretarse en el tetralema carlista: Dios, Patria, Fueros, Rey.

Respecto a Dios, el carlismo pretende la restauración política de los derechos de Dios en la sociedad. Frente a confesionalismos problemáticos y a la secularización liberal (ya sea de la mano del laicismo o de la laicidad, cuya diferenciación es un sofisma que combina la falsedad con la cursilería), el carlismo defiende la unidad católica. Es decir, que Cristo reine no en un artefacto impersonal y moderno como es el Estado (por la vía de la confesionalidad), ni tampoco exclusivamente en las conciencias individuales (por la vía del liberalismo ‘católico’). No, queremos que Cristo reine en la sociedad, en las personas y en sus instituciones, en las leyes y en las familias, en lo privado y en lo público. Entonces se podrán curar tantas heridas, todo derecho recobrará su vigor antiguo, volverán los bienes de la paz, caerán de las manos las espadas y las armas, cuando todos acepten de buena voluntad el imperio de Cristo, cuando le obedezcan, cuando toda lengua proclame que Nuestro Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre (2).

Nuestra patria son las Españas, el brazo armado de Cristo sobre la faz de la Tierra (3).Tenemos una vida peculiar, propia, que cada región en mayor o menor grado conserva; y tiene cada región rasgos comunes con todas las demás. Hay una historia colectiva común y otra propia, particular. Hay que afirmar íntegramente las dos. Yo afirmo el espíritu regional en toda su pureza; pero también digo que si se arrancase una sola historia regional, la común de España queda mutilada y se hace incomprensible (4). Estas palabras de Vázquez de Mella engarzan a la perfección con las características referidas por el profesor Elías de Tejada referidas a las Españas: unas y varias, nunca unificadas al ser hijas de la Historia y no frutos de ninguna locura matemática de cuño democrático (5).

Defendemos a su vez el principio foral, el sistema más perfecto de libertades políticas (6), la plasmación hispánica del principio de subsidiariedad, la legítima aspiración de los pueblos para regirse según sus costumbres, que a la vez constituyen una garantía frente a los abusos del poder (tanto internos como externos). Por ello, los fueros son los usos y privilegios de los diferentes pueblos de la monarquía, siempre objeto de altos compromisos reales y nacionales, jurados recíprocamente por los reyes y por las altas representaciones del pueblo, ya en Cortes por estamentos, ya en Juntas representativas, o explícitamente contenidos en los nuevos códigos, incluidos todos, implícita o explícitamente, en el código universal vigente de la Novísima Recopilación (7).

Creemos por último en la monarquía, como familia que corona el sistema de familias que es la sociedad natural, y aquella donde se condensa y materializa toda la doctrina tradicionalista. Una monarquía cristiana, personal, tradicional, hereditaria, regional y representativa (8). Esa monarquía, personificada en una familia que a la vez que corona el sistema, habilita su permanencia debido a que la adhesión al pensamiento político tradicional queda identificada con la lealtad al rey legítimo, aquel que hoy abandera la Tradición.

En otro orden de las cosas quisiera referirme a la problemática de la actualidad. Es posible que mis palabras hayan despertado cierto interés en vosotros, pero no traspasen la barrera de acción. Es decir, que se considere el tradicionalismo como algo digno de estudio, sin cristalizar en una acción política. He aquí la gran tentación, y ante esto hemos de responder con una negativa rotunda y fundada. Rotunda porque al pretender el carlismo la restauración de la Tradición, es decir, de los derechos de Dios en la sociedad, la dilución de la doctrina tradicional no puede tener otra categoría que la tentación. Y además, nuestra negativa es fundada, pues es la Tradición la única esperanza cristiana al mundo moderno, puesto que es aquella que lo precede. ¿Cómo vamos a remediar la secularización sin restituir a Cristo como Rey? ¿Cómo pretendemos una España sana si ha renunciado a su esencia? ¿Cómo es posible resistir a las intromisiones del Estado moderno sin límites ajenos al mismo? ¿Cómo pretendemos materializar este sistema dejando de lado el régimen que nos dirigió durante nuestra Historia? Eso es lo que el carlismo os propone a vosotros hoy, y a las Españas siempre: devolverles aquello que eran y que les fue arrebatado. En otras palabras, restaurar la tradición hispánica. Sólo en la tradición está la esperanza, puesto que el hombre sin tradición no es otra cosa que un salvaje (9). ¿Qué sería de nosotros sin aquello que se nos ha dado? ¿Qué haríamos sin el lenguaje, la educación, la Historia, la familia, el alimento…? Pues del mismo modo, ¿qué haría España sin aquello que la conformaba?
3. La legitimidad y sus consecuencias

Comentaba al principio de mi intervención, que poseemos algo único: la legitimidad. Es decir, portamos el estandarte de la doctrina frente a las ideologías, de la Verdad frente a la confusión: La causa que defiendes es la causa de Dios. Considérate soldado de una cruzada que pone a Dios como fin y en Él confía el triunfo. Piensa que pretendes devolver a Cristo la Nación de sus predilecciones que las sectas le habían arrebatado (10). Esa legitimidad no sólo viene a descansar en la Causa por la vía teórica (previamente bosquejada) sino por la práctica, puesto que nos organizamos en torno a la legitimidad real: El Carlismo sirvió a los tradicionalistas españoles para que pudieran seguir siendo españoles en la integridad de las doctrinas y en la pasión de los sentimientos. De ahí que, sin dinastía legítima, el Carlismo no sería lo que desde el principio fue y sigue siendo: el baluarte de la españolía, la última trinchera, desesperada y rabiosa, del ser español (11). La legitimidad conlleva, por tanto, un deber de lealtad: la lealtad a la Tradición, que se manifiesta en la lealtad al Abanderado. Todo ataque a la lealtad (bien sea por posibilismos varios, bien sea por derrotismos, bien por incomprensiones personales…) es un grave desorden que coopera con el enemigo. Esto es lo que la Tradición, la cadena de los siglos, nuestros antepasados, nos gritan hoy a nosotros: tenéis la legitimidad, sed fieles. De modo similar aquel mensaje que leemos en el libro del Apocalipsis: “No os impongo otra carga; sólo que mantengáis firmemente hasta mi vuelta lo que ya tenéis” (12) . Así, de nuestra lealtad depende la honra de nuestros predecesores y la fortuna de nuestros sucesores.
4. Conclusión

Para finalizar mi intervención, me gustaría que estas reflexiones que he compartido con vosotros nos sirvan de aliciente para mantener un apostolado político firme durante este curso que entra. Contar con más manos para sujetar la bandera que nuestros mayores nos han legado es una bendición para nosotros, junto con una responsabilidad para todos.

A modo de conclusión quisiera despedirme con unas palabras de Mella, sobre la pervivencia del carlismo, que me parecen extremadamente oportunas para fortalecer vuestros propósitos de lucha: si llenos de indignación [nuestros predecesores] nos preguntaran: “¿Para ésto hemos derramado nuestra sangre y expulsado del territorio a los que ahora le tratan como país conquistado?”, ¿qué contestaríamos? Los liberales nada tendrían que decir; pero nosotros, los tradicionalistas, verdaderos descendientes y continuadores del pueblo de 1808, después de mostrarles otras guerras de la Independencias no menos heroicas que la primera, les diríamos: “Pronto habrá, después de un primero de Mayo terrible, un Dos de Mayo más glorioso que el de 1808” (13).

Miguel Quesada


BIBLIOGRAFÍA



  1. ELÍAS DE TEJADA, F.: Actualizar la tradición de las Españas, “Teoría Política Tradicionalista, I”: Actas de las “Primeras Jornadas Universitarias de Estudios Tradicionalistas” (Madrid, 16-17 octubre 1971).
  2. LEÓN XIII, Annum sacrum, 25 mayo 1899. Citado en PÍO XI, Quas primas, 11 diciembre 1925, pto. 19.
  3. ELÍAS DE TEJADA, F.: Actualizar la tradición de las Españas, “Teoría Política Tradicionalista, I”: Actas de las “Primeras Jornadas Universitarias de Estudios Tradicionalistas” (Madrid, 16-17 octubre 1971), pág. 5.
  4. VÁZQUEZ DE MELLA, J.: Textos de doctrina política. Estudio preliminar, selección y notas de Rafael Gambra, Madrid, 1953, pág. 45.
  5. ELÍAS DE TEJADA, F.: Actualizar la tradición de las Españas, “Teoría Política Tradicionalista, I”: Actas de las “Primeras Jornadas Universitarias de Estudios Tradicionalistas” (Madrid, 16-17 octubre 1971), pág. 5.
  6. Ídem
  7. ELÍAS DE TEJADA, F., GAMBRA CIUDAD, R., PUY MUÑOZ, F.: ¿Qué es el carlismo?, Centro de estudios históricos y políticos “General Zumalacárregui”, Escelicer, Madrid, 1971, pp. 31-32.
  8. Atributos tomados de las características que Mella le otorga. Véase VÁZQUEZ DE MELLA, J.: Textos de doctrina política. Estudio preliminar, selección y notas de Rafael Gambra, Madrid, 1953, pp. 42-52.
  9. ELÍAS DE TEJADA, F., GAMBRA CIUDAD, R., PUY MUÑOZ, F.: ¿Qué es el carlismo?, Centro de estudios históricos y políticos “General Zumalacárregui”, Escelicer, Madrid, 1971, pág. 9.
  10. DEVOCIONARIO DEL REQUETÉ, Preámbulo.
  11. ELÍAS DE TEJADA, F., GAMBRA CIUDAD, R., PUY MUÑOZ, F.: ¿Qué es el carlismo?, Centro de estudios históricos y políticos “General Zumalacárregui”, Escelicer, Madrid, 1971, pág. 14. Sobre la cuestión dinástica véase en la misma obra pp. 11-14.
  12. Ap. II, 24-25.
  13. VÁZQUEZ DE MELLA, J.: Textos de doctrina política. Estudio preliminar, selección y notas de Rafael Gambra, Madrid, 1953, pág. 78.





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