Hay personas que son útiles para la sociedad. Hay personas que saben ponerse en el lugar de los otros y con su afecto y esfuerzo se vuelven necesarias para todos. Hay personas que por sus cualidades y conocimientos se llegan a hacer imprescindibles. Hay personas que respetan las leyes, que es lo mismo que respetar los derechos ajenos y, en consecuencia, hacen que todos las respeten al dar ejemplo. Hay personas que tienen honor y sienten vergüenza por sus propios actos, y sí han fracasado saben dimitir con dignidad.

Pero nada de todo esto es posible encontrarlo en ese ególatra paranoico que está en La Moncloa, ni en el sátrapa coletarra licenciado en Algaradalogía y Asambleística, para eso hay que estar adornado de cualidades y éstos no las tienen ni comprándolas de segunda mano en cualquier mercadillo. Tampoco están orlados por las mismas virtudes todos aquellos que los rodean y jalean, como tan responsables son los de la legión de "ilustrados" que les votan y, en consecuencia, así va España. Esto ya no es una patria, por no ser, ya no es ni país, sino el conjunto de chiringuitos puteros de unos cuantos, con permiso de muchos todo hay que decirlo. No sé sí es que a lo largo de todo este enjaulamiento con las leyes en la bragueta de algunos de esos indignos, me he ido volviendo cada vez más pesimista, o es que la esperanza ya está perdida. Han aflojado un poco las garras y las manifestaciones "espontáneas" se han desecho como azucarillos, pero han vuelto a aflorar, de momento tímidamente, los botellones en algunos sitios, o las fiestas discotequeras más o menos escondidas como el sople durante la ley seca americana.

Amenazados estamos de que volverán las fases yermas sí aumentan los contagios y las muertes, aunque a éstas ya las están ocultando en las cunetas administrativas para dar la impresión de que en España todo va bien, de que aquí bajo el gobierno lumpenbufonesco las cosas sólo van mal en las mentes calenturientas de las fascistas, que han aflorado a miles al parecer, o sea, que están a la espera de que resurja un Duce y los conduzca a la conquista del Estado. ¡Ah, no! que eso sólo lo dicen los lumbreras sebosos en sus programas rojo-mariconazos, y al que no se deje dar por la mené, a la calle democráticamente. Para nada, hombre, sigue aumentando la escombrera de inertes en que han convertido el suelo patrio, que no pasa nada.

Siguen los parásitos sociales, perfectos inútiles, vagos y chupones, haciendo su labor mientras los demás miramos callados, sin abrir la boca no vaya a ser que nos multen, o que nos detengan y acabemos en algún agujero, que todo se andará y además les pagamos por todo ello. Y no nos importa lo que pasa, nos tiene sin cuidado, y así íncubos y súcubos pueden seguir maquinando y en lugar de trabajar para los demás, para la nación, siguen royéndola. En fin, sí algún día llega a sonar algún toque avisando del comienzo de una reacción, por favor que alguien me despierte, sólo me queda rezar a la Virgen de Ezquioga para que todo lo que nos dijo se cumpla a rajatabla.




La condena del franquismo.

Por Juan Ignacio Villarías


CARTAS AL DIRECTOR - 2 JUNIO 2020


Desde luego, hay que ser ignorantes adrede, no hay peor ignorante que el que no quiere saber, para condenar a uno de los gobiernos habidos en la historia de España. Entre todos esos gobiernos ya pasados, los ha habido buenos , malos y regulares, según opinión particular de cada opinante, pero, ¿qué sentido tiene ahora condenarlos?

Es como si a cualquier zascandil por ahí le diera por condenar el reinado de Pedro Primero, alias el Cruel, o el de Juana Primera, alias la Loca, o la presidencia republicana de Emilio Castelar. ¿No sería ridículo?



En efecto, ¿quiénes se han creído que son los diputados a cortes para condenar unos hechos históricos determinados? A ver si se han creído que la Historia la tienen que interpretar ellos, y encima elevar esa interpretación hasta la categoría máxima de oficial. A ver quién les ha dicho que les cumple a ellos la calificación de buenos o malos referida a los protagonistas de nuestra historia nacional.

Pues así ha sido en efecto, toda esa pandilla de inútiles espléndidamente pagados se nos han metido a historiadores, pero por lo oficial y definitivo, nada de opiniones particulares y rebatibles, el colmo ya de la insensatez gubernamental.

¿Que el régimen del 18 de Julio se impuso por la fuerza de las armas? Pues claro que sí. ¿Cómo se impuso, si no fue por el procedimiento del golpe de estado, la segunda república cinco años antes? Y la revolución bolchevique rusa, y la revolución francesa, las que a nadie se le ha ocurrido condenar, ¿no se impusieron tras sangrientas guerras civiles e innumerables asesinatos? Lo mismo que la revolución cubana, tan admirada por la progresía andante de todo el mundo moderno.



De modo que ya lo sabemos, desde aquella ya lejana sesión parlamentaria queda oficialmente condenado el Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936, y con él han quedado igualmente condenados la mitad de los españoles que entonces vivieron aquella lejana guerra civil, de la que nadie queda ya con vida por alejada en el tiempo.

Muchos de aquellos diputados ni siquiera sabrían, en primer lugar, que el alzamiento militar no fue iniciativa de Franco, sino de Sanjurjo y de Mola, a quienes Franco se unió muy a última hora, y que meses más tarde fue cuando asumió la jefatura del estado tras una reunión de la junta militar, como sabe todo alumno de primero de educación general básica.

La situación en España en 1936 era totalmente insostenible, el golpe de estado se intuía, y el gobierno del Frente Popular lo sabía, e incluso lo esperaba, del mismo modo que esperaba también aplastar el intento y así librarse de todo tipo de oposición para instaurar en España la dictadura del proletariado, al decir de los dirigentes socialistas.

Tan adelante llegó el gobierno conjunto de socialistas y masones, que mandaron matar una noche al portavoz de la oposición de derechas, lo cual precipitó el alzamiento efectivo de media España, la que no estaba dispuesta a sucumbir, y sí a combatir por Dios y por España (lo del tema religioso lo dejaremos para otro día).

Pero las cuentas a los masones, muy peritos en el arte de echar cuentas históricas, no les salieron bien, sino que el alzamiento acabó triunfando, en contra de la opinión de muchos.

De modo que, tras anteriores intentos fallidos, por fin consiguieron los socialistas la aprobación en el congreso de los diputados de una declaración de condena del alzamiento nacional y del régimen que le siguió hasta su extinción.


Y para eso contaron con la aquiescencia y el apoyo del partido que llaman Popular, la supuesta derecha contraria al bolchevismo, aliado suyo sin embargo, al menos en aquella ocasión, y no sólo en aquélla.

Hoy la situación en España se acerca, aunque sin llegar todavía a tanto, a la reinante en 1936, y si hoy se diere la circunstancia de que ya no fuese posible otra solución, es decir, si llegare el caso, que no llegará, de otro alzamiento nacional contra socialistas y comunistas, ese centro derecha, como a ellos mismos les gusta denominarse, estarían de parte de los rojos, bien claro lo dejaron dicho en aquella sesión al condenar al régimen que salvó a España de caer en las manos del comunismo soviético, así como del predecible exterminio de todo elemento opuesto al comunismo vencedor en ese caso hipotético, entre los que no se librarían quienes en estos tiempos impúdicamente han apoyado la moción antifranquista y pro socialista.

Haciendo un fácil paralelismo histórico, y deducido de su posicionamiento en contra del alzamiento cívico militar de entonces, hoy los del PP se pondrían de parte de Largo Caballero y sus crímenes, de Santiago Carrillo y los suyos, del comunismo soviético de José Díaz, de Juan Negrín y su complicidad con el camarada Dzhugashvili, alias Stalin, con los masones de Azaña y Marínez Barrio, con el separatismo criminal de Luis Companys, con el separatismo de José Antonio de Aguirre, con el anarquismo de Buenaventura Durruti y de Ángel Pestaña, y en contra de los verdaderos españoles cuyos votos ahora demandan.

¿Cuál es la misión, deliberada o no, del Partido Popular hoy en día en España? Resumiendo se podría decir que lo suyo es acaparar los votos de derechas para luego apoyar las políticas de izquierdas, o por lo menos dejarlas como están y no cambiarlas cuando los electores les otorgan el poder.


En efecto, votar PP es votar la condena del régimen anterior y la consiguiente aceptación de aquella nefasta segunda república, es votar leyes disolventes contrarias a la ley de Dios, es votar las matanzas de niños todavía no nacidos, es votar la imposición de idiomas regionales con menoscabo del español, es votar no poder hablar en español en ciertas regiones de España, es votar más y más competencias administrativas para los gobierno regionales, algunos de ellos en manos de separatistas, es votar más desgobierno todavía, en fin, votar a ésos es muy parecido, se mire como se mire, a votar a los socialistas.



https://elcorreodeespana.com/politic...Villarias.html


NOTA. Me pregunto sí el tío de la foto sabrá algo de Derecho Internacional, o qué significa el término "genocidio", más aún, me pregunto sí sabrá leer, sí sabrá que el régimen de pensiones que disfruta se lo debe al que condena, o que a los que votará con toda certeza son los mismos que le roban y le lavan la mononeurona que le queda debajo del pelo. ¡Hala, macho, ya has cumplido a por el bocata!