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Tema: Sobre librerías que atentaban contra el orden natural y la moral cristiana

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    Sobre librerías que atentaban contra el orden natural y la moral cristiana

    Artículo del P. Venancio Marcos, aclarando términos sobre libertad de expresión en relación con ciertas librerías en España que, aprovechando tal concedida libertad, vendían obras que atacaban específica y sistemáticamente el orden natural y la moral cristiana. Algunas de tales librerías sufrieron atentados con daños sólo materiales (nunca sus dueños en persona)

    El artículo aclara conceptos de fondo, ya muy oscurecidos. Obviamente, ya desde tiempo atrás, este texto sería hoy inconcebible e inviable.


    Revista FUERZA NUEVA, nº 524, 22-Ene-1977

    ACERCA DE LOS QUE ATENTAN CONTRA CIERTAS LIBRERÍAS

    (Réplica a José María Ruiz Gallardón)

    P. Venancio MARCOS

    Don José María Ruiz Gallardón publicó en ABC del 27-11-76 un “Apunte político” sobre “Atentados contra librerías”. Debo reconocer que ha sido de lo más sensato que he leído referente al asunto de los atentados contra librerías.

    El autor no cae en la estupidez de los que afirman que estos atentados van contra la cultura. Esa estupidez la puso en circulación, apoyado en su calidad de historiador, Ricardo de la Cierva, el pintoresco personaje que en pocos años ha dado más vueltas que una veleta en el campo político. Confiados en la aparente seriedad científica del historiador, han aceptado su estupidez la casi totalidad de los periodistas, la inmensa mayoría de los ciudadanos que se tragan todo lo que leen sin pasarlo por el tamiz de la crítica, algunos obispos, muchos gobernantes y todos los marxistas y pornógrafos.

    Porque es un hecho que los que atacan a las librerías no atacan a cualquier librería, indiscriminadamente y al buen tuntún, sino a cierto tipo de librerías. En concreto, a las librerías que exhiben libros marxistas o pornográficos, si no en exclusividad, por lo menos mayoritariamente y, a veces, con un alarde provocador.

    En defensa de esta exhibición provocativa se suele decir que hay que saber de todo, que la cultura exige conocer también el marxismo; que hay que estar informado sobre todo lo relacionado con el sexo. Yo no niego todo eso, pero hay que reconocer que una cosa es información cultural sobre el marxismo y el sexo, y otra muy distinta su aprobación y exaltación. Y esto es, desgraciadamente, lo que más generalmente se pretende en esas librerías: su glorificación.

    Se ha dado también algún caso -el del atentado contra los “picassos” de la sala Theo madrileña, por ejemplo- en el que el atentado fue contra una exposición de pintura. ¿Fue aquél también un atentado contra la cultura, concretamente contra el arte de la pintura? No digamos tal estupidez. En tal caso, el atentado lo habrían realizado en el Museo del Prado o en el de Arte Contemporáneo. Pero no; las fotografías que se expusieron en la sala Theo eran pura pornografía. ¿O no sabían esto los periodistas que protestaron contra aquel “bárbaro atentado contra el arte”? Lo mismo se podría decir que en las librerías se atenta contra la ebanistería, el arte decorativo o la arquitectura.

    La verdad es que tales atentados -no entro ahora en si son justos o injustos- van contra el marxismo y la pornografía y no contra el arte y la cultura. Tampoco entro ahora en si tal procedimiento es o no es eficaz para luchar contra lo que se ataca. Es hora de reconocer que es una falsedad y una estupidez afirmar que se trata de ataques a la cultura. Serán ataques, justos o injustos, contra la economía de los libreros y editores, pero no contra la cultura.

    No toda la violencia es mala

    Vengamos ya al apunte político de Ruiz Gallardón. Empieza el apunte con esta afirmación: “Nunca, en ningún caso, puede justificarse una acción vandálica. La Comisión de un delito vulnera los derechos primarios de una comunidad y debe ser reprimida en consecuencia”. Apruebo la afirmación. Pero un atentado contra una librería, ¿es una acción vandálica, es un delito? Mi pregunta se refiere a los casos de los que estamos hablando. Ruiz Gallardón, aunque parece que da por sentado que sí, no lo afirma claramente. De modo que vamos a dejar la respuesta para el final de nuestra réplica. Amable lector, un poco de paciencia.

    Nuestro articulista sienta luego la siguiente y gravísima afirmación: “La apelación a la violencia es, en sí misma, un acto injusto, ineficaz y grave”. La afirmación parece identificarse con el conocido eslogan de que “la violencia es mala, venga de donde venga”. Yo no sé quién será el autor de semejante eslogan. Lo que sí sé es que corre de boca en boca y de pluma en pluma, y que lo mismo los repiten los periodistas que los obispos, los gobernantes que el hombre de la calle.

    Pero, ¿qué es violencia?, ¿a qué llamamos violencia? No vaya a creer nadie que la pregunta es una tontería y salga diciendo: “Bah, eso lo sabemos todos. Violencia es… violencia”. No, eso no es una definición; eso es una tautología. Es prácticamente imposible definir lo que generalmente entendemos por violencia o acción violenta, ya que esa acción puede ir dirigida contra personas y cosas, contra propiedades y derechos, etc. Pero toda acción violenta debe llevar, para considerarla tal, el que se haga con dureza y contra la voluntad de alguien.

    Precisamente en esto de ir “contra la voluntad de alguien” es donde radica la clave de si toda violencia es o no es mala en sí misma, es decir, venga de donde venga. No cabe duda de que el artillero, el fusilero o el aviador bombardero que disparen contra el enemigo en una guerra ejercen una acción violenta, es decir, contra la voluntad del enemigo. No cabe duda tampoco de que el guardia civil que dispara contra el atracador de un banco ejerce también una acción violenta contra la voluntad del atracador. ¿Habrá alguien que sostenga que la violencia del guardia civil es mala y, por consiguiente, punible? Creo que no. Pues entonces quiere decirse que no toda violencia es, en sí misma, injusta. Habrá, pues, que concluir que la violencia será injusta o justa según y conforme, es decir, dadas tales o cuales condiciones. Habrá que reconocer que hay violencias justas y violencias injustas. Esto, sin contar que también se ha hablado recientemente de la “violencia institucional”, es decir, de leyes injustas contra las cuales será lícito luchar también con violencia. De tal violencia institucional han hablado -no digo si con razón o sin ella- algunos obispos.

    Y lo que de ninguna manera se puede decir es que todo acto violento es, en sí mismo, ineficaz y grave. El acto de un atracador que se lleva cinco millones, ciertamente que es eficaz para lo que él pretende. Cierto es también que una bofetada, que es un acto violento, tampoco es, en sí misma, grave, a no ser que la bofetada sea tan fuerte que le rompa a uno literalmente la cara.

    Concluyo, pues, que la afirmación de don José María y la de los que dicen que la violencia es mala, venga de donde venga, no se ajusta a la verdad y que hay violencias justas y violencias injustas, según de donde y de quien vengan, de por qué vengan o no vengan y según otras circunstancias. Esto es tan claro que la moral católica, que no ha sido inventada por los que atacan las librerías, permite la legítima defensa personal, familiar y nacional, la cual puede obligar a ejercer acciones violentas y violentísimas.

    Sin antídotos

    Hecha esta aclaración, continuamos comentando el artículo de Ruiz Gallardón. Afirma: “Existe una inundación progresiva creciente de literatura subversiva que es facilitada y consumida por nuestra juventud… La sobreabundancia de ese tipo de publicaciones que van desde la defensa del marxismo-leninismo hasta la exaltación ácrata están envenenando a nuestra juventud”. Este es un hecho que cualquier ciudadano de una gran ciudad puede comprobar, sin entrar en las librerías, con sólo pararse unos momentos a contemplar el escaparate de muchísimas de ellas. Esto significa, sin lugar a dudas, que son numerosísimos los libreros que ofrecen y venden veneno a nuestra juventud. Un veneno que casi fatalmente habrá de intoxicar la inteligencia y pudrir el corazón de nuestra juventud, dado que se halla sin defensas de antídotos y vacunas contra el veneno que se le ofrece.

    Los libros que venden tal veneno son, por consiguiente, culpables del enorme daño que producen en los lectores no preparados para ingerirlo sin riesgo, como son, en general, nuestros jóvenes. ¿Aceptamos o no aceptamos esta afirmación? No se nos responda que el librero no está obligado a informarse sobre si el comprador de tales libros está o no está preparado para ingerir el veneno. No se nos venga tampoco con que el librero vende libros y no ideas venenosas; ni, menos todavía, con que el negocio es el negocio y el negocio no tiene nada que ver con la moral o la ética, cristiana o no cristiana. Si esto fuera así, no podríamos hablar nunca de negocios sucios.

    ¿Quiénes son los responsables?

    Admitida la grave. responsabilidad de los libreros en la oferta y la venta del veneno marxista, ¿quién o quiénes podrían y deberían ser los que cortaran, o por lo menos frenaran, esas inmundicias de literatura subversiva? Dice Ruiz Gallardón: “El envenenamiento de nuestra juventud se convierte en virtud de un mal entendido concepto de la libertad”. ¿Quiénes lo consienten? ¿Quiénes tienen un mal entendido concepto de la libertad? No serán los hombres de FUERZA NUEVA los que tienen ese mal entendido concepto. Tampoco son ellos los que lo consienten, porque no tienen en sus manos el poder para atajarlo

    ¿Quiénes, pues, son los responsables? Ruiz Gallardón lo insinúa claramente cuando escribe: “La censura me parece un medio utilizable. Lo peor de todo, en este caso, es la falta de criterios y de actuación eficiente por parte de quienes ocupan sillones ministeriales y olvidan la letra y el espíritu de las leyes que están obligados a cumplir y hacer cumplir”. ¿Está claro? Los responsables del envenenamiento de nuestra juventud por medio de la literatura marxista son los que ocupan sillones ministeriales, es decir, los ministros del Gobierno. He ahí al gran culpable: el Gobierno. Lo ha sentenciado el ilustre colaborador de “ABC”. Yo me sumo a su sentencia.

    ¿Por qué no actúa el Gobierno? Tiene en sus manos unas leyes. ¿Por qué no acude no ya a su espíritu, sino a la letra misma? ¿Por qué no las cumple y las hace cumplir? Aquí entramos en aguas de un mar tenebroso. No tenemos suficientes datos para responder responsablemente a esas preguntas. Hemos tocado la alta política del actual Gobierno. Suponemos que habrá secretas razones de Estado que el Gobierno no puede revelar a nosotros, los pobres y simples ciudadanos. ¿Se tratará de gravísimos secretos que solamente el Rey podrá revelar? Y el Rey, ¿tampoco podrá revelarlos a sus súbditos?

    A falta de respuestas a todas esas preguntas, podemos hacer algunas suposiciones. El Gobierno, por boca de su presidente (Suárez) y del ministro de Asuntos Exteriores, ha asegurado a los jefes de Estado liberales y demócratas de Europa: que España será tan demócrata como el que más; que concederá tantas libertades como el que más conceda; que ya no fundará la moral del Estado en la moral católica; que no admitirá como suyo ningún dogma de ninguna religión; que para el nuevo y demócrata Estado español ha dejado Dios de existir, por lo que ni le nombra en la flamante Ley de Reforma Política; que las doctrinas filosóficas y anti teológicas de Carlos Marx tienen el mismo derecho a ser difundidas y enseñadas que las de ese Jesús de Nazaret que el Estado franquista adoraba como si fuera el mismo Dios; que en toda la historia de España, desde Recaredo hasta Franco, con la sola excepción de la segunda República, pero sobre todo en tiempo de los Reyes Católicos, de Felipe II y de Franco, el Estado hizo obligatoria la profesión de fe católica a todos los españoles, pero que ahora se les dejará en completa libertad; que se otorgará a la prensa la más amplia libertad para contar las bienaventuranzas del liberalismo político y de todas los doctrinas marxistas, aunque con ciertas cautelas, para no despertar la atención de los residuos del franquismo y producir una reacción que sería peligrosa para la democracia a la europea; que no se pondrá ninguna cortapisa a los editores que deseen propagar el marxismo y a los libreros que, por convicción o por ganar mucho dinero, exhiben en los escaparates de las librerías la mayor abundancia de material subversivo.
    (…)

    Contra ciertas librerías

    Estamos llegando al final. Salen ahora a escena los que atentan no contra la cultura, sino contra el marxismo; los que dinamitan no “las” librerías sino ciertas librerías, es decir, las que venden el veneno marxista. ¿Cómo juzgar sus acciones violentas, tanto desde el punto de vista legal como moral?

    Los editores y libreros que propagan el marxismo, no para enseñarlo, sino para exaltarlo, faltan al deber sagrado de no corromper a la juventud. Son culpables. La parte sana de la sociedad en general se desentiende de cooperar a la recta formación de la juventud. Es culpable. Parece que el Gobierno no cumple con su deber de defensor de la moral pública, al no aplicar las leyes vigentes. Es culpable. (…)

    Cuando las cosas están así, cuando no se las quiere arreglar por las buenas y surge un grupo de jóvenes, dispuestos a arreglarlas por las malas, ¿se puede hablar, en conciencia, de ataques a la cultura, de barbarie y vandalismo? Cuando quienes tienen el deber de cumplir leyes morales o legales y no las cumplen, ¿se puede culpar a esos jóvenes de saltarse la legalidad? (...)

    Por otra parte, bien sabido es que a menudo se toman ciertas actitudes para llamar la atención de la sociedad, o de un sector de ella, sobre un problema para cuya solución no se encuentra mejor medio: encierros en las iglesias, encadenamientos en el pretil de un puente, huelgas de hambre, etc. En vista de que ni los libreros ni la sociedad ni al Gobierno hacen caso a las constantes llamadas que se les hacen desde distintos medios de comunicación de masas sobre la subversión en las librerías, ¿no habrán pensado esos jóvenes bárbaros que la manera más rotunda de llamar la atención podría ser la de lanzar un cóctel molotov en algunas de esas librerías para que sirva de aviso y de escarmiento? Los libreros de Barcelona hicieron una huelga o cierre de librerías, el día 9 de noviembre del año pasado, con el fin de llamar la atención del Gobierno y de la sociedad sobre lo que ellos llaman vandalismo y barbarie, para que la sociedad los condene y el Gobierno concentre las energías de su policía en buscar y castigar a los vándalos. Se da aquí el caso, sin embargo, de que son los culpables de un delito contra el alma de los jóvenes quienes desean señalar a los que cometen otro delito contra su propia economía.

    En resumen, que parece desmesurado el ruido que mete la prensa a propósito de los ataques a las librerías subversivas, comparado con la sordina o el silencio que emplea cuando se trata de acciones de signo contrario.

    Tras de un buen número de afirmaciones de José María Ruiz Gallardón, a las que yo me adhiero, salvo a algunas, ahí quedan en el aire todas esas preguntas que acabo de hacer y que se pueden reducir a una sola: ¿Hacen bien o hacen mal los que atentan contra las librerías? No me pronunciaré ni por el sí ni por el no. Algunos condenarán a los supuestos vándalos y otros los aplaudirán. Sólo pretendo que los libreros, la sociedad y el Gobierno reflexionen sobre ello y que de la reflexión salga la justa sentencia.

    P. Venancio MARCOS



    Última edición por ALACRAN; 20/01/2022 a las 15:05
    Hyeronimus y Pious dieron el Víctor.
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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