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Tema: Subversión religiosa postconciliar también en Portugal

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    Subversión religiosa postconciliar también en Portugal

    Polémica en la vida religiosa portuguesa cuando, en 1968, el sacerdote progresista José da Felicidade Alves (1925-1998) fue suspendido “a divinis” y expulsado del sacerdocio por mons Cerejeira, cardenal patriarca de Lisboa debido a su actitud crítica y rebelde.


    R
    evista FUERZA NUEVA, nº 135, 9-Ago-1969

    EL EX-PADRE FELICIDADE ALVES TRAICIONA EN PORTUGAL A LA PATRIA Y A LA IGLESIA

    La polémica que hace algunos meses (1968) se entabló en Lisboa entre el entonces Padre José da Felicidade Alves y el Doctor Gonçalves Cerejeira, Cardenal Patriarca de Lisboa, y que culminó con la reducción al estado laical de aquel sacerdote, cuya forma de proceder le había convertido en indigno de cambiar el pan y el vino por el Cuerpo y la Sangre del Señor, ha dado causa a numerosas especulaciones de una cierta prensa tanto nacional como extranjera que, en tono violento, acusó al Cardenal Cerejeira de perseguir a un sacerdote que, según ellos, estaba integrado en el verdadero espíritu conciliar.

    Y no le faltó incluso el apoyo de la Radio Portugal Livre, emisora oficial del Partido Comunista Portugués, postura perfectamente lógica si se tienen en cuenta las doctrinas defendidas por el ex padre Felicidade. Además, la referida polémica constituye para esa emisora comunista un pretexto para continuar su violenta campaña contra el Doctor Cerejeira, que siempre ha mantenido una línea de acción abiertamente antiprogresista.

    Antiguo catedrático del Seminario Mayor de Lisboa, el ex padre Felicidade había sido alejado de esas funciones para ir a ocupar el cargo de párroco de Santa María de Belém, instalada en el Monasterio de los Jerónimos (que el rey D. Manuel mandó construir para agradecer a Dios el descubrimiento de la India). Después de algunas actitudes más que reprobables del P. Felicidade, el escándalo reventó cuando aquel sacerdote, el 19 de abril de 1968 presentó al Consejo Parroquial una exposición sobre las perspectivas de transformación en las estructuras de la Iglesia y sobre el sentido de responsabilidad que tenían los católicos en la vida política del país.

    En esa exposición, después de atacar violentamente las estructuras y la disciplina que dan cuerpo a la Iglesia como sociedad, el P. Felicidade proponía una total laicización de la sociedad civil, que se concretizaría con la extinción de las capellanías militares; de los colegios y diarios católicos, considerados por él si no perjudiciales, al menos inútiles, y por la despolitización del Papado, cuya actual estructura constituye, para ese verdadero agente de la subversión, lo contrario de la idea que tenía Cristo al fundar su Iglesia.

    A este respecto llegó a afirmar: “Ha sido necesario que Dios encargase a Garibaldi liberar la Iglesia Papal de los Estados Pontificios; ha sido necesario que encargue a Alfonso Costa (1) separar la Iglesia del Estado. ¿Tendrá Dios que encargar a los chinos despolitizar definitivamente el Papado?

    ¿Valdrá la pena comentar afirmaciones como estas? Creemos que no.

    Más adelante, después de hacer una larga disertación llena de errores sobre el reclutamiento y la misión del clero, así como sobre su inserción en la sociedad, el ex padre Felicidade explana sus doctrinas políticas y sociales, en las cuales cualquier semejanza con las defendidas por la Iglesia es pura coincidencia.

    Para el padre Felicidade, Portugal vive (1969) un régimen dictatorial, cuyas medidas policiales “destruyen lentamente, pero hasta la médula, el alma de un pueblo”, problema que para aquel ex sacerdote suscita tres cuestiones: revolución, socialización y violencia.

    ¿Qué entenderá por estas expresiones aquel ex sacerdote? El, mejor que nadie, nos lo puede explicar:

    “¡Interesa crear un hombre nuevo! ¡Es una nueva humanidad que importa crear!, pues, como afirmaba Che Guevara: Si la Revolución no cambia el hombre, entonces no me interesa. Según el ex padre Felicidade, “esa transformación es considerada, incluso por los mentores cristianos más seguros, como inevitable, urgente, deseable y única vía para alcanzar la justicia plena”. Además, tendrá que empezar por una revolución cultural, pues solamente así se podrá tener “alguna esperanza de que la transformación de las estructuras reduzca al mínimo las violencias sangrientas”.

    En cuanto a la socialización, “en todos los sitios del mundo se afirma o se contesta que, entre todos los sistemas económicos políticos, la única ideología que se presenta con condiciones para realizar la justicia, la igualdad, la libertad, la fraternidad, la paz (que son los objetivos fundamentales de las aspiraciones humanas, y al mismo tiempo, exigencia intrínseca del Mensaje del Evangelio) gravita en torno de la socialización”, pues además “en la doctrina católica no hay nada que condicione que condene radicalmente esta fórmula económico-social-política”.

    Es el propio ex padre Felicidade quien nos va a explicar cuál es su concepto de socialización:

    Es posible que tal revolución rompa la situación “profesional” del clero y obligue a los padres y obispos a trabajar como los otros hombres, y que no les permita vivir del dinero del pueblo… Obligará a padres y a cristianos a dejar tareas que hoy absorben inútilmente su tiempo (catequización de niños, cuya gran mayoría no vivirá en la fe cuando lleguen a adultos)”. Si muchos hombres que han recibido educación religiosa en su infancia pierden la fe con los años, ¿cómo será posible formar una cristiandad floreciente, en una sociedad donde los humanos desarrollan su personalidad sin conocer a Cristo? Esto constituye para nosotros un verdadero enigma, que nos gustaría que el ex padre Felicidade nos lo explicase.

    Pero el programa socialista en cuestión no queda ahí; la revolución socialista “convertirá en propiedad del pueblo o de la nación las tierras y los edificios que ahora pesan sobre las instituciones de la Iglesia: colegios y fincas. O, quizás, obligará ese patrimonio a entrar en el régimen del derecho común, pagando los impuestos que la ley deberá establecer como materia tributable idéntica”.

    ¿Habrá leído el autor de esta exposición las encíclicas sociales de la Iglesia que condenan al comunismo y reconocen el derecho de propiedad? Puede ser…

    Como hacen todos los demás agentes de la subversión, el ex párroco de Belém ha atacado violentamente la política ultramarina portuguesa, al exigir para nuestras provincias de África el derecho a la autodeterminación, afirmación ésta que parte además de premisas heredadas, pues esas tierras desde hace mucho que la tienen, en la medida en que constituyen una parte tan integrante de Portugal como Lisboa u Oporto, y en que sus habitantes disfrutan de los mismos derechos que los portugueses metropolitanos.

    Con relación a esa cuestión, el traidor a la Patria y a la Iglesia llega al punto de afirmar que la colonización es un “medio contra-evangélico de cristianización”. Se olvida el referido ex sacerdote que la cristianización de África coincidió con la expansión europea en el Continente Negro y de que muchos territorios al ascender a la autodeterminación han pasado a vivir bajo las más terribles formas de colonialismo económico.

    Se olvida también de cuántos sacerdotes y cristianos han sido martirizados en el Congo y de los innumerables crímenes cometidos por los guerrilleros a sueldo de los movimientos que pretenden “libertar” nuestras provincias ultramarinas. Pero por mucho que eso pese a los vientos de la historia, Portugal seguirá en África desarrollando la misión civilizadora que comenzó hace más de cinco siglos, pues en nada nos asustan las amenazas del comunismo, sea el de Moscú o de Pekín, ya que éste no es de forma ninguna invencible, como lo probaron los españoles en la Cruzada (1936-39).

    Poco después de hacer la referida exposición, el ex padre Felicidade, que pasaba largas temporadas en París, frecuentando un centro de estudios ecuménicos, ha tenido posibilidad de asistir en la capital francesa a la “revolución de mayo” (1968), cuyos ideales exaltó poco después en un folleto que le dedicó.

    Acto seguido, Pablo VI publicó esa encíclica maravillosa que es la “Humanae vitae”; e inmediatamente salió de la multicopista que se encontraba instalada en la iglesia de los Jerónimos una repugnante colección de textos, atacando la postura tomada por el Sumo Pontífice.

    Su polémica con monseñor Cerejeira fue progresivamente tornándose más violenta, especialmente debido a la grosería del padre Felicidade, que llegó a decir a su prelado que no manchase de barro sus últimos días en este mundo.

    A finales de octubre (1968), después de haber tratado siempre a tan indisciplinado presbítero con una caridad y una paciencia verdaderamente evangélicas, el doctor Cerejeira lo ha reducido al estado laico.

    Poco después, han salido los primeros números de los “Cuadernos GEDOC”, editados por un “Grupo de Estudio e intercambio de Documentos”, grupo que, aunque se afirme católico, no se dedica más que a la subversión. Como no podría dejar de ser, el nombre del antiguo párroco de Belém figura entre los principales colaboradores de esta publicación, al lado de otros destacados progresistas, como son el brasileño Helder Cámara, los españoles Miret Magdalena, Mariano Gamo (párroco de Moratalaz, Madrid) y muchos otros.

    Además de colaborar activamente en la redacción de los dichos cuadernos, el padre Felicidade guardaba en su residencia grandes cantidades de propaganda, que allí ha sido encontrada y aprehendida por la Policía el pasado 12 de junio (1969).

    Pero el ex padre Felicidade sigue con sus criminosas actividades…

    Eduardo Serpa


    (1) Alfonso Costa (1871-1937), jefe de Gobierno portugués que, durante la República Democrática persiguió con el mayor afán a la Iglesia. Llegó a afirmar en un comicio que se encargaría de hacer desaparecer la religión en Portugal en el espacio de dos generaciones. Esto no le impidió frecuentar en París, durante los últimos años de su vida, un centro de magia oriental.




    Última edición por ALACRAN; Hace 1 día a las 14:15
    "... Los siglos de los argumentadores son los siglos de los sofistas, y los siglos de los sofistas son los siglos de las grandes decadencias.
    Detrás de los sofistas vienen siempre los bárbaros, enviados por Dios para cortar con su espada el hilo del argumento." (Donoso Cortés)

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