“Cap del Vol”, un naufragio revelador

El barco conocido como «Cap del Vol» nunca llegó a puerto, pero siglos después sus restos han aportado información muy valiosa sobre la navegabilidad y sobre las rutas comerciales que predominaron en la época
Por Alec Forssmann | NATIONAL GEOGRAPHIC



El Cap del Vol, un pecio de finales del siglo I a.C., está situado a unos 25 metros de profundidad y cerca del Port de la Selva, en la provincia de Girona. © CASC
Alrededor de la última década del siglo I a.C., durante el reinado de Augusto, una embarcación construida probablemente con la técnica de los iberos recibió una carga de unas 200 ánforas en Baetulo, la actual Badalona. Las ánforas habían sido producidas en una alfarería de la misma Baetulo y contenían miles de litros de vino de la zona. El barco, de una sola vela y de poco calado, había sido concebido para la navegación de cabotaje, es decir, para transportar un cargamento a lo largo de la costa, sin adentrarse en aguas profundas pero expuesto a los escollos y a las terribles acometidas laterales de las olas y el viento. Probablemente puso rumbo a Narbona, al sureste de Francia, desde donde se redistribuiría la mercancía, pero nunca llegó a puerto. La fuerte corriente causada por un temporal debió impedir el avance de la nave y los marineros echaron el ancla para no estrellarse contra las rocas, pero el agua penetró en el interior del barco y se hundió lentamente. Durante más de 2.000 años ha permanecido encallado en el fondo arenoso, a unos 25 metros de profundidad y cerca del Port de la Selva, en la provincia de Girona.
Ésta es la reconstrucción histórica que proponen Gustau Vivar, director del Centre d’Arqueologia Subaquàtica de Catalunya (CASC), y su equipo, Rut Geli y Carlos de Juan, quienes desde 2011 investigan el Cap del Vol, que así es como se llama el pecio. “El yacimiento sufrió un expolio masivo en los años sesenta. Se llevaron casi todas las ánforas y rompieron muchísimas de ellas. Este año hemos encontrado las dos únicas que se conservan enteras”, explica Vivar a Historia National Geographic. En cambio, los restos del barco se han mantenido enterrados bajo una capa de arena de unos sesenta centímetros. “El barco se llenó de agua y se sumergió completamente. De esta forma se ha conservado perfectamente el casco, sin fisuras ni roturas”, observa Vivar.
Entre 1978 y 1980 se llevaron a cabo las primeras exploraciones. Los arqueólogos hallaron, entre otras cosas, una espléndida moneda ibera del siglo II a.C., procedente de Arse o de Bolskan, las actuales Sagunto y Huesca. En ella aparece la típica efigie de un caballero enristrando una lanza. “Se trata de una moneda apotropaica, que fue colocada en un hueco en la base del mástil para atraer la buena suerte”, comenta Vivar. En 2011, los arqueólogos del CASC localizaron de nuevo el pecio y valoraron su estado de conservación. El proyecto de excavación comenzó un año después y ha finalizado recientemente. Durante unas campañas sumamente fructíferas han hallado la quilla completa, 45 cuadernas, un fragmento del mástil y partes de los dos timones laterales de popa y los mangos con los que se controlaban, unas piezas prácticamente inéditas en todo el Mediterráneo. También se recuperó el ancla de hierro y los utensilios de cocina de la tripulación, sobre todo recipientes.
“El barco medía unos quince metros de eslora y cuatro metros de manga. Creemos que se trata de una construcción ibera por la forma de la quilla, totalmente plana, y por los sistemas de unión de las diferentes piezas del barco, principalmente las cuadernas, que estaban unidas de forma interna”, sostiene Vivar. “Hemos descubierto que los iberos tenían sus propios conocimientos sobre la construcción de barcos. En el siglo I a.C., la cultura ibera prácticamente se había esfumado, pero no su legado. El Cap del Vol puede que fuera uno de los últimos barcos iberos”, añade. El estudio de este pecio aportará informacion muy relevante sobre la navegabilidad de estas naves y sobre las rutas comerciales que predominaron en la época. “Hemos dejado la mayor parte del pecio tal y como la encontramos, con el convencimiento de que si ha aguantado 2.000 años en el lecho marino, aguantará como mínimo otros 2.000 años más”, concluye.

La túnica de Neso | Departamento de Latín IES La Senda Quart de Poblet