Fotos de la procesión de San Telmito y la Virgen de La Luz, 07.09.09
SAN «TELMITO»ERMITA, IMÁGENES , COFRADÍA, GALEÓN…SANTA CRUZ DE LA PALMA.-José Guillermo Rodríguez Escudero
La ermita del santo palentino Pedro González Telmo, construida en la primera mitad del siglo XVI (antes de 1551), se encuentra enclavada en el barrio de su nombre, cerca del antiguo convento dominico de San Miguel de Las Victorias y sobre el risco que domina el puerto de la capital palmera. Se trata de una sencilla construcción de una sola nave de 12 metros y medio de longitud y algo más de 6 mts. de ancho. El presbiterio es rectangular y mide casi 7 mts. de largo por casi 6 mts. de ancho. La armadura de cuatro faldones de la capilla mayor –según la doctora Fraga- “presenta almizate muy interesante, en que la pervivencia del arte mudéjar es muy acusada”.
Las noticias más antiguas que se han encontrado sobre este venerado recinto – también conocido como ermita de la Virgen de la Luz - las da el Libro de Visitas de la Parroquia Matriz de El Salvador. Allí consta que ya se había fabricado el pequeño templo en 1574, fecha en que hace su presencia el licenciado Salgado, Visitador General del Obispado en sede vacante. El libro más antiguo de la ermita no se conserva, pero sí otro, también antiquísimo, que se halla custodiado en la sociedad “La Cosmológica”. Su título es “Concordia y Junta de Mareantes” y dio comienzo en 1708. En cuanto a la fecha de la fundación de la cofradía, Lorenzo Rodríguez –entre otros historiadores y cronistas- nos informa de que fue en 1591. Otro investigador, Fernández García, escribía en la prensa local que “en 1591 visita La Palma el Provisor del Obispado licenciado Sotin de Sarabia, y en esta ocasión, se fundó la Cofradía de Mareantes en el templo dedicado a San Telmo…”
Esta hermandad, perfectamente organizada y que tenía al santo dominico como abogado y patrón, decidió ampliar y reformar su querida iglesia entre 1675 y el verano de 1680, ya que el recinto se quedaba pequeño para albergar tantos devotos. Para ello, la Hermandad tuvo que aumentar las cuotas de sus componentes. También se obligaron a entregar el uno y medio por ciento de las ganancias de bajeles y barcos de pescar que cada viaje de los congregantes les produjere. Así se podría dar término a la ampliación del templo, a celebrar decentemente las fiestas del Patrón y los sufragios por los miembros y sus familiares difuntos. Finalmente los costos de la obra ascendieron a 31.704 reales, 80 maravedíes.
Los gremios de mareantes fueron el resultado de la organización social en la que se agrupaban los pescadores y mercaderes de algunos puertos, como el de la capital palmera. Barreto Vargas profundiza en que “agrupaban, por tanto, a dos oficios diferentes. En primer lugar, a los pescadores que gobiernan y dirigen una embarcación o forman parte de ella”. Efectivamente, también velaban por los intereses de las gentes de la mar, como el socorro a los pobres y ancianos asociados, o a las viudas y sus hijos de los que perecían durante las faenas pesqueras. Por otro lado, mareante se llamaba también al comercial y al traficante por mar. Eran mercaderes que se proponían habilitar los puertos para el comercio y resolver de forma práctica las cuestiones que surgiesen entre los asociados relacionados con el asunto marítimo. Tras la supresión de la cofradía en 1865, el gremio de pescadores y marinos se transformaron en cabildos, juntas y hermandades. Hasta nuestros días han llegado a nosotros las cofradías de pescadores, integradas en el Instituto Social de la Marina. Recordemos que el puerto de nuestra ciudad se había convertido en el tercero en importancia del Imperio de Carlos V tras Amberes y Sevilla, lo que nos da una idea de la trascendencia de todo relativo a la mar.
Esta cofradía construyó –según la tradición- el navío de mampostería que se hallaba en medio del barranco de Las Nieves para el Diálogo lustral del Castillo y la Nave. Los mareantes cuidaban de su adorno y de la adquisición la pólvora necesaria para las salvas a la Virgen, sufragada con la limosna que solicitaban por las calles de la ciudad “con ingenuas octavillas de verso fácil y ripioso” (Ortega Abraham).
Son muchas las obras literarias que comparan a María con un bajel. Una de ellas es la loa dedicada a la Virgen de Las Nieves, titulada La Nave (1705), escrita por Juan Bautista Poggio Monteverde.
Esta hermandad fundó el 12 de febrero de 1673 una obra pía destinada a redimir cautivos mareantes, para lo que “se comprometieron a librar de cada uno de los fletes que hubiera en cada viaje, medio cuartón, la octava parte de una soldada”. Estas cantidades se guardaban en un arca cerrada con llave en la iglesia de El Salvador. De las tres llaves que se tenían, una la custodiaba en Beneficiado de la Parroquia Matriz, otra el Capitán “de la mar” que fuera el presidente de la cofradía y la tercera el mayordomo de la ermita de San Telmo. De las redenciones figuran, por ejemplo, el 24 de marzo de 1686, la de “los Hijos de La Palma don Gonzalo de Acosta y Pedro Marcelino, cautivos de los moros, a los que hubo de retribuir con 400 reales”. El 27 de septiembre de 1696 fueron igualmente rescatados Juan Rosado, Francisco Martín y Silvestre Mamparle por 600 reales, que igualmente habían sido apresados en la costa africana.
En la Visita de 1680 se notó que las cerraduras del arca habían sido limadas, faltando de su interior el caudal reservado para los rescates. A pesar de las oportunas diligencias, nada se supo de los autores del delito.
Nos recuerda Armando Yanes que, “en 1838 se fundó otro gremio de marinos, en atención a que el antiguo establecimiento había decaído mucho o, por mejor decir, hacía años que no tenía vida…”
Durante estos años que duró la obra del oratorio, las imágenes que tenía la antigua ermita quedaron depositadas en el santuario de San Francisco Javier en la llamada entonces Calle Real del Puerto –ermita desacralizada y hoy desaparecida- a donde fueron trasladadas procesionalmente. Se siguió celebrando allí de forma provisional la fiesta de San Telmo por parte de los mareantes hasta que regresó a su templo.
En el interior de la ermita que nos ocupa, destaca el magnífico retablo barroco, dorado y en perfecto estado de conservación que ya estaba construido el 26 de agosto de 1717, según consta en la Visita que hizo a la iglesia el Rvdo. Tovar y Sotelo, “Prevendado de la Santa Iglesia Catedral de Canaria”. Se cree que fue terminado poco después de 1680. Una de las características de esta joya es su remate en forma de gigantesca concha.
En este altar mayor aparece entronizada la talla policromada de San José y El Niño, formando grupo, en la hornacina central de la parte superior del retablo. También tallados y dorados se ubican a ambos lados las imágenes de San Miguel Arcángel y de San Fernando Rey.
El Crucificado que se hallaba en el nicho central bajo desde 1680, había sido retirado antes de 1925 por el mayordomo don Gabriel Gómez y Pelayo. Después de una estancia provisional en El Salvador, regresó a la ermita en 1965, situándose donde actualmente se halla, sobre una peana en el coro. Su lugar en la hornacina central del retablo mayor lo ocupó la magnífica talla de Nuestra Señora de La Luz, venerada como antigua Virgen del Carmen en la mencionada Parroquia Matriz.
A ambos lados se situaron dos tallas del Patrón de los Mareantes, la antigua y la nueva, hasta que llegó la efigie de San Vicente Ferrer, primitiva imagen de la ermita homónima de Velhoco de esta ciudad. Esta escultura desplazó del altar a la nueva talla de San Telmo, que pasó a la sacristía. Luego ésta se volvió a colocar en el retablo y es la antigua la que está fuera de culto.
Durante su fiesta, antiguamente después de la Pascua de Resurrección, era rescatado de allí y entronizado en el galeón. Más tarde, después de un período de crisis y decadencia, se empezó a celebrar junto con la Fiesta de la Virgen de la Luz.
La antigua imagen de San Telmo es estofada y, durante mucho tiempo, estuvo custodiada en casa de don Felipe Miguel Sosa Pérez, hasta que la depositó en la sacristía de la ermita.
La nueva talla fue realizada para ser colocada en el fabuloso galeón procesional que le sirve de andas. Se trata de una magnífica obra de dos metros por dos y medio de dimensión, tallada en madera y dorada al fuego. Es una maqueta, a modo de exvoto marinero, reproducción de un galeón español de fines del siglo XVII. Antes de 1934, el Director del Museo Naval de Madrid, el capitán de Corbeta don Julio Guillén y Talo, al contemplar embelesado esta obra de arte, quiso que se hiciera inmediatamente una copia para el museo. Desde entonces allí, en sitio preferente, se encuentra una exacta reproducción. Otra de menores dimensiones se ha colocado en el Museo Naval de Santa Cruz de La Palma, en el interior del Barco de la Virgen de Las Nieves.
La primitiva imagen de San Telmo salía en procesión en un trono de los usados corrientemente. En la Visita de 1681, se ordena la hechura de unas andas doradas para el Santo. Posiblemente es en esa época cuando surge la ingeniosa idea de construir el barco para los recorridos procesionales, siendo lógico pensar que de esta misma época data la nueva escultura.
Las dos imágenes -del llamado en su barrio cariñosamente “San Telmito”- presentan análoga iconografía: portan una vela de plata en una mano (“fuegos de San Telmo”) y en la otra un libro, si bien estos atributos no son los más frecuentes en el santo mártir, que murió eviscerado en Tuy (Pontevedra) en 1246 y que acompañó al Rey Fernando III en sus conquistas.
Ambas tallas están revestidas con el hábito de la Orden Dominica, escapulario y esclavina con capuchón de color blanco. Amplia capa y larga con otra capucha que cubre el anterior, de color negro. Ancha tonsura que ocupa la parte superior de la cabeza. Si bien la escultura antigua del santo es de talla completa estofada –que es preciso restaurar con urgencia- , la nueva es de candelero o de vestir.
En el Archipiélago es más habitual representarlo portando una nave en lugar del libro, o incluso un pescado (que alude a un milagro del Santo en cierta ocasión, que los obreros del puente que hizo construir en Rivadavia sobre el Miño, no tenían qué comer). Lo que aquí sucede es que la talla antigua lleva la vela en su mano izquierda, a la costumbre portuguesa (como se aprecia en Lisboa, Viana do Castelo, Setúbal…) y la nueva, la porta en la derecha (como en la representación del Museo Provincial de Sevilla, por ejemplo). Con casi total seguridad, las numerosas familias portuguesas que se afincaron en La Palma fueron las que importaron la forma iconográfica de nuestro Santo, ya que es lógico suponer que lo representaran como lo veneraban en su tierra.
Uno de sus exvotos fue, precisamente, esta magnífica representación de un galeón español que le sirve de andas procesionales. La imagen, que es colocada sobre el puente del barco todos los años, recorre los días 7 y 8 de septiembre, precediendo la preciosa talla de la Virgen, las angostas y empedradas callejuelas del barrio que lleva su nombre, entre el estruendo de los fuegos artificiales, el cántico de las loas, la luz de las bombillas y el adorno de banderas, gallardetes y estandartes… Es sobrecogedora la imagen del navío, sobre la que se lanza un sinfín de luces de colores que emanan de bengalas y ruedas de fuego, proyectando su estilizada silueta a lo largo de las paredes de las casas típicas, con un movimiento tal que sugiere al de un barco durante una terrible tempestad o una feroz batalla en altamar. Es fascinante.
Este original y bello trono, cuyo alto total es de 215 cms. y largo total 185 cms., está realizado en madera sobredorada, policromada y lienzo. Cuenta con un soporte de madera de cedro de una sola pieza de 11 cms. de espesor, con mástiles embutidos en el casco y otros elementos tallados, como son los cañones, jardín de popa, balaustres, mascarón de popa…
Para encontrar el origen de esta forma peculiar de andas hay que remontarse a la Edad Media, donde el barco era utilizado como nave procesional y carro naval y triunfal. Así, recordemos cómo en las descripciones de las fiestas valencianas con motivo de la canonización de Santo Tomás de Villanueva, impresas en 1651, se incluía un grabado que representaba un carro en forma de nave que transportaba la imagen del santo, realizado por el gremio de pescadores de aquella ciudad.
Otro ejemplo lo encontramos en el inventario de los bienes del Real Santuario de Nuestra Señora de Las Nieves, donde la talla de la Virgen del Buen Viaje llevaba a sus pies “una forma de nabío por peana de la imagen” .Así consta en la Visita del licenciado Pinto de Guisla en 1681. Es probable que el navío de San Telmo tomase como modelo éste de la Virgen Marinera, anterior a dicho año y desaparecido en el siglo XVIII. Recordemos que en el mencionado inventario se señala así mismo la existencia de “vn nauío de madera pintado y dorado que sirue de andas a la misma ymagen”.
La honda tradición marinera de San Miguel de La Palma y la vinculación del santuario de su patrona con los hombres de la mar, hizo que desde el siglo XVII contase con un altar dedicado a la patrona de los navegantes, Nuestra Señora del Buen Viaje. La imagen –escultura de influjo flamenco envuelta en ropajes barrocos- porta en su mano izquierda una estrella de plata y en su derecha lleva un velero en miniatura. Es un atributo que acredita, como nos informa Pérez Morera, “su condición de guía de los navegantes y responde al elogio mariano –Stella Maris- de la Letanía Lauretana…”
Gracias a la restauración a la que fue sometido entre los años 1998-1999 por el Taller Insular del Cabildo de La Palma, a solicitud de los vecinos del Barrio de San Telmo, podemos nuevamente apreciarlo en todo su esplendor. El equipo de profesionales estuvo compuesto por Isabel Concepción, Isabel Santos y Domingo Cabrera. El aparejo fue realizado por el maquetista naval Emilio Rodríguez García. Ha consistido en un tratamiento de restauración y conservación para devolverle la estabilidad y la calidad estética, tanto a la película pictórica como al conjunto de bellas jarcias y velas. Se eliminó el repinte de pinturas al aceite y purpurinas, así como el amarre incorrecto que presentaba el antiguo; el asentamiento de capas de policromías y oro; la limpieza y la reintegración diferenciadora de regatino y la protección final. Se hizo de nuevo el juego de portas de los cañones y las anclas.
Se recuperó incluso una tripulación formada por varios marineros diminutos toscamente tallados en madera, uno de ellos con un tambor. Fueron cuatro réplicas de los originales, copias del único existente. El tamborilero pudo ser reproducido a través de una fotografía antigua que se tenía. Se rescató igualmente la pintura al óleo de la Virgen con el Niño y de los cuatro Evangelistas (pilares simbólicos sobre los que se sustenta la doctrina de la Iglesia) que aparecían en la popa del buque y que recuerdan, según los investigadores Fernández García y Pérez Morera, “las maneras del pintor y escultor Bernardo Manuel de Silva (1651-1721)”. Este último profesor palmero también apunta a que esta pintura recuerda al lienzo del mismo prestigioso y polifacético artista en la que aparece la Virgen del Rosario con dos santos anacoretas (de aprox. 1701) y que se guarda en el suntuoso Santuario de Las Nieves.
Silva fue considerado como el artista más representativo del Barroco en La Palma y mantuvo durante toda su vida, estrechas relaciones con la confraternidad de mareantes, de la que –como vimos- San Telmo era el patrón. El arte de Bernardo Manuel de Silva acusa el triple influjo flamenco, portugués y sevillano, todo ello dentro del Barroco isleño como envolvente de su producción. En su faceta decorativa también encontramos puntos de contacto con el arte americano. Como no podía ser menos, la influencia flamenca, tan enraizada en la cultura palmera, es la más poderosa.
Aunque se considera de autor anónimo, varios estudiosos han apuntado a posibilidad de que este bello navío procesional se trate de una obra de Andrés del Rosario (1615-1693), a quien se le atribuye el magnífico retablo mayor de esta bella ermita.
El galeón de San Telmo, cuyas dimensiones son: altura del casco: 46 cms.; largo: 157 cms. ; ancho: 49 cms. , representa la alegoría de la Nave de la Iglesia Militante. Tiene en cada costado una hilera con catorce pequeños cañones que le sirven “para combatir a herejes y piratas, corsarios y enemigos que quieren abordarla”. Recordemos que el arte contrarreformista se representa iconográficamente a la Iglesia en una nave victoriosa, triunfante de la Batalla de Lepanto.
BIBLIOGRAFÍA:
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PÉREZ MORERA, Jesús. «Ermita de San Telmo», en. Magna Palmensis. Retrato de una ciudad, CajaCanarias, 2000.
- Idem. «Galeón de San Telmo», Arte en Canarias [siglos XV-XIX] Una mirada retrospectiva, Gobierno de Canarias, 2001
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YANES CARRILLO, Armando. Cosas viejas de la mar, Siete Islas, Santa Cruz de La Palma, 1953
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