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¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Me refiero no a lo que hay después de la muerte, pues todos sabemos que nos tocará Cielo, Infierno o Purgatorio, sino al momento de pasar de la vida a la muerte. ¿Cómo creéis que será? ¿Doloroso? ¿Angustioso?
La verdad es que es un tema en el que pienso bastante y a lo que tengo un poco de miedo no sé porqué. También lógicamente tengo miedo de no haber obrado correctamente en esta vida conforme a la Ley de Dios y tener que pagar las consecuencias.
¡VIVA ESPAÑA! ¡VIVA CRISTO REY! ¡VIVA LA HISPANIDAD!
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Pues para mi es un transito tranquilo y del cual no nos damos cuenta,como no nos damos cuenta cuando nacemos,siempre y cuando sea muerte natural,en accidentes si creo que hay milesimas de segundo de angustia por la forma de dejar la vida,vamos menos natural claro esta.
Saludo en Xto Rex et Maria Regina
Pro deo, Patria et Rex
No se ama lo que no se conoce
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Sí. La tengo presente, en cada uno de mis actos con una gran carga moral.
También me inquieta el hecho, de que en el mundo moderno en el que vivimos, no hay una causa que ofrezca una muerte heroica.
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Lo trágico es que la mayoría de la gente hoy en día no piense en la muerte o en las Postrimerías, o bien que tenga tanto miedo a la muerte que prefiera una muerte rápida o incluso mientras duerme para no sufrir mucho. El temor a la muerte es natural tenerlo, salvo quizá por una gracia sobrenatural de Dios. Sin embargo, como creo que ya dije en otro hilo no hace mucho, yo tengo más miedo a una muerte rápida o a morir mientras duermo si la muerte me sorprende desprevenido. Es preferible una muerte que aunque sea dolorosa y haga sufrir un poco dé al menos tiempo para ponerse bien con Dios. Yo procuro en la medida de lo posible estar en gracia de Dios, aunque lógicamente no soy ningún santo ni creo que llegue a serlo jamás. ¿Que si será doloroso o angustioso? Lo primero dependerá de cómo sea la muerte que nos toque. Lo segundo puede depender más de nuestra actitud personal o de lo preparados que estemos. De todos modos, aunque es normal que la idea de morir produzca cierta inquietud, tampoco hay motivo para estar angustiados. Yo sé que soy un pobre pecador, no soy ningún santo, pero amo a Dios, recibo los sacramentos, rezo y hago lo mejor que puedo. Y sé también que aunque al momento de morir no tuviera oportunidad de confesar, aun estando en pecado mortal, Dios es mi padre y basta un momento (un punto de contrición, como decía Don Juan Tenorio en expresión arcaica) de sincero arrepentimiento para no condenarse. Dios es nuestro Padre y acoge sin reservas a todo el que acuda a Él, como el padre del Hijo Pródigo, que salió a recibirlo al camino cuando lo vio regresar. Pocos se han detenido a pensar cuando oyen la parábola en misa o la leen en el Evangelio que el hijo venía nada menos que de una pocilga, es decir, algo abominable para los judíos, que consideran al cerdo un animal impuro. Y sin embargo el Padre corrió a recibir al hijo que venía sucio y maloliente de la pocilga y lo abrazó. O sea, que aunque estuviéramos sucios por los abominables pecados, nos perdona si estamos arrepentidos (y hasta perdona la simple atrición), así que no hay motivo para desesperar. De hecho, desesperar es pecado mortal. Es conveniente meditar en las Postrimerías, y conviene hacerse a la idea de que todos vamos a morir tarde o temprano. Los cristianos tenemos motivos sobrados para la esperanza. En cambio, el no creyente no tiene más perspectiva que la nada. Y si nos matan, nos hacen un favor. No creo que haya un momento de angustia necesariamente como dice Tercio; depende. Numerosos santos y mártires han muerto alegres y sonrientes, incluso en medio de tormentos dolorosos, y ateos y enemigos de la religión han muerto gritando de horror. Los que no somos ni santos ni demonios puede que tengamos algún momento de inquietud, pero todo dependerá de cómo o cuánto nos hayamos preparado. Y tal como están los tiempos, podría ser que algunos de nosotros fuéramos mártires. La verdad es que sería la mejor de las muertes. Pero sólo Dios sabe cuándo, cómo y dónde nos tocará.
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
El momento de la muerte no duele, como no duele el sueño, y es parte de la vida. Lo horroroso es pensar en ella sin creer en Dios, sin tener la fe en su Mensaje de amor infinito hacia sus criaturas a través de Cristo y la esperanza de su promesa a través de la Palabra. Suscribo una a una las palabras de Hyeronimus, pero quiero añadir algo más. Cambiemos el término "muerte", que es bastante feo y siniestro, por la expresión "Paso a la otra vida" y ya nos suena mucho más dulce. Ahora, hagamos un ejercicio de reflexión: ¿a qué tememos realmente? En mi opinión a la ignorancia sobre lo que nos vamos a encontrar y, particularmente, al egoísmo de dejar este mundo. Preferimos el dolor, la miseria, los problemas por muy graves que puedan ser, que la esperanza de una vida infinita de beatitud en la contemplación de Dios. Claro que, tampoco es preciso estar deseando que llegue el momento más importante de nuestros días, pero sí estar preparados para ello.
Un abrazo a todos en Cristo Rey.
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
En general concuerdo contigo, Valmadian, pero el término muerte en sí no tiene por qué ser negativo en sí. Si tenemos fe y tenemos las cosas claras, la muerte no hay que verla como algo malo. Ya dijo San Pablo aquello de "para mí el vivir es Cristo y el morir ganancia". No es necesario, como dices, desear que llegue la muerte pero sí estar preparados para ella. Y el legionario que canta todos los días "Soy el novio de la muerte" y emplea lemas como "Viva la muerte" ya está bastante mentalizado y preparado, y si además es creyente, mejor aún. No digo que tengamos que ponernos a cantar con frecuencia necesariamente el himno legionario, pero es bueno meditar con frecuencia en la muerte. Otra preciosa canción sobre esperar la muerte ilusionado es el corrido cristero mejicano "El martes me fusilan" (http://hispanismo.org/hispanoamerica/4562-la-cristiada-de-mexico.html; ver post nº3 de ese hilo <font color="#000000">http://www.youtube.com/watch?v=H6k39...yer_detailpage). Todo un testimonio de fe y de esperanza, y además desde una perspectiva enteramente católica libre de ese gusto morboso y truculento por la muerte tan extendido en México.
Y no me resisto a incluir aquí el "que muero porque no muero".
La versión de Santa Teresa:
Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero,
Aquesta divina unión
del amor con que yo vivo,
hace a Dios ser mi cautivo
y libre mi corazón:
mas causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay! ¡Qué larga es esta vida,
qué duros estos destierros,
esta cárcel y estos hierros,
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa un dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay! ¡Qué vida tan amarga
do no se goza al Señor!
Y si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga:
quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
que muero porque no muero.
Sólo con la confianza
vivo de que he de morir;
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza:
muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira que el amor es fuerte:
vida, no me seas molesta;
mira que sólo te resta,
para ganarte, perderte;
venga ya la dulce muerte,
venga el morir muy ligero,
que muero porque no muero.
Aquella vida de arriba
es la vida verdadera:
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva:
muerte, no seas esquiva;
vivo muriendo primero,
que muero porque no muero.
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es perderte a ti,
por mejor a El gozarle?
Quiero, muriendo, alcanzarle,
pues a El solo es al que quiero,
que muero porque no muero.
Estando ausente de ti,
¿qué vida puedo tener,
si no muerte padecer,
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
por ser mi mal tan entero,
que muero porque no muero.
El pez que del agua sale
aun de alivio no carece;
a quien la muerte padece,
al fin la muerte le vale:
¿qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
que muero porque no muero?
Cuando me empiezo a aliviar
viéndote en el Sacramento,
me hace más sentimiento
el no poderte gozar:
todo es para más penar,
por no verte como quiero,
que muero porque no muero.
Cuando me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
viendo que puedo perderte
se me dobla mi dolor:
viviendo en tanto pavor,
y esperando como espero,
que muero porque no muero.
Sácame de aquesta muerte,
mi Dios, y dame la vida,
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte;
mira que muero por verte,
y vivir sin ti no puedo,
que muero porque no muero.
Lloraré mi muerte ya
y lamentaré mi vida,
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡Oh mi Dios, cuándo será
cuando yo diga de vero
que muero porque- no muero!
Vivo ya fuera de mí
después que muero de amor;
porque vivo en el Señor
que me quiso para sí:
cuando el corazón le di,
puso en mí este letrero:
que muero porque no muero.
Acaba ya de dejarme,
vida: no me seas molesta;
porque muriendo ¿qué resta,
sino vivir y gozarme?
No dejes de consolarme,
muerte, que así te requiero,
que muero porque no muero.
Y la de San Juan de la Cruz:
Vivo sin vivir en mí,
y de tal manera espero,
que muero, porque no muero.
En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo,
pues sin él, y sin mí quedo,
¿este vivir qué será?
mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo, porque no muero.
Esta vida, que yo vivo
es privación de vivir,
y así es continuo morir,
hasta que viva contigo:
oye mi Dios, lo que digo,
que esta vida no la quiero,
que muero, porque no muero.
Estando ausente de ti,
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer,
la mayor que nunca vi?
lástima tengo de mí,
pues de fuerte persevero,
que muero, porque no muero.
El pez que del agua sale,
Aún de alivio no carece,
que la muerte que padece,
al fin la muerte le vale;
¿qué muerte habrá que se iguale
a mi vivir lastimero,
pues si más vivo, más muero?
Cuando me empiezo aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento,
el no te poder gozar:
todo es para más penar,
y mi mal es tan entero,
que muero, porque no muero.
Y si me gozo, Señor,
con esperanza de verte,
en ver que puedo perderte,
se me dobla mi dolor,
viviendo en tanto pavor,
y esperando, como espero,
me muero, porque no muero.
Sácame de aquesta muerte,
mi Dios, y dame la vida,
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte,
mira que muero por verte,
y de tal manera espero,
que muero, porque no muero.
Lloraré mi muerte ya,
y lamentaré mi vida,
en tanto, que detenida
por mis pecados está:
¡oh mi Dios, cuándo será,
cuando yo diga de vero
vivo ya, porque no muero!
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE
http://eccechristianus.files.wordpre...pg?w=390&h=550
Necesario es pensar en el paso de la muerte. Es una de las mayores y provechosas consideraciones que un cristiano puede tener, así, para alcanzar la verdadera sabiduría y a la vez huir del pecado, como también para comenzar al ajustar los tiempos para cuando llegue la hora cumbre de nuestra vida.
Menester es pedir a Nuestro Señor nos proporcione los dones de la meditación de ese momento y sentirlo propio, haciendo cuenta que estás acostado en una cama, desahuciado y de los médicos, entendiendo de cierto que hemos de morir. Pensemos cuan incierta es aquella hora en que nos ha de asaltar la muerte, porque no sabremos que día, ni en que lugar, ni en que disposición nos tomará. Lo único seguro es que la muerte se hará presente, todo lo demás es incierto, quizá cuando estemos mas despreocupados y olvidados de ella. Importante es saber diferenciar las cosas que se habrán de hacer, separar entre todas las cosas que se aman de este mundo, entre el alma y el cuerpo, compañía tan antigua y tan amada. Si pudiésemos como desterrados llevarnos todo lo que en vida amamos, ¡que grande dolor sería este destierro universal! los amigos, la casa, los hijos, el padre, la madre, de esta luz y aire común, en fin… de todas las cosas.
Si un buey da bramidos cuando le apartan de otro buey con quien araba, ¿que bramido será el de nuestro corazón cuando nos parten de todos aquellos con cuya compañía trajimos a cuestas el yugo de las cargas de esta vida?
El cuerpo por muy honrado que haya sido, no le puede caber otra suerte mejor que un hoyo de siete pies de largo en compañía de otros muertos; más del alma no se sabe de cierto que pasará con ella, porque aunque la esperanza de la Divina Misericordia le da fuerzas, la consideración de los pecados la desmaya. Adherido con ésto la grandeza de la justicia de Dios y la profundidad de sus juicios, el cual muchas veces cruza los brazos y trueca las suertes de los hombres. El ladrón sube de la cruz al paraíso (1) judas cae al infierno desde la cumbre del Apostolado; Manasés halló lugar de penitencia después de tantas abominaciones, y Salomón no sabemos si le halló después de tantas virtudes. En esa hora, es una de las mayores congojas que ahí se padecen: saber que hay gloria y pena para siempre, tan cerca lo uno de lo otro, y no saber cuál de estas dos suertes tan desiguales nos ha de caber.
Tras de esta congoja se sigue otra no menor, que es la cuenta que se ha de dar, la cual es tal, que hace temblar a los más esforzados. Del Abad Arsenio se escribe que, estando ya para morir empezó a temer, y como sus discípulos le dijesen “Padre ¿ y tu hora temes?”, respondiendo: “Hijos, no es nuevo en mí éste temor, porque siempre viví con él”. Allí, pues, se le representan al hombre todos los pecados de la vida pasada, como un escuadrón de enemigos que viene a dar sobre él, y los más grandes y en que mayor deleite recibió, éstos se representarán más vivamente, y le serán causa de mayor temor. Viene a la memoria la doncella deshonrada, la casada solicitada, el pobre despojado y maltratado… el prójimo escandalizado. Allí dará voces contra mí, no la sangre de Abel, sino la sangre de Cristo, la cual yo derramé y desprecié cuando al prójimo escandalicé; y si esta causa se ha de sentenciar según aquella ley que dice “Ojo por ojo, diente por diente y herida por herida” (2), ¿que espera quién echó a perder a un alma si es juzgado por ésta ley? ¡Oh cuán amarga es allí la memoria del deleite pasado, que en otro tiempo parecía tan dulce! “No mires al vino cuando está dorado y cuando resplandece en el vidrio su color, porque aunque al tiempo de beber parece blando, más a la postre muerde como culebra y derrama su ponzoña como basilisco” (3). ¡Oh si supiesen los hombre cuán grande verdad es esta que aquí se nos dice! ¿Que picadura hay de culebra que así lastime, como aquí lastimará la memoria del deleite pasado? Estas son las heces (4) de aquel brebaje ponzoñoso del enemigo; éste es el dejo que tiene aquel cáliz (5) de Babilonia, dorado por fuera.
Después de esto suceden los Sacramentos de la Confesión y la Comunión, al cabo el de la Extremaunción, que es el último socorro nos puede ayudar con aquel trabajo; y así en éste como en los otros, debes considerar las ansias y congojas que allí el hombre padecerá por haber vivido mal, y cuanto quisiera haber llevado otro camino.
Salida ya el alma de las carnes, aún quedan dos caminos por andar: el uno acompañando el cuerpo hasta la sepultura, y el otro siguiendo el alma hasta la determinación de su causa, considerando lo que a cada una de éstas partes le acaecerá. Veamos pues, cuál quedará el cuerpo cuando el alma le desampara; cuál es aquella noble vestidura que le aparejan para enterrarle y cuan presto procuran echarle de la casa. Considera su entierro con todo lo que en él pasará: El doblar de las campanas, el preguntar todos por el muerto, los oficios y los cantos dolorosos de la Iglesia, el acompañamiento y sentimiento de los amigos, y, finalmente, todas las particularidades que allí suelen ocurrir, hasta dejar el cuerpo en la sepultura, donde quedará sepultado en aquella tierra de perpetuo olvido.
Dejado el cuerpo en la sepultura, ir luego en pos del alma y mirar el camino que nos llevará a aquella nueva región, en la que finalmente pasará y será juzgada. Ya estas presente en el juicio, toda la corte está aguardando el fin de esta sentencia, donde se hará cargo y descargo de todo lo recibido, hasta el cabo de la agujeta. Allí se pedirá cuenta de la vida, de la hacienda, de la familia, de las inspiraciones de Dios, de los aparejos que tuvimos para bien vivir, y, sobre todo, de la Sangre de Cristo, y del uso de sus sacramentos; y allí será cada uno juzgado según la cuenta que diere de lo recibido.
BASADO EN LA MEDITACIÓN DE LA MUERTE de FRAY LUIS DE GRANADA
NOTAS:
1. Lc. 23; Mt. 27; 2 Par 33 y 36
2. Ex. 21, 24.
3. Prov. 23, 31.
4. Apoc. 17
5. Jer. 51, 7
Ecce Christianus
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
viernes, 27 de noviembre de 2015
LIBERAOS RENUNCIANDO AL MUNDO QUE OS ABORRECE por san Cipriano
http://3.bp.blogspot.com/-_qZQRQEhxr...no%2Bfrase.png
RECHACEMOS EL TEMOR A LA MUERTE CON EL PENSAMIENTO DE LA INMORTALIDAD QUE LA SIGUE
Nunca debemos olvidar que nosotros no hemos de cumplir nuestra propia voluntad, sino la de Dios, tal como el Señor nos mandó pedir en nuestra oración cotidiana. ¡Qué contrasentido y qué desviación es no someterse inmediatamente al imperio de la voluntad del Señor, cuando él nos llama para salir de este mundo! Nos resistimos y luchamos, somos conducidos a la presencia del Señor como unos siervos rebeldes, con tristeza y aflicción, y partimos de este mundo forzados por una ley necesaria, no por la sumisión de nuestra voluntad; y pretendemos que nos honre con el premio celestial aquel a cuya presencia llegamos por la fuerza. ¿Para qué rogamos y pedimos que venga el reino de los cielos, si tanto nos deleita la cautividad terrena? ¿Por qué pedimos con tanta insistencia la pronta venida del día del reino, si nuestro deseo de servir en este mundo al diablo supera al deseo de reinar con Cristo?
Si el mundo odia al cristiano, ¿por qué amas al que te odia, y no sigues más bien a Cristo, que te ha redimido y te ama? Juan, en su carta, nos exhorta con palabras bien elocuentes a que no amemos el mundo ni sigamos las apetencias de la carne: No améis al mundo -dice- ni lo que hay en el mundo. Quien ama al mundo no posee el amor del Padre, porque todo cuanto hay en el mundo es concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida. El mundo pasa y sus concupiscencias con él. Pero quien cumple la voluntad de Dios permanece para siempre. Procuremos más bien, hermanos muy queridos, con una mente íntegra, con una fe firme, con una virtud robusta, estar dispuestos a cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que ésta sea; rechacemos el temor a la muerte con el pensamiento de la inmortalidad que la sigue. Demostremos que somos lo que creemos.
Debemos pensar y meditar, hermanos muy amados, que hemos renunciado al mundo y que mientras vivimos en él somos como extranjeros y peregrinos. Deseemos con ardor aquel día en que se nos asignará nuestro propio domicilio, en que se nos restituirá al paraíso y al reino, después de habernos arrancado de las ataduras que en este mundo nos retienen. El que está lejos de su patria es natural que tenga prisa por volver a ella. Para nosotros, nuestra patria es el paraíso; allí nos espera un gran número de seres queridos, allí nos aguarda el numeroso grupo de nuestros padres, hermanos e hijos, seguros ya de su suerte, pero solícitos aún de la nuestra. Tanto para ellos como para nosotros significará una gran alegría el poder llegar a su presencia y abrazarlos; la felicidad plena y sin término la hallaremos en el reino celestial, donde no existirá ya el temor a la muerte, sino la vida sin fin.
Allí está el coro celestial de los apóstoles, la multitud exultante de los profetas, la innumerable muchedumbre de los mártires, coronados por el glorioso certamen de su pasión; allí las vírgenes triunfantes, que con el vigor de su continencia dominaron la concupiscencia de su carne y de su cuerpo; allí los que han obtenido el premio de su misericordia, los que practicaron el bien, socorriendo a los necesitados con sus bienes, los que, obedeciendo el consejo del Señor, trasladaron su patrimonio terreno a los tesoros celestiales. Deseemos ávidamente, hermanos muy amados, la compañía de todos ellos. Que Dios vea estos nuestros pensamientos, que Cristo contemple este deseo de nuestra mente y de nuestra fe, ya que tanto mayor será el premio de su amor, cuanto mayor sea nuestro deseo de él.
Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la muerte
(Cap. 18, 24. 26: CSEL 3, 308. 312-314). Tìtulo del post de Catolicidad.
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Fuente:
Catolicidad: LIBERAOS RENUNCIANDO AL MUNDO QUE OS ABORRECE por san Cipriano
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Abuso de la Divina Misericordia
¿No sabéis que la benignidad de Dios te convida a penitencia? (Romanos. 2, 4)
PUNTO PRIMERO
DIOS ES MISERICORDIOSO PERO TAMBIÉN ES JUSTO
Refiérese en la parábola de la cizaña que, habiendo crecido en un campo esa mala hierba mezclada con el buen grano, querían los criados ir a arrancarla. Pero el amo les replicó: “Dejadla crecer: después la arrancaremos para echarla al fuego” (Mateo. XIII, 29-30). Infiérase de esta parábola, por una parte, la paciencia de Dios para con los pecadores, y por otra, su rigor con los obstinados.
a misericordia se usa con quien teme a Dios, no con quien la utiliza para no temerle
Dice San Agustín que el enemigo engaña de dos maneras a los hombres:“Con desesperación y con esperanza”. Cuando el pecador ha pecado ya, le mueve a desesperarse por el temor de la divina justicia; pero antes de pecar le anima a que caiga en tentación por la esperanza de la divina misericordia. Por eso el Santo nos amonesta diciendo: “Después del pecado ten esperanza en la misericordia; antes del pecado teme la divina justicia”. Y así es, en efecto. Porque no merece la misericordia de Dios el que se sirve de ella para ofenderle. La misericordia se usa con quien teme a Dios, no con quien la utiliza para no temerle. El que ofende a la justicia –dice el Abulense–, puede acudir a la misericordia; más el que ofende a la misericordia, ¿a quién acudirá?
Difícilmente se hallará un pecador tan desesperado que quiera expresamente condenarse. Los pecadores quieren pecar, más sin perder la esperanza de salvación. Pecan, y dicen: Dios es la misma bondad; aunque ahora peque, yo me confesaré más adelante. Así piensan los pecadores, dice San Agustín.Pero, ¡oh Dios mío!, así pensaron muchos que ya están condenados.
“No digas –exclama el Señor– la misericordia de Dios es grande: mis innumerables pecados, con un acto de contrición me serán perdonados” (Ecl. 5, 6). No habléis así –nos dice el Señor–. ¿Y por qué? “Porque su ira está pronta como su misericordia; y su ira mira a los pecadores” (Ecl. 5, 7).
Los pecadores –escribe San Basilio– no quieren ver más que la mitad”. “Bueno es el Señor; pero, además, es justo. No queramos c
La misericordia de Dios es infinita; pero los actos de ella, o sea los de conmiseración, son finitos. Dios es clemente, pero también justo. “Soy justo y misericordioso –dijo el Señor a Santa Brígida–, y los pecadores sólo atienden a la misericordia”. “Los pecadores –escribe San Basilio– no quieren ver más que la mitad”. “Bueno es el Señor; pero, además, es justo. No queramos considerar únicamente una mitad de Dios”. Sufrir al que se sirve de la bondad de Dios para más ofenderle –decía el B. Ávila–, antes fuera injusticia que misericordia. La clemencia fue ofrecida al que teme a Dios, no a quien abusa de ella. Et misericordia ejus timentibus eum, como exclamaba en su cántico la Virgen Santísima. A los obstinados los amansa la justicia, porque, como dice San Agustín, la veracidad de Dios resplandece aun en sus amenazas.
“Guardaos –dice San Juan Crisóstomo– cuando el demonio (no Dios) os promete la divina misericordia con el fin de que pequéis”. “¡Ay de aquel –añade San Agustín– que para pecar atiende a la esperanza!… (In Sal. 144). ¡A cuántos ha engañado y perdido esa vana ilusión!”. ¡Desdichado del que abusa de la piedad de Dios para ofenderle más!… Lucifer – como afirma San Bernardo– fue con tan asombrosa presteza castigado por Dios, porque al rebelarse esperaba que no recibiría castigo.
El rey Manasés pecó, convirtiéndose luego, y Dios le perdonó. Más para Amón, su hijo, que, viendo cuán fácil había conseguido el perdón su padre, llevó mala vida con esperanza de ser también perdonado, no hubo misericordia. Por esa causa –dice San Juan Crisóstomo– se condenó Judas, porque se atrevió a pecar confiando en la benignidad de Jesucristo.
En suma: si Dios espera con paciencia, no espera siempre. Pues si el Señor siempre nos tolerase, nadie se condenaría; pero la opinión más común es que la mayor parte de los cristianos adultos se condena. “Ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por él” (Mateo. VII, 13).
Quien ofende a Dios, fiado en la esperanza de ser perdonado, “es un escarnecedor y no un penitente” –dice San Agustín–. Por otra parte, nos afirma San Pablo que “Dios no puede ser burlado” (Gálatas. VI, 7). Y sería burlarse de Dios el ofenderle siempre que quisiéramos y luego ir a la gloria.Quien siembra pecados no ha de esperar otra cosa que el eterno castigo del infierno (Gálatas. VI, 8).
La red con que el demonio arrastra a casi todos los cristianos que se condenan es, sin duda, ese engaño con que los seducía diciéndoles: Pecad libremente, que a pesar de todo ello os habéis de salvar. Mas el Señor maldice al que peca esperando perdón.
La esperanza después del pecado, cuando el pecador de veras se arrepiente, es grata a Dios; pero la de los obstinados le es abominable (Job. XI, 20). Semejante esperanza provoca el castigo de Dios, así como provocaría a ser castigado el siervo que ofendiese a su señor precisamente porque éste es bondadoso y amable.
AFECTOS Y SÚPLICAS
¡Ah Dios mío! ¡Mirad cómo soy uno de los que os han ofendido porque erais bueno con ellos!… ¡Oh Señor!, esperadme aún. No me abandonéis todavía, que yo espero, con el auxilio de vuestra gracia, no provocaros más a que me dejéis.
Me arrepiento, ¡oh Bondad infinita!, de haberos ofendido y de haber tanto abusado de vuestra paciencia. Os doy gracias porque hasta ahora me habéis tolerado. Y de hoy en adelante no volveré a ser, como he sido, un miserable traidor. Ya que me habéis esperado para verme algún día convertido en fervoroso amante de vuestra bondad, creed, como yo espero, que ese dichoso día ha llegado ya. Os amo sobre todas las cosas; aprecio vuestra gracia más que a todos los reinos del mundo, y antes que perderla preferiría perder mil veces la vida.
Dios mío, por amor de Jesucristo, concededme, con vuestro santo amor, el don de la perseverancia hasta la muerte. No permitáis que de nuevo os haga traición ni deje de amaros.
Y Vos, Virgen María, en quien espero siempre, alcanzadme la perseverancia final, y nada más pido.
PUNTO SEGUNDO
Dirá, quizá, alguno: “Puesto que Dios ha tenido para mí tanta clemencia en lo pasado, espero que la tendrá también en lo venidero”. Mas yo respondo: “Y por haber sido Dios tan misericordioso contigo, ¿quieres volver a ofenderle?” “¿De ese modo –dice San pablo– desprecias la bondad y paciencia de Dios? ¿Ignoras que si el Señor te ha sufrido hasta ahora no ha sido para que sigas ofendiéndole, sino para que te duelas del mal que hiciste?” (Romanos. II, 4). Y aun cuando tú, fiado en la divina misericordia, no temas abusar de ella, el Señor te la retirará. “Si vosotros no os convirtiereis, entensará su arco y le preparará” (Salmo. VII, 13). Mía es la venganza, y Yo les daré el pago a su tiempo (Deuteronomio. XXXII, 35). Dios espera; más cuando llega la hora de la justicia, no espera más y castiga.
Aguarda Dios al pecador a fin de que se enmiende (Isaías. XXX, 18); pero al ver que el tiempo concedido para llorar los pecados sólo sirve para que los acreciente, válese de ese mismo tiempo para ejercitar la justicia (Lm. I, 15). De suerte que el propio tiempo concedido, la misma misericordia otorgada, serán parte para que el castigo sea más riguroso y el abandono más inmediato. “Hemos medicinado a Babilonia y no ha sanado. Abandonémosla” (Jer. LI, 9).
¿Y cómo nos abandona Dios? O envía la muerte al pecador, que así muere sin arrepentirse, o bien le priva de las gracias abundantes y no le deja más que la gracia suficiente, con la cual, si bien podría el pecador salvarse, no se salvará. Obcecada la mente, endurecido el corazón, dominado por malos hábitos, será la salvación moralmente imposible; y así seguirá, si no en absoluto, a lo menos moralmente abandonado. “Le quitará su cerca, y será talada…” (Is. V, 5). ¡Oh, qué castigo! Triste señal es que el dueño rompa el cercado y deje que en la viña entren los que quisieren, hombres y ganados: prueba es de que la a abandona.
Así, Dios, cuando deja abandonada un alma, le quita la valla del temor, de los remordimientos de conciencia, la deja en tinieblas sumida, y luego penetran en ella todos los monstruos del vicio (Sal. 103, 20). Y el pecador, abandonado en esa oscuridad, lo desprecia todo: la gracia divina, la gloria, avisos, consejos y excomuniones; se burlará de su propia condenación (Proverbios. XVIII, 3).
Le dejará Dios en esta vida sin castigarle, y en esto consistirá su mayor castigo.
“Apiadémonos del impío…; no aprenderá (jamás) justicia” (Is. 26, 10).Refiriéndose a ese pasaje, dice San Bernardo: “No quiero esa misericordia, más terrible que cualquier ira”.
Terrible castigo es que Dios deje al pecador en sus pecados y, al parecer, no le pida cuenta de ellos (Salmo. X, 4). Diríase que no se indigna contra él (Ezequiel. XVI, 42) y que le permite alcanzar cuanto de este mundo desea (Salmo. LXXX, 13). ¡Desdichados los pecadores que prosperan en la vida mortal! ¡Señal es que Dios espera a ejercitar en ellos su justicia en la vida eterna! Pregunta Jeremías (Jeremías. XII, 1): “¿Por qué el camino de los impíos va en prosperidad?” Y responde en seguida (Jeremías. XII, 3): “Congrégalos como el rebaño para el matadero”.
No hay, pues, mayor castigo que el de que Dios permita al pecador añadir pecados a pecados, según lo que dice David (Salmo. LVIII, 28-29): “Ponles maldad sobre maldad…borrados sean del libro de los vivos”; acerca de lo cual dice San Belarmino: “No hay castigo tan grande como que el pecado sea pena del pecado”. Más le valiera a alguno de esos infelices que cuando cometió el primer pecado el Señor le hubiera hecho morir; porque muriendo después, padecerá tantos infiernos como pecados hubiere cometido.
AFECTOS Y SÚPLICAS
Bien veo, Dios mío, que en este miserable estado he merecido que me privaseis de vuestras luces y gracias. Mas por la inspiración que me dais, y oyendo que me llamáis a penitencia, reconozco que todavía no me habéis abandonado. Y puesto que así es, acrecentad, Señor mío, vuestra piedad en mi alma, aumentadme la divina luz y el deseo de amaros y serviros.
Transformadme, ¡oh Dios mío!, y de traidor y rebelde que fui, mudadme en fervoroso amante de vuestra bondad, a fin de que llegue para mí el venturoso día en que vaya al Cielo para alabar eternamente vuestras misericordias. Vos, Señor, queréis perdonarme, y yo sólo deseo que me otorguéis vuestro perdón y vuestro amor. Duélome, ¡oh Bondad infinita!, de haberos ofendido tanto.
Os amo, ¡oh Sumo Bien!, porque así lo mandáis y porque sois dignísimo de ser amado. Haced, pues, Redentor mío, que os ame este pecador tan amado de Vos, y con tal paciencia por Vos esperado. Todo lo espero de vuestra piedad inefable. Confío en que os amaré siempre en lo sucesivo, hasta la muerte y por toda la eternidad (Salmo. LXXXIII, 3), y que vuestra clemencia, Jesús mío, será perdurable objeto de mis alabanzas.
Siempre también alabaré, ¡oh María!, vuestra misericordia, por las gracias innumerables que me habéis alcanzado. A vuestra intercesión las debo. Seguid, Señora mía, ayudándome y alcanzadme la santa perseverancia.
PUNTO TERCERO
Refiérese en la Vida del Padre Luis de Lanuza que cierto día dos amigos estaban paseando juntos en Palermo, y uno de ellos, llamado César, que era comediante,
notando que el otro se mostraba pensativo en extremo, le dijo: “Apostaría a que has ido a confesarte, y por eso estás tan preocupado… Yo no quiero acoger tales escrúpulos… Un día me dijo elPadre Lanuza que Dios me daba doce años de vida y que si en ese plazo no me enmendaba tendría mala suerte. Después he viajado por muchas partes del mundo; he padecido varias enfermedades, y en una de ellas estuve a punto de morir… Pero en este mes, cuando van a terminar los famosos doce años, me hallo mejor que nunca…”. Y luego invitó a su amigo a que fuese, el sábado inmediato, a ver el estreno de una comedia que el mismo César había compuesto… Y en aquel sábado, que fue el 24 de noviembre de 1668, cuando César se disponía a salir a escena, dióle de improviso una congestión y murió repentinamente en brazos de una actriz. Así acabó la comedia.
Pues bien, hermano mío; cuando la tentación del enemigo te mueva a pecar otra vez, si quieres condenarte puedes libremente cometer el pecado; mas no digas que deseas tu salvación. Mientras quieras pecar, date por condenado, e imagina que Dios decreta su sentencia, diciendo: “¿Qué más puedo hacer por ti, ingrato, de lo que ya hice?” (Isaías. V, 4). Y ya que quieres condenarte, condénate, pues… tuya es la culpa.
Dirás, acaso, que en dónde está ese modo de misericordia de Dios… ¡Ah desdichado! ¿No te parece misericordia el haberte Dios sufrido tanto tiempo con tantos pecados? Prosternado ante Él y con el rostro en tierra debieras estar dándole gracias y diciendo: “Misericordia del Señor es que no hayamos sido consumidos” (Lm. 3, 22).
Al cometer un solo pecado mortal incurriste en delito mayor que si hubieras pisoteado al primer soberano del mundo. Y tantos y tales has cometido que si esas ofensas de Dios las hubieses hecho contra un hermano tuyo, no las hubiera éste sufrido… Más Dios no sólo te ha esperado, sino que te ha llamado muchas veces y te ha ofrecido el perdón. ¿Qué más debía hacer? (Isaías. V, 4).
Si Dios tuviese necesidad de ti, o si le hubiese honrado con grandes servicios, ¿podría haberse mostrado más clemente contigo? Así, pues, si de nuevo volvieras a ofenderle, harías que su divina misericordia se trocara en indignación y castigo.
Si aquella higuera hallada sin frutos por su dueño no los hubiera dado tampoco después del año de plazo concedido para cultivarla, ¿quién osaría esperar que se le diese más tiempo y no fuese cortada? Escucha, pues, lo que dice San Agustín: “¡Oh árbol infructuoso!, diferido fue el golpe de la segur. ¡Mas no te creas seguro, porque serás cortado! Fue aplazada la pena –expresa el Santo–, pero no suprimida. Si abusas más de la divina misericordia, el castigo te alcanzará: serás cortado”.
¿Esperas, por tanto, a que el mismo Dios te envíe al infierno? Pues si te envía, ya lo sabes, jamás habrá remedio para ti. Suele el Señor callar, mas no por siempre. Cuando llega la hora de la justicia, rompe el silencio. Esto hiciste y callé. Injustamente creíste que sería tal como tú. Te argüiré y te pondré ante tu propio rostro (Salmo. XLIX, 21). Te pondrá ante los ojos los actos de divina misericordia, y hará que ellos mismos te juzguen y condenen.
AFECTOS Y SÚPLICAS
¡Ah Dios mío! Desventurado de mí si después de haber recibido la luz que ahora me dais, volviese a ser infiel haciéndoos traición. Esas luces, señales son de que deseáis perdonarme. Me arrepiento, ¡oh Sumo Bien!, de cuantas ofensas hice a vuestra infinita bondad. Por vuestra preciosísima Sangre espero el perdón ciertamente. Mas si de nuevo me apartara de Vos, reconozco que merecería un infierno a propósito creado para mí.
Tiemblo, Dios de mi alma, por la posibilidad de volver a perder vuestra gracia. Porque muchas veces he prometido seros fiel, y luego nuevamente me he rebelado contra Vos… No lo permitáis, Señor; no me abandonéis en esta inmensa desgracia de verme otra vez convertido en un enemigo vuestro. Dadme otro castigo; pero ése, no. “No permitáis que me aparte de Vos”.
Si veis que he de ofenderos, haced que antes pierda la vida. Acepto la muerte más dolorosa antes que llorar la desdicha de verme privado de vuestra gracia. Ne permitas me separari a Te. Lo repito, Dios mío, y haced que lo repita siempre: “No permitáis que me separe de Vos. Os amo, carísimo Redentor mío, y no quiero separarme de Vos”. Concededme, por los merecimientos de vuestra muerte, amor tan fervoroso que con Vos me una estrechamente y jamás pueda alejarme de Vos.
!Ayudadme, ¡oh Virgen María!, con vuestra intercesión y alcanzadme la santa perseverancia y el amor a Cristo Jesús.
“PREPARACIÓN PARA LA MUERTE”
San Alfonso María de Ligorio
Abuso de la Divina Misericordia - Adelante la Fe
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Muy pocas veces. Sin embargo, los Padres del desierto, aconsejan siempre tener en mente el "memento mori", con el fin, de perfeccionar en humildad, de morir cada día al hombre viejo, de sabernos que somos "polvo y al polvo volveremos", de que somos solo peregrinos, y esto nos hace concientizar más en ir perfeccionando nuestro vida cristiana, y en crecer en Santidad, creo que este ejercicio, así como a los padres del desierto, como los monjes y frailes, también nos pueden ayudar a nosotros, para ir viviendo más santamente.
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Yo pienso en la muerte mas de lo aconsejado. Sera dolorosa, o todo apunta a ello (fumo), Me preocupa mas el transito hacia la muerte que la muerte en si misma.
Me preocupa que encontrare despues de morir?¿, claro, mi agnosticismo no me prohibe creer que exista algo tras la muerte, el que?¿, lo desconozco.
No se, pasar a otro plano existencial, volver al comienzo de mi vida repitiendo una y otra vez dorante un tiempo infinito todos y cada uno de los mismos errores (pensar eso me da escalofrios), o quizas volver a lo mismo con la posibilidad de poder enmendarlos, ser una fantasma y poder asustar a los demas con apariciones (eso suena divertido)...no puedo plantearme nada en concreto.
Se lo que no quiero, el cielo que describis como cielo, alli perderia el punto comparativo indispensable para mi. El infierno que adivinais, pues...no, tampoco, el purgatorio...oh...como saber que sucede en el purgatorio¿?.
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
MEDITACIÓN
IMPRESIONANTE MEDITACIÓN: de la Muerte
29/11/16
por Meditación del día
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Escrito por Meditación del día
Para el primer martes de Adviento
PUNTO PRIMERO: El Apóstol S. Pablo testifica, que así como todos hemos de parecer en el juicio; para dar cuenta de nuestras vidas, así también está determinado que todos, sin exceptuar alguno, pasemos primero por la muerte, que esta es una verdad tan infalible, que aunque las otras del juicio, infierno y gloria las sabemos por la Fe Divina, que no puede padecer engaño, esta la sabemos por la fe, y por la experiencia que nos muestra que todos somos mortales, y todos morimos, y cada día nos vamos acercando a la muerte, según lo cual el primer punto que se ha de meditar en esta materia es la certidumbre de la muerte, esta es infalible; y tú que estás leyendo esta escritura has de morir infaliblemente, y Dios está mirando el tiempo y el lugar y la enfermedad con que has de rematar la vida, sin que haya en esto réplica, ni apelación: piensa en esto, y mira lo que te conviene hacer para el poco tiempo que has de vivir, y luego da un paso más adelante, y medita que así como es cierto que has de morir, no sabes cuándo, y cómo morirás, porque no tienes día, ni hora segura, y no la tienes, para que no te asegures en alguno, mas estés siempre velando y apercibido, como dice Cristo, para su venida, la cual ordinariamente es cuando no la esperamos. Considera cuanto te importa que te halle el Señor apercibido, y pídele su gracia para no descuidarte ya más en negocio de tan grande monta.
PUNTO II. Considera lo que advierte San Pablo, y es que no has de morir más que una vez, y si esta se yerra, no es posible remediarla: si pierdes una pretensión, puedes ganar otra en la que repares; y si una acción te sale mal, puedes restaurarla en otra; pero los yerros de la muerte no tienen reparo, ni hay como soldarlos o enmendarlos: piensa por una parte cuánto importa el morir bien; pues de la buena muerte depende la vida eterna, y conforme te hallare Dios en aquel trance has de quedar para siempre; y por otra mira cuántos riesgos hay en la muerte, y que los muy santos como san Hilarión, después de setenta años de soledad y penitencia, y San Arsenio después de cuarenta, temblaron al pasar aquel puerto, y se hallaron alcanzados de cuenta, y que si se yerra, no tiene remedio; y pues la buena muerte depende de la buena vida, trázala de manera en el acatamiento de Dios, que te dé firme esperanza de alcanzar lo que deseas, y puedas entonces antes gozarte que temer.
PUNTO lll. Considera qué cosa es morir, cómo precede la enfermedad, que es como la batería que va enflaqueciendo el muro para caer, las medicinas y dolores, las angustias y sobresaltos que se padecen en aquel trance; luego cómo poco a poco se van disminuyendo los sentidos, los ojos se quiebran, los oídos se entorpecen, el gusto se pierde, el tacto falta, la memoria no recuerda, el entendimiento se oscurece, y el corazón padece mortales congojas, y todo el hombre tiembla y se enfría, y los miembros quedan yertos como se llega su fin, y últimamente se desata el alma del estrecho vínculo que ha tenido toda la vida con el cuerpo, y queda exánime, frío y helado, y es desposeído de todo cuanto tenía en este mundo, honras, riquezas, parientes, amigos, criados y conocidos, y sale del mundo desnudo, como entró en él: esto es morir, y esto ha de pasar por ti. Contempla cuán grande yerro es gastar los días de tu vida en allegar riquezas y honras caducas y perecederas, que tan presto te han de dejar, y te has de hallar sin ellas cuando más las habías menester; y pide al Señor gracia para buscar las inmortales, y atesorar las eternas, que son las verdaderas, y que nunca te han de dejar.
PUNTO IV. Considera lo que te ha de suceder después de la muerte: mírate a ti mismo difunto, tan sin sentido como si fueras una piedra, que si no te mueven, no puedes moverte; cómo luego tratan de enterrarte, y echarte fuera de tu propia casa; mira cómo te amortajan con la vestidura más vieja y pobre que dejaste, y toda la hacienda la reparten entre sí los parientes; cómo te ponen sobre un paño en el suelo, o por grande honra en una caja, que te cubren con otro paño funesto y dos o cuatro luces a los lados con un santo Cristo en medio: aplica el oído a los responsos que te dicen, y a los clamores que dan las campanas por ti; mira luego cómo vienen los clérigos, te llevan a enterrar cantando letanías, y acabados los oficios te lanzan en la sepultura en compañía de los otros difuntos, y luego te cubren de tierra, y la igualan con un pisón de madera, o con una losa de muchas arrobas, y te dejan y se van a comer, y a cenar, y a dormir, y a negociar, y tú te quedas allí en aquel lóbrego y estrecho aposento, y poco a poco te van olvidando, como si no hubieras sido; da un paso adelante, y vuelve a mirarte de allí a ocho o quince días, y te hallarás tal, que no te atrevas a mirarte hirviendo de gusanos con un hedor intolerable: esto eres, y en esto has de parar, y este es el fundamento de todas las torres de viento que levantabas de tus estimaciones, y para este cuerpo apercibiste tantos regalos, y por él diste tantos pasos: este es el fin y paradero de todos; estudia en este libro, mírate en este espejo, y saca desengaño para conocer la verdad, y despreciar cuanto el mundo adora, y mira lo que quisieras haber hecho entonces, y haz lo que quisieras haber hecho cuando mueras.
Padre Alonso de Andrade, S.J
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Fuente:IMPRESIONANTE MEDITACIÓN: de la Muerte
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
martes, 2 de mayo de 2017
SANTO TOMÁS MORO DIXIT
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Cita:
Iniciado por
Alejandro Farnesio
Me refiero no a lo que hay después de la muerte, pues todos sabemos que nos tocará Cielo, Infierno o Purgatorio, sino al momento de pasar de la vida a la muerte. ¿Cómo creéis que será? ¿Doloroso? ¿Angustioso?
No se sabe. Lo que sí parece seguro es que todos apareceremos por allá con cara de susto, mirada de loco, despeinados y con los ojos deslumbrados. Lo siguiente es saber si iremos donde nos dejen o donde nos manden.
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
El tránsito al que os referís, mucho me temo que es prácticamente imperceptible por su rapidez; salvo por el hecho de que si ha existido sufrimiento físico, este cese de inmediato.
Y las sencaciones que vienen después, serán exclusivamamente a nivel espiritual.
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
EL SUEÑO DEL CABALLERO O LA VIDA ES SUEÑO
«La obra representa a un caballero del siglo XVII vestido con la indumentaria de la época y dormido mientras un ángel le muestra el carácter efímero de los placeres, las riquezas, los honores y la gloria. El ángel le muestra el jeroglífico de la fecha sobre el sol, que hiere, vuela raudo y mata. El conjunto de objetos situados sobre la mesa constituye un auténtico bodegón en el que se establece una condensación de símbolos y alegorías.... Los símbolos de la mesa son muy complejos, pero destacan algunos por su presencia continua en todas las "vanitas": la calavera que simboliza la muerte, la máscara de teatro sobre la hipocresía, las joyas y el dinero que son las riquezas que no podemos llevar al otro mundo, la baraja y las armas como el juego y los placeres de la caza, el reloj que indica el paso inexorable del tiempo, la vela apagada que indica la extinción de la vida».
La obra es del pintor español Antonio de Pereda de la decáda de 1650, igualmente este pintor es autor de la obra “Socorro a Génova por el marqués de Santa Cruz“del año 1634 donde se representan soldados del los Tercios españoles del siglo XVII.
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
IN ICTU OCULI. Juan de Valdés Leal.
«En la obra que contemplamos aparece la muerte llevando debajo su brazo izquierdo un ataúd con un sudario mientras en la mano porta la característica guadaña. Con su mano derecha apaga una vela sobre la que aparece la frase "In Ictu Oculi", en un abrir y cerrar de ojos, indicando la rapidez con la que llega la muerte y apaga la vida humana que simboliza la vela. En la parte baja de la composición aparecen toda una serie de objetos que representan la vanidad de los placeres y las glorias terrenales. Ni las glorias eclesiásticas escapan a la muerte -por lo que aparece el báculo, la mitra y el capelo cardenalicio- ni las glorias de los reyes -la corona, el cetro o el toisón- afectando a todo el mundo por igual ya que la muerte pisa el globo terráqueo. La sabiduría, las riquezas o la guerra tampoco son los vehículos para escapar de la muerte».
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
FINIS GLORIAE MUNDI. Juan de Valdés Leal
«En el interior de una cripta vemos dos cadáveres descomponiéndose, recorridos por asquerosos insectos, esperando el momento de presentarse ante el Juicio Divino. Se trata de un obispo, revestido con sus ropas litúrgicas, mientras que a su lado reposa un caballero de la Orden de Calatrava envuelto en su capa. En el fondo se pueden apreciar un buen número de esqueletos, una lechuza y un murciélago -los animales de las tinieblas-. En el centro del lienzo aparece una directa alusión al juicio de las almas; la mano llagada de Cristo -rodeada de un halo de luz dorada- sujeta una balanza en cuyo plato izquierdo -decorado con la leyenda "Ni más"- aparecen los símbolos de los pecados capitales que levan a la condenación eterna mientras que en el plato derecho -con la inscripción "Ni menos"- podemos ver diferentes elementos relacionados con la virtud, la oración y la penitencia. La balanza estaría nivelada y es el ser humano con su libre conducta quien debe inclinarla hacia un lado u otro. Valdés Leal ha empleado una iluminación absolutamente teatral al incidir sobre los cadáveres de primer plano con un potente foco procedente de la izquierda mientras el fondo queda en penumbra y la mano de Cristo recibe la luz dorada».
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Políptico de la muerte.
Anónimo.
Siglo XVIII.
Museo Nacional del Virreinato.
El tema del triunfo de la muerte tiene sus antecedentes plásticos en las danzas de la muerte de la Edad Media. Durante el periodo barroco tuvo otra significación más apegada a la sociedad de ese momento: expresa la angustia de la muerte y la preocupación de estar en armonía con Dios.
En esta obra, compuesta por seis hojas, se representó el triunfo de la muerte sobre la vida. El frontispicio presenta la imagen de un esqueleto, la muerte, con una guadaña en una mano y una vela encendida en la otra. A sus lados aparecen una serie de objetos alusivos a su poder. El triángulo con el ojo alude a la Providencia que somete a la muerte, así como a los deseos del corazón. (1) La muerte también es simbolizada por el corazón, con el cráneo al centro, atravesado por una flecha.
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=8836&stc=1
La primera hoja presenta un sepulcro sobre el cual se encuentra un cráneo entre dos velas; en el sepulcro yace un esqueleto a cuyos lados aparecen dos emblemas con las inscripciones "Unión en la variedad" y "Ni el golpe ni las eras". Completan la composición tres cartelas. La primera recuerda el amor y la bondad de Dios: "Mirad de Dios la bondad / Su amor, su ser, su prudencia / su sufrimiento, y clemencia / Aun con ver nuestra maldad: / Contenplad la eternidad: / Lo pronto de la jornada: / Que está la hora ceñalada, / Y que la mayor criatura, / No es más que podre basura, / Sombra, polvo, viento, o nada". La segunda cartela alude a la mortalidad del hombre y a su inconstancia: "Hombre, pues eres mortal, / Y pues pensar bien no quieres / aquello mismo que eres, / si quieres piensalo mal. / Aún assi hará efecto tal, / que llegando a conocer / la inconstancia de tu ser, / consigas, sin mas tardar, / un tan pronto hacer pensar, / que sea pensar, y hacer". La tercera cartela alude a la muerte y al esqueleto yacente: "La tierra es mi sentro, / y todo en esto para; / mira, reflexa, repara, / lo que encierro dentro".
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=8831&stc=1
La segunda hoja presenta la imagen de un clérigo que medita y ve su rostro en forma de calavera reflejado en un espejo; al centro de la composición la inscripción: "Relox es la vida humana / (Hombre, mortal,) y te avisa, / Que su voluntad va aprisa, / Y muere a el dar la Campanada: / De Lachesis la hinumana / Hoz, le sirve de puntero: / Atropos es Reloxero: / Cloto el Compaz encamina; / Ya llega a el diente postrero. / Todo la muerte sevéra / Arruina, tala, y destruye / Nada de sus manos huye, / Porque todo es fuerza muera: / O naturaleza fiera! / O pensión dura! ó heredad! / Relox, que en velocidad / Excedes a el mismo viento; / Y en el tiempo de un momento / Das paso a la eternidad!"
En esta misma hoja, a la derecha aparece el árbol de los malos frutos que brota del pecho de la soberbia y la calumnia. La parte superior de la composición está dedicada a la alegoría de la vida como un reloj que manipulan las parcas: Cloto, con una vela a punto de apagarse y Atropos con un martillo para tocar la campana que marca el final de la vida. En segundo plano se ve un barco, imagen alegórica de la vida, que llega a la playa como símbolo del arribo al puerto final. En cada extremo y junto a las filacterias, un brazo sostiene una espada, símbolo de justicia, y una rama que alude a la misericordia. Esta alegoría ya era conocida en México, pues en 1761 aparece en un grabado de un devocionario dispuesto por Tomás Cayetano. (2)
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=8832&stc=1
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
La tercera hoja presenta a un sacerdote en penitencia; atrás de él aparece un demonio disfrazado de apóstol. El clérigo medita sobre el juicio final que aparece rodeando la escena del sacerdote y dos medallones con emblemas sobre la contrición del corazón humano. Al centro, en un papel, la siguiente inscripción: "O Mortal! ¡tu ambición vana, / Di qué es lo que solicita, / Quando cruel te precipita / A una esclavitud tyrana? / Yá consiguió infiel, y ufana / Hasta ahora tu perdición: / Levantate, y no en prissión / Eternamente te veas; / Y si salvarte deseas, / Haz Actos de Contrición."
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=8833&stc=1
La cuarta hoja representa la muerte del justo, el cual se encuentra en su lecho rodeado de sus allegados y consolado por frailes, sacerdotes y un ángel en el momento en que la muerte va a lanzar su flecha final, mientras que el demonio bajo la cama ya es derrotado. Los emblemas que aparecen entre las dos cartelas aluden a la seguridad del justo en el momento de la duda, y la vida del justo en la Ley con el fuego en el corazón.
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=8834&stc=1
La quinta y última hoja recuerda a través de la imagen de una bella y rica joven, lo vano de la belleza y la riqueza, quedando fijado el sentido moralizante de la composición con el verso que dice: "Aprenden Vivos de mi, / Lo que bá de ayer a Oy, / ayer como me ves Fui, / y oy calavera, ya soy."
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=8835&stc=1
Obra consignada por Gonzalo Obregón. (3)
(1) Santiago Sebastián López, Contrarreforma y barroco, p. 115.
(2) Ibídem, p.117.
(3) Gonzalo Obregón, “Representación de la muerte en el arte colonial” en Artes de México 145, p. 37.
https://www.facebook.com/cesaraugust...49444231783247
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
miércoles, 30 de noviembre de 2016
Ante la muerte de Fidel Castro - Padre Javier Olivera Ravasi
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En la época cristera, los católicos mexicanos rezaban a San Judas Tadeo para pedirle la muerte del tirano Calles, su cruel perseguidor; con los bríos propios del pueblo azteca, decían:
– “Diosito: ¡que se muera Calles, aunque se convierta…!”.
Pues bien; ha fallecido hace horas un tirano; no el más grande; no el mejor de ellos, pero sí quizás el último de los dinosaurios comunistas; el hombre que –títere incluso de los intereses liberales–ha esparcido el mal intrínseco del marxismo como lo había profetizado la Virgen en Fátima.
Y ahora vendrán días de duelos proceratos hipócritas a diestra y siniestra. Y algunos se alegrarán (en secreto) y otros en público; y otros –pocos– lo llorarán.
Y vendrá el cliché del pensamiento único que reza: “la muerte no se le desea a nadie” o “no se puede alegrar uno con la muerte de alguien…”, etc.
Porque es “política” e “históricamente” correcto hacerlo. ¡Sandeces!
Eso no es católico; porque lo políticamente correcto no es católico: es mundano.
En tiempos renacentistas (ni siquiera medievales) donde eran tan degenerados como nosotros, pero tenían conciencia de serlo, al pan se le llamaba pan y al vino, vino. Por entonces, el gran Quevedo, mofándose de los sodomitas, acuñó en versos inmortales los siguientes, dedicados a un tal Julio, el italiano:
Murió el triste joven malogrado
de enfermedad de mula de alquileres,
(que es como decir que murió de cabalgado);
con palma le enterraron las mujeres.
Y si el caso se advierte,
como es hembra la muerte
celosa y ofendida
siempre a los putos deja corta vida[1].
Pues bien; a los tiranos parece Dios darles más tiempo para que se conviertan, como a Fidel Castro (que con los otros, la natura es menos indulgente…).
Pero… ¿se puede uno alegrar de que haya un tirano menos? ¡Pues claro! ¡Y hasta pedirle a Dios que nos libre de otros tanto, si somos devotos!
– “Pero, ¿y el amor a los enemigos?” –dirá algún progre.
Pues el nazi-fachista de San Agustín lo aclarará sin problemas: “Ningún pecador, en cuanto tal, es digno de amor; pero todo hombre, en cuanto tal, es amable por Dios”.
Y entonces, ¿se puede uno alegrar? Sí; y hasta pedir que los malos dejen de vivir; sobre todos los malos públicos.
Por tres razones:
– Para que deje de hacer el daño al bien común.
– Para que deje de escandalizar a los débiles.
– Para que no se le computen más males a su alma.
Si hasta el gran moralista español, Antonio Royo Marín lo expresaba:
“El hombre, en cuanto pecador y culpable, no es digno de amor, sino más bien de odio, ya que, mientras permanezca en ese estado, es aborrecible a los ojos de Dios. Pero en cuanto criatura humana, capaz todavía de la gloria eterna por el arrepentimiento de sus pecados, debe ser amado con amor de caridad. Y precisamente el mayor amor y servicio que le podemos prestar es ayudarle a salir de su triste y miserable situación (…). Por lo mismo, no es licito jamás desearle al pecador algún verdadero mal (v.gr., el pecado o la condenación eterna). Pero es lícito desearle algún mal físico o temporal bajo el aspecto de un bien mayor, como sería, por ejemplo, una enfermedad o adversidad para que se convierta (…) o el bien común de la sociedad (v.gr., la muerte de un escritor impío o de un perseguidor de la Iglesia para que no siga haciendo daño a los demás)”[2].
Y habría más para decir; pero acá dejamos.
Pues se murió Fidel; uno menos; vayan con él no los versos de Quevedo (pues Castro, también era “homo-fóbico”) sino los de Delille:
Los que volcáis, haciendo a Dios la guerra,
las aras de las leyes eternales,
malvados opresores de la tierra,
¡temblad! ¡sois inmortales!
Los que gemís desdichas pasajeras,
que vela Dios con ojos paternales,
peregrinos de un día a otras riberas,
¡calmad vuestro dolor! ¡sois inmortales!
Yo, por mi parte, celebraré hoy la Misa para que Dios se apiade de su alma, pero también agradeceré porque el mundo tiene un tirano menos.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi
[1] Francisco de Quevedo y Villegas, Epitafio a un italiano llamado Julio.
[2] Antonio Royo Marín, Teología moral para seglares, T 1, BAC, Madrid 1996, 461.
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Fuente:
Nacionalismo Católico San Juan Bautista: Ante la muerte de Fidel Castro - Padre Javier Olivera Ravasi
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
La muerte cristiana
https://peregrinodeloabsoluto.files....pg?w=640&h=432
El cristianismo no disimula la muerte, no la reviste de máscaras que difuminen la tragedia, que disimulen las causas. Sólo el cristianismo es capaz de presentar la Muerte con su verdadero rostro. Porque sólo Jesucristo miró a la Muerte, frente a frente, tal cual es, y nos enseñó a mirarla así.
Porque si eludimos su sombra tampoco veremos el verdadero esplendor de la Luz que la ha vencido. En: COMANDI, M. Cuando las sombras se disipen. Una reflexión sobre la muerte cristiana. s/e, El Volcán, San Luis, Argentina, 2017, p. 42. El subrayado es nuestro
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
sábado, 8 de octubre de 2011
TODO FENECE EN ESTE MUNDO por San Alfonso María de Ligorio
"Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, aquellos que pasaron toda su vida en atesorar bienes mundanos y descuidaron los intereses de su alma"
Oíd lo que son todos los bienes de este mundo: son como el heno del campo, que por la mañana nace y adorna con su verdor la campiña; por la tarde se seca y se le cae la flor, y al día siguiente es arrojado al fuego. Esto mismo mandó Dios predicar a Isaías cuando le dijo: Clama: El profeta le preguntó: ¿Que es lo que he de clamar, Señor? Y Dios le respondió: Clama que toda carne es heno, y toda su gloria semejante a la flor del prado. (Isa. XI, 6). Por esto Santiago compara a los ricos de este mundo con las flores del heno, que al fin se han de pasar con toda su lozanía y pompa. Se pasan y se secan y son arrojadas al fuego: como sucedió al rico Epulón, que figuró pomposamente en este mundo, y después fue sepultado en los Infiernos. Atendamos pues, cristianos, a salvar el alma, y a juntar riquezas para la eternidad que no termina jamás. Puesto que en este mundo:
-Todo fenece. (Punto 1º).
-Y fenece pronto. (Punto 2º).
PUNTO I: TODO FENECE EN ESTE MUNDO
1. Cuando los grandes de la tierra estén embelesados en gozar de las riquezas y de los honores adquiridos, vendrá repentinamente la muerte, y le dirá: Dispone domui tuœ, quia morieris tu, et non vives: Dispón de las cosas de tu casa; porque vas a morir y estás al fin de tu vida. (Isa. XXXVIII, 1) ¡Oh que nueva tan dolorosa será ésta para ellos! Entonces dirán los desgraciados: adiós mundo, adiós granjas, adiós esposa y parientes, adiós amigos, adiós banquetes y bailes, adiós comedias, honores y riquezas; todo ha terminado para nosotros. Y sin remedio, quieran o no quieran, todo tienen que abandonarlo, según aquellas palabras del Salmo XLVIII, 18: Cuando muriere el rico nada de lo que posee llevará consigo; ni su gloria le acompañará al sepulcro. San Bernardo dice, que la muerte obra una terrible separación entre el alma, el cuerpo y todas las riquezas del mundo. Si a los grandes de la tierra, a quienes llaman felices los mundanos, es tan amargo el nombre solo de la muerte, que ni aun quieren hablar de ella, porque están enteramente ocupados en hallar paz en sus bienes terrenos, como clama el Eclesiástico (XLI, 1): ¡Oh muerte , cuan amarga es tu memoria para un hombre que vive en paz, en medio de sus riquezas! ¿Cuánto más amarga será la muerte misma cuando se les presente en la realidad? ¡Ay de aquél que está pegado a los bienes caducos de este mundo! Toda separación causa dolor; por esto cuando el corazón se separe, por medio de la muerte, de aquellos bienes en los que el hombre había puesto su confianza, debe experimentar un profundo dolor. Esta reflexión hacía clamar al rey Agag, cuando se le anunció que iba a morir: Con que así me ha de separar de todo la amarga muerte! (I. Reg. XV, 32) Tal es la gran miseria de los poderosos que viven pegados a las cosas de este mundo. Cuando están próximos a ser llamados al juicio divino, en vez de ocuparse en preparar su alma, se ocupan de pensar en las cosas de la tierra. Pero este, dice San Juan Crisóstomo, es el castigo que espera a los pecadores, que por haberse olvidado de Dios en esta vida, se olvidan de sí mismos a la hora de la muerte.
2. Por más apego que los hombres hayan tenido a las cosas de este mundo, las han de abandonar sin remedio al fin de su vida. Con razón decía Job: desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo iré al sepulcro (Job. I, 21). Aquellos que han consumido toda su vida y han perdido el sueño, la salud y el alma, en acumular bienes y rentas, nada han de llevar consigo después de la muerte. Los desventurados abrirán los ojos y nada verán de cuanto han adquirido a costa de tantos afanes. Y en aquella noche de confusión, cuando vean abierto el abismo de la eternidad, estarán oprimidos de una tempestad de penas y ansiedades. Refiere San Antonio, que Saladino, rey de los Sarracenos, mandó antes de morir, que cuando le llevasen enterrar, llevaran delante de su cadáver la mortaja con la que debía ser enterrado, y que fuese uno gritando de esta manera: Esto es lo único que Saladino lleva al sepulcro de todas cuantas riquezas poseía. Cuenta además, cierto filósofo de Alejandro Magno después de su muerte, decía: Aquél que hacía temblar la tierra, ahora está oprimido bajo un poco de tierra, y aquél a quien no bastaba todo el mundo, le bastan al presente cuatro palmos de terreno. De otro refiere San Agustín, que estando contemplando el sepulcro de César exclamó: A ti te respetaban los príncipes, te veneraban las ciudades, te temían todos; ¿dónde está ahora tu poder? (Serm. 28 ad Frat.) Que en substancia, es lo mismo que dijo David, por estas palabras: Vi yo al impío sumamente ensalzado, y empinado como los cedros del Líbano; pasé de allí a poco, y he que no existía ya. (Psal. XXXVI, 35 et 36) ¡Cuantos ejemplos semejantes vemos todos los días en el mundo! Aquel pecador, que antes era despreciado y pobre, pero después se enriqueció y adquirió honores y dignidades, por lo cual era envidiado de todos sus conocidos, muere al fin, y todos dicen: Este hizo fortuna en el mundo, pero ha muerto, finalmente, y todo acabó para él.
3. Si todo perece, como vemos, ¿que motivo tenemos de ensoberbecernos? ¿De qué ensoberbece el que no es más que tierra y ceniza? (Eccl. X, 9) Así habla el Señor a los que se engríen con los honores de las riquezas de este mundo. ¡Ay de ellos! nos dice, ¿de dónde dimana tanta soberbia? Si poseéis honores y bienes, acordaos de que sois polvo, y en polvo os habéis de convertir: Quia pulvis es, et in pulverem reverteris. (Gen. III, 19) Y después de la muerte, ¿de qué servirán esos honores que ahora os engríen? Id a un cementerio, dice San Ambrosio, en donde están sepultados ricos y pobres, y ved si entre ellos podéis distinguir entre pobres y ricos: todos están allí desnudos y no tienen otra cosa sino unos pocos huesos sin carne. Cuanto ayudaría a todos los que viven en medio del mundo la memoria de la muerte, y que, al cabo, como observa Job, serán llevados al sepulcro, y quedarán yertos e inmóviles entre montones de cadáveres! A la vista de aquellos cadáveres recordarían que han de morir, y que han de estar un día como están aquellos; y de este modo despertarían del sueño mortal a que se hallan entregados. Pero el mal está en que los hombres mundanos no quieren pensar en la muerte, sino cuando llega, y en la hora crítica en que han de abandonar este mundo y entrar en la eternidad. He aquí porque viven tan apegados al mundo, como si jamás hubiesen de abandonarle. Sin embargo, bien pronto lo abandonaremos, porque nuestra vida es muy breve, como vamos a ver en el punto segundo.
PUNTO II: TODO PERECE PRONTO
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4. Bien saben y creen los hombres que han de morir; pero se figuran la muerte tan remota de ellos, como si nunca hubiese de llegar. Mas Job nos avisa, que la vida del hombre es breve, por estas palabras: El hombre vive por corto tiempo; sale como una flor que nace y luego es cortada y se marchita. (Job. XVI, 2) Al presente, la salud del hombre es tan endeble, que la mayor parte de ellos mueren antes de llegar a los sesenta años (Nota de CATOLICIDAD: se habla aquí del promedio de vida en época de San Alfonso), como lo acredita la experiencia. ¿Y qué cosa es nuestra vida, exclama Santiago, sino un vapor, que por poco tiempo aparece y luego desaparece? Una fiebre, una pulmonía, un catarro, arrebata al hombre. Por esto decía la Tecuita a David: Todos nos vamos muriendo, y deslizando como el agua derramada por la tierra la cual nunca vuelve atrás. (II. Reg. XIV, 14) Y a fe que decía la verdad. Así como corren hacia el mar todos los ríos y todos los arroyos, sin que vuelvan hacia atrás las aguas que llevan; así pasan los años de nuestra vida, y nos aproximan a la muerte.
5. Y no sólo pasan, sino que pasan presto, como decía Job (IX, 25) Mis días han corrido más velozmente que una posta. Porque cada paso que damos, cada vez que respiramos, nos vamos acercando más y más a la muerte. San Jerónimo solía decir, mientras estaba escribiendo, que se iba acercando a su fin a medida que escribía: mientras escribo, exclamaba, se va acortando mi vida. Debemos pues, decir con Job: Acórtanse nuestros días, y con ellos pasan los placeres, los honores, las pompas y vanidades de este mundo, y sólo nos resta el sepulcro. (Job. XVII; 1). Toda la gloria de las fatigas que hemos sufrido en este mundo para adquirir fama de hombres de valor, de lideratos, o de grandes ingenios, ¿en qué vendrá a parar? en que seremos arrojados a la huesa que sepultará todo nuestro orgullo y vanidad. ¿Con que mi bella casa, dirán los hombres mundanos, mi jardín, mis muebles de gusto exquisito, mis pinturas, mis lujosos vestidos, ya no serán míos dentro de breve tiempo, y sólo me pertenecerá el sepulcro. ¿Et solum mihi superest sepulchrum?
6. En efecto, así sucederá: y si el hombre ha vivido distraído y entregado a los negocios del mundo, ¡Cuál será su aflicción cuando el temor de la muerte, que hace olvidar todas las cosas de esta vida: comience a apoderarse de su alma, y le obligue a pensar en la suerte que le ha de caber después en la eternidad! (Sn. Joann. Chrysost. sem. in 2 Tim). Entonces como dice Isaías, se abrirán los ojos de los ciegos, es decir, de aquellos que pasaron toda su vida en atesorar bienes mundanos y descuidaron los intereses de su alma. Para todos estos negligentes se verificará lo que dice el Señor, a saber: que la muerte los sorprenderá cuando menos se lo piensen (Luc. XII, 40) A estos desventurados siempre les sorprende la muerte; y esto no obstante, en aquellos últimos días de sus vidas deberán ajustar las cuentas de su alma, correspondientes a los cincuenta o sesenta años que hayan vivido en este mundo. Entonces desearán otro mes, otra semana más para poder ajustarlas mejor y tranquilizar su propia conciencia; buscarán paz y no la encontrarán. Y viendo que les es negado el tiempo que piden, leerá el sacerdote la orden divina de partir presto de este mundo, diciendo: Parte alma cristiana, de este mundo. ¡Oh viaje tan peligroso harán a la eternidad los mundanos muriendo en medio de tantas tinieblas y confusión, por no haber -con tiempo- arreglado bien la cuenta que tienen que dar ante el Supremo Juez!
7. Pesados están en fiel balanza los juicios del Señor (Prov. XVI, 11) En aquel tribunal no se examinan la nobleza, los honores ni las riquezas; solamente se pesan dos cosas a saber: los pecados del hombre, y las gracias que Dios le concedió. El que se encuentre que ha correspondido a las luces e inspiraciones que recibió, será premiado; y el que no, será condenado. Nosotros no nos acordamos de las gracias divinas; pero se acuerda de ellas el Señor; y cuando el pecador las ha despreciado, hasta cierto punto, permite que muera en su pecado. Y entonces las fatigas que sufrió para obtener empleos, riquezas y aplausos en el mundo, se pierden enteramente: sirviendo para la vida eterna solamente las obras y las tribulaciones sufridas por Dios.
8. Por esta razón nos exhorta San Pablo, y aún nos ruega, que atendamos lo que más nos importa: Os ruego -dice- hermanos míos, que atendáis vuestro negocio. ¿Y de qué negocio os parece que habla San Pablo? ¿Habla acaso de acumular dinero, y de adquirir celebridad en este mundo? No, habla del negocio de nuestra alma, es decir, de nuestra salvación. El negocio por el cual el Señor nos colocó y nos conserva en este mundo, es el de salvar el alma y conseguir la vida eterna por medio de las buenas obras. Este es el único fin para que fuimos creados, como dice el mismo San Pablo: La salvación del alma es para nosotros, no solamente el negocio más importante, sino también el principal, y aun el único; porque si salvamos al alma todo lo hemos salvado, y si la perdemos, todo lo hemos perdido. He aquí lo que la Verdad Eterna nos dice: ¿De qué aprovecha al hombre hacerse dueño de todo el mundo, si pierde su alma? Por esta razón nos dice también la Santa Escritura, que debemos combatir hasta el último aliento por la justicia, hasta la muerte, es decir, por la observancia de la ley divina: Agonizare pro anim tu, et usque ad mortem certa pro justitia. (Ecl. IV, 33). Y este es aquel negocio que nos recomienda el Divino Salvador, cuando nos dice: Negotiamini dum vernio. Palabras que nos dan a entender, cuánto nos importa tener siempre en la memoria el día que vendrá a pedirnos cuenta de toda nuestra vida.
9. Todas las cosas que hubiéremos adquirido en este mundo, los aplausos, los honores, las riquezas, han de terminar, como hemos dicho, y han de terminar bien presto; porque la escena o apariencia de este mundo pasa en un momento, como expresa San Pablo: ¡Dichoso aquél que desempeña bien su papel en ella, posponiendo los intereses corporales a los espirituales y eternos de su alma! Lo cual se nos da a bien entender por estas palabras: El que aborrece o mortifica su alma en este mundo, la conserva para la vida eterna. (Joann. XII, 25). Es necedad grande de los mundanos el decir: ¡dichoso aquel que tiene dinero! El verdadero dichoso es aquel que ama a Dios y sabe salvarse. Esto es lo único que pedía al Señor el santo rey David. Y San Pablo decía que había abandonado y perdido todos los bienes mundanos, y los miraba como basura, por ganar Cristo: Omnia detrimentum feci, et arbitror ut stercora, ut Christum lucrifaciam. (Phil. III, 8).
10. Algunos padres de familia suelen decir: Yo no me afano tanto por mí, como por mis hijos, a fin de dejarlos bien colocados. Mas yo les respondo: si vosotros disipaseis los bienes que poseéis, y dejaseis sumergidos en la pobreza a vuestros hijos, obraríais mal y pecaríais; pero obráis todavía peor, si perdéis el alma por dejar a vuestra familia bien colocada. Y si no, decidme: si vais al Infierno, ¿irán vuestros hijos a sacaros de allí? Además, el santo rey David dice, que nunca vio desamparado al justo, ni a sus hijos mendigando el pan. Atended pues, al servicio de Dios, y obrad con arreglo a la justicia, que el Señor no dejará de proveer a vuestros hijos de lo que necesiten; y vosotros os salvaréis y conseguiréis aquel tesoro de felicidad eterna que nadie os podrá quitar, cuando los bienes de este mundo no los puedan arrebatar los ladrones y la muerte. A esto os exhorta el santo Evangelio cuando nos dice: Atesorad tesoros en el Cielo, donde no hay orín, ni polilla que los consuman, ni tampoco ladrones que los desentierren y roben. Propongámonos, por lo tanto, como fin principal de todas nuestras acciones, el conseguir la vida eterna, y usemos de los bienes temporales únicamente para conservar la vida en el breve plazo de tiempo que hemos de vivir en este miserable valle de lágrimas. Meditemos sin cesar, que estamos aquí como pasajeros, pero encargados de una comisión muy importante, la cual es nuestra salvación; y que si no acertamos en el desempeño de este negocio, en vano nacimos, en vano trabajamos, en vano fuimos redimidos con la sangre de Jesucristo, puesto que por nuestro descuido y nuestros vicios nos condenaremos.
Sermón XLIII para la dominica decimocuarta después de Pentecostés.
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
martes, 20 de febrero de 2018
LOS VERDADEROS TESOROS
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Es muy conducente a la salvación repetir a menudo: Llegará el día de mi muerte. La Iglesia renueva este recuerdo a los fieles el miércoles de ceniza de cada año. Pero esta idea de la muerte nos es representada frecuentemente en el curso del año, ya en los cementerios que encontramos en los caminos, ya en las sepulturas que vemos en la Iglesia, y ya finalmente en los mismos muertos que llevan a enterrar.
Los muebles más preciosos que han usado los anacoretas en sus grutas, eran una cruz y una calavera: aquélla para recordarles la muerte de Jesucristo por amor a los hombres, y ésta para que no olvidasen que eran mortales. Y así perseveraban en la penitencia hasta el fin de sus días, y muriendo pobres en el desierto, morían más contentos que los monarcas en sus palacios.
Se acerca el fin, el fin se acerca. Uno vive más largo tiempo, otro menos; pero todos, tarde o temprano, debemos morir, y a la hora de la muerte el solo consuelo que experimentaremos será haber amado a Jesucristo y haber sufrido por su amor los trabajos de la vida.
Entonces no podrán ni las riquezas atesoradas, ni los honores adquiridos, ni los placeres gustados consolarnos: todas las grandezas de este mundo no dan consuelo a los moribundos, sino pena; y cuanto más buscadas han sido, tanto mayor pena darán. Por lo contrario, todos juntos serán nuestro suplicio, y cuanto más numerosos habrán sido los bienes mundanos, más y más terribles serán nuestros castigos.
Sor Margarita de Santa Ana religiosa carmelita descalza hija del Emperador Rodolfo II, decía: ¿De qué sirven los imperios en la hora de la muerte? ¡Ah! A cuántos mundanos les sucede que, cuando están más ocupados en procurarse ganancias, poder y honores, les llega la hora de la muerte y se les dice: Dispón de tu casa, porque vas a morir y no vivirás. Señor fulano, es tiempo de pensar en hacer testamento, porque se encuentra usted mal. ¡Oh! cuál será la pena de este hombre que estaba en vísperas de ganar un pleito, de adquirir una posesión o un palacio, al oír al sacerdote, que encomendándole el alma, le dirá: ¡Sal, alma cristiana, de este mundo! ¡Sal de este mundo y ve a rendir tus cuentas a Jesucristo! — ¡Ay! no estoy en disposición. —No importa: es necesario partir.
¡Oh Dios mío! ¡Iluminadme, dadme la fuerza suficiente para consagrar el resto de mis días a vuestro servicio y a vuestro amor! Si en este instante llegase la hora de mi muerte, yo no moriría contento, moriría en la inquietud y en la ansiedad. ¿Pues a qué espero? ¿A qué me atrape la muerte con gran peligro de mi eterna salvación? Señor, si he sido un loco hasta el presente, no quiero serlo más. Yo me entrego enteramente a vos: aceptadme y socorredme con vuestra gracia.
A cada uno le llegará su fin, y con él el decisivo momento de una eternidad de bienaventuranza o de una eternidad de condenación. ¡Oh! si pensásemos todos en este momento grande, y en las cuentas que deberemos dar al Juez de toda nuestra vida. Si lo tuviésemos presente, no nos ocuparíamos, no, en amontonar tesoros; no nos fatigaríamos en correr detrás de las grandezas en esta vida que acaba, más pensaríamos en santificarnos y hacernos grandes en la vida que no acaba jamás. Si, pues, tenemos fe y creemos que hay muerte, juicio y eternidad, procuremos no vivir sino para Dios en los días que nos restan. Pasemos por la tierra como peregrinos, pensando que pronto habremos de abandonarla; tengamos delante de la vista la imagen de la muerte, y en los negocios de este mundo hagamos lo que a la hora de la muerte sentiremos no haber hecho.
Todas las cosas de la tierra nos dejarán, o nosotros las dejaremos. Escuchemos a Jesús que nos dice: Atesorad para vosotros tesoros en el cielo, en donde no los consume orín ni polilla. Despreciemos los tesoros de la tierra que no pueden contentarnos y presto acaban; adquiramos los tesoros del cielo que nos harán felices y no tendrán fin.
Desgraciado de mí, ¡oh Dios mío! que os he vuelto las espaldas tantas veces a vos, bien infinito, por las cosas de la tierra. Reconozco mi error de haber buscado hasta ahora cómo adquirir celebridad y fortuna en este mundo. El solo bien que anhelo ya es poderos amar y hacer vuestra santa voluntad. ¡Oh Jesús mío! desterrad de mí todo deseo de querer figurar, y hacedme apetecer los desprecios y la vida retirada. Dadme fortaleza para negarme yo a mí mismo todo aquello que pudiera desagradaros. Haced que abrace en santa paz las enfermedades, las persecuciones, los dolores y todas las cruces que vos me enviáreis. ¡Oh! Séame dado morir por vuestro amor, abandonado de todo el mundo, como moristeis vos por mí.
¡Virgen Santa María! Vuestros ruegos pueden hacerme hallar la verdadera felicidad que consiste en amar mucho a vuestro divino Hijo. Rogadle porque en vos confío.
SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
VANITAS
POLVO ERES Y EN POLVO TE CONVERTIRÁS
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
José de Escandón y Helguera
Es uno de los pocos retratos que se conservan de un personaje en su lecho mortuorio en este caso José de Escandón y Helguera, conde de la Sierra Gorda
Andrés de Islas.
1770
Museo Regional de Querétaro.
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=9352&stc=1
https://www.facebook.com/cementerios...&theater&ifg=1
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
lunes, 3 de diciembre de 2018
NOS ASUSTA LA MUERTE PERO NO LA CONDENACIÓN
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Hace unos días, me comentaba una persona su gran preocupación por tantas enfermedades que nos atacan y que angustiada por ello, había acudido inmediatamente al médico, para realizarse un chequeo, una valoración de su organismo. Sin duda, cuidar nuestro cuerpo, es una obligación que tenemos, pero, no nos causa el mismo desasosiego las enfermedades del alma. Buscamos la medicina de la inmortalidad, que no existe y rechazamos el tratamiento que nos permite estar en Gracia de Dios, los Sacramentos y la vida de Piedad. Hoy en día, aunque parece una paradoja, vivimos preocupados por vivir.
Una gripe, nos llena de angustia. Un pecado, nos da igual. Un poco de tos, nos hace tomar inmediatamente un antibiótico, acumular faltas, lo consideramos tema para beatos. Nos asusta la muerte, pero no la condenación. Curioso… ¿Nuestra esperanza está fundada en la vida terrenal, o en la Vida eterna?
Nos vamos a operar y nos entran unos miedos absurdos a morir, como si el superar una operación, nos garantizara la inmortalidad. Sin embargo, no vamos a confesarnos y a Comulgar antes de entrar al quirófano y si alguien nos lo sugiere, respondemos con mala disposición.
Cuando hay un enfermo en una casa o en un hospital, se llama al médico, ante cualquier pequeña variación en la temperatura corporal, pero, al Sacerdote, sólo se le llama, cuando ya no está consciente o incluso, cuando ya ha fallecido, ¿Qué Sacramento puede recibir uno, después de muerto? Ninguno.
“Es una falta de fe lo que quita el valor de avisar a los enfermos de que la muerte está cerca, y es gran perjuicio engañarles e impedir así que se preparen. Óptima cosa es ponerse de acuerdo con un amigo para advertírselo mutuamente”
(Garrigou Lagrane- La vida eterna y la profundidad del alma)
Nuestras conversaciones están llenas de angustias absurdas. Todo el mundo enferma y todo el mundo muere y lo que hay que hacer es preocuparse de como será ese final, si superaremos ese ultimo chequeo de nuestra alma. Nuestros miedos, sólo revelan una falta de Fe absoluta. Recomendamos restaurantes, libros, películas y no hacemos lo mismo con los Sacramentos. Los Católicos deberíamos de cuidar nuestra alma, tal y como hacemos con nuestro cuerpo. ¿Acaso no es importante el beneficio que nos supone vivir en Gracia de Dios? Si el médico nos recomienda ir a un gimnasio, no sólo vamos aunque no nos apetezca, sino que animamos a otros a que nos acompañen, ¿Por qué no hacemos lo mismo cuando acudimos a la Santa Misa? ¿Por qué no invitamos a otras personas a venir con nosotros, en vez de citarnos al terminar? Muchas veces se acude a la Eucaristía Dominical, como un mero cumplimiento, deseando que el Sacerdote no se alargue ni un minuto más de lo estipulado, ponemos impedimentos a que las vitaminas de la Gracia, penetren en nuestro interior. ¿Y a diario? La Misa del día, ni muchísimo menos, es una meta para nadie. El que trabaja, argumenta que sus obligaciones le impiden perder 20 minutos… ¡Como resplandecería nuestra alma, si se frecuentara todos los días la Santa Misa! En términos de medicina, el doctor, nos diría que la analítica, está perfecta. Pero, por lo visto, esto, nos preocupa poco, por no decir, que nos da exactamente igual.
¿A cuántas personas acercamos diariamente al Sacramento de la Confesión? ¿Y mensualmente? La respuesta es la misma. La gente no se confiesa y mucho menos, lógicamente, invita a otros a hacerlo. Ni siquiera el Clero, a veces, anima a ello. Los Confesionarios sin luz y sin cura, sólo indican una cosa, que el médico del alma, está “cerrado por vacaciones”.
¿Qué resultado obtendríamos si pudiéramos ver nuestro chequeo mensual sobre nuestra vida espiritual? Posiblemente, muy flojo. No frecuentamos los Sacramentos y cuando lo hacemos, es de cualquier manera, el mejor ejemplo es, que llegamos a Misa, tarde, mal y arrastro, como el que toma una medicina a deshora y pretende que le haga efecto.
Nos sentamos a ver la televisión, acudimos a un espectáculo, vamos al cine, al gimnasio…pero no dedicamos ni media hora al día a una lectura espiritual. Trabajamos, comemos, dormimos y dejamos de lado lo más importante, nuestra relación con Dios. Los Sagrarios abandonados y las cafeterías llenas. Es cierto que hay crisis, pero de Fe.
Nuestra agenda está llena de obligaciones que no hablan de Dios. Las Parroquias están repletas de actividades, que en muchas ocasiones son mas propias de un centro municipal que de una Iglesia. Ocupaciones que no llevan asociado ningún crecimiento espiritual: teatro, con representaciones que nada aportan a la vida de un Católico, coros donde se ensayan canciones más propias de una velada musical que de una Iglesia, yoga, meditación budista y un largo etc
¿Dónde están los retiros, meditaciones, rezo del Ángelus, Exposición del Santísimo, Hora Santa, Formación de adultos…?
Descuidamos el preparar nuestra alma para el Juicio final y es ahí donde de verdad deberá preocuparnos que el “reconocimiento médico” sea perfecto, ya que si no hemos tomado la medicina a tiempo, después ya no habrá remedio.
“La vida interior del cristiano supone el estado de gracia, que es lo contrario del estado de pecado mortal. Y en el plan actual de la Providencia, toda alma o está en estado de gracia o en estado de pecado mortal; con otras palabras, o está de cara a Dios, último fin sobrenatural, o está de espaldas a Él”
(Garrigou Lagrane-Las tres edades de la vida interior”
Sonia Vázquez ("Adelante la Fe")
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
El común de la gente vive su vida de manera anodina, aturdidos en la embriaguez, la inmoralidad y toda clase de vicios; su filosofía de vida es: "comamos y bebamos que mañana moriremos" {1} y el hecho objetivo de la muerte, no parece ser objeto de reflexión alguna, sino, solo de una angustiosa y amarga aceptación.
Agustín Squella, —Un filósofo del derecho— plasmó este desesperante pensamiento al escribir: "Somos seres arrojados al mundo y destinados a la muerte, una doble condición, que no puede sino producir una profunda angustia en nuestros corazones" {2}
Un crítico francés escribió: "El universo es indiferente, ¿Quién lo creó? ¿Por qué estamos en este fango insignificante que gira en el espacio infinito? —Y luego dice— No tengo ni la menor idea, y estoy seguro que nadie la tiene."
Ernesto Hemingway —un brillante escritor— dijo que: "Parecíamos una colonia de hormigas viviendo en el extremo de un tronco en llamas". Más tarde, tomó una escopeta y se quitó la vida.
¿Abrumador no lo cree? Pues, como se puede advertir, los autores antes señalados, escribieron desde una concepción ateísta del cosmos; un universo sin razón, sin propósito, en donde todo lo que hay, es angustia, desesperación y muerte, luego, no queda nada más que hacer de nuestra marcha fúnebre, lo más "feliz y placentera" posible. He aquí la razón de por qué el mundo está cómo está; exaltando la vileza, y promoviendo lo inmoral; despreciando la pureza y disipando lo moral, y es que, como dice Fiodor Dostoievski: "Si Dios no existe, todo está permitido".
La indiferencia, suele ser la vía de escape más rápida sobre cuestiones existenciales:
"Amigo, la vida es muy corta para perder el tiempo con la idea de Dios", "pásela bien, mañana va a morir", "ólvidese de la moral y disfrute su sexualidad". Y todo esto, sin ninguna consideración espiritual por parte del indolente.
Esta actitud de indiferencia, le parecía completamente absurda a Blaise Pascal —Un filósofo racionalista del siglo XVII— quién criticaba el hecho de que el indiferente estuviera preocupado exclusivamente por las cuestiones cotidianas de la vida y que no tuviera en cuenta el hecho objetivo e innegable de que tarde o temprano tenía que morir.
Decía Pascal: «El último acto es sangriento por bella que sea la comedia en todos los demás. {3}
De este modo, le resultaba injustificable que alguien pudiera considerarse exento de tener que reflexionar en torno a si el alma existe o no y si es inmortal o no: «Es indudable que el alma es mortal o inmortal. Esto debe establecer una diferencia completa en la moral; y, sin embargo, los filósofos han conducido la moral independientemente de esto. (¡Qué extraña ceguera!)» {4}
Precisamente el primero de los artículos recogidos en su obra Pensamientos se titula: «Contra la indiferencia de los ateos» y en él Pascal denuncia como postura absurda e irracional el sostener que por no ser capaces de responder a las cuestiones más fundamentales que afectan al ser humano de un modo más esencial nos olvidemos de ellas y nos pasemos el resto de la vida preocupados solamente de lo mundano:
"Yo no sé quién me ha traído al mundo, ni lo que es el mundo, ni lo que soy yo mismo. Permanezco en una ignorancia terrible de todas las cosas. No sé lo que es mi cuerpo, ni mis sentidos, ni mi alma, ni esta parte de mí mismo que piensa lo que estoy diciendo y que reflexiona sobre todo, y sobre sí misma, y que, por otra parte, no se conoce tampoco. Veo estos espantosos espacios del Universo, y me encuentro ligado a un rincón de esta vasta extensión, sin que sepa por qué estoy colocado en este lugar y no en otro, ni por qué este poco tiempo me ha sido asignado a este punto, y no a otro, de toda la eternidad que me precede y de toda la que me sigue (…) Todo lo que sé es que pronto debo morir; pero lo que más ignoro es esta muerte que no la puedo evitar. Así como ignoro de dónde vengo, no sé a dónde voy; y tan sólo sé que, en saliendo de este mundo, he de caer para siempre, o en la nada, o en las manos de Dios. He aquí mi estado lleno de oscuridad".
Prosigue Pascal: "El hecho de que se encuentren hombres tan indiferentes a la pérdida de su estado y al peligro de una eternidad de miserias, no es cosa natural. Bien diferentes son respecto a las demás cosas; temen las más ligeras, las prevén, las sienten; y este mismo hombre que pasa los días y las noches en la desesperación por la pérdida de su empleo, o por alguna ofensa imaginaria a su honor, es el mismo que sin inquietud y sin emoción sabe que va a perderlo todo a su muerte. Es una cosa monstruosa ver a un mismo corazón, y a un mismo tiempo, esta susceptibilidad ante las menores cosas y esta extraña indiferencia ante las más grandes" {5}
-Apolos-
Referencias:
{1} Pablo lo señala en el contexto de que no exista resurrección en 1 de Corintios 15:32
{2} Agustín Squella, "Filosofía del derecho", [2001] P. 114
{3} Pascal, B: Op. cit.; artículo XVI, parágrafo LVI.
{4} Ibídem.
{5} Pascal, B.: Op. cit.; artículo I; pp. 10-11.
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Fuente:
https://www.facebook.com/Argumentoyv...422?__tn__=K-R
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Los célebres cuadros de las postrimerías de Valdés Leal, que se pueden ver en la iglesia del Hospital de la Santa Caridad en Sevilla.
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
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https://www.facebook.com/LaIncognitaDelHombre/photos/a.479703605749126/1040583409661140/?type=3&theater
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
La #ColecciónOSMA alberga una serie de obras que varían considerablemente en complejidad y que regularmente plantean al espectador la necesidad de leerlas en clave alegórica.
En la #PremoniciónDeLaPasión, por ejemplo, el espectador debe estar atento a los elementos que rodean al niño Jesús, que aparece durmiendo en el centro de la obra. El pequeño descansa sobre una cruz y apoya su cabeza sobre una calavera. En el mismo sentido apuntan los elementos que lo acompañan: la corona de espinas a su lado y los tres clavos torcidos a sus pies.
Pensados en conjunto, estos elementos anuncian ya la crucifixión y, por tanto, la obra enfatiza, desde la tierna edad en que es retratado el #Salvador, el sacrificio al que está destinado.
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ANÓMIMO
Premonición de la Pasión
Siglo XVIII
Óleo sobre tela, 29 x 34.5
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=9793&stc=1
https://www.facebook.com/MuseoPedrod...xEnq&__tn__=-R
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
El recuerdo de la muerte, anónimo, Guanajuato, siglo XVIII
Mirad de Dios la bondad
Su amor, su ser su prudencia
Su sufrimiento, y clemencia
Aun con ver nuestra maldad:
Contemplad la eternidad:
Lo pronto de la jornada:
Que está la hora señalada,
Y que la mejor criatura,
No es más que pobre basura,
Sombra, polvo, viento, o nada
Hombre, pues eres mortal,
y pues pensar bien no quieres
aquello mismo que eres,
si quiera piénsalo mal,
Aun así hará efecto tal,
que llegando a conocer
la inconstancia de su ser,
consigas, sin más tardar,
un tan pronto hacer pensar,
que sea pensar, y hacer.
La tierra es mi centro,
y todo en esto para;
mira, reflexiona, repara,
lo que encierro dentro.
[Origen y destino del hombre, El Políptico de la muerte, anónimo, ca. 1775, óleo sobre tela y madera, Museo Nacional del Virreinato, INAH]
Imagen: Le Souvenir de la Mort, anónimo, s. XVIII. Museo del Pueblo de Guanajuato, Ciudad y Estado de Guanajuato (México). Foto: Víctor Cruz Lazcano. Véase: Le souvenir de la mort: el papel del cuerpo en el discurso salvífico durante el barroco mexicano, Antonio Holguera Cabrera. En: El Barroco: Universo de Experiencias. Coords. María Rodríguez Miranda y José Peinado Guzmán. Ed. Asociación “Hurtado Izquierdo”, Córdoba, 2017.
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=9794&stc=1
https://www.facebook.com/vidascoloni...type=3&theater
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
El cristianismo dotó de una carga simbólica a los rituales de la muerte en Nueva España, los estudios sobre la muerte durante el período se limitan el elemento europeo y criollo de la sociedad en detrimento del resto de las castas. La sociedad novohispana, no hay que olvidarla, es una sociedad premoderna o del Antiguo Régimen, con un sistema coherente para dotar al cadáver de sentido en función de las creencias y sentimientos colectivos alrededor de la muerte, muy diferentes a las del México contemporáneo.
La idea de la existencia de un Cielo, la resurrección de los muertos y la esperanza de la vida eterna, permearon los ritos fúnebres novohispanos, el pensamiento de que la vida futura dependía del comportamiento en esta vida, definía la salvación o condena eterna, o de ser necesario, su paso temporal por le purgatorio, un lugar que causaba pavor y permitía el culto a las ánimas que se encontraban ahí, de igual forma, la muerte era algo temporal hasta la llegada del Juicio Final.
La visión teocéntrica del barroco y la escolástica, el culto a los santos, las apariciones y el sentimiento de devoción hacia la Pasión de Cristo, todo ello fue traído con los españoles; la vida celestial se consideraba la culminación de la perfección. Entre los mexicas, la mayoría de los muertos descendía al Mictlan, su ánima o una de sus entidades anímicas, en un largo viaje de cuatro años en que sus riquezas terrenales les ayudaban, pero con el tiempo los elementos prehispánicos fueron diluyéndose con la evangelización.
La tasa de mortandad era alta en Nueva España debido a las enfermedades y desastres naturales. Fue durante los primeros años del virreinato cuando se le dio una importancia capital al purgatorio, el moribundo buscaba dejar las cosas en orden, proveyendo entre su descendencia los medios para vivir una vida cristiana acorde a los valores de la época, después de muertos, se expresaban públicamente sus méritos y se concebía con alegría que su alma tenía abiertas las puertas de la única y la verdadera vida.
Los españoles de fines del siglo XVII e inicios del XVIII, tenían nombres increíblemente largos para llamar la atención e intercesión de muchos santos, como la hija del virrey duque de Alburquerque, que fue bautizada con cincuenta nombres. El moribundo recibía los sacramentos de la confesión, la comunión viático y extremaunción, después venía el entierro y el oficio de difuntos, los novenarios, sufragios y honras, correspondientes a enfermedad-agonía-muerte, el entierro y el duelo.
Las cofradías apoyaban a que sus miembros tuviesen una buena muerte, a que fuesen enterrados en camposanto con los ritos acorde al reglamento. Los sacramentos dados al moribundo ayudaban a la obtención de indulgencias y la absolución por la confesión, para evitar ir al infierno y lo podía hacer cualquier sacerdote, adaptándose a la condición del moribundo, a veces la indulgencia era sencillamente repetir el nombre de Jesús, aunque la incapacidad de programar la confesión hacía muchos fallecieran sin recibirla.
Los viáticos era la eucaristía, en tiempos de pandemia, este sacramento era administrado continuamente. Testar ayudaba al buen morir, pues se quedaba en paz con Dios y los hombres, en los testamentos novohispanos aparecen invocaciones a la Santísima Trinidad, la intercesión de los santos y la Virgen o los ángeles para que ayudaran al testador a alcanzar el perdón, San José era el santo patrón del buen morir, su importancia fue tal en el siglo XVI, porque nació gentil, recibió el bautizo y se le permitió morir en la fe, salvando así su alma; el testamento tenía instrucciones sobre la mortaja, el número de misas post mortem y el plazo, los pobres pedían solamente que se les cantara un responso, aquél que hubiese perdido el juicio, no podía testar.
Una vez muerto, se limpiaba el cuerpo, se afeitaba, se le cortaba el pelo y se vestía, la calidad del procedimiento dependía de la situación económica del difunto. Lo más común fue ser enterrado con el hábito franciscano, ejemplificando ésta Orden el rechazo a ser enterrado en un ataúd ante una muerte digna, pero no todos pudieron comprarlo al precio de 12 pesos 4 reales, por eso lo pobres eran enterrados con sábanas o petates. Dado que era un transición de la vida terrenal a la espiritual, se ayudaba al alma con velación, misa funeraria y un cortejo con rezos hasta el sitio de sepultura.
Ser enterrados en las iglesias permitía un paso menor por el purgatorio, y en el siglo XVI el clero secular se encargó del servicio de entierros, hasta que fue secularizado en el siglo XVIII por salud e higiene, este siglo marcó también la Ilustración y la crítica a las costumbres barrocas funerarias, el virrey Teodoro de Croix restringió las pompas del duelo aunque en México, los ritos fúnebres virreinales permanecieron hasta bien entrado el siglo XIX.
Fuente: Reyes Hernández, M. D. Actitudes y prácticas ante la muerte en Nueva España, recuperado de: http://www.vuelolibre.revistadehisto...rte_en_.2a.pdf
Imagen: pintura de castas, «De Efpañol.e.India.Meftifa».
http://hispanismo.org/attachment.php...tid=9843&stc=1
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Fuente:
https://www.facebook.com/gazetamexic...type=3&__xts__[0]=68.ARCXNaL6mUzqx5Vhw4evSbXeIiQhKA2odv8fdsv0d4-ags1UojGhT_5PlbGEp8M6hL0CZe5jFbEyEbjWEzJbEuxBdcklW__ciApIWEObD8hzTKyDK2uIDmcNHNaXfwVH3K3TS4qWgZVGk6YhT9cFBYAfIfavCeITzQeAX2x-x7pfINIjaXDQqfbLEi_HdACWmdrGe40q7tNrRpBn9D0NZrjMWO3N8hihTdpFUYB35qmCdbNO-7sbNS5RYSNr36sZRlX8pZIfHqfLpB79DGlegA9JSVM4ygTa7OjVMyPBTNZWO9QCN-5YprclQUDh20wKrwBYRCPCYe3KjRHcCvO9FYEJjuJ8
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Meditación sobre la muerte y calavera
Padre: "¿por qué tiene una calavera en su biblioteca?".
Muchas veces nos han hecho esta pregunta. Es un modo antiquísimo de recordar la muerte, meditar en ella y estar preparados. Así como lo han hecho muchísimos santos.
Un ejercicio que deberíamos hacer cada tanto: el pensar que, algún día, esta vida prestada, se acaba.
https://www.youtube.com/watch?v=zibffJkfPE8
https://www.youtube.com/watch?v=zibffJkfPE8
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Es el pecado, estúpido
https://1.bp.blogspot.com/-MRdV7k5Pz...6b61528c61.jpg
El cardenal Newman dice en uno de sus sermones (IV, 6):
[cuando muere una persona] todos piensan que se ha ido al cielo; hablarán con mucha seguridad de que ya se encuentra en paz, de que sus dolores han terminado, de su feliz liberación, y cosas por el estilo. Y se extienden en consideraciones semejantes cuando su deber consiste más bien en guardar silencio, esperar con esperanza medrosa, y resignarse.
[…]
Por eso no se admite la mera posibilidad de que alguien se haya condenado; se rechaza la idea, y cuando muere alguien, concluyen, como única alternativa posible, que debe estar en el seno de Abraham, y lo dicen con toda audacia…
Esta observación, expresada en 1835 y referida a la comunidad anglicana a la que él aun pertenecía, se manifiesta también en la iglesia católica desde hace ya muchas décadas. El abandono de los ornamentos negros para los funerales y del uso del catafalco rodeado de seis candelabros han convertido, por ejemplo, a las misas de requiem en una misa más. Muchos curas incluso usan ornamentos blancos y no dedican sus homilías a hablar de la muerte sino a “celebrar” la vida del difunto.
Una experiencia de hace pocas semanas me hizo reflexionar sobre el hecho. Murió una persona amiga, ya mayor y muy enferma. Se hizo un velatorio y se celebró misa exequial antes de la sepultura. El celebrante, muy bien dispuesto para los tiempos que corren, fue un cura que con fe y, para una misa novus ordo, fue decente. Sin embargo, dedicó toda su homilía y las frecuentes interrupciones durante el rito, a hablarnos de lo que Newman señalaba en su homilía: lo buena que había sido la difunta, la paz de la que ya estaría gozando, que allí nos estaba esperando y muchas lindezas más destinadas a enmascarar la terrible realidad del cadáver que yacía a pocos pasos.
Lo que yo veo en estas actitudes denunciadas por Newman y observadas por nosotros es que, en el fondo, se perdió la noción y sentido del pecado. En muchos casos, quizás la mayoría, no será de modo consciente y obedece a la mejor de las intenciones. El curita del que hablo creo que nunca negaría el pecado; simplemente quería consolar a los deudos allí reunidos con los consuelos que nos da nuestra fe pero, en su esfuerzo, se llevaba puesta la realidad de la incertidumbre de nuestra propia salvación y la de todos los hombres, y del pecado que es ante todo, una ofensa a Dios. Una vez más, el emotivismo poniéndose por delante de la fe, un tema que ya hemos tratado en este blog.
Pero el problema, a mi entender, es mucho más grave que un derroche de sentimentalismo, porque se desplaza la realidad del pecado y se la rodea de nieblas a punto tal que queda reducido a un “inconveniente” de la vida cotidiana, como me dijo el jesuita con el que me confesé hace un tiempo. Y esto tiene sus consecuencias, puesto que si el pecado es apenas una brizna molesta, deja de tener sentido la redención. ¿Por qué el Hijo de Dios se habría encarnado y padecido muerte en cruz? ¿Para librarnos de una molestia o inconveniente que un psicólogo puede hacer en dos sesiones de terapia? No tiene ningún sentido, y mucho menos sentido aún tiene hablar de la misa como sacrificio propiciatorio, puesto que no hay delito por el que derramar sangre lustral.
Total que un santiamén se nos derrumbó la fe. Jesucristo no tiene por qué ser el Verbo Eterno hecho hombre; es suficiente con que sea un hombre, extraordinario y el mejor de todos, pero puro hombre. Y fue concebido como cualquier otro hombre lo es. Y su injusta e ignominiosa muerte se debió a que su prédica en favor de los más débiles, los más pobres y los habitantes de las periferias, desafió a los poderosos de su época, que son iguales a los poderosos de todas las épocas. Y por eso, el cristiano que quiera seguir sus pasos, debe dedicarse a la defensa de esos mismos pobres y débiles, y desafiar siempre que pueda a cuanto poderoso se le cruce por el camino. Y la misa será el momento de encuentro semanal de todas las buenas personas convencidas de esas luchas y esos desafíos, que se reúnen en torno a la “mesa del altar” a compartir el “pan de vida”, a fin de fortalecer la comunión entre ellos. Y, para ocasiones especiales como el matrimonio o la muerte, “la celebración de la eucaristía” será un vistoso complemento que consuela y nos hace pasar emotivamente más fortalecidos los momentos críticos de la vida.
Privar a la fe y a la vida católica de la gravitación que posee en ellas el pecado implica, que más tarde o más temprano, la fe cristiana se diluya en un humanismo con pinceladas de trascendencia tan indefinidas, que podrá ser adoptada con escasas molestias por cualquier persona: apenas un “proceso de discernimiento” en aquél que quiere abandonar a su mujer o a su marido por otra/o; un propósito de fidelidad y de ayuda al prójimo en aquél que quiere “compartir su vida” con otra persona de su mismo sexo, y todo el resto de las sorpresas a las que nos tienen ya acostumbrados el Papa y sus obispos en las últimas décadas.
“Cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?” (Lc. 18,8).
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Fuente:
The Wanderer: Es el pecado, estúpido (caminante-wanderer.blogspot.com)
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
#SecretodeFatima #infierno #VirgenMaria
El Secreto de Fátima del que Nadie se Acuerda [El Olvido que Aumentó el Mal en el Mundo]
Por qué se ha ignorado el primer secreto.
Los católicos sostienen que Fátima es la aparición de la Santísima Virgen más importante de los últimos siglos
Y el Vaticano también lo cree, no en vano la estructura de la Iglesia se movilizó masivamente, como pocas veces, para celebrar los 100 años de esta aparición en el 2017
Sin embargo, la devoción a la Virgen de Fátima ha sido despojada de su contenido original
Nuestra Señora bajó a Fátima para darnos un mensaje no simplemente por hacer acto de presencia
Y si no se retiene ese mensaje estamos ignorando la aparición en su totalidad
En este vídeo me quiero referir al primero de los 3 secretos que la Virgen de Fátima dio a los pastorcitos, que es público, pero que ha sido olvidado e ignorado, y hablaremos sobre las razones por las que se olvidó
El texto completo de este video lo puedes encontrar acá https://www.youtube.com/post/UgwF95l-...
https://www.youtube.com/watch?v=9Sb0YdRqQoM
https://www.youtube.com/watch?v=9Sb0YdRqQoM
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
UN CONDENADO EN EL INFIERNO.
El imaginario infernal en los virreinatos americanos
Uno de los detalles que más diferenciaría a la tradición teológica judaica con la cristiana era, precisamente, el imaginario del infierno. Mientras que el Gehinom hebreo más se asemejaba al purgatorio, el infierno cristiano daría lugar a varios tratados en los cuales se describía el padecimiento de los pecados cometidos en vida, dentro de un ambiente caracterizado por abundantes dolores, penas y padecimientos, añadiéndose una eficaz iconografía infernal desde los tiempos medievales hasta bien entrado el siglo XVIII en lo que respecta a América.
Entre los textos que más influjo tendrían en los virreinatos americanos, se destaca “El infierno abierto, para que le halle el cristiano cerrado dispuesto en varias consideraciones de sus penas distribuidas por los siete días de la semana”, autoría del jesuita italiano Paolo Segneri aparecida en el siglo XVII, obra traducida y presente en América desde los albores del siglo XVIII.
Influido por los ejercicios espirituales de Loyola y la visión teológico-moralizante de San Agustín o Santo Tomás de Aquino, Segneri disertó sobre siete meditaciones que prontamente iban a representarse en varios grabados y pinturas como la que reposa en el Convento de la Merced en el Cuzco. Éstas eran la cárcel de infierno, el fuego, la compañía de los condenados, la pena de daño, el gusano de la conciencia, la desesperación y la eternidad de las penas.
En todos los puntos el autor pretendía sacudir la conciencia de los creyentes, exhortándoles la meditación de aquellos suplicios día y noche, a fin de evitar todos aquellos abominables castigos físicos y mentales del Infierno abierto. En los territorios americanos fue acogida la obra con notable éxito por la Compañía de Jesús y otras órdenes, a tal punto que los sermones eclesiásticos se valían de lienzos cargados de una poderosa iconografía infernal para impactar emocionalmente a los feligreses, manifestando una por una las meditaciones de Segneri.
No era nuevo este fenómeno didáctico de adoctrinamiento, aquel recurso audiovisual a través del sermón y la imagen abrumadora, suficientes para causar un horroroso estremecimiento al espectador en el momento que observaba a un condenado siendo consumido por las llamas, encadenado, a punto de ser devorado por dragones, serpientes y otras fieras, cuyos clamores y gritos desesperados en sus expresiones faciales, y sin opción alguna de salvación, debieron agitar no pocas de las mentes y consciencias de los habitantes del Antiguo Régimen.
“Ay de mi, que ardiendo quedo, ay que pude y ya no puedo, ay que por siempre he de arder, ay que a Dios nunca he de ver"
Fuentes: “El infierno abierto al cristiano de Pablo Señeri”, Abraham Villavicencio García, 2011, En: Escritura, imaginación política y la Compañía de Jesús en América Latina (siglos XVI-XVIII).
“Un condenado en el infierno”, Ramón Mujica Pinilla, 2007, En: RISHEL, Joseph J. y Suzanne Stratton-Pruitt. Revelaciones. Las artes en América Latina, I492-I820.
Imagen: Un condenado en el infierno, anónimo, siglo XVIII, Convento de la Merced, Cuzco.
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10160&stc=1
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Fuente:
https://www.facebook.com/vidasvirrei...551?__tn__=K-R
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
“Triunfo de la Santa Cruz”.
Óleo sobre lienzo, 33 cm. de diámetro.
Cartela para la bambalina lateral del palio de Nuestra Señora del Sol (Sevilla).
“Vemos a la muerte, en primer plano, en un paisaje sombrío y con neblina, junto a la Cruz, que se cree vencedora. Pero el SOL, símbolo de Cristo, resurge tras su muerte y se hace paso entre las tinieblas; es la luz del cuadro; lo hace sobre una parte baja rojiza, es decir, tras su sacrificio por todos nosotros y tras perdonar nuestros pecados vuelve a la vida. La muerte se ve vencida, por eso deja caer la guadaña; creía que había vencido como hizo con Adán (por eso aparece a sus pies el cráneo, el cual se representa en numerosos calvarios)”
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10217&stc=1
https://www.facebook.com/raulberzosa...20167864834494
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
¿Por qué aparece un cráneo a los pies de Cristo y en las manos de algunos santos?
Breve explicación del simbolismo del cráneo en el arte cristiano.
https://www.youtube.com/watch?v=Qw3vHnEehe4
https://www.youtube.com/watch?v=Qw3vHnEehe4
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Meditación sobre la muerte
Charla dada por el Sacerdote de la Parroquia San León Magno de Murcia y Penitenciario de la S.I. Catedral de Santa María de Murcia, Don Fernando Colomer Ferrándiz titulada "Meditación sobre la muerte", (Catequesis Parroquial nº 162, de 24 de febrero de 2021).
http://parroquiasanleonmagnodemurcia....
***PARROQUIA SAN LEÓN MAGNO, C/ DOCTOR MARAÑÓN Nº4, 30008 - MURCIA (ESPAÑA)***
https://www.youtube.com/watch?v=9ijGSlZiNag
https://www.youtube.com/watch?v=9ijGSlZiNag
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
La Muerte
***(Pueden dirigir sus cartas a "PARROQUIA SAN LEÓN MAGNO, CALLE DOCTOR MARAÑÓN Nº4 30008 MURCIA,MURCIA, ESPAÑA)***Charla dada por el Sacerdote de la parroquia San León Magno de Murcia y Peniteciario de la S.I. Catedral de Santa María de Murcia, Don Fernando Colomer Ferrándiz (Licenciado en Teología y Doctor en Filosofía) sobre la muerte.
https://www.youtube.com/watch?v=aHLTXB3BACU
https://www.youtube.com/watch?v=aHLTXB3BACU
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
NADIE HABLA DE ESTO, P. Carlos Spahn
#HablarClaro #Predicación #Dios
En este video, el Padre Carlos Spahn, ante el ataque de las fuerzas del mal, nos anima a comportarnos como auténticos soldados de Cristo.
https://www.youtube.com/watch?v=-wygERHmIcM
https://www.youtube.com/watch?v=-wygERHmIcM
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
¿Os atrevéis a asomaros a la descarnada verdad que se oculta en el Espejo de clarisas?
Una de las muchas joyas y curiosidades que atesora el fascinante Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid
Una tapadera corrediza anima a contemplar "lo que has de ser (...) en la luna de este espejo..."
El chasquido de la madera al desplazarse descubre una calavera con tocado de clarisa.
Desde la profundidad de las cuencas vacías de sus ojos parece aseverar la ineludible certeza de las palabras grabadas sobre la tapa del espejo.
Que dicen así:
"Lo que en mí vienes a ver/
te pido que consideres/
y enmendaras lo que eres/
mirando lo que has de ser:/
la hermosura y el Poder/
el Donayre y el Despejo,/
con otras Gracias que dejo/
tus Esperanzas burlaron,/
por que todas se quedaron/
a la luna de este Espejo"
-Anónimo español, S. XVII
-La otra Corte. Mujeres de la Casa de Austria en los Monasterios Reales de las Descalzas y la Encarnación. Madrid, Patrimonio Nacional, 2019.
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10608&stc=1
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10609&stc=1
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10610&stc=1
https://twitter.com/Anita_Woolf/stat...02792045826053
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
971-El cementerio, un CAMPOSANTO convertido en un lugar de SACRILEGIO. ¿Muertos o FIELES DIFUNTOS?
https://www.youtube.com/watch?v=-fhQ-WAFPkU
https://www.youtube.com/watch?v=-fhQ-WAFPkU
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Acerca del fin de año, y de la brevedad de la vida
por Meditación
31/12/2022
PUNTO PRIMERO. Considera a Cristo nuestro Señor recién nacido y llorando en el pesebre. Te sorprenderá, tal vez, que al averiguar las causas de su llanto, hallarás que no son tanto el frío que padece, ni la inclemencia del tiempo, cuanto más bien tu descuido y el olvido con que vives de tu propio bien. Él viene al mundo a despertarte con sus gemidos y voces que te da desde aquella dura cama, para que te des cuenta de tu daño y vuelvas sobre ti, y dejes el camino de la perdición y entres por el de tu salvación. Porque como dice el apóstol San Pablo, apareció la gracia de nuestro Salvador y Dios hecho hombre, enseñándonos que negando todos nuestros desordenados apetitos y deseos mundanos, vivamos en este mundo templada y santamente, ajustándonos a la ley de Dios, por lo cual sin perder de vista el ejemplo que te da tan insigne Maestro, que te hallas en el último día y fin del año, considera cómo tienes este año menos de vida. Mira cómo pasó el otro sin que apenas te dieras cuenta, y que de la misma manera se pasarán los que restan por venir, de los cuáles desconoces su número y fortuna. Contempla cómo se pasa la vida sin parar, y que va como una nave azotada por los vientos, en la cual los que caminan comiendo y bebiendo y durmiendo, no cesan de navegar. Así, tu vida no para de correr, comiendo y durmiendo, velando y obrando, te llevan sin detenerte un punto; y esto mismo que estás leyendo te va quitando la vida. De lo cual debes sacar gran fervor y aliento para sufrir cualquier trabajo por Dios y por tu salvación, viendo cuán breves son todos, como también para obrar en tu beneficio y acrecentar tu caudal, reconociendo cuán poco tiempo te queda para ganar inmortales riquezas.
PUNTO II. Considera cuántos empezaron contigo a correr el curso de la vida de este año, que se quedaron en el camino, y no llegaron al fin como haz llegado tú. Vuelve los ojos atrás, y míralos en los sepulcros comidos de gusanos, que acabaron sus roles en la farsa de este mundo, y no les duraron todo el año cómo ellos pensaron. Mira sus designios burlados, sus trabajos perdidos, sus haciendas confiscadas en la aduana de la muerte, las cuales ahora mismo gozan otros. Su fama se deshizo como el viento, y todo pasó como sombra, y de ellos apenas hay memoria. Y reconoce la fragilidad de esta vida y sus engaños, y que todo es locura, si no se aprovecha sólo para buscar la eterna y lo que dura para siempre. Considera qué sentirías si te hubieras quedado en el camino como ellos, y que dentro de poco tiempo será de ti lo que ha sido de ellos. Coteja lo presente con lo eterno, que nunca se ha de acabar. Extiende los ojos por aquel año que empezará el día de tu muerte, y no ha de tener fin ni sucesión de otro, sino que ha de durar y continuarse sin término, ni remate, ni límite, ni fin, ni día postrero, mientras Dios fuere Dios, con dos destinos inevitables: o el cielo o el infierno. Y hallarás que la más larga vida en este mísero mundo es como un punto respecto de la eterna y como una gota de agua respecto a todo el mar; y exclama con admiración y llanto, viendo la ceguera de los hombres, pues por gozar de un soplo de vida tan breve y engañosa, pierden la eterna y verdadera. Pide al Señor que no te permita caer en tal engaño, y que te dé luz y gracia para despreciar lo temporal y codiciar solamente lo eterno.
PUNTO III. Tiende los ojos por los sucesos de este año pasado, y considera las mudanzas que ha tenido, los varios acaecimientos, los fracasos y desgracias, la caídas de los unos y el resurgimiento e incremento de los otros. Entra dentro de tí mismo y considera lo que ha pasado por ti en el decurso de este breve tiempo, la variedad de afectos, de alegría y de tristeza, ya de contento, ya de descontento, las turbaciones de ira y enojo, los días buenos y malos, la mengua de salud. El desmedro en lo temporal y espiritual. Las ocasiones de impaciencia contigo y con los hombres; la variedad del clima y la inestabilidad de todo cuanto está debajo del cielo. Y hallarás que no tiene la luna tantas fases, ni cambia el camaleón tantos colores al día, como lo han sido las mudanzas de tu corazón en lo que has vivido este año. Desengáñate de lo temporal, y deseos de despreciar vida tan engañosa y mudable, y anclar firmísimamente en la verdadera y constante, que es la espiritual y santa que nos está enseñando el Hijo de Dios desde que entra en este mundo hasta que sale. Pon los ojos en la tranquilidad de ánimo que gozan los siervos de Dios, resignados y seguros en su santa voluntad, sin tener otro deseo que lo que Dios quiere o no quiere. Mira cómo, aunque corran los años no los desperdician, porque los invierten en santas obras, de las que han de gozar para siempre; pero los malos los pierden, porque dejan pasar el tiempo en vano, y así se quedan sus años vacíos y sus días inútilmente gastados. Acuérdate que el tiempo pasado nunca vuelve, y que no has de ver más este año que pasó, y logra el que Dios te da para bien de tu alma. Llora el tiempo perdido, y enmienda la vida porvenir.
PUNTO IV. Mira a Cristo nuestro Señor en el pesebre, y entra con la consideración en su pecho, y contempla cómo desde el instante de su concepción, y desde el día y hora que nació en el mundo hasta lo último de su vida, no dejó de obrar y merecer sin perder un instante de tiempo. Considera los actos de agradecimiento que haría a su Eterno Padre por las mercedes que la había hecho sobre todos los hombres, y los que harías mismo de amor y caridad, amándole intensísimamente y ofreciéndose en holocausto a su santo servicio. Los actos que haría en su alma de celo de su gloria, deseando y pidiendo que fuese glorificado y ensalzado sin fin, y del bien de las almas, deseando y pidiendo al Padre su salvación, y ofreciendo desde el pesebre su vida por sus hermanos. Grande es la lección que recibes ¡oh alma mía! Este Divino Catedrático del cielo te enseña a lograr el tiempo y los años que te da para servirlo. Oye, ve, aprende su doctrina, y no olvides sus enseñanzas, y saca de aquí propósitos firmísimos de imitarlo, y recuperar en los años que te diere de vida lo que has perdido en éste y en los pasados por tu descuido y flojera, y pídele gracias para enmendar tu vida en adelante, despreciando al mundo y siguiendo sus pisadas en el porvenir, como si el que viene fuese el último año de tu vida.
Padre Alonso de Andrade, S.J
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Fuente
https://adelantelafe.com/acerca-del-...ad-de-la-vida/
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Velatorio
La civilización moderna tiene pavor al luto porque en el fondo tiene miedo de morir. Y por eso no quiere el luto
https://www.tradicionviva.es/wp-cont...-velatorio.jpg
En la foto piadosas mujeres velando un cadáver en una pequeña aldea extremeña en la España de 1951. Están consternadas por el dolor de la separación. Pero en su sufrimiento no hay desesperación, ni acidez, ni rebeldía. Una atmósfera de serena conformidad, suave resignación y oración recogida domina el ambiente. Se trata de un verdadero hogar cristiano y donde quiera que haya un hogar cristiano rico o pobre, herido por la muerte, la atmósfera será siempre esta. Los hijos de la Iglesia creen en la resurrección de la carne y saben que por la Redención del género humano “la muerte ha sido destruida por la victoria”.
De vez en cuando debemos meditar sobre la muerte, para que comprendamos lo que hay de profundamente real en aquella advertencia que el sacerdote hacía a los fieles al comienzo de la Cuaresma: Recuerda que eres polvo, y en polvo te convertirás. No somos más que polvo y volveremos a ser polvo.
Eso nos hace dar una dimensión exacta a todas las cosas de esta vida. Todos, en este momento, podemos estar movidos por deseos muy diversos. ¿Pero qué son esos deseos, cuando se piensa en lo que somos? ¡Es algo tremendo!
La muerte nos puede sobrevenir en cualquier momento. Somos algo tan inconsistente que un coágulo en la sangre puede acabar con todos nuestros deseos, todas nuestras aspiraciones en relación a las cosas de esta vida. En último análisis, sabemos que moriremos y cuando pasamos por un cementerio vemos que allí nuestro destino está fijado: nos volveremos polvo.
¿No es buena esta meditación para refrigerar muchos ardores, para crear muchos desapegos, para humillar mucho orgullo y hacernos comprender que podemos comparecer a cualquier momento ante el juicio de Dios? ¿Quién sabe si dentro de una hora nos esteremos quemando en las llamas del Purgatorio?
Sin esas incertidumbres la vida no tiene ninguna grandeza. Nada es bello, nada es atractivo, a no ser con un telón mortuorio de fondo. Sólo por el contraste el hombre conoce el valor de las cosas de esta vida. Y es sólo por el contraste con esta miseria fundamental que uno comprende como todo cuanto queremos en esta vida es poco en comparación con la grandeza del destino que nos espera.
La civilización moderna tiene pavor al luto porque en el fondo tiene miedo de morir. Y por eso no quiere el luto.
Se debe encarar la muerte con serenidad, con grandeza, inclusive en lo que ella tiene de aflictivo y de tremendo. Esta es la lección que los muertos y la muerte nos da. Una lección incomparable de profundidad, de fuerza de alma, de coraje y de grandeza.
Antiguamente había reportajes que al describir la muerte de alguien decían: la majestad de la muerte revistió sus trazos. Es una idea muy bonita.
Recemos por las almas del Purgatorio que estén más abandonadas y por las que nadie reza, almas que quizás tengan que cumplir mil años en el fuego purificador. Pidámosles que nos obtengan la comprensión, el amor y el entusiasmo por todas las sombras con que la muerte enriquece la estética del universo y los panoramas verdaderos de la vida humana.
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Y SI HOY MURIERAS, ¿A DÓNDE IRÍA A PARAR TU ALMA?
Ve a misa, confiésate, comulga, y mantente en oración para evitar el pecado. Procura mantenerte en estado de gracia, porque nunca sabes cuándo el Señor te llamará a Su presencia.
Algunos se han dejado convencer por los errores del protestantismo y, para no ir a confesarse, dicen que el Buen Ladrón fue llevado al paraíso estando clavado en la cruz, sin confesarse con un cura, probablemente sin bautismo, sin pertenecer a la Iglesia, sin ir a misa. Sin embargo, eso fue así...
- ANTES de que Jesús resucitado les diera a los apóstoles el poder de perdonar pecados (Jn 20,19-23)
- ANTES de que Jesús resucitado instituyera el bautismo de salvación (Mc 16,14-20; 1 Pe 3,21)
- ANTES de la venida del Espíritu Santo (Hch 2,1-4)
- ANTES del nacimiento y comienzo de la Iglesia (Hch 2,37-47)
- ANTES de que la Iglesia comenzara a celebrar la Eucaristía (Hch 20,7)
- ANTES de que Jesús ascendiera a los cielos y dejara Su autoridad en la Iglesia (Jn 21,15-19; 1 Tim 3,15)
- ANTES de que dejáramos de vivir bajo la ley, para empezar a vivir bajo la gracia (Rom 6,14)
Por eso los cristianos tenemos que ir a misa, confesarnos, comulgar, llevar vida de oración, hacer obras de caridad, y obedecer todo lo que la Iglesia nos mande para nuestra salvación.
"Mi alma irá a donde Dios quiera", dicen algunos desde un fingido conformismo. ¡Grave error! Tu alma irá a parar a donde tú quieras, porque el Señor ha colocado fuego y agua frente a ti (Sir 15,17). Lo que escojas, eso recibirás. Si nada procuraste hacer en vida por la salvación de tu alma, no esperes que el Señor te dé la salvación así como así. Recibirás lo que escogiste, según tus propias obras (Rom 2,5-8; Mt 16,27).
Anda, ve al confesionario y libérate de las cadenas del pecado, que impiden tu salvación. No esperes un mejor día. ¡Hoy es el mejor día!
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10649&stc=1
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Oda a la buena muerte
"Oh Señor y Salvador mío, fortaléceme en aquella hora con los brazos vigorosos de tus sacramentos y con la fresca fragancia de tus consuelos. Que se pronuncien sobre mí las palabras absolutorias y que sea signado y sellado con los santos óleos; que tu propio Cuerpo sea mi alimento y que sea rociado con tu propia Sangre; permite que me aliente mi dulce Madre, María, y que mi ángel me susurre con un mensaje de paz, y que mis gloriosos santos me sonrían: para que en su compañía y por su mediación reciba yo el don de la perseverancia, y muera, tal como deseo vivir, en tu fe, en tu Iglesia, en tu santo servicio, y en tu amor".
♰ San John Henry Newman
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10659&stc=1
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
El médico y el sacerdote
por Dardo Juan Calderón
12/04/2023
(extracto del libro de Rubén Calderón Bouchet, “LA ARCILLA Y EL HIERRO”).
Alguien, a veces el mismo médico, trata de animar a un enfermo incurable hablándole de su probable restablecimiento. Esta falsa luz de esperanza brilla por un momento en las pupilas mortecinas y acaso, durante un breve lapso, la perspectiva ilusoria de un reencuentro con la vida tienta la imaginación del moribundo. Es poco o casi nada. Falta la fuerza que hace circular la sangre, que da alegría y plenitud a los músculos y pone calor en la médula de los huesos. Ahora el cansancio está en todas las articulaciones y resulta vano ese empeño en arrimar una ilusoria primavera que no está en los miembros del enfermo.
Nuestros contemporáneos, salvo casos de imbecilidad absoluta, tienen clara conciencia de que todos aquellos principios espirituales que daban solidez y fundamento a la conducta, están totalmente en quiebra. Saben también que las consignas publicitarias con que se trata de llenar el vacío dejado por la religión, sólo tienen eficacia cuando se trata de hombres reducidos al mínimo por la influencia obsesiva de los medios de comunicación masivos.
La Iglesia Católica fue para sus fieles una madre atenta y trató siempre de sostenerlos en los momentos más importantes de sus vidas. Los proveyó con hábitos y costumbres que daban solidez a las instituciones, seriedad a las promesas, honor a los compromisos y dignidad a sus actitudes anímicas y corporales. Los puso constantemente ante la verdad obligándolos a mirar cara a cara la caducidad de la vida corpórea y les dio, al mismo tiempo, confianza en la Palabra de Dios para superar las instancias deprimentes de una existencia que se tambaleaba al borde de la caída. Los previno contra las ilusiones colectivas conminándolos a cultivar la vida íntima y a huir de los espejismos políticos que carecen de fundamento en la naturaleza de las cosas.
Cuando la revolución pintó sus falsas auroras en el horizonte de la historia, la Iglesia esgrimió contra ella la segura doctrina de su certero realismo. Como es más fácil destruir que construir y matar a un hombre que llevarlo hasta su perfección personal, la revolución contaba con todos los movimientos de la naturaleza caída y con esa proclividad al derrumbe que tienen las instituciones del hombre cuando no las sostiene otra fuerza que el interés de unos y la pasiva complicidad de los otros.
En clima revolucionario los médicos habían perdido la fe y solían consolar a sus enfermos con mentiras piadosas, pero si el enfermo era un cristiano, el sacerdote se encargaba de volverlo a la realidad haciéndole ver la frágil consistencia de los recursos medicinales y la necesidad, en esos momentos que la lengua existencialista nos ha enseñado a llamar límites, de poner nuestra confianza en Dios y prepararnos para el trance en que debemos comparecer ante el único juez insobornable.
Desgraciadamente el sacerdote perdió también la costumbre de decir la verdad. No porque se haya contagiado del médico, que aún entre sus peores representantes suele saber algo de lo que sucede con los enfermos, sino porque ha adquirido la verborragia de los «managers» motivacionales y trata de conciliar el fuerte brebaje sobrenatural del Reino esjatológico, con el jarabe de alguna quimera ideológica.
Frente a los vendedores de ilusiones colectivas el Magisterio de la Unam, Sanctam, Catholicam, Ecclesiam parece paralizado por el temor de poner en peligro la consistencia de la panacea democrática y toma con demasiada seriedad la versión revolucionaria de la historia, sin considerar para nada lo mucho que se ha escrito en contra de esa interpretación, tanto del punto de mira católico como desde otros ángulos de observación. Su preocupación fundamental ha dejado de ser la verdad y ha puesto su atención en las consignas que mueven el ánimo de las masas, como si su propósito fundamental fuera conquistar la adhesión de las muchedumbres.
El lector atento a los cambios provocados en la enseñanza de la Iglesia por la influencia del modernismo, no hallará difícil encontrar en los documentos eclesiásticos actuales, una explícita confirmación de las mentiras políticas que doscientos años de revolución han sembrado en los pueblos haciéndoles creer que el sufragio, los gobiernos anónimos y la propaganda periodística son los fundamentos infalibles de una progresiva liberación.
Ya no se enseña, como en mejores tiempos, que son simples instrumentos de un sometimiento, tanto más odioso, cuanto más sirve al poder de las minorías subrepticias que tienen en sus manos el efectivo gobierno del mundo.
¿De dónde un cristiano puede creer que el sufragio sirve a la dignidad del hombre y prepara el camino de la emancipación de los pueblos, cuando la auténtica dignidad y la verdadera libertad son asuntos de santidad personal?
Es perfectamente falso que la existencia de autoridades concretas, de carne y hueso, fueran más enajenantes y arbitrarias que los poderes ocultos de la publicidad.
¡Cuántas zonceras mentirosas y consignas invendibles son aceptadas sin críticas por la Iglesia actual, justamente cuando la inteligencia más alerta de los hombres de estudio, sean católicos, protestantes o ateos de cualquier índole, se vuelven contra las imposturas del mundo moderno, las señalan a los cuatro vientos y las delatan con valor en sus mentiras fundamentales!
Son los hombres de Iglesia los que hoy recogen los argumentos que la revolución no podía vender ni a los más estúpidos de sus clientes y los hacen brillar con un horrible barniz de cosmética teológica ofreciéndolos con zalemas curialescas para hacer entrar su rebaño en el chiquero de la revolución.
Realmente es un caso extraordinario de regresión intelectual y dentro de lo que alcanzo a percibir, nunca visto en los anales de la historia. En vía de querer explicarlo con el concurso de antecedentes puramente humanos, se puede pensar que la mayor parte de los sacerdotes, educados en una profiláctica separación del mundo, no han creado los anticuerpos suficientes para resistir los virus revolucionarios en cuanto se han visto expuestos al contagio.
Pero este argumento no es satisfactorio por dos razones que considero importantes: primero porque el morbo modernista fue mejor resistido por los que permanecieron alejados de las influencias contemporáneas; segundo porque los modernistas hicieron su faena en abierto contacto con los movimientos intelectuales más a la página y si no aceptaron la crítica que contra esas corrientes hicieron los católicos a partir de Pío X, es porque obedecían a una inclinación espiritual demasiado fuerte en ellos y no por simple ignorancia de las puestas antimodernas.
Maritain, autor de una serie de libros que se colocaron entre los buenos hechos por la contra revolución, terminó cayendo en los engaños revolucionarios más sofisticados en cuanto perdió contacto con los teólogos de Acción Francesa que habían contribuido a su conversión.
En un capítulo anterior nos referimos a un documento pontificio redactado por el Cardenal Ratzinger que aparece en la Iglesia Oficial como una de las figuras de mayor prestigio. En ese escrito podemos leer una referencia apologética a la Declaración de los Derechos Humanos, sin contar varias alabanzas a las ideas madres de la Revolución, en contradicción abierta con lo dicho en las Encíclicas Papales anteriores al Concilio Vaticano II.
Pienso, no sin alarma, que para que tales afirmaciones aparezcan en un documento que compromete el Magisterio de la Fe, no solamente se echó en saco roto todas las encíclicas papales anteriores a Juan XXIII, sino que también se dio pruebas de un absoluto desdén para con los pensadores y teólogos más esclarecidos de los siglos XIX y XX, sin contar a los grandes maestros de la Iglesia que no han sido tenidos en cuenta para nada en tales reflexiones.
Todavía más, los encendidos encomios que el Señor Cardenal Ratzinger prodiga a la Revolución tampoco ha considerado con atención lo que los propios pensadores revolucionarios han dicho con respecto a los resultados de ese movimiento que considera como una de las grandes conquistas del espíritu humano: ¿Leyó Monseñor Ratzinger el “Manifiesto de los Iguales” de Babeuf? ¿Echó una ojeada al «Comunista» de Marx? ¿Recuerda cuáles fueron las conclusiones que esos revolucionarios profesionales extrajeron de la Revolución Francesa?
Se aplicó la igualadora nacional a todas las diferencias sociales fundadas en el crecimiento orgánico de los diversos talantes naturales y sólo se reconocieron las desigualdades fundadas en el dinero. ¡Hermoso juego de igualación! Desaparecen para siempre las jerarquías incomparables y quedan en subasta las que pueden ser obtenidas por el soborno. Éste debe ser el progreso que Monseñor contempla en éxtasis.
Nuestro tiempo está enfermo y no tiene a la cabecera de su lecho quién lo prepare con luz sobrenatural para entrar en la noche de la muerte. El sacerdote, contagiado por el charlatán, le ofrece la civilización del amor que no veremos jamás y que, en este preciso instante, nos importa un comino.
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Fuente
El médico y el sacerdote - Adelante la Fe
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Catafalco Funerario de Toluca.
La visión de la muerte en la Nueva España con un fuerte arraigo occidental empezó a introducir las costumbres funerarias traídas de Europa; una parte importante de este ceremonial originó la construcción de monumentos de arquitectura provisional o de arte efímero, denominados catafalcos o túmulos funerarios; en donde la muerte estaba creada por imágenes visuales y metafóricas presentes en sus costumbres, valores, prácticas y razonamientos, lo cual ayudó a difundir la construcción de catafalcos en memoria de distintos personajes; como una forma de ofrecerles respeto, a su vez estaban cargados de gran lujo, que provocaban una gran impresión en la población española, criolla e indígena.
Francisco de la Maza, las llama piras funerarias y las describe:
“hechas de madera, pintadas de aceite, imitando mármoles, jaspes o canteras; las estatuas copiaban también mármoles o bronces, e iban algunas veces policromadas, estofadas o vestidas; cubiertas con telas y alfombras, y se adornaban con candelabros, incensarios y macetones de verdad, así como con centenares de velas de la mejor cera”.
Esta arquitectura efímera de tradición europea fue aprovechada por los religiosos para impulsar una escenificación de la liturgia enfocada hacia el culto a la muerte, en sus inicios fue exclusiva de reyes y príncipes, lo cual no funcionó para estas tierras, ya que con el transcurso del tiempo se fueron construyendo piras para los distintos estratos sociales novohispanos; tal fue el caso del Catafalco de la villa de Toluca; Perteneció a la Iglesia y Convento del Carmen de Toluca, clasificada como obra única en su estilo, se menciona que un sacerdote del templo lo donó al Gobierno del Estado de México, y posteriormente llegó al Museo de Bellas Artes donde se restauró y se volvió a armar. Esta obra fue elaborada por o para la orden de los carmelitas descalzos, debido a que todas las orlas de sus cartelas están coronadas con el escudo de la orden.
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10668&stc=1
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10669&stc=1
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10670&stc=1
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10677&stc=1
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
TORMENTO DE LAS MALAS LENGUAS
Anónimo cuzqueño. Siglo XVIII
“Retrato del castigo infernal que aguarda a todos los mentirosos”
Subastado en la casa de subastas Christie’s
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10683&stc=1
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Fuente:
https://www.facebook.com/photo/?fbid...47174435396612
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
Escena de Vanitas y la muerte.
Un esqueleto humano con guadaña soporta en una de sus manos un reloj de arena en señal de que a todos se nos acaba el tiempo. Dentro de su cuerpo lleva un hombre en señal de que el destino es encontrarse con la muerte. Un ángel sobre una torre juega con pompas de jabón, clara alusión a lo efímero de la vida. Bajo sus pies y de manera desordenada, miras, coronas, cascos y armaduras, muestran que no hay estatus que importe cuando el desenlace de la vida se aproxima.
Los murales de Tadeo Escalante en el Templo de San Juan Bautista de Huaro. Quispicanchi, Departamento de Cusco.
Crédito fotográfico: Vidas Virreinales.
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10705&stc=1
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Fuente
https://www.facebook.com/photo?fbid=...12447553955855
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
"Hoy ya no se piensa prácticamente en el Purgatorio. Ingresa en el haber del modernismo el que ya poco se tenga en cuenta el consabido lugar. Hablar de Purgatorio, de fuego, de penas, de sufrimientos, de purgar, al parecer no hace bien a los oídos modernos. Dios sería un ser malo, si sometiera a una purificación. Entonces muchos se dicen: “¡Oh!, ¿qué es eso del fuego?” He concurrido a velorios en donde el sacerdote poco más ya canonizaba al difunto. Parece que para muchos, todos, al fallecer, vuelan al cielo.
Pocos son, según enseñanza de los santos, los que luego de morir ingresan al cielo directamente sin pasar por el Purgatorio. Debemos pedir a Dios, siempre, todos los días, nos ayude a bien morir, esto es, en Su amistad. El alma en gracia que no haya alcanzado a reparar todos sus pecados en este mundo, lo deberá hacer en el venidero. Quizá nos toque ese paso.
Recemos por todas las almas del Purgatorio (especialmente ofreciendo Misas por ellos), y roguemos para que, si llegamos a estar algún día allí, otros rueguen por nosotros".
Tomás Gonzalez Pondal
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10706&stc=1
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Fuente
https://www.facebook.com/groups/4279...=recently_seen
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
ENTIERRO. NUEVA ESPAÑA 1720
Juan Rodríguez Juárez
Escena que recoge uno de los momentos del ceremonial del entierro: el traslado del cuerpo de la casa a la iglesia o al cementerio. Se representa con una procesión precedida por el crucífero con dos acólitos con ciriales seguida por los miembros de la cofradía de indios, con los cráneos rapados y con mechones a los lados, con diversas indumentarias acordes con el sector social al que pertenecían, algunos con ricas capas españolas de paño y otros con humildes tilmas, portando cirios encendidos. A continuación los músicos; les sigue un sacerdote con capa pluvial, personaje que da el carácter religioso a la escena; a continuación el difunto vestido con el hábito franciscano como perteneciente a la Orden Tercera de San Francisco, detrás del muerto aparecen familiares y amigos.
Museo de América. Madrid Ver meno
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10707&stc=1
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
IDEA DE LA MUERTE, del caballero cristiano – Por Manuel García Morente.
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En la idea que el caballero cristiano tiene de la muerte puede condensarse el conjunto de su percepción y actitud ante la vida. Porque una de las cosas que más y mejor definen a los hombres es su relación con la muerte. El animal difiere esencialmente del hombre en que nada sabe de la muerte. Ahora bien; las concepciones que el hombre se ha formado de la muerte pueden reducirse a dos tipos: aquellas para las cuales la muerte es término o fin y aquellas para las cuales la muerte es comienzo o principio. Hay hombres que consideran la muerte como la terminación de la vida. Para esos hombres, la vida es esta vida que ellos ahora viven y de la cual tienen una intuición inmediata, plena e inequívoca. La muerte no es, pues, sino la negación de esa realidad inmediata. ¿Qué hay allende la muerte? ¡Ah! Ni lo saben ni quieren saberlo; no hay probablemente nada, según ellos, y sobre todo, no vale la pena cavilar lo que haya, puesto que es imposible de todo punto averiguarlo.
El otro grupo de hombres, en cambio, ven en la muerte un comienzo, la iniciación de una vida más verdaderamente vida, la vida eterna. La muerte, para éstos, no cierra, sino que abre. No es negación, sino afirmación, y el momento en que empiezan a cumplirse todas las esperanzas. El caballero cristiano, porque es cristiano y porque es caballero, está resueltamente adscrito a este segundo grupo, al de los hombres que conciben la muerte como aurora y no como ocaso. Mas ¿qué consecuencias se derivan de esta concepción de la muerte? En primer lugar, una concepción correspondiente y pareja de la vida. Porque es claro que para quien la muerte sea el término y fin de la vida, habrá de ser la vida algo supremamente positivo, lo más positivo que existe y el máximo valor de cuantos valores hay reales. En cambio, el hombre que en la muerte vea el comienzo de la vida eterna, de la verdadera vida, tendrá que considerar esta vida humana terrestre —la vida que la muerte suprime— como un mero tránsito o paso o preparación efímera para la otra vida decisiva y eterna. Tendrá, pues, esta vida un valor subalterno, subordinado, condicionado, inferior. Y así, los primeros se dispondrán a hacer su estada en la vida lo más sabrosa, gustosa y perfecta posible, mientras que los segundos estarán principalmente gobernados por la idea de hacer converger todo en la vida hacia la otra vida, hacia la vida eterna.
Para el caballero cristiano, la vida no es sino la preparación de la muerte, el corredor estrecho que conduce a la vida eterna, un simple tránsito, cuanto más breve mejor, hacia el portalón que se abre sobre el infinito y la eternidad. El “muero porque no muero” de Santa Teresa expresa perfectamente este sentimiento de la vida imperfecta. En cambio, hay colectividades humanas que han propendido y propenden más bien a hacerse una idea positiva de la vida terrestre. Ven la vida como algo estante, duradero —aunque no perdurable—, que merece toda nuestra atención y todos nuestros cuidados. Esos pueblos, que saben paladear la douceur de vivre, cuidan bien de aderezar y realzar las formas diversas de nuestra vida terrenal; aplican su espíritu y su esfuerzo a cultivar la vida; convierten, por ejemplo, la comida en un arte, el comercio humano en un sistema de refinados deleites y la hondura santa del amor en una complicada red de sutilezas delicadas. Son gentes que aman la vida por sí misma y le dan un valor en sí misma, y la visten, la peinan, la perfuman, la engalanan, la envuelven en músicas y en retóricas, la sublimizan; en suma, le tributan el culto supremo que se tributa a un valor supremo.
Pero el caballero cristiano siente en el fondo de su alma asco y desdén por toda esta adoración de la vida. El caballero cristiano ofrenda su vida a algo muy superior, a algo que justamente empieza cuando la vida acaba y cuando la muerte abre las doradas puertas del infinito y de la eternidad. La vida del caballero cristiano no vale la pena de que se la acicale, vista y perfume. No vale nada, o vale sólo en tanto en cuanto que se pone al servicio del valor eterno. Es fatiga, y labor, y pelear duro, y sufrimiento paciente, y esperanza anhelosa. El caballero quiere para sí todos los trabajos en esta vida, justamente porque esta vida no es lugar de estar, sino tránsito a la eternidad.
Y así, la concepción de la muerte como acceso a la vida eterna descalifica o desvaloriza, para el caballero cristiano, esta vida terrestre, y la reduce a mero paso o tránsito, harto largo, ¡ay!, para nuestros anhelos de eternidad. Y esta manera de considerar la muerte y la vida viene a dar la razón, en último término, de las particularidades que ya hemos enumerado en el carácter del caballero español. En efecto, un, tránsito o paso no vale por sí mismo, sino sólo por aquello a que da acceso. Así, la vida del caballero no vale por sí misma, sino por el fin ideal a cuyo servicio el caballero ha puesto su brazo de paladín. Así, el caballero despreciará como mezquina toda adhesión a las cosas y cultivará en sí mismo la grandeza, o sea la conciencia de su dedicación a una gran obra. Así, el caballero será valiente y arrojado; lejos de temer a la muerte, la aceptará con alegría, porque ve en ella el ingreso en la vida eterna. El caballero no será servil; y en la vida, nada, sino su ideal eterno, le parecerá digno de aprecio. El caballero vivirá sustentado en su fe más bien que en los cómputos de la razón y de la experiencia en esta vida. Afirmará su personalidad ideal, la que ha de vivir en lo eterno, ocultando pudorosamente y con vergüenza la individualidad real, manchada por el pecado, que sería deshonroso exhibir. En suma, el caballero cristiano extrae la serie toda de sus virtudes —y defectos— de su concepción de la muerte y de la vida. Porque subordina toda la vida a lo que empieza después de la muerte.
“IDEA DE LA HISPANIDAD”
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Fuente
https://www.catolicidad.com/2024/12/...caballero.html
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
LA MUERTE DEL JUSTO: EL MISTERIO GLORIOSO DEL ENCUENTRO CON DIOS
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La muerte, esa frontera que tanto temen los hombres, es, en realidad, el portal a la vida eterna. Para el justo, no es un final sombrío, sino el comienzo de la plenitud. Es el instante donde el alma, después de un largo peregrinar, descansa en los brazos del Padre. ¿Cómo puede ser que aquello que parece una derrota sea, en realidad, la victoria más grande? Esto es lo que los grandes santos, místicos y doctores de la Iglesia nos han enseñado: la muerte del justo es el cumplimiento del despojo, el paso a la gloria, el abrazo definitivo con el Amor eterno.
LA MUERTE DEL JUSTO: NO TEMOR, SINO ESPERANZA
Desde los primeros siglos, los cristianos han entendido que la muerte no es más que una transición. Los Padres de la Iglesia, como San Agustín, proclamaron que el justo no muere, sino que nace a la verdadera vida:
“Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti.”
El justo no teme la muerte porque sabe que, al cruzar este umbral, encontrará el hogar para el cual fue creado. San Ambrosio la describía como una liberación:
“La muerte no es un final, sino un paso. Dejamos atrás las cadenas de esta vida para volar hacia la libertad de la eternidad.”
¿Es esto una evasión, un consuelo para los débiles? No, es la más profunda verdad, porque, como decía San Pablo:
“Para mí la vida es Cristo y la muerte, una ganancia” (Filipenses 1:21, Straubinger).
La muerte, para el justo, es ganancia porque todo lo que parecía pérdida se transforma en plenitud. El Salmo lo proclama con sublime esperanza:
“Preciosa es a los ojos de Yahvéh la muerte de sus santos” (Salmos 115:15, Straubinger).
El justo no teme, porque sabe que su muerte será el momento en que su alma descansará en el abrazo de Dios.
LA FILOSOFÍA DEL DESPOJO: EL CAMINO HACIA LA VIDA ETERNA
El justo no enfrenta la muerte con temor porque ha aprendido a morir antes de morir. Esta es la gran enseñanza de los místicos de la Iglesia: el despojo. San Juan de la Cruz proclama:
“Para venir a poseerlo todo, no quieras poseer algo en nada.”
Este despojo no es un simple desapego material, sino un abandono total en Dios. Es renunciar a los apegos, al orgullo, al miedo, para que el corazón quede libre y Dios sea su único dueño. Morir a sí mismo, como decía Jesús, es el camino a la vida:
“El que perdiere su vida por mí, la hallará” (Mateo 16:25, Straubinger).
El justo que vive el despojo interior no ve la muerte como una pérdida, sino como el cumplimiento de su esperanza. San Francisco de Asís, en su Cántico de las Criaturas, llamó a la muerte “hermana”:
“Loado seas, mi Señor, por nuestra hermana la Muerte corporal, de la cual ningún hombre viviente puede escapar.”
Francisco la abrazó no como un enemigo, sino como una aliada que lo llevaba al encuentro definitivo con su Creador.
LA MUERTE: UNIÓN CON EL AMADO
Santa Teresa de Jesús, quien vivió con el anhelo constante de la unión con Dios, veía la muerte como el momento más glorioso de la existencia. En su poema Vivo sin vivir en mí, escribe:
“Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero.”
Para Teresa, la muerte no es más que el encuentro esperado entre el alma y su Esposo. Es la consumación del amor, el instante en que el alma, purificada por el despojo, se funde en el abrazo eterno de Dios.
“La muerte no me espanta, porque es la entrada a la vida.”
El justo, que ha vivido en comunión con Dios, anhela este momento como el final de un largo destierro. La muerte no es una tragedia; es un triunfo.
LA PURIFICACIÓN: EL SUFRIMIENTO REDENTOR
El Padre Pío, santo de nuestros tiempos, comprendió que la muerte del justo está precedida por un proceso de purificación. Enseñaba que el sufrimiento y las pruebas de esta vida no son castigos, sino herramientas que Dios usa para preparar el alma:
“El dolor es el cincel con el que Dios talla nuestras almas para que sean dignas de Él.”
El justo no teme el sufrimiento porque sabe que, en él, está la redención. Como decía San Juan de la Cruz:
“El alma que quiere llegar a la unión con Dios ha de pasar primero por la oscura noche de la renuncia.”
La muerte del justo es el paso final de esta purificación, el momento en que el alma deja atrás toda carga y se eleva hacia la gloria.
LA MUERTE DEL JUSTO: RAZÓN DE ESPERANZA
En un mundo obsesionado con evitar la muerte, la enseñanza cristiana sobre el justo parece contracultural. La respuesta está en la esperanza de la resurrección. Como proclamaba San Pablo:
“Pues si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con Él” (Romanos 6:8, Straubinger).
Esta verdad no es un consuelo vacío, sino una certeza que transforma la vida. Como dice el Apocalipsis:
“Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor. Desde ahora, dice el Espíritu, descansan de sus trabajos porque sus obras los siguen” (Apocalipsis 14:13, Straubinger).
CONCLUSIÓN: UNA ESPERANZA GLORIOSA
La muerte del justo no es una pérdida, sino un triunfo; no es un final, sino un principio. Es el momento en que el alma, purificada y libre, vuela hacia Dios como una llama que asciende al cielo.
“Al final, la muerte del justo es un canto de victoria. No es el último suspiro, sino el primer aliento de eternidad. Hoy se nos invita a vivir con esta certeza: si vivimos en Cristo, nuestra muerte será nuestro último acto de fe, esperanza y amor, el paso glorioso al abrazo eterno del Padre.”
Y cuando llegue la hora, el coro de ángeles nos recibirá con estas palabras:
En latín:
In paradisum deducant te angeli;
in tuo adventu suscipiant te martyres,
et perducant te in civitatem sanctam Jerusalem.
Chorus angelorum te suscipiat,
et cum Lazaro quondam paupere
aeternam habeas requiem.
En español:
Que los ángeles te conduzcan al paraíso;
que al llegar te reciban los mártires
y te lleven a la ciudad santa de Jerusalén.
Que el coro de los ángeles te reciba
y, con Lázaro, el pobre de antaño,
tengas el descanso eterno.
OMO
BIBLIOGRAFÍA
• Agustín de Hipona, Confesiones.
• San Francisco de Asís, Cántico de las Criaturas.
• Santa Teresa de Jesús, Poesías.
• San Juan de la Cruz, Noche Oscura del Alma.
• Biblia de Mons. Straubinger, Ediciones Guadalupe, Buenos Aires.
• Escritos y cartas de San Ambrosio y el Padre Pío.
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Fuente
https://www.catolicidad.com/2025/01/...-misterio.html
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
MEDITACIÓN SOBRE LA MUERTE
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I. Morirás; nada es más cierto, es el orden dispuesto por Dios: hasta ahora todos los hombres han obedecido a su decreto. ¿Lo crees? ¿Piensas en ello? ¿Comprendes el significado de estas palabras: yo moriré? Significan que dejarás a tus parientes, a tus amigos, a tus bienes; tu cuerpo será enterrado, tus ojos no verán más, tu lengua no hablará más. ¿Por qué, pues, apegarme tan fuertemente a estos bienes que debo abandonar? ¿Por qué mimar tanto a este cuerpo destinado a convertirse en pasto de gusanos? Yo moriré…: medita estas palabras.
II. Ignoro el tiempo y el lugar de mi muerte. No puedo prometerme ni siquiera un momento de vida. ¿Cuántos que ni siquiera piensan en la muerte morirán hoy? Si Dios me arrebatase en el estado en que estoy, ¿a qué sería reducido? ¿A dónde iría? ¿Quién me asegura que tendré, en lo porvenir, tiempo para hacer penitencia? ¡Ah! Puesto que no sé ni en qué tiempo ni en qué lugar la muerte me habrá de sorprender, es preciso que la espere en todo tiempo y en todo lugar.
III. ¿En qué estado moriré: en gracia de Dios o en pecado? No lo puedo saber. Ignoro si la muerte será para mí un tránsito de la tierra a la gloria del cielo o, en cambio, a los suplicios del infierno. ¿Podemos pensar en serio en esta verdad y no sobrecogemos de terror? Es menester que, en adelante, asegure mi salvación y que viva, este año y todos los días de mi vida, como si debiese morir cada día. Haz ahora lo que, en la hora de la muerte, quisieras haber hecho.
El pensamiento de la muerte.
Orad por los agonizantes.
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Fuente
https://www.catolicidad.com/2025/01/...la-muerte.html
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Re: ¿Alguna vez pensáis en la muerte?
La reverenda madre priora Tomasa Josefa de San Rafael, fundadora del Carmen Descalzo de Popayán. Falleció el día 7 de agosto de este presente año de 1768 de edad de 66 años con una muerte tan preciosa como lo fue su vida, y general sentimiento de sus amantísimas hijas, y de toda la ciudad.
Manuel Merchan Cano me hizo en Popayán, octubre de 1768
Banco de la República de Colombia
http://hispanismo.org/attachment.php...id=10728&stc=1
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Fuente
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